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5 values
Pombo,Rafael
<XXI
Ayacucho
¡Ay! me hieren la vista los aceros; ¿Quién osa desafiarlos frente a frente, Si esa es la flor de Iberia que valiente Negó tributo a los franceses fieros? Mas... mirad unos jóvenes guerreros De cuyo pecho se apodera ardiente El ansia de ver libre, independiente, Su Patria, de sicarios extranjeros. ¡Ah! ya los veis lanzarse impetuosos... Embestir a los viejos veteranos ¡Tintos en sangre alzarse victoriosos! «¡Triunfo y perdón!» escuchan los tiranos, Y gritan a los héroes generosos: «¡Libres sois para siempre, americanos!»
es
Machado,Antonio
<XXI
¡Oh_Tarde_Luminosa!
¡Oh tarde luminosa! El aire está encantado. La blanca cigüeña dormita volando, y las golondrinas se cruzan, tendidas las alas agudas al viento dorado, y en la tarde risueña se alejan volando, soñando... Y hay una que torna como la saeta, las alas agudas tendidas al aire sombrío, buscando su negro rincón del tejado. La blanca cigüeña, como un garabato, tranquila y disforme, ¡tan disparatada!, sobre el campanario.
es
Pizarnik,Alejandra
<XXI
Se_Fuga_La_Isla
Se fuga la isla Y la muchacha vuelve a escalar el viento y a descubrir la muerte del pájaro profeta Ahora es el fuego sometido Ahora es la carne la hoja la piedra perdidos en la fuente del tormento como el navegante en el horros de la civilización que purifica la caída de la noche Ahora La muchacha halla la máscara del infinito y rompe el muro de la poesía
es
Bolaño,Roberto
<XXI
Devoción_De_Roberto_Bolaño
A finales de 1992 él estaba muy enfermo Y se había separado de su mujer Esa era la puta verdad : Estaba solo y jodido y solía pensar que le quedaba poco tiempo pero los sueños, ajenos a la enfermedad, qcudían cada noche con una fidelidad que conseguía asombrarlo Los sueños que lo trasladaban a ese país mágico que él y nadie más llamaba México D.F. y Lisa y la voz de Mario Santiago leyendo un poema y tantas otras cosas buenas y dignas de los más encendidos elogios Enfermo y solo,l él soñaba y afrontaba lo días que marchaban inexorables hacia el fin del otro año. Y de ello extraía un poco de fuerza y de valor. México, los pasos fosforescentes de la noche, la música que sonaba en las esquinas donde antaño se helaban las putas (en el corazón de hielo de la Colonia Guerrero) le proporcionaban el alimento que necesitaba para apretar los dientes y no llorar de miedo
es
Pardo_García,Germán
<XXI
Valles_Que_Amé:_Frugal_Harinería
Valles que amé: frugal harinería del frumentario alcor hecho manojos. Punzaduras del aire y los abrojos. Helechos de arbolada simetría. Aleros de textil mampostería. Sabor del pasto, enérgicos rastrojos y águilas saeteando con los ojos campamentos de leve cetrería. Simple enseñanza de tu verde escuela, con utensilios de cristal que vuela como alfiler azul de loma en loma. Esta es tu ciencia que me diste exacta. Óyela aún en mi sigilo intacta y antes que muera, de mis manos toma.
es
Bañuelos,Juan
<XXI
Tlatelolco_En_1521_Y_1968
Oh, bebedor de la noche, ¿por qué te disfrazas ahora?1 ¿Todo es igual acaso? ¿Tengo que repetir lo que el augur grabó en el silencio de la piedra curtida por el viento? «...esparcidos están los cabellos, destechadas las casas, enrojecidos sus sus muros. Gusanos pululan por calles y plazas y en las paredes están salpicados los sesos; masticamos salitre, el agua se ha acedado. Esto ha hecho el Dador de Tlatelolco, cuando nuestra herencia es una red de agujeros». ¿Todo es igual que ayer, entonces? ¿Ensartaremos cráneos como cuentas y se ha de repetir lo que el augur grabó en el silencio de la piedra? ¿Con coágulos de sangre escribiremos México? Yo el residuo, el superviviente, hablo: No haremos diálogo con la Casa de la Niebla.
