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1952-05-22
Ante delegados de transportes aéreos
Señores: Yo deseo que mis primeras palabras sean para agradecerles la amabilidad que han tenido en llegar hasta esta casa, para darme la inmensa satisfacción de poder saludarlos personalmente. Quiero que en los días que pasen con nosotros se sientan como en sus propias casas. Ha sido para nosotros un gran placer el recibirlos en nuestra República, para que ustedes pudieran realizar sus deliberaciones libremente en este país, donde, en estos últimos años, hemos tratado también de ponernos al día en cuanto a los transportes aéreos. Fue realmente un esfuerzo extraordinario el realizado para poder montar en pocos años las comunicaciones y transportes aéreos. A los que actúan actualmente en nuestro país en las diferentes compañías, les cabrá siempre el honor de haber sido realizadores, en la República, de las actividades de transporte y aviación comercial en general. Agradezco a todas las compañías que fueron precursoras de esa actividad en nuestro país, realizando el tránsito y el tráfico de pasajeros y de carga desde América del Norte y desde Europa. En tal sentido, como los señores delegados sabrán, hemos brindado siempre la más amplia libertad para todas las actividades de la aviación comercial. No se habían establecido en el país aeropuertos en condiciones de atender el tráfico moderno. La República ha realizado en cuatro años el esfuerzo intenso de construir un aeropuerto central de capacidad técnica y que permita el desenvolvimiento de todas las actividades aéreas, en forma de que, cada día, podamos presentar en esas instalaciones a la compañías extranjeras que llegan a nuestro país, así como a las nacionales, el más alto grado de comodidad y de eficiencia para el desempeño y desarrollo de sus servicios. De la misma manera, hemos construido una serie de aeropuertos en el interior del país para las empresas de tránsito, en Mendoza, Córdoba, Salta, e iremos completando de una manera absoluta una amplia red aeropuertos para el tráfico comercial. Es cuanto nosotros podamos ofrecer a los que llegan a nuestro país con compañías de transporte aéreo. El Estado está interesado en ofrecer el mejor servicio desde todo punto de vista. Indudablemente, señores, estamos recién en los comienzos, pero el mérito de nuestra acción está, precisamente, en haber comenzado. Nuestros aeropuertos y servicios meteorológicos eran, hasta hace poco años, extraordinariamente deficientes. Creemos que por ahora no tenemos grandes servicios ni ninguna perfección alcanzada, pero hemos comenzado a hacerlo para ofrecer a las compañías de ustedes las mejores condiciones posibles. Seguiremos trabajando insistentemente para que en pocos años les podamos ofrecer, asimismo, lo mejor, no solo en voluntad, sino también en calidad. Nuestros deseos, señores, son que las compañías que ustedes representan y que llegan a nuestro país, sean atendidas de la misma manera, que no tengan dificultades de ninguna naturaleza y que podamos todos pensar que, con el tiempo, será posible alcanzar las mejores condiciones de realización del tránsito comercial aéreo. Es ese sentido pensamos que la condiciones a llenar por nuestras compañías se basan siempre sobre tres puntos que son, para nosotros, fundamentales. Primero, que las compañías aéreas se dediquen nada más que al transporte de pasajeros y carga, en cuyos servicios prestaremos la más absoluta colaboración. Que no haya cuestiones extrañas al desarrollo y desempeño de las compañías. Nosotros seremos eficientes colaboradores de todas ellas porque creemos que esa es la cualidad fundamental que deben llenar y cumplir. Por lo que nos atañe, en nuestras compañías podemos asegurarles que no hay otra actividad a desarrollar que el tránsito de carga y pasajeros; no se dedicarán a otras cosas que puedan ser objetables. Cumpliremos, repito, leal y sinceramente eso en todos los servicios que desempeñemos. El segundo punto es ir tratando de abaratar los transportes aéreos y alcanzar los menores costos, a fin de ofrecer las mayores posibilidades, lo que entiendo está en el deseo y conveniencia de todos. El tercero es aumentar los márgenes de seguridad, que, indudablemente, es una condición también tan esencial y tan fundamental. Nuestras compañías trabajarán incansablemente para cumplir bien esas condiciones. También pensamos, desde un punto de vista general, que todas las compañías, por acuerdos, deben establecer las esferas de influencia, en forma de poder determinar una distribución justa en los transportes. En eso hemos estado empeñados y creemos que es justo no pretender que alguien haga un sacrificio que no sea para asegurar los derechos que puedan tener en un lado u otro. Queremos que en los tránsitos aéreos regionales lleguemos a un acuerdo, no exigiendo ni pidiendo nada, sino lo que corresponde a cada esfera de acción. En ese aspecto nosotros tenemos nuestra doctrina más o menos establecida y creo que se puede llegar a un acuerdo. Al respecto, el Estado Argentino trabajará a la par de las compañías, colaborando con ellas y facilitándoles todo lo que pueda facilitarles, ofreciéndoles la mejor garantía de seriedad y seguridad. Creo, señores, que siendo la reunión de ustedes una reunión de compañías, pueden pensar que cualquier cosa que el gobierno argentino pueda hacer por ustedes, lo hará. Nos interesa extraordinariamente en desarrollar cada vez más el tránsito aéreo comercial. Y en todo lo que sea favorecer esa actividad, ustedes pueden contar con el apoyo del gobierno argentino, que servirá incondicionalmente a las conveniencias y a las necesidades de las compañías. Señores: no deseo detenerlos por más tiempo, porque sé que ustedes están muy ocupados trabajando en el congreso que están realizando. Solo deseo decirles que en nuestro país pueden contar con la más buena voluntad y con el agrado de nuestra parte de tenerlos en estas conferencia; esperamos que de ella han de salir resultados fructíferos, tanto para las compañías que los señores representan, como para los servicios que nosotros utilizamos. Muchas gracias por esta visita, y, repito, yo me pongo a la disposición de ustedes. ...............
1952-05-28
Ante gobernadores electos :
Señores: Yo deseo que mis primeras palabras sean para agradecerles el haberse llegado hasta esta casa, para brindarle la inmensa satisfacción de poder saludarlos. Les pido disculpas por tener que recibirlos así en conjunto, pero se me presentaba un problema un poco complicado con las audiencias. Los señores gobernadores me habían indicado el deseo de venir a la Casa de Gobierno a conversar conmigo, acompañados del cuerpo legislativo de sus respectivas provincias o territorios. Pero siendo en total veintiocho audiencias a algunas los iba a tener que recibir dentro de tres meses. Entonces, yo pensé hacer una reunión de conjunto para poder saludar a todos los gobernadores, pensando que después, durante el año, cuando los señores quieran, yo los recibo sin apuro y podemos hablar tranquilamente, con pleno contacto y conocimiento de los problemas a tratar. Del mismo modo puedo yo hacerles una visita y saludarlos allá, en sus provincias. Esta reunión es solamente para evitar la espera de los señores legisladores en escuchar algunas palabras mías, según sus deseos. De manera que, esa es la razón por la cual los recibo así, en conjunto, tan apresuradamente y con tan poca comodidad por lo que les pido a todos ustedes mil disculpas. Como no he podido saludar a cada uno a la entrada, espero poder darles un apretón de manos cuando salgan. Y voy aprovechar la ocasión para conversar un rato con ustedes sobre la tarea que nos es común a todos, tanto al gobierno central como a los gobiernos provinciales. Nosotros desde que hemos organizado el gobierno y el Estado, hemos trazado todos nuestros planes con toda minuciosidad. Vale decir que no trabajamos cada uno por su lado y por su propia finalidad, sino que lo hacemos, tanto en el gobierno federal como en los provinciales dentro de una orientación de conjunto que nos permite ayudarnos mutuamente: que el gobierno federal ayude en la obra a realizar por los gobiernos provinciales, y que éstos nos ayuden a nosotros a realizar la labor de conjunto que el país necesita para ir ganando los escalones que hemos proyectado. Eso constituye lo que llamamos el plan de gobierno o sea el Segundo Plan Quinquenal, para ser más específicos. Este segundo plan se prepara aquí, en los organismos técnicos que ordenados con el nombre de Dirección Nacional de Planificación, donde hay un Consejo Nacional de Planificación y un Consejo Federal de Planificación. El Consejo Nacional está representado por todos los órganos del gobierno nacional, y el Consejo Federal, por esos mismos órganos más todos los delegados de las provincias, que, en representación de los señores gobernadores, traen sus necesidades y plantean las posibilidades de planificación y realización para el país. Además de eso, nosotros mantenemos un permanente contacto, un entendimiento absoluto y una coordinación lo más completa posible con los señores gobernadores, mediante el intercambio continuo de informaciones, aclaraciones, consejos, directivas, conversando y tratando directamente con los gobiernos. De manera que nuestro tipo de federalismo es de aglutinación y no de dispersión. Antes, el tratarse así, "etiqueteadamente", de potencia a potencia, se creaba un sentido de dispersión federalista. En cambio, nosotros procedemos en sentido contrario: esa fuerza, en lugar de hacerla hacia afuera, la hacemos hacia adentro. Queremos que en la organización nacional el sentido federalista sirva para que toda la República esté representada en la opinión pública nacional. Ustedes saben que antes, a pesar de todo lo que declamaban sobre el sentido federal de nuestra organización, en esto solo pesaba el Gran Buenos Aires; lo demás no pesaba nada: ésa era la realidad. Por esa razón, se fueron acumulando en el litoral de la República todos los bienes y todas las riquezas; por eso tenemos provincias pobres y provincias ricas. Muchas de esa provincias pobres habían sido ricas antes, lo que quiere decir que el litoral, son su poder de atracción, las empobreció. El federalismo debe ser nacional y orgánico. En otras palabras, debe ser un federalismo de aglutinación no de dispersión. Nosotros hemos tratado por todos los medios de hacer una distribución orgánica en todos los órdenes de lo político, de lo económico y de lo social. Observen ustedes que en el Primer Plan Quinquenal apenas el diez por ciento de las 76.000 obras públicas pertenece a este gran núcleo que se haya alrededor nuestro, y eso porque se trata de obras imprescindibles para la entrada al puerto, que sirven también a las provincias. Pero a la Capital Federal no le hemos realizado ninguna obra: las ha tenido que hacer la Municipalidad de Buenos Aires. Con esto quiero decir que esas 76.000 obras, por lo menos 66.000 han sido hechas en las provincias, haciéndose aquí lo indispensable, que sirve también en forma indirecta a las provincias, porque nosotros queremos ir desplazando un poco el centro de la gravedad hacia el interior de la República, que ha sufrido durante muchos años el poder de concentración y atracción de Buenos Aires. Todo esto se va realizando, organizando la industrias regionales, las industrias locales; las cooperativas se van arraigando en la zonas de producción y allí mismo se transformará la materia prima, sin necesidad de que tengan que venir hasta aquí para llevar a cabo ese proceso, porque acá se quedan con el santo y con la limosna. Por ese proceso debe realizarse allá, en el interior, en las zonas de producción, para que cada una de las provincias pueda llegar a bastarse a sí misma. En ese sentido, la solidaridad del gobierno central no puede ser discutida desde que nosotros estamos en el gobierno. Cuando las provincias vienen a pedir ayuda para hacer frente a sus déficits, el gobierno se la presta. En pocas palabras, las provincias tienen aquí a quien pedirle ayuda; antes, para solucionar sus problemas, recurrían a empréstitos extranjeros, en lugar de ir a pedir a lo demás argentinos. Esa enormidad la hemos presenciado en nuestro país hace años. Eso es el sentido más negativo del federalismo. Cuando una provincia tiene una desgracia nosotros la ayudamos. El caso de San Juan; los sanjuaninos se han ayudado mucho entre ellos, pero nosotros también les pusimos el hombro. Digo esto para, mencionar siquiera sea nuestro sentido de solidaridad, que es el mejor federalismo. Nuestro federalismo ha de ser para que cada uno maneje sus cosas, para que y también todos pongamos el hombro cuando sea necesario ayudar a aquel que está en desgracia o tiene alguna dificultad. En ese sentido nosotros hemos dado la verdadera orientación de nuestra unidad nacional, dentro del sistema federal. De la misma manera ayudaremos a las provincias que hace poco se han creado; nos vamos a cotizar entre todos para hacerles la Casa de Gobierno y la Legislatura, en un regalo de las demás hermanas. Ocurre lo mismo que cuando en nuestra familia se casa uno de nuestros hermanos hay que ayudarlo. Es decir, que hay un sentido humano y solidario en todo nuestro sistema de gobierno. Nosotros hemos creado una doctrina humanista. Una doctrina que no solo debe quedarse en el humanismo directo o personal e individualista, sino debe quedarse en el humanismo directo o personal e individualista, sino también que debe extenderse en el orden colectivo, en el orden de la comunidad. Es decir, que entre todos los argentinos debemos ayudarnos. Ese el verdadero sentido de un régimen constructivo organizado. La lucha, la discrepancia, los factores destructivos, nosotros queremos hacerlos desaparecer tanto entre los hombres como entre las provincias y municipalidades. Esto lo iremos logrando poco a poco; no conversando, sino haciendo como hacemos nosotros. Esta obra que debemos realizar impone que también, en este sentido, tengamos nosotros una orientación unitaria es decir, que todos los peronistas pensemos de la misma manera en esta acción constructiva de la organización institucional. Y ustedes, que son los legisladores, los que van a consolidar esto en las leyes general por los legisladores del Congreso Nacional, y en las locales por la legislatura provinciales- deben de tener esa orientación única y esa orientación humana de la vida de la relación de los hombres y de los pueblos. Sin esa orientación unitaria no puede haber una legislación apropiada. Y esta legislación - ya sea de orden general o de orden local- debe estar orientada dentro de un federalismo aglutinante, y no dirigida a ser un federalismo dispersante que llevaría a destruir la unidad nacional mediante la cual somos algo en el mundo. En esa unión de todos los argentinos y esa unión de todas las provincias argentinas, lo único que nos puede presentar valiendo algo en el panorama universal. Todo sentido de dispersión es de debilidad, en este tipo de organización. Por eso, nuestro trabajo ha de ser fervientemente impulsado, como todos los hechos de nuestra vida de dirigentes, a unir y aglutinar. En este sentido, tanto en lo que se refiere a la concepción general de los problemas de gobierno como los que se refieren a la forma de ejecución de los problemas locales por los cuerpos colegiados, en necesario que tengamos ese mismo punto de vista. Cuando un cuerpo colegiado se reúne, generalmente surgen dentro él numerosas ideas. Cada uno defiende, en el seno de ese cuerpo o en lo interno de su desenvolvimiento orgánico, sus propias ideas, porque cree que son las mejores, las que más conviene a país. Pero no se puede dictar una ley ni promover una legislación con diez ideas distintas. Tienen que tener una idea que tenga congruencia y el racionalismo natural que una ley debe contener. Por eso y para eso está la discusión en los bloques. Allí en el bloque se llega a un acuerdo, allí se discute todo lo que se quiera hasta agotarlos si es necesario. Pero eso en el bloque, cuando ya se ha votado y se acuerda lo que dispone la mayoría del bloque, entonces, hasta los que discutieron en contra de la idea aprobada deben convertirse en los defensores más fervientes de la idea de la mayoría. Ese es el concepto aglutinante del cuerpo, porque si no se produciría allí también la dispersión y no el aglutinamiento. Todo legislador debe tener ese maleabilidad de inteligencia para saberse adaptar a la función que desempeña. El que quiere salir siempre con su voluntad no está preparado para ser un buen legislador. Estará preparado para ser un buen emperador, por ejemplo, pero no para ser un buen legislador. Esta es una cuestión consustancial con la función que realiza. El político, y ésta es una función eminentemente política, necesita tener ciertas calidades y ciertas cualidades que lo caractericen en la función que realiza. El que no puede adaptarse al sistema que la organización funcional le impone, es mejor que no realice esa función porque lo va a hacer siempre en detrimento del cuerpo. Y lo que vale en la función legislativa no es el hombre sino es el cuerpo. Allí los hombres representan un factor de trabajo, pero no en beneficio personal sino de la comunidad. En consecuencia, ese Cuerpo Legislativo vale por su poder de conjunto más que por su poder individual. Un cuerpo legislativo donde haya cincuenta sabios que no se pongan de acuerdo es más anticonstructivo, es más peligroso y es más destructivo para el Estado, que un cuerpo compuesto con cincuenta hombres de buena voluntad que sepan ponerse de acuerdo. En esto ocurre lo que ocurre en todos los cuerpos colegiados. En nuestro gobierno se ha establecido, dentro de nuestro sistema, un Poder Ejecutivo y un Poder Legislativo. Cada uno con una función específica, pero que entre lo dos realicen una tarea común. Sumemos a eso el Poder Judicial que es el que sirve de contrapeso en la aplicación de las medidas que rigen. Ese contrapesación de valores es lo que da, precisamente, el sistema de pesos y contrapesos que equilibra el desarrollo de la vida en los pueblos democráticos. Ese sistema de pesos y contrapesos es el único que mantiene el equilibrio. Por esa razón las relaciones entre los poderes del Estado deben ser, tanto en el orden federal como en el orden provincial, un sistema de pesos y contrapesos, que tienen que estar de acuerdo entre sí, que deben obrar inteligentemente y en colaboración para el bien común. Los conflictos que se producen entre el poder legislativo y el poder ejecutivo no se explican dentro del régimen peronista. No tienen explicación porque en el régimen peronista lo que queremos primero es el bien del país, después el bien de nuestro movimiento y en tercer término el bien de los hombres que lo componen. Por eso subordinamos el movimiento a la conveniencia del país y lo hombres a las conveniencias del movimiento. Siendo así no puede haber discrepancias. Si todos trabajamos por un bien común, nadie tiene porque pelearse con los otros. Podrá discreparse o discutirse sobre que es lo mejor, pero acordado que es lo mejor eso se realiza y no da motivo a peleas. Por esa razón hemos establecido nuestra forma definitiva de acción trabajar siempre de acuerdo y entre peronistas. Esto es un proceso tan simple que no hay lugar a peleas, ni discusiones, ni conflictos entre los peronistas cuando se persigue el bien común. Cuando se trabaja por cuestiones personales es cuando empiezan a surgir los inconvenientes. ¿Que quiere decir esto? Que no hay que trabajar por asuntos personales. Nuestra política es una política de conjunto; es una política común; no individualista, porque algunos políticos, cuando hablan de lo económico, lanzan sus anatemas contra el capitalismo y contra el individualismo, pero cuando se trata de hacer política dentro del partido, son individualistas. Nosotros hemos proclamado en nuestra doctrina que no somos individualistas, ni tampoco lo somos en lo político. Por esa razón no se justifica el caudillo en nuestro movimiento, en el que no existe, ni tampoco tiene porque existir, porque los hombres surgen por sus calidades y sus cualidades espontáneas. Los conflictos que surgen en este sentido son fáciles de solucionar, conociendo las causas y los efectos. El peronismo, según yo lo he definido, es la tarea de meter convergencias partidarias dentro de una gran bolsa. Todo el mundo mete en ella lo que quiere para que la bolsa sea más grande, porque el éxito de cada peronista depende del éxito del conjunto, del éxito del peronismo. Nadie puede ser tan infeliz en pensar que el día que el peronismo se derrumbe, él iba a quedar en su pedestal; se va a hundir con todos los demás. De manera que el triunfo de cada peronista, está en el triunfo del conjunto, de todos los peronistas. Por eso cada uno tiene que meter en la bolsa lo que tenga de sí, sin mirar al que mete más o al que mete menos. Todos debemos ver con simpatía al que mete algo en la bolsa. El problema se presenta cuando alguno quiere meter la mano en la bolsa para sacar algo de ella. Pero en ese hecho está la verdadera autodefensa del peronismo, en que todos reaccionamos cuando vemos que alguien mete la mano para sacar algo. Ahí está la mejor defensa, la autodefensa del movimiento, porque el que mete la mano una vez donde no debe, verán ustedes que no la va a meter más. Todo esto, compañeros, nosotros lo hemos aclarado y se realiza dentro de nuestra organización incipiente todavía, pero se puede hacer de la mejor manera. Hemos creado compartimentos estancos para la representación popular. Pudiera ser que en algún sector no se hiciera bien, pero hay otros en los que se realiza mejor. Eso también ayuda para ir asegurando a la justicia en el discernimiento de los méritos a los dirigentes de nuestro movimiento. Piensen compañeros que nuestro movimiento es nuevo; tiene pocos años de existencia y estamos frente a partidos políticos, algunos de los cuales tienen más de un siglo de existencia. Yo les pregunto que han a prendido en este siglo, para incurrir en los errores que está cometiendo todos los días. Debo decirles en pocas palabras que yo justifico esos graves errores que se cometen en la conducción política. ¿Por qué se cometen esos inmensos errores? Porque aquí la política se ha realizado siempre por amateurs por diletantes de la política, por aficionados, diríamos. No ha habido en nuestro ambiente políticos hombres con verdadera capacitación para la conducción política; los que han conducido la política no sabían ni "papa". Eran vivos, hombres vivos e inteligentes que sabían muchas cosas, pero que no tenían la disciplina que capacita para la conducción. La conducción es un arte difícil y de ejecución. No se puede estar pensando mucho, hay que seguir y no equivocarse, porque cuando uno se equivoca se le viene la estantería abajo. Es, indudablemente, una de las cosas más difíciles. No se puede cometer errores porque son irreparables. En cualquier otro orden de cosas los errores se salvan por uno u otro camino, pero en política aplastan a la dirección y a la conducción. Es un arte difícil el de conducir. Por eso tenemos que conocerlo y estudiarlo profundamente. Es una función de verdaderos profesionales la conducción racional, inteligente y correcta de la política. No se puede hacer una conducción a base de trampas y de vivezas criollas. No. Se trata de un arte regido por principios, que tienen una doctrina y una teoría que hay que penetrar profundamente para poderla aplicar en el movimiento mecánico de las grandes masas que hacen la acción política. No se puede improvisar. Nadie va a ser un buen conductor político, aunque Dios le haya dado mucho óleo sagrado de Samuel, si no conoce las reglas que es necesario conocer. Es una disciplina científica. Algunos creen que disciplina científica es solamente la ciencia matemática. No. Esto es mucho más difícil que las matemáticas, porque intervienen otros factores que influyen, otras causas que producen otros efectos. Es una situación que varía todos los días; no hay dos situaciones políticamente iguales. En esto se conjugan todos los días distintos verbos y en distintos tiempos. Es necesario tener capacidad suficiente para crear en cinco minutos. El matemático aplica su fórmula y obtiene siempre el resultado, resultados exactos. Pero en política no hay fórmulas, no hay operaciones; es la inteligencia la que capta al fenómeno analizando y reservándolo. Así y todo, se equivoca alguna vez. Y a aquí no hay goma de borrar, el error no se borra. Por todo eso la conducción es difícil y los aficionados no pueden llegar a nada si no estudian y penetran profundamente los grandes principios que rigen la conducción política. Conducir millones de hombres no es cosa fácil y sobre todo conducirlos bien y en beneficio de ellos. Resulta tan difícil porque el hombre es generalmente egoísta y mentiroso y está inclinado a hacerle el cuento a los dieciocho millones para sacar él la parte del león. De manera que, la conducción no solamente se trata de una instrucción científica sino de una educación moral del hombre para que no se sienta tentado aprovecharse de los bienes de los demás, y más aún, sepa brindar sus propios bienes para beneficio del prójimo, porque es su obligación primordial como dirigente. La conducción es por lo tanto una ciencia, un arte y una cultura educacional del espíritu del hombre. Un conductor que conduce haciendo lo contrario de lo que dice no va lejos. Es menester hacer la prédica con el ejemplo propio de no proceder mal, de no tener malos sentimientos, de producir prejuicios a los hombres cuando eso prejuicios son innecesarios, sino hacer justicia a cada uno que procede bien, y al que procede mal... ¡paciencia! Que espere hasta que aprenda a proceder bien. La conducción es algo muy difícil. Hay que ser justo, noble, bueno, capaz. Hay que serlo y, además de mostrarlo. La responsabilidad del dirigente en la conducción es gravísima porque su mal; ejemplo no importa por él; importa por el mal ejemplo que da a todos los demás que lo están viendo allá arriba, en su puesto de dirección, y que lo imitan. Un dirigente que procede mal es un peligro para el movimiento y para el país; no es lo mismo que un cuidando que se encuentra en las filas anónimas y procede mal: éste no da mal ejemplo más que a sus hijos, a su familia. Nosotros, que estamos en los grandes puestos, demos el mal ejemplo a todo el pueblo y estamos educando mal a nuestra gente. Instruir capacitar a un hombre malo es muy peligroso; es darle armas a una mala persona para que, quién sabe cuanto mal pueda dispersar en el país. Volviendo al tema, ¿por qué estos conductores cometieron grandes errores? Por no dominar el arte de la conducción. Empezaron porque no se prepararon personalmente para ser dirigentes y, naturalmente, dieron mal ejemplo a todo el mundo. En segundo lugar, no conocían la conducción y, así, no educaron al pueblo y a sus dirigentes en una conducción sincera y leal a la nación, sino que los educaron en el engaño; pues el hombre que no puede realizar una cosa bien porque no la conoce, hace una trampita para aparecer como haciéndola bien. Nuestra política se caracterizó por una escuela de "trampistas" y tramoyistas. Quizás era menos esfuerzo hacer las cosas bien, pero ellos no conocían el camino y las realizaba como podían. Ese que aprende a jugar al billar lleno de defectos, no llega a ser campeón hasta que no vence sus defectos. En todos los órdenes sucede lo mismo: en el de la inteligencia y en el orden del cuerpo. No hay que crear defectos porque son más difíciles de dominar después, cuando uno quiere hacer bien las cosas. Los legisladores del pasado, ¿que fueron? Artífices, algunos ellos... pero en hacer trampas, leyes que violaron la Constitución. En eso se ocupa la mayor parte de nuestros legisladores, o en sacar "leyes trampas" como la de Cooperación de Transporte. Podría citar quinientas leyes que fueron siempre venciendo las dificultades por el mal camino. ¿Cómo el legislador que hizo la ley de accidente de trabajo me va hacer creer que él no sabía que se trataba de una ley que no se iba a cumplir? Se trabaja, por ejemplo, a dos puntas para satisfacer a los que tenían que gozar las vacaciones y a los que tenían que pagarlas. El obrero, a quien no le daban las vacaciones, recurría al juez, y éste le decían: "tiene razón pero marche preso". Tenía razón, pero no le daban las vacaciones. Esa política viciosa no lleva al país sino a la protesta aireada de la población frente a la injusticia y al engaño. Nosotros no seguimos esa escuela: vamos a crear una política sincera y leal; haremos las cosas bien hechas, como debemos hacerlas. Esa es nuestra obligación como gobernantes y como legisladores. Nosotros constituimos un movimiento nuevo, pero todavía no estamos dotados suficientemente de gente preparada; tenemos honradez, buena voluntad y una doctrina que nos dirige. Muchos creen que eso es poco. No, tener todo eso es tener mucho. Yo recuerdo siempre que su discípulo más joven le decía a Sócrates cuando éste iba a beber la cicuta: "Maestro, siento haber estado tan poco tiempo a su lado y haber aprendido tan poco. El maestro le contestó: " Hijo mío, si eres bueno has aprendido demasiado; si no eres bueno, todo lo que yo te he enseñado estaría en contra de nuestros propios conciudadanos". Nosotros ya tenemos lo que Sócrates quería, porque nuestros dirigentes son hombres buenos y honrados; tenemos el ochenta por ciento; el resto, el veinte por ciento, es lo que nos falta adquirir y eso se va lograr poco a poco con la Escuela Superior Peronista, con las escuelas peronistas provinciales, con los ateneos departamentales. De modo que desde abajo queremos educando al soberano, como decían los antiguos políticos. Los viejos políticos dicen que hay que educar al soberano, pero ellos nunca los hicieron porque sabían que si lo hacían, los primeros que iban a salir por la ventana iban a ser, precisamente ellos. Nosotros queremos educar al pueblo y por eso establecemos escuelas, para ir construyéndolos, formándolos, para ir persuadiendo a la gente sobre estas formas limpias de la política. Toda esa enseñanza y capacitación vendrá por medio de esas escuelas, pero nada valdrá tanto como el ejemplo que nosotros demos desde la función pública, porque esa es la mejor enseñanza. Cuando decimos que el pueblo debe hacer una cosa, tenemos que comenzar por hacerla nosotros. No hay que hacer como los antiguos teólogos que decían: una cosa es predicar y otra vender trigo. Nosotros debemos predicar y hacer lo que predicamos; nos puede obligar a nadie a hacer lo que uno no es capaz de hacer. Cada uno de nosotros tiene una gran responsabilidad, por eso deben ser ustedes como un padre de familia que observa todas las cosas porque quiere educar bien a sus hijos, él no va ser un vicioso, ni una mala persona porque no desea dar un mal ejemplo a sus hijos. Nosotros debemos considerarnos padres de esta gran familia que forma nuestro país, y dar un buen ejemplo a nuestro pueblo, que son nuestros hijos, educándolos en esa misma escuela. Se tolera una desviación en los hombres comunes, pero no en los dirigentes. En estos últimos no se puede tolerar ninguna desviación. Por otra parte, compañeros, eso es justo porque el pueblo nos da privilegios y autoridad. Lo menos que nos pueden exigir es honradez. Yo hablo entre amigos y entre compañeros, con toda franqueza. Podría haberme preparado un discurso académico, se hubieran dormido y la mitad no iba a entender nada. Yo prefiero hablar con toda sinceridad de mi experiencia en el gobierno, de lo que yo he ido penetrando a través de los estudios de la conducción en todos los órdenes. El gobernante no sólo debe gobernar sino también debe ser maestro. Él debe enseñarle a sus ciudadanos todo lo que sepa, sin reservas mentales ni secretos de ninguna naturaleza, porque procediendo con sinceridad y lealtad los hombres no tienen porque tener reservas mentales ni secretos para con sus iguales. En este sentido es que yo les hablo así, si se quiere, campechanamente, como amigo y como compañero, porque creo que así nos vamos a entender. Y nuestra tarea va a facilitarse con ese entendimiento. Yo he hablado largamente con los señores gobernadores. Afortunadamente, el Movimiento Peronista ha ido progresando cada vez más. Ahora nos conocemos todos, somos todos amigos y eso tiene un valor muy grande en el gobierno. Cuando se discernieron los primeros cargos en nuestro movimiento, no nos conocíamos y, muchas veces, en los comienzos, las atropelladas iniciales no son los capaces, más bien son de los audaces. Cada día vamos ahora ajustando más y analizando más los hombres y nos equivocamos en menor número de veces en la selección de hombres. Yo he conversado largamente con los señores gobernadores y sé bien cuales son sus cualidades. Sé que tienen ductilidad política y van a manejar y dirigir bien toda la acción de gobierno y de administración y que van a mantener una unión permanente con las organizaciones políticas, en forma de colaboración. De esta forma no volverá a ocurrir lo que a veces ha sucedido, que algunos núcleos de peronistas estaban en contra del gobernador, por errores de unos o de los otros. Es necesario que en esta etapa del gobierno nos mantengamos todos unidos, para lo cual no hay que tener reservas mentales ni ocultarse nada, procediendo siempre con honradez y sinceridad. En esta unidad tienen los gobiernos una orientación bien clara y definida y sé bien que las relaciones entre las legislaturas y los gobernadores van a ser excelentes. Ya la camándula y todas esas cosas van desapareciendo de nuestro gobierno y de nuestra organización política. Ya no metemos manos a esa cosa; trabajamos con altura y dignidad entre nosotros. No llevamos nada escondido ni preparamos ninguna trampita a nadie. La política es ahora un juego de hombres de bien, es un juego natural y funcional de organizaciones y de hombres seleccionados, que no dan cabida a ese otro tipo de política. Por esa razón, estoy persuadido de que los problemas que hemos tenido algunas veces entre peronistas, ya lo vamos a tener en el futuro. Muchas veces hemos tenido que resolver aquí algunos de esos problemas y yo los he resuelto siempre amigablemente, poniendo de acuerdo a las partes, y cuando no se ponían de acuerdo, poniendo a otros, porque cuando dos se pelean es mejor poner a un tercero. Algunas veces hemos tenido que hacer esto último. Nosotros nunca hemos intervenido con el gobierno federal sino hemos actuado siempre como amigos, y, cuando hemos dado alguna solución, lo hemos hecho de acuerdo con ellos mismos. En muy pocas veces, cuando no había acuerdo entre ellos, hemos tomado la solución que correspondía, porque la solución no debe ser ni para una ni para otra de las partes, sino que debe ser para el pueblo que ellos gobiernos o representan, y cuando se soluciona un conflicto de esta naturaleza, hay que tomar la solución que más favorezca al pueblo. Nosotros lo hemos pensado siempre así. Pero, como digo, en este progreso incesante del movimiento peronista, cuando nuestra doctrina va penetrando profundamente los espíritus de nuestros hombres, no va a haber lugar a esos conflictos. Yo estoy persuadido de eso; estoy persuadido de que va haber una gran inteligencia entre los poderes ejecutivos y legislativos de las provincias, como existe y existió siempre entre el Poder Legislativo Nacional y el Poder Ejecutivo, en el orden federal. Yo nunca he tenido el más mínimo conflicto con una u otra Cámara, porque es una vida de relación honorable. Cuando se hace una vida honorable, no hay conflictos. En este sentido estoy agradecido a todos los compañeros que trabajan en el Congreso Nacional, ellos no han hecho sino tarea constructiva. En ningún caso no han hecho sino ayudar. Yo los he respetado en todo lo que puedo, porque para que ellos me respeten tengo que empezar por respetarlo yo. Siempre he pensado así. La vida de relación, entonces, ha sido fácil. Muchas veces, algunos me han dicho: "Llámelos y dígales que hagan tal cosa". El gobierno ha considerado que tanto los diputados como los senadores son los consejeros y sería torpe que yo les dijera que me aconsejaran lo que me tiene que aconsejar. Pero si ellos me tienen que aconsejar, me aconsejarán bien. Podremos discutir, pero ¿como les voy a decir yo los que me tienen que aconsejar? ¿Cómo me voy a engañar diciéndoles que me aconsejen lo que yo quiero? Y siempre me han aconsejado lo mejor. Y muchas veces sus consejos han sido tan sabios y prudentes que me han facilitado la tarea. Algunas veces, pensando yo de distinta manera, me han convencido. Yo no soy propietario ni me he sentido propietario de la verdad. Lo mismo ha pasado con el Partido Peronista, Masculino, Femenino y con la C.G.T. Yo nunca me he metido en el Partido para decirle que tienen que hacer. Cuando se tomó una medida que influyera en la política siempre los he consultado. ¿Por qué? Porque yo, como peronista, dependo del Partido Peronista Masculino, Femenino y de la CGT y cuando voy a tomar una medida política los reúno y los consulto. Si están de acuerdo, la tomo. En esto hay dos ventajas: guardo respeto y consideración hacia el organismo partidario y lo prestigio y además, los pongo detrás mío en mi ayuda y en mi apoyo, porque así la dirección no es solamente mía sino es de ellos también. Los complico a ellos en el caso. Si no los consulto, a lo mejor después me critican que la dirección que he tomado está mal. Pero si los he consultado antes, no pueden decir nada. De manera que todo esto tiene sus enormes ventajas y ninguna desventaja. Consulto a los compañeros, que nos asesoran y su consejo siempre lo cumplo. Por esa razón es que aquí siempre nuestras relaciones han marchado como sobre ruedas. Nunca hemos tenido la más mínima dificultad. Nunca he hecho el más mínimo avance sobre las atribuciones de ellos. He sido respetuoso con cada uno de ellos y ellos me han respetado a mí. Eso ha sucedido con el Congreso como con el Partido, como con todos los organismos. Si yo debo obedecer en el orden político, obedeceré, porque he aprendido a mandar, pero antes de aprender a mandar hay que aprender a obedecer y yo también he aprendido a obedecer. Señores: esta es la hermenéutica natural de la conducción en sus relaciones de comandos y organizaciones. Sé que los señores gobernadores de provincia han de seguir el mismo procedimiento porque los he oído conversar y sé que van a perseguir la misma finalidad y van a compartir la forma de ejecución. De manera que se que en este Segundo Plan Quinquenal vamos a andar mejor que en el primero. En el orden de la política nacional, quiero también decirles pocas palabras. Ustedes saben que nosotros tenemos un plan político para el año 1952, que es el año sándwich entre el primero y el segundo plan quinquenal todos los comienzos de años hacemos una reunión con los gobernadores y lanzamos los planes para el año. Así tenemos plan de obras, plan político y plan económico. Los planes deben ser realizados en todas sus partes; no solo debe hacerse en la Casa de Gobierno, como a menudo sucedía, sino que debe ser para todo el país. Lanzamos esos planes para asegurar la unidad de concepción y la unidad de acción en todo el país, tanto en el orden político como en orden económico. Para la ejecución de los planes nosotros tenemos organismos diferentes. Está el Gobierno y la Administración, que nos corresponde como funcionarios, pero también está la conducción política, que nos corresponde como dirigentes políticos. Eso es muy importante. La conducción política establecida con unidad de objetivos, con unidad de acción, es la que nosotros acordamos acá. Por eso, esa política no la puede hacer ni el gobernador en la provincia, ni el Presidente de la Nación en la Capital, porque ellos actúan sobre el régimen de gobierno y de la administración pública y no sobre la acción política, que corresponde a los órganos partidarios. El Comando Estratégico es el que gobierna toda la acción en la Capital Federal y está constituido por el Presidente de la República y los ministros que corresponden a política y a gobierno; el Consejo Superior del Partido Peronista es el que maneja los hombres peronistas; la Comisión Nacional del Partido Peronista Femenino, es la que maneja las mujeres; y la Confederación General del Trabajo, es la que maneja los órganos de trabajadores. Entonces unidas esas cuatro autoridades aquí, toman las grandes decisiones de orden estratégico. Pero es indudable que nosotros no podemos resolver los problemas de Jujuy, por ejemplo, porque no sabemos lo que pasa en Jujuy. Tiene que haber alguien allí para resolver esos problemas dentro de esa gran orientación que nosotros damos para todo el país. Por eso, el comando táctico está formado por los gobernadores de provincias, por delegados del Partido Peronista Masculino y Femenino y por la C.G.T., y ellos allí toman todas las decisiones de acuerdo mancomunadamente; de manera que la política apoya al gobierno y el gobierno apoya la acción política. Trabajando así vamos a ir siempre de acuerdo. ¿Cuál es la situación política? Ustedes la conocen como nosotros. En el orden político partidario, tenemos un 70% de la opinión pública. Es indudable que ese 30% restante de minorías desplazadas e inconformables tienen "derecho al pataleo", que consiste en trabajar para obtener votos, que parece que cada vez tienen menos. Es segundo aspecto de este "derecho al pataleo" es la de una acción subversiva, para ver si algún loco puede hacer revolución para echarnos del gobierno y hacer por la fuerza lo que no pueden en los comicios. Tal es el problema político de este momento en la República Argentina. A la acción que ellos realizan para ganarnos las próximas elecciones, oponemos la nuestra para vencerlos a ellos. En este sentido, no creo que tengan ninguna posibilidad. Y en el de la acción subversiva, tampoco me parece que la tengan... pero ellos hacen diligencia: están alterando el orden y provocando en todos los sectores. Hoy se manifiesta el Partido Radical; mañana, el Socialista, el Comunista, el Demócrata Progresista, que no es ni demócrata ni progresista; porque demócrata no es por su plataforma, y progresista... Son cada vez menos: no le veo el progreso. Otro día son colaterales de esos, donde hay peronistas, pero hay también oligarcas. Se manifiestan también agrupaciones de otro orden con títulos respetables, pero no con obras respetables. Lo que la oposición quiere es perturbar el orden para crear un clima revolucionario. Para nosotros, peronistas, esto, en un orden general, es despreciable. Pero hay que abrir el ojo, porque algunas revoluciones y todas esas cosas no se hacen con gran cantidad de gente convencida, sino con grupos de audaces que se lanzan al asalto. Entonces, ¿qué hay que hacer? Hay que ir con el arma al brazo y el ojo listo. Compañeros, nosotros tenemos el ojo alerta y el arma al brazo. Claro que en esto no hay que actuar nunca con un solo seguro; hay que tomar un reaseguro. El seguro lo tengo yo con la policía, el ejército. Pero nadie sabe cómo van actuar y uno no puede comenzar porque siempre los que empiezan son ellos. Se puede producir cualquier hecho y el pueblo debe estar preparado; lo fundamental es que la última palabra la diga el pueblo que es el único que tiene derecho a dar la última razón porque a él le pertenece la decisión y a ninguna otra fuerza. De manera que el pueblo debe estar listo y hay que prepararlo. El gobierno hará frente a cualquier cosa, pero es necesario tener un reaseguro; hay que tener el pueblo listo para que él intervenga directamente en la solución de los problemas, porque es el único que puede y debe hacerlo. Cuando nosotros instituyamos en nuestro país esa soberanía indestructible e indeclinable del pueblo, recién habremos asegurado la democracia. De modo que el pueblo peronista debe estar organizado por hacer triunfar su voluntad y hacerla ejecutar en el momento necesario. El pueblo no necesita fuerza, es bastante con que tenga razón y la quiera imponer. No hay fuerza capaz de doblegarlo cuando está decidido a ello. Ese es el reaseguro. Con el seguro y el reaseguro no hay nada que temer. Dicen que a mí me van a matar. Pero, si detrás de mí hay millones de argentinos que van a tomar la bandera con la misma decisión que yo la he tomado. Nosotros los hemos aflojado demasiado; podemos darnos el lujo de ser débiles, porque somos demasiado poderosos. No tenemos ningún temor, ni debe tenerlo el movimiento. Peligroso hubiera sido cuando nos estábamos organizando. Hoy ya estamos organizados y cuando se produce una baja, uno de los que siguen da un paso al frente, ocupa el puesto y se sigue adelante. El pueblo argentino no dará un paso atrás; adelante va a dar muchos más todavía, pero atrás ninguno. Por eso, esta situación política no debe a nosotros -diremos- impresionarnos, pero tampoco debemos estar desprevenidos. El hombre prevenido vale por dos, y nosotros vamos a valer por dos siempre. Que intenten ellos cualquier cosa, y Dios quiera que no les salga muy caro. Nuestro interés no es el de pelear, sino el de construir, y peleando entre nosotros, arruinamos el país. Trabajando y construyendo lo vamos a engrandecer. Por eso, preferimos no tener que pelear, porque no es negocio para el país, pero les avisamos que no tememos la lucha. Si quieren ganarnos, que no ganen en las urnas, que es lo único que nosotros vamos a respetar. Cuando alguien triunfe en las urnas, a ése le vamos a entregar el gobierno y le vamos a tocar la banda cuando se lo entreguemos. Pero por otro sistema, no; nos tendrán que matar a todos nosotros o morir todos ellos. Tenemos que trabajar para ir consolidando cada día más nuestra doctrina, defendiéndola, predicándola en todas partes, en forma que podamos asegurar al país la garantía de un partido o de un movimiento político orgánico y con responsabilidad. Si mañana nuestros adversarios se organizan mejor que nosotros y presentan una doctrina mejor que la nuestra, le entregamos encantados el gobierno. Pero primero tendrán que demostrar que son mejores y después que conseguirán que el pueblo los elijas. Si hacen eso, se lo vamos a entregar con gran satisfacción, siempre que representen, como nosotros representamos, una garantía para el adelanto del país. Que somos una garantía para eso lo demuestra la marcha de nuestro gobierno. Es bastante ver las realizaciones de estos seis años y cómo hemos corregido cien años de gobierno en solo seis años de trabajo. ¿Qué podríamos hacer de estos seis años? Eso solamente nuestro trabajo y nuestro tesón lo va decir. Pero estos seis años han de ser grandes, no tengo la menor duda, no por que seamos muy capaces sino por que estamos decididos a trabajar honradamente, que es lo único que construye. Y a trabajar hemos demostrado que nadie en el país nos ha ganado hasta ahora. Creemos que la Providencia nos ha de ayudar y nos va a dar fuerza para otros seis años tan intensos de trabajo como estos seis que hemos vivido desde 1946 hasta ahora. Ustedes saben, compañeros, cual es la tarea que se ha realizado en las provincias. Ahora tenemos que cumplir la segunda etapa. Cuando concebimos los planes quinquenales hicimos tres para 15 años. El primero contenía la nacionalización de todo lo que hemos nacionalizado en el país, la recuperación nacional y la creación de lo que no teníamos, como la flota mercante, la flota aérea, etc. todo eso se ha realizado. Hemos consolidado la industria y extendido gran parte de ella. Hemos perfeccionado nuestro sistema de trabajo en el campo y en la producción. En el segundo plan quinquenal vamos a expandir la producción, vamos a extender la industrialización para tener la propia materia prima y encarar la industria pesada, para que el tejer plan quinquenal sea una expansión de esa fuerza creada en el primero y segundo plan. Y de aquí a diez años les voy a preguntar muchas cosas a los que nos discuten a hora. Compañeros: quiero terminar diciéndoles que ese trabajo incesante lo vamos a realizar todos, en conjunto, es estos seis años. Sepan ustedes, en los sitios donde están empeñados en la tarea de bien común, que nosotros, desde aquí, desde la Casa de Gobierno, los seguimos con nuestra observación y nuestro cariño. Piensen que los acompañamos con el trabajo y con el corazón en todo cuando ustedes están realizando para el bien del país. Aspiramos a que el puesto público en nuestro país sea como antigua Grecia, en que cada uno juraba que cuando bajase del puesto al que había sido elevado por el favor de sus conciudadanos iba a dejar una patria más grande y más feliz que le había recibido.
1952-06-04
En la casa de gobierno
En la vida de los hombres existen momentos que son de gran trascendencia. Para los hombres que con sanas y buenas intenciones gastamos nuestra existencia al servicio de la República, esos momentos están representados siempre que iniciamos una tarea al servicio de la Nación y cuando nos retiramos de ella con la satisfacción inmensa de haber cumplido bien con nuestro deber. Para algunos de los señores ministros que han colaborado en diversos departamentos durante los últimos seis años del gobierno anterior, en las tareas de administración y del gobierno, asistimos a uno de esos momentos. Yo no deseo que los señores ministros, al terminar sus tareas, dejen de escuchar del jefe del Poder Ejecutivo la palabra de aliento que deben recibir los hombres que han cumplido su deber de acuerdo con su capacidad y con sus aptitudes, que es cuanto podemos ofrecer en el ara sagrada de la Nación Argentina. En este sentido, he querido expresarles, en nombre de todo el Poder Ejecutivo -presidente y ministros que formamos el nuevo elenco del gobierno y la administración pública- nuestro saludo de despedida; despedida momentánea, porque los peronistas no concebimos a un colaborador que se aleje de la función sin que tome a su cargo otra función al servicio de la patria y de nuestro Movimiento Peronista. De diversa manera a como se ha realizado en nuestro país la mayor parte de los relevos de las personas en la función pública, queremos crear, en este sentido, una nueva costumbre: la de despedirnos como compañeros y como amigos en una tarea común, para entrar a trabajar en otra tarea que quizás tenga menos punto de contacto, pero que no es menos común a todos los peronistas que trabajan por la Nación. Por eso, señores, cuando nosotros estrechamos la mano de un compañero que hasta ayer, en la misma trinchera, luchó por los mismos objetivos, con igual patriotismo e idéntico desinterés, no nos despedimos sino que cambiamos de tarea. Los señores ministros que dejan el gabinete para incorporarse a trabajar por la Nación en otro sector, serán compañeros que seguirán trabajando como nosotros, tratando de beneficiar los destinos de la patria. Ellos reciben del gabinete y del Presidente de la República una despedida cordial. Son compañeros y son amigos que han terminado una tarea e iniciarán otra. Para ellos nuestro saludo y nuestro abrazo cariñoso y, para que tengan un testimonio que materialice estos nuestros sentimientos de compañeros y de amigos, quiero entregarles, en nombre de todo el gabinete de la Nación, medallas que serán un recuerdo permanente de cuánto es nuestro agradecimiento por lo que han realizado en la labor pública y de cuanto es nuestro afecto de amigos y de compañeros. ..........................
1952-06-05
Discurso dirigido a los deportistas de la delegación argentina a los juegos olímpicos a realizarse en Helsinki
En primer término, deseo agradecer las amables palabras del doctor Valenzuela con referencia a todo cuanto se ha podido hacer para presentar de la mejor manera posible nuestra delegación de Helsinki. Creo que es un gran acierto haber seleccionado, de los medios que nosotros hemos puesto a disposición, todo cuanto se ha elegido para una mejor participación, la más oportuna llegada y el menor esfuerzo para tratar de obtener el mejor provecho. Creo que lo que debemos ya dejar establecido acerca de estas olimpíadas, es que conviene que traslademos un pedazo de la República al lugar donde se efectúan. La experiencia dice que mucho tiene que ver, en el desempeño de los atletas, las pocas comodidades de que muchas veces se dispone en los lugares de realización. A veces hay en eso fallas de cierta importancia, tanto en la alimentación como en otras cuestiones; es lo que venimos observando desde hace tiempo, especialmente en Londres, en las últimas olimpíadas, y también en otras anteriores. De manera que creo que es oportuno mandar un barco, como lo hacemos, para que ésa sea nuestra casa, donde haya carne argentina, comida argentina y agua argentina; sabemos que eso no nos hace mal y, si no es la mejor, es buena. Lo mismo en todas las demás cuestiones que los muchachos necesiten durante su entrenamiento, como la movilidad allí, por ejemplo. Se ha tratado de prever todo en la mejor forma posible. Hemos visto la cuestión ropa, que es también importante. Además del resultado que hay que obtener, mediante el esfuerzo, que tiene su valor deportivo, está también el buen nombre de la República, que debemos llevar hasta Helsinki para mostrar que somos un país civilizado, en primer término, y organizado, en segundo lugar, y cuando hacemos una cosa tratamos de hacerla bien. Eso también es importante para el país. A nosotros no nos interesa hacer un esfuerzo que, por otra parte, no representa un gran sacrificio, porque en la presentación de ustedes, en su conducta y aún en el aspecto de cada uno, llevamos un cartel de la República, que hará una buena o mala propaganda, según el comportamiento de ustedes. Nosotros proporcionamos a la delegación todos los medios de que podemos disponer para que esa presentación sea lo más correcta e impecable posible. Lo demás, señores, tienen que ponerlo ustedes, y yo estoy persuadido que lo que ustedes pondrán será un complemento, un perfeccionamiento de cuanto el Estado puede hacer para solucionar el problema de la concurrencia, y de la concurrencia en las mejores condiciones. Insisto en esto, señores, porque a nosotros nos van a juzgar en Helsinki por el comportamiento de ustedes en la realización de esta cruzada deportiva. Señores: ustedes son mucho más capacitados que yo en lo que se refiere a cómo deben actuar técnicamente y están en mejores condiciones para apreciarlo. Como debe comportarse la delegación que representa a la Argentina y que será un testimonio fehaciente en esos lejanos países de lo que es nuestra patria, eso me interesa mucho a mí. La propaganda del país está muy ligada a ese conocimiento. Nosotros en esto, señores, no hacemos economía. Hemos hablado de planes de economía refiriéndonos a dieciocho millones de argentinos, no a ciento veinte o ciento treinta argentinos que van a ir a Helsinki. Allá no tenemos que parecer ricos, pero tampoco demasiado pobres. No deseo que por ahorrar un pequeño gasto, o un gran gasto, hagamos fracasar un comportamiento que debe ser digno, correcto y para lo cual no se debe andar con pequeñas economías. Por eso he aconsejado que llevaran abundante carne como para que pudieran hacer allá una churrasquería; el barco debe tener la capacidad de carga suficiente para transportar todo lo que sea necesario. En esto señores, ya les he dicho a los señores representantes lo mismo. La representación oficial del Comité Olímpico y de la Federación tienen en sus manos la disposición de todo lo que necesitan y nosotros estaremos aquí para apoyarlos y resolverles los problemas que se les presenten. Se que la representación que va es suficientemente fuerte como para hacer un buen papel. El buen papel está en el comportamiento más que en ninguna otra cosa. El ranking no nos interesa ahora a nosotros en forma determinante. Nos interesa el buen comportamiento; nos interesa que digan: "que buena gente trae la Argentina". Me interesa más eso y no que digan: "que gran atleta es aquel argentino". En esto, como en todas las cosas, soy un convencido de que lo principal es ser una buena persona. Nosotros, en Helsinki, habremos ganado la olimpíada si conseguimos esto, aunque no traigamos muchos primeros puestos. Por eso, como argentino, les pido que hagan un esfuerzo y dejen bien sentado nuestra manera de pensar y nuestra conducta. Lo demás tiene una importancia muy secundaria. Si se pueden hacer las dos cosas, mejor; pero si no, como hermanos, para lo primero. Probablemente, los muchachos que van allá, después querrán hacer algunas extensiones. Nosotros en eso podemos estudiar la posibilidad de resolver los problemas. También en el barco va a ir algunos chicos. Es interesante mostrarles todo a los pibes; pero hay que cuidarlos y llevarlos como si fueran hermanos menores, para que vayan viendo y para que se vayan formando en el ambiente. Esto es muy importante para nosotros; ya que el porvenir del deporte argentino está en los pibes. Por eso quiero que vayan, que se sientan ellos también un poco importantes y vayan asimilando todo eso con entusiasmo. Después, en cuanto al regreso, buscaremos de arreglar las cosas de modo que no haya dificultades. Si es preciso traeremos algunos en otro barco, si se puede hacer la combinación. También podrán participar en algunas competencias paralelas al desarrollo del certamen, porque cuanto más se ve, más se cambia de manos, se enfrentan distintos valores y se actúa en distintos ambientes, se adquiere mayor experiencia, que resultará interesante para nuestro deporte. Yo le he pedido al doctor Valenzuela, que aprovechando esta olimpíada procuraremos traer al país algunos hombres excepcionales en el deporte para que ayuden a formar aquí a los deportistas argentinos, para futuras competencias. Creo que éste es un asunto que es conveniente llevarlo a la práctica. Puede que aquí haya algunos muchachos nuestros que se destaquen en determinadas especialidades, pero es necesario traer hombres para que los preparen; tengo la convicción de que un hombre que haya sobresalido en el deporte, vale más que cuatro o cinco profesionales. De manera que si en este viaje puede lograrse el concurso de algunos valores, se los traerá, porque ahora no hay quien no quiere venir a la Argentina; se les pagará; los tendremos algunos años entre nosotros, contratados por la Federación y se les puede también poner a disposición de algunos clubes, para que vayan trabajando y forjando atletas. Nosotros tenemos pocos atletas, especialmente en atletismo tenemos poca cantidad de gente, y eso hay que extenderlo a toda la República. La idea de formar la confederación cuanto antes, quizá no se desacertada, si podemos traer a competir aquí a todos esos numerosos clubes que se están desarrollando en nuestro país. Creo que nosotros todavía no hemos llegado a adquirir el desarrollo, para culminar en lo que debe ser el atletismo, pero vamos a tener un equipo muy completo cuando, como digo, comiencen a competir todos esos equipos que están en formación en el interior. Señores: cuando se vive bien, se come bien y se tienen medios de trabajo, el atletismo tiene que adelantar en un pueblo vigoroso que no sufre necesidades. El atletismo tiene que ir pronto adelante y va a ir adelante, porque esos muchachos que yo estoy viendo ahora, comparados con los de mi tiempo, ya nos están superando. Para conseguir eso hay que trabajar mucho. Se les va a poner el hombro para formar muchos atletas y traer atletas especializados para algunos deportes. Hay algunas pruebas en que nosotros no competimos mucho, porque no hay un estilo en el país. Por ejemplo, en salto, es una especialidad en la que estamos bastante flojos. Hay que ir enseñando la técnica para que vaya progresando ese deporte. Todo eso se obtiene con hombres que conocen a fondo la técnica aplicada en los deportes. Y aún que nos demande un tiempo de diez años el aprendizaje de nuestros muchachos, es necesaria la enseñanza para su perfeccionamiento y del deporte argentino. El atleta que sobresale en un equipo, el que es sobresaliente en un deporte, debe dejar el egoísmo a un lado y enseñar a los demás, especialmente a la gente joven; cada uno debe dejar, cuando se retire del deporte, un muchacho que lo siga, que vendrá a ser como un hijo de él, porque sigue su estilo y es su prolongación en el deporte. Yo siempre he pensado que nos falta un poquito de organización y sobre todo de sacrificio en muchas cosas. En esgrima, nosotros, con la tradición esgrimista de la República, deberíamos tener un equipo de esgrima numeroso, formidable. Hace más de cincuenta años vinieron a este país los mejores maestros del mundo; casi un treinta y cinco por ciento de la Escuela Magistral de Roma terminó aquí en Buenos Aires, con Pini y todos esos viejos maestros. Si hubiéramos sabido aprovechar eso, tendríamos hoy un equipo formidable, pero hemos tenido luchas entre nosotros: la Federación por un lado, el Club del Progreso, el Jockey Club, el Círculo Militar. Hemos hecho una esgrima con diverticulosis, como dicen los médicos, rotos en partes, peleándonos siempre. Esos maestros han venido y trabajado, pero la esgrima exige paciente entrenamiento y prolongado esfuerzo y sacrificio para llevarlo adelante. Y, francamente, no estamos de acuerdo con lo que nosotros hemos tenido como tradición esgrimística en el país y con lo que el mismo ejército ha hecho en este sentido. Tenemos valores extraordinarios, pero solamente por el esfuerzo propio han ido adelante. Podemos hacer mucho más. Cada vez que veo un equipo argentino de esgrima que va a competir yo sufro más que sus integrantes, porque estoy esperando ansioso la victoria. Pero hay dos fuertes valores en un equipo, y otros dos que están flojos, no porque no sean buenos esgrimistas sino porque no se entrenan, son cómodos. Yo he sido también uno de ellos en mis tiempos, y por eso lo digo. Es necesario tener un equipo de hombres que se entrenen bien y constituir un equipo. Dos buenos esgrimistas no hacen la esgrima; hay que tener ocho o diez buenos esgrimistas en cada una de las armas. Los demás equipos los tenemos bien colocados. Claro que eso tiene su renovación permanente. Vamos a ver como se porta el equipo de basquet. Yo tengo una gran fe en ellos, pero son campeones y van un poco disminuidos porque es el tercer campeonato que tienen que defender y eso es más delicado que ir a ganarlo por primera vez. Tengo también una gran fe en el equipo de box y en los nuevos valores que van surgiendo, pero también tienen que defender un campeonato que ganaron en las ocho categorías. Van a tener que pegar fuerte y muy duro; si pueden ganar por knock-out, mejor, porque puede ser la única manera de decidir. De manera que ellos llevan un programa un poco más difícil. En remo, yachting y todos esos otros deportes en que ya estamos en primera línea, hay que ir a disputar y luchar. Pero lo más importante de todo es organizar. Nosotros no vamos a hacer mucho en deporte, en general, hasta que no hayamos organizado el país en forma de poder mandar trescientos atletas. Tendríamos que estar pensando a quien hay sacar, y no -como ocurre ahora- a quién podemos poner, porque debemos tener varios y buenos y vernos en la necesidad de mandar cuatrocientos representantes. A eso podemos llegar en el futuro si nos organizamos. Y lo vamos a hacer. Yo tengo una esperanza muy grande en la nueva generación de muchachos, si podemos darles hombres capacitados, elegidos entre ustedes, que ya son hombres de alta capacitación, y los que podamos contratar, para ir perfeccionando el trabajo. Le he pedido al doctor Valenzuela que emprenda esa tarea, porque en eso no vamos a hacer economía y vamos a poder ofrecer a los deportistas argentinos lo máximo que podamos ofrecerles. Ya en esta oportunidad creo que les hemos ofrecido a ustedes todo lo que hemos podido para que vayan en las mejores condiciones. He visto los uniformes. Eso tiene una importancia también muy grande. El que vayan bien vestidos, bien presentados, con uniformidad, tiene una importancia mucho mayor de lo que parece a primera vista, porque eso habla de la organización y de la cultura propia del pueblo allí representado. Si se presentan mal arreglados, o sin uniforme, causan mala impresión en los que miran de afuera. Hasta los que son pobres y medio desorganizados, se presentan bastante bien. Nosotros tenemos allí la representación diplomática a la cual daremos orden para que ponga a disposición de ustedes todo lo que sea necesario. En eso serán atendidos rápidamente, inmediatamente, en lo posible, acerca de cualquier necesidad que ustedes tuvieran. Y ahora solo les deseo mucha felicidad, que les vaya bien y que tengan mucho éxito, sobre todo en quedar bien, que es lo más importante. ..................
1952-07-07
Mensaje a todos los agricultores del país
Una vez más me dirijo a los agricultores de todo el país para anunciarles las nuevas medidas agrarias del gobierno y para pedirles una vez más la colaboración franca y decidida. Pero ante todo quiero decirles que estoy perfectamente al tanto de la situación actual de nuestros campos. Sé que las condiciones del clima van abriendo las mejores perspectivas con respecto a la cosecha fina. Sé también que se ha arado los campos como nunca y que se está sembrando con fe y con entusiasmo. Estas noticias me halagan y me alientan porque veo en ellas la mejor contestación a los llamados del Plan Económico y al mismo tiempo indican que los agricultores argentinos han comprendido el deber patriótico que tienen en estas horas difíciles del mundo; y por otra parte aprueban con los hechos de la verdad irrefutable, que la política agraria del peronismo no es equivocada, sino acertada y justa. Un vez más los invito a sembrar. Hay que sembrar todo lo que sea posible porque no habrá cosecha que pueda considerarse suficiente, puesto que tenemos que cubrir nuestro consumo, rehacer nuestras reservas y alcanzar el saldo exportable que nos permita comprar en el exterior todo lo que necesitamos para realizar con éxito el segundo plan quinquenal de la república. Tenemos que hacer aquí los tractores, y toda nuestra maquinaria agraria; tenemos que construir vagones y locomotoras; tenemos que fabricar bolsas y todo lo que el campo necesita; tenemos que industrializar toda la producción del campo, y para todo eso necesitamos materia prima y maquinaria que solamente se compra con trigo, lino, maíz, etc. Sin trigo, lino y maíz no puede crearse la gran industria nacional y sin una gran industria nacional el campo nunca podrá alcanzar el desarrollo que debe tener y los agricultores no serán tampoco más felices en su noble aunque penosa tarea de explotar la tierra. Si algunos oyeran alguna vez la campaña malintencionada de los enemigos de la patria cuando invitaban a los agricultores a que no sembrasen, el tiempo los habrá convencido de que siempre cumplimos nuestras promesas. Pero si quedase algún derrotista por allí, que hiciese cundir el desaliento, yo les pido a ustedes que lo denuncien, porque en estos momentos el sabotaje contra la producción agraria es traicionar al pueblo y a la patria La indignidad de nuestra oposición ha llegado al extremo de señalarnos como causantes de la actual caridad de nuestro pan, sin acordarse para nada que ellos fueron quienes auspiciaron el abandono de los campos. Quiero recordar hoy a todo el pueblo que yo he dicho muchas veces: "Cuando haya que gozar gozaremos y cuando haya que sufrir hemos de sufrir todos". Por eso en nuestro sistema de abastecimientos actuales el pan que consumimos es igual para todos. No hay como en otros tiempos un tipo de pan con harina cuatro ceros para oligarcas, y otro pan radical para los trabajadores. El campo y la ciudad comen el mismo pan, porque el campo y la ciudad se complementan formando la unidad de nuestro pueblo, en el trabajo de la producción agropecuaria o en el trabajo de la industria, al que se va sumando el trabajo minero para integrar la nueva argentina que soñamos: justa, libre y soberana para un pueblo feliz. En esta oportunidad quiero que los hombres del campo conozcan por mí mismo los nuevos precios del maíz y girasol para la cosecha 52/53, que he de anticiparles, a fin de que se preparen para hacer siembra extraordinaria. El gobierno le asegura desde ya, un precio básico mínimo de 45$ por cada 100 kilos de maíz sobre vagón dársena, y otro de 44$ para los 100 kilos de girasol. Si se produjese aumentos imprevisibles hoy en los costos de producción, el precio será reajustado en la misma medida. El gobierno con la Confederación General del Trabajo arbitrará todas las medidas a fin de que no exista en ningún lugar del país, escasez de obra en el momento de la cosecha. Mientras tanto seguiremos impulsando la creciente mecanización agrícola para disminuir los costos, aumentar la producción y el rendimiento, humanizar el trabajo rural, y facilitar mediante la economía de tiempo la ejecución de otros y trabajo agrarios. A continuación ha de darse lectura al decreto que establece los nuevos precios para el maíz y girasol y el sistema comercial que ha de regir. Mis últimas palabras sean las de saludo cordial y mis más fervorosos deseos y votos porque el clima acompañe nuestros trabajos y estas cosechas próximas sean tan grandes como ustedes se merecen.
1952-08-30
En el acto de inauguración de un policlínico en Lanús
Compañeros: Con infinita emoción recibo hoy, en nombre del gobierno, de manos del jefe del departamento correspondiente de la Fundación Eva Perón, y del compañero trabajador que ha hecho entrega de la obra por los trabajadores realizada, este Policlínico que escalona una bandera más, representativa de un gran corazón y de una infinita bondad. Eva Perón ha sucumbido bajo el peso del dolor de millones de humildes, pero su memoria vivirá en estos monumentos levantados a su gran sentimiento y a su inmenso corazón. Esa memoria, por haberse levantado en el corazón de cada uno de los humildes de la patria, es de la que no ceden a la acción destructora del tiempo ni se desvanecen bajo las sombras del olvido. Por eso, Eva Perón, al entregar este Policlínico, ha hecho el homenaje que todos los argentinos debemos a los humildes de la patria. Su grandeza, más que en su formas y en su dimensiones arquitectónicas, surge por haberse levantado en medio de un barrio de hombres humildes y de casas humildes. Con la inspiración y la orientación que Eva Perón fijó a todas sus obras, que cada uno de los humildes de este barrio y de cualquier otro de la República que llegue a sus puertas encuentre un corazón abierto para atenderlo, mitigando sus dolores físicos y morales, y para que esta casa sea por muchos siglos la representación del verdadero amor que debe reinar entre los argentinos. Que todo cuanto se realice dentro de las paredes de este Policlínico tenga dos fuerzas inmanentes que lo muevan: el amor y la ciencia, que unidos hacen grandes y felices a los pueblos.
1952-09-02
Ante delegados del Cuarto Congreso Interamericano de Cardiología
Señores: deseo que mis primeras palabras sean para agradecer la amabilidad que han tenido al llegar hasta esta casa y darme la inmensa satisfacción de poder saludarlos personalmente, agradeciéndoles también de una manera muy especial, la distinción que para mí representa el compartir estas insignias que los señores congresistas de cardiología lucen con alto honor sobre su pecho. Siempre he pensado que nosotros, los hombres del gobierno y los médicos trabajamos casi en sociedad, somos un poco compañeros, porque las miserias fisiológicas van generalmente acompañadas de las miserias sociales y políticas. En consecuencia, los médicos no hacen mucho sin nuestra ayuda y tampoco nosotros hacemos mucho sin la ayuda de ellos. En este sentido veo con inmenso placer que nuestro país, de un tiempo a esta parte, está siendo objeto de la atracción de numerosos congresos médicos. Quizás sea el país del mundo que en estos últimos años ha desarrollado el mayor número de reuniones de esta naturaleza, que culminan hoy con esta importante reunión de científicos de todo el mundo, para considerar un problema que va siendo cada vez más grave. Esto coincide en absoluto con la orientación que el gobierno ha llevado, durante el tiempo que me ha cabido a mí el honor de encabezarlo, hacia una política social que permita la atención del material humano de esta República. Nuestro país se había distinguido en el mundo por largo tiempo, por su producción ganadera y agrícola. Teníamos, por lo tanto, buena policía sanitaria para la agricultura y la ganadería, pero nos habíamos despreocupado un poco del hombre. Teníamos toros muy gordos, y peones muy flacos. Nosotros hemos pensado que podemos tener toros gordos sin que haya peones flacos, cuidando el material humano, que es tan importante como el material ganadero o la producción agrícola. En este sentido hemos creído indispensable, y lo hemos hecho en el año 1946, crear el Ministerio de Salud Pública, con lo que nosotros hemos podido trazar un extenso programa de realizaciones que nos ha permitido terminar con algunos de los flagelos que eran un verdadero azote para el país. Cito entre ellos, la tuberculosis, que en estos años, de un índice de 128 por 100.000, ha disminuido a un 48 por 100.000, poniéndonos a la altura de los países que en este aspecto han alcanzado una conquista mayor. En esto creo que nuestros médicos han trabajado admirablemente, pero también nosotros los hemos ayudado un poco. También el problema del paludismo, que fue una verdadera amenaza para todo el territorio de la República Argentina, en estos últimos cinco años, le hemos dado una solución. Por primera vez podemos anunciar al país que en la República Argentina ya no existe el paludismo. Esto es consecuencia de haber considerado nosotros que la acción mancomunada de los médicos y del gobierno es lo que puede resolver estos problemas. El problema de la cardiología es también muy importante para nosotros. La República Argentina registra índices estadísticos que son comunes en el mundo. En el país, el 50 por ciento de los fallecimientos registrados se deben a enfermedades del corazón. En 1946 atendimos nosotros alrededor de 10.000 enfermos; hoy atendemos 100.000 enfermos. En el segundo Plan Quinquenal, hemos proyectad atender la totalidad, que son 370.000 enfermos. El progreso en este orden de cosas se verá muy favorecido por la presencia de los célebres y grandes cardiólogos del mundo que nos han hecho el honor de concurrir a nuestro país, y de los cardiólogos argentinos, entre quienes ya hay muchos con fama mundial. Esperemos que en estas nuevas conquistas la cardiología argentina pase también a ocupar un lugar preferente, dentro de estas actividades científicas. Nuestro deseo es que ustedes se sientan en este país como en su propia casa. Ofrecemos a los señores médicos de los países que concurren a este congreso toda nuestra atención, como también toda nuestra amistad. El país es grande; si los señores quieren visitarlo, si quieren conocerlo, pondremos a su disposición todos los medios que están a nuestro alcance para que puedan realizar el reconocimiento del país, o el estudio que quieran abordar dentro de él. He de tener oportunidad de clausurar el congreso, honor que aceptado, y que trataré de llenar dentro de mis medios. Agradezco ahora que este alto honor que la presidencia del congreso y los señores congresistas han tenido la amabilidad de hacerme llegar. Espero, señores, que el resultado de este congreso sea para nosotros de gran utilidad; y espero también que cada uno de los señores, al dejar nuestra tierra, lleve la persuasión absoluta de que todos los hombres de buena voluntad, y especialmente aquellos que dedican su vida a la ciencia, serán siempre bienvenidos a este país, donde tenemos una sola idea de la vida: realizar, con nuestros procedimientos hoy profundamente humanistas, la felicidad de nuestro pueblo; y para ese objetivo, los gobernantes y los médicos tenemos una tarea conjunta que cumplir. Dentro de esa concepción, un médico, y sobre todo un investigador, que llega a esta tierra, es siempre bienvenido y considerado en cualquier parte de ella como un verdadero y afectuoso amigo. Deseo que el congreso tenga el más grande y el más halagüeño de los éxitos; y que cada día que pase los cardiólogos de todos los países americanos vayan estrechando sus relaciones y sus contactos con los médicos argentinos que se dedican a la misma actividad, pensando que con esa unión y esa colaboración realizarán un trabajo en bien de América y del mundo que las generaciones venideras reconocerán algún día, por lo menos en el aspecto de la buena voluntad que se ha puesto en realizarla. .............
1952-09-03
En la inauguración de la conferencia de gobernadores
De acuerdo con lo que ya habíamos establecido en la anterior reunión de gobernadores, hemos fijado para tratar en estas sesiones, que durarán hoy y mañana, tres asuntos que nos interesa en especial. En primer lugar, que los señores gobernadores tengan la bondad de informar sobre como han recibido el gobierno en la provincia y cuál es el actual estado de la provincia, en forma lo más sintética posible, porque a esta información los señores gobernadores agregarán sus informes que entregarán al ministro de Interior a fin de que nosotros podamos hacerla llegar a las autoridades partidarias y a quienes correspondan y convenga. El segundo asunto a tratar será poner al día todo lo referente al Plan Político y al Plan Económico de 1952 que nosotros hemos actualizado a fin de poderles entregar a cada uno de los señores gobernadores el estado actual de realizaciones y aquello que la situación nos sugiere a nosotros como conveniente a realizar durante el resto del año hasta el 31 de diciembre. En tercer lugar, hemos de tratar algunos puntos referentes al Segundo Plan Quinquenal. En cuanto a lo primero, vale decir a la recepción del gobierno, nosotros hemos fijado, dentro de nuestro Movimiento Peronista, la necesidad de terminar, tanto en el orden nacional como en el orden provincial, con esa recepción más simbólica que real que se realizaba en las transmisiones de mando. Generalmente se reducían éstas a entregar una banda o un bastón. Nosotros creemos que lo que hay que entregar es un inventario, para lo cual lo primero que hay que tener es el inventario. Entendemos bien que esta no es una tarea fácil. En el orden federal nosotros hemos trabajado casi cuatro años para inventariar los bienes patrimoniales del estado federal. Y sabemos bien cuales son las dificultades existentes para poder hacer ese inventario. En este momento nosotros tenemos, todavía no perfeccionando ni terminado en forma minuciosa, pero sí de una manera general, el inventario del haber patrimonial del Estado federal, y el Movimiento Peronista aspira a que en cada provincia se realice el mismo trabajo: que el haber patrimonial del Estado provincial sea inventariado en su totalidad, porque esta es una cuestión de orden y porque es también una garantía para cada gobernador el poder presentar ese inventario cuando entrega el gobierno, de manera que quede su responsabilidad total y absolutamente asegurada; no sea que después otro venga, como no hay constancia oficial -digamos- de la existencia de un bien, pueda este desaparecer y se le eche la culpa al antecesor, o en otra forma no tenga él una garantía fehaciente de lo que hecho y dejado, está asentado legalmente. Nosotros tratamos de defender a los funcionarios, que generalmente son atacados injustamente después de sus gobiernos, y muchas veces calumniados sobre la obra que ellos han realizado o que dejaron de realizar. En esta forma, cuando cada uno ajusta perfectamente bien su conducta a las realizaciones con la honestidad y con el patriotismo debido, debe dejar una constancia fehaciente y debe tener en sus manos la prueba de esas realizaciones para responder a esas calumnias o mentiras que generalmente se hacen después de los gobiernos, ya que todos estamos expuestos a ser tachados o deshonestos o incapaces. Esta garantía queda en lo que uno entrega. Se hace el acta de entrega que el gobernador entrante firma y eso es, sin duda, el documento fehaciente de lo que él ha entregado y de lo que él ha realizado. Tendrá por así decirlo un "bill" de indemnidad contra toda la posibilidad de calumnia o mentira futura. Esta es una cuestión de orden que se realiza en todas las actividades, sean privadas, sean oficiales. El segundo asunto, el de poner al día nuestra situación política, es una cuestión también de funcionamiento de las tareas de gobierno; en ese sentido, se trata simplemente de actualizar los datos de la situación de hacer una rápida apreciación y de enumerar las medidas que convienen que todos tomemos en el territorio de la república. Para ir actualizando todo lo necesario y llevando adelante la realización del Plan 1952, tanto en el orden político como en el orden económico. El tercer punto -el Plan Quinquenal- lo vamos a encarar tratando de acelerar algunas tareas, para que antes de fin de año podamos dar cuenta de ese plan al Honorable Congreso, para lo cual tendremos también el placer de invitar a todos los señores gobernadores. De esa manera quienes tenemos la responsabilidad del gobierno, que nos hayamos reunidos aquí podremos exponer ante el Congreso cuál es nuestro plan de acción para el segundo quinquenio de planes, correspondiente al segundo gobierno peronista. Esto, señores, es lo que vamos a tratar, para lo cual podemos empezar a escuchar a los señores gobernadores en la consideración del primer punto. Les ruego a los señores gobernadores que expongan lo más sintéticamente posible luego recogeremos los detalles. .............
1952-09-12
Ante legisladores nacionales
Yo deseo que mis primeras palabras sean de agradecimiento por la amabilidad que han tenido en llagar hasta esta casa, para brindarme, siquiera sea de cuando en cuando, la inmensa satisfacción de poder estrecharles las manos y saludarlos personalmente. Quiero, también, aprovechar la ocasión para decir algunas palabras sobre la marcha de nuestras cosas, y algunas consideraciones interesantes para los compañeros que están terminando su periodo parlamentario. Una diputada: Si me permite una palabra, señor Presidente........ Antes iniciar su exposición yo desearía que nos pongamos de pie y rindamos un minuto de silencio a nuestra querida abandera y nuestra madre espiritual, la señora Eva Perón. Presidente Perón: Muchas gracias, señora. Compañeros: Yo he seguido en forma permanente las actividades de las Cámaras, y tengo que agradecerles, tanto a la Cámara de Senadores como a la de Diputados, la extraordinaria colaboración que han prestado en el período de mi gobierno. De esa marcha tan sincronizada, homogénea y de colaboración, refluye la facilitación extraordinaria de nuestra tarea, ya que ayuda y permite la solución de todos los problemas. Por eso, en primer lugar, quiero hacer presente nuestro profundo agradecimiento por la colaboración que la Cámara de Diputados y la Cámara de Senadores, prestan a la tarea de gobierno. Nosotros estamos preparando un Segundo Plan Quinquenal y, en su oportunidad, hemos llevarlo al parlamento como hicimos con el Primer Plan Quinquenal, una exposición detallada del mismo, para que todos lo señores legisladores tengan ocasión de ver y conocer todos nuestros objetivos, generales y parciales y, también, toda la planificación, esta vez realizada de una manera mucho más completa que en el Primer Plan Quinquenal. Hemos de hacer una amplia exposición en el Congreso de la Nación, para que cada uno de los señores diputados y senadores conozca, no solamente el plan en sí, sino también las razones de todos los aspectos que figurarán en ese plan. Yo quiero que se desarrollen las ideas que son comunes entre nosotros. En tal sentido, si lo señores legisladores necesitan cualquier información de cualquier orden, tienen en la Casa de Gobierno, en la Secretaria Técnica de la Casa de Gobierno, a su disposición todo el material que necesitan y el personal se encuentra dispuesto para atender cualquier consulta. Saben ustedes, señores, que aquí serán siempre bienvenidos y que nosotros interpretamos esa visita como una cooperación permanente y, en consecuencia, las mismas resultan altamente gratas para nosotros. En este sentido, también he hablado con los señores ministros, quienes han estado últimamente un poco atareados con sus asuntos, y me han comunicado que en los ministerios van a poner lugares especiales para la información necesaria para cualquier cuestión que lo señores legisladores necesiten, como así también para las consultas o conversaciones que deseen hacer con ellos o con funcionarios de los ministerios. Van a destinar un lugar especial, como digo, en los respectivos ministerios, a fin de que puedan llegar con mayor tranquilidad y conversar o cambiar cuantas ideas quieran. En esta forma, para el año que viene iniciaremos nuestro trabajo con una gran organización para el cumplimiento del plan. Los señores ministros van a tener una inmensa satisfacción en poder servirles en cualquier cuestión y, especialmente, en lo que se refiere a la información para el mejor cumplimiento de la tarea parlamentaria. Nuestro interés radica actualmente, en lograr la más estrecha y perfecta colaboración, para que los asuntos que traigan los señores legisladores se encuentren ya determinados y contemplados, para que, conocidos los fundamentos, los objetivos y la forma de ejecución, se puedan resolver en la mejor forma. En este sentido, cuando el gobierno no estaba organizado era difícil poder ofrecer una información técnica eficiente y suficiente. En este momento yo puedo decirles que en los organismos técnicos la preparación y todos los aspectos de la administración del gobierno están siendo concretados. De manera que cualquier aspecto, cualquiera sea el asunto de que se trate, estamos en condiciones de informarles con mayor propiedad técnica a los señores legisladores, a quienes pedimos que recurran a nosotros. Señores: hablando de otro asunto, yo quiero decirles a los legisladores que representan un sector importante de los dirigentes del país en el orden político, algunas medidas que yo he tomado a raíz del fallecimiento de la señora Eva Perón, para que escuchen, por lo menos de viva voz y de mis propios labios muchas cosas que, de lo contrario, se comentan por ahí de distinta manera. La desaparición de la señora creó problemas fundamentales para la dirección partidaria: al Partido Peronista Femenino, a la ayuda social que ella realizaba en forma directa y a la Fundación Eva Perón que es un organismo, no de gobierno, pero sí de una extraordinaria importancia gubernamental, porque llena un inmenso sector que, de otro modo no sería llenado por ninguna institución oficial. Yo he resuelto hacerme cargo personalmente de estas cuestiones. Y les diré a los compañeros porque. La señora manejaba estas cosas y podía ejercer una acción personal. Como consecuencia de ello, estas organizaciones son un poco estáticas, hay que llevarlas un poco de la mano, porque están preparadas para este tipo de conducción. Su organización responde a la necesidad de una conducción personal. En consecuencia faltan muchos factores orgánicos que le permitan otro tipo de conducción. Pero yo tengo mis 24 horas ocupadas, y no lo puedo llevar así. Tengo que hacer que ande solo, de manera que hay que cambiar la organización de muchas de esas cosas para que no sea necesario estar ocupado las 24 horas del día en esos problemas. Por eso he tomado eso a mi cargo, y estoy ahora en la tarea de organizarlas y penetrarlas. Me dedico así toda la tarde a ellas, para irlas conociendo profundamente y estudiando la manera de cambiar su estructura orgánica y su organización funcional, de manera que sea posible dirigirlas y no conducir personalmente cada una de esas instituciones. Por ello verán ustedes que si yo hubiera dejado de lado esto, y puesto otra persona a su frente, quien sabe si hubiéramos podido realizar el trabajo -digamos así- en forma acabada y racional, como yo lo quiero realizar. No porque crea que yo lo voy hacer mejor que nadie, sino porque creo que satisface mi presencia allí una mayor expectativa de la gente que está esperando a ver que va a pasar. Por otra parte como, yo no quiero que pase nada, voy allí para que pase lo que debe pasar. Estos asuntos, además, habían creado una expectativa que yo directamente he querido hacer desaparecer. En la conducción de lo nuestro, que es un partido orgánico, un movimiento orgánico, no puede haber expectativa de ninguna naturaleza. Hay desenvolvimientos orgánicos naturales, pero ya no pueden sucederse en nuestro movimiento expectativa alguna en el orden político o en el orden de lo social. Estamos bien en claro sobre nuestra doctrina; tenemos una teoría que está en marcha en su desarrollo, y una técnica que ya va haciéndose casi tradición y costumbre entre nosotros, y fuera de las cuales no salimos. En consecuencia, las expectativas y los grandes accidentes no pueden producirse dentro de nuestro movimiento, sino que éste debe seguir una marcha normal, racional, todos los días, con nuevas iniciativas, con nuevas cosas, con nuevos perfeccionamientos; pero siempre dentro de esa teoría, de esa técnica abarcada por nuestra doctrina. Cada uno pondrá de sí la iniciativa o el arte que posea en la realización de sus funciones, siempre dentro de esa teoría y de esa técnica y de esa doctrina, de manera que nada puede haber catastrófico entre nosotros ni nada que despierte expectativa extraordinaria en el orden de la conducción política. Naturalmente que a mí que recarga un poco las tareas. Por eso les pido mil disculpas si quizás muchas veces, no obstante las insinuaciones de los señores presidentes de las Cámaras, no los he podido recibir a los señores legisladores como siempre lo he hecho. Es algo que iniciaremos desde el 1º de enero de 1953, y que comienza el Segundo Plan Quinquenal, porque este año sandwich me ha resultado a mí un poco apretado. He distribuido las horas de trabajo con gran minuciosidad para poder rendir durante todo el día más o menos lo que la fundación exige. En esa forma, mi horario de trabajo es permanente. Todos los días, de seis y media a siete y media, firmo todo los días para que no se atrase. Hasta las ocho, entiendo asuntos de gobierno, ministros del Interior, ministros políticos, secretarios directos, gente de la Casa de Gobierno y jefe de Policía. De ocho a diez, los lunes, Consejo Económico. Los martes, equipo político. Los miércoles, reunión de gabinete. Los jueves, equipo militar. Viernes, equipo técnico. De diez a doce y media, atiendo todos los asuntos de Estado, de manera que cuando algún señor legislador tenga necesidad de verme por cualquier causa, estoy de diez a doce y media siempre a disposición de hacer por lo menos un agujerito para atenderlo cuando él quiera. En ese sentido les pido a los señores presidentes de las Cámaras, que cualquier audiencia de los señores legisladores, se concreten dentro de las diez y las doce y media, horas en que estoy dispuesto a atenderlos. Claro que en esos momentos también atiendo todos los asuntos de los ministerios y reparticiones, es decir, todos los asuntos de Estado. Normalmente los lunes a la tarde yo hago la parte de ayuda social directa, para que no quede abandonado ese sector de gente pobre que atendía la señora. Los martes a la tarde hago de presidente del Partido Femenino. Los miércoles, atiendo a los gremios. Los jueves, nuevamente, con el Partido Peronista Femenino, porque como es una conducción un tanto directa, estoy tomando contacto con las dirigentes para conocerlas e ir cambiando ideas con ellas, hablándoles un poco sobre la futura organización para irles dando ya una doctrina orgánica que las vaya haciendo evolucionar en su mentalidad, y también para conocerlas, porque para conducir es necesario conocer cuáles son sus calidades y cualidades. Ese trabajo me llevará un tiempo relativamente largo. Los viernes a la tarde atiendo Ayuda Social. Los sábados los dedico a inauguraciones y todas esas cosas que siempre hay en el gobierno. De manera que ese es el tiempo que tengo. Por eso les pido disculpas si no he hecho lo que siempre hacía: recibir una vez por semana, por lo menos, a todos los legisladores. Y pido que disimulen y disculpen. Señores: quiero decir, también dos palabras sobre algunas cosas que han ocurrido en todo este tiempo que no conversamos. El cambio de gobierno se ha efectuado sin mayores inconvenientes, salvo pequeñas cosas que ocurren y ocurrirán durante mucho tiempo. Pero, felizmente, vamos construyendo las nuevas bases para dar a la función pública un alto grado de seriedad y de responsabilidad. Nuestra finalidad, al ser escrupulosos en la entrega y recepción de los gobiernos, está destinada a formar una escuela de honestidad y de responsabilidad en la función pública. Cuando he dicho que para nosotros los objetivos se escalonan naturalmente, primero el país, después nuestro movimiento y por último los hombres, he querido también involucrar todos los aspectos de la cuestión pública. Nosotros con tal de afirmar ese principio fundamental de seriedad, honestidad y responsabilidad en la función pública, no tenemos en cuenta los hombres. Respetamos a los hombres de nuestro movimiento, sobre todo a quienes son dignos y merecen respeto de nuestra parte, pero lo contemplamos dentro de la función pública. Yo considero que la autocrítica es lo más constructivo. Nosotros tenemos que acostumbrarnos a criticar nuestros actos, pero quiero que me entiendan bien: no hacer chistes alrededor de nuestros actos, ni criticar sobre la conducta o los actos de nuestros compañeros, sino hacer una autocrítica decente, honorable, elevada de nuestros propios actos, no para denigrar al que haya cometido un error sino para beneficiar el servicio y perfeccionarlo a lo largo de nuestra acción pública. A nadie denigra un error, porque todos cometemos alguno todos los días. La crítica no puede ir en detrimento ni del honor ni de la capacidad de los hombres, porque los hombres más capaces también cometen errores; pero si tiene una ventaja extraordinaria el que vayamos perfeccionando los métodos porque si no, de descomposición en descomposición, volveremos a caer en lo de antes. Entonces ¿de que habrá valido nuestro esfuerzo y nuestro sacrificio si mañana los hombres están al frente de la responsabilidad del gobierno o de los gobiernos y todos los funcionarios del Estado comprueben que proceder bien es lo mismo que proceder mal, que cometer errores es lo mismo que realizar con aciertos? Eso es una escuela para nosotros, una verdadera escuela de progreso. Entre nosotros esa autocrítica es constructiva. Si señalamos los errores, también señalamos los aciertos, porque la crítica no debe señalar los errores sino, también los aciertos para que sirvan de estímulos y permitan la superación. Esta cuestión de la crítica en muchos sectores ha sido hecha como crítica personal. En esto debemos tener mucho cuidado; el objeto no debe consistir en hacer crítica personal. De ninguna manera. ¿Qué algunos gobiernos tienen deuda? ¿Y qué gobierno hay que no la tenga? Yo no conozco ninguno. El gobierno nacional también tiene dudas, pero no hay ninguna administración pública hoy, en el mundo, que no la tenga. Ojalá todos los países pudieran decir como nosotros que tienen pocas deuda, porque la mayoría tienen mucha deuda. De manera que esa no es una cuestión que pueda perjudicar la acción de gobierno. Un gobierno que deja una gran obra y un poco de deuda es un buen gobierno. Pero, señores, esa no es la crítica que nosotros debemos hacer, y menos en forma de crítica denigratoria. No; la finalidad nuestra es que cuando demos algunas directivas que sean ajustadas a la necesidad y a la realidad, se cumplan. Esas cuestiones no tienen nada que ver. Lo que nosotros no podemos tolerar son los actos deshonestos de los funcionarios y esos hay que ponerlos en evidencia. Afortunadamente, en nuestra casa, los casos de deshonestidad son muy pocos, son muy contados y ya están en la justicia. Eso es lo que interesa asegurar. Yo, francamente, les diré que al ver la forma cómo se han efectuado los cambios de gobierno y como se han recibido los mismos, estoy altamente satisfecho, porque los casos, diríamos de mal procedimiento, de deshonestidad, etcétera, son excepciones. La regla ha sido una correcta administración de un buen gobierno. Para un movimiento nuevo como el nuestro, donde estamos improvisándonos todos, obtener este resultado es un índice de que el Movimiento Peronista es muy superior aún a lo que habíamos imaginado. Por eso, esta inmensa satisfacción puede resarcirnos a todos de las pequeñas críticas que nos podamos hacer entre nosotros. Y siempre es mejor que nos critiquemos entre nosotros, a que demos lugar a que nos critiquen desde afuera. Esa autocrítica hay que hacerla en el lugar y en el momento y ante quienes puedan remediar el mal. Esa es la autocrítica decente, honrada y elevada. La murmuración en los círculos que nada pueden remediar es una chismografía de conventillo que nosotros debemos evitarla de todas manera. Cuando establezcamos esos verdaderos conceptos de una ética de compañerismo dentro de nuestro movimiento, la autocrítica no solamente será aceptada, sino que será reclamada. No va nunca contra los hombres ni contra nadie: va a favor de un mejor procedimiento y de un mayo perfeccionamiento, que todos ansiamos y que todos esperamos. Por eso, señores, yo quería decir dos palabras, por lo menos, sobre esto. En este sentido todavía no existe acabadamente el concepto de esa autocrítica. Se ha dicho mucho malo y no se ha dicho mucho bueno. Esto lo vamos a corregir para el futuro. Hay cosas muy buenas, pero muy buenas. Claro que no se ha dicho pero tenemos que decirlas. Los gobiernos provinciales han dejado en cada lugar una inmensa obra realizada con su propio esfuerzo. Naturalmente, en la entrega y en la recepción de un cargo no se dice, pero está en la conciencia pública; eso lo saben todos. Los señores gobernadores que han dejado el gobierno en las provincias, casi todos pueden estar satisfechos, pueden estar orgullosos porque hace casi cien años que en nuestro país no se ha realizado un gobierno provincial como los que hemos cumplido. Señores: dentro de eso, nosotros tenemos que propugnar a esa unidad que es indispensable dentro del partido. El sistema orgánico de nuestro partido no está todavía bien encaminado, diríamos, en su estructura funcional. La organización de una tarea muy difícil, y muy larga. Algunos creen que organizar es juntar un poco de gente y ponerles un jefe adelante. Eso no es organización. Organización se crear una organización, y una organización ha de ser de una perfección estructural y funcional muy alta para que sea realmente una organización. Nosotros podemos decir que hemos echado buenos cimientos, que son cimientos nobles, de buen material, sobre los cuales vamos a levantar el edifico de nuestra organización. Pero no le hemos construido arriba de eso nada más que un piso y lo tenemos que poner cuatro más, cuatro pisos que van a probar que los cimientos son buenos. ¿En que consisten esos cuatro pisos? Es simple, señores. El primer piso es la organización estructural que nosotros más o menos hemos realizado en nuestras fuerzas políticas. A eso hay que aditarle una organización funcional -y en eso no hemos hecho todo lo que debemos hacer- para que sea un funcionamiento bien engranado y marche sin fricciones, que no haya necesidad de gastar mucho lubricante y que sea un organismo perfecto en su ajuste. Eso todavía no está bien del todo y no podemos tener la pretensión de que lo esté. Hay que comprender que es un partido con pocos años de existencia, de manera que no se puede pretender demasiado. Pero sí pedimos que en nuestra aspiración lleguemos a tener una organización estructural y funcionalmente perfecta, porque no hay ningún elemento que nos impida hacerlo con ese grado de perfección. Esta sería un primer piso, una primera etapa. Yo siempre pienso que es fundamental la autodefensa de los organismos y tomo siempre todo ejemplo de la propia organización humana. Creo que esto es el mejor organismo que se ha hecho, porque anda y piensa solo, crea y realiza solo, llegando a la sublimidad en la ciencia y en arte, sólo, por sí. No puede haber mejor organismo que este, y es porque se defiende así mismo, porque tiene autodefensa. Si el organismo humano, no las tuviera, a pesar de los médicos y de las medicinas, hace millones de años hubiera desaparecido de la tierra. He aquí, señores una maravillosa inspiración para una organización institucional. Si ese organismo es casi perfecto, maravilloso, aunque muchas veces no lo parezca, nos está mostrando la perfección humana especialmente en sus reacciones de defensas propias y naturales, nada mejor que para la organización institucional que es un reflejo, que crear autodefensas también naturales. Así como el organismo humano está atacado desde afuera por una cantidad de agentes infecciosos, las organizaciones institucionales son agredidas por un sinnúmero de agentes del mismo tipo. Y además de estos elementos agresivos contaminantes externos, existen los elementos degenerativos internos del tipo del cáncer o de los que causan las afecciones cardiovasculares, tan mencionados en estos días. Los organizamos institucionales también tienen sus enfermedades no infecciosas, no por agentes patógenos externos pero si por causas degenerativas que están dentro de ellos. Hay que crear, pues, un sistema de inmunidad muy poderoso, para hacer la defensa contra los agentes de la infección antes de recurrir al médico o a la penicilina, porque ni aquel ni ésta harán mucho en el organismo si no hay un buen sistema de defensa ante el ingreso del germen infectante. Y en cuanto a las causas degenerativas internas, que son las más peligrosas hoy día, porque contra ellas estamos menos provistos, debemos crear y racionalizar normas de conducción y sobre todo afinar el diagnóstico precoz. En el organismo institucional, el comunismo es una enfermedad degenerativa, y es a base de un diagnóstico precoz que vamos a evitar la propagación de los males de este tipo. Donde comiencen dentro de nuestros organismos, hay que cortar seria y rápidamente. Esto sería la segunda etapa, el segundo piso de nuestra organización y sobre ella hay que poner un tercer piso: el de alta capacitación de nuestro movimiento. Hay que capacitar a la masa, llevándola al conocimiento de nuestra doctrina y dándole también instrucción sobre nuestra teoría e inculcándole nuestra técnica en la conducción política, trabajo que hay que hacerlo en las unidades básicas. Hay que educar al soberano, pero nosotros queremos educarlo inculcándole esa doctrina, enseñándole la teoría de nuestras realizaciones y haciéndoles conocer la técnica de nuestra manera de hacer y actuar. Junto con eso hay que capacitar a la dirección. Los dirigentes deben ser objeto de nuestra mayor preocupación con respecto a su capacitación política. Nuestro partido no valdrá tanto por el número de adherentes, cuanto por la capacidad de los dirigentes que lo encuadran. En esto residirá el futuro de nuestro movimiento. La virtud y la alta capacitación de nuestros dirigentes es importante. Las escuelas peronistas y la Escuela Superior Peronista, están destinadas a eso, aumentando el horizonte de la conducción de nuestras masas y del encuadramiento de nuestra masa política. Ese es el cuarto piso al que hay que dedicarle tanto tiempo. El último piso es el quinto. Ese es de otras características. Debemos ir echando las bases para formar los futuros conductores de la masa. Por la capacitación, en las escuelas peronistas regionales y locales, se van a formar los conductores y a encuadrar la masa, pero de las fracciones pequeñas tendremos que formar los hombres que van a conducir el conjunto, vale decir, que van a ejercer la conducción estratégica de nuestro movimiento. Para eso hay que formar los conductores. Se dice que los conductores nacen cada mil años. Si, cada mil años nace un conductor, pero cada año se forman conductores. El conductor que nace cada mil años es un privilegiado -otros dicen que cada cien, aunque yo creo que cada mil- y son del tipo Alejandro o Napoleón. Varios legisladores interrumpen, exclamando: "Perón", "Perón". No, no. Perón, no. en ese sentido yo les voy a decir dos palabras. Nadie me conoce a mí mejor que yo. Yo creo que esos genios extraordinarios, como Alejandro, que a los quince años ganaba una de las batallas más gloriosas de la historia del mundo, como él mismo decía, tenía algo de hijo de dioses. No sé si será cierto o no, pero a él le habían dado algo que no daban a los demás. Nosotros, los del orden común de la conducción, somos algo porque nos hemos sacrificado estudiando eso. Yo entiendo de conducción porque durante 40 años de mi vida no he hecho otra cosa. A mí nadie me ha dado nada; yo solo me lo he dado trabajando y estudiando la conducción y perfeccionándome en ese arte. Igual que el zapatero que después de 30 años de trabajo, hace buenos zapatos. ¿Cómo no va hacer buenos zapatos sí durante 30 años no ha hecho otra cosa? En este orden del arte hay artistas que nacen, pero hay artistas que se forman a través del sacrificio, de la abnegación, del estudio y de la capacitación. Él es en el fondo un poco artista -de artistas y de locos todos tenemos un poco- pero se perfecciona. El que cultiva el arte y tiene la técnica del arte puede llegar a donde llegan otros que, sin tenerla, han recibido el óleo sagrado de Samuel. En esto para mí el panorama es muy claro. Creo que debemos hacer una escuela de conductores; de ese modo tendríamos buenos conductores. Muchos dirán que son genios, pero yo diré que son hombres de trabajo que han aprendido a conducir. El arte difícil de la conducción se aprende, señores. Se adquiere por el dominio de una técnica y por el dominio de una teoría del arte. De la misma manera que el pintor y el escultor tienen sus leyes, sus principios, que necesitan asimilar para empezar a hacer obras artísticas. La conducción es una cosa que se enseña y que se aprende, señores. Está al alcance de todos, es cuestión de aprender esa técnica. Aquí ocurre como con el chico que estudia piano y al comenzar sus estudios protesta porque no le dejan tocar un tango, mientras al lado tiene un compañero que de oído toca un tanguito. A él no lo dejan hasta que consiga la técnica, pero en cuanto la consiga, el otro va a seguir siempre con la misma pieza y él, de golpe, podrá tocar muchas composiciones. Entonces verá compensado todo el sacrificio para dominar esa técnica y estudiar la teoría de la música para llegar a ser alguien. Nuestros políticos antiguos tocaban de oído. Nosotros tenemos que formar hombres políticos que dominen la teoría de la conducción política y la técnica de la conducción política. Vale decir, que empiecen a aprender el solfeo de esto, porque también en esto hay un solfeo y se llega a la alta composición a través de todas las demás fases. Como en la teoría de la música, de la misma manera se llega en la conducción: desde las primeras fases hasta la conducción de las grandes masas humanas. Hay en esto una teoría y una técnica. Aprendiéndola, cualquiera puede conducir y conducir bien, no les diré a ustedes lo que va a pasar cuando nosotros tengamos conductores formados en esta escuela científica de la conducción al lado de otros que conducen de oído. Eso lo vamos a conseguir mediante el estudio, la capacitación y la preparación. Nosotros debemos enaltecer la política. Podría hablarles mucho tiempo de esto, que es el quinto piso. Debemos ponerlo al servicio de nuestro partido y tenemos que realizarlo. Piensen ustedes que tenemos una tarea extraordinaria por delante, pero nos corresponde a nosotros que, en el fondo, somos los responsables del futuro de nuestro movimiento. En este sentido, en la formación de esas fuerzas orgánicas es en lo que quiero moverme como dirigente del movimiento. La parte de gobierno la van a recibir allí en el programa que vamos a realizar desde el poder ejecutivo; y la parte de la conducción política está en estas palabras que acabo de mencionar y que contienen el programa de nuestras realizaciones. En los próximos cinco años, a este edificio orgánico, del cual sólo tenemos los cimientos, lo vamos a terminar, tarea que tenemos que cumplir porque solamente así vamos a consolidar el movimiento y venceremos al tiempo, transformando un movimiento gregario en un movimiento orgánico, institucional, que es la única garantía para vencer al tiempo. Yo sería muy poco capaz y muy poco inteligente si no pensara que puedo desaparecer en cualquier momento y que conmigo no debe desaparecer lo mío. Yo tengo en condiciones toda esa organización para que el día que yo desaparezca, mi desaparición traiga una ventaja y no una desventaja; y eso lo he cumplir a costa de cualquier sacrificio. Con nosotros están en potencia los hombres que llevarán al partido a sus mejores destinos. No soy yo el que lo va a llevar. Son ustedes los jóvenes, que tienen por delante muchos años, a quienes corresponde apoyarlo y llevarlo hacia sus altos y grandes destinos. Así, entonces, trabajaremos codo con codo, brazo a brazo, en la tarea de organizar y construir los cuatro pisos que faltan. Debemos hacer una organización institucional y estructural, con sus autodefensas, para asegurar su conducción permanente y superior, garantizándola con los conocimientos técnicos, para que no tengamos que seguir tocando de oído. Con esto voy a dar término a esta conversación, no sin antes decirles que esta casa es la casa de ustedes; que aquí ustedes son siempre bienvenidos, y que es grata la visita de ustedes, con cualquier motivo, y que estamos en esta casa, compañeros, para servirlos y para serles útiles. Hace tiempo que no veo a los legisladores por aquí. Vengan a visitarnos, a ver como trabajamos, y a cambiar ideas un poco sobre estas cosas. Quizás ustedes, abstraídos por las tareas de las Cámaras, se olviden un poco de nosotros. Nosotros los visitamos a ustedes más a menudo que ustedes a nosotros. De cualquier manera, quiero decirles que esta casa es la de ustedes, y que me dan una inmensa satisfacción cuando llegan a ella con su mano de compañeros y su corazón de amigos. .................
1952-09-13
Mensaje trasmitido por radiotelefonía dirigido a los estudiantes de ciencias económicas que realizan la clausura del Primer Congreso Nacional de Estudiantes de Ciencias Económicas realizado en la ciudad de Córdoba.
Mensaje trasmitido por radiotelefonía dirigido a los estudiantes de ciencias económicas que realizan la clausura del Primer Congreso Nacional de Estudiantes de Ciencias Económicas realizado en la ciudad de Córdoba. Quiero agradecer muy cordialmente a las autoridades del Primer Congreso Nacional de Estudiantes de Ciencias Económicas, la amable invitación que me formulara para que les hablase en el acto con que clausuran sus deliberaciones. Gustoso los hubiese acompañado con mi presencia si las tareas de mi cargo, no me impidiesen a veces, como en este caso, la satisfacción de sentimientos y deseos personales tan gratos y tan sinceros. Pero no he querido, sin embargo, dejar de llegar hasta ustedes con mi palabra, en dos o tres pensamientos fundamentales para el país en materia de ciencias económicas, y por lo tanto de gran interés para todos ustedes. Lo reconozcan o no los economistas clásicos atados a los esquemas generales de una estructura mental anquilosada, el Movimiento Peronista ha creado en el país una nueva doctrina económica y la ha realizado. La doctrina económica del peronismo ubicada en nuestra clásica tercera posición frente a los sistemas económicos individualista y colectivista, los repudia como causa de explotación del hombre por el capital individual en el capitalismo y por el capital del Estado en el colectivismo. Enemigo por igual de la economía libre y de la economía dirigida, propugnamos y vamos construyendo un nuevo sistema económico que da a los bienes individuales una función social eminente. Ello importa, como consecuencia lógica, el establecimiento de un nuevo método en la acción económica, en cuyo ejercicio participan el gobierno y las fuerzas económicas organizadas. Entendemos que las fuerzas económicas organizadas, no solamente las integran los poseedores del capital, sino también los trabajadores y los propios consumidores. La integración de este sistema de gobierno económico del país, puede definirse entre la seudo libertad económica individualista y la fracasada dirección económica del Estado, como un nuevo sistema que puede denominarse de Conducción Económica. En él se planifica la acción económica Estatal y la acción privada. El sistema que llamamos de Conducción Económica, planifica de manera centralizada y con cierta rigidez lógica la actividad del Estado, pero solamente señala objetivos para la acción privada y la promueve equilibrada y armónicamente. Estos principios básicos están contenidos en nuestra doctrina desde los primeros días de nuestra acción, se van poniendo en ejecución progresivamente pasando de la vieja e inorgánica economía capitalista al nuevo sistema de la economía justicialista. Yo deseo y espero, que la nueva juventud de mi patria, y en particular los estudiantes de Ciencias Económicas, ahonden su investigación sobre todo el proceso económico de la doctrina y de la realidad argentina que nosotros creamos, y que de esa tarea surja una brillante generación de economistas útiles a la nueva humanidad que espera de nosotros la solución de sus problemas. Por ello, mis palabras, solo tienen en esta ocasión, el sentido de un llamado cordial y con la autoridad afectuosa de mi responsabilidad en esta hora de la patria y del mundo, me permito pedir a cada uno de ustedes la cooperación necesaria a fin de que todos seamos dignos de la misión que el destino ha puesto en nuestras manos. Nosotros hemos realizado el presente, el porvenir es para ustedes, y al decirlo no puedo olvidar una vieja verdad de nuestra doctrina: "Cada uno es artífice de su propio destino". Yo deseo que el destino de mi patria, tan ligado al destino del mundo sea digno de una generación, que como la que ustedes representan, está dispuesta a luchar por grandes y generosos ideales. ................................
1952-09-15
Ante los delegados al IV Congreso Obrero Textil :
Compañeros: En primer término quiero agradecerles el haberse llegado hasta esta casa para darme la inmensa satisfacción de poder saludarlos personalmente. Les pido que me disculpen si no los he recibido antes, pero nunca quiero recibir a los gremios cuándo estoy muy apurado por el tiempo. A mí me gusta conversar detenidamente y explicarles los problemas tal como los veo y los entiendo. Desgraciadamente, desde el momento de la desaparición de la señora Eva Perón, he tenido que hacerme cargo de casi todas las funciones que ella desempeñaba en Trabajo y Previsión, en la Fundación y en el Partido Peronista Femenino. De manera que ahora dispongo de muy pocos minutos. Pero, no obstante sacrificaré el poco tiempo de que dispongo para darles la explicación que ustedes tanto se merecen sobre cosas que tanto les interesan. En segundo lugar, siempre que se realiza un congreso de trabajadores, no quiero que pase el tiempo y no pueda por lo menos cambiar algunas ideas con los compañeros del interior, que representan sectores muy importantes del pueblo. Por esa razón, siempre tengo tiempo para atenderlos, y cualquier otra cosa puede esperar, puede sacrificarse. Sin embargo, trataré lo más sintético posible en beneficio de ese tiempo mío y de ustedes. Yo he escuchado al compañero Hermida y al compañero López, presidente del congreso. Estos congresos tienen una gran misión: que los compañeros de todas partes del país vienen a cambiar ideas sobre los problemas generales; se discute y se conversa sobre las cuestiones planteadas por el trabajo y la actividad fabril. Este no es un problema nuevo para mí; lo hemos estudiado determinadamente en el Consejo Económico y ya estamos tomando las medidas necesarias para evitar momentos de crisis. La crisis textil no es una cosa de la Republica Argentina; es del mundo entero. Hay países altamente industrializados en el orden textil que han tenido que cerrar el cincuenta por ciento de sus establecimientos. Por otro lado, con todos los convenios que firmamos nos quieren vender productos textiles. Es una cosa muy común. Todo el mundo quiere vender su mercadería. Hay una crisis generalizada en el mundo. Todas esas fábricas que han trabajado durante la guerra han disminuido enormemente su ritmo. La gente estaba con necesidad de consumir esa mercadería. Después, se terminó la guerra y se reconstituyeron las fábricas; empezaron a producir y hoy viene la contrapartida de aquella demanda: la desaparición del consumo y de la demanda, viéndose la oferta insuperada, digamos así; y, en consecuencia, se producen estos desequilibrios. En la República Argentina el problema obedece a otros sectores y factores muy importantes, que en la exposición de la situación hay que ponerlos sobre el tapete. El Movimiento Justicialista, en nuestro país, durante los años 1946, 47', 48', 49', 50', y 51', ofreció el panorama de un enriquecimiento total de todos los productos textiles. ¿A que obedeció eso? A una simple razón: el aumento del poder adquisitivo de la mesa popular trajo un mayor consumo. Yo recuerdo como venía vestida la gente que recibía en el Ministerio de Trabajo y Previsión en el año 1946, y cómo viste ahora. Lógicamente, eso ha traído la satisfacción de una enorme demanda merced al aumento del poder adquisitivo. Los que antes conformaban con un trajecito, hoy tiene un guardarropa; antes vivían mal en una pieza. hoy tienen su casita, su familia, sus hijos bien vestidos y los mandan a la escuela. Ese aumento en la demanda se produjo extraordinariamente a partir de 1946. ¿Qué es lo que ha pasado en estos últimos cinco años? Hemos hecho un pequeño stock de mercaderías necesarias para existir. Entonces, satisfechas esas necesidades, naturalmente la demanda ha disminuido. Otro factor que ha influido también es el Plan Económico, que dice: "No gastar y producir". Esto también ha tenido gravitación natural. Esa es la situación general del país. Nosotros no tenemos porque tener en la República Argentina movimientos inflatorios y deflatorios; vale decir, no tenemos porque sufrir desequilibrios de esa naturaleza. Si no fuera ocasionada por factores arbitrarios en el desenvolvimiento natural de nuestra economía, la disminución de la demanda sería insignificante frente a la producción que se ha venido realizando en el país. Antes hacíamos cola. ¿Y qué pasa ahora, que desaparecen las colas, y sin embargo, las mercaderías no aparecen todavía en el comercio a precios de realización, como debía ser, como era de esperarse? Observen ustedes este fenómeno, compañeros; y véanlo precisamente en el orden de los industriales textiles. Hace poco me visitaron en esta casa unos cuántos textiles, para plantearme el problema de la falta de "liquidez"; vale decir la falta en ellos de moneda; ellos hablan de la "liquidez". Pues bien, yo les dije: "El Estado, durante los años 1946 a 1950, apoyó a la industria de manera extraordinaria, la apoyó con todos los recursos del crédito de la Nación, abandonando quizá un poco el campo". Queríamos salvar la industria, no por ellos -por los industriales- que en muchos casos no lo merecían, sino por el pueblo que estaba interesado en esa industria porque era su trabajo. Y cuando pusimos a su disposición los recursos del crédito, les dijimos: "Señores, ¡cuidado! Esto es para apuntalarlos, para ponerlos de pié y para asegurar la consolidación industrial Argentina. Después los recursos del crédito tendrán que ir a otro sector, porque eso es lo lógico, lo justo. No les vamos a prodigar el crédito a un sector, y dejar que a los otros los parta un rayo". En ese momento no queríamos dar gotas de crédito a todos por igual, porque eso no salvaba a ninguno; quisimos juntar todo el crédito en el sector industrial, y darle la consolidación que le debíamos dar. ¿Qué hicieron esos señores durante todo ese tiempo? Ustedes saben que los textiles han sido quienes ganaron dinero a manos llenas; los industriales textiles, como ningún otro sector de la actividad Argentina, se han llenado de oro. ¿Que han hecho ellos con ese dinero? Se lo han llevado al extranjero. Han montado empresas textiles aquí cerquita nomás, en países vecinos, en industrias fabulosas que han montado con lo que sacaron de aquí. En segundo lugar, han comerciado con el exterior en forma de guardarse sus divisas en el exterior, producto del dinero que han ganado aquí. No diremos ya que han comprado estancias y grandes propiedades en nuestro país invirtiendo el dinero que les facilitábamos para la industria; otros lo utilizaron para montar industrias en el extranjero. Como nosotros no presentamos dinero a los especuladores, ellos nos han pedido créditos con el pretexto de que eran industriales y los dedicaron a la especulación. Está el dinero en plaza funcionando con fines especulativos: préstamos, propiedades o cualquier otra cosa. Eso es lo que han hecho los industriales. Naturalmente, cuando la demanda disminuyó, y una vez que habían sacado todo ese dinero del país para instalar industrias en el extranjero, o el simple dinero que habían sacado en forma de divisas, robándolas al país, o el dinero que habían dedicado a la especulación o a comprar propiedades en otras partes de la República, les faltó entonces todo ese dinero precisamente para pagar a sus obreros. Y hay algo peor en esto, compañeros. Es que muchos industriales textiles tienen actualmente abarrotados sus depósitos con mercaderías. ¿Por qué no los realizan? ¿Por qué no liquidan eso y lo venden a menor precio? Entonces, las mercaderías tendrán salida inmediatamente, se bonificará el mercado comprador. Porque si a mí me cobran ocho pesos un par de medias, y me lo ofrecen en otra parte a cinco, yo inmediatamente compraré seis pares, para cuando nuevamente solo se pueda conseguir a ocho. Pero ellos no quieren bajar el precio de sus mercaderías, a pesar que están ganando sobre ellas enormes cantidades de dinero. Quieren que el gobierno les preste la plata que ellos se llevaron, que ellos robaron para comprar estancias o propiedades, o para hacer sus negocios con textiles en el extranjero. Entonces, me mandan a algunos dirigentes obreros, para que me digan: "Hay que prestarles dinero a los industriales". Pero si yo les presto, eso lo van a pagar ustedes, en definitiva. Porque en vez de vender los industriales barato la mercadería que tienen en sus depósitos, para buscar la "liquidez" a que aspiran, van a mantenerse con el apoyo del gobierno, y les van a vender ustedes la mercadería a precios más altos dentro de un año, a cuatro veces el precio que ustedes deberían pagar por esa misma mercadería. En último análisis, serán ustedes quienes pagarán el préstamo que les acuerde el banco; y van a pagar cuatro veces aumentada la mercadería que actualmente está en sus depósitos. ¿Puede el gobierno ayudar a quienes están haciendo esa especulación? Si lo hiciera, estaría trabajando en contra del pueblo; estaría trabajando contra ustedes mismos, porque en vez de pagar setenta u ochenta pesos por un traje, tendrán que pagar quinientos, porque ellos los tienen en stock. Si no les doy plata, van a tener que sacar la mercadería a la venta, porque si no quebrarán. Y si ellos quiebran, ¿a mi que me importa? Ya vendrá otro que me comprará y no me quebrará en el futuro. Compañeros: ustedes conocen a los industriales mejor que yo. Entre los señores que me vinieron a ver, uno de ellos me dijo que había perdido dos millones de pesos jugando en la ruleta de Mar del Plata, el verano pasado, y resulta que ahora me viene a pedir un préstamo para pagar sus deudas. Si hubiera ahorrado en lugar de jugarse la plata en la ruleta, no tendría necesidad de pedir préstamos a nadie. Nosotros estamos estudiando el problema, y vamos a resolver el problema de los gremios antes que ningún otro. Lo que ocurre también es que entre los industriales hay quienes no tienen nada que ver con las especulaciones. A esos señores se les puede contemplar la situación. Por eso hemos estudiado el problema en el Consejo Económico, y sobre esto hemos dicho la palabra que hay que decir: cuando sucedan casos como estos, nosotros vamos a estudiar los problemas de las fábricas en las que se produzcan. En ese estudio, nosotros vamos a ir bien profundamente: vamos a estudiar su administración y sus costos. Desde el punto de vista de su organización, esas industrias son un desastre. Nosotros no podemos darle dinero a un individuo que está tan mal organizado que todo lo que se le da lo tira a la basura. Nosotros vamos a resolver caso por caso, vamos a aconsejar sobre la solución del problema y vamos a dar crédito a quien se lo merezca, pero a aquellos a quienes les descubramos que tienen los depósitos llenos, les vamos a obligar a liquidar la mercadería. Ahora bien, si el banco les presta dinero, a lo menos que tiene derecho el banco es a exigir que no se malgaste ese dinero prestado; pasamos a ser algo así como socios, por lo menos por un tiempo. En estos problemas, nosotros sabemos bien donde ajustarnos. Es indiscutible que se trata de un asunto nuevo y que hay mucho de teatro alrededor de él. Ellos agitan el asunto porque quieren obligar a los demás a que les hagan el juego. Por eso, vamos a estudiar bien que es lo que hicieron con el dinero ganado e incluso vamos a ver si pagaron a réditos todo lo que tienen que pagar. Les vamos a investigar también cuanto dinero sacaron al exterior en buenas o en malas condiciones, y después ayudaremos al que se lo merezca. Primero queremos saber que han hecho y cuánto han hecho durante los cuatro o cinco años que no se les ha investigado nada. Ya tenemos algunas investigaciones realizadas, en las que hay fundamentos para mandar a la cárcel a la mitad de ellos. En el mundo, el que procede mal, generalmente sucumbe víctima de su propio mal procedimiento. Y esos jubileos que se hacen a los malos procedimientos, por lo menos deben tener en el futuro alguna utilidad. Si nosotros decidiéramos un perdón generalizado, ha de ser con la garantía de que en el futuro no nos van a decir que no tienen dinero para pagar y tienen que despedir gente. Todas son mentiras. Si hubieran cuidado un poco sus intereses. Si hubieran procedido con corrección. Si no hubieran sido piratas, en otras palabras, no estarían en la situación en que están en estos momentos. Pero es indudable que nosotros, justicialistas, sabemos que el hilo esta vez no debe cortarse por lo más delgado. Cuidaremos de cortarlos por lo más grueso, si es necesario que se corte. Porque, compañeros, si esto ha de hacerse sobre una base justa, el gobierno está decidido a cualquier solución para ayudar a los industriales, pero si ha de hacerse sobre un fondo injusto o inmoral, preferimos subsidiar a los obreros y no darles el dinero a los patrones. En esto le voy a pedir al compañero Hermida y a la CGT, especialmente, que formemos una comisión, que junto a la Comisión Nacional de Precios y Salarios y el Consejo Económico, estudiemos el problema exhaustivamente. Allí estarán representados también los patrones de industria textil, con su Confederación Económica que ya están formando. Entonces, ahí, vamos a hablar con conocimiento de causa, con las cartas sobre la mesa. No hay solución a la cual el gobierno no se preste a llegar siempre que sea justa y en beneficio del pueblo y especialmente de los trabajadores que son los que nos interesan. Bien, compañeros, yo se que este problema ustedes lo conocen mejor que yo, pero ya ven que yo estoy también en el asunto. Vamos a tomar enseguida medidas sobre esta cuestión. Es indudable que estos pequeños barquinazos suceden hasta en los buenos caminos. Siempre hay un pequeño movimiento en la marcha, y sobre todo cuando se anda rápido. Pero es indudable que ha de retomarse también rápidamente el ritmo en el año 1952. Es natural que se hayan producido estos asuntos. En estos últimos años hemos perdido dos cosechas y dos medias cosechas; vale decir que llevamos perdidas tres cosechas. En otros tiempos, con perder tres cosechas, hubiéramos ayudado todos "corriendo la liebre". Si esto no sucede hoy en el país, es indudablemente porque hemos tomado muchas previsiones y hemos estudiado muy atentamente el gobierno económico del país. Es indudable que estos pequeños inconvenientes se producen, pero ya no se producen los grandes inconvenientes de otros tiempos. Por eso antes disminuían los sueldos. Yo les he hecho pagar los sueldos que habían retenido durante veinte años a algunos gremios. Antes, en época de crisis, rebajaban los sueldos. Le quitaban al obrero y le daban al patrón para que aumentara. Ustedes ven que nosotros hacemos lo contrario. Los estamos restando a los patrones para posibilitar que el pueblo junte. Por eso aumentamos los sueldos en época de crisis, porque cuando se necesitan más es cuando uno esta en crisis. ¡Bendito sea Dios! Antes cuando el pueblo se moría de hambre, le rebajaban el sueldo a los obreros. ¡Como lógica, no creo que esto sea muy lógico! Esto, compañero, es una cosa natural. Hemos perdido tres cosechas. Eso repercutió extraordinariamente e indudablemente resto poder y riqueza a todo el país. Otros años se producían por 15 millones de pesos y hace tres años que nosotros no producimos por esa cantidad. Es lógico que, entonces, comience a faltar. Esta nueva cosecha que viene, parece que se ha acordado un poco de nosotros, y viene buena. ¿Que es lo que pasa? Tenemos que llegar hasta esa cosecha y se va a subsanar todo. Por otra parte, todo está bien claro. El 1º de enero de 1953, comienza la ejecución del Segundo Plan Quinquenal. Se empiezan todas las obras y todas las cosas. Se comienza en mayor escala la construcción de automóviles y la situación de los metalúrgicos -ellos también andan un poquito preocupados- se vuelve a normalizar, porque comienza a movilizarse toda esa industria. Lo mismo ocurrirá con la construcción, por ejemplo. Se ponen en marcha un conjunto de obras con el Plan Quinquenal, y la construcción se retempla inmediatamente. Todo eso es trabajo y mayor actividad, se gasta más ropa y trabajan ustedes. Es natural, compañeros, que para que todo eso se produzca, debe haber con qué. Y el "¿con qué?" Y... sale de nuestra producción, de nuestra riqueza. Esa producción es la que va a dar el elemento necesario hasta que se produzca el milagro. Mientras tanto, hay que andar despacio. Esto es como si una persona va atravesando un río. Tiene que llegar a la otra orilla antes de hacer planes. Nosotros llegaremos a la orilla más o menos en los meses de noviembre y diciembre, cuando empecemos a sacar nuestra producción. Hasta entonces hay que nadar, y hay que nadar fuerte para llegar a la otra orilla, Por eso el Segundo Plan Quinquenal tiende a eso. No estarle tirando de la cola a la persona que está nadando para que no pueda llegar a la orilla siguiente. Merced a eso, ha sido posible crear un poquitito de limitación en ciertos órdenes. ¿Para qué? ¿Y qué pasa en la casa de uno cuando el negocio, o el trabajo, o la producción no es abundante? No tenemos mucha plata: cortamos un poquito al almacenero, un poco al sastre, un poco a la diversión, un poco al hipódromo... Bien, en el orden nacional es lo mismo: la economía del país es la economía de una familia amplificada. Cuando hay mucho, le metemos no más, y cuando hay poco, hay que contraerse. El Plan Económico ha sido de contención; un poco de contención en los gastos, etcétera. Todo eso va a traer sus inconvenientes; pequeños inconvenientes a los que hay que abrazarse para que no vengan los grandes inconvenientes. En la República Argentina todavía no sabemos lo que es eso. En otros países del mundo andan a los tiros por la calle y cuando andan a los tiros -como ocurre en algunos países vecinos- no ha de ser porque abundan las cosas. La clausura de todos los sindicatos obreros, la prisión de dirigentes y la "leña" que ha habido en estos días en algún país vecino, yo la ha visto aquí, en Buenos Aires, en otros tiempos. Yo ya he visto como empiezan esas medidas violentas, pero no es porque los obreros sean malos, no; sino es la falta de manducatoria. Lo mismo está pasando ahora en otros países; esas alteraciones uno las ve en todas partes. Afortunadamente, compañeros, nosotros hasta ahora vamos salvando esa situación. La inflación que se había producido en el mundo -una inflación catastrófica- va a tener su "colazo"; así como en el movimiento de retracción produce el chasquido, en el mundo se está produciendo ese chasquido de retracción. Es una cuestión natural y lógica. Ahora, de que a nosotros nos vaya a desencuadernar, de que no nos vaya a desequilibrar nuestra economía, de eso es de los que tenemos que ocuparnos y de lo que estamos ocupándonos. Porque el equilibrio es un juego de pesos y contrapesos: cuando la balanza va para aquel lado con el cuerpo, el contrapeso va para este otro... Entonces, se ve claramente: es cuestión de poner y quitar contrapesos; que es lo que hacemos nosotros. ¿Hasta cuando? Y... hasta que nuestro trabajo nos haya permitido acumular tanta riqueza que no tengamos necesidad de andar con "pesitos" no con nada de esas cosas. Debemos llegar a tener esa riqueza. Pero ¿tenerla en manos de quienes? ¿En manos de veinte capitalistas o en diez compañías internacionales capitalistas? No, no; la riqueza que nosotros queremos es la riqueza de cada ciudadano argentino. Que cada uno tenga en su bolsillo lo que necesita para vivir y para disfrutar de la vida, y también, que tenga una reserva para los malos tiempos, así, en los malos tiempos, podrá echar mano a su reserva sin que se produzca desequilibrio alguno. Por eso nosotros queremos el pequeño ahorrista. No queremos el capitalista que tiene miles y miles de millones. Queremos esos miles y miles de millones repartidos en todos los bolsillos de los 18 millones de argentinos. Esa es nuestra economía, para que nadie se sienta necesitado, para que nadie, en un momento de desgracia, esté obligado a dejar de comer, a dejar de vivir o a dejar de llenar sus necesidades en forma satisfactoria. Poco a poco, compañeros, ya verán ustedes que todo esto va siendo una realidad. Y si no, bastará con que miren qué era hace diez años la vida en la Argentina, y qué es actualmente. En estos seis años de gobierno, muchos hemos hecho para lograr el equilibrio de posesión de los bolsillos populares. Es el ahorro que ustedes están haciendo. Y yo me doy cuenta de que lo hacen por los 8 mil millones de pesos que hay en la Caja Nacional de ahorro Postal. Eso habla bien claro de que hoy los obreros también están guardando sus pesitos. Ese es otro de los factores de retracción porque cuando uno tiene mil pesitos guardados hay que ver como tiran esos mil pesitos para que se hagan otros mil. Eso es lo que está produciendo en el país; la gente le esta tomando el gusto al ahorro. ¿Por qué? Porque ahorra para sí, para su familia y para su casa; porque cuando hay que contenerse, cuando el país debe ahorrar no se le disminuye los sueldos sino que se le aumentan. Antes se les disminuían los salarios para que el dinero se capitalizara en las grandes compañías; hoy se distribuyen el dinero para que se vaya capitalizando en las manos del trabajador, para que lo guarde cada uno de los trabajadores. Ese es el concepto justicialista. Lo que queremos es que la riqueza nacional sea para el pequeño ahorrista y no para los inmensos consorcios financieros dentro el país. Todo eso, compañeros, va a llegar en su hora y ya se está produciendo. Van a ser ustedes artífices de su propio destino. El gobierno lo único que puede hacer es tratar de mantener equilibrado un pueblo todavía desposeído. Porque nadie va a pretender decir que el pueblo argentino ha sido provisto de todo lo que necesita. Nosotros en seis años solamente lo hemos podido hacer todo lo que no habían hecho antes en 150 años. Es una cosa bien clara. En estos seis años yo no voy a hacer propaganda; solamente diré que miren los obreros como estaba el pueblo argentino hace diez años y como está hoy. Los que dicen que han subido los alimentos no dicen que también han subido los salarios. Y me quieren convencer de eso. Es como si me quisieran convencer de que yo soy calvo. ¡Que me van a convencer! De la misma manera, ¿como van a convencer a un trabajador argentino de que hoy esta peor que hace diez años? Es lo mismo que me quisiera convencer de que uso pantalones cortos y tengo quince años. Eso no interesa; lo que le interesa al gobierno es obrar con seriedad y sobre todo darle al César lo que es del César. Nosotros estudiamos los problemas económicos a la luz de las necesidades populares, que es lo que interesa, resolviéndolos en beneficio del pueblo. Los problemas no podemos resolverlos, en rigor de verdad, para que en poco tiempo resulten un perjuicio para el pueblo. Eso es muy fácil, les entrego todo el crédito que piden a los señores industriales para que ellos arreglen la situación; pero piensen que también ellos deben pagarlos y que tienen que ganar. ¿Quien va a pagar eso? ¿Ellos? No; si ellos tienen que ganar, van a cobrar ¿Quien lo va a pagar? El pueblo. Es darles a ellos una palanca para que le peguen un palo en la cabeza a cada uno y le saquen la plata. En todo caso, vamos a hacer a medias el empréstito. Les presto la mitad del dinero y ellos liquidan la mitad de la mercadería barato, para que así el pueblo la pueda adquirir. Bien, compañeros les agradezco mucho la visita y les quedo muy reconocido por todas las amabilidades que han tenido conmigo. Pueden decirles a todos los compañeros de la República que nosotros nos vamos a ocupar de ese problema, pero no va a ser sólo el gobierno, sino que también van a participar ustedes también. La solución se la vamos a dar entre el gobierno y los trabajadores porque esto tiene solución. Por eso es que desde ahora queda en pie la invitación a la CGT y a los compañeros de la comisión directiva de los textiles para que nos aboquemos enseguida a un estudio conjunto. Nosotros ya tenemos todos los antecedentes. El ministro de Finanzas está estudiando caso por caso para ir resolviendo los problemas y no esperar la resolución final. Cuando alguno tiene necesidad va al Banco Central; nosotros estudiamos los antecedentes porque tenemos los organismos para hacerlo. Todo esto lo haremos con rapidez, como hacemos nosotros las cosas; no vamos a esperar que el chico se ahogue para tapar el pozo. Les pido que lleven nuestra palabra de tranquilización a todos los compañeros del interior y les digan que hay muchas industrias antieconómicas dentro del país; eso tendremos que ir ajustándolo. Por eso les digo desde hace tiempo a los industriales que se organicen, que formen una confederación, una federación de industriales, para que podamos tratar el problema en conjunto. Si los industriales tuvieran una organización como la que tienen ustedes, podrían arreglar muchas industrias antieconómicas, prestándoles ayuda para que no se hundan, dándoles asesoramiento, haciendo que hagan una buena organización, mejorando su maquinaria, mejorando su producción y mejorando su administración. Eso lo tendrían que hacer ellos en ayuda de sus propios compañeros. Pero si están desorganizados, y cada uno de ellos por su propia cuenta, no pueden arreglar sus cosas. Lo que les falta a ellos es lo que les sobra a ustedes: conciencia social. El día que ellos tengan la conciencia social que tienen los trabajadores, no tendrán problemas entre ellos; se resolverán todos sus problemas y no necesitarán venir a pedir ayuda al gobierno para nada. Tienen suficiente poder económico para defenderse, pero les falta conciencia social, que no tienen; por cuanto surge una dificultad, lo que buscan es acercarse al que tenga el problema para hundirlo más, para no ayudarlo. Cuando tengan conciencia social, podrán recién organizarse los textiles; y esa entidad podrá resolver los problemas que ellos, desorganizados, no pueden solucionar. Ellos no podrán decir que no les ha pedido esto. Se los he pedido de todas las maneras posibles y por todos los medios: que se organicen. Y ahora, como ustedes saben, después de cinco años de que se les habla, de que deben tener conciencia social, ellos siguen aún sin organizarse. Y se los he pedido de mil maneras, para su beneficio, no para beneficio nuestro. Pero parece que han empezado a entender ahora, cuando se vienen las malas, empiezan a decir: "Hay que organizarse". En las buenas, privaba el bolsillo y no el corazón, no la conciencia. Pero así es la vida.... Quizá este sea el punto de partida para que ellos también me hagan caso y se organicen. ¡Yo no se como pueden no darse cuenta! Los trabajadores argentinos me han hecho caso, y creo que no les ha ido tan mal. Si ellos me hicieran caso, creo que les iría un poquito mejor de lo que les va ahora. Lo que les aconsejo será para bien de todos los argentinos: para bien de todos, nunca para mal. Lleven, pues, compañeros, estas palabras de todos los compañeros, y llévenselas también a los industriales. Díganles que se organicen un poco; quizás así les vaya mejor. Que desarrollen también ellos sus organizaciones, aconséjenlos, que le van a hacer muy bien en el fondo. Les despertarán esa conciencia social dormida que ellos tienen, porque se olvidan de cuando eran pobres, ya que ahora están en la abundancia. No solo el pobre debe unirse; debemos unirnos todos, porque el día que todos estemos unidos en una sola causa -la nacionalidad-, cuando estemos todos al servicio de la República Argentina, no habrá aquí más problemas. Los hay ahora, algunos, porque todavía no nos hemos unido suficientemente los argentinos. Todos los otros asuntos que han tratado ustedes en el congreso los hemos de considerar nosotros, y hemos de dar las soluciones más pertinentes en cada caso Lleven estas palabras mías a todos los compañeros, junto con un inmenso abrazo que les mando desde lo más profundo de mi corazón. ......................
1952-09-16
Ante miembros del Consejo Federal de Seguridad
Hace tiempo que, al considerar numerosos problemas atinentes a nuestra organización institucional, nosotros habíamos pensado en dar a todo el cuerpo policial de la República, en sus distintas tareas, una organización unitaria que nos permitiese asegurar que una policía es continuación de otra en cualquier parte del territorio de la República. Este sentido -diríamos- unitario de la seguridad pública, es un concepto que nadie ya discute siquiera. El señor ministro del Interior ha estado siempre interesado en esto; y muchas veces hemos considerado este asunto y lo hemos postergado, porque no queríamos innovar mucho hasta que no tuviésemos un equilibrio que en otros órdenes era necesario alcanzar. Paulatinamente, nuestro trabajo orgánico ha ido montando siempre una organización más o menos completa, quizá no estabilizada todavía en su perfección orgánica, pero que nos permite decir que tenemos ya un Estado orgánico. En este sentido, señores, las tareas orgánicas se pueden dividir en dos grandes sectores: la organización y la racionalización. Ustedes saben que en nuestro país han funcionado ya muchas comisiones de racionalización. Cuando se gastaba un poco más de papel en impresiones de las distintas imprentas, los ministros inventaban una comisión de racionalización. Fue una de las primeras cosas que me propusieron, cuando yo me hice cargo del gobierno. "Señor -dijeron- hay que racionalizar". Bien, yo tengo un concepto orgánico más o menos claro, y les contesté en esa oportunidad - el señor ministro del Interior se ha de acordar- que yo entiendo que racionalizar es ajustar los tornillos de detalle de una organización. Eso es racionalizar. En consecuencia, para racionalizar es necesario estar organizado. Mal se puede racionalizar lo que no está organizado. La historia del gobierno y de la administración de la Nación comenzó para nosotros en el año 1945, con los primeros decretos que yo firmé. Antes de esa fecha está completamente en blanco, por lo menos durante muchos años. Esa, señores, era la organización que yo encontré. Además, había un secretario privado para contestar las cartas a los amigos; un edecán de servicio con una Casa Militar para recibir a las visitas oficiales, y un secretario político, que era el que repartía los puestos públicos. Esa era la organización del gobierno que encontré. Yo comencé por crear los organismos de conducción, con la secretaría directa de la Presidencia en lo político, en lo económico con el Consejo Económico, en lo técnico con el Ministerio Técnico y en lo militar con el Consejo de Defensa Nacional. Empezamos a organizar todo lo que estaba desorganizado, y en los ministerios, cada ministro se puso a organizar. Surgieron estos ministerios nuevos con organismos ya permanentes y ahora, señores, viene la tarea final, que es la organización del pueblo, que también hay que organizar libremente, pero organizar. Solamente así se puede gobernar, porque todavía no ha nacido el hombre capaz de gobernar un país desorganizado. Lo inorgánico no se puede gobernar. En esa tarea de organizar el pueblo estamos ahora. Entre todas las fuerzas del Estado, la policía era una fuerza organizada. Por esa razón, a pesar de las incitaciones del Ministerio del Interior, yo nunca me preocupé en racionalizar la función policial hasta no tener todo el país organizado, para racionalizar a todo sistemáticamente. El Segundo Plan Quinquenal va a estar dedicado a la racionalización total de toda organización del gobierno, el Estado y del pueblo, que estamos realizando en la actualidad, es decir, que va a ser una cosa racional que va cumpliendo sus etapas, para no atar los caballos detrás del carro, sino delante del mismo. En esto entra racionalización de la seguridad, en la que está pensando el señor ministro del Interior. No ha sido fácil; ha habido que vencer un sinnúmero de inconvenientes, porque aquí son como esos trompos: hay alguno que toma todo y entonces dicen: "Anda solo, dámelo a mí". Ese no es el criterio orgánico de la racionalización. Por eso yo he sido el que redacto el último proyecto que se aprobó en la Cámara sobre creación de la Gendarmería Nacional. He dado conferencias delante de los ministros, etcétera, para ir atendiendo la formación de esta repartición, cuando era ministro el general Rodríguez. El general Rodríguez fue el autor del proyecto ley original, me los dio y, en base a él, luego de los estudios correspondientes, yo saqué el definitivo, modificando alguna cosas. En ese proyecto de ley nuestra idea nunca fue que la Gendarmería fuese una fuerza militar, sino una fuerza militarizada, que no es lo mismo. Ustedes comprenderán así que no puede pertenecer orgánicamente al Ministerio de Guerra, sino al Ministerio del Interior, como una fuerza de la Policía Militar. Con esto, un sinnúmero de cuestiones que acarrea su importantísima función. Lo mismo ocurre con la Prefectura General Marítima. Estas fuerzas, si bien son ayudadas en algunos sentidos, en cambio, son substraídas en otros sentidos. Si la Prefectura General Marítima hubiese actuado en forma más independiente desde hace mucho tiempo, tendría su casa, tendría lo necesario; en cambio, naturalmente, otros poderes mayores le van sacando sus cosas. En esto, lo mejor es constituir la propia organización y, dentro de ella, ir poco a poco levantando toda una organización propia, por sí; que no debe depender de ninguna otra gran repartición sino que esté afectada en su funciones con el Ministerio del Interior. En la organización hay un principio que es inviolable: las organizaciones deben ser objetivas, vale decir, que deben regirse por la finalidad que cumplen: hay que organizar para una finalidad. Si se organizan para dos o más finalidades, pase lo que con el sofá-cama: se duerme mal y uno se sienta peor. En esto hay que ser total y absolutamente terminante; si es Policía es Policía; si es Gendarmería, es Gendarmería; si es Prefectura, es Prefectura. Pero no dos cosas. No. Una sola cosa. Ahora, todas estas tareas afines, dentro de nuestra concepción orgánica deben ser racionalizadas desde un punto de vista central. ¿Por que? Porque las tareas -se realicen en el agua, se realicen en el aire, se realicen en las provincias o en la Capital Federal-, son funciones comunes y, en consecuencia, siendo comunes deben estar ligadas y racionalizadas entre sí para ayudarse unas a otras, Ese es mi concepto y la inspiración que ha llevado el señor ministro del Interior a pensar en la realización de estas reuniones, donde cada uno de ustedes, con profundo conocimiento de causas y con una gran experiencia que le reconocemos, tratan de extender el perfeccionamiento de la función policial en beneficio de todos. Señores: yo aplaudo esto porque es éste el proceso absolutamente indispensable para dar a la República solidez y consolidación en su seguridad, y que conformará un nuevo sentido en las instituciones de carácter policial, creando, para ello, el fuero policial. Existen fuero civil y fuero militar; nunca me he explicado por qué no existe un fuero policial. Vale decir, que el policía es un hombre que actúa frente al delincuente, teniendo éste las mismas garantías que aquél. ¿Por que? Así el policía lleva siempre las de perder. Para mí he sido siempre anacrónico, una cosa que me ha hecho sonreír, saber que el vigilante -para poder utilizar su arma- tiene que recibir primero un balazo. Esto pone a esa pobre gente en una situación desgraciada. Lo que hay que tener es seguridad en los hombres, y darles a esos hombres la garantía que necesitan para luchar contra la delincuencia, con toda la ley a su favor, con toda la benignidad necesaria al juzgarlo. De manera que si con alguien se debe ser benigno y considerado, es con él. Naturalmente, esto no significa entronizar la arbitrariedad y la prepotencia; porque en la responsabilidad de esos hombres, y en la aplicación de ese fuero policial y del juzgamiento que de ello resulte - cuyos mayores interesados son los propios policías- estará la mejor defensa. Al que proceda arbitrariamente, o se exceda en ese régimen policial, los propios policías deben castigarlo, porque de lo contrario, todo el mundo va a pedir que se elimine el fuero policial, para evitar el abuso de los policías. Peor hay gente educada y correcta, con una sensibilidad ya formada, y no podemos prejuzgar que esto se pueda prestar a prepotencia y abuso sino que se perfeccionará porque tenemos los hombres perfeccionados. Como a mí me preguntan cómo es la policía argentina, nunca digo que tenemos una gran organización; con ese no diría nada. Cuando quiero elogiar, digo que tenemos buenos policías, porque esos son los que hacen la seguridad, no la organización ni los sistemas. Afortunadamente, contamos con buenos policías. A ello les podemos dar esa garantía en la seguridad de que sabrán hacer buen uso de ella. Por eso les deseo que en estas reuniones tengan el mayor éxito, pensando que todos trabajamos por una finalidad común: hacer de nuestras instituciones una garantía mayor para nuestro pueblo, dentro de esa orientación honrada con que nosotros pretendemos trabajar. Les auguro, nuevamente, mucho éxito, y les agradezco toda esta colaboración. ...........................................................
1952-09-19
Ante una delegación de estudiantes universitarios de Chile y Ecuador que realizaron viajes de estudios
Señores: Yo deseo que mis primeras palabras, sean para agradecer, la amabilidad que han tenido ustedes de llegar hasta esta casa, para darme a mí, la inmensa satisfacción de poderles estrechar la mano, siquiera una vez durante su permanencia en Buenos Aires. Las delegaciones estudiantiles, que en este momento visitan Buenos Aires, Chile y Ecuador, saben bien ustedes que son visitas muy gratas para nosotros, que los sentimos, no solamente cerca geográficamente, sino también muy cerca de nuestro corazón. Aquí ustedes, podrán observar, que para el pueblo argentino, ustedes representan verdaderos hermanos; así los consideramos y así lo sentimos. En consecuencia, yo deseo que estos días que ustedes permanezcan entre nosotros, sean de absoluta felicidad para ustedes. En ello, nosotros pondremos todo cuanto esté de nuestra parte para atenderles y ofrecerles lo poco que tenemos, pero ofrecérselos de todo corazón. Yo voy a aprovechar que ustedes han llegado hasta acá, para decirles algunas cosas sobre nuestras cosas, que probablemente les resulten interesantes, más que nada por provenir de una fuente, como es mi persona, ya que a mí me echan la culpa de todo, aquí y en otras partes. En nuestro país se está viviendo una etapa un tanto extraordinaria, como consecuencia de una revolución que hemos provocado hace ya casi ocho años, y dentro de la cual se han acentuado formas determinativas de una nueva orientación, en el orden económico, en el orden político y en el orden social. Ustedes, señores profesores y alumnos, que están realizando estudios de todo orden, pero más que nada, en el sentido humanístico, les ha de resultar de cualquier manera interesante, si yo puedo mostrarles algo del interior de todo este movimiento, que es lo más difícil de descubrir en los movimientos de esta naturaleza. Comenzaré diciendo que esa revolución para nosotros tiene un profundo sentido humanista, que ha sido nuestro punto de partida. Sobre ese sentido hemos construido una doctrina y, sobre esa doctrina, hemos realizado toda una transformación de nuestro país. Yo quiero que solamente, en una ajustada síntesis de acontecimientos, les pueda decir a ustedes el mayor número de cosas, en el menor número de palabras, para no distraerlos en su tiempo y permitirles que sigan haciendo su visita que nos es tan grata. Nuestro país, en realidad de verdad, estaba en una situación económica muy difícil. Muy difícil, no porque faltaran medios económicos, sino porque vivíamos un grado de dependencia tal, que todo lo que nosotros pensábamos que era nuestro, desgraciadamente no era nuestro. En el orden político, porque todas las formas se habían transformado. Aquí, las elecciones para la determinación de las autoridades, estaban más bien en manos de las buenas combinaciones eleccionarias, que en el voto de los ciudadanos. Y en el orden económico, era tan extraordinario nuestro grado de dependencia, que toda la riqueza argentina estaba en posesión y en usufructos de otros países que no eran desgraciadamente el nuestro. Yo lo he de explicar en pocas palabras. En 1944, cuando nosotros iniciamos este movimiento, un inmenso sector de la economía argentina estaba constituido por grandes consorcios internacionales. Ellos nos provocaba, en el orden de nuestra riqueza, un fenómeno extraordinario, que con dos cifras, les pondrá a ustedes en una evidencia absoluta de cual era ese estado económico. Solamente hasta 1946, en los últimos años del decenio de 1936 al 46', la República Argentina había perdido en su comercio internacional, por la diferencia de precios entre la importación y la exportación, 21.000 millones de pesos; y de la riqueza argentina anual, se exportaba en servicios financieros, el 40% de su total, alrededor de 5.000 millones de pesos anuales. Con el resto tenía que vivir el país. Me dirán ustedes, ¿y en que se iban esos 5.000 millones y se habían ido los 21.000 millones? En servicios financieros casi, de los servicios públicos. Los ferrocarriles, nos costaban de 120 a 150 millones de pesos anuales, en servicios financieros; el gas, 100 millones; los teléfonos, 120 a 150 millones; los seguros, 150; los reaseguros, 50; toda la comercialización de la cosecha, más o menos, unos 1.000 a 1.200 millones anuales perdíamos en esa comercialización hecha por empresas financieras internacionales; en los transportes, 500 millones de pesos anuales, porque no teniendo marina mercante propia, teníamos que pagar a marinas extranjeras en divisas, los 500 millones de pesos; más o menos unos 50 millones en el transporte aéreo. Además de eso, todos los servicios de puertos, elevadores, vale decir carga, descarga, transbordos; también sobre esto, la deuda externa, por la cual pagábamos 850 millones al año en amortización e intereses. Bien, eran 5.000 mil millones. Nosotros producimos anualmente, alrededor de 10 a 12.000 millones de pesos en las cosechas anuales y en nuestro trabajo del año. De eso teníamos que mandar 5.000 millones al exterior solamente en servicios financieros, y ustedes se imaginarán lo que quedaba para el pueblo argentino viviera durante el año. Bien, esto nos llevaba a una situación de explotación de tal orden que, el pueblo argentino, cuanto más trabajaba, más necesidades tenía, más miseria soportaba y más injusticias se cernía sobre todo ese pueblo argentino. Cuando nosotros no hubimos de hacer cargo de esto, empezamos a protestar contra los capitalistas argentinos. Indudablemente, un poco injusto, porque el capitalista argentino explotaba a sus obreros porque, a su vez, él era explotado por el capitalismo internacional. De manera que ellos tampoco, nuestros capitalistas, es decir, los hombres de capital del país, era los culpables de esa explotación. En último análisis el culpable de eso, era el gobierno que había permitido ese estado de cosas, que había permitido que todas esas cuestiones que jamás debieron de dejar de ser argentinas, hubieran pasado a los consorcios internacionales para que ellos, mediante eso, explotasen a nuestros capitales y nuestros capitales se vieran obligados a explotar a nuestro pueblo. Hoy, señores, en el mundo, ya los pueblos no soportan este tipo de explotación. De manera que para nosotros el dilema era bien claro: o resolvíamos ese problema o vencerían aquí la disolución, la lucha, el comunismo, o el demonio, cualquiera; el que tuviese oportunidad de capitalizar todo ese inmenso descontento que había en el país. Nosotros entendimos eso, entendimos que esta revolución del pueblo argentino, no era una revolución política más, para cambiar un dirigente, para cambiar un gobernante, para cambiar o dos o tres políticos. Con eso no resolvíamos nada. Desde nuestra independencia hasta nuestros días habíamos tenido diez de ese tipo de revolución, y siempre se había resuelto el problema cambiando a los hombres; pero el panorama había seguido igual, y a los pocos tiempos había otra revolución más. Nosotros entendimos que el problema que había que resolver era el problema económico y social; el político, no interesaba. Cualquier político, cualquier hombre, que se hiciera cargo, que fuera capaz de resolver ese problema. No sé si por suerte o por desgracia para el país la Providencia me designó a mí, yo tuve que enfrentar ese problema. Cuando llegué al gobierno, en 1946, se me planteó un grave dilema: yo debía resolver ese problema o debía irme del gobierno, para un hombre que lo ponen acá, se imaginan ustedes, que la apreciación debía de ser un poco comprometedora. Yo resolví llevar adelante eso. Calculen que para evitar ese estado de cosas y volverlo en una situación de justicia social, implicaba para el gobierno tener que recuperar todos esos bienes que representaban los servicios financieros de cinco mil millones de pesos, vale decir, había que comprar los ferrocarriles, fabricar una marina mercante que no teníamos, comercializar nosotros la cosecha, pagar toda la deuda externa, renovar toda la maquinaria industrial que en cinco años de guerra se había gastado totalmente, nacionalizar todo el sistema financiero del país, el Banco Central, seguros, reaseguros, que todo eran filtraciones al exterior. Bien, cuando yo puse todo eso sobre la mesa, y dije todo esto es lo que tengo que hacer yo, francamente ni yo era muy optimista en aquellos momentos. Representaban, por lo menos, la inversión de cincuenta a sesenta mil millones de pesos a pagar en cinco años, lo que había que hacer. Y si el país no producía en cinco años esa cantidad..., yo reuní, como hacemos los hombres de gobierno, a una gran cantidad de técnicos, los reuní en mi despacho, les planté el problema y les dije : "Vean mi problema es muy simple: yo tengo que hacer todo esto, porque si no hago esto, fracaso ¿que me aconsejan ustedes?" Me aconsejaron muchas cosas, ninguna de las cuales para mí, era realizable en aquel momento. Pero, uno tuvo la franqueza de decirme: "Vea, general, usted necesita 60.000 millones de pesos, y no tiene un centavo, ¿como quiere comprar todo eso sin un centavo? Yo le dije a él, lo que correspondía decirle en ese momento: "Vea, amigo, si yo tuviera los 60.000 millones de pesos para comprar, no lo llamo a usted, técnico, lo compro yo. Aquí lo que se trata es comprar por 60.000 millones de pesos y no pagar un centavo. Si eso no lo puede hacer usted, técnico, lo voy a intentar yo que no soy técnico". Bien, para no alargar, han pasado seis años, nosotros hemos comprado los ferrocarriles, hemos pagado todos no debemos un centavo; hemos comprado el gas, es todo argentino, lo hemos pagado todo, no debemos un centavo; además, construir una marina mercante que se está acercando al millón y medio de toneladas, que nos da más o menos una cercanía a las primeras marinas mercantes del mundo; hemos pagado toda la deuda externa, nosotros no debemos un centavo al exterior; hemos nacionalizado todo el sistema financiero, creado los seguros y reaseguros argentinos, ayer me votaron la última ley que nacionaliza los reaseguros; comercializamos toda nuestra cosecha y el chacarero, que antes recibía seis pesos por el quintal de trigo, recibe hoy alrededor de sesenta; de lo que mandábamos antes, el 40% de nuestra explotación anual, en servicios financieros, el año 1951 mandamos solamente el 1%, todo el resto está aquí. Todo ese programa se ha cumplido en forma absoluta e integral. Hemos tenido la mala suerte de tener dos malas cosechas, donde no hemos alcanzado a obtener ni el trigo necesario para nuestro propio pan, y habíamos perdido ya dos medias cosechas; sin embargo, aquí todavía eso no se ha hecho sentir en forma absoluta. Todo este programa cumplido señores, absolutamente cumplido, nos ha permitido alcanzar nuestros únicos objetivos que sostenemos como las tres grandes banderas de toda nuestra acción de gobierno: la justicia social, la independencia económica y la soberanía política. Yo hoy, puedo afirmar, en nombre de la República Argentina, que nosotros constituimos un país socialmente justo, nuestros trabajadores, nuestros obreros están satisfechos, contentos, tienen el grado de bienestar material necesario y la dignidad suficiente para sentirse argentinos. Además, somos absolutamente independientes en el orden económico. La independencia económica de la República Argentina es un hecho desde que nosotros la manejamos de acuerdo con nuestra propia voluntad, sin someternos absolutamente a ninguna presión ni a ninguna indicación que no sea la propia nuestra. Y en el orden político seguimos una norma exactamente igual, nosotros manteneos nuestra soberanía y esa será la última bandera que se arrie en este país. Ello nos ha permitido, señores, conformar una doctrina propia, que nosotros llamamos justicialista, porque se ha elaborado y montado sobre la justicia integral de nuestro país. Nosotros consideramos al hombre en sus verdaderos valores; no lo queremos ni explotado por las fuerzas individuales, ni insectificado por las fuerzas colectivas. En este país tenemos la pretensión de que el hombre sea el hombre, con el grado de libertad compatible con su función social. Esa es nuestra posición, y esa es la que sostenemos en el orden ideológico en todo el mundo, nosotros no estamos ni con el comunismo ni con el capitalismo, nosotros no estamos tampoco contra ellos, nosotros estamos con nuestra posición ideológica justicialista, porque creemos que en la única manera en que el hombre no explotado, no indignificado, tampoco insectificado por el régimen colectivista, es la única que puede adquirir su verdadera dimensión en altura, así lo entendemos y así lo practicamos sobre todo. No sabemos, como nadie puede saber a ciencia cierta, cuál será el desideratum final, ni de nuestro sistema, ni de los sistemas que esgrimen en este momento en distintas partes del mundo, una desventura humanidad que se debate por la resolución de ese problema. Pero sí podemos decir que hasta ahora, nosotros vamos muy bien. Vamos tan bien, que vivimos en un país que es feliz y cuyos habitantes, en su mayoría, están contentos y sobre todo, están contentos los pobres, los que estuvieron siempre descontentos. Los ricos, los ricos se defienden también. Cuando yo reúno aquí a industriales y comerciantes, etcétera, les suelo preguntar : "Díganme una cosa, no están ustedes ahora mucho mejor que antes, sin pelear con sus obreros, sin huelgas, sin ninguna de esas cosas?". "Sí, señor, dicen, pero la disciplina en las fábricas". Ah, les digo: "yo, vea, en cuestión disciplina yo soy perito, cuarenta años he estado sometido a la disciplina más férrea que hay que es la militar, y 40 años he impuesto esa disciplina. Pero usted, industrial, se ha instalado ¿con que finalidad? Me imagino con la finalidad de producir y ganar dinero. "Si, señor". "Dígame, gana más ahora o ganaba más antes?" "Gano más ahora". "Y entonces, para que quiere la disciplina, si la disciplina para lo único que puede servirle a usted es para que gane mayor o menor cantidad de dinero, si gana más ahora que antes sin disciplina ¿y para que quiere la disciplina? Son esas formas naturales a que la gente está acostumbrada a maltratar a los obreros, a tratarlo muchas veces como animales, olvidándose que son hombres, que tienen las mismas necesidades, que tienen la misma dignidad que cualquier otro, tenga o no tenga dinero, porque en el grado de dignidad, la dignidad es lo mismo para el que tiene mucho como para el que tiene poco, según mi entender. No se conforman con que ahora hay que respetar al hombre, que hay darle lugar que en la sociedad y en la comunidad él debe tener, con todos sus derechos, a pesar que haya necesidad de imponerle también todas sus obligaciones. Bien, al principio se enojaron un poco los industriales, productores y comerciantes, pero ahora se están conformando ellos también. Ya están tranquilizándose; ya se están haciendo amigos míos, y ya muchos, siguen mis consejos, y algunas veces, cuando les va medio mal, me vienen pedir consejos. De manera que eso me da a mí la sensación de que estamos entrando en el verdadero terreno en el que nosotros que queremos entrar. Los justicialistas entendemos el gobierno, no en el arte de obligar, sino en el arte de persuadir. Nosotros pensamos que es siempre mejor persuadir al hombre que obligarle. Por eso nuestra acción de gobierno no se reduce a leyes que fríamente caen en la población para su ejecución. Nosotros primero hacemos la prédica, convencemos a nuestra gente, una vez que están convencidos muchas veces ellos mismos vienen a pedirnos las leyes que les damos. Así estamos asegurando el cumplimiento de nuestras leyes. Así estamos presenciando fenómenos que nunca hemos presenciado en este país: el pueblo que mediante una sola palabra orientadora, se pone a cumplir. Es natural que el derecho de ser obedecido hay que ganárselo en el corazón de los hombres más que en la ley y en las instituciones. Es mejor gobernar sobre el corazón de las personas que gobernar a base de policía, de leyes, de ejército, etcétera, esa es nuestra convicción. Señores, sobre esto yo podría hablarles, no digo días, semanas enteras. Yo hace diez años que no vivo, sino para esto. Se imaginarán ustedes cuántas cosas podría contarles yo, de todos estos pormenores del gobierno, pero yo prefiero que ustedes lo pregunten en la calle, a esa gente pobre que anda, al mozo del hotel, a que lo atiende, al que le lustra los zapatos, ellos saben la verdad, esos son los únicos que saben la verdad, porque ellos la sienten en carne propia. Quizás de esos haya alguno que no esté de acuerdo con nosotros, pero por cada uno que encuentren en desacuerdo, encontrarán cien de acuerdo. Esta es la historia del mundo. Dios, con ser Dios, tampoco tiene a todos de acuerdo con él, y él es Dios. ¡Qué voy a tener yo la pretensión de que todos estén de acuerdo conmigo! ¿Como actuamos? Actuamos por el método más viejo del mundo: por la predicación. Nosotros predicamos, somos realizadores pero tenemos verdaderas legiones de predicadores. No pretendemos hacer un movimiento personalista, aunque, indudablemente, la iniciación de todos los procesos orgánicos son gregarios, especialmente en nuestros pueblos. Hemos debido aceptar ese gregarismo inicial, para después poder transformar nuestra fuerza en una institución. Por esa razón estamos realizando y estamos predicando, y nuestra prédica va a todas partes donde podemos ser oídos. Esto no es un proceso nuevo, es el proceso del mundo. Sabemos bien que aún dentro de nuestra misma religión, cuando Cristo vio llegada su última hora llamó a sus apóstoles y les encargó lo que nosotros encargamos todos los días a nuestros predicadores: "Vayan y prediquen nuestra doctrina". Nosotros no hacemos propaganda, hacemos prédica: el que le gusta entra, y el que no, la resiste. Afortunadamente, son muchos más los que entran que los que resisten, porque estamos predicando con la razón. Por otra parte, nuestro movimiento por ser profundamente humanista y ser profundamente cristiano, como lo anunciamos en nuestra propia doctrina, se expande en todos los medios, por esa persuasión, más influenciada por los sentimientos que por el sentido de la gente. En este sentido, señores, nosotros tenemos, sin duda, la más inmensa satisfacción en la realización de nuestros designios. Quizás nos equivoquemos en muchas cosas, pero Dios sabe que en ello ponemos siempre nuestra conciencia para realizarlo con buena intención. Y los errores cometidos con buena intención son los únicos que perdonan los hombres y son los únicos que perdona también la Providencia. Por esa razón nosotros nos consideramos solamente hombres de buena voluntad, hacemos lo que podemos, para que los demás hombres de buena voluntad nos entiendan, pensando que tenemos una sola tarea que cumplir: realizar la felicidad de nuestro pueblo, mientras despacio en la marcha del tiempo vamos también pensando realizar la grandeza de la Nación. Si lo cumplimos o no acabadamente, no somos nosotros lo que podremos juzgar, solamente el tiempo, dirá sobre esto. De lo que ya ha pasado de él, tenemos una inmensa satisfacción. Pedimos a Dios todos los días, que en lo que nos falta cumplir, obtengamos por lo menos, lo que ya hemos obtenido de satisfacción en lo realizado. Como digo, señores, yo no quiero seguir abundando en esto, solo les pido que al visitar nuestro país, pregunten a la gente, pregunten con franqueza, pregunten a todos los que encuentran, que será la única manera en que ustedes van a recibir la realidad de nuestro panorama. Y en eso yo tengo una gran fe y una gran confianza, en el buen sentido común de los argentinos. Ahora, señores, para terminar, yo quisiera ofrecerles a ustedes, mientras estén con nosotros, por lo menos, todo cuanto nosotros poseemos para que ustedes puedan conocerlo y disfrutarlo si es posible. Yo haría un cargo muy grave al ministro de Educación, si él no fuera capaz de ofrecerles a ustedes, todo cuanto tenemos, para que estos días que pasen con nosotros sean lo más feliz que puedan. En ese sentido yo no se que habrá preparado el señor Ministro y que habrá ofrecido. ..................
1952-09-24
En la Escuela Nacional de Guerra inaugurando un ciclo de cuatro clases sobre sindicalismo
Señores: Yo deseo que mis primeras palabras sean para agradecer cuanto ustedes están realizando aquí en bien de una mayor capacitación para los altos funcionarios de la dirección y conducción de las actividades de gobierno, y, en segundo lugar, las amables palabras que termina de pronunciar el señor ministro de Defensa Nacional, quién, con su perseverante acción ha posibilitado y llevado adelante el desarrollo de estos cursos de la Escuela Superior, que han sido una vieja aspiración de las fuerzas armadas, donde podamos conjuntamente analizar todos los problemas que nos conciernen, tanto al gobierno como a los órganos de la defensa, cooperando y coordinando todas las acciones que emergen de la necesidad de una acción de paz y de una acción de guerra. Es indudable que de esta compenetración, de esa colaboración y de esta coordinación, todos tendremos algún provecho que recibir. Pero el mayor de esos provechos estará destinado a la defensa de los supremos intereses de la Nación, que en la paz o en la guerra imponen a sus ciudadanos la permanente abnegación y el sacrificio que presupone el servicio directo a la Nación. La inauguración de la cátedra de "Sindicalismo" es en mi concepto una conquista real de los estudios para el aprovechamiento de todos los factores que influirán en la defensa del país en la paz y en la guerra. El gobierno, señores, no es sino uno de los aspectos de la conducción. A menudo se ha dicho -y en muchos casos con cierta extrañeza- de Napoleón y de César, que además de haber sido grandes conductores de ejércitos, fueron también grandes políticos, como si la conducción de ejércitos fuera una cosa distinta de la conducción de pueblos o de naciones. La conducción es una sola en todos sus aspectos: es una de las ramas de las artes que califica y posibilita a los hombres el realizar un trabajo artístico en la conducción, conducción que recorre todas las gamas. No podríamos decir que un pintor -que es otra de las ramas del arte- pinta bien solamente una cosa, que se ha unilateralizado en su arte para pintar una sola cosa. Eso no es un artista, eso no es un pintor. Si es pintor, pinta todo. De la misma manera, la conducción es indivisible, porque es una arte integral que universaliza y no sectariza. Los que sectarizan son la negación del arte, y la conducción es un arte, un arte que presupone una dirección, una técnica, pero que también presupone, además de eso -que es la parte inerte del arte- , una parte vital: un artista. Y el artista es por antonomasia la universalización del arte y no la sectarización de lo técnico a una actividad. Decir que un hombre es solamente un conductor de ejércitos es decir una cuestión unilateral. El conductor lo es de todo, o de lo contrario carece de la conducción suprema del arte. Por esa razón, quién aprenda a conducir debe aprender a conducir todo: debe ser un artista de la conducción. Si se unilateraliza será solamente un técnico de la conducción, pero no un conductor. De la misma manera, si tuviéramos que concebir un pintor que solamente pinta hombres de uniforme, eso no es un pintor. Si es pintor, pinta de todo, y cuando aprendió a pintar todo, pintará mejor él al hombre de uniforme que como lo pintaría el que se tecnificó y se especializó en eso. Por eso, el conductor, de acuerdo a la concepción clásica del arte de la conducción, es conductor de todo o no es conductor en nada. Por eso yo no encuentro extraño que Napoleón, que fue uno de los más grandes conductores de la historia, brilló en los campos de batalla y también brilló en el gobierno de su país; del mismo modo que Julio César que fue también uno de los más grandes conductores, brilló en la conducción de la guerra y también en la conducción de su país, dando comienzo al más grande imperio que han conocido los tiempos. Por eso, señores, al considerar el problema de la conducción debemos pensar que es un gravísimo error enseñar una conducción unilateralizada. La conducción es una actividad del arte, y se enseña a conducir todo. Esto, hoy, desde el punto de vista de la conducción militar, es más veraz y más cierto que nunca, porque hoy no se conduce ejércitos en las guerras, se conducen naciones y pueblos, y el pueblo debe de tener la ductibilidad y la amplitud de concepción que impone la conducción de pueblos en la guerra, y no de actividades unilaterilizadas. Por esa razón, señores, esta clase de estudios superiores está destinada a ampliar ese panorama, diríamos a desnaturalizar la conducción para universalizarla dentro del concepto real de lo que debe ser un artista en la conducción, quien debe conducir cualquier cosa, porque los principios que rigen la conducción de una cosa son los mismos principios que rigen la conducción de las demás cosas: son comunes. Está la técnica y la misma se aprende en muy pocos días para el que está en el dominio de la teoría. Si, ahora, adentro tiene un poco de artista en la conducción, en el panorama se completa, porque este de la técnica y de la teoría se adquiere; en cuanto a lo de artista y de loco, todos tenemos un poco, según el viejo concepto que rige esta clase de actividades. Es cuestión de poner en combinación una y otra cosa para alcanzar a comprender y a penetrar el problema de la conducción. Por eso, señores, a menudo, cuando uno concibe la conducción con este orden integral, piensa inmensamente en el gobierno. Yo le oía decir hace poco al señor ministro de Defensa una cosa que es absolutamente real. No hay diferencia entre el gobierno de paz y el gobierno de guerra. El gobierno de guerra no es nada más que la continuación del gobierno de paz. Cambia en algunos aspectos la conducción, manteniéndose en otras la misma que se llevó en la paz. Este pasaje es el que posibilita la universalización en los conocimientos generales de la conducción que hoy más que nunca es una imposición de las formas, tanto para los hombres del gobierno como para los que se especializan en la conducción de algunos sectores de la actividad nacional. El gobierno, señores, está obligado a conducir las distintas fuerzas que actúan dentro del país y entre ellas las más importantes, que son las económicas, las sociales y las políticas. Yo echo una mirada sobre algunos países, que a menudo tomamos como ejemplo en su organizaciones institucionales, y pienso como puede gobernarse un país donde las actividades no están -en lo económico, en lo político y en lo social- directamente subordinadas a la conducción del gobierno. Yo entiendo que el gobierno es uno, y que esa actividad se extiende con influencia sobre las fuerzas que actúan dentro del país para darle unidad de concepción y unidad de acción. Las formas para realizarlo son extraordinariamente importantes, y ninguna de ellas ha de ser tan importante como el fondo mismo que resuelve el asunto fundamental de gobierno para la Nación. Y ello implica, señores, de una manera absoluta, la necesidad de ese tipo de organización dentro de la cual el sindicalismo representa un ochenta por ciento en la actividad del material humano para la producción y para la lucha. Si eso escapa al gobierno, nos vamos a encontrar en casos como una huelga metalúrgica, que en el momento más crítico del país puede paralizar durante meses la actividad absoluta en la confección de materiales para la defensa. Señores: no sé si las formas democráticas imponen ese tipo de anarquía en el gobierno, en cuyo caso yo no estaría con tales formas democráticas, porque las formas democráticas han de ser para favorecer el país y para favorecer al pueblo, y no para perjudicarlo en sus propios designios. Cualquier otra forma que resuelva el problema, a mí, como conductor, me resultará siempre más apropiado que aquellas que llevan a la disolución y a la anarquía. Los países no pueden vivir sistemas que permitan la disolución y la anarquía de su propio pueblo. En general, el capitalismo, en su organización y desenvolvimiento, cometió el más grave de los errores que pudo cometer cuando en vez de asociar a su esfuerzo al sindicalismo naciente en el mundo, se le puso enfrente, lo combatió y trató de destruirlo. Las cosas de la vida son favorables o desfavorables, según una circunstancia que uno sea capaz de ponerla con medios adecuados a su favor o en contra. Es como cuando nosotros, los militares, realizamos el estudio del terreno. Muchas veces un curso de agua o una zona intransitable, es un grave obstáculo para nosotros. Otras veces es un apoyo extraordinario, conveniente, según lo hayamos sabido aprovechar o no hayamos sido capaces de aprovecharlo. Lo mismo pasa con el sindicalismo. El capitalismo, en el mundo, en vías de ser destruido y el factor que gravita en esto es simplemente su oposición al sindicalismo. Es indudable que las viejas organizaciones políticas van siendo paulatinamente reemplazadas por las nuevas organizaciones gremiales, y este es un movimiento que el mundo ya no tiene fuerzas para detener, porque él ha llegado a ser tan extraordinario en la conciencia social de los pueblos, se ha extendido en tal magnitud por el mundo, que antes de volver a las antiguas formas ya superadas, prefieren ir al comunismo, que es también una triste solución, pero que es la única que le queda a los pueblos que encuentran cerrado el camino de la justicia y de la verdadera libertad. Este es un proceso que está viviendo el mundo, y es una cosa natural. Observen ustedes que la organización política es una organización circunstancial. La organización gremial es una organización casi de derecho natural, como la familia. De manera que esto es lo permanente. Las otras tienden a ir desapareciendo, y si no observen ustedes de un siglo a esta parte, en que la predominancia de la organización política era absoluta, hasta nuestros días donde la organizaciones políticas van siendo cada día menores frente al avance de la organización sindical. El régimen fascista y el régimen nacional socialista trataron de aprovechar estos sistemas haciendo organizaciones estatales con los sindicatos. Grave error. Le quitaron lo único bueno que podía tener el sindicalismo, que es su desenvolvimiento en un medio natural de libertad. Sometido al Estado mueren como algunos pájaros cuando uno los meta en una jaula, porque no viven puestos en cautiverio. Esa lucha del sindicalismo fracasó en las corporaciones famosas de esos sistemas que fueron un intento de aprovechar el sindicalismo en servicio del Estado, causa por la cual los llevó al fracaso. Esa organización sindical de que hablamos, al servicio de la Nación, es la fuerza más extraordinaria que puede utilizarse en el gobierno social porque es indudable que organizado el sindicalismo en beneficio y en servicio del país, favorecido con la acción gubernamental, adquiere, diríamos, el dominio, el gobierno, la organización y el desenvolvimiento total de la mayor parte del pueblo. ¿Por qué le hemos de poner en contra el gobierno, como ha sucedido hasta ahora? ¿Por qué la hemos de poner en contra del capital? ¿Por qué favorecer una lucha que lleva a la destrucción total de los valores mediante huelgas y sacrificios de todo orden en lo económico? Es indudable, señores, que para lograr el sindicalismo al servicio del país hay que cumplir una sola circunstancia: asegurarle un desenvolvimiento justo en sus actividades y satisfacer esa justicia social que es lo único que pide el sindicalismo. Mientras otras organizaciones piden toda clase de privilegios, el sindicalismo pide una sola cosa: justicia. ¿Quien le puede negar el derecho de ser tratado con justicia? Y cuando tienen esa justicia están a favor del Estado y no en contra de él. Yo podría citarles por ejemplo, no lo que e ha realizado en ninguna otra parte, sino lo que nosotros estamos realizando. Cuando en 1944, llegué a la Secretaría de Trabajo y Previsión, el sindicalismo estaba en nuestro país prohibido y muchos de sus dirigentes -alguno está por aquí- estaban presos en Villa Devoto. Cuando estudiamos el problema y escuchamos a esa gente, nos dimos cuenta que tenían la más grande razón del mundo. Ellos no reclaman sino lo que les correspondía y en toda esa discusión reclamaban que se les autorizase a asociarse con fines lícitos, porque es un fin lícito el que tiene cada hombre de defender sus intereses profesionales. Pero, ¿que es lo que había ocurrido en nuestro país? La Constitución Argentina establece que todo ciudadano tiene el inalienable derecho de asociarse con fines lícitos, de manera que esa organización estaba comprendida dentro de esos derechos. Pero como esa interpretación debía hacerla la Suprema Corte de Justicia, cuando estalló una huelga los metieron presos a todos y los procesaron por asociación ilícita, confirmando la Suprema Corte el fallo. Los metieron presos a todos y disolvieron los sindicatos que habían sido sometidos a esa parte de la justicia. En consecuencia, privados de sus derechos primarios acordados por la Constitución -pero a los que le habían buscado la vuelta para que la Constitución, en ese sector, no se cumpliese-, ellos estaban perseguidos, tenían que reunirse formado sociedades casi secretas para la defensa de sus propios intereses. ¿Podría darse un caso de injusticia mayor cuando todos los demás se reunían a vista y paciencia de todo el mundo para defender, quizás, intereses y privilegios espurios que no se comparaban jamás la necesidad de discernir sobre esa pobre gente? Fue así que, reconociendo verdad y propugnando la justicia, nosotros nos reunimos en la Secretaria de Trabajo y Previsión con una cantidad de personas y establecimos el primer decreto-ley que fijaba el régimen legal de las asociaciones profesionales. Esa fue una conquista extraordinaria para el sindicalismo argentino, porque desde ese día podrían reunirse con cualquier otro para la defensa de sus intereses, sin incurrir en asociación ilícita y sin verse perseguidos por la policía, si no amparamos por la ley. Todas las huelgas que se producían cesaron con ese solo hecho. Vean si había compresión, buenas intenciones, buena fe y confianza en esos dirigentes hasta entonces con altos prontuarios por comunistas y anarquistas, pero que, en verdad, eran tan comunistas y tan anarquistas como yo o cualquiera de ustedes. El régimen legal de asociaciones profesionales, que fue el anticipo de los Derechos del Trabajador, que en su artículo 10 establece los derechos de asociarse con fines lícitos para la defensa de los intereses profesionales, fue el punto de partida o, diremos así, la fe de bautismo legal para el funcionamiento del sindicalismo argentino. ¿Que pasó desde entonces hasta nuestros días para juzgar si esa medida fue acertada o no? Hasta entonces, las huelgas en la República Argentina destruyeron más valores que todos los accidentes que puedan haber ocurrido: pérdidas de cosechas y todos los accidentes que puedan haber tenido la República Argentina. Había un índice medio de casi un 20% permanente y, en los últimos tres años, nosotros hemos conformado los índices más bajos del mundo en conflictos gremiales con el 0,09 %, caso único en las estadísticas del mundo. Señores: quiere decir que nosotros, con esa sola medida hemos conformado un estado de cosas que no implica la lucha de un sector grande de argentinos contra otro sector grande de argentinos, donde el perjudicado fundamentalmente es el país, porque de cada huelga la pérdida de valores refluye directamente sobre la economía del país, además de refluir sobre el bolsillo de cada uno de nosotros. En esto, señores, el desconocer la ventaja que implique el asegurar la paz social en el país es lo mismo que desconocer la importancia del sindicalismo para la vida interna de la Nación. Por otra parte, los sindicatos no son, como muchos creen, cuevas donde se conspiran todo el día para ganar mayores salarios, trabajar menos y perjudicar en forma directa o indirecta a los patrones y a la Nación. El sindicalismo cuando se encara honradamente, cuando llena realmente las funciones, es un auxiliar extraordinario del gobierno. Sobre esto les voy a decir en pocas palabras cuál es la hermenéutica general del desenvolvimiento actual de los sindicatos argentinos en su relación con el gobierno y con el sistema, para que lo penetren. Cuando nosotros conformamos el régimen justicialista, pensamos que hasta ahora la experiencia había demostrado que las organizaciones políticas fueron siempre insuficientes para sostener a los gobiernos, porque eran fuerzas aleatorias, porque eran fuerzas fluctuantes donde los intereses reales de la Nación y el pueblo jugaban un factor muy secundario; más bien interesaban los intereses de los comités, de los caudillos políticos que se ponían contra el gobierno cuando no les deban un puesto o no los favorecía en forma directa o indirecta. Por eso, los gobiernos, aún procediendo bien, perdían su predicamento y caían frente a una oposición o frente a un movimiento revolucionario, porque nadie tenía interés en sostener una situación que no le atañía en forma directa. Nosotros dijimos: estas fuerzas políticas podrán ser mucho en apoyo y consolidación del gobierno, pero mucho más son las organizaciones sindicales cuando ellas han conseguido poner, paralelamente, la acción del gobierno y la acción sindical, al establecer el sindicalismo. Por eso creamos dos columnas: una es la sindicalista y otra la justicialista. Y yo les digo a ustedes, señores, que si hoy, por ejemplo, el sindicalismo abandonase al justicialismo, y... el justicialismo se vendría abajo por falta de apoyo. Pero no le arriendo la ganancia al sindicalismo cuando hubiera abandonado al justicialismo; con toda seguridad que pocos días después caería el sindicalismo. Esto ha hecho que haya una base de sustentación por mutuo apoyo, que no le permita al sindicalismo abandonar al justicialismo e, inversamente, que no permita a éste último quitar el apoyo al justicialismo. Se sostiene ambas por una compenetración y por objetivos comunes, y por que saben que cualquiera de ellas que caiga, cae inmediatamente la otra. En eso, señores, reside la verdadera fuerza de nuestro sistema. Es indudable, señores, que cuando lo hicimos, lo hicimos pensando muy profundamente en esta circunstancia. Nuestro apoyo como sistema esta basado, precisamente, en esas dos fuerzas: la política -que representa al justicialismo - y la sindical - que representa al verdadero sindicalismo. Para que este sindicalismo pueda desenvolver su acción paralelamente al gobierno, es menester que sea libre. Nosotros no tenemos desde el gobierno ninguna imposición hacia el sindicalismo. Tenemos, sí, un acuerdo; y cuando yo voy a tomar una medida de gobierno, los consulto, y cuando ellos van a tomar una medida sindical, me consultan. En eso van ellos en ganancia, pero yo voy en una ganancia extraordinaria porque me aseguro un apoyo político que de otra manera no tendría nuestro sistema. Porque estamos los dos defendiendo un mismo objetivo, que es el objetivo de la Nación, y ellos lo saben. Y en el preámbulo de cada declaración de las organizaciones sindicales está colocado que el interés supremo que se defiende es la Nación. Y cuando un sindicalismo se organiza sobre estas bases, es inconmovible. Es inconmovible, como todas las instituciones de bien público, porque todos estamos dispuestos a defenderlo hasta con nuestra propia vida. Esta declaración y base de nuestra organización sería insuficiente si en los hechos nosotros no lo realizáramos acabadamente. Por eso, cuando yo hablo del sindicalismo a los propios dirigentes, les encargo que tengan sus organizaciones para la defensa de los intereses profesionales; y también que agreguen la mutualidad, que hagan sus cooperativas, sus proveedurías y hagan sus escuelas sindicales. ¿Por qué les digo eso? Porque con eso el Estado y el sindicalismo pasan a ser una misma cosa. Los intereses profesionales los defendemos nosotros desde el gobierno con los propios Derechos del Trabajador colocados dentro de nuestra Constitución. De manera que, estamos realizando la misma tarea. ¿Como vamos a estar enfrentados? No, marchamos paralelamente. Cuando les hablo de mutualismo es, que presupone tener su atención médica, su dentista, su maternidad, etcétera, ¿qué es lo que les estoy pidiendo? Les estoy ayudando, señores, a que tengan hospitales, policlínicos y atienden la salud física de todos sus asociados; porque si no lo hacen ellos, lo tienen que hacer el gobierno. Si ellos hacen esa función con sus asociados, mientras el gobierno lo hace con todos los demás, ¿como vamos a poder estar en pugna? No, si también marchamos del brazo, realizamos una tarea que es común a ellos y común al gobierno. Cuando les hablo de sus proveedurías para la defensa del poder adquisitivo de su salario mediante una obra social del sindicato, pues les estoy propugnando un aumento indirecto en su salario, desde que con esas organizaciones ellos defienden el poder adquisitivo. ¿Acaso no hace lo mismo el gobierno con las comisiones de agio y represiones de todo orden de la policía económica? Ellos realizan lo mismo desde allí, desde sus proveedurías. Entonces, señores, realizando la misma tarea en ese orden, ¿como vamos a estar enfrentados? No, marchamos también paralelamente. Cuando les hablo de la escuela sindical, que está destinada a elevar la cultura social del pueblo, ¿no se trata, acaso, de lo mismo que nosotros estamos realizando en el Estado, la tarea que se cumple mediante el funcionamiento de miles y miles de escuelas que realizan lo mismo? Entonces, ¿como vamos a estar uno frente a otro? Marchamos también de acuerdo y paralelamente. El secreto en mi concepto, de la organización sindical, está en barrer de ella todas las deformaciones que el capitalismo y el comunismo metieron dentro de esas organizaciones. Cuando esas organizaciones estén libres de eso, en cada país serán instrumentos de bien público, que servirán en forma directa al pueblo, y en forma directa o indirecta a la propia Nación. Esta organización, señores, es una organización al servicio de la Nación, y nosotros la hemos conseguido mediante una sola circunstancia; dándole al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios; no dejando que se transforme el Estado en un instrumento de explotación de su propio pueblo. Cuando el pueblo siente sinceridad y lealtad en el gobierno, ese pueblo, el 85 por ciento de la población, irá a la guerra y se hará matar contento cuando defienda lo que es de él; pero no irá contento ni feliz a defender un sistema de explotación y miseria, así sea en nombre de la patria o de cualquier otra circunstancia. Señores: yo puedo decir, con el conocimiento que me da la compulsa de los sistemas sindicalistas del mundo entero, sean estas organizaciones de tipo capitalista o comunista, que no creo que en el mundo haya en este momento un movimiento sindical mejor organizado, más serio y más responsable que el movimiento sindical argentino. Esto se debe nada más que a la bondad del pueblo argentino. No tendremos dirigentes sabios, porque la mayor parte de todos esos sabios, salvo rara y honrosas excepciones, eran tan sabios como sinvergüenzas. Cuando se perdió la dirección de esa gente que estaba al servicio, o de los intereses capitalistas, mediante una paga, o de los interese comunistas, mediante otra paga, y empezaron a actuar los verdaderos dirigentes del movimiento sindical, los que siempre obraron con sinceridad y lealtad con su masa, desde ese momento desaparecieron todas las deformaciones, todas las anarquías y todas las incomprensiones. Se unieron en una gran central obrera que representa hoy, para el Estado, toda una garantía de responsabilidad, porque no piden lo que no deben pedir, porque comienzan a comprender el equilibrio que es necesario mantener dentro de la sociedad y dentro de la comunidad. Y ellos son los principales defensores de ese equilibrio, porque el día que se pierda, los primeros perjudicados van a ser ellos, y en esto, el interés tiene una importancia extraordinaria. Señores: habría mucho que decir sobre el aspecto sindicalista. Prefiero que racionalmente, el profesor de la materia, con gran conocimiento y capacidad sobre este tópico, pueda desarrollar un programa en distintas sesiones. Yo sólo he querido mostrar de esta clase de botones, un solo botón, poniendo en evidencia cuál debe ser la concepción moderna del sindicalismo, que muchos han aprovechado mal porque han querido hacer de él un instrumento de designios no confesables, porque el fascismo, el nacionalsocialismo, el capitalismo y el comunismo, han manipulado el sindicalismo como instrumento de designios que no pueden confesar. Nosotros hemos preferido persuadir leal y sinceramente, utilizando esa fuerza de aglutinación extraordinaria que es el sindicalismo en beneficio del Estado, del país y del pueblo. Lo hemos conseguido porque hemos sido sinceros y hemos sido leales con ellos. Ya se ha terminado en el mundo el tiempo de los vivos; ya estamos todos avivados; de manera que el que cree que mediante engaños puede obtener los designios que no obtiene mediante la sinceridad y la lealtad vive en estos tiempos equivocados y no conseguirá jamás por vías tortuosas lo que no puedo conseguir por medios leales y sinceros. Los obreros son hombres simples; los dirigentes son hombres también sinceros y simples, sin ninguna complicación, pero que entienden muy bien lo que les conviene y lo que no les conviene. Ya les han hecho tanto clase de maniobras que ellos desconfían hasta cuando uno, con sinceridad y lealtad, les lleva algo que les conviene. Lo estudian muy bien, lo consultan entre ellos y preguntan, en último análisis: "Bueno, pero qué es lo que se va a conseguir con esto, y como se le va a conseguir". Ustedes no tienen una idea de ello. Cuando el mismo Consejo Económico les habla en términos técnicos sobre el problema, ellos saben que es eso y lo traducen a términos simples y fáciles, pero dando la impresión absoluta de que penetran, conocen y comprenden los alcances de cada uno de esos problemas. Hoy, como digo, el gobierno impone más bien persuadir que obligar. Una cosa es el mando y otra el gobierno. En el mando no hay nada que persuadir: hay que obligar directamente, pues no hay tiempo para dar explicaciones; pero en el gobierno hay mucho tiempo, y no hay necesidad de obligar, es siempre más conveniente persuadir, porque entonces se anda más rápido. En estos tiempos, en que el mundo vive una etapa de su desenvolvimiento, desde todos los equilibrios han sido rotos o están por romperse, el obligar es una cosa peligrosa; en cambio, el persuadir, es siempre más constructivo, más rápido y más provechoso. Nuestro gobierno se decide por esto: persuadir antes que obligar. Claro, señores, que esto reza para los que cumplen la ley, no para los que delinquen con ella. Contra esos no solamente obligamos, sino que obligamos violentamente. Pero a quienes quieren entrar, preferimos persuadirlos. Yo quiero terminar estas breves palabras sobre lo que es para mí la concepción del sindicalismo argentino. No hablo de otros ni me interesan; hablo del sindicalismo argentino porque lo conozco profundamente en su organización y, quizá, en cada uno de sus hombres porque los vengo siguiendo desde hace siete años, hablando con ellos y penetrando sus verdaderas intenciones, su manera de actuar y sus condiciones personales. Como presidente de la República -quizá el primer presidente que se ha preocupado de organizar un gobierno, de organizar un Estado y de organizar un pueblo- debo confesar que entre todas las organizaciones que he realizado, la que no parece más fructífera para el Estado y para la Nación, como para el pueblo, la que me llena de mayor orgullo es, sin duda, la organización del sindicalismo argentino, porque sé que ese dará al país y, especialmente al pueblo, las satisfacciones más extraordinarias en todos los órdenes, ya sea un tiempo de paz como en tiempo de guerra. Porque, señores, cuando seis millones de hombres, que son los que pelean -esos son los que pelean, porque de los que están fuera no hay muchos que lo hagan-, sienten el llamado de la patria, tengan la seguridad de que si ellos la sienten como la están sintiendo, no se van a quedar nunca en sus sindicatos ni en sus casas; esos son los que van a ir adelante. Muchas Gracias. ..........
1952-09-25
En el Colegio Militar ante jefes y oficiales del ejército. :
Señores: He tenido una inmensa satisfacción en concurrir a este acto para presenciar la exposición del señor ministro, la del señor comandante en jefe y la del señor cuartel maestro general. Pero mi más grande satisfacción no está, precisamente, en este acto de presencia, sino en el entusiasmo y en verdadero fervor que he visto en la palabra del señor ministro y en la de los señores comandante en jefe y cuartel maestre. Ese entusiasmo que han puesto en la exposición de los motivos que son sus propias ideas es lo que caracteriza a los hombres decididos. Y en general puede ser cualquier cosa menos un indeciso. Por esa razón, cuando veo a los generales que no hacen una exposición fría, sino entusiasta de sus propias ideas, me siento satisfecho como general de la Nación y como ......(tendria que decir presidente) de la República. Esos planes para las operaciones militares tienen su punto de partida en los objetivos de la Nación, y los objetivos de la Nación están determinados en la propia doctrina nacional. Un país sin doctrina nacional no puede presentar el panorama necesario para que el profesional militar se inspire para la confección de sus planes de operaciones. Poner los objetivos militares desconectados de los objetivos de la Nación es estar trabajando fuera de la realidad. Por eso tiene, en este orden de elucubraciones estratégicas, una importancia extraordinaria el establecimiento de una doctrina nacional. La doctrina nacional nace, señores, como nace la doctrina militar; de un plan de acción, de un plan de operaciones para la guerra y de un plan de acción para la Nación, donde estén fijados los grandes objetivos que han de inspirar tanto a los que dirigen como a los que ejecutan. Si todos no están perfectamente embebidos de cuales son las finalidades y los objetivos, nadie puede construir a ciencia cierta un plan de acción. Por eso, desde el gobierno me he preocupado en primer término por establecer esa doctrina nacional en la cual se inspirarán todos los planes de acción que en los distintos órdenes han de estructurarse en la Nación, ya sean de carácter político como de carácter económico, social y militar. Ese punto de partida es la base. Quien haga un plan de cualquier naturaleza fuera de eso estará colocando los caballos detrás del carro. Nada puede hacerse si no nace de esa inspiración inicial que fija los grandes objetivos a que tiende la Nación. Por eso me parece acertado que los señores comandantes de tropas estén inspirado su organización y toda su acción en los planes que emergen de los grandes objetivos de la Nación, hoy claramente fijados para todos los argentinos, sean éstos civiles o militares. Creo, señores, que se ha estudiado perfectamente bien lo que se refiere a la posibilitación de una organización de paz que corresponda a los objetivos de paz y que tienda a la realización de los objetivos de guerra. Esa es la base y el puente de partida de toda combinación, planificación y racionalización orgánica de los organismos militares. Cuando no existe esa planificación, se podrá hacer una instrucción, pero será una instrucción que tenderá a muchos objetivos; y como las cosas que tiende a muchos objetivos, resultará algo así como el sofacama, en el que uno se sienta mal y duerme pero. Las cosas se hacen con un objetivo, y todo lo que se elabora debe tener esa finalidad, si uno quiere realmente cumplir un esfuerzo y realizar el plan que se ha trazado. Sería largo hacer disquisiciones sobre los aspectos que hemos escuchado. Pero lo que sí podemos decir es que se trata de un estudio racional cuya ejecución pondrá en evidencia empíricamente todos los fundamentos que nos han sido ofrecidos en esta apreciación, sobre las disposiciones orgánicas y racionales del Ejército en su nuevo agrupamiento. En cuanto al cuartel maestre, yo entiendo que realiza las previsiones en forma perfectamente ajustadas a las necesidades y a la realidad. El ejército en este país, como en todos los países del mundo, llena una función de paz y llena una función de guerra. La función de paz tiene dos aspectos: primero, capacitarse de la mejor manera para la guerra -esta es la función fundamental- y, segundo, vivir en las mejores condiciones, llenando todas sus necesidades, sin que ello gravite en forma tan exagerada que la Nación no pueda costear los países del mundo, en buenos y malos tiempos. Que el cuartel maestre trate de utilizar la economía directa, que es: no gastando más de lo necesario y suprimiendo todo lo superfluo; que trate de producir por sí algo, para que amengüe los gastos que producen las instituciones; y que busque, además, todos los medios para realizar una obra social que permite alcanzar un mejor bienestar a todos los miembros. Todas estas son funciones inobjetables, desde todo punto de vista. Ustedes saben que el ejército ha iniciado, hace años, el estudio de la posibilidad de utilización de su propio patrimonio para producir. Nosotros estamos pidiendo a todo el pueblo argentino que produzca, porque la grandeza de la Nación ha de venir solamente mediante esa producción. ¡Cuántos ofrecen ayuda técnica y económica! Nosotros sabemos que precio tiene esa clase de ayuda cuando llega más allá de las fronteras. Nosotros sabemos también que en la etapa actual de la humanidad, los pueblos labran su propia felicidad o viven en la desgracia. Si queremos una Nación grande, debemos hacerla producir. Ya no nos podemos dar el lujo de tener zonas improductivas, ni para ir a pasar el fin de semana, ni para alguna de esas cosas. Sería lamentable que el ejército, una institución calificada como el reflejo directo del patriotismo mismo de la Nación, fuese quien tuviera enormes extensiones de tierra sin hacerles producir. El ejército tiene que empeñarse en producir. ¿O vale más tener campos y regiones del país que están improductivas? Pero, si eso es algo que hasta por prestigio del ejército hay que realizar. Señores: se ha dicho muchas veces que a los jefes y oficiales no había que darles ese trabajo porque los alejaban de sus funciones específicas o porque eso hacía que muchos señores de dedicasen a los negocios y procediesen deshonestamente. Por eso no se les dejaba producir verduras y otros productos aún cuando teníamos inmensa regiones de tierra fértil, y por eso se pagaba diez veces el costo de los mismos productos. Señores: si hay deshonestos entre nosotros, que le apliquen las sanciones convenientes, pero no vamos a inferir la ofensa de hacer crecer que todos están inclinados a no ser honrados dentro de la institución. Por otra parte, en la obra social directa a realizar en beneficio de los oficiales, suboficiales y soldados, no puede haber nada más notable, más honesto y más desinteresado. Ustedes saben que el inconveniente que siempre hemos tenido ha sido el de mejorar los sueldos de los jefes y oficiales, cuando se aumenten los sueldos a los jefes y oficiales, normalmente se producen en el Congreso largas discusiones, porque se dice que "si un general gana tanto, cuanto va a ganar un juez y cuanto debe ganar un maestro", etcétera. Bien, en toda esa comparación y en toda esa equiparación, siempre resulta que nosotros somos los privilegiados. La manera de equiparar eso, es el desarrollo del bienestar social. Nosotros podemos, mediante una ley de construcción de viviendas, ofrecerles a los jefes y oficiales un beneficio que, por otra parte, se ofrece a todos los demás ciudadanos. Por que no van a poder hacerse su casa en condiciones baratas y evitar el pago de un alto alquiler. En esa forma van a pagar alquileres bajos y con ello, -cuando empiecen a pagar ese bajo alquiler- van a ir recibiendo un sueldo indirecto que no se lo van a deber a nadie; se lo van a deber a la institución misma y, por consiguiente nadie se los podrá echar en cara. También podrán, mediante este procedimiento, lograr verduras, carne, leche, patos, etcétera, a precios baratos, porque ellos los producirán. En esta forma lograrán un ahorro de 300 a 400 pesos por mes, lo que representará un aumento indirecto de sueldos que nadie podrá discutir. Yo, señores, tengo que dar mi palabra de encomio a estas actividades del Ejército. Creo que esta solidaridad que se establece mediante estas actividades, en las cuales algunos trabajan para todos, es uno de los sentimientos que debe caracterizar la verdadera camaradería. Esta se cimienta más en la lucha por el bienestar colectivo de todos los días, en todos los sitios, que haciendo comidas de camaradería, donde a menudo nos ocupamos de "sacarles el cuero" a los otros que están al lado nuestro. Esas formas ya superadas de la solidaridad y de la camaradería han de ser reemplazadas por una camaradería y una solidaridad constructiva y eficaz, donde casa uno ponga un pequeño esfuerzo para beneficiar al camarada y a su familia en forma inmediata y directa. Creo que con esto el Ejército está iniciando una gran obra. Yo no me hago demasiadas ilusiones acera de la total autocapacitación económica de las Fuerzas Armadas, pero cualquier esfuerzo que se haga en ese sentido será una bandera que podremos hacer flamear frente a todos los malintencionados -que los hay muchos- que levantarán su voz para decir siempre que nosotros somos la rémora de la Nación, que consumimos todo y no producimos nada. La importancia de esto, aunque no fuese más que moral, sería suficiente para que nosotros pudiéramos ofrecerla como muestra de buena voluntad a un pueblo que trabaja y se sacrifica todo los días para construir una patria feliz y grande. Felicito al señor ministro y a las autoridades del Ejército por su interés en desarrollar esto cada día más, junto a la idea de autocapacitación, aún cuando ello no alcance sino a un sector pequeño en lo material, pero que será grandioso en lo moral por el ejemplo que representará para toda la Nación. Por otra parte, los cuarteles se convertirán así en una escuela más completa para los ciudadanos de la Nación, donde podrán aprender, además de la instrucción militar, a capacitarse para la producción en sus propios territorios o zonas. Nuestro pueblo necesita de esa educación. Yo, que conozco países europeos donde se siembra la verdura sobre el filo de los cerros, para no desperdiciar lo que es necesario para la producción, puedo darme cuenta de que todavía tenemos mucho que aprender en ese sentido, y el cuartel es la mejor escuela para formar pueblos virtuosos y trabajadores. Eso es también función nuestra, y es también preparar el país para la guerra, porque el país será más fuerte cuando, mediante el trabajo de todos los días en la paz, pueda configurar una gran Nación con un gran poder económico, que generalmente refleja un gran poder militar. En esto, no tenemos que detenernos ni en la maledicencia ni en la murmuración, que son formas cobardes de la crítica. Las críticas que nos puedan hacer en este sentido, deben tenernos completamente sin cuidado. Porque los móviles que promueven esa acción son superiores a toda culpabilidad de crítica, por divergir probablemente de un objetivo que es la preparación para la guerra. La preparación para la guerra no puede ni debe sufrir, sino que puede y debe ser aumentado y complementado con esta propia acción que el ejército realiza por su bienestar y por su capacitación. Entre las preocupaciones más grandes que he tenido yo en el gobierno, está precisamente la de organizar. Cuando llegué a la Casa de Gobierno me encontré con un gobierno desorganizado. Porque yo no llamo gobierno organizado al que tiene un oficial mayor para poner un sello, un edecán para recibir a los amigos, un secretario privado para contestar las cartas a las relaciones y un secretario político para repartir los puestos públicos. Yo no le puedo llamar a eso un gobierno organizado. Eso es un gobierno total y absolutamente inexistente. Encontré también un Estado totalmente desorganizado. Y no hablemos del pueblo, porque el pueblo estaba más que desorganizado. Mi primera preocupación como gobernante fue pensar si yo podría gobernar a este país en estado inorgánico. Y puesto que soy general, sé, como lo sabrán perfectamente ustedes, que lo único que no se puede gobernar es lo inorgánico. Es como si alguno de ustedes tuviese su división, con el armamento en el arsenal, los soldados en el campo, sin oficiales, sin suboficiales, sin jefes, y les dijeran: "Conduzca esa unidad". Lo mismo pasa con la Nación. Si la Nación no tiene su gobierno organizado, su pueblo organizado y su Estado organizado, no puede ser conducida ni puede ser gobernada. En este momento yo puedo decir: el gobierno está total y absolutamente organizado. Tenemos todo los organismos para planificar perfectamente, con estudios básicos perfectamente bien organizado, coordinado y trabajado por equipos. Esto abarca también al pueblo, que está en plena organización, en la organización de sus distintas fuerzas. Se organizan las instituciones económicas, las sociales, las culturales, etcétera. Yo necesito tener personas que representen esos grandes núcleos del pueblo con las cuales discutir los problemas, aclarar las cosas, tomar las decisiones; y que ellas se encarguen de hacerlas cumplir dentro del pueblo. Esto está bastante adelantado. Por lo pronto, cuando yo dicto una medida de gobierno el pueblo la cumple. Cuando se formuló el Plan Económico para el año 1952, y dije que ahorraran, que comieran menos carne, y dije tantas otras cosas, todo el mundo se reía. Decían: "El loco este cree que le van a hacer caso". Porque nunca le habían hecho caso a nadie. Cuando decían: "Hay que hacer economía", la gente gastaba más. Sin embargo, señores, hoy yo tengo la estadística en mis manos. Al "loco" aquel le han hecho caso todos, o la mayor parte, por lo menos. Solamente en la Caja de Ahorro Postal, en este año, se han hecho colas de tres cuadras para depositar, y los ahorros populares llegan a ocho mil millones de pesos. Carne estamos comiendo casi la mitad. Pescado se come tres veces lo que se comía cuando yo di la orden de consumir más pescado. Señores: podría irles diciendo una por una todas las previsiones del Plan que se han cumplido mucho más allá de cuanto algunos se imaginaban. Pienso que se me ha ido un poco la mano, porque los comerciantes están afligidos porque nadie les compra; y eso es falta de "liquidez", según dicen ellos. Para eso siempre hay tiempo. Para hacerles comprar -repito- siempre hay tiempo; y llegaría el momento en que yo le voy a decir al pueblo: "Compren" y el pueblo va a comprar. Y lo que se necesita en un mundo como el actual donde todos los equilibrios se han perdido, es que haya una persona a quien el pueblo le haga caso; y esto, señores, lo estoy comprobando yo todos los días. Para que haga caso el pueblo, primero, no hay que pedirle "macanas" sino cosas bien pensadas como hacemos nosotros. Para que la orden se cumpla debe ser una buena orden, porque si es mala no se cumple. Hay que empezar por dar buenas órdenes, en primer lugar; y en segundo lugar hay que darlas después de haber persuadido a la gente. Gobernar es persuadir, no mandar. Nosotros utilizamos primero la persuasión y después damos la orden. Todo esto se va cumpliendo. Pero yo creo que se cumple más efectivamente porque el pueblo se está organizando y cuando el pueblo esté organizado, recién podremos decir que tenemos una Nación que se puede gobernar y que se gobierna. He hecho esta disquisición, porque el ejército en sí es un pequeño pueblo. No basta con que el ejército esté organizado para su función castrense; debe organizarse también para vivir, y cuando se organice para vivir, tendrá en sí todas las fuerzas y todas las exigencias que se puedan cumplir y que se puedan realizar. Entonces, recién podremos decir que tenemos un ejército que va cumpliendo completa y acabadamente con su función de paz y con su función de guerra. Si yo, señores, después de mi acción en el gobierno, pudiese dejar un ejército en esas condiciones, sería, quizá, el más feliz de los hombres, porque habiéndome formado desde chico en el ejército para llegar ahora, de viejo, a ser su jefe, no podría haber en mi espíritu una satisfacción más inmensa que la de que ustedes sean felices y realicen su trabajo con entusiasmo y con patriotismo, para que cuando lleguen a viejos puedan ver coronada esta institución con los laureles del éxito y del triunfo que anhelamos todos los que vestimos este uniforme, si no somos unos mal nacidos. .........................
1952-09-26
Ante los a intendentes y legisladores de la provincia de Buenos Aires con la presencia del gobernador y vicegobernador de dicha provincia.
Señores: Yo deseo que mi primera palabra sea para agradecerles la amabilidad que han tenido de llegar hasta aquí para darme la inmensa satisfacción de poder estrecharles la mano. Siento, señores, una inmensa alegría al escuchar las palabras del señor gobernador, que evidencian de una manera absoluta, como nuestro Movimiento Peronista va unificando con sus métodos, y con su trabajo, los criterios que rigen toda nuestra actividad en la función pública. He dicho muchas veces que nuestro sistema se basa, más que en ordenar o disponer, en persuadir a la gente. Nosotros pensamos que mejor que obligar al hombre es persuadirlo. En esa tarea, vamos limando asperezas y realizando un programa de acción que nos hace cada día más compañeros, más amigos y más coordinados y cooperantes en la acción permanente para rendir tributo de nuestro máximo desvelo a la función pública que el pueblo nos ha confiado. El desarrollo de este congreso que ustedes terminan de realizar para cambiar ideas sobre el gobierno de los municipios de la provincia de buenos Aires, con la participación del gobierno provincial y de sus legisladores, es un acto más de la buena voluntad, para que, acordando sistemas y estableciendo métodos, vayamos cada día elaborando esa felicidad, a la que con tanto acierto se ha referido el señor gobernador, y la grandeza de nuestra patria, en un ambiente alegre y tranquilo de trabajo, confiados en que el porvenir nos ha de sonreír a corto plazo. Por eso, señores, les agradezco, en nombre de nuestro movimiento, la buena voluntad que ustedes ponen todos los días para hacer ese trabajo más fructífero y más agradable. Nuestro partido, nuestro movimiento, es nuevo. Por la proveniencia de los hombres que lo forman, es quizá lo más heterogéneo que se ha dado como partido o como movimiento político en la República a lo largo de toda su historia institucional. De manera que lo más difícil de conformar en él, ha sido una unidad de doctrina que nos asegurado que la misma manera de ver habría de llevarnos a una misma manera de apreciar, y que una misma manera de apreciar habría de llevarnos a una misma manera de resolver. En toda organización, lo más difícil de establece es precisamente eso, que representa la unidad de doctrina, que es el cimiento sobre el cual han de apoyarse todas las construcciones de orden orgánico en la política. Creo yo que lo fundamental de nuestro movimiento está, precisamente, en esa unidad de doctrina, Nosotros, al establecer la doctrina justicialista y al ponerla frente a la acción del Movimiento Peronista en la República, hemos echado las bases o hemos construido los cimientos que van a hacer indestructibles en el tiempo las construcciones de un verdadero movimiento político nacional. Yo veo esto con gran claridad. No llevamos mucho tiempo de organizados, pero llevamos el suficiente, para ir conformando una absoluta unidad de doctrina. Ya los peronistas comenzamos a ver, a apreciar y a resolver de una misma manera. Todo ello hace que podamos elaborar en conjunto, sin fricciones, sin luchas estériles y sin choques, la tarea que realizarnos todos los días. Pero queda mucho que hacer, todavía en este inmenso edificio que es la organización institucional de un partido, tenemos solamente los cimientos. Debemos colocar sobre ellos, todavía, muchos pisos de esa organización institucional. El primer piso que hemos de colocar estará representando por una organización estructural conveniente, a los que debemos agregar ahí mismo una organización funcional aparente para todo el movimiento. Eso conformará, sin duda, ese primer piso que, asentado sobre los cimientos, hará de esto el comienzo de una verdadera institución. Las organizaciones, generalmente, son de dos tipos. Cuando son gregarias y personalistas no se consolidan; la consolidación se logra solamente mediante una organización institucional. Nosotros, desde ahora, debemos tender cada día más hacia esa organización institucional, reemplazando todo sentido gregario en nuestro movimiento, para colocarlo detrás de las realizaciones a través de esa unidad absoluta de doctrina. Ya comenzamos a adquirir esa unidad, y es el momento en que debemos echar las bases de una profunda y concienzuda organización partidaria. El segundo piso debe consistir en la autodefensa que el movimiento ha de crearse en comparación con el organismo fisiológicos humanos que es, sin duda, una de las máquinas más perfectas. De él podemos recibir la inspiración sobre cuales son las autodefensas que es necesario crearla a la organización institucional que estamos conformando. Si el hombre no tuviese esas autodefensas, probablemente haría millones de años que hubiera desaparecido del mundo. Si nosotros queremos hacer algo consolidado en el orden institucional, debemos proveer también esas autodefensas de que todavía carece nuestra organización en forma eficiente. Ya hablaré detenidamente sobre esto algún día. El tercer piso es la capacitación, que es otra de las circunstancias que es necesario ir creando dentro de nuestra organización una absoluta capacitación en la masa mediante el conocimiento profundo y el desarrollo de nuestra doctrina. Hay que educar al soberano, como decían los antiguos políticos, pero hay que educarlo, hay que enseñarle, hay que desarrollarlo en el sentido del conocimiento de nuestra doctrina política. Hay que formar de la mejor manera posible a los dirigentes que han de encuadrar esa marcha. De ello quizás dependa en más alto grado la eficiencia de nuestra acción, que del número de adherentes que tengamos en el Movimiento Peronista. Siempre he dicho que en esto valen más cien ovejas mandadas por un león que cien leones mandados por una oveja. Esa capacitación he de llegar paulatinamente. En esto estamos ya estructurando los órganos de enseñanza y hemos de poner en marcha pronto una verdadera escuela de capacitación para dirigentes es políticos de nuestro movimiento. El cuarto piso será ya la formación de conductores, los que también necesita el movimiento. En eso la tarea es un poco más complicada y de más largo aliento, pero la hemos de realizar. No hemos de seguir actuando con amateurs en la conducción. Se impone ir formando hombres verdaderamente conocedores, y profundo conocedores del arte de la conducción. Ocurre lo mismo que con las demás artes. Conducir es un arte. Ha menester una teoría del arte, de una técnica del arte y de un artista. En esto, pasa como en el piano, como en la música, como en todas las cosas. Cuando el chico empieza a tocar el piano, se le enseña la teoría de la música primero, el solfeo, en fin, todas las tareas intermedias, punto, contrapunto, para llegar a la alta composición. Luego le dan una técnica para el instrumento que va a tocar. Después con lo que él tenga de artista, hará el resto. Quiere decir que así como el arte de la música se puede alcanzar mediante una teoría y mediante una técnica, nosotros, en la conducción -que es otra manifestación del arte-, enseñaremos una teoría de la conducción, daremos una técnica de la conducción y con lo que cada uno tenga adentro de artista, podrá hacer el resto. Cuando nosotros hayamos alcanzado ese grado de perfeccionamiento en la conducción política, podremos mirar de costado a todos estos políticos que "tocan de oído", e, indudablemente, la superioridad de nuestra conducción se pondrá en evidencia a través de esa teoría, de esa técnica y de los artistas que podamos formar en la conducción. Una vez alcanzado eso, no saben ellos, "que tocan de oído", los conciertos que les vamos a hacer escuchar. Bien, compañeros, todo este programa de acción que estamos poniendo en marcha, racionalmente, sin hesitación y sin apuros, es un programa a cumplirse a largo plazo. La capacitación directriz, como la conducción, no se alcanza ni por préstamo ni por regalo de nadie. Se alcanza solamente trabajando. Algunos dicen que los artistas nacen y no se hacen. Eso puede ser cierto en una insignificante porcentaje de la humanidad, pero la mayor parte de los artistas se hacen. Se hacen mediante el trabajo. Y aun, según una vieja afirmación de Moltke, el genio suele ser trabajo. Nosotros hemos de trabajar y nos hemos de capacitar. Cuando alguno dice por ahí que yo conduzco más o menos bien porque he recibido una fuerza externa, está cometiendo un grave error. Para aprender lo que yo sé, que no es mucho, en conducción, me ha costado 40 años de trabajo y de estudio. Y esto mismo está al alcance de cualquiera. Es cuestión que se ponga a trabajar en ese aspecto, diríamos así, en esa manifestación del arte. De artista y de loco todos tenemos un poco. Es cuestión de cultivarlo, el artista, no al loco. Señores: trazadas estas largas líneas de nuestra acción en forma de un programa constructivo para llevar adelante no solamente nuestra doctrina, sino también nuestro movimiento que la interprete y la realice, tenemos mucho que andar y tenemos mucho que hacer. Sin embargo, si pensamos en la heterogeneidad extraordinaria de la procedencia de los peronistas, hemos alcanzado casi lo más importante de la organización, que es la aglutinación espiritual e intelectual suficiente para formar un cuerpo único con nuestro movimiento. Y hemos alcanzado, además, nuestra buena voluntad y nuestra decisión para actuar dentro de los postulados que nosotros mismos hemos establecido como obligación irrenunciable en la tarea que desempeñamos en el gobierno. Con eso podemos llegar a los más lejanos objetivos que ambicionamos; sin eso no llegaríamos, aun cundo los objetivos estuviesen más cercamos que nosotros. Vale decir que tenemos el vehículo para llegar; tenemos la fuerza motriz necesaria para alcanzar esos objetivos. Entonces, para que nos vamos a apurar por alcanzarlos si los hemos de alcanzar; pero los hemos de alcanzar y acabadamente. De ahí que, cuando vemos manifestaciones de este tipo y panoramas como el que nos presenta la provincia de Buenos Aires, que viene con hombres que gobiernan en casi toda la extensión de la misma, con el gobernador, el vicegobernador, sus legisladores y todos los intendentes de las distintas localidades, unidos en una sola voluntad y coordinados en un solo anhelo de servir, y de servir de la mejor manera, nosotros podemos darnos por satisfechos de haber alcanzado este estado de cosas, sobre todo, si pensamos que en esos cien y tantos municipios de Buenos Aires, hay solamente siete que han desertado a la buena causa, inducidos tal vez por las viejas mañas de las antiguas causas. Señores: yo sigo muy de cerca como se va realizando el gobierno de la provincia de Buenos Aires. Esta es la primera oportunidad que públicamente puedo reconocer y felicitar a los mandatarios de esa provincia y a todos sus colaboradores, porque veo que se ha implantado un sello profundo y altamente peronista, porque se está actuando mediante métodos alta y profundamente peronistas, buscando en esa colaboración y en ese trabajo mancomunado y coordinado la acción que no puede realizar ninguno, por sabio y por grande que pueda ser. En esa colaboración, en ese trabajo de compañeros, amistoso y humilde, a realizar en cada uno de los puestos en que nos toque actuar, está el triunfo y la grandeza de nuestro movimiento. Nadie podrá hacer por sí, por sabio y por grande que fuera, lo que puede realizar todos conjuntamente en toda la extensión de la provincia. Es por ello que quiero que mis últimas palabras sean de complacencia, como jefes de este movimiento, y de felicitación al mayor Aloé, al vicegobernador, a los legisladores y a todos los intendentes de la provincia de Buenos Aires. ...................................................
1952-09-29
DURANTE EL ACTO CELEBRATORIO DEL "DIA DE LA PREFECTURA MARITIMA"
No quiero sustraerme a la gran satisfacción de poder decir, en esta reunión de la Prefectura General Marítima, siquiera sean algunas palabras. En primer término, para encomiar a todos los servidores y ciudadanos que en esta oportunidad han recibido la distinción que premia el hecho de haber puesto en su decisión y en su coraje algo del espíritu que enfrenta las circunstancias para valorizar dos virtudes que para nosotros están por sobre todas las demás: el valor y la solidaridad. Estos hombres llevarán sus medallas recordatorias de este acto, y yo pido a la divina Providencia que todos los argentinos se inspiran en ellos, porque en esta tierra la solidaridad en la vida y el valor en la decisión han de ser virtudes que hemos de tener siempre en cuenta. He querido también ser, personalmente, quien anuncie a la Escuela de la Prefectura Nacional Marítima que en poco tiempo más, han de trasladarse a un local adecuado en el Tigre, donde se prepararán las instalaciones para que puedan tener un local más apropiado a sus actividades. Yo veo crecer esta ambición de ser cada día mejores en todo el personal de la Prefectura Nacional Marítima, y veo crecer también su escuela, la Escuela de Náutica y la Escuela de Personal Subalterno. Nuestras necesidades van creciendo con esto: los puertos y las vías navegables de nuestro territorio son siempre lugares de actividad. Su tarea en ellos impone no solamente capacidad, sino también un alto grado de autocontrol y de honestidad personal. En estas escuelas se están formando esos hombres, y espero que de esta mística naciente en esta nueva actividad que ha recibido de nuestra marina la escuela inicial y que ha de perfeccionarse en sus tareas futuras, resulte cada día más una institución que conforme una verdadera garantía en la navegación y en los puertos de la República. Y a los muchachos de la Escuela de Náutica, a quienes la patria ha podido ofrecer una marina, confiada también a su destreza y a su honestidad, les pido que con el mismo espíritu con que la Prefectura Nacional ha de cumplir en nuestra tierra, en nuestros ríos y en nuestros puertos, con esa misión que los enaltezca, sepan transportar por todos los mares del mundo nuestra riqueza amparándola con una bandera que solamente puede enarbolarse sobre corazones y pechos argentinos, capaces y honestos. Yo no, quiero dejar pasar esta oportunidad sin felicitar públicamente al señor ministro del Interior por haber sido el realizador de esta idea, idea que, de acuerdo con nuestro pensamiento, siempre presente, he de ser la escuela futura de las instituciones argentinas. Cada institución, por sí, bajo su responsabilidad, he de ser el artífice de su propio destino. Será grande y será gloriosa por sí. En la obligación de los que tienen el honor de vestir el uniforme e la Prefectura Nacional Marítima, de la Escuela de Náutica, o de la Escuela del Personal Subalterno de la Prefectura, en esa responsabilidad propia, está esa grandeza y esa gloria, que espero, en nombre de la República, se haga brillar en todas las circunstancias. .................................
1952-10-03
En la inauguración de la Conferencia Internacional de Telecomunicaciones pronunciado en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales
Señores delegados: Es para mí un altísimo honor declarar inaugurada esta Conferencia Plenipotenciaria de Telecomunicaciones, que ha querido reunirse en la capital de nuestra patria, para estudiar problemas de fundamental trascendencia para todas las naciones que integran la Unión Internacional de Telecomunicaciones. Los hombres que hemos hecho de nuestro destino una misión de responsabilidad social, los que hemos decidido definitivamente enrolarnos en las filas de los que trabajan para los demás, y afrontamos el cometido de nuestra propia vida poniéndola en función de servir, no nos sentimos nunca extraños entre vosotros. Así la tarea emprendida sea luchar por la felicidad de un pueblo como en mi caso, o bregar incansablemente por la unión de las naciones mediante sus intercomunicaciones como en el caso de los señores delegados. Por eso conociendo y apreciando en todo su valor la misión de bien común que cumple la organización que ustedes representan y que honran, con tanto esfuerzo y tanto sacrificio, cumplido silenciosamente y sin hesitaciones inoperantes, mi gobierno ha auspiciado con todo su empeño y con su más generosa cordialidad esta expresión internacional de responsabilidad universal. Nosotros constituimos en esta tierra un pueblo de hombres, que venidos de todos los cielos y de todas las razas del mundo, hemos alcanzado a crear en un siglo y medio escaso de existencia, una unidad de ideales de sentimientos y de voluntades extraordinariamente sólida y profunda. Poseemos por ello un fundamental sentido de lo nacional, y en esta tierra todo cuanto signifique una violación a la independencia y a la soberanía lograda por la sangre, por el trabajo y por el sacrificio de nuestro pueblo, constituye una indignidad que no se perdona jamás, no tanto en las leyes de la Nación, cuanto en los sentimientos y en la conciencia de los argentinos. Sin embargo, tan profundos, lógicos y humanos sentimientos nacionales, no han excluido de la mentalidad de nuestro pueblo, el sentido de lo universal, que nació con nosotros, cuando decidimos salir por los caminos de América peleando por su libertad; y cuando más tarde incorporamos a nuestro suelo, a todos los hombres del mundo que quisieran habitarlo con nosotros, para vivir con nosotros nuestro propio destino. Estas razones históricas, que forman parte de las esencias mismas de nuestro pueblo, son las que se manifiestan revividas en este momento trascendente de nuestra historia y del mundo. Nuestro sentido de lo nacional no es excluyente ni es aislacionista. Conformamos un pueblo mediante una doctrina: el justicialismo, con aplicaciones esenciales al orden económico social y político, pero nuestro sentido nacional repito, ni es excluyente ni es aislacionista. Sabemos que el mundo se achica progresivamente en virtud del progreso. Los problemas económicos, sociales y políticos no pueden ya ser resueltos de manera integral en ámbito de una Nación, porque forman parte del problema económico, social y político del mundo. En esto ha tenido mucho que ver el progreso de las comunicaciones, que han acercado materialmente a los hombres. Y digo materialmente, con expresa voluntad, porque no es el contacto personal o verbal entre los hombres, lo que los une, sino la coincidencia espiritual en los grandes objetivos de la vida. Esa es la razón fundamental que explica porque, en el mundo, el progreso de las comunicaciones no ha sido acompañado por una correspondiente y progresiva unión entre los hombres. En cambio estamos viviendo casi en permanente estado de discordia, y no faltan los que añoran aquellos tiempos de los siglos pasados, en que los pueblos más o menos distantes se ignoraban entre sí, y cada uno vivía a su manera su propio destino, de una manera casi totalmente aislada con respecto al resto de la humanidad. Yo no creo que sea necesario volver a aquellos tiempos para conseguir una ambiente de paz y de unión propicio para una vida humana digna de ser vivida. Esta solución, por otra parte imposible a estar altura de los tiempos, sería esquivar el problema fundamental del hombre, dejándolo en realidad abandonado a su propio destino. Nosotros pensamos, que no se trata de separar a los hombres de nuevo para que no se les plante el problema de sus luchas, si no más bien buscar la manera de unirnos mediante la coincidencia de todos en una solución que satisfaga las aspiraciones naturales de la humanidad. Esa ha sido la misión que nosotros hemos tratado de cumplir en esta tierra nuestra, y para ello hemos creado una doctrina que viene a asignar fundamental preeminencia a los valores del espíritu, que son los únicos valores, que nunca separan a los hombres y que siempre, por lo contrario, los acercan y los unen. Esa doctrina que nosotros hemos creado para los argentinos, ha convertido a nuestra patria en un oasis de tranquilidad en medio de un mundo convulsionado por la lucha, la opresión y la injusticia. La doctrina nuestra que llamamos justicialismo, porque auspicia la creación de un orden justo entre los hombres y la sociedad, entre lo material y lo espiritual, es profundamente humana, y se fundamenta en la observación del hombre tal cual es, en sus grandezas y en sus debilidades, en su excelsa dignidad y en sus limitaciones individuales que exigen el auxilio de la sociedad para el cumplimiento de su misión, de su deber y de su destino. Por eso no somos ni somos individualistas, ni somos colectivista, y auspiciamos el equilibrio y la armonía entre los derechos del individuo y de la sociedad. Esta doctrina nuestra puede ser, y así nosotros lo consideramos firmemente, una solución, como tercera ideología en este mundo dividido en que nos toca la enorme responsabilidad de convivir. Nosotros la hemos ofrecido a todos los pueblos y seguimos ofreciéndola, no como la garra de un imperialismo, sino como la mano abierta de un pueblo que por sentirse feliz desea compartir con el mundo entero su propia felicidad. Una felicidad que los señores delegados podrán apreciar por sus propios medios, mezclándose libremente entre la masa anónima de los hombres y mujeres que viven bajo nuestro suelo. Las telecomunicaciones en mi sentir, no solo deber realizar el progreso técnico de las mismas, porque si ese progreso no va acompañado por la unión de los espíritus, conducirá a la catástrofe más grande de la historia. Entiendo que no es por otra parte, misión ni responsabilidad d e loa Organización Internacional de Telecomunicaciones, auspiciar la unión entre los hombres, mediante soluciones que corresponden más bien a la filosofía política. Por tales motivos y con este sentido trascendente, considero que debemos trabajar en paralelo, a fin de que los pueblos del mundo obtengan del progreso técnico que ustedes realizan la solución que nosotros les ofrecemos. Ese es un gran ideal común para ustedes y para nosotros. Confío que el porvenir sea propicio para ese ideal y que nuestros esfuerzos se vean algún día coronados por el éxito con una humanidad más feliz de la que encontramos. Deseo que cada uno de los señores delegados se siente en esta tierra como en su propia casa y así les ruego que lo consideren. .....................
1952-10-11
En la sede del I.A.M.E, en la ciudad de Córdoba
Señor Ministro San Martín, señores ministros del Poder Ejecutivo Nacional, señor gobernador de la Provincia de Córdoba, señor embajador de Alemania, compañeros: Yo he deseado, a pesar de mis enormes tareas, llegarme hasta esta provincia, que es algo así como el corazón palpitante de la República, para presenciar junto con ustedes, y compartir la inmensa satisfacción de presentar nuevas conquistas de nuestra industria, neta y puramente argentina. Al hacerlo, compañeros, he querido traer a ustedes el abrazo de toda la República, por esta conquista, que ha de atribuirse al trabajo, al sacrificio y a la abnegación de todos ustedes. Compañeros, mi más grande satisfacción y mi verdadero orgullo, es que estos nuevos elementos, puestos a disposición de la Nación, constituyan una verdadera línea justicialista, porque son autos para los pobres, motos para los pobres y tractores para nuestros agricultores. Mi más grande ambición ha sido el ganar tiempo a las horas para ofrecer a cada uno de nuestros obreros un vehículo de su propiedad. El gobierno justicialista ha posibilitado el turismo de nuestros obreros, ha creado colonias de vacaciones, les ha comprado hoteles en todas las partes de la República para que ellos puedan hacer su descanso anual libre de toda preocupación y en un medio agradable y alegre. Ahora, compañeros, nos queda por realizar la segunda etapa: darle a cada familia obrera un vehículo, para que por sus propios medios pueda irse a pasar sus vacaciones. Ese ha de ser el primer objetivo a llenar conjuntamente, con ir ofreciendo paulatinamente a todos los obreros de la República, un tipo de motocicleta barato, económico, para que puedan trasladarse sin estar atados a los demás vehículos, a su propio trabajo. Hemos de trabajar en ese sentido, hasta hacer de eso una realidad, porque ese es el verdadero objetivo del gobierno. Compañeros: con todo esto vamos también realizando la industrialización del país, en su aspecto de la industria pesada. Hoy, gobernar es crear trabajo, es hacer que ningún habitante esté con los brazos caídos porque no tiene trabajo que realizar. En nuestro país está todo por hacerse. Sería ignominioso que un solo argentino se encontrara inactivo porque no tiene en que trabajar. En la nueva Argentina cada uno de nosotros, sus habitantes, debemos tener una tarea y realizarla con alegría, con fe y con decisión. Para eso, hemos de crear todo el trabajo que sea necesario, para que cada uno de los argentinos, merced a su esfuerzo, merced a su trabajo y merced a su abnegación, pueda labrarse un porvenir. Los pueblos modernos no aguantan los antiguos sistemas de explotación, para realizar los cuales, era menester tener desocupada la mitad de la población. Hoy es menester, a cualquier precio y con cualquier esfuerzo, crear trabajo para todos los habitantes. La Argentina tiene por delante un inmenso programa que realizar. Hemos de crear trabajo no sólo para los hombres sino para todas las mujeres de nuestro país. Y el camino para crear ese trabajo está indicándose desde acá: la actividad industrial. Nosotros, en nuestros nobles agricultores tenemos ya, una inmensa tradición cumplida y una inmensa tarea que realizar. Los hombres de otras regiones, deberán dedicarse a complementar esa riqueza agrícola-ganadera con el esfuerzo de nuestra propia industria. Está en ustedes compañeros, colocando la piedra fundamental y los cimientos de esa inmensa obra que ha de realizar la República. Yo sé, compañeros, que en el corazón de cada uno de ustedes late el corazón de un argentino; yo sé que ustedes son los propugnadores y defensores de esta obra. Hay muchos compañeros que no tienen fe en ustedes, que dicen que nosotros no somos capaces de realizar una industria y de engrandecerla desarrollándola. Dicen que nosotros no somos capaces de realizar lo que realizan otros hombres, como si nosotros no fuéramos tan hombres como todos los demás. Dicen otros, que no tenemos la materia prima necesaria, como si en nuestra República, el suelo fuera diferente al suelo de los demás países de la tierra, y como si nosotros en nuestro suelo no fuéramos capaces de construir lo que han construido otros pueblos. Compañeros: a esos señores, algunos pesimistas, otros derrotistas, y los más, saboteadores de la República, no los hemos de convencer, porque sería perder el tiempo en explicarles; en cambio, los hemos de persuadir realizando las obras que ustedes están realizando en este Instituto Aerotécnico. En esto compañeros, hay que contestar a todo el negativismo de esos señores, que recién un compañero llamaba caimanes de la política; los hemos de convencer, digo, realizando esta clase de obras y no conversando sobre diversos temas. Ya nuestro programa del Segundo Plan Quinquenal no solamente va a desarrollar en toda la intensidad y con toda la decisión que es necesario, la industria pesada del país, sino que hemos de encarar, ya, toda la actividad extractiva, y yo aseguro al país, que antes del años 1958 tendremos para el trabajo de nuestros trabajadores toda la materia prima que sea necesaria. Yo sé compañeros que cuento con la buena voluntad y el apoyo del pueblo argentino, y cuando un gobernante se encuentra en esa situación no hay ningún programa imposible de cumplir. Si no tenemos maquinarias las vamos a construir nosotros mismos. Hemos de estudiar y hemos de trabajar, y nos hemos de sacrificar en el grado necesario para cumplir nuestro programa, porque ese programa será el único que asegure el futuro porvenir de la patria, en el que cada uno de los argentinos bien nacidos, debe de tener una reserva en un sitio de su corazón. Para aquellos hombres que no sean capaces de enfrentar al porvenir, hay que presentarles el corazón de los que somos capaces de vencerlo. Compañeros: a la generación de trabajadores que ustedes forman, el pueblo argentino algún día ha de rendirle su reconocimiento y su admiración, porque ustedes están construyendo una nueva Argentina. Yo aspiro a ver de Córdoba convertida en uno de los más grandes centros industriales de la República, y cuando esa hora llegue, compañeros, ustedes serán los iniciadores y propulsores de esa obra, y en el futuro de la República, cuando siglos cubran la tradición industrial argentina, cada uno de ustedes merecerá una estatua en cada plaza de la República. Hemos dicho, compañeros, que en nuestro país la suprema dignidad está en el trabajo; por eso hemos dignificado al trabajador y hemos dignificado el trabajo. Cada uno de nosotros debe hacer honor a esa suprema dignidad, y debe empeñarse en el trabajo, como la única actividad noble que hace grande a la patria y feliz a su pueblo. En el corazón de cada uno de nosotros ha de estar siempre presente, la necesidad de honrar el más noble y el más grande de todos los uniformes que puede vestir un ciudadano argentino: el noble uniforme del trabajo, cualquiera sea la actividad que realiza. También, compañeros, en este programa de realizaciones, toda la industria nacional ha de salir airosa en la empresa. Hoy sabemos que desde este Instituto se está propugnando el desarrollo de la industria siderúrgica en toda la República. Numerosas casa industriales, de0 numerosas ciudades argentinas trabajan hoy para el Instituto. En eso compañeros, debemos agradecer no solamente a los que nosotros estamos viendo surgir en este rincón de la patria, sino a todos los compañeros industriales y trabajadores que en otras ciudades de la República, están también están elaborando silenciosamente, la grandeza de nuestra industria que es la grandeza futura de la Nación. A todos, compañeros, yo les dejo el saludo reconocido de toda la República. Pocos se dan cuenta de lo que se está gestando en la ciudad de Córdoba. Muchos no lo comprenderán hasta de acá a mucho tiempo. Pero aún cuando desde acá, no saliese ningún provecho, habrá sido la piedra angular y la puesta en marcha del organismo extraordinario que ha de hacer de la República Argentina una Nación del porvenir. Cuando, pasados los años, dirijan los argentinos hacia Córdoba su mirada, no podrán olvidar jamás que de esa grandeza que ellos disfruten, la piedra angular y fundamental de la acción fue plantada por primera vez cuando se hizo el primer automóvil, el primer tractor y la primera motocicleta netamente argentinos. A ustedes que son los fundadores de la industria pesada en el país, les cabrá el inmenso honor de haberla iniciado. Y ahora compañeros, les cabe también, la inmensa responsabilidad de realizarla de la mejor manera en nuestros días. Que eso, compañeros, que representa un pedido que les hago en nombre de la Nación, sea el objetivo con que ustedes vivan, sea el objetivo con que ustedes trabajan y sean el objetivo con que ustedes sueñan, como soñamos los argentinos que amamos la patria y amamos a nuestro pueblo. ...................
1952-10-11
Ante una concentración popular realizada en la Plaza San Martín de la ciudad de Córdoba.
Compañeros: No he deseado pasar por Córdoba, a la cual había llegado para inaugurar las series justicialistas de vehículos automotores, sin llegarme hasta esta plaza para traerles el fraternal y caluroso saludo a todos los compañeros cordobeses. Córdoba en nuestro tiempo como el corazón mismo de la patria, sus fuerzas gigantescas del trabajo están aquí elaborando la Nueva Argentina con que todos los argentinos bien nacidos soñamos en estas horas. Para llegar hasta acá, he cruzado los feraces y hermosos campos de esta Córdoba legendaria, en los que Dios está premiando los esfuerzos de sus hijos con la misma generosidad con que ellos derramaron sobre el surco la semilla y el sudor fecundo de su trabajo. Por eso, compañeros cordobeses, a la inmensa satisfacción de llegar hasta acá para traerles mi abrazo de hermano y de compatriota, se suma la inmensa satisfacción de ver que en nuestros días esos campos que premian el esfuerzo de los cordobeses han sido sembrados en toda su extensión llegando hasta el propio camino para engrandecer y honrar el pedido del gobierno que dijo a los argentinos que este año había que sembrar, sembrar y sembrar. Y eso compañeros, es lo que era de esperar, porque Dios tiene que premiar a los buenos y debe castigar a los malvados. Y hoy en esta tierra bendita de San Martín, los buenos son los que trabajan por engrandecerla, y los malvados los que la sabotean para perderla. Contemplo compañeros, desde este balcón, a este maravilloso pueblo, lo mejor que tiene nuestra tierra según sostenemos nosotros, donde brilla la frente generosa de los humildes de esta tierra conjuncionado con los verdes uniformes de nuestros soldados a su frente. Esta compañeros, es la Argentina con que yo siempre soñé: el pueblo generoso de la patria con todos sus hijos sin distinciones de colores ni banderías marchando hacia el destino cierto de esta patria, que ha de coronarse de laureles con su trabajo, con su sacrificio y no con charlas inútiles. Por eso, vine contento y regreso orgulloso de haber visto que en este rincón sagrado de nuestra patria, se está elaborando la industria que ha de hacernos libres, fuertes y felices, con su trabajo. Córdoba tendrá por los siglos de los siglos el insigne honor de haber colocado en su propio suelo la piedra fundamental de nuestra industria. Nacen aquí los primeros automotores que han de rodar millones de kilómetros en nuestro país, y nace del esfuerzo generoso de los obreros y de los técnicos cordobeses una pujante industria en la que hemos de trabajar incesantemente para que sea orgullo de la República. Esta industria, cuya piedra angular colocamos en Córdoba, es el futuro de la Nación, y los argentinos no han de olvidar nunca que ese honor está perteneciendo a los obreros y técnicos de esta sagrada tierra. Nos queda a los demás argentinos la obligación de honrarla, haciendo que en esta tierra surja, alrededor de Córdoba, una poderosa industria pesada, para servir al país. En ello, cada uno que se siente argentino y cordobés, debe llenar de orgullo su corazón. Yo regreso ya con ese profundo orgullo de argentino. En este momento y desde este balcón cumpliendo el deseo del señor gobernador, declaro inaugurado el hospital "17 de Octubre", pido a Dios que esté siempre vacío. Compañeros: no deseo regresar sin antes pedirles a todos que sigan trabajando incesantemente para construir la felicidad de nuestro pueblo y labrar la grandeza de nuestra Nación, y al hacerlo y abandonar esta maravillosa concentración, les dejo, en mi apretado abrazo sobre mi corazón, el saludo de toda la tierra argentina, que en estos momentos escucha y dirige sus miradas a este corazón palpitante de la patria que es Córdoba. ................
1952-10-13
Mensaje emitido por Radio del Estado y la Red Argentina de Radiodifusión para referirse a la importancia al censo agropecuario a realizarse el 11 de noviembre en todo el territorio del país.
Mensaje emitido por Radio del Estado y la Red Argentina de Radiodifusión para referirse a la importancia al censo agropecuario a realizarse el 11 de noviembre en todo el territorio del país. Mis primeras palabras sean, como siempre, las que lleven mi saludo afectuoso a todos los argentinos que están cooperando en la creación de la felicidad de nuestro pueblo y la grandeza de nuestra patria justa, libre y soberana. En esta oportunidad he de referirme a un aspecto aparentemente parcial de la actividad del país, pero cuyas proyecciones en el porvenir y su trascendencia, son tan fundamentales que ningún argentino tiene derecho a permanecer ajeno con respecto a esta realización extraordinaria. El Segundo Plan Quinquenal tiene su columna vertebral en la reactivación agraria. Esto no significa que se haya modificado en un ápice nuestra decisión del Primer Plan Quinquenal, que posibilitó el crecimiento industrial más extraordinario que registra la historia de nuestro país y la historia de los últimos años del mundo. Todo lo contrario. La industria debe seguir su desarrollo. Más aún: propugnamos la creación de una industria pesada cuyas primeras realizaciones, tuve el inmenso honor de lanzar al país en mi reciente viaje a Córdoba. La industria necesita del apoyo y el campo de la industria. En el Primer Plan Quinquenal el esfuerzo debió ser fundamentalmente industrial. Ahora, con una industria en marcha, pujante y vigorosa, que se abalanza sobre un porvenir que no pueden ver ni los mejores sueños, es necesario que el esfuerzo agropecuario alcance los límites de sus mejores años. El gobierno desea para ello actualizar toda la información estadística agropecuaria a fin de seguir en lo sucesivo, paso a paso, el desarrollo armónico de la producción y valorizar así el trabajo de los agricultores y ganaderos. Con tal motivo se ha organizado el reconocimiento o censo nacional agropecuario del 11 de noviembre. Las características de este reconocimiento son fundamentalmente distintas de las que rigen en los censos que se han venido realizando en todo el país. Hasta este censo agropecuario, un censo nacional de esta naturaleza representaba prácticamente, la movilización de toda la administración pública y una serie infinita de problemas y de gastos extraordinarios. Siempre he pensado que un censo no debía alterar para nada la vida del país, y la experiencia del Cuarto Censo Nacional vino a corroborar mis opiniones en este sentido. Los censos deben ser una actividad casi rutinaria en el país y para ello el Estado he de tener una organización permanente y estable, que en cualquier momento le permita realizar los censos que informen sobre cualquiera de las actividades de la Nación. En este momento, tres años de condiciones climáticas extraordinarias por lo desfavorables, han modificado sustancialmente, el desarrollo agropecuario, y ya no podemos valernos de estimaciones sobre la base del último censo. Es por ello que considero fundamental efectuar este reconocimiento de nuestras existencias agropecuarias, y para ello hemos previsto la creación de un sistema y de una organización simple y práctica, que se fundamenta en los siguientes principios también simples y prácticos: Primero: Todas las escuelas del país, sean ellas nacionales o provinciales, serán consideradas en lo sucesivo como unidades básicas de acción censal. Segundo: Todos los maestros argentinos, nacionales o provinciales, que actúen en escuelas primarias, serán considerados agentes censistas sin otro requisito que el de su propio nombramiento, en el cargo que ocupan y en su lugar de trabajo. Tercero: Cada escuela nacional o provincial de enseñanza primaria tendrá asignada su zona censal y la tarea previa al censo exige que los maestros, conducidos por el director responsable de la Escuela, realicen el empadronamiento de productores de la zona censal. Cuarto: En los lugares apartados del país los demás organismos y funcionarios del Estado que sirven al pueblo, actuarán como colaboradores de la Escuela bajo cuya dirección responsable se realizará el reconocimiento agropecuario. Quinto: Las escuelas harán llegar la planilla censal a los productores con una anterioridad no menor de cinco días, y las planillas deberán ser entregadas por los productos en el local de la Escuela el día 11 de noviembre. Si estos principios generales se cumplen tal como lo espera el gobierno, los resultados básicos del censo podrán establecerse antes de los 15 días subsiguientes al 11 de noviembre. Esta acción a desarrollar por productores y maestros, no debe alterar para nada el ritmo normal de sus tareas y ello sólo es posible mediante la buena voluntad de todos, y a eso tiende mi llamado a la colaboración en esta oportunidad. Yo espero que ningún maestro argentino y que ningún productor agropecuario, dejen de cumplir conscientemente su obligación censal, a fin de que así, consigamos realizar plenamente el reconocimiento de nuestra riqueza agropecuaria y al mismo tiempo demos un ejemplo de organización que servirá de guía para el futuro censal de nuestro país, de acuerdo en todo, con el grado de conciencia social y de organización que va alcanzando nuestro pueblo en marcha hacia su gran porvenir. ....................................
1952-10-13
ANTE LOS REPRESENTANTES DE COOPERATIVAS AGRARIAS.
Yo no he de hacer un discurso, sino que he de mantener una de nuestras acostumbradas conversaciones referentes al Segundo Plan Quinquenal en todo aquello que pueda interesar a los señores agricultores en diversas y diferentes cooperativas. Se ha dicho con cierta insistencia, en los primeros tiempos del Primer Plan Quinquenal, que nosotros habíamos abandonado el campo. Fue grande la grande la incomprensión que en esos momentos, azotó injustamente a cuanto realizábamos para la Nación. La actividad económica de la nación no radica, precisamente en un solo aspecto de su actividad, ni es lo agrario, o lo industrial, o lo ganadero, o lo cultural, objeto de una consideración unilateral en el engrandecimiento y en el progreso económico del país. Cuando en 1946 nos hicimos cargo del gobierno, la situación del país era de absoluta desorganización. Esto lo he afirmado en numerosas ocasiones. Países con mucho menos poder económico que nosotros y peor situación financiera, pero que habían organizado su riqueza desde hacía largos años, estaban en mejor pie económico y financiero que la República Argentina. Bastaría citar muy pocos ejemplos, aún de países coloniales, que habían pasado a la cabeza en lo económico-financiero con referencia a países libres, cuya economía era absolutamente colonial a pesar del título de su independencia política. Fue entonces que comenzamos a trabajar por la organización del país. El primer objetivo, que no muchos comprendieron, del Primer Plan Quinquenal fue el de obtener la independencia económica. Un país es exactamente igual que una sociedad económica, que una familia, en la organización y manejo de su economía, o que un individuo económicamente. Lo único que varía es la amplitud. La economía familiar, individual o societaria, es lo mismo que la economía estatal, sólo que ésta última es amplificada. Y nadie que tenga necesidad de trabajar en manos de terceros, puede considerar que él, o la familia, o la entidad, es una entidad privada, propia, que dispone de sus propios medios en forma discrecional como debe de ser la administración económica. El país estaba frente a un dilema: o realizaba su independencia económica, o no tendría jamás una economía propia. Esa es absolutamente la realidad de aquellos momentos. Es indudable, que había otros numerosos problemas de orden económico que complicaban aquella situación, a esa absoluta desorganización, se sumaba la necesidad de mantener una industria que durante largos años de guerra había surgido en el país, y que estaba amenazada de desaparecer, tan pronto nosotros hubiéramos abierto indiscriminadamente las fronteras a la adquisición de distintos y diversos materiales necesarios. Si hubiéramos hecho eso, hubiéramos cometido el más grave error porque habríamos hundido la mitad de nuestra industria, surgida merced a esfuerzos extraordinarios para suplantar la falta de abastecimiento durante la guerra. Aparte de eso, no olvidábamos nosotros los aportes que el país estaba pagando en servicios financieros al exterior. Estos eran los tres factores que debían gravitar en la solución del problema importante que el Primer Plan Quinquenal planteaba. Vale decir, en primer lugar obtener la independencia económica y organizar la riqueza del país; en segundo lugar, salvar la industria de la hecatombe que se le presentaba como irremisible tan pronto no hubiéramos tomado las medidas convenientes. Señores: de todos estos problemas hubo de hacerse cargo el gobierno. Si el gobierno hubiera fallado en una de esas cosas, era inútil que realizara todas las demás. Cuando dijeron que habíamos abandonado el campo, señores, no se ha dicho nada más injusto, creo que desde que tengo uso de razón. Porque cuando se pagó la deuda externa, se estaba liberando al campo, señores, si los que pagaban la deuda externa eran ustedes, los que producían. En esto, yo no me olvido nunca de un viejo cuento que escuché en mi tierra, allá en el Chubut, hace muchos años, de boca de unos galeses, que decían que en su pueblo, allá en Inglaterra, había una plaza con un campanario cuadrangular que giraba, y cada cuarto de día aparecía una figura sobre el campanario. Aparecía primero el abogado que decía: "yo defiendo vuestras leyes". A mediodía, giraba y aparecía un policía: "Yo cuido vuestras vidas". A las seis de la tarde, aparecía un pastor y decía: "Yo cuido vuestras almas". Y a las doce de la noche, aparecía un agricultor y decía: "Yo les doy de comer a los otros tres". Por muchos años, señores, ustedes han sido los que con su producción arrancada de la tierra, que es, en último análisis, de la única parte de donde sale la riqueza, habían estado sirviendo los servicios financieros de todo orden, hacia el exterior. ¡Como podían considerar que habían de salir de pobres si tenían que servir más de cinco mil millones de servicios financieros todos los años, que debían ustedes arrancar de la tierra! Yo no exagero cuando digo eso, porque, quien pagaba los servicios fianancieros de los ferrocarriles, de los teléfonos, del gas, del transporte al exterior que insumía más de quinientos millones de pesos anuales, quién servía la deuda externa que eran ochocientos cincuenta millones, quien pagaba los seguros, los reaseguros. Señores, la misma comercialización directa de las cosechas, hechas por compañías extranjeras, ustedes pagaban todo, eso representaba casi cinco mil millones de pesos por año. Piensen que solamente hasta el año 46', según la documentación del Banco Central, la República Argentina había perdido en diferencia de precios entre la importación y la exportación, más de cuarenta y un mil millones de pesos. Piensen, señores, que todos los años, nosotros de la riqueza anual, teníamos que extraer el cuarenta por ciento para los servicios financieros al exterior. ¿Y quien creen ustedes que pagaban eso? Y ustedes señores, ustedes eran los que lo pagaban. Por esa razón, cuando estábamos comprando una marina mercante, cuando estábamos organizando un sistema financiero, cuando estábamos creando organizaciones para la comercialización de la cosecha, cuando estábamos nacionalizando los seguros y los reaseguros, comprando los ferrocarriles, el teléfonos y el gas, estábamos pagando, con lo que en ese momento era un negocio pagar, una hipoteca que iba a gravitar sobre ustedes para cincuenta años más. Señores: en todo ese primer Plan Quinquenal primero, que era ni más ni menos que la reafirmación de la independencia económica argentina en los hechos económicos de la Nación, estábamos nosotros liberando, en primer término, al agro argentino, de esa hipoteca a que termino de referirme. Pero señores, cuando afirmábamos la industria nacional, estábamos también haciendo lo mismo. Piensen ustedes si resultó o no resultó un gran negocio mantener nuestra industria, que hoy está produciendo a mejores precios que la importación, y si nos conviene o no desarrollar esa industria para el futuro en el orden de la industria pesada, cuando estamos seguros de que vamos a poder dar materiales, tractores, etcétera, a menor precio del que va a venir del exterior, porque los programas de armamentos que hoy se desarrollan en el mundo, también los van a pagar ustedes, no vayan a creer que los pagan allá. Le construyen una cosechadora y al lado le construyen una ametralladora, y ustedes pagan las dos, la cosechadora y la ametralladora. La defensa del agro argentino no se hace solamente con medidas directas de favorecimiento, se hace también con medidas indirectas, pensando que cualquier plato roto que se produzca en el orden de la economía, al final la pagan los agricultores, que es la gran fuente de divisas que nosotros tenemos. Y que cuanto mayor sea el número de divisas que debamos exportar para pagar nuestras importaciones, mayor será el sacrificio que ha de desarrollar el agro para poder cubrir esas faltas. Por otra parte, señores, en aquellos tiempos que todo se hacía con materiales les importados, ustedes eran los que formaban con la divisas para que las grandes ciudades vivieran, progresaran y desarrollasen toda su actividad con materiales importados. Es claro que es más fácil traer un auto ya hecho que hacerlo acá, pero también en eso se va una enorme cantidad de divisas que de otra manera quedan aquí distribuidas entre los propios productores, los industrializadores y los circuladores de nuestra riqueza. Señores: esto es una cosa tan simple y tan fácil. Y lo hicimos cuando resultó un extraordinario negocio. Compramos todas esas cosas sin tener un solo centavo, porque no teníamos. Hicimos un buen negocio. Lo que otros aprovecharon para pagar la guerra, nosotros lo aprovechamos para pagar nuestra independencia económica. Piensen ustedes en 1946, vayan a ese tiempo y mediten sobre que es lo que se presentaba como panorama al mundo. Así lo pensamos nosotros en el Concejo Económico. Había terminado la Segunda Guerra Mundial. ¿Que venía después de la Segunda Guerra Mundial? La peor etapa de todas las guerras: pagarlas. Porque la guerra es un acto, como un individuo que se vuelve loco en su casa y empieza a romper todo lo que tiene. Le pasa el ataque de locura y después dice: pero que he hecho. Si quiere seguir viviendo tiene que reponer todo lo que ha roto, y para reponerlo tiene que pagarlo. La guerra es lo mismo: durante cinco años se han vuelto locos y empiezan a romper casas y todo y a gastar todo lo que tienen. Termina la guerra ¿y ahora que viene? Y si quiere seguir viviendo, tienen que pagar todo eso. ¿Cómo se pagan la guerras? Y las guerras se han pagado siempre de una misma manera: emitiendo, aumentando el número del dinero aunque se desvalorice, y con esa moneda desvalorizada, pagando los platos rotos. Eso lo han hecho todos los países en todas las guerras. Yo en eso entiendo algo porque es mi oficio es ése. Yo sé bien que no hay guerra que no se haya pagado con la desvalorización de todos los signos monetarios, y en una guerra que ha envuelto a todo el mundo significaba que todos los signos monetarios se iban a ir abajo, aún los duros, esos que llamados duros están valiendo cincuenta centavos de lo que valían antes. Con la guerra no hay duro que no se ablande, se ablandan todos. Bien señores, en 1946, nosotros apreciamos que el mundo tenía que pagar la guerra, para lo cual tenía que tirar todas las monedas abajo. ¿Que hicimos nosotros entonces? Y, nosotros teníamos oro, teníamos divisas, teníamos algunas acumuladas en países extranjeros, que como aumentaban los precios todos los días íbamos perdiendo, y nos llegamos a perder la mitad de lo que teníamos, porque todos los días subían los precios, inflaban eso y aquellas que teníamos nosotros depositadas sin garantía, sin interés, en los países a quienes habíamos abastecido durante la guerra, todos los días nos levantábamos y habíamos perdido un 10 o un 12 por ciento de la plata que teníamos depositada allá. Señores, nosotros pensamos, cuando tiren todas las monedas abajo, los bienes de capital van a adquirir precios inversamente proporcionales. Cuando bajen las monedas los bienes de capital suben en su valor, maquinarias, etcétera, todas las cuestiones van a subir enormemente en su valor. ¿Que es lo que teníamos que hacer el año 46'? Cambiar todas esas monedas que teníamos, o divisas, o signos monetarios de cualquier clase que fueran, cambiarlos por bienes de capital porque estos se iban a venir abajo y los otros se iban a ir arriba. Eso fue lo que hicimos cuando en 1946 yo ordené que comprar todo lo que se pudiera comprar. ¿Para que? Para que cuando las monedas se vinieran abajo no nos agarrara ni con una sola moneda en el bolsillo, nos agarrara con máquinas que se iban a ir arriba. ¡Esa era la razón! Fue así que nosotros compramos en una sola operación 60.000 camiones, que no se encontraban ni con microscopio en aquellos tiempos, porque los otros también sabían que eso se iba a venir abajo. Y los tenían escondidos, para cuando se fueran arriba encajárnolos, por la moneda nuestra que se hubiera ido abajo, entonces en vez de darnos diez nos hubieran dado uno, y nos hubieran cobrado por los diez. Esa lucha la ganamos nosotros, porque no quedó aquí ni un centavo, ¡mil tornapulls! compré en una sola operación, los barcos, todo lo compré con toda la plata que había, los ferrocarriles, los teléfonos, el gas, todo eso que valía lo compré con esa plata que no iba a valer nada después. Efectivamente, pasaron cinco años, en un solo día una moneda se fue treinta por ciento abajo por decreto, de las monedas duras, con áreas y todas esas cosas. Todo se vino abajo señores. Pero los camiones que nosotros compramos en seis mil pesos, que los vendíamos en ocho mil, hoy valen cien mil, después de cinco años de uso; la tornapull que compramos en veinticinco mil, hoy valen doscientos cincuenta mil, con cinco años en uso; los barcos, que compramos término medio en un millón y medio de dólares, hoy valen veinte millones de dólares; la maquinaria que trajimos, veinte mil equipos industriales, para reponer toda la que se había gastado durante la guerra, la compramos por la décima parte de lo que hoy nos costaría si la quisiéramos comprar. Todo ese representó un extraordinario negocio; extraordinario negocio que en el final hubiera refluido sobre ustedes, porque todo eso era divisa. Y si hubieran que comprarlo hoy en el país ¿a quien le iban a sacar la plata para comprarlo? A ustedes, que son los que la producen. De manera que ese negocio extraordinario que hizo el gobierno lo hizo para ustedes, que en último análisis son los que pagan el pato de la boda siempre. Piensen, señores, que nosotros compramos eso cuando las monedas estaban valorizadas, y en consecuencia, un dólar estaba a dos pesos sesenta, y que cuando nosotros vendemos, vendemos con dólares que están casi a veinte. Calculen ustedes, el negocio que esa sola transformación de moneda resulta en la economía nacional. Claro que eso no se puede hacer mas que una vez, dicen, en la vida. Y bien nosotros ya lo hemos hecho. Ahora no nos interesa mayormente. Señores: yo he entrado en esto para llevar al ánimo de ustedes que nosotros no abandonamos nunca el campo. Alguno, por ahí, una vez, entrando en una provincia, un señor vestido de bombachas y corralera, me dijo: "Han abandonado el campo". Le dije, "No, no lo hemos abandonado al campo. Nosotros no somos hombres que abandonemos una actividad cuando estamos en un plan de conjunto. Hemos estado trabajando para todos los argentinos, y todos los argentinos han de haber recibido un provecho de esa acción. ¿Por qué? Por qué fue acertada. Porque si no hubiera sido así, señores, no seríamos un país, por primera vez en la historia argentina, hemos salido de deudas. No debemos un centavo a nadie. No tenemos que mandar, el año pasado se mandó el 1 % en dividendos al extranjero en servicios financieros. Antes mandábamos el 40 todos los años. Y yo no veo la hora de que no mandemos un centavo, sino que traigamos de afuera servicios financieros para nosotros. Señores, en este orden de cosas yo podría hablar, no con teorías ni con conversaciones, sino con hechos reales y fehacientes, que marcan una etapa en la economía de la República, sobre todo en su organización y en su independencia. Porque lo primero que hay que hacer para ser independientes es pagar las trampas, y nosotros hemos pagado todas nuestras trampas, nadie puede decir que le debamos un solo centavo. Señores, sería largo que yo extendiese este exordio de mi conversación. Y no deseo tampoco, hacer una exégesis muy amplia de lo que hemos hecho y que está en conocimiento de la mayor parte de los argentinos, y está en la documentación oficial que nosotros hemos fijado como archivo para la Nación, que en el futuro quieran ver cómo se realizó la independencia económica, cómo se aseguró la justicia social y, cómo hemos mantenido y podido mantener nuestra soberanía política. Estas tres razones han sido toda nuestra orientación, y que la hemos cumplido, bien saben todos los argentinos que la hemos cumplido en la amplitud más grande de la palabra. Realizada esta primera etapa, señores, viene la segunda, que ha de cumplirse en el Segundo Plan Quinquenal. El Segundo Plan Quinquenal, así como el primero se dedicó a la independencia económica, a la justicia social y a la soberanía política, hoy ya conseguidas merced a ese primer plan, podemos dedicarnos decididamente al aspecto económico de la Nación, tanto en lo que corresponde a la producción, como a la industria y como a la distribución o al comercio, etapas de la economía argentina que han de ser consolidadas en este Segundo Plan Quinquenal, mediante un sinnúmero de arbitrios que van en detalle y que se conocerán el día que hagamos al pueblo argentino una amplia exposición de cuales son nuestros grandes objetivos para el Segundo Plan Quinquenal. Dentro de ese Segundo Plan Quinquenal está todo lo referente al sistema de distribución y de comercialización de la producción, que nosotros aspiramos a que esté total y absolutamente en manos del movimiento cooperativo argentino. Tampoco en el primer plan nos olvidamos de ese aspecto. Hemos echado las bases, y no estaríamos hoy reunidos acá, en tan amable ambiente si no hubiéramos echado las bases en el primer plan y hubiéramos fijado en un política determinativa de nuestra orientación cooperativista. El afán de nuestro movimiento fijado ya en 1945, trabajaba por la supresión de los inútiles intermediarios en cualquier orden de la actividad nacional, vale decir, que queríamos: un representación gremial del trabajo realizada fehacientemente por hombres de trabajo, que queríamos una política realizada por ciudadanos de la República y no por políticos profesionales, y que queremos la riqueza argentina movilizada y administrada por los propios productores de la riqueza argentina. Al fijar estas bases, surge, naturalmente, el movimiento cooperativo como único capaz de realizar un tan difícil trabajo, pero mediante una organización. Cuando esa organización se realice totalmente en el país, y señores..., nosotros habremos culminado con nuestro programa. La creación del I.A.P.I., que a mucho les llamó la atención, especialmente en el extranjero, es lisa y llanamente un primer tiempo hacia el servicio de la distribución por las cooperativas. Les explicaré cómo y que es lo que se hacía. Nosotros pensábamos, que debían ser los propios productores los que transformaran y comercializaran su propia riqueza, sea en el orden interno como en el orden internacional. Esa es la orientación básica, ése es el objetivo que nos trazamos. En ese momento, existían en el país, grandes consorcios encargados de la comercialización, que estaban colocados entre los productores y los consumidores. En el orden internacional, que era el más interesante, el productor se encargaba solamente de cosechar, y ya vendía en la planta muchas cosas. Y el intermediario la sacaba si quería, y sino, la dejaba que se pudriera para valorizar el resto que había sacado. Lo sacaba, lo acopiaba, lo transportaba a puerto, lo cargaba, lo transportaba a ultramar, y lo distribuía ya para el consumo, y nuestros productores estaban reducidos exclusivamente a producir. Mediante nuestro actual sistema queríamos cambiar, queríamos que en el orden internacional a ellos les quedara solo el derecho de consumir, que todo lo demás lo hiciéramos nosotros. Vale decir, producir, transportar en nuestros ferrocarriles, acopiar por las cooperativas, cargar por orden de las cooperativas, transportar en nuestra marina mercante, y distribuir por nuestros agentes en el exterior, de manera que a ellos les quedara solamente el derecho de comérselo o de consumir. Y esto lo hacíamos pensando, que el chacarero o el productor, o el agricultor, sacaba el diez por ciento, el noventa por ciento era para los otros, porque esa era la realidad, realidad que hoy es más fehaciente si uno compulsa precios y condiciones. Señores: todo eso no se podía hacer porque no teníamos organización, porque para hacer todo eso se necesita una organización. Los intermediarios estaban organizados, y el gobierno y el pueblo argentino y los productores no estaban organizados. Entonces pensamos nosotros, que para hacer un guiso de liebre lo primero que hay que tener es la liebre, y nosotros no teníamos la liebre, señores. La liebre son ustedes, las cooperativas. Creadas las cooperativas, sí se puede hacer el guiso de cooperativas. Hasta entonces no hay guiso posible. Entonces, nos decidimos a iniciar nosotros, por nuestra cuenta el trabajo, haciendo lo que los médicos llaman una operación en dos tiempos. Cuando hay que extirpar algún sector orgánico, los médicos generalmente sacan y ponen una cánula allí, para que siga la función, porque sino la operación no resulta negocio cuando se interrumpe la función. Es lo que nosotros hicimos. Ese sector intermediario era un tumor que estaba allí, absorbiendo la mayor parte de la vida de todos los demás tejidos que trabajaban de la economía argentina. Cortamos eso, sacamos el tumor y pusimos la cánula, la cánula es el I.A.P.I. ahora. Eso va a seguir permitiendo el funcionamiento regular de la función, pero el día que ese tejido crezca y haga inútil la cánula, sacaremos la cánula y dejaremos el tejido. El tejido son las cooperativas que reemplazarán a esto. El gobierno no hace esto del I.A.P.I. por un negocio. Lo único que hemos querido imponer es a un solo comprador que nos hacían las comisiones famosas de abastecimiento, hemos querido enfrentarle un solo vendedor, porque si los vendedores hubieran sido diez o veinte, yo se a donde hubieran ido los precios a parar. Con un solo vendedor, nosotros hemos podido mantener, ¡y saben como hemos mantenido los precios! Señores: esperamos ahora que la organización cooperativa reemplace todo ese sistema. Pero, para eso, las cooperativas deben ser una garantía para todos los agricultores y todos los productores argentinos. Antes sería aventurado hacerlo. El gobierno no tiene ningún interés especial en el I.A.P.I, porque no es negocio para el gobierno. Nosotros perdemos plata con el I.A.P.I. señores. En primer lugar, estamos pagando todos sus empleados del presupuesto, y cuando haya una organización que tiene que reemplazar al I.A.P.I., y... serán los productores los que lo tengan que pagar. Por otra parte, ustedes saben que nosotros fijamos los precios, que es una garantía. En el futuro, serán las cooperativas las que tendrán que fijar esos precios de garantía. Y cuando se comercializa y ganamos un por ciento sobre esos precios, nosotros entregamos aún, la ganancia superior a los precios fijados, a los chacareros. En el futuro, y... serán las cooperativas la que tendrán que hacer esa operación. Todo eso, presupone una organización. Si no existe una organización, una buena organización, el remedio puede resultar peor que la enfermedad. Por esa razón, señores, esta organización cooperativa, realizada sobre bases serias y sobre base honesta, es la garantía de ustedes, es la garantía de obtención de un mayor rendimiento de su trabajo, pero es también si no están bien organizadas y bien ajustadas en sus resortes, un peligro latente para la propia producción y los propios productores. De ahí la necesidad de ponerse de acuerdo entre todos, y entre todos realizar la organización cooperativa, que es la única garantía. Esta garantía está en la universalización de la organización cooperativa. En esto, nosotros estamos más empeñados que nadie. Y por eso, para confirmar estas palabras previas yo quiero darles una idea de las medidas que nosotros, en el segundo Plan Quinquenal, vamos a tomar, en forma de ir fortaleciendo cada día más la organización de las cooperativas de producción. En esto señores, no es el interés nuestro el que prima: es el interés de ustedes, pero ustedes organizados, serán los únicos que van a obligar al gobierno a mantener estas formas y a desarrollarlas, desorganizados no obligarán jamás a nada, porque habrá muchos otros intereses que van a accionar. Y no se olviden, que aún organizados en cooperativas, lucharán siempre, con los pulpos que quieren volver a reemplazarlos. No se hagan ilusiones, que esto es la lucha de unos días y después es jauja. No, no, esta es la lucha de todos los días, hay que defender las cooperativas y defender el cooperativismo, y hay que defenderlos todos los días y todos los días en una trinchera distinta. Los cooperativistas deben ser hombre de lucha, no pueden ser hombres pacíficos que se olvidan después que han establecido las bases cooperativas. Probablemente, señores, no se les haya presentado jamás a los cooperativistas una situación como la actual, y quien sabe si en el futuro se les vuelve a presentar de nuevo. Y esto, señores, debe ser aprovechado, debe ser aprovechado por todos los productores. Si no lo aprovechan, quizás tengan mucho que lamentar en el futuro. Y no olviden que, como decía Martín Fïerro, el hierro ha de doblarse caliente, ahora está caliente, hay que hacer fuerza para doblarlo. Señores: yo comienzo por fijar, para este Segundo Plan Quinquenal, ya determinativa y definitivamente, que para nosotros en el orden de la organización, el cooperativismo es lo mismo que el justicialismo. Aspiramos asimismo, a que cada trabajador agrario sea aun productor, que cada productor sea un propietario y que cada propietario sea un cooperativista. Para nosotros el cooperativismo es en los productores, lo que el sindicalismo en los trabajadores. El Plan Quinquenal Agrario es para nosotros fundamentalmente cooperativo. En el Segundo Plan Quinquenal el cooperativismo tiene su decálogo de acción, que es el siguiente: El gobierno aspira a que las cooperativistas agropecuarias constituyan las unidades básicas de la economía social agraria y participen: Primero: en el proceso colonizador y en la acción estatal y privada tendiente a lograr la redistribución de la tierra en unidades económicos- sociales adecuadas. Segundo: que participen en el proceso productivo mediante la utilización racional de los elementos básicos del trabajo agropecuario: maquinaria agrícola, galpones ferroviarios, silos, elevadores de granos, semillas, etcétera, etcétera. Tercero: que participen también en el proceso interno de comercialización directa de la producción de sus asociados, para lo cual es Estado auspiciará el acceso de los productores organizados a los centros de consumo, mercados oficiales, proveedurías, etcétera. Cuarto: que participen en el proceso de la comercialización y defensa de la producción agropecuaria de sus asociados en los mercados internacionales. Quinto: que participen en el proceso de la industrialización regional primaria de la producción agropecuaria de sus asociados. Sexto: que participen en la acción estatal tendiente a suprimir toda intermediación comercial innecesaria. Séptimo: que participen en la fijación de los precios básicos y precios diferenciales que se fijarán a favor de las cooperativas agropecuarias. Octavo: que participen en la redistribución de los márgenes de utilidad que se obtengan con motivo de la comercialización. Noveno: que participen en la acción social directa a cumplirse en forma integral en beneficio de los productores agrarios. Y décimo: el Estado auspicia la organización de un sistema nacional unitario de cooperativas de productores agropecuarios que represente orgánicamente a todos los productores del país y defienda sus intereses económicos y sociales. Como asimismo, el Estado, mediante todos sus centros de enseñanza promoverá la formación de una nueva conciencia nacional agraria hacia el cooperativismo. Señores: yo he explicado ya anteriormente, cual es la orientación del gobierno en materia de producción y comercialización. Eso seguirá su curso natural, y más bien depende, del grado de organización que ustedes vayan alcanzando, que los capacite para irse haciendo cargo de todas las funciones que hoy el gobierno realiza para una mejor comercialización y distribución de lo que ustedes producen. Nuestro deseo, señores, es que durante este Segundo Plan Quinquenal trabajemos unidos, que el beneficio no es para el gobierno, el beneficio es para la Nación, y en consecuencia, para ustedes mismos. Por eso, el Plan Agrario no es nuevo, sino que es la concreción de una política que venimos siguiendo desde 1944. La historia de nuestra acción agraria es bien conocida. Si fuera necesario recordar, bastaría con mencionar el Estatuto del Peón, de la Ley de Arrendamientos, el I.A.P.I. y toda la ayuda que nosotros hemos prestado para ir formando el verdadero concepto del cooperativismo en el país. Señores: la necesidad de esta organización del agro, no se las voy a hacer notar yo a ustedes, ustedes que deben saberla mucho mejor que yo, y la deben haber sentido, y la van a sentir más en el futuro en el bolsillo, que es una parte donde generalmente las cosas se hacen sentir con peso. Ahora señores, el gobierno auspicia esa organización, pero como todo lo que auspicia el gobierno en este orden de organización popular, quiere una sola condición: que la organización sea absolutamente libre. El Estado no está forjando organizaciones, el Estado está promoviendo la organización, que no es lo mismo. La organización popular, dentro de cuyo sector está precisamente el movimiento cooperativo para que pueda vivir, tiene que ser libre; no vive en cautiverio, como esos pajaritos del bosque, si lo encierran y lo obligan a una sola cosa, no va a tener porvenir el cooperativismo argentino. Por eso, señores, el gobierno ayuda, el gobierno pone el hombro, el gobierno coopera, es un cooperativista más, pero no impone ninguna condición, sino la de tener una absoluta y libre organización del cooperativismo argentino. Como un anticipo, señores, a las realizaciones del Segundo Plan Quinquenal, que queremos ya poner en práctica en la futura cosecha, que según todo lo hace prever, será una cosecha buena, he visto los campos de Santa Fe a Córdoba y tengo una buena impresión sobre todo del trigo; de manera que para ir adelantando ya en el orden cooperativo esto, el gobierno ha resuelto por todos sus organismos ir ya cristalizando algunas ideas, que lleven ya antes del Segundo Plan Quinquenal, hacia un fortalecimiento del movimiento cooperativo. Primero, en lo sucesivo los molinos harineros podrán realizar convenios para la recepción del trigo, únicamente con los productores y cooperativas agrarias. Segundo, los elevadores de granos recibirán únicamente el trigo u otros cereales directamente de los productores y cooperativistas. Y se incluyen como elevadores de campaña las instalaciones de Puerto San Pedro y Ramallo. También se establecerán precios diferenciales en favor de las cooperativas, sobre el precio respectivo de cada producto. Por ahora ya, estableceremos un por ciento más para las cooperativas que para las demás comercializadoras. Tercero, ya se ha ordenado y está en ejecución la creación de la gerencia de cooperativas en el Banco de la Nación. El Ministerio ha invitado a los gerentes para darles instrucciones sobre los créditos especiales a las cooperativas. El Ministerio de Transporte tiene orden de dar prioridad a los cooperativistas en el otorgamiento de vagones para el transporte de la cosecha, de la misma manera que las cooperativas tendrán prioridad sobre todo otro ente en el arrendamiento de galpones de los ferrocarriles para depósitos de cereales. Y finalmente, señores, como nosotros no hemos podido aún contemplar todas las necesidades, yo quiero terminar estas palabras diciéndoles: mantengamos un estrecho contacto entre las organizaciones cooperativas y el gobierno, a través del Ministerio de Agricultura y Ganadería, y cualquier asunto en que el gobierno pueda prestar su cooperación que le llegue a través de las organizaciones cooperativas, nos pondremos a estudiar y resolver cualquier problema que en cualquier momento le pueda interesar a los cooperativistas argentinos. Señores: yo deseo terminar estas palabras con muy breves consideraciones de orden general. Es indudable que tenemos por delante un ciclo importante que cumplir en el orden agrario. La República inicia un plan de industrialización. En ello, lanzamos ya nuestras primeras avanzadas hacia la industria pesada, en forma de que en el futuro ustedes tengan que pagar por un tractor, solo lo que vale el tractor, y no lo que vale también un tanque que se hace conjuntamente con él. Este es un esfuerzo que tendremos que afrontar todos los argentinos en este momento, pero que nuestros hijos y nuestros nietos nos agradecerán toda la vida, si les dejamos montada una industria que les pueda dar las herramientas para que ellos trabajen sin ser explotados y sin exprimirlos. Por esa razón, este Segundo Plan Quinquenal, va a incidir también en el orden de la industria para la producción de todos los materiales y herramientas agrarias a fabricarse. Si lo hicieran ustedes mismos, para mí sería mejor, y todo el gobierno está dispuesto a prestar la ayuda más extraordinaria para que las cooperativas instalen sus propias fabricaciones de herramientas y maquinarias agrarias. Si ustedes lo hacen, mejor. Mientras tanto, en esta época en que es difícil y cuesta iniciarse, el gobierno va a hacer punta para dar ejemplo a los demás. En el futuro, ustedes podrán ser también los constructores de sus propias maquinarias y de su propio herramentaje. En los años que vienen, también el movimiento cooperativo puede prestar un gran servicio de este orden, propugnando la extensión de las plantaciones. La República Argentina tiene que alcanzar un ritmo de producción lo más alto posible. Los precios son los mejores que ofrece el mercado internacional. Ustedes lo saben, se comercializa al mejor precio. Nunca, quizá el agro argentino ha estado mejor defendido en la comercialización de su producción, y cuando ustedes mismos la realicen, y bueno señores, será el mejor estado se podrá alcanzar en un tipo de comercialización. Si les va mal ustedes mismos serán los artífices de lo que la ido, y si les va bien, ustedes mismos serán quienes disfruten del beneficio de haberlo alcanzado. La política a realizar en el futuro es sembrar, sembrar, y sembrar. Todo cuanto nosotros produzcamos va a ser colocado, y bien colocado, en el mercado internacional y en el mercado interno. El aumento de consumo por una elevación del estándar de vida en el país, ya va dando una garantía propia en el interior del país. La comercialización al exterior es de un porvenir satisfactorio, porque en un mundo hambriento, lo principal es comer, y el mundo está hambriento y no hay mucha comida. De manera, señores, que esto abre un porvenir extraordinario a la producción agropecuaria argentina. Nosotros debemos alcanzar el límite de nuestra producción en la medida de la necesidad. En este momento tenemos extraordinaria demanda que no podemos cubrir sino muy poco por falta de producción. Cada hombre del campo debe de esforzarse en producir, producir, y producir, que en las ciudades, en la industria y en la comercialización, ya nos encargamos nosotros también de hacer producir a la gente. En este orden de cosas, señores, yo quiero terminar estas palabras, agradeciendo al movimiento cooperativo argentino toda la comprensión y buena voluntad que he visto que pone en la solución de este importantísimo problema. Es indudable que todos tendremos algo que ganar y, sobre todo, nosotros, el país, el día en que ustedes, el gobierno y las demás fuerzas económicas y del trabajo en la Nación, en estrecha colaboración cumplan un solo programa: el hacer feliz a nuestro pueblo y el asegurar la grandeza futura de la Nación. Habla locutor anunciando la terminación del acto, y luego el general Perón agrega lo siguiente: Señores, antes de dar por terminado esto, cualquier consulta o cualquier asunto que quieran tratar ustedes en cualquier momento con el gobierno, ustedes saben que el Ministerio Técnico se ocupa también de todo lo referente al cooperativismo, porque es el agente natural de la organización dentro del pueblo como de la racionalización dentro del gobierno y de la Nación misma. De la misma manera, el señor gobernador de Buenos Aires, el mayor Aloé, que tanto tiene que ver en estas cosas, y que, por otra parte, se siente siempre tan orgulloso de ser chacarero -como dice él- estamos disposición de todos y de cada uno de los señores. En esto, señores, ustedes saben que nosotros resolveremos, y resolvemos rápidamente las cosas. Muchas gracias y muy buenas tardes. ...............................