es
García_Lorca,Federico
<XXI
Cazador
¡Alto pinar! Cuatro palomas por el aire van. Cuatro palomas vuelan y tornan. Llevan heridas sus cuatro sombras. ¡Bajo pinar! Cuatro palomas en la tierra están. Cuatro palomas vuelan y tornan. Llevan heridas sus cuatro sombras. ¡Bajo pinar! Cuatro palomas en la tierra están. ¡Bajo pinar! Cuatro palomas en la tierra están.
es
Huerta,Efraín
<XXI
Nuestras
Nuestras Vidas Son los Ríos Que van A dar Al Amar Que es El vivir
es
Gelman,Juan
<XXI
Necesidades
el individuo que difiere de sus pares que perturba o escandaliza a su familia o sociedad suele ser calificado de insano acusado de enfermedad mental y perseguido como enfermo este acto de psiquiatría llena necesidades importantes el individuo que ve piernas azules de mujer volar arbolitos cantar el mundo heder es encerrado golpeado con electricidad insulina médicos este acto de psiquiatría llena necesidades importantes ¿necesidades del volar o cantar? ¿necesidades del individuo que difiere de sus pares que perturba o escandaliza a su familia o sociedad y es calificado de insano acusado de enfermedad mental y perseguido como enfermo? ¿otras necesidades? ¿necesidades del individuo que no difiere de sus pares que no perturba o escandaliza a su familia o sociedad que no es calificado de insano acusado de enfermedad mental ni perseguido como enfermo? ¿piernas azules de mujer volar no? ¿ni arbolitos cantar ni mundo heder? este acto de psiquiatría llena necesidades importantes los jabalíes de oro se están comiendo a yvonne ¿necesidades del volar o cantar? ¿necesidades del individuo que difiere de sus pares que perturba o escandaliza a su familia o sociedad y es calificado de insano acusado de enfermedad mental y perseguido como enfermo? ¿otras necesidades? ¿necesidades del individuo que no difiere de sus pares que no perturba o escandaliza a su familia o sociedad que no es calificado de insano acusado de enfermedad mental ni perseguido como enfermo? ¿piernas azules de mujer volar no? ¿ni arbolitos cantar ni mundo heder? este acto de psiquiatría llena necesidades importantes los jabalíes de oro se están comiendo a yvonne
es
Unamuno,Miguel_de
<XXI
De_Ti,_Luna,_Al_Claror,_Aqueste_Valle
De Ti, Luna, al claror, aqueste valle de amarguras remeda blanco lago de lágrimas, de noche; su verdura como el haz de las aguas, y sus rocas islotes en que aguardan desterradas su libertad las almas. Arrecidas tiemblan—¡las pobres!—cual las hojas secas de noviembre en el chopo de la orilla del río que no posa, y recogiéndolas cuando caen en su seno, al mar las lleva. Así del leño de la cruz prendidas tiemblan, pobres, las almas al hostigo del cierzo de la sima tenebrosa, que lleva en vilo su temblor sonoro, cual miserere de las secas hojas, sollozos de pasión que en sí no cabe. Forman las almas el follaje prieto del árbol de la cruz, por él unidas en hermandad de amor, y se estremecen en corro a la cabeza coronada por la melena, negra cual la noche, del blanco Nazareno; y cuando, al cabo, el cierzo del abismo las arranca de la copa del árbol misterioso, van a caer rodando por el pecho blanco del Cristo, y a su pie se pierden en el río de sangre que las lleva de la vida eternal al mar sin fondo. Río de sangre que al fulgor de luna, del corazón del Cristo, por el lecho de este valle de lágrimas se lleva, crujiendo en remolino congojoso, rebaños de almas, ahornagadas hojas. Y esa tu sangre zapa los cimientos del baluarte de aquella archienemiga de la humana familia, y que es la madre del hastío y la desesperación.
es
Panero,Leopoldo
<XXI
Para_Inventar_A_Dios,_Nuestra_Palabra
Para inventar a Dios, nuestra palabra busca, dentro del pecho, su propia semejanza y no la encuentra, como las olas de la mar tranquila, una tras otra, iguales, quieren la exactitud de lo infinito medir, al par que cantan... Y Su nombre sin letras, escrito a cada instante por la espuma, se borra a cada instante mecido por la música del agua; y un eco queda solo en las orillas. ¿Qué número infinito nos cuenta el corazón? Cada latido, otra vez es más dulce, y otra y otra; otra vez ciegamente desde dentro va a pronunciar Su nombre. Y otra vez se ensombrece el pensamiento, y la voz no le encuentra. Dentro del pecho está. Tus hijos somos, aunque jamás sepamos decirte la palabra exacta y Tuya, que repite en el alma el dulce y fijo girar de las estrellas.