1952-10-17
Discurso pronunciado en la Plaza de Mayo con motivo del aniversario del 17 octubre.
Compañeros : Esta es la voluntad de Eva Perón, yo he de ejecutarla al pie de la letra, para ello, ha de constituirse la Fundación Evita, colateral de la Fundación Eva Perón, que se destinará a cumplir los fines señalados por la señora de Perón. Esa Fundación Evita capitalizará la totalidad de los bienes de la testamentería ya iniciada, y que comprende muchos millones de pesos provenientes de los beneficios obtenidos en la venta del libro "La Razón de mi Vida", de lo que produzca la edición póstuma del nuevo libro "Mi mensaje" y los demás bienes señalados en la correspondiente declaratoria de herederos. Con ese capital, convenientemente administrado, se arbitrarán beneficios para ponerlos a disposición de los humildes en la forma indicada anteriormente. Las numerosas alhajas que el pueblo, los amigos y algunas naciones extranjeras, regalaron a Eva Perón, serán destinada al museo que se instalará en su monumento, a cuyo efecto han sido entregadas a la comisión correspondiente. Desde allí servirán de garantía para préstamos a familias humildes que deban construir su propia vivienda. Nosotros, los justicialistas, tenemos la obligación de entregar al pueblo todo lo nuestro, porque no concebimos los bienes sino en función social. Que el ejemplo de Eva Perón nos ilumine siempre, para que jamás nuestro corazón sea dominado por el egoísmo o la avaricia. Este 17 de octubre, de recuerdo a la ilustre compañera desaparecida, es también una lección peronista para todos los argentinos, buenos o malos, ricos o pobres, humildes o encumbrados. Que esa lección de desprendimiento inicio en la Patria una nueva tradición de grandeza que destruya para siempre lo que pueda quedar en nosotros de materialismo y sordidez. Eva Perón, aún muerta, nos sigue iluminado con la excelsitud de sus virtudes ciudadanas y personales. Que nosotros no la olvidamos y sepamos imitarla siempre, es cuanto pido al pueblo en nombre de los valores superiores y permanentes de la Patria. ........................................
1952-10-31
Mensaje al pueblo por la Red Argentina Radiodifusión con motivo de celebrarse el Día Universal del Ahorro
Todos los años, en este Día Universal del Ahorro, y siguiendo casi una costumbre tradicional de mi gobierno, me permito dirigir mi palabra al pueblo de la Nación para hablar precisamente sobre este tema, cuya trascendencia económica solamente medirse de manera absoluta cuando se realiza la conducción de un pueblo que está alcanzando una clara conciencia de sus derechos y de sus deberes, y de cuales son los verdaderos intereses y conveniencias. Teníamos un país sometido, injusto y explotado, y en consecuencia, el pueblo vivía también como la Nación, en la injusticia, en la explotación y en la miseria. ¿Para qué debía ahorrar un pueblo así? El ahorro del pueblo se distribuía después en el sistema bancario por medio del crédito entre los hombres de capital y las empresas, que con ese dinero del trabajo explotaban a los mismos ahorristas. En aquellos tiempos, yo no hubiese aconsejado a mi pueblo el ejercicio del ahorro como derecho, y menos aún como un deber social. Porque si el ahorro es un derecho como tal en sus primeras instancias, terminaba siempre convirtiéndose al final en un simple instrumento de las más oprobiosa esclavitud que es la explotación del hombre por el dinero. Ahora sí puede ahorrar el pueblo. Y si alguna vez se dijo que votar es la expresión formal de la libertad política de los ciudadanos, yo me permito decir que ahorrar es la auténtica expresión de la libertad económica de un pueblo. Un pueblo económicamente sometido no puede ahorrar, porque los sacrificios del ahorro se convierten en cadenas de su propia esclavitud. Solamente los pueblos económicamente libres pueden ejercer la virtud, el derecho, y aún tienen la obligación individual y social de ahorrar. Y nosotros somos económicamente libres. La economía total de la Nación nos pertenece: nada ni nadie puede ni podrá siquiera sugerimos lo que nosotros tenemos que hacer con nuestra economía, pero hay algo más: toda nuestra economía ha sido convertida en instrumento de bien común. El capitalismo piensa que el dinero es de las empresas, y por eso las empresas del capitalismo crecen en progresiones fabulosas a costa del esfuerzo de millones y millones de hombres que nunca, sino por excepción, logran alcanzar cierto bienestar y cierta seguridad económica. El comunismo piensa, en cambio, que el dinero es del estado, la gran empresa que explota millones y millones de hombres y de mujeres, de ancianos y de niños, con el gran pretexto de que el estado es de todos, como si el Estado rico bastase para hacer la felicidad del pueblo. Nosotros, justicialistas, pensamos en cambio, que el dinero como expresión de riqueza es el fruto del esfuerzo común de los trabajadores, y que las empresas privadas o del estado, no pueden hacer nada sin la colaboración del trabajo. Por eso, desde 1943, a la sombra de la bandera de la justicia social, vengo propugnando y realizando una distribución equitativa del dinero en el pueblo. Esta es la consecuencia más evidente de lo que nosotros llamamos economía social. Que el dinero llega a las manos del pueblo lo prueba el estándar de vida de nuestros trabajadores y lo reafirma la adhesión de los obreros a nuestra doctrina. Si no hubiésemos cumplido lo que les prometimos, no estarían a nuestro lado con la firme lealtad de sus sentimientos y de sus convicciones. Cumplida la etapa inicial que fue todo el primer Plan de Gobierno, y previendo que acaso podrían presentarse días de incertidumbre para nuestra economía por razones internas -pérdida de la producción agraria- y por la situación económica internacional, yo pedí al pueblo que ahorrase con un ritmo mayor. El Plan Económico fue lanzado en febrero de este año, y en el mes de marzo, cien mil personas abrieron sus cuentas de ahorro. Y los depósitos de la Caja Nacional de Ahorro Postal, la caja de los trabajadores, superaban en cinco millones de pesos, al mismo mes del año anterior. Estos hechos son de profunda significación social, económica y aun política. Prueban que el pueblo argentino tiene clara conciencia de su unidad social en su carácter de comunidad organizada. Prueban que los argentinos tienen plena confianza en la independencia económica y en la economía social, y entregan al estado su dinero con la absoluta seguridad que no será entregado al capitalismo extranjero por ningún motivo, ni servirá a los propósitos explotadores de ninguna empresa nacional. Sabe que, por lo contrario, el Estado realizará con ese dinero sus planes de reactivación económica y que, aún a disposición permanente de cada ahorrista, no es tampoco dinero estéril, porque cumple con su función social creando nuevas riquezas que, a su vez, posibilitan el mejoramiento económico del pueblo y nuevos ahorros individuales que aseguran el bienestar familiar de cada argentino. Los resultados del Plan Económico en materia de ahorro tienen también una clara significación política, puesto que ponen en evidencia la identificación del pueblo con su gobierno. Antes, en esta tierra, lo proverbial era que, cuando el gobierno pedía una cosa, el pueblo hiciera exactamente lo contrario. Y era lógico, desde que los gobiernos no eran elegidos por el pueblo; y cuando alguna vez los eligió el pueblo, al poco tiempo lo abandonaron para dedicarse a la atención de los intereses extranjeros que mandaba aquí como en su mejor colonia. Ahora el pueblo hace lo que el gobierno desea. Pero, para conseguir eso, fue necesario que el pueblo se convenciese de que el gobierno no trabaja en otra cosa que no sea en lo que el pueblo quiere. En la actualidad del pueblo tiene depositados, en calidad de ahorro nueve mil millones de pesos. Esa sola cifra, jamás alcanzada en la historia económica argentina, vale más que todos los discursos que tratan de sembrar desconfianza con respecto a nuestra doctrina y a nuestra realidad económica. Por eso, en esta oportunidad, yo no voy a repetir mis exhortaciones de todos los años requiriendo más economías y más ahorros. Ha llegado el momento de decirle solamente al pueblo una cosa simple pero definitiva: cada uno debe ahorrar según sus propias conveniencias y pensando, que asegura su porvenir y ayuda a la comunidad. Basta esto, porque cada habitante de la Nueva Argentina tiene conciencia de su propia dignidad y absoluta conciencia de su responsabilidad social. Sabe que no está solo en el país, que cada uno de sus actos, entre ellos este de ahorrar, repercute sobre la comunidad, y que la felicidad de cada uno debe ser compartida, porque la felicidad de todos nos hace también a cada uno de nosotros un poco más feliz. Además, quiero expresar mi agradecimiento cordial y profundo a todos los argentinos que ahorran. En particular quiero agradecerles a los trabajadores por haber seguido mis consejos y repetirles una vez más que ellos son los primeros beneficiarios. También quiero decir una palabra muy especial para los maestros argentinos, que han hecho un apostolado del ahorro y al mismo tiempo asegurarles que veo en ellos los grandes creadores de la Argentina con que todos soñamos. Por fin, no puede faltar mi gratitud especial, para con todos los organismos del gobierno y en particular para la Caja Nacional de Ahorro Postal y el sistema bancario, que han cooperado tan eficientemente en la tarea nacional de incrementar el ahorro del pueblo. Todos cuantos han trabajado y trabajan por el ahorro del pueblo están poniendo su grano de arena por la felicidad de los argentinos y la grandeza futura de la Nación. Y para todos ellos, y en nombre del pueblo que yo represento, con profundo cariño, les doy también las gracias con la absoluta sinceridad de quien lucha por los grandes y comunes ideales. ...............................................................
1952-11-05
Ante alumnos de la Universidad de la ciudad Eva Perón
Yo deseo que mis primeras palabras sean para agradecer la amabilidad que han tenido de llegar hasta esta casa, para brindarme la inmensa satisfacción de poderles estrechar la mano, felicitándolos así por haber culminado sus estudios de bachillerato en la ciudad Eva Perón. Yo siempre pensé que una de las cosas que no se pueden limitar en manera alguna en el hombre, es su perfeccionamiento intelectual. Todos los sistemas del mundo que en alguna forma limitaron esto, a largo o corto plazo llegaron al fracaso. Con la creación de las Escuelas de Orientación Profesional y de Capacitación, llevada a cabo por nosotros en el año 1944, en la Secretaría de Trabajo y Previsión, solamente sé yo, hoy, el extraordinario beneficio que ya, representa para el país la formación de una gran cantidad de muchachos dedicados a una profesión o a un oficio. Sin embargo, la creación de la enseñanza absolutamente gratuita, como la ayuda que el Estado presta a los que desean estudiar, de nuestras clases populares, dando becas o empleos, o posibilitándoles su orientación profesional, no llenaba sino el sector presente y el futuro, ya que quedaban en el país muchos muchachos y muchos hombres que no habían podido estudiar, porque antes, desgraciadamente, no tuvieron la misma posibilidad ni la misma facilidad. La creación de estos turnos y medios turnos, como los llamamos nosotros en la orientación profesional, para la capacitación, para el estudio, ya sea con carácter exclusivamente orientado hacia un horizonte profesional, hacia las profesiones liberales y hacia todas las actividades universitarias, como también a las manuales, que tienen una importancia extraordinaria para nuestro pueblo, han recibido en estos últimos años un impulso muy grande. Yo creo que en el futuro del país han de recibir un impulso aún más grande en ese sentido, coronando una aspiración que es dentro de nuestra doctrina, quizás, uno de sus puntos fundamentales: la elevación cultural de la masa popular. El hecho de que ustedes hayan llegado al bachillerato, es un mérito alcanzado por el propio esfuerzo. El gobierno, al poner en manos de ustedes la posibilidad de realizarlo, no ha cumplido sino con un deber elemental: asegurar la igualdad y la justicia para todos los ciudadanos, puesto que, más importante que la ayuda oficial, es el sacrificio de cada uno de ustedes. Ustedes están dando al país un ejemplo. Por esa razón yo quisiera que todos los argentinos de todas las edades los imitaran en su abnegación y en el sacrificio que realizan por su propio mejoramiento, pensando que estas conquistas no se hurtan a nadie, sino al tiempo, mediante el sacrificio que ustedes realizan para perfeccionarse y engrandecerse en la vida. No olviden nunca que ustedes tienen ya una escuela de la vida -que los ha capacitado en cierta medida- : es el trabajo; el trabajo que hace nobles y que hace buenos a los hombres. Quizá, nadie como ustedes esté en mejores condiciones de recibir un perfeccionamiento intelectual, si pensamos que las armas para luchar en la vida, hay que ponerlas en manos, siempre, de una buena persona. Es posible que se cumpla eso que he dicho tantas veces: "Quiero hombres instruidos, inteligentes y capacitados, pero colocados sobre una buena persona", porque la vida les ha hecho quizá buenas personas. Ustedes se capacitan; y con eso vamos ganando todos los argentinos, no solamente ustedes: gana el país, gana el pueblo y ganamos todos, repito, porque vamos recibiendo ese perfeccionamiento natural que la cultura trae, y que, desgraciadamente en nuestro país hasta nuestros días no estaba al alcance de todos los ciudadanos como está hoy. Yo alabo y agradezco, en nombre del gobierno, al ingeniero Pascali, rector de la Universidad de Eva Perón. No solamente porque sé como piensa y como siente, sino porque en presencia de un viejo maestro que ha gastado su vida formando jóvenes argentinos, sus palabras son no sólo un aliento para nosotros -los hombres viejos- sino un aliento para ustedes, los muchachos, jóvenes que tienen por delante un porvenir que cumplir y que realizar. El ingeniero Pascali ha señalado con palabras sabias la iniciativa de formar un curso nocturno para la Universidad. Yo lo aplaudo, porque todo lo que sea formar cursos para poner al alcance de todos los argentinos la posibilidad de perfeccionarse y de elevar su cultura, está haciendo falta en nuestro país desde hace muchos años. ¡Dios quiera que todos los obreros argentinos pudieran seguir un curso nocturno de cualquier naturaleza, para perfeccionar sus conocimientos y su capacitación! Por esa razón, yo agradezco y aplaudo la iniciativa del señor rector de la Universidad de Eva Perón que, como la mayor parte de sus iniciativas, son siempre puestas al servicio del pueblo y de la Nación, ya que en él vive además de un maestro, un argentino de gran corazón, un patriota y un hombre de pueblo. Yo no sé si el día en que ustedes realicen la colocación de esa placa podré disponer de tiempo suficiente para poder ir hasta la ciudad Eva Perón; pero hemos de arreglar con el señor gobernador de modo de realizar todos los esfuerzos necesarios para que yo pueda ir. Desgraciadamente, no es el tiempo lo que me sobra. Para disponer de todo el tiempo que desearía, los días deberían tener cuarenta y ocho horas. Pero haré cualquier esfuerzo para ir, no a llenar un lugar en ese acto sino para estar presente con mi corazón, que se siente tan satisfecho y tan feliz de que hayan terminado el bachillerato como quizá se sienta el de cada uno de ustedes. Les agradezco nuevamente, y los incito a que sigan adelante. Tanto el gobernador de la provincia, aquí presente, como yo mismo, haremos cualquier esfuerzo para ayudarlos. Ahora queda la parte más difícil, en la que hay que poner más ahínco y realizar mayores sacrificios. Ustedes han completado un ciclo. Siempre he pensado que la enseñanza del hombre comprende tres ciclos: el primero, cuando al niño se le enseña en la escuela primaria las cosas de la vida; el segundo, en la escuela secundaria, cuando se le enseña que es el hombre; y el tercero, en la universidad, cuando se le enseñan las ciencias. Cuando el hombre termina con los estudios de la universidad, vale decir, conoce las cosas, conoce el hombre y conoce los ciencias, está en condiciones de saber que no conoce nada, y que tiene que ponerse a estudiar para saber algo. Por eso, si yo hubiera de pensar, en lugar de ustedes, con la experiencia que me da la vida y los tantos años de labor en distintos órdenes, trataría de llegar cuanto antes a convencerme de que sé muy poco y de que es necesario ponerse a trabajar incansablemente para alcanzar de la mejor escuela que el hombre tiene, que es la vida, todos los conocimientos que no necesarias para vivir. El culminar el objetivo de que cada una de ustedes sea alumno de la universidad debe ser no solamente una aspiración de ustedes, sino una aspiración de todos nosotros que somos justicialistas. Hay que ir reemplazando las generaciones oligárquicas por las generaciones populares, y ello hay que hacerlo en todos los horizontes del pueblo argentino. Quizá donde menos ha llegado el pueblo es a la universidad. Por eso debemos luchar cada día para que los hijos de los hombres del pueblo y lo mismos hombres del pueblo luchen para cursar los claustros universitarios y tomen también una antorcha un tanto abandonada en nuestro país y especialmente, en nuestro pueblo. Ustedes, compañeros, tienen esa misión y nadie debe defeccionar. Ustedes deben ir a la universidad y cumplir allí un factor justicialista que nos está haciendo falta. Cada uno de ustedes ha de ser soldado de esa trinchera, y los soldados que cumplen su función en una trinchera no la abandonan cuando quieren, sino que no la deben abandonar nunca. Ustedes tienen esa obligación. Si para cumplir y para satisfacer esto que debe ser un anhelo de todo justicialista, o sea que un hombre de pueblo llegue a poseer una profesión liberal y pueda ejercitarla, se necesita una ayuda de cualquier orden, vengan aquí, a esta casa, a mí o al gobernador, y no se volverán con las manos vacías. En esto yo he emitido deliberadamente -porque es el jefe directo de ustedes- al ingeniero Pascali. Pero yo sé que él está en mejores condiciones que nosotros para darles esa ayuda, pues él podrá darles un consejo sabio, que es el de un hombre que ha hecho su vida en la universidad. Quizá ese consejo pueda ser para ustedes la mejor de todas las ayudas. Sé también que si recurren a él no saldrán defraudados. Él es un hombre que ama al pueblo y, desgraciadamente, hay muchos hombres del pueblo que no lo aman. En consecuencia, no ahorrará fatigas para satisfacerlos y ayudarlos. Si mañana no culminasen sus aspiraciones, recuerden que la responsabilidad de ese fracaso será solamente de ustedes. Nosotros estamos para servirlos; por otra parte, ésa es nuestra obligación, además de ser nuestro deseo y nuestra satisfacción. Ingresen a la universidad, sigan adelante, trabajen, recíbanse, y después vengan a vernos, que nosotros necesitaremos muchos que sepan mucho para trabajar intensamente con nosotros. .......................
1952-11-07
Durante la entrega de diplomas a enfermeras a las egresadas de la Escuela de Enfermeras de la Fundación Eva Perón.
Señoritas: He querido quedarme hasta último momento para entregar todos los diplomas que me fuera posible a las enfermeras de la Fundación que se han recibido. Sé que las que no han podido venir, ha sido porque están atendiendo su servicio en los hospitales. Esa es la misión fundamental que deben cumplir. El acto de entrega es, frente a eso, un aspecto secundario y la ausencia se justifica muy bien. Quiero hacer presente la inmensa satisfacción de haberles podido entregar personalmente todos los diplomas a las enfermeras recibidas y a aquellas que en servicios especiales han merecido su título. Al hacerlo, he querido traer a la Fundación ese inmenso cariño, ese gran respecto y esa consideración extraordinaria que siempre he sentido por esta institución, inspirada quizá más en el corazón y en los buenos sentimientos que en ninguna otra cosa. Cuando hemos hablado de que queremos hospitales humanizados, hemos comenzado por sentir la necesidad de crear en las escuelas de enfermeras esa humanización de los hospitales. Es de ustedes de quienes los hospitales van a necesitar en todo el país y los enfermos recibirán servicios de inapreciable valor en esa mayor humanización que pondrán en la tarea que desempeñan todos los que intervienen en la curación de los que tienen la desgracia de estar enfermos. Solamente quisiera decirles las palabras indispensables que llevan el consejo que la experiencia de la vida va sembrando a lo largo de su camino. Yo creo que la tarea de las enfermeras es, sin duda, la tarea más noble que una mujer puede cumplir: la tarea de aliviar el dolor, de llevar el consuelo física y espiritual a los que lo necesitan. La misión que ustedes cumplen en los hospitales es la más trascendente en el sentido humanista. Son ustedes quienes van a hacer más llevadero el dolor de los que recurren a los establecimientos nacionales o particulares para su curación. En la tarea de ustedes es donde está el humanismo latente y viviente de la profesión de curar. Quizás ustedes, las más humildes y las más importantes en esa difícil tarea de curar, sean las más eficientes y las más importantes. Para conseguirlo, no deberán tener más que una preocupación que ese enfermo sufra menos y tengan el consuelo del cariño y del amor con que ustedes lo tratan y con que ustedes lo manipulan en su propio dolor. Por eso, recuerden que cuando se acercan a un enfermo lo deben considerar como si fuera un hermano, la madre o el padre. Si lo consideran así, con toda seguridad que habrán de llenar las enfermeras de la Fundación la tarea más fundamental de su misión. Que humanicen ustedes los hospitales del país; que al hacerlo reciban el respeto y la veneración a que ya se han hecho acreedoras y el buen nombre que la Fundación, con esta escuela de enfermeras, ha sabido dispersar a lo largo de todo el país; que sean felices, que prosperen, que lleven en ese escudo y en ese uniforme toda esa honra de muchas mujeres argentinas y el ejemplo de las que ya han comenzado el sacrificio y el martirologio de la Fundación Eva Perón. Que ese nombre sea la inspiración permanente de lo que es la abnegación y el sacrificio puestos al servicio de los demás, ya que cuando uno muere, todo lo que ha conseguido en la vida queda en este mundo, y sólo lleva lo que ha podido acopiar de cariño, de respecto y de consideración de los demás. .....................
1952-11-26
En el acto de aniversario de la creación de la Secretaría de Trabajo y Previsión
Compañeras y compañeros: En primer término, agradezco a todos los compañeros secretarios de gremios y al secretario general de la Confederación General del Trabajo, como asimismo a todo su secretariado, la decisión de haber realizado este acto en la Secretaría de Trabajo y Previsión para recordar el 9º aniversario de su creación. También han querido estos compañeros que este acto fuese de simple recordación, porque por la triste circunstancia, conocía por todos, es este un año de duelo, que no admite fiestas ni actos de ninguna naturaleza. Hace nueve años, en esta misma casa, iniciábamos una labor que, dijimos, buscaba la elevación de la cultura social del pueblo argentino, la dignificación del trabajo y la humanización del capital. Han pasado nueve años; no sería necesaria la elocuencia de una sola palabra para comprobar que esa elevación de la cultura social, que esa dignificación del trabajo, y que esa humanización del capital, han sido milagros que se han realizado casi totalmente en nuestro país. Los objetivos generales y fundamentales de esa acción se han cumplido integralmente. Pero hemos ido mucho más allá aún: los hemos consolidado mediante la reforma económica, que ha recuperado para el país lo que nunca debió ser enajenado y ha construido una firme economía social, que permite afirmar que las conquistas sociales, que la elevación cultural de la masa, que la humanización del capital y la dignificación del trabajo han sido refirmados definitivamente en la Nueva Argentina. El Primer Plan Quinquenal, total y absolutamente realizado, nos ha traído la convicción de que las tres banderas que consolidan la justicia en nuestro país han sido enastadas en alto definitivamente en nuestra patria: somos económicamente libres, somos socialmente justos y somos políticamente soberanos. Esas tres banderas, que son las tres banderas del pueblo, porque solo sirven al pueblo, han sido establecidas en todos nuestros planes como los objetivos definitivos de la nacionalidad y de la dignidad de la Nación. Los trabajadores argentinos pueden estar orgullosos, porque nadie como ellos han trabajado, han luchado y han vencido para colocar esas bandera en lo más alto de nuestra patria. Este noveno aniversario de la Casa de los Trabajadores nos llega con esa inmensa satisfacción: que todos los compañeros que durante estos nueve años han desfilado por esta casa para obtener lo que en su derecho les correspondía, han sido también las columnas que han sostenido la justicia social en nuestra patria. Esta conquista de la justicia social, como la conquista de la independencia económica y como la conquista de la soberanía de la patria, ha estado en manos del pueblo. El pueblo lo ha realizado y el honor de haberlo hecho corresponde solamente al pueblo argentino. Nosotros, los hombres que lo representamos y que trabajamos en su nombre, no tenemos otro mérito que el de haber sido sus guías. Nada representan ni valen los guías cuando el pueblo no los sigue. Es esa masa popular, es esa masa trabajadora de nuestro pueblo, la que conduciendo y empujando esta sagrada patria de todos nuestros tiempos, ha realizado cuanto hemos cumplido. Nosotros hemos dicho que hacemos lo que el pueblo quiere y que observamos un solo interés: el del pueblo. Luego, todos los méritos que pudieran atribuírsenos serían injustos si ellos no fueran atribuidos antes a lo mejor que tiene esta tierra: al pueblo. Compañeros: ustedes, que representan a todo el movimiento popular del trabajo realizado, saben como yo que cuanto digo es la absoluta y pura verdad. El día que el pueblo argentino flaquease, nosotros no podríamos ni tendríamos qué realizar. Esta tarea es el milagro de la conjunción de ese pueblo, es el milagro de la organización de ese pueblo y es el milagro de la comprensión de ese pueblo. Los pueblos triunfan no por ninguna otra consideración que por la clase y virtudes que ellos representan. Los pueblos vencen cuando merecen vencer. Es la historia de la vida: a nadie se le regala nada. Los éxitos de la vida son los éxitos de los hombres y los éxitos de los hombres se consiguen con trabajo, con sacrificio. Es el trabajo y el sacrificio del pueblo argentino lo que ha elevado nuestras posibilidades y engrandecido a la patria, dando también la felicidad al pueblo. Nada se habría hecho sin el concurso de ese pueblo. Luego, señores, en este momento, en que ya ni nuestros enconados enemigos de entonces discuten nuestro éxito, nosotros debemos hacernos la firme decisión de seguir trabajando, y adelante, porque en el hacer de todos los días nunca es demasiado la abnegación y el sacrificio para construir en bien de la comunidad. La comunidad argentina algún día ha de reconocer a la generación de estos tiempos el haber construido una patria grande, justa, libre y soberana. Este alto que hacemos en la tarea de ganar tiempo a las horas en nuestra preocupación y en nuestro trabajo, es para echar una mirada retrospectiva a lo que hemos hecho, para después ver la magnitud inmensa de lo que todavía tenemos por hacer. Debe ser un alto que nos persuada de la necesidad de seguir trabajando incansablemente hasta los objetivos que nos hemos propuesto: hacer de nuestro pueblo un pueblo feliz y hacer de nuestra patria una gran Nación. Esa convicción debe ser de cada argentino. No es un argentino, no son cien argentino, no son mil argentinos: son dieciocho millones de argentinos que deben estar decididos a hacerlo, si es que lo queremos hacer. Dieciocho millones de hombres que tengan la convicción, la persuasión y la seguridad de que hemos de triunfar. Dieciocho millones de hombres que, unidos en un solo haz sus corazones, se pongan a trabajar para labrar esa grandeza y asegurar esa felicidad que hemos alcanzado. Y esa decisión, compañeros, está en el pueblo argentino. Yo pido a Dios, en este noveno aniversario de la creación de la Secretaría de Trabajo y Previsión, que cada uno de los argentinos, abandonando toda otra intención o idea, piense que, cualquiera que sea su conducta, todos los días, al caer el sol, debe preguntarse si durante ese día que fenece él ha hecho algo por asegurar esa felicidad a sus hermanos y por consolidar la grandeza de esta patria tan querida. Compañeros: quiero públicamente agradecer al señor ministro de Aeronáutica, brigadier San Martín, que como peronista hay tenido la simpática decisión de que las primeras quince motocicletas producidas por el Instituto IAME fueran destinadas a un sorteo para ser obsequiadas a quince compañeros, que recibirán con ellas todo nuestro cariño y todo nuestro inextinguible amor por la causa de los trabajadores. ...........................................
1952-11-28
En el almuerzo realizado en la quinta presidencial de Olivos en agasajo a las delegaciones que intervinieron en el Campeonato Nacional de Pelota, Gran Premio Eva Perón
En el almuerzo realizado en la quinta presidencial de Olivos en agasajo a las delegaciones que intervinieron en el Campeonato Nacional de Pelota, Gran Premio Eva Perón Deseo agradecer, ante todo, las amables palabras que terminamos escuchar de amigos que han venido aquí con la mejor de las intenciones como han dicho ellos, a hacer un poco más de patria, por la que tenemos obligación de hacer un poco más todos los días. Yo no olvido ni olvidaré nunca que quizá una de las primeras manifestaciones deportivas que cultivé en mi vida fue la de la pelota. De manera que no es en forma alguna un mérito para mí cualquiera de las cosas que hagamos en beneficio de esta manifestación deportiva; y no un mérito, porque es nuestra obligación. Yo creo que el mérito está en los deportistas argentinos que, sin otro apoyo que su propio entusiasmo, han podido mantener en alto la bandera deportiva argentina, sin haber recibido el apoyo por el que todavía hoy estamos nosotros en mora con la población argentina que se dedica a los deportes. Pero, pueden tener la seguridad de que, dentro de las posibilidades, no omitiremos esfuerzos ni sacrificios para poder apoyar, no solo moral, sino también materialmente, todas las manifestaciones que durante tanto tiempo han estado un poco dejadas de la mano de Dios. Yo les pido a ustedes que sigan cultivándolas; que formen muchos muchachos que las cultiven como ustedes, con la elegancia y el arte con que ustedes lo hacen. La pelota ha progresado extraordinariamente y, por ser un juego casi eminentemente criollo, argentino, diríamos, tiene para nosotros un mérito superior a todos los demás. Yo, particularmente, me siento atraído por todo lo criollo y por nada de los demás. Les agradezco en nombre del gobierno todo cuanto ustedes hacen en el interior del país y en Buenos Aires por llevar cada día a un perfeccionamiento mayor el juego que practican. No he querido tampoco que estuviese ausente en esto el gobierno por un estímulo que yo valoro sólo como un recuerdo que quiero que perpetuo esta amable reunión de amigos. Se que ustedes son amateurs y, en consecuencia, no pueden otorgárseles premio de valor monetario; por eso, he hecho construir tres cofrecitos, que quiere entregar a cada uno de ustedes como recuerdo, con los que quiero que reciban toda la simpatía, el cariño y la consideración que tenemos en este tierra por los hombres que practican, como ustedes lo hacen, un deporte viril, honrado y decente como es la pelota-paleta. ......................
1952-12-10
Ante los delegados de los congresos de trabajadores fideeros y docentes particulares.
Ante los delegados de los congresos de trabajadores fideeros y docentes particulares. Deseo que mis primeras palabras sean para agradecer, tanto a los docentes particulares como a los fideeros, por haber llegado hasta aquí después de haber realizado sus respectivos congresos. En esta ocasión, como en todas las que tengo la fortuna de poderles estrechar la mano de cuando en cuando, voy a darles algunas orientaciones que son comunes para todos los argentinos. Desde 1946 hasta ahora, hemos realizado ya una labor bastante grande en el orden de consolidar nuestra justicia social. El Primer Plan Quinquenal fue, en realidad, un plan tendiente a consolidar nuestra justicia social y a realizar, simultáneamente, la independencia económica. La justicia social y la independencia económica no se pueden separar. Sin independencia económica no hay justicia social; no es posible realizarla. ¿Por que? Porque todos los bienes que corresponden al trabajo deben estar a disposición del pueblo si se quiere hacer justicia social. Mientras no haya una independencia económica; mientras no podamos manejar nuestra riqueza, ¿que vamos a repartir? Repartiremos lo que nos dejen. De manera que ese Primer Plan Quinquenal ha estado especialmente destinado a consolidar la justicia social mediante la independencia económica que se realizó durante el Primer Plan Quinquenal. Es indudable, que la soberanía política es una consecuencia de ambas. Al no poder ser estrangulados por el estómago, como estrangulan los imperialistas, nosotros hemos conquistado nuestra independencia económica. Todo este proceso ya ha sido realizado. Pero indudablemente, la realización cuesta, porque a ello debe seguir una consolidación natural. Es decir, hemos roto los equilibrios. Ahora hay que restablecerlos y consolidarles en un equilibrio estable. Esa es la tarea del Segundo Plan Quinquenal. En todo este trabajo, es indudable que lo más importante es la organización del pueblo. A un pueblo organizado nadie lo puede conquistar ni colonizar. Con un pueblo desorganizado, entonces sí que seríamos juguete de cualquiera al que se le ocurriera venir aquí, con un poco de organización, para dominarnos. Es lo que les pasó a los indios cuando vinieron los españoles que estaban organizados mientras que los indios no; andaban sueltos por ahí, y cuando aquellos vinieron los dominaron como quisieron. Pero si los indios hubieran estado organizados, entonces no les hubiera arrendado la ganancia a los españoles. Hoy, en otra escala y en otro orden de cosas, está ocurriendo lo mismo. Con pueblos desorganizados como los nuestros éramos juguetes de la fuerza económica que hacían los otros, que estaban bien organizados. Mi tarea de organizar el Estado y el gobierno yo la he realizado. El gobierno y el Estado me pertenecen a mí, como funcionario. Yo actúo sobre ellos, los gobierno, los manejo, los mando; pero al pueblo solamente lo dirijo. No puedo tener un mando sobre el pueblo; en consecuencia, lo gobierno, lo dirijo. Indudablemente, en esa dirección hay dos cosas fundamentales. El que gobierna no solamente debe saber mandar; debe ser también un hombre capaz de persuadir y enseñar. Por eso he dicho muchas veces que no se concibe un gobernante que no sea también un maestro de su pueblo. Al pueblo hay que ensañarle, instruirlo, educarlo y ponerlo en una dirección unitaria bien organizada para que, con esa unidad de acción consiga el pueblo por sí lo que nadie puede conseguir en su reemplazo, es decir, tener una personalidad y un objetivo, y marchar como conjunto hacia la consecución de ese objetivo. Los objetivos son generalmente de orden nacional y popular; pero tienen una gravitación extraordinaria en las relaciones internacionales Habiéndome impuesto la realización de todo esto, soy naturalmente enemigo común del imperialismo. Es lógico, porque no puedo dejar que siga explotando al país y enriqueciéndose a costa de la sangre de los argentinos. En esto estriba todo nuestro problema. Por eso habrán ustedes observado que el Segundo Plan Quinquenal es un plan de consolidación. ¿Como ha de venir esa consolidación? Ha de venir mediante nuestro trabajo y nuestra organización. El año 1952, que termina, ha sido por esa causa el año de la organización. Y yo veo con un inmenso placer como realizan ustedes ordenada y constructivamente los congresos y organizan sus sindicatos y los van construyendo y haciéndolos poderosos y bien unidos; como cada día los dirigentes se capacitan más. Nuestra situación de justicialistas nos permite anhelar grandes dirigentes, así como antes el capitalismo no quería tener dirigentes porque no le convenía. Nosotros, al contrario, queremos grandes dirigentes, porque sin ello no podremos tener un pueblo organizado. El pueblo necesita sus dirigentes para organizarse. Por otra parte, no queremos nosotros organizar al pueblo; queremos que éste se organice a sí mismo ya que de esa manera se constituyen las únicas organizaciones que duran, que sirven y llevan al país y el pueblo en la dirección que anhelamos. Por eso la organización de estos congresos, que antes eran considerados una rémora para el país -según los gobernantes o capitalistas-, que les ponían todos los inconvenientes para que el pueblo no se organizara, constituye para nosotros un motivo de satisfacción. Los gobiernos capitalistas no querían que el pueblo se organizara, para poder ellos manejarlo mediante su organización. Nosotros, todo lo contrario, queremos que estos congresos se realicen porque no queremos que nadie se quede con lo de nadie, y que cada uno esté en condiciones de defender sus intereses. Por eso, para nosotros la realización de estos congresos resulta siempre constructiva, cualquiera sea su actividad, porque en el orden de la Nación todas las actividades lícitas son para nosotros constructivas, patrióticas y de realizaciones efectivas. Por otra parte, significa para mí un gran placer el tener estos encuentros con los compañeros, porque así como ustedes me cuentan lo que pasa dentro de los sindicatos, yo les puedo contar lo que pasa dentro del país, que más o menos conozco. En este aspecto, quiero decirles que es conveniente que trabajemos en todas las organizaciones populares, organizando una difusión y un conocimiento, entre todos los afiliados, del Segundo Plan Quinquenal. El Segundo Plan Quinquenal no es solo un plan de gobierno; es un plan nacional. Observen ustedes que nosotros procedemos dentro de nuestra doctrina justicialista de una manera distinta a la que proceden todos los demás que planifican. Entre los que planifican tenemos a los colectivistas, que todo lo planifican, porque el Estado es todo. Los capitalistas no planifican nada, porque ellos dejan en manos de los grandes capitales toda la organización y la explotación de la riqueza de la nación. Por eso ellos no planifican nada; recuerden: la República Argentina nunca tuvo un plan de gobierno. ¿Por qué no lo tuvo? Porque ellos son partidarios de dejar al capitalismo que lo haga, y ustedes saben mejor que yo qué es lo que hace el capitalismo cuando lo dejan hacer. Nosotros hacemos un tipo de planificación mixta, planificamos todo lo estatal, solamente lo estatal. Lo que corresponde al gobierno y al Estado lo planificamos minuciosamente para realizarlo nosotros. Las organizaciones del pueblo, ya sean de carácter económico o social, las conducimos hacia el objetivo de la Nación, libremente conducidas. Cada uno se organiza y realiza su labor, realiza su tarea; si es económica, en el orden económico; si es social, en el orden social. Vale decir que es un gobierno basado en dos grandes principios: primero, en la organización, y segundo, en la conducción, conducción que es centralizada en el gobierno, descentralizada en el Estado y absolutamente libre en el pueblo. Esa es la concepción del Segundo Plan Quinquenal. Dentro de esa concepción hay toda una ideología en acción que va tomando forma de realización para consolidar nuestros tres grandes objetivos: la justicia social, la independencia económica, que asegura y consolida la anterior, y la soberanía política, que se consolida a su vez por las anteriores, como consecuencia. Todo esto, que es, diremos así, el nervio motor de todo ese Segundo Plan Quinquenal, que es un plan del pueblo, además de ser también un plan de gobierno y que debe ser realizado por todos y por cada uno de los argentinos. Ningún argentino ha escapado a ningún objetivo que individual o colectivamente debe realizar de los ochocientos y tantos objetivos fijados dentro del Plan Quinquenal. Nosotros hemos de llevar por intermedio de la difusión estos objetivos a todos los lugares y a todos los argentinos, porque nuestro interés es que todos se pongan a realizar. En esto no nos interesa mucho que sean "contras" o lo que sean. La cosa es que lo hagan porque de los "contras" no necesitamos que nos amen, pero sí que nos obedezcan, y eso lo vamos a conseguir; hasta ellos van a trabajar por el Plan Quinquenal, no tengan la menor duda. Es necesario seguir fortaleciendo la organización sindical. Yo sé que todavía a pesar de que habíamos dicho que el año 1952 era el año de la organización sindical en todos los órdenes, desagraciadamente todavía no hemos terminado esa organización; hay sindicatos perfectamente bien organizados que ya han terminado su ciclo orgánico y están ahora en el ciclo de perfeccionamiento; hay otros que están en plena organización. El estatuto legal de las asociaciones profesionales se ha cumplido en muchos sindicatos y en otros no se ha cumplido todavía. Yo no quiero forzar ninguna forma legal para la realización de la organización sindical, porque éste es un asunto que hay que irlo llevando despacio; hay intereses que se interfieren; hay ideas y personas que friccionan y chocan entre ellas; en algunas organizaciones hay sindicatos con personería gremial que se enfrentan a otras organizaciones que no la tiene, y que en consecuencia no están dentro de la ley cualquiera sea su existencia. Hay también otros sindicatos que están fraccionados y divididos y unos incorporados a una parte y otros a otra. Todo ese proceso, para que no lleve a una desorganización, a una disociación de la organización popular, es necesario es irlo colocando cada uno en sus casilleros, sin violencia. Hay una ley de la Nación que establece la forma de organizarse. Es cuestión de meterse dentro de esa ley. Pero no vamos a obligar a nadie a hacerlo. Hay que ir convenciéndolos, haciéndoles ver la necesidad, haciéndoles renunciar a muchas ambiciones, porque siempre la dirección tiene sus pequeñas cosas. Cuando vienen varios dirigentes de la misma actividad dividida en fracciones, cada uno "trae su gallito debajo del brazo". Algunos gremios ya han formado organizaciones serias y consolidadas, con buenos cuerpos directivos. Con respecto a esto yo insisto mucho porque veo lo que ocurre. Un gremio, cuando está dividido en dos fracciones, es porque por un lado hay un grupo de dirigentes, y del otro, otro. ¿Cual de esas dos agrupaciones va a triunfar? No va a triunfar ninguna a base de número, ni nada de eso. Va a triunfar a base de calidad de dirigentes. Yo siempre digo: vale más tener cien ovejas al mando de un león y no tener cien leones al mando de una oveja. Los dirigentes tienen en esto en juego preponderante. Todo este proceso de organización dentro del cual estamos, no hay que acelerarlo. No hay que sacar las cosas a la fuerza, porque puede pasar como con la fruta. Cuando uno la saca verde no sirve más; hay que dejarla en la planta, hay que cuidarla y recién sacarla cuando está madura. Lo importante es conservar la forma de la organización. Si surgen otras organizaciones, hay que ir convenciéndolas despacito, por persuasión, por entendimiento. No por lucha ni por choque. Al respecto yo tengo buena mano. He hecho bastante uso de eso. Cuando yo empecé a actuar en el Departamento Nacional de Trabajo, había que ir hasta sindicatos de oficios varios. Todos esos sindicatos desaparecieron. Se incorporaron a otros sindicatos. Ese proceso de depuración organizativo que se ha realizado ya en muchos gremios de vieja militancia gremial, que tienen dirigentes capacitados y que tienen una larga y fructífera experiencia lograda a través años de lucha, significa la consolidación de todo el movimiento. Es probable que en el año 1953 tengamos que seguir con la organización, hasta constituir organizaciones poderosas y unificadas. La organización popular no se hace sino a base de esa unificación. Todo el Segundo Plan Quinquenal está destinado a eso. Ahora estamos dedicándonos a los grandes sectores a los que antes no podíamos dedicarnos en forma concentrada, como es el campo o ciertos sectores de otras organizaciones de tipo cultural. Poco a poco tendremos un pueblo absoluta y totalmente organizado y cuando lo tengamos absolutamente organizado, recién comenzará a ser dueño de su destino. En este Segundo Plan Quinquenal hemos de poner nuestra mayor preocupación en la importancia de las organizaciones. Fíjense ustedes que hasta los industriales, esos de la Unión Industrial, ya están organizando el sindicato también, lo que quiere decir que están comprobando que en este país los que no están organizados no van a ir lejos. Antes preferían ser francotiradores, para tirar desde lejos. Ahora se van organizando, no solo los trabajadores, sino también la industria y el comercio. Actuando todos así, se reestablecerá un perfecto equilibrio en todos los sectores y en todas las actividades. Eso nos va a llevar a establecer el perfecto justicialismo, donde cada uno tendrá derecho a la defensa de los intereses profesionales, interviniendo en esas discusiones los empleados como los empleadores tanto del Estado como de la actividad civil. Es decir, los de una actividad como los de otra. Todo este proceso a realizarse está contemplado en el Segundo Plan Quinquenal, donde ya no solamente nos preocupamos de la organización urbana sino también de la rural. Las cooperativas ya comienzan a crear el panorama en todo el territorio de la República especialmente en el campo. Hoy he recibido a acopiadores que ya ven el problema de las cooperativas en el país, y empiezan a entrar también ellos en el problema de la organización. Nosotros no queremos perjudicar a nadie ni perseguimos a unos u otros, porque nosotros no queremos resolverle el problema al chacarero creándole un problema social a la gente que trabaja en el acopio. Nosotros no tenemos ningún interés de perjudicar a nadie, sino que queremos que se organicen. Queremos cumplir las finalidades tanto en la ciudad como en el campo: que se dé al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Queremos que el productor del campo tenga el mayor producto de su trabajo, y no que se le queden en el intermedio con el noventa por ciento, dejándole a él el diez; queremos que le dejen a él el noventa por ciento, dado que él es quien produce el trigo. Queremos que se venda bien el grano, pero el mayor provecho deber ser del productor. No sabemos como se llama; se llame Pedro, Juan o Diego el productor, debe obtener la mayor ganancia porque él es el que saca el grano de la tierra. Toda esa organización está ya en marcha. Pero en cinco años no se organiza un país. Un país necesita a veces, un siglo para organizarse. Nosotros vamos quemando etapas y organizando a tambor batiente, y tenemos en este momento una organización popular que quizá no han alcanzado muchos países que tienen muchos siglos de existencia. Con cinco o seis años más de trabajo tendremos una organización tan perfecta dentro del país, que todo marchará como un tremendo engranaje, como un gran aparato de relojería, donde no habrá ningún diente que choque con otro. Esto marchará sistemática y suavemente en equilibro, sin fricciones y sin ninguna incomodidad. Esto es lo que nos hacía falta a nosotros; es decir, que todos los argentinos se pusieran de acuerdo y que nadie arrebate al del de al lado lo que es del de al lado, respetando a los demás para que los demás lo respeten a él. En esa distribución de beneficios todos sacaremos lo suficiente para vivir con dignidad y para vivir con un poco de felicidad, porque sin eso la vida no merece ser vivida. Yo no creo que los bienes materiales acarrean la felicidad, pero ayudan; ayudan bastante. Por eso, cuando ante la realización de actos y congresos llega hasta mí la palabra de aliento de los compañeros trabajadores, que en todo el país están realmente ocupados en esa organización, yo tengo la inmensa satisfacción de verme comprendido. Hoy ya queda poca gente que no nos comprende en este orden de cosas. Los que no quieren hacerlo, no lo harán, por pícaros, no porque no sepan de que se trata. La organización es un imperativo de la hora moderna de los pueblos. Los pueblos que quieren tomar el destino en sus manos, se organizan. No se organizan cuando hay algún pícaro que no quiere que se organicen a fin de poderlos explotar y dominar. Nuestro interés no está en dominar al pueblo. Nuestro interés es ser un instrumento del dominio popular, que es el único dominio que los países pueden aceptar en la vida de los pueblos. Nosotros hemos dicho que haremos lo que el pueblo quiere, y no defendemos otro interés que el del pueblo. Por eso el pueblo organizado nos dirá lo que tenemos que hacer. Y nosotros lo vamos a hacer. Si se equivoca el pueblo, él es el que pagará las consecuencias y, por lo tanto, es el que tiene más derecho a equivocarse. En este sentido, nuestra posición es bien clara: aconsejamos, conducimos, pero respetuosos de las decisiones populares; y para que el pueblo tenga decisiones debe estar organizado. Todo ese proceso está contenido en el Segundo Plan Quinquenal. Les aseguro que después del Segundo Plan Quinquenal nosotros respiraremos porque no solamente habremos organizado al país y realizado nuestra justicia social en su plenitud, no solo habremos realizado totalmente nuestra independencia económica y asegurado nuestra soberanía, sino que habremos consolidado al mismo tiempo la felicidad del pueblo y la grandeza del país. Hay que estudiar este Segundo Plan Quinquenal, conocerlo, comprenderlo y explicarlo al pueblo, porque todos tenemos alguna misión que cumplir dentro de ese plan. Allí está todo lo que se refiere a la organización y a todo el trabajo que debe realizar el pueblo argentino. Pero nadie va a romperse la espalda trabajando. Nosotros no queremos hacer la grandeza del país en cinco años; esa grandeza la realizaremos en un siglo. Y la realizaremos sin sacrificar la felicidad del pueblo, porque si se ha de hacer un gran país y pueblo desgraciado, yo prefiero un pequeño país con un pueblo feliz. En esto estriba el equilibrio. Hay hombres que han llevado a sus países a una grandeza extraordinaria mediante la desgracia y la infelicidad de su pueblo; y otros no han hecho grandes países pero han mantenido un pueblo feliz. En esto hay un equilibrio. No debe sacrificarse al exceso de felicidad la grandeza del país; pero tampoco debe sacrificarse la felicidad del pueblo a esa grandeza. Establecer este justo equilibrio y el trabajo en un medio de felicidad y dignidad, elaborando pacientemente y alegremente la grandeza del país, ese es el equilibrio perfecto en la realización del trabajo. Nuestros planes quinquenales están destinados a eso. Por eso son ideológicos y son también de realizaciones; contemplan armónicamente todas las fuerzas en evolución y todas las fuerzas en realización dentro del país. Si nosotros conseguimos que ese plan se ponga en ejecución simultáneamente en todo el país, con la alta comprensión de todos los argentinos, desde el más humilde al más encumbrado, su realización será la solución de todos nuestros problemas. Allí están contemplados y allí están resueltos. Ahora bien, teóricamente, la concepción de un plan de gobierno no es una obra de arte; es solamente un estudio de base. La obra de arte está en realizarlo. Vale decir, que esta es una obra de arte a cumplir por todos y cada uno de los argentinos. Si no, no llegará a ser una a ser una obra de arte. Yo estoy muy satisfecho de la realización del Primer Plan Quinquenal. No es necesario analizar todo lo que hemos hecho; basta con mirar en la calle y ver una obra en cualquier parte; suficiente ver como se alimenta, como viste, como tiene a su familia y como se desenvuelve con dignidad y felicidad cada argentino para darse cuenta de que todo eso es consecuencia del Primer Plan Quinquenal. Piensen ustedes lo que será después del segundo y lo que será después del tercero. Nuestros adversarios políticos dicen que es un plan demagógico porque le dice al pueblo todo lo que debe hacer. Pero se han olvidado de un detalle: si fuera demagógico, yo lo hubiera presentado antes de las elecciones -como hacía ellos-; pero yo lo presentado después de ser presidente. No sé que puedo ambicionar como demagógico dentro de nuestro plan. Es lógico que para ellos es un plan demagógico, porque a medida que se va cumpliendo, todos se van olvidando de ellos. Pero está bien estudiado y sobre todo tiene una cosa: es consecuente con nuestra doctrina. Nosotros no solamente no nos hemos olvidado que somos justicialistas, sino que en este Segundo Plan Quinquenal quizá somos más justicialistas que en el primero, y en el tercero seremos todavía más justicialistas que en el segundo. Ellos creían que nosotros íbamos a ser como ellos, que recurríamos al pueblo y lo halagábamos cuando estábamos en el llano para después darle la espalda cuando estábamos en el gobierno. Nosotros hemos hecho lo contrario, quizás halagamos menos al pueblo antes de ser elegido, que ahora con manifestaciones y con realizaciones, cuando ya no tenemos nada a que aspirar ni que impresionar. Es decir que en esto le estamos dando un ejemplo de sinceridad y de lealtad al país, haciéndole ver que nosotros nos preocupamos más que nunca de esos factores y no lo hacemos por demagogia. Nos podrán discutir cualquier cosa, pero nuestra lealtad y sinceridad para las cosas del pueblo no las puede discutir nadie, porque hemos demostrado que en el gobierno hemos sido más sinceros y leales que antes de llegar a él. Yo les pido a ustedes, que se van a dispersar en todo el país, lleven estas palabras que son el llamado del gobierno a todos los compañeros en todos los lugares y en todas las direcciones, de seguir trabajando con fe en este plan; llevándoles también un gran abrazo que les mando de aquí y la seguridad de que las realizaciones que nosotros tenemos en vista y que pondremos en marcha el 1º de enero de 1953 son las realizaciones de la liberación absoluta y definitiva del pueblo argentino. Consolidado esto, nosotros no tenemos nada que temer. Podremos tal vez pasar algunas épocas no tan propicias, porque la vida es así, tiene altos y bajos. Podremos pasar épocas como la que hemos pasado, un poquito apretado con la pérdida de la cosecha y de todas esas cosas, pero hemos tomado todas las previsiones para que aún sin cosecha nosotros podamos seguir viviendo sin grandes aprietos y sin grandes molestias. Ustedes ven que hemos perdido dos cosechas y dos medias cosechas y aquí nadie se ha dado cuenta más que los que compraban el trigo. Recuerden la época en que cuando se perdía una cosecha se desesperaban todos los argentinos Esto nos va a ir dando cada día mayor seguridad, porque en este Segundo Plan Quinquenal nosotros ya vamos a formar las reservas, y después con una buena cosecha cada tres años vamos a vivir opíparamente, porque ya no nos van a sacar la plata como nos la sacaban antes. Quiero insistir en la necesidad de llevar este Plan y divulgarlo en la medida de las posibilidades de cada uno, especialmente los dirigentes de todo orden, que sean ellos los que impulsen a los demás por el conocimiento y la comprensión. Conocer el Plan es ya el cincuenta por ciento; difundirlo ya es el setenta y cinco por ciento, y de ahí, de conocerlo y difundirlo, queda un veinticinco por ciento que es la acción que se realiza indefectiblemente una vez que se lo ha conocido y comprendido y uno pone la buena voluntad de realizarlo. El país va a dar un salto bastante regular y en este salto es en el que debemos poner el esfuerzo. Para saltar siempre hay que poner un poco de esfuerzo. Ese pequeño esfuerzo, hecho simultáneamente por todo el pueblo argentino hace una cantidad tal de esfuerzo que podemos estar seguros del éxito del plan en el desarrollo de todo el país. Deseo que lleven estas palabras a todos los compañeros de todo el país y que gocen toda clase de felicidades en el nuevo año que se va a iniciar. Que sean ustedes muy felices con sus familias y que disfruten en sus casas y hogares de esa felicidad por la que nosotros trabajamos día y noche. Muchas gracias. ............
1952-12-11
Ante los representantes de las industrias privadas de todo el país que trabajan en colaboración con Industrias Aeronáutica y Mecánicas del Estado (I.A.M.E).
Ante los representantes de las industrias privadas de todo el país que trabajan en colaboración con Industrias Aeronáutica y Mecánicas del Estado (I.A.M.E). Yo deseo que mis primeras palabras sean para agradecer a todos ustedes la amabilidad que han tenido en llegar hasta esta casa para darme la gran satisfacción de poder saludarlos personalmente. He tenido noticias, por el brigadier San Martín, de cual es el desempeño y cual la colaboración que ustedes están prestando en este sector tan importante para el futuro de la industria argentina. Por todo eso, en nombre del Estado, les hago llegar el agradecimiento que todos los argentinos debemos a aquellos que contribuyan a diario para hacer de esto algo más grande y más hermoso. Es con verdadera felicidad que asisto a esta primera conjunción de fuerzas de orden industrial. Siempre he pensado que el ideal de los hombres que trabajan en empresas industriales ha de ser llegar a culminar, también, dentro de las organizaciones, en una verdadera conciencia social de la industria. En ese sentido, el ejemplo inspirador de los hombres humildes tiene un valor muy grande en la vida. Cuando un hombre humilde está en dificultades, todos los demás le arriman un poco el hombro para hacerle más llevadera su desgracia o ayudarlo en esa situación. Quizá la misma falta de recursos inspira en ellos ese sentimiento de mayor solidaridad. Siempre he hablado con nuestros industriales y hombres de empresa en el sentido de que esa solidaridad que allí se ve, y que nace en una verdadera conciencia social del trabajo, debe hacerse extensiva también a las grandes empresas. Nunca me he explicado por qué algunas veces, cuando un industrial está en desgracia los demás le sacan un poco el cuerpo para que caiga más rápido. Me lo explico quizá, desde el punto de vista de la concurrencia comercial, pero no desde el sentido de solidaridad, porque esa contrariedad le toca hoy a uno y mañana puede tocarle a otro. Le decía yo al brigadier San Martín que creo que la organización de protección mutua, tanto en la producción como en la transformación y en la distribución de la riqueza argentina, es una cosa que todavía está por organizarse. Yo he luchado mucho por esas organizaciones, porque se hagan las organizaciones de productores, industriales y comerciantes; lo he conseguido finalmente, hasta ahora a medias, pero todos los días la gente se persuade de esa necesidad y va cristalizando una organización que ha de defender en bloque, al conjunto, que es la mejor de todas las defensas. En este sentido, pienso que es necesario que nuestros hombres de empresa se unan. En realidad, no hemos sido nunca sino unos verdaderos defensores de los hombres de empresa. Nuestras teorías sociales no han ido nunca en detrimento -y ustedes lo saben mejor que nosotros-, sino más bien en auspicio del trabajo, que es la base también de las empresas. Siempre hemos pensado que debe llegarse a un momento en que con respecto a las industrias que no producen a un costo económico por deficiencias técnicas, de maquinarias, administrativas o de organización, la sociedad que une a todos los hombres de empresa debe encontrar un medio para ponerles el hombro y ayudarles para que produzcan a un costo razonable y económico, prestándole ayuda técnica -a pesar de que en estos tiempos ésta no es buena palabra-; pero una ayuda técnica efectiva debe ser una cosa muy hermosa. Darle ayuda técnica, administrativa y aún material para que el hombre se levante y ande solo: hoy por ti y mañana por mí, forma un sentido de solidaridad beneficioso para todos. Yo veo desde ese punto de vista social esta idea que cristaliza este grupo industrial en el que trabajan todos, con una misma orientación. Desde ese punto de vista de solidaridad dentro de una misma actividad, que está encaminada en ir uniendo a los hombres en una causa común, trabajando no sólo por los valores materiales, se tiene la inmensa satisfacción de vivir para la causa. Unirse en una causa común es siempre establecer una bandera que no sólo da honor, sino también inmensas satisfacciones espirituales. Yo sé que todos ustedes están dentro de esa orientación y sé que propugnan con verdadero entusiasmo esta conjunción de valores. El esfuerzo de cada uno, considerado individualmente, puede ser pequeño, pero sumado en la solidaridad resulta inmenso. Este país pesa mucho para levantarlo con el esfuerzo individual, pero no pesará tanto si todos unidos, juntando nuestros esfuerzos, lo levantamos en vilo y lo llevamos adonde nosotros queremos que llegue. Ustedes saben, señores, que el Segundo Plan Quinquenal -y esto no es un secreto para nadie- es un plan industrial en el fondo, es la industrialización organizada del país. Nosotros pensamos que mientras seamos un pueblo de pastores y de agricultores, seremos una colonia. O conquistamos nuestro derecho a competir industrialmente con el resto de los países del mundo, por lo menos para satisfacer nuestras necesidades, o seremos siempre un país dependiente. Y al serlo, cada uno de ustedes, cada uno de nosotros, cada uno de todos los argentinos, pagará el tributo de esa dependencia porque no se depende gratuitamente. Siempre se depende a costa de contribuir extraordinariamente a un esfuerzo que o es el propio. Mi deseo, mi orientación -y la del Plan Quinquenal que hemos establecido- es llevar adelante esa industrialización. Los argentinos, y los extranjeros que comparten con nosotros la responsabilidad y la grandeza de este país, han de tener la misma inspiración que tenemos nosotros, de ir formando aquí lo que se ha hecho en otras partes. No podemos tener la evolución natural de los pueblos que son pastores, agricultores o industriales, para servir a otros intereses que no son los intereses argentinos. Queremos tener nuestra industria, lucharemos por tenerla y la tendremos. De eso estoy absolutamente persuadido. El esfuerzo que hagamos nunca será demasiado grande si nosotros conseguimos alcanzar ese objetivo, que es el que debemos perseguir. La conjunción de esta organización, que yo aplaudo y que el gobierno apoyará con todas sus fuerzas, es probablemente el esfuerzo de la solidaridad industrial, uno de los primeros ejemplos que se presentan en el país. Yo quisiera que ustedes, unidos chicos y grandes -porque en esto nadie es chico y nadie es grande; todos los hombres que trabajan por un objetivo común y tras una finalidad común también-, alcancen y disfruten una felicidad y una grandeza que también es común. Los felicito y los incito en nombre del gobierno, a continuar hacia adelante, a agruparse alrededor de esta industria que nace en nuestro país y que, con la ayuda de algunos países amigos, vamos llevando paulatinamente adelante. También vendrán a colaborar con nosotros otras industrias quizá más evolucionadas que la nuestra. Pero no debemos confiar en ese esfuerzo; debemos confiar en nuestro reemplazo, pero habrá pocos a quienes tengamos que agradecerles que lo hayan hecho. Veo, por rara coincidencia, que casi todos los presentes son hombres jóvenes, y yo tengo una gran esperanza en los hombres jóvenes. Esto que da nacimiento a la organización de un grupo de industriales formado alrededor de la IAME que ha tomado la iniciativa, será sin duda alguna el primer ensayo que se hará en el país de una organización de industrias, que existen aquí; nosotros sabemos bien que existen. Naturalmente, ahora hay que ponerlas en marcha con un objetivo único. Si ustedes consiguen realizar eso, si ustedes ofrecen al país una industria pesada, coordinada con todas las industrias subsidiarias que deben alimentarla y propugnarla, no tendrán solo la satisfacción de ver crecer sus empresas en la prosperidad, sino que tendrán el inmenso orgullo de haber sido ustedes los pioneros que pusieren las primeras estampas, hicieron trabajar los primeros tornos y las primeras forjas de una grandeza que yo veo con toda claridad en el futuro de la Argentina. Esto, para mí, -un hombre quizá un poco soñador-, es el esfuerzo que más se justifica, porque es el empeño que los hombres ponen en bien de la comunidad. No interesa que progresen unos cuantos; lo que interesa es que progreso todos, porque en el progreso de todos está la grandeza de cada uno, la realización de sus ideales y de sus ambiciones. Yo espero que en el Segundo Plan Quinquenal podamos cumplir totalmente los programas ya trazados en 1946. Y solucionar todos los problemas que actualmente afligen a nuestros industriales. En este aspecto, he de repetir, quizá aún abundado, que en 1946 la industria argentina estaba abocada a un problema bastante grave, como están abocadas todas las industrias crecidas durante la guerra. Ustedes lo saben tan bien como nosotros. Si nosotros hubiéramos abierto los mercados, como me aconsejaban todos los días, yo sé que muchas industrias argentinas hoy no existirían. De la misma manera, dimos el apoyo crediticio a la industria durante los primeros años, porque no queríamos que desapareciese nada de lo que durante la guerra había nacido y crecido como industria propia. Ese mismo concepto lo seguimos manteniendo pese a los malos años que hemos tenido que como consecuencia de la pérdida de las cosechas y de un pequeño desequilibrio que ha traído la posguerra. Nosotros no los hemos abandonado y no los hemos de abandonar, porque abandonarlos a ustedes es abandonar al país, y eso no está dentro de nuestra misión. Hemos de seguir apoyando con todas nuestras fuerzas y con toda nuestra intención el esfuerzo que ustedes realicen en este Segundo Plan Quinquenal que será decisivo para la industria argentina; aquí montamos nuestra industria o fracasamos. Yo creo que la hemos de montar. Hemos de resolver también el problema de la materia prima. Ya estamos en marcha sobre eso, y en el Segundo Plan Quinquenal, de cualquier manera y cualquiera sea el esfuerzo que debamos realizar, hemos de resolver totalmente en el país las líneas del hierro, del acero y del aluminio. Del mismo modo, con esta buena cosecha que ahora tenemos y que nos permitirá probablemente una soltura mayor en nuestras posibilidades financieras de divisas, podremos ofrecer a nuestros industriales la posibilidad de traer maquinarias, lo que hasta ahora no se pudo hacer porque el ritmo del desarrollo industrial debe seguir al ritmo del desarrollo económico y financiero del país. Desgraciadamente no se pueden dar los pasos más largos de lo que lo permiten los pantalones. En los malos tiempos es menester acortar el ritmo, y alargarlo después en toda su potencia en los buenos tiempos. En mi sentir, se aproximan ahora los mejores tiempos, y en esto hemos de poner al alcance de la necesidad de nuestros industriales, las mejores posibilidades que ese han ofrecido hasta el presente. Esto no es un secreto para ustedes; ustedes ven como anda el país. Podemos ahora comenzar a recoger un poco el provecho de todas las enormes inversiones que hemos realizado. En primer lugar, no tenemos ya servicios financieros al exterior que nos resten dividas, como nos restaban en una cantidad que apreciamos alrededor de los cinco mil millones de pesos; no tenemos casi servicios financieros porque no tenemos la deuda externa que ustedes pagaban antes con su propia producción. No tenemos que pagar grandes dividendos porque los servicios nacionalizados han cerrado la posibilidad de evasión de la riqueza argentina, como así también nuestra propia flota impide que evadan quinientos millones de pesos que antes pagábamos al exterior. Estamos produciendo ya en el país, con nuestra industria, un tipo de transformación, productos elaborados y semielaborados, que nos ahorra una enorme cantidad de divisas. Todo ese sector inmenso que antes servía para pagos al exterior lo podemos dedicar ahora para comprar lo que ustedes necesitan para nuestra industria. Este pequeño sacrificio realizado durante estos cinco años pasados ha de ser enorme beneficio para el futuro. Nosotros estamos decididos a realizar la industria pesada en el Segundo Plan Quinquenal. No haremos una gran industria; haremos una pequeña industria que, después en el Tercer Plan Quinquenal, hemos de expandir. En esto, no soy yo partidario de lo que hacen algunos comerciantes que se establecen con un edificio de veinte pisos y grandes instalaciones y al año quiebran; yo soy partidario de establecer un bolichito para que vaya creciendo, porque eso es lo seguro. Yo creo que si seguimos ese proceso evolutivo para no forzar las formas e ir realizando paulatinamente, hemos de alcanzar los objetivos que nos proponemos. Quizá no completemos todo en el Segundo Plan Quinquenal, pero sí garantizo que en el Tercer Plan Quinquenal podrá el gobierno realizar totalmente nuestro programa. Nunca se le ha presentado al país una ocasión mejor que ésta. Está constando mucho lo manufacturado que se importa, por lo que podemos ofrecer una producción quizá a la altura de esa y a menores precios. Esto no se va a volver a presentar nunca. Esta es la ocasión, y la ocasión, como siempre, es un "tanto calva". Vamos a aprovecharla de la mejor manera posible. Creo, señores, y estoy persuadido de esto, que esta unión y conjunción de hombres de empresa, que el Estado más que nadie está interesado en ayudar e impulsar, es el nacimiento de la primera organización industrial de nuestro país. No creo en una industria desperdigada, con una dirección que se preocupa de cualquier cosa menos de defender la industria. Creo que es más efectivo que se reúnan los hombres de empresa, los hombres que trabajan y que atienden personalmente sus cosas, para ponerse de acuerdo y trabajar solidariamente en una empresa común. Eso tiene que triunfar. Las que no triunfan son esas empresas hechas a dedo por unos hombres que no trabajan y que se reúnen para dirigir pero no dirigen nunca. Este es mi concepto. Por eso, señores, los felicito y les deseo un éxito absoluto. Agradezco al señor ministro de Aeronáutica el haber tomado la iniciativa de crear esta organización; creo que la verdadera grandeza de nuestra industria nace hoy aquí con un método seguro de trabajo y de realizaciones constructivas. Por eso les deseo el mayor de los éxitos y les aseguro que el Estado les va a apoyar con todo el poder de su fuerza y de sus posibilidades. Señores, no deseo terminar sin agradecerles, en nombre del gobierno, el esfuerzo que realizan. Eso es lo que nosotros queremos: trabajar y construir; sin eso, la vida del hombre pierde valor. Por ello, nosotros apreciamos el valor de los hombres más por lo que hacen que por lo que dicen; ustedes están haciendo y esa es la mejor recomendación que pueden tener los argentinos frente al gobierno. Les agradezco la colaboración que han prestado a la idea de fabricar automotores; la buena voluntad, el esfuerzo y quizá el sacrificio que han realizado ustedes, yo sé que no será en vano. En este momento, por mi intermedio, todos los argentinos les agradecen cuanto están haciendo y cuanto van a hacer. Que tengan una inmensa prosperidad en el año que se inicia y que sea el comienzo de una gran organización argentina que quizá pueda servir de ejemplo al mundo, en el aspecto industrial. Muchas gracias a todos y que sean muy felices. .............................................
1952-12-13
Mensaje radial a los trabajadores petroleros
En este nuevo aniversario del Día del Petróleo, que recuerda a todos los argentinos el descubrimiento de una de nuestras riquezas fundamentales, quiero hacer llegar a todos los miembros de la gran familia petrolera nacional mi cordial saludo, que exprese la gratitud del país por la tarea que ellos han realizado en el año 1952. Todos los años, he llegado a los petroleros argentinos con este saludo casi ritual, recapitulando, al mismo tiempo, la labor cumplida y señalando a grandes trazos la tarea inmediata a realizar. El año que termina ha sido fructífero de modo extraordinario para nuestro futuro petrolero. Pese a todos los inconvenientes, derivados de las dificultades para la reincorporación de equipos y elementos de trabajo a los planteles de exploración y explotación, el esfuerzo y el ingenio argentinos se han traducido en importantes descubrimientos de nuevas zonas petrolíferas en Neuquén, en Santa Cruz Austral, en el Sur de Mendoza, aparte de los hallazgos complementarios de Salta y de Tierra del Fuego que nos ha permitido incrementar la reserva petrolífera conocida del país. Al mismo tiempo, los esfuerzos de explotación nos han posibilitado el crecimiento paulatino de nuestra producción que llega en estos días a 9.408 m3 de petróleo obtenido por la empresa nacional petrolera. Esta cifra, no tiene precedentes en nuestra historia, y tengo la absoluta convicción de que los petroleros argentinos han de superarla cada día para alcanzar el volumen de producción que establece el Segundo Plan Quinquenal: Seis millones de toneladas, que es el gran objetivo petrolero de la Nación para 1957 y que representa casi exactamente el doble de la producción actual. Nuestra oposición política empieza a balbucear su descreimiento ante la magnitud del propósito peronista que expusimos como objetivo ante el pueblo representado por el Congreso Nacional. No interesa, compañeros, que ellos no crean. Lo importante es que nosotros tengamos fe, como la tuvimos el día en que decidimos declarar la independencia económica, o el día en que nos lanzamos a la construcción del Gasoducto de Comodoro Rivadavia a Buenos Aires. Ahora nos proponemos alcanzar metas aun más lejanas, y no falta quien diga, que en los tiempos iniciales del Primer Plan Quinquenal, que no hemos sabido apreciar bien las situaciones y que proyectamos imposibles. Yo me permito recordar a quienes nos critican, dos cosas fundamentales: primero, que ahora en esta tierra el gobierno, el Estado y el pueblo trabajan por la felicidad de los argentinos y por la grandeza de la Nación, y segundo, que cuando eso sucede en un país cualquiera, nada es imposible, porque incluso Dios se pone de parte de las grandes empresas de los hombres y de los pueblos cuando están inspiradas por grandes ideales. Por eso el Segundo Plan Quinquenal en materia petrolífera será cumplido inexorablemente pese a quien pese, porque cada petrolero argentino y cada argentino pondrá su esfuerzo total a fin de que se cumpla. Deseamos que la República Argentina se autoabastezca en materia de combustibles. El gobierno hará todo cuanto esté a su alcance, y estoy seguro de que el pueblo y sus organizaciones económicas, sus empresas y sus capitales cooperarán con nosotros en esta tarea básica de la independencia económica nacional y que la Providencia nos ayudará a fin de que podamos continuar valorizando la ingente riqueza que guardaba nuestra tierra en su seno para que nosotros la liberásemos ahora que la patria es nuestra, ¡absolutamente nuestra! ...........................................
1952-12-16
Ante los representantes de la Confederación General Económica en el salón de acuerdos de la casa de gobierno
Deseo que mis primeras palabras sean de agradecimiento por la amabilidad que han tenido al concurrir a esta reunión. Me satisface extraordinariamente y los felicito con todo el calor de mi entusiasmo, porque esto constituye un acto reafirmativo de la definitiva organización de la Confederación General Económica. El gobierno se siente feliz de ver organizada la Confederación se constituye en una organización de colaboración en las tareas de gobierno y no en una organización intranscendente o que defiende intereses parciales. Existiendo la organización que representa fehacientemente los intereses económicos argentinos, el gobierno no tiene otro interés que ponerse a disposición de la misma para defender en forma conjunta los intereses del país. Es indudable que esa representación es indispensable para el gobierno; el no puede defender situaciones personales o de circulo. Eso es mala política. La buena política está en defender indistintamente todos los intereses que se relacionen con la economía argentina. Por ello hemos creado la organización necesaria dentro del Estado y del gobierno, y nunca se habrá de tomar en el orden de la economía nacional ninguna medida sin consultarlos previamente para saber cuales son los intereses que podrían salir perjudicados. Conjuntamente tomaremos las grandes decisiones que interesen a todos. El gobierno no tiene otro interés que ese. Con referencia al Plan Quinquenal, quiero decir, simplemente, que constituye un plan de realizaciones. Es muy discutido el problema de la planificación en el mundo; sin embargo, del estudio exhaustivo de la necesidad y posibilidad de planificar, hemos llegado a la conclusión de que es imprescindible en nuestros tiempos planificar. No es un secreto para nadie que la economía en el mundo actual - tanto las economías de orden nacional, influenciadas extraordinariamente por distintas economías de otras partes del mundo, como la economía internacional- se encuentren en un estado de perturbación general. No es la economía natural la que juega en el orden internacional. En consecuencia, es también difícil hacer jugar una economía natural dentro del orden nacional. Hoy todos los sistema económicos y todos y todos los métodos económicos están alterados por distintas medidas tomadas en los diferentes mercados internacionales del mundo. Hoy los mercados no juegan libremente en ninguna parte. En esto no hay que hacerse ilusiones; nadie respeta anda, y todo el mundo observa una sola ley: la de defender de la mejor manera, concreta y objetivamente, sus propios intereses. El que no los defiende y se entrega a la posibilidad de que la defensa sea hecha por las leyes naturales, se equivoca y va a salir perjudicado. Nuestro país ha comenzado a hacer la defensa de sus propios intereses con organismos adecuados y con la planificación correspondiente. Ese es, en mi concepto, el punto de partida que debemos tener para organizar la planificación. Es indudable que hay muchos sentidos de la planificación. Los comunistas planifican todo porque ellos el Estado es todo y nada escapa al Estado y a la planificación estatal. Otros países hacen planes esporádicos y circunstanciales, como algo extraordinario; hay ciento cincuenta mil planes en todo el mundo. Nosotros, hemos planificado considerando que el gobierno y el Estado, por tratarse de un organismo multitudinario no puede andar sin un plan. No se puede concebir que un gobierno pueda actuar con unidad de acción, como debe actuar, conduciendo la ejecución de la tarea pública. Si no existe un plan habría muchas veces trabajos antagónicos y se destruiría la propia obra. La planificación estatal es una cosa imprescindible. En cuanto a la actividad privada, nosotros no somos absolutos en la concepción. La actividad privada es muy difícil de planificar; lo que podemos hacer allí es dar una idea de la conducción general para que todos marchen en una misma dirección con unidad de acción, sin la cual todo se traduciría en una lucha negativa y destructiva en vez de constructiva. Por eso, nosotros, en nuestro plan, planificamos todo lo estatal, la obra estatal en general, mediante una concepción bien centralizada en el gobierno y descentralizada por intermedio de los organismos estatales. En lo privado, solo establecemos normas de conducta mediante los objetivos nacionales, pues la actividad privada tiene sus objetivos privados pero, en conjunto, también tiene objetivos generales, que no pueden dejar de tener. Nosotros no planificamos detalles ni obligamos a la actividad privada a cumplir esos objetivos; los cumplirá el que quiera, pero el Estado no ayudará a los que no quieran cumplirlos. Ahí radica la concepción de nuestra planificación, que es también, como nuestra posición ideológica, una tercera posición dentro de la planificación. Planificamos lo estatal en forma descentralizada, y ejecutamos descentralizadamente. En lo privado, decimos: "Los objetivos generales, a nuestro juicio, son éstos y éstos. Los que quieran seguir, que sigan; y los que no quieran, allá ellos". Más claro no puede ser. El Plan Quinquenal, por otra parte, es bien claro en lo que se refiere a la planificación de lo estatal: la obra pública necesaria a la actividad de conjunto, en el orden de las construcciones y de las ejecuciones practicas y objetivas. En el campo de la política general se hace también una planificación al servicio de las actividades populares, sean estas de las fuerzas económicas, del trabajo, culturales, etcétera, llenando todos los sectores que puedan permitir la posibilidad de un desarrollo armónico y de una orientación uniforme para todo el país, sin obligar a nadie. Por eso hemos establecido como punto de partida que actuamos con el gobierno centralizado. Eso sí, tiene que marchar orgánica y disciplinadamente. El gobierno debe trabajar y luchar: empezando por el jefe y siguiendo hasta el último hombre del gobierno. No estamos aquí para hacer de figuras deportivas; -por otra parte, no decoraríamos muy bien- sino para trabajar y realizar una obra que, en síntesis, consiste en hacer lo necesario para que todos los habitantes del país puedan desarrollar libremente, con el mínimo de esfuerzo y el máximo de provecho, su propia actividad intelectual, de gobierno o colectiva. En cuanto a las tareas del Estado, procederemos en la misma forma. Puedo garantizarles que, con la organización que le hemos dado, trabaja activamente y cada día trabajará más y mejor. No nos dedicamos a hacer política con el dinero del Estado, sino a realizar obras, que es la mejor política. La actividad privada tiene una participación extraordinaria. En efecto, sobre una renta nacional que se estima para 1953/57 en los 405.000 millones de pesos, el consumo nacional, en esa época, sería en consecuencia de 101.000 millones de pesos. De este ahorro la actividad privada podrá disponer de 67.500 millones, ya que la inversión oficial solo alcanzaría a 33.500 millones. Pueden darse cuenta de que en esto la actividad privada tiene una preponderancia extraordinaria. El Estado va retirándose para dar lugar a la actividad privada, hecho que se ira acentuando cada vez más. En el Primer Plan Quinquenal nos excedimos un poco en la inversión estatal, y llegamos a absorber casi un 50% del ahorro nacional. Ahora, alcanzaremos solamente a un 33%, y llegaremos a disminuir mucho más todavía este tipo de inversiones para dar lugar a que del conjunto del ahorro nacional la actividad privada pueda llegar a disponer del 80%. Esta política es de incremento. Tuvimos una absorción inicial muy grande, desde el punto de vista estatal, porque quisimos desarrollar una gran actividad que era indispensable para el país, necesaria para crear condiciones y propicia al desarrollo de la actividad privada. El Plan, señores, en su realización no será de un ritmo febril, como el Primer Plan Quinquenal, porque estamos ahora en condiciones de adecuarlo convenientemente a las alternativas de la economía nacional. Por otra parte, hay ya un ordenamiento orgánico y financiero para la realización del Plan, que nos permita ir en apoyo de la actividad privada en una preparación muy superior a la del Primer Plan Quinquenal. También iremos ya recibiendo ya el beneficio de las inmensas inversiones realizadas durante el Primer Plan Quinquenal; hemos pasado ese periodo de la inversión y ahora viene el de la retribución, lo mismo que les pasa a ustedes en los negocios que emprendan. Tenemos una enorme cantidad de obras que ahora están terminadas y listas para ser habilitadas; todo eso es capital invertido que se va a reproducir. De manera que nosotros creemos que la financiación podrá llevarse a cabo con soltura y tranquilidad, si no nos ocurre lo que paso en el Primer Plan Quinquenal: dos cosechas y dos medias cosechas perdidas, que nos hicieron llegar al final de una situación un tanto ajustadas. Pero nadie podría imaginar que íbamos a perder dos cosechas y dos medias cosechas; es una cosa de las que no hay memoria en el país. Sin embargo, a pesar de eso, no hemos estado tan mal, y espero que por muchos años esas perdidas no volverán a producirse. Y si se produjeran nuevamente, tomaríamos nuevamente las medidas que nos permitan defendernos bien. Yo creo que si tenemos otra cosecha, no digo tan buena como ésta, sino siquiera parecida, ya no tendremos más que preocuparnos por estas cosas. El Segundo Plan Quinquenal nos va a posibilitar el incremento económico. No tenemos casi servicios financieros al exterior, como anteriormente, ni tampoco que pagar deuda externa. Nuestro transporte está ya en tren de normalización; los de ultramar, servidos por nuestra propia marina mercante, nos da varios millones de pesos en divisas por año. Esto nos permite asegurar que ese desembolso anual de servicios financieros, sin contar las evasiones invisibles, que sumaban mucho más que 5.000 millones de pesos, es un servicio que no tendremos ya que atender. Todo eso va involucrado dentro de la realización estatal en el orden de nuestras finanzas y de nuestra economía. Para realizar todo esto, lo único que nosotros pedimos es trabajo, y empezamos por trabajar nosotros, ya que el pueblo esta decidido a hacerlo. Cuando un hombre queda sin trabajo, protesta, pues quiere trabajar y busca trabajo. Eso es lo que debemos propugnar: cuanto más trabajo haya, mejor, pues habrá menos gente que mantener inactiva. Nosotros ya estamos aumentando nuestra producción, y nuestra estadística actual señala un aumento en el número de personas empleadas. Estamos llevando trabajo al interior y podemos decir que gobernar, hoy, es crear trabajo. El mundo entero esta lleno de desocupados, y la tarea del gobierno consiste en brindar trabajo: nosotros estamos en condiciones de hacerlo. Este año económico de 1952 fue previsto por nosotros en 1951 como un año muy difícil porque la cosecha venía mal. Si no hubiéramos lanzado el plan económico de 1952, -que ha hecho mal a algunos, pero hubiera hecho mal a todos de no haberse tomado las previsiones necesarias- lo habríamos pasado muy mal. Tal vez hubiésemos tenido que recurrir a los empréstitos, a los cuales no quiero acudir en manera alguna. Mediante el empréstito un gobierno recibe mucha plata junta, de la cual la mitad se pierde por el mal empleo y la otra mitad se aprovecha mal. Y todo eso tiene que pagarlo ustedes en cuatro, cinco o diez años. Nosotros hemos salvado esa situación y no hemos tenido necesidad de hacer, ni siquiera en apariencia, ningún empréstito, lo cual me hace muy feliz porque les deja a ustedes la posibilidad de seguir trabajando sin que sea necesario llegar a la política impositiva que hoy azota al mundo entero. He hablado con algunos amigos norteamericanos, alemanes y franceses y no saben que hacer. Dicen que los impuestos a que se ha llegado en todos estos países se deben a la guerra. Lo cierto es que allí el pueblo tiene que trabajar para vivir, al tiempo que los industriales y los comerciantes deben trabajar para el Estado. Tanto es así, que hay mucha gente interesada en venir a trabajar aquí. Este es un asunto que habrá que estudiar muy minuciosamente; todas esas cosas nosotros las hemos de tener bien estudiadas. No solamente ayudaremos a todas las actividades del trabajo del país, sino que también hemos de defenderlas contra todos posibles eventos, que en estos tiempos no hay que descartar. Les agradezco la colaboración y por mi parte les digo que aquí, en la Casa de Gobierno, quedamos totalmente a la reciproca. Apoyar a la actividad económica en todo el país no solamente está en nuestros deseos, sino que es también parte de nuestro deber, y en ese sentido hemos de trabajar con ustedes en absoluta colaboración. No tomaremos ninguna medida sin consultar antes a su organización; si nos equivocamos seremos culpables todos y no solamente yo. Ahora, deseo agregar dos palabras para que nuestro entendimiento sea absoluto. Ustedes habrán observado cual es la organización de nuestro gobierno. Somos un país que por necesidades propias de nuestro sistema tenemos una organización de gobierno distinta a casi todos los gobiernos del mundo. Nosotros trabajamos por equipo; los ministros son ministros porque los nombra el Poder Ejecutivo, pero son hombres de un equipo. Hay un grupo económico, un grupo político, un grupo militar y un grupo técnico. Nosotros hemos debido realizar dos tareas: primero, la concepción de gobierno; segundo, la realización de las medidas emergentes de las decisiones. La concepción debe ser centralizada para que haya unidad de acción y la ejecución debe ser descentralizada para que se pueda ejecutar libremente. Para eso hemos tenido que organizar un gobierno que tenga absoluta coordinación. Hay un orden de coordinación general porque la doctrina nos es común a todos, es una doctrina nacional; eso es ya una coordinación general, pues la misma manera de observar y apreciar los problemas implica un mismo modo de resolverlos y de una coordinación general. Sin embargo, eso no seria suficiente para el gobierno y hemos debido hacer coordinaciones parciales que resultan de tener los grupos organizados por materia. Los ministros económicos se reúnen una vez por semana conmigo y varias veces ellos solos, de modo que todas las medidas económicas vayan perfectamente coordinadas para cada una de las actividades económicas. En los asuntos políticos se procede exactamente igual, y lo mismo con las cuestiones técnicas para la racionalización general de las tareas, y con el grupo militar encargado de la defensa nacional. La coordinación entre los cuatro grupos, tan diversos, la hacemos en los acuerdos de gabinete. En este segundo periodo de gobierno podremos marchar en una absoluta inteligencia y colaboración, que serán beneficiosas tanto para el gobierno como para ustedes. Por lo menos, esa es nuestra sana intención. No será todo tan fácil como se nos presenta en esta mesa, pero no será tampoco tan difícil que no lo podamos realizar. Nosotros estamos para servirlos. Vamos a consultarlos en todos los problemas que se presenten. Además, al establecer los planes de adquisición vamos a planificar para evitar un sinnúmero de males, lo mismo que para establecer nuestro presupuesto de divisas, etcétera. Y en todo eso estaremos en permanente consulta con ustedes, de manera que cuando nos equivoquemos tengamos derecho a echarles la culpa a ustedes también. Les expreso nuevamente mi agradecimiento y les repito que estamos a sus órdenes y esperamos verlos a menudo por aquí, interesados como nosotros en la cosa pública, que es la cosa de todos. Esta es la casa de ustedes. El ministro de Asuntos Económicos esta a disposición de ustedes para cualquier iniciativa o cualquier necesidad que tengan. Ustedes consultarán los intereses de los hombres de empresa de todo el país y entonces trataremos de servirlos a todos, no solo a los de la capital federal sino también a los de las provincias, en la inteligencia de que lo hacemos en el cumplimiento de nuestro deber y, primordialmente, para posibilitar que ustedes trabajen con mayor desenvolvimiento y provecho. Ese es nuestro empeño. Yo quiero que ustedes lleven la persuasión absoluta de nuestra buena fe, de nuestra sinceridad, ya que no tengo razón alguna para engañarlos ni decirles una cosa por otra. Espero que esa persuasión y ese convencimiento llegue a través de nuestro trabajo en común con ustedes, cuando vayan viendo que el trabajo se va haciendo para beneficio de todos y, principalmente, del país. ..............
1952-12-17
ANTE DELEGADOS DE LA CONFEDERACION GENERAL DE EMPLEADOS DE COMERCIO
Una vez más debo expresarles la inmensa satisfacción que siento cuando tengo que reunirme con los empleados de comercio. Es un gremio que, por sus magníficas realizaciones, cumple con creces toda la acción que nosotros y el movimiento peronista ha puesto en los sindicatos argentinos. Ustedes constituyen una organización verdaderamente modelo en todos sus aspectos dentro del sindicalismo argentino. Por eso, no sólo es una satisfacción podernos reunir, sino también es un orgullo poder proclamar en estas reuniones toda esa solidaridad, sin la cual los movimientos gremiales no tienen mucho de constructivo. La gran virtud del gremio está precisamente en que esas cosas propias las tomen como propias, las defiendan y las lleven adelante también como propias. Así se consolida la organización. Lo demás, son palabras. Pero estos hechos, como los que termina de mencionar el compañero Borlenghi, constituyen la verdadera fuerza de aglutinación de los gremios y de todas las organizaciones. En la organización del pueblo argentino, por la que yo me he preocupado tanto, ustedes llevan una bandera ya gloriosa y han realizado una obra que verdaderamente puede ser modelo de todos los movimientos sindicalistas del mundo. Por eso, a esa satisfacción y orgullo que ustedes deben experimentar, yo me uno alborozado, porque soy un hombre que cree en nuestras organizaciones, y creo de corazón, que es como mejor se cree. La existencia de una caja de jubilaciones como la de empleados de comercio, con una capitalización perfecta y un servicio que se desarrolla cada vez mejor, como deben hacerlo todas las cajas de jubilaciones, no solamente es un ejemplo, sino que nosotros mismos quizá no apreciamos en todo su verdadero valor su existencia, que es la puesta en acción del verdadero sentimiento y sentido de solidaridad social. Siempre he pensado al analizar la situación de los grandes países que todavía siguen con su viejo seguro social privado, que eso puede suceder en un país muy evolucionado solamente a causa del egoísmo o de la imprevisión. La República Argentina quizá, con nosotros, ha nacido al verdadero sentido y sentimiento de la previsión, pues habría ver cual sería el problema de un país con 150 millones de habitantes, con un comercio y una industria desarrollados en una forma extraordinaria, si hoy quisiese tomar las mismas medidas de previsión creando cajas de jubilación; sería un problema sin solución. Si ellos hubieran comenzado como nosotros a crearlo cuando tenían 17 millones de habitantes, al tener 150 millones de habitantes, con un comercio y una industria desarrollados al más alto grado, la previsión ya estaría comprendida en el mismo proceso económico. Esta organización que nace en nosotros habrá de perpetuarse no solamente en el gremio de los empleados de comercio sino en todos los gremios del país, de modo que el comerciante que se establece, el industrial que monte una industria ya la va teniendo en cuenta en todas las operaciones económicas que realice. La previsión llegará a ser una costumbre en todas las actividades, un factor que jugará en los procesos de costo. Ello permitirá asegurar de la manera más perfecta una solidaridad sin la cual los pueblos se transforman más bien en una bolsa de gatos que una cosa organizada. Cuando conversamos sobre estas cosas con el ministro Borlenghi, llegamos a la conclusión de que el seguro, es, lisa y llanamente, un paliativo de la imprevisión; es una aspirina para quitar el dolor de la imprevisión. Pero para destruir la causa de esa enfermedad de la imprevisión, el verdadero medio no puede ser el seguro: tiene que ser la jubilación, es decir, el remedio que ataca la causa. Por eso yo, cuando oigo criticar en muchos sectores la amplitud de nuestro sistema jubilatorio, estoy pensando lo que dirán dentro de cincuenta años nuestros hombres de trabajo cuando tengan asegurada su vejez, su invalidez y sus desgracias por la solidaridad de todos los demás compañeros que durante tantos años han contribuido a la formación de estos institutos que son la base de solidaridad y la base de la satisfacción de todas las imprevisiones que el Estado, los patrones y aún los propios gremios puedan cometer en su vida. Por esa razón, si ustedes festejan con satisfacción este nuevo aniversario de la Caja de Jubilaciones, que es tan promisoria y asegura de una manera absoluta al gremio de empleados de comercio, yo, como presidente de la República, quizás experimente una mayor satisfacción que ustedes, porque ustedes recibieron tal vez un beneficio y sirven al beneficio de los demás asociados, pero yo lo estoy viendo como un camino que debemos seguir para todas las actividades argentinas. Algunas veces lo critican al ministro Borlenghi porque dicen que se mete en todas las cosas de la Caja. Sin embargo, estoy completamente de acuerdo en que la defienda y se ocupe de todos los aspectos. Que ustedes defiendan su causa es una cosa justa porque están defendiendo algo que les pertenece; nadie va a defender la Caja, en forma que ustedes tengan que agradecerle algo, mejor que ustedes mismos. En esto, como dijo el compañero Argaña, hay que ir contemplando cada vez más el perfeccionamiento de la institución como organismo para la prestación de los servicios. Para ello, el gobierno está totalmente a disposición de la misma; lo único que queremos es tener una institución poderosa. En cuanto al ofrecimiento de los compañeros para la colaboración en el Plan Quinquenal, quedo profundamente agradecido. No es una sorpresa para mí ese ofrecimiento porque sé que los empleados de comercio, no sólo en el Plan Quinquenal sino en todas las actividades del gobierno, han sido colaboradores eficientes, inteligentes y capaces. Aprovecho esta oportunidad para agradecerles cuanto han hecho por la difusión de nuestras ideas y por la realización de nuestros trabajos y de nuestros planes. Sé que ese ofrecimiento es de corazón y leal, y sé que prestarán a nuestras organizaciones la ayuda y el apoyo que siempre les han prestado. El Segundo Plan Quinquenal no es sino una continuación del primero, pero más racionalmente estudiado. En el primero yo tuve que hacer los estudios básicos para tener una realidad a la cual impulsar mediante la planificación. Este Segundo Plan Quinquenal no es producto solamente de mi buena voluntad, de mi imaginación y de mis buenos deseos, sino que es el punto de partida de un estudio racional del país. En el Segundo Plan Quinquenal nosotros hemos hecho estudios bases que podemos considerar como muy aproximados a la realidad absoluta. Hemos empezado por pintar al país en todas sus realidades y, después imaginarnos sus posibilidades para la planificación. En el plan que hemos estudiado minuciosamente podemos decir cuál es la situación. Hay un remanente en el Primer Plan Quinquenal que sigue su realización, el resto será trabajo para el futuro. Lo que nosotros queremos es seguir realizando cada obra sin imponer grandes sacrificios a la población, sin imponer al pueblo un desmedido sacrificio para la realización de ese plan. Ustedes han observado que el Primer Plan Quinquenal, a pesar de representar un trabajo febril, no impuso grandes sacrificios, a pesar de que tuvimos la desgracia de perder dos cosechas y casi dos medias cosechas. Nosotros, mediante el trabajo generoso de los trabajadores argentinos, hemos podido cumplir un objetivo extraordinariamente grande en el Primer Plan Quinquenal, no solamente en lo que atañe a la recuperación nacional, a la legislación y al avance de la imposición de nuestras ideas, sino también en la realización material de muchas obras. En el Segundo Plan Quinquenal queremos imponer igualmente un esfuerzo similar que no vaya en detrimento ni de la felicidad ni de la tranquilidad del pueblo argentino. Nosotros seguimos pensando que esa felicidad es el punto uno a alcanzar en todos los planes quinquenales de gobierno, y en el segundo plan, con un pueblo de hombres felices podemos ir construyendo paulatinamente, sin hesitaciones y sin apuro, nuestra grandeza. Ponemos primero la felicidad del pueblo y luego la grandeza de la Nación, porque pensamos siempre que es más lindo, que es mejor y que es más lógico, tener un pueblo feliz que un gran país. Yo prefiero siempre un pequeño país de hombres felices, a un gran país con un pueblo de hombres infelices. Por otra parte, en no equivocarse en esto, radica la forma de acelerar la grandeza de la Nación, porque la grandeza de un país sólo la puede alcanzar un pueblo constituido por hombres felices, nunca uno formado por hombres desgraciados. Ese rendimiento que debemos aumentar diariamente, la mayor cantidad de gente que desea trabajar, las mujeres que incorporan a hacerlo a la par de los hombres en toda la extensión del país, será lo que no permitirá alcanzar los objetivos de la grandeza. Y si no los lográramos, y sólo llegásemos a constituir un pueblo feliz, habríamos cumplido el objetivo principal. El otro es el objetivo a largo plazo la felicidad al más corto plazo posible. A este respecto, he tenido grandes satisfacciones. Hace poco vino un señor extranjero, que regresaba de recorrer toda Europa, y me dijo que aquí, en la República Argentina, se trabajaba más que en todos los países que él había recorrido y que había más trabajo. Y agregó: "Ustedes, los hombres de gobierno, no trabajan normalmente: trabajan extraordinariamente". Este es un fenómeno que observan todos los que van a otros países. En muchos de ellos, la gente ya no quiere trabajar, lo cual es explicable. Yo me pongo en la situación de los habitantes de algunos países de Europa. Hasta 1914 llenaron su media y formaron la grandeza de su país con sus millones de medias llenas de monedas. Vino la primera guerra mundial y, una vez terminada, les quitaron la media con todo lo que tenía adentro. Comenzó, luego, la etapa de la reconstrucción, durante veinte años: volvieron a llenar la media. Entonces, tuvo lugar la segunda guerra mundial. Y volvieron a quitarles la media y a decirles que se pusieran a reconstruir. Pero cada uno se pregunta: "¿Para qué? Si está encima la tercera guerra y nos van a quitar la tercera media." Después, muchos no se explican por qué nacen doctrinas como el existencialismo. So uno estuviera allá, tal vez sería también existencialista porque el problema de allá es existir. Quien tiene el problema de existir, aunque no quiera, es existencialista, es un sentido natural del hombre. Yo digo esto probablemente porque mi mayor satisfacción en este Segundo Plan Quinquenal será ver cómo en todos los rincones de la patria cada argentino que siente la responsabilidad de ser argentino está trabajando y construyendo en su pequeño taller un poco de esa felicidad y de esa grandeza. Los argentinos van comprendiendo que no pueden vivir cada uno por su cuenta. Aquí viviremos todos por cuenta de todos, o si no viviremos muy mal. Cuando todo el país haya entendido eso, cuanto todos sepan que es del trabajo común de todos que depende la tranquilidad y la felicidad de todos, aquí no puede ni debe haber ningún problema. Yo voy viendo surgir en el pueblo argentino una conciencia social que se va formando: ya no se festejan muchas cosas; se festejan actos como éste, en el cual la solidaridad es la base de la alegría de los hombres que la comparten. Si no dejáramos al pueblo argentino más que esa conciencia social que nosotros vamos dando paulatinamente con la marcha de nuestro gobierno, y todos los argentinos tuvieran el grado de conciencia social que tienen ustedes y los demás sindicatos argentinos, yo me daría por muy bien servido. El Segundo Plan Quinquenal es realizar esa conciencia social, él es la herramienta extraordinaria para consolidar definitivamente en el país esa conciencia social, conciencia social que algunos creen que es solamente para los trabajadores. La conciencia social es también para las fuerzas económicas, para la construcción, para la industria, para el comercio, para el gobierno, para la cultura, para todos. Sin ella, nada de eso es posible realizarlo acabadamente. El Segundo Plan Quinquenal es nada más ni menos que el establecimiento del objetivo que lleva a la República Argentina y a cada uno de sus hijos a trabajar por el bien de todos, concretando ochocientos objetivos de diversa naturaleza que constituyen el objetivo común. Los objetivos individuales o de grupo, no pertenecen a la Nación entera, sino a los individuaos y a los grupos. De modo que esa es realizable por los individuos y por los grupos: y a nosotros no se nos debe ocurrir meter la nariz en los derechos y libertades que individualmente tiene cada ciudadano, como los que establecen cuando se agrupan para defender sus intereses o cumplir con su misión. En eso estriba, precisamente la verdad de nuestro gobierno: que estamos para servir a todos; que estamos para tomar y conducir la actividad de conjunto, pero dejamos que cada uno se realice a sí mismo. Nosotros nos vamos a ocupar de realizar el todo. Esto constituye la médula espinal de todo nuestro Plan. Ya es más perfecto y de realizaciones más racionales que el anterior. Eso significa que vamos a obtener, en este Segundo Plan, un mayor provecho con un menor esfuerzo. De eso debemos estar absolutamente persuadidos. Por otra parte, para que el Plan se pueda cumplir es necesario primero que se conozca y que se conozca por todos. La obra de arte -lo he dicho varias veces- no está en concebirla sino en realizarla. Para realizar el Plan Quinquenal lo primero que hay que hacer es conocerlo, y para conocerlo dentro del país es menester difundirlo. No debe haber un solo argentino que no conozca la totalidad de los objetivos generales del país, porque en ellos se tienen obligaciones y responsabilidades. Cada uno, en su casa, en su trabajo, con su esposa, con sus hijos, tiene la posibilidad de ir cumpliendo dichos objetivos. Es fácil comprender el poder de realización que adquirirá nuestro país cuando los dieciocho millones de argentinos se pongan a cumplirlos. Que cada uno haga fuerza por su lado, es una cosa; pero cuando los dieciocho millones hagan fuerza en la misma dirección no sé quien los podrá detener. Esa es la finalidad: asegurar la unida de acción para la consecución de los adjetivos que son de todos. Porque si el país se hunde nos hundimos todos, no habrá, en ese momento, privilegiados que queden flotando: o flotamos todos o nos hundimos todos. Eso, que es tan fundamental, no se había cumplido, desgraciadamente en nuestro país. Esto era una "piedra libre" general donde la mitad empujaba hacia un lado y la mitad restante hacia el otro. Ahora nos hemos pasado todos al mismo lado y empujamos en una sola dirección. En este Segundo Plan Quinquenal consideramos también el aporte de la mujer que el país estaba pidiendo a gritos. Cuando hacíamos la apreciación de poder energético y de la capacidad económica, financiera, cultural, etcétera, de nuestro país, siempre pensábamos que nos faltaban veinte millones más de habitantes. Y decíamos: "El país, que es tan inmenso, está despoblado. Hay mucho trabajo y poca gente para trabajar". Sin embargo, teníamos ocho millones de personas atadas a las que no les dejábamos hacer nada de lo que podían. El incorporar la mujer a la actividad productora del país presupone duplicar la población, porque la mujer puede atender su casa, ayudar al esposo y desarrollar su actividad en el trabajo. Y en esto, también estamos en la tercera posición. Hay países en donde a la mujer no le dejan hacer nada, le tapan la cara hasta la altura de los ojos y la tienen anclada en casa. En otros pueblos, en cambio, es la mujer la que trabaja y el hombre no hace nada. Nosotros damos posibilidades a la mujer para que trabaje, luche y nos ayude a sobrellevar la cruz que portamos en la vida, con placer algunas veces. En el Segundo Plan Quinquenal se ha tenido en cuenta también eso. Hemos visto actuar en estos últimos tiempos a la mujer y nosotros, los hombres, tenemos que confesar que actúan bien. Cuando veo que el Partido Peronista Femenino le gana en las elecciones a los hombres en muchas partes, debe pensar que, por lo menos peronísticamente, las mujeres son mejores que nosotros. En eso nosotros tenemos también que evolucionar y en el Segundo Plan Quinquenal se han trazado grandes lineamientos para ello. Se habla muchas veces de complejos de inferioridad en la mujer. Casualmente, me decía un médico días pasados: "Cuando sale una mujer médico se dedica a curar señoras o niños; diagnostica con temor, le falta audacia". Claro, es un fenómeno formativo de la mujer. Nosotros tomamos las cosas con audacia; en cambio, como a ellas las han formado dentro de un marco reducido, tienen miedo, les falta la audacia que nos sobra a nosotros. Pero lo que nos sobra se lo vamos a pasar a ellas para establecer el equilibrio. El Plan trata y resuelve problemas como este, totalmente insospechado para muchos. El penetrar profundamente en los objetivos del Plan, que son muy sintéticos, como naturalmente debían serlo, lo lleva a uno a abrir un abanico que presenta un panorama completo de toda la actividad del país. Yo he citado este ejemplo porque es uno de los puntos comprendidos dentro del Plan para poner en marcha en mayor actividad al pueblo argentino sin exigirle un mayor esfuerzo. Haciendo que todo se distribuya más, podrá colaborar un mayor número de personas y, de ese modo, desarrollaremos un trabajo mucho mayor. Por eso, compañeros, les pido a ustedes -que representan dentro del panorama del pueblo argentino un elemento más evolucionado, más comprensivo y de una capacidad de acción mayor- que se ocupen un poco de la difusión del Plan en sus distintos aspectos. De esa manera, también, acepto el ofrecimiento que me han hecho. Ustedes saben de eso más que yo, y lo saben hacer muy bien. Les pido que dentro de los objetivos del Plan, elijan uno, el que más les guste, y lo hagan conocer, lo ofrezcan; si así lo hacen, les quedaré muy agradecido. Compañeros: me quedaría mucho tiempo más hablando con ustedes, pero siempre estoy demasiado ocupado. De manera que quiero terminar agradeciéndoles una vez más esta magnífica ocasión que permite saludarlos personalmente, y desearles que el año que va a iniciar dentro de poco, sean inmensamente felices en compañía de vuestras familias. Se los deseo como lo podría hacer un padre o un hermano de ustedes. Nuestra lucha está dirigida a hacer algo para que los argentinos vivan y actúen cada vez en mejores condiciones. Quizá en todos los sectores no hemos logrado los mismos resultados, pero, igualmente, nos conformamos porque bastante hemos hecho, y como los chinos, después de haber cumplido una etapa extraordinaria, podemos comprar el ataúd y ponernos dentro a esperar... Sin embargo, compañeros, en esta lucha que es tan dura y tan amarga algunas veces, se encuentran estos oasis maravillosos de compresión y de amistad, que yo nunca podré agradecer suficientemente, especialmente a ustedes, a quienes no olvido nunca en los momentos mas duros y mas amargos de esa lucha difícil y peligrosa: los he tenido entonces junto a mí, como los he tenido siempre junto a mi corazón. ..................
1952-12-18
Ante las autoridades y delegados que asisten a las deliberaciones del Primer Congreso Argentino de Geólogos
Deseo que mis primeras palabras sean para agradecer la amabilidad que han tenido en llegar hasta esta casa, para darme la inmensa satisfacción de poder estrecharle las manos, siquiera sea de cuando en cuando. Yo me he interesado especialmente en el desarrollo de este Congreso, y al respecto hemos hablado con los señores ministros y algunas personas, y me satisface extraordinariamente la inquietud de ustedes ya que coincide con nuestras propias inquietudes. Nuestro país, que hasta hace poco tiempo se había conformado con ser un pueblo de agricultores y de pastores, comienza a tomar otro ritmo. Creo que conformarnos con eso sería conformarnos con muy poco. La suerte de la República no reside solamente en que sigamos siendo buenos pastores y buenos agricultores; podemos inclinarnos también a ensayar los medios para llegar a ser buenos en algunas otras actividades que son tan importantes como las vacas, el trigo, el maíz y otras cosas. Entiendo que comenzamos y no tenemos otra pretensión que la de hacer un buen comienzo. Sé bien cuales son las enormes dificultades con que se ha tropezado y se tropieza para el ordenamiento y encauzamiento de las actividades racionales en el sentido de la profesión que ustedes han elegido; sé que ser geólogo en la Republica Argentina no tenía sino una aplicación muy relativa en el inmenso campo de actividades que pueden presentársele a un geólogo en los tiempos modernos. Decía Belisario Roldán que "en tierra de sementeras las musas son extranjeras y el verso cual intruso"; podríamos repetir esas palabras para los geólogos argentinos. Recuerdo que hace 25 años, recorriendo la Argentina con Hickens y Tapia, a veces conversábamos sobre la necesidad de confeccionar el mapa geológico de la Republica Argentina, y desde hace 25 años no hemos avanzado mucho en eso. Todos los esfuerzos realizados han obedecido más a la curiosidad de algunos geólogos que a la necesidad del Estado organizada racionalmente para conseguir eso, que es tan fundamental para la economía y la vida misma de la Nación. La inquietud de ustedes es una inquietud que nosotros venimos sintiendo desde hace tiempo. En el Primer Plan Quinquenal teníamos nosotros una inmensa gama de problemas que solucionar. En primer lugar, necesitábamos ponernos condiciones de encarar empresas de mayor aliento; había un problema fundamental que estaba por sobre todos los demás: el ordenamiento económico-social del país. Para ello lo primero que había que hacer era tener algo que ordenar. Lo que había no lo podíamos ordenar porque no era nuestro. Tuvimos que recuperar todo eso que seria motivo de un ordenamiento futuro. Ya en el Primer Plan Quinquenal comenzamos a pensar en la posibilidad de escalonar distintos planes que paulatinamente nos fueron llevando a la consecución de los objetivos primordiales que posibilitaran los objetivos sucesivos. Por eso, en el primer Plan Quinquenal, más que hacer estudio integral y racional de objetivos generales y fundamentales, nos dedicamos a obtener la posibilidad mediante una acción rápida, de lograr el segundo Plan Quinquenal los verdaderos objetivos generales y fundamentales de la Nación. El primer Plan Quinquenal se ocupo de la recuperación para poder hacer un ordenamiento de toda la actividad Argentina. Se trato de apuntalar la industria existente sin tener la pretensión de mejorar, pues primero había que sostener eso que estaba amenazado por la posguerra, para no se viniera abajo como ocurrió con la industria montada en la Primera Guerra Mundial. La hemos salvado y hoy podemos decir que esa industria se ha mantenido, ha progresado y se ha perfeccionado; estamos produciendo, actualmente, a costos muy económicos en comparación con los de la guerra pasada y posguerra que le siguió. Consolidado eso, vamos ahora a la ampliación. El Primer Plan Quinquenal se extendió todo lo que fue necesario, pero solamente en el aspecto tecnológico. Pensamos, por ejemplo, en una industria pesada. Esa industria pesada ya fue planeada en el Primer Plan, pero solamente en el aspecto tecnológico, por ejemplo, en la fabricación de vehículos y aerovehículos, nosotros echamos las bases para una línea completa del hierro y del acero y otras obras bases, técnicas también para la línea del aluminio. ¿Para que íbamos a pensar nosotros en eso, si no teníamos en el Primer Plan Quinquenal absolutamente nada aun de la industria pesada y nada de la industria aeronáutica? Hicimos un instituto técnico en Córdoba que nos posibilitó crear algunos prototipos y comenzar la fabricación en pequeñas series con materiales importados. En hierro hemos estado haciendo lo mismo y lo seguimos haciendo; nos quedan por solucionar dos grandes problemas: la materia prima argentina en toda la línea del aluminio y en toda la línea del hierro, acero y aceros especiales. Eso se va a cumplir en el Segundo Plan Quinquenal. Aunque algunos piensen que no, yo creo que sí. No se han de producir dos millones de toneladas; produciremos para tener una pequeña industria porque el Segundo Plan Quinquenal prevé una pequeña industria abastecida por nuestra propia materia prima extractiva. Será chiquita en cuanto al volumen; el tamaño será lo de menos, eso vendrá después. Yo prometo que va a existir el tamaño vendrá en el Tercer Plan Quinquenal, que será un plan de expansión. De manera que en este Segundo Plan Quinquenal ustedes tienen una tarea extraordinaria que cumplir; la colaboración de ustedes será para nosotros de lo más valiosa. Ustedes ya ven que en el Plan Quinquenal los objetivos referentes a toda la actividad que ustedes pueden desarrollar tiene una inmensa amplitud en todo el país. Yo me felicito de que todos los presentes sean muchachos jóvenes, la mayor parte al menos. Tal vez nos harían falta algunos viejos para aprovechar su experiencia, pero crearemos esa experiencia que no tenemos, trabajando y yendo a la actividad empírica del geólogo. Me gustaría mucho ver a los geólogos recorriendo los cerros e investigando. Pondremos a su disposición todos los medios que sean necesarios. En esta segunda etapa de nuestro trabajo trataremos de posibilitarles a ustedes la labor en la más amplia acepción de la palabra, no solamente con elementos sino también con la organización necesaria. Por eso yo les pediría que en la realización de este Congreso llegaran ustedes a conclusiones absolutas sobre las reglamentaciones, sobre la capacitación y el perfeccionamiento, sobre como el Estado puede y debe orientar el trabajo de conjunto, como debe hacerlo en la tarea estatal y como debe hacerlo en la tarea privada, para posibilitarles de la mejor manera la acción y el desarrollo de sus propias actividades. Si este Congreso nos eleva, en ese orden de cosas, una reglamentación o nos comunica sus ideas e iniciativa, nosotros estudiaremos todos los problemas con la mayor profundidad posible, a fin de darles rápida solución. Esta en nuestro interés que ustedes puedan trabajar rápidamente y en las mejores condiciones, a fin de lograr con el mínimo esfuerzo el máximo provecho para el país. No olviden que en este Plan no hablamos solamente de posibilitar objetivos personales, individuales, de grupos o de empresas, sino que hablamos de los objetivos generales de la Nación, que son nuestros objetivos, y que también van a realizar ustedes. En consecuencia, vamos a ser socios en este trabajo; socios que vamos a trabajar muy unidos, porque así como ustedes vayan cumpliendo los objetivos de sus propias empresas, el gobierno tratará de cumplir los objetivos del conjunto de la Nación. En este sentido, puede asegurarles que quizás me interesen más a mí que a muchos de ustedes los resultados del Congreso, y prueba de ello es que vamos a empezar a trabajar inmediatamente. Nosotros estábamos esperando esto, porque necesitamos de la capacidad y cooperación de todos ustedes para ir formando en el país nuestro cuerpo técnico que, desgraciadamente -ustedes lo saben mejor que yo-, todavía no se ha creado. El formar el cuerpo técnico, el posibilitar mejor su desempeño, el organizar racionalmente la tarea y combinar la acción privada con la estatal para que el Estado sea un escalón de servicio que haga posible el trabajo de los demás, es lo que debemos realizar de inmediato. Hay cosas que solo el Estado puede hacer, pero no sirven para todos. En eso también pueden aconsejarnos ustedes, que están estudiando los problemas específicos de la profesión y de la actividad geológica. Esto es lo que mas puedo agradecer. Cuando hablo de un pueblo organizado hablo de esto. Nada harán los demás por la geología, si los geólogos no se entienden personalmente con su tarea geológica. El progreso de la geología depende, naturalmente, de los geólogos. Si ustedes no se ocupan de la geología argentina, quizá podamos hacerlo nosotros, pero no van a tener mucho que agradecernos, porque entendemos poco de geología. Ustedes, que han encarado esta importante actividad y están interesados en desarrollarla y ponerle el hombro para bien del país, tienen ahora ocasión de hacerlo, dado que el gobierno también esta interesado en esta materia, porque sabe que sin su pleno desarrollo no va a concurrir a la realización del Plan con el ritmo natural y con la solución constructiva -diremos- que el mismo reclama. Estaría de más que yo conversara sobre un problema que ustedes van a estudiar con toda profundidad. Solamente puedo decirles que en el Plan Quinquenal encontrarán un inmenso campo de acción. Es cuestión de compensar los objetivos señalados en los capítulos que corresponden a toda nuestra actividad productora e industrial. Con esos objetivos a la vista, creo que un geólogo tendrá suficiente trabajo como para que le duela la cabeza unas cuantas veces, si estudia y desenvuelve profundamente todos los argumentos que surgen de los mismos, y que la Nación Argentina se propone realizar en el campo de su propia actividad. Aun dentro de las otras actividades conducidas de nuestra producción, hay numerosos trabajos a realizar por parte de los geólogos argentinos. Yo lo he pensado y he tenido un gran disgusto cuando debí recurrir a geólogos extranjeros para el desarrollo de actividades de especialización que ha sido necesario realizar en el Primer Plan Quinquenal. El estudio agrológico y los problemas derivados deben ser actividades desarrolladas por nuestros propios geólogos especializados, y no por profesionales de otros países. Por eso, les pido que trabajen, pero no lo hagan individualmente, pues la geología no va muy lejos merced al trabajo individual; necesita del trabajo racionalmente organizado. Enfrentar la tarea geológica del país con francotiradores, seria como enfrentar la defensa militar de la Republica dándole un fusil a cada ciudadano que pudiese tirar. Hay que trabajar unidos, hay que organizarse, hay que reglamentar y racionalizar el trabajo; después, a esa tarea de conjunto hay que fraccionarla y dividirla para la ejecución, es decir, realizar ese estudio con una centralización suficiente, de tal manera que se pueda lograr una concepción bien centralizada. Debemos realizar allí, en esa concepción centralizada el trabajo racional y orgánico, y, posteriormente, hacer posible que la gente ejecute libre y tranquila. Sobre todo eso ustedes pueden darnos magníficos consejos. De cualquier manera, nosotros mantendremos permanente conexión con ustedes, no solamente para realizar la tarea, sino también para resolver todos sus problemas. Nuestra intención y nuestro deseo serían que como el geólogo tiene vida corta para aprender y practicar todo lo que esa inmensa profesión presupone, resolverle el problema de la vida para que el se dedique a la geología. Ese seria el ideal del Estado. Cuando nosotros estemos en posesión de todas las posibilidades, mediante un intercambio permanente y activo con ustedes, los ministerios Técnico y de Industria y Comercio tomarán todas las medidas para que ustedes sean los realizadores de la obra desde el punto de vista estatal. Si para la realización de este trabajo ustedes necesitan el apoyo del Estado, pueden pedirlo en forma incondicional y en la más amplia medida y cuando nosotros necesitemos de ustedes los iremos a buscar para exigirles el esfuerzo que implique la compensación de todos nuestros desvelos y nuestra buena voluntad. Sé bien que en el país todavía no estamos organizados en ese orden de cosas; el Estado sí está organizado; yo les pido que se organicen y que, cuando lo estén, vamos a trabajar juntos con la seguridad de triunfar y de obtener un buen resultado. Señores: les agradezco profundamente la realización de este congreso, que es altamente necesario y constructivo para el país. Los resultados de su realización los quiero al más corto plazo y con su mayor amplitud, haciéndome llegar claramente, sin eufemismos de ninguna naturaleza, sus necesidades, que yo he de hacer llegar las nuestras, y, entre los dos, hemos de realizar una obra constructiva y de conjunto que quizá lleve la solución individual a muchos de nuestros trabajadores de la geología. En este sentido, cuenten ustedes con nuestra más buena voluntad y nuestro más intimo agradecimiento, pues la organización de este congreso, que presupone la organización de la geología argentina por primera vez y con la decisión de llevar las realizaciones a buen puerto, significa para mí la más inmensa satisfacción como gobernante. Tanto el ministerio de Asuntos Técnicos como el de Industria y Comercio están a la orden y a disposición de ustedes. Espero que una vez que hayan finalizado las deliberaciones de este congreso quede constituidas las autoridades, de tal manera que entre ellas y las autoridades gubernamentales pueda ajustarse la planificación y realizarse un trabajo constructivo. Hasta entonces, yo les quedo profundamente agradecido y les repito nuevamente que esta es la casa de ustedes, como lo es la de todos los argentinos. Aquí estamos siempre para ponerle el hombro a todo lo que sea patriótico, a todo lo que sea noble y a todo lo que sea constructivo. ..................
1952-12-19
En la reunión de clausura del Primer Congreso Nacional de Deportes "Eva Perón", que organizó la Confederación Argentina de Deportes
Señores: a pesar de que para mí el tiempo es siempre un poco ajustado, no he deseado faltar a esta reunión de deportistas y amigos para, por lo menos, compartir con ustedes el júbilo de haber realizado este Primer Congreso Deportivo Nacional. En primer término, agradezco las amables palabras de mi amigo, el ministro Valenzuela, haciendo presente que en lo que ellas representa un elogio, lo que hacemos es simple, lisa y llanamente el cumplimiento de un deber ineludible para un funcionario argentino: el hacer de su parte todo cuanto sea posible por el desarrollo de esa actividad que honra tanto al país y que honra también a todos los ciudadanos que lo practican. Siempre he pensado a lo largo de una vida, en la cual el deber ha estado siempre presente, que la utilidad que moral y materialmente presta el deporte a la Nación está en razón directa del número de ciudadanos que lo practican. No creo que un país deportista sea aquel que cuenta con diez o doce grandes campeones, mientras los demás solamente ven actuar a esos diez o doce campeones. Creo que la utilidad verdadera de esta maravillosa actuación del hombre en la vida para educar no solamente músculos, fortalecer sus huesos y sus órganos, y también fortalecer su espíritu, no puede estar reducida a mirar cómo los demás desarrollan el maravilloso esfuerzo de voluntad y de músculo para realizar el más difícil de todos los ejercicios físicos que el hombre pueda hacer. En cambio cuando se ha conseguido desarrollar una conciencia deportiva para fortalecer nuestro espíritu y nuestro cuerpo, entonces comienzo a pensar que el deporte entra en la verdadera esfera de su utilidad nacional. Por esa razón el desarrollo de este congreso, el primero que se realiza en nuestro país, me hace abrigar, como argentino, como deportista y como presidente de la nación, las más grandes esperanzas de que entremos en el buen camino de nuestra realización. El deporte organizado regido por el Estado es solamente una pequeña parte de la actividad deportiva. Nosotros podríamos establecer la gimnasia obligatoria en todas las escuelas; la gimnasia y los deportes obligatorios en todos los colegios, e imponer aún el deporte como asignatura en las universidades; pero no habremos conseguido lo más importante que el deporte puede dar, que es formar el alma deportiva en cada individuo. Por eso, en ésta, como en numerosas otras actividades, es inútil cuanto el Estado quiere hacer si el pueblo no desea realizarlo. Es menester, en esto como en todo, trabajar por la persuasión de la inmensa utilidad espiritual y material que el deporte representa, para que todos nosotros, convencidos de ello, lo practiquemos con toda el alma puesta en esa actividad. Cuando he hablado tantas veces de la organización del pueblo, me he referido también a lo que representa la organización deportiva del país. La organización popular de esta clase de actividades no puede ser reemplazada por ninguna organización estatal establecida por decreto o por ley. No se hacen deportistas por decreto, como no se hacen deportistas por ley. Se hacen deportistas formando corazones y formando almas afines a la realización de esos esfuerzos materiales y espirituales. Por esa razón, yo, ya un poco viejo, tengo la experiencia de mi observación. Nosotros hemos realizado ya en varias ocasiones ensayos bastante poco felices en la imposición estatal de la obligación deportiva. Hemos gastado muchos millones que hemos tirado al pozo Airón sin obtener ningún resultado, porque cuando el pueblo no quiere se inútil que quiera el gobierno. Es menester llevar esto a la comprensión de todos; lo que el gobierno tiene que hacer es ayudar; loa que tienen que trabajar son los dirigentes. Y así como pienso que ustedes han entrado por el buen camino al reunirse aquí para organizar y racionalizar la actividad deportiva, llevando a toda la República la palabra de este magnífico congreso para que todos los ciudadanos sepan que ustedes, los deportistas argentinos, están persuadidos de la necesidad de impulsar el deporte para que ellos se convenzan de que es preciso practicarlo, así también pienso que cuando ustedes y ellos hayan puesto en marcha toda la actividad deportiva del país, recién será útil y oportuno el apoyo incondicional que el gobierno tiene la obligación de prestar a su actividad. Y así como creo que ustedes han tomado por el buen camino, también creo que el gobierno tomó por el buen camino cuando suprimió la Dirección Nacional de Ejercicios Físicos y entregó a la Confederación de Deportes la actividad deportiva. Ahora que todos estamos en el buen camino, no queda otro recurso que ponernos a trabajar, de día y de noche si es necesario para llevar adelante esta actividad. Si mañana fracasamos en el Segundo Plan Quinquenal, que solo establece aspiraciones y objetivos, a la vez que establece también una dirección unitaria y asegura una unidad de acción para todos los deportistas del país, fijándoles un grande y lejano objetivo y poniendo a su frente una bandera que es la bandera de la Nación, nos queda, señores, el recurso de pensar que habrá sido por mala suerte, o porque no hemos elegido bien los medios. Pero las finalidades que ustedes persiguen, así como las que persigue el gobierno, han de ser ya una orientación definitiva para nosotros en este orden de la actividad nacional. No hemos de volver a ensayos de ninguna naturaleza. Hemos lanzado esto, y el gobierno se encargará de cumplir con su deber. Como deportista y como argentino, pongo toda mi esperanza en lo que ha de realizar la Confederación Argentina de Deportes y en lo que ha de hacer cada uno de ustedes en su calidad de dirigentes deportivos, como todos los demás dirigentes del país por impulsar el deporte de la Argentina No habrá esfuerzo que nosotros no realicemos y les pedimos que no haya esfuerzo que ustedes no realicen. No habrá obstáculos que no venzamos y les pido a ustedes, preparados para esto en la actividad deportiva, que no haya un solo obstáculo que ustedes no puedan vencer. Hemos observado que en este Congreso se ha hablado en el mismo idioma que hablamos nosotros, se ha realizado con la misma inspiración que nos mueve a nosotros, en cuanto a apoyo y en cuanto hemos propugnado dentro del deporte en su actividad interna o internacional. En este orden de cosas, señores yo les pido que ahora que los deportistas han tomado en sus manos el destino del deporte argentino tomen también la tremenda responsabilidad de llevarlo a un gran destino. Nosotros ayudaremos; ustedes harán. Compartiremos esa responsabilidad. Y quiera Dios que en el otro Congreso que realicemos pueda darles yo a ustedes, como argentino y como deportista el abrazo que ya les he adelantado por el éxito que también descarto. .......................................................
1952-12-22
Ante una delegación de productores de caña de azúcar de las provincias de Tucumán, Santa Fe, Salta y Jujuy.
Deseo que mis primeras palabras sean para agradecer a todos ustedes que hayan tenido la amabilidad de llegar hasta aquí para darme la inmensa satisfacción de poderlos saludar personalmente, siquiera sea de cuando en cuando. Lamento que por el apuro de mi tiempo y el número de compañeros agricultores no haya podido, por lo menos, estrecharles la mano, por lo que les ruego que consideren que les he dado un abrazo a cada uno de ustedes en esta ocasión. Agradezco extraordinariamente las amables palabras del amigo Sánchez Toranzo. Es un viejo dirigente ya de la zona de los cañeros, conoce bien cuales son nuestras intenciones, de manera que cualquier medida de gobierno que nosotros tomemos no debe ser objeto de agradecimiento de ninguna naturaleza, porque está dentro de la función que cumplimos de acuerdo con nuestro deber primario. Los agricultores, pueden, en ese sentido, estar absolutamente persuadidos que no habrá medida que les favorezca y que esté dentro de nuestras posibilidades humanas que no realicemos. En cuanto a la necesidad de maquinaria, nosotros sabemos bien que toda la correspondiente a la industria del azúcar está un poco envejecida, y hemos de dedicarle especial atención: no solamente desarrollaremos esa industria construyendo nuevos ingenios, como ustedes piden, sino también destinado lo necesario para ir reforzando y renovando esa maquinaria desgastada. Esto estaría perfectamente bien dentro de los planes que nosotros tenemos trazados y nos hemos de ocupar preferentemente del problema del nuevo ingenio de Simoca. Con respecto al apoyo al Segundo Plan Quinquenal, que acaba de hacer presente el compañero, debo decirles que nosotros sabemos que no es suficiente con que un plan sea solamente cumplido por el gobierno. Lo más importante, lo definitivo, es que sea ejecutado por el pueblo argentino. La concepción del Plan es el estudio de unos pocos cientos de hombres durante varios años, y la cristalización de los objetivos es el resultado del estudio minucioso de cada uno de los asuntos para establecer las grandes líneas directrices de la acción nacional. En cambio, la ejecución es el trabajo de 18 millones de argentinos que ponen, en su actividad de todos los días, esos objetivos al frente y marchan hacia ellos. Lo que nos interesa a nosotros no es sólo que se conozcan los objetivos que el país debe tener en cada una de sus actividades, sino que la Nación entera marche con unidad de acción, con decisión, con energía, sobre esos objetivos para alcanzarlos en el menor tiempo posible. Por ello, nuestro Plan, al establecer los objetivos fundamentales, ha elegido las grandes directivas y ha puesto como objetivo de conjunto mantener, o alcanzar, un alto grado de felicidad para el pueblo argentino y la mayor grandeza para el país en el más grave plazo. Es indudable que estos dos objetivos, que son básicos dentro del Plan, los vamos a ir realizando paulatinamente. La ayuda del más modesto de los argentinos para la ejecución del Plan, es tan indispensable como la acción del más encumbrado de los funcionarios que puedan dirigirlo o manejarlo. En esto no puede haber desertores porque es la causa de la Nación, es el objetivo de todos los argentinos, no puede haber deserciones de ninguna naturaleza. Cada uno de ustedes, cuando se levante cada mañana, debe formularse la firme convicción de la necesidad de trabajar por el Plan, porque este es el Plan de la Nación entera. La Nación no puede ir adelante sino en conjunto, por esa razón, nosotros nos hemos fijado los objetivos: uno, es el que cada uno se fija como meta de su propia vida; y el otro, es el que fijamos todos en conjunto para que marchemos unidos en procura de ese fin. Por eso, cada uno de ustedes, agricultores, trasunta esos objetivos en su chacra, en su lugar de trabajo, en todas partes donde realicen un esfuerzo por el engrandecimiento de la patria. El que quiera hacerse rico, para hacerse rico; el que quiera vivir feliz, para vivir feliz. Ese es el objetivo de ustedes; pero hay un objetivo que es el de todos; ir creando todos los días nuevas riquezas para consolidar los objetivos individuales, porque si el país se hunde ninguno va a flotar por grandes que sean los objetivos que tengan para sí. No es posible aceptar como real que pueda haber hombres felices en un país desgraciado. Por eso, antes que el objetivo de cada uno de nosotros, está el objetivo del país. Si la patria triunfa, triunfará cada uno de nosotros, y si sabemos mantener dentro de ella la justicia que debe presidir nuestros actos -que esa justicia se va a cumplir lo aseguro yo, porque seré el artífice de esa justicia en el país, como lo he sido hasta ahora- y sabemos asegurarla en la distribución de la remuneración del esfuerzo de cada ciudadano argentino, él triunfará en sus objetivos, con lo que hará triunfar el objetivo de todos, que es el más fundamental objetivo de la Nación. Por eso, la promesa de trabajar por el Plan Quinquenal y el apoyo a ese Plan que ustedes traen, es para mí un motivo de gran satisfacción y de orgullo como ciudadano argentino. Desde que estoy en el gobierno, nunca le he pedido al pueblo nada que el pueblo no haya hecho. El pueblo hace lo que nosotros le indicamos que es conveniente hacer, porque lo convencemos y no porque lo obligamos. Nosotros creemos que al hombre es mejor persuadirlo que obligarlo, por eso lo convencemos y le decimos: "Esto es lo que tenemos que hacer por tal y tal razón". Y cuando están convencidos, lo hacen. El hombre obligado hace poco, el hombre convencido hace todo lo que puede. Por eso convencemos. Nosotros llevamos esas realidades argentinas y les decimos: "Cuando esto esté cumplido en todo el país, cada uno de ustedes podrá lograr la realización de su propio objetivo". Si mantenemos este estado de espíritu y de conciencia en el pueblo argentino, si conseguimos realizar todos esos objetivos, yo aseguro de la manera más absoluta, que todos los argentinos podrán realizarse cuando esos objetivos hayan sido realizados por el conjunto de la Nación. La comunidad organizada a al que nosotros aspiramos tiene esa finalidad: la de que cada uno pueda realizarse a sí mismo cuando todos realizamos lo que corresponda realizar a todos. En esto, señores, es tan simple el problema que no puede haber ninguno que no lo abarque, lo comprenda y lo penetre profundamente. Pensamos nosotros que así como el pueblo argentino no va a dejar nunca de hacer lo que nosotros aconsejamos, nosotros tenemos la obligación de no dejar de hacer nada de lo que nos aconseje hacer el pueblo. Nosotros escuchamos al pueblo. Nuestro único consejero es el pueblo; por más que vengan muchos hombres sabios a aconsejarnos algo que no nos aconseja el pueblo, por sabias que sean sus palabras esperaremos a que el pueblo las reafirme con su opinión para realizarlas. Nosotros no recibimos ninguna visita más grata que la directamente viene del pueblo. Por esa razón, y pidiéndoles disculpas por no poder extenderme en mayores explicaciones sobre esto, les quiero decir, como últimas palabras, que lleven a todos los compañeros de Santa Fe, Tucumán, Salta y Jujuy, la palabra de gobierno argentino, de nuestro gobierno, que yo expreso: que no habrá ningún esfuerzo ni sacrificio que el gobierno no realice para ir solucionando paulatinamente todos los problemas que ustedes tienen; que no es posible que nosotros en tan poco tiempo podamos resolver todos los problemas. Si esto se hubiera encarado hace cincuenta años no habría ningún problema, pero nosotros apenas comenzamos ahora a resolver, y todavía ha de pasar un tiempo. Lo que sí puedo asegurarles es que esto será cada vez mejor como motivo de nuestra preocupación y habremos de encontrar la solución paulatina de los numerosos problemas que hemos encontrado en la agricultura argentina, sean éstos de la caña como de cualquier otra naturaleza. Hemos de trabajar incasablemente con el consejo de ustedes, y únicamente de ustedes, para ir solucionándoles todos esos problemas. Nada hay que interese más al gobierno que la solución de los mismos. Nosotros entendemos que hemos sido puestos acá para servir al pueblo y, en el caso de ustedes, para posibilitar que ustedes trabajen en las mejores condiciones, obteniendo el máximo de provecho, realizando el mínimo de sacrificio. En esto, nuestra preocupación no es ir tapando agujeros a medida que ellos se presentan, la orientación nuestra es resolver definitivamente el problema para que ustedes trabajen en una estabilidad y tranquilidad permanentes, sin tener sobre sí el espectro de los malos años o las ambiciones de los buenos años, sino que tengan un estado de permanente tranquilidad, sabiendo que a lo largo del tiempo trabajando y produciendo, ustedes mejorarán progresivamente su situación y su vida. Lo que nosotros queremos dar al pueblo argentino es esa tranquilidad, sin la cual ni la felicidad ni la grandeza resuelven absolutamente nada. Les ruego que lleven a todos los compañeros del litoral y del norte nuestra palabra de agradecimiento por cuanto ellos hacen allá por el bien de la patria. Sabemos que cada uno de ustedes trabaja en su puesto de combate, porque la República Argentina está resolviendo en estos momentos una situación quizá más importante y más difícil que todas las que se le pidieron haber presentado hasta nuestros días. Hemos de triunfar, yo no tengo la menor duda. Pero para ello necesito la ayuda y la cooperación de todos los argentinos. Hasta ahora no ha faltado esa cooperación ni esa ayuda, y ellos irán viendo todos los días que cuanto nosotros hacemos es para solucionar sus problemas. De manera que tampoco nos faltará en el futuro ni la ayuda ni el impulso que los argentinos deben tener para vencer en estas circunstancias. Y con la seguridad de estas palabras, deseo también que lleven a nuestros compañeros del norte y del litoral el saludo afectuoso del gobierno y les transmitan un cariñoso abrazo que encierra todos nuestros votos de felicidad para el año que se iniciará dentro de pocos días; que sigan trabajando, y cuando tengan algún problema, que nos lo traigan. No volverán nunca con las manos vacías ni con el corazón disconforme, volverán, como siempre, con la convicción, por lo menos, de que nosotros no omitimos esfuerzos ni sacrificios para cumplir nuestro deber, porque esa es nuestra norma y porque estamos aquí esperando, en todo momento, las inquietudes y problemas de ustedes para resolverlos. ......................
1952-12-23
ANTE EGRESADOS DE LA ESCUELA PENITENCIARIA NACIONAL.
Siguiendo una costumbre que ya hemos establecido, tengo hoy la inmensa satisfacción de recibirlos y estrecharles la mano a cada uno de ustedes, pidiéndoles que sinteticen en ello todo el cariño que siento por la institución que ustedes están conformando en el país. He dicho en otras oportunidades, a los muchachos egresados de la Escuela, que ustedes tienen una responsabilidad especial. Esa responsabilidad estriba, precisamente, en su propio comportamiento dentro del sistema carcelario argentino. En la República Argentina, desde 1946, se ha venido propugnando una reforma del sistema carcelario. Esa reforma, como todas las cuestiones justicialistas, ha ido hacia humanización del sistema; vale decir que nosotros consideramos que en esta actividad es donde quizá sea más necesaria la humanización; porque en todos los sistemas carcelarios del mundo hay cierto sentido de deshumanización de la función. Los hombres que están allí privados de libertad lo están en razón de delitos, y la sociedad los parta para evitar esos delitos y no para ensañarse con ellos o aplicarles castigos corporales de cualquier naturaleza. Por ello, nuestra Constitución sigue manteniendo el concepto de que las cárceles son para cuidado y no para castigo de los presos. Esto se ha logrado merced a la preocupación que han puesto ustedes y, en especial, el señor Pettinato, que es el hombre que ha cristalizado toda nuestra orientación de reforma del sistema carcelario argentino y a quien también le corresponde el mérito de haberla realizado en tan grata escala. Ha sido también un defensor de nuestra doctrina y de nuestras teorías carcelarias en todas partes del mundo. La República no olvidará nunca que con él se inicia una etapa en el sistema de reclusión argentino, como tampoco olvidará que ustedes son los creadores y los realizadores de este nuevo sistema. Toda esta orientación humanitaria de la función carcelaria argentina no tendría ningún éxito si cada uno de ustedes no pusiera en el desempeño de las tareas que le son propias, la necesaria actividad que lleve también a la cárcel, hasta en su más mínimo detalle, este sistema de humanización que nosotros propugnamos. Queremos la reforma de los hombres y no queremos que el individuo se pudra, como se hacía antes, en la cárcel. Por el contrario, queremos hacer del recluso un hombre útil a la sociedad; si conseguimos eso, habremos logrado realizar una tarea de gran valor patriótico y humanista: devolver un individuo útil a la sociedad que lo había descartado. Por eso, aunque todavía, por ser muy jóvenes, no comprendan todo el alcance que esta orientación tiene para el desarrollo de todo el sistema, recuerden siempre que todos los desvelos que las autoridades carcelarias argentinas ponen en esta tarea de humanización no tendrá una realización eficiente si en cada uno de ustedes no encuentra un consciente realizador de la propia doctrina, hasta en los más mínimos detalles de la vida dentro del sistema de reclusión. El éxito no depende solamente de la concepción doctrinaria; no depende tampoco de la preocupación y del desvelo que el señor Pettinato ha puesto en realizar sus tareas tan inteligentemente como lo ha hecho hasta ahora, constituyéndose en el hombre que ha sentado un nuevo destino en el mundo en materia de acción y función carcelaria y que ha llevado también al mundo entero el conocimiento de nuestras concepciones y de nuestra humanística tarea en el tratamiento de los reclusos, depende también de ustedes, que son los verdaderos artífices. Comienzan una profesión que es noble como la que más y que implica una tremenda responsabilidad a cumplir: realizar ese concepto de la humanización. Para ello, cada hombre necesita tener un corazón humano y sensible a las miserias de la vida; ustedes han de vivir en un ambiente en el que esas miserias se ponen en evidencia todos los días y, por ello, queremos que sean hombres humildes, hombres que comprendan esas miserias y las toleren, realizando una tarea que termine con esas miserias de las cárceles y de los reclusos. En manos de ustedes está la iniciación de eso. Quizá llegue el día en que alguno de ustedes sea el jefe de toda esta Institución que honra a la República en nuestros días, y cuando ese momento llegue y comprendan toda la grandeza de esta concepción argentina, la realizarán con la misma unción, con el mismo espíritu de sacrificio y con la misma dedicación que hemos visto poner en el primer jefe que ha tenido la institución, el señor Pettinato, quien ha puesto de sí lo que le ha sido posible por honrarla y engrandecerla. Que sean muy felices y que tengan mucho éxito en su carrera. Muchas gracias. ..............
1952-12-30
DISCURSO PRONUNCIADO ANTE LEGISLADORES DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES
En primer término les agradezco profundamente la amabilidad que han tenido de llegar hasta aquí para darme la inmensa satisfacción de poderles saludar personalmente de cuando en cuando. Las amables palabras de mi amigo Aloé tienen la virtud, en cierta manera, de emocionarme ya que somos viejos compañeros de trabajo. También me trae el saludo y el recuerdo de la provincia de Buenos Aires, que no puedo dejar de lado porque me siento de alguna manera ligado a ella, ya que como hombre de Buenos Aires, he tenido siempre muy cerca mío a esa provincia, y hoy la siento más cerca todavía porque reúne la representación más genuina de nuestra patria. En este sentido, quiero felicitar al gobernador de la Provincia y a todos los hombres de los poderes legislativo y judicial, porque veo como la provincia de Buenos Aires se asimila rápidamente a nuestra doctrina; como se va creando cada día con mayor intensidad el pensamiento directriz que nosotros hemos querido dar a todas las actividades de la República. Buenos Aires es la primer provincia que presenta su Plan Quinquenal, casi simultáneamente con el gobierno federal. Ello demuestra nuestra absoluta solidaridad y nuestra íntima comprensión y compenetración para resolver los problemas que nos son comunes. Creo que el verdadero federalismo -que respetamos y hemos propugnado en la Constitución y en todas las leyes y disposiciones- es efectivo y es real cuando existe esa solidaridad. Trabajar por la solidaridad es el primer deber del federalismo argentino; trabajar por lo contrario, es trabajar por la anarquía y la separación de todos los argentinos, en vez e buscar la unión, la cooperación y el trabajo común. Yo lo pienso y lo siento así. Nosotros gobernamos al país en esas condiciones. Entendemos que los hombres que tenemos la responsabilidad de la dirección de la Nación o de cada uno de los estados argentinos, debemos comenzar por ser argentinos, y yo entiendo que es argentino el que ama, por sobre todas las cosas, a los otros argentinos; el que trabaja por el bien común de la patria en una tarea que nos pertenece a todos por igual. La solidaridad, la comprensión y la colaboración entre todos los gobernantes -que deben ser además de funcionarios, amigos- es el único camino que conduce a alcanzar la felicidad del país, que se patentiza en un trabajo inteligente y de colaboración. Por eso, señores, agradecemos a todos ustedes inmensamente, porque el gobierno de la Nación encuentra absoluta cooperación en la provincia de Buenos Aires. No existen, como antes existían, fronteras en nuestra labor común, ni fronteras policiales ni municipales. Esto es federalismo constructivo. Lo anterior hablaba de un sentido separatista y destructivo. Es sagrado lo de la provincia de Buenos Aires en la Capital Federal, como debe ser sagrado lo del gobierno federal en la provincia de Buenos Aires. Todo ello habla no solamente de nuestra solidaridad, sino también de nuestra responsabilidad de gobierno. El que sufre la consecuencia de la falta de responsabilidad y de seriedad de gobierno es el ciudadano, porque no llevan preso al presidente de la República, o al intendente municipal o al gobernador de la provincia; llevan preso al ciudadano que sacó la chapa de buena fe -volviendo al ejemplo anterior- en la Capital o en la provincia, aunque tiene el derecho de circular por toda la República de acuerdo a pactos que existen en nuestros Estados. Todas esas pequeñas cosas que antes creaban grandes problemas nosotros las hemos superado. Trabajamos todos para todos con el sentido solidario de un verdadero argentinismo. Cada uno de estos actos de coordinación y cooperación entre los Estados argentinos y el Estado federal está afirmando la verdadera realidad de nuestro federalismo. Así se fortifica el federalismo; de la otra manera se lo debilita y se lo destruye. Nosotros somos acusados muchas veces por la oposición de que tenemos injerencia en todas partes. No. La injerencia que tenemos es la de la coordinación mediante una amistad y una solidaridad que debe existir en todos los gobiernos serios y responsables. La cosa pública es sagrada para todos nosotros, sea en Jujuy, Tierra del Fuego, Buenos Aires o Mendoza, y los funcionarios estamos al servicio de esa cosa pública para beneficio de los ciudadanos, y no para entretenernos en pequeñas peleas que redundan siempre en perjuicio de la propia población. Todos estos actos, que quizás muchos no valorizan en su verdadero alcance, son los que están construyendo esa nueva modalidad y esa nueva mentalidad de los ciudadanos argentinos. Creo que, superadas estas etapas, nosotros habremos realizado no solamente una gran labor material sino también una gran labor en el sentido moral, institucional y cultural. He seguido con gran interés el desarrollo del Plan Quinquenal en la provincia, como así también la labor realizada en el estudio y compaginación de todo ese Plan. Estoy absolutamente persuadido que será muy provechoso para todos, tanto para el gobierno como para los ciudadanos. El Segundo Plan Quinquenal no es sino una continuación del Primer Plan Quinquenal: el desarrollo de un período, precisamente quinquenal, las posibilidades de hacer una cosa racional y orgánica para no acumular déficits ni provocar grandes perturbaciones en el orden del desarrollo del trabajo y de la construcción en general. El Primer Plan Quinquenal, desgraciadamente, no puedo ser estudiado y desarrollado planificadamente, porque nos hubiéramos pasado los cinco años planificando y no habríamos construido las obras. Preferimos construir las obras sin planificar, a construir una planificación sin obras. El Segundo Plan nos ha dado tiempo, hemos podido planificar racionalmente y todas esas perturbaciones que acarreamos al trabajo argentino y a la actividad económica argentina en el primer Plan, no se producirán en el segundo. Piensen que en el primero tampoco fue posible una coordinación perfecta entre la provincia y el gobierno federal porque los gobiernos no coincidían ni en el tiempo ni en el espacio. Era necesario yuxtaponer dos planes por un lado y un plan por el otro, ya que la provincia tenía un gobierno de cuatro años y nosotros lo teníamos de seis, no coincidiendo, por lo tanto, los planes y, en consecuencia, tampoco podía coincidir, diremos, la planificación. Eso motivó que muchas veces se excedieran las tareas y no se cumplieran los plazos, con los consiguientes déficits que crean después terribles problemas financieros, a los cuales están abocados en el presente la mayor parte de las provincias argentinas. Si no se hubiera producido este año una buena cosecha con un mejoramiento -diremos- en las condiciones económicas de la República, la situación financiera se hubiera tornado muy difícil para todo el país, y en ello habría mucha culpa en la falta de prevención y de planificación, como así también en la falta de coordinación entre el poder federal y el poder provincial. Creo que eso lo hemos de superar bien, aunque los inconvenientes están planteados y existen. Será trabajo difícil para nosotros volver a poner en su lugar y equilibrar perfectamente todos los aspectos financieros de las provincias y de la Capital Federal. Sin embargo, yo en esto soy y sigo siendo extraordinariamente optimista. Podrán presentarse problemas difíciles por unos meses, pero no hay duda de que los superaremos, porque todos los problemas tienen solución en nuestro país. Esto pasa como en todas las cosas de la vida. Cuando hay producción y hay riqueza, los problemas financieros son siempre circunstanciales y no pueden ser permanentes. Cuando un país trabaja, produce y transforma y luego distribuye su riqueza, puede defenderse contra cualquier crisis que pueda presentársele como consecuencia de una mala época de sequía o por algún problema como los que se nos han presentado a nosotros. En ese sentido, yo soy muy optimista. Lo que no tenemos que descuidarnos somos los gobernantes. Sí, por el contrario, tomamos medidas que, en lugar de perjudicarnos, nos favorecen, el país marchará solo hacia adelante. Para ello es necesario no equivocarnos, y para no equivocarnos es imprescindible planificar y tomar medidas encaminadas a labrar la grandeza del país en todos sus aspectos. En ello responde la virtud de la planificación. Nosotros no debemos proceder esporádicamente, por ímpetus de ninguna naturaleza; la nuestra es una tarea sistemática que debemos realizar todos los días. Por eso, ya hice llegar en forma personal mi felicitación al gobierno de la provincia de Buenos Aires, pues aun no habiendo terminado el año 1952, ya tiene su Plan Quinquenal concebido, tratado por la legislatura y en condiciones de ser puesto en ejecución ya en el año 1953. La situación para el año 1953 es de perspectivas muy optimistas, pero a pesar de ello no debemos abandonar los controles. Debemos mantener ajustada la conducción para que no tengamos sorpresas desagradables, y en esto, más bien que excesivamente optimistas, conviene ser realistas y justos en la apreciación. No debemos alargar la mano, porque después vienen fatalmente las restricciones, que son siempre inconvenientes y desagradables; más bien interesa que en esto seamos justos en nuestros cálculos. Yo veo que la provincia de Buenos Aires, con su nuevo gobierno, ha entrado francamente en la senda perfecta de la armonía y del equilibrio entre lo que se quiere hacer y lo que se puede hacer. A veces uno quiere hacer mucho, pero después se plantea la posibilidad o imposibilidad de hacer lo que uno se propone. El irse más allá de la posibilidad puede traer consecuencias muy graves. Esto pone límite, en cierto modo, con la fijación de los objetivos especiales, a las posibilidades. Señores: yo creo que en este sentido no tenemos problemas que no podamos resolver. Sé que la provincia de Buenos Aires se encuentra en una situación financiera que no es fácil, porque se han excedido extraordinariamente en los gastos derivados de las construcciones, lo que ha acumulado un déficit que hoy debemos soportar. Esa es la consecuencia de la falta de planificación, es la consecuencia de haber realizado sin la previa planificación, lo que nos lleva a menudo a dar pasos más largos que lo que nos permiten los pantalones, como dicen los ingleses. Es necesario acortar un poco los pasos. Muchos creen que solamente la construcción de numerosas obras trae el prestigio del gobierno. Eso puede ser cierto en determinada medida; pero que esa gran cantidad de obras deje al país con una deuda que no pueda pagar, no habla muy bien de ese gobierno y de ese prestigio. Lo justo es hacer lo que se puede, pero no más allá, porque el desequilibrio, en más o en menos, es siempre desequilibrio. Yo creo que el gobierno de la Nación, así como también el gobierno de la provincia, no se demuestra como mejor porque construya más, sino porque construya mejor y deje un perfecto equilibrio en la financiación y en la economía estatal. Tener una casa y no comer dentro de ella no es una solución; es menester tener una buena casa y comer bien. Dejar a la provincia una gran obra y empobrecido al pueblo no es una solución, como tampoco sería una solución comer mucho y no tener donde vivir ni pasar decentemente su vida. En esto no es fácil alcanzar un equilibrio, pero yo veo, a través de las conversaciones que he tenido con el gobernador, lo que he escuchado y, también, de la discusión en la legislatura provincial, el equilibrio perfecto que en este orden está llevando Buenos Aires. Creo que al respecto se puede poner a la provincia de Buenos Aires como modelo por su seriedad en el gobierno. En Buenos Aires yo veo una cosa seria, sólida; veo una cosa constructiva, veo que se trabaja con ahínco, con entusiasmo y con responsabilidad, que es lo más importante. La responsabilidad de la provincia de Buenos Aires es muy grande y ustedes la cargan sobre sus espaldas, ya sea en el gobierno general de la provincia como en el de las localidades. Buenos Aires es de una gran sensibilidad política; es una provincia que tiene las características urbanas y las rurales, indistintamente, pero muy caracterizadas. Ustedes representan las síntesis de la República, pues tienen las grandes ciudades y la campaña; no es un gobierno tan fácil de realizar, con una perfecta armonía en el aspecto demográfico, pero sí con la inmensa riqueza que tiene Buenos Aires y que es un factor importante a jugar en el gobierno. Yo creo -y en esto doy gracias a Dios, como argentino y como bonaerense- que en las de ustedes, la provincia está en buenas manos, responsables, porque veo que están haciendo la felicidad de su pueblo mientras construyen la grandeza de la provincia. En cuanto a la evolución doctrinaria, cada día se ve ese progreso en Buenos Aires; se ve el progreso no solamente en las construcciones gubernamentales sino en el propio pueblo, en los sectores del trabajo, la industria y el comercio. Hemos visto el impulso que ustedes han dado a la plantación de maíz, esa campaña de "la batalla del maíz", como la han llamado, que ha sido hecha con gran inteligencia y entusiasmo y que para nosotros es muy importante. El trigo lo comercializamos en la zona de los convenios, por lo que nos trae pocas divisas; nos trae más bien bienes de consumo o de capital. En cambio el maíz nos trae divisas duras, que necesitamos para compensar todo lo blando que tenemos en nuestros mercados. Eso tiene su importancia desde el punto de vista general, especialmente para la mecanización del campo y para solucionar los problemas de nuestro intercambio. Buenos Aires sirve a eso en un cincuenta a un setenta por ciento. El maíz de la provincia de Buenos Aires, este año, con su millón ochocientas mil hectáreas, representa más del cincuenta por ciento de los dos millones ochocientos mil o tres millones que tenemos en el país. De manera que no podemos olvidar desde acá a la provincia de Buenos Aires cuando estudiamos nuestros presupuestos anuales de divisas, y les agradecemos a todos ese esfuerzo que han realizado, tanto al gobierno para difundir la necesidad de plantar maíz, como a los agricultores bonaerenses, que lo han hecho con tanto entusiasmo; no dejaremos nunca de pensar en ello y de agradecérselo. Al final de eso trataremos de distribuirlo convenientemente o para que en su mayor parte vaya a beneficiar a esos mismos agricultores, que nos proveen las divisas, porque así ellos tendrán la maquinaria que necesiten y podrán perfeccionar la producción. Allí es donde nosotros vemos la doctrina, más que en los discursos y en las conversaciones. Ellos están haciendo en el campo la doctrina que nosotros estamos propugnando en el gobierno y en la ciudad. De esa gente algún día la historia dirá que en los momentos difíciles fueron ellos los que apuntalaron al país; y que la industria que surge deberá a esa producción toda la importancia que adquiera y todos los beneficios que pueda después retribuir al propio campo, cuando construya nuestros propios tractores, camiones y ferrocarriles, que se encargarán de transportar la cosecha que ellos producen. Esto es la doctrina de acción y yo veo en Buenos Aires la virtud de esa doctrina en acción. Los hombres entusiastas por la realización son siempre tan importantes como los que trabajan por inculcarla. Tanto mérito tiene uno como lo tiene el otro. Además, yo veo que en la provincia de Buenos Aires marcha a pasos agigantados y creo que esa es la solución de todos nuestros problemas. Si la doctrina no fuera la solución de todos nuestros problemas, nosotros seríamos los primeros en no predicarla. Por eso, señores, quiero en esta oportunidad agradecerles este saludo y más que el saludo y que todas las cosas que pueden ser formalmente importantes, la obra que ustedes están realizando para bien de la provincia de Buenos Aires, porque para cualquier argentino más grande es el agradecimiento si está dedicado hacia aquellos que trabajan para los demás, que se esfuerzan y sacrifican por el bien común, y cumplen su tarea de argentinos en el puesto que el gobierno les ha asignado y para el que el pueblo los ha elegido. Ustedes, desde esa posición, no sólo están respondiendo a la confianza del pueblo y del gobierno, sino también están honrando a la función pública con procedimientos caballerosos y honrados. Por esa razón les ruego que sean intérpretes de este sentimiento que tiene el gobierno nacional para con el gobierno de la provincia de Buenos Aires, porque nosotros vemos y apreciamos desde aquí toda esa tarea responsable y constructiva que están realizando a través de nuestros organismos de información y de percepción que tenemos en toda la República. Este informe sobre la provincia de Buenos Aires no puede ser más favorable en el momento actual, y nos sentimos felices de poderles decir a cada uno de ustedes que contribuye en esa labor informativa. Señores: yo les deseo que sigan en ese mismo trabajo y que en él tengan, en el año que se inicia, el margen mayor de felicidad que puedan tener las personas que lo merezcan por su trabajo, honradez y caballerosidad. Muchas gracias por este amable saludo y, como siempre, les digo: somos cada día más amigos; cada día nos queremos y nos conocemos más; tienen ustedes, aquí, la casa de ustedes para cualquier cosa en que nosotros podamos serles útiles, deseando que lleguen siempre aquí para ser acogidos con los brazos y el corazón abiertos. .............
1952-12-31
ANTE EL PERSONAL DE LA DIRECCION GENERAL DE FESTEJOS Y ORNAMENTACIONES DE LA MUNICIPALIDAD DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES.
Deseo que mis primeras palabras sean para agradecer la amabilidad del señor intendente y de cada uno de ustedes de haber llegado hasta esta casa para darme a mi inmensa satisfacción de poderles saludar siquiera sea de cuando en cuando. Yo, como todos los habitantes de la Capital Federal, tengo bien presente cual es la capacidad y la orientación con que ustedes trabajan. Lo sé por experiencia propia; antes utilizábamos, por ejemplo, distintos elementos particulares para el arreglo del Salón Blanco con el fin de realizar la reunión de gobernadores; ahora recurrimos a la Municipalidad porque sabemos que nadie lo hace mejor, con más buen gusto y mayor capacidad. Y efectivamente, como lo ha hecho notar el señor intendente, la Capital Federal tiene el privilegio de ser en todas las manifestaciones la mejor ornamentada, la mejor arreglada, y esto, indudablemente, tiene el mérito extraordinario de ser realizado por esta Dirección General que, creada en la Municipalidad hace seis años, tiene no solamente el espíritu de realización, sino también la alta capacidad y buen gusto con que ejecutan todos sus trabajos. Por eso, señores, yo que siempre he luchado porque las reparticiones públicas estén formadas por hombres honrados, trabajadores y capaces, recibo este saludo de fin de año, deseándoles a ustedes una gran felicidad para el año que se inicia, felicidad que no solamente merecen sino que la han ganado con su trabajo, con su dedicación y su honradez. La Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires viene escalonando todos los días nuevas conquistas, debidas exclusivamente al trabajo y a la dedicación de todo el personal de la Municipalidad. Buenos Aires está cambiando, despacio pero está cambiando. Ese debe ser nuestro orgullo. Todas las nuevas obras que se realizan en la Capital Federal tienen un sello característico de buen gusto y de aspecto, diremos, que van mejorando la ciudad. Esperamos que en el Segundo Plan Quinquenal, con la intervención de todos los que trabajan en la Capital Federal, podamos dejar una ciudad mejor que la que encontramos, más noblemente construida y con un alto grado de belleza, que es también uno de los orgullos de las grandes ciudades. Yo no olvido nunca que cuando el emperador Augusto entregó Roma después de su gobierno, dijo: "Recibí una Roma de barro y os devuelvo una de mármol". Ese fue el orgullo de su gobierno, y el día que en la Republica Argentina nosotros podamos decir que recibimos una fea ciudad de Buenos Aires y entregamos una ciudad hermosa, es también un orgullo muy grande para cualquier presidente argentino. Es la primera vez en la historia de la Capital Federal que un urbanista, un arquitecto, está al frente de la Municipalidad. Las ventajas de esa designación, que indudablemente compete más a los méritos extraordinarios del señor arquitecto Sabaté y a su profundo conocimiento en la materia, es uno de nuestros orgullos. Esperamos que esa Buenos Aires que el arquitecto y ustedes van a entregar a las futuras generaciones de argentinos, sea también un verdadero orgullo, y, si es posible, fijemos para el futuro que nadie que gobierne el distrito federal en la República Argentina olvide que el factor belleza y embellecimiento de la Capital juega un papel muy importante en la vida de los ciudadanos que habitan la Capital. Ustedes son agentes de ese embellecimiento; ustedes son agentes de la Capital Federal para hacerla cada día más hermosa, más agradable y más confortable. Que lo han cumplido hasta ahora con brillo, lo hemos de oír de quien lo juzga con conocimiento y con capacidad: el señor arquitecto Sabaté. Por eso, no solamente en mi propio nombre, sino en el del gobierno y en el del pueblo de la Nación que de una manera directa o indirecta disfruta de la Capital, les agradezco todo lo que hacen por ella, como se agradece a los hombres que con su honradez, con su trabajo y su capacidad hacen algo en favor de los demás. En la vida hay dos clases de hombres: los que trabajan para sí y los que para los demás. Entre estas dos clases de hombres, hay una sola actitud de honra: la de los que trabajan para los demás, olvidándose algunas veces de sí mismos. Ustedes, que ponen todo su entusiasmo, dedicación y capacidad para crear cosas bellas que otros disfrutan, están en la categoría de esta clase de hombres: los que trabajan para los demás. Por eso tienen ahora el reconocimiento del gobernante de la comuna, como también el agradecimiento del que les habla por esa acción que, desarrollada en beneficio de los demás, se refleja en beneficio común. Sigan trabajando en esta forma, y que esta Dirección sea siempre un ejemplo a las demás Direcciones de la Municipalidad para que, como dijo el señor Intendente, podamos después recibirlas para saludarlas y felicitarlas a cada una de ellas por la tarea que realizan. Les agradezco profundamente estos recuerdos que para mí son siempre proporcionales en gratitud a las personas que los entregan. Esto constituye para mí un recuerdo, un recuerdo no solamente personal sino también de la señora Eva Perón, y se que lo debo al buen corazón de cada uno de ustedes. Por eso, en ese profundo agradecimiento que yo guardo para todo el pueblo argentino, ustedes ocupan un lugar privilegiado, porque trabajan y luchan a la par de los que trabajamos y luchamos para dejar una Argentina más grande y más feliz de lo que la encontramos al hacernos cargo del gobierno. ...................
1953-01-07
EN LA CEREMONIA DE ENTREGA DE SUS SABLES A LOS NUEVOS GENERALES
Señores: Siguiendo una costumbre establecida en el Ejército, he tenido la inmensa satisfacción de entregar, en nombre de la Nación, los sables que distinguirán en adelante a los señores generales de brigada recientemente promovidos a ese grado. Yo solamente les hago la invocación de lo sagrado de esa insignia que distinguirá el paso por América del más grande capitán que ha producido el continente. Ello trae para nosotros, los soldados de la República, la obligación de enrolarnos en su causa, que fue la causa de estos pueblos y de estas tierras. El cumplir el sagrado juramento que hemos empeñado todos los soldados ante la patria, estará siempre presente en esta insignia de mando con que la Nación inviste a sus generales, recordándoles la tradición sanmartiniana que es la tradición misma de la patria argentina. Que ellos, en cada acto de su vida, desde el más solemne hasta el más humilde, sepan honrarla para bien de la patria y para grandeza de la República, es lo que yo deseo como primer mandatario de la Nación. ......................
1953-01-09
Ante los egresados de las escuelas de elevación cultural "Juan Perón"
He querido, siguiendo una vieja costumbre, realizar aquí, en Olivos, esta comida de camaradería con los egresados de esta magnifico curso que va dando una tradición de trabajo, de voluntad y de capacitación a nuestro Movimiento. Ya he dicho muchas veces que los movimientos, sean de carácter político, social o cultural, no valen por el número de hombres o de mujeres que lo forman, sino por la calidad de los dirigentes que los encuadran; y he dicho también, que en este orden de cosas valen más cien ovejas mandadas por un león, que cien leones mandados por una oveja. Por eso, desde la iniciación de nuestro Movimiento, propugné siempre, especialmente entre la clase trabajadora, la idea de ir conformando cursos de capacitación en forma tal de dar a los dirigentes obreros una posibilidad que ellos desgraciadamente, no tuvieron a lo largo de su vida, para que, encuadrando a la clase trabajadora le dieran esa calidad que necesita esa clase unida en su dirección. Conducir hombres es, probablemente, una de las tareas más difíciles. Desde la más remota antigüedad, la conducción de los hombres ha sido la tarea de todos los días y de todos los pueblos. Sin embargo, podemos contar los grandes conductores con los dedos y quizás, todavía nos sobren dedos para contarlos a lo largo de toda la historia de la humanidad. Quiero decir que esta difícil tarea que conforma el arte de conducir es una cuestión sobre la que es menester reflexionar profundamente antes de encararla. Yo soy de los que creen, habiendo dedicado toda mi vida al estudio de la conducción, que la conducción militar es solamente un pequeño sector de toda la conducción. Esta es un verdadero arte, difícil, complejo y todo él, de ejecución. De manera que hay que ir elaborándolo y realizándolo simultáneamente, durante la conducción misma. No puede dividirse en pequeños sectores. Es como cualquiera de las otras artes, como pintar. No decimos que hay un pintor de perros, un pintor de caballos, de uniformes, de civiles o de militares, sino que el que sabe pintar pinta todo, porque es un artista que domina el arte pictórico y lo hace bien. En la conducción sucede exactamente lo mismo. No se conduce una cosa u otra. Lo mismo que el pintor: sabe pintar o no sabe. Por eso, la formación de los hombres que han de conducir tiene en la vida de los pueblos, una importancia mayor de la que se le ha asignado en nuestro tiempo. La formación de los hombres que han de conducir es en mi concepto, lo más decisivo en la vida de los pueblos. Hasta ahora, los cursos de capacitación general para la conducción de hombres se han realizado en muy pocas partes del mundo. Los resultados que se han obtenido han sido siempre de un inmenso provecho. Por esa razón, siempre he sido partidario de ello y les he pedido a las organizaciones que desarrollen cursos de capacitación en sus propios sindicatos para la dirección de los gremios. Todo eso ha cristalizado en la creación de estos cursos de capacitación para la conducción general de nuestro movimiento. En el mismo orden de cosas, nosotros, en la Escuela Superior Peronista, preparamos a los dirigentes que han de ir formando los cuadros que han de conducir y dirigir a la masa peronista. Este es el estado actual de las cosas, pero es indudable que con esto buscamos solamente salvar una situación de apremio. En el futuro todo esto se ha de racionalizar, para ir formando los cuadros directivos y de encuadramiento de todo nuestro movimiento, ya se en el orden social, como en el orden político. Ustedes, que han cumplido con el primer ciclo de la necesidad de la conducción de nuestro Movimiento, tienen la tremenda responsabilidad de asegurar a los jóvenes que iniciarán en el futuro sus estudios sobre las mismas materias, que ellos tendrán para la ejecución toda la capacitación que adquieran en los cursos regulares, perfectamente bien desarrollados y establecidos. Por eso, repito, compañeros, que la responsabilidad que tienen es muy grande. Deben recordar una cosa: que en la vida los hombres no triunfan solo por su capacitación, sino que triunfan más y mejor por los valores que han sabido concentrar en sus almas y poner en ejecución durante sus vidas. En esto, como en todas las cosas, ustedes reciben armas para luchar en la vida, reciben medios para defenderse en esa lucha, pero de nada les valdrán si dentro de cada uno de ustedes no hay una persona honrada y decente, como acaba de decir nuestro compañero. Dar capacidad es dar armas, y a nadie se le ocurre dar armas a una mala persona. Vale más ser una buena persona que ser una persona capaz. Siempre he sostenido este concepto, porque el nos llega a través del mundo desde los mas viejos filósofos de la antigüedad Grecia. Yo creo que ustedes, hombres de selección, han recibido un grado de capacitación suficiente como para darse cuenta de que todavía hay mucho que trabajar, mucho que aprender y mucho que realizar en la vida. La capacitación generalmente le pone a uno en presencia de grandes problemas que la vida plantea todos los días, y le da también la persuasión de que nunca está suficientemente capacitado para vencerla. Es necesario, entonces, seguir estudiando incansablemente y trabajar hasta capacitarse verdaderamente para poder vencer ante los problemas que la vida nos presenta. Por eso, mi consejo, el más desinteresado de todos los consejos que pueden recibir, es que con esta base sigan perfeccionándose para llegar a ser dirigentes altamente capacitados, ya que un día nuestro movimiento estará integra y absolutamente en manos de ustedes. Cuando llegue ese momento, en el que han de sentir la tremenda responsabilidad que la capacitación brinda a los hombre de corazón bien templado y de cerebro luminoso para proceder en todas las ocasiones. Sigan ejercitándose en todo esto, pero no para aplicar los ejemplos y los casos planteados en el curso por si los ejemplos vuelven a producirse nuevamente; las situaciones de la vida jamás vuelven a repetirse de una misma manera. Esa ejercitación habrá de serviles para ser más sabios en todas las ocasiones. En esto, la capacitación es solamente el puntapié inicial del partido que ustedes comienzan a jugar el día que terminan sus estudios y empiezan a trabajar en las actividades de las nuevas obligaciones. Nosotros hemos observado el desempeño de todos los compañeros, egresados de estos cursos, especialmente de los que han ido al exterior. Yo podría decir al respecto que el de la generalidad ha sido excelente. No se necesita tanto de la capacitación como de la honradez y de la seguridad para trabajar, precisamente, con dignidad, honradez y deseo de hacer las cosas de la mejor manera. Los egresados obreros han dejado sentado en el mundo el concepto de que son hombres de trabajo y de honor. Existen excepciones, que son las que precisamente, confirman la regla, como todas las excepciones. Muchas de ellas han sido dolorosas y lamentables, pero trataremos de ir evitándolas en el futuro. Estas desgraciadas excepciones se presentan en todo el campo de las actividades; no nos vamos a escandalizar por ello. Por el contrario, nos obligan a tomar ciertas medidas de precaución sobre la acción futura. Como digo, se trata afortunadamente de raras excepciones. Al respecto, hemos de conversar muy largamente con los que sean designados para actuar en el exterior, a base de la gran experiencia que tenemos sobre esto. Con los demás compañeros que han de actuar en nuestro medio, dentro del país -ya sea por un tiempo o con carácter permanente-, hemos de mantener, también un permanente contacto. De esa manera podremos seguir trabajando dentro de una misma orientación y dentro de una misma mística, que para nosotros es inconmovible: la mística de nuestro movimiento. Compañeros: termino de escuchar al compañero Domínguez hablar sobre la mística de este curso, sobre el entusiasmo y la dedicación de todos al Movimiento. Creo que, en la vida, los hombres que no tienen una mística y que no se dedican a una orientación, no van muy lejos. Como decía siempre mi esposa, si el mundo no contara con algunos fanáticos no habría ni héroes ni santos en la vida de los pueblos y de las naciones. Esa mística exacerbada es la fuerza motriz del heroísmo y del sacrificio. Sin eso no habría ni héroes, ni sacrificados, y sin héroes y sin sacrificados, difícilmente se construyen los grandes éxitos. Nosotros aspiramos al éxito, por eso desenvolvemos nuestras tareas en un ambiente y en un clima de trabajo y de sacrificio, y si se presenta la ocasión, lo haremos también con heroísmo, cuando sea necesario. Cuando en un curso o en una escuela los hombres se dedican solo a enseñar fríamente los conocimientos que ellos poseen, realizan solamente una cuarta parte de lo que debe ser objeto de la enseñanza. Los hombres que dedican únicamente su actividad a desarrollar la inteligencia, desarrollan muy poco de los grandes valores que poseen. Yo sé que en estos cursos ustedes no han desarrollado solamente las materias de los programas, sino que han exaltado, también, los valores morales de nuestro Movimiento, que han encendido todos los días un poco de es mística por la cual vive y progresa nuestro Movimiento. Y habiendo educado el espíritu y enaltecido los valores de ese espíritu han cumplido un ciclo completo. Cuando yo aprecio el valor de un hombre, no me fijo ni en sus títulos ni en lo que es capaz de decirme, aprecio, calladamente, lo que ese hombre tiene en su alma. Y siempre, en todos los casos, me decido por su alma antes que por su inteligencia. Me han fallado muchos hombres inteligentes. En cambio, muy pocas personas buenas y honradas me han fallado. Eso es lo que he aprendido a través de cuarenta años de manejar y de conducir hombres, desde los más humildes hasta los más encumbrados que tiene nuestro país. Cuando a esos señores que tienen un gran nombre, un gran predicamento, yo los siento en la esquina de mi mesa y los escucho, vieran ustedes como allí se violan todas las leyes de la perspectiva. Cuando los veíamos lejos los veíamos grandes, al revés de lo que ocurre en la naturaleza, pero luego una vez que se acercaron, que es cuando deberíamos verlos grandes los vemos chiquitos, muy chiquitos. En esto yo sintetizo todo lo que debe ser un compañero que egresa de estos cursos; él tiene la responsabilidad, no solo de conducirse bien en su vida y de cumplir cabalmente sus actividades, sino de presentarnos siempre cuando una persona que honra a estos cursos, que honra a sus profesores y a sus compañeros, procediendo siempre con un alto grado de dignidad y de honor, sin lo cual los hombres pasan a ser una piltrafa en el orden de las jerarquías humanas. Por eso, yo he querido llegar hasta aquí, a pesar de mi enorme tareas, para tener la inmensa satisfacción de compartir esta mesa con ustedes y de decirles que, si bien el año pasado debido a mis ocupaciones, no he podido concurrir los cursos como lo hacía al principio, estoy y estaré permanentemente con ustedes. Sé cuales son sus calidades y sus cualidades; sé cuál es entusiasmo con que han trabajado y sé también cuál es la capacidad que poseen y que pondrán al servicio de nuestro Movimiento. Solamente con esa honradez y esa capacidad, los movimientos como el nuestro pueden ir adelante y consolidarse en el tiempo y en el espacio. Ustedes son los nuevos abanderados de este inmenso movimiento que vamos conformando, ustedes serán los pioneros que pondrán en marcha esta organización de capacitación de los hombres para el encuadramiento y de dirección del Movimiento. Ustedes tienen esa responsabilidad, pero frente a ella tendrán ante las generaciones de argentinos que nos sigan, la inmensa satisfacción y el alto honor de haber sido quienes iniciaron la actividad cultural en la dirección y encuadre de este Movimiento que perdurará por muchos siglos en la Argentina, según espero. Yo felicito a los dirigentes y a los profesores de estos cursos, que sé bien cuál es su entusiasmo y su capacidad y sé también del esfuerzo y sacrificio que todos ellos realizan por alcanzar el éxito en la preparación de nuestros dirigentes. Ellos también forman esta primera generación de hombres argentinos dedicados con desprendimiento y amor a ir infundiendo capacidad y valores espirituales a las masas de trabajadores puestas en marcha por nuestro movimiento. De ellos será ese inmenso honor que el futuro peronista no olvidará jamás en nuestra patria. Para ellos, compañeros, con el agradecimiento de cada uno de ustedes, va también el agradecimiento sin límites que yo, como dirigente superior del Movimiento y como presidente de la República, les expreso en esta ocasión. Para terminar, compañeros, les deseo toda la felicidad que tienen derecho a alcanzar por el esfuerzo y el trabajo que han realizado. Les deseo también un gran éxito en todas las tareas que emprendan, tanto a los que ya han egresado de los cursos como a los que han de egresar el año que viene. Es probable que encuentren dificultades en todas partes, pero si no les encaran con decisión y hasta con un poco de alegría, es porque los cursos no han sido provechosos. Espero que ustedes hayan sabido encender en lo más íntimo de cada uno de los que han asistido a los cursos, la llama del sacrificio para luchar en la vida. De ese modo, unidos todos los argentinos, se formará la gran hoguera que ha de distinguirse desde todos los lugares del mundo, para bien de la humanidad y, especialmente, para bien de la clase trabajadora de todos los países de la tierra. .................
1953-01-20
DISCURSO AL SER CONDECORADO POR EL GOBIERNO DE ITALIA :
Señor Embajador: Esta distinción representa para mí un insigne y gran honor, no por una sola causa, sino por numerosas razones ligadas a lo más profundo de mis sentimientos. Primero, porque yo he tratado de mantener en esta parte del mundo una consigna que debe ser sagrada para todos los que provenimos de la progenie latina, he tratado por todos los medios de ser, antes que nada, útil a esa unión y a esa unidad que creo debemos mantener intangible e inconmovible todos los que de una manera directa o indirecta venimos del viejo Latium de los romanos. En segundo lugar, porque habiendo vivido en Italia largo tiempo, he aprendido a amarla profundamente como a mi propia patria. Y tercero, porque en esta tierra argentina estamos ya consubstanciados con todo lo que es de Italia y con los italianos mismos. Finalmente, además de las numerosas razones que no mencionaré aquí, por venir de las manos del ilustre presidente Einaudi y por llegarme a través del embajador Arpesani, que es un grande y querido amigo nuestro. Señor embajador: yo solamente deseo que estéis persuadido y que hagáis llegar a vuestro gobierno la persuasión que al colocar esta insignia de la noble Italia sobre el pecho de un ciudadano argentino, podéis tener la convicción más absoluta de que en todos los actos de mi vida haré por honrarla y por enaltecerla en el nombre de Italia, que es para mí tan querido y tan sagrado. ............
1953-01-30
Ante egresados del IAME
Es un gran placer para mí recibirlos, porque ya en 1944, nosotros desde la Secretaría de Trabajo y Previsión tendimos las primeras líneas para la educación y formación de los operarios argentinos. En el momento actual son ustedes, en la República Argentina, quienes tienen el porvenir más seguro. Considero que la orientación que ustedes han elegido constituye el punto de partida para la formación del personal técnico de nuestra industria, que vamos a poner en marcha haciendo cualquier esfuerzo para desarrollarla en forma eficiente en el país. Ahora, les aconsejo que sigan empeñándose; no crean que ya han terminado, recién empiezan. Lo que el país necesita no son solamente buenos operarios: necesita buenos técnicos. Existen cursos de aplicación para técnicos de fábrica y además, la Universidad Obrera, de la cual han de salir los ingenieros de fábrica. Ustedes deben continuar el camino, seguir los cursos capacitarse para realizar una buena carrera. No puede ser la aspiración de la juventud argentina terminar como operarios; la aspiración debe ser continuar perfeccionándose para llegar a la dirección técnica de toda la industria argentina. Este es el momento más oportuno para que los hombres jóvenes, con aspiraciones, puedan ir adelante y cursen los estudios necesarios para tomar la dirección, no solamente la organización, de la industria argentina. El instituto al que ustedes pertenecen, y en el cual se han graduado, ha de constituir un núcleo de los tantos núcleos industriales que el país debe crear para la industria pesada. En esto, no basta la preocupación y el esfuerzo que puedan realizar los ministros y funcionarios públicos, sino que el desarrollo de nuestra industria depende mucho más de ustedes. Para ello, deben estar muy bien preparados, deben capacitarse, perfeccionarse y sentirse responsables del futuro de la industria argentina. Ustedes, juntamente con los técnicos que se han graduado el año pasado y los que graduaremos este año, han de constituir el primer contingente de operarios que sale para hacer sus primeras armas en la industria. Trabajen con dedicación, con ahínco; vayan cada día de perfeccionándose más y siendo mejores operarios, y, cuando tengan la oportunidad, completen su preparación en los cursos anuales de capacitación. El estudio es siempre posibilidad de progreso; el trabajo mecánico de todos los días no es la solución definitiva. En nuestro país, afortunadamente, podemos pagar a los que siguen los cursos de perfeccionamiento, de manera que no se trata de que el hombre que va a seguir esos cursos en las escuelas técnicas de fábrica se quede sin ganar un jornal, o un sueldo, para el sustento. Esas escuelas permiten elevar la capacidad técnica y las posibilidades para el progreso personal. De allí van a las fábricas, trabajan un tiempo y luego tienen abiertas las puertas de la Universidad Obrera. También hay becas para los muchachos pobres que pueden diplomarse de ingenieros de fábricas, que son nuestros ingenieros técnicos. Nosotros deseamos irlos formando primero como operarios, que sepan manejar las herramientas, de modo que cuando sean técnicos de fábrica se hayan fogueado como operarios y tengan las manos como hay que tenerlas para el trabajo manual, para que entonces, con esa práctica y con esa capacidad adquirida en el taller, vayan a dirigir los talleres. Lo mismo con nuestros técnicos: los que se han egresado bien, allí en los talleres y han manejado las herramientas y dirigido a los obreros, recién entonces van a la universidad, de donde salen hombres técnicos pero prácticos. Queremos hombres que sepan realizar conscientemente esa tarea, que tengan experiencia. Para ustedes está abierto todo ese porvenir, y es indudable que ustedes serán los dueños del destino de esa industria: no vayan a defraudarla. En cada uno de ustedes debe haber un técnico en potencia para la dirección de nuestra industria. Ustedes son los responsables y los que la tendrán en sus manos. Para eso hay que trabajar, hay que esforzarse, hay que disciplinarse y hay que instruirse. Mi obligación, como dirigente de la República, es darles la posibilidad, yo se las doy a ustedes; les ofrezco todas las posibilidades. Si alguno de ustedes no las realiza, no será por culpa mía, sino por culpa de cada uno de ustedes. El que sepan realizarlas depende de ustedes mismos; pero yo tengo la esperanza de que cada uno piense que el progreso en el trabajo y en la vida marcha paralelo con la preocupación y la abnegación con que se emprenda la tarea. En eso reside el porvenir de cada uno, no tengo duda en afirmarlo, basado en la experiencia de toda mi vida. Me alegro muchísimo de que el IAME esté capacitando muchachos argentinos para la realización de sus propias tareas, pero ustedes no pertenecen solamente al IAME, pertenecen a toda la industria argentina. Lo que puedan hacer en el IAME será sumamente útil, pero más útil será lo que hagan después como dirigentes en el resto de la industria. Les auguro a cada uno el porvenir que ustedes, trabajadores jóvenes, merecen. Que tengan mucho éxito y mucha felicidad. ..................
1953-02-05
DISCURSO ANTE UNIVERSITARIOS BRASILEÑOS
Agradezco profundamente las amables palabras que terminamos de escuchar, y quiero hacerles presente que la mayor satisfacción nuestra, sería que ustedes se sintieran aquí como si estuviesen en su propia casa. Ustedes han de haber observado ya, en la calle y en los lugares que han visitado, que para nosotros un brasileño no es un extranjero; en nuestro país es considerado como un hermano, y en esto seguimos nosotros una política absolutamente decidida sobre la necesidad de ese acercamiento entre Brasil y Argentina, y nuestros diarios, nuestras revistas y nuestros hombres están siempre al servicio de esa finalidad. Dentro de una política que cambió todo lo que ha sido usual hasta nuestros días, nosotros propugnamos el amor entre nuestra gente, el cariño, la sinceridad y la lealtad en nuestro procedimiento. Y el mismo amor que nosotros propugnamos para que exista entre nuestro pueblo, queremos también que exista entre éste y los países hermanos del continente. Esta es nuestra decidida orientación y tratamos de hacer lo posible para que nuestro pueblo la ponga en práctica. Estoy persuadido de que en este viaje que ustedes han realizado por nuestro país, ninguna persona habrá desdicho esta orientación natural de nuestro pueblo, y que cada ciudadano argentino -estoy seguro- habrá demostrado con sinceridad ese cariño que sentimos por el Brasil. Por eso me es fácil y agradable hablar con los brasileños que nos visitan. Nosotros tenemos un gran respeto, una gran admiración y un gran cariño por el Brasil, y tratamos se ponerlo en evidencia en todas las circunstancias. Lamento no haber sabido antes que ustedes estaban en nuestro país, recién me he enterado con motivo de la audiencia que me han preparado para hoy, pues les hubiera podido ofrecer mayores facilidades para efectuar visitas y paseos. Sé que han visitado ustedes las obras de la Fundación Eva Perón. Nosotros tratamos de ir creando toda esa organización de bienestar que está dentro de nuestras concepciones llenar. Sé también que han visitado los clubes estudiantiles. Esa es una tarea que nosotros recién estamos comenzando, para llenar así sectores que han estado un poquito olvidados. Así como la Fundación tiene por misión llenar los sectores de previsión social no cumplidos por el Estado o la comunidad, o bien llenar las pequeñas lagunas que éstos pueden dejar en este aspecto de la previsión social, las organizaciones estudiantiles tienen por objeto llenar los sectores correspondientes a los estudiantes secundarios, que siempre están un poquito olvidados en todas partes. Como no son ni hombres ni niños, ni mujeres o chicas, sino que están en una edad intermedia, a menudo se los olvida. Se organizó todo ese en nuestro país. También en la provincia de Buenos Aires existe algo similar, que es la República de los Niños. Todas esas organizaciones están recién iniciándose, de manera que todavía no podemos mostrarles mucho al respecto, pero lo que mostramos lo hacemos de buena voluntad y con el corazón. Creo que habrán visto también algunas otras cosas de nuestro país, pero todo lo que nosotros podemos hacer no tiene el mérito de una construcción efectiva: el mayor mérito está en la buena intención en el cariño y en la, diríamos, humildad con que nosotros realizamos todas estas obras. Creemos que estamos reparando un gran olvido que ha existido en el país con nuestro pueblo, y tratamos, al mejor ritmo posible, de ponernos al día con esa obligación que habíamos dejado de cumplir durante siglos. Yo no les voy a hablar acerca de lo que consiste el justicialismo argentino. Algunos han dicho que es una doctrina llena de cosas nuevas. Es tan nueva que hace dos mil años que esta doctrina se inició. Nosotros hemos tratado de hacer, efectivamente, una doctrina cristiana en nuestro país, cristiana en el verdadero sentido de la palabra, sin desviaciones ni sectarismos. Es decir, hemos tratado de convencer a nuestra gente que la lucha es siempre motivo de rencores y egoísmos, que nosotros tratamos de desterrar en nuestra comunidad para procurar entronizar la cooperación, la buena voluntad, la paz del espíritu y el trabajo, que es la única comunidad que reconocemos. Para nosotros, el hombre más digno es el que más trabaja y vive para la comunidad En este aspecto hemos hecho innovaciones extraordinariamente profundas, estableciendo una reforma social, creando una cobertura de riegos para todos los hombres de trabajo. Tal es la previsión social que abarca un gran sector. No tenemos aquí el sistema de los seguros, sino el de las jubilaciones, para que toda persona hasta cierta edad esté obligada a trabajar y, después, sea la comunidad la encargada de su subsistencia. Esa es una cosa justa de acuerdo a nuestro punto de vista. Y a los sectores que por haber empezado hace poco tiempo dentro de esa previsión no están cubiertos, los cubrimos con la Fundación Eva Perón, que da jubilaciones extraordinarias y pensiones a los ancianos. De esa manera atendemos a todo el que esté desamparado y dejado de la mano del Estado. Nuestra tarea ha sido, simplemente, tratar de evitar que en el país haya gente que no tenga lo necesario para subsistir. No hemos hecho todo en ese sentido, pero hemos realizado una gran parte. En cuanto a la reforma económica, también hemos cumplido una labor bastante grande. Por lo pronto, hemos detenido totalmente la inflación, estableciendo un nivel entre el poder adquisitivo de cada ciudadano argentino y lo que cuesta la subsistencia, a fin de que no haya sumergidos. Hemos fijado un horizonte y llevamos nuestra gente hacia ese horizonte para que, repito, no existan sumergidos sino emergidos. Consideramos que no es posible aceptar que ninguna persona gane menos de lo que necesita para vivir. Ese es nuestro punto de partida. Hemos establecido un estándar de vida y llevamos nuestra gente sobre ese estándar. Los que no pueden vivir son atendibles por las instituciones que tenemos de distinta naturaleza. Ustedes deben haber observado que aquí no hay menesterosos; no hay mendigos, y no pueden existir porque las instituciones que funcionan en el país han terminado con los que teníamos. Tampoco hay desocupados, porque estamos empeñados en una tarea que nadie puede quedar sin trabajar. En la Argentina sobre el trabajo. Naturalmente, siempre hay algunos que no quieren trabajar, pero poco a poco los vamos entusiasmado para que vean que el trabajo es lindo y lo hagan. Claro está que no toda la República es como Buenos Aires. En el interior todavía hay necesidades que estamos tratando de solucionar realizando obras. Hemos realizado en este orden de cosas el Primer Plan Quinquenal que es, diremos, el primer plan de carácter económico llevado a cabo en nuestro país. En el orden económico, en el Primer Plan Quinquenal de Gobierno hemos hecho muchas construcciones. En líneas generales yo puedo decir que en cinco años hemos realizado 76.000 obras públicas, completadas y terminadas. Así tenemos que en el sector escuela hemos construido cinco mil. Cinco mil edificios para escuelas ya ocupados con cinco mil escuelas. Yo puedo decir que hemos terminado casi totalmente con el analfabetismo en nuestro país. Las estadísticas ya no dan analfabetos, aunque debe haber por ahí algunos que escapan a la estadística. En otro orden de cosas, nosotros hemos construido una gran cantidad de diques, etcétera, obras que han puesto en funcionamiento enormes sectores de nuestra producción. Pero lo más importante de todo eso en el orden económico es que en 1946, cuando se inició el Plan Quinquenal nosotros teníamos una deuda externa de seis mil quinientos millones de pesos y hoy no tenemos un centavo de deuda; nosotros no debemos; al contrario, ahora somos acreedores. Los ferrocarriles con sus 45.000 kilómetros de vía y sus instalaciones los hemos comprado y los hemos pagos, hoy son servicios públicos del Estado. Lo mismo hemos hecho con los teléfonos, con el gas, etcétera. Consideramos que esos servicios públicos no deben ser objeto de negocio. El servicio público no es para ganar, sino para prestar al menor precio el mejor servicio, y eso solamente lo puede hacer el Estado. Lo mismo ocurre con el transporte. En 1946, cuando me hice cargo del gobierno, la República Argentina no tenía barcos para la exportación de su producción. Consideré que era indispensable una marina mercante, porque los precios de la producción, al contrario de lo que muchos creen, no los fijan ni los que la producen ni los que la consumen, sino los transportadores. Por esa razón, nos dedicamos a obtener una flota mercante que en el año 1946 tenía doscientos mil toneladas de barcos viejos, muchos de los cuales había que devolver porque habían sido expropiados durante la guerra. Nosotros hemos transformado esa flota mercante y hoy tenemos un millón quinientos mil toneladas, que es suficiente para sacar toda nuestra producción y poder vendérsela al que la consume sin ser tributarios de los acopiadores o transportadores. Todo esto nos ha permitido llegar a lo que nosotros llamamos la independencia económica. Hoy podemos decir que somos económicamente independientes. Los capitales son argentinos; las empresas son argentinas. En 1946 pagábamos anualmente en servicios financieros a los capitales extranjeros por los servicios públicos cinco mil millones de pesos. Ahora estamos pagando cien millones, y yo espero que llegue el día en que no tengamos que pagar un solo centavo. Ese es un tributo del propio trabajo argentino que va hacia el exterior. Aquello era una forma permanente y natural de descapitalización de nuestro país; era el proceso que se había seguido siempre aquí. Nos dejaban lo suficiente para vivir; nunca un poco más para que juntáramos dinero y llegáramos a ser algo. Nosotros hemos suprimido los servicios comprando esas empresas, para que el dinero argentino, el capital argentino y el trabajo argentino queden en la Argentina. Es preferible que ganemos el dinero afuera y lo traigamos acá, en lugar de que lo ganemos aquí y se lo lleven afuera. Todo ese proceso se ha cumplido. Hemos también establecido una política permanente para el país, que hace que aquí esté prohibido contraer empréstitos en el exterior; cuando necesitamos plata, trabajamos y hacemos nosotros los empréstitos aquí. Repito que, mientras sea presidente de la República, me cortaré la mano antes que firmar un empréstito, porque hacerlo es atarse a obligaciones, no sólo económicas, sino políticas de todo orden. Queremos cumplir la orientación fundamental de nuestro programa: constituir una Nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana. Eso lo vamos haciendo; lo hemos cumplido peleando, algunas veces, y otras sin pelear; pero lo hemos cumplido. Aquí mandamos nosotros sin ninguna interferencia, que no permitiremos, venga de quien viniere; somos pobres, somos chicos, pero somos orgullosos en eso. En el orden político también hemos realizado una transformación que presupone la necesidad de afirmar la reforma social y la reforma económica. En este país siempre se habían elegido los gobiernos a través del fraude permanente, y no votaba ni el veinte por ciento de la población. Nosotros hemos suprimido totalmente el fraude: primero, garantizado las elecciones con el Ejército; luego, garantizándolas con los propios ciudadanos. Podemos así, afirmar que en nuestro país vota casi el setenta por ciento de la población, y que ese porcentaje lo hace con absoluta libertad en toda la extensión del territorio. Aquí no hay presión ni fraude de ninguna naturaleza. Poco a poco ha ido desapareciendo la revolución y el estado revolucionario que dio motivo a toda esta transformación. Sin embargo, todo lo hemos realizado incruentamente. Nadie he muerto aquí por esta revolución; en nuestro país la gente muere en el hospital, con muchas inyecciones, pero no en las luchas. Todo se ha realizado pacíficamente, sobre la base de discusiones en el orden económico, en el social y en el político, pero sin violencias. Ahora que estamos en la etapa final, donde casi no hay luchas, todo está tranquilo. Si quiere la oposición sacarnos el gobierno, tiene el arma: tiene las urnas, a las cuales puede ir a depositar sus votos; si tienen más votos que nosotros, nos iremos. Pero no creo que el sistema puedan sacarlo de aquí, porque es un sistema popular. Yo he tratado de interpretar qué quería el pueblo argentino, y lo he hecho. Y desde el gobierno sostengo que el único gobierno democrático que existe es el que hace lo que el pueblo quiere y no tiene otro interés que el del pueblo. Yo no lucho absolutamente por ningún interés: si el pueblo quiere, hago las cosas; si el pueblo no quiere, no las hago. Esto lo haré en el orden interno y en el internacional. Algunas veces se ha dicho que nosotros queríamos ir ala guerra. Antes de ir a la guerra tendríamos un plebiscito: si hay número de votos a favor, entonces vamos a la guerra; pero van a ir todos. Si el pueblo dice que no, no se va. Y es difícil que el pueblo diga que sí cuando se trata de ir a la guerra. En fin, yo no tomo ninguna decisión sin consultar al pueblo. Cuando estoy seguro de que el pueblo quiere una cosa, la hago sin más; y cuando no estoy seguro de la voluntad del pueblo, lo consulto y resuelvo según su contestación. En este orden de cosas, procediendo así, creo que ningún gobernante puede equivocarse si tienen la sinceridad y la lealtad que es necesario tener para cumplir estrictamente lo que el pueblo quiere. Ahora bien, habrá muchos que no estarán de acuerdo. Es difícil hacer el gusto a todos. La unanimidad es muy difícil de conseguir. Lo que sí sé, es que la situación de mi gobierno y de mi movimiento es popular, porque cuando llamamos a elecciones sacamos el ochenta por ciento de los votos. Por eso, me siento yo muy cómodo. El día que no tuviese el ochenta por ciento de los votos me sentiría menos cómodo; pero, por ahora, me siento muy confortablemente y, gracias a Dios, puedo ir cumpliendo nuestro programa. Ya les voy a hacer entregar algunas publicaciones nuestras donde encontrarán escrito, más o menos, todo esto que les digo. Pero ustedes no deben hacer caso ni a lo que yo digo ni a lo que dicen los libros: es mejor que consulten con la gente que ven por la calle, ellos le dirán la verdad. Llamen a cualquiera de los que pase y pregúntenle que piensa. Algunos harán críticas, que a veces son justas; yo no creo que gobierno justo sea aquel que no tiene sino aciertos. Los éxitos se consiguen no solo con aciertos, también con desaciertos; pero lo necesario es que el mayor número de aciertos sea el que predomine. Creo que eso es lo que estamos haciendo nosotros; cometemos errores - como todo el mundo-, pero el número de aciertos es mayor que el de errores. Eso es lo que me conforma a mí. El día que yo quisiera hacer todo bien, es probable que no haría nada. Eso pasa en todas partes, los hombres, para no cometer errores, no hacen nada. Me referiré ahora a algo que puede interesar a las señoras y señoritas; al puesto que nosotros hemos dado a las mujeres en nuestro país. Yo he querido dar a la mujer el valor que ella debe tener en la comunidad. Nosotros somos un pueblo de origen hispánico, un tanto árabe; a muchos nos gustaría tener a la mujer con un velo en la cara. Nuestro país tiene una extensión muy grande y todavía con escaso número de habitantes. Recién hemos pasado los 18 millones de habitantes y tenemos tres millones de kilómetros cuadrados. Queda mucho espacio desocupado y desértico. Siempre decimos que este país puede albergar 50 a 100 millones de habitantes; pero para eso necesitamos que esa cantidad de habitantes, que ambicionamos tener, trabajo también. Nosotros nos habíamos olvidado que de los 18 millones había 9 que no trabajaban, que eran las mujeres, quienes tenían aptitud para trabajar, y debían hacerlo. Lo que hicimos fue darles a las mujeres todos los derechos que tienen los hombres y, también, una gran parte de sus obligaciones. Ellas han respondido con una amplitud superior a toda ponderación. Hoy, en la Argentina la mujer trabaja a la par del hombre y, en muchos casos, mejor que el hombre. Muchas de nuestras fábricas están prefiriendo las operarias mujeres y no a los hombres. Esto ha permitido también elevar el estándar de vida familiar, porque donde trabaja el padre y trabaja la madre, los buenos salarios les permiten contar con una linda casa, cómoda y tener un poco más de felicidad a la vez que pueden enviar sus hijos a la escuela y hacerles seguir una profesión. La intervención de la mujer en la vida pública es un factor que nos halaga extraordinariamente. La intervención de la mujer ha dado un mayor grado de idealismo a la función política; la mujer es más idealista que el hombre, y eso, en el orden moral, ha tonificado extraordinariamente. Tanto es así que en el Congreso tenemos un tercio de mujeres, un tercio que representa al partido masculino y un tercio que representa a la CGT. Estas son las tres fuerzas que forman nuestro movimiento. Estamos encantados con la intervención política de la mujer, con la cooperación que ella presta y ahora la mujer va ocupando el puesto que le corresponde. Ha pasado la época en que la mujer solamente se dedicaba a sus trabajos caseros. Ahora el trabajo casero lo hace y, a pesar de eso, trabaja y rinde extraordinariamente bien. Va tomando un concepto de su razón de ser y de sus derechos dentro de la comunidad. En general, ha sido para nosotros un paso constructivo el que hemos dado al iniciar a la mujer en la vida pública, y estamos tratando de formar nuestras generaciones futuras en esta nueva concepción de la vida y de la comunidad que ha abandonado el individualismo absoluto que presuponía una lucha integral, para transformarse esto en un sentido de solidaridad social y de solidaridad, diremos, en la comunidad, que nos hace pensar que mal podríamos realizarnos cada uno de nosotros en una comunidad que no se realizara. Tratamos de realizar la comunidad y, dentro de ello, tenemos libertad para realizarnos cada uno de nosotros. Afortunadamente, esta experiencia que hasta ahora hemos seguido ya está consolidada en forma total, y los beneficios alcanzados, desde nuestro punto de vista, son extraordinarios. Ustedes más que guiarse por mi palabra o la palabra del gobierno, deben consultar a la gente de la calle, saber que dicen en la calle. Esa va a ser la verdad. Si es buena la opinión, ustedes se llevarán un buen concepto; si es mala también háganle caso porque tiene razón, aun cuando esta vaya contra nosotros. Les agradezco mucho la visita y está demás que les diga que quedamos a su disposición, y en cualquier cosa en que podamos serles útiles, ustedes no tienen más que decir. Somos gente que trabaja y que trabaja con buena fe; con un alto grado de dignidad que nunca perdemos; no pensamos nunca que somos más de los que somos, pero tampoco queremos ser menos de lo que debemos ser. Esa humildad con que nosotros realizamos nuestra tarea y esa sinceridad que ponemos en nuestros actos es lo único que podemos ofrecerles y lo hacemos con todo nuestro corazón. Les ruego que cuando regresen al Brasil les lleven a los brasileños un estrecho abrazo sobre mi corazón. Muchas gracias por todo y muy buenos días. ......................
1953-02-09
PRIMERA DISERTACION DIRIGIDA A LOS HABITANTES DEL PAIS SOBRE LA FORMA DE EJECUCION DEL 2º PLAN QUINQUENAL DE GOBIERNO EN LA RESIDENCIA PRESIDENCIAL
Deseo una vez más informar al pueblo argentino, según es ya casi una costumbre inveterada del gobierno, tal como lo entendemos y lo realizamos en el Movimiento Peronista, acerca de la situación general del país y de la acción a desarrollar por el gobierno, el Estado y el pueblo durante el año 1953, en relación con el Segundo Plan Quinquenal que se inicia. Considero, con la experiencia que llevo en estos años, que el éxito se construye. Pero que una gran parte del éxito en el gobierno de un país se construye mediante la persuasión del pueblo y de los organismos del Estado. El Segundo Plan Quinquenal es una ley para toda la República, dando una vez más ejemplo fehaciente de su extraordinaria organización y su empuje, el Movimiento Peronista se enorgullece hoy, de haber conciliado la unidad nacional con el federalismo, consiguiendo mediante su acción coordinadora y ordenada, que en menos de un mes, todas las provincias argentinas hayan convertido en ley los objetivos fundamentales y generales del Segundo Plan Quinquenal y hayan fijado los objetivos especiales de su propia acción para el quinquenio que iniciamos el 1º de enero de 1953. Pero eso, no es suficiente todavía para que el plan sea cumplido. La historia de la República está llena de leyes que nunca se cumplieron por la sencilla razón de que eran leyes desconocidas por el pueblo o más aún, absolutamente impopulares. Cuando una ley ha de cumplirla el pueblo debe de estar convencido y persuadido de sus beneficios, de su eficacia y de los fundamentos que la inspiran. Si no, tratará siempre de encontrar los motivos o de inventar las infinitas argucias que le permitan eludir su articulado y seguirá el viejo refrán popular que dice: "Hecha la ley, hecha la trampa". El Movimiento Peronista ha preferido seguir, en cambio, un proceso distinto en la elaboración de sus leyes. Antes, lo primero era hacer la ley, y después tratar de hacerla cumplir. Nosotros desde que estamos en el gobierno, hacemos exactamente lo contrario. Primero tratamos de hacer algo y luego cuando las realizaciones prueban su eficacia, les damos las formas de la ley o del decreto. Así por ejemplo, primero realizamos los derechos del trabajador haciendo la justicia social, elevando la cultura social, dignificando el trabajo y humanizando el capital, después proclamamos en 1947 esos derechos y los convertimos en decreto nacional, por último lo incorporamos en la Constitución Justicialista en 1949. A veces, incluso nos ha bastado la simple tarea de persuadir al pueblo para lograr resultados mucho más efectivos que los que solían lograrse mediante la aplicación de leyes que sólo entendían -cuando las entendían- sus propios autores, y que a pesar de sus artículos punitivos no alcanzaban a ser aplicadas más que en un sector reducido de la población. Por eso, precisamente las leyes de los congresos que nos precedieron se refieren en su mayor parte a la acción del Estado, y sólo esporádicamente por lo general y con fines de explotación o de coerción social, económica o política, reglaban la acción del pueblo. Las cosas han sido fundamentalmente cambiadas por el movimiento peronista. Quiero citar un ejemplo de reciente actualidad: el plan económico de 1952. El plan económico no fue en ningún momento ley de la Nación, tampoco fue ley en ninguna provincia. A pesar de ello pocas leyes han sido tan fielmente cumplidas por el Estado y por el pueblo como lo fue -sin ninguna sanción legal- el plan económico. Esto no quiere decir que menospreciemos la legislación como fuente del derecho, todo lo contrario. La legislación, en nuestro sentir, debe consolidar las experiencias y las costumbres y regular la aplicación de las mismas, y es la base fundamental desde donde parte el desarrollo efectivo de las realizaciones empíricamente iniciadas. Por eso la ley, que importa una consolidación permanente de deberes y derechos, no puede prescindir de la experiencia, sin que esto tampoco importe que le sea posible prescindir del método o de los principios generales de una doctrina o de una teoría. El plan económico de 1952 no fue -repito- una ley de la Nación, sin embargo el pueblo y el Estado, los órganos de ejecución que les señalé en mis alocuciones del 18 de febrero y el 3 de marzo próximo pasado, cumplieron los objetivos como si ellos tuviesen efectivamente fuerza de ley. Este hecho tiene un sentido de extraordinaria importancia, señala en primer lugar, que el pueblo y el Estado que a fin de cuentas, está integrado por hombres y mujeres de pueblo, tiene fe en la palabra de su gobierno; en segundo lugar, nos permite confirmar sin ninguna duda, el extraordinario valor que nosotros asignamos a la noble y elevada tarea de persuadir. Ni las leyes, ni los planes, ni los decretos, según lo entendemos nosotros, se imponen al pueblo, cuando un pueblo tiene como nosotros conciencia social de su dignidad, de su personalidad y de su responsabilidad, es contraproducente imponerle nada, y entonces el único camino del gobernante es poder persuadir. El propio plan quinquenal que acabamos de convertir en ley de toda la República, ¿no es acaso la sanción de un sinnúmero de aspiraciones que nuestra doctrina ha tomado desde 1943 cómo bandera de su acción? Volviendo al plan económico he querido elegir expresamente este ejemplo reciente y bien reconocido por todos los argentinos, y lo he elegido por las siguientes razones: primero, que deseo probar cómo ha sido cumplido gracias a que el pueblo y el Estado se persuadieron de su necesidad; segundo, porque necesito referirme luego a nuestros problemas actuales de 1953, primer año del Segundo Plan Quinquenal y dichos problemas están íntimamente vinculados a los resultados del plan económico; tercero, porque yo debo agradecer al Estado y al pueblo argentino, la efectiva y aún afectuosa colaboración que prácticamente convirtió al plan económico de 1952 en un verdadero compromiso nacional, acaso más fuerte y seguro que una ley o una prescripción constitucional; cuarto, porque deseo extraer como lección para el futuro de los gobernantes y legisladores argentinos la necesidad de persuadir no solo acerca de la conveniencia material o moral que reporte el cumplimiento total de los planes sino también de las leyes, siempre que ellas respondan a los deseos del pueblo, a lo que el pueblo quiere. ¿De qué vale por ejemplo que nuestra oposición haya jurado, por compromiso, la Constitución de 1949 si está violándola todos los días en lo hechos porque no está persuadida por razones de convicción o de interés de sus reales beneficios para el pueblo de la Nación? Cuando anuncié el plan económico de 1952, la República Argentina afrontaba momentos de extraordinarias dificultades. Tal vez mis palabras de entonces sin dejar de ser profundamente sinceras y veraces, no expresaron por su tono, mis profundas preocupaciones de entonces. Los hombres de mar saben que la serenidad de los que viajan en las naves que cruzan una tormenta depende por lo general de la expresión serena de los capitanes y de los timoneles. Quien analice ahora, pasado ya lo más recio de la tormenta, la situación que provocó aquel examen de dificultades y aquella propuesta de soluciones, podrá apreciar en toda su realidad la gravedad la situación que se nos presentaba y que en esencia se reducía a la síntesis siguiente. Habíamos perdido dos medias cosechas y una cosecha enteras. Un nuevo fracaso en el campo hubiese agotado nuestras reservas económicas, y la República Argentina se hubiese visto tal vez, obligada a acudir a la ayuda exterior, que ponía en serio peligro su independencia económica, base de la economía social que fundamenta nuestra justicia social, base de la soberanía política. Independencia económica, justicia social y soberanía política sobre cuyos pilares se levanta la felicidad de nuestro pueblo y la grandeza de la Nación. Se sumaban en aquellos momentos a la pérdida de nuestras cosechas y por lo tanto de nuestro potencial de exportación, la inflación mundial desatada por los Estados Unidos en 1949, los efectos de la inconvertibilidad de la libra esterlina sancionada en 1947, la arbitraria exclusión de la República Argentina en las asignaciones de compras del Plan Marshall pese a las repetidas promesas recibidas, la política exportadora de los Estados Unidos que subsidiaba una producción competitiva con la nuestra, el aumento de los precios internacionales de todos los productos de exportación, el encarecimiento internacional de todas las materias primas necesarias para nuestro desarrollo industrial en marcha, el acaparamiento de productos esenciales que venían realizando las potencias del mundo en previsión de una posible extensión del conflicto de Corea, las maniobras de la Conferencia Internacional de Materiales, etcétera, etcétera. Y todos éstos, y otros factores de menor importancia, sumados progresiva y concomitantemente nos conducían a una crisis económica nacional que por momentos, los más avezados técnicos, llegaron a considerar inevitable. A aquella situación, se añadía en el orden social, el más completo desequilibrio entre precios y salarios, derivado de la deslealtad con que procedió en general el capital faltando a sus compromisos y de la lealtad de los trabajadores que los mantuvieron sin denunciar sus convenios, en homenaje a la tranquilidad del país y como una efectiva colaboración que el gobierno recibió del sindicalismo que supo comprender mejor que los intereses del capital la verdadera situación económica de la República. Yo nunca olvidaré, y lo señalo para la historia del país como un ejemplo de verdadero patriotismo, aquella actitud de los trabajadores que soportaron durante más de un año una pérdida efectiva de salarios equivalente a un promedio del setenta por ciento en menos, con respecto a la buena situación de que gozaban en 1949. En el orden político la situación era, como ha ocurrido permanentemente durante nuestro gobierno, sólida y estable; pero no faltaban entonces como siempre los augures fatídicos de la crisis de los seis meses que nos vienen pronosticando desde 1946. Decían por ejemplo: ¿Cómo es posible que se piense en un plan económico, después de un mensaje que yo mismo llamé en 1952 "Mensaje de la victoria"? Nuestra respuesta es muy simple no basta ganar una batalla por difícil que sea para ganar la guerra, lo que nosotros queríamos con el plan económico era asegurarnos la guerra después de haber conquistado la victoria en la batalla de la independencia económica. No faltaban tampoco los revolucionarios de lechería, alentados por la esperanza de la bancarrota que preveían, ni los planes del sometimiento dirigidos desde el exterior por los intereses del capitalismo internacional, que nosotros tuvimos que desplazar para cimentar nuestra economía social sobre cuyos pilares construimos la independencia económica y la justicia social. Los planes de la antipatria eran muy simples, obligarnos al empréstito que importaba perder nuestra independencia económica, imponernos la vuelta del capitalismo internacional, o sea el retorno a la explotación de nuestro pueblo, terminar así con el foco de la justicia social y con el mal ejemplo del Justicialismo en el mundo, y por último obligarnos a la aceptación de ciertas condiciones políticas entre las cuales figuraba la firma de pactos o de compromisos, que yo había prometido no firmar sin el consentimiento plebiscitario de nuestro pueblo. En síntesis, la situación podía definirse como en 1946 en un dilema también sencillo: o pedir auxilio en el exterior, entregarse, vale decir dejar de ser; o ajustarse el cinturón, afrontar el sacrificio por duro que fuese y mantener la ruta del barco la que fijé al decidirme por mi patria y por mi pueblo en los comienzos de mi gobierno. Pedir auxilio, entregarme, hubiera sido muy fácil, tal vez demasiado fácil para otro que no hubiese decidido como yo servir a la patria y al pueblo hasta el último minuto que pudiese preceder al instante de la entrega. Para tal entrega bastaba una guiñada de ojo a los intereses del capitalismo internacional que ya sonreían pensando en el infinito placer de colocarnos sus cadenas al precio de intereses usurarios, hipotecando así nuestro futuro y comprometiendo de nuevo nuestra independencia y nuestra soberanía. La otra solución, ajustarse el cinturón y afrontar el sacrificio requería del apoyo total de la voluntad firme y decidida, la del pueblo argentino. En diez años de lucha junto al pueblo yo sé con positiva y con definitiva realidad todo lo que pueden las virtudes y los valores individuales y sociales que constituyen sus reservas esenciales. Pensé en esas virtudes y en esos valores cuando decidí tomar todas las previsiones necesarias, sabiendo que ellas solamente serían cumplidas con la ayuda integral del pueblo y de sus organismos de Estado, las anuncié el 18 de febrero de 1952, bajo el rótulo de Plan Económico de 1952. Pedí al pueblo que produjese más, particularmente en el campo y los trabajadores, lo mismo que los empresarios honrados y patriotas iniciaron una puja formidable para llegar a las metas de la mayor producción que requería el país. Los agricultores sembraron todo cuanto les fue posible y con nuestra ayuda fundamental y las condiciones climáticas favorables nos han dado las más extraordinarias cosechas que registra el campo argentino. Una sola cifra prueba mi afirmación: en 1952 fueron sembradas con trigo, avena, cebada, centeno, lino, maíz y girasol, en total, más de dos millones de hectáreas más que en 1951, y la producción, excluyendo la cosecha de maíz, será superior en siete millones de toneladas en relación a 1951. Solicité particularmente que la población no abusase de la adquisición de vestuario, y la respuesta fue tan abrumadora que muchas fábricas, las que habían burlado las disposiciones cambiarias y de precios del Estado y burlado al pueblo vendiendo su producción a precios abusivos, se vieron de pronto con abundantes y crecientes stocks de mercadería que trocaron en una rara mueca de angustia y desesperación la sonrisa incrédula con que habían recibido mis palabras. Traté de persuadir a las amas de casa a fin de que ajustasen el equilibrio económico familiar y doméstico, que fuesen diligentes y hacendosas, y hasta en los últimos rincones del país la mujer se convirtió en un agente auspicioso de nuestras previsiones y de nuestros consejos. Pedí al pueblo que restringiese su concurrencia a los hipódromos, cabarets y salas de juego, e inmediatamente disminuyó la afluencia de público, no solamente en ellos, sino en todos los espectáculos y diversiones, como queriéndonos decir que aún estaba dispuesto a mayores sacrificios, que lo que cuantos el gobierno, por mi intermedio les habría requerido. El plan económico determinaba la necesidad de obtener algunas divisas, y para ello se imponía cumplir con regularidad nuestro compromiso de exportación en materia de carne. Pedí entonces que se dejara de consumir carne bovina por lo menos una vez a la semana y que ese día se comiese pescado o cualquier otro tipo de alimento. Me dijeron que el pueblo adquiriría el jueves la carne del jueves y del viernes, pero las estadísticas prueban -y esto lo sabe todo el mundo aún sin estadísticas- que el pescado sustituyó en gran parte la carne bovina. Acaso, en materia de consumo, el mayor sacrificio que debió hacer de nuestro pueblo, fue el de alimentarse con pan elaborado en base de harina más integral o con mezcla de harina. No queríamos gastar divisas en la adquisición de harina de trigo. El pueblo argentino que durante cinco años había conocido todas las caras de la abundancia, aceptó sin protestas nuestro pedido y las críticas de la oposición no sólo cayeron en el vacío, despertaron enconadas resistencias, y aún más, el pueblo consideró que eso era traicionar al país. Al término del plan económico, es cierto, tuvimos que realizar una compra de doscientas mil toneladas de trigo, operación que se efectuó más por previsión que por necesidad, a tal punto que las doscientas mil toneladas no debieron ser utilizadas en un cincuenta por ciento. La operación se realizó en base a un trueque por maíz. Preferimos esta solución, y no la única que podía tal vez resolver el mismo problema pero de otra manera, mezclar harina de trigo con harina de maíz. Aquella compra de trigo sin embargo, renovó los antiguos entusiasmos de nuestra oposición que salió por todo el país a proclamar que el gobierno de Perón había comprado trigo por primera vez en la historia argentina. Nuestros críticos olvidaron algo que el pueblo sabe demasiado: que es preferible comprar trigo con dignidad tal como lo hicimos nosotros, y no entregarlo, como hizo nuestra oposición, a costa del hambre de los agricultores y de los trabajadores argentinos para beneficio de los monopolios internacionales. Felizmente el pueblo que nos acompañó en el transcurso de todo el plan económico comprendió siempre que es preferible comer pan negro que someterse. Sabe que el pan por negro que sea, resulta sabroso cuando se lo puede comer con dignidad y que ningún sometimiento es compatible con la dignidad. El mismo pan y la misma harina igualó durante un año a pobres y a ricos comenzando por mi propia mesa. Eso prueba una vez más, que para nosotros todos los hombres son iguales cualquiera sea la cantidad de dinero que tenga en el bolsillo. El plan económico en sus previsiones, estableció el justo equilibrio de precios y salarios. Los salarios fueron aumentados, en general, en un ochenta por ciento. Los economistas de la oposición declararon que esa era una nueva locura peronista. Y a pesar de las cifras que ellos manejaron entonces con extraordinario malabarismo, el costo de la vida experimentó solo un pequeño aumento, estabilizándose en general con algunas excepciones que trataré de considerar al tratar los problemas económicos. Desde enero a diciembre de 1951, el costo de la vida había aumentado en un 51 %. El aumento desde enero a diciembre de 1952 sólo aumentó en un 14%. Estas cifras se obtuvieron considerando los precios del comercio habitual, pero se reducen extraordinariamente cuando se las considera a los precios de proveedurías, cooperativas de consumo, mercados, etcétera. En relación con el Estado, se dispusieron serias restricciones, y con profundo sentido de su responsabilidad la mayor parte de los organismos oficiales cumplieron las normas impuestas. Por fin solicité que el pueblo destinase parte de sus ingresos al ahorro, y para nadie es un secreto que hubo semanas en que se batieron los récords mensuales de los depósitos. En once meses de 1951 se depositaron en cuentas de ahorro, 569 millones de pesos y en los once meses de 1952 las cifras llegaron a sumar 1.300 millones de pesos. Al 30 de noviembre de 1952, el país tiene un saldo de cuentas de ahorro, igual a 9.200 millones de pesos. Estas pruebas, y no son todas, establece fehacientemente que cuando un pueblo está organizado y tiene un gobierno que hace lo que quiere el pueblo, el pueblo también hace lo que el gobierno quiere, siempre que el gobierno sepa persuadirlo diciéndole la verdad, nada más que la verdad, por dura que ella sea. Esa ha sido siempre mi norma, decir siempre al pueblo la verdad, lo demás siempre lo ha hecho el pueblo y particularmente todo lo que se refiere al plan económico me consta que lo ha hecho, no sin numerosos y ejemplares esfuerzos. Por todo ello y en nombre de la Nación que gracias a su pueblo no se vio obligada a arriar el orgullo de sus banderas, yo quiero expresar mi profundo agradecimiento a todos los que de una u otra manera contribuyeron al éxito del plan económico de 1952. A todos los que hicieron conocer, y a todos quienes lo cumplieron al pie de la letra como si hubiese sido realmente una ley de la Nación; a los organismos del Estado, a sus obreros, empleados y funcionarios; a los sectores del Movimiento Peronista que tomaron el plan como piedra de toque para todos sus afanes; a los trabajadores organizados de la Confederación General del Trabajo; al Partido Peronista Masculino y al Partido Peronista Femenino; particularmente quiero referirme a la cooperación de las amas de casa y darle las gracias con particular afecto; yo sé cuanto contribuyo a este nuevo triunfo peronista la predica fanática del Partido Peronista Femenino; sé también en que forma cooperó en general la mujer argentina y eso lo saben incluso nuestros pocos adversarios cuyas propias mujeres fueron -a pesar de ellos- leales instrumentos del bien común, lo que yo les agradezco en nombre de la Nación. Por fin señores, quiero declarar que me siento orgulloso como ciudadano argentino y como presidente de la República, ¡Me siento orgulloso del pueblo que conduzco hacia sus grandes destinos! Tengo la absoluta certeza de que él es digno de un brillante porvenir, y los hechos, que acabo de consignar prueban una vez más que nada ni nadie, podrá impedirnos ocupar en los fastos de la historia el lugar que Dios reserva a los grandes pueblos. He querido referirme extensamente al plan económico y a sus distintos aspectos, porque ellos serán las bases del desarrollo de mis próximas conversaciones en las cuales, con el Segundo Plan Quinquenal a la vista, analizaremos la situación del país, así como las medidas a adoptar por el Estado y por el pueblo, en orden a su cumplimiento durante el año 1953. Hasta mañana. ............................
1953-02-11
TERCERA DISERTACION SOBRE EL 2º PLAN QUINQUENAL DE GOBIERNO EN LA RESIDENCIA PRESIDENCIAL
En mi conversación de ayer dije que no había sistemas económicos y no momentos económicos, y que cada momento de un país debe resolverse, sólo mediante un buen análisis y la adopción de las medidas que la situación del momento imponga. Si algún sistema puede haber en relación con la solución de los problemas que presenta la economía no es nunca un sistema exclusivamente económico. La economía pura puede existir como ciencia, pero no puede existir como realidad en la vida de los hombres ni de las naciones. Esta verdad nos la está probando el mundo contemporáneo. Hay quienes afirman que todo el problema del mundo actual es exclusivamente social y pretenden solucionarlo con soluciones también exclusivamente sociales. Otros consideran que se trata de un problema exclusivamente político, y quieren arreglarlo con medidas políticas. Y la mayoría de los hombres y particularmente de los gobiernos deciden arreglar la economía. Nosotros venimos sosteniendo desde hace casi diez años que los problemas sociales, económicos o políticos son como todas las cosas de la vida, problemas complejos que se vinculan estrechamente unos con otros, y que no pueden ser analizados ni resueltos separadamente. Cualquiera de los tres grandes aspectos de la vida de la comunidad que se presente mal, afectará a los otros dos. El grave error de los sistemas que actualmente luchan por el dominio del mundo, reside en una sola cosa: no abarcar lo social, lo económico y lo político como una sola cosa, como un solo problema. El individualismo capitalista ve los problemas del mundo con un criterio económico-político o político-económico según el caso. El colectivismo comunista lo aprecia como un problema económico-social o social-económico. Nosotros, pensamos que la solución está en armonizar los tres elementos fundamentales de la comunidad humana: lo social, lo económico y lo político. Por eso frente a cada momento del país nosotros ya hemos adoptado como una costumbre de buen gobierno realizar un análisis de la situación social, económica y política, y resolver los problemas de manera conjunta y armónica. Otra cosa importante en nuestro sistema es que tenemos siempre frente a nosotros los grandes objetivos que nos hemos fijado y que hemos establecido como una ley en la República: la felicidad del Pueblo y la grandeza de la Nación. Y nunca, nunca perdemos de vista las tres banderas que nos conducen a esos grandes objetivos: primero, la independencia económica; segundo, la justicia social; tercero, soberanía política. Así por ejemplo frente a cada situación nosotros nos preguntamos: ¿cómo está el pueblo? ¿cómo ha repercutido en sus posibilidades de felicidad las medidas tomadas por el gobierno? Y una vez analizadas las situaciones y conocido el problema tratamos de darle una solución que no nos desvíe de la marcha hacia nuestra grandeza nacional y que no afecte la independencia económica, la justicia social y la soberanía política. Hoy, he de referirme a la situación actual tal como nosotros la apreciamos en sus diferentes y fundamentales aspectos. En el orden político la situación del país no ha sido nunca quizás desde los comienzos de mi gobierno tan definitivamente favorable al movimiento peronista cuya bandera ha tomado decididamente el pueblo. Poco a poco diversos sectores de nuestra enconada oposición política del primer gobierno peronista, empiezan a comprender que no son los caminos de la insidia, la calumnia, el rumor, del encono, de la subversión o del motín, los que conducen al gobierno y benefician al pueblo. Va reconociendo explícita o implícitamente la necesidad de realizar aquello que tantas veces, y casi hasta los límites del cansancio, he reclamado con insistencia: una colaboración eficiente y constructiva. Frente a cada desborde de la oposición apasionada que tuvimos que soportar el gobierno, que tiene a su cargo una responsabilidad ineludible, con respecto al ejercicio de la libertad y de los derechos del pueblo cuya voluntad abrumadoramente mayoritaria representa, debía adoptar aquellas medidas que encausasen las actividades políticas de una oposición delictuosa que llegó a la insensatez de intentar la conquista del poder dos meses antes de la elección general como para impedir que se expresase libremente la ciudadanía, incluso el sector que ellos decían representar. Nosotros sabemos que en las campañas delictuosas de la oposición no sólo se han movido intereses políticos partidarios de orden interno. Y muchas veces he denunciado que respondían a planes de origen foráneo, y particularmente provenientes de la mala voluntad y de la mala fe con que siempre procedió, desde Braden para acá, un "desgobierno" yanqui, que será inolvidable para el mundo como causa de muchas desaventuras y desgracias. A tal punto ha resultado probada nuestra acusación que a partir del momento de la derrota del gobierno que pretendía agredirnos por todos los medios confesados e inconfesables, el país vive políticamente tranquilo y se van presentando todos los días signos evidentes de que la oposición trata de rectificar sus yerros realizando una verdadera purga de los hombres que sirvieron mediante abundantes pagos en moneda fuerte a los intereses extraños que pretendían volver a sojuzgarnos olvidándose de algo que es muy criollo: que por las buenas nos llevan a cualquier parte, por las malas ni a misa. Las actitudes de colaboración que van tomando poco a poco los sectores políticos de la oposición han determinado por nuestra parte un cambio progresivo de actitudes. Y esperamos que esta noble actitud peronista provoque una saludable reacción en las minorías políticas que nos son adversas y comprendan de una vez por todas que sobre los intereses nacionales y políticos están los grandes ideales de la doctrina nacional. Así por ejemplo yo debo informar al pueblo que haciendo uso de mis derechos como presidente de la República he dispuesto la reducción de condena por los sucesos del 28 de septiembre de 1951, y que en mi condición de jefe del movimiento peronista he solicitado a los diversos sectores del mismo que depongan en los debates en que suelen enfrentarse con las minorías, toda actitud que no sea compatible con la dignidad y que acepten aquellas actitudes de la oposición que tengan sentido constructivo. La discusión total del Segundo Plan Quinquenal en el Congreso Nacional y en la Legislatura Provincial prueba que una vez más la buena voluntad del movimiento peronista, que sintiéndose y sabiéndose fuerte, puede permitirse el lujo de estas debilidades que si son bien interpretadas es posible que nos permitan una convivencia política más armónica y más constructiva. De lo contrario no nos quedará otro camino que cumplir la voluntad del pueblo, y yo debo informar precisamente a mi pueblo que ante cualquier amago de subversión delictuosa que pretenda intentar la oposición abusando de nuestra nobleza, yo cumpliré también en esto con mi pueblo que lo único que quiere es trabajar en paz. Tenemos demasiado que hacer como para ocuparnos de las maniobras rastreras de la antipatria. Si alguna vez nos obligan a luchar aceptaremos la lucha, hasta que en esta tierra se cumplan inexorablemente la voluntad del pueblo soberano. En el orden social la situación no puede ser tampoco más estable ni más promisoria en sus aspectos generales. Los índices de conflicto gremiales de 1952, son otra vez los más bajos que registra la historia sindical de la República. El país ofrece hoy al mundo el extraordinario ejemplo de una organización de sus trabajadores que nadie puede tachar en lo más mínimo y que ha adquirido ya el prestigio universal por su independencia de criterio y de acción frente a las demás organizaciones sindicales del mundo manejadas por los intereses del capitalismo o del colectivismo. La Confederación General del Trabajo de la República Argentina desenvuelve sus actividades sindicales en un régimen de plena libertad, y los trabajadores viven tranquilos al amparo de la justicia. No sucede lo mismo en el resto del panorama sindical del mundo. Por un lado, los gobiernos que solo ven el problema actual del mundo como un problema económico-político no advierten que la tranquilidad social se funda en la justicia, en la justicia social que todavía sigue siendo una mala palabra en el diccionario del capitalismo, que no entiende, ni quiere entender que ella, es el último salvavidas que le queda. Por otro lado los gobiernos que solo ven el problema del mundo contemporáneo en sus aspectos económicos-sociales, olvidan que el equilibrio económico-social no tiene valor para los hombres que carecen de libertad. Otra palabra destituida en el diccionario del colectivismo tanto en el orden internacional como en el orden interno. La República Argentina armonizando en su acción los tres aspectos fundamentales de la vida de la comunidad ha logrado también mediante la aplicación de la doctrina peronista el equilibrio estable de la justicia con la libertad, y ello nos permite afirmar hoy, sin ninguna duda, que somos prácticamente el único país del mundo que no tiene problemas generales de naturaleza social. Yo sé que hay problemas parciales derivados de limitadas situaciones como consecuencia de momentáneos desequilibrios también parciales y que serán subsanados durante el año 1953 por la acción conjunta del gobierno y del pueblo y con la colaboración eficaz de las organizaciones representativas del trabajo y de la economía recientemente organizadas en la Comisión Económica Consultiva que actuará como medio de enlace entre las respectivas organizaciones del pueblo y del Estado con el gobierno. Yo sé también, tal como lo expresara en mi primera conversación, que la deficiente y tardía aplicación de algunas medidas del plan económico de 1952 ha determinado un cierto desequilibrio entre precios y salarios, de poca importancia, pero evidentemente injustas si tenemos en cuenta la cooperación y el sacrificio de los trabajadores en la ejecución del mencionado plan. Yo espero que la Comisión Económica Consultiva nos señale el camino de las soluciones, sobreentendiendo, que es principio fundamental del peronismo subordinar los salarios al costo de la vida, y que los salarios serán aumentados si se mantienen o no se reducen los índices del costo de la vida. Considero sin embargo que pueden adoptar medidas eficaces ya que el desequilibrio actual no es de mayor intensidad y que responde a causas más bien ficticias que reales. El problema de algunos sectores pequeños en desocupación parcial y el reducido porcentaje de desocupación total, ha de ser rápidamente resuelto por la gravitación de nuestro propio mecanismo económico. Durante dos años la población agraria ha vivido a media ración. La buena cosecha realizada promoverá una reactivación indudable de la economía rural, y través de ella serán movilizados algunos sectores industriales semiparalizados. El proceso es simple y puede preverse que no será de larga duración. Así el campo devolverá a la ciudad y a sus industrias especialmente el bienestar que la industria dio al país cuando el campo por causas ajenas a su voluntad no pudo soportar su producción en beneficio de la riqueza común de la Nación. Una vez más se prueba que teníamos razón cuando en 1946 al presentar nuestro primer plan de gobierno, propugnábamos el equilibrio agrario- industrial como solución de todos los problemas futuros en el orden económico-social y en sus repercusiones políticas. Así se nos presenta la situación política y social de la República en los comienzos del Segundo Plan Quinquenal. El análisis de la situación social orilla ya las fronteras de nuestra situación económica. Sobre ello quiero hablar de manera especial en mis próximas conversaciones. Voy a repetir una vez más, en todo este análisis de nuestra primera pregunta se refiere a la felicidad del pueblo. El segundo plan quinquenal está dirigido hacia ese gran objetivo. Es lógico pues, que en los umbrales de sus realizaciones, lo tengan fundamentalmente en cuenta. Nosotros seguimos fieles al pueblo porque el pueblo nos ha probado a todas luces su indudable lealtad, y porque nosotros no sólo decimos sino que creemos que lo mejor que tenemos es el pueblo. Hasta mañana. .....................
1953-02-12
CUARTA DISERTACION SOBRE EL 2º PLAN QUINQUENAL DE GOBIERNO EN LA RESIDENCIA PRESIDENCIAL
En mi conversación de ayer me he referí a la situación económica y social de la República. Hoy he de hacerlo con respecto a la situación económica. En mi segunda conversación, señalé ya, como en 1951, habíamos llegado al punto máximo de inflación interna y cómo el Plan Económico de 1952 nos había posibilitado obtener, con algunos inconvenientes derivados de la aplicación tardía de algunas de sus normas básicas, un cierto equilibrio estático. Este equilibrio estático que se logró mediante la contención de los gastos en general, ante la imposibilidad de obtener por nuestros propios medios los recursos que habitualmente nos daba la producción agropecuaria; no es el lógico ideal o el desideratum de un país que se siente y se sabe en posesión de una inmensa potencialidad económica y de un pueblo que aprecia claramente sus posibilidades y que tiene la más absoluta conciencia de sus condiciones y de su capacidad realizadora. El momento económico puede definirse como un período de transición, entre un relativo equilibrio estático ya alcanzado en su mayor parte, y el comienzo de una marcha ascendente pero no de inflación, que es la forma positiva del desequilibrio, así como la deflación es su forma negativa, sino de equilibrio dinámico. El equilibrio estático consiste en acomodar las cargas sin cargar más, equilibrando los precios y los salarios, la producción y el consumo, la oferta y la demanda, estabilizando el crédito, la circulación monetaria, etcétera. El equilibrio dinámico en cambio, consiste fundamentalmente en cargar más, aumentando la riqueza y distribuyéndola lo mejor posible mediante la economía social primero y la justicia social después. El Segundo Plan Quinquenal quiere precisamente desarrollarse dentro de ese concepto de equilibrio dinámico y el cumplimiento de sus previsiones medidas con toda precaución nos ha de dar en términos generales al final del quinquenio, una mayor riqueza económica y un mayor bienestar del pueblo. Decía recién que el equilibrio estático alcanzado hasta la fecha y merced al cumplimiento del año económico no es absoluto, sino relativo. Algunos problemas sociales que fueron objeto de mi particular atención en la conversación de ayer, prueban precisamente lo que acabo de decir. Los beneficios generales del Plan Económico nos han permitido alcanzar la orilla de 1953 sin entregarnos, nuestra lucha por la justicia social, la independencia económica y la soberanía política, ha tenido en algunos casos, como contra partida, resultados parciales que han perjudicado a algunos sectores del pueblo. Nosotros nunca lo ignoramos y aparte de las medidas especiales ya tomadas hemos de adoptar otras que podrán sin duda remediar tales situaciones. Así por ejemplo, en el Plan Económico de 1952, pedí al pueblo que adquiriese menos artículos de vestir. Lo hice, primero, en previsión de la crisis textil por sobreproducción que amenazaba el mundo entero, y por lo tanto al país. Segundo, para contrarrestar el desusado aumento de los precios provocado por el espíritu especulador de algunos industriales textiles, que no contentos con estafar al Estado a costa de las divisas del país, estafaban al pueblo desvalorizando sus salarios con extraordinarios incrementos en los precios del vestuario. Las medidas adoptadas lograron en parte su objetivo. Prácticamente el país no ha tenido la profunda crisis textil que sigue afectando a los grandes países productores del mundo. La desocupación textil ha llegado a ser real en muy contados casos, ya que la mayor parte de las fábricas ha seguido trabajando aunque con turnos rotativos. Esta solución que nos ha permitido capear el temporal, aunque con lógico sacrificio, tiene sus causas eficientes: primero, en la actuación orgánica del sindicalismo que ha defendido lealmente los intereses profesionales de sus afiliados; segundo, en el seguro de nuestras leyes sociales que mediante la imposición de altas indemnizaciones por despido ha evitado muchas veces el cierre de las fábricas. En la actualidad se estudian por los organismos auxiliares del Estado los casos particulares, a fin de ir solucionando los problemas de cada industria de manera satisfactoria. Y las metas y objetivos del Segundo Plan Quinquenal abren nuevos horizontes a las fábricas textiles bien organizadas. No quiero terminar este tema sin señalar que tales han sido las previsiones de mi gobierno en relación con el problema de la industria textil, que ya en 1947, previendo el actual desequilibrio de su desarrollo prohibimos la importación de husos a fin de evitar una mayor paralización que la actual. Otro ejemplo en la materia que vengo destacando es el de la industria metalúrgica. La metalurgia argentina está -por su condición actual de industria pequeña o mediana- prácticamente subordinada en su evolución al índice de la industria de la construcción. El Estado, en virtud del Plan Económico 1952, detuvo su plan de construcciones de carácter oficial, desalentó las construcciones suntuarias y de lujo, y aunque se mantuvo el nivel de los créditos bancarios para la construcción privada de vivienda, la contención de la industria de la construcción determinó como causa básica o principal, una paralela contención de la industria metalúrgica. El beneficio general -menores costos de la construcción en general y restablecimiento del equilibrio necesario entre construcciones oficiales y privadas- produjo también el efecto negativo particular que acabo de señalar sobre una de nuestras industrias más extendidas como es la metalúrgica. No obstante ello, debo destacar también en este caso, la cooperación de las organizaciones sindicales y económicas que no promovieron situaciones de fuerza conciliando en la mayor parte de los casos los intereses del capital y del trabajo que conjuntamente realizaron un evidente sacrificio en aras del bienestar general. En los últimos tiempos del año económico 1952, la industria de la construcción recibió ya el impulso del crédito hipotecario planificado, y con ello, la actividad de la construcción y las actividades metalúrgicas empezaron a recobrar nuevamente su ritmo que irá creciendo de manera progresiva durante el año 1953 según nuestras previsiones. He de permitirme citar algunas cifras como prueba, cómo ha cumplido también el Estado con el Plan Económico particularmente en cuanto se refiere al problema de la vivienda. El 18 de febrero de 1952 anuncié que si el Estado estimularía la construcción privada de viviendas. Las cifras del crédito hipotecario nacional son concluyentes. En 1950 se otorgaron 23.000 créditos por 1.200 millones de pesos; en 1951, 25.000 créditos por un valor total de 1.029 millones de pesos; y en 1952, 34.700 créditos por un valor de 1.700 millones de pesos. Por otra parte el crédito ha sido planificado orientándolo hacia aquellas zonas del país en que las restricciones impuestas en materia de obras públicas habían determinado una menor actividad obrera e industrial de la construcción. Tampoco ignoramos que las restricciones crediticias y del consumo en general, determinaron como consecuencia una disminución de algunos índices en la actividad económica del país, especialmente en las de orden industrial que he mencionado expresamente y en el comercio en general como consecuencia lógica de las restricciones aconsejadas y efectivamente cumplidas por el pueblo y por los organismos del Estado. Algunos industriales o comerciantes que no creyeron en los efectos del plan económico y no tomaron las previsiones consecuentes, han creado, por cuenta de ellos, toda una organización financiera privada que mediante préstamos a elevados intereses ha neutralizado en parte la disminución de los costos que debían producirse con mayor intensidad ante el retraimiento general de la demanda y del consumo. Esta situación no fue felizmente generalizada, y se desarrolló en el terreno de las empresas industriales o comerciales de escasa responsabilidad. En cambio las empresas responsables, ante la imposibilidad de acudir al sistema financiero usuario, prefirieron demorar el cumplimiento de sus obligaciones comerciales y aún de sus pagos en materia de impuestos y aportes jubilatorios. Todos estos aspectos aparentemente negativos del plan económico, no hacen otra cosa que confirmar la necesidad que teníamos de tomar las previsiones que lo integraban. Si hubiésemos otorgado mayores créditos a la industria, ello hubiera perjudicado al campo que sólo puedo trabajar en 1952, después de tres años de sequía, en base al crédito de los bancos oficiales, y no tendríamos hoy la cosecha que estamos convirtiendo en divisas, y más que en divisas en materias primas y maquinarias para la industria y para el campo. Si no hubiésemos aconsejado disminuir el consumo, hoy tendríamos necesidades mucho mayores en materia de importaciones con el consiguiente gasto de divisas; y no dispondríamos de los saldos exportables que nos proveen de combustibles y materiales indispensables para la marcha económica nacional. Cada medida por nosotros prevista y por nosotros cumplida o por el pueblo ha tenido tal vez algunas repercusiones negativas porque es necesario apreciar que se trataba de un plan de contención; pero yo me pregunto: ¿como estaríamos hoy si no lo hubiésemos concebido, adoptado y cumplido? Y ¿cuál sería nuestra situación nacional si el esfuerzo de los agricultores no hubiese sido premiado con las cosechas prodigiosas que estamos comercializando? La única solución hubiera sido sin duda la que cité yo en mi primera conversación: el empréstito, el sometimiento solapado, mucho más doloroso e indigno que el sometimiento franco de la derrota. Por eso, con todos sus efectos aparentemente negativos, el Plan Económico tiene mérito fundamental en la historia de estos últimos años: haber salvado al país de su entrega, acaso incondicional, y con todas las consecuencias sociales y políticas que soportan los países que deben agachar la cabeza. En otro orden de cosas, y para reseñar los resultados indudablemente positivos del plan económico en sus aspectos parciales, quiero señalarlos de manera especial. Ellos son: 1º) la eliminación casi total del derroche y de los gastos innecesarios en materia de consumo. 2º) el extraordinario aumento de las áreas sembradas superiores en más de dos millones de hectáreas a las de 1951. 3º) el restablecimiento del equilibrio agro-industrial imprescindible para el progreso armónico de la economía que nosotros propugnamos. 4º) la racionalización general iniciada en todas las actividades económicas determinadas por la escasez de medios disponibles; materiales, maquinarias, dinero, etcétera, etcétera. 5º) la mecanización agraria y la creación de una verdadera conciencia nacional que nos impone trabajar por nuestra propia industria mecánica rural y en consecuencia por toda nuestra industria pesada y por la siderurgia argentina. 6º) el desarrollo de nuevas actividades económicas y la explotación de nuevas riquezas, tales como la que constituye nuestra infinita riqueza pesquera. 7º) la planificación crediticia que vino a terminar definitivamente con la discrecionalidad que facilitaba la especulación en todas sus formas o bien las explotaciones absolutamente irracionales y antieconómicas. 8º) un control más realista de nuestras importaciones creó en el ambiente económico una consigna que no deberá olvidarse: las divisas del país como el capital de una empresa no deben invertirse como regla general sino en aquellas importaciones que sean útiles al bienestar común produciendo bienes de consumo interno o de exportación conveniente. 9º) un balance de pagos muchos más favorable que el que podíamos prever en febrero de 1952 haciendo los cálculos más optimistas. 10º) la disminución en el ritmo del crecimiento de los medios de pago, que prácticamente ha correspondido a las disponibilidades de bienes que podía adquirir realmente la población. 11º) una reducción evidente en el ritmo de los precios mayoristas. En 1951 el costo de la vida elevó su nivel en un 51%; mientras que en 1952 pese a los aumentos de un 80 % registrados en los salarios en casi todos los convenios colectivos celebrados, solo llegó al 14 %. Este 14%, significa todavía un saldo negativo en contra de los trabajadores que deberá ser conjurado mediante la acción conjunta de las organizaciones económicas y sindicales, además de las medidas que el gobierno ha de tomar en defensa del poder adquisitivo de los salarios. Esta es la situación general del país en los comienzos del Segundo Plan Quinquenal de la República. El cumplimiento de sus objetivos deberá realizarse plenamente, pero armónicamente a partir de este momento, y de las situaciones que he querido analizar ante el propio pueblo que es el primer interesado y el primer beneficiado del Plan Quinquenal. Como habrán de cumplir el Estado y el pueblo su gran misión en estos años y particularmente en 1953, será el tema de la última conversación de esta serie destinada a la información de todos los argentinos. Hasta mañana. ................
1953-02-13
AL SER CONDECORADO POR EL CANCILLER ECUATORIANO :
Señor Ministro: Celebró su llegada a nuestro país, y agradezco profundamente la amabilidad que ha tenido vuestro presidente en conferirme esta distinción. La República Argentina vive en estos días un espíritu estrecho de amistad para todos los países del mundo, y con singular y especial atención para los que son de nuestra raza y de nuestro espíritu: los latinoamericanos. Vemos, como en los tiempos de la epopeya, que los grandes movimientos se estrechan desde el Norte y desde el Sur del continente para asegurar un destino que nos es común a los latinoamericanos. El hecho de que vuestro presidente haya tenido la amabilidad de recordar a su viejo amigo de la República Argentina, enviándonos esta distinción para colocarla en mi pecho, habla de una gratitud que es mutua entre el doctor Velasco Ibarra y el presidente Perón de aquellos tiempos en que pudimos estrecharnos en un abrazo, en su desgracia, que es cuando los hombres verdaderamente se conocen. Yo le ruego al señor ministro que tenga la amabilidad de transmitirle, con un abrazo, pensando que en esta tierra, donde él tiene muchos amigos, hay siempre un corazón lleno de amistad y lleno de recuerdos para ese ilustre amigo de la República Argentina. Muchas gracias, señor ministro. .............