es
Arturo,Aurelio
<XXI
Todavía
Cantaba una mujer, cantaba sola creyéndose en la noche, en la noche, felposo valle. Cantaba y cuanto es dulce la voz de una mujer, esa lo era. Fluía de su labio amorosa la vida... la vida cuando ha sido bella. Cantaba una mujer como en un hondo bosque, y sin mirarla yo la sabía tan dulce, tan hermosa. Cantaba, todavía canta...
es
Gutiérrez_Albelo,Emeterio
<XXI
Y,_Como_Rica_Esencia...
Ser un lírico orfebre. Consagrar estos días a esculpir un ensueño florido y perfumado. Igual que un monje artista, detrás de un historiado vitral, devotamente, miniar alegorías. Cincelar camafeos, raras orfebrerías. Pulir un florentino puñal, damasquinado. Moldear una copa sobre un seno nevado. Y engarzar, verso a verso, cegantes prederías... Señor: pasar deseo de mi vida de esta suerte, como Juan de Segovia, a quién besó la muerte mientras ladraba un cáliz con fervorosa unción. Y, como rica esencia de las vidas paganas, en mis ánforas griegas y cráteras romanas exprimir, gota a gota, mi propio corazón.
es
Jaimes_Freyre,Ricardo
<XXI
Rosa_Ideal
Eres la rosa ideal que fue la princesa-rosa, en la querella amorosa de un menestral provenzal. Si tú sus trovas quisieras, llegarían, como un ruego, los serventesios de fuego en armoniosas hogueras. Darías al vencedor los simbólicos trofeos, en los galantes torneos de la ciencia del amor. Incensado por el aura de la dulce poesía en tus manos dejaría su cetro Clemencia Isaura. Serías el lirio humano que halló un rey bajo su tienda, en la brumosa leyenda de un minnesinger riniano. En ti vería el guerrero perlas y rocío, como en el tesoro del gnomo que descubrió un hechicero. Tendrías un camarín por las hadas adornado, en un palacio encantado de las márgenes del Rhin. Y en las noches de las citas, bajo el rayo de la luna, envidiaran tu fortuna Loreleys y Margaritas. Mientras pensativo y triste, junto a la cruz de un sendero, estrechara un caballero la banda azul que le diste, en tu ventana ojival dulcemente reclinada, oirías la balada del ardido Parsifal. Y de un juglar, que ha traído su arpa cubierta de flores, la historia de los amores, de Crimilda y de Sigfrido. En tu blanco camarín por las hadas adornado, resonaría el sagrado cántico de Lohengrín... Ya mi pálida quimera se ha enredado, como una ave en la onda, crespa y suave, de tu blonda cabellera.
es
Lumbela,Amado
XXI
Veo_Naves_Hermosas_Hendiendo_Por_Mis_Mares
Veo naves hermosas hendiendo por mis mares de cristalinas aguas que el fondo me revelan y a luminosas huestes que en buen rumbo las llevan. Veo la estirpe humana crecer en sus riberas, adormecidos unos y otros que tienden velas entre oleajes suaves y amagos de tormenta. En cada paso paz, en cada campo flor, en cada hombre un sueño, en cada ser un don, cada brizna de tierra es armonía plena. Yo vivo estas visiones sin pócimas ni hierbas, quiere mi ente ser la libertad que alberga, mas solo soy barquilla que a puerto fiel navega.
es
Larrosa_Hornos,Isabel
XXI
Otro_Año_Ha_Pasado
Otro año ha pasado, otro año que no ha logrado borrar tu imagen, madre mía... Cuánto dolor siente mi pecho y cuánta angustia hay en mi alma hoy, siento madre, que te necesito... Cuántas cosas hubiera querido decirte cuántas veces quise abrazarte y mimarte... cuántas, pero cuántas veces quise besarte y no lo hice ¡Oh madre mía! Cuántas veces yo te veía fuerte cariñosa y dulce. Tú eras como el cielo azul que me cobijaba, el sol que me iluminaba y me daba vida. Madre tú estás en mí Con tu rostro dulce, y con tu mirada cariñosa y buena. Hoy que no te tengo... te imagino madre allá en el cielo rodeada de ángeles y que las estrellas con brillo infinito forman una corona para poner sobre tu frente todo el brillo que tú en vida a mi alma diste—
es
Pizarnik,Alejandra
<XXI
La_Que_Murió_De_Su_Vestido_Azul_Está_Cantando
La que murió de su vestido azul está cantando. Canta imbuida de muerte al sol de su ebriedad. Adentro de su canción hay un vestido azul, hay un caballo blanco, hay un corazón verde tatuado con los ecos de los latidos de su corazón muerto. Expuesta a todas las perdiciones, ella canta junto a una niña extraviada que es ella: su amuleto de la buena suerte. Y a pesar de la niebla verde en los labios y del frío gris en los ojos, su voz corroe la distancia que se abre entre la sed y la mano que busca el vaso. Ella canta.