1953-02-14
En una ceremonia realizada en Quilmes
Excelentísimo señor presidente en ejercicio del Poder Ejecutivo; señores ministros; autoridades civiles y militares; señoras y señores: Yo he querido asociarme como un simple ciudadano a este acto de justicia que nuestro gobierno ha querido rendir a la colectividad alemana de la Argentina. Nosotros no olvidamos ni olvidaremos nunca esa amistad, cualesquiera sean las contingencias de los tiempos y de la vida. Nuestros viejos camaradas alemanes saben cuál es nuestro cariño y cuál es nuestro recuerdo de los buenos y de los malos tiempos. Por eso, nosotros, que queremos en esta tierra afirmar la justicia, venimos a cumplir un acto más de justicia, entregando a sus dueños este campo de deportes. Hemos querido, también, entregar al presidente de esa Asociación dos copas: una, con el nombre de la señora de Perón y otra con mi propio nombre, para que sean disputadas por las muchachas y los muchachos descendientes de alemanes que en este campo están honrado a la Nueva Argentina. Que ello sea un símbolo de nuestro cariño hacia ellos y de nuestro recuerdo por la eterna y gloriosa Alemania de todos los tiempos, y para que sea también un emblema de nuestra unidad indestructible con los pueblos honrados, trabajadores y de buen corazón, y para que en este club se siga alimentando permanentemente la llama de esa confraternidad, de ese amor y de ese recuerdo que será imborrable para todos los argentinos. .........................
1953-02-21
PALABRAS AL CONDECORAR EL PRESIDENTE IBAÑEZ CON LA ORDEN DEL LIBERTADOR GENERAL SAN MARTÍN
La República Argentina en el año 1950, centenario del Libertador don José de San Martín, instituyó la Orden del Libertador. Por ley esa condecoración solamente pudo ser otorgada durante al año 1950. El Consejo de la Orden, interpretando al pueblo argentino, ha querido hacer, esta única excepción, para otorgar esa condecoración que luce al pecho de un chileno, la efigie del General San Martín, interpretando que su sentimiento por esta patria chilena ha hecho en la historia argentina indestructible nuestra unión. En prueba de ello y para testimoniar al señor general Ibáñez, mi ilustre amigo, y al excelentísimo, señor Presidente del Chile nuestra devoción personal e incondicional, quiero colgarle esta condecoración rememorando los fastos de O' Higgin's y San Martín, en esta maravillosa tierra de Chile.
1953-02-21
DISCURSO PRONUNCIADO EN SANTIAGO DE CHILE :
Amigos chilenos: Vengo de una tierra donde se ha afirmado, por nuestro intermedio, en forma permanente, que nuestro gobierno hace lo que quiere su pueblo y no defiende otro interés que el interés del pueblo mismo. En nombre y por mandato de ese pueblo, cuya dignidad está en la custodia de su propio valor y merecimiento, os traigo el abrazo cariñoso de esa alma multitudinaria que hoy abre el corazón al pueblo chileno, conjuntamente con sus brazos, para estrecharlo en un cariñoso y fraternal abrazo de todos los tiempos. Yo no soy un caudillo político. Tengo en mi vida, como el más insigne honor, el haber sido declarado por mis compañeros trabajadores argentinos el Primer Trabajador de la República. En nombre de ese pueblo trabajador, que está siempre tan cerca y tan profundamente metido en mi corazón, traigo para los compañeros chilenos otro abrazo que sintetiza la solidaridad de los que trabajan acá por la grandeza de Chile y de los que trabajan y se sacrifican allá por la grandeza y la felicidad de los argentinos. La suspicacia ha preguntado en muchos idiomas cual es el objeto que traía al presidente de la República Argentina en su viaje a Chile. Yo jamás he defendido causas inconfesables. Las únicas causas que caben en el corazón de los hombres honrados son las causas confesables. Me trae a esta tierra, como siempre, una causa ampliamente confesable, y que en presencia del ilustre mandatario de Chile quiero decirla con el leguaje simple del pueblo a este maravilloso pueblo de O' Higgins. Nosotros pensamos en nuestra tierra, que antes de ir a buscar amigos a muchos miles de kilómetros de distancia, preferimos buscarlos en los que tienen con nosotros una historia común y que en el nombre de la dignidad de nuestras patrias han de conservarla inmarcesible por todos los siglos. Por eso, la iniciativa del excelentísimo señor presidente de Chile, que colmó mi corazón de argentino y de americano, me trae a esta tierra para decirle, delante de su pueblo, que hace treinta años que lo conozco y lo admiro, que hace treinta años que compartimos similares ideas de hermandad y de solidaridad en nuestras patrias, que hace treinta años que conozco su honradez y su hombría de bien, y que hace treinta años, siendo mi amigo, lo llevo en lo más profundo de mi corazón. Y compañeros, yo que creo representar al pueblo de mi patria, y que tengo la convicción de que él represente al pueblo de la suya, he llegado a esta tierra para decirle como dicen los amigos: le traigo el corazón abierto de mi patria; no somos mercaderes, somos patriotas y somos amigos. Con la altivez de los pueblos libres, venimos a decirle a este ilustre hombre de estado, que disponga y nos pruebe, porque pensamos que en estos tiempos es mejor que decir es hacer y mejor que prometer es realizar. Vivimos tiempos de decisiones, mi pueblo de quien cumplo un mandato implícito y explícito, de quien yo soy solo un humilde instrumento, creo interpretar profundamente el sentir de los argentinos, y declaro en este acto solemne que pensamos que la historia de los pueblos es la lucha del pueblo por su libertad y por su justicia; que creemos que los pueblos no pueden vivir sin esa justicia y sin esa libertad; que pensamos que a lo largo de nuestra propia vida hemos visto empeñarse en luchas sucesivas en nombre de esa justicia y de esa libertad, en cuyo holocausto se han inmolado millones de seres humanos, y que terminadas ellas, vemos que ni la justicia, ni la libertad brillan hoy en esta mundo de vergüenza y de ignominia. Nuestros trabajadores, pensando en esa justicia y en esa libertad, que nunca llega a este mundo, frente al horizonte preñado de amenazas, donde también se piensa que la futura lucha será por la justicia y será por la libertad, como ya no creen han decidido conquistar por sí y en su tierra su propia justicia y su propia libertad. No queremos ya la justicia con los ojos vendados. No queremos la libertad con aire acondicionado. Queremos la justicia para nuestro pueblo y la libertad para nuestro pueblo y para nuestra patria. Por ello luchamos y por ello moriremos, si es preciso, porque pensamos siempre, con la vieja sentencia, que es mejor en defensa de la libertad y en defensa de justicia, morir de pie que vivir de rodillas. Ese pueblo, que sostiene en alto las banderas de nuestras reivindicaciones, que afirman la necesidad de que el gobierno cumpla el mandato de la justicia social, de la independencia económica y de la soberanía política, que nos manda a los mandatarios argentinos a cumplirlo en procura de la felicidad del pueblo y de la grandeza de la Nación, que ha estampado en su Constitución todas nuestras obligaciones y nuestros derechos en procura de una libertad y de una justicia mejor, dice al pueblo de Chile por mi intermedio como yo se lo he dicho al ilustre amigo, general Ibáñez: los argentinos tenemos una sola palabra, tenemos un solo sentimiento, que refleja los latidos de nuestros corazones; y en esta hora solemne de nuestros pueblos, le digo, en nombre de esa patria que los argentinos unidos con los chilenos, ofrecen su cooperación, ofrecen todo lo que tienen sin pedir nada, sin exigir nada; solamente venimos a buscar el cariño de este maravilloso pueblo de Chile; y ese cariño nos resarcirá de todo lo que el futuro pueda ofrecernos como sacrificio para servir al amigo hasta en la última hora. Quien haya pensado mal, prejuzgó. Nuestros acuerdos son en la defensa de nuestras conveniencias, de nuestra historia y de nuestros sentimientos. Nos estamos contra nadie, no pensamos en nadie, y todas las suspicacias que hayan podido levantarse al calor de la calumnia y de la ignominia, no llegan a los hombres que están decididos a cumplir honradamente con su deber. .............
1953-03-27
DISCURSO EN EL ACTO DE HOY EN EL TEATRO COLON
Deseo que mis primeras palabras sean para agradecer a las autoridades partidarias este acto, en nombre de todo nuestro Movimiento. Él nos permite darnos la inmensa satisfacción de estar juntos par comentar algunos de nuestros problemas partidarios. Invitado por las autoridades del Partido a hacer uso de la palabra en este acto, y a fin de iniciar la campaña partidaria del Plan Quinquenal, yo he elegido dos puntos para tratar lo más sintéticamente posible, ya que de por sí el tema es extraordinariamente amplio. Estos dos puntos son: primero la función específica del Partido Peronista Masculino en lo que se refiere a la acción intrínseca del Partido en estos cinco años de trabajo del Plan Quinquenal; y segundo, la acción que el Partido puede realizar en bien del cumplimiento del Segundo Plan Quinquenal. Empezaré por el primero. El Partido Peronista masculino forma la tercera parte de nuestro movimiento. Hemos dicho muchas veces que el nuestro no es solo un partido político; el nuestro es un movimiento nacional. Dentro de ese movimiento nacional, cuya divisa es nuestra acción doctrinaria en el campo del pueblo argentino, y cuyo efecto ha de ser el de ir elevando la cultura política en las masas argentinas, sean estas las pertenecientes a la Confederación General del Trabajo, al Partido Peronista Femenino y al Partido Peronista Masculino propiamente dicho, la organización del Partido Peronista en la rama masculina se ha ido realizando paulatinamente y contemporáneamente con las realizaciones del gobierno peronista. Nosotros somos un movimiento nuevo en la República. No podíamos realizar el programa de todos los partidos políticos que nos antecedieron, que se organizaron y desarrollaron en la acción política misma y que, en consecuencia, contaron con una organización previa a su acción de gobierno porque eran precisa y solamente partidos políticos. Nosotros constituimos, a diferencia de ellos, no un partido político sino un movimiento nacional que nace con nosotros y con nuestra propia acción. En consecuencia, nuestra tarea está determinada en una acción de doble organización: Organizar las fuerzas para realizar el gobierno y organizar las fuerzas para consolidar nuestro movimiento. De ahí, señores, que yo haya elegido para tratar hoy las dos acciones: la organización de nuestro movimiento que ha de consolidar con nuestra doctrina al Movimiento Nacional Peronista y la acción que esa organización puede prestar como cooperación y colaboración al gobierno peronista. Como digo, compañeros, el Partido Peronista Masculino, que conforma con las otras fuerzas el Movimiento Nacional Peronista, ha debido realizar su organización simultáneamente con la responsabilidad del gobierno. Por esa razón, el partido ha vivido en plena organización durante el Primer Plan Quinquenal. Las organizaciones populares de este tipo no se improvisan; no se improvisan porque la tarea de realizarlas es extraordinariamente larga. A diferencia de otros partidos políticos argentinos, producto de los contubernios políticos, donde concurrieron hombres de ideas, de sentido y de sentimiento diametralmente opuestos, el Partido Peronista y el Movimiento Peronista no quieren esa clase de contubernios, ni colectivos ni individuales. Quieren una masa uniforme, con unidad de criterio en el campo político. La consecuencia de eso la vemos ya palpablemente en el desempeño y en el desenvolvimiento de las fuerzas políticas argentinas. Esos partidos productos del contubernio no se reúnen un día sin que anden a sillazos limpios en sus propios comités. Y esto sucede como una consecuencia propia de los contubernios. Si nosotros salimos a la calle y juntamos en una habitación hombres de distintos lugares, con distintos sentimientos y con distintos pensamientos, y los dejáramos encerrados ahí para que discutieran los problemas políticos, cuando volviéramos a las tres o cuatro horas es probable que no quedara una silla sana en el local. Eso es natural, porque donde no hay unidad de sentimiento, de pensamiento y de criterio, al juntar a los hombres para que discutan terminan peleando. La primera idea de la organización ha de ser una doctrina común que no admite los contubernios, sino que admite a los hombres que piensan de una misma manera, aprecian de un mismo modo y resuelven en forma similar. Solamente con esa unidad de doctrina se puede llegar a la cohesión que toda organización necesita para poder subsistir. Por eso, el organizar una fuerza cívica no es, como los políticos creían antes, repartir puestos y poner abundante vino y empanadas en los comités. Formar una fuerza cívica con acción de masa, consciente y con cultura política, se alcanza dando alimento a la inteligencia y al espíritu de los hombres, y dándoles una doctrina común para que esos hombres sepan que la política es sólo un medio que los hombres utilizan para llegar a los puestos de responsabilidad y allí sacrificarse en el trabajo por el bien de la patria. Por eso, ya en 1944 dijimos nosotros que organizar y formar la fuerza cívica que habría de consolidar nuestro movimiento no era tarea sencilla ni de corto aliento: era una tarea compleja, difícil y de largo aliento, porque había que darle que darle primero el alimento al espíritu de los hombres, inculcándoles una doctrina común. Estos cinco años de trabajo han sido eficaces y prolíficos en la marcha de nuestra organización. Podemos decir que no solamente hoy los peronistas somos más, sino que somos más conscientes de la responsabilidad ciudadana. No queremos que, a la usanza de los viejos políticos argentinos, encabecemos turbas, sino que queremos que, a la usanza de una política que responda a las necesidades de la Nación y a sus conveniencias, los que encabecemos esta clase de movimientos cívicos encuadremos masas de ciudadanos conscientes, dignos y responsables. Siempre me ha causado gracia cuando los políticos decían, con voz aguardentosa: "Hay que educar al soberano". Estoy de acuerdo con que hay que educar al pueblo, pero al pueblo se lo educa primero con el ejemplo, y para ello hay que tener un ejemplo que ofrecer. Por esa razón compañeros, entiendo que junto a ese proceso de organización y de adoctrinamiento que se ha seguido en el Primer Plan Quinquenal, correlativa y paralelamente a la acción de gobierno desarrollada por el movimiento peronista en el Segundo Plan Quinquenal, el Partido tiene también como tarea intrínseca a cumplir, el perfeccionamiento de esa doctrina dentro de la propia masa y la formación de sus cuadros dirigentes, para que podamos llegar a constituir una masa orgánica y disciplinada, que elija sus propias autoridades con responsabilidad y con conciencia, porque cuando se da esa posibilidad a una turba inorgánica, surgen dirigentes al borde de la delincuencia; pero cuando una masa orgánica, disciplinada y consciente elige autoridades, surgen hombres dignos, capaces y responsables. Por otra parte, compañeros, nuestra fuerza nueva no podían tener la pretensión de conocer a sus propios hombres. Éramos hombres llegados de todas direcciones; teníamos solo una condición común: nuestro deseo de bien público y de hacer la grandeza de la patria y la felicidad del pueblo argentino. Pero en los millones que conformaban nuestro movimiento era difícil establecer una jerarquía, porque éramos todos nuevos y porque no nos conocíamos los unos a los otros. Por eso fue necesario durante todo este tiempo proceder con cierto criterio centralizado en la selección de los hombres que habrían de tener la responsabilidad del gobierno y de la dirección partidaria. Ahora nos queda por cumplir la segunda etapa. El orden, la organización, la disciplina partidaria, están asegurados en nuestras fuerzas. Las masas que las componen van adoctrinándose, vale decir, adquiriendo conciencia de su valor ciudadano; adquiriendo la idea de la responsabilidad de sus decisiones ciudadanas, y organizándose cuantitativa y cualitativamente en núcleos responsables frente a la responsabilidad del gobierno y de la dirección partidaria. Queda por realizar el trabajo de la capacitación directiva del movimiento, y a eso voy a referirme especialmente. Hasta ahora compañeros, hemos desarrollado una acción orgánica caracterizada en su organización espiritual por la prédica de nuestra doctrina, que ha logrado establecer un alma peronista colectiva en nuestras masas ciudadanas. Ahora, paralelamente con eso hemos ido organizando nuestras autoridades, nuestras provincias, territorios, departamentos, mediante la existencia de comandos escalonados y de unidades básicas. Esa organización hay que perfeccionarla mediante el funcionamiento orgánico mismo, dándole una estructura permanente y una acción funcional reglamentadamente orgánica. Conseguido eso hay que trabajar para preparar los cuadros de la conducción, los dirigentes que van a surgir de esa misma masa, de acuerdo con sus valores y su predicamento. Los movimientos políticos, como todos los movimientos colectivos, no valen tanto por la masa que aglutina como por la clase de dirigentes que tienen a su frente. He dicho muchas veces que en este orden de cosas vale más "cien ovejas mandadas por un león que no cien leones mandados por una oveja". La formación o la selección de dirigentes es en la organización ciudadana de una importancia extraordinaria. Podría decirse que el destino de una organización está sellada por el acierto o el desacierto en la elección de los dirigentes, porque son los dirigentes los que llevan al triunfo o al desastre en las organizaciones políticas. En esto, compañeros, podríamos decir que ya podemos vaticinar el destino y el futuro del Movimiento Peronista cuando seleccionamos sus dirigentes. Si ellos son buenos, vale decir, honestos y capaces, el triunfo del movimiento estará asegurado; por el contrario, si fuese deshonesto incapaces, habríamos asegurado el futuro desastre del movimiento. De esto surge la importancia de la selección y capacitación de los cuadros dirigentes de nuestro movimiento. Nosotros, en el momento actual conducimos la actividad integral de nuestra acción, somos dirigentes formados en la lucha misma y en los movimientos orgánicos esto no debe ocurrir sino en un pequeño porcentaje; los demás dirigentes deben tener la posibilidad de capacitarse mediante organismos de que el Partido disponga para la capacitación de sus dirigentes. A esto he aludido en varias ocasiones y, especialmente en la inauguración de la Escuela Superior Peronista, dije cuál era la función de ese órgano superior de capacitación partidaria. La misión de esa escuela es primero mantener al día la doctrina, base fundamental de nuestra unidad de concepción y de nuestra unidad de acción partidaria y, segundo, formar los dirigentes para la conducción de nuestro propio movimiento. Esto conforma todo el programa de acción que corresponde al Segundo Plan Quinquenal en el orden intrínsicamente partidario. Es menester que a la organización que hemos realizado la completemos dándole el carácter de elevación social y elevación política de las masas y de sus dirigentes, mediante una capacitación conveniente por intermedio de organismos creados al efecto dentro del movimiento peronista. Estos organismos encargados de vigilar el cumplimiento de la doctrina, encargados de mantener al día la doctrina y encargados de formar el elemento conductor y dirigentes de la organización, es lo que debemos completar mediante su realización en el Segundo Plan Quinquenal. ¿En qué consistirá esto? Señores, las tareas son las que indicarán los órganos que deben formar las personas para realizarlo. Dentro del orden partidario, son las siguientes: predicar la doctrina, lo que se realizará mediante toda la acción de nuestros organismos partidarios. Los movimientos populares de la naturaleza del nuestro necesitan de realizadores, pero como nosotros no actuamos ni por la coerción, ni por el engaño, ni por la fuerza, sino por la persuasión, necesitamos para realizarla millones de predicadores en todo el territorio de la República. Nosotros no tenemos alma de dictadores ni nuestro movimiento acepta dictaduras de ninguna naturaleza. Para ser dirigente u hombre de gobierno, en nuestro movimiento no se necesita mandar ni tener condiciones de mando. Se necesita tener persuasión para persuadir y para convencer a nuestros conciudadanos. De manera que no debemos desarrollar en nuestra capacitación condiciones de mando y de dirección solamente, sino también condiciones de caudillos y de jefes para persuadir y conducir y no para llevar a empujones a nadie donde no quiere ir. Por esa razón es que necesitamos millones de predicadores de nuestra doctrina y de nuestra acción para que, al mismo tiempo que nosotros vayamos realizando, ellos vayan persuadiendo para obtener que cada argentino, en este orden de cosas, no realizase lo que no quiera, pero si ponga toda su alma en las realizaciones cuando esté persuadido y convencido de que está realizando el bien de la patria. Por esa razón, cada unidad básica debe tener un grupo de predicadores peronistas, y cada peronista, cuando está convencido y cuando está capacitado, debe de ser un predicador peronista en cualquier parte en que se encuentre y actúe. Ahora, compañeros, es indispensable que también tengamos hombres para encuadrar esa inmensa masa, porque si esa masa no está dividida, organizada y distribuida territorialmente, no podrá cumplir su misión. Pero dividirse y repartirse territorialmente implica organizarse en fracciones, y las fracciones deben de estar encuadradas por dirigentes. Es menester, entonces, formar esos dirigentes que actúan directamente en posesión de la masa. Esos cuadros de dirigentes han de formarse en las propias unidades básicas, cada una de las cuales, para cumplir esa misión, debe ser una escuela de civismo y no un antro de corrupción como los antiguos comités. Digo, compañeros, que es menester que cada unidad básica sea una verdadera escuela de civismo, donde los ciudadanos se reúnan para discutir los problemas doctrinarios y de gobierno que los vayan ahondando en la función pública. Porque cada uno de esos ciudadanos, quizá el más modesto, que actúa en la más lejana unidad básica, pueda llegar a tener la propia responsabilidad del gobierno de la Nación. Por eso, la unidad básica es la escuela primaria del civismo argentino en nuestras masas partidarias. Es también la célula elemental y fundamental de la acción política; es la organización partidaria más importante y decisiva para la vida de los movimientos. Cada una de ellas, repito, ha de ser la escuela peronista. Los más capacitados instruyen allí a los menos capacitados, y entre todos realizan una tarea en colaboración y en coordinada cooperación, para llevar todos los días un poco más de dignidad y de acción a nuestro propio movimiento, que se impondrá en el pueblo en razón de su responsabilidad y de su dignidad y por ninguna otra razón. Ahora, es indudable que en la acción de la conducción partidaria estas pequeñas unidades, las unidades básicas, distribuidas en toda la República, no podrían tener ni la unidad de concepción ni la unidad acción necesarias si no estuviesen unidas a los centros que aseguran la conducción. Y para asegurar la conducción, lo primero que hay que asegurar es la unidad en la concepción de las cosas y la unidad de acción en la realización de las mismas. Por eso se va imponiendo ya, a la altura de nuestra organización, la formación de las escuelas regionales peronistas, escuelas que va a funcionar en cada una de las provincias, porque nosotros debemos adaptar nuestra organización a nuestro régimen y sistema federal. En cada provincia va a funcionar ya próximamente, una escuela peronista, adonde irán dirigentes seleccionados por las unidades básicas para recibir los cursos de capacitación partidaria que los coloquen en condiciones de tener la dirección táctica de la lucha política en las provincias. En esto, quiero aclarar bien. La política es una lucha y en la lucha se diferencian bien los que son los factores de acción local y los que son los factores de acción general en la propia lucha. Llamaremos acción táctica a esa lucha que se desarrolla por el comando regional de la provincia dentro de la provincia. Es la lucha táctica que se desarrolla por esos dirigentes y no por otros, porque esos son los que conocen la situación y viven la lucha de todos los días. Ellos la conciben y ellos la dirigen. Pero es indudable, compañeros, que si dejáramos que cada uno en su región desarrollara la lucha como quisiera, terminaríamos con que una parte haría una cosa y otra parte haría otra. Y sería un galimatías tal que no nos entenderíamos nunca. De manera que esas luchas locales o regionales deben ser unidas por una acción de conjunto que les de unidad de acción. Esta dirección o conducción general de todos esos movimientos locales o regionales, unidos en una acción conjunta y unitaria, es lo que nosotros consideramos la conducción estratégica de nuestro movimiento. La misión de las Escuelas Peronistas provincial o territorial es formar los conductores tácticos, los conductores para la lucha local o regional. Para formar los conductores superiores del movimiento se seleccionarán en cada una de esas escuelas las mujeres y los hombres, que ingresarán a la Escuela Superior Peronista para seguir cursos de capacitación para la conducción total, para la conducción estratégica del movimiento. Ellos mediante esos cursos de capacitación y los estudios correspondientes irán capacitándose para estudiar, penetrar y resolver los grandes problemas de conjunto del movimiento y conducirlo en consecuencia. Toda esta técnica de la preparación para la conducción es de una importancia extraordinaria. Podríamos decir que de ella depende el futuro del movimiento, porque de esa acción depende la capacidad de nuestros dirigentes. En esta acción, compañeros, hemos de empeñarnos en este Segundo Plan Quinquenal para que, establecido sistemáticamente, podamos ofrecer a nuestros conciudadanos peronistas la posibilidad de capacitarse, no solamente para el desempeño en la Unidad Básica, sino para la lucha táctica provincial o regional y para la lucha estratégica en el panorama general de la conducción de nuestro movimiento en la República. Nuestro país ha llegado a un desarrollo tal en su evolución política que ya no puede ser conducido por amateurs solamente. La conducción es un arte difícil y complejo, del cual hay que dominar muchos aspectos para poderlo desarrollar científicamente. Lo que nosotros anhelamos es llevar a nuestros dirigentes los conocimientos científicos necesarios para una conducción altamente capacitada. Piensen, compañeros, cuando nosotros formemos hombres altamente capacitados para combatir con nuestros adversarios políticos, que son todos diletantes y aficionados de la política, cuál va a ser el resultado de esa lucha. Esas escuelas y cursos de capacitación no presuponen la formación de conductores solamente, sino de colaboradores capacitados y conscientes para la conducción. La conducción política no puede ser realizada hoy por un hombre o por pocos hombres; se necesitan verdaderos organismos que actúen en la organización, en la dirección, en la capacitación y en la conducción de las masas. Es necesario crear toda esa enorme organización mediante la formación de hombres altamente capacitados. Solamente así podremos ofrecer a la República un cuerpo de dirigentes que sean una garantía y una absoluta seguridad para depositar en ellos la responsabilidad de la conducción de nuestros destinos nacionales. Por eso, compañeros, en esto de la capacitación y de la organización de nuestro movimiento, este aspecto de la capacitación, de su encuadramiento de la conducción es absolutamente fundamental, y yo pido que todos los compañeros peronistas se dediquen a reflexionar y a pensar profundamente en la trascendencia de lo que les estoy diciendo, para que cada uno ponga de su parte lo necesario para realizar acabada y conscientemente cuanto les acabo de decir. Este es uno de los aspectos, quizá muy fundamental, pero, hay otro aspecto que es tan fundamental o más que el anterior y que debe ser preocupación constante de nuestra parte adentro de la responsabilidad que tenemos como dirigentes. Hablo de la solidaridad partidaria. Un partido político dentro del cual no exista una absoluta solidaridad es un proyecto de disociación. Cuando esa solidaridad no existe, es probable que el partido pueda transformarse de la noche a la mañana en una olla de grillos. Es menester luchar por ese sentido de la solidaridad partidaria y en esto vamos cumpliendo un programa nacional. He hablado muchas veces con dirigentes sobre la necesidad de que en el Segundo Plan Quinquenal desarrollemos un alto sentido solidario en la comunidad argentina. Esto no va solo para los partidos políticos; va para todas las organizaciones. Hemos hablado casi un siglo de unidad nacional. La unidad nacional va a llegar a nosotros por un solo camino: por el de la solidaridad nacional. Si no hay solidaridad entre los argentinos, no habrá nunca unidad nacional y la unidad que se fundara sobre cualquier otra cuestión que no sea el sentimiento de los argentinos sería una unidad siempre aleatoria. Solamente llegaremos a una unidad absoluta y segura a través de la solidaridad, problema que hemos de desarrollar en otra ocasión porque es extraordinariamente largo. Solamente quiero decirles al respecto pocas palabras. El problema del desarrollo de la solidaridad en la comunidad argentina es de importancia fundamental para la acción de gobierno. Para alcanzarla, el camino es el de la organización popular. Cuando hablo de un gobierno organizado, de un Estado organizado y de un pueblo organizado, estoy hablando de la verdadera solidaridad política y social y de la verdadera unidad nacional. Es mediante esa organización que podemos agrupar a los hombres y desarrollar por contacto y por afinidad la solidaridad, y a través de la unión de todas esas organizaciones, llegar a la solidaridad nacional. Cuando hemos dicho que para un peronista no hay nada mejor que otro peronista, estamos hablando de la solidaridad partidaria, que es el camino que nos conduce a poder decir algún día que para un argentino no debe haber nada mejor que otro argentino, porque en este orden de gradaciones, nosotros hemos establecido como primera consideración la patria, después el Movimiento y finalmente los hombres. Por la solidaridad, primero orgánica, después nacional, vamos a llegar al dominio de todas las facultades, al domino del patriotismo, de las virtudes y de todos los valores morales que constituyen la única grandeza de los pueblos. Es por el camino de esa solidaridad que se llega realmente a la posesión de esos valores. Cualquier otro camino, o es demasiado largo o es demasiado aleatorio. Es solamente sobre el amor de los hombres por los hombres que se construyen las virtudes y la grandeza de los pueblos. Compañeros: toda esa acción, que representa para nosotros todo un programa largo en el tiempo y complejo en el espacio, todo ese programa que hemos hablado, ya está organizándose. En el Segundo Plan Quinquenal, pensamos que en el Movimiento Peronista, tanto en su rama masculina y femenina como en su rama obrera, mediante las escuelas de capacitación de los distintos tipos, hemos de trazar un programa completo que hemos de cumplir también completamente. Y en el orden de la solidaridad trabajaremos desde todos los puntos y durante todos los tiempos hasta alcanzarla e imponerla dentro de nuestra organización. Yo me conformo con enunciar en este acto estas dos realizaciones porque quiero que cada uno de ustedes las lleven perfectamente grabadas en su imaginación. Hay muchas otras cosas que realizar, pero son todas secundarias en consideración con estas dos, que son las fundamentales. A estos dos objetivos fundamentales los atenderemos con nuestra preocupación fundamental, y dejaremos nuestras preocupaciones subsidiarias para atender los otros problemas subsidiarios, que resolveremos también paralelamente con lo fundamental. Ahora, quiero referirme brevemente a la acción partidaria en el desarrollo del Plan Quinquenal. A diferencia de lo que siempre ha ocurrido en el país, nuestro gobierno comienza su acción por persuadir a los ciudadanos sobre la necesidad de hacer una cosa, para después establecer la obligación de realizarla. Es el camino inverso al que usaban los antiguos políticos que sacaban una ley entre gallos y medianoche y que no conocían ni los abogados ni los jueces que después debían juzgar cuando el ciudadano la transgrediera. Es así como el ciudadano en un momento determinado se encontraba frente a la justicia o a la policía que le decía: "¿Por qué está haciendo usted eso?" "Porque lo estoy haciendo", respondía el ciudadano. "¿No sabe que hay una ley que lo prohíbe?", le decían. Y él respondía: "No, señor, no sé que hay una ley". Eso era el pan nuestro de cada día en la ciudadanía argentina a través de esas leyes trampas o sorpresas. Es menester cambiar de sistema. No de balde los países más evolucionados del mundo crean primero la costumbre y después la ley. Nosotros debemos crear primero la persuasión, el conocimiento, realizar las cosas y después dar la ley, cuando todos la hayan aceptado. Esa es la mejor legislación. Esa es la mejor forma de legislar, quizá la más antigua del mundo, pero que todavía no ha sido reemplazada por ninguna mejor. Por esa razón, compañeros, nosotros, los hombres del movimiento tenemos la responsabilidad de llevar esa persuasión al pueblo. Si no, tendríamos que hacer como antes: sacar a las cuatro de la mañana, en el final del período, una ley apurada, que no se publicaba ni en el diario oficial y que después se la aplicaban o se la hacían sufrir en sanciones a los ciudadanos argentinos. Imagínense ustedes si esos legisladores y políticos que en 1935 y 1936 aprobaron la ley de la Corporación de Transportes de la ciudad de Buenos Aires hubieran salido a consultar al pueblo mismo si quería la ley. Probablemente habrían terminado colgados en un farol de la Avenida de Mayo. Ellos no podían usar este sistema, compañeros. Y no lo podían usar porque no tenían la buena fe que tenemos nosotros con el pueblo, porque ellos no defendían, como nosotros, sólo el interés del pueblo, ni hacía como nosotros sólo lo que el pueblo quiere que se haga. Compañeros: vuelvo a la situación anterior a esta disquisición política. Decía que nosotros queremos que el pueblo realice por sí, con entusiasmo y con decisión las cosas que nos proponemos realizar. El gobierno no puede realizar nada; el gobierno solamente concibe. El que realiza es el pueblo. En consecuencia, cuando el gobierno poner un plan en función, lo más importante es que lo conozca inmediatamente el pueblo, que es quien tiene que realizarlo y no como antes que solamente el gobierno conocía los planes. ¡Por eso nunca se realizaban! ¡Qué iba a realizar el gobierno! Compañeros: No estoy haciendo la crítica fácil que hacían ellos a los gobiernos de la oposición. Estoy diciendo lo que hacían ellos para demostrar que nosotros hacemos todo lo diametralmente opuesto a lo que ellos hacían, y para demostrar también que mientras ellos se pasaron un siglo diciendo, nosotros queremos pasarnos otro siglo haciendo, que no es lo mismo. Este exordio viene porque quiero establecer la función del Movimiento Peronista masculino en el desarrollo y ejecución del Segundo Plan Quinquenal. Lo primero que necesita un plan es tener una concepción centralizada, que armonice y coordine todas las acciones a realizar, porque ese es el germen para asegurar la unidad de acción en la ejecución del Plan. Eso lo realiza el gobierno. En cuanto a la ejecución de centralizar, una parte la realiza el Estado, pero la otra parte, quizá la más fundamental e importante, la realiza el pueblo. De manera que en un plan de gobierno no es suficiente con que el gobierno conciba con unidad y que el Estado realice con unidad de acción, sino que es necesario que el pueblo, realice también en unidad con el gobierno y con el Estado, porque en la realización de un Plan tiene que intervenir el pueblo, que no puede ser ignorante o un invitado de piedra en la realización de ese plan. En el Segundo Plan Quinquenal cada argentino tiene una función individual que cumplir y una función colectiva en que colaborar, porque debemos ir estableciendo para el futuro que en una comunidad organizada los hombres no trabajan individualmente solo para ellos: trabajan individualmente para ellos y colectivamente para la comunidad. Este es el verdadero concepto raíz que da nacimiento, existencia y éxito a nuestro justicialismo. Y esta es una cosa simple y primaria. Nadie se puede realizar a sí mismo si vive en una comunidad que no se realiza también. Esto es como un barco. Todos vamos en un barco, y podremos vivir y disfrutar del viaje si el barco no naufraga. Pero si el barco se hunde es probable que nos hundamos todos con él. La comunidad es el barco de todos nuestros destinos. Si la comunidad no se realiza, es inútil que cada uno de nosotros luche por realizarse dentro de una comunidad fracasada. El éxito nuestro se asegura por el éxito de la comunidad, de la misma manera como se asegura el viaje cuando el barco no se hunde. Este debe ser el concepto directriz de toda nuestra acción. Por eso el gobierno no piensa que es necesario dejarle a cada hombre la posibilidad de que él viva o muera según sea su destino, sino que debemos hacer que el destino se cumpla, pero entre todos debemos ayudar al destino de cada uno y al destino de la Nación. Por esa razón, compañeros, pensando en esa tarea individual en que cada uno se realiza y pensando en la tarea colectiva en que nos realizamos todos en la comunidad, es que nuestro Plan Quinquenal establece una acción libre para cada individuo y una acción colectiva coordinada para todo el pueblo argentino. Lo que nos interesa cumplir es esa acción individual libremente realizada y la acción colectiva bien coordinada por todos nosotros, encargados de su realización. La función que emerge de esta acción dentro de nuestra comunidad como organización partidaria peronista se puede escalonar en objetivos perfectamente claros y sintéticos. Primero, es función partidaria hacer conocer el Plan por todos los argentinos. Segundo, es función partidaria persuadir de la conveniencia de ese Plan para el individuo y para la comunidad a cada argentino. Tercero, es necesario realizar cada uno la función que le corresponde y todos en conjunto la que nos corresponde a todos dentro del Plan Quinquenal. Cuarto, es función de cada uno de nosotros comprobar que el Plan se realice de acuerdo a lo establecido. Cada uno de nosotros, debemos ser un difusor del Plan, un propagandista del Plan, un realizador del Plan y un inspector del Plan en cada uno de nuestros puestos. Compañeros: los organismos partidarios han de trabajar eficaz y eficientemente en el desarrollo de todas estas actividades. He querido en esta ocasión solamente dar el puntapié inicial de este maravilloso partido del Segundo Plan Quinquenal. Recapitulando diré, como resumen, que es menester que grabemos bien los siguientes conceptos de realización partidaria para el Segundo Plan Quinquenal. En el primer aspecto, en el intrínsicamente partidario, el Segundo Plan Quinquenal es el perfeccionamiento de la organización, es el de la capacitación directiva del movimiento y del desarrollo, a su más alto grado, de la solidaridad partidaria y en el orden de la colaboración en la realización del Plan, cada peronista, en cualquier parte que esté, debe ser un defensor, un propagandista, un realizador y un inspector del Plan. En eso podremos sintetizar lo fundamental que cada uno de nosotros como dirigentes debemos llevar, inculcar y realizar en la masa peronista. Con esto, compañeros, doy por terminado cuanto quería decir en gran síntesis, de acuerdo con el tiempo, referente al Plan Quinquenal, quiero agregar unas pocas palabras sobre la acción partidaria para no perder esta magnífica ocasión de poder hablar con ustedes. Si hubiese de emitir un juicio sobre la acción partidaria y el apoyo que el gobierno recibe de nuestro gran movimiento nacional, no tendríamos sino palabras elogiosas para todos nuestros dirigentes. Contrasta evidentemente la cohesión, la unidad y la disciplina de nuestros hombres dirigentes y de nuestro movimiento con el desquicio orgánico de nuestros adversarios. Esto, que como peronista no satisface desde el punto de vista partidario, me entristece como ciudadano argentino. Yo ambicionaría para mi patria partidos responsables y orgánicos como el nuestro en la oposición, porque así, cualquiera fuesen los azares de la política, la República estaría garantizada en un partido honesto y responsable. Siempre me pregunto a mí mismo, si los azares de la política pusiesen en manos de nuestros adversarios irresponsables -yo hablo en el campo de las suposiciones, quizá de las lejanas suposiciones-; si por cualquier circunstancia fortuita repito, el destino de la República cayese en manos de nuestros adversarios, ¿cuál sería la garantía que la Nación tendría en dicho caso; cuál sería la responsabilidad de los hombres que debieran enfrentar la difícil tarea de la administración y del gobierno de la cosa pública? En este orden de cosas, yo anhelaría para mi patria que algún día nuestros adversarios aprendiesen algo y comenzasen a organizarse; que dejaran de pensar en revoluciones y en confabulaciones, porque por ese camino no van a ir a ningún lado, que pensaran que ese tiempo que pierden en el café, en la confitería o en la lechería para conspirar, podrían utilizarlo para ver de conformar algún movimiento orgánico que hiciera pensar a algún argentino que ellos también tienen responsabilidad para la organización y el manejo del pueblo argentino. Esto, compañeros, es lo que evidencia en forma extraordinaria la organización, la disciplina y la responsabilidad de nuestro propio movimiento. Yo debo confesar aquí, frente a este núcleo de dirigentes de nuestro movimiento en la Capital Federal, mi gratitud, mi reconocimiento y mi agradecimiento a todos esos dirigentes, en los cuales yo tengo colaboradores eficientes, honestos, tranquilos, que me posibilitan toda la acción de gobierno sin interferencias, sin deformaciones y sin inconvenientes. No saben ustedes, compañeros, la tranquilidad que representa el haber terminado en nuestro movimiento con los caudillos y con los caudillejos; la tranquilidad que representa el saber que todos esos dirigentes que honestamente desarrollan sus funciones están sacrificándose en su cargo, sin pedir nada y sin exigir nada a la Nación que no sea la retribución de su propio esfuerzo. Podríamos afirmar, en este orden de cosas, que si no existiesen algunos revoltosos de la oposición, la República Argentina, en el orden político, estaría viviendo la época más tranquila y más feliz de su existencia. Por eso, cuando nuestros opositores hablan de la falta de libertad, yo he de contestarle siempre lo mismo: en este país, existen y existirán todas las libertades menos la libertad de nadie para explotar a nadie, la libertad de nadie para robar a nadie y la libertad de nadie para conspirar contra un gobierno que ha sido elegido por el ochenta por ciento del pueblo. Si quieren el gobierno, que lo ganen en las urnas, donde tienen todas las garantías de honestidad que ellos no ofrecieron al pueblo argentino en un siglo. Pero si ellos creen que pueden llegar al gobierno por otro camino que no sea el legal, están profundamente equivocados. Porque en este sentido, he de advertirles a todos lo que quieran alterar el orden legal de la República que, así tenga yo que afrontar el calificativo de tirano o de dictador -que me tiene sin cuidado- van a ser pocas las cárceles del país para meterlos a todos ellos mientras yo esté en el gobierno. Esa tranquilidad que el pueblo argentino necesita para realizar tranquilamente el trabajo que será el único que haga feliz a su pueblo y grande a la Nación, yo la he de asegurar por todos los medios. En este sentido, a los compañeros, a los dirigentes, que algunas veces tienen inquietudes, yo les pido que se queden completamente tranquilos. Aquí, los muertos que esos señores matan gozan de buena salud. De manera que nosotros no debemos preocuparnos en lo más mínimo de ninguna de esas actividades. Debemos dedicarnos a realizar el Segundo Plan Quinquenal, olvidándonos de que puedan existir perturbadores, porque para esos perturbadores tenemos, los servicios públicos correspondientes que los sacarán de la circulación. Compañeros: he recorrido varias partes del país, y tengo por medio de varios conductos una información permanente y por lo tanto fehaciente y real de lo que en el país ocurre. Yo le pido que transmitan a toda la masa partidaria nuestra absoluta tranquilidad, pese a lo que se conversa en algunos círculos que todos conocemos, intrascendentes e inoperantes, como irresponsables, que quieren medrar con el miedo nuestro. En eso no se van a hacer millonarios. Se los puedo asegurar de la manera más absoluta. Nosotros, si algo hemos demostrado siempre, es que, teniendo la verdad en nuestras manos, no tememos a nadie. Y si no le hemos temido a las fuerzas oscuras de la antipatria en lo interno y en lo internacional, no vamos a temer a cuatro gatos escaldados que andan por allí. Dentro de pocos días, hemos de distribuir el plan político para 1953. Cada uno de los compañeros dirigentes ha de recibir ese plan. Debemos realizarlo fríamente en cada una de sus etapas, y cumplir sus objetivos. Con eso vamos asegurándonos cada día una mayor y más absoluta consolidación. En esto nosotros no improvisamos, marchamos sobre planes preestablecidos que cumplimos fríamente en su ocasión. Recuerdo que un diario de la oposición decían en el año 1952, en un artículo de fondo: "Nos estamos dando cuenta de que esta gente procede en todo según un plan". ¡Habían tardado casi siete años en darse cuenta! Con esa vivacidad e inteligencia que evidenciaron entonces, dentro de cuarenta o cincuenta años se van a dar cuenta de que nosotros hemos consolidado nuestro movimiento. Ahí esta nuestra ventaja, en nuestra rapidez de concepción y de acción, en su falta de comprensión y en su propia autointoxicación, porque ellos fabrican las noticias para engañarse ellos mismos. Por eso tardan en darse cuenta. En esto, compañeros, yo descubro todos los días en nuestro movimiento las virtudes extraordinarias de nuestro pueblo. Cada uno de nuestros dirigentes evidencia diariamente su vivacidad, su inteligencia, su comprensión su rapidez de concepción para realizar la tarea que le compete. Por eso he querido terminar esta pequeña disertación diciéndoles a ustedes: no sólo estoy conforme con lo que hacen, no sólo me siento feliz con lo que estoy viendo que ustedes realizan, sino que cada día estoy más orgulloso de ustedes y del Movimiento Peronista. .............
1953-04-01
DISCURSO PRONUNCIADO POR EL PRIMER MANDATARIO EN EL SALÓN BLANCO DE LA CASA DE GOBIERNO Y TRANSMITIDO POR L.R.A. RADIO DEL ESTADO Y LA RED ARGENTINA DE RADIODIFUSIÓN
Señores: yo los he molestado, citándolos a esta pequeña conferencia para tratar un problema que está tomando extraordinaria actualidad en la Capital Federal, pero que tiene también sus proyecciones en el resto del país, si bien no con tanta importancia como aquí. Se ha producido nuevamente, como el año pasado en marzo, cuando nosotros establecimos un equilibrio, en la proporción de precios y salarios que nos obliga a considerar este problema. Hasta ahora, desde hace dos o tres meses, el gobierno ha considerado este problema como un litigio entre consumidores y proveedores. No se había, diríamos, consolidado la situación de equilibrio que nosotros establecimos en marzo de 1952, cuando se establecieron los acuerdos paritarios de los gremios con sus empleadores, de acuerdo con el costo de la vida, pensando que en nuestro país no debe haber ningún hombre sumergido. Este equilibrio permitía al pueblo, un estándar de vida compatible con sus necesidades de orden familiar y de orden personal. Desde entonces hasta ahora, los precios han ido incrementándose desproporcionadamente. El gobierno ha asistido a ello como un fenómeno provocado por el aumento desconsiderado de algunos precios. Quizás en esto exista un pequeño sector justificado y un inmenso sector injustificado en el aumento de los precios. El sector justificado del aumento de los precios, incide en un porcentaje en el costo de ida que no hubiera gravado ni traído un sacrificio exagerado a los hombres del pueblo, pero a ello se ha sumado un margen de especulación de tal naturaleza, que ahora sí, incide arbitraria y perjudicialmente en el valor adquisitivo de los sueldos y de los salarios de los hombres de la Capital Federal. Por esa razón, señores, esto que fue un litigio inicial entre consumidores y proveedores, ha pasado a ser un problema de Estado para mí en este momento. Comprendiéndolo hasta ahora así, las organizaciones no habían planteado el problema al gobierno. Todo se había dilucidado en una discusión callejera o en los negocios cuando se hacían las compras o en los comentarios. Pero hoy la Confederación General del Trabajo ha planteado ya definitivamente el problema al gobierno. Hace varios meses la Comisión Directiva de la Confederación General del Trabajo viene trayéndome la inquietud de este problema. Ya en diciembre pasado me lo planteó la Confederación General del Trabajo y en diciembre se tomaron algunas medidas y se hicieron algunas recomendaciones al comercio sin resultado. Esperábamos nosotros un poquito más de consecuencia por parte de los proveedores. No hemos tenido como contestación sino un aumento mayor en la especulación y en los precios. La Confederación, en nombre de todos los sindicatos, como asimismo también la Comisión de Consumidores representada en la Comisión de Precios y Salarios, nos hicieron notar este en numerosas oportunidades, y esto ha seguido incrementándose, hasta que hoy la Confederación General del Trabajo ha hecho al gobierno un planeamiento, en nombre de sus organizaciones y de los consumidores, que también formando parte de la comisión de precios y salarios, se hacen solidarios con el planteo de la Confederación General del Trabajo. Yo encuentro, desde el punto de vista del gobierno, completamente justificado, y aplaudo la tolerancia con que la Confederación, en defensa de los intereses de sus agremiados, ha venido soportando estoicamente y buscando soluciones por su parte para solucionar este problema. Pero hoy, ya enérgicamente al gobierno el problema. La Confederación plantea bien claramente el problema. Ella tiene la responsabilidad de la defensa del poder adquisitivo de los salarios, desde el momento en que ella es quien, ha establecido la posibilidad de convenios de larga duración, y no es posible -manifiesta la Confederación General del Trabajo- que mientras los gremios ligados a convenios fijos están con sus salarios congelados por dos años, mientras los señores que venden los abastecimientos alimenticios a ese personal no han congelado los precios y violen diariamente esos precios. El gobierno considera que esta reclamación enérgica de la Confederación, tiene toda la razón del mundo porque, ella está para la defensa de sus intereses. Y es indudable que aunque al gobierno le debe preocupar esta situación, más le debe preocupar a la Confederación y a los representantes de los consumidores que se sienten con la responsabilidad de esa representación. Los salarios no han sido aumentados; los convenios han sido respetados, sin embargo, los precios no se han mantenido y los precios no han sido respetados. Esto establece un desequilibrio desde todo punto de vista injusto que incide en perjuicio de los consumidores. La Confederación dice que antes de verse obligado a tomar medidas por su cuenta que quizá produzcan consecuencias graves, para la economía y para el orden social y político de la Nación, plantean al gobierno el problema en términos enérgicos como corresponde. Yo señores, acepto esta presentación, y no solamente la acepto, sino que entiendo que esos hombres al plantear al gobierno con toda sinceridad y con toda gravedad el problema, están en su perfecto derecho y tienen toda la razón del mundo. El problema, señores, es bien simple. En 1952, en marzo, nos comprometimos aquí, los representantes gremiales y los representantes de los abastecedores, o sea de las empresas comerciales, etcétera, en establecer un equilibrio, para evitar la carrera de la inflación producida por una carrera entre los precios y los salarios, ya que veníamos soportando desde hacía tiempo esa carrera y que era en perjuicio en último análisis, tanto de los consumidores como de los abastecedores. Sobre nuestra leal sinceridad quisimos poner término a esa carrera inflacionista. Para eso se dijo, a todos los empresarios les conviene tener la seguridad de dos años tranquilos a sus fines administrativos y de gobierno de sus empresas; y los obreros no quieren más dinero, quieren mantener su estándar de vida, no les interesa ganar más, si los artículos les van a seguir costando cada día más. Lo que ellos necesitan es un poder adquisitivo suficiente para vivir; no quieren enriquecerse ni menos ganar más de lo que les corresponde, pero quieren que se les garantice lo que ganan y que el poder adquisitivo de su ganancia, sea permanente y estabilizado. En esas condiciones, los dirigentes de las asociaciones profesionales de trabajadores, se comprometieron, en nombre de sus gremios, a mantener los convenios, mientras se mantuvieran los precios. Y los comerciantes, se comprometieron a mantener los precios, mientras se obtuvieran los salarios. Han pasado estos meses, desde marzo, un año y un mes, y los convenios se han mantenido sin excepción, y los precios se han modificado sin excepción y sin justificación. Debo hacer la salvedad, que algunos precios se han modificado justificadamente, porque han subido las materias primas o porque han incidido otros factores para necesariamente hacer subir en parte algunas mercaderías. Pero eso incide en un pequeño, en un pequeñísimo coeficiente para el aumento de los precios. En cambio, analizo el panorama de la variación de los precios y es simple y lisamente monstruoso, en proporción con lo que se justifica lo injustificado. Y voy a tomar algunos aspectos de este problema. Todo el problema incide, especialmente, en la especulación de la Capital Federal y Gran Buenos Aires; en el interior, la especulación tiene grado menor, aunque existe también. En la Capital Federal y Gran Buenos Aires, es donde los precios han subido en una escala desproporcionadamente mayor. Sin embargo, el margen de especulación quizás no incidan ni en los productores ni en los comercializadores minoristas, que son los que se ven. Esto incide en mayor número en los que no se ven y están en el medio de esto. Observen ustedes este problema. Tomemos la carne, que por numerosos motivos debería de llenar de vergüenza a toda la especulación que necesitaría un ejemplar castigo para que lo recordasen toda la vida. Podríamos decir que en este momento, en la Capital Federal y Gran Buenos Aires, término medio, el productor recibe más o menos dos pesos por kilo vivo, y el carnicero minorista llega a vender el kilo de carne hasta veinte pesos. De manera que el que hace el novillo cobra 2 pesos y que vende el producto, llega a venderlo a 20 pesos. Hay 18 pesos en el medio. ¿Quién es el que gana los 18 pesos? Vales decir, como si se tratara de que él produjera por cada novillo que produce el productor, 9 novillos. Gana por 9 novillos. Ahí está el cáncer, en esa intermediación, que no tiene límite. Señores: nosotros tenemos que extirpar el cáncer, o el cáncer nos va a extirpar a nosotros. Es claro, que los culpables de eso no son solamente esos intermediarios: la culpa se distribuye un poquito en todos, hasta en los consumidores. El productor en este momento, vende al mercado negro a mayores precios que los fijados como precio oficial, y entonces no manda a la Capital Federal porque aquí le haremos cumplir el precio. Manda al interior sus vacas porque allí no cumple el precio y lo vende en el mercado negro mucho mayor precio. Por eso la Capital Federal y el Gran Buenos Aires se han quedado sin carne, porque parece que ellos están siempre para las vacas gordas y no para las vacas flacas. Como ahora llueve y hay mucho pasto, están teniendo casi a razón de tres animales por hectárea sobre lo normal, que sería un animal por hectárea. Desgraciadamente sigue lloviendo, porque ahora tendríamos que pedirle a Dios que pasara un mes sin llevar, o que vinieran rápidamente fuertes heladas para que les acabara el pasto y se tuvieran que perder todo lo que han tratado de ganar ilícitamente en estos días. Como no viene carne a la Capital Federal -es indudablemente que nuestra alimentación es con base a la carne. En el salario familiar, el poder adquisitivo, el 50 por ciento es la alimentación y el otro 50 por ciento restante, es el vestido, menajes, etcétera. De manera que, los precios que han subido, están todos en el 50 por ciento del sector alimenticio. Pero de ese 50 por ciento del sector alimenticio, el 25 por ciento lo constituye la carne. Y como no hay carne, tienen que comprar otros alimentos que la reemplacen; entonces, la demanda ha aumentado un 50 por ciento sobre los otros productos alimenticios. Y todo el que tiene alma de ladrón aumentó los precios frente al aumento de la demanda sin justificación de ninguna naturaleza. Por eso es el encarecimiento. Ahí está porqué se ha producido el encarecimiento en la alimentación, como consecuencia de la falta de carne. Señores: yo no tengo en mis manos, ni el gobierno tiene en sus manos, normalmente, el recurso legal para compulsar a los que poseen la hacienda, venderla. Yo no puedo obligar, dentro de los recursos normales de la ley, obligar al que tiene vacas, que las traiga y las venda. Porque eso entra dentro de la libertad de comercio establecida por nosotros y respetada por nosotros. Sin embargo, cuando se producen estos casos, no se trata ya de cuestiones ordinarias, sino de cuestiones extraordinarias. Y la carne se va a regularizar en la Capital Federal y Gran Buenos Aires en el término de una semana, por los medios ordinarios, y si no la semana que viene yo, por medios extraordinarios la voy a regularizar, así tenga que recurrir a cualquier extremo, porque no puede haber peor extremo que toda la economía familiar de seis millones de habitantes del Gran Buenos Aires y de Buenos Aires, esté influenciada por una arbitrariedad y una especulación suicida que están realizando algunos sectores. Señores: todos los demás problemas del encarecimiento radican en este único problema; si hubiera carne abundante en la Capital Federal no habrían subido los otros artículos porque los ladrones hubieran permanecido en potencia y no hubieran aparecido en presencia, porque no hubiera aumentado la demanda de las demás mercaderías. Señores, yo quiero hacer una salvedad, y es que algunos precios han subido justificadamente. Pero esos son, como dije, un mínimo porcentaje, ¡un mínimo porcentaje! que no hubieran alterado en manera alguna el equilibrio; el equilibrio ha sido roto por la especulación, no por la justificada elevación de algunos pequeños sectores de los precios. Eso quiero aclararlo, bien, bien aclarado. Otro tanto ocurre con el pan. Claro, incide sobre el volumen más numeroso. El problema del pan está ligado al aumento del problema de un mayor precio por el trigo. Sube el trigo y tiene que subir el pan. Pero eso un pequeño sector. Yo podría hacer como hacen muchos gobiernos: subvencionar al pan; pagar yo con el gobierno el cincuenta por ciento del precio del pan. ¿Pero qué ocurriría? ¿Con que lo tengo que pagar? Con plata que le saco a ustedes por otro lado en impuestos. Cómo vamos a estar engañando a la gente diciéndole, usted compra pan barato, y yo le saco del bolsillo la plata por otro lado con que le estoy pagando lo que él deja de pagar en la panadería. Vamos a hacer las cosas con verdad, con realidad; no queremos subvencionar, porque ese es un engaño. La subvención se le saca también al pueblo por otra parte para impuestos para pagar el pan. Pero señores, eso no puede dar lugar a que el pan se esté vendiendo a 4 ó 5 pesos el kilo, porque cuando mucho, con el aumento podría llegar a 1.40 o 1.50 el kilo de pan. Quiere decir -como ustedes ven- que el robo es mucho más que el precio, ¡es mucho más que el precio! Todos estos problemas tienen solución. La solución está en que la gente quiera cumplir con su deber, y sobre todo que cumple los compromisos que ha firmado y que cumpla con los precios. Algunos dicen que la policía económica no es eficaz en su control. Sí... La policía económica, con 200 inspectores cuando mucho, no puede controlar 200 ó 300 mil negocios donde se expende. Eso es una cosa bien clara. Y si yo tomara los 200.000 inspectores que necesito, los tendrían que pagar ustedes. Y como no los podríamos seleccionarlos bien, dentro de estos 200.000 habría 100.000 ladrones que encarecerían aún más la cosa. Ustedes ven, que el problema no es de fácil, mientras no haya una moral superior, que permita a la población pensar que al lado de uno no tiene uno que le está metiendo la mano en el bolsillo. Eso lo hemos de conseguir con el tiempo, con la educación y con la moral. Cuando la violación de los precios está en un 10 por ciento de los comerciantes, la policía económica los puede controlar, pero cuando los pícaros son el 90 por ciento, ya es más difícil de probar y de controlar. Solamente esto puede venir por el control del propio consumidor, pero el consumidor argentino es un consumidor muy cómodo y falto de carácter; él con tal de no pelear con el proveedor le paga lo que le pide y se deja engañar y todavía le da las gracias. Si cada consumidor defendiese el poder adquisitivo de su salario, de su sueldo, el gobierno no tendría que verse obligado a hacerlo en su nombre, porque el gobierno no puede hacerlo. No puede hacerlo porque como digo, tendría que tener de un ejército de inspectores. Pero el mejor inspector es el propio comprador, el propio consumidor, que va allí cuando este señor le quiere cobrar más de lo que dice el precio oficial, llamar al vigilante y lo hace hacerle llevar preso. ¡Ahí nomás! ¡Con carácter! Y no se va a quejar de que le cobran caro después de haber sido tan pavo de pagar lo que le cobraron, sabiendo que lo están robando. Algunos dicen que la carne -y son los de la contra-, que la carne está cara, porque se la estamos mandando a los ingleses. ¡Pero que va a faltar carne aquí! ¡Aquí lo que falta es vergüenza! Tenemos 45 millones de vacas. ¡Que va a faltar carne! Aquí está sobrando la carne; podemos mandarle a los ingleses, a lo chinos y a los cochinchinos y va a sobrar la carne. La carne, que dicen, que también, ahora con mayor liberalidad para mandar a Chile. Vea si los de Buenos Aires van a comer una vaca criadas en Neuquén, ¡en que cabeza cabe! La hacienda que va a Chile es la que está allá junto a la cordillera, que no la podemos traer acá, porque costaría 500 pesos más la vaca de flete. El problema actual de Buenos Aires es un problema totalmente ficticio, creado ficticiamente también. Y un poco de culpa tenemos nosotros, el gobierno, también tenemos culpa. Hemos dejado pasar un tiempo y no hemos obrado oportunamente, quizás porque no quisimos tomar medidas violentas y quisimos tratar convencer a la gente. Le hemos pedido a los ganaderos que traigan. Pero pedirle a esta gente, parece que es como pedirle a la pared. Entonces como al pedido no han obedecido, veremos si obedecen a la segunda intimación, y a la tercera los voy a traer a ellos junto con las vacas. Señores: desgraciadamente para el pueblo, pero afortunadamente para el equilibrio general de la economía, la mayor de los precios está incidiendo en la comida. Y ya a muchos gordos como yo, les va a hacer bien esto. Esta incidiendo sobre la alimentación, como digo, ocasionado por la culpa de la carne. De manera que este es un poroto que le anotamos a ciertos señores que producen vacas y no las quieren vender ahora, para que cuando después vengan, se les mueran en el campo, como tienen ahora amontonada la hacienda en los campos, se les mueren y vengan a pedir la ayuda al gobierno para sacar la vaca. De manera que no es un problema de ninguna manera grave. Es claro que los políticos contrarios están haciendo circular toda clase de especies, y ya han organizados los grupitos de alcahuetes que van haciendo esos alcahueteos, rumores, etcétera, y que están haciendo circular de que no tenemos carne... de que la economía nuestra... de que somos incapaces de abastecer Buenos Aires. No hemos querido tomar medidas violentas porque todavía no había llegado la oportunidad, pero cuando llegue la oportunidad van a ver hasta donde somos capaces de llegar con la razón en la mano y después de haber insistido varias veces en que debían de ser comprensivos y de ser decentes. Llegará el momento y cuando llegue pueden estar seguros de que sabremos actuar; de eso pueden estar totalmente persuadidos. Pero indudablemente todo eso se hace circular, un poco los interesados de un lado, otro poco los interesados de otro. Este problema se va ha resolver, y se va a resolver a corto plazo, por las buenas espero, y sino veremos de resolverlo igual. Se trata de restablecer el equilibrio de los salarios roto. Roto por ese aumento de los precios, comprimiendo los precios todo lo que sea necesario comprimir. Y donde los comerciantes no puedan comprimir, veremos de comprimirlos nosotros, porque yo soy capaz poner en Buenos Aires por cuenta mía todos los negocios que se cierren porque no pueden vender a los precios que nosotros indiquemos. Y lo vamos a poner si es necesario. Voy a vender yo verdura si es necesario en la Plaza de Mayo. Nosotros creemos que a los grandes males hay que ponerle grandes remedios; y le vamos a poner grandes remedios. La República tiene muchos medios y el gobierno los tiene en sus manos en cualquier momento para accionar. Esperamos que la gente va a entrar por la buena causa y por la buena reflexión. Por otra parte, nuestra organización nos permite ya, estudiar esto con sensatez y justicia. Y es lo que vamos a hacer. Hay una comisión económica consultiva, que en representación del comercio, de la industria, y de la producción va a estudiar -lo sé- ecuánimemente- el problema. Esa comisión tiene también los representantes de los consumidores y de las organizaciones del pueblo, que defenderán también el sector que le corresponde al pueblo y después, está el gobierno con todos sus organismos técnicos y sus ministerios técnicos de economía. Vamos a buscar de contraer los precios hasta donde sea posible y fijar el equilibrio que se ha perdido. Donde los precios no aguanten, veremos de buscar la compensación. Lo que yo sí puede asegurarles a las organizaciones de consumidores y a las organizaciones obreras, es que el equilibrio se va a restablecer y se va restablecer a corto plazo. De manera, que con esto contesto también a esa intimidación, un poco brava que me ha hecho la Confederación con toda justicia. Es que ya es la primera vez que la Confederación me ha puesto el cuchillo en la barriga, pero con verdad y con justicia. Y para todos esos que ya andaban agitando en la calle, que ellos iban a ser los líderes de esto, de la defensa de los salarios y todas esas cosas, dirigentes de esos medio aficionados a hacer trabajos por su cuenta, les debo decir que están mucho mejor representados los obreros por la Confederación que por ellos, porque la Confederación va a donde se pude remediar y ellos andan ahí hablando pavadas por ahí por los círculos, en la calle o en los sindicatos. Ellos no tienen ninguna efectividad; en cambio, la Confederación tiene la efectividad de su representación que el gobierno respeta y respetará siempre. Señores: para solucionar este problema que ahora ha llegado a su punto justo, vamos a declararnos, tanto el gobierno como la Comisión Consultiva Económica y la Comisión de Precios y Salarios, en sesión permanente hasta que solucionemos el problema. Vamos a trabajar todo lo que sea necesario para solucionar el problema, y después haremos nueva reunión, y creo que en ese caso, vamos a declarar que cada comprador debe ser un inspector del gobierno para mandar preso al comerciante que no cumpla con los precios que ha comprometido con nosotros en esta ocasión. Creo que así vamos a alcanzar una solución justa y una solución rápida. Y de los sectores que inciden en el no abastecimiento, ah, de esos me encargo yo, porque ya he dicho que aunque sea voy a carnear en la Avenida General Paz y voy a repartir carne gratis, si es necesario. La pagarán los que no han sabido cumplir con su deber de abastecedores. Los productores de ganado deben de considerar que ellos son servidores del pueblo, y ese es un servicio público, el de abastecimiento de comestibles, que lo cobran y sacan sus beneficios y en consecuencia, tienen la obligación de abastecer permanentemente. Tan pronto ellos no abastecen en la medida de la necesidad, han dejado de cumplir con su deber y cuando en este país uno deja de cumplir con su deber, debe cargar con las consecuencias. Y yo las consecuencias se las voy a hacer cargar en forma muy pesada, porque lo merecen y porque se han hecho acreedores a ello. Ellos están en mora; ellos han dejado de cumplir honorablemente con su deber sustrayendo su hacienda para no abastecer la Capital Federal, y buscando quién sabe qué clase de deshonestos negocios en el mercado negro o en partes. Yo les pido a todos los señores que hagan llegar a sus organizaciones la palabra del gobierno. El gobierno va a resolver el problema, aunque para ello tenga que emplear cualquier medio, porque el problema debe resolverse; primero vamos a comer y después, a discutir qué es lo que hemos hecho para resolver el problema. Los abogados nuestros dirán después por que lo hemos hecho, pero lo vamos a hacer si es necesario. En esto no hemos de detenernos en medios. De modo que hay que llevar la tranquilidad a los compañeros de los gremios que están un poco justamente indignados y un poco levantados, con justicia, porque cuando le tocan a uno el estómago, el menor derecho que tiene es el de reaccionar. Por otra parte, me hace falta a mí que reaccionen para saber yo estos problemas o conocer estos problemas bien en su fondo. Yo, lejos de haberme disgustado con la presentación de la Confederación, me ha satisfecho, porque veo que ellos cumplan con su deber, porque traen el problema cuando el problema está en su punto candente, para que el gobierno tome cartas en el asunto y como mediador entre las partes, de consumidores y abastecedores, resuelva en forma justa el problema, de manera que satisfaga una parte y satisfaga a otra, porque la justicia es la que debe satisfacer a las dos partes. En este momento, la justicia ha sido rota en perjuicio de los consumidores; hay que restablecerla y la vamos a restablecer. Para eso yo pido a todos los señores que están en esta reunión, que forman parte de la Comisión Económica Consultiva, sea empresarios, sean dirigentes, sean consumidores, como así también a la Comisión de Precios y Salarios y a los señores ministros del grupo económico, que tengan la bondad de pasar a mis despacho para que sigamos en sesión permanente hasta resolver este problema. Muchas gracias a todos y buenas tardes. .....................
1953-04-24
ANTE LOS DIRECTORES E INSPECTORES DE ENSEÑANZA DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES
Yo deseo que mis primeras palabras sean de agradecimiento al señor gobernador de la Provincia de Buenos Aires, y a todos ustedes, por haber llegado hasta casa para brindarme la inmensa satisfacción de poder saludarlos personalmente. Dice la historia que una de las primeras medidas que Licurgo adoptó en Esparta para hacer su gran reforma, fue la de suprimir la vieja costumbre que tenían los pueblos de la antigua Grecia de dedicar los sabios -esclavizados a través de las conquistas guerreras- para educar a la juventud de Esparta, cambiándolos por espartanos libres, pensando que aquellos que viven esclavos no pueden, ser a pesar de su ciencia, buenos maestros para la juventud que aspira a la felicidad y a la grandeza de la patria. Es indudable que entre los grandes hechos y gestos que la historia ha recogido de estos grandes hombres, el ejemplo de Licurgo será uno de los más luminosos como enseñanza para todos los pueblos de todos los tiempos. De tales maestros suelen resultar tales alumnos. Cuando los pueblos hacen una vida fuera de lo que la virtud aconseja, la prudencia establece y la sabiduría conduce, generalmente se desvían y se desvían irreparablemente. La historia del mundo actual nos está mostrando la enorme responsabilidad de las generaciones que han desviado al mundo y que han permitido que los pueblos se desviasen. Yo creo que el mundo todavía esta a tiempo para salvar su destino; y bastará para ello con que los que tenemos la responsabilidad de conducir a los pueblos, y los que tienen la responsabilidad de formarlos desde la niñez, actuemos más con el corazón y menos con el egoísmo y la avaricia de estos tiempos. Los hombres y los pueblos son grandes por sus virtudes y por ninguna otra cosa. El poder y la riqueza no valen nada y son elementos negativos si no están al servicio de la virtud. Por esa razón en la función que nosotros asignamos, dentro de nuestra planificación de gobierno, a todos los que de una manera u otra deben enseñar y persuadir a los hombres y a las mujeres de nuestro pueblo, pensamos que la tarea fundamental es educar y la subsidiaria es instruir; pensamos que la instrucción consiste en poner en manos de los hombres las armas necesarias para luchar por la vida. Dios nos libre si al realizar esa tarea ponemos esas armas tan poderosas en manos de malas personas porque nunca son más peligrosos que en manos de personas que las emplean para el mal y no para el bien. Por eso, entendemos que primero hay que formar un hombre bueno, y recién después entregarles esas armas. Toda nuestra orientación puede resumirse en esas palabras, ya que no es necesario complicar las cosas para obrar determinada, consciente y decididamente hacia objetivos tan claros y que, por ser tan claros, quizá habían sido olvidados, porque algunas veces es la luminosidad del sol la que no nos permiten ver los demás objetos. De ahí es que nosotros que en muchas partes y en muchas circunstancias, el haber olvidado las cosas elementales, encandiladas a su vez por cosas más luminosas, más vistosas, pero menos elementales, es lo que llevado a mucha gente a una deformación natural de la vida con sus defectos y con sus virtudes. Creemos, asimismo, que cuando las cosas elementales y primarias están bien elaboradas, crean un ambiente y un clima en el cual florecen las virtudes, y cuando los principios elementales de la vida han sido deformados en su iniciación, crean un clima y una situación dentro de las cuales todos nace deformado y tergiversado. Yo, en esto, suelo citar siempre un ejemplo. Hace cincuenta años que a mí me hablan de patriotismo y que oigo hablar de todo el mundo del patriotismo. Oigo decir a mucha gente: "Hay que inculcar el patriotismo". Naturalmente, yo siempre lo pensé así; el patriotismo es una de las virtudes más extraordinarias de los pueblos; es el sentido de innata defensa que el alma colectiva de la comunidad tiene en defensa de sus intereses; es el sentido natural de la vida para su conservación; es el espíritu de conservación de los pueblos, de la misma manera que existe el sentido de conservación de los individuos. Pero es que nosotros tenemos que inculcarles a los hombres ese sentido de conservación, ¿o lo traen ya en la naturaleza misma y lo mantienen vívido durante su acción biológica en su pasaje por el mundo? ¿Es necesario inculcarle al hijo el amor a la madre? El patriotismo es una suerte del amor, y el amor no se inculca; el amor se siente o no se siente, ya sea que la persona objeto de ese amor sea digna o sea indigna de él. Quiere decir entonces que no es con discursos ni con libros, ni con hermosas composiciones y floridos términos, con lo que se inculca el patriotismo. El patriotismo tiene otra naturaleza en sí mismo. Uno ama o no ama a la patria. Cuando la ama, aunque le hagan discursos en contra, la seguirá amando como uno ama a la madre o como quiere a la mujer amada; pero es inútil que nos hagan discursos, que nos muestren banderas o que nos lleven detrás de los símbolos de la nacionalidad. Hay que crear el ambiente y hay que crear una patria que se haga amar; entonces, no tendremos necesidad de perder tiempo en discursos ni en disquisiciones de ningún orden. Esto es como la madre que tiene un hijo: si lo arroja al nacer y no lo ve más, ¿qué derecho tiene esa madre a reclamar el amor de su hijo? En cambio, si esa madre solícita pasa sacrificios y dolores para criarlo y cuidarlo, cómo le podrían pedir a ese hijo que no quisiera a su madre. Señores: la comunidad es una suerte de madre de todos nosotros. Es necesario crear una comunidad solidaria, una comunidad justa, una comunidad buena y, entonces, la vamos a amar, la vamos a defender y vamos a morir por ella con gran alegría de haberlo hecho; entonces, el patriotismo nacido en ese clima de comunidad solidaria y justa será su razón natural y, en consecuencia, existiendo esa razón natural no será necesario crear una razón artificial o inventar un símbolo con que reemplazar abstractamente lo que en concreto debe la patria ofrecer a cada uno de sus hijos. Yo cito ese ejemplo como evidente, pero sobre ese ejemplo, con el que se construye una clase, una faceta de las virtudes humanas, se debe construir todas las demás virtudes. Es necesario crear ese clima, abonar esa tierra y poner cuidadosamente la semilla en el alma del niño que nace en ese clima y en esa tierra, y entonces, cuando nazca derecho, seguirá derecho, como dice Martín Fierro: "Árbol que nace torcido nunca su tronco endereza". No hagamos que el tronco humano de nuestro maravilloso material del pueblo crezca torcido; démosle tierra, clima y ambiente y cuidémoslo para que comience a nacer como Dios manda. En consecuencia, esa tarea de infinita responsabilidad es la que tiene cada maestro y cada dirigente de la escuela argentina. Si cumplen eso, habrán cumplido sobradamente con su deber, y la patria, como ha dicho el gobernador de Buenos Aires, seguirá considerando a nuestros maestros como beneméritos porque ellos son los que están elaborando y preparando el futuro de la Nación. Yo he recorrido muchas partes del mundo, he visto muchos magisterios y no creo que el material humano de ninguno de ellos, en el mundo, sea superior al nuestro. Afortunadamente, el sector que se ocupa de esas actividades en nuestro país es un sector de selección y no de descarte, como es en muchas partes. Los maestros han tenido abnegación y han sido sacrificados; por eso han resistido épocas de terrible depresión en la contemplación de su propia actividad y de su propia vida. Ese espíritu de sacrificio es el que ha hecho triunfar al magisterio argentino. Yo he recorrido la República en todas direcciones y no olvido nunca a una maestrita coya, con veinte chicos, en Abra Luisoiti, a cinco mil metros de altura, que izaba la bandera a la mañana, daba sus clases y todavía, en ratos desocupados, les daba de comer a esos chicos hambrientos del Altiplano. Esto no es una excepción, sino una regla en esas tierras, adonde todavía no hemos podido allegar los medios que aspiramos a allegar lo más pronto posible. Por esa razón, en el Plan Quinquenal que vamos a comenzar a desarrollar este año, hemos asignado a ese maravilloso magisterio argentino la tarea de inculcar, profunda y decididamente, sus aspiraciones y su patriotismo en la propia carne de nuestro magnífico pueblo. De ustedes es la enorme responsabilidad del futuro, pero de ustedes, también, será la gloria de haber forjado una Argentina como la queremos, con un pueblo bueno, de hombres virtuosos, que callada y abnegadamente realicen la grandeza con que soñamos todo los argentinos. Iluminar la mente del pueblo y formar al niño desde la cuna lanzándolo hacia horizontes de grandeza, es lo único que puede hacer grande a la patria, de una grandeza virtuosa, pacifica, constructiva, de donde cada uno lucha un poco para sí y otro poco para los demás, mancomunados en un esfuerzo que realice a nuestra comunidad. Ese el único camino que puede preparar la realización de cada uno de nosotros. Nadie se realiza en una comunidad que sucumbe. La comunidad es algo así como un barco que conduce pasajeros. Si el barco se hunde, es difícil que los pasajeros puedan llegar con suerte al puerto. En la comunidad pasa lo mismo: vamos en un mismo barco. Si el barco de la comunidad argentina se hunde, es difícil que algunos de nosotros lleguen a puerto. Luchar por la comunidad es, quizás; un sentido del propio egoísmo personal, ya que luchando por ella luchamos por nosotros mismos. Inculcar ese sentido solidario en el alma de los hombres, debe ser la primera función del maestro. Debemos terminar con la creencia de que la luchar por la vida es la lucha contra los hombres. La lucha por la vida es la lucha por los hombres y no contra ellos. Esa lucha, sostenida por el inmenso equipo de dieciocho millones de argentinos encaminados a lograr la felicidad del pueblo en el presente y la grandeza de la Nación en el futuro, es, sin duda alguna, el objetivo que ha de fijar claramente a cada argentino su función, no solamente en la niñez sino en toda su vida. Si los maestros inculcan a cada argentino esa idea, se logrará el triunfo de la República Argentina en el presente y el triunfo de la Nación en el futuro. Nosotros pensamos que hay que darle una nueva mística y una nueva tónica a la ejecutora de los maestros argentinos. Ellos deben conformar la moral y el espíritu de nuestros niños, aún cuando para eso fuera necesario sacrificar el tiempo dedicado a formar sabios, porque los hombres sabios que no están animados de la prudencia que dan las virtudes suelen ser elementos negativos en la vida de los pueblos. Cargar el tono y el módulo de la instrucción sobre el espíritu de los hombres más que sobre su inteligencia, es para mí lo decisivo del momento que vive la República. Y en esto, realizado el primer objetivo de la solidaridad, que es el camino de la unidad del país y de la unidad de los argentinos, y cargando el tono sobre el espíritu de las generaciones que van a ponerse en marcha, salvaremos los difíciles momentos a que está abocado el mundo y salvaremos también a nuestro país en esos graves momentos. Yo quisiera que dentro de unos años la Argentina próspera, floreciente y feliz, formada por una comunidad justa y honorable, fuese ejemplo para los países del mundo y que cuando nos pregunten quienes fueron los que tuvieron el mérito de haber realizado esa Argentina, pudiésemos decir: los maestros que han preparado las generaciones, que han hecho de nuestra tierra un país de justicia, de libertad, de amor y de trabajo. Solamente así interpreto yo la noble tarea de enseñar. Enseñar no es tanto grabar en la memoria del niño los conocimientos de la historia, la geografía, el idioma y todas las demás cosas que se presuponen necesarias para la vida de los hombres como conformarle un espíritu aparente para enfrentar la vida con virtudes y con sacrificios. Creo que la tarea del maestro no puede ser tan vulgar como sería la de llevar a la inteligencia de los hombres un poco de luz, tan infinitamente pequeña como la luz que puede acopiar en toda su vida, sino que su labor ha de ser más grande y más noble: la de dar la inmensa luz de la bondad a cada uno de los espíritus en contacto con su prudencia y con su sabiduría. Esa tarea es, sin duda, la tarea de los santos, de los héroes y de Dios. Imitarla es acercare a los santos, a los héroes y a Dios. Esa ha de ser la tarea de los maestros. Señoras y señores: no sé si en todos estos años en que nosotros hemos trabajado buscando llevar al pueblo estas ideas habremos cumplido con nuestros deseos. Pero la tarea de adoctrinar a la Nación, es una tarea lenta, persistente, de abnegación y de sacrificio permanente, porque adoctrinar no presupone solamente enseñar sino también inculcar. Vale decir, no es sólo ilustra el conocimiento; es también modelar el alma. Pero para modelar el alma no es suficiente mostrar, es necesario persuadir; es preciso convencer. Por eso nosotros al crear una doctrina nacional, hemos pretendido dar al pueblo argentino un alma colectiva, y por la persuasión, que ha de ser lenta y perseverante, llevar al espíritu de cada uno de nuestros hombres la necesidad de luchar por valores que suelen ser superiores al poder, a la riqueza o a cualquier otra superficialidad. Pensamos que en esa inmensa tarea de adoctrinar al pueblo argentino, para formar sus virtudes, para establecer los objetivos de conjunto de nuestra acción y para elevar y enaltecer los valores que la comunidad impone que se valoren y que se enaltezcan, es menester luchar para formar esa alma colectiva, tarea que debemos esquematizar en forma de doctrina, ala que como digo, es necesario conocer y penetrar. Pero todo ello es insuficiente e inoperante si no se consigue sentir en cada uno de los individuos; es necesario conocer, penetrar y sentir, y alrededor de eso ir creando un espíritu que, consubstanciado con cada individuo y con la colectividad, llegue a formar una mística alrededor de esa doctrina, mística que indica la necesidad de que esa doctrina sea respetada y llevada adelante y, cuando no esté de acuerdo con las circunstancias, modificarla. El alma de los hombres necesita tener un camino, una meta; no hay nada más triste en la vida de los individuos que ese que da vueltas si tener un camino que recorrer y vive su vida sin tener un objetivo al cual dedicarse. La doctrina nacional tiene por finalidad dar al pueblo argentino un camino que los justifique en su existencia, y dar a cada argentino una función dentro de ese camino y una tarea dentro del cumplimiento de esos objetivos. Son los objetivos de la nacionalidad que deben cumplir y es el camino que el pueblo debe recorrer para alcanzarlo. Es también tarea de la escuela ir dándole desde al individuo conocimientos de ese camino y de ese objetivos para ponerlo en marcha. Nosotros estamos para colaborar y ayudar la tarea de los maestros. Así entiende el gobierno su función. No estamos aquí para hacer lo que se nos ocurre. Nosotros somos los colaboradores de ustedes y nuestra función es posibilitar que obtengan en su función el máximo de provecho con el mínimo de esfuerzo. En eso nosotros hemos tratado de poner todo nuestro buen deseo para ayudarlos dentro de las posibilidades, haciéndoles los edificios necesarios y rodeando a los niños de un ambiente que los prepare para mejor recibir esa enseñanza, ocupándonos de ellos y de su alegría y bienestar y dándoles, dentro del panorama de la Nación, un estado de privilegio a que tienen derecho por ser entes que no pueden aún defenderse a sí mismos. Hemos tratado de dar bienestar a la familia argentina para que todos sus hijos estén en posibilitados de concurrir a la escuela. Hemos dado el bienestar para que esos niños vivan en su casa en mejores condiciones; para que cuando ustedes reciban un niño alegre, sin dolor, sin miseria, sin necesidades, tengan ante sí una materia prima más pura y más hermosa para modelar. Toda esa inmensa tarea la hemos realizado en colaboración con cada uno de los maestros argentinos. Ahora les pedimos que colaboren con nosotros dando la formación ideal a cada uno de esos individuos, para que, conformando ellos la comunidad argentina, puedan un día constituir una Nación que haga honor a nuestro esfuerzo y a nuestro sacrificio, que haga honor al esfuerzo y al sacrificio de cada uno de los maestros argentinos. Por primera vez en la historia de la enseñanza argentina hemos conseguido constituir un Consejo de Educación sui géneris formado por el ministro de Educación del gobierno federal y los ministros de Educación de todas las provincias. Nosotros pensamos que hay que enseñar lo mismo al niño de Jujuy que al de Tierra del Fuego, y al de Buenos Aires que al de Mendoza. En consecuencia, es indispensable que los que dirigen la educación argentina estén en contacto permanente. Nunca pude explicarme el funcionamiento de un Consejo Nacional de Educación que no estuviera integrado por todos los ministros de Educación, que son las cabezas directivas de todas la enseñanza. Ese es el camino de la realidad. Era necesario conformar un nuevo sistema para que los hombres reunidos en el Consejo Nacional de Educación consideraran solamente los problemas relativos a la enseñanza de los niños, ya a la posibilidad de ofrecer a nuestros maestros un trabajo menor obtenido el mayor provecho. Sabemos bien que nuestra organización estructural y funcional de los organismos educativos no es todavía buena; solamente es regular. No estamos ni bien organizados ni funcionamos con perfección orgánica. Tampoco tenemos los mejores planes de estudio ni los mejores sistemas. Estamos "a caballo" de una evolución entre la escuela estática, que se cultivaba antiguamente, y la escuela activa, que parece ser la aspiración del futuro. Estamos en la zona de transición, donde no es posible todavía afirmar nada sobre las bondades del pasado o las ambiciones del futuro. Yo he preferido, antes de acelerar la reforma de la educación argentina, observar detenidamente lo que tenemos, porque a veces, en la aspiración de llegar a lo mejor, se termina con lo bueno. No he querido, en tal sentido, andar apresuradamente. Una reforma social, y aún una reforma económica, pueden hacerse un poco apresuradamente porque se trabaja sobre valores materiales, pero es muy delicado reformar apresuradamente cuando se trata del alma y de la inteligencia de los hombres. Por eso, hemos querido observar el panorama manteniendo lo que tenemos. Ahora, con ese conocimiento y sin despreciar nada de lo bueno que había, vamos a tratar de alcanzar el más alto grado de perfectibilidad en lo orgánico y en lo funcional. Y mediante el camino de una reforma circunstanciada, ondulante y lenta, iremos alcanzando, por racionalización, la única perfección que en este orden de cosas puede ambicionarse, dejando a la iniciativa de los maestros por lo menos el cincuenta por ciento, y tomando nosotros el otro cincuenta por ciento para dar la mayor uniformidad y la más alta perfectibilidad orgánica y funcional en la educación. Pero esa ha de ser una tarea que se maneje con guantes de seda y con tacto muy suave, para no producir un mal, aún cuando se tenga la ambición de producir un bien. Afortunadamente nuestro magisterio tiene profesionales altamente capacitados, viejos maestros también formados en esa maravillosa escuela empírica que es la experiencia. Hemos de echar mano a todo ellos para ir realizando un estudio de conjunto e ir gravitando paulatinamente en todos los métodos y sistemas, no con la finalidad de hacer lo mejor, sino conformándonos con hacer algo bueno, ya que a menudo lo mejor suele ser enemigo de lo bueno. La dedicación de los maestros será un factor enormemente favorable a este empeño. Hemos de tratar de interesar a todos los docentes argentinos en la solución de este problema, y llegará el momento en que hemos de solicitarles su opinión. Hasta tanto nosotros podamos formar una opinión de conjunto y hacerla llegar a todos los maestros, confiamos más en la iniciativa inteligente de cada uno de ellos que en lo que nosotros podamos dar de sabiduría y de prudencia a la función del magisterio argentino. Finalmente, deseo terminar estas palabras depositando mi fe absoluta en lo que los maestros argentinos son capaces de realizar, depositando también la tremenda responsabilidad del futuro en la conciencia de cada maestro. Es de esa conciencia de la que nosotros esperamos más, y es de esa responsabilidad de la que nosotros estamos en cierta manera ya seguros. Por eso, antes de despedirme de ustedes, quiero hacerles un pedido en nombre de la República; cada maestro deberá preguntarse todos los días, al terminar su tarea, si ese día, con sus muchachos o con sus muchachas, ha hecho algo para que, cuando ya grandes, sean un instrumento adecuado para dejar a nuestra patria más justa, más libre y más soberana que la que dejamos nosotros. Y ahora, les pido que, al retornar a sus puestos de combate, tengan la amabilidad de transmitir a todos los compañeros maestros de la provincia de Buenos Aires mi enrome simpatía, mi profunda fe en ellos y un gran abrazo que les mando a todos, muy estrecho y muy fuerte. .................
1953-08-30
EN LA ESTACION DE LA BANDA :
Amigos de La Banda: En primer término, deseo en este momento presentarles mis excusas por el hecho de que cuando llegué, a mi paso por esta, estuvieron esperándome, y hubimos de seguir de largo porque teníamos un horario perentorio que cumplir. Sin embargo, creo que me perdonarán de buen grado si saben que deseaba estar aquí sin hesitación y sin tiempo limitado para poderles hablar con toda sinceridad, con toda lealtad, y con todo el inmenso afecto que yo siento por cada uno de ustedes. Decía hace pocos momentos a mis compañeros reunidos en el teatro de Santiago, que la marcha difícil y azarosa de los hombres de gobierno que desean cumplir con su deber, se asemeja a esas caravanas que se deslizan lentamente a través de los inmensos desiertos de arena y que sufren el azote y el embate de todos los tiempos y de todos los vientos del desierto, que caminan día y noche en medio de los sufrimientos y de la fatiga. Les decía también que esa intensa fatiga de la marcha y ese amargo sinsabor de la lucha y del esfuerzo de esas caravanas, se ven compensados cuando llegan a poder beber el agua fresca y cristalina de los oasis, más hermosos cuanto más están rodeados de dunas y de arenas. Yo me siento igual en esta marcha pesarosa de diez años de lucha con la incomprensión; en esta azarosa marcha de gobierno de los hombres que conmigo van agotando en las fatigas sus energías todos los días. Llegamos a Santiago y bebimos en el alma grandiosa de este pueblo, el agua cristalina de los grandes valores de la nacionalidad. Los hombres que vivimos del espíritu, necesitamos beber de estas aguas cristalinas del optimismo, de la bondad de la humildad y del cariño como el de los santiagueños. Yo vuelvo a mí puesto de lucha retemplado, como si hubiera pasado un mes de descanso, con la ventaja, compañeros, de que llevo en mi alma energías acumuladas para diez años más de trabajo. Tan estimulado y tan tónica resulta para mí la inmensa bondad del corazón de los santiagueños. Vuelvo a la capital federal, pensando en cuánto tenemos todavía que hacer para nuestro pueblo. Yo les pido, como un amigo, humilde como ustedes, y que como ustedes piensa que la suprema virtud de los hombres está en la humildad buena que los grandes y generosos, que sigan luchando por esta tierra maravillosa que después de cuatrocientos años ve un renacer al calor del corazón de tantos hombres buenos y de tantas mujeres virtuosas. Y les pido, también, que sigan trabajando y luchando para que La Banda continúe progresando. Veo muchas casitas nuevas, veo muchas cosas lindas, pero que no igualarán jamás al hermoso corazón de los hombres de esta tierra. No olviden que esta lucha de todos los días por el engrandecimiento de La Banda, es también la lucha de todos los por el engrandecimiento de la patria, porque nosotros, los hombres que sentimos un inmenso cariño por nuestro suelo, vemos en el ardor con que ustedes están laborando la grandeza de Santiago, la grandeza de un jirón de nuestra tierra. Y pueden tener la seguridad absoluta de que no habrá esfuerzo, ni aún sacrificio, que nosotros no realicemos en bien de este pueblo que todo lo merece, para que un día, quizás no lejano, pueda llegar yo a estás tierras a disfrutar de un rato de reposo en el cariño de los hombres y de las mujeres que tanto quiero. Al regreso a Buenos Aires, quiero también llevar el mensaje cariñoso de estas tierras, para decirles allá, en el litoral, donde las cosas son más fáciles, donde la vida suele ser más amable y el trabajo menos duro, que aquí un pueblo de titanes esta construyendo sobre las sagradas tierras de sus antepasados, el templo de las virtudes argentinas -esa virtud suprema sin la cual los hombres han sucumbido en todos los tiempos-, creando la suprema dignidad del trabajo, que es la única que hace grande a la patria y nobles a los pueblos, para que podamos un día, a la usanza de ustedes, cantar vidalas a ese porvenir, a esa felicidad y a esa grandeza, amasadas por los hombres humildes de un pueblo que trabaja decidido a ganar en gloria y su inmortalidad en la bondad y en la humildad de esa suprema dignidad que solo reconocemos los peronistas en el propio trabajo. No les digo, adiós, les digo hasta luego. ..............................
1953-10-31
MENSAJE CON MOTIVO DE CELEBRARSE EL DIA UNIVERSAL DEL AHORRO
Como ya es tradición, hoy, Día Universal del Ahorro, el pueblo, por intermedio de sus organismos de previsión, y el gobierno, hacen un repaso de los acontecimientos más importantes vinculados al ahorro a fin de preservar en la misma senda trazar nuevas orientaciones para alcanzar integralmente los propósitos perseguidos. Yo pienso que esta manifestación previsora constituye un vehículo de imprescindible valor para estrechar esos vínculos. Y, más aun, tengo la absoluta convicción de que el ahorro es uno de los medios más eficaces para realizar y afianzar la justicia social, la independencia económica y la soberanía política, fundamentos indispensables de una paz verdadera, solo concebible entre pueblos libres, justos y dignos. Nuestro concepto justicialista del ahorro esta referido a un justo equilibrio entre el salario y el nivel de vida. Inútil seria pretender que ahorre el necesitado. Pero sí, podemos reclamarlo, del que gana lo suficiente para vivir bien y, satisfechas sus necesidades y las de su familia, se encuentra aun con algo de lo que ha percibido en pago a su esfuerzo y a su dedicación. En el curso de estos años, la República afronto las consecuencias de los problemas económicos que afligen a muchos países. No podía pretenderse otra cosa, puesto que vivimos en el mundo y somos parte de él. Las guerras hay que pagarlas. Por consiguiente -y dos veces en el curso de la media centuria que acabamos de transponer-, las guerras provocaron una acelerada descapitalización de los países y una más rápida descapitalización de las clases laboriosas, pues, a la postre, son siempre los pueblos quienes acaban pagando los errores de los gobernantes, La Argentina, tierra de vastas posibilidades, ofrecía hasta no hace muchos años esta tremenda contradicción: país rico, pueblo pobre. Y aun su misma riqueza estaba manejada por extraños, cundo no simplemente enajenada. En esas condiciones, ¿cómo podía ahorrar el pueblo? Es decir ¿cómo podía capitalizarse? Era, pues, imprescindible antes que nada, implantar la justicia social y asegurarla inmediatamente con la conquista de la independencia económica. En otras palabras, era necesario proporcionar al trabajador un nivel de vida digno mediante la mejor distribución de la riqueza y tomar el timón de esa riqueza, para multiplicarla y ponerla al servicio de pueblo y de la Nación. Bien saben los argentinos, como hemos luchado y como hemos vencido en esa batalla por la reconquista de nuestro destino. Es ocioso repetir aquí, en detalle, una verdad que está en el corazón de cada uno de nuestros hombres de trabajo y se refleja en el inmenso campo de posibilidades que la Nueva Argentina puede ofrecer a sus hijos. "Ahorra quien puede y no quien quiere". Y en este tema de la previsión, yo también he preferido escuchar a la voz que jamás se equivoca: la del pueblo. El gobierno justicialista -que mediante la Doctrina Nacional propugna la equitativa distribución de la riqueza- ha creado las condiciones más propicias para que se manifieste la natural inclinación del hombre hacia el ahorro. Y lo ha hecho por la sencilla razón de que sin bienestar individual y colectivo no es posible la justicia social, de igual manera que sin justicia social no es posible una real libertad del pueblo. Puedo afirmar, y las estadísticas así lo demuestran, que en cualquier orden de la previsión, durante mi gobierno se superó con amplitud todo cuanto habían realizado las administraciones anteriores. En esto, debo destacar la magnitud del aporte popular para hacer efectiva esa política. Es una colaboración que abarca lo económico, lo social, y primordialmente, lo moral. Cuando en 1952 formulé un llamamiento al pueblo a fin de que apoyara el plan económico, necesario entonces para crear las condiciones favorables a la concreción del Segundo Plan Quinquenal, las clases laboriosas argentinas ahorraron como nunca lo habían hecho, registrándose cifras sin precedentes. En verdad, no fue necesario volver a repetir la instancia. La conducta de 1952 se hizo hábito en nuestros trabajadores. Y los resultados están a la vista. En lo concerniente al ahorro postal, debo señalar que el ahorro neto correspondiente a los ocho primeros meses de 1953, superan lo alcanzado durante todo el ejercicio anterior. Eso demuestra que el pueblo está atento y sigue paso a paso la evolución del país, pues tiene conciencia del papel que le corresponde desempeñar en el logro de los grandes objetivos nacionales. Asimismo, sirve para comprobar que los argentinos entienden que el bienestar no esta reñido con la austeridad y que la austeridad no es privación, sino aversión al derroche. Nuestro pueblo ha aprendido ya, a no dejarse seducir por los espejismos que suelen acompañar a la prosperidad y refrenar esa natural propensión al gasto excesivo cuando sobran unos pesos en el bolsillo. La Argentina en estos momentos, vive una etapa constructiva de singular trascendencia para el futuro y ha asumido la responsabilidad, ante América y el mundo, de contribuir lealmente y en reciprocidad de esfuerzos para hacer efectiva la paz duradera que anhela la humanidad. Es necesario tener presente que cuanto realizamos dentro de nuestra fronteras se proyecta sobre el plano de lo universal. El ahorro es un medio propicio para que hagamos realidad esos ideales. Por eso a través de los organismos bancarios, y particularmente de la Caja Nacional de Ahorro Postal, el gobierno está empeñado en alcanzar, dentro de las realizaciones del Segundo Plan Quinquenal, nuevas metas para el ahorro obrero y el ahorro escolar: las correspondientes al grado de bienestar que, Dios mediante y con el apoyo de todos, conquistaremos en este quinquenio. La trascendencia del ahorro en dichos sectores de la población está determinada por la gran importancia de los principios que la informan, tendientes la creación de una juventud sana de alma limpia de intenciones, y a la formación de una conciencia amplia y generosa entre nuestros trabajadores respecto de sus deberes para con la familia y la sociedad, Con la autoridad que nos otorga el haber trabajado tan intensamente en los campos de solidaridad social, mostrando a todos los horizontes el fruto fehaciente de nuestra realizaciones, podemos decir hoy al mundo que el pueblo y el gobierno de la Argentina, unidos indisolublemente en el ideal de justicia y libertad, formulan, en el Día Universal del Ahorro, el voto de perseverar en la lucha abrazada con fervor en las jornadas de octubre de 1945, inspirados en su brega por el anhelo de forjar un mañana mejor para nosotros y para todos los hombres de buena voluntad. Podemos decirlo porque en nuestra comunidad tiene fecunda resonancia el mensaje de los congresales que, hace ya casi treinta años, instituyeron la universalidad del 31 de octubre como un puente de amor entre los hombres y los pueblos. .................
1953-11-06
EN EL ACTO REALIZADO EN SU HONOR EN "LES AMBASSADEURS"
Seria difícil para mí poder manifestar todo el júbilo y hacer presente todo mi inmenso agradecimiento por las palabras que termino de escuchar, como así también por la entrega del diploma de la Karen Keyemeth Leisrael, con que se me ha distinguido, quizás inmerecidamente, por lo que haya hecho, pero muy merecidamente por todo cuanto siente mi corazón. Yo debo agradecer una vez más las inmensas amabilidades con que me abruma la colectividad judía en la Argentina. Es para mí, en cada una de estas ocasiones, una mayor obligación que voy grabando muy profundamente sobre mi corazón de hombre patriota y de hombre sencillo. Yo deseo también que mis primeras palabras sean para rendir el más respetuoso y el más cariñoso homenaje a Israel en la persona de su representante diplomático. Tuvimos el honor de ser muy buenos amigos con el ministro que representó tan dignamente a Israel en nuestra tierra hasta hace poco tiempo, y aspiramos a ser tan buenos amigos con el nuevo ministro que representa a esa hermosa tierra. Dijo recién el compañero Zabotinsky que los judíos, por haber sufrido en carne propia durante milenios enteros la injusticia, son los que están en mejor situación para compartir y comprender que es el justicialismo. En efecto, nuestra doctrina es exclusivamente justicial, vale decir que cualquier otro sentimiento no será nunca para nosotros tan repugnante como la injusticia en cualquiera de sus formas. Y yo quiero, en esta ocasión, para no hacer un discurso más, lleno de lugares comunes, referirme a un tema que me es especialmente grato en esta circunstancia, y es explicar, en pocas palabras porque nosotros amamos y respetamos a los judíos igual que a nuestros propios hermanos de raza y religión. Nosotros concebimos la vida bajo una nueva forma filosófica. Las bases que han servido para armar el andamiaje que sostiene toda la teoría del justicialismo, van afirmando nuevas conciencias, más bien confiadas al espíritu de los hombres que a ninguna otra fuerza de la naturaleza. Nosotros decimos que el hombre es el principio y el fin de nuestra existencia. Damos al hombre el centro fundamental sobre el cual giran todas nuestras conciencias, todos nuestros ideales y nuestras ilusiones. Por eso, siendo el hombre la base, el principio y el fin de nuestra concepción justicialista, sentimos, pensamos y realizamos en su beneficio, en su dignidad y en su honra, cuanto hacemos. Cuando nosotros hubimos de pesar profundamente sobre cuales eran las causas de un tipo de pensar y sentir regionalistas, y analizamos cuales eran, también las consecuencias de un pensar y sentir regionalistas, pusimos las bases para elaborar una nueva concepción de la patria, de su existencia y de su realización. No concebimos nosotros la patria como una expresión geográfica ni como una expresión excluyente; tampoco, como una existencia material orgánica de un país, de una región, de una agrupación de personas, de animales y de cosas. Nosotros pensamos que el patriotismo, el único patriotismo que puede llenar el corazón de un hombre, es el amor sentido y realizado por los que conviven, piensan, sienten y sufren con él. Ello implica que amamos a la comunidad y, en la comunidad, a cada uno de los seres que la componen. Nosotros, por eso, no concebimos un patriotismo exclusivista y menos un patriotismo de disociación, de anarquía, de odios, ni de descarte de ninguna naturaleza en la comunidad. Nosotros hemos observado a través de la historia que los pueblos ceñidos al sentido geográfico regionalista o materialista de las comunidades, han ido desapareciendo paulatinamente, algunos en pocos años. Eso ha ocurrido porque el amor regional a la tierra no es todo en la vida de los pueblos. Pensamos que esas expresiones geográficas, primero en los regionalismos familiares, después en las tribus, luego en las ciudades, mas tarde en los países, han ido cediendo a la acción destructora del tiempo. Vale decir que los hombres nunca han constituido patrias permanentes porque esas patrias no han sido armadas sobre el sentido y el sentimiento permanente de los pueblos. Pero en los últimos cuatro mil años de nuestra existencia tenemos un ejemplo; el pueblo judío. Él, merced al escarnio y a la injusticia, no tuvo patria, pero se amó entre sí; como pueblo desarrolló una solidaridad invencible a través de los tiempos y de las distancias, y como pueblo formó una patria errante, pero una patria a través de cuatro mil años. Nosotros, que tenemos la fortuna de poseer esa patria grande y generosa, ¡cual no sería la inmensa fuerza que crearíamos si, imitando al pueblo judío, desarrolláramos entre nosotros el amor de esa manera que nos hiciera perdurar a través de cuatro mil años! Todos los pueblos tendrían que agradecerle, al pueblo judío ese ejemplo que ha dado al mundo, si supieran imitarlo; si supieran imitarlo desarrollando el amor entre los hombres y no el odio y la división decadente que escarnece. Señores: ya ven que nuestro justicialismo no es una cosa improvisada; no es una cosa que haya olvidado las lecciones de la historia. Recién estamos en los comienzos. El pueblo judío tiene su experiencia milenaria, y nosotros haremos mucho bien en imitarlo. Quiera Dios que eso que nosotros echamos como base de una nueva nación, que eso que nosotros afirmamos sobre ese ejemplo extraordinario que la historia nos ofrece, sea el renacer de un pueblo que forme una comunidad donde la justicia, la libertad y el amor hagan florecer, a través de milenios, la tradición, que es lo único grande que se transporta a través de la historia, porque sobrevive a los tiempos y a las circunstancias. Quiera Dios que a través de cuatro mil años podamos algún día, los argentinos, afirmados en los mismos sentimientos con que los judíos formaron su gran pueblo, festejar el advenimiento de una patria gloriosa, chica pero digna, pequeña pero grande en su inmenso significado a través de los milenios de la historia. Señores: yo agradezco profundamente esta demostración; agradezco a todas las organizaciones judías de la Argentina que nos hacen llegar su aliento, porque los hombres que dedicamos la vida a trabajar por el país, tenemos solamente vida a través de ese aliento, aliento que es a la vez la fuerza motriz que nos impulsa; es la fuerza motriz que lleva a la abnegación, al sacrificio, sin lo cual ni los hombres ni los pueblos, pueden triunfar. Yo hago en esta ocasión un invocación a nuestro Dios común, al Dios de todos, al único Dios, al Dios que todos amamos; para que derrame a manos llenas la gloria de sus bendiciones sobre todos los pueblos de la tierra, y que de al pueblo judío, perseguido durante tanto años, la gloria que sueñan sus hijos y que deseamos todos los hombres de buen corazón que amamos, a través de los siglos y de las distancias, a los pueblos cuyos hombres se sacrifican, sufren y mueren para que triunfen sus patrias. .............
1953-11-11
MENSAJE A LOS DOCENTES
Yo deseo que mis primeras palabras sean para saludar a los señores delegados, y por intermedio de ellos a todo el magisterio argentino, haciendo presente al mismo tiempo que desde aquí comprendemos y valoramos la extraordinaria acción que realizan los maestros argentinos a lo largo de todo el territorio de la patria. Ellos tendrán el mérito de ser sus verdaderos forjadores en lo más noble que tiene la patria: sus hombres. Por eso yo siento también el insigne honor de ser en alguna forma, en la comunidad, un maestro. Yo no creo que gobernar sea solamente realizar obras, administrar y dirigir el Estado de la Nación. Yo creo que gobernar es una tarea de extraordinaria importancia en la vida y en el desenvolvimiento del pueblo. Por eso creo que la tarea más fundamental del gobierno es influir y desarrollar la cultura y la educación popular en todas sus formas. Cuando rememoramos a lo largo de la historia la ilustre figura de Pericles, este nos resulta más grandioso por el contenido cultural que dio a su pueblo que por todas las obras que realizó en su gobierno. De ahí que yo sea de los que piensan que en el mundo no puede haber un buen gobernante si este no se siente profundamente un maestro en el que, naturalmente, su pedagogía consiste más que nada en los ejemplos de abnegación y de sacrificio que sea capaz de poner en evidencia, porque a lo largo de todos los tiempos la mejor pedagogía es el buen ejemplo que podemos dar a los demás. Yo celebro poder hablar hoy a todos los delegados que representan a los maestros argentinos; y lo celebro por que es la iniciación de una nueva etapa en la elevación orgánica de la República. Yo pienso que un país puede ser gobernado, aún careciendo de muchas cosas, pero no puede ser gobernado cuando carece de una organización. El gobierno, ejercido con verdadero sentido democrático, es aquel en que los gobernantes se consideran ligados a un contrato bilateral con su propio pueblo, y gobiernan bien cuando son capaces de hacer y de producir lo que el propio pueblo piensa y desea. Para que ello sea real, el gobernante debe recibir la inspiración de su propio pueblo, pero no la inspiración de pequeños sectores que manifiestan representar al pueblo, sino la verdadera, real y fehaciente representación del pueblo mismo, libremente elegido y libremente actuando. Todo lo demás que pudiera invocarse en este sentido, sin la existencia fehaciente de una representación, es una simulación y un engaño más. Generalmente las malas obras de gobierno están influidas por esos engaños y por esas simulaciones y por esa razón no aceptaré jamás caer en ellas para producir ningún acto de mi gobierno. Cuando de los intereses de los maestros se trata, yo solo quiero escuchar a los maestros. El gobierno y el pueblo argentino tienen una inmensa deuda que cumplir con sus maestros. Hasta ahora en nuestra tierra, no se ha cumplido ni estimulado esta noble profesión y arte de enseñar. El maestro es uno de esos tantos entes que he mencionado muchas veces y que constituyen la clase de personas dedicadas a servir a los demás. Todo su esfuerzo y su sacrificio esta destinado al bien ajeno. De ese idealismo y de ese patriotismo nos hemos acordado muchas veces, pero no hemos hecho todavía nada efectivo para elevar al maestro a la verdadera dignidad que debe tener. Es que el maestro en nuestra tierra, por su humildad, ha sido, quizás olvidado en los centros donde la humildad no fue nunca una virtud apreciable. Y yo creo que, precisamente, la mayor grandeza del maestro reside en su propia y natural humildad. Por eso veo auspicioso este acto. Lo veo con los ojos del corazón, que son los que más ven y ven más profundamente. A lo largo de la experiencia que mi vida pública me ha brindado, he aprendido que las profesiones, que las agrupaciones y los hombres, trabajan por su propia dignificación en forma que ningún otro lo puede realizar de manera que le tengan algo que agradecer. La dignificación del maestro ha de venir por el maestro mismo, y sus valores han de ser defendidos y enaltecidos por sus propias organizaciones. Uno de los factores que ha creado el olvido del maestro, ha sido la inexistencia de organización alguna que defienda sus intereses profesionales. No es suficiente tener dignidades y derechos; es necesario hacerlos resaltar; poner en evidencia y exigir su cumplimiento. En las comunidades inorgánicas estos hechos son imposibles de realizar; solamente las comunidades organizadas hacen prevalecer esos derechos sobre los demás derechos que los atropellan o que los someten; es la organización la que pone en evidencia, en presencia, y en acción, los verdaderos derechos de los hombres libres. Por esa razón es que yo veo tan auspiciosamente el hecho que más de ocho mil maestros argentinos, en representación de todo el magisterio, se reúnan en esta ocasión para determinar la suerte de su propia organización, como ellos quieran, cuando quieran, donde quieran y en la forma que quieran. Solamente las organizaciones libres y libremente constituidas pueden tener vida efectiva, real y permanente. Ninguna organización que sea digitada, ninguna organización que sea presionada puede vivir dentro de las organizaciones libres del pueblo. Por esa razón es que esta asamblea, absolutamente soberana, dictará su propia organización, su propio estatuto, elegirá sus propias autoridades, según el entender y saber de cada uno, poniendo la mano sobre su corazón, para determinar quienes han de regir el destino de esta magnifica organización que surge, seguros de que en la responsabilidad de discernir esta otra responsabilidad, cada uno de los presentes tiene una parte importante que jugar. Para esta organización, que ha de unir en una sola voluntad y en una sola acción a los maestros argentinos, invoco a Dios para que con su protección ampare e ilumine cuanto va a decidirse en esta asamblea. Sin embargo, me he de permitir, abusando de la amabilidad de todos los delegados, como más viejo y quizá más experimentado en estas lides de la organización, hacer algunas consideraciones de orden general en lo orgánico. Organizar no es, como muchos creen, juntar unas cuantas personas y crear unos cuantos organismos; es una cosa más compleja y más profunda. Lo primero que hay que organizar es la mentalidad de los organizados. Bastaría poner un ejemplo, un tanto grosero, pero objetivo para mostrar la verdad de esta afirmación. Supongamos que tomáramos un número determinado de personas, extraídas de distintos lugares, con diversos modos de pensar, con diferentes modos de sentir, con diversos intereses y pasiones, y las pusiéramos en un local para discutir un problema. Es probable que si las dejamos dos o tres horas discutiendo, cuando volviéramos estarían todas las sillas en acción. Esta es una cosa natural, porque solamente pueden discutir constructivamente aquellos que discuten la solución de un problema que es común y que también tienen finalidades comunes. Por esa razón, a pesar de haber comenzado nosotros el trabajo de la organización, recién en el 1952 dije yo al país que era el "Año de la organización". ¿Por qué dejamos pasar nosotros tantos años para organizar? Porque esos años los empleamos en adoctrinar a los que deberían ser organizados, vale decir, persuadirlos de la necesidad de luchar por una misma causa, con los mismos objetivos, las mismas formas de ejecución, para que las personas adoctrinadas pudieran ver las cosas de una misma manera, apreciarlas de un modo similar y resolverlas de una manera semejante. Solamente así es posible intentar una organización. Reunir elementos total y absolutamente heterogéneos en una organización, es más bien desorganizar que organizar. Fue necesario dar al país una doctrina nacional antes de tentar la organización nacional. Cuando a menudo oigo hablar de la organización nacional realizada en 1850, se me presenta un poco discutible la afirmación de la organización nacional. En 1850 tuvo lugar la organización estatal, no la organización nacional. Recién ahora estamos realizando la organización nacional. En aquella época el país se organizó institucionalmente. Se constituyó un Estado Federal y varios Estados provinciales, manteniendo algunos otros llamados gobernaciones. Pero el país siguió sumido en la misma anarquía que antes, en razón de que sus fuerzas populares, vale decir, las fuerzas nacionales, en alguna manera se organizaron. Desde entonces hasta ahora, todos hemos seguido como franco tiradores, luchando los unos contra los otros, cada uno por sus propios intereses, sin conjugar los intereses del conjunto, que son los más importantes de todos los intereses. Por esa razón, muchos se realizaron dentro de esa comunidad, que no se realizó a sí misma. Por eso muchos hombres disfrutaron de un alto grado de poder y de riqueza, pero apoyados y sustentados por millones de hombres que vivieron en la miseria y en la necesidad. Yo soy de los que creen que solamente pueden realizarse los individuos en una comunidad que se realiza en conjunto. La comunidad es como un barco que navega de un puerto a otro; ninguno de sus pasajeros puede tener la pretensión de llegar con felicidad al puerto siguiente si el barco naufraga en el camino. En estas comunidades nosotros también somos pasajeros y ninguno podrá terminar bien su viaje si este inmenso barco, que es nuestra comunidad, no llega con felicidad al puerto de destino. La organización del pueblo es lo único que puede garantizar la realización de la comunidad, y entonces si, dentro de esa comunidad que se realiza en conjunto, cada uno de nosotros podemos realizarnos a nosotros mismos, sin que la conciencia nos haga notar que nos realizamos sobre el dolor, la miseria ni sobre la desesperación de los demás. Señores: la organización de los maestros es propugnada y será protegida por todos los medios, por el Estado y por el gobierno. Porque la organización de los maestros, que comprende un sector tan importante, tan responsable y tan trascendente en la vida y en el futuro de la Nación, debe ser celosamente defendida y protegida por el Estado. Dicen que una de las primeras medidas que tomo Licurgo al hacerse cargo del poder, fue la de suprimir la antigua costumbre espartana de utilizar como maestros a los sabios cautivos o esclavos en sus conquistas, porque decía Licurgo que los hijos de Esparta no podían ser educados e instruidos por esclavos. Si la Nación quiere ver bien educados y bien instruidos a sus hijos, debe cuidar la existencia feliz de sus maestros. Y si los maestros desean que su existencia feliz sea cuidada por el Estado, deben organizarse, para que en el caso de que el Estado se olvide de ellos haya quién se lo haga recordar oportunamente. Y digo esto porque yo he conocido maestros a quienes estuvieron dos años sin pagarles el sueldo. Estas injusticias son solo posibles frente a una masa inorgánica que no puede individualmente defender sino derechos individuales. Los Estados justos son maravillosos, pero son más maravillosos los Estados que no pueden ser injustos. Para todo ello sirve la organización, pero sirve aún más allá de la propia defensa de los intereses profesionales. Sirve para afirmar, en este importante sector de la comunidad argentina, el futuro sentido solidaridad, que es lo que consolida, junto con la organización sectorial del pueblo, la existencia de la propia Nación y del propio pueblo. Una vez organizados, comienzan a trabajar insistentemente dentro de toda organización dos fuerzas: las fuerzas de la aglutinación y las fuerzas de disociación, que son siempre las dos que actúan en toda organización. Son, en otras palabras más objetivas, los que empujan para adentro y los que empujan para afuera. En toda organización encontrarán siempre estas dos clases de personas. Es menester, para dar existencia permanente y consolidar la organización, que las fuerzas de la aglutinación se impongan a las fuerzas de la dispersión. Y eso se consigue solo a través de una actividad: el desarrollo permanente del sentido de solidaridad, solidaridad que empieza por los individuos y termina por las más grandes agrupaciones, incluso la propia Nación, para que sea una Nación, hasta el día en que el sentido de solidaridad nacional no prime y domine sobre todos los demás sentidos de la nacionalidad. ¿Cómo se desarrolla ese sentido de la solidaridad orgánica? Existen dos formas: la colectiva y la individual. La colectiva es la que desarrolla la organización cuando una organización de diez maestros, en representación del magisterio, reclaman sus derechos a una mejor remuneración o a una mejor condición de trabajo. Cuando se funda una mutual que enfrenta los riesgos imprevisibles y permite al individuo ser ayudado y apoyado solidariamente por la organización en la necesidad que se le presenta en forma insólita, se está desarrollando una acción de solidaridad colectiva y se esta trabajando por el sentido de verdadera aglutinación orgánica. Cuando se funda una cooperativa o una proveeduría para la defensa del poder adquisitivo de los sueldos, mediante lo cual la comunidad organizada hace la defensa de cada uno de los intereses asociados, se está desarrollando una acción de solidaridad colectiva. Con toda esa acción que debe desarrollar la organización para consolidarse en el sentido aglutinante, sin el cual las organizaciones perecen, se está desarrollando la obra más trascendente e indispensable a toda organización humana. Además de estas acciones tendientes al desarrollo y a dar el temple necesario a la organización en el sentido de la solidaridad, existe también el sentido de la solidaridad individual, que eso es ya razón y motivo de la propia formación del individuo, en la que nosotros los dirigentes, dentro de los cuales los maestros quizás sean los más importantes, tenemos una gran función que cumplir. Tenemos que desterrar del individuo el sentido egoísta de un individualismo despiadado para reemplazarlo por el sentido altruista de la vida en comunidad. El azote más terrible de la humanidad del presente, quizás sea el que el egoísmo se haya entronizado en todas partes y en todas circunstancias. No hay problema de la humanidad presente que no pudiera resolverse si los hombres, si los Estados, o si las naciones, renunciaran al estúpido egoísmo que los va a destruir. Y será más fuerte y será más eficaz y será más provechosa cuanto menor sea el grado de egoísmo que pueda vivir en ella. Por eso, la acción individual de todos nosotros, si queremos formar una Nación solidaria, si queremos que nuestras organizaciones se consoliden y conformen una verdadera organización nacional, que todavía no existe en esta tierra, debemos orientarla a educar a nuestros hombres en ese sentido solidario que ha de permitirnos que todos pensemos primero para todos antes de pensar cada uno para sí mismo. Resumiendo, señores, si yo hubiera de aconsejarles, con esta ya larga experiencia que voy teniendo sobre las organizaciones, habría de hacerlo en pocas palabras. Lo primero que hay que hacer es que todos los maestros se sientan amigos entre sí; que lleguen a establecer una verdadera hermandad dentro de la cual para un maestro no haya nada mejor que otro maestro. Luego, que prime dentro de la organización siempre el sentido ecuánime que debe primar en toda organización humana. Los hombres civilizados deben haber aprendido ya a esta altura de la vida que las decisiones de las grandes organizaciones colectivas deben tomarse por mayoría de opiniones, y que es una virtud, para quien piense distinto, que una vez tomada la decisión se someta a la resolución de la mayoría, cualquiera sea. En la organización, cada uno discute su propia manera de pensar, pero cuando la mayoría ha decidido lo contrario, él debe ser el defensor del contrario a su propia idea, si es preciso. Sin esta elasticidad de criterio, no existe posibilidad alguna de organizar a los hombres, y los que no son capaces de someterse a las decisiones libres del conjunto, es mejor que se aíslen y vivan como salvajes permitidos por la civilización. Tercero, para que ambas cosas sean ciertas, la organización debe ser abiertamente libre. Nadie debe tratar de primar en ella, y todos juntos, los que componen una organización, no deben permitir que nadie de afuera meta la nariz en la organización. Cuarto, es menester que, una vez constituida la organización, cada uno de los que la componen se transforme desde ese mismo momento en un defensor implacable se esa propia organización, y desde ese mismo momento debe trabajar para crear dentro de la organización las propias autodefensas orgánicas, que han de hacer la defensa sistemática contra toda infiltración o enemigo de afuera. Quinto, es menester, una vez establecida la organización, que toda la masa orgánica se dedique a conformar y a capacitar a sus dirigentes, porque las organizaciones no valen tanto por el número de adherentes que posean, como por el valor intrínseco de cada uno de sus dirigentes. En esto he dicho, y digo siempre, que es mejor ver cien ovejas mandadas por un león, que cien leones mandados por una oveja. Sexto, cuando las organizaciones están en formación, es menester que los dirigentes encargados de realizarlas multipliquen su acción y procedan activa y efectivamente a completar las formas orgánicas, aún a riesgo de decidir y de realizar por sí, porque cuando se comienza, la organización vive en un momento de crisis, y no se puede estar perdiendo el tiempo en muchas consultas. Entonces, se organiza rápidamente, se decide por sí y después, en último caso, se consulta finalmente al resto de los asociados. Pero es menester accionar activa y diligentemente aunque sea sin mirar mucho las formas, pero sí respetando el fondo que se persigue con la organización. Y, séptimo, es menester que en organizaciones como la de los maestros extendidas a lo largo de toda la República, exista un organismo permanente que, desplazándose ininterrumpidamente durante todo el tiempo de la existencia, vaya avivando y propugnando en todos los sectores de la organización, aún en los más lejanos, lo que la organización está viviendo. Solamente así es posible que toda organización, desde La Quiaca hasta la Antártida y desde Buenos Aires hasta Mendoza, pueda vivir las situaciones al día y pueda obrar con unidad de concepción y actuar con unidad de acción. Es solamente mediante esta unidad de concepción y esta unidad de acción que las organizaciones pueden realizarse a si mismas. Yo pido, señores, que ustedes, que tienen frente al numeroso magisterio argentino la responsabilidad de cumplir estas siete reglas de la organización sindical, sean iluminados en lo que van a hacer. Esta iluminación solamente se puede recibir cuando se actúa con buena fe, en primer término; sin otro interés que el interés de todos, en segundo término; y cuando se lo hace con un absoluto desinterés personal, en tercer término. Quizá nunca en la historia del magisterio argentino se haya producido un acto tan trascendental como el que se está realizando en estos instantes. De ello han de surgir no solamente ventajas materiales, sino inmensas ventajas espirituales para todos los maestros argentinos. Será esto la iniciación de un verdadero concepto social dentro del magisterio, que tendrá una virtud extraordinaria: la de satisfacer una innumerable cantidad de problemas, hoy insatisfechos. Pero, por sobre todo, llegarán a convencerse nuestros propios maestros de la inmensa conveniencia de la solidaridad social, como así también del inmenso provecho que se recibe de esa solidaridad en acción orgánico-social y, aprenderán, también ellos, en su propia experiencia, la mejor pedagogía para inculcar a nuestros hombres del futuro el valor extraordinario de esa solidaridad social. Señores: He sostenido siempre que el magisterio argentino está formado por hombres y mujeres virtuosos y capaces; he sostenido que, quizá, de todos los magisterios que yo conozco en el mundo, habrá alguno que pueda semejarse al nuestro, pero no hay ninguno que pueda superarlo. Yo sé que el magisterio en la Argentina se ejerce con formas de apostolado; yo sé de la pobre maestrita que en el límite más apartado de nuestro territorio cumple, abnegada y humildemente, con la misión de ir forjando una patria más culta y mejor; yo sé como han soportado las necesidades y aún la injusticia, dentro de una abnegación resignada y valiente; yo sé como cumplen sus funciones, y yo sé bien que si no la han cumplido mejor es porque naturalmente no han contado sino con sus propios medios para realizarlas, quizá sin unidad de concepción; yo sé que en viviendas inadecuadas y en escuelas imposibles de concebir, han seguido realizando esa misión; y yo sé bien, en fin, cuanta abnegación y sacrificio califican al magisterio argentino como uno de los mejores y más abnegados del mundo. Por eso nos hemos puesto a la tarea de ir remediando esa situación paulatinamente. Y por eso, mediante esta organización, esperamos que ustedes y nosotros, mancomunados con el mismo espíritu de patriotismo que nos anima, hemos de realizar acabadamente la obra que el magisterio argentino espera desde hace ya muchos años. Por todo ello es que deseo que esta organización, nacida bajo tan nobles y grandes auspicios, se realice de manera que pueda llevar un poco de mayor felicidad a cada uno de los hogares del magisterio argentino y se realice para bien de la escuela argentina y de la patria, y se realice acabadamente para que una vez que la organización esté en pie y funcionando, nos digan a nosotros qué quieren los maestros argentinos del Estado argentino, y el Estado no omitirá ningún sacrificio ni ningún esfuerzo para satisfacerlos. Finalmente, deseo pedirles, que terminado el trabajo orgánico que ustedes han de realizar, como quizás yo no tenga oportunidad de verlos nuevamente, quieran ser intérpretes de estas palabras frente a todos los maestros argentinos al llegar a cada una de las escuelas que ustedes representan, las que, a su vez representan toda la enseñanza argentina en su etapa más noble y más importante. También les pido quieran darle de mi parte un abrazo a cada uno de los maestros argentinos, haciéndoles presente cuánta es mi inmensa admiración de argentino por lo que ellos hacen y cuanto es mi cariño por cada uno de ellos. Como ahora ustedes tienen que tratar sus propios problemas, yo me retiro dejándoles mis mejores deseos por el éxito de vuestra organización. ..................
1953-11-12
EN EL TEATRO ENRIQUE SANTOS DISCEPOLO ANTE DIRIGENTES OBREROS :
Compañeros: A pesar de que todos los miércoles recibo yo a los compañeros trabajadores que realizan sus congresos o sus reuniones extraordinarias en la Capital Federal, con delegados de todo el país, a los cuales voy siempre dándoles una sensación real y objetiva de como se desarrolla el movimiento nacional dentro del cual los trabajadores representan un sector total y absolutamente mayoritario, he querido en esta ocasión tratar los mismos problemas pero más circunstanciadamente, convocando aquí a los principales dirigentes y responsables del movimiento sindical argentino para poder extenderme quizá en algunas consideraciones generales y de detalle sobre numerosos asuntos que nos interesan como orientación fundamental, tanto a los dirigente del gobierno como los dirigentes sindicales. Quiero también que mis primeras palabras sean para encomiar la labor que desarrollan los dirigentes en todo el país. Es indudable que desde que la organización sindical argentina estableció sus cuadros y sus organizaciones, el panorama social de la Nación cambió total y absolutamente de fisonomía. De un movimiento un tanto inorgánico y de una acción social un tanto anárquica, hemos pasado a una acción totalmente racional, orgánica y funcional. De manera que los conflictos comenzaron a desaparecer para transformarse en inteligente comprensión mutua, y es así que la República adquirió una característica de equilibrio que permitió el desenvolvimiento pacífico y tranquilo de las relaciones entre capital y el trabajo, entre ambos y el Estado, y entre los ciudadanos de la República. Esta conquista es quizá una de las más importantes dentro del régimen justicialista, que ha permitido durante estos últimos diez años tener los índices de conflictos menos sensibles en casi toda, diríamos, la gama inmensa de conflictos que se escalonan a lo largo de todo el mundo. Esto, señores, es quizá para la economía nacional, para la tranquilidad y felicidad de los trabajadores argentinos, el índice más constructivo y halagador. Nosotros, a pesar de que hemos alcanzado un índice de tranquilidad suficiente como para favorecer la economía y el orden social, queremos seguir insistiendo. Yo analizo este aspecto de la vida nacional comparativamente. Tengo datos de casi todos los países del mundo, donde un semillero de conflictos se evidencian en todos los momentos, permitiendo formarse la impresión generalizada de que el mundo vive en un permanente conflicto. Los precios y la especulación, la inflación, los enormes gastos improductivos del país, la natural agitación por la falta de una organización racional y también responsable, lleva a un sin número de conflictos de los cuales nosotros ya estamos perdiendo la memoria porque hace muchos años que no los tenemos. También a este estado de equilibrio corresponde una vida más feliz y más tranquila en la población. Nosotros no debemos olvidar nunca que es merced a este equilibrio alcanzado y a esta tranquilidad conquistada que debemos el mayor margen de felicidad del pueblo argentino. Hace pocos días llego un corredor de automóviles, uno de nuestros muchachos, y cuando le pregunté: "¿Cómo le había ido?". Me dijo: "Regular, porque me encontré, en el país donde yo estuve, con elecciones; y allí las elecciones son todo una batalla completa, perfecta y permanente. De manera que casi no podíamos vivir tranquilos. Cuando terminó la carrera me fui a otro país de al lado. Llegue y dije: Bueno aquí voy a descansar. Cuando llegue al hotel no había luz, estaban de huelga los elementos de fuerza de los sindicatos de la luz, y en el hotel estábamos con velas. No podíamos salir de noche a la calle porque estaba completamente oscuro. Entonces me acosté a dormir, y dije: Mañana temprano salgo a pasear, porque se trataba de una de esas ciudades donde la gente va precisamente a pasear. Pero cuando iba a salir me dijeron: Tenga cuidado, porque ayer han muerto como trescientas personas en una manifestación que hubo aquí. Entonces, resolví volver al hotel, tomar el avión y venirme para acá. En ninguna parte he podido nunca estar tranquilo como en los días que paso en este país". Compañeros: generalmente la beatífica tranquilidad no se considera sino cuando se pierde, que es cuando se aprecia lo que significa la tranquilidad y lo que es la seguridad de vivir bien. Este equilibrio alcanzado por nosotros lo debemos a la comprensión de todas la fuerzas que intervienen en la tranquilidad pública. La tranquilidad pública no puede existir cuando las fuerzas encargadas de establecer el perfecto equilibrio no tienen un alto grado de comprensión y no son capaces de sufrir alguna vez un pequeño sacrificio en beneficio de esa tranquilidad y del conjunto. En la vida de los hombres tenemos que sacrificarnos un poquito para que los demás puedan ser un poquito más felices. Es indudable que sin ese pequeño margen de supeditación al bien común ningún país alcanza la tranquilidad. Descontamos, naturalmente, los agentes del disturbio, de la confabulación y la anarquía, que siempre como los microbios en todos los organismos, actúan en forma permanente. Es cuestión de tener suficiente desinfectante para destruirlos y, sobre todo, estar atento para, cuando el mal aparece, destruirlo en sus comienzos. Si eso se consigue, la comunidad llega al convencimiento individual en cada uno de sus componentes, de la necesidad de que todos sacrifiquen un poquito - no mucho, un poquito- del bien individual en bien del conjunto o en el bien colectivo, y si nos aseguramos estar siempre vigilantes y atentos para destruir los males en sus propios comienzos, la tranquilidad puede asegurarse en forma permanente y los países solamente alcanzan cierto grado de felicidad cuando esa tranquilidad está asegurada. Todo esto, que representa individualmente nuestro punto de vista fundamental, debemos compulsarlo en la acción de todos los días. Esta reunión, que es una de las tantas reuniones que nosotros realizamos y que como ha dicho el compañero secretario de la CGT, la hacemos temprano porque nosotros somos trabajadores, -lo que no tenemos que olvidar nunca- y empezamos a trabajar temprano. Por otra parte, la hacemos en un teatro porque ya la capacidad de los demás locales nos está resultando chica a las numerosas organizaciones que nosotros podemos reunir. Lógicamente, esas son las circunstancias que han motivado esta reunión en cierta forma un tanto extraordinaria sobre las reuniones que realizamos normalmente. Pero la finalidad es siempre la misma: conversar sobre temas que nos son importantes tanto a los dirigentes del gobierno, como a los dirigentes de las organizaciones sindicales. Nuestro gobierno se ha caracterizado, precisamente, por esta consulta. En circunstancias ordinarias hablamos sobre nuestros temas; en circunstancias extraordinarias nos consultamos mutuamente sobre las soluciones que debemos para hacerlo siempre de acuerdo y en una absoluta concurrencia respecto de los objetivos y las finalidades que perseguimos. Por esa razón, en esta reunión yo quiero tratar tres temas que son de importancia trascendental para nuestras organizaciones. El primer asunto se refiere a los conflictos intersindicales, el segundo a la organización del pueblo y el tercero a los convenios colectivos de trabajo. Estos tres temas son sumamente importantes para nosotros. Comenzaré por el primero, es decir, por los conflictos intersindicales. Ninguno de nosotros, que vive el movimiento sindical puede morir de espanto porque en algún gremio existe un conflicto interno o porque entre dos gremios haya un conflicto intersindical. Esto sucede en todas partes y en todas las organizaciones, hasta en la familia. A veces entre el hombre y la mujer se suscitan conflictos tremendos, y a menudo éstos son más abundantes y más graves cuanto mayor es la familia. Eso ha llegado a formular un adagio popular que dice que "en una familia grande los parientes son los peores". Así dicen. De manera que no es un conflicto sindical lo que a nosotros nos pueda producir alguna impresión, siempre que ese conflicto haya sido provocado de buena fe. Porque en los conflictos sindicales hay conflictos de buena fe y conflictos de mala fe. Los de buena fe son los que se producen naturalmente en el diligenciamiento diario de la función sindical o intersindical, y los de mala fe son aquellos producidos por pequeños grupos que tienen la intención de provocar un conflicto. Los primeros se producen especialmente entre los dirigentes; cada cual defiende honradamente un punto de vista en beneficio de la organización sindical y lo discute, y lo mantiene porque está convencido que ese es el mejor camino para llevar más dignidad y para llevar soluciones más constructivas al sindicato. Eso es noble, es grande y no puede causarnos ninguna desazón, porque triunfe uno o triunfe otro, triunfará siempre una idea cabal en beneficio de la organización sindical. Mediante esto, los dirigentes se honran, se engrandecen y adquieren prestigio, porque están defendiendo una causa noble. Y la masa no se equivoca nunca cuando un dirigente defiende los verdaderos intereses. De manera que esto prestigia al dirigente y a la lucha sindical o intersindical en defensa de la organización. En cambio, la otra lucha realizada por grupos generalmente externos al sindicato, o infiltrados dentro de él, es un trabajo dirigido directamente contra el dirigente para destruirlo y para desprestigiarlo. Los que proceden de esa manera saben bien que la fuerza del sindicalismo radica precisamente en el prestigio de los dirigentes; por eso, tratan de imponérseles, porque destruido el dirigente es muy fácil después destruir la organización. Todos estos trabajan por medios sumamente hábiles, porque para ello hasta funcionan cursos de capacitación donde se enseña a esos hombres como van a ser más inteligentes y mejores sinvergüenzas. Ellos comienzan infiltrándose, primero en la masa y, luego, tratando de copar las representaciones de fábricas o locales, para finalmente entrar en las organizaciones superiores hasta llegar a las comisiones directivas. Cuando lo consiguen, provocan el conflicto desde arriba, cosa que es sumamente fácil. Cuando no lo consiguen y las organizaciones bien constituidas y bien defendidas no lo permiten, entonces forman una comisión ad hoc que funciona dentro del sindicato fuera de la organización y desde allí se abocan la representación que no tienen, en nombre de la cual agitan y tratan de producir un conflicto. Indudablemente, dentro de nuestras organizaciones, este procedimiento ya ha pasado a la historia, porque la ley de asociaciones profesionales no admite una dualidad de representación sindical. Sin embargo, un error de un funcionario que atiende a un señor de esos, es suficiente para darle una personería que no tiene y desvirtuar el principio fundamental de la organización. Esto es peor aún cuando un funcionario, haciendo su propia política, cree que él se va a beneficiar con un procedimiento de esta naturaleza. Eso también, afortunadamente, está desapareciendo de nuestro ambiente, porque es indudable que nosotros debemos entendernos a través de los verdaderos dirigentes del movimiento sindical y no de los dirigentes que surgen en cualquier oportunidad extraordinaria, decididos a hacer un tumulto o alterar la paz y la tranquilidad de la organización. En esto, ya nosotros vamos llegando al punto perfecto; y esto se obtiene porque el funcionario que procede de esa manera sabe que esta procediendo en contra de la ley, y, al que procede en contra de la ley, yo le aplico generalmente otra ley. Todo esto, compañeros, es el andar y el hacer de todos los días. Está en nuestro interés irlo terminando por nuestros propios medios hasta hacer desaparecer totalmente todos los conflictos que son espurios, conflictos que son provocados, conflictos que no obedecen a ninguna causa social, sino que obedecen a una causa política o a un interés personal de un señor desplazado porque no sirve. Todos nosotros debemos unirnos para destruir a esa gente; destruirla por todos los medios, así como se matan las víboras. A las víboras uno no le va hacer un duelo de honor, a pistola; a las víboras uno les pega una patada en la cabeza. Esas son víboras en el movimiento sindical, y a las víboras hay que eliminarlas de cualquier manera. En cambio, cuando se trata de los otros conflictos, los de buena fe, es necesario respetarlos; es necesario no ponerse, como hacen algunos, a atropellarlos. No, al hombre que va de buena fe hay que persuadirlo si está equivocado, pero no hay que destruirlo ni hay que avasallarlo. En esto, todo reside en saber si el hombre está de buena o de mala fe. Al que está de buena fe, la mano y el consejo; y al que esta de mala fe hay que tirarle con todo lo que uno tiene. Hay algunos casos, compañeros, que yo, observando desde afuera con buena fe que yo pongo en todas estas cosas, veo aún dentro de los procesos y de los conflictos de buena fe, donde algunos dirigentes un poco apasionados se lanzan a una acción que bien puede beneficiar a su tendencia o a su idea, pero que perjudica grandemente la cohesión de la organización. Yo no discuto los móviles de buena fe; pero esos móviles de buena fe deben siempre tener por finalidad hacer bien a la organización y hay que evitar siempre cualquier procedimiento que, aún de buena fe, pueda producir un mal a la organización y especialmente a la cohesión orgánica que debe mantener. En estos últimos tiempos, algunos compañeros dirigentes o ex dirigentes han chocado un tanto violentamente dentro del movimiento. Yo creo que la violencia hay que proscribirla totalmente de nuestro sistema. Cuando se tiene razón, no hay porque arreglar un conflicto obrero con violencia. Cuando hay razón, lo que debe hacer es reunirse e imponer la razón en la discusión. Pero cuando no se tiene razón hay que recurrir a lo más lícito, a lo más lógico y darle la razón a quien la tiene, porque ése es un principio innegable, e inviolable de la justicia: darle la razón a quien la tiene y subordinarse a ella. Cuando no se tiene la razón y un dirigente emplea la violencia, se está demostrando palpablemente que ese dirigente no tiene ni la ponderación ni la calma ni la prudencia necesaria para ser dirigente. El segundo asunto que quiero tratar es el de la organización. Es indudable, que en la República Argentina tal como yo la considero, la organización nacional no se ha cumplido ni se ha realizado. Desde 1944 hasta nuestros días yo he venido luchando por realizar esa organización. Ustedes saben que nuestra historia dice que en 1853 se realizó la organización nacional. Yo siempre me he preguntado de qué organización nacional nos hablan. Porque en esa época de la historia se instauraron las organizaciones institucionales del Estado, se pusieron los gobiernos, se dividieron los poderes y se entregaron las provincias a sus representantes naturales. Todo eso en el orden estatal. En 1853 se realizó la organización estatal, pero desde entonces hasta ahora no se había realizado la organización nacional. La organización nacional recién la estamos realizando nosotros, y sino, piensen ustedes si podía considerarse organización nacional la anarquía, la injusticia y el error que hemos venido viviendo durante tantos años, casi un siglo. Para mí, la organización no consiste solamente en organizar el Estado y el gobierno. Para mí, la organización nacional, culmina quizá con la más importante de todas las organizaciones: la organización del pueblo. Esta organización del pueblo está destinada a que cada una de sus fuerzas esté representada fervientemente en el propio gobierno y donde deben ser respetados sus derechos. Esta organización debe ser verdaderamente libre, porque la otra organización, la del gobierno y del Estado esta regida por la ley y se elige en la forma determinada por la misma, de manera que esa organización no es libre desde el momento que está sometida a una forma de ejecución y a una acción prescripta por la ley. La organización libre es la del pueblo que se reúne directamente sin representantes de ninguna naturaleza en asambleas soberanas y allí decide como quiere organizarse, con que estatutos, cómo ha de constituirse en organización permanente. Ustedes saben como se había realizado la organización sindical hasta nuestro advenimiento. Nosotros hubimos de establecer un estatuto que permitiese esa organización con todos sus derechos y acordándoles todas las garantías. Es indudable, compañeros, que desde 1944, cuando comencé a hablar de la necesidad de organizarse, pasó mucho tiempo. Llegando el año 1952 dije, por primera vez, que era el "Año de la organización". Y lo dije porque creía que en ese momento el pueblo argentino ya estaba suficientemente adoctrinado para poder reunirse en una organización, en dos o en cinco, o en las que fuesen necesarias. Es así como han ido surgiendo las organizaciones. La primera que surgió fue la de los trabajadores argentinos, porque ellos estaban más preparados para eso, Tenían un adoctrinamiento mejor y constituían en sí un grupo con una doctrina social y con una conciencia social. Por eso se organizaron los trabajadores en toda la República, constituyendo la gran central obrera. Sin embargo, es indudable la necesidad de que las otras fuerzas también se organicen. Y ese es el proceso que se está realizando en la actualidad. Se organizó primero la fuerza de los trabajadores; se puso en marcha después la organización de las fuerzas de la producción, de la industria y del comercio. Surgen actualmente nuevas organizaciones, tendiendo a formar las fuerzas profesionales, diremos. Nosotros tenemos que respetar esas fuerzas. El estatuto, convertido en ley, sobre asociaciones profesionales ampara y defiendo todo tipo de organización con fines sociales, y la Constitución Nacional acuerda a cada ciudadano el derecho de asociarse con fines lícitos. Eso es lo que nosotros debemos cumplir, respetando la decisión de cada uno de adherirse a la organización que desee. Nosotros no podemos obligar a nadie a agruparse en una organización que nosotros queramos, porque la Constitución le da el derecho de organizarse y de asociarse en la que el quiera. Lo contrario sería una suerte de tiranía, y de la peor tiranía, la que actúa sobre la conciencia y la decisión propia de cada uno de los ciudadanos por eso nosotros tenemos que respetar aquello. Ahora, es natural que en la etapa primaria de la organización que todavía no se ha terminado, en manera alguna van a suscitarse algunos conflictos intersindicales de los que antes teníamos en el movimiento trabajador, como cuando los gaseosos no querían ser de la alimentación o los empleados de tal o cual gremio no querían ser de comercio u otros de la industria. Bueno, es una cosa que hasta que esté dilucidada a través de la discusión permanente y de la organización empírica no puede determinarse en forma fehaciente y terminante porque no depende de nadie, depende de cada uno de los hombres que, constitucionalmente, tiene derecho a asociarse donde él desee, y nosotros tenemos que respetar estas formas y no tenemos que pelear por eso y no tenemos que armar conflictos que son siempre enojosos y que trabajan en contra de la propia organización, atascándola y retardándola en su desenvolvimiento. En esto, compañeros, es la comprensión la que va abrir el camino final y va a establecer las definitivas formas de la organización. Es indudable que, animados todos del más santo deseo, luchemos porque se haga lo que nosotros pensamos, de la misma manera que los otros luchan para hacer lo que ellos piensan. En este conflicto no hay que llegar nunca a las cosas irreparables; hay que conversar mutuamente y a través de esa conversación saldrá definitivamente la solución final que, siendo la solución de la mayoría, debemos acatarla todos. Cuando se acatan las decisiones de la mayoría, es la única manera de poder -sin conflictos ni luchas inútiles- determinar lo que final mente deben hacer los hombres que se agrupan en una o en otra organización. Este respeto es indispensable para mantener las buenas relaciones y discutir pacíficamente los conflictos sindicales o intersindicales. Por eso yo, en esta ocasión, fuera de todo interés partidario de grupos o de sectores, aconsejo prudencia, comprensión, inteligencia y, sobre todo tolerancia; la más grande tolerancia para no tomar medidas violentas y para no tomar medidas irreparables, que originan enconos que son inútiles y no conducen absolutamente a nada. Cuando se produce un conflicto, porque estos no están de acuerdo con aquellos, lo mejor es que se reúnan y discutan el problema. ¿No quieren? Paciencia: "Hagan uds. lo que quieran y nosotros haremos lo que queramos". Pero obligarlos y decirles: "No señor, ustedes tienen que hacer esto". Bueno, ahí empieza la guerra. Eso no tiene solución. Dirigir, compañeros, gobernar y conducir tiene esa enorme dificultad: que uno no puede hacer precisamente lo que se le antoja; tiene que hacer todo lo que puede, pero no más allá. A la propia voluntad y a la propia decisión se oponen la decisión de los demás y la voluntad de los demás. Llevarlo a la tremenda es iniciar una lucha que uno sabe como comienza, pero no puede prevenir como termina. En esto, el que dirige, el que gobierna o el que conduce, tiene que conformarse con hacer el cincuenta por ciento de su voluntad, dejando que el otro cincuenta por ciento lo hagan los demás. Esto es justo. Lo contrario seria mandar, y nosotros no tenemos mando; tenemos dirección y gobierno, que no es lo mismo. El que manda tiene la gente subordinada a sí; el que dirige y el que gobierna esta conduciendo a una cantidad de hombres que lo aceptan voluntariamente, pero que también voluntariamente lo pueden rechazar. Es otra cosa. Imaginen ustedes lo que seria el país si yo no me hubiera sacado un poco el general que llevo adentro y, acordándome del cuartel, hubiera querido mandar y no gobernar la República Argentina. La experiencia me ha demostrado que gobernando se tiene mucho más poder que mandando, porque el que gobierna lo hace sobre el corazón de las personas, y el que manda lo hace sobre la voluntad de las personas. En esto hay mucho que aprender. El que sabe gobernar los corazones es el que adquiere mayor poder; pero también, al adquirir ese poder, ha de saber que el poder es como la riqueza: si uno la derrocha se queda pobre pronto. El poder, si uno lo gasta en cosas secundarias, se le acaba pronto, y cuando lo necesita para una cosa importante no tiene ya los medios para accionar con poder. Pero hay un poder que es superior a todos los demás poderes y que es inagotable y que a medida que uno lo usa lo acrecienta: es la persuasión. Hay que persuadir a los hombres y no obligarlos. Esa es la verdadera filosofía del poder. Persuadir es siempre mejor que obligar a los hombres. El hombre obligado hace las cosas mientras que uno lo ve y lo vigila; después no. El hombre persuadido trabaja día y noche para uno. Eso es lo que nosotros los dirigentes, no debemos olvidar jamás. Nuestra tarea es persuadir, que es una manera de enseñar y de mostrar la evidencia de las cosas con elocuencia, es decir, con verdad y con lógica. Si lo conseguimos, tenemos el poder que necesitamos para gobernar y para dirigir. Si no somos capaces de conseguirlo es inútil que nos esforcemos para mandar; no conseguiremos nunca nada de lo que nos proponemos. Por eso, compañeros, en esta suerte de discusiones por la terminación de nuestra organización, es necesario ampliar esa organización y utilizar las comprensiones de los hombres y la propia comprensión. Sobre todo es necesario respetar a los demás, que es el comienzo para que los demás nos respeten a nosotros. Nadie puede imponer respeto si no ha aprendido antes a respetar a los demás. Es menester que todos estos conflictos intersindicales, en los cuales cada uno defiende el interés de la organización que preside, se tenga la suficiente prudencia como para argumentar y convenir manteniendo siempre una absoluta independencia. Yo puede decir esto porque ustedes abran observado que cuando hay conflictos entre dos fracciones yo nunca intervengo ni en una ni en la otra: trato simplemente de arreglarlas a las dos. Yo soy dentro de esto, por mi cargo y mi situación, algo así como un padre que después de unirlos echa la bendición final a los dos; pero nunca intervengo dentro de un conflicto y menos aun me embandero en ninguna de las dos tendencias, aun cuando tenga razón, porque me han puesto aquí para gobernar al pueblo argentino y no para discernir quien tiene o no razón. Lo que me interesa es el móvil superior de la unidad, y esa unidad no se consigue solamente con razón sino también con comprensión, con buena voluntad, con amistad y con verdadero renunciamiento. Estas son las virtudes que yo trato de exaltar para que todos nosotros, los dirigentes, las practiquemos de corazón y de conciencia. Con esto yo cierro la consideración de este segundo tópico, que es muy importante, pidiéndole a todos los dirigentes que influyamos de una manera determinante para no crear conflictos irreparables y para que estas cuestiones intersindicales y las que nuevamente se provoquen no hagamos la guerra, porque la guerra no consigue ni conduce a nada sino a empeorar la situación. Debemos conversar amigablemente con los compañeros y de esta manera llegaremos a conclusiones aceptables. Si está organizado en una parte o en otra, si es un compañero, qué nos importa donde está o donde no estás. El tercer tópico que quería tratar hoy es el referente a los convenios colectivos de trabajo. En 1944, cuando yo fui a la Secretaría de Trabajo y Previsión, lo primero que estudié fue el problema de la organización sindical y pensé: ¿por qué no se puede hacer una organización sindical en la Argentina?; ¿por qué no se hace en otros países próximos que conocemos?" Y Dije: "Porque aquí no existe una base real que permita aglutinar las fuerzas detrás de una misma causa. Cuando uno quiere dispersar una organización y romperla en pedacitos, lo mejor es poner cincuenta causas distintas, que cada grupo defienda una pequeña causa de esas, y entonces cada uno marcha hacia esa causa y la organización se dispersa, Eso era lo que ocurría en toda organización sindical: no solamente aquí sino en el mundo entero. Si cada obrero de una fábrica debía tratar con su patrón un contrato, la organización se justificaba en cada fábrica, pero no se justificaba en conjunto. Si los intereses profesionales los defienden los delegados de fábrica frente a los fabricantes o a los dueños ¿qué razón de ser tenía el sindicato, y qué razón de ser tenía la Confederación General del Trabajo si los que defendían los intereses profesionales eran los delegados de fábrica directamente con los patrones? Esa fue y sigue siendo la causa, casi en el mundo entero, de la inexistencia de la organización sindical con carácter general. Entonces, pensando que esas bases son las de la organización disociada y anárquica, se me ocurrió a mí crear los contratos colectivos de trabajo. Contratos que se establecen por todo un gremio frente a la representación del gremio patronal. De ese modo los compañeros de fábrica tienen sus soluciones en el sindicato, y es eso lo que les da fuerza, unión y aglutinación a los obreros argentinos: la existencia del convenio colectivo de trabajo. Por eso, en 1945 la Secretaria de Trabajo y Previsión estableció el contrato colectivo de trabajo, y obligó a los patrones y a los obreros a cumplirlo, El día que el contrato colectivo de trabajo perdiese su fuerza y su eficacia, el sindicalismo argentino volvería nuevamente a disgregarse en pequeñas parcelas. De eso no tengo yo la menor duda, porque lo que une y aglutina básicamente a la organización sindical es, precisamente, los intereses comunes. Cuando los intereses dejan de ser comunes, las organizaciones se disocian. Eso pasa en la organización sindical como en todas las organizaciones del mundo, tanto en las políticas, como en las económicas y sociales. Piensen ustedes en una organización económica donde uno gana de un lado y otra gana del otro, y vean si van a unirse para trabajar mancomunadamente los dos; o en una organización política donde una lucha por una causa y otra lucha por otra, y vean si se pueden unir alguna vez. Solamente donde se mancomunan intereses, donde se realiza la aglutinación natural, por la naturaleza misma de los objetivos o de los designios que se persiguen. Esta es una cosa fundamental. Todo nuestro sistema esta armado sobre el convenio colectivo de trabajo. Es una suerte de taco de madera sobre el cual hemos apoyado todo el edificio de nuestra organización sindical. Imagínese si algún loco se le ocurre pegar un puntapié al taco lo que va a pasar. Toda la lucha que hemos sostenido desde 1944 hasta 1952 con las fuerzas patronales se ha debido a que ellas no querían el contrato colectivo de trabajo, y no lo querían porque, lógicamente, desde su punto de vista, no les convenía. En cambio, hoy, para hacer frente a la organización sindical surgida del convenio colectivo de trabajo han tenido que organizarse los patrones también en sindicatos para enfrentar allá arriba lo que no pueden enfrentar aquí abajo. Bien, compañeros, creo que esto no necesita una explicación mayor. Otra de las formas que surgieron de eso fueron las siguientes: la estabilidad, la estabilidad por etapas. Lo más difícil de alcanzar en el mundo actual, en todos los países influidos por una tremenda inflación es, precisamente, un cierto grado de equilibrio por etapas. El desequilibrio entre precios y salarios conduce a lo que uno ve y a uno le cuentan todos los que viajan por el exterior, donde dicen que no se puede vivir; que las cosas cuestan diez veces lo que cuestan aquí, y que para comer un bifecito, por ahí, hay que ver los equilibrios y las corridas que hay que hacer. ¡Y lo que hay que pagar para vestir, para comer y para habitar! ¡Lo que cuesta una habitación! Bien, eso es simplemente un desequilibrio natural entre precios y salarios, porque, cuando los salarios suben por la escalera, los precios suben por el ascensor. Siempre sucede así, porque al salario lo regatea y pelea el patrón; pero el precio no lo discute ni lo pelea nadie: ahí anda en la calle, suelto. Entonces, eso se va para las nubes, mientras que el otro sube con relantisseur, despacito, controlado por el interesado en mantener el mayor margen de diferencia entre lo que él cobra por los precios y lo que paga por el salario. Esta es una cosa natural. Algunos países fueron tan torpes en sus decisiones que, cuando vieron que precios y salarios se desequilibraban, congelaron precios y salarios. El salario se paró, porque el patrón dijo: "No, el gobierno dice que hay que pagar tanto". Pero el precio, ¿quien lo controlaba? Va para arriba, no más. Lógico, porque no tenía quien lo controle. Eso, lógicamente, no le resultó a nadie; a ningún país le resultó una solución, porque en seguida se produjeron un montón de huelgas tales que tenían que pagar diez en los precios y recibían diez veces menos el salario. De manera que la congelación de precios y salarios, que simplísticamente parecería una solución, no fue ninguna solución para ningún país, y todos sufrieron tremendos conflictos justos que la población misma hacía. Nosotros estudiamos muy bien ese problema, lo consultamos con los compañeros dirigentes de todos los gremios y llegamos a una solución que es la más aceptable: establecer convenios colectivos por dos años. Esos convenios establecían las condiciones en el momento en que ellos eran celebrados mientras el gobierno, por su parte, congelaba los propios y creaba la Comisión de Precios y Salarios, encargada de estudiar las condiciones de vida. Naturalmente, eso, que lo hicimos el año 1951, dio un buen resultado el 52'. Pero al final del 52' y del 53', los de los precios empezaron, inconsultamente, a elevarlos, mientras mantenían los mismos salarios. Ello dio lugar a que nosotros, oportunamente, estudiáramos el problema y estableciéramos que los contratos colectivos de trabajo, los cuales establecían los sueldos y salarios, estaban en proporción directa con los precios. Que lo que los trabajadores argentinos anhelaban era una retribución justa, y por que justa entendían la que, relacionada con los precios, les diera un estándar de vida aceptable. Yo recuerdo que en la Casa de Gobierno pregunté a los compañeros dirigentes si estaban de acuerdo en no aumentar los salarios si nosotros disminuíamos los precios, y me contestaron unánimemente que no querían más salario; lo que querían era que bajase el costo de la vida. Nosotros inmediatamente tomamos las medidas y el costo de la vida bajó; y bajó aun más de lo que nosotros habíamos establecido como límite para el año 1952. Ahí no puede plantearse ningún problema mientras el estándar de vida se mantenga. Eso era lo justo, lo normal y lo natural. Bien; si nosotros, dirigentes del gobierno, obligando a mantener los precios, es lógico que los contratos colectivos de trabajo se mantengan, por que eso es lo justo y lo que establecimos. Cuando terminemos el contrato colectivo de trabajo establecido, habrá oportunidad de discutir lo que se quiera. Hasta tanto termine el contrato colectivo, si los precios no han subido no hay ningún derecho de discutirlo, porque para que lo cumplan los patrones también tenemos que cumplirlos nosotros. Eso es lo justo, porque sino, sería desterrar una injusticia para entronizar otra, y la injusticia, de cualquier lado que venga, es para nosotros, los justicialistas, inaceptable. Y ahora voy al asunto. Hay algunos sindicatos que, olvidando el contrato colectivo de trabajo, han iniciado en algunos sectores un movimiento para lograr un aumento de salario, gestionándolo ellos directamente ante sus patrones, lo que está totalmente fuera de las normas del sindicalismo argentino. Ningún asociado de ningún sindicato tiene derecho a gestionar aumentos de salarios sino ante sus dirigentes, que son los responsables, y el que lo hace de buena fe y con razón, no va a ir nunca a discutir con el patrón sino que va a pedir apoyo a su dirigente. Solamente va al patrón el que obra de mala fe, el que quiere provocar un conflicto porque cada obrero argentino sabe bien que él no va a conseguir frente a sus patrones más que lo que le puede conseguir el sindicato, que tiene más fuerza legal y fuerza material, y que no conseguirá él lo que no puede conseguir la CGT, que también es otro organismo de la ley, y poderoso. Quiere decir, entonces, que esto se hace con mala intención. Estos movimientos son siempre de mala fe y, es curioso, se producen en los sindicatos que ya "metieron el dedo en el ventilador", en alguna otra ocasión. Yo sé que ni los dirigentes de esos sindicatos ni la masa tienen nada que ver. Es un grupito sui géneris, conocido muy bien por todos nosotros, que no persigue aumentos de sueldos sino hacer líos. Ese grupito está perfectamente señalado y determinado por todos nosotros. Eso no tendría ninguna importancia. Tiene importancia cuando crean el conflicto, y a propósito les voy a referir un caso que me llevaron a mi. Hace un tiempo se presento, a través del Ministerio de Trabajo y Previsión una empresa editorial diciendo: "Algunos diarios han violado el contrato colectivo de trabajo y por gestión directa de algunos de su personal han elevado los salarios. Nosotros venimos a preguntar a Trabajo y Previsión si por esa causa debemos de dejar de cumplir el citado contrato y debemos también aumentar los sueldos." Se trataba de la empresa ALEA que es también una empresa del movimiento. Yo les contesté lo siguiente: "Nosotros tenemos que respetar los convenios colectivos de trabajo y tenemos que respetar y hacer respetar las organizaciones obreras. Si nosotros comenzamos por echar abajo los convenios colectivos de trabajo, entramos en un camino que quien sabe donde puede terminar. Puede volver al año 1943, de tan triste memoria para todas las organizaciones obreras". Yo quiero salvar el principio, respetar el convenio colectivo de trabajo, porque toda nuestra organización está montada sobre ese contrato colectivo de trabajo. Y el día que nosotros comencemos por destruir el contrato colectivo de trabajo, Dios nos libre de lo que se puede producir dentro de la organización obrera en el futuro argentino. Es el principio el que defendemos. No defendemos que no se deban o no se puedan aumentar los salarios; esa es una cuestión secundaria. Lo que debemos salvar es el principio sobre el cual se afirma toda la existencia de nuestra organización sindical. Y por eso les dije: "Ustedes no deben aumentar los salarios y deben cumplir el contrato colectivo de trabajo, porque el ejemplo lo tenemos que dar nosotros. ¿Qué diríamos si mañana los patrones, viendo que los obreros no cumplen el contrato colectivo de trabajo, empiezan por no cumplirlo ellos también? Habríamos sido nosotros los causantes de nuestra propia desgracia". Además, compañeros, este hecho tiene una explicación muy simple, explicación de buena fe, como todas las que nosotros damos. Cuando en Trabajo y Previsión yo promoví un aumento general de salarios en el país, era inútil que lo hubiera promovido si no hubiera creado a la vez las condiciones que lo iban a hacer efectivo. Nadie paga mayores salarios porque se le diga que pague mayores salarios. Por eso los regímenes capitalistas mantienen siempre un veinte o treinta por ciento de desocupación. ¿Para que mantienen la desocupación? Para que la gente que quiera trabajar vaya, y ella misma, por la abundancia de oferta, disminuya los salarios. Para aumentar los salarios hay que crear trabajo, dar trabajo, y entonces el salario sube solo. En este año 1953, como consecuencia de que nosotros hemos detenido un poco la ejecución del Plan Quinquenal para poder liberar financieramente al país, azotado por las dos cosechas que hemos perdido, se ha producido una disminución de trabajo en algunos sectores de la población obrera del país. Yo debo hacer honor algunos sindicatos como los metalúrgicos, los textiles, los madereros, que a pesar de la disminución del trabajo y de tener sectores de desocupación han mantenido los contratos colectivos y no han tenido exigencias extraordinarias. Esa abnegación y ese sacrificio de que yo hablaba al principio es lo que hay que tener para salvar el equilibrio de todos. Sin embargo, vean ustedes lo que ha ocurrido en el sindicato de los gráficos. En este sindicato se iba a producir una gran desocupación como consecuencia de la limitación del papel y de que ya no exportaban libros; las editoriales tenían poco trabajo. Hace un mes me trajeron este problema. Yo lo estudié y dije: "Tienen razón. En este sector nosotros podemos crear trabajo y en consecuencia no va a haber desocupación". Ese problema me lo trajo Conditi cuando era interventor. Entonces, nosotros comenzamos a abrir la exportación al libro argentino y aumentamos la cantidad de papel, subvencionando la producción del libro con el cambio. Eso trajo inmediatamente la saturación en la ocupación de los gráficos. Simultáneamente, cuando estaban todos ocupados empezaron a pujar por elevar los salarios y se produjo lo que se ha producido dentro del gremio de los gráficos. Quiero decir que yo, de buena fe, subvencioné la exportación para ampliar la ocupación, y me contestan con una maniobra de mala fe. Quiere decir que yo tengo que hacer lo que hacían ante los capitalistas, es decir, mantener la desocupación para que se sorteen los cargos y, merced a esa mala fe de la desocupación, bajar los salarios. Observen esto, compañeros, que debe ser una lección para todos nosotros. Yo hago las cosas de buena fe y nunca pienso que alguien pueda hacerlas de mala fe. Yo sé que no son ni los dirigentes ni los gráficos, ni aun los obreros de los gráficos. Son esos grupitos que una vez me dieron un dolor de cabeza y que vuelven a sus andadas. Yo quiero en esta ocasión hacerles un llamado. No me obliguen a mí a cerrar la exportación y a producir un cincuenta por ciento de desocupación en el gremio de los gráficos, por que esas maniobras de mala fe no me gusta hacerlas. Pero si no tengo más remedio estaré obligado a tomar esas medidas, en cuyo caso no serán de mala fe porque yo las he de hacer presente y he de decirlas en su ocasión. Yo sé bien, que no tienen la culpa los obreros. Si al obrero le dicen: "Vamos a ver si ganamos mas", ¿como va a decir que no? Es humano que diga que sí; es lógico. Pero yo le quiero abrir los ojos. No vaya a ser que suceda como está sucediendo con los ferroviarios, en algún pequeño sectorcito, y nos hagan pasar un mal rato. Todo esto para nosotros es conocido. No vamos a estar echándonos la suerte de gitanos. Esto es una cosa que nosotros conocemos; por eso, yo quiero abrirles los oídos y los ojos a algunos compañeros para que no se dejen embarcar en esas pequeñas cosas que aparentemente no tienen importancia pero que para mí tienen una gran importancia porque pueden empezar a echar abajo los contratos colectivos de trabajo. Van a empezar por no cumplirlos los obreros, y entonces los patrones van a tener piedra libre para no cumplirlos tampoco. Y cuando eso se venga abajo, ¡Dios nos libre a donde podamos llegar! Toda la fuerza esta en eso: en hacer cumplir y en cumplir también. Lo otro seria muy unilateral. Merced a eso nosotros hemos conseguido mantener el equilibrio. Ahora bien, compañeros, nadie podrá decir que Perón está por los salarios bajos; al contrario, está luchando por aumentar los salarios. En 1944, los salarios eran de hambre y de miseria; nosotros les hemos dado un empujón y los hemos venido aumentando. Pero no es cuestión de seguir aumentando porque queramos hay que aumentarlos cuando podamos. Y para poder aumentar de nuevo los salarios -que yo creo deben aumentarse-, para que el pueblo argentino viva la felicidad en que debe vivir, tenemos que trabajar por otro lado para producir lo que vamos a aumentar. En ese trabajo estoy empeñado, y por eso he dicho muchas veces que esta comunidad es como la familia: cuando el padre gana más, y la madre y los hijos ganan algunos peritos, entonces puede repartirse más. Naturalmente, para que se pueda hacer ese reparto, primero tienen que producirlo, por que lo que no se produce no se puede repartir. Nosotros hemos llegado a hacer una repartición más justa y más proporcional. Estamos capitalizando paulatinamente al pueblo, pero con lo que tenemos actualmente y con lo que hacemos no podemos ir más allá sin comprometer al equilibrio, lo que puede ser ruinoso para el país y podemos llegar a matar la gallina de los huevos de oro. Hay que tener viva la gallina de los huevos de oro para conservar los huevos, porque con la gallina no iremos lejos. Yo recuerdo siempre la parábola de la gallina: podremos agarrarla, matarla y desplumarla, cocinarla y comerla; lo que no podemos hacerle poner un huevo más grande a la fuerza. Hay que dejar que la gallina ponga el huevo a su gusto y después nos comeremos el huevo. Si nos comemos antes la gallina no tendremos más huevos y vamos a tener dificultades por muchos años. Ese es el trabajo que estoy realizando en la actualidad, vale decir, posibilitando una mayor producción para poder hacer un reparto mayor. Les he dicho muchas veces a los argentinos que si nosotros seguimos siendo un pueblo de pastores y de agricultores, no vamos a ir lejos; no vamos a llegar a lo que llegan siempre los pueblos de pastores y de agricultores cuando son un poco evolucionados: que el campo, con la producción agrícola y ganadera tenga que mantener a millones de obreros urbanos que no producen lo suficiente para vivir. Es necesario que los obreros urbanos trabajen y produzcan, pero para ellos es menester que haya una industria, por que no podemos plantar en la azotea ni en las macetas de la casa. Nosotros a través de la industria, tenemos que valorizar lo que producen los campesinos en el campo o en las minas, o donde sea, y eso se hace a través de la industria. Fíjense, ustedes, en un ejemplo bien claro, que evidencia lo que vale la industria en un país evolucionado. Vamos a poner el caso de Estados Unidos, que es el más evolucionado industrial y técnicamente. Ellos tienen un presupuesto enorme. Tenían, antes de prepararse para esta operación grande de guerra, que naturalmente insume presupuestos extraordinarios, un presupuesto de paz fabuloso de millones de dólares anuales. ¿De donde ellos sacan anualmente miles de millones para subvencionar la agricultura y la ganadería de los Estados Unidos? ¿De dónde lo sacan? De la industria. Eso quiere decir que la industria no solamente da para ganar ella, sino que da todavía para pagarle a la agricultura y la ganadería para poder comer. Aquí está ocurriendo lo contrario. Estos millones los producen los campesinos para nosotros. ¿Por qué? Porque no tenemos una industria. Entonces, cuando industrialicemos el país -estoy luchando por eso- nos pasará lo que a ellos: podremos subvencionar la comida y comer mejor. Venderemos en el consumo interno el ochenta por ciento de lo que producimos y dejaremos un veinte por ciento para exportar. Con ese veinte por ciento es con lo que nos vamos a hacer ricos. Ustedes se dan cuenta de que esto es una cosa muy clara y muy simple. Bien; yo estoy haciendo la diligencia para eso. Cuando lo obtengamos, vamos a poder aumentar todos los salarios sin ningún peligro de matar la gallina de los huevos de oro. Vale decir que vamos repartir más cuando amontonemos más. Pero, hasta entonces, ¿de donde lo vamos a sacar? Tendríamos que robar, y en esto, hay muy pocos que se dejan robar. Se pueden hacer algunos buenos negocios, pero no siempre. De manera que vamos a crear primeramente eso. Cuando yo digo que estoy conforme con los salarios, con el estándar de vida del pueblo argentino, estoy diciendo una aspiración, pero no todavía una realidad. Que me dejen trabajar, que así como hemos elevado hasta ahora todos los salarios dando un estándar de vida aceptable al pueblo argentino, si yo trabajo tranquilo y realizo el Segundo Plan Quinquenal, podremos darle otro empujón hacia arriba a todo, para aumentar el estándar de vida en forma de que cada familia argentina tenga lo necesario para vivir y disfrutar un poco de la vida. Todo esto lo digo, compañeros, para fundamentar que nosotros debemos llevar la persuasión a la masa argentina sobre la necesidad de respetar este equilibrio y mantenerlo. Dios nos libre si llegamos a romper este equilibrio maravilloso que hemos ya establecido y de que está en manos de la comisión de precios y salarios, compuesta por compañeros nuestros y representantes de otras fuerzas que van estudiando diariamente y diciendo que estos están un poco sumergidos -lo están diciendo ya-, que estos otros están emergidos. Es decir que están haciendo el estudio de la curva y aconsejando, para los próximos convenios colectivos, las posibilidades y las necesidades. Todo esto, es una cosa que nosotros estudiamos minuciosamente y que aconsejamos con toda justicia. Por esa razón, romper un convenio colectivo, por consejo de cuatro o cinco que no están procediendo de buena fe, es sentar un precedente funesto para nuestra organización. Por ello, yo les pido a todos los compañeros dirigentes que desde sus organizaciones influyan para hacer llegar a todos los compañeros de la masa de trabajadores argentinos estas palabras que, como ustedes ven, son ciertas. Yo no vengo a engañar ni hacer juegos de palabras con esto, porque estoy aconsejando con absoluta prescindencia de problemas parciales y con ecuanimidad total. Estoy aconsejando a todos los argentinos para que mantengamos las formas básicas uniformes que nos van a dar la posibilidad de un futuro mejor. No vamos a alterar arbitrariamente lo que hemos conseguido merced a nuestra disciplinada acción en las organizaciones, en el gobierno y en la marcha institucional del país. Por esta razón, yo he querido en esta ocasión plantear problemas, y quizá, por primera vez, poner ejemplos y mencionar nombres, porque naturalmente, en esto tenemos que prevenir. Siempre es mejor prevenir que curar, y si no tenemos buena cabeza para prever, debemos tener buenas espaldas para aguantar. En esto, compañeros, nos conviene hacer una difusión en todos los gremios y a todos los trabajadores, para que ellos sepan que hay principios más importantes que la tentación de un pequeño aumento: que hay principios que respetándolos, se van defendiendo las propias causas de las organizaciones. Se debe respetar sobre todo a los dirigentes, porque ellos son los que sufren en estos golpes y contragolpes malintencionados. Son precisamente los dirigentes los que sufren en sus prestigios; si no, tienen que convertirse de dirigentes en dirigidos; yo no creo que las organizaciones nombren un dirigente para decirle que tiene que hacer, si no que el dirigente es quien deba decirle a la organización lo que ella tiene que hacer. Es necesario que no vayamos acostumbrando a respetar al dirigente. El que esta al frente de una organización merece todo nuestro apoyo y todo nuestro respeto, porque es solamente a base de ese respeto que él actúa. Por lo menos hasta que en el país se establezca el fuero del trabajo que le dará a los dirigentes autoridad legal. Yo solamente les pido una cosa: que divulguen todo esto. Trabajemos en todos los sindicatos para ir llevando el conocimiento de todas estas cosas a cada uno de los compañeros, porque estoy seguro de que cuando ellos las conozcan no se va a producir nuevamente posibilidades para que estos infiltrados sigan con su trabajo de anarquía y destrucción. Les ruego, como en todas las reuniones, quieran transmitirle a los compañeros de todos los sindicatos con estas palabras, mi saludo cariñoso, mi agradecimiento por todo lo que hacen, y un gran abrazo con que yo quiero despedirme en esta ocasión. ...........................
1953-11-13
EN LA FEDERACION ARGENTINA DE LA CARNE :
Compañeros: Yo deseo que mis primeras palabras sean para agradecer a todos ustedes la amabilidad que han tenido de invitarme a concurrir a este congreso, para darme la inmensa satisfacción de poderles saludar personalmente. Sería casi un lugar común, y hasta una afirmación demás, que dijese como me siento ligado al gremio de la carne, desde los momentos difíciles del año 1945. Yo sé que los compañeros de la Federación de la Carne no solamente han luchado durante los tiempos tranquilos, sino que lo hicieron durante los tiempos más difíciles de la lucha. Por eso he sentido siempre un profundo agradecimiento hacia los compañeros, y guardo en forma permanente, esa conjunción espiritual que es imborrable en los hombres que sienten la gratitud de las obras que han realizado en conjunto. Yo escuche al compañero Presta con una inmensa satisfacción, la satisfacción que sincera y lealmente siento cuando veo el progreso de las organizaciones. A mí, compañeros, que observo el panorama desde lejos, como se están organizando las fuerzas sindicales argentinas, no me atraen las pequeñas cosas, las pequeñas discusiones y rencillas naturales dentro de la organización sindical; tampoco me atraen las disensiones internas dentro de los sindicatos o de las federaciones o confederaciones. Yo observo el panorama del conjunto; es decir, el panorama integral que se va desarrollando. Ese es el que a mí me satisface o no. Las obras realizadas en conjunto por los compañeros de buena fe y los que colaboran y elaboran entre sí la grandeza de las organizaciones, es lo que realmente me interesa. Ustedes saben que en 1944 nosotros comenzamos a hablar en el país de organización sindical. En aquel entonces la organización sindical casi no existía en nuestro país, lo que yo considero una organización sindical. Porque no es una organización sindical la existencia de una organización sui géneris, disociada, sin ideas de conjunto, sin objetivos comunes y sin causas comunes. Me acuerdo que en 1944, cuando llegué a la Secretaria de Trabajo y de Previsión, lo primero que hice fue analizar como era la organización sindicalista argentina. Era de lo más heterogénea que uno pueda imaginar. Numerosos sindicatos de oficios varios; algunas comisiones directivas sin sindicatos, con un sello y con un membrete, venían a la Secretaria. Yo estaba más o menos informado; los escuchaba igual, porque yo escuchaba a todos, pero yo sabia que ellos no representaban nada ni a nadie. Otros eran sindicatos patronales, que también los había; como asimismo todo el movimiento federativo y confederativo, tan diversificado y tan dividido: la Confederación Nº 1, la Nº 2; la Acción Sindical Argentina, etcétera. Eso, para una persona que veía con interés la organización sindical, demostraba una anarquía total en lo orgánico y en lo funcional, que no podía estar sino en perjuicio de las propias organizaciones y de los propios obreros comprendidos por las organizaciones. Es indudable que en aquel entonces no se podía hablar mucho de organizaciones, porque no tenían ninguna garantía, ningún apoyo legal. Fue recién cuando nosotros hicimos el estatuto legal de las asociaciones profesionales que dimos existencia legal a la organización sindical. Pero, aparte de eso, fue con un sinnúmero de medidas, como la del contrato colectivo de trabajo, que se dio unidad a la organización. Ante los contratos de cada personal de fábrica con sus propios patrones rompían totalmente la organización sindical. Sin embargo, no era grave el problema, porque no existía tampoco para esa forma sindical existencia legal. No es como en otros países, donde la ley establece que el sindicato ha de organizarse por casas, de manera que los obreros se entienden directamente con sus patrones. Eso y dividir el sindicalismo en tantos compartimientos como casas existan es lo mismo; y dividir el sindicalismo es destruirlo, es quitarle toda su fuerza defensiva. De manera que la situación nuestra no era tan mala; si bien no había existencia legal, de aglutinación de conjunto, tampoco había la base legal para dividir. De manera que fue fácil para nosotros constituir un estatuto legal que echase las bases y afirmar en el campo de las realizaciones la existencia de los contratos colectivos de trabajo, con lo que el sindicalismo se realizó simultáneamente, unido y en un frente general. Solamente así los trabajadores son fuertes; cuando tienen una organización que los reúne a todos en una misma asociación. Todo esto, durante los años que median entre 1944 y 1952 fue motivo de preparación. Yo recién en 1952 les dije a los compañeros trabajadores: "Este va ser el año de la organización". ¿Por qué lo dije en ese año? ¿Por qué no le dije en 1945, 1946 ó 1947? Porque para organizarse hay que estar preparado. Lo primero que hay que organizar es la mente de la gente y el corazón de los hombres, porque si ustedes juntan individuos que piensan de distinta manera, que tienen intereses contrapuestos, que tienen distintas ideologías, que luchan por distintas causas, no van a hacer ninguna organización constructiva. Siempre, en las organizaciones, actúan dos fuerzas: una que aglutina otra que disocia. Cuando no se ha obtenido unidad de doctrina, cuando todos los hombres no tienen las mismas causas, ni luchan por los mismos objetivos, triunfan las fuerzas de la disociación, y entonces las organizaciones se deshacen; tan pronto se juntan, empieza a actuar la fuerza de disociación y las rompe en pedazos. Pero cuando los hombres piensan de una misma manera, tienen objetivos que les son comunes y luchan por la misma causa, entonces, júntenlos, que las fuerzas de aglutinación son las que triunfan. De modo que las discusiones en lugar de producir luchas y peleas, producen acuerdos y cooperación, y todos llegamos finalmente a la mejor solución, pero una solución para todos, no para cada uno de nosotros, porque no hay solución para cada uno de los argentinos: hay solución para los dieciocho millones de argentinos o no hay solución; no hay solución para cada uno de ellos en particular. Por eso, todo el tiempo que nosotros empleamos desde 1944 hasta 1952 para adoctrinarnos, para ponernos de acuerdo, lo ganábamos en la organización, que es, en general, una organización homogénea. En aquellos sindicatos o gremios donde todavía no existe una absoluta unidad de aglutinación, es porque todavía no están suficientemente adoctrinados. Cuando un sindicato tiene divisiones o rencillas me demuestra a mí que esa gente no conoce la doctrina, ni la siente. La tarea a realizar en ese sindicato es adoctrinar a la gente, porque la doctrina es para que uno vea los problemas de la misma manera, los aprecie y los resuelva también con un mismo procedimiento. Esto hace la doctrina: pone de acuerdo la mentalidad y el sentimiento, de manera que todos vayan en la misma dirección. Ese es un camino. Cuando no existe una verdadera aglutinación hay que adoctrinar; hay que ganar tiempo adoctrinando. El otro camino es obtener en la organización la verdadera y absoluta solidaridad social. ¿Como se obtiene la solidaridad social? Por dos caminos. Uno, colectivamente, por la acción de la organización; y el otro, individualmente, por el adoctrinamiento y el perfeccionamiento de cada uno de los hombres que forman las organizaciones. Colectivamente así lo están haciendo ustedes. Si estas organizaciones no realizan esa tarea, no tendrán nunca la aglutinación que da la solidaridad, que es la única permanente de todas las aglutinaciones, porque a través de ella los hombres se unen por el corazón, la única manera de unirse. Esto, hay que hacerlo efectivo en las organizaciones, y ustedes verán entonces cual ha de ser el poder de la organización sindical argentina cuando la solidaridad real, efectiva -no en discursos, sino en hechos-, se vaya manifestando en todos los organismos; cuando el ser sindicalista sea un honor porque uno este sirviendo a los demás compañeros en la medida de todo su sacrificio y toda su abnegación. Ese es el trabajo que debemos realizar para unificar lo que aun no está unificado dentro de la organización sindical argentina. El camino es simple, pero hay que realizarlo. Ustedes verán que si este se cumple paulatinamente se irá unificando paulatinamente todo el movimiento sindical, y adquirirá una consolidación indestructible. Cuando esto se haya realizado, el país entero tendrá que agruparse alrededor del sindicalismo por que será la única solución para la comunidad. El otro camino es el individual. El de las organizaciones es el colectivo. El individual tiene tanta importancia como el colectivo. Cuando nosotros destruimos el régimen capitalista en nuestro país suprimimos el individualismo egoísta de otros tiempos por un sentido de comunidad solidaria. Primero lo hicimos en el orden social, después en el económico y, por último, en el orden político. Hicimos nuestra Constitución en la que la solidaridad reemplazó al egoísmo individualista. Ahora tenemos que hacer lo mismo en el corazón y en el pensamiento de cada uno de los argentinos. Eso será lo que consolidará toda nuestra obra. Si esa comunidad no se realiza en conjunto difícilmente ninguno de nosotros vamos a realizarla. Por eso, hay que cuidar a los dirigentes; hay que darle los medios de capacitación necesarios. El dirigente en cualquier actividad es un hombre que está, más o menos presionado por todos. El de arriba, porque dice que puede subir; el de abajo, porque muchas veces quiere subir él; y el que está al lado, porque es la lucha natural del movimiento sindical el desplazamiento de un lado hacia otro. Nosotros tenemos la obligación de defenderlos por todos los medios, porque los dirigentes sindicales son, sin duda, la base de toda nuestra organización. Por eso, yo les pido a ustedes que hagan esa unidad indestructible entre los dirigentes. Cada dirigente debe defender de la manera más apropiada a los demás dirigentes, porque ellos son, sin duda alguna, no solo el presente, sino también el futuro de la organización. Su defensa es primordial tanto para las centrales obreras como para las organizaciones mismas. Debemos formar hombres capaces, fuertes y nuevos, que sean los que nos reemplacen en el tiempo a todos nosotros. Dirigentes de una actividad o de otra, no tiene importancia. El más modesto, el más humilde de los dirigentes, en el lugar más apartado de la República, es mejor que el más encumbrado de los dirigentes de la Nación, si el primero sabe cumplir con su deber y el segundo no. Defender a los dirigentes, es defender las propias organizaciones y aquellos se defienden de una sola manera: cumpliendo bien con su deber. Esa es la mejor defensa: realizar. Una obra como la que ustedes cumplen, una obra en la que se puede decir, en un momento dado me entregaron deudas y ahora les entregamos un capital de cuarenta y tantos millones de pesos. Esos son los resultados que cuentan. Compañeros: a pedido del compañero Presta que me hecho el honor de pedirme que inaugure las obras de esta Federación, yo declaro inauguradas todas las obras de la Federación Gremial de la Carne. .................
1953-11-15
ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE LUJAN :
Señora nuestra de Luján: Muchas veces he levantado mis ojos hacia vuestra imagen, que ha sido permanente compañía de mi fe por todos los caminos de mi vida. Pero en esta solemne ocasión extraordinaria se elevan hacia vuestro corazón las miradas y las voces que quieren expresar, por mi intermedio, los sentimientos y los pensamientos del pueblo argentino, que es la patria cuya representación humildemente invisto. El pueblo argentino, sus hombres y sus mujeres, sus niños y sus ancianos, sus pobres y también sus ricos de buena voluntad, sus obreros y también sus empresarios, sus fuerzas armadas, el pueblo argentino con todos sus hijos, los que viven en los campos, en los pueblos y en las ciudades de la Patria, los que tienen nuestra fe y aún los que sin tenerla os respetan, Señora de Luján, como símbolo de la unidad espiritual de la Nación que vuestra pequeña imagen representa, todo el pueblo argentino os agradece antes que nada vuestra compañía permanente y humilde cumplida desde vuestra villa de Luján a través de todas las jornadas y de todas las vicisitudes de nuestra historia. Os lo agradecemos como solemos agradecer los hijos, tarde o temprano, esa compañía espiritual que representa la inquietud de nuestras madres siguiéndonos, desde cerca o desde lejos, desde la tierra o desde el cielo, por todos los caminos de la vida. Desde la humildad de vuestra imagen, materializada en vuestra pequeñez y vuestro rostro tostado por el sol de nuestra tierra criolla, y desde vuestra propia historia que ensalzó a los humildes y humilló a los soberbios para enseñarles el camino de la humildad; desde vuestra imagen, donde fueron grabadas para siempre con la divina inspiración, nos llegan vuestras dos consignas maternales: la paz y la justicia. En esta fecha extraordinaria os prometemos mantenernos, dentro de nuestras posibilidades humanas y con vuestra ayuda, fieles a vuestro mandato. Queremos la paz de todos los argentinos, de todos los pueblos de América y de todos los pueblos del mundo. Pero no la queremos si no es justa, según vuestra propia consigna. Precisamente para que se cumpla vuestro anhelo infinito de paz, nos proponemos y os proponemos, madre de los argentinos, luchar por la justicia entre los hombres y entre los pueblos. Os pedimos en cambio la compañía eterna de vuestra humildad ejemplar para que humildemente sepamos cumplir nuestro destino, sin que jamás nos domine la soberbia. Y os pedimos la ayuda de Dios para que mirando vuestra imagen nunca olvidemos que solamente los humildes salvarán a los humildes, y que para ser fieles a nuestra vocación de paz y de justicia, que es vuestro mandato histórico, nos mantengamos todos unidos en la humildad, la única y tal vez la última fuerza que Dios ha querido dejar sobre la tierra para que volvamos a la fe, a la esperanza y al amor, donde reside la auténtica felicidad de los hombres y la grandeza fundamental de los pueblos. ......................
1953-11-16
EN EL ATENEO CULTURAL EVA PERÓN
Con el señor Intendente de la Ciudad de Buenos Aires, hemos pensado hacer una pequeña explicación sobre un plan que nos ha sugerido la existencia, en la Fundación Eva Perón, de un edificio semiconstruido, que en nuestro concepto quizás contemplaría mejor las posibilidades de un trabajo más armónico y más racional que en este local, que ya va resultando chico. Como soy de los que creen que al hierro hay que doblarlo caliente, haré fuerza para que no se enfríe y aprovechar el entusiasmo de los artistas y las vocaciones existentes en Buenos Aires, para ir ampliando el circulo de actividades en este aspecto. En primer término diré lo siguiente: nosotros ya estamos organizando todas las asociaciones de estudiantes. Para nosotros eso plantea un problema nacional, porque queremos hacer desaparecer totalmente ese sentido individualista, egoísta de la vida conque hemos crecido y nos hemos criado, suplantándolo por un sentido de solidaridad que para nosotros es fundamental. Los argentinos han dicho muchas veces que la última "buena generación" fue la del ochenta. Hay mucha razón en esto. Es cierto que en esa etapa de la vida argentina, diremos, una generación de hombres tomó la cosa pública y comenzó a trabajar muy constructivamente. Si bien eso no llegó a coronarse, porque las generaciones que la sucedieron no fueron lo mismo que la de la ochenta, con todos los errores que cometió, la generación del ochenta hizo una obra constructiva para el país en mi concepto. Yo pienso que mucho de eso se debe a que fue la última generación que creció y se desarrollo en un ambiente solidario. Vale decir, formaron un equipo de hombres. El día que nosotros consigamos formar una gran generación en forma de equipo, cuando ese equipo se haga cargo de la cosa pública, todo andará un poco mejor que si tomamos sin coordinación hombres que todos los días se estén desconfiando los unos de los otros, crecidos en un individualismo un tanto inconstructivo para el país por falta de cohesión, de solidaridad y de acción coordinada. Así como hay que coordinar los trabajos indispensables, es necesario coordinar también las mentalidades, coordinar los sentimientos, coordinar a los hombres, en otras palabras. Esa tarea nosotros la estamos emprendiendo ahora desde abajo. Vamos a empezar por los muchachos, por los jóvenes. Este es nuestro objetivo: ir organizando actualmente en grandes clubes a los muchachos a fin de que crezcan amigos, se conozcan y practiquen una solidaridad que considero indispensable para la vida en comunidad, y, sobre todo, en una comunidad constructiva. Todo ese trabajo presupone la posibilidad de asociar sentimentalmente a los hombres entre sí para que sean más amigos, más solidarios y porque se sientan, en cierta manera, identificados en una tarea común. En esa forma trabajaremos todos para todos, en medio de lo cual cada uno trabaja entonces un poco para sí. Dentro de esa gran orientación estamos trabajando actualmente, despacio, como hacemos las cosas nosotros, sin acelerar la marcha mucho al principio. Primero, la marcha suave, después veremos qué la velocidad podemos desarrollar. Esto nos abre otras posibilidades, que nosotros hemos considerado con el señor ministro de Educación, conectadas con la actividad que ustedes desarrollan. El problema en general de nuestro país, en mi concepto, es que ha estado un poco deshumanizado. Es difícil hablar de cultura deshumanizada. La cultura técnica generalmente avanza en la dirección de la deshumanización. Para mí, cuando una cosa más se tecnifica más se deshumaniza, razón por la cual no muchas veces la cultura va de acuerdo con la técnica. Yo no creo que los países que ya han alcanzado un alto dominio de la técnica, sean países cultos; son países tecnificados. La cultura es cosa distinta porque es eminentemente humana; y cuando a través de la técnica se deshumaniza una comunidad, generalmente la técnica sigue su marcha, para la cultura suele volverse hacia atrás porque no va muy de acuerdo con la técnica. Sin abandonar la técnica, porque no hay razón para abandonarla, tenemos que luchar un poco para que la cultura, espantada por la técnica, no dé media vuelta y empiece a marchar para atrás. ¿Cómo hemos interpretado esto? Tenemos un ejemplo palpable en el Teatro Colón. No critico al Teatro Colón; debe tenerse el Teatro Colón. Es el continente de una cultura artística, pero nos falta el contenido. ¿Qué hacemos con el continente si no tenemos qué ponerle adentro? Hace muchos años que tenemos ese magnífico teatro, que es una gloria para el arte nacional en el exterior, pero cada vez que lo tenemos que llenar debemos contratar una cantidad de artistas extranjeros, pagándoles mucho, para que vengan a cantar. En todos estos años el continente está cada vez más lindo, pero el contenido más escaso. Esa, indudablemente, no es la solución que nosotros anhelamos. Yo preferiría no tener un Teatro Colón, pero tener quien cantara, porque es más fácil hacer un Teatro Colón que un artista que cante. Sin embargo podemos hacer dos cosas. Podemos perfeccionar todo lo que se trata del continente del arte y también crearle un contenido. Lo difícil, en este aspecto, es crear un ambiente. El arte, es inútil, necesita un caldo de cultivo. Sin ese caldo de cultivo no hay proliferación del arte. Eso, no se hace solo importando; tampoco se hace creando solamente. Hay que hacer como los griegos, que fueron tan acertados en las cosas del arte. Tomaron un poco del mundo antiguo y lo perfeccionaron y llevaron adelante con lo propio. Eso es lo que debemos hacer. Para ello es necesario que empecemos de abajo. Previamente debemos crear un ambiente. Para eso, contamos con nuestras asociaciones estudiantiles que son los elementos más evolucionados de que disponemos dentro de la juventud, que tiene inmensa vocación para todo. Los muchachos son como una arcilla que se moldea según uno quiere. Entonces, yo no quisiera crear esos clubes que estamos creando, donde hay cientos de miles de muchachos en toda la República y dejarlos vacíos de un contenido artístico al encaminarlos exclusivamente a la técnica, en cuyo caso la cultura probablemente dará media vuelta y se irá porque no tiene a quien imbuir de ese sentimiento. Por eso hemos empezado despacio, como es necesario que lo hagamos. Creando el club, vamos a ir llevando algunas personas que les hablan a los muchachos pero no en forma de conferencias, que los aburre. A los jóvenes que hacerlos entrar por el lado del entusiasmo, que es la puerta más grande que tiene uno cuando es muchacho. Con buenas palabras, con amistad, iremos creando en esos grandes centros el entusiasmo necesario para que las vocaciones artísticas vayan apareciendo. Pero esta acción la podremos desarrollar a través de la ayuda de ustedes. Para crear vocación artística, es necesario ser un artista, y yo, con toda buena voluntad que pueda tener, no voy a convencer a nadie de esto. Pero para lograr esto, no puede hacerse tampoco con un pequeño foco. Aquí hay que hacer toda una desintegración en cadena, como dicen ahora. Hay que lanzar una cadena que, asimismo, vaya desintegrando y desenvolviéndose hasta crear un caldo de cultivo que es necesario. Para esto, es necesario hacer una gran organización; no se puede lograr con una pequeña organización. Es indispensable un foco que irradie, y el fósforo que va a prender la mecha. Pero necesitamos la mecha y la dispersión, como así también el explosivo para hacer el trabajo. Eso es lo que nosotros pensamos poder ofrecerles a ustedes. En este trabajo, yo soy el que explica, pero los que van a trabajar son ustedes. Yo solo voy a ayudar desde afuera en lo que pueda. Pero nosotros vamos ir encargándonos de toda esa transmisión. Esa desintegración en cadena, la vamos a hacer nosotros llevando las posibilidades y ofreciéndole a este gran centro cultural los campos necesarios para actuar, es decir, el caldo de cultivo que necesitamos para hacer germinar estas cosas. En esto, todas las organizaciones estudiantiles de la República han de ser conectadas con centros de cultura. Creemos este, y después vamos a crear otros en distintas partes. Crearemos en los grandes centros poblados, que es desde donde se irradia generalmente la cultura, de una manera general. Crearemos en los grandes centros de la República para desde allí irradiar a todo el país. Crearemos verdaderas columnas culturales donde se afirmarán las grandes organizaciones. Esto nace aquí y tendremos que despoblarla para ir creando, por lo menos en cada provincia, un centro cultural que obedezca a las mismas reglas y principios a que obedece este centro cultural que ha de ser espontáneo. Los artistas no viven en jaulas, ni intelectuales ni culturales. Hay que dejarlos un poco en libertad para que puedan actuar a su modo y como quieran. Si los metemos en una calle, los artistas no pueden marchar por esa calle. Pero vamos a tratar de ofrecerles la posibilidad de que en Buenos Aires creemos un centro cultural, con todas sus manifestaciones, integralmente constituido. Este local ha sido, digamos así, el átomo bombardeado de la desintegración, pero ya va resultando muy chico. Vamos a tratar de ofrecer la posibilidad de crearle anexos mayores para disponer por lo menos, de los medios indispensables y de la amplitud suficiente para desenvolver una actividad más múltiple que la que puede desempeñarse solamente aquí. Por otra parte, la Dirección General de Cultura de la República, como así también de la Municipalidad, serán conectadas a toda esta acción. Entonces, vamos a hacer una cosa empírica; comenzaremos por hacer el arte y después haremos la ley. Porque hacer la ley y quedarse con la ley no va a beneficiar en nada al arte. Dentro de ese programa, yo he hablado con el señor Intendente Municipal de la Ciudad de Buenos Aires, también con el Consejo Directivo de la Fundación Eva Perón y con el señor ministro de Obras Públicas, el ingeniero Dupeyron, a fin de poder ampliar esto que va resultando chico. Este tendrá la gloria de haber sido el primer átomo desintegrado, pero tendremos aquellos como anexos a éste. Serán dos locales para una misma función. Yo quería explicarles hoy la razón por la cual se nos presenta a nosotros como conveniente iniciar ya la construcción de ese local, a fin de poder disponer de él lo más pronto posible. Para ello trabajaremos día y noche si es necesario en ritmo tipo Plan Quinquenal, que nosotros damos a nuestras obras, en forma de poder ofrecerles el local, cuyas características el señor intendente tendrá la amabilidad de explicarnos inmediatamente. Les quiero agregar que el señor intendente realizará esta explicación para que ustedes puedan tomar conocimiento y hacernos llegar todas las sugestiones que crean oportunas. Como él es arquitecto, las tomará inmediatamente bajo su tutela a efectos de revisarlas. Además de eso, antes de terminar el proyecto, él va a hacer una reunión y va a someter a la aprobación de ustedes el proyecto, con el fin de hacer una cosa que esté perfectamente bien de acuerdo y, por otra parte, para que después, si cometemos un error, los culpables no seamos solo nosotros. ................
1953-11-16
EN LA INAUGURACIÓN DE LA SEDE DE LA UNIÓN DE ESTUDIANTES SECUNDARIOS - RAMA MASCULINA
Muchachos: Yo solamente quiero decir pocas palabras para dar a este acto el significado que gubernamentalmente tiene. Desde hace un tiempo el Ministerio Educación ha venido pensando en la necesidad de ir creando organismos pertenecientes a los estudiantes secundarios, que tengan ellos en esas casas, su administración y su gobierno, así, comienzan los muchachos, ya desde estos tiempos y desde estas edades, a manejarse y gobernarse a sí mismos. La finalidad de esta organización es bien simple. Contra el concepto individualista de la vida, que ha dominado durante tantos años, nosotros estamos esgrimiendo la solidaridad. La manera de crear esta solidaridad es, precisamente, agrupando a los jóvenes para que sean cada día más compañeros y más amigos, si es posible. Cumpliendo este programa, comenzamos, como anuncié cuando inauguramos la Casa Central de la UES - Rama Femenina, ir creando en todos los grandes centros poblados la organización de la Unión de Estudiantes Secundarios. El programa para la rama femenina de la Capital Federal ha sido terminado. Ya disponen de su local social y de su club. Esto se ha cumplido primero con las damas, como corresponde a los caballeros. Hoy comenzamos a hacer efectivo todo lo que se refiere a la Unión de Estudiantes Secundarios Rama Masculina. En este acto queremos entregarle su local social para que sean los estudiantes secundarios designados por la masa estudiantil quienes sean dueños, gobiernen y manejen esta casa. Ahora, quedaría el problema referente al club de la Unión de Estudiantes Secundarios, Rama Masculina. Hemos llegado a un acuerdo con el Ministerio de Comunicaciones. El antiguo Club del Ministerio de Comunicaciones, vecino al Parque Tres de Febrero, ha sido cambiado por un terreno que el Gobierno ha entregado a Comunicaciones en Agronomía; y en consecuencia, el antiguo terreno, locales e instalaciones del Club del Ministerio de Comunicaciones le será entregado a la Unión de Estudiantes Secundarios Rama Masculina De manera que la semana que viene, con lo indispensable para poner un poco al día algunas cuestiones, instalaciones del club, se lo entregaremos ya, para la utilización, a la comisión Directiva de la Unión de Estudiantes Secundarios Rama Masculina, y seguiremos trabajando para ponérselo al día y en buenas condiciones. Muchachos, yo no quiero dejar pasar esta ocasión para hacerles llegar también mi consejo. Lo que nosotros queremos es que esta generación de muchachos argentinos, se desarrolle en medio de la mayor solidaridad y compañerismo. La historia de los pueblos demuestra que la obra de los gobiernos son obras de generaciones, son obras de equipos, de hombres de buena voluntad, amigos y compañeros, que ponen simultáneamente el hombro para impulsar a la Nación hacia su grandeza. Por eso queremos que esta generación de estudiantes argentinos que algún día tendrá la responsabilidad del gobierno y de la defensa de las glorias y tradiciones de la Nación, constituya un inmenso equipo de argentinos, que ya, comiencen a ser a ser amigos y compañeros, para que cuando llegue la responsabilidad, sean también capaces de poner mancomunadamente el hombro para impulsar la grandeza de la Nación. No deseo dejar pasar esta ocasión sin hacer llegar mi palabra de estímulo y de felicitación al señor Ministro de Educación, doctor Méndez San Martín. Él ha recibido una consigna a realizar con los estudiantes argentinos y con el magisterio argentino. Nosotros hemos observado que, en general, a fuerza de tecnificar la enseñanza, de tecnificar la instrucción, los hombres han ido olvidando que lo que hay que formar, que lo que hay que educar y lo que hay que instruir, son los hombres. A menudo, la técnica ha deshumanizado de tal manera la instrucción que se ha llegado a la conclusión de pensar que los chicos son para la enseñanza y no la enseñanza para los chicos. Nosotros queremos mantener la técnica, pero queremos humanizar la enseñanza; queremos que todos los maestros y todos los alumnos sean considerados como elementos humanos, y no como juegos de la técnica ni de ningún otro interés. Por esa razón en la tarea de humanizar la enseñanza, de humanizar la educación y de humanizar la instrucción en el país, estamos buscando estos datos humanos donde alguna vez nos podemos tocar y dar la mano entre nosotros. Todas las organizaciones estudiantiles, ya sean estas primarias, secundarias o universitarias, como así también las organizaciones del magisterio argentino y del profesorado argentino, secundario y universitario, han de llevarnos a tomar este contacto humano, han de llevarnos a ponernos de acuerdo para humanizar la enseñanza, para que cada maestro sepa que cada muchacho es el centro de toda su preocupación, para que seamos cada día más humanos y menos técnicos. Cuando lleguemos a la convicción y a la experiencia de que el humanismo es la fuerza más extraordinaria de los hombres, recién comenzaremos a tomar el verdadero camino de la educación y de la instrucción. Por eso veo con extraordinaria complacencia como el Ministerio de Educación cada día, a través de la acción del señor ministro, va tomando más el camino del humanismo, que es el camino del éxito en la instrucción del hombre. Al entregarles este local en nombre del gobierno, y al entregarles la semana que viene el Club, yo solamente deseo que lo conserven, que lo manejen bien, y que consideren que tanto esta casa como el Club son dos lugares donde nosotros queremos que ustedes sean cada día mejores compañeros y mejores amigos. ................
1953-11-19
EN LA CONCENTRACIÓN REALIZADA EN LA CIUDAD DE EVA PERON CELEBRADO SU 71 ANIVERSARIO
Compañeros: Ningún hombre puede aspirar a una gloria más pura ni a un orgullo más justificado que recibir el reconocimiento de su pueblo. Pero cuando este honor le es discernido por sus conciudadanos y comprovincianos, indudablemente colma toda aspiración humana. La provincia de Buenos Aires que es sin duda el corazón mismo de la patria, festeja hoy sin duda uno de sus actos más trascendentales: el haber dado a su patria su Capital Federal, dando también nacimiento a esta hermosa ciudad de Eva Perón, en la que el destino ha querido me sea dado contemplar la glorificación de mi querida compañera de todas las horas, la señora Eva Perón. Es por eso que en estas circunstancias quiero agradecerle desde lo más profundo de mi corazón a esta ilustre provincia de Buenos Aires esa glorificación, que es todo el amor y todo el haber que un hombre puede recibir en vida como demostración fehaciente de su sacrificio, de toda su abnegación y de todo su patriotismo. Y deseo, también, que esta ocasión me sea propicia para felicitar al señor gobernador de la provincia de Buenos Aires, porque la pujanza, el trabajo de esta provincia y la grandeza de ella están renaciendo al impulso de su abnegación y de su sacrificio de todos los días, porque el gobernador Aloé es, sin disputa, el hombre que está empeñado todos los días en ganar tiempo a sus propias horas, dispersando a manos llenas sus sabios consejos, su prudente conducta a lo largo de Buenos Aires, para agradecerla, para honrarla y para dignificarla. Nosotros, los hombres del Movimiento Peronista, no tenemos otra aspiración ni concebimos otra ilusión que la de quemarnos para alumbrar el camino a nuestros conciudadanos. Nosotros, los hombres del Movimiento Peronista, que tenemos la responsabilidad de la dirección del gobierno y de la conducción del pueblo argentino, no concebimos en el desempeño de esa responsabilidad, sino la tarea cumplida todos los días con la honradez y con prudencia. Por eso llegamos a la provincia de Buenos Aires, trayendo como siempre nuestra sinceridad y nuestra lealtad, y nos congratulamos con ella al ver su avance, al ver su progreso, al ver su bienestar y al ver, también, la felicidad de este pueblo merecedor de todo el destino que la patria pueda prodigarle. En estas horas propicias, el recogimiento patriótico; en estas horas en que la ciudadanía, a través de nuestras reformas, comienza a ver un horizonte despejado y limpio; en estas horas en que la ciudadanía comienza a pensar constructivamente en la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación, séame propicio también invocar a Dios para que derrame sobre esta tierra las bendiciones de felicidad y de grandeza con que soñamos, y séame también propicio para invocar el nombre sagrado de Buenos Aires, que como en los fastos de la historia pasada, está construyendo una historia futura para la grandeza de la República y para honor de los argentinos. ¡Bendita sea Buenos Aires! Bendita sea porque ella fue el comienzo de la patria misma, y bendita sea porque en estas tierras de varones ilustres sigue creciendo la inmarcesible fama de la patria al calor de la acción de los hombres que defendieron con su vida esa felicidad y esa grandeza. Y, compañeros, como en los fastos familiares, digamos aquí: ¡Feliz cumpleaños para esta noble ciudad!, ¡Feliz cumpleaños para Eva Perón! ¡Felicidad eterna para sus hijos! Invocando el nombre de nuestra patria, elevamos los corazones porque Eva Perón, ciudad capital de nuestra provincia, sea con los siglos, el reflejo de la grandeza de nuestra propia patria y de vuestra patria chica. ............... ................
1953-11-19
EN EL PARTIDO PERONISTA FEMENINO DE EVA PERÓN
Yo solamente quiero decir muy pocas palabras, las suficientes para hacer resaltar extraordinariamente la acción realizada por esta delegación regional de Eva Perón. A lo largo de casi toda la República, los locales de la organización femenina de nuestro movimiento se distinguen, precisamente, por estos magníficos continentes, como termino de escribir en el Libro de Oro de la Delegación, pero, aún cumplen mucho más por el maravilloso contenido que tienen. Yo alabo dentro de nuestro movimiento, especialmente, la organización femenina, no por la vieja costumbre de alabar a las damas, sino por que veo como realizan su tarea, como cumplen abnegadamente en todas partes la difícil labor de ir haciendo surgir a lo largo de toda la República las Unidades Básicas y delegaciones femeninas, que son verdaderos templos de ayuda social, de educación y de instrucción cívica para las mujeres. A menudo, ese refugio para trabajar en conjunto, preparar a los niños y ayudar a los jóvenes. Toda esta fuente extraordinaria de ayuda, de bondad, es, sin duda, el mejor camino que la mujer puede emprender para hacerse grande, digna y ser respetada entre sus semejantes. Dios ha querido darle a la mujer la ternura, el desinterés y el idealismo para todas sus cosas en la vida. Ella ha nacido ya para el sacrificio, y es indudable también que en su vida, cuando alguna mujer conquista, lo hace a través de su sacrificio, su abnegación y de su desinterés. Yo veo en las unidades básicas y delegaciones del Partido Peronista Femenino un progreso extraordinario. Son entidades limpias en su esencia y limpias en su existencia. Es, como diríamos, un renacer de las organizaciones del país. Yo recuerdo, y siempre menciono los antiguos comités de los partidos políticos, sucios en su continente, sucios en su contenido, donde las instituciones más usadas eran la taba, el naipe y el vino, y otras cosas por el estilo. Y eso era lógico que sucediese en esas entidades políticas, porque no había nada más que hacer. Nuestra unidades básicas y nuestras delegaciones se distinguen precisamente por que aquí siempre hay algo que hacer; cuando no hay que hacer, nuestras mujeres -la tarea intrínseca de su organización, buscan y procuran ayudar a las otras en prepararles sus deberes, enseñarles a ellas a coser, enseñarles economía doméstica, enseñarles a cocinar y, en fin, todo lo que una persona puede aspirar a que los demás conozcan. Construyan y realicen esa parte de nuestra tarea, pero, por sobre todo eso, sigan difundiendo nuestra doctrina a lo largo de toda la República, enseñándoles a las mujeres e inculcando en ellas todo el valor extraordinario de nuestra doctrina peronista. Esta labor que nosotros vamos a desarrollar la cumpliremos con la misma dedicación, con la misma abnegación, con el mismo sacrificio en la Capital Federal, en las provincias y en los lejanos territorios. Estamos enseñando a la ciudadanía argentina el camino de su propia organización y de su propia liberación. Yo creo que el mejor elogio que yo podía hacer de esta delegación, es decir con toda simplicidad y con toda conciencia, de que estos son los verdaderos pilares del futuro argentino. Yo no quisiera abandonar la función política sin haber afirmado todos mis sueños y todas mis esperanzas en la existencia de estos pilares del futuro argentino. Solamente estas cosa convertidas en templo podrán reemplazar, con ventaja para la ciudadanía argentina, a los antiguos antros políticos de los comités; solamente estas instituciones surgidas de nuestros ensueños, de nuestras ilusiones y de nuestro patriotismo van a ser constructivas en el futuro. Por eso, no solamente serán unidades políticas; para nosotros las unidades políticas no existen. Son unidades humanas, son unidades humanísticas, son cosas donde la mujer ha alargado su propio hogar, prohijando con su grandeza espiritual a los hijos de todos, que son nuestros propios hijos y nuestros propios hermanos. Nosotros, los peronistas, queremos educar y enaltecer cívicamente a nuestro pueblo. Nosotros sabemos que el único camino de la liberación, es, precisamente la educación y la elevación cultural cívica de nuestro pueblo. Por esa razón nos preocupamos ahora especialmente en ir conformando todo un sistema de enseñanza de formación política y de, diríamos, difusión, de nuestra doctrina, de nuestras teorías y nuestras formas de ejecución; ha de nacer todo un sistema escolástico para realizarlo. Tendremos la Escuela Superior Peronista en la Capital Federal, y dedicada a mantener nuestra doctrina, a actualizarla, a inculcarla y a defenderla contra toda suerte de deformaciones. También será función de esta Escuela Superior Peronista ir formando nuestros comandos superiores. Los comandos que han de tener algún día en sus manos el poder, pero también la responsabilidad de la conducción del conjunto. No queremos seguir siendo amateurs de la conducción política; queremos profundizar más y preparar nuestros hombres para un día entregarles confiados la bandera que nosotros tratamos de defender con dignidad y con honor. Esta Escuela Superior Peronista tiene esa función. Las Escuelas Peronista Provinciales, de las que funcionan una en cada capital de provincia, tiene por función hacer en las provincias lo mismo que hace la Escuela Superior Peronista en toda la República; ir manteniendo, actualizando, propagando nuestra doctrina, pero también formando los dirigentes y el encuadramiento de la masa peronista. Las unidades básicas son, sin duda, las escuelas más fundamentales de todo el sistema. Ellas tienen la función y la responsabilidad de inculcar en cada uno de los argentinos la doctrina peronista. Estas delegaciones o intervenciones del Partido Peronista -Femenino y Masculino-, como así también de la CGT, son las direcciones de coordinación, administración y gobierno de todas las unidades básicas. Es a través de la acción de estas delegaciones que se va a formar todo el sistema para trabajar nuestra doctrina en la masa. De ahí la grave responsabilidad que pesa sobre estas delegaciones. Yo me siento verdaderamente orgulloso -lo digo, no con el afán de halagar, lo que no suele ser tampoco mi costumbre- de ver como se va desarrollando todo el Movimiento Peronista Femenino a lo largo de toda la República, y veo que tiene el sello absoluto y propio de una organización nacida del corazón. Las únicas organizaciones que subsisten, las únicas organizaciones que conducen al éxito y a la perfección son aquellas que uno realiza con el corazón, así como los hijos del amor son siempre los más bellos. Finalmente, yo deseo en presencia de todos ustedes felicitar a la señora delegada, no solamente por lo que ha realizado aquí sino por todo lo mucho que ha hecho que yo le conozco. .................
1953-11-19
EN LA SEDE DE LA CGT DE LA CIUDAD DE E. PERON
Es indudable que una de las más grandes satisfacciones que experimento al llegar a Eva Perón es la de poder tomar contacto directo con los compañeros de la CGT. Mi llegada a esta casa no obedece a la obligación más o menos protocolar con que llegamos nosotros, los dirigentes, a distintas partes; para mi esto es un anhelo y una satisfacción. Yo me siento inmensamente feliz cuando recorriendo la República, voy alcanzando ciudades y pueblos y en cada uno de ellos veo una delegación grande o chica, lujosa o humilde de la Confederación General del Trabajo. Es ese orgullo que siento por nuestros dirigentes, lo que me impulsa a hablarles siempre con deseo de superación. En nuestra tierra y en nuestro tiempo ser dirigentes implica no solamente la responsabilidad de encuadrar una parte de la masa, sino también la responsabilidad mancomunada de hacer la felicidad del pueblo y la grandeza de la patria. Por eso, si algún dirigente de otros tiempos ha tenido una gloria y una dignidad, ellas no podrán compararse jamás con la responsabilidad, la gloria y la dignidad de los dirigentes obreros del presente, porque en sus manos y en su conciencia, está la seguridad y la grandeza de la patria. Por eso compañeros, yo he establecido en la República, con la desaparición de los viejos caudillos, la existencia solamente de dirigentes. Somos todos dirigentes. Aquí no hay otra clase de hombres que los dirigentes y el pueblo. Y esos dirigentes no pesan por la función que desempeñan ni por la jerarquía que les asigna esa función. Ellos pesan porque sepan cumplir o no su deber. Vale más el más humilde dirigente en el más apartado lugar del país si sabe cumplir con su deber, que el más encumbrado de los funcionarios si no sabe cumplir con el suyo. Los dirigentes de nuestros tiempos saben muy bien que cargan sobre sus hombros la tremenda responsabilidad del presente y la tremenda responsabilidad del futuro. Nosotros seremos en un momento juzgados por los propios dirigentes que nos sucedan en el gobierno y en la dirección y en la conducción de nuestro propio pueblo. De ahí nace nuestra gran responsabilidad. Para enfrentar la responsabilidad no se necesita ser un sabio, ni un santo, ni un héroe. Se necesita ser un hombre honrado y trabajador. Cuando los ricos, los poderosos y los sabios gobernaron, nosotros conocemos muy bien la experiencia que nos legaron. Por eso no queremos gobernar ni como ricos, ni como sabios, ni como poderosos; queremos solamente gobernar y dirigir el país como hombres humildes y como hombres honrados. Quizá, la historia pueda decir algún día cosas y juicios de alabanza para nuestra generación; pero solamente dos cosas nos podrán enorgullecer de toda la alabanza que se pueda contar a nuestro favor y esas dos únicas cosas las podremos usar como emblema de nuestro tiempo y de nuestra dignidad: si solamente dicen de nosotros que hemos sido hombres humildes y que supimos cumplir honradamente con nuestro deber. Yo me siento feliz porque veo que van progresando las organizaciones de los trabajadores argentinos. Yo las juzgo no por el número de afiliados que tengan; más bien las juzgo por las clases de dirigentes que la encuadran y no por la inmensa capacidad que los dirigentes tengan, sino por la gran honradez con que actúan. Compañeros: cuando analizo el movimiento sindical del mundo y veo que la mayoría de los dirigentes están pagados por las organizaciones capitalistas y las comparo con nuestro país, me lleno de orgullo y de satisfacción, porque mientras allá es el dinero el que juega, son los intereses los que valen, en nuestra tierra, son la defensa de la felicidad del pueblo, de los derechos de los trabajadores y la grandeza de la patria, los únicos tres elementos que juegan para que un dirigente sepa cumplir con su deber. Es indudable, compañeros, que hemos alcanzado un grado de organización cualitativo, superior a toda otra organización existente en el mundo. Los trabajadores argentinos pueden decir con orgullo que sus organizaciones son sin duda alguna, las mejores organizaciones del mundo. Pero no debemos envanecernos por ello, debemos seguir perseverando y trabajando; debemos seguir tratando de crear escuelas sindicales en las que los dirigentes vayan formando a los muchachos, a los jóvenes dirigentes en esa honradez que ustedes practican y en esa capacidad que ustedes ejercen, para darles también la consigna de los tiempos, que es la más grande consigna que se puede entregar a las nuevas generaciones. Esos muchachos que han crecido en nuestro tiempo como dirigentes, no saben todavía lo que es luchar y morir por una pequeña conquista al frente de la dirección de los gremios. Hay que pasarles el testimonio de esos viejos dirigentes que se encanecieron en la lucha sindical a través de las persecuciones, de la explotación, la miseria, el dolor, el hambre y, a menudo, la cárcel y la muerte. Esos dirigentes tienen la obligación de transmitirles eso a los jóvenes por si los tiempos de lucha retornan, para que ellos vayan formando su propia experiencia en la lucha sindical. Yo creo que esa función desarrollada en las escuelas sindicales, donde se va elevando la cultura social y se va afirmando la conciencia social, es un trabajo de indudable y trascendental valor para la clase trabajadora. Así también se debe ir completando la organización, llevándola a las conquistas de la solidaridad social. Los sindicatos solamente podrán tener carácter permanente en su organización y en su funcionamiento, cuando la solidaridad haya aglutinado la organización en forma indestructible. Para alcanzarlo, las organizaciones mismas tienen su acción en el afecto cualitativo. Cuando se lucha por los intereses profesionales, se está haciendo solidaridad social; cuando se establece una proveeduría para la defensa del poder adquisitivo de los salarios, se está haciendo solidaridad social; cuando se establecen mutualidades, policlínicos, consultorio externos, maternidades, dentisterías, se está haciendo solidaridad social. Es a través de esa solidaridad la única forma de poder consolidar permanentemente las organizaciones, transformando los sindicatos de una organización de derecho positivo en una organización de derecho natural, como es la familia. En tantos siglos se han ocupado algunos en destruirlas y no lo han podido conseguir. Está indestructiblemente unida por la solidaridad familiar, que es lo que le da el carácter de organización de derecho natural. ¿Qué diferencia puede haber entre la familia y el sindicato? El sindicato es solo una gran familia, es quizá, en cuanto a permanencia, donde los compañeros están mayor tiempo unidos. Desarrollemos la solidaridad sindical y haremos de los sindicatos organizaciones indestructibles de derecho natural como es la familia. Esto, he dicho yo, es la consigna del año 1953. Ya nos encargamos nosotros, a través de la educación y de la instrucción del pueblo de desarrollar la solidaridad individual, es decir, preparamos los hombres para que después, encuadrados en el sindicato, asimilen y absorban rápidamente la solidaridad social. Compañeros: yo alguna vez me enorgullezco de lo que he hecho, pero nunca me enorgullezco tanto como de haber desarrollado en mi tierra un verdadero espíritu de conciencia social y de solidaridad social, porque es la base de todas las organizaciones. Yo sólo les pido que luchen por el desarrollo de esa solidaridad, con ello están poniendo el sello definitivo a la existencia de la organización sindical. Cuando esa solidaridad exista, cuando seamos todos compañeros, amigos y hermanos, no habrá poder humano que pueda enfrentar a la organización sindical. La organización sindical es, en definitiva, la columna vertebral sobre la cual se va verificando toda la solidaridad nacional. Y es el pueblo y es la Nación que se van a armar obedeciendo a esa organización sistemática del sindicato. Compañeros: nosotros con esto vamos mucho más lejos de lo que muchos han imaginado. Nosotros vamos hacia la constitución de un estado cuya organización férrea e imperturbable la hará vencedora y exitosa en todas las circunstancias. Cuando nuestra tierra, cuando nuestro país, se ofrezca como ejemplo a la contemplación del mundo, será por su solidaridad y nunca por su individualismo, por su egoísmo o por su anarquía. Este ejemplo que nosotros estamos dando al mundo, resolviendo nuestros problemas con nuestro trabajo, sin pedir nada a nadie, exigiendo que nos respeten, exigiendo que nadie intervenga aquí, lo podemos hacer sólo porque estamos solidariamente unidos la mayor parte de los argentinos. Si nosotros nos peleáramos, como dice Martín Fierro: "Cuando los hermanos pelean, los devoran los de afuera", y eso es exactamente cierto. Primero por nuestra solidaridad, por nuestro trabajo mancomunado, por nuestro esfuerzo integral y de conjunto, tenemos que realizar la comunidad; dentro de esa comunidad realizada, recién nos podremos realizar cada uno de nosotros. La comunidad es como un barco que sale de un puerto y va a otro. Si en mitad del camino naufraga, no le quedan esperanzas a los pasajeros. Para llegar a puerto es necesario primero que el barco llegue, para después bajar nosotros en ese puerto. La comunidad es lo mismo: navega en el mar proceloso de este mundo de iniquidad y de injusticias, expuesta a todos los temporales y a todos los bajos fondos y peñascos de esta vida. Si nosotros no luchamos todos por mantenernos a flote ese barco que va hacia el puerto de la esperanza, si naufraga en mitad del camino, ninguno de nosotros, pobres pasajeros, hemos de llegar a ese puerto. Por eso sostengo siempre, que para que cada uno de nosotros podamos realizar nuestro destino, es primero, previo y fundamental, que realicemos el destino de nuestra comunidad. Nadie puede ser feliz en una comunidad desgraciada, y aquellos privilegiados que pudieran serlo serán siempre hombres sin conciencia. Porque un hombre de conciencia no puede sentirse feliz cuando sabe que su felicidad se sienta sobre la desgracia, el dolor y la miseria de millones de semejantes a él y hermanos suyos. Por eso, todo este inmenso trabajo de la solidaridad, es la realización de nuestro destino común, dentro del cual cada uno de nosotros, de acuerdo con sus propias condiciones, tendremos siempre la posibilidad de realizar nuestro propio destino. Compañeros: yo no quiero irme de este local sin antes decir mi palabra de profundo agradecimiento por la acción de todos los dirigentes argentinos; sin decir mi palabra de agradecimiento a las organizaciones de trabajadores que fueron siempre nuestra posibilidad de acción, que hoy lo siguen siendo, y que en el futuro no habrá ninguna fuerza en la que nosotros podamos afirmar nuestras organizaciones sino sobre los brazos poderosos de nuestros trabajadores. Les agradezco, compañeros, estos momentos que son, quizá, los más felices que yo paso en mi vida. Yo soy de los hombres que han elegido su destino, y mi destino está unido al destino del pueblo argentino y de los trabajadores. Y quiera Dios que en esa marcha hacia el destino me permita algún día cerrar los ojos contemplando la gloria esplendorosa de nuestros trabajadores, para morir entre ellos feliz y contento de haber dado la vida por algo noble y algo grande. ...............
1953-11-19
EN LA REPÚBLICA DE LOS NIÑOS DE VILLA GONNET
Ha sido siempre una aspiración de la juventud, y también un sentimiento natural en los jóvenes, que se les deje siempre algo de su propio destino para manejarlo. Es indudable que el destino de la juventud no puede ser manejado por nadie mejor que por la propia juventud, si la juventud aprende a manejarlo. Cuando se habla de la formación, de la instrucción, de la moral, de las buenas costumbres, del trabajo y de la dedicación, no se consigue nada si cada uno no se persuade por sí de lo que valen esas virtudes que hemos enumerado. Lo sublime de las virtudes no es precisamente su enunciado; lo verdaderamente sublime de las virtudes es su práctica. Así también lo grande de la formación, de la enseñanza, de la instrucción no está en lo que los maestros poseen, sino en lo que las muchachas y los muchachos pueden asimilar. Para que eso se pueda cristalizar en la juventud, que es el más sublime de los receptáculos de la moral, de la virtud y de la enseñanza, es necesario dar a cada joven la posibilidad de ser también un poco su propio maestro, para que desde su consciente o desde su subconsciente trabaje en colaboración con aquel que tiene el empeño de formarlo, de instruirlo y de educarlo. Por eso la escuela más extraordinaria en la formación del carácter y de la personalidad de los hombres y de las mujeres, reside precisamente en su vida activa que es la mejor escuela para la vida; el vivir consciente, moral y espiritualmente su propia vida. La formación de la personalidad humana no se propugna limitando, se propugna dando posibilidades. Por esa razón, nosotros, que renunciamos un poco a la tecnificación que deshumaniza, deshumaniza hasta el extremo de creer que ustedes son para la enseñanza, y no la enseñanza para ustedes; renunciando un poco a esa técnica irracional, nosotros queremos humanizar la enseñanza; pensar en que para cada una de ustedes -chicas en formación, proyectos de personalidades futuras- no encontraremos ninguna manera, ningún sistema ni ningún método mejor que empezar a hacerles actuar ya como mujeres, aunque todavía son niñas. Nosotros propugnamos la organización del estudiantado en nuestro país y hemos pensado que la organización natural de los niños está alrededor de la escuela y de sus maestros. Porque cuando son chicos no pueden recibir todavía el libre albedrío necesario para proceder por si mismos; pero cuando ya ha terminado la escuela primaria, que es la eminentemente formativa y se llega a una edad donde comienzan a verse bien las cosas, es menester echar mano de la mejor escuela para la vida, que es la vida misma, y poner las decisiones fundamentales ya en cierta medida en manos de los jóvenes. Esto hace que la formación cumplida con el autocontrol, por la virtud y la moral no consisten en desconocer ni el vicio ni la inmoralidad, el secreto está en conocerlos pero en dominarlos a fuerza de carácter y de moralidad. No es moral aquel que no es inmoral porque no puede serlo. El moral es aquel que no quiere ser inmoral. En otras palabras, la escuela real de la vida no consiste en tener a la gente sustraída de gran parte de su vida, sino en formarla y educarla para que enfrente cualquier circunstancia de la vida con éxito. Por eso, nosotros que queremos dar un inmenso índice de humanismo a nuestra enseñanza, estamos ensayando las organizaciones estudiantiles, organizaciones que reciben para administrar, gobernar y dirigir sus propias organizaciones, a través de chicas elegidas por las demás, para cargarles la responsabilidad de la dirección y del gobierno, para que comiencen ya, a esta edad, a sentir y a enfrentar la responsabilidad, y para que tengan una función que cumplir y se acostumbren a cumplirla con éxito, acabadamente. Agradezco al señor gobernador de la provincia de Buenos Aires que ha tenido la gran comprensión, interpretando estas ideas que nosotros lanzamos como orientación para todo el país, de entregar a las chicas de la UES de la Provincia de Buenos Aires, esta maravillosa República de los Niños, porque es ésta la escuela activa donde cada una de ellas se sentirá un poco responsable del destino, de la dirección y del gobierno de esta entidad que se les confía. Este club, en donde la vida debe transcurrir en absoluta solidaridad, tendrá también la maravillosa virtud de formar un equipo de mujeres de esta generación con la cual soñamos, porque representa el futuro de la patria. Este futuro de la patria se formará frente a esta maravillosa visión de nobleza, de grandeza y de felicidad. Quiera Dios que cada una de esas mujeres grabe profundamente en su corazón cuanto de grande tiene toda la juventud cuando nosotros, los viejos, que la consideramos el futuro de la patria, nos animamos ya a poner parte de ese destino en manos de una juventud que la merece. Yo tengo la esperanza de que estas organizaciones de estudiantes secundarios -Rama Masculina y Rama Femenina- vayan surgiendo a lo largo de toda la República. Así, en esa comunidad organizada con la que sueño, veré que no solamente está organizando su presente sino también su futuro. Los pueblos que conforman una comunidad organizada y que piensan ya en un futuro también organizado, están venciendo sobre el porvenir y son por lo tanto, los privilegiados del futuro. Ese privilegio es el que yo sueño para mi pueblo; y con ese privilegio es con el que nosotros, los hombres de esta hora -pensando sin egoísmos-, estamos ofreciendo a la patria, con todo el desprendimiento con que debemos proceder, un futuro que ya es halagüeño, porque en las generaciones que se están formando, fructifica la solidaridad junto con el amor a la patria, que son las garantías de triunfo para el futuro. Es en nombre de ese futuro, y es también en nombre de esa esperanza, que depositamos, en manos de la señorita que me ha precedido en el uso de la palabra, las llaves de esta República de los Niños, que de hoy en adelante pertenece exclusivamente a ustedes. ..................
1953-11-19
EN LA SEDE DEL PARTIDO PERONISTA MASCULINO DE LA CIUDAD EVA PERÓN
Yo quiero aprovechar esta ocasión para agradecer a la Intervención del Partido Peronista de la provincia de Buenos Aires, al señor gobernador y a las demás autoridades que han hecho posible la adquisición de esta casa para dedicarla a las actividades del Partido. Después de la visita que termino de hacer, es para mí una gran satisfacción poderles expresar que estos edificios valen para mí mucho más por el contenido, que por el verdadero continente que ellos representan. Las unidades básicas, las delegaciones, las intervenciones, etcétera, del Partido Peronista a lo largo de toda la República, están haciendo un trabajo, diremos, de encuadramiento efectivo, eficaz y digno de todo nuestro movimiento político. Yo llego a estas casas y rememoro los antiguos tiempos de la política argentina, en las que algunas veces llegué también a algún comité para conocerlo, y noto una extraordinaria diferencia entre lo que nosotros estamos realizando y lo que se utilizaba o lo que se hacía antes en los antiguos comités políticos. Yo creo que nosotros estamos en lo cierto y creo que debemos ir creando a lo largo de toda la República todas estas unidades destinadas al adoctrinamiento de nuestro pueblo, a elevar la cultura ciudadana y a defender desde ellos el verdadero civismo argentino. Yo entiendo que en el país se han dicho muchas veces que hay que educar al soberano, como decían antes los políticos. Esa educación al soberano no había llegado hasta nuestros días en forma muy desarrollada ni distinguida. Yo entiendo que el único pueblo que está asegurado contra toda posibilidad de tiranía es aquel que está cívicamente capacitado para interpretar lo que es la verdadera democracia. Cuando un pueblo es tiranizado, demuestra dos cosas: que no esta cívicamente preparado y que no esta políticamente organizado. La función de estas unidades nacidas con nuestro movimiento en toda la República, ha de ser eminentemente ésta: la de ir preparando un pueblo que no puede ser jamás tiranizado, porque conoce bien sus derechos y porque esta capacitado para hacerlos respetar. Entiendo también, que en ese orden de cosas, nosotros hemos desarrollado un gran trabajo. Lo primero que hemos hecho es extender un amplio adoctrinamiento que va llegando a todos los lugares del país. Pero conocer una doctrina no es todo. Conocer y sentir una doctrina, tampoco es todo. Es necesario penetrar en esa doctrina, en su teoría y en todas las formas de ejecución que de ella emanen. Ese trabajo ha de realizarse en toda la República para que no haya un solo ciudadano que lo desconozca, porque yo soy de los hombres que piensan que, cuando el más modesto y el más alejado ciudadano de un país se interesa por la cosa pública, ese país está salvado. Pero cuando los ciudadanos se desentienden o se desinteresan de la cosa pública ese país está irremisiblemente perdido. Por esa razón nosotros hemos trabajado fecundamente en toda la República para llevarla a un grado suficiente de adoctrinamiento. En el futuro hemos de encarar eso de una forma más racional. La creación de la Escuela Superior Peronista en la Capital Federal, de una escuela peronista en cada una de las capitales de provincia y de unidades básicas en todo el país, ha de ser el ángulo a través del cual nosotros hemos de llevar nuestra doctrina hasta el más apartado lugar y hasta el más modesto de nuestros ciudadanos. La unidad básica tiene por función elemental y fundamental la de enseñar e inculcar nuestra doctrina en la ciudadanía. Las escuelas peronistas provinciales tienen por función mantener latente el espíritu doctrinario, vigilar que la doctrina no se desvirtúe y formar los cuadros de encuadramiento de la masa ciudadana del Movimiento Peronista. La Escuela Superior Peronista, en cambio, en la Capital Federal, tiene por función el unificar criterios sobre nuestra doctrina y lanzar las teorías que emerjan de esa doctrina; mantener la doctrina al día, y, finalmente, formar los cuadros para el encuadramiento general de nuestro movimiento. Solamente así, a través de estas organizaciones, nosotros crearemos una doctrina actualizada y eficiente; crearemos el espíritu y la mística necesaria para sustentarla, y crearemos, igualmente, los hombres que estarán destinados a reemplazarnos cuando nosotros abandonemos esta lucha en que la nueva bandera. - El pueblo grita: "Nunca, nunca!" El general Perón continua diciendo: Están equivocados si creen que nosotros vamos a durar para siempre. Solamente así, creando doctrinas, teorías y formas de ejecución, afirmándolas en hombres capaces de respetarlas y hacerlas respetar y cumplir, nosotros podremos consolidar nuestro movimiento. Seríamos pocos inteligentes y demasiados ingenuos si pensásemos que estos movimientos solamente pueden responder a la existencia de los hombres, de un hombre o de una generación. Solamente la organización vence al tiempo; es necesario crear esa organización que venza al tiempo, porque los hombres todavía no hemos conseguido hacerlo. Todos los peronistas tenemos la responsabilidad de ir engrandeciendo, ampliando y dignificando esta organización -que todavía es incipiente en el país- para que nunca, dentro de estos locales vuelvan las viejas costumbres; para que tengamos siempre dentro de ellos la preocupación constante de la superación; para que trabajemos permanentemente por ir dignificando esa función y desarrollando un trabajo honesto, honrado y digno; para que no nos suceda lo que tantas veces ha sucedido en los viejos comités, donde, como había que matar el tiempo, porque no había nada que hacer, se recurría a los naipes, a la taba y al vino, que son cosas que siempre entran cuando no hay trabajo, que siempre entran con la malicie y la desocupación. Creemos, cuando no haya trabajo, el trabajo necesario; creémoslo en estos locales. Aquí si uno se dedica a cumplir con el deber de adoctrinar a la masa, de instruir a la ciudadanía, tendremos trabajo para muchos siglos, para muchos años.- Señores: yo sé bien cómo se está realizando este trabajo en la provincia de Buenos Aires. Yo lo noto no solamente por las informaciones directas que tengo; lo noto por el mismo fervor ciudadano que se observa en toda la provincia de Buenos Aires, y lo noto también por el progreso que vamos apreciando todos los días en estas realizaciones. Yo creo, señores, que bien vale que gastemos tiempo y actividad en ir perfeccionando y levantando toda esta organización y todo el espíritu cívico de nuestro país, un tanto decaído durante tantos años. Llevemos la consigna permanente de irradiar desde estas casas todo lo mejor que nosotros tengamos como fuerza moral y como fuerza cívica, y sobre todo, que sea este un lugar que pueda ser considerado como un templo, para que no se convierta en un antro, como desgraciadamente sucede cuando no se cultivan las verdaderas virtudes ciudadanas, cuando no se cumple honradamente con la función que uno tiene, y cuando no se pone en todo ello la suficiente abnegación y el pequeño sacrificio que cada uno de nosotros debe realizar en bien de la comunidad. Por todo ello, yo quiero felicitar al interventor del partido, señor José Constantino Barro; lo quiero felicitar por que lo que estamos viendo, pero por sobre todo por lo que yo vengo observando desde que él se hizo cargo del partido. Y también, yo hago extensa esta felicitación a todo el comando táctico de la provincia. La existencia de un comando táctico es una garantía de buen gobierno y de buena actividad política dentro de las provincias. La experiencia nos está demostrando que todos los comandos tácticos funcionan bien, no hay problemas políticos y de ninguna naturaleza, y que donde tenemos líos y problemas políticos es porque el comando táctico no se reúne o no funciona adecuadamente. Eso es, señores, por una simple razón: nosotros, los que gobernamos, tenemos la responsabilidad del poder administrativo y del poder gubernamental y las organizaciones políticas tienen la responsabilidad del poder político. Es necesario que nosotros, que no tenemos caudillos, tengamos dirigentes. Si esos dirigentes que unidos forman la integralidad del poder en lo político, en lo administrativo y en lo gubernamental se entienden y se comprenden entre sí, establecen un perfecto equilibrio donde la arbitrariedad, el error y la mala fe no pueden realizarse, ni siquiera concebirse. Ese contrapeso, repartiendo la responsabilidad y el poder, da la garantía de una verdadera democracia organizada. No procedemos discrecionalmente en ningún caso, porque cada uno de nosotros tiene el contralor de su propia conciencia y, si ello no es suficiente, tenemos también el contralor de los compañeros que nos rodean. Los hombres somos siempre buenos, pero si nos vigila alguien somos siempre mejores. Esto es, indudablemente, el producto de nuestra propia experiencia. Nosotros no anhelamos proceder discrecionalmente, y si anhelamos que se nos controlen todos los actos de nuestro gobierno o del ejercicio de la dirección política, y lo queremos para estar no solamente seguros de que procedemos bien, sino para estar también seguros de que no podemos proceder mal aunque queremos hacerlo. Esto, es para nosotros el principio de una organización que ha de prolongarse en el tiempo y en el espacio. Dios quiera que toda esa experiencia sirva de escuela para todos los compañeros peronistas, para que en el futuro sepamos nosotros que la función pública con la dirección política siempre imponen un sacrificio que debemos estar listos para enfrentarlo, para dominarlo y para ejecutarlo en todas las dificultades. Nosotros, los dirigentes, debemos tener un solo objetivo al que no podemos renunciar y que no podemos olvidar, es el de que nuestra función la ejercemos en nombre del pueblo, y que debemos ejercerla solamente en su beneficio; que los hombres, frente al pueblo no contamos, que es la comunidad la que hay que realizar y que nosotros, los dirigentes, somos hombres destinados a quemarnos para alumbrar el camino de la grandeza y de la felicidad de nuestro pueblo. Estas cosas, señores, deben tener dentro de sí ese contenido. Yo no solo estoy satisfecho; como peronista me siento cada día más orgulloso de acaudillar a tantos millones de argentinos que piensan solamente para el bien del país y que están dispuestos desde sus posiciones a sacrificarse para realizar esta grandeza y conseguir esta felicidad. ..................................
1953-11-23
En el Teatro Colón en el Congreso Municipal de Medicina :
Señores: Yo solamente deseo decir muy pocas palabras, aún cuando mi agradecimiento sincero por la actividad que ustedes están desarrollando quizá me llevaría a decir muchas cosas. Es indudable que nosotros, los hombres que tenemos la responsabilidad directiva, estamos abocados siempre a numerosos problemas. Y es indiscutible también que en esos numerosos problemas se escalonan dos suertes de sensaciones: las agradables y las desagradables. Para mí, que ya voy acumulando una extraordinaria experiencia en la función directiva, no hay nunca una sensación más agradable que cuando veo que los argentinos se reúnen para discutir y resolver los problemas argentinos. El problema médico visto desde la Casa de Gobierno, es un problema común a numerosas actividades del pueblo argentino. Yo siempre he pensado que aún cuando tuviéramos grandes médicos, aún cuando cada uno de nuestros médicos fuese un sabio, la sanidad del pueblo argentino no iría muy lejos si cada uno de ellos, como francotirador, se limitara a curar solo a aquellos que recurren a él. El problema de la sanidad es un problema integral; es un problema del sano y es un problema del enfermo, pero sobre todo es un problema de la población argentina. Así como les he dicho a los profesores de enseñanza religiosa que si creen que ellos van a desarrollar e integrar la moral del pueblo argentino, están totalmente equivocados, porque mientras no nos pongamos a trabajar todos por la moral, ese problema no tendrá solución en el pueblo; les digo también a los médicos que si ellos creen que solos van a resolver el problema de la sanidad en la República, están totalmente equivocados. El problema sanitario argentino se resuelve con los médicos y con los demás argentinos que no entienden de medicina. Y estos congresos están destinados precisamente a eso, a ir haciendo conocer a todos los argentinos, que no debemos echarles la carga de toda esa inmensa actividad de la salud a los pobres médicos que solos y librados a sus medios científicos no van a ir lejos. El problema está en que cada argentino se interese por su salud y por la del resto del pueblo argentino, sea funcionario, empleado, obrero o lo que sea; viejo o joven. Cuando todos nos pongamos a trabajar; cuando todos integremos ese inmenso organismo que ha de ponerse en marcha para asegurar la salud y el bienestar del pueblo, empezando por el gobierno, que es el principal responsable cuando la salud no anda bien, porque no da suficiente de comer ni suficiente para vivir, hasta el ciudadano mismo, que por ignorancia cree que la salud está en comerse diez kilos de carne todos los días; cuando todas las gradaciones intermedias hagan algo en ese sentido, habremos solucionado el problema de la sanidad en la argentina. El problema médico, en la República Argentina, para mí, no reside en la falta de grandes científicos ni buenos médicos -los tenemos y abundantes en los dos casos-, sino en que nos pongamos de acuerdo para hacer buen uso de esos científicos y de esos médicos. Es, por lo tanto, un problema de organización Por eso, yo agradezco en nombre del gobierno, la realización de este Congreso que tiende a ir creando las bases de la organización de la sanidad argentina. Y agradezco, también, porque es en estos congresos donde se cambian opiniones, se dicen verdades, se corrigen errores y se va tejiendo la inmensa trama de la organización sin la cual los pueblos no resuelven sus grandes problemas; resuelven, apenas, algunos pequeños y subsidiarios problemas que les afligen. De ahí que yo vea complacido - que los médicos que por su profesión son un poquito individualistas, pues les gusta trabajar así en sus consultorios u otras actividades- resuelvan una parte del problema, pero es indudable que entre todos debemos abarcar la totalidad del mismo. Les pido que propugnen la organización; que propugnen tomar contacto entre ustedes y, por sobre todo, propugnen la solidaridad profesional. Lo que un millón de médicos individualmente no pueden realizar, quizá lo pueden hacer cien mil médicos bien organizados y solidariamente empeñados en el trabajo. Señores: la solidaridad profesional que ha gobernado a las grandes organizaciones desde que el mundo es mundo, ha demostrado siempre una inmensa actividad en la tarea de conjunto, racional, coordinada y científica. Este congreso, como todas las reuniones de los hombres de ciencia, tiene un provecho extraordinario. Quiera Dios que poco a poco vayamos venciendo la inercia de la simplicidad de vivir aislados, para ir pensando en el gran problema de la organización total. De ese modo, ayudados los unos con los otros, iremos tejiendo la tela de la solidaridad nacional, sin la cual a menudo la vida no merece incluso ni ser vivida. Agradecemos a todos los médicos y a todos los funcionarios que en este congreso han realizado una tarea más hacia la solidaridad, solidaridad que en el gremio, en la profesión, en la empresa, en la Nación, es indispensable si queremos cada uno de nosotros cumplir mejor con nuestro deber y asegurar el destino de todos los argentinos. Les agradezco a todos y les ruego que lleven un gran abrazo a todos los médicos de la República que ustedes representan a través de las grandes organizaciones de este Congreso Municipal de Medicina y que les digan que esperamos la organización de los médicos, la organización de ese inmenso ejercito de la sanidad que algún día ha de ponerse en marcha para bien de la patria y para felicidad del pueblo argentino. .....................
1953-11-23
EN EL ALMUERZO OFRECIDO A LOS REMEROS EXTRANJEROS :
Compañeros remeros europeos, brasileños y argentinos: Termino de escuchar al amigo que ha hablado en nombre del Brasil, como así también al señor representante que ha hablado en nombre del remo europeo, y agradezco sus amables expresiones Yo vengo a esta fiesta no como presidente de la República, sino como compañero y amigo de todos los remeros aquí presentes. Por eso, no me trae aquí mi obligación, sino que me trae mi corazón, que estará siempre junto a los deportistas de todo el mundo, porque yo también soy un deportista. Yo deseo que los deportistas dinamarqueses, suizos y franceses, como así también los brasileños, se sientan aquí como en su propia casa. Esa será sin duda, la más inmensa satisfacción que nos pueden dar a todos los argentinos. He asistido ayer a esa fiesta del remo, manifestación deportiva que, como todas las manifestaciones de esa clase, me llena ampliamente el corazón. Nosotros, hace unos años, pusimos nuestros gauchos al timón; en el futuro, hemos de empeñarnos en poner nuestros gauchos al remo, y en ese campo nos han de encontrar siempre nuestros amigos deportistas de Europa y de América. Nosotros somos hombres humildes y simples, y en el deporte los hombres humildes y simples son los que cuentan y son los que valen. Por eso, si bien quizás no lleguemos primeros a la meta de las pruebas que realicemos, tenemos, sí, la pretensión de llegar primero al corazón de nuestros amigos deportistas. Nosotros no consideramos al deporte como una ambición de sobresalir, lo consideramos como una noble actividad para competir de corazón a corazón, y vamos a las pruebas y a las competencias, no a ganarlas, sino a ganar un amigo. Esa es nuestra manera de pensar y de sentir. Cada vez que ganamos un amigo, cumpliremos con nuestra misión, aunque no hayamos ganado una prueba, porque si ganamos muchas pruebas y ningún amigo, no habremos cumplido con la misión a la que el deporte argentino aspira; que es colocar bien alto su propia bandera. Por eso les digo a los amigos franceses, a los suizos, a los amigos dinamarqueses y también a nuestros hermanos brasileños, siempre tan cerca de nuestro corazón, que han llegado a esta tierra criolla donde exaltamos los valores y las tradiciones de nuestra raza, que quiero que lleven a su patria, no el recuerdo de la magnificencia, que a nosotros no nos interesa, sino el recuerdo de una amistad y de una sinceridad que con toda el alma les brindamos, para que allá en su lejana tierra, en Europa o en Brasil, sepan nuestros hermanos que tienen aquí grandes amigos, y que estos amigos les ofrecen lo más grande que ellos poseen, que es su corazón. Ahora, como número fuera de programa, y refiriéndome a los remeros argentinos, quiero decirles que hasta ahora hemos atendido con nuestro ministro de Obras Públicas un sinnúmero de tareas relacionadas con la realización de obras de importancia extraordinarias para la República y su economía. En estos momentos, un poco más aliviado ya, quiero hacer una promesa a los remeros, que nunca he querido hacer antes porque no sabía si la podía cumplir: les prometo que tendrán su cancha a corto plazo. Se acostumbre a decir que Perón cumple. Esto les explicará porque no les he prometido hasta ahora. Yo pienso que solo hay que prometer cuando se puede cumplir. En consecuencia, nos pondremos a trabajar en seguida para que ustedes tengan a corto plazo sus canchas, sus amarraderos y todo lo que necesiten Ahora les voy a pedir, lo que nunca pido, porque yo no tengo preferencias por ningún equipo. Para los muchachos de Mar del Plata, que por primera vez han llegado con tres botes y que están muy cerca de nuestro corazón, les pido, por excepción, y no lo haré nunca más, que demos tres hurras por ellos, tan humildes y tan buenos, que han sabido triunfar a fuerza de corazón. ...........................
1953-11-26
EN EL TEATRO NACIONAL CERVANTES :
Señoras y señores: En primer término, quiero aclarar que yo no dictaré una clase magistral; mantendré solamente una conversación sobre el importante tema de la cooperación escolar. También deseo que mis palabras sean para agradecer profundamente la amabilidad que ha tenido el Congreso de proclamarme el "Primer Cooperador Escolar" del país, brindándome el honor de ser un cooperador más, a la par de ustedes. Asimismo, quiero agradecer las amables palabras que acaba de pronunciar la señora de Basso Castillo. Me siento muy feliz de poder compartir estos momentos con ustedes, que están preocupándose de un aspecto tan importante e interesante de la escuela argentina, como asimismo de la cultura y de la educación argentina. Señores: El problema de la cultura y de la educación argentina no es, como muchas veces se ha creído, el problema de los maestros argentinos. Para mí, es el problema de todos los argentinos para ser resuelto en todas las circunstancias de la vida argentina. Si nosotros pensáramos que el difícil problema de educar a nuestras mujeres y a nuestros hombres y de formar una verdadera cultura nacional en nuestro pueblo fuera obra de 200 ó 250.000 personas, estaríamos profundamente equivocados. La educación y la cultura deben ser la preocupación de todos, porque en la formación de los hombres también intervenimos todos, empezando por la madre desde la cuna, y terminando por el hogar de ancianos, que cuida también la vida de los hombres que han quedado incapacitados. A lo largo de todo ese tiempo y de todo ese espacio es necesario escalonar el esfuerzo común por la educación y por la cultura. Es indudable que esto obliga a contemplar nuevas circunstancias y a proceder con nuevos métodos. Por eso decía al comenzar que era feliz al ver que las cooperadoras de las escuelas argentinas, vale decir, los padres y los maestros de los niños argentinos, tenían la misma preocupación que el gobierno y que los maestros por la cultura y por la educación de los argentinos. De este congreso han de salir enseñanzas constructivas y reales para esa tarea. Pero, por sobre todas las cosas, estamos echando las bases de una nueva cooperación escolar. Vale decir que la cooperación escolar no puede reducirse a arreglar un vidrio de la escuela o dar una taza de leche a los chicos, aunque eso vale también mucho, sino que nos pongamos de acuerdo de como debemos proceder conjuntamente los padres, los maestros, los funcionarios y los dirigentes para que los niños tengan una continuidad en su cultura y educación. Esa ha sido la preocupación constante del gobierno. Yo no creo que gobernar un país es solamente administrar la cosa pública y dirigir el gobierno de la Nación. Para mí tiene más importancia todavía todo aquello que se haga para influir e influenciar cultural y educacionalmente al pueblo de la República; quizá sea la más trascendente y la más importante tarea del gobierno. Es indudable que comenzamos a trabajar nos fue necesario resolver graves problemas materiales en el país, tales como una reforma social que sacara de la explotación a la masa popular y que echara las bases de convivencia más justa, como una independencia económica que permitiera que la riqueza argentina la disfrutaran los argentinos y como una soberanía política que nos permitiera dentro de nuestra tierra ser nosotros los soberanos mandantes de ella. Eso nos llevó a la preocupación perentoria de encarar el problema para resolverlo. Esa base de sustentación material era indispensable de establecer fehacientemente y realmente, para después pensar en los valores del espíritu y del intelecto, porque lo primero que hay que sostener es el esqueleto, ya que después se puede complementar con todo lo demás. Yo sé que cuando yo comencé mi prédica, prédica de verdadero predicador, sin otra fuerza que la de sus ideas y la de sus convicciones, muchos dijeron: "Es un materialista, no piensa nada más que en mayores salarios, que la gente coma mucho, que vista bien y cómodamente". Pero si yo hubiera procedido de otro modo, hubiera caído en los lugares comunes de una lejana prédica que se ha venido ejerciendo sobre los pueblos en forma intranscendente, inoperante e inoportuna, poco veraz. Lo primero que había que hacer era poner el gobierno a resolver los problemas que eran la base de la solución de los problemas educacionales, morales y culturales del pueblo, porque nosotros estamos aburridos de haber escuchado en todos los lugares la prédica de muchos moralistas que decían, por ejemplo: que el origen de la inmoralidad estaba en la promiscuidad en que vive nuestra gente, quince en una pieza de distinto sexo y de distintas edades. Los criticamos durante años y años. Pero yo me pregunto si esos quince que viven en una pieza lo hacen así por placer. Me imagino que lo hacen por necesidad, porque a nadie le gusta vivir en esa promiscuidad. Desde luego que si queríamos resolver básicamente ese problema, en vez de criticar, había que ponerse a trabajar para subsanarlo. Eso era lo que hicimos nosotros. Primero, para tener una casa hay que poderla pagar, en consecuencia, había que pagar mejor a la familia popular argentina para que pudiese tener una casa. Nosotros hemos construido muchos miles de viviendas, y en el Segundo Plan Quinquenal hemos de construir otras 350 mil y hemos de facilitar dinero para que los pobres que no tienen medios puedan también intentar hacer su propio nido como los pajaritos Con respecto a la técnica, hay que hacer algunas distinciones. La técnica es necesaria porque ahorra esfuerzos, pero hay que usarla en cierta medida. Más allá, es otra cosa. Ahora la técnica también consolida. La técnica da carácter permanente. Los griegos, por ejemplo, fueron pueblos inmensamente cultos, pero carecieron de técnica. No tenían técnica. En cambio tenían una inmensa cultura. Vinieron los romanos con un poco más de técnica y vencieron a los griegos. Lógicamente, la técnica da fuerza. La cultura no; da idealismo y da humanismo. La técnica da poder. Por eso, con la técnica se hicieron poderosos y dominaron a los griegos. Mas tarde otros pueblos dominaron a los romanos. En el orden de la felicidad humana la técnica no arrima mucho. La técnica, en parte favorece la comodidad, pero no hace felices a los hombres; es como el dinero que, si bien no hace la felicidad, la ayuda. Es lógico todo eso es un proceso de equilibrio. El justicialismo no ha hecho nada más que llevar adelante la técnica hasta donde no tiranice ni perjudique al hombre. Ahí está el equilibrio nuestro, lo que nosotros llamamos la tercera posición, en todas las cosas. En la técnica, en la cultura y en todo tenemos una tercera posición. ¿Hasta donde llega? Hasta donde comienza a molestar al hombre, porque nosotros no creemos en el beneficio de aquello tiraniza, perjudica o mata al hombre. Si el hombre es el que ha descubierto la técnica y la ciencia, sería muy estúpido si la hubiera hecho para destruirse a si mismo o para hacerse infeliz. De manera que nosotros vamos hacia una filosofía utilitaria de la técnica, de la cultura y de todas las cosas. Porque la ciencia, ¿quien me puede decir a mí si es buena o si es mala? Todo el mundo le canta loas a la ciencia. Pero no; la ciencia por sí no tiene ningún valor, es bueno cuando está al servicio del bien y es mala cuando está al servicio del mal. Esto también se aplica al tema de los distintos aspectos de la educación de la juventud y la función del maestro. Hay que tener en cuenta que en la vida hay una filosofía ecuánime que analiza las cosas y sus consecuencias, y que establece la bondad o la maldad de las mismas, según su finalidad. Todo este proceso hay que hacerlo jugar en el orden individual para que los hombres aprendan a discernir, porque hasta ahora lo que nosotros hemos tenido han sido sofistas, que utilizan los argumentos tanto para el bien como para el mal y que los transforman, los dan vuelta y los complican engañándonos a todos con palabras difíciles que nosotros no entendemos y que tampoco ellos las entienden. Pero el proceso del justicialismo tiende a abrir los ojos a la gente para que esos mistificadores que vengan no nos hagan creer una cosa que no es cierta. Nosotros hemos realizado parte de lo que tenemos que hacer. Por eso, en la prédica de esto llegaremos a las familias, a los maestros, a los chicos, a todos, y así, trabajando, ustedes en la parte colectiva de los sindicatos, creando ese sentido de solidaridad, y yo, trabajando en la acción estatal, llegaremos a impregnar todos los sectores hasta formar hombres humildes y buenos. El soberbio, que nosotros tuvimos sentado aquí, ya no tiene cabida ni va tener cabida en nuestra sociedad. Ese es el trabajo que nos queda por realizar, en el que yo he de poner en marcha a todo el mundo, tal como hemos hecho con las demás cosas. Todo este proceso está comprendido en la acción de gobierno. Yo no creo que un gobernante deba reducirse solamente a administrar la cosa pública y a dirigir al gobierno. Debe desarrollar también una profunda acción popular en el orden cultural, educacional, etcétera. Toda esta tarea esta en manos de todos nosotros, de ustedes y mías, y son responsables ustedes como yo en esta tarea. Cuando llegue el momento, todos hemos de empezar a trabajar. Yo estoy haciendo ahora la difusión, después vendrá la acción. Les pido que lleven estas palabras a todos los compañeros. Trabajemos todos para bien de todos, sin olvidar que tenemos todos una gran responsabilidad en la acción que cumplimos, pero la mayor responsabilidad está sobre los dirigentes. ............
1953-11-26
AL SER CONDECORADO POR EL EMBAJADOR DE LA REPÚBLICA FEDERAL ALEMANA :
Excelentísimo señor Embajador: Desde mi juventud, cuando en el Colegio Militar nos formaron los primeros profesores alemanes que en 1910 llegaron al país, con mi profunda admiración hacia esos ilustres soldados, la mayor parte de ellos muertos ya al servicio de la patria, aprendí a respetar y querer al pueblo alemán, a esa gran patria que representáis en nuestra tierra. Hemos crecido durante cuarenta años en contacto estrecho y en camaradería con esos ilustres soldados, afianzando cada día más nuestra simpatía y nuestro respeto por la Alemania de todos los tiempos. Para nosotros, soldados al servicio de una patria y de una causa no varían nunca los acontecimientos, ni los sentimientos de camaradería que abrigamos desde muchachos por esos grandes soldados que murieron sirviendo a su patria. Por esa razón, señor embajador, usted comprenderá cuanta es mi emoción y cuanto mi reconocimiento hacia el gobierno alemán por esta distinción que pone en el pecho de un soldado argentino una cruz de la Alemania de todos los tiempos, que para nosotros no varía ni en buena ni en la mala fortuna. Yo he oído hace años, en Alemania misma, que más vale el honor que los honores, y, en ese sentido, le puedo asegurar que al lucir esta condecoración alemana sobre mi guerrera de soldado he de hacer honor a estos honores. Yo quiero, señor embajador, que tenga usted la amabilidad de transmitir al Excelentísimo señor presidente de la República Federal Alemana, con mi reconocimiento, la invariable afirmación de nuestro respeto y nuestro cariño por su pueblo y por su patria, siempre presentes en los recuerdos de toda nuestra vida y, además, hacerle saber que la Nación Argentina, como en el pasado, como en el presente y como en el futuro, será siempre, invariablemente, una amiga de ese pueblo culto que representa Alemania y de esa Nación alemana, ligada con nosotros, a través de toda nuestra historia, por verdaderas relaciones amistosas y cordiales. Los argentinos, que no hacemos discriminaciones de ninguna naturaleza en ningún orden de la vida, sino que apreciamos a los amigos y los enemigos, tenemos la fortuna de decir que Alemania ha sido siempre una invariable amiga nuestra que nos ha servido tanto culturalmente como en todos los demás aspectos de la vida de la República, como amiga y como Nación que ha respetado siempre a la Nación Argentina, del mismo modo que nosotros hemos respetado siempre a la Nación Alemana, que, en ese sentido, tendrá constantemente en mí un hombre que no solamente reconoce toda nuestra historia y toda nuestra amistad, sino que esta dispuesto a honrarla y engrandecerla. ............................