es
Díaz_Mirón,Salvador
<XXI
Basta_De_Timidez._La_Gloria_Esquiva_
Basta de timidez. La gloria esquiva Al que por miedo elude la pelea Y con suspiros lánguidos rastrea, Acogido a la sombra de la oliva. Sólo una tempestad brusca y altiva Encumbra la pasión y la marea, ¡Y en empinados vórtices pasea El abismo de abajo en el de arriba! ¡Oh rebelde¡ ¡Conquista la presea; goza de la hermosura inebriativa y horror a los demás tu dicha sea! Arrostra por la gracia la diatriba, ¡Y en empinados vórtices pasea El abismo de abajo en el de arriba!
es
Arciniegas,Ismael_Enrique
<XXI
Antonio_Y_Cleopatra
Ambos, en la terraza, miraban bajo urente Y sofocante cielo, el Egipto dormido, Y atravesando el Delta, el Nilo en dos partido Que a Sais y a Bubaste desliza su corriente. Y el Romano sentía, bajo el peto luciente, Ya cautivo soldado, en un sueño abstraído, Sobre él plegarse, y luego caer desfallecido El cuerpo que a su seno juntaba abrazo ardiente. Entre el bruno cabello, su rostro fatigado Volvió a él, de invencibles perfumes embriagado, Y le tendió los labios y los ojos serenos; Y reclinado en ella, Antonio, a quien subyuga El amor, en sus ojos de puntos de oro llenos, Vio todo un mar inmenso con galeras en fuga.
es
Otero,Blas_de
<XXI
[Cuerpo_De_Mujer;_Río_De_Oro]
Cuerpo de la mujer, río de oro donde, hundidos los brazos, recibimos un relámpago azul, unos racimos de luz rasgada en un frondor de oro. Cuerpo de la mujer o mar de oro donde, amando las manos, no sabemos, si los senos son olas, si son remos los brazos, si son alas solas de oro... Cuerpo de la mujer, fuente de llanto donde, después de tanta luz, de tanto tacto sutil, de Tántalo es la pena. Suena la soledad de Dios. Sentimos la soledad de dos. Y una cadena que no suena, ancla en Dios almas y limos. Cuerpo de la mujer o mar de oro donde, amando las manos, no sabemos, si los senos son olas, si son remos los brazos, si son alas solas de oro... Cuerpo de la mujer, fuente de llanto donde, después de tanta luz, de tanto tacto sutil, de Tántalo es la pena. Suena la soledad de Dios. Sentimos la soledad de dos. Y una cadena que no suena, ancla en Dios almas y limos. Cuerpo de la mujer, fuente de llanto donde, después de tanta luz, de tanto tacto sutil, de Tántalo es la pena. Suena la soledad de Dios. Sentimos la soledad de dos. Y una cadena que no suena, ancla en Dios almas y limos. Suena la soledad de Dios. Sentimos la soledad de dos. Y una cadena que no suena, ancla en Dios almas y limos.
es
Iriarte,Tomás_de
<XXI
El_Retrato_De_Golilla
De frase extranjera el mal pegadizo, hoy a nuestro idioma gravemente aqueja, pero habrá quien piense que no habla castizo, si por lo anticuado, lo usado no deja. Voy a entretenelle con una conseja, y porque le traiga más contentamiento, en su mesmo estilo referillo intento mezclando dos hablas, la nueva y la vieja. No sin hartos celos, un pintor de hogaño vía como agora gran loa y valía alcanzan algunos retratos de antaño; y el no remedallos a mengua tenía: por ende, queriendo retratar un día a cierto rico home, señor de gran cuenta, juzgó que lo