1953-11-27
EN EL LUNA PARK CON MOTIVO DE CUMPLIRSE EL 10° ANIVERSARIO DE LA CREACIÓN DE LA SECRETARÍA DE TRABAJO Y PREVISIÓN
Compañeras y compañeros: Como hace diez años, nos encontramos reunidos hoy, festejando la creación de la Secretaria de Trabajo y Previsión. Y, como hace diez años, sentimos ligados nuestros corazones en la tarea y en el afecto común de los hombres humildes, que son los únicos que pueden salvar a los humildes. En 1943, cuando creamos la Secretaría de Trabajo y Previsión, no podíamos imaginar que ella sería la verdadera cuna de la Nueva Argentina. El 27 de noviembre de 1943, a esta misma hora -hoy hace diez años justos- al nacer la Secretaría de Trabajo y Previsión, comenzamos a aplicar la palanca que debía mover toda la Argentina, esa palanca sutil de un pensamiento de redención, que son los pensamientos únicos que mueven al mundo. Yo recuerdo que se había producido la revolución del 4 de Junio. Había seguido observado el panorama que esa revolución planteada, y dentro de ese panorama fui descubriendo, paulatinamente, como el principio reivindicador iba escondiéndose detrás de los acontecimientos para que esa revolución resultase como todas las anteriores: un hecho meramente político, donde cada uno de los actores debía reemplazar a cada otro de los antiguos actores del panorama político argentino, en forma tal que el único realmente interesado en la solución del problema quedase ausente del mismo: el pueblo. Yo comenzaba a ver que cambiarían unos políticos para que volvieran otros políticos, quizá con la misma orientación aunque con distintos rótulos. Y pensaba: "¡Pobre pueblo! El siempre olvidado y escarnecido, estará también en este acto ausente en la decisión de su propio destino!" Fue así que tomé contacto, desde el Ministerio de Guerra, con los dirigentes obreros. Había entre ellos muchos acusados de comunistas, de anarquistas, etcétera. Yo dije: "No me importa, que vengan todos, porque yo tengo interés en conversar con ellos y de saber que piensan de este problema de la revolución esos hombres esforzados y sacrificados". A través de todos ellos fui penetrando el verdadero problema del pueblo argentino. Hasta entonces todas las revoluciones habían creído que el drama argentino era un drama político, y yo descubrí inmediatamente, detrás de esa sincera y honrada opinión de los dirigentes, que el drama argentino era un drama social. Era el drama de la miseria y de la explotación en las ciudades y era el drama del dolor de la tierra en los campos argentinos. Fue entonces que yo me decidí a introducirme en ese terrible problema. A eso, desgraciadamente, siguió lo que sigue después a todos los golpes de Estado en las revoluciones políticas: una suerte de anarquía del poder y una suerte de anarquía de las fuerzas que sustentaban la propia revolución. Entonces se me ocurrió a mí, que era ministro de Guerra, pedir que me diesen el Departamento Nacional del Trabajo, que era un organismo oscuro, intrascendente e inoperante en la administración argentina, destinado a actuar de manera de amortiguador de todos los conflictos, paralizando así el empuje, el choque o el golpe de las reivindicaciones del proletariado argentino. Es indudable que cumplía bien su misión: amortiguaba perfectamente bien, porque las combinaciones que allí se realizaban, eran capaces de matar cualquier deseo de reivindicación o de justicia social. Cuando yo pedí el Departamento Nacional del Trabajo, muchos se rieron de mí. Dijeron: "¿Qué querrá este hombre con eso?" Se ha afirmado a menudo que si a uno le dan una palanca apropiada, con ella uno solo puede mover el mundo. Efectivamente, yo necesitaba mover la República, y la República era demasiado pesada, pero esa era una palanca apropiada para que yo la pudiera mover. Fue desde ese Departamento Nacional del Trabajo que se hicieron las primeras acciones por las reivindicaciones de las clases asalariadas. Lo convertimos después en Secretaría de Trabajo y Previsión. Costó bastante trabajo realizarlo, precisamente por la incomprensión de los propios hombres de gobierno. Sin embargo la creamos. Una vez que tuve la Secretaría de Trabajo y que organizamos allí un instrumento que leal y sinceramente sirviera a la clase trabajadora, lo demás comenzó a realizarse sin esfuerzo, sin obstáculos y sin hesitaciones inútiles. Fue así que largamos, como globos de ensayo, las primeras medidas revolucionarias. Una de ellas, la más revolucionaria, fue posiblemente el Estatuto del Peón. Indudablemente que si había alguien a quien había que tenderle una mano en la República, era precisamente el peón. El peón que no estaba amparado por nada, especialmente en los campos argentinos; el peón que estaba abandonado hasta de la mano de Dios. Había peones que ganaban diez pesos por mes; había peones que trabajaban por la comida. Cuando establecimos el Estatuto del Peón, con sueldos insignificantes y con protección también insignificante, se levantó una ola en toda la República. Decían que así ya no se podría trabajar en ninguna parte. ¿Cómo iban a poder trabajar si le tenían que pagar a los peones? Ahora nos reímos porque individualmente ese estatuto inicial ha sido sobrepasado cuatro veces, y sin embargo, todavía creemos que no es del todo justo. Sin embargo, miremos retrospectivamente y veamos, no la conquista en sí de haber establecido un estatuto para el trabajador rural, sino el efecto que en el espíritu argentino trajo esa medida. Mineros que hoy al espíritu del mismo patrón le repugna no pagar convenientemente a sus peones. Mineros lo que ante la conciencia social representa el haber reconocido que esos pobres hombres, que son los que elaboran también la grandeza de la patria, tienen derecho a vivir dignamente. Ese estatuto se aceptó, y cuando las protestas disminuyeron y luego desaparecieron, fue recién posible iniciar en gran escala el resto de las reivindicaciones. Pero yo me di cuenta que a pesar de la inmensa fuerza que ya estábamos adquiriendo, nos faltaba cristalizarla en una organización. Yo me di cuenta de que así dispersos, habíamos accionado y habíamos vencido en ese sector con una imposición justa y digna, pero también pensé que sin organizarnos no íbamos a ir muy lejos. Pensé que en una reacción organizada nos podíamos inferir indudablemente graves daños en el trabajo que estábamos realizando. Inmediatamente, nos pusimos a trabajar para poder asegurar la organización proletariado argentino. Ese fue el segundo trabajo que iniciamos en la Secretaría, al que entonces llamamos el Régimen Legal de las Asociaciones Profesionales. ¿Qué ocurriría con esto? Nosotros habíamos observado que, de acuerdo con la Constitución, todos teníamos derecho de asociarnos con fines lícitos. En consecuencia, la organización para la defensa de los intereses profesionales era constitucionalmente un derecho que teníamos todos los ciudadanos argentinos. Claro que eso teóricamente era magnífico, pero analizando en la práctica del diligenciamiento de todos los días, resultaba que era una mentira criolla. Efectivamente, se organizaba un sindicato; mientras hacía la defensa de los intereses profesionales sin llegar a la huelga, era una asociación lícita; pero en cuanto llegaba a la huelga, el expediente iba a la Suprema Corte y la Suprema Corte decía que era un acto ilícito. Por lo tanto era una asociación ilícita e iban todos a Villa Devoto. Nunca en la República se había legislado sobre la organización de las asociaciones profesionales. Se había legislado para toda clase de organizaciones, las económicas, las políticas, y por ahí, cuando se fundaba un club, se legislaba para ese club. Pero, para una organización sindical, donde los hombres pudieran ejercer el derecho natural de la defensa de sus intereses, para ésos no se había legislado nada. Solamente en la Constitución se decía que tenía derecho a asociarse con fines lícitos. Claro que siempre que querían asociarse, los fines resultaban al final ilícitos. Por eso nada se pudo realizar en lo referente a la organización de los obreros para la defensa de los intereses profesionales, que tuviera un fundamente legal y estuviera encuadrado jurídicamente en la legislación argentina. Fue necesario que nos reuniéramos. Claro que yo, cuando hice ese trabajo, reuní a todos los dirigentes, que eran los que sabían donde "apretaba el zapato", y con ellos revimos el régimen legal, de las asociaciones profesionales. A continuación el gobierno firmó ese decreto ley, que después el Congreso transformó en la ley actual de organización para la defensa de los intereses profesionales, que es la misma que inicialmente hicimos nosotros. Naturalmente que con eso no habíamos asegurado la organización sindical. ¿Por qué no la habíamos asegurado? Porque no es suficiente tener una ley. Era necesario que los que iban a componer la asociación estuviesen en claro sobre las finalidades para las cuales se asociaban y además tuviesen objetivos comunes y designios comunes. Este era un trabajo largo. Había que hablar a todos los dirigentes y a todos los obreros argentinos para decirles con claridad: "Compañeros, vean que si no se organizan y se ponen fuertes no van hacer nunca nada; vean que esto no se los va a hacer nadie si ustedes no se organizan y lo hacen hacer a la fuerza". Naturalmente que esto decía yo todos los días a todos los compañeros, en todos los tonos y en todas las reuniones, porque yo quería que se organizaran. Efectivamente, eso fue tonificando, a las organizaciones existentes, que eran un poco sui generis. Había toda clase de sindicatos en ese entonces. Estaba ese sindicato que nosotros ya conocemos, que son tres o cuatro hombres, un papel con membrete y sello; había patronales, había muchos sindicatos de oficios varios, en fin había todo lo que se podía imaginar que hubiese en un régimen anárquico de organización profesional. Pero todo costaba; eran todos compañeros, eran todos hombres que tenían reivindicaciones muy graves que cobrarle a una sociedad que los había escarnecido e indignificado durante tantos años. De manera que todo eso se fue organizando y se fue preparando a medida que se iban tonificando también algunas organizaciones buenas que más o menos habían resistido al tiempo, haciendo un poco de equilibrio y evitando que las destruyeran por la fuerza de la ley. Ese fue el verdadero nacimiento de la organización. Es claro que esa organización no resultó nada perfecta, porque en seguida se organizaron los sindicatos libres. Pareciera que esos sindicatos, que nosotros queríamos organizar no eran libres, según la concepción de algunos. Sindicatos libres que, naturalmente, después murieron por exceso de libertad. Tuvieron que incorporarse a los sindicatos comunes. Pero el hecho es qué se organizaron los trabajadores argentinos. Todas las demás conquistas que se obtuvieron fueron obra exclusiva de la organización. Ninguno de nosotros hubiera podido hacer nada si la clase trabajadora argentina no se hubiere organizado, y la prueba de ello se las doy yo en este hecho: el 17 de octubre, mientras estaba preso, pude apreciar bien lo acertado que había estado al propugnar la organización y al haber hablado a los compañeros para que se reunieran férreamente alrededor de sus dirigentes, a fin de obtener por todos los medios las reivindicaciones que les correspondían. Recién allí me di cuenta del extraordinario provecho de esa organización, incipiente, pero organización al fin. En esa oportunidad también tuve la inmensa fortuna de probar lo lindo que es estar preso cuando uno lucha por la justicia y la verdad. La reacción oligárquica de aquellos días nos demostró le necesidad de estar organizados. A esa reacción oligárquica le demostramos nosotros lo que vale la reacción del pueblo, cuando el pueblo está organizado y lucha por sus derechos y por su libertad. Por eso digo, compañeros, que desde ese momento hasta nuestros días el mérito de las conquistas de la clase trabajadora se debe solamente a la clase trabajadora, ayudada por el gobierno, sí, pero fue la clase trabajadora organizada a que consiguió la que convirtió aquella Secretarte de Trabajo en la verdadera casa de los trabajadores, y son los funcionarios, ministros obreros que han ocupado sucesivamente esa casa, los que van marcando el ritmo de esas conquistas. Yo rindo homenaje desde aquí a esa casa de trabajadores, y a todos los trabajadores argentinos, en la persona de los ministros Freire y Giavarini. Sin embargo, en toda esa tarea oficial existe una acción oficiosa y humana que no olvidará jamás el pueblo argentino, y es que le señora Eva Perón, desde esa casa, siguió alentando todos los días el espíritu de Octubre; siguió manteniendo latente en cada minuto el espíritu de lealtad y de sinceridad con que nosotros servimos al pueblo. Muchas veces me he preguntado que es lo que yo debo agradecer más a la Providencia, y me he contestado invariablemente: el qué haya promovido en mi alma y en el alma de Eva Perón una inclinación y un amor profundo al pueblo como para servirlo y como para morir por él si es necesario. Cada uno de nosotros, sabemos lo que Eva Perón luchó en esa casa por el bien de todos y sabemos también el inmenso sacrificio de su propia vida, dada como debemos darla cada uno de nosotros, si es necesario, por la causa de los demás trabajadores. Compañeras y compañeros: esta es en síntesis la verdadera historia de la Secretaría de Trabajo en estos últimos diez años de vida de la República. Sin embargo, esa historia tan simple, es la que ha dado nacimiento e la Nueva Argentina. Nació en ella también la independencia económica. Sin el apoyo de esa casa y de todos los hombres que la servimos con amor y con sacrificio, no se hubiera realizado la independencia económica de nuestro país, que es la única que puede posibilitar la consolidación de nuestras conquistas sociales. Y sin esa justicia social promovida, sin esa independencia económica realizada, no habríamos podido nosotros resistir a la presión de todo orden para mantener nuestra soberanía política, que es como decir mantener la propia dignidad de la República. Por eso digo que la Secretaría de Trabajo y Previsión fue la cuna y es también la síntesis de la Nueva Argentina. Sobre esa piedra fundamental, hemos edificado esta Nueva Argentina, donde los sentimientos y donde todos los pensamientos confluyen a esas conquistas iniciales, sin las cuales nada de lo realizado pudo haberse cumplido acabadamente. Es, compañeros, hasta el origen espiritual de nuestro sentimiento. Eso he dicho siempre: que henos enseñado también desde allí a hacer patria, a hacer verdadera patria. Hemos desarrollado el sentimiento patriótico, pero el verdadero sentimiento patriótico. En ese sentido, quizá junto con la conciencia social, con la solidaridad nacional, el patriotismo, desarrollado desde allí, es una de las más grandes conquistas de la Nueva Argentina. Un ligero análisis nos permitirá aclarar porque digo yo semejante cosa. El patriotismo es un sentimiento de amor, y los sentimientos de amor no se provocan ni con discursos, ni con lecciones, ni con indicaciones de ninguna naturaleza. El amor a la patria, como el amor a las personas, en cualquiera de sus formas, se siente o no se siente, pero nadie se lo hace sentir a uno a la fuerza. Hemos asistido durante cincuenta años a discursos llenos de retórica, inflamados de patriotismo, que mientras los escuchábamos tal vez pudieran habernos producido un cierto sentimiento, pero que, una vez terminados, frente a la materialidad de las cosas, los discursos quedaban olvidados y trasnochados. El amor a la patria es como el amor a la madre, y para que la madre inspire amor, tiene que ser una buena madre. Las malas madres difícilmente puedan inspirar amor. Tampoco las malas patrias pueden inspirar amor. Para que la patria sea amada, debe ser una buena patria, debe ser una buena madre. Yo analizo siempre estas situaciones. ¿Puede sentir el mismo amor un ciudadano de privilegio o un ciudadano escarnecido por la propia patria? ¿Tiene obligación de sentir el mismo amor? Teóricamente si, pero realmente no. Cuándo la patria sea justa y cuando convertida en una comunidad justa, le da la mano al desgraciado o apoya al hombre en su desgracia o en su dolor, iremos conquistando su corazón, iremos teniendo su amor. Hasta tanto no lo demostremos con la solidaridad que una comunidad debe dar a sus individuos, no conquistaremos ese amor, a pesar de los discursos y a pesar le todos los emblemas. Muchas veces se ha criticado que algunos obreros hayan confesado de buena fe que la patria de ellos era donde podían ganar el sustento y vivir con felicidad. Sin embargo, tenían algo de razón. Es lo mismo que pasa con una madre. Si la madre lo echa de la casa a uno y lo trata mal, y otra madre lo atiende con cariño, ¿cual de las dos madres es más madre? La que lo ayuda y la que lo socorre. Esa es más madre, a pesar de que no lo haya parido. La humanidad del presente está demasiado evolucionada para que le hagamos amar cosas abstractas. Los hombres amamos cosas concretas y realidades efectivas. Difícilmente amamos cosas abstractas que no comprendemos. Podemos decir que las amamos, pero amarlas efectivamente, ¿quien sabe? Es muy discutible. Por esa razón, en lugar de discursos para hacer patriotas, hagamos obras que despierten el patriotismo. Fundemos una comunidad de hermanos donde cada uno de nosotros sienta como propio el dolor y la miseria de los demás y donde seamos a menudo capaces de realizar un sacrificio por ayudar a un hermano en desgracia o en dolor. Y entonces esa comunidad será amada como la propia madre. No tendremos mucho que pedir para que, cuando esté esa comunidad en peligro, todos ofrezcamos la vida para defenderla. El capitalismo no pudo ofrecer, en su régimen de explotación del pueblo, esa solidaridad ni esa hermandad en su propia comunidad. Entonces, creó un concepto abstracto de la patria. Le dijo a cada uno, como un tabú: usted debe amar a su patria, y nadie se animó a preguntar porque. ¿Por qué? Porque para que haya amor tiene que haber una causa. No se ama sin causa. Es un sentimiento que se despierta o no se despierta. Yo pienso que cuando nosotros tengamos una comunidad digna de ser amada, la amaremos sin esfuerzo y sin discursos, y cuando alguien osara tocar la más pequeña de sus partes, ya verán como vanos a reaccionar y como vamos a morir por ella, como morimos cuando se nos ofende a la madre a quien amamos. Y todos esos eruditos del patriotismo verán algún día, frente a las contingencias de la propia historia, cómo un pueblo amante de su comunidad reacciona ante un ataque e esa comunidad. En esto, nosotros, los justicialistas, estamos en lo cierto, como en las casas. Cuando nuestra comunidad sea totalmente justa y solidaria y constituya una verdadera hermandad, será intocable e inviolable, por eso cada uno defenderá como a su propia madre y a como a su propio hogar. Por eso los justicialistas sostenemos que el patriotismo es el amor a la comunidad; no puede ser el amor a la patria geográfica, ni a las casas, ni a las vacas, ni e los toros que tenemos en el país. Amamos a nuestros hermanos y amamos a nuestros conciudadanos, porque todos ellos forman esa comunidad común, que es la madre de todas las horas, de todas las alegrías y de todas las desgracias. Compañeros, es allí, en esa casa de la Diagonal, cuando se ha forjado también este nuevo sentido y este nuevo sentimiento. Por eso digo que a pesar de haber realizado nosotros muchas cosas en el orden material, quizás ellas no tengan ningún valor frente a lo que moralmente hemos realizado en el país, al despertar una conciencia social que nos hace hermanos en una misma comunidad y al despertar también un nuevo patriotismo, que será el patriotismo del futuro en el mundo, si es que el mundo quiere que siga existiendo el patriotismo. Compañeros y compañeras: no deseo alargar esta conversación. Solamente quiero cerrarla con un tópico que es de absoluta actualidad dentro de nuestros planes de realizaciones. Es el que se refiere a las nuevas transformaciones en que estamos empeñados. La gente ha creído a menudo que la cultura es solamente para una clase privilegiada de los países o de las sociedades. La gente solía decir: las comunidades, los pueblos, se componen de dos grandes capas: los cultos y los incultos, vale decir, los privilegiados de la cultura y los abandonados a su propia suerte. Esto no es nuevo en el orden cultural, lo mismo pasaba con lo demás. Al pueblo lo dividían entre los que tenían y los que no tenían. Y así estructuraban los pueblos en esas dos divisiones, vale decir, los que tenían el privilegio del dinero, del poder, de la riqueza, de la cultura y los que no tenían ningún derecho a ninguna de esas cosas que deben estar al alcance de todos los ciudadanos de una Nación y de todos los individuos de una comunidad. Nosotros tenemos también en esto un concepto distinto: los pueblos cultos, para nosotros, no son aquellos donde hay veinte o treinta hombres sabios, muy sabios, y muchos millones de ignorantes, muy ignorantes. Esos no son pueblos cultos. Y cuándo nosotros hablamos de cultura, queremos tener un pueblo culto, queremos poner en manos del pueblo la posibilidad de alcanzar una cultura. Nosotros medimos la cultura de los pueblos por el nivel medio de la cultura popular. No creemos mucho en esos sabios muy sabios, que a menudo son todas mentiras, ni tampoco creemos en la posibilidad que un pueblo deba estar compuesto por un ochenta y cinco por ciento de hombres que no tienen acceso, de ninguna naturaleza, a la cultura. Se puede ser trabajador manual y se puedo ser culto; se puede ser un humilde obrero y ser un hombre culto. No tiene nada que ver el oficio con la cultura. Cada uno puede ser culto, cualquiera sea la actividad que realice. En esto yo tengo que decirle también el pueblo argentino que vamos a hacer cada uno un poco de su aporte. El gobierno ve a poner la cultura al alcance del más humilde del pueblo siempre que quiera cultivarse. Y los hombres del pueblo también tienen que hacer un poco por cultivarse. Eso es todo. Vamos a trabajar aquí en sociedad: el gobierno ofrece la posibilidad y ustedes la aprovechan. Ahí está todo el problema. En ese sentido, compañeras y compañeros, nosotros tenemos nuestros planes de realizaciones. Hay un plan material de realizaciones, que es el Segundo Plan Quinquenal. Todos ustedes conocen los numerosos objetivos que hemos trazado como lineamiento general de realizaciones del pueblo argentino. Dentro de ellos está también todo lo que se refiere a la educación y todo lo que se refiere a la cultura, pero es indudable que yo no le tengo mucha confianza a los métodos técnicos de realización de esa cultura y de esa educación tal cual están puestos en el Plan Quinquenal, y quiero hacerme cargo personalmente de esa tarea que voy realizando en todas las agrupaciones con quienes yo tomo contacto personalmente. Es indudable que en todas esas agrupaciones, lo más importante, lo más trascendental, es el pueblo. Todas esas agrupaciones constituyen el pueblo. Por esa razón he hablado a los maestros, he hablado a los niños, he hablado a las familias cooperadoras de la educación y he hablado a los dirigentes de los sindicatos, a los dirigentes del gobierno, al pueblo mismo con respecto a la cultura y a la educación todos tenemos una parte que cumplir. Recuerden ustedes como hice yo en la Secretaria de Trabajo y Previsión. Empecé a hablar de esto. Llegaban primero, medio desconfiados cinco o seis dirigentes, y yo les hablaba de la justicia social, como yo la creía y como yo la entendía. Al principio se miraban entre ellos como desconfiando. Claro los habían engañado tanto a los pobres, y seguramente pensaban: "Este será a lo mejor un charlatán más de los que hemos escuchado". Pero yo tenía buena fe y a mí no me importaba lo que pensaran. Me agradaba que pensaran mal porque después la sorpresa iba a ser mejor y mayor. Luego llegaban diez, y yo les hablaba a los diez; después llegaban cien, les hablaba a los cien; más tarde llegaron mil, les hablaba a los mil; luego cien mil, les hablaba a todos. Así fuimos poniéndonos tácitamente de acuerdo todos, llegó el momento en que entre todos hicimos lo que hicimos: justicia social. En la cultura es exactamente igual. Yo voy hablando a todos por grupo; nos vamos poniendo todos de acuerdo y vamos a ir pensando de la misma manera. ¡Si este es un trabajo que lo podemos hacer en los ratos desocupados, cuando no estamos en el otro trabajo! En los ratos desocupados podemos ocuparnos de esto que es tan importante y trascendental para la República. Todo esto es la tarea del pueblo. Si el pueblo no se pone a realizarlo, ¡malo! No lo vamos a poder realizar si no es entre todos. Algunos creen que la cultura de un pueblo estriba en que haya gente que pinta bien, gente que desarrolle bien el arte escénico o el clásico, que haga buena literatura, que haga lindos versos, o que haya gente que profundice en la química, o en la física, o que haya otros que se dediquen a la bomba atómica. La gente cree que esa es toda la cultura del pueblo. A menudo creen en eso. ¡No, no, no! En el pueblo hay una cultura social, que para mí es la más importante de todas, porque es la cultura integral, la que pone de acuerdo a la comunidad para que en vez de hacer bombas atómicas utilice la energía atómica para el trabajo y para el bien de la humanidad. Eso nace de la cultura y de la solidaridad social, porque ninguna de esas grandes cosas de la humanidad tiene valor si el hombre que las emplea es malo, porque las va a emplear para el mal. De manera que hay otra suerte de cultura que valoriza al resto de la cultura, sea científica o artística. Esos que pintan un hombre con tres ojos, y con la piel a cuadritos y todas esas cosas son gente que carece de cultura social, son gente que carece de una cultura integral, son aventureros en esas cosas, de la misma manera que hay aventureros para las otras. En los tiempos que vivimos es más importante la cultura general, la cultura social, la cultura política, la cultura en todas las manifestaciones multitudinarias que el resto de la cultura. Por esa razón, compañeros, nosotros, el pueblo, los descamisados, tenemos la necesidad imperiosa de cultivarnos en los valores esenciales a través de este tipo de cultura popular. Solamente así llegaremos a ser un pueblo culto. Ni las ciencias ni las artes nos van a dar una cultura efectiva creativa y positiva si no ponemos debajo de una plataforma de cultura general y de cultura social que nos haga accesibles a las bondades del resto de la cultura. Por eso la cultura esencial es la cultura del pueblo; la cultura imprescindible es la cultura del pueblo, porque el único que puede mantener la cultura es el pueblo con su dedicación y con su trabajo. Mientras nosotros no alcancemos esa cultura popular, tendremos que seguir importando cultura, tendremos que comprarla allí donde hay que traerla aquí, que no hay, que es lo que hemos estado haciendo en estos últimos cincuenta años. Tenemos un magnífico Teatro Colon, y no tenemos que meterle adentro. Yo preferiría tener lo de adentro, aunque no tuviéramos lo de afuera. Eso es lo que nosotros debemos elaborar, y para elaborarlo tenemos que ponernos todos a hacerlo. Los oligarcas van a seguir comprándolo allá, porque tiene dinero; los hombres del pueblo, somos los únicos que lo vamos a hacer aquí, y será mejor que lo que viene de afuera. Compañeros: yo quiero en esta ocasión rendir a la Secretaría de Trabajo y Previsión, el homenaje por habernos dado y elevado la cultura social de nuestro pueblo. Quiero también darle gracias a esta Secretaria de Trabajo y Previsión, que nos ha dado la solidaridad entre nuestras organizaciones, y quiero incitarla para que siga luchando, para que sigan surgiendo escuelas y escuelas para nuestro pueblo, escuelas sindicales, escuelas profesionales, y para que, desde allí, siga impulsando este devenir de la evolución argentina, a través de la cual nosotros construiremos la grandeza de nuestro futuro, y para incitar desde allí a todo nuestro pueblo para que vaya pensando que el día que conseguimos una nueva conquista, vamos contrayendo una nueva obligación para realizar más. La cultura y la evolución de los pueblos tienen un comienzo, que es el despertar de las inquietudes que nos van creando todos los días nuevas obligaciones, nuevos sacrificios y nuevos trabajo. Es ese el despertar de nuestros días y de nuestro pueblo Quiera Dios, compañeros, que sigamos con el mismo tesón y con la misma abnegación en el trabajo de todos los días para ir dignificándonos y construyendo. Quiera Dios que nos iluminen las manos de Eva Perón, quien a través de todas las vicisitudes de los que necesitan, nos impregnó el espíritu de solidaridad y de hermandad para que fuéramos capaces de sacrificarnos todos los días un poco más por los demás, para que así, mancomunados y solidarios, formemos una comunidad dentro de la cual nadie puede sentirse feliz mientras exista uno que es desgraciado, que sufra miseria o que sufra dolor. Para terminar, solo quiero hacer un llamado a esa Secretaría de Trabajo y Previsión, que durante diez años ha velado por el bien y por la felicidad de los trabajadores, para que en esa casa no se olvide nunca que la felicidad de nuestro pueblo estará siempre en razón directa del sacrificio que se realice allí, todos los días, en una tarde interminable; para que en esa casa alumbre siempre la antorcha de esas reivindicaciones que le dieron existencia y razón de ser, y para que, a través de los siglos, cada trabajador argentino sepa que en el corazón de la República, en la Secretaría de Trabajo y Previsión, hay siempre un corazón abierto para servirlo y para sacrificarse por el. .............
1953-11-30
ANTE LOS PARTICIPANTES DEL CAMPEONATO NACIONAL DE PELOTA "GRAN PREMIO EVA PERON"
Señores: En primer lugar, deseo expresarles mi agradecimiento por haber llegado ustedes hasta aquí, ya que, en esta forma, puede tener la inmensa satisfacción de estrecharles la mano, al menos una vez al año, cuando se realizan estos campeonatos. En esta tarea de impulsar, de propugnar la actividad deportiva en el país, comparto totalmente la opinión del señor que termina de hablar. El deporte de la pelota está bien difundido en el país, bien arraigado, y es uno de los tantos deportes que nosotros tenemos interés en desarrollar, en ayudar y promover, como a todos los demás. En realidad de verdad, el impulso deportivo está destinado no a lo que estamos haciendo actualmente, sino a ir preparando una futura organización, lo más grande y perfecta posible, como interpretamos que ocurre con otros tipos de organización que también están destinadas a cumplir un sector de la vida nacional que, en mi concepto, hasta nuestros días no ha sido desarrollado en toda su amplitud. He observado, especialmente en Europa, cómo ha ido canalizándose en distintas direcciones con diversas maneras de pensar, de sentir, y también con distintas necesidades, la formación de las juventudes en los variados ordenes. Es indudable que ha habido un sector siempre un poco descuidado en todas partes: la tarea cultural. La cultura de un país ha de referirse a las tres grandes actividades que el hombre puede desarrollar y en las cuales debe activar esa cultura, que es en la parte moral, en la parte intelectual y en la parte física. No puede haber ningún hombre completo que no haya cultivado estas clases de cultura propias del individuo. En nuestro país nos habíamos interesado en enseñar muchas cosas a los hombres, aunque no se le había enseñado a la juventud, en mi concepto, a sentir algo que nosotros estamos interesados que sienta y que desarrolle: su parte física. El deporte, para nosotros, es solamente un medio; la finalidad es otra: obtener hombres con ciertos caracteres espirituales y concierta fortaleza y vigor físico. Cuando hablamos de material humano y pensamos que defender el material humano es la base fundamental de toda nuestra preocupación, estamos hablando de los deportes; estamos hablando ampliamente de los deportes. En algunos países -yo he asistido en Europa en la época de la preguerra- he visto como la gente organizaba a las juventudes. Es claro, estaban entonces abocados a una guerra y le habían dedicado todo a la guerra; eran todos campamentos militares; los niños, desde los seis años, empezaban a formarse en los campamentos militares. La posguerra ha recogido mucho de eso, y hay algunos que todavía practican ese sistema de seudo formación deportivo-militar. ¡No es ese el camino para mí! menos para la República Argentina. Yo creo que nosotros tenemos que organizar toda nuestra juventud detrás de esta actividad tan noble y tan grande que es el deporte. Es indudable que eso hay que combinarlo muy bien con las demás cuestiones. En esto, nosotros, todavía no menos hecho un plan, porque estamos en la elaboración total del aspecto cultural. Estamos iniciando la reforma cultural que indiscutiblemente tenemos que realizar. Ya ha de llegar el día en que yo he de pedirle a ustedes toda la ayuda que puedan prestarme en ese aspecto. Por eso cuando algunos deportistas vienen y me dicen: "Venimos a agradecerle lo que usted ha hecho", yo respondo; "No; no me lo agradezcan, porque me lo cobraré en su oportunidad". Todas estas deudas y esta ayuda yo me las cobraré cuando llegue el momento. En este aspecto yo solo no puedo hacer nada; pero, si nos unimos todos vamos a hacerlo, y lo vamos a hacer bien. De manera que, en esto, estoy colocando plata a interés. Cuando llegue el momento oportuno voy a cobrarme el interés y voy a sacar todo el provecho que es necesario sacar de esto para el país. En ese sentido, ustedes comprenderán que nosotros los ayudamos y tratamos de ayudarlo, y no sé si prestamos todavía toda la ayuda que podemos, pero si lo hacemos en la mejor forma posible y estamos decididos a apoyar, a impulsar y a propugnar esto como el primer tiempo de una operación planificada, coordinada y racionalizada que vamos a realizar cuando iniciemos realmente todo el aspecto cultural. Ahora estamos en los prolegómenos; estoy con los discursos iniciales; sigo con esto el mismo sistema que seguí en Trabajo y Previsión: empecé diciendo las primeras palabras sobre justicia social, y vean ustedes ahora hasta dónde hemos llegado en ese aspecto. En esto estamos también empezando. Dentro de dos o tres años vamos a ver cómo lo realizaremos. Para hacerlo es necesario que todos los deportistas estén bien en claro sobre este asunto y bien compenetrados de cuál es el trabajo que debemos realizar, de tal manera que podemos hacerlo con absoluta unidad de concepción y con absoluta unidad de acción. Solamente así se obtienen los grandes resultados. Dejando librado a cada uno que haga las cosas por su cuenta, puede llegar a obtener resultados, pero cuando todos nos unamos, nos pongamos de acuerdo, decidamos y empecemos a trabajar con un plan, entonces si alcanzaremos los objetivos propuestos y el asunto tendrá un rendimiento muy superior; no vamos a desperdiciar esfuerzos y todo el trabajo que realicemos perfectamente racional y orgánico nos dará resultados extraordinarios. Yo estoy muy contento con lo que estamos haciendo aún un tanto inorgánicamente, porque es indiscutible que nuestros muchachos deportistas están rindiendo mucho más de lo que nosotros podemos esperar, y eso merced a su clase y a su gran calidad. Un pueblo bien alimentado, un pueblo bien tenido, tiene que rendir físicamente. Es indudable que eso tiene una importancia extraordinaria, y si a eso le sumamos el hecho de que los valores espirituales que nosotros cultivamos también tienen que ir a alguna parte, el deporte saldrá extraordinariamente beneficiado. Todo esto, señores, es a cuenta de mayor cantidad. Yo los llamaré un día y allí estableceremos qué es lo que vamos a hacer; todos nos pondremos a hacer lo mismo. Hasta entonces, ustedes están realizando la más importante obra que se puede realizar en el momento actual, propugnando, desarrollando, dignificando y honrando al deportista argentino. Esa es una tarea que debe ser de todos. Yo les agradezco profundamente en nombre del gobierno y les prometo tomar contacto directo con todos ustedes en su oportunidad, para hacer una cosa más seria y orgánica. Como siempre, les reitero mi agradecimiento por vuestra amable visita y quedo total y absolutamente a las órdenes de ustedes. Sigan trabajando, que Dios los ayude y tengan mucho éxito ............
1953-12-07
ANTE LOS CADETES DEL ÚLTIMO CURSO DE AERONÁUTICA.
Señores: Yo tengo un gran placer en haberles saludado, gente joven que comienza sus actividades en un ambiente en que todo les es favorable, y en que todo es auspicioso. El país en estos momentos está en condiciones de impulsar activa y decididamente a la aviación. Indudablemente, hasta ahora, las condiciones en que el país ha desenvuelto sus actividades aéreas, ha sido un poco difícil, por falta de haber impulsado la industria aeronáutica, etcétera; y un país puede tener muchos aviadores, pero, si no tiene aviones ni la posibilidad de construirlos, es un problema bastante aleatorio el de su defensa. Nosotros hemos fijado ya ampliamente cuál debe ser el objetivo a alcanzar por la aviación, preparar la industria aeronáutica decididamente, para que podamos fabricar nuestros aviones. Ustedes comienzan o van a comenzar su carrera en las mismas condiciones en que las comencé yo hace 45 años, cuando salí Colegio Militar. Un cambio fundamental, nosotros podemos decir con todo orgullo que hemos sido los oficiales, desde subtenientes hasta generales, los que hemos formado al ejército argentino. Desgraciadamente, la aviación ha perdido mucho años, ha perdido muchos años en transformaciones orgánicas, en transformaciones industriales, etcétera. Todo ese tiempo no ha sido perdido en forma absoluta, pero se ha perdido en un margen bastante apreciable. Ustedes van de tener la responsabilidad, desde su entrada a la carrera, de trabajar activamente para conformar en forma definitiva lo que debe ser la aeronáutica argentina. Una aeronáutica, en los tiempos modernos, indudablemente presupone en sus elementos humanos un trabajo muy grande. En primer lugar la aeronáutica en los tiempos modernos necesita una alta capacitación. Sin eso no vamos a ir lejos. La capacitación viene a través de la preparación inicial y del trabajo constante, permanente en la actividad aeronáutica y nada más que en la actividad aeronáutica. Ya la aeronáutica, por sí, tiene tanto que hacer, tanto que estudiar y tanto que resolver, que la vida de un hombre dedicada exclusivamente a eso es lo único que puede resolver el problema en cada uno de los cargos en que cada uno debe actuar. Es indudable que ustedes entran en un momento altamente propicio para formar la personalidad aeronáutica. Ya esto se está encaminando. Hasta 1944 la aeronáutica fue una rama del ejército. Siendo yo ministro de Guerra tuve oportunidad de propugnar, ya la separación de la aeronáutica y la creación del arma aérea. Hasta entonces la aeronáutica era un sector un tanto intrascendente, diremos así, en la organización militar argentina. Desde ese momento comienza a tomar, en cierta manera, un poco más de acción. Durante estos últimos años se reforzó la escuela, se fundó la escuela, se empezaron a formar los cuadros, y hoy, más o menos, se tienen los cuadros necesarios de personal navegante como también de personal técnico. Para nosotros, que no tenemos una industria civil de aeronaves, ustedes, y especialmente el personal técnico, deben reemplazar esa falta, de manera que la aeronáutica argentina tiene dos grandes problemas: no solamente formar el material humano que ha de tripular las naves sino también preparar las aeronaves necesarias para tripularlas. Disponer de hombres y no disponer de materiales para nosotros no es una solución, porque tendremos muy buenos aviadores, muy buenos jefes y oficiales de aviación, pero si no tenemos los aeroplanos necesarios, no vamos a ir a ninguna parte. Y el día que nosotros necesitáramos por razones de defensa nacional los aeroplanos, tendríamos, para obtenerlos, pagar un precio demasiado caro: que es la sumisión a causas extrañas de la Nación y no a las de la Nación misma. Para poder tener independencia estratégica es necesario tener, primero la independencia industrial necesaria. En esa tarea estamos nosotros. En este Segundo Plan Quinquenal yo he establecido bien claramente: aunque no formáramos un aviador, aunque no volase un solo aviador, no me interesaría si al terminar el plan nosotros estamos en condiciones de fabricar en serie todos los aeroplanos que necesitamos para la acción comercial y para la acción militar. Lo demás, para mí es todo es secundario, el objetivo principal es formar eso. De manera que la responsabilidad principal de la aeronáutica está en la formación del personal técnico y en el trabajo del personal técnico. Afortunadamente, de acuerdo con esas directivas que ha recibido el señor ministro, se está resolviendo el problema, y en estos cinco años nosotros hemos de resolver absolutamente ese problema, cuestión que es de decidida importancia para el futuro de ustedes y para el futuro del arma aérea. Por esa razón, señores, todo el personal técnico de aeronáutica debe tener bien metido en su cabeza que el objetivo fundamental que nosotros estamos persiguiendo en este momento es la fabricación de aviones con la materia prima argentina, con técnicos argentinos, con financiación argentina y en fábricas argentinas. Eso es lo importante y eso lo vamos a resolver en estos cinco años. A ustedes, oficiales de aeronáutica, les debe interesar especialmente ese problema, sean de la rama técnica, como sean de personal navegante, este problema fundamental para todos, absolutamente para todos. Ahora señores, es indudable, que lanzada la solución de ese problema, lo que corresponde es capacitarse para tripular esas naves, es la otra función fundamental que yo necesito que se desarrolle en la aeronáutica. Y en eso sé que están trabajando, y que han de trabajar con todo empeño y con toda dedicación. De manera que, señores, la tarea de ustedes es bien simple: en lo técnico, influir, ayudar y trabajar para que se resuelva ese problema, que ese es el objetivo fundamental: la fabricación; segundo objetivo también fundamental, es el de capacitarse altamente para que le podamos sacar buen provecho a ese material que nosotros mismos nos vamos a fabricar. De manera, señores, que la tarea, es bien simple, para los oficiales es bien simple. Ustedes tendrán, sin duda de acá a cuarenta o cincuenta años, la misma satisfacción que tengo yo, de haber sido, desde subteniente, un elemento que ha trabajado para la formación de nuestro ejército. Cuando yo recibí mi nombramiento de subteniente, nosotros teníamos todavía casi la táctica de Capdevilla en nuestro país; combatíamos en orden cerrado, a pesar de que ya se había producido la guerra ruso-japonesa, y ya había pasado todo. Nosotros fuimos los que cambiamos esa vieja mentalidad. Nosotros formamos los cuadros, fuimos nosotros mismos los que reemplazamos a los profesores alemanes, es decir, capacitamos e independizamos al ejército de toda acción que no fuera la del ejército mismo. Eso presupuso, para cada uno de nosotros, cuarenta o cincuenta años de trabajo permanente, sin descansar muchas veces ni lo necesario para poder rendir en ese trabajo. Esa es la función que ustedes van a tener dentro de la aeronáutica. La aeronáutica argentina va a nacer verdaderamente a su conformación y formación definitiva con estas nuevas promociones, que son las que la van a impulsar en el futuro. Todos nosotros nos hemos estado gastando en preparar ese ambiente, ustedes son los que lo van a impulsar y lo van a llevar a adelante; de manera que ustedes no solamente tienen la simple responsabilidad de un oficial que sale a cumplir una función del servicio, ustedes deben de pensar más trascendentemente, más profundamente. Ustedes tienen que ser los artífices de la propia Aeronáutica Argentina. Si cada uno de ustedes solamente tuviese en sí, el concepto de que han de cumplir un servicio, mecánica y reglamentariamente, no estaría a la altura de su misión. Ustedes no deben pensar eso; deben pensar desde ya, que ustedes tienen además de la responsabilidad de cumplir su servicio, la responsabilidad de hacer la aeronáutica, porque la aeronáutica no está hecha todavía, y eso es una responsabilidad que tienen todos los señores jefes, empezando por el señor ministro hasta último cadete, hasta el más modesto y más joven de los oficiales tienen esa función que cumplir. Que no olviden nunca a lo largo de toda su carrera eso, es lo que la aeronáutica necesita de ustedes. Y si cada uno de ustedes no lo olvida, nosotros tendremos una gran aeronáutica; pero si ustedes olvidasen eso y creyeren que el servicio se cumple solamente en la faena de todos los días, sin un pensamiento superior, la aeronáutica no será nunca nada en nuestro país, aún cuando se gasten millones y millones de pesos. Los millones ayudan pero los que resuelven los problemas son los hombres; y los hombres, en la aeronáutica, son todos los jefes y oficiales, que tienen la responsabilidad del destino de la aeronáutica. La conciencia de eso es el verdadero patriotismo y la verdadera forma en que el patriotismo debe ponerse en evidencia durante la vida de ustedes. En la aeronáutica, el servicio no es todo; hasta que todos los grandes problemas estén resueltos, el servicio es una parte insignificante de la función y de la responsabilidad del oficial. El oficial que solamente cumple su servicio y después se va a su casa a descansar o se va a pasear, desentendiéndose de todos los otros problemas, ese es un oficial que no está a la altura de su misión. Yo no digo que no hay que pasear, hay que pasear y hay que divertirse también; pero hay que dedicarle, siempre, de la personalidad un gran sector al servicio y otro gran sector a la responsabilidad conjunta y trascendente. El resto que nos quede, ya hay tiempo para divertirse, para pasear y para hacer todo lo que uno quiere hacer. Es decir yo no anulo al hombre ni someto al hombre unilateralmente, no, el hombre debe divertirse, debe pasear y debe conocer; pero debe cumplir su servicio, pero, además, del servicio, tiene un servicio inmanente y de responsabilidad que cumplir durante toda su vida. Que no lo olviden nunca eso, entonces serán buenos jefes y buenos oficiales en el futuro; pero el que solo cumple el servicio para satisfacer las exigencias del servicio, hoy en las milicias del mundo no es suficiente; es necesario meter también el alma y el espíritu, para realizar todo ese programa, en el que no solamente el ministro es el que tiene que ver; tiene que ver cada uno de los jefes y cada uno de los oficiales. Los que creen que el ministro puede resolver todos los problemas de la aeronáutica, se equivocan. El ministro es solamente un sector, un pequeño sector quizás de la realización; él va a dar la gran directiva y él va dar el objetivo: les queda a todos los demás el realizarlo. Eso es lo importante y lo trascendental en la vida del oficial. No lo olviden nunca esto. Y el que piense siempre en estas palabras llegará a ser un gran jefe; el que no piense en estas palabras puede ir ya preparándose para retirarse de comodoro o de vicecomodoro, pero no va a culminar su carrera. Para culminar la carrera un jefe, necesita tener un pensamiento superior, pensamiento superior puesto en la institución primero y por la institución en la patria. Solamente así se forman los grandes hombres. Y las grandes instituciones se sostienen por los grandes hombres; sucumben por los pequeños hombres. El deseo mío es que, en esta promoción, que inicia su vida militar se formen en esa escuela de grandes hombres y no en la escuela de los pequeños hombres. Con eso harán triunfar la aeronáutica, y entre todos haremos triunfar a la patria. Que sean muy felices, que tengan mucho éxito en su carrera, y no olviden jamás estas palabras que es el mejor consejo que les puedo dar a través de cincuenta años de experiencia en la vida militar. Buenos días señores. ..............
1953-12-09
EN LA CASA DEL DEPORTE "EVA PERON"
Yo deseo hacer en esta ocasión, una pública felicitación a la Confederación Argentina de Deportes. Me siento muy satisfecho de ver cómo ellos trabajan, efectiva y realmente, en la realización de estas obras, que son las únicas constructivas para el deporte: gimnasios, donde no sigamos haciendo discursos sobre el deporte, sino que hagamos deportes por el deporte mismo. Y me siento feliz de que en el interior de este gimnasio veamos los aparatos que nuestros amigos y compañeros deportistas alemanes nos han hecho llegar por intermedio de las dignas manos de su embajador en la Argentina, nuestro amigo Hermán Terdenge. Y así como hoy vemos entrelazadas nuestra bandera con la rojo, negro y oro de la Alemania de todos los tiempos, nos sentiremos felices en el futuro de que nuestros corazones estén unidos a los corazones alemanes como están unidas hoy nuestras banderas. Por esto, por este símbolo de una unidad que debe ser eterna entre alemanes y argentinos, es que agradezco, en nombre del pueblo y del gobierno argentinos, la donación de estos aparatos que nos recordarán siempre, con la inteligencia y la técnica de los alemanes, nuestro cariño inextinguible por su caballerosidad, por su hermandad y por la eterna amistad de los deportistas. .........
1953-12-11
EN EL ASTILLERO DE RIO SANTIAGO
Yo solo deseo agregar breves palabras a las que terminamos de escuchar del señor almirante Insussarry. Me siento intensamente feliz en presencia de esta obra que, aunque pequeña todavía, representa los prolegómenos de una gran acción confiada a la Marina de Guerra Argentina. Por eso, hago llegar mi palabra de estímulo y aliento a los técnicos argentinos y a los trabajadores que han puesto el cerebro y el músculo argentino al servicio de la patria, en esta obra directa y fehaciente de nuestra grandeza. Hace tiempo, un tanto risueñamente, se habló de algunos gauchos al timón. Han pasado desde entonces apenas cuatro años, y yo no olvido, y nadie debería olvidar que en las aguas de esta tierra fueron gauchos al timón los que obtuvieron las primeras glorias para nuestra Marina de Guerra, y no olvidemos tampoco, que la bandera argentina hoy pasea su soberanía y su gloria en todos los mares conducida por gauchos al timón. Pedimos a Dios que proteja nuestras naves, producto de la inteligencia y del trabajo argentino, y permita que surquen los mares de todo el mundo para que se vaya formando una nueva tradición que trasunte el espíritu grandioso de esos gauchos que, como en la pampa, harán en el mar la grandeza de la Argentina. .........................
1953-12-21
Ante oficiales penitenciarios egresados este año.
Como he hecho todos los años con los egresados, tengo hoy la inmensa satisfacción de poderles saludar personalmente en el momento tan significativo y tan feliz para ustedes de haber terminado su carrera en la escuela. Inician, indudablemente, una nueva vida, una nueva vida de mayor responsabilidad. Una de las cosas más lindas que tiene el ser estudiante es, precisamente, que la responsabilidad está en los demás y uno tiene una pequeña responsabilidad personal en la preparación. Ahora ya ustedes pasan a ser directamente dirigentes. Inician ustedes precisamente la verdadera vida, con una responsabilidad de dirección. La responsabilidad del dirigente está siempre basada, en que no solamente es su responsabilidad personal, sino también la responsabilidad de los demás en que él influye con su dirección. Y para todo el personal de nuestro servicio, el servicio de ustedes, estriba precisamente en la circunstancia de que la República Argentina, está cambiando todos los regímenes carcelarios existentes en el país, y ustedes son la sangre nueva que debe ir ahí también con nuevas concepciones de la vida carcelaria y con nuevas concepciones sobre todos los regímenes y sistemas que deben regir dentro de ella. La responsabilidad de ustedes, es precisamente, el ir bien imbuidos de lo que se les ha enseñado en la escuela, y pensar que ustedes son los que van a cambiar el sistema. Ya hay varias promociones de muchachos, pero todavía son poca gente para influenciar, en fin, un régimen que ha venido realizándose desde cientos de años. De manera que es difícil el poder reaccionar rápidamente y romper estos sistemas. Indudablemente, señores, esto tiene una ventaja también muy grande, y es de que ustedes van a enfrentar dentro del sistema la reforma que viene propugnando desde que está al frente de la repartición el señor Pettinato. Toda esta acción es indudablemente la base sobre la cual se sustentan las nuevas ideas que nosotros tenemos de las cárceles. No hay que hacer del preso un niño mimado. No, no es eso lo que nosotros queremos. No hay que ser blandos con ellos, para, diremos, tolerar la mala conducta o facilitar que algunos de ellos vayan a la vida civil representando un grave peligro para la sociedad. No es esa la finalidad que nosotros perseguimos. Lo que hay que hacer es una cárcel humana; pensar que los presos también son hombres como nosotros que han tenido la desgracia de delinquir, y que nuestro trabajo es de readaptarlos y convencerlos para que vayan a la vida civil. En cada uno de nosotros debe vivir un hombre permanentemente observador sobre ese individuo. Si está readaptado, puede ir a la vida civil, habría que inmediatamente indultarlo y largarlo a la vida civil. Claro que eso es un asunto muy difícil, porque si uno se equivoca, le salva la vida a un recluso, y a lo mejor se la termina a uno que anda en la calle. Todo este proceso debe vivir permanentemente en el espíritu de cada uno de ustedes. Ustedes no deben tener el concepto de que se preparan para ser solamente dirigentes de la pequeña escala, sino para que algún día tengan la responsabilidad de dirigir todo este servicio tan importante para la sociedad, como es el de influir en forma decidida y trascendente en la vida de toda la población carcelaria que es, desgraciadamente, muy numerosa en todas partes del mundo. Si bien, como digo, no se trata de hacer allí un niño mimado del recluido, tampoco se trata de hacerle la vida al individuo desagradable o infeliz, porque la cárcel no es para castigarlo haciendo allí un infeliz, sino para seguridad del resto, de los que andamos fuera de la cárcel, de los que estamos en la calle. Ese concepto, que es un concepto humano, es el concepto que nosotros defendemos y que nosotros propugnamos. Por otra parte, la tarea de cada uno de nosotros ha de ser influir para readaptar a ese individuo en forma que no represente más el peligro que ha representado desde el momento que ha habido necesidad de recluirlo y de aislarlo. Todo el resto de la concepción estriba en esta premisa, premisa fundamental. Las etapas de readaptación y de todos los regímenes atenuados que se pueden pensar, bueno, todo eso es objeto de la misma concepción inicial: una cárcel humana para evitar peligros mayores, en los cuales es necesario acordarse siempre que lo que manejan son hombres, y ser con ellos como quisiéramos que ellos fueran con nosotros en el caso que estuvieran cambiado los papeles. En esto, muchachos, ustedes irán aprendiendo y viendo la vida, que es la mejor maestra; y vivir la vida un poquitito dentro de una pequeña reflexión de todos los días para ver si cada día el servicio se cumple mejor, si cada día uno pone un poquitito más para hacer más llevadero, para hacer más inteligente y para hacer más placentero el propio servicio. Cuando uno pone de sí, todo lo que tiene para ir mejorando aunque sea una insignificancia, pero mejorando el servicio, está haciendo un bien a la patria que, acumulado a lo largo de toda la vida, representa un bien extraordinario. Cada uno de ustedes es un hombre joven, tiene toda la vida por delante, y Dios quiera que esa vida sea de gran felicidad y de grandes triunfos, es lo que puede un hombre ya viejo aconsejarles a ustedes que son muchachos, que dan recién los primeros pasos iniciales en esta vida. No hay duda que el mejor amigo será siempre una conducta honrada. Así dice Martín Fierro: "Un hombre no tiene mejor amigo que una conducta honrada". Si ustedes la mantienen y la hacen triunfar no solamente tendrán el provecho personal, sino que harán bien con su honradez a todos los demás. Dios quiera que todos ustedes triunfen en la vida que comienzan realmente hoy, con una actividad ya determinante de sus propias vidas, y que esos triunfos los pongan en el único altar donde merecen ser puestos: el de la patria. Que sean muy felices y que les vaya muy bien. ............
1954-01-01
MENSAJE AL PUEBLO JAPONES
Ciudadanos del Japón: En este día tradicionalmente jubiloso para el pueblo del Japón, quiero asociarme personalmente y en nombre del pueblo argentino, a esa exaltación de la fraternidad con que se celebra el Año Nuevo entre vosotros. Envío mi saludo personal y el de mi pueblo a todos los hombres y mujeres del Japón que encarnan tan cabalmente las virtudes de humildad, de sacrificio y de solidaridad pacífica y laboriosa. Consideramos que la grandeza de los pueblos no se mide por la suma de valores materiales que hayan logrado acumular en el transcurso de las épocas, sino por es valor ideal e imponderable que emana de la fraternidad del espíritu nacional, del arraigo de las tradiciones de hidalguía, virtudes que hacen posible el sacrificio propio en bien de la comunidad. La grandeza de los pueblos se mide especialmente por el cariño hacia lo que le es propio y peculiar y que sublimado, hermana a los pueblos en lo que es común a todos los hombres del mundo: el amor y el respeto a los semejantes, base fundamental del progreso y de la paz en el orden mundial. Por encima y más allá de toda división geográfica entre pueblos y naciones, los argentinos sostenemos el destino común de la humanidad toda, sustentado en la ayuda mutua, el respeto mutuo y la mutua comprensión. Vosotros, los japoneses no sois desconocidos en mi país, porque una numerosa representación de vuestro pueblo, humilde, laborioso, respetuoso de las leyes argentinas, ha trasladado legalmente a nuestro país las virtudes morales y ciudadanos de ese pueblo milenario y trabajador. La colectividad japonesa ha sido siempre leal y sincera amiga de la Argentina, con esa amistad tradicional que se reitera siempre que hay oportunidad y que se fortalece cada día más en la obra común por la grandeza nacional. En nombre de mi pueblo y en el mío propio os envío mis mejores augurios en este día de Año Nuevo y deseo que el bienestar y la felicidad lleguen a todos los hogares del Japón, con los mejores sentimientos de mi pueblo y de mi corazón. .................
1954-01-04
En una comida en honor de dirigentes peronistas en la quinta residencial de Olivos
Yo he querido esta noche reunir en esta quinta a todos ustedes para iniciar nuevamente la antigua costumbre de que la víspera de reyes nos reuniéramos aquí para pasar un rato agradable de camaradería y de solidaridad entre dirigentes de nuestro movimiento. Esa costumbre se realizó durante los primeros años y fue abandonada con motivo de la enfermedad y del fallecimiento de la señora Eva Perón, a quien me permito dedicar esta noche como recuerdo en nuestros corazones. Yo he querido así mismo, reflejar la terminación de un año feliz y la iniciación de otro que auguro y deseo también feliz para todos los argentinos. Y, como segundo motivo, inaugurar esta quinta bajo la advocación de nuestra juventud, a quien le entregamos de todo corazón la alegría que presupone el sentirla cada día más cerca de nuestro corazón. Por eso, yo dedico, en primer término esta fiesta a nuestros dirigentes de la Confederación General del Trabajo que nos acompañan, a nuestros dirigentes del Partido Peronista Masculino y Femenino, a los muchachos de la Confederación General Universitaria y a la Unión de Estudiantes Secundarios de las ramas Masculina y Femenina, como así también, muy especialmente a los artistas y a toda la gente de teatro que nos acompaña esta noche. Esta quinta, hasta nuestros días, había sido la quinta presidencial de Olivos. Desde hoy será el local de la Unión Estudiantes Secundarios, Rama Femenina. Por eso hemos querido, a continuación de esta comida, hacer esta inauguración, en ella dedicada a las muchachas y muchachos probablemente hijos del pueblo, que harán mejor uso de estas cincuenta hectáreas del privilegio, que no pueden sino presentar un escarnio estando a disposición de un hombre solo como soy yo. Y es así que la dedico, en mis propios sentimientos, a todas las muchachas y muchachos argentinos que estudian en nuestros días; y la dedico, muy especialmente, a todos nuestros leales y fieles dirigentes del movimiento, a quienes cada día queremos más por su lealtad, sinceridad y por su profundo amor a la patria y a nuestro movimiento. Si yo hubiera de confesar algún día cual ha sido hecho que en todos estos años de lucha y de triunfo ha constituido mi mayor felicidad, no titubearía en decir que esa felicidad la he sentido cada día más próxima a medida que he mantenido el contacto y la solidaridad permanente con nuestros dirigentes, a quienes basta solo tratarlos y estrechar su mano para comenzar a amarlos. Creo, señores, que esta reunión, en la cual hemos podido compartir una humilde mesa de dirigentes, ha de perdurar en nuestro corazón como un recuerdo de esa solidaridad que debe existir entre nosotros, que es la base de una profunda sinceridad en nuestros procedimientos el de una inmensa solidaridad en nuestros corazones. Pido a Dios que sean estas reuniones del fin del año y de la iniciación del nuevo, reuniones que perduren a través de los tiempos para que una vez al año, reunidos los dirigentes de nuestro movimiento, sientan cerca sus corazones en esa solidaridad, que ha de ser siempre sincera, que ha de ser siempre leal, puesta al servicio superior de nuestro movimiento y de nuestra patria, que es el único servicio al que no puede renunciar ningún ciudadano argentino. Compañeros: yo agradezco profundamente el que ustedes hayan asistido a esta fiesta humilde y modesta, como son todas nuestras fiestas, pero en la cual hemos reemplazado el boato inútil y el lujo innecesario, por el boato y el lujo de nuestra sinceridad y de nuestro cariño mutuo. ...............
1954-01-05
EN LA COMIDA TRADICIONAL DE INICIACION DEL AÑO :
Compañeros y compañeras: La costumbre de reunirnos un núcleo numerosos de dirigentes del Movimiento Peronista el días de Reyes, fue establecida por la señora de Perón, a quien quiero yo dedicar esta noche el homenaje de nuestro recuerdo imperecedero. Ella decía que el Movimiento Peronista representaba para el pueblo argentino, algo así como los reyes magos que llegaban a la República trayendo una enorme cantidad de realidades para ofrecerlas con toda humildad al pueblo argentino. Por eso nosotros hemos suprimido casi todos los festejos que realizábamos en la República, como dirigentes, de las características que esta noche tiene este acto, una cena. Pensamos que dirigiendo respectivamente nuestro pensamiento y nuestra mirada hacia el pasado, justificaríamos esas palabras de la señora Eva Perón. Efectivamente, si retrocedemos diez años y contemplamos la República de entonces, veríamos que a la manera de los Reyes Magos, el Movimiento Peronista ha traído la felicidad al pueblo argentino y gran parte de la grandeza de nuestra patria. Muchas veces, compañeros, me detengo a pensar en aquellos días de 1945, cuando desde la Secretaría de Trabajo y Previsión hice una primera apreciación del momento argentino y de la situación de nuestra patria. Si hubiera entonces solamente imaginado cuanto hemos hecho, quizá yo mismo hubiera dudado de la posibilidad de hacerlo; si hubiera pensado que en el orden social habríamos llegado a cumplir una tarea tan inmensa como la que se ha realizado, suprimiendo en nuestro país la explotación de nuestro pueblo y ofreciendo en el más amplio sentido de la palabra una verdadera justicia social, una justicia distributiva de acuerdo al mérito y de acuerdo al esfuerzo que realiza nuestro pueblo; si hubiéramos pensado que íbamos a alcanzar una organización tan extraordinaria en el orden gremial; si hubiera pensado que todas las fuerzas del trabajo, como todas las fuerzas de la economía, como todas las fuerzas profesionales y culturales, iban a estar como están hoy organizadas, luchando por un ideal común que nosotros también establecimos en aquellos días diciendo que toda nuestra abnegación y todo nuestro sacrificio estaba dirigido a un único objetivo: alcanzar para nuestro pueblo la felicidad y labrar paso a paso la grandeza de nuestra patria; si hubiéramos pensado entonces que iba a ser posible realizar la independencia económica de la Nación, que íbamos a poder abatir el extraordinario poder que en ese momento primaba sobre todo sentimiento nacional en el orden de la economía, que íbamos a poder nacionalizar el Banco Central, lo que quizá fue la más grande conquista realizada por nuestro Movimiento, que íbamos a poder nacionalizar los ferrocarriles, los teléfonos, el gas, los puertos, la marina mercante, y establecer que en nuestra tierra el dominio de lo económico pertenece a los argentinos; si hubiéramos podido pensar entonces que en el panorama político de la República íbamos a organizar una fuerza tremenda como la que tenemos hoy organizada a lo largo de toda la patria para ofrecerla como una garantía inviolable de que este pueblo, al cual hemos ofrecido su felicidad y su grandeza, pudiera utilizarla como una herramienta imposible de romperse ni de doblarse, para que siga siendo a lo largo del destino argentino la garantía de su independencia económica, de su justicia social y de su soberanía política, el que hubiese dicho que todo esto se iba a realizar en seis o siete años, yo no tengo la menor duda de que todos hubiéramos pensado que ese que decía eso era un loco. Sin embargo, señores, la realidad del esfuerzo de todos los días de nuestro Movimiento ha quedado plasmada en cada uno de nosotros y en cada uno de nuestros corazones, y ha hecho posible las realizaciones. Y hoy, quienes nos han atacado en el extranjero con mayor saña, con mayor infamia y con mayor mentira, reconocen el inmenso trabajo que hemos realizado. Cierta prensa financiera, hace pocos días, escribía en un comentario, refiriéndose a la Argentina, y hacía un elogio un tanto interesado, porque esa misma prensa fue la que más despiadadamente nos atacó y la que mayores mentiras inventó sobre la situación argentina. No se trata de un milagro; no es el milagro argentino. No, no, en nuestra acción no hay ningún milagro. Yo conozco bastante de la historia, y no he visto en ninguna parte de la misma que nadie haya hecho milagros con la economía. Una de las cosas que más se resiste a los milagros es, precisamente, el dinero. Con el dinero hay pocos milagros que realizar. No hay milagro argentino; lo que si hay es el trabajo del pueblo argentino organizado. Ellos hablan del misterio argentino, porque no pueden explicar eso de otra manera que no sea así. Han dicho tantas mentiras que si tuvieran que explicarlas, serían inexplicables. Por eso, para no tener que desmentir tantas mentiras, hablan del milagro argentino. Generalmente, después, los mentirosos están llenos de milagros. Compañeros: este pequeño alto que realizamos en nuestro trabajo de todos los días, quiero que sea, representando a la enorme cantidad de dirigentes que encuadra el Movimiento Peronista, un acto de recogimiento para contemplar sobre nosotros mismos nuestro trabajo honrado y eficiente de todos los días y para que esto sirva, también, de inspiración a todos los peronistas que con todos los defectos que podamos tener, somos inmensamente más virtuosos que todos los políticos que nos hayan precedido. Yo deseo, compañeros, que en esta comida de compañerismo -que estableceremos como tradición a realizar todos los años y que extenderemos en lo posible también a las provincias y a los territorios- recordemos simbólicamente en este día a los reyes magos del Movimiento Peronista, que han llenado de dones al pueblo argentino, para que el pueblo argentino no olvide jamás que solamente los hombres surgidos de su seno, los hombres del pueblo, son los únicos reyes magos que en el futuro podrán asegurar su destino y llenar de esos dones al pueblo y a la patria. Compañeros: deseo, también, terminar estas palabras, lamentando no poder invitar a estas reuniones a todos los dirigentes que encuadran este Movimiento, porque la organización nos ha llevado a un número tan grande que sería difícil poder realizar una reunión tan grande. Pero quiero, no obstante, que todos los dirigentes sepan que en esta reunión de compañerismo, en la que todos los demás dirigentes está simbólicamente representados por los compañeros aquí presentes, también están aquí, en nuestro recuerdo, en nuestro cariño y en nuestra amistad, todos los dirigentes que desde el norte al sur y desde el este al oeste forman todo ese inmenso Movimiento que constituye el peronismo en la República. Y así, a cada uno de ustedes y a cada uno de ellos, les deseo, desde lo más profundo de mi corazón, todas las felicidades y todas las dichas que puedo desearles a esos compañeros que honradamente están desempeñando sus funciones en el peronismo, convencidos de que realizan el bien de la patria y convencidos, también, de que ellos representan un movimiento puro, un movimiento que solamente anhela la felicidad de nuestro pueblo y la grandeza de nuestra patria. Deseo, asimismo, que la Providencia colme a todos de la felicidad que merecen los hombres que en el trabajo y en el sacrificio de todos los días tienen puesta su vista sobre objetivos tan grandes y tan sagrados como son el pueblo y la patria. Muchas Gracias. ......................
1954-01-09
En la inauguración del campo de deportes del Círculo Militar de Suboficiales de la Fuerzas Armadas
Nuestra orientación ha ido creando una organización popular. Esa organización popular, que abarca a todos los sectores del pueblo argentino, anhela suprimir definitivamente ese espíritu individualista, que colocaba a los hombres uno frente a otro, para crear en el pueblo argentino una comunidad solidaria que permita a todos ponerse a trabajar sin desmayos, sin hesitaciones y sin pausas por la felicidad del pueblo y por la grandeza de la Nación. Las instituciones que, en cumplimiento de esta organización, tienden a desarrollar la solidaridad y la camaradería en el pueblo, son siempre bienvenidas para nuestra manera de pensar. Por eso estamos propugnando a lo largo de la República la creación de centros sociales y deportivos que permitan al pueblo argentino vivir en comunidad y en contacto permanente, que es la única forma de desarrollar esa solidaridad que hace más amable y más bella la propia vida. Queremos también que vayan desapareciendo en el pueblo argentino todas las odiosas diferencias entre los hombres y las mujeres que lo componen. Queremos un pueblo donde todos seamos iguales, que cada uno ocupe en la lucha por la grandeza de la Nación el puesto que le corresponde por sus aptitudes y por sus condiciones. Es así que propugnamos que cada uno vaya desarrollando sus aptitudes físicas, espirituales e intelectuales, en forma de capacitarse todos los días para ser un ciudadano útil en la República, sirviéndola en el lugar de destino le haya discernido a cada ciudadano. Yo, que puede decirse que ha vivido gran parte de mi vida militar al lado de los suboficiales en el mando, formándoles en la Escuela de Suboficiales, sé bien cual es el inmenso tesoro de los valores espirituales que albergan los corazones de nuestros suboficiales, inclinados por una larga tradición en nuestra patria, a la honradez, a la sinceridad y a la lealtad, de manera que conociéndolos profundamente he aprendido también a amarlos profundamente. Por eso, una de mis principales preocupaciones ha sido el dotarlos de un local social que les permita desarrollar esa solidaridad que en corazones nobles, como los de los suboficiales, está espontáneamente aflorando en su propia personalidad. Por eso, en ese espíritu de solidaridad y de camaradería hemos apoyado la posibilidad de construir un gran local social que pueda ofrecer a los suboficiales y a sus familiares un lugar digno para compartir socialmente la función que todos los hombres argentinos deben realizar. Este es el primer paso que nos ha sido posible cristalizar como una realidad, y yo pido a Dios que, a través de esa preocupación que han puesto los animosos compañeros que forman la comisión directiva de este centro militar de suboficiales de las Fuerzas Armadas, podamos, al más corto plazo, sin omitir esfuerzos ni sacrificios, realizar esa obra que el cuerpo de suboficiales de todas las armas está anhelando hace tanto tiempo. El gobierno está interesado en poner de su parte toda la ayuda necesaria para que esa idea cristalice a corto plazo. Sabemos que esa casa ha de ser una casa de honradez, una casa de patriotismo y de hombres del pueblo. Por esa razón, el deseo más ferviente de nuestro corazón es ver disfrutando de la solidaridad y de la camaradería que anhelamos para todo el pueblo argentino a ese sector, que a lo largo de toda la historia del Ejército, de la Marina y de la Aeronáutica, como así también de la historia de la República, ha demostrado que los suboficiales han sido siempre cumplidores, leales y patriotas hasta afirmar que son beneméritos de la gratitud del país. Yo pido a Dios, que este local que hoy abre sus puertas a la familia de todos los suboficiales argentinos, se vea siempre iluminado por ese rayo de felicidad que se conquista cuando se tienen los valores que poseen los suboficiales argentinos. Pido a Dios, que este local sea solamente la iniciación de una larga organización que cubra toda la República, para dar en distintas guarniciones, en distintas ciudades, aún en los más apartados lugares donde actúan nuestros suboficiales, la creación de locales sociales que los reúna y los mancomune en esa solidaridad y esa camaradería que hace dichosa la vida del hombres. ..........
1954-01-13
En el acto de clausura de los congresos ordinario y extraordinario de la Confederación General del Trabajo
Compañeros: Agradezco profundamente todas las muestras de afecto con que una vez más me colman los trabajadores de la patria, a través de estos Congresos Ordinario y Extraordinario. Agradezco también en memoria del recuerdo de Eva Perón, la designación de su nombre para presidir el Congreso Extraordinario. Yo no olvido, ni olvidaré nunca, que sus últimas palabras fueron recomendarme a los trabajadores argentinos, para que los tutelase, los dirigiese y los ayudase en todas las circunstancias. He querido esta tarde venir a compartir breves instantes con los compañeros dirigentes de la Confederación General del Trabajo, no solamente porque ya es una costumbre entre nosotros hacerlo, sino porque constituye un inmenso placer para mí, hoy como en las primeras horas de nuestras luchas, tomar contacto directo con los compañeros de inquietudes, de trabajo y de conquistas. Ha dicho el compañero Vuletich, con mucha propiedad, que yo he afirmado que los dirigentes de las más grande e importante organización del pueblo argentino, que es la CGT, son dirigentes nacionales; no dirigentes obreros. Los dirigentes de la Confederación General del Trabajo han trascendido ya fuera de su propia organización para convertirse en dirigentes de la Nación. Con ello ha aumentado su responsabilidad, paro también ha aumentado su autoridad dentro de la organización del pueblo argentino. En este sentido, yo no hablo ya a los dirigentes el lenguaje sindical solamente, sino que les hablo con un lenguaje nacional de aquello que tiene la más grande trascendencia no solamente para la organización de los trabajadores sino para la del pueblo argentino, donde ellos representan la parte más importante y preponderante. Por eso, yo deseo aprovechar la ocasión de este Segundo Congreso Extraordinario, para agradecerles en nombre de la Nación, a todos los dirigentes, la inmensa tarea que realizaron y la comprensión con que lo hicieron durante el período de tiempo que transcurrió desde el anterior congreso. Es indudable que todo el equilibrio y todas las conquistas de orden político, económico y social, que disfruta hoy el pueblo argentino, son la obra exclusiva de los dirigentes argentinos. Es su alta comprensión, es su capacitación para dirigir, y su honradez para actuar, lo que ha hecho posible que la República Argentina goce hoy de una organización que se haya realizado en el mundo del trabajo. Yo agradezco que las reformas de orden político, económico y social introducidas en la República Argentina, hayan sido consolidadas y equilibradas en su conjunto por la acción directa y permanente de los dirigentes argentinos, porque en todas las actividades, los dirigentes trabajadores, han sido la palanca de esa decisión. No olvidemos que cuando todos dudaban, que cuando todos conversaban sibilinamente sobre las posibilidades catastróficas que podían ocurrir merced a esas reformas, solamente había una falange firme y decidida: eran los trabajadores. Hoy, cuando todo ha sido superado, cuando un horizonte claro y reluciente se ve y se percibe en la extensión de la patria por una acción asentada en las más grandes medidas reformadoras de nuestro sistema, llegan a mí, a menudo, muchas personas y muchas caras nuevas, a cantar loas y a emitir elogios. Yo hubiera preferido esos elogios y esas loas en el momento en que esos mismos señores dudaban de todo cuanto estábamos haciendo. Es muy fácil tener fe en las horas de éxito, pero solamente los grandes corazones templados para la lucha y para la perseverancia, son los que mantienen la fe en las horas de duda. Pero, es indudable también que esa fe en las horas de duda, es la que perdura y perdurará siempre como así también que es efímera e inconstante la fe de las horas de éxito. Por eso, nosotros, los hombres que tenemos la oportunidad de apreciar y aquilatar bien esa fe, sabemos discernir en nuestro corazón cuáles son los que valen y cuáles son los que creen que valen. Por eso, también, tenemos en lo más profundo y en lo más recóndito de nuestro corazón, ese recuerdo imborrable para los compañeros que en las horas de dudas pusieron su hombro y su corazón y su destino para hacer triunfar una causa que hoy la ven todos bien clara. Es indudable, compañeros, que esa gran comprensión y esa intuición propia de los hombres que en la lucha diaria de la vida conforman sus valores espirituales y sus inspiraciones, es lo que da la posibilidad de realizar las grandes obras. Las grandes obras son, precisamente, esas que nacen de la inspiración de los pueblos y se cristalizan por la energía y por la acción de los propios pueblos. Este no es un fenómeno nuevo; los grandes pueblos se han forjado por sí. Las grandes obras de los grandes pueblos han sido siempre obra de esa masa modesta y esforzada y de esos dirigentes humildes que encuadrando una masa, la ponen en marcha para hacer triunfar las más grandes decisiones. Yo no creo tanto en el destino de los hombres cuanto en la acción, en la energía, en la decisión y en la perseverancia de los pueblos. Nuestro panorama es un ejemplo claro y definitivo de lo que estoy diciendo. En 1945 nosotros iniciamos un orden de reformas integrales en la comunidad argentina. Eso presuponía dos acciones: una de las realizaciones puras y otra de lucha para posibilitarlas. En las dos ha triunfado el pueblo; no es ningún hombre el que ha triunfado; hemos triunfado todos; ha triunfado el pueblo argentino realizando el trabajo y la lucha que lo posibilitó. Luego, todo el mérito de esta cruzada de diez años de construcciones argentinas radica pura y exclusivamente en el pueblo argentino y, dentro de él, en ustedes, en los verdaderos dirigentes del pueblo argentino. Compañeros: hemos superado esta etapa de la lucha y hemos superado también la etapa inicial de las grandes construcciones; pero nos queda ahora una segunda etapa por realizar. En esto es en lo que más yo deseo agradecer la acción responsable de los dirigentes trabajadores argentinos. Este equilibrio que nosotros hemos conseguido después de una acción de impulsión de la economía argentina se debe pura y exclusivamente a los dirigentes del trabajo argentino. Cuando hablamos, para materializar el hecho, de cómo se ha cumplido el equilibrio entre el factor salario y el factor precios, vemos cual ha sido la diferencia en las realizaciones. Para estabilizar el sector salario ha bastado pedir a los compañeros trabajadores que realicen la estabilización, y eso sistemática y matemáticamente se ha cumplido; para estabilizar los precios ha sido necesarios crear una policía especial, tomar medidas, imponer sanciones, y así y todo todavía no lo hemos logrado totalmente. Esto demuestra algo que es fundamental: la causa de esa diferencia estriba en la diferencia entre los dirigentes. En el campo obrero, hay organización y hay dirigentes; pero en el sector patronal todavía no hay. Pero hay una conclusión aun más importante dentro del panorama que la Nación plantea como comunidad surgida de esto; una conclusión definitiva y más certera que puede afirmarse en pocas palabras diciendo que la organización obrera tiene absoluta responsabilidad y que la organización económica aun no la ha alcanzado totalmente. Sin embargo, aspiro a que estas organizaciones tomen ejemplo y ritmo de la organización obrera del país para que, conjuntamente con los hombres del pueblo, reunidos en comisiones mixtas, establezcan las relaciones entre el capital y el trabajo, entre los precios y los salarios, entre las condiciones económicas y sociales. Es decir, si el pueblo no quiere que vuelva a reproducirse la vieja situación de que gente que no tenía nada que ver con el asunto, resolvía sus graves problemas y que los resolvía o porque le pagaban o porque coimeaba o porque engañaba. Es el pueblo mismo el que debe hacerse cargo y el que debe defender sus propios intereses. Nadie podrá defender mejor sus intereses que los propios dirigentes trabajadores, que los propios dirigentes económicos o que los propios dirigentes estatales, cada uno en su esfera y en su círculo de acción. Y a esto es a lo que vamos llegando paulatinamente a través de nuestras reformas. Yo soy optimista; soy profundamente optimista en que hemos de alcanzar este equilibrio, donde la injusticia sea imposible, donde los hombres interesados directamente en los propios problemas del pueblo sean quienes deban resolverlos, a través de discusiones constructivas, con una orientación uniforme, pensando solamente en que nosotros no servimos más que a un soberano: el pueblo. Compañeros: la situación no he de mencionarla porque es de conocimiento de todos. Es indudable que en el aspecto político serán arregladas con el tiempo esas situaciones derivadas de las luchas de todos los días. Equivocados o no, los hombres suelen recapitular los hechos con el tiempo; y luego de esa recapitulación, algunos suelen modificar su conducta y otros perseverar en el error. El mal ha de ser exclusivamente para aquellos que perseveran en el error; no para los que modifican su conducta ni para los que de buena fe sirven a una causa, como la servimos nosotros. De manera que la situación política del país se ira normalizando paulatinamente dentro de la ley de la organización que nosotros hemos trazados para el pueblo. En el orden social, están los problemas a los cuales nosotros dedicamos la parte más importante de nuestra actividad. Para nosotros, en la consideración política o en la consideración económica, pesan básica y fundamentalmente los efectos sociales que de esas situaciones puedan derivar. Una situación económica es grave para nosotros cuando crea un grave problema social. Si no crea un problema social, para nosotros no hay situación económica que sea grave, y es por eso que viendo a través del prisma social todo el panorama de nuestra vida institucional, política y económica, hemos podido alcanzar un equilibrio que no ha logrado ningún país en el mundo. Nuestra acción es matemáticamente planeada y realizada; lo hemos demostrado a lo largo de diez años. Hemos realizado primero una reforma en lo económico, que nos llevo rápidamente a una reactivación indispensable, mas que nada, para solucionar el sector social, que era el más grave problema argentino en 1944. Mientras haya un obrero explotado y escarnecido para nosotros no puede haber nada bueno ni en lo político ni en lo social. Por eso, compañeros, cuando nosotros hicimos la planificación inicial, al crear en el año 1944 el Consejo Nacional de Posguerra, previmos perfectamente bien las dos etapas que habrían de realizarse. La primera etapa, era reactivar la economía. Con el Primer Plan Quinquenal nosotros provocamos la inflación para poder reactivar la economía lanzando a la balanza económica todo el capital inflatorio, el capital bancario que debían entrar a crear trabajo para que todos nuestros obreros pudieran ocuparse. Hubiera sido inútil pedir que se les aumentara los sueldos mientras existía un gran sector de desocupación. ¿Que íbamos a hacer nosotros pidiendo a la buena voluntad y a la buena fe de los patrones de aquellos tiempos, que no son los de hoy, gracias a Dios? ¿Por sentido social o por sentido de justicia y de ecuanimidad hubieran aumentado los sueldos? Si nosotros no hubiéramos provocado la ocupación plena, inyectando trabajo para demandar mano de obra, no hubieran aumentado los salarios ni aunque se lo hubiéramos pedido de rodillas. Fue necesario provocar ese hecho para realizar la reforma. De otro modo, como lo fuimos durante un año y medio en la Secretaria de Trabajo y Prevención, hubiéramos sido impotentes para reivindicar a nuestras masas; sin las medidas posteriores no hubiera sido posible esa reivindicación. Todo eso lo estudiamos y lo planeamos bien, y lo hemos realizado mucho mejor. A ustedes les consta. Es indudable que las comunidades en el orden económico no pueden vivir permanentemente inyectando, porque lo que se va propugnando en un lado va desvalorizándose en otro. Estos son golpes que se dan por etapas, pero que después hay que capitalizar. Una gran masa que está en los bancos se lanza a la circulación, pero después hay que recoger el aparejo porque de otra forma no se va muy lejos. Lo único que capitaliza es el trabajo y el ahorro. La inyección permanente va entregando grandes masas de dinero pero cada vez tiene menos valor. De manera que ello impone un equilibrio. Pero, ¿en que condiciones hay que establecer ese equilibrio? Eso pensamos nosotros en 1944: aplicar una inyección para reactivar y levantar eso. Y después de la segunda etapa vamos a revalorizar nuevamente el peso por la capitalización del trabajo y del ahorro. Pero si nosotros lo hubiéramos realizado dentro del régimen capitalista, hubiéramos vuelto a lo mismo y estaríamos ahora valorizando el dinero para los capitalistas. De modo que era necesario realizar otra acción intermedia, porque de lo contrario hubiéramos entrado a ser capitalistas como éramos antes. Era necesario redistribuir ese ahorro y ese trabajo capitalizado, no en las grandes empresas internacionales, sino en el pueblo argentino, que es una cosa totalmente distinta. Eso es todo cuanto se ha realizado. Es bastante ver que el sistema de asistencia social argentino ha capitalizado muchos miles de millones de pesos, que es ahorro del pueblo argentino, y que cada uno tiene su cuenta en la Caja para que, cuando sea viejo, pueda recobrar todo lo que ha puesto allí con sus intereses. Cuántos trabajadores han edificado su casita, han comprado su terreno, o han formado sus pequeños bienes con sus ahorros en la Caja Nacional de Ahorro Postal, que es una institución del pueblo en la que éste ha depositado ahorros por valor de muchos miles de millones de pesos. Nosotros no hemos capitalizado a empresas, pero sí capitalizamos al pueblo y lo estamos capitalizando cada vez más. Entonces, en esta segunda etapa de la economía argentina, en que hemos dicho al pueblo trabajador que se capitalice mediante el ahorro, no voy a desvalorizar el peso; por el contrario, ahora lo voy a valorizar para que cada uno de aquellos que han guardado un peso pueda tener dos, con el que guardó en aquel entonces. Por otra parte, esto corresponde que lo hagamos ahora, porque el Primer Plan Quinquenal con su empuje y las mejoras logradas, el trabajador tuvo que comprar su ropa que no la tenía, arreglar su casita o comprársela y solucionar otras situaciones de familia. Hoy todo eso se ha cumplido o está en plena realización, por lo menos en la mayoría de los trabajadores, y ellos han guardado sus pesitos porque yo les aconseje que los guardaran y me hicieron caso. Ahora, ¿como yo les voy desvalorizar esos ahorros? Lo lógico es que yo los valorice y así lo haré; entonces, ellos tendrán el producto de sus ahorros incrementado por la preocupación del gobierno en capitalizárselo y en hacerlos a ellos cada día más felices con un mejor estándar de vida. Todo este proceso ha sido planeado y lo venimos realizando. En el momento actual estamos luchando para mantener ese equilibrio, y eso es lo que yo les agradezco a los dirigentes argentinos, porque, mediante su comprensión y su inteligente acción, han propugnado y han impuesto mucha veces un equilibrio que ha sido reconquistando el valor del peso y ha capitalizado el pueblo argentino. Nosotros necesitamos mantener el equilibrio por el que estamos luchando. Yo he dicho muchas veces que no estoy conforme con el actual estándar de vida del pueblo, porque no me creo que sea ese el estándar de vida que el pueblo argentino debe tener en un país rico, lleno de reservas y riquezas. No es el actual estándar el suficiente, pero, desgraciadamente, nuestro estándar no es el que nosotros queremos tener, sino el que nosotros podemos alcanzar. Esto tiene un límite: para poder repartir más hay que producir más y hay que producir mejor. Este problema está perfectamente bien contemplado dentro de nuestros planes quinquenales. En el Primer Plan Quinquenal, nosotros, a través de toda esa revalorización, de todo ese impulso y toda reactivación económica, pudimos hacer una mejor reparación proporcional entre los hombres del pueblo argentino, elevando prácticamente su estándar de vida varias veces. Pero si en este momento en que se ha establecido un equilibrio nosotros quisiéramos dar un nuevo golpe para elevar el estándar de vida sin haber capitalizado por el trabajo y por el ahorro de eso que nosotros inyectamos antes para reactivar, no iríamos muy lejos. Es solamente a través de la organización y de la creación de nueva riqueza como nosotros podemos elevar aun mas el estándar de vida, y ese es el trabajo que estamos actualmente realizando. Observen ustedes que este estándar de vida ha sido posible alcanzar para nuestra masa a través de la producción agrícola y ganadera, porque las masas urbanas todavía no tienen una actividad industrial que alcance una producción comparable a la producción agrícola-ganadera, que es la tradicional producción argentina. Confesando una gran verdad, diremos que hasta ahora el pueblo argentino ha vivido de la tierra y que las masas urbanas han vivido en gran parte de la producción de las masas rurales. Es necesario poner a las masas urbanas en producción para que entonces, equilibrando los cielos de la producción de la tierra con la producción del músculo, nuestro estándar de vida se valorice dos o tres veces. El nuevo fenómeno a producirse ha de ser, precisamente, la elevación de dos o tres veces del actual estándar de vida del pueblo argentino. Por eso, en este Segundo Plan Quinquenal, estamos luchando por la industrialización. Nosotros le estamos sacando muchos millones de pesos a nuestra producción agraria, para ir creando la industria. Lo que nosotros debemos llegar a obtener es que la transformación, que es la industria, produzca la riqueza que habremos de repartir en el pueblo argentino. Entonces no habrá estándar de vida, por ambicioso que sea, que no lo puedan alcanzar los ciudadanos argentinos. Es menester, pues, llegar a completar ese círculo: producción, transformación o industria, y distribución o comercio. Son los tres sectores de la actividad económica que estiran el panorama de la riqueza argentina. Para completar ese círculo es necesario ir vigilando para que esos tres sectores crezcan derecho, porque cada uno de ellos se apoya sobre los otros. Queremos que en la ciudad se fabrique el tractor al menor precio posible, para entregárselo a la gente del campo que lo hará producir. De esa combinación y cooperación entre la industria y la producción ha de surgir la riqueza que hemos de repartir. Así las masas urbanas trabajaran para los rurales y las rurales devolverán la producción multiplicada. Eso realiza la riqueza. Realizada así la riqueza, los estándares de vida suben permanentemente, y la felicidad del pueblo aumenta a medida que esos ciclos se van complementando y cumpliendo. La grandeza de la Nación, a su vez, se va reafirmando paulatinamente sobre cada uno de esos sectores económicos. Ustedes entienden tan bien como yo como hemos ido cumpliendo ese Primer Plan Quinquenal, que fue el ciclo de impulsión y de reactivación. Este Segundo Plan Quinquenal es el de complementación. Vendrá después un tercero, que será el de extensión. En el Primer Plan Quinquenal, hicimos lo básico para producir, transformar y repartir. En el segundo, estamos completando los sectores todavía incompletos de ese proceso integral de la economía. En el tercero, vamos a apurarnos para agrandar todo y alcanzar el nivel que deseamos. Es indudable que en esto actúa de una manera determinante lo que siempre hemos dicho nosotros. La función del gobierno es asegurar la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación. Si uno se apura mucho para realizar la grandeza de la Nación, solamente lo logra a base del sacrificio del pueblo. Si el pueblo no se sacrifica nada, la grandeza de la Nación avanza más despacio. Hay algunos que encandilados por la grandeza han tiranizado al pueblo. Otros, encandilados por la felicidad presente, han abandonado la grandeza y la felicidad futura de la Nación. El secreto del gobierno esta en equilibrar bien: ni imponer el esfuerzo exagerado al pueblo para realizar una grandeza a corto plazo, ni olvidarse de esa grandeza que ha de realizarse en felicidad y en trabajo optimista a largo plazo. En esto, compañeros nosotros si quisiéramos apresurarnos para realizar esa grandeza, podríamos imponer al pueblo argentino muchos sacrificios. Pero seria injusto que las generaciones futuras disfrutasen de la felicidad que estuviera asentada sobre nuestro sacrificio, nuestra miseria y nuestro dolor. Es mejor que esperen un poco más y que ellos también trabajen un poco para lograr esa grandeza; que nos repartamos un poco las cargas; que hagamos un poco nosotros y les dejemos el encargo a ellos de hacer una parte en el futuro. Creo que esto es lo más justo. De nada sirve un país, por grande que sea, si está poblado de desgraciados. Yo prefiero un país pequeño, pero de hombres felices. Y eso nunca los dejaremos de lado en nuestra planificación. Esto es, muy sintéticamente expuesto, el panorama que conforma la situación económica y la situación social argentina, que a su vez da la base para que se conforme la situación política. Si la gente vive bien, si el estado social es bueno, si la economía es reluciente, ya no es buena, porque va dejando de ser buena para ser muy buena; si no tenemos problemas porque los vamos solucionando todos en el más corto plazo sin exigir un sacrificio exagerado, es porque estamos realizando la grandeza de la Nación. Y si la situación social y la situación económica conforman un panorama tan bueno, ¿cómo se puede pensar que la situación política no va ser buena? La situación política se justifica solamente para asegurar la felicidad al pueblo y la grandeza de la Nación. Si los hombres políticos piensan en el pueblo y sienten al pueblo, y si piensan en la Nación y sienten a la Nación, ¿cómo pueden estar disconformes con los hombres que están labrando la felicidad del pueblo y construyendo la grandeza de la Nación? Si están desconformes, no es porque hay una falla política, sino porque aspiran a la situación que han perdido hace tanto tiempo. Nosotros pensamos, desde hace mucho, que este es un asunto de altos intereses del pueblo y altos intereses de la Nación, y trabajamos seriamente y con responsabilidad en la tarea de gobierno. No hay nada más serio ni responsable que tomar las riendas de todo un pueblo, porque con esas riendas si bien se pudo asegurar su felicidad y su grandeza, también puede lograrse su desgracia y su miseria. En esta labor, compañeros, yo deseo agradecerles profundamente a todos ustedes y, por intermedio de ustedes, a todos los demás dirigentes de la Nación, porque son los verdaderos artífices de esta construcción. Los dirigentes pusieron el pecho en los momentos iniciales o en los momentos de peligro; pusieron su conciencia de trabajadores y de argentinos y les corresponde toda la gloria de esta empresa. Nosotros compañeros, seguimos pensando y trabajando para ir completando todos los sectores importantes de toda nuestra legislación social. Hace pocos días hemos mandado al Congreso, para considerarlo en sesiones extraordinarias, para que tome por lo menos estado parlamentario una nueva ley sobre accidentes de trabajo. La ley de accidentes de trabajo que presupone un enorme sector de la legislación social de un país y la cupertura (sic) de un sinnúmero de riesgos que escapan a la normas organización de la previsión social, tiene y ha tenido en nuestro país una importancia extraordinaria, tan extraordinaria que esa fue una ley que se asemejaba a un arbolito de navidad, que primero se estableció y después le comenzaron a colgar adornitos por todas partes hasta completar alrededor de ella toda una legislación social. Pero, indudablemente, esa ley ha adolecido de numerosas fallas y de numerosas imperfecciones en su articulado. Nosotros, respetuosos de las leyes que han servido de base a nuestra legislación social, no la hemos querido tocar hasta no haber creado un sinnúmero de sectores de previsión que se asentara en un estado permanente y sólido de previsión social. Es decir, esto es como cuando se ha construido un edificio y se lo quiere reformar. Primer hay que apuntalarlo bien para que nos e vaya a venir abajo, y después recién se hace el arreglo que conviene. Indudablemente esta ley, para que sea efectiva y real, para que le demos una consolidación y una permanencia en el espacio y en el tiempo, es necesario que esté bien financiada. Porque de nada valdría que para financiar una ley de esta naturaleza, nosotros impusiéramos mayores impuestos a los propios trabajadores, porque ellos disminuiría su poder adquisitivo. Tampoco podemos pensar en recargar los precios porque al final el patrón cambiaría la etiqueta a los artículos y le haría pagar otra vez al pueblo ese mismo precio. De manera que es necesaria una coordinación que permita que se financie por sí sin gravitar sobre el salario ni sobre el precio, porque las sabias leyes de previsión no son aquellas que presuponen la disminución del poder adquisitivo de un sector para aumentarlo en otro. A esto hay que buscarle una buena financiación que en este momento no nos rompa el equilibrio de precios y salarios que actualmente existe. Cualquier medida que en un sentido o en otro nos llevase a gravitar sobre uno u otro sector, rompería el equilibrio, de la misma manera como pasa en los estanques en que en una piedra arrojada mueve el agua tranquila hasta desequilibrarla totalmente con el más mínimo roce. Romper este estado de perfecto equilibrio establecido en nuestro país, significaría continuar la inflación. Así como en 1946 la inflación no le importaba al pueblo, hoy ella le resultaría perjudicial, porque hoy el pueblo se halla capitalizado en gran parte y la inflación gravita sobre los sectores capitalizados. Por esa causa yo he hecho todos los esfuerzos para detener esa inflación porque ella presupone inyección de dinero y desvalorización, y en consecuencia, pérdida del poder adquisitivo. Todos esos sectores de equilibrio yo los cuido minuciosamente; por eso he encargado a los técnicos el estudio detallado de esta ley. Es mejor esperar dos o tres meses más con la antigua ley que dictar una que nos vaya a ser perjudicial en algún sector. Todo lo que perdamos en estudiarla lo vamos a ganar después en aplicarla bien y en tener una ley más completa y más perfecta. Para no olvidarnos de muchas cosas que se pueden olvidar cuando las cuestiones se resuelven apresuradamente. Yo no olvido nunca que cuando llegue a la Secretaria de Trabajo y Previsión encontré, al lado de esta ley, la de vacaciones pagas y todas esas otras cosas que habían sido hechas con tanta habilidad, que la ley no se cumplía, pero que el golpe político del que sacó la ley se había cumplido. Las vacaciones pagas estaban establecidas en la legislación argentina, pero nunca nadie las había dado, porque se habían olvidado de establecer sanciones para aquellos que no la cumplieran. Para solucionar este problema a nosotros nos bastó con dictar un decreto estableciendo sanciones para los que no otorgaran las vacaciones pagas. Así subsanamos ese pequeño error que se había deslizado en la legislación. Yo he querido referirme a esto porque sé bien que hay muchos sectores que nosotros tratamos de cubrir con la fundación Eva Perón y mediante otros medios, ya que todavía no están cubiertos en nuestro sistema de previsión social. Hemos de hacer una ley, pero la vamos a hacer bien estudiada y bien financiada. Sé que los obreros esperan esta ley y ninguno tiene más apuro que yo en satisfacerlos, porque ellos no solamente lo esperan, sino- y esto es lo mas importante- que lo merecen porque han trabajado, han rendido y se han sacrificado. Por otra parte, los dirigentes todos los días me hacen acordar de esta ley. Nosotros vamos realizando perfectamente bien todo esto que acabo de decirles, que constituye lo más importante de la hora actual. Lo vamos realizando desde el gobierno sin dificultades, porque tenemos el apoyo inteligente y comprensivo de los compañeros dirigentes trabajadores. Ellos han sido los verdaderos lideres en la defensa del equilibrio, actuando en las comisiones de precios y salarios, en el Consejo Económico y en la Confederación General del Trabajo, organismos del pueblo y que trabajan para el pueblo, que luchan por mantener un equilibrio permanente y una justicia distributiva necesaria a toda comunidad que vive en estado de tranquilidad y de felicidad. Todo eso lo debemos, como digo, a la diligente o inteligente acción de nuestros dirigentes. Por eso quiero darles las gracias a ustedes y, a través de ustedes, a todos los trabajadores del país aquí representados, que constituye la masa que trabaja y que produce. Finalmente, yo deseo terminar estas palabras pidiéndoles que estudien minuciosamente la forma la forma para que en el futuro se pueda considerar dentro de la Confederación todos los problemas cuya solución sea necesaria manteniendo el actual equilibrio, pero sin imponer, naturalmente, ninguna injusticia. Si es que hay algunos trabajadores que todavía están un poco sumergidos en ciertos sectores, trataremos de solucionarlo, pero no produzcamos movimientos inflatorios de conjunto, porque de ese modo produciremos nuevamente el desequilibrio. Las situaciones injustas vamos a subsanarlas aunque el mundo se venga abajo, pero no por satisfacer algunas ambiciones vamos a perder lo bueno para después caer en lo peor. Ese es el concepto que nosotros debemos tener en la apreciación de estos problemas. Si de una injusticia se trata, hay que repararla a cualquier precio. Pero consideramos que la rotura del equilibrio, obedeciendo a sectores con aspiraciones inmerecidas o innecesarias, puede ser más perjudicial que conveniente para la gran masa de trabajadores argentinos. Eso es lo único que me preocupa y lo único que me interesa resolver con justicia, con equidad, poniendo en ello, la dedicación, la energía, y el sacrificio que sean necesarios. Compañeros: les agradezco que hayan concurrido a este congreso para darme la inmensa satisfacción de poder conversar breves instantes con ustedes. Les pido que al regresar a las zonas y regiones que ustedes representan, sean portadores de un gran abrazo, que con el mismo cariño de siempre, con el mismo espíritu de camaradería que yo siempre he sentido por nuestros trabajadores, yo les mando a todos desde lo mas profundo de mi corazón. ...........................
1954-01-14
MENSAJE CON MOTIVO DE LA INAUGURACION DE LA FERIA DE AMERICA EN MENDOZA
Con indudable acierto y con exacta visión del porvenir económico americano, el pueblo de Mendoza nos abre las puertas de su egregia ciudad en una feria extraordinaria que aspira a mostrarnos en parte la pujanza económica de las naciones representadas en esta primera reunión del progreso latinoamericano. El esfuerzo de Mendoza nos señala un camino que no debe de ser abandonado. Las naciones de América Latina constituye la unidad económica más fecunda para servir de plataforma a la felicidad de sus pueblos. Desgraciadamente, y por circunstancias de un período histórico que vamos ya sobrepasando, hemos vivido aislados, preocupados permanentemente en los problemas políticos de nuestra organización. Mientras tanto la avaricia y el egoísmo de las empresas internacionales realizaba, con apariencias de progreso, de cooperación y de ayuda, el despojo de nuestras economías que mantuvieron, durante un siglo, sus caracteres coloniales. Aquellas mismas empresas fueron las que provocaron muchas veces la inestabilidad política interior en los países de América, con la inconfundible finalidad de prolongar, por medio del desorden, el siglo de la expoliación y de la explotación colonialista. Los años y los acontecimientos de esta última década están señalando que aquellos procedimientos no fueron los más inteligentes por parte de los intereses responsables de nuestras dificultades. La escuela de la experiencia, siempre dura y costosa, nos aconseja ahora que el bienestar y la felicidad de los pueblos es indispensable para el normal desarrollo de cualquier empresa económica y que el progreso material no solamente no debe, sino que ni siquiera puede, ser un fin en sí mismo. Es el medio para alcanzar aquel bienestar y aquella felicidad. Los propietarios imprescriptibles e inalienables de los recursos naturales de las naciones son los pueblos. Para que ellos fuesen felices, y particularmente en América, Dios nos otorgó todos los dones de la naturaleza. Nosotros tenemos todos lo que otros pueblos necesitan; y necesitamos, para nuestro mejor bienestar, lo que otros países tienen como patrimonio natural o como patrimonio del trabajo realizado por sus hijos. Los principios que lógicamente deberá seguir la política económica de los gobiernos americanos sólo pueden ser los que conducen a la independencia económica. Y el único recurso, para lograr que la independencia económica no sea un simple eslogan de circunstancias y de finalidades políticas, es el que nos impone, como un signo de nuestro tiempo, organizar nuestra complementación económica y echar sus bases definitivas en América. Esta no es cuestión de palabras sino de realidades. Es indudable que el destino de América terminará en la unión continental de todos sus pueblos, desde el Ártico a la Antártica. Esta unión continental será realizada plena y absolutamente, aunque no le resulte grato a quienes propugnan un nacionalismo sui géneris que, aun cuando resulte extraño, carece de sentido nacional. Así como el individualismo más inteligente y duradero consiste en aceptar que solo en la realización de la comunidad pueden cumplirse plenamente los objetivos propios de cada persona; del mismo modo un nacionalismo realista e inteligente es el de aquellos países que cumplen solidariamente con las exigencias de sus funciones internacionales mediante una adecuada y progresiva complementación. Esta complementación puede tener diversos alcances y distintas dimensiones geográficas. En sus alcances puede abarcar lo político, lo social y lo económico. Una complementación política, geográficamente internacional, regional o continental, nos será impuesta indudablemente por el tiempo y no a largo plazo. Decir esto importa continuar la ruta iniciada por los libertadores políticos de América, cuyos nombres son comunes en la historia de nuestros pueblos. Ellos constituyeron y afianzaron nuestras naciones pero nunca dejaron de tener presente que solo la realización integral de la libertad política de América podía dar caracteres definitivos a las soberanías nacionales por ellos mismos logradas con el sacrificio de nuestros pueblos. La complementación social americana es también indispensable desde que el futuro pertenece a los pueblos. El porvenir nos impone que alentemos las organizaciones populares con fines sociales, políticos o económicos, a fin de que la voluntad de los pueblos se realice de manera orgánica y efectiva, por conducto de sus representaciones específicas, libremente elegidas por los mismos interesados en el propio destino y en permanente equilibrio con las otras entidades de la comunidad organizada. La hora de nuestros pueblos y el bienestar que merecen por tantos años de sometimiento, no se realizarán sin que cumplan esta última etapa de la organización solidaria que los separa todavía del pleno ejercicio de la voluntad soberana de los pueblos y que los gobiernos ejercemos solo en virtud de una delegación de poderes acerca de cuya realización somos permanentemente responsables en la medida de nuestras fuerzas limitadas. La complementación económica de América es consecuencia lógica de nuestra complementaciones política y social. No hay -¡no puede haber!- complementación económica alguna sin que ella repercuta directamente en el plano político superior y en el plano social. ¿Podríamos por ejemplo hablar de problemas aduaneros o monetarios sin mediar previamente las consecuencias sociales de las soluciones que se propongan? Las dificultades de toda unión económica complementaria no residen en los problemas puramente técnicos. Así como una economía nacional debe ser social y por lo tanto, humanista, las uniones económicas parciales, regionales, continentales o intercontinentales deben atender, en primer lugar, al bienestar común de los pueblos que las componen. Lo mismo sucede con los efectos políticos de las complementaciones económicas internacionales. ¿Acaso no fueron los desequilibrios económicos provocados por la falta de una adecuada complementación internacional los factores causales preponderantes en al determinación de las últimas guerras? Pero en 1914 y en 1939 hablar de complementación económica internacional hubiese constituido una herejía contra los extremados y erróneos nacionalismos que dominaron la primera mitad de nuestro siglo. Sin una complementación económica orientada hacia objetivos de producción primario o industrial definidos mediante un adecuado planeamiento que tenga en cuenta las necesidades y los recursos del comercio internacional, no serán posibles ni duraderos todos los esfuerzos realizados por el trabajo creador de nuestros pueblos. Tanto el exceso de producción como su déficit son males crónicos en América, males que periódicamente alteran el equilibrio social y aun la estabilidad política interna e internacional de nuestros pueblos. Debemos acordar, con criterio realista, mediante un sistema de planeamiento simple pero integral, que respete la plenitud de las unidades nacionales de América, el verdadero módulo de nuestro progreso económico. Tal ha sido la finalidad y el espíritu de la política internacional argentina en esta difícil empresa de nuestro continente. Yo he querido expresarlo con la mayor claridad posible a fin de que la feria mendocina de América sea el primer centro de irradiación para estas verdades que se fundan en un principio que no me cansaré jamás de repetir: El año 2000 hallará una América unida o dominada. Todo depende de como sepamos realizar nuestros destinos nacionales, con la más amplia solidaridad, que no se logra nunca sólo mediante declaraciones amistosas, sino por la consolidación de intereses comunes de carácter permanente. Los gobiernos y los pueblos de América están frente al dilema de Hamlet: ser o no ser. ..................
1954-01-16
Ante estudiantes de la UES (Rama Femenina) en la inauguración de las instalaciones para estudiantes en la residencia de Olivos
Nosotros hemos querido inaugurar hoy oficialmente el túnel y el balneario, como así también dar por inaugurado el Club Náutico de la UES que ya está casi terminado. Es indudable que, por numerosas razones, nosotros queremos que esta casa sea una casa de camaradería y de amistad entre todas las chicas. Como desgraciadamente no podemos construir todavía un club náutico y un balneario especialmente para los muchachos, pensamos que este, construido para las chicas, puede ser utilizado indistintamente por los muchachos y las muchachas de la UES. Nosotros no solamente debemos cuidar el orden, la disciplina y la organización de esto, sino también lo que la gente maldiciente pueda decir. Tenemos que tener mucho cuidado y, además, un alto grado de responsabilidad personal en el manejo en común del balneario y del club náutico. No olviden que del buen nombre de este gran club de la juventud estudiosa de Buenos Aires depende mucho el funcionamiento ulterior de la institución. Todo esto tenemos que respetarlo mucho, no solamente para conformar nuestra propia conciencia, sino también para conformar la inconsciencia de mucha gente que, siempre decidida a ver las cosas mal, las verá aunque no existan. Nosotros debemos cuidar esto exageradamente en el orden de la moralidad, para poder así satisfacer no solo a los que piensan y ven con ecuanimidad, sino también a los sinvergüenzas inclinados siempre a pensar mal. Yo, que conozco a las chicas y a los muchachos de la UES, sé bien que no exponemos a alguien a ningún peligro; menos aún ponemos en tela de juicio la moral que debe reinar en esta organización. Pero debemos tomar las medidas necesarias para que nadie pueda objetadas en manera alguna. Hemos pensado que si bien el balneario y el club náutico, que son lugares separados de esta quinta, pueden ser utilizados en común, desde el subterráneo para acá, corresponde sola y exclusivamente a las mujeres. Eso es, por otra parte, muy justo, porque el otro club pertenece solamente a los muchachos. Ahora, yo tengo que dar una explicación también. Durante cinco o seis meses he venido asiduamente a la quinta junto con el señor ministro Méndez San Martín porque quería ver personalmente cómo marchaba esto y cómo se realizaban las cosas acá. De un tiempo a esta parte he dejado de venir porque esto ya está terminado y en manos de ustedes; ustedes lo manejarán, lo gobernarán y lo conducirán perfectamente bien. Ahora he comenzado a ir con los muchachos. En estos cinco meses que vienen tenemos que ocupamos con el doctor Méndez San Martín de aquel club que estamos construyendo. Con esto quiero explicar por qué no vengo tan seguido como lo hacía antes. La única causa que existe es que tengo que preocuparme por los muchachos. Cuando esté todo listo, una vez vendré acá y otra vez iré allá. Quiero decir ahora dos palabras finales como un consejo del más viejo respecto de la organización y funcionamiento de estos clubes estudiantiles. Nosotros pensamos levantar clubes como estos en todo el país. Estamos haciendo en Buenos Aires las primeras organizaciones de estudiantes secundarios porque nuestra ciudad, es, sin duda, el foco que ilumina el resto de la República. Hemos de seguir levantando estas grandes organizaciones de estudiantes tanto en Rosario, Córdoba o Tucumán, como en los demás grandes centros, para ir extendiendo estas organizaciones. El objeto de esto es que los muchachos y las muchachas comiencen a manejarse por sí mismos. Yo creo que uno de los grandes defectos de la educación argentina ha radicado especialmente en que nadie tenía en cuenta a los muchachos, a los que consideraban como chicos, y a las mujeres, que no tenían vida propia. Había que manejarlos. ¡Grave error! Cuando uno aprende a caminar y lo llevan de la mano, no aprende definitivamente. Esto presupone un cambio total en la educación de la juventud argentina; es parte de la reforma educativa de que yo he hablado. Nosotros pensamos que tienen que marchar por sí, haciendo uso de su libre albedrío y empezando a sufrir de muchachos los golpes que se pega cuando equivoca el camino y marcha por donde no debe, porque no hay escuela que enseñe mejor que la escuela de la vida. Esos que crecen y viven de la mano de la madre, cuando les falta ese apoyo no saben qué es lo que tienen que hacer. Hay que independizarse de esa tutela, que reduce el carácter y hace timoratos a los hombres y a las mujeres. La vida moderna quiere mujeres y hombres modernos, que estén a la altura de las necesidades de esta vida de lucha, de trabajo y de triunfos. Hay que prepararse para ser triunfadores. Yo quiero que la nueva generación argentina sea una generación de esa clase, de mujeres y de hombres que sepan luchar, que sepan vencer. El que en la vida lucha y vence es el que hace grande a la Nación; ese desgraciado que es siempre objeto de un fracaso desde que nace hasta que muere acumula fracasos también para la Nación. Las naciones grandes se hacen con mujeres y hombres grandes, y estos se hacen viviendo, haciendo y luchando. Esto es lo que nosotros queremos: hombres y mujeres que pongan a prueba su carácter desde jóvenes. Y esto, en cualquiera de las actividades de la vida. Es lo mismo que si uno quiere aprender a andar en bicicleta cuando tiene cuarenta años; no aprende nunca. Un loro viejo no aprende a hablar. Estas cosas hay que aprenderlas desde muchacho. En la vida hay muchas cosas que son como lo de las bicicletas, que uno aprende a andar desde chico y no se olvida más. Eso es acumulación por sedimentación de capacitación en la vida, que es lo mejor escuela y la mejor universidad. Hay universidades que no les enseñan nada: la universidad de la vida es en la que más se aprende. En este orden de cosas, nosotros queremos instaurar una nueva escuela pero no solamente para la capacitación de la vida, sino también para la capacitación del espíritu. Cada mujer y cada hombre debe vivir un poquito esa escuela. Debe ser un hombre de carácter y de dominio. Las desgracias son más abundantes entre los débiles y los incapaces, pero son más llevaderas entre los hombres fuertes, vencedores y luchadores; hay que templar el carácter. Esa moral, que es tan convencional en el mundo, también tiene sus reglas y sus conclusiones. Yo no creo en esa moral del hombre que no comete una inmoralidad porque no puede; eso no es moral. Tampoco es honrado el que no roba porque no puede; el honrado es el que ha porque no quiere. Con la moral pasa lo mismo. Ninguna persona es inmoral si tiene carácter y no quiere ser inmoral. Algunos creen que la moralidad consiste en no conocer la inmoralidad. El que no conoce la inmoralidad es un estúpido. El moral es el que la conoce y no la comete porque no quiere. Es indudable que nosotros, durante muchos años, hemos estado sometidos a esa moral de la hipocresía. Algunos creen que una persona es moral porque los demás no le conocen su inmoralidad, vale decir que la propia conciencia no existe. Hay gente que cree que se puede ser inmoral siempre que los demás no conozcan esa inmoralidad. Se olvidan que tienen una conciencia ante la cual deben responder. Esa es la verdadera inmoralidad. El inmoral es siempre un simulador, y el hipócrita es siempre un inmoral en potencia. De manera que para redimimos de esa maldita escuela de la hipocresía tenemos que formar hombres y mujeres plenamente abiertos, que respondan a su conciencia y no a la de los demás, porque el día que tengamos que rendir cuenta de nuestra vida, lo haremos ante nuestra conciencia. Por otra parte, en todo esto de la moral existe un fondo extraordinario de convencionalismo, y el convencionalismo en la vida no suele ser el mejor consejero. Hay siempre una conciencia propia, que es el mejor consejero. A esa conciencia hay que hacerle caso más que al convencionalismo de los demás. Por esa razón, en este orden de cosas, nosotros queremos dar una verdadera moral al pueblo argentino. No la moral estúpida del ignorante ni la moral canallesca del mentiroso, del hipócrita; queremos hacer la moral de la mujer y del hombre, abierta, de carácter, de dominio, que verdaderamente practique las virtudes para su propia conciencia, y no para la conciencia ni el conocimiento de los demás. Por eso queremos instaurar una nueva manera de ser y una nueva manera de sentir, y estos núcleos van a ser la base de esa escuela. Nosotros no vamos a incidir en forma alguna en morales colectivas, porque la moral colectiva no existe. Para que exista moral colectiva tiene que existir primero una moral individual. No puede hacerse un pueblo moral con hombres inmorales. Eso no podrá hacerse jamás. Por eso queremos que desde ahora, ustedes, que serán los dirigentes del país en el futuro, vayan practicando las verdaderas virtudes de los hombres francos y abiertos, con todos los defectos de todos los hombres -que no los vamos a superar nunca-, pero también con todas las virtudes. Un hombre grande no es aquel que no tiene defectos, sino aquel que tiene más virtudes que defectos; porque defectos tenemos todos, y nos bastaría cerrar los ojos a la noche, en la almohada, para ver cuántos defectos tenemos, analizando con ecuanimidad nuestras acciones. Pero eso no debe amilanar al hombre. Los más grandes hombres que ha producido la humanidad estuvieron llenos de defectos, como los tenemos todos nosotros. Por eso digo que es necesario tener mayor número de virtudes que de defectos. El que no tiene defectos, generalmente, es un estúpido y un mediocre. De manera que esta escuela realista es la que nosotros queremos implantar, llevando a nuestras juventudes a pensar en esa forma, a manifestar sus decisiones y sus aspiraciones claramente, a ver las cosas de la vida como las cosas de la vida son, y no va a vivir dentro de ese velo que la hipocresía de los hombres mediocres suele tender alrededor de los individuos para que, como ellos son ciegos y no ven, los demás, por lo menos, sean cortos de vista. Por eso, nosotros hacemos estos ensayos en donde vamos a poner en contacto a la juventud femenina con la juventud masculina en nuestras organizaciones, para que comiencen a conocerse y para que comiencen a pensar en esa moral superior que es la moral que forma la virtud de los hombres y en los pueblos. Dios quiera que nunca tengamos que arrepentimos de esto. Deseo hacer un llamado al corazón de cada uno de ustedes, para que siempre en las acciones cuenten hasta diez cuando están por cometer un error. Generalmente, eso lo hace a uno recapacitar y lo convierte en un hombre prudente. En esto, estoy seguro y absolutamente persuadido de que ustedes van a portarse magníficamente bien. Sé que cada uno de ustedes hará de esto una cuestión de amor propio para que estas organizaciones con que nos iniciamos nosotros sean un ejemplo y modelo para todas las demás organizaciones que lanzaremos al resto del país, para que un día podamos traer a la gente del interior y decirles: "Todos nuestros muchachos de Buenos Aires hacen una vida sana, honorable y llena de virtudes". Dios quiera que yo pueda repetir estas palabras dentro de un tiempo, cuando hayamos reunido esa juventud, para que crezca en virtudes, en moral y en patriotismo. Ahora, vamos a dar por inaugurado este pasaje y las demás obras. Muchas gracias. ............................
1954-01-19
Ante delegados de la Confederación Estudiantil de Institutos Especializados
Les agradezco muchísimo que hayan venido a saludarme, y no solamente estoy de acuerdo con lo que ustedes han realizado, sino que estoy muy satisfecho y encantado de que haya sucedido así. Nosotros hemos tratado de cambiar, dentro del pueblo argentino, la mentalidad individualista. En el mundo existen dos tendencias bien conocidas que se mueven con una oscilación pendular que va siempre del individualismo al colectivismo y viceversa. La humanidad ha presenciado, a través de todos los tiempos, la oscilación permanente de este péndulo que va de un lado a otro. Es indudable que nosotros hemos apreciado, muy concienzudamente para sentar las bases filosóficas de nuestra doctrina, esa oscilación, y no queremos llegar al colectivismo, pero tampoco queremos permanecer en el individualismo, ya que los dos extremos, como todos los extremos, no son los más convenientes para una comunidad en marcha. No queremos una comunidad insectificada, del mismo modo que no queremos una comunidad anarquizada, como son esos dos extremos. El individualismo absoluto lleva a una anarquía abierta, en la que cada uno es enemigo del otro, el hombre es un lobo para el hombre. Naturalmente, tampoco queremos llegar a un colectivismo de tal especie que nos convierta en una abeja o en una hormiga; vale decir que esto tiene sus límites. Queremos a través de un sentido, diremos de comunidad, seamos capaces entre todos realizar la comunidad, para que, dentro de ella cada uno, con sentido individualista, pueda realizarse a sí mismo. Yo no creo que ningún individuo pueda realizarse en una comunidad que no se realiza. Siempre digo que la comunidad es como un barco que va de un puerto a otro. Si en la mitad del camino naufraga, es muy difícil que algún pasajero llegue a destino; lo que debemos procurar es que este barco de la comunidad llegue a buen puerto, única manera de que cada uno de nosotros realice su destino. Por eso no se puede pensar en una absoluta comunidad, como es el comunismo, ni tampoco en un absoluto individualismo, como el capitalismo. Ahí está entonces nuestra tercera posición, que no es tercera porque esté en el medio, ya que no es una posición estática sino dinámica; es la tercera porque viene después de la segunda. Es una posición aritmética y no geométrica. De manera que toda esa concepción presupone, indiscutiblemente, la aplicación de un método para realizarla, que es la organización. La organización es un método para la realización de este destino común y de ese sentido individual. Tratamos de realizar la comunidad para realizarnos de acuerdo con nuestras posibilidades individuales, cada uno dentro de esa comunidad que se va a realizar. En eso hemos establecido también un concepto diferencial entre los individuos, que es una ley natural de la vida que nosotros no podemos violar. Nosotros no estamos en ninguno de esos aspectos en lucha contra la naturaleza: estamos empeñados en procedimientos de perfeccionamiento natural de esa sociedad normal y natural de la comunidad, y para eso nos unimos y trabajamos solidariamente en una organización que nos permita manejar la comunidad dándole, en primer lugar, un alma colectiva. El mal de la comunidad está en haber carecido de un alma colectiva. Así como los individuos, si no tienen un alma, están muertos, las comunidades que carecen de un alma, son muertas. Nosotros queremos una comunidad vivida, en marcha, con espíritu latente, con fuerzas dinámicas y espirituales que las lleven adelante, pues ésa es la fuerza motriz que las impulsa. Se trata de una concepción filosófica un tanto nueva, pero no extraña a la que hoy se compulsa en el mundo entero. Tomamos un poco de algunas cosas y otro poco de otras, tratando de sacar lo bueno de cada una de ellas para realizar lo mejor, rechazando lo que creímos malo. Ni el comunismo es todo lo malo ni el capitalismo es todo lo malo; los dos tienen sus grandes males. Los abusos del capitalismo son los que han llevado al comunismo por reacción, pero nunca las reacciones llegan hasta el punto exacto, sino que van mucho más allá de lo conveniente. Cuando se abandona el individualismo capitalista, se cae fatalmente en el comunismo, que es la otra ideología que se presenta hoy como una doctrina. Lo que está hundiendo al mundo es, precisamente, la carencia de una doctrina. Como el capitalismo es un sistema sin doctrina, es una piedra libre para que cada uno, anárquicamente, luche contra todos los demás; el comunismo es la anulación total de ese libre albedrío para someterlo a una cuestión puramente orgánica. Pero nosotros estamos contra esas dos formas que no son malas del todo; algunas cosas buenas tienen. El sentido social del comunismo no lo puede negar nadie; es una cosa buena. Por eso gana adeptos en el mundo. En cambio, el sentido, diremos, de justicia distributiva realizado dentro de un régimen capitalista no es malo siempre que corrija sus abusos, que es lo que nosotros hemos hecho en nuestra legislación actual. Dentro de nuestra Constitución ninguno de los grandes abusos del capitalismo puede llevarse a cabo. No cabe aquí la explotación del hombre por el hombre, ni el excesivo uso del derecho de propiedad de acuerdo con la concepción romana, un poco lejana ya para una comunidad que ha evolucionado tanto. Ellos iban en carros de guerra; nosotros vamos en aviones a corro. Nosotros hemos limitado la propiedad sin suprimirla, porque creemos que todavía el mundo no está preparado para una evolución tal que permita la anulación de la propiedad, que es el incentivo de marcha de las comunidades de la época moderna. Es una cosa no superada por la evolución y, por consiguiente, nosotros estamos dentro de una etapa de la misma que no podemos desconocer. Por eso hemos mantenido la propiedad limitándola al bien social, vale decir que no la mantenemos como antes en una absoluta disponibilidad. Un hombre tiene el derecho a la propiedad mientras actúa en función social, pero pierde ese derecho cuando la propiedad es antisocial, o sea que para nosotros pasa a ser un derecho negativo. En consecuencia, no lo aceptamos, porque nosotros aceptamos solamente aquello que permita que la comunidad se realice. Lo antisocial está en contra de la realización de la comunidad y de ahí que no aceptamos una propiedad de ese tipo. Ya he citado muchos ejemplos. Un individuo que tiene una riqueza y la destruye no puede ser admitido en la comunidad. No se puede pensar que un individuo, por el derecho absoluto de la propiedad preconizado por el derecho romano pueda decir; "tengo este monte de fruta y lo quemo o lo destruyo", mientras haya gente que se muere de hambre. Es un derecho abusivo que nosotros no aceptamos. Es decir, se han eliminado esos abusos que venían gravitando sobre el mundo y sobre eso hemos conformado una doctrina que no es eterna, ya que las doctrinas deben evolucionar de acuerdo con las comunidades a las que sirven. Hay que mantenerlas al día porque de lo contrario envejecen y mueren como morimos nosotros. Toda esa concepción -ustedes ya que habrán leído entre las muchas cosas que publicamos- lleva a la necesidad de una organización. Indudablemente, el tipo de gobierno que nosotros ejercemos es eminentemente representativo y nosotros le hemos quitado un poco del excesivo sentido federalista antiguo para darle una mayor representación; es decir, nosotros no queremos pensar tanto en lo republicano y federal de nuestro sistema sino en lo representativo, porque todos los males a que hemos llegado se deben a que se había suprimido con el fraude lo verdaderamente representativo. Cuando el pueblo tiene manos en el gobierno, el gobierno no hace lo que quiere, sino lo que el pueblo quiere, y todo esto lleva, indefectiblemente, a la idea de la organización. Por otra parte, la organización es la atemperación del sentido individualista que todos tenemos. El sentido individualista es innato en el individuo: es el espíritu de conservación transformado en diversas formas. No podemos suprimirlo, pero podemos atemperarlo a través de una educación que presuponga la necesidad de un individuo de someterse, también, a una posición de conjunto de la comunidad. Ahí está toda nuestra concepción que lleva, indiscutiblemente, a la organización. Cuando yo consulto al pueblo no puedo estar consultando a dieciocho millones de habitantes, y si consulto a uno de ellos no me dará el sentir de la comunidad, sino el que conviene a sus propios intereses. Yo no quiero caer en eso. Quiero tener organismos que me presenten las necesidades, conveniencias, aspiraciones o ideales del conjunto, y no de cada uno de sus individuos, puesto que yo trabajo para la comunidad y cada uno dentro de ella, trabaja para sí. Yo no puedo trabajar para nadie de la comunidad, pero sí puedo trabajar para la comunidad en conjunto. Así concebimos nosotros el gobierno. Estas organizaciones, por otra parte, no solo tienen esa función dentro del sentido sociológico sino también en el aspecto técnico cumpliendo una tarea es la consideración de los problemas intrínsecos del gremio y, en consecuencia, la adopción de una línea de conducta que permita actuar aún técnica y profesionalmente con unidad de concepción y realizar con unidad de acción, pues de otra manera la organización gremial no puede existir. El ejemplo lo tenemos en el Consejo y el Ministerio de Educación: ellos serán siempre importantes para realizar esta tarea porque cuentan solamente con un organismo técnico y con ese instrumento no se llega a la mentalidad de nadie. Es menester organizar a la gente para que cada uno considere el problema, lo plantee y se haga dentro del gremio una verdadera concepción. Además, se suman allí las inteligencias de todos los que intervienen en ese, que no es un organismo técnico y frío que resuelve burocráticamente un problema que implica el espíritu mismo de la nacionalidad del pueblo. Ese es el punto de partida, diremos, de la parte verdaderamente constructiva, técnica y profesional de cada una de nuestras organizaciones. De ahí que hayamos creado, aún dentro del gremio, las escuelas sindicales que son las que están madurando las verdaderas concepciones de acuerdo a la diversificación gremial y sindical del país, y dentro de eso presentamos las tesis y antítesis de cada uno de los asuntos para que, una vez discutidos, salga de ellos una cosa que convenga a todos sin perjudicar a ninguno. En todo ese proceso orgánico, después de diez años de trabajo, estamos recién en los prolegómenos de la organización. He podido organizar el Estado porque eso depende de mí; he podido organizar el gobierno porque también es un órgano propio; pero al pueblo no lo puedo organizar yo, porque entonces no tendría mucho que agradecerme el pueblo. El pueblo debe organizarse por sí, libremente; debe constituirse por acciones efectivas, con vida propia para poder funcionar y gobernarse por sí, trabajando después, también, por sí en el orden sindical y profesional y, de esa manera se van sumando un sinnúmero de actividades que representan al trabajo final de las comunidades. Ustedes constituyen un sector que para nosotros tiene una importancia fundamental, como lo tiene igualmente el profesorado. Me dirán ustedes: "Estamos organizándonos al último y haciendo una reforma al final de la organización". Es indispensable que así sea. Hemos debido encarar reformas que eran más perentorias; no más importantes, pero sí más perentorias en el orden de las realizaciones empíricas de toda reforma. Comenzamos por la reforma social por una razón, diremos, puramente social primero, y política después. Era necesario que nosotros tuviéramos un predicamento popular del que carecíamos antes de encarar las grandes reformas; y el camino para obtenerlo era el sector social, que era el que iba a sumar el mayor número de voluntades. Hicimos la reforma económica porque sin ella ni podíamos consolidar lo social, ni lanzar adelante una reforma integral del país, ya que todo se sostiene, desgraciadamente con valores materiales y con una plataforma material sobre la cual podamos afirmar los pies para que no se nos mueva el piso todos los días. Aparte de eso la reforma política que trae las soluciones de conjunto dentro de las cuales está la coexistencia del pueblo y del Estado. Todo eso ha sido realizado, pero ahora tenemos que realizar, quizá, lo más importante de todo que es la consolidación de estas ideas y de esta nueva concepción filosófica de la comunidad y de los individuos y lanzarla hacia delante. Todo eso se llevará a cabo a través de una forma cultural y educacional. De ahí la importancia que asumen ustedes, porque representan el futuro. Nosotros podemos arreglar el presente, pero el tiempo nos vencerá. En consecuencia, la preparación de los nuevos dirigentes para el porvenir corresponde a ustedes que son los que sobrevivirán a nosotros y harán permanente una cosa que sí la quisiéramos hacer solos terminaría con nosotros. El hombre, desgraciadamente, no ha podido vencer al tiempo; lo único que vence al tiempo es la organización. Nosotros queremos transformar este movimiento gregario y personalista, inicialmente realizado por nosotros, en una verdadera institución política que nos prolongue a través del tiempo. Es una aspiración natural, porque creemos que lo que estamos haciendo es bueno; si no lo pensáramos así, yo trataría de que terminara cuanto antes. No soy de los hombres que se encandilan con los errores, ni persevero en ellos. Por ello, la organización de ustedes tiene para mí, en el orden del tiempo presente, el valor de constituir un organismo que actúa en el terreno gremial y en el profesional, y, para el futuro, el de ir formando las nuevas generaciones que deben tomar la bandera para llevarla adelante. Ustedes son, por el orden natural de las cosas, los continuadores, porque serán los dirigentes del futuro, y por ello, en ustedes debemos poner nuestra fe y nuestra confianza. Esto ha traído para nosotros, en la reforma que estamos iniciando en el orden cultural y educacional, la necesidad de tomar contacto directo con la juventud estudiosa. Pero no hemos querido hacerla a través de profesorado; porque ese no es el camino: el camino nuestro es ir directamente a la gente que actúa y que va a actuar. Por eso hemos buscado entrar en contacto con la juventud que está estudiando, para tratar de influir sobre su espíritu y transmitirle nuestra experiencia, para que ella cristalice en las nuevas generaciones que habrán de conducir la bandera en lo futuro. Queremos, de buena fe, organizarlos en forma de que constituyan una verdadera y nueva generación. La evolución natural de nuestro país impone la necesidad de formar generaciones de acción. Dicen que la mejor generación argentina fue la del Ochenta: esa ha sido la generación que más produjo para el país. Pero observen ustedes que fue la última generación que se formó en conjunto; las demás fueron todas individualistas, porque los alumnos y estudiantes de hoy no se conocen los unos a los otros. Aquello fue la generación que se formó en conjunto, siendo todos amigos y compañeros; había un sentido de comunidad, de actividad y de educación común por los maestros que habían tenido. Esa generación fue la que, en un momento, tomó el timón e hizo andar las cosas. Después ya fueron todos francotiradores que tomaron cada uno su fusil y trabajaron por su cuenta. De ese modo, el país fue un desastre. Ustedes no han vivido muchas etapas de la evolución argentina; pero nosotros, desgraciadamente, hemos pasado por ellas. En aquella señalada guerra -1914-1918-, el país soportó el desastre más grande por no haberse tomado las previsiones necesarias. El país se quedó sin combustible, sin hierro, sin nada, porque nada se había previsto. Como consecuencia de eso había veinte mil desocupados que formaban un pueblito en el puerto, al que los turistas venían a visitar. Ese pueblito se llamaba "Villa Desocupación". En esa época no había pan; solamente un pan negro y amargo que nadie comía; legiones de hombres iban a los cuarteles a buscar las sobras para poder comer. A nosotros nos llegaron a deber hasta tres meses, y a los maestros hasta dos años. Y cuando el pueblo salió a la calle a pedir una solución, dijeron que se trataba de una huelga de comunistas y de revolucionarios. ¡Qué iba a serlo! ¡Eran hambrientos! ¡Y ahora ellos nos van a hablar a nosotros, que hemos vivido eso! Quizá a ustedes, que no habían nacido en esa época, los puedan engañar; pero no a nosotros, que lo hemos vivido. Todas estas etapas que hemos vivido nos han ido aconsejando sobre lo qué hay que ir haciendo para no cometer los mismos terribles errores en que cayeron ellos al dirigir al país. Yo he sido un oficial que ha vivido siempre más o menos dentro de un orden de privilegio y recuerdo que en esa época pasábamos hambre. ¡Qué no pasarían los pobres obreros que trabajaban dos o tres veces por mes! Todos estos fueron problemas pavorosos que no quisiera yo que volvieran a presentarse en nuestro país. En este orden de realizaciones, debemos transmitir a la gente joven esa experiencia y esos ejemplos que ustedes no han presenciado; que los podrán leer, pero que no es lo mismo que haberlos sufrido con hambre y miseria. Debemos llevar a los muchachos toda esa escuela negativa y cambiar un sistema que es abominable dentro de nuestra sociedad y de nuestra comunidad. El haber abandonado totalmente a los hombres, pensando que su formación no tiene ninguna importancia y que todo consiste en darle algunos conocimientos, es una escuela errada sobre la que hay que reaccionar. Los hombres no valen solamente por lo que saben; valen también por lo que sienten; valen más por unas cuantas virtudes bien inculcadas que por la enorme cantidad de conocimientos que tengan en la cabeza. Ni la ciencia ni nada tiene valor intrínseco. Algunos hablan mucho de la ciencia; pero esta es una de las tantas cosas de la vida al servicio del hombre, porque si el hombre está al servicio de la ciencia para tiranizarse y arruinarse, no veo la ganancia. No puede ser el hombre tan estúpido de haber inventado la ciencia para tiranizarse a sí mismo. La ciencia es buena cuando está al servicio del bien, y es mala cuando se encuentra al servicio del mal. Así vemos cómo hay grandes científicos que están fabricando aparatos para matar a miles de hombres de una sola vez. Empleada así, no veo la conveniencia de la ciencia. Hay una concepción real de la vida, a la cual uno debe llegar por reflexión y por lógica. Se debe, por lo tanto, enseñar al hombre que esa ciencia tiene que ser bien utilizada; entonces, sí darle la ciencia. La ciencia, la capacitación, la ilustración y la cultura son armas que el individuo posee para luchar y defenderse en la vida; pero hay que tener cuidado de no darle armas a una mala persona. De manera que si la instrucción es importante, la educación y la formación espiritual del individuo es mucho más importante. No se trata solamente de formar individuos ampliamente capacitados en lo técnico; se trata de formar hombres, primero, eso es lo más importante. Nosotros tenemos que prestar gran atención a eso, y el profesorado tiene esa importancia extraordinaria, porque en el mundo actual, así como la ciencia, todo está desvirtuado. Hoy trabaja más gente en la ciencia para el mal que para el bien: eso es indiscutible. Lo mismo ocurre con la industria y con el comercio. Todo está fuera de sus goznes y funciona distinto de como debería ser. Y no hablemos de la moral ni de las virtudes, ni de todas esas cosas que son tan convencionales; hoy se ha abandonado la moral de fondo para llegar a una moral de forma. La moral de forma es la simulación de la moral. Nuestros muchachos deben acostumbrarse a pensar realmente sobre eso y no vivir en una hipocresía permanente como estamos viviendo. Yo recibo miles de personas por año. ¡Si habrán desfilado casos por aquí! Y yo, que a muchos de ellos los conozco como son y veo como me la cuentan después, tengo alguna experiencia para apreciar a los hombres. Ustedes ven que lo más puro, lo mejor que queda en el país, es la juventud, que no está contaminada. A ella queremos dedicamos, para tratar en lo posible de salvarla de caer en la misma escuela en que hemos vivido y hemos luchado: esa es la tarea de ustedes. Por eso estas organizaciones no tienen solamente un sentido gremial, sino que poseen un alto sentido cultural y educacional. No hay, pues, que entregarse a la mala tendencia; nosotros no estamos todavía tan perdidos, pues hay otros que lo están mucho más que nosotros y en lo que más vale de una población: la juventud. La delincuencia infantil en algunos países es pavorosa y sobrepasa los índices estadísticos de los adultos. No le arriendo la ganancia para el porvenir a esa gente. Nosotros, afortunadamente, estamos en el círculo polar antártico, alejados de todas esas cosas, y hemos podido salvarlas. Pero tenemos que trabajar mucho, especialmente, sobre los jóvenes. Con los viejos hay que dejar que el tiempo cumpla con su función, mientras se van formando las nuevas generaciones de hombres que puedan reaccionar contra todo ello y formar una comunidad realista, abierta, no una comunidad cerrada, de hipocresía y de simulación, porque eso es lo peor que puede suceder. Yo prefiero un bárbaro que me dice dos barbaridades y no el hipócrita, que solamente me dice mentiras. Sería muy lindo que todos hiciéramos un culto de la verdad en lugar de vivir simulando. ¿Y por qué no hemos de obtenerlo si es solo cuestión de educación? Solo debemos ponemos todos de acuerdo para proceder de la misma manera. En tan poca gente como somos, dieciocho millones, ¿por qué no lo vamos a hacer? Así, cuando tengamos ciento ochenta millones, no nos pasará lo que a otros países, donde todos están pervertidos. Este es nuestro deseo, y para ello apelamos a los muchachos que, como digo, son los únicos que se pueden salvar; los viejos ya no tienen salvación porque hace cuarenta años que están dentro de-una tendencia. Yo les agradezco muchísimo esta visita. Pero no estamos aquí para cambiar flores, sino para hacer cosas constructivas. Nosotros los ayudaremos en todo, porque no queremos otra cosa que el bien del país. Nosotros ayudamos a todos los que trabajan por él, cualquiera sea su actuación. Tratándose de ustedes, que se están educando para ser dirigentes, tenemos extraordinario interés en que sean idealistas, puros, trabajadores, honrados y capaces de inculcar todo eso a los demás para formar una verdadera escuela de ello. La honradez, así como existe en las acciones de la vida, existe en todas las disciplinas. El arte, por ejemplo, también puede ser honrado, pues así como se deforma la vida, también se deforma el arte y se ven grandes mentiras y convencionalismos que todos aceptan por cobardía y por falta de personalidad. Todo se pudre si uno no cuida de mantenerlo sano, limpio y puro. Reaccionar contra eso es una obligación humana, sobre todo ustedes, que serán profesores y estarán todos los días formando eso. Para mí es más importante que sean buenos, honrados, veraces, abiertos ustedes, que no cien mil de otra parte que no tienen la influencia que ustedes tendrán sobre los dieciocho millones de habitantes. Por ello, esas escuelas de conformación autodidáctica son las más grandes de todas, porque cada uno piensa todos los días y se hace un poquito faquir para no ceder a la influencia del mal. Lo que ustedes no hagan por sí mismos, difícilmente se los hará nadie. Cada uno es su propio dueño, y nadie puede erigirse en dueño de nadie, menos aún en la parte espiritual, que es constitucionalmente privativa de cada individuo. Por esa razón, nosotros les pedimos a ustedes que hagan su propia escuela, lo que para nosotros tiene un valor extraordinario. Por otra parte, nosotros hemos dado a la mujer una colocación distinta dentro de la comunidad. Ya no pensamos que la mujer es un ser inferior, que solo tiene en la vida un pequeño sector que cubrir. Creemos que en nuestro país, de dieciocho millones de habitantes, de los cuales nueve millones son mujeres, si anulamos a estas, seremos menos. Queremos también que esos nueve millones de mujeres contribuyan en la medida de sus posibilidades. Hemos dado a la mujer su lugar en la lucha, juntamente con los derechos y la participación que ella merece. En consecuencia, le vamos a exigir trabajo y rendimiento a la altura de sus posibilidades. Ya la mujer está dando un ejemplo en toda la República; yo observo diariamente sus progresos. Así es como para nosotros van desapareciendo las anteriores diferencias, y queremos que cada mujer tenga su propia personalidad. No pensamos como los moros, que hay que taparle la cara, sino que ella es dueña de su vida y debe hacerla por sí misma. Ya no hay mujeres atadas; que hagan su vida, que eso es dignificarla y enaltecerla, con el consiguiente beneficio para la colectividad y para la comunidad. Por esa razón, todas estas ideas han de ir cristalizándose en una moral adaptada a la realidad de la propia conciencia. Lo que hay que formar son conciencias a las cuales les repugne la inmoralidad; entonces tendremos moral. Mientras tratemos de cubrir las formas con una cosa más o menos aparente y convencional, será inútil; eso no es moral. Yo casi prefiero el inmoral, que hace una vida abierta, al hipócrita que comete todas las inmoralidades y no las muestra. A aquel le llaman cínico; pero yo prefiero ser cínico a ser hipócrita. Es cuestión de gustos. Nosotros tenemos que empezar a liberar a la mujer y dejarla que haga su vida real; no obligarla a una vida irreal, como hasta ahora. La condición de hombre y la condición de mujer no tiene, para nosotros, nada que ver. Cada uno debe cuidar su vida, su moral y sus costumbres por sí, y nadie tiene derecho a inmiscuirse en la de los demás. Poco a poco vamos instaurando una nueva costumbre: la de que nuestras muchachas y muchachos vayan viviendo en contacto, conociéndose y actuando de consuno, pues creemos que esa es la mejor escuela: una escuela realista y de verdades. No creo que eso tenga mucho que ver con las malas costumbres que algunos critican; en eso yo prefiero siempre la realidad a la ficción. No creo que la moral consista en ocultarle la inmoralidad a la gente, porque quien no conoce la inmoralidad es un ignorante. La inmoralidad debe conocerse y uno tiene que poseer la fuerza de voluntad necesaria para dominarse y no caer en ella. Esa es la verdadera moral; el que no es inmoral porque no tiene ocasión de serlo no es realmente moral. Es preciso hacer desaparecer esa neblina de convencionalismo que tapa la realidad de las cosas. Podemos enseñar la mentira, pero tenemos la obligación de enseñar la verdad, aunque sea desnuda, pues no debemos sentir vergüenza de ella; ese es el único desnudo que no debe producir rubor. Debe mostrárselo, aunque sea amargo. Es preferible la amarga verdad a la dulce mentira. Formar en los profesores ese espíritu es tarea de ustedes, como así también establecer normas éticas en la propia organización para sacar de ella a quien no las respete. Ustedes deben defenderse a sí mismos, porque el buen nombre de la organización se defiende expulsando a quienes no deban estar en ella por inmorales, malos y lo que fuere. Esta es una autodefensa indispensable en la organización. Así como en el organismo humano es necesaria la autodefensa -pues de lo contrario quién sabe cuántos millones de años haría que el hombre habría desaparecido-, las organizaciones desaparecen por falta de defensa. Una de las primeras medidas que tomó Licurgo fue suprimir la vieja costumbre de que los esclavos sabios que ellos tomaban en sus conquistas fueran los que educaran a sus hijos, porque, según Plutarco, los espartanos no podían ser educados ni por esclavos ni por enemigos de Esparta. Dijo: "Preferimos que nos eduquen los espartanos, que son quizá más ignorantes, pero aman a Esparta y son libres". Tenemos entonces que pensarlo y formar nuestros cuerpos de profesores, con hombres libres que amen a su patria y a su profesión, aunque no sean muy sabios, porque para los niños no es necesario que los profesores sean muy sabios, sino prudentes. Todas estas son ideas generales que doy a ustedes, al propio tiempo que les pido disculpas por haber abundado en la charla. Lo que quiero es que en las entrevistas que tengamos en el futuro tengan la convicción de que nosotros actuamos basados en la realidad y con objetivos concretos, los que iremos realizando poco a poco, contando con la colaboración de todos ustedes. No tenemos más que una inclinación: el bien. Para servirlo en cualquier trinchera, está uno cómodo si actúa con buena fe y con abnegación. Vuestra profesión es propia de abnegados. No hay que hacerse ilusiones: ni nosotros ni los maestros nos haremos ricos. Ustedes tienen una sola riqueza, que es el espíritu y la sabiduría: es la mejor riqueza y la única que tiene el hombre de bien. Ustedes dedican su vida a la enseñanza, y en ese camino, probablemente, por muchos años, si Dios nos ayuda, nos vamos a encontrar trabajando en la misma trinchera. Esa ayuda se la pedimos no solamente a cada uno de ustedes, sino a la organización. No es una cuestión de política para nosotros: es una cuestión nacional. La política no nos interesa mayormente. Nos puede interesar para ganar las elecciones, a fin de hacer el mayor bien al país. La política es para nosotros un medio para servir a la Nación con una doctrina que consideramos buena. Todavía no ha habido una mejor, y si apareciera, yo abandonaría esta, porque para mí lo primero es el país y luego los hombres. Si hay que quemar a los hombres, los quemamos; y si hay que quemar nuestro Movimiento, lo quemamos si es para bien del país. La política no nos encandila, no nos somete; para nosotros es un medio y la abandonaremos tan pronto sea innecesaria. Estamos, pues, en los comienzos de las organizaciones y queremos que estas sean libres y manejadas por ustedes mismos. No las queremos manejar nosotros, porque seríamos muy torpes y estúpidos para que, siendo ustedes los que van a trabajar, tuviéramos que decirles lo que tienen que hacer. Queremos que sean organizaciones libres y dirigidas por ustedes; no por los profesores ni por el Consejo o por el gobierno. Nosotros los ayudaremos poniendo lo que necesitan para realizar esa tarea. Nosotros los ayudaremos poniendo lo que necesitan para realizar esa tarea. Y cuando haya que decirle al gobierno algo que ustedes les parezca que no les va a gustar, se lo deben decir. A mí me gusta que me lo digan, pues no queremos organizaciones de serviles, sino organizaciones de servidores. Que nos digan la verdad, cualquiera que esta sea, y eso se lo pido a todas las organizaciones. Si no están de acuerdo con algo, me lo deben manifestar. Diciéndome lo bueno y lo malo es como colaboran con el gobierno. Cuando hay una cosa mala me lo deben decir a mí o al señor ministro ya que no pretendemos obligar a nadie a hacer lo que no se debe hacer. En esto debe procederse franca y abiertamente y no queremos que se recurra ni siquiera a la atemperación de forma. Por lo que a mí respecta no admito que nadie me venga a "dorar la política". No debemos perder tiempo en esas cosas. Tendemos también a desarrollar el aspecto social dentro de los organismos estudiantiles. La CGU tiene sus organizaciones en Buenos Aires, UES también, las que iremos extendiendo a todas las provincias. El profesorado también tendrá su organización. El campo de deportes es un ambiente magnifico en el cual se puede trabajar mucho la parte espiritual, pues sirve para desarrollar el carácter, la voluntad y todas las demás virtudes. Allí es la lucha entre lo que llevamos a dentro y el resto. Lo malo que llevamos a dentro es lo que debemos dominar, y el deporte en esto cumple una gran función. Nos pondremos a trabajar personalmente con el señor ministro una vez que estén ustedes organizados. Nos hemos pasado cinco meses en la quinta de Olivos, y ahí las muchachas se gobiernan ahora ellas solas. Tienen sus divergencias entre ellas pero ya no nos interesa, porque es un asunto superado para nosotros. Ahora vamos a pasar otros cinco meses con los muchachos, que están en todos sus problemas. Cuando estén listos y aprendan a manejarse solos los dejaremos en libertad a ellos también. Con ustedes será de la misma manera. Cuando sea necesario, iremos allá y ayudaremos nosotros mismos para que tengan sus campos deportivos y su local social en la parte de gobierno y administración. En el interior tenemos nuestras colonias de vacaciones, que están hechas para eso y que podemos utilizarlas. Todo ese servicio nuestro lo incorporaremos a la organización. Esa vida en camaradería, solidaria, es la que une y va formando amistades, que, en la vida, es una de las cosas más extraordinarias. Una generación de amigos puede hacer por el país lo que no hace una generación de sabios. Eso es importante. En cualquier otra cosa en que podamos ser útiles, estamos totalmente a disposición de ustedes. Muchas gracias; saludos a todos los muchachos y muchachas y sepan que aquí estamos para serles útiles. ................
1954-01-26
Ante representantes de la Unión Docentes Argentinos
Señores: En primer lugar, les agradezco la amabilidad que han tenido en llegar hasta aquí para darme la inmensa satisfacción de poder estrecharles la mano. Termino de escuchar, con verdadera emoción de argentino, las palabras que acaban de pronunciarse. Es éste para mi, probablemente, el momento de mayor satisfacción que pueda experimentar. Los maestros argentinos llegan a esta casa animados por los mismos sentimientos, por las mismas intenciones y con las mismas aspiraciones con que nosotros tratamos de desarrollar nuestro trabajo todos los días. Es indudable, señores, que esto confirma y refirma, una vez más, todos los pensamientos que yo he expresado sobre los maestros argentinos. Nosotros sabemos bien cual es el valor de los maestros en el presente, y más aun en el futuro, y por eso queremos elevar su condición, por eso queremos que los maestros tengan, dentro de la comunidad argentina, el lugar que les corresponde. Es elevando a los maestros, dignificándolos, como vamos nosotros a elevar y a dignificar a nuestro pueblo. Ellos son el reflejo de todas las actividades presentes y futuras y de lo más noble de la nación tiene: su juventud. Es a los maestros a quienes les esta confiado el futuro del país. En consecuencia, ese futuro debe estar confiado a hombres cuya condición de dignidad los eleve al magisterio extraordinario que ellos realizan en beneficio del futuro de la Nación. Quien olvida a los maestros también olvida un poco el futuro del país. Por ello, nosotros nos preocupamos, especialmente en este momento en que otras condiciones han permitido a la comunidad argentina ponerse de pie, de que los maestros tengan el puesto directivo que a ellos le corresponda dentro de la Nación y de que lo ejerzan con la amplitud necesaria y la dignidad indispensable para el ejercicio de su magisterio. Dentro de esas ideas, hemos pensado que nada es mejor que una organización para cumplir funciones colectivas. Individualmente cada maestro es el artífice de su propio destino y de su propia personalidad; colectivamente, la asociación que formen todos los maestros debe ser la institución que luche por mantener esa dignidad, porque, así como los hombres cuidan individualmente su propia dignidad, la organización cuida colectivamente de la dignidad de conjunto. La dignidad individual y la dignidad de conjunto son cosas que solamente los propios hombres y las propias organizaciones pueden defender en forma que el futuro tenga algo que agradecerles. Por ello pensamos que los maestros han de tener sus organizaciones y su propio gobierno para ejercerlo en el sentido colectivo y vigilar el sentido individual. Hay una ética profesional que solamente puede ser cuidada acabadamente por una organización encargada de mantener y sostener esa ética, que es la base fundamental de la dignidad profesional. En este concepto, nosotros hemos entregado a casi todas las profesiones y a sus organizaciones el cuidado de esta ética y de esta dignidad colectiva, y queremos que los maestros que ejercen tan trascendente influencia en la vida de la Nación, tengan también una organización que les permita, asimismo, luchar y velar por sí y por la dignidad colectiva de la profesión. Hasta que esto no se realice acabadamente, los maestros no dejarán de mantener una condición subalterna, como efectivamente ha sido hasta nuestros días en el país. El maestro ha sido siempre olvidado por que no ha habido nadie que le hiciera recordar efectiva y eficientemente al gobierno que el maestro existe y tiene una misión trascendente a cumplir dentro de la sociedad argentina. Felicito a los maestros por haberse organizado pues la organización, dentro de la comunidad que nosotros aspiramos a formar, es sin duda alguna uno de los factores fundamentales de la eficiencia individual y de la eficiencia colectiva de los profesionales argentinos. Nosotros aspiramos a que ellos se organicen no solamente para la defensa de sus intereses profesionales, porque sí fuera así la organización seria de un tipo eminentemente materialista, en la que a cada uno solo le interesaría asociarse para la defensa de sus intereses materiales. Anhelamos formar organizaciones de un tipo superior. No queremos -y eso ya lo hemos realizado con los sindicatos de trabajadores-, organizaciones materializadas al extremo que todo se reduzca a una lucha por los intereses profesionales. Queremos organizaciones integrales que intervengan, no solamente en el mejoramiento de las condiciones de vida, sino también en el mejoramiento espiritual del desenvolvimiento del gremio. Y queremos, igualmente, que intervengan activamente en la dilucidación de los grandes problemas profesionales, ya que, de lo contrario, el maestro pasa a ser, como ha sido hasta nuestros días, un convidado de piedra en las grandes decisiones de la metodología y de la pedagogía escolar. Hay una escuela pedagógica que es la empírica y que es la real y hay muchas ilusiones metodológicas y pedagógicas que sufre el estudiantado y que también sufren los maestros. Lo que nosotros queremos es que el maestro, además de interesarse por su propio gremio, se interese por la enseñanza, porque el es el responsable de la misma, porque el mal inmediato cuando caiga, no va a caer sobre esos dirigentes sino sobre los propios maestros, que son los encargados de la enseñanza. Por esa razón ellos no pueden ser invitados de piedra en estas decisiones extraordinarias que gravitan sobre la enseñanza de siglos en la propia comunidad de la que formamos parte. Por eso no existe una asociación solamente para defender los intereses profesionales; tienen enormes tareas que cumplir dentro de la comunidad argentina, y yo voy a tratar de exponer muy brevemente como las ve el gobierno y cómo las ve nuestra doctrina nacional. En primer lugar tomaremos esto desde el punto de vista de la organización profesional, vale decir, de la organización gremial. Es indudable que la defensa de los intereses profesionales es importante, porque la situación del magisterio argentino depende grandemente de su propia acción. No puede ser que ocurra como en el pasado, en que los maestros estaban hasta dos años sin cobrar sus haberes y tenían que dedicarse a otra cosa porque no se les daba lo que necesitaban para hacer frente a sus necesidades. Lógicamente, si hubiera habido una organización profesional, ésta habría presentado al gobierno una reclamación, diciéndole: "Señores: si ustedes no nos pagan nosotros tenemos que ir a trabajar a otra parte, en otra cosa porque no podemos vivir del aire, ni de las directivas que daba el Consejo Nacional de Educación de entonces a los inspectores. Se trata de algo fundamental, primario. Es necesario asegurarle al maestro su bienestar y tranquilidad, porque esos forman parte de su dignidad personal. Es difícil tener dignidad cuando se carece de los medios o cuando se nos priva de los medios naturales para mantener esa dignidad materialmente. Después, llegan las cuestiones espirituales y todas esas cosas. Estoy de acuerdo, pero primero hay que apoyar los pies, si no, no se puede estar parado. Tenemos que sostener nuestra propia dignidad. En esto es importantísimo que la organización establezca como ha de realizar acabadamente la defensa de sus intereses profesionales. Cuando el magisterio es pospuesto en razón que no tiene sus propias defensas, es en ese momento cuando debe intervenir la comisión directiva y dice: "No, señor, nosotros entendemos que al maestro le corresponde esto". Vamos a discutirlo. Quizá creamos que le corresponde demasiado, pero puede haber otros que crean que les corresponde demasiado poco. Entonces es cuestión de que se pongan de acuerdo, que se haga lo que corresponda. Y en eso debe estar firme la comisión directiva, es decir en la defensa de los intereses profesionales. Pero magro sería el resultado una organización que solamente se limite a eso, porque cumpliría con un pequeño sector. La defensa de los intereses profesionales no se limita a ganar más o menos, a trabajar más o a trabajar menos. Existen también un sinnúmero de cuestiones y gradaciones que se escalonan colateralmente con los intereses profesionales directos. Y eso no solamente el gobierno puede darlo, sino también la asociación. En primer lugar es necesario establecer una suerte de mutualidad para la defensa de la salud física de los asociados y para cubrir los riesgos que a un asociado le resulten irreparables, pero que a la comunidad le resulta una solución simple y fácil de alcanzar. Estas mutualidades, por otra parte, son agentes activos del desarrollo de la solidaridad social, que es ese sentimiento natural que nace en las personas que se ayudan en los momentos en que los hombres necesitan socorro para la cobertura de todos los riesgos de la vida. Eso es fundamental y constituyen un aumento directo de sueldo, porque cuando uno tiene que enfrentar riesgos extraordinarios tampoco tienen porque hacer previsiones extraordinarias. La mutualidad es simple porque está amparada por el Estado, y los asociados también. El Estado a veces facilita el noventa por ciento para la creación de estas mutualidades, que pueden desenvolverse por sí mismas. El Estado ésta en la obligación primaria de servir a esa mutualidad y cumple aquello que es ya bíblico: "Ayudaos, que Dios os ayudará". El Estado debe cumplir esa función, que es perentoriamente indispensable que la cumpla como ente y como agente social. Las proveedurías y cooperativas son para la defensa del poder adquisitivo de los sueldos, porque estos están expuestos también, no solamente a la disminución y a la falta de poder adquisitivo total sino también circunstancial creadas por los encarecimientos, inflaciones y demás. Cuando uno se organiza para defender el poder adquisitivo de los sueldos, el poder adquisitivo hará una curva lenta lo que permitirá sobrellevar todos los momentos de crisis. Esta organización para la defensa del poder adquisitivo de los sueldos es perfectamente posible en el magisterio, que esta agrupado en grandes núcleos. En algunas partes se realizara de una manera, de acuerdo con las circunstancias, y en otras partes se realizara de otra. La función fundamental, es cumplir con la organización. Otro aspecto importante es la creación de las escuelas gremiales o escuelas de la asociación. Son pequeñas escuelas que pueden funcionar con poco en los propios locales de la organización, diremos, establecida. Allí se eleva el nivel cultural y el nivel social y se van formando los hombres que han de encarar el futuro de la propia organización. Dirigir una organización no es cosa simple; no es suficiente buena voluntad, sino que también es necesario cierto orden de conocimientos que nos permitan ir perfectibilizando y perfeccionando la organización, haciéndola cada vez más completa y perfecta. Esto cuesta poco esfuerzo y los rendimientos que se alcanzan son extraordinarios. Imagínense ustedes lo que representara en las organizaciones de maestros, donde los dirigentes se dediquen a perfeccionarse en la dirección de la organización. Se puede obtener cosas extraordinarias. Toda esta acción, junto con la defensa de los intereses profesionales, forma el módulo dentro del cual es necesario anudar bien esta organización, para que tenga un funcionamiento eficiente y conveniente para el conjunto y para cada uno de los asociados. Después de esto, eminentemente social, viene lo profesional, de modo que cuando el Ministerio de Educación deba tomar una medida que de una manera directa o indirecta pueda influir sobre el trabajo que están realizando sus maestros, sean en el orden de la acción material, sean en el de la orientación espiritual, las asociaciones de maestros sean consultadas y den ellos su opinión. Muchas veces, los planes son establecidos de una manera teórica, y sabemos todos que una cosa es predicar y otra distinta es estar en la clase, enseñando todos los días. Hay una escuela en la pedagogía y en la metodología que no se aprende en la clase, enseñando y enseñando todos los días. Por otra parte, no hay enseñanza posible y homogénea, como debe ser la enseñanza de un país, si no existe una orientación general y superior que indique los lejanos y grandes objetivos que se persiguen en esa enseñanza. Enseñar por enseñar puede servir para algo; pero hay que enseñar para que les sirva a los hombres, al pueblo y a la Nación. Establecidos esos grandes objetivos, es necesario dividir los ciclos en forma conveniente. El maestro solo no puede realizar toda la enseñanza de un hombre que está en sus manos cinco, seis o diez años, y vivir ochenta. Los que están en los otros setenta tienen que colaborar con el maestro; de lo contrario, el maestro no puede hacer absolutamente nada. Hay que pensar si la familia, que forma el niño hasta los seis años, en que va a la escuela, no se ha dedicado ha echarlo a perder para que en los seis años restantes el maestro tenga que corregirlo, porque eso es como la obra del genio del mal: mientras uno va sembrando, el otro va levantando las semillas. Esto no puede ser: es necesario comprometer a todo argentino que exista en esta tierra en la tarea trascendente e importante de formar esa juventud. El maestro es solamente un escalón de esa escalera que debemos subir y hacer subir a todos. Se debe coordinar la acción familiar con la escolar y la universitaria, estableciendo perfectamente bien los ciclos, lo cual no es una cosa del otro mundo, a pesar de todas las combinaciones. La historia del mundo ya ha establecido una metodología simple, como tiene que ser para que resulte buena. En la escuela primaria, al niño hay que enseñarle las cosas; en la escuela secundaria, hay que enseñarle "el hombre"; y después en la universidad, hay que enseñarles las ciencias. Eso es algo que surge claramente de la observación simple, sin ponerse en grandes problemas. Además, hay que enseñarle al niño a servirse bien de esas cosas, para lo cual hay que formar un niño bueno; y los niños son buenos todos; somos nosotros, los hombres, los que los echamos a perder, empezando en la familia y siguiendo en la escuela. Por eso la solución está en luchar para perfeccionar sus condiciones naturales y crear un chico bueno, y en enseñarle las cosas de la vida para que las sepa utilizar en beneficio suyo y de la comunidad, con buena intención y con bondad. En el colegio nacional le enseñaremos "el hombre"; estudiaremos preferentemente las cuestiones humanistas, y le enseñaremos su relación con los otros hombres, con la historia de los hombres, con la vida de los hombres, todo referido exclusivamente al hombre, para que, conociendo las cosas y conociéndose a sí mismo, puede entrar en el estudio de las ciencias y poner las ciencias al servicio del hombre de la mejor manera considerando que las ciencias en si, como valor intrínseco, no tienen ningún valor. La ciencia puede ser buena y puede ser mala. Si es buena, esta al servicio del hombre; si es mala, esta en perjuicio del hombre. Todo eso que hay que desarrollar en el niño no está confiado exclusivamente al maestro, está confiado también a la sociedad, y especialmente a todos los dirigentes, porque el maestro es un dirigente del país, pero un dirigente en una etapa de la vida de los hombres. Y, todos los demás dirigentes, ¿no tienen función de maestros? En la vida, el hombre que ha tenido la suerte de perfeccionar y elevar su cultura está obligado a enseñarla a los demás, porque son los demás los que le han dado esa cultura. Esa cultura, que el pueblo ha dado a cada hombre, el tiene la obligación de devolverla al pueblo, en cada ciudadano, en cuanta oportunidad tenga de hacerlo. En esto, creo que probablemente un exceso de tecnificación ha complicado mucho las cosas. La enseñanza es una cosa simple; no puede ser una cosa compleja. Y debe ser simple porque la mentalidad de los que aprenden es generalmente una mentalidad simple, la cual uno no tiene derecho a complicarla. En la vida no hay cosas complejas; generalmente son simples. Yo siempre sostengo que las cosas de la vida son problemas simples; lo complejo son las mentalidades, que no es la misma cosa. Por eso digo que no hay problemas complejos, hay mentalidades complejas. El secreto ésta en simplificar esas mentalidades complejas para ponerlas a tono con los problemas de la vida, que son siempre simples, y en no complicarlas. Con la enseñanza, ha pasado algo similar a lo que digo. Creo que la enseñanza, en el mundo, se ha complicado terriblemente; pero no es porque ella sea complicada, es porque hay muchas mentalidades complejas que la han complicado. Tenemos que volver a la simplicidad de la enseñanza. Cada hombre tiene un plan que es capaz de realizar. A un hombre timorato no se le puede dar un plan de gran envergadura, ambicioso, porque él no lo va a realizar; él va a ser capaz de realizar el plan que sea aparente para él. No se puede enseñar energía atómica a un hombre que no la conoce, porque por más que se le exija, no podrá enseñarla. Hay que darle lo que sea capaz de enseñar, porque de lo contrario, va a complicar todo de una manera tan terrible que nadie va a entender nada. Creo que la tarea de la enseñanza consiste en simplificar las cosas, para evitar meterle al niño todas las cosas que nosotros debiéramos saber, que no sabemos y que pretendemos que el niño las sepa. Hay que mantener esa humildad de corazón y esa simplicidad de espíritu que nos permita ponernos a la altura del niño para poderle enseñar lo que él necesita de manera que pueda absorberlo y digerirlo. Se han olvidado muchas cosas en la enseñanza, y una de las principales es volver a lo simple. Después de vivir muchos años, uno se da cuenta que únicamente lo simple es lo que promete éxito. Generalmente lo complicado no va lejos porque uno se enreda y no puede avanzar. Queremos eliminar esas tareas raras que nunca dieron resultado y volver a la enseñanza simple y humana que es la mejor, sin perder, naturalmente, la técnica en su medida necesaria. No podemos renunciar a una técnica que se ha cristalizado a través de una experiencia y una conquista científica de muchos años. No quiero decir con ello que vallamos a reemplazar el sentido común por el sentido de la técnica, porque entonces estaríamos en el peor de los caminos. Todo en la vida tiene una medida y una dosificación que es aparente. Aun los grandes venenos en pequeñas dosis son beneficiosos para la salud del hombre, con los grandes remedios, en grandes dosis provocan la muerte. Por consiguiente una dosificación también en la importación de esto que es el elemento más extraordinario del hombre, o sea su inteligencia o su espíritu. Todo esto señores, lo puede apreciar solamente el maestro; nunca los dirigentes de la enseñanza. Hablo así porque en mi vida no he sido más que maestro. Me pasado cuarenta años enseñando y aprendiendo, y sabemos convenir que hay una cosa que no la da la metafísica sino el trabajo y la lucha de todos los días que cristaliza métodos en los que quizá, la metafísica no pensó ni considero jamás. Es decir, que cuando los filósofos griegos crearon la metafísica, primero habían creado sus propias escuelas y sobre ellas fueron cristalizando grandes principios, todos simples, que después los filósofos fueron complicando y echándolos a perder. De ahí que cuando nosotros queremos saber la verdad vamos a los clásicos, pues ellos fueron mas simples, estudiaron las cosas desde los primeros pasos y crearon esa maravillosa escuela clásica, origen de la filosofía de todos los tiempos. Para una buena enseñanza nosotros tenemos lo fundamental, que son los buenos maestros. No puede haber buena enseñanza sin buenos maestros aunque haya grandes métodos. El maestro es todo. Nos apoyamos entonces, en este concepto profundamente humanista y práctico, contamos con buenos maestros, y si tenemos la fortuna de tenerlos, debemos aprovecharlos, ya que no hemos sabido aprovecharlos antes. Les hemos estado complicando la vida y obstaculizándoles sus funciones en vez de darles la libertad que necesitan para enseñar. Lo que tenemos que ver cada fin de año es si ellos han aprendido y saben. Si no han aprendido y no saben son malos maestros. Lo fundamental es tener buenos maestros a quienes debemos posibilitar la acción dándoles los medios materiales y la orientación general que deben seguir. El maestro, es un hombre que tiene sus ideas y sus métodos. Eso es lo que la asociación debe defender para que en la República Argentina no pase lo que ocurre en otras partes; querer quitarle al maestro el derecho de enseñar, que es el más sagrado de todos los derechos que el magisterio puede tener y que nadie tiene derecho a quitárselo porque el que enseña es él. Esto es lo que debe defender la asociación en el orden profesional. No dejar quitarse su propio derecho. Con ello vamos a elevar y a dignificar la acción del maestro y cuando se amplían los horizontes se agrandan los hombres. Y lo que nosotros necesitamos es agrandar a los hombres; que ellos tengan conciencia exacta de su valor dentro de la comunidad y de la enseñanza que deben impartir, poniendo el corazón para cumplir de la mejor manera. De esa manera todos saldremos beneficiados. Por eso, como un elemento de autodefensa indispensable de la organización, ha de ser el cuidado de la ética profesional. Los maestros deberán ser eliminados por sus propios compañeros cuando consideren que no están a la altura de su función moral. Cuando tengamos eso vamos a tener un magisterio depurado, pero depurado por sus propias autodefensas. Señores: es tan grande, tan inmensamente grande y tan trascendente lo que la organización puede hacer para el país, que ustedes, que comienzan esta organización, pueden ser hombres beneméritos no solamente para el magisterio argentino, sino para la propia patria del futuro, porque han colocado la piedra fundamental en el perfeccionamiento que nadie podrá alcanzar sino con la acción directa de todos los días, realizadas por todos ustedes. En esto lo pido que sen inflexibles. Deben serlo en la defensa de la organización, que tiene que ser absolutamente libre y manejada por ustedes. Nadie debe entrometerse en ella. No hay otra manera de mantener una organización eficiente que usando la libertad que les corresponde legal y constitucionalmente. Constituyan una asociación de bien público, creada por absoluta iniciativa de ustedes y, en consecuencia, nadie podrá intervenir en ninguna forma, directa o indirectamente. Nadie -ni el gobierno ni la justicia- puede intervenir, porque es privativo de las organizaciones gremiales creadas por nosotros el derecho de manejarse y de la no intervención extraña. El Estado no las puede intervenir porque están amparadas por la Ley de Asociaciones Profesionales, que da un fuero colectivo, casi un sentido de extraterritorialidad a esos gremios. A una organización económico-política yo la intervengo en cinco minutos por intermedio del Ministerio de Justicia por no haber cumplido un acápite del último artículo de sus estatutos, porque no tienen sino el amparo de la personería jurídica. Ustedes tienen el amparo de la personería gremial, porque lo que nadie los puede intervenir, aun cuando hayan cambiado los estatutos. Se da una absoluta libertad que ustedes deben defender minuciosamente, porque los avances paulatinos son los que destruyen este tipo de organización. En cuanto a la defensa de los intereses profesionales, también deben ser inconmovibles, porque para eso se han formado. Si no los defienden bien, no van a recibir el apoyo de los demás maestros y, en consecuencia, la organización pierde toda razón de ser. Hay que mantener un interés de conjunto, un consenso de conjunto que es indispensable para la subsistencia de la asociación. El mantenimiento, diremos, incorruptible del perfeccionamiento profesional para que no se pierda la ética, debe ser la preocupación de ustedes, porque las organizaciones sin ética se mueren solas, se autointoxican con sus propios males y sus propios defectos. Se debe mantener un concepto moral de la organización a través de una ética inflexible, juzgada y sancionada por la propia asociación; es decir, que cada uno de ustedes es juez de sus pares y de sí mismo. Eso mantiene y eleva el concepto moral de la organización y la de los valores espirituales para subsistir a través de cualquier eventualidad. Si ustedes cumplen con esto, yo puedo asegurar que no habrá en el país ninguna organización que tenga un porvenir más halagüeño que la de los maestros, que son gente evolucionada, inteligente y capaz, y ejercen una función que es la más noble que el hombre puede ejercer; tiene una influencia en el pueblo y en la nacionalidad, que ningún otro tiene, porque es en vuestras manos que está el futuro; el pasado son los recuerdos, y el presente es la efímera vida del día que se vive. Es el futuro el que cuenta, y ese futuro está en manos de ustedes. Dios quiera que cuando los grandes éxitos que yo espero para el futuro argentino se realicen y preguntemos quienes tienen el mérito de ello, podemos responder: "Nuestros maestros, porque fueron los que formaron juventudes tan capacitadas". Yo los estimulo para que sigan adelante. ¡Es tan hermosa esta tarea, tan grande el poder influir en la dirección de los demás maestros, el ir conformando el espíritu de esa masa! La tarea de persuasión de los dirigentes es el pan nuestro de todos los días. Hay que ir persuadiendo a cada uno de lo que es necesario actuar en conjunto, porque el individualismo está muy arraigado en nuestra gente. Debemos evitar que ese individualismo nos lleve a extremos desagradables. Por eso queremos atenuarlo con un sentido social de la vida. Tenemos que ir destruyendo parte de ese individualismo, no todo, porque nosotros no somos colectivistas; somos justicialistas. Nosotros absorbemos del individualismo, lo constructivo, lo mismo que lo social, para realizar una comunidad dentro de la cual luchamos para realizarnos a nosotros mismos. Hay que ir cambiando conceptualmente ese individualismo exagerado por un individualismo dignificado con lo social; y ello resulta fácil, porque uno no lo sigue todo, sino un poco. Las disquisiciones innecesarias del individualismo, que han constituido una sociedad en que el hombre es un lobo para el hombre, parece uno de los fatalismos del siglo XX. Sin embargo, no hay tal fatalismo; simplemente es perversidad y mala escuela de conformación de la vida. Les pido disculpas porque tal vez he sido un poco extenso en mi conversación; aunque creo que todo lo que hablemos sobre esto es constructivo y necesario. Tengo cierta experiencia en estos tipos de organización, porque he vivido realizándolas en el país y observando minuciosamente como hemos disminuido la lucha, en el orden general, entre los argentinos y como hemos ido aplacando las pasiones y disciplinando los espíritus para que luchemos conjuntamente, como hermanos y como compañeros. Todo lo que hablemos sobre esto, que constituye una nueva forma de vida, es poco. Yo les pido a ustedes que lleven esa persuasión a los demás compañeros del magisterio, con un trabajo lento, para ir desarmando de esos males, primero, a los espíritus, y, una vez que los espíritus están desarmados de esos males, podemos comenzar a construir nuestras propias ideas y a realizarlas. Señores: les deseo todo el éxito que ustedes merecen por el sacrificio que realizan. Sé que están trabajando incansablemente; que lo hacen con la buena fe que caracteriza al magisterio argentino, y sé que los resultados han de ser extraordinarios. En este sentido, no hablando solamente en el orden conceptual de las cosas, el gobierno les ofrece toda la ayuda que ustedes necesitan. Nosotros pensamos que el hombre es un ente eminentemente social y que hay que crearle centros sociales, deportivos, etcétera, centros que los maestros necesitan porque carecen de ellos. De todo eso nos hemos de ocupar con el señor ministro de Educación y con ustedes. Iremos creando esos centros aquí, en Mar del Plata, en Mendoza, en Córdoba, es decir que crearemos centros en los distintos lugares para que, luego del trabajo de todo un año en sus clases, los maestros puedan tener unas tener unas vacaciones gratas y unos días tranquilos en lugares de reposo. Todo eso debe constituir un programa que deberán plantear ustedes mismos y en el cual nosotros coadyuvaremos. Lo mismo haremos en los referentes a cooperativas, policlínicos, etcétera, para que los maestros tengan también sus propios organismos. Ya he hablado con el señor ministro para poner todo eso a disposición de los maestros y de la organización. Nosotros nos entendemos con los maestros, por intermedio del ministerio, en las funciones específicas. Todos los demás problemas que, como asociación gremial, corresponden a los maestros, los tratamos por intermedio de los representantes de la organización. Esa es nuestra manera de actuar. Los representantes de los maestros están en la organización. Cuando los maestros necesitan algo lo piden por medio de ella; y cuando nosotros queremos algo, nos dirigimos a los maestros, también por medio de su organización, porque eso nos jerarquiza y, aparte, brindamos una forma indispensable a la organización; de los contrarios, matamos la organización. Les deseo mucho éxito porque sé de la preocupación de ustedes y sé que a esa preocupación corresponde el premio del éxito que, repito, les deseo profundamente desde lo más íntimo de mi corazón. Un directivo de la Asociación expresa al señor presidente que ha sido nombrado afiliado N° 1 de la misma. Y el general Perón sigue: Agradezco esta designación, porque para mí, que he sido toda mi vida un humilde maestro, colma mi más grande aspiración. Soy un hombre que me gusta enseñar por naturaleza, de manera que el más grande honor que me pueden dispensar es el que acaba de comunicarme el compañero, declarándome Afiliado N° 1 de vuestra asociación. Muchas gracias. ....................................
1954-02-01
Ante delegados del Congreso Nacional de Bomberos Voluntarios
Deseo que mis primeras palabras sean para agradecerles la amabilidad que han tenido esta mañana de llegar hasta la Casa de Gobierno para darme la inmensa satisfacción de poderlos saludar personalmente. He visto con gran placer y con entusiasmo la realización de este Congreso de Bomberos Voluntarios, obedeciendo a una consigna que ya es de todo el país: la de cumplir sus funciones dentro de la organización del pueblo, es decir, perfeccionar y engrandecer las propias organizaciones, organizaciones populares que tienen el extraordinario valor de vivir por sí y de realizar sus objetivos por sí, a base de patriotismo, de entusiasmo, de desinterés y, muchas veces, de sacrificio. Ninguna institución popular que no llene estas condiciones tiene porvenir dentro del país. El bombero voluntario es, como acaba de decir el viejo compañero jefe de los Bomberos Voluntarios de la Boca, una institución que todo lo da y nada pide, es una institución que ha servido al país y que dio origen a la formación del cuerpo de bomberos del Estado. Entre las tareas altruistas que un hombre puede cumplir, esta es una que llena de honra y de satisfacción a los ciudadanos que la realizan en todas partes del mundo, porque ésta es una institución no sólo de la República sino mundial, formada por hombres solidarios y valientes que saben poner el pecho a las desgracias que azotan a los demás; y eso habla siempre bien a favor de cualquier hombre. El señor ministro Borlenghi me ha informado exactamente bien sobre la realización del congreso que ustedes terminan de realizar; y él se ha encargado de resolver todos los puntos en que el Estado tiene obligación de colaborar y de cooperar con ustedes. En mi concepto, una institución de bien público, como lo es la de los bomberos voluntarios en todo el país, no tiene que pedir, sino reclamar lo que el Estado debe poner en sus manos para esa institución de bien público pueda cumplir de la mejor manera sus funciones. Por esa razón yo auguro y deseo que sigan adelante con esta organización. Hay miles de pueblos y ciudades en la República que progresan todos los días, y el darles la protección que ustedes presuponen en la realización de su noble tarea es también una obligación que tenemos todos los argentinos, pero que, más que nadie, tiene el gobierno la obligación de velar por la conservación y seguridad de los bienes confiados a su custodia y a su dirección. Por ello ustedes tendrán en el gobierno el mejor aliado y el mejor colaborador. Mantener una permanente conexión con nosotros ha de ser provechosa, no sólo para el gobierno, sino también para ustedes mismos, y especialmente para la comunidad donde ustedes ejercen su noble función. Ser bombero voluntario presupone un ciudadano al servicio de la comunidad, y para nosotros no hay ningún ciudadano que valga más que aquel que está al servicio de la comunidad. Para cualquier cosa que nosotros podamos hacer desde el gobierno para facilitar el desarrollo y crecimiento de estas organizaciones, estamos total y absolutamente a su disposición Yo no olvido nunca que un día hubo un principio de incendio en la Residencia de Olivos y que los primeros que llegaron fueron los bomberos voluntarios. Esto quizá debería ser lo que sucediese en todos los lugares de la República donde se comience a producir un incendio, porque si hubiera hombres con conocimientos suficientes para la extinción de los incendios, en cualquier parte que ellos se produjesen, es probable que disminuyen en un cincuenta por ciento los siniestros que hoy azotan a toda la comunidad argentina destruyendo inmensos valores. Esto no es una idea nueva para nosotros. Yo siempre hablo a las distintas organizaciones para que preparen una defensa inmediata contra los siniestros; y en esto debemos perfeccionar también la organización argentina. No debe haber ninguna organización que tenga bienes materiales expuestos a ser destruidos por un incendio que no cuente con su personal medianamente preparado para actuar en forma inmediata. Los cuerpos de bomberos que el Estado puede sostener sólo pueden ser eficaces en los grandes centros que los pueden costear, como sucede con Buenos Aires; en los demás lugares donde no existen cuerpos de bomberos, la mejor organización, quizá la única organización que tiene un gran porvenir, es la de los bomberos voluntarios. Yo estoy seguro de que con el desarrollo de la solidaridad en nuestro pueblo hemos de ir también iniciándonos en esta acción que presupone la defensa de cada uno por el bien de todos los demás. Los bomberos voluntarios deberían ser una institución que en cada lugar poblado de la República contase con una perfecta y grande organización, diluida durante las épocas de tranquilidad; pero que se reúne para combatir en conjunto por el bien ajeno en el momento en que ello es necesario. Por eso, señores, yo creo que ustedes tienen un porvenir extraordinario como organización dentro de la República, y a ustedes les está confiada la tarea y la responsabilidad de realizarlo. Este congreso nos llena a nosotros de satisfacción porque es una manifestación de solidaridad del pueblo argentino. Sigan ustedes ensanchando y engrandeciendo esa acción, y el país les tendrá que agradecer en el futuro tanto como nosotros hoy agradecemos a estos viejos servidores que han prestado ayuda y tanto apoyo al pueblo argentino. ..........
1954-02-01
Mensaje radial a los trabajadores vitivinícolas :
Compañeros: En estos momentos y en todo el país, los trabajadores de la producción y de la industria del vino celebran, con la sencillez de nuestra usanza peronista, el día que les pertenece y que ellos mismos han resuelto denominar "Día del Trabajador Vitivinícola", en homenaje y como recuerdo de la fecha en que lograron la unidad total del gremio en la Confederación General del Trabajo. Los trabajadores de esta industria -tan antigua como que su origen llega hasta los tiempos bíblicos, perdidos en la subconsciencia de la historia humana- lograron realizar su unidad en nuestro país recién en 1948, precisamente un 1° de febrero como hoy. Cumplieron así con mi consigna de unión sindical que tantas veces les repitiera desde 1943, en la Secretaría de Trabajo y Previsión. Hasta entonces, la desunión del gremio había sido la causa fundamental de su inoperancia. Malos dirigentes al servicio de sus propios intereses, y lo que es peor de inconfesables intereses políticos, se dedicaban exclusivamente a promover un clima de subversión entre los afiliados. La reacción de los trabajadores en contra de aquel sistema, extraño a sus intereses, a sus legítimos deseos y a los inalienables derechos que nosotros habíamos proclamado ya en febrero de 1947, se manifestaba entonces en una total y absoluta falta de confianza en los dirigentes que encabezaban las distintas facciones en que se dividía el gremio. Por eso esta fecha en la que recordamos el triunfo de la masa trabajadora vitivinícola sobre sus equivocados dirigentes merece el título que la misma organización sindical ha querido otorgarle. Este día memorable señala ante todo la victoria de una nueva conciencia social entre los trabajadores de la Federación de Obreros y Empleados Vitivinícolas y Afines. Desde 1948 y bajo el signo de una sola Federación conducida por hombres de trabajo, dignos, honrados y sin más intención que la de servir a sus compañeros, se constituyen en todo el país sesenta y cinco filiales de la organización, agrupadas en tres entidades regionales y toda la Federación con dirigentes y afiliados se dedica a realizar progresivamente y con extraordinario impulso, una obra que no solo es orgullo del gremio sino de todo el país. Sin desmerecer a ninguna otra organización sindical yo me siento particularmente feliz y satisfecho con este sector de nuestra organización social. Sus consultorios médicos, sus proveedurías, las sedes sociales propias que en estos momentos se construyen, las viviendas que ya habitan sus afiliados, las que van a construirse -y a breve plazo- en Mendoza y en San Juan, y todos los demás beneficios sociales que están en plena vigencia, y que conocen mejor que yo los mismos beneficiarios, son el resultado de la conciencia social alcanzada por la masa de los trabajadores y de la responsabilidad de sus dirigentes que entre servirse a si mismos y servir a sus compañeros han elegido esta misión de solidaridad fundada en la fraternidad auténtica del amor, probando una vez más que es la única fuerza constructiva, tal como lo afirma nuestra doctrina. Los dirigentes de la Federación me informan que en estos momentos poseen un capital social en efectivo que supera los cuatro millones de pesos y un capital invertido de dos millones. Con este dinero que se administra a la luz del día y ante los ojos de treinta mil afiliados, la Federación seguirá construyendo. Solamente en San Juan proyecta levantar en cinco años 1.350 viviendas antisísmicas, de las cuales doscientas serán iniciadas antes de tres meses. El gobierno, ha dispuesto ayudar a la Federación con el crédito hipotecario respectivo. Cumplimos así con nuestro Segundo Plan Quinquenal, cuyas previsiones señalan que el Estado contribuirá técnica y económicamente para que las asociaciones profesionales realicen sus planes de vivienda. El ejemplo de los trabajadores vitivinícolas en cuanto a los adelantos de la organización gremial merece el reconocimiento del gobierno y de todo el país; porque todo cuanto ellos han hecho, hacen o se proponen hacer -y no dejarán de cumplir- tiene un extraordinario contenido de solidaridad nacional, ayudándonos en nuestro sueño de realizar la mayor felicidad de nuestro pueblo. Si esto podemos decir ahora, a tan pocos años de iniciada la etapa constructiva, que no podrán decir, con admiración las futuras generaciones cuando contemplen toda la obra realizada por las organizaciones obreras argentinas que de esta manera extraordinaria han comprendido la misión que debían desempeñar en la Nueva Argentina. Yo me siento feliz ante tales promisorias perspectivas de un porvenir que tiene bases sólidas porque está fundado en la conciencia social de todos los trabajadores argentinos. Me siento feliz como argentino, porque estoy convencido que por estos medios el pueblo, que es la encarnación misma de la patria, alcanzará cada día un mayor bienestar. Y me siento feliz porque no he sido defraudado por los trabajadores en quienes siempre tuve fe, pese al escepticismo de tantos consejeros bien o mal intencionados que tantas veces intentaron torcer mis ideas ya desde la Secretaria de Trabajo y Previsión. No me arrepiento ni me arrepentiré jamás de haber confiado a los trabajadores una proporción fundamental en la tarea de construir una Nueva Argentina. Las organizaciones de trabajadores, no servirán jamás a otro interés no sea el interés del pueblo, tal como lo hace la Federación de los Vitivinícolas cuyo día celebramos. En homenaje a ellos, por el esfuerzo que cumplen aumentando progresivamente sus índices de productividad industrial, por la disciplina gremial que poseen fundada en una solidaridad digna del sindicalismo argentino; por su identificación con los ideales del Justicialismo; por sus 30.000 afiliados; por los dirigentes de sus filiales, de sus regionales y de la organización central; por toda la familia vitivinícola argentina y en particular por los compañeros de San Juan que hoy celebran de manera especialísima esta fecha honrosa para nuestro sindicalismo, yo los acompaño espiritualmente en todas las manera tendidas para esta celebración. Y levanto con todos una copa de nuestro vino, deseándoles en mi brindis que sean siempre felices, como se lo merecen todos los hombres que en esta tierra trabajan por la felicidad del pueblo y por la grandeza de la patria. ....................
1954-02-02
Ante los magistrados de la justicia nacional :
Señores: Yo deseo que mis primeras palabras sean para agradecer a todos los representantes del Poder Judicial, que llegan hoy hasta esta casa, el que me den la inmensa satisfacción de poder estrecharles la mano, siquiera sea una sola vez al año, como en esta ocasión. Quiero también expresarles mi agradecimiento por lo que ustedes están realizando en toda la República para afirmar el concepto de nuestra verdadera justicia. La justicia, vista desde el gobierno y percibida a través del Estado, es una cuestión extraordinariamente compleja, ya que tiene facetas aún insospechadas para los mismos encargados de realizar esa justicia. Nosotros, desde el gobierno, creemos que la justicia no se puede asegurar solamente a través de la represión judicial, aún cuando los jueces tengan la más buena intención del mundo. Hay una acción de gobierno que debe incidir sobre el pueblo para preparar un verdadero estado de justicia. Este año hemos de comenzar a trabajar seriamente en la educación del pueblo con referencia a la justicia misma. Pienso que hay un orden de preparación y de capacitación de los ciudadanos, a lo largo de su vida, para desarrollar una verdadera conciencia legal en el país; de manera que la tarea principal de la justicia no sea puramente la represión, como pasa en nuestros días y ha pasado antes, sino la preventiva, a cargo del Estado y de todos los instrumentos educacionales del país. Entendemos que, así como se da una cultura ciudadana y se enseña un sin número de cuestiones, es también menester ir un poquito más allá, enseñando lo fundamental de la legislación al mayor número posible de ciudadanos; de manera que por lo menos nadie pueda alegar, en caso alguno, ignorancia de las partes fundamentales de la ley. Es preciso ir preparando el espíritu de los ciudadanos para el cumplimiento de esa ley, de manera que no suceda lo que ocurre a menudo: que se hace la ley para que inmediatamente sea violada y reprimida. Creo que este es un trabajo que debemos iniciarlo y que bien vale la pena iniciarlo en el país. Este año hemos de comenzar ya con las primeras acciones para una reforma cultural y educacional del país. Hasta ahora no he podido incidir decididamente desde el gobierno en esa acción. Yo creo que el gobierno no solamente ha de reducirse a administrar la cosa pública y a dirigir más o menos las grandes actividades de los organismos estatales, sino que también debe tener una incidencia decisiva en la vida, en el desenvolvimiento, en la preparación, en la cultura y en la educación del pueblo. Es indudable que para poder iniciar esto nosotros hemos debido primero asegurar factores materiales indispensables, que cuando no existen, uno no puede hablar o no debe comenzar a hablar con fundamento sobre el perfeccionamiento del Estado o la cultura. Esto debe ser sostenido sobre una plataforma más o menos estable sobre la cual uno puede comenzar a construir espiritualmente. En ese sentido ya hemos resuelto una enorme cantidad de problemas y hoy estamos en condiciones de comenzar seriamente a trabajar. Toda esta reforma abarca un sinnúmero de factores y de actividades y es por eso que yo he de pedir a toda la justicia argentina una colaboración a este respecto para que todos trabajemos en forma coordinada en la tarea que nos es común. Para la Justicia ha de ser mucho más agradable prevenir que sancionar y para el Estado es una obligación el ir trabajando para que ello suceda; para el gobierno es una de sus más perentorias obligaciones realizar en el orden de sus actividades educacionales las tareas necesarias para que el pueblo esté preparado, esté más capacitado en este orden de cosas y dé el menor trabajo posible a los jueces en su acción de sancionar. A algunos, a quienes yo he mencionado este aspecto de nuestra orientación, los he notado escéptico. Es que hay quienes creen que al hombre hay que sancionarlo; que el camino de la sanción es el camino, diremos de la preparación y de la educación. Yo pienso que es mejor persuadirlo y persuadirlo desde niño, acostumbrándolo a que crezca dentro de una concepción distinta; a enseñarle que la ley no ha sido creada para violarse, sino para cumplirla y para que sean respetuosos de ella. Esta es una educación que comienza por enseñar la ley. Algunos creen que es una tarea demasiado grande difundir la ley para que pueda ser conocida en sus grandes lineamientos por todos los ciudadanos. Yo pienso que eso se puede hacer y, en ese sentido, vamos a incluir en los programas de enseñanza del Ministerio de Educación todo lo que concierne a esa actividad, para mí, tan fundamental de la vida. En cierta manera, nosotros estamos alterando toda esa enseñanza; queremos antes que nada enseñarles a vivir, a vivir bien a nuestros ciudadanos. Creo que es la mejor enseñanza y la escuela no tiene una función más importante y más grande que la de enseñar primero a vivir bien, a vivir dentro de lo que la moral, las buenas costumbres y la ley exigen. Este es un punto de partida para nuestra nueva orientación en el aspecto de la educación y de la cultura nacional. En esto, señores, los jueces y todos los tribunales existentes en el país tienen una tarea extraordinaria. Creo que en la tarea de dilucidar los asuntos planteados a la justicia y dar los fallos correspondientes, asegurando ese margen de justicia que es indispensable asegurar en toda comunidad, hay también para los jueces y para los tribunales una acción a cumplir, que es la de difundir los principios y crear en el país una conciencia legal de que nosotros carecemos. No solo carecemos de la conciencia legal en el campo de la delincuencia, sino también en todos los demás campos, sea en la actividad política, como en la actividad económica, como en la actividad social. La inexistencia de esa conciencia ha hecho que nosotros digamos que somos un país distinto de otros. Sin embargo, podemos afirmar que nuestro hombre, educado en la conciencia legal y en el cumplimiento de la ley, ha de llegar a cumplir los mismos objetivos que se alcanzan en otras razas y con otras nacionalidades. La ley no es una cuestión de nacionalidad; puede serlo en parte, pero no en todo. Nosotros no debemos perdernos la oportunidad de accionar en ese sentido para ver que es lo que podemos hacer para el desarrollo de una conciencia legal que dará menos trabajo a los jueces y a los tribunales, y, posiblemente dará mayor satisfacción a los hombres que, sometidos a la ley, se preparan para cumplirla y no para violarla. Señores; creo que esta año hemos de pedir desde el gobierno -y especialmente desde el Ministerio de Educación y el de Justicia- la colaboración de todos los señores magistrados para que nos ayuden en esa tarea, como así también que colaboren para lograr cierto cambio de orientación con respecto a muchas cosas que nosotros estamos arreglando con indultos en este momento. Creo que eso debe ser arreglado más bien por los jueces. Donde los jueces y el gobierno procedan bien, el indulto no debe existir. Cuando existe indulto es porque hay sectores de error en un lado o en otro. El trabajo permanente entre los señores magistrados, en la Corte Suprema y en los demás tribunales del país, debe hacerse en tal forma que haya verdadera colaboración, colaboración que todos debemos prestar permanentemente para nuestra codificación, como así también para lo que es más fundamental, afirmarnos en el terreno de la aplicación de toda la ley. Tenemos mucho que hacer y mucho que trabajar; yeso lo podemos hacer todos juntos: ustedes sancionando y trabajando en su propia jurisdicción, y nosotros preparando, a través de la educación, una conciencia legal que eleve la moral de los ciudadanos para que puedan ser justamente juzgados. Eso es una tarea que debemos realizar en común. Debo agradecer profundamente todo cuanto los señores jueces y magistrados han hecho durante este año. Pienso que hemos adelantado ya bastante; solo tenemos ahora que trabajar en colaboración, a fin de preparar mejores condiciones para el futuro a través de planes perfectamente bien preestablecidos, en los cuales nosotros facilitemos la tarea de ustedes, y ustedes, a su vez, nos faciliten nuestra tarea. Si nos ponemos a trabajar duro en esto, desde este año alcanzaremos mejores objetivos que si mucha gente; cada uno por su lado, comenzara a pensar por sí. Esto es un verdadero trabajo de' equipo: todo un equipo de Justicia asegura mejor la justicia que dos o tres buenos jueces solamente. Soy un convencido de que la justicia no es mala cuando existen buenos jueces; pero es posible que a esos buenos jueces haya que ayudarlas con una buena organización, que les permita realizar lo que ellos quieran, de acuerdo con su capacidad y su valor. En esto tenemos mucho que hacer; yeso es lo que he de pedir les, tanto a los señores magistrados de la Suprema Corte, con quienes trabajamos siempre en estrecho contacto, como a los tribunales y a los demás señores jueces de la Justicia argentina. Desde este punto de vista, el gobierno agradece a todos los señores jueces esa parte política que siempre tiene la justicia, en la cual hemos sido apoyados y ayudados por las decisiones de los tribunales y de los señores jueces. Un juez no está nunca desligado, por lo menos en una pequeña parte, de la orientación política. Yo pienso que no debe hacerse política partidaria en la justicia; pero hay una política de la Nación a la que no puede sustraerse ningún juez. Cuando hablo de política, me refiero a esa política, a la política elevada, a la verdadera política; no a la politiquería, porque eso no tiene nada que ver con la justicia, y cuanto más lejos esté de ésta, tanto mejor, pues ahí entra un margen extraordinario de injusticia que no puede ser asimilado ni aceptado por la justicia. Hay, sí, una orientación superior del Estado, que es la que el pueblo quiere y la Nación tiene, en la cual la justicia tiene que ser cuidadosa e ir afirmando esos grandes principios que es preciso hacer triunfar en todas las actividades. Por esa cooperación que hemos recibido de todos los tribunales y de todos los jueces, quiero, en nombre del gobierno, agradecerles profundamente, lo mismo por esta visita, tan simpática y amable, que nos da la oportunidad de cambiar impresiones que luego transformaremos en planificación y, probablemente, en una permanente tarea de colaboración, que será constructiva no solo para la justicia, sino para toda la Nación, que es lo más importante para nosotros. Muchas gracias; les deseo muchas felicidades y mucho éxito en el año que se inicia. ............
1954-02-13
Mensaje a la juventud deportiva argentina inaugurando los campeonatos Regionales "Evita" y "Juan Perón"
He dicho más de una vez -y lo repetiré sin cansancio- que la tarea cultural que nos hemos impuesto en bien del pueblo y del país abarca las tres grandes actividades que el hombre puede desarrollar y en las cuales debe activar esa cultura. Ellas corresponden, respectivamente, a la moral, al intelecto y al desarrollo y fortalecimiento de su físico. Para nosotros, la cultura es, al mismo tiempo, un problema moral, intelectual y físico. No podríamos concebir un hombre completo, un hombre integral que no hubiera realizado esas tres clases de cultura, que son propias del individuo. Los campeonatos infantiles "Evita" y juveniles "Juan Perón" que declaramos inaugurados en este momento son, parte integrante de la tarea cultural a que estamos abocados. Y aunque en sí mismo sean estrictamente deportivos, rebasan ese ámbito para constituirse en instrumentos de superación en uno de los aspectos que el hombre completo debe necesariamente cultivar. En ellos millares de niños y jóvenes argentinos, en todo el país, encuentran el factor de emulación que los hace desear ardientemente la victoria sin incapacitarlos para perder con honra; en ellos, que son grandiosas fiestas fraternales para nuestra niñez y nuestra juventud, se fortalece moral, intelectual y físicamente esta generación destinada a recoger de nuestras manos la sagrada bandera de la patria para elevarla más de lo que elevó la nuestra. En estos campeonatos infantiles y juveniles millares de hijos del pueblo están aprendiendo a superarse, están aprendiendo a luchar, están aprendiendo a vencer y a ser vencidos con justicia y dignidad. Para nosotros, para todos los jóvenes y niños argentinos que inician hoy los campeonatos en toda la República, el deporte no es un fin en sí mismo, sino un medio para llegar a un fin noble, elevado y patriótico: obtener hombres con determinados caracteres espirituales y un grado también determinado de fortaleza física. La defensa del material humano de la Nación no presupone solamente una graduación educacional y una dosis determinada de conocimiento que ofrece la ciencia, sino un cuerpo sano y digno de albergar esos conocimientos. Y el deporte es la escuela esencial para lograr ese objetivo. En esto, como en todo lo demás, nosotros actuamos de acuerdo a un plan que forma parte del que se elaboró para toda la actividad cultural. Yo me declaro satisfecho con lo que se ha hecho hasta ahora y esperanzado con lo que hemos hecho en el futuro inmediato. Mediante las justas deportivas, la educación y los conocimientos que se impartan en nuestras escuelas y universidades serán albergadas en un continente digno de esa espiritualidad que enaltece al hombre, engrandece a los pueblos e inmortaliza a las nacionalidades. Al declarar inaugurados los campeonatos infantiles "Evita" y juveniles "Juan Perón" en toda la extensión del país, envío a la niñez y a la juventud argentina los mejores anhelos de mi corazón. ................
1954-02-17
Ante delegados al congreso de la Federación de Trabajadores de Luz y Fuerza
Sean mis primeras palabras para agradecerles la amabilidad que han tenido de llegarse hasta esta casa para darme la inmensa satisfacción de poder estrecharles personalmente la mano. También deseo agradecerle al compañero las sentidas palabras que terminamos de escuchar, y al agradecerle a él tan juiciosos conceptos, quiero felicitarles a ustedes, dirigentes, que tienen en sus filas hombres que viven pensando, no en sí mismos sino en los demás. Esta, indudablemente, debe ser característica fundamental del dirigente. El dirigente es un hombre que vive para los demás; no para sí mismo. Cuando los dirigentes piensan de esta manera, las organizaciones tienen que ir adelante; cuando son egoístas, cuando piensan solamente para ellos, entonces las organizaciones, los pueblos, las naciones, no pueden marchar muy lejos. Compañeros: he querido recibirlos a ustedes -a pesar de que por causa el verano y para no molestar a los dirigentes, habíamos suprimido estas reuniones- con motivo de la realización de este Congreso. Es indudable, compañeros, que a nosotros nos satisfacen extraordinariamente estos congresos que realizan los compañeros trabajadores, porque en ellos están desarrollando ese sentido de solidaridad que nosotros deseamos que en todo el país se desarrolle. Yo dije ya que el año 1953 era el año de la solidaridad. Efectivamente, hemos hecho mucho en este sentido, pero tenemos que seguir trabajando para que en las organizaciones -ya sea en la misma Confederación General del Trabajo, en las federaciones del tipo de la que ustedes componen y en los sindicatos que las forman- se vaya desarrollando cada día más ese alto sentido de la solidaridad, como así también de la educación, la preparación y capacitación de los hombres. Yo no voy a insistir en este aspecto, porque sé bien que los dirigentes deben estar absolutamente persuadidos ya de la necesidad de desarrollar ese sentido de la solidaridad, que es el único que va a dar permanencia y va a consolidar definitivamente las organizaciones. En el año 1953, ya hemos hecho mucho; pero tenemos mucho por hacer. Yo estoy desarrollando todos los tipos de organizaciones que puedan existir en el país. Nos falta mucho todavía. Tenemos que ir desde los chicos hasta los viejos, desde los más modestos hasta los más encumbrados, hasta las profesiones. Todas las organizaciones van marchando, se van realizando, y ellas son las que desarrollarán el espíritu de solidaridad para matar los últimos reductos que quedan del individualismo egoísta en que a nosotros nos educaron. En este país, a través de esas organizaciones hemos de establecer algún día que un argentino no puede ser feliz mientras hay otro argentino desgraciado a quien no pueda tender la mano para levantarlo. Ese espíritu de solidaridad es el único que podrá formar a la Nación como nosotros, los justicialistas, la concebimos: una Nación que se realice como comunidad para que dentro de esa comunidad realizada nos realicemos cada uno de nosotros en la medida de nuestra capacidad, y a veces de nuestra suerte. Todo eso es un gran organismo en marcha que nosotros hemos conseguido formar. Pero, indudablemente, no lo es todo. Hay una serie de problemas que tenemos que resolver dentro de eso. Más adelante se refirió el general Perón a los serios y complejos problemas que se plantean en la actualidad y agregó: Es indudable que para ello el justicialismo ha establecido todo un sistema nuevo, que la gente todavía no conoce ni se ha dado cuenta aun de como es. Algunos dicen que nosotros hemos hecho esto a través de la economía dirigida; que nosotros hemos hecho esto a través de una estatización de la riqueza. No hay tales cosas. Lo que nosotros hemos hecho, ha sido, lisa y llanamente, crear un sistema de estadística que nos va dando diariamente el estado de nuestra economía, estado que no conformamos como lo conformaban ellos para aumentar las ganancias y hacer más grandes los dividendos. Para nosotros, esto no tiene la importancia que tenía para ellos. Para nosotros es suficiente con que el pueblo educar a sus hijos, que cada uno tenga su platita, su casita y que se vaya aumentando el estándar de vida que permita un grado de felicidad adecuado. No somos tampoco ambiciosos, ni queremos que casa uno sea rico. No nos interesa esa riqueza; la riqueza no sirve sino para vivir más o menos decentemente. Esa es la riqueza que nosotros ambicionamos, porque no queremos hacer un pueblo de capitalistas, como algunos ha dicho. No, no; nosotros queremos un pueblo que trabaje y que vaya elevando cada vez más su estándar de vida. Para eso hemos debido establecer un nuevo sistema económico en la República. Nuestro sistema económico, al revés del anterior que era de capitalización de un pequeño sector de la población, consiste en capitalizar al pueblo. Lo capitalizamos mediante dos sistemas: uno que en cierta manera es obligatorio, es el de la previsión social, por el cual todos ahorran un poco de la plata que ganan, sumando muchos miles de millones de pesos. Es plata del pueblo que se capitaliza par el pueblo a las cajas de previsión, donde ustedes tienen un capital formado para dividir del mismo cuando sean viejos. El otro sistema es el del ahorro voluntario en la Caja Nacional de Ahorro Postal, que también suma unos cuantos miles de millones de pesos. Con eso se forma un gran capital en el gobierno utiliza para estimular la economía, para la constricción de viviendas, ya para darle al pueblo todo lo que necesita para vivir mejor. Luego se refirió largamente al estándar de vida actual del pueblo argentino y a la situación que imperaba al respecto en épocas anteriores al imperio del Justicialismo en nuestra patria, haciendo interesantes comparaciones entre las formas de proceder de los gobernantes de hoy y los de antes. Después historió el proceso que había permitido arribar a la situación actual y dijo: Mientras el país esté constituido por un pueblo de pastores y agricultores, nosotros no podemos elevar el estándar de vida que actualmente tenemos. Es inútil, por una razón simple. Las masas rurales han estado produciendo durante, un siglo para que vivamos todos: las masas rurales y las urbanas. Esa es la verdad. Nosotros hemos vivido a costillas del campo durante un siglo. Ellos producían, nosotros transformábamos, comerciábamos, pero no producíamos. La producción sale de la tierra, y nosotros dependíamos de la agricultura y de la ganadería. Las masas urbanas comerciaban, cambiaban una cosa con otra, pero no había producción porque no había industria. Esta segunda etapa la estamos haciendo, poniendo en producción a las masas urbanas, que son mucho más numerosas que las masas rurales y que consumen en las grandes ciudades más de lo que consumen las masas rurales. Las masas urbanas no habían producido, desgraciadamente, ese es nuestro proceso. Señaló de inmediato la importancia de una industrialización racional para entrar enseguida a considerar los beneficios integrales obtenidos del cumplimiento del Primer Plan Quinquenal de Gobierno, de los resultados que es lógico esperar del Segundo Plan, ya en marcha acelerada, y de la consolidación de todos esos beneficios por conducto del Tercer Plan Quinquenal que lógicamente, será un "plan de extensión". Los dirigentes deben llevar a las masas todas estas ideas que van a llegarle también por otros conductos -agregó más adelante- Pero yo prefiero que los primeros en llevarlas sean los dirigentes. En este años 1954 nosotros hemos tratado de hacer estos grandes programas suavemente, lanzado, diremos, todas nuestras ideas de realizaciones e iniciando nuestra organización. Yo les agradezco nuevamente esta visita y aprovecho la reunión de todos los delegados para pedirles que, al dispersarse hacia todos los rincones de la República, vayan difundiendo los puntos básicos del programa a cumplir en el año 1954. Creo yo que en el orden de la energía, tenemos nosotros una tarea importantísima que cumplir. Nosotros hemos establecido como prioridades, en el país, primero la energía eléctrica y combustibles y después la siderurgia, la minería, etcétera, puntos que escalonan, diremos así, el orden de prioridades de la República. Siguió desarrollando el tema de interés para el gremio a quien se refería y en cierto pasaje, dijo: El programa del Segundo Plan Quinquenal en materia de energía es extraordinario y ustedes deben ir organizándose porque es indudable que vuestra Federación va a ser una de las más poderosas, porque de norte a sur y de este a oeste se extenderá una inmensa red de fuentes de energía eléctrica. Sólo así llevaremos el país hacia adelante. Por esa razón la responsabilidad de ustedes como dirigentes de la energía es muy grande, y yo les pido nuevamente que lleven estas palabras a todos los gremios. Hoy estamos dependiendo de eso. Ustedes ven los inmensos esfuerzos que estamos realizando, y todo lo que cuesta en divisas cada usina. Pero pese a eso todavía no se pueden satisfacer los pedidos de energía que se hacen. La responsabilidad de un dirigente de Luz y Fuerza no es la misma que la de los dirigentes de otros sindicatos, sino mucho mayor, porque de ustedes depende el trabajo de todos los demás sindicatos. No se olviden de eso. En consecuencia, ustedes tienen una gran responsabilidad frente a los demás compañeros. No es lo mismo dejar de hacer botines que paralizar una usina; hay una pequeña diferencia. Sin la usina no hay botines, y sin botines puede haber muchas usinas. Este es el grado de responsabilidad de la organización, porque de la acción de ustedes, de la responsabilidad de ustedes, dependen todas las demás organizaciones o, por lo menos, el trabajo de ellas. Por eso, compañeros, les pido que ustedes hablen de estas cosas con todos los trabajadores de la energía del país, y al mismo tiempo les hagan llegar mi saludo afectuosos de siempre. Yo no olvido nunca la acción de los muchachos del Sindicato de Luz y Fuerza. Recuerdo el 17 de octubre el pobrecito Quevedo se presentó a casa a decirme: "Coronel, si quiere bajamos la manija". Yo le contesté que no era necesario. Pero nunca olvidaré su gesto; nunca lo olvidaré porque fue un muchacho bueno y fiel. A ustedes tengo que felicitarlos por haber denominado "José C. Quevedo" al Congreso, recordando la memoria de quien fue tan buen soldado del Movimiento Justicialista, actuando en el Sindicato de Luz y Fuerza. Muchas gracias por todo. Les ruego que lleven un abrazo a todos los compañeros del interior y les digan que trabajen mucho todos los días. De ese modo lograremos que nuestros hijos y nuestros nietos vivan tranquilos, y habremos cumplido de esa manera con la tarea que nos corresponde. .................
1954-03-01
de marzo de 1954 Mensaje con motivo del aniversario de la muerte de Jorge Ñewbery
Mensaje con motivo del aniversario de la muerte de Jorge Ñewbery Recordamos hoy en toda la República, unidos pueblo, gobierno y sus fuerzas armadas, y clubes deportivos en la amplitud de un verdadero homenaje nacional a Jorge Newbery, al precursor de nuestra aviación y al más destacado de los deportistas argentinos. Y lo hacemos, no rememorando estérilmente el dolor varonil de aquella tarde en que caía él, allá en Los Tamarindos, sino reafirmando en el recuerdo de su reciedumbre física moral, en la exaltación de su modestia y su humildad, en la valoración de su patriotismo y de su fe inquebrantable en toda superación de las virtudes esenciales que han de servir de ejemplo y de inspiración a nuestras juventudes deportivas Porque Jorge Newbery fue el deportista integral en la mejor acepción de término, que es siempre aquel que no ve en el deporte un fin en sí mismo, sino un medio para alcanzar la plenitud física y moral que capacita el hombre para el ejercicio de esa alta dignidad que singulariza la condición humana. Ninguno de los deportes que constituyen hoy pasión popular de la juventud argentina fue extraño o ajeno al precursor de nuestra aviación. Ninguno de esos deportes en que descolló constituyéndose en el más extraordinario deportista de su época, borró su modestia, hizo que olvidara su caballeresca sencillez o entibió siquiera el hondo anhelo de servir a la patria como ciudadano, como profesional y como precursor de sus fuerzas aéreas. Su ejemplo es el mejor venero para nuestras juventudes. Su apasionado amor al deporte, como elemento insustituible en el desarrollo de una cultura que tiene plena conciencia que al perfeccionamiento de una moral y de un intelecto es imprescindible sumar el de un físico ennoblecido por la salud y el ejercicio, lo llevó a la práctica de todas las modalidades deportivas. Fue un boxeador excepcional, un esgrimista extraordinario, un recio luchador, un legítimo campeón en el remo, en la natación, en el fútbol y en el rugby. Pero estas virtudes, estas altas virtudes que se manifestaban en él a través de la actividad deportiva, ni se limitaban ni se diluían en el ámbito unilateral de los ejercicios físicos. Rebasaban ese aspecto parcial aunque principalmente de formación cultural para derramarse, generosamente, a través de su personalidad integral de hombre humilde y honesto, de patriota ejemplar y de audaz y varonil conquistador de cielo argentino. Su recuerdo no ha de morir jamás, porque no mueren nunca los que han sabido ofrecer su entusiasmo y su juventud al porvenir de sus ciudadanos. Jorge Newbery, que creó el Aero Club Argentino, que fundó nuestra aviación militar, que forjó con su ejemplo en nuestro país ese conciencia aeronáutica de la que nos enorgullecemos hoy y que hizo del deporte una escuela de carácter y de caballerosidad, es un ejemplo digno de nuestra juventud. Por eso, a la amplitud del homenaje nacional que se presta hoy a su medida, sumo el mío de presidente de la Nación, de deportista y de ciudadano, con el cariño y el respeto que despiertan en mí las virtudes de la humanidad, del patriotismo, del carácter y de la abnegación. .............
1954-03-05
En el acto de inauguración del Club Náutico de la UES, rama femenina
Hemos cumplido ya una nueva etapa en el desarrollo del Club Estudiantil. Pensamos que las etapas confiadas a nuestra diligencia y a nuestra preocupación están llegando a su fin por el cumplimiento de todas las etapas parciales. Quedan ustedes para llevarlas adelante, y yo veo que todos los días están cumpliendo con la función que les corresponde. Nos llena a nosotros de inmensa satisfacción el poder ofrecer esta nueva actividad de los deportes náuticos en bien de la salud física y moral de los estudiantes argentinos. Yo he repetido muchas veces que en la larga tarea de ir creando al país nuevas posibilidades, quizá no haya nada tal fundamental ni tan decisivo como ir dotando a la juventud de una fuerza que lleva adelante todo cuanto nosotros podamos hacer. Con esto tratamos de formar mujeres y hombres sanos y fuertes de alma y de cuerpo para que un día reciban la bandera de la patria de nuestras manos ya caducas y con manos fuertes y corazón sensible puedan llevarlas a sus grandes destinos. Estas son escuelas de amor y de virilidad y con ello queremos formar hombres y mujeres luchadores y vencedores. Dios quiera que el destino nos dé su mano para que al cerrar nuestros ojos y entregar nuestra bandera a la juventud argentina armada de todos estos valores que son los únicos eternos de la vida, podamos hacerlo confiando en ellas. Si así sucede, no habremos perdido el tiempo al llegar a su cuerpo y a su corazón. Y Dios quiera también que esta escuela, que nace en la Capital Federal, pueda ser llevada a todo el territorio de la República para que la nueva generación de argentinos que surja apoyada en nosotros sea mucho mejor que la que nosotros hemos podido formar por enfrentar el destino glorioso de la patria. Muchachas: tiene ya el club; algún pequeño material que hemos podido hacer preparar y el resto lo recibirán a corto plazo. Me he permitido también interesar en nuestro club a las remeras argentinas, chicas llenas de buena voluntad. Recibí un mensaje, hace un tiempo, en el Tigre; yo he querido contestarles con este club y ofrecérselos para que hagan uso de él como si fuese propio. Estas chicas y otras más que concurrirán a este club para utilizar sus instalaciones, nos ofrecerán con sus conocimientos, su entusiasmo y capacidad un ejemplo que deben imitar todas. Finalmente sólo deseo decir unas pocas palabras para cerrar esta conversación. He tratado de realizar muchas obras en el país. De todas ellas he recibido la inmensa satisfacción del deber cumplido. Pero de la obra que estamos realizando con la juventud argentina experimento no sólo la satisfacción del deber cumplido, sino otra que me llena de emoción por el contacto con gente joven y pura. Al conocerla profundamente se va arraigando cada día más en mi corazón la certidumbre del triunfo argentino, cuado esta nueva generación de jóvenes capacitados, honrados y fuertes, reciba en sus manos la bandera que ha de hacernos triunfar en la historia de nuestra patria. Muchas gracias. .............
1954-03-05
Al inaugurar el campo deportivo de la UES (Rama Masculina)
Solamente quiero decir muy pocas palabras. Ustedes, como nosotros, -como el señor ministro Méndez San Martín y como yo- han seguido la marcha de la rehabilitación total de este campo de deportes. Le agradecemos a Comunicaciones que nos hayan dejado estas instalaciones, diremos, casi en estado de utilización. Nosotros hemos querido armonizarlas y colmarlas en condiciones de que los muchachos puedan hacer uso de ellas en dos aspectos: en el utilitario del deporte y también en el del buen gusto en su conservación, ornamentación y demás. Además de todo cuanto vamos a inaugurar ahora, nos pondremos a trabajar en la otra mitad, para que, simultáneamente podamos utilizar las instalaciones, en cuya construcción han trabajado los obreros con tanto entusiasmo y capacidad. Sinceramente, no podríamos terminar inaugurando este sector sin hacer notar nuestra gratitud a los obreros que han trabajado en él. Ustedes han sido testigos, igual que yo, del amor con que ha sido construido este sector del club. Esos obreros han trabajado día y noche, sin horario y con una inmensa dedicación. Por eso quiero que en este acto de inauguración de este sector hagamos presente nuestra gratitud a estos trabajadores que han cumplido esto con verdadero amor. Ahora yo quiero anunciar también a la rama masculina de la UES, que estamos estudiando la posibilidad de tomar cuanto antes posesión de la quinta de Martínez para hacer allá un anexo de éste club. Mientras continuamos con la otra mitad de estas instalaciones iremos preparando la quinta para ver si podemos utilizarlas de inmediato. Además de terminar aquí la cancha de fútbol, pensamos arreglar el local, ampliarlo y construir también algún dormitorio grande para que los muchachos vengan a quedarse aquí. Les queda a ustedes, entonces, comenzar la obra de hacer concurrir el mayor número posible de estudiantes a las instalaciones del club. Ya con esta mitad que hemos inaugurado podemos beneficiar a una cantidad y ya rápidamente habilitaremos el otro para que venga un número aún mayor de muchachos. El año que viene vamos a tener esto terminado e instalado, la quinta terminada e instalada también y pensamos que los estudiantes secundarios para ese entonces tendrán su local central y sus dos sectores del club, éste deportivo y aquel más bien recreativo. Solamente quiero terminar inaugurando este sector con este sector con estas palabras: No es bastante tener un club deportivo; lo más importante es honrando y elevarlo con nuestras acciones. ..................
1954-03-10
Ante una concentración popular en la ciudad de Mar del Plata
Compañeras y compañeros: Hace ya largos años que tenía una deuda con Mar del Plata, con la cual he querido cumplir en esta oportunidad. (El público agradece al general Perón, quien dice:) "Muchas gracias a ustedes, no a mi". He querido llegar hasta esta hermosa ciudad en ocasión en que se realiza el Festival del Cine Internacional en Mar del Plata. Por esa razón, yo pido a todos, compañeras y compañeros, que dediquemos nuestro aplauso sincero a todos los artistas que han concurrido a este festival. Hace diez años, visité Mar del Plata. Era entonces un lugar de privilegio, donde los pudientes del país venían a descansar los ocios de toda su vida y de todo el año. Han pasado diez años. Durante ellos, esta maravillosa síntesis de toda nuestra patria aglutina en sus maravillosas playas y lugares de descanso al pueblo argentino, y, en especial, a sus hombres de trabajo que necesitan descansar de su sacrificio y de su fatiga. Nuestro lema se ha cumplido también acá. Nosotros no quisimos una Argentina disfrutada por un grupo de privilegiados, sino una Argentina para el pueblo argentino, y se cumple así, en Mar del Plata, verdadera síntesis de la República, esa justicia por la cual luchamos y por la cual moriremos si es preciso. Yo agradezco a nuestro compañero gobernador de Buenos Aires, mayor Aloé; le agradezco como argentino y como peronista, que él, incansablemente, en su labor de todos los días, haya sabido traer a la provincia de Buenos Aires y derramar por todas sus latitudes ese entusiasmo viril de las masas del peronismo. Pero aún más que eso, le agradezco que haya sabido traer a las masas humildes de Buenos Aires, la mano amiga, la mano fraterna de los peronistas dispuestos a sacrificarse por su felicidad y por su tranquilidad. Compañeros, mi felicidad, estriba siempre en la felicidad del pueblo. Por eso puedo decirles, con el corazón abierto, que estos días he sido inmensamente feliz en Mar del Plata, porque he visto al pueblo argentino feliz y divertido. Compañeros: algunos compañeros dice acá "que se quede", se imaginarán que sería mucho más agradable para mí quedarme, pero yo tengo muchas cosas que atender en Buenos Aires. De la misma manera compañeros, yo quiero en este acto, pedir disculpas, a todos los compañeros que me han invitado a pasar por la Confederación del Trabajo, por el Partido Peronista Femenino, por el Partido Peronista Masculino, por diversas asociaciones; pero son tantas las invitaciones, que no he querido desairar a nadie, asistiendo a unas sí y a otras no. Y les pido pues a todos que me den por presente en espíritu y en amor en cada una de las organizaciones. Hoy, compañeros desde acto, irradiado en cadena general para toda la República, es la señal para la iniciación de la campaña política para las elecciones del 25 de abril, que dejo en este instante inaugurada. Este es un acto más del peronismo en el que llamamos a la concordia a nuestros adversarios. Les ofrecemos una lid limpia para dilucidar el problema de la representación del pueblo argentino. Ellos, en los comicios, tienen la oportunidad de mostrar su fuerza, su organización y su capacidad. Esperamos que el buen juicio presida sus acciones. Nosotros queremos que los problemas argentinos se diluciden a través de las urnas, y les invitamos a que, si ellos quieren librar una batalla, la libren en las urnas, que es la única batalla sagrada para el pueblo argentino. Desde acá, como argentinos y como peronistas, hacemos un llamado a todos los argentinos, cualquiera sea su credo político, a afirmar la solidaridad nacional, evitando la lucha estéril en todo campo que no sea el campo de la ley y el de la Constitución; invitamos a todos los argentinos a que afirmen esa solidaridad, porque es únicamente esa solidaridad el acicate de nuestra futura grandeza y de nuestra futura felicidad. En diez años de gobierno el peronismo puede ofrecer a la República los objetivos cumplidos. Hemos recuperado económicamente a la patria; hemos afirmado su justicia social; y hemos asegurado la soberanía de la patria. No queda de nuestros objetivos sino de poner las tres cosas al servicio de la felicidad del pueblo y de la grandeza de la patria. Compañeros: la situación política del país en lo interno ha ido tranquilizándose merced a nuestra acción paciente y prudente. Esa situación política ofrece a los ciudadanos la libertad y la garantía, siempre que ellos estén sometidos a la ley y a la Constitución. No podemos aceptar libertades para los que están dispuestos a luchar contra la libertad. Es también merced a esa acción prudente de nuestras fuerzas políticas que se ha ido afirmando en la República un clima de tranquilidad. Y hacemos todavía, un llamado más a nuestros adversarios, para que nos respeten si desean ser respetados. El gobierno ha de garantizar, como siempre lo ha hecho, comicios intachables, porque los peronistas sabemos que la única democracia que ha de reconocerse en sus fundamentos, es aquella que nace de comicios limpios, de comicios puros, que sean la representación fehaciente y real de la voluntad popular. Y eso lo ofrecemos con toda amplitud a nuestros correligionarios, como también a nuestros adversarios. La situación económica de la República yo no tengo que explicarla desde aquí. Ya se han encargado muchos de levantar los fatídicos diagnósticos del pasado, derrotados por los hechos económicos incontrastables que están demostrando la marcha de nuestra patria hacia su grandeza económica. Mar del Plata es, como dije antes, una síntesis de la propia patria, ya que para mantener una cuidad balnearia donde la riqueza fluye por todas partes, es necesario tener una patria que económicamente la pueda sostener y llevar adelante. Mar del Plata sabe que hoy estamos mejor de cuanto hemos estado en todos los tiempos pasados. Compañeros: en cuanto a la situación social, bastaría decir aquí que el noventa por ciento de los que veranean en esta ciudad de maravilla que es Mar del Plata; son obreros y empleados de toda la patria. La concurrencia grita "Gracias Perón". Los compañeros dicen "gracias a Perón", yo digo, gracias al pueblo argentino, que sigue siendo lo mejor que tenemos. Compañeros: hoy se inicia en toda la República la acción preparatoria para los comicios. Yo deseo desde este palco hablarles a todos los peronistas de la República, para aconsejarles su conducta, que la sé prudente, que la sé con un alto valor de organización y de capacitación, pero que siempre es prudente también marchar con unidad, que cada peronista en toda la República sea un predicador de nuestra doctrina. Nosotros preferimos convencer que no obligar. El hombre siempre es mejor cuando está convencido que cuándo está obligado. Por eso la acción del peronista es persuadir; persuadir mostrando la justicia de nuestra doctrina; persuadir mostrando la realidad económica de nuestras acciones; persuadir, convenciendo sobre la importancia de mantener nuestra soberanía en lo interno y en lo internacional, para que así con el honor de la patria esté también arraigado el honor de la doctrina peronista. Es por eso que el peronista no desea pelear; desea trabajar para el bien del pueblo y para la grandeza de la Nación. Es también por eso que el peronista no odia a sus adversarios ni grita ¡abajo nadie!, ni ¡muera nadie! Nosotros llevamos las banderas de nuestra doctrina y vivamos solamente a la bandera de la patria y a la bandera de esa doctrina. Para un peronista, la base de su acción es la solidaridad social. Nosotros no concebimos la felicidad de un argentino mientras exista otro argentino desgraciado, a quien no le ayudemos y le tendamos nuestra mano. Por eso, en el fondo del alma de cada peronista, debe de existir un hombre solidario, debe de existir un hombre cuya felicidad esté relacionada a la felicidad de los dieciocho millones de argentinos. Los peronistas somos hombres de lucha. No queremos ni ofender a nuestros rivales ni denigrar a sus hombres, pero ¡guay de ellos si intentan hacerlo con nosotros! No queremos luchar, pero que sepan nuestros enemigos que cuando sea necesario hacerlo, sabremos morir por nuestra causa. Por eso, como hombres mansos y como hombres tranquilos, ofrecemos nuestra mano generosa hasta nuestros adversarios; pero les advertimos que esa mano generosa, tendida abierta, mostrando su palma de honor y de amor, puede convertirse en el puño aplastador de la cizaña. Por ello, como síntesis, pido desde acá a todos los peronistas, que luchen incansablemente por nuestras organizaciones; que sea cada uno de ellos un predicador de nuestra doctrina; que sean generosos, que sean honrados, que sean leales y que tengan siempre en el fondo del corazón el deseo contenido de la lucha para ponerlo en las decisiones de la patria el día que ello sea necesario. Todos los peronistas, a lo largo de toda la patria, deben saber que en esta hora de decisiones es necesario tener un alto sentido de la responsabilidad política, porque solamente los países donde el más humilde de los ciudadanos se interesa por la cosa pública pueden salvarse. Aquellos donde la ciudadanía se desinteresa por la cosa pública, esos países están irremisiblemente perdidos. No puede existir una democracia donde no exista un alto sentido de la responsabilidad en cada ciudadano. Por eso el peronismo, al levantar sus banderas triunfadoras, lo atribuye a ese profundo sentido de responsabilidad social y política de sus ciudadanos. Por eso compañeros, es hora de apretar filas y marchar confiados y prudentes al éxito de esta batalla. Compañeros: no deseo terminar estas palabras sin hacer llegar, con mi agradecimiento, mi palabra de estímulo a todas las organizaciones, a todos los compañeros de la Confederación General del Trabajo, que a lo largo de toda la República organizan a nuestros trabajadores; al Partido Peronista Femenino, que tanta satisfacciones da a lo largo de toda la patria con sus organizaciones disciplinadas y eficientes; y al Partido Peronista Masculino, que a lo largo de toda la patria, en sus unidades básicas o en sus consejos directivos, está mostrando ya, el alto índice de cultura cívica de nuestra patria; y a las demás organizaciones que de una manera u otra son agentes y predicadores de nuestra doctrina, va con mi saludo mi profundo agradecimiento. Compañeros: he querido también desde acá hacer llegar nuestro saludo a todos los dirigentes de toda la patria que trabajan incansablemente por nuestro perfeccionamiento. Cada día se observa en nuestras organizaciones el magnífico resultado de nuestro progreso. Hoy casi no dan trabajo; podemos dedicarnos de cuerpo y alma al trabajo febril de todos los días, al servicio de la felicidad del pueblo y de la grandeza de la patria. Somos incansables. Hay quien dice que yo me estoy por morir. Compañeros: esto es como todos los pronósticos de nuestros enemigos. Primero, políticamente, nos iban a echar a los seis meses; después, económicamente, nos íbamos a hundir a los seis años. Les hemos demostrado, después de ocho, que estamos defraudándolos en todos sus pronósticos. Yo, Dios mediante, con lo que se refiere a mi salud, creo que los voy a defraudar muy largamente. De manera que si ellos especulan con que yo me voy a morir pronto, a lo mejor los voy a enterrar a ellos. Compañeros: deseo hacer llegar a todos los compañeros de la patria este abrazo profundo y apretado sobre mi corazón, que les diga cual es cada día mayor mi cariño y mi agradecimiento. .....................
1954-03-11
A militares de la Escuela Antiaérea se dirigió Perón
No he deseado pasar por Mar del Plata, a pesar de que he suprimido totalmente las visitas por razones de ocupación y también por un poco de tranquilidad y descanso, sin venir a saludar a los camaradas y darme también la inmensa satisfacción de verlos trabajar con gran eficiencia, capacidad e inteligencia. La obra social del Ejército, es para nosotros, una tarea fundamental, y veo que cada una de las unidades está realizando aún más de lo que nosotros podemos prever, como capacitación de nuestros oficiales para encargar tareas no profesionales. La ley de autosuficiencia ha cambiado la mentalidad de cincuenta años de atraso que nuestro Ejército tenía en ese orden, en lo que respecta su propio trabajo para producir. Nosotros hemos dicho que queremos que cada argentino produzca por lo menos lo que consume. Se ha dicho muchas veces que nuestro Ejército era una rémora de parásitos prendidos al presupuesto. Teníamos inmensas propiedades y posibilidades que nunca encaramos porque siempre existió el concepto que nosotros, los oficiales, no podíamos manejar dinero. El único que contaba con este privilegio era el oficial de administración. Se decía que para no tentarnos era que no manejáramos dinero, porque se pensaba que en cada uno de nosotros, administrando dinero, podría haber un ladrón en potencia. Ahora nosotros pensamos de otra manera; los ladrones irán a la cárcel, pero los hombres honrados no tienen que ser sospechados de que no puedan manejar dinero para no ser tentados. Los hombres de honor, los hombres de bien, no son propensos, ni aún en presencia del dinero, a no ser honrados. Por esa razón, veo con gran satisfacción surgir en cada una de las unidades del Ejército una nueva mentalidad. Debemos aprovechar esas grandes extensiones que el Ejército tenía abandonadas y desocupadas, o muchas veces en manos de alguien que les sacaba sus beneficios en provecho propio. He comprobado, al asistir a la exposición del señor capitán encargado de las granjas y demás trabajos, la alta capacitación de ese oficial. Ese concepto lo extenderemos por todo el Ejército. El Ejército será a la vez que el brazo armado de la Patria para cualquier ocasión, también un brazo de trabajo, productor para sus propias necesidades. Esto, señores, es un comienzo; pero tengo la seguridad de que a través del patriotismo de los oficiales y a través de su preocupación hemos de construir una gran columna económica para la sustentación del propio Ejército. Ya la ley de autosuficiencia está dando resultados extraordinarios. Si cada oficial, suboficial y soldado se preocupase de producir algo, veían ustedes como el estándar de vida de los jefes, oficiales, suboficiales y soldados se iría elevando paulatinamente a medida que esta producción fuese fructificando en todo el Ejército y a lo largo de la patria. Veo aquí un ejemplo. Me ha llamado gratamente la atención el hecho de ver como un oficial conoce, comprende y dirige una obra de tan extraordinario valor. Por eso, quiero felicitar a la Escuela Aeronáutica, a su comandante, jefes y oficiales, después de ver lo que he visto esta mañana. Es para mí, hombre que ya ha vivido su vida, que está probablemente observando desde el más allá nuestras posibilidades y nuestra grandeza, una satisfacción ver que también nosotros, los soldados, nos ponemos decididos a este trabajo fecundo, que es el único que ha de arrimarnos a la grandeza en el futuro. Por eso, felicito a la Escuela, al señor coronel Villalobos, y felicito en él a cada uno de los oficiales y suboficiales que ponen su corazón y patriotismo al servicio de esta causa, que es la causa de todos los argentinos. Yo deseo brindar por esa grandeza, y por que ella esté siempre apuntalada por el Ejército de la patria, que ha sido siempre un jalón de esa grandeza. .........
1954-03-11
En la inauguración del local del Centro de Empleados de Comercio de Mar del Plata
Cada local que inauguran las organizaciones obreras argentinas es una piedra más para la consolidación de todo el movimiento sindicalista argentino; representa un jalón en esa inacabable construcción que constituye la organización de los argentinos que trabajan. Por esa razón, en cada uno de ellos yo veo el reflejo inmarcesible de una patria en marcha, donde su pueblo es su verdadera vanguardia. Yo ya estoy acostumbrado a felicitar a los empleados de comercio por su magnifica y férrea organización. Es bastante ver su disciplina, su dedicación, su capacidad y honradez en la función sindical para darse cuenta de que por su intermedio se ha logrado una estructura de fondo de esas organizaciones, que sirven de escuela, de modelo y de ejemplo. Por eso, compañeros, yo, que pienso que la mayor fuerza que puede esgrimir el pueblo argentino en su propia defensa es la solidaridad, veo estas obras que se levantan a lo largo de la patria con la bandera de la Confederación General de Empleados de Comercio a su frente, como la conquista más permanente de los movimientos orgánicos de los trabajadores argentinos. Es así que esta rama, que ya va siendo orgullo de nuestra organización sindical, esta marcando los jalones de su elevación social, de su comprensión política, marcando rumbos a todo el país, rumbos que necesitamos todos de alguna manera, ya que esa solidaridad y esa elevación cultural y social de la masa argentina serán el ariete con el cual nosotros derrumbaremos definitivamente los privilegios, para poner frente al pueblo una bandera humanitaria, democrática, que sirva únicamente al pueblo y a la patria. Y no soy yo, solamente yo, quien piensa ya en la garantía definitiva de nuestro pueblo, a la sombra de sus organizaciones sindicales, sino que el pueblo ya va tomando conciencia definitiva de que sus organizaciones sindicales constituyen la columna vertebral del pueblo y de la Nación Argentina. Cada una de estas casas está demostrando al pueblo argentino que no puede ni debe, en la República Argentina, haber organizaciones que sobrepasen las fuerzas ciclópeas de sus trabajadores. Por eso, compañeros, me hago en esta ocasión un deber declarar públicamente mi agradecimiento, como jefe del Movimiento Peronista, en primer término al compañero Borlenghi, artífice común de todas las conquistas de los compañeros empleados de comercio. No solamente ha mostrado una gran eficiencia en el desempeño de sus funciones gubernamentales como Ministro del Interior, sino que ha sabido dar tiempo a sus tareas para ocuparse de esta organización, que es tan trascendente como las funciones específicas de su propio ministerio. Por eso, repito, lo felicito a él y en él felicito a todos los empleados de comercio a quienes los veo trabajar incansablemente por la Patria como los predicadores de la verdadera doctrina peronista. Yo no podía dejar de asistir a esta reunión. El motivo de su inauguración, el local social, es demasiado importante en mi concepto para que yo dejara de compartir con ustedes estos magníficos momentos. Pido a Dios que los ilumine y los ampare para que esta casa sea la casa de la solidaridad de los empleados de comercio; que con esa bandera de la unión solidaria de todos los hombres que trabajan en sus empresas mercantiles, tenga también ella, con la solidaridad, la unión indestructible, que es la base esencial de la existencia de las organizaciones sindicales; que esa solidaridad, que esa unión, que esa disciplina, sean los brazos motores de la consolidación definitiva de nuestra organización sindical y que los empleados de comercio sigan dándonos las inmensas satisfacciones de sus maravillosas construcciones de todos los días. ......................
1954-03-25
Ante directores y preparadores técnicos de los equipos que participan en el Campeonato Infantil "Evita" y juvenil "Juan Perón"
Señoras y señores: Deseo que mis primeras palabras sean para agradecerles la amabilidad que han tenido ustedes en llegar hoy hasta esta casa, dándome la inmensa satisfacción de poder estrecharles la mano, saludándolos siquiera sea una vez al año, poniendo en ello el cariño y la amistad que yo profeso a todos los que trabajan por una causa útil y buena para el país. Es también una satisfacción para mí, como presidente de la Fundación, iniciar con estas palabras estas conferencias de delegados que, conjuntamente con los que componen la Dirección Central del Movimiento Deportivo Juvenil e Infantil de la Fundación, nos permitirá adoptar una conducta general para cumplir de la mejor manera nuestros deseos de ir llevando su espíritu deportivo a lo largo de toda la República. Es indudable -y no se nos escapa a nosotros- que aun cuando estas actividades están dirigidas y regidas por la Fundación "Eva Perón", tienen verdadera proyección nacional. Son las escuelas y semilleros de deportistas que nosotros queremos organizar en el país. Para esto, en el mundo se han usado numerosos sistemas, que van desde las juventudes formadas en milicias, hasta los que no hacen nada; que tratan de hacerla todo, pero que se despreocupan y no hacen nada. En medio de esos hay miles de situaciones de distinto orden. Pero es indudable que el concepto con que nosotros estamos haciendo estas cosas radica más en el entusiasmo y en el cultivo del espíritu de los individuos que en una obligación para hacerse fuerte. Nadie se hace sano y fuerte por obligación; se hace por gusto, o muere sin haber practicado ningún deporte. Nosotros creemos que la fuerza motriz de esta actividad radica especialmente en el espíritu del individuo. Es al espíritu del individuo al que debemos orientar nuestra prédica para ir formando los deportistas; y comprendiéndolo así, hemos dejado al sector deportivo del país, a la gente del deporte, que sea ella la encargada de dirigir y manejar los mismos; que sean los deportistas quienes realicen este trabajo en su beneficio y en beneficio común del pueblo argentino. En este sentido, la Fundación está tomando los muchachos, las muchachas, los chicos y chicas para irlos formando dentro de esa orientación. Ese es el concepto real de la existencia de estos concursos y certámenes infantiles y juveniles. Por esa razón, la Fundación tiene en esto una tremenda responsabilidad que cumplir, y para poder hacerlos hemos tratado de que se vaya realizando todo simplemente, fácilmente, de acuerdo con el entusiasmo de los hombres humildes que se dedican a esto. Si hubiéramos elegido personajes para hacerlo, estaríamos como antes. El deporte argentino está como está porque siempre lo manejaron personajes y no deportistas humildes del pueblo. La Fundación tiene más fe en lo que ustedes pueden hacer que en lo que pueda realizar cualquier otra persona, por bien intencionada que sea, que no esté dedicada de lleno a la masa, como se debe estar para hacer deportes. Por ello, la Fundación da a esta conferencia de delegados de distintas provincias una trascendencia mucho mayor que todo cuanto ustedes puedan imaginar. Así también, el gobierno de la Nación da una tremenda importancia a esto, porque lo que no salga por este camino, estamos convencidos de que no saldrá por ningún otro. El deporte es una cuestión compleja. En algunos países del mundo se han fundado hasta universidades del deporte; tal es la tremenda importancia que el deporte tiene para los pueblos modernos. Nosotros todavía no estamos preparados para eso, porque podemos decir que estamos en la etapa incipiente de la era deportista; de manera que tenemos que hacer primero un gran número de deportistas. Para mí, deportista no es el que gana una prueba, como tampoco lo es el más fuerte. No; deportista es el que tiene un alma con inclinación y con dedicación deportiva; y tener alma de deportista es ser capaz de someterse a un sacrificio en beneficio del deporte. No es deportista un maestro, por muy técnico que sea y por mucho que sepa de deportes, de gimnasia, de esgrima y de todas las demás actividades físicas del hombre: ese no es un deportista; podrá ser un profesional muy bueno, muy distinguido, pero si no tiene dentro de su alma lo que el deportista debe tener, por mucho que sepa, no es un deportista, ni tampoco sirve mucho para el deporte, porque el deporte no es una actividad para vivir de ella, sino que es una actividad para desvivirse por ella. Por eso, señores, yo, que tengo una experiencia -la de toda mi vida-, he tratado de vivir siempre dentro de ese concepto del deporte. La he sentido y he dedicado muchas de mis horas a esa actividad, no solamente para mí, sino también para los demás, porque ese es el verdadero espíritu deportista: vivir un poquito para los demás. Uno de los grandes Inconvenientes de los profesionales del ejercicio físico, ya sea en la gimnasia o en los deportes, es, precisamente, que ellos han dedicado su vida al conocimiento técnico, a enseñar una u otra cosa, pero no lo han hecho con un sentido verdaderamente deportivo, sino generalmente como medio de subsistencia. Yo he asistido en la República Argentina a la formación de casi todos los maestros de educación física de una y otra escuela. Reconozco el mérito de esa gente que ha enseñado y formado a muchos deportistas en el país, pero no creo que esa sea la escuela que nosotros debemos poner en marcha para seguir y triunfar dentro de la orientación que tiene la Fundación "Eva Perón". La Fundación quiere formar deportistas, y para eso necesita una sola cosa: deportistas que quieran transmitir a los demás su verdadero espíritu deportivo; eso, en primer término, y después, si tienen algún otro conocimiento, mejor. Pero no haremos nada con hombres de grandes conocimientos que no sepan transmitir el espíritu deportivo a la masa argentina. En esto pasa lo que en muchas otras actividades que nosotros hemos tratado de promover en el país. El sentido individualista ha primado hasta nuestros días, no porque lo hayamos orientado así, sino porque no le hemos dado otra solución. Los maestros que han salido de nuestras escuelas de ejercicios físicos, tanto las del Ejército como las civiles, que han funcionado en el país, terminan sus estudios, se les da un diploma y se les dice: "Bien; ahora, a ganarse la vida". Ese hombre que tiene que ganarse la vida como profesor de ejercicios físicos no se dedica al deporte; se dedica a ganarse la vida, que ya es demasiado para él. Ocurre entonces que ha comercializado su profesión, y en el deporte, todo aquello que se comercializado desaparece como utilidad práctica para él. No se puede exigir a esos hombres que renuncien a comer y a vivir para dedicarse al deporte. Todo eso ha creado ese sentido individualista de explotación individual, diremos así, de las profesiones, que en el deporte no pueden dar ningún resultado. En eso, nosotros pensamos de otra manera. Tenemos que ir pensando en que en este momento podemos utilizar los conocimientos de algunos maestros, pero no podemos confiar la dirección de las actividades deportivas de la Fundación "Eva Perón" solamente a los maestros de ejercicios físicos. La dirección tiene que estar en manos de personas que busquen aumentar el entusiasmo por el deporte, utilizando los técnicos solamente para aquellas cosas en que puedan ser útiles. Esa es la primera etapa. En la segunda etapa, esperamos formar nuestra propia escuela dentro de la Fundación, para ir también formando los maestros deportistas, no maestros de gimnasia ni de esgrima ni de ninguna otra actividad puramente técnica de educación física: primero, deportistas y a esos deportistas irlos formando en una nueva escuela, una nueva escuela que dé un concepto distinto. Yo no sé si vaya decir una barbaridad técnica, pero sé que no es una barbaridad práctica, porque yo he hecho deportes. Creo que lo primero que hay que hacer es deporte y después hacer gimnasia, al revés de lo que aconsejan todos los técnicos -que primero hay que hacer gimnasia y después deportes-, porque yo doy más importancia a la formación del espíritu del individuo, a su inclinación y a la explotación de sus condiciones, y creo que la finalidad es el deporte. La gimnasia es solamente un medio. De manera que a un hombre que se distingue en el deporte antes de haber hecho el deporte, ¿cómo le podremos decir cuál es la gimnasia que más le va a convenir para la actividad a que él se dedica? Lo que pasa con el gimnasta cuando se lo toma sin otra orientación que la gimnasia es que se encierra en la gimnasia y sigue mecánicamente realizando una actividad puramente física, sin aprovecharla jamás en las actividades de su vida. Por otra parte, la gimnasia es muy variada. Se hace gimnasia por muchas razones, pero no dentro de la orientación deportiva como nosotros debemos hacerla. Yo, por ejemplo, en mi vida, he tenido esa escuela. A mí me tomaron en el Colegio Militar y, hasta entonces, sólo había hecho un poco de gimnasia por ahí, como todos los muchachos de mi tiempo, porque todavía la gimnasia no había progresado lo suficiente. En el Colegio Militar me hicieron hacer un poco de gimnasia. Cuando salí de allí sabía trabajar en la barra, pero había aprendido una gimnasia un poco irracional y recién comencé as hacer algo deportivamente cuando yo me dediqué a ese fin. Todavía hoy siento la influencia contraproducente de aquella gimnasia para la esgrima, que fue a lo que más me dediqué. Yo digo que más conveniente hubiera sido realizar una gimnasia metódica y aplicada a las actividades de mi preferencia. Con eso pasa como con muchas otras cosas. Los médicos en esto tienen una función extraordinaria que cumplir: seguir paso a paso la salud de los hombres dedicados al deporte, pero no pasarse a la otra alforja. Nosotros, los deportistas, tenemos que luchar muchas veces contra las exageraciones técnicas, ideas que se les ocurre a alguien por ahí, y ya consideran que es la última razón y la única verdad. Y esto es precisamente lo que vence al deportista. No porque se haya estudiado filosofía o medicina se está suficientemente capacitado para darles consejos a los deportistas. Podrán aconsejar sobre el funcionamiento del organismo; pero sobre deporte, ¡qué van a aconsejar! Para poder hacerla tienen que haber practicado algún deporte, y si no lo han hecho, es difícil aconsejar. Por ello considero que los deportes tienen que estar en manos de los deportistas. Señores: Como en esto hay que tener ideas claras, la Fundación quiere entregar la dirección del deporte de la Fundación "Eva Perón" a los delegados que actualmente tiene en toda la República, y que sean ustedes los que estudien cuál será la mejor forma de realizar esta actividad, completándola cada día en mayor medida, y que se sumará al sacrificio que ustedes ya realizan. Vayamos completando todo esto y ampliando la esfera de acción, porque después de ver un campeonato como este que estamos viendo nos damos cuenta de lo que va a ser la República Argentina deportivamente si nosotros, a lo largo de diez años, seguimos incansablemente la labor que estamos realizando en la actualidad. Posiblemente van a quedar pocos muchachos y muchachas en el país que no se dediquen a practicar algún deporte. Y yo pregunto: ¿Cuál será, a lo largo de veinte o treinta años, el resultado en la masa popular argentina de la práctica de los deportes indiscriminadamente por todos los habitantes de la República? En la Fundación muchas veces me han aconsejado que ponga un hombre para dirigir todo esto. Yo entiendo que este trabajo no lo puede hacer un hombre, por bien intencionado que esté; lo debemos realizar entre todos y tenemos que llevar a la República entera la convicción de que todos debemos ocupamos de esto. Este es un problema que concierne al pueblo argentino y lo vamos a hacer con el concurso de todos los argentinos, o no lo vamos a hacer. La Fundación tiene interés en que sea el verdadero pueblo argentino, que sean los hombres de buena voluntad, los que quieran tomar a su cargo el peso de la responsabilidad de realizar esta gran obra y cumplir con los sacrificios que sean necesarios para llevarla a cabo. La Fundación pondrá el hombro, ayudará en lo que sea necesario, tanto a los hombres que nos ayudan a nosotros como a aquellos que dedican su actividad a la formación de clubes infantiles y juveniles. También queremos, en el orden del gobierno, comenzar a gravitar un poco sobre las grandes instituciones que han recibido mucho apoyo financiero del gobierno, pero que no cumplen con la función fundamental para la cual el gobierno les ha prestado el dinero. No puede ser pensamiento del gobierno prestar cien millones de pesos a los clubes de la Capital Federal para que ellos nos presenten un partido de fútbol por semana. Así es demasiado caro un partido de fútbol por semana. Esos clubes deberán promover, dentro de sus instituciones, la práctica del deporte en todas sus manifestaciones, en forma amplia, o dejarán de recibir el apoyo del gobierno en lo sucesivo. Porque en lo que concierne a la utilidad práctica, en el pueblo, cumplen más la misión deportiva de promover el ejercicio físico en la población los pequeños clubes de barrio y de provincias que los grandes clubes que no llenan su cometido. Por esa razón, el gobierno ha resuelto suprimir totalmente la subvención a los grandes clubes que no cumplan con su misión ni con el deber que contrajeron con el gobierno, para volcar todos sus recursos en los pequeños clubes del interior. Esperamos que estos grandes clubes también pongan ahora su empeño, si es que quieren que el gobierno continúe colaborando con ellos, porque el gobierno colabora con el que colabora con él, pero no tiene ninguna obligación de hacerlo con el que no colabora con la acción de gobierno. Nosotros no trabajamos ni para un grupo de personas ni para una persona determinada, trabajamos para el pueblo argentino. Nuestros aliados y colaboradores son los que hacen el bien directo al mayor número de argentinos, y no los que no lo realizan ni trabajan en colaboración con nosotros y, en consecuencia, no reciben la acción del gobierno en su ayuda financiera. En esto, la Confederación General del Deportes ha establecido perfectamente bien la norma y la línea de conducta que hemos de seguir en la Fundación. Por eso, aparte de la ayuda que la Fundación debe prestar en forma directa o indirecta a todos esos pequeños clubes que se están formando en el país, que ustedes conocen tan bien como yo y que ayudan y dirigen, el gobierno también va a ir en ayuda de los clubes. Yo tengo más esperanza en eso que en todas las demás manifestaciones que se llevan a cabo en este orden de cosas. Por eso, yo no solamente les agradezco, como presidente de la Fundación, lo que ustedes hacen, sino que se los agradezco también como hombre de gobierno. Quizá ustedes mismos no tengan una idea cabal de la utilidad y del bien que prestan al país las actividades en que se ocupan y dirigen, sobre todo porque lo hacen con el corazón abierto, con el entusiasmo y con el desinterés con que se hacen las grandes obras. Yo les pido que realicen estas conferencias que van a ser altamente constructivas para el país y para la Fundación, y les pido también que estructuren todo en forma de realización para la Fundación, que nosotros lo hemos de poner en marcha después que ustedes lo discutan y lo cristalicen en conclusiones constructivas. También la Fundación debe agradecer mucho desde los propulsores de esta actividad en la Fundación "Eva Perón" hasta la incorporación en todas las provincias y en todos los territorios de una cantidad de hombres de buena voluntad, patriotas, que han tomado a su cargo la pesada tarea de dirigir esta actividad, que es tan complicada y difícil de realizar sin ayuda y muchas veces sin apoyo de ninguna naturaleza. Por esa razón, quiero que la Fundación tenga su columna vertebral para la concepción y para la acción que piensa realizar en el concepto que ustedes mismos van a formar con carácter permanente para la Fundación. Nosotros queremos que sean ustedes los que estudien, que sean ustedes los que decidan, y nosotros seremos los ejecutores de las determinaciones que ustedes tomen en este congreso, que ya, desde ahora en adelante, consideraremos en el Consejo Consultivo Permanente de la Fundación "Eva Perón". Por eso, señores, quiero terminar agradeciéndoles profundamente lo que ustedes hacen en nombre de la Fundación y en nombre del gobierno. Les ruego que realicen sus conferencias, que discutan todos los asuntos, de manera que la Fundación pueda saber a qué atenerse tanto en el orden de la organización general como en la práctica de estos deportes; que sepa la Fundación qué ayuda necesitan para poder hacérsela llegar oportunamente en todas las provincias y territorios; que sepa el gobierno qué debe hacer para colaborar en esta tarea y cuál es la ayuda que deber hacer llegar a todas esas organizaciones que ustedes dirigen y cuál será la mejor forma de realizar estos concursos para obtener el mayor beneficio en todas las regiones del país. En fin, todo ese problema, bien estudiado y arribando a conclusiones definitivas, para que nosotros podamos darle solución. También deben decimos si creen necesario que nosotros hagamos algún esfuerzo para tener locales generales, un estadio para la Fundación, por ejemplo; cómo debemos reglamentar estas actividades, creando un reglamento orgánico y funcional para el Campeonato Infantil y Juvenil con las características propias de la edad y de las circunstancias en que realizaremos estas actividades. No vamos a reglamentarlo nosotros; ustedes tienen la suficiente experiencia y capacidad para ir proyectando ya la reglamentación que se necesita. La Fundación hará suyo este reglamento, lo pondrá en vigencia y regiremos todas nuestras actividades por esa reglamentación, que será definitiva, en tanto ustedes no decidan cambiarla por otra. Necesitamos esa reglamentación para que esto sea sistemático y para que los atletas que se preparen para algunas actividades sepan lo que tienen que hacer; y también para que sepan los instructores y preparadores técnicos qué es lo que deben hacer y cuáles son sus exigencias en la materia. En fin, señores, en ese orden de cosas está todo por hacer. Hemos hecho lo fundamental, que es realizar las pruebas. En esto, quizá otros más teóricos que nosotros hubieran hecho la reglamentación, pero no hubieran hecho las pruebas. Nosotros no hemos reglamentado nada, pero las pruebas se hacen. Ahora, para completar esto, ya que se hace, reglamentaremos cómo lo vamos a seguir haciendo bien en el futuro, y sobre esa reglamentación iremos acumulando la enseñanza que la experiencia de la organización de estos concursos nos va dejando todos los años. De esta forma pensaremos también en ir organizando un escuela de líderes, que he visto que está en marcha, y que es indispensable, para que sean los mismos pibes los que comiencen a manejar y a moverse para desarrollar sus inclinaciones hacia uno u otro deporte, y para que tengan sus responsabilidad en esto. Crear esa escuela de líderes es totalmente indispensable. Sobre la forma en que debe hacerse todo esto, yo espero el consejo de ustedes; espero el consejo de su experiencia y de su capacidad, que conozco y reconozco. Trataremos de crear también cursos acelerados para la formación de técnicos deportivos, de manera de ir capacitando gente que podamos ir tomando en distintas partes. Este es el primer paso que debemos dar: ir perfeccionando a esa gente, para después crear la Escuela de Técnicos Deportivos de la Fundación, donde formaremos muchachitos ya profesionales en esta actividad para dispersarlos en todo el territorio. No creo que lo más fundamental sea traer técnicos extranjeros; a nuestros muchachos los formaremos aquí, en la Argentina. Eso será con toda seguridad mucho mejor que todo lo que podamos importar, por el momento. Para la preparación de nuestros muchachos ya nosotros sabemos bastante para poderles enseñar. Después, cuando sean grandes y quieran perfeccionarse, los enviaremos a los grandes técnicos. Con los conocimientos y técnicos con que contamos nosotros, basta para los pibes, por ahora. Por ellos, formemos nosotros ahora a los que van a ir a dar los rudimentos necesarios a esos muchachitos. Todo eso lo va a realizar la Fundación. Vamos a fundar inmediatamente la Escuela, y empezaremos a trabajar. Todo esto lo vamos a someter a la aprobación de ustedes, que lo harán mejor que nosotros, porque están dedicados de lleno a esa tarea. Ustedes conocen lo que hay que hacer, las condiciones y situaciones, y por ello, podrán aconsejamos mejor que nadie. Para mí es fundamental que ustedes realicen exhaustivamente esta conferencia y luego me digan, o digan a la Fundación, qué tenemos que hacer para ponemos a trabajar durante el año en aquello que ustedes conciben y consideren indispensable realizar para el mejor desarrollo de esto. Les agradezco nuevamente que me hayan dado ustedes la oportunidad de saludarlos y de pedirles este trabajo. Algunos dicen que la virtud mía es trabajar; yo creo que más bien es la de hacer trabajar a los demás. Por eso, cumpliendo con ello, les he dado a ustedes un nuevo trabajo; pero conociendo el alto espíritu que los anima, la buena voluntad y el patriotismo con que ustedes han demostrado al país que se puede crear una gran obra, dándolo todo sin pedir nada, ya que, en este orden de cosas, soy un poco pedigüeño, les pido que hagan este nuevo esfuerzo en beneficio del pueblo argentino y del deporte argentino. Les pido que trabajen y me den las conclusiones de este trabajo. Tengan la seguridad de que, cuando me las den, yo las haré ejecutar acabadamente. Como tal vez no tenga yo nuevamente el placer de saludarlos, les ruego que por intermedio de ustedes llegue a todos los muchachos y muchachas que trabajan en estas actividades en todo el país mi agradecimiento y un gran abrazo de compañero, de amigo y de argentino. Muchas gracias. ...........
1954-04-09
DURANTE UNA VISITA A LA FABRICA STANDARD ELECTRIC, EN SAN ISIDRO
Yo deseo manifestar públicamente mi agradecimiento al señor coronel Behn. Él es para nosotros, más que un industrial, un compañero de afanes y de trabajo. Tuve oportunidad de conocerlo hace ya casi diez años, cuando estábamos nosotros empeñados en realizar la nacionalización de los servicios públicos. En esa oportunidad no fue necesario que yo hiciese gestiones para la nacionalización de los servicio telefónicos, porque tan pronto los dirigentes de la Unión Telefónica tuvieron noticias de que el gobierno estaba interesado en la nacionalización de esos servicios, ellos, por propia iniciativa, hicieron una oferta al gobierno. En esa ocasión, como siempre que se realiza una transacción comercial de buena fe, no solamente pudimos realizar el negocio, sino que realizamos algo más grande: conquistamos la amistad de este hombre bueno, sincero y amante del trabajo. Desde entonces, hemos sido honrados con su amistad. Merced a ella, lo hemos interesado como si fuese un argentino más en el progreso y en la grandeza de nuestro país, y él ha respondido siempre como un hombre de empresa, con gran corazón y con gran entusiasmo a nuestras realizaciones. Por esa razón, quiero iniciar estas palabras con el agradecimiento que le debo personalmente, como ciudadano argentino, y que le debe el gobierno y el país, por su tesón, por su empeño y por haber levantado esta magnífica empresa que estamos presenciando. Señores: en la Argentina de hoy, quizás gobernar sea más que nada crear trabajo. Cuando desfilamos frente a estas maquinarias, estamos desfilando frente al nacimiento de una nueva y desconocida grandeza para nuestra patria. Por esa razón, yo no quiero ni puedo disimular mi entusiasmo y mi alegría. Vemos surgir de estos grandes núcleos de producción, no solamente la satisfacción del consumo argentino, sino también la felicidad de muchos hombres que al pie de esas máquinas están labrando su bienestar y su tranquilidad. Recién he oído mencionado el alto grado de producción que está alcanzando la fábrica, pero pienso que de acuerdo a nuestras aspiraciones esa producción podrá ser multiplicada varias veces. La República Argentina es un país, en cierta manera todavía incomunicado. Tiene solamente sus grandes centros urbanos servidos por buenas comunicaciones, en cambio, el resto del país está, podríamos decir, casi sin ellas, como así también la conexión con los países especialmente vecinos. No tenemos buenas comunicaciones con Chile, con Brasil, con Uruguay, con Paraguay ni con Bolivia. Ni tampoco podemos decir que sean buenas las que existen con los otros países más lejanos. De manera que el porvenir de las comunicaciones telefónicas de nuestro país, está comenzando a desarrollarse, vale decir que tenemos por delante una inmensa necesidad que satisfacer y por ello es que auguro, desde este momento, un porvenir brillante al desarrollo de esta empresa, para poder satisfacer paulatinamente esa necesidad de comunicaciones en el territorio argentino. Alabo también, el espíritu amplio que termina de expresar con sus palabras nuestro amigo el coronel Behn. En efecto, la existencia de otras empresas que puedan entrar en competencia, obligará al mantenimiento de un alto nivel técnico en la producción de la Standard Electric. Ese, quizá, sea el acicate más poderoso para mantener un alto índice de perfeccionamiento técnico. También la creación de otros elementos en nuestro país no podrá ser nunca antagónico a los intereses y al buen desarrollo de estas empresas. Los argentinos hemos aprendido a trabajar en colaboración y en cooperación permanente y no creo que la existencia de otras fábricas de los mismos elementos sea un factor negativo en la concurrencia sino, por el contrario, altamente positivo en el desenvolvimiento, en el desarrollo y en la cooperación que todos debemos prestar para el bien de todos y del país. No deseo terminar estas palabras sin agradecer, asimismo, el empeño de todo el personal directivo, técnico y laboral de esta empresa. Cuando las empresas tienen contento a su personal; cuando esas empresas a través de un trato justo pueden formar un espíritu optimista y entusiasta en el personal que trabaja, es porque han alcanzado, quizá, una de las condiciones más importantes para la eficiencia general de la producción. Sé que aquí reina esa alegría, ese optimismo y ese entusiasmo. Y cuando las empresas están presididas por esos sentimientos, tienen que ir adelante y tienen que triunfar. En nombre de la República y de su gobierno, pido a todos los que de una manera directa o indirecta realizan el trabajo en esta empresa que tengan presente siempre en él, la divisa que ha de ser permanente para todos los argentinos de esta hora: trabajar incansablemente por aumentar los rendimientos y la producción. La base de nuestra futura felicidad y de nuestra futura grandeza está, precisamente, en alentar la divisa de producir, de producir la mejor calidad, de producir los mejores elementos, porque en esa producción está el beneficio de la empresa y en el beneficio de ésta, el de cada uno de los que, de una manera u otra, están compartiendo la diaria tarea de engrandecerla y engrandecernos. Es por todo esto que en nombre del gobierno de la Nación, agradezco nuevamente a la dirección de ésta fábrica, y en especial a nuestro distinguido y querido amigo, el coronel Behn, a todo su personal técnico y de trabajo, augurándoles, a cada uno de ellos, la felicidad que merecen los hombres que ponen su actividad y su entusiasmo al servicio del perfeccionamiento de la Nación. Señores, muchas gracias. .....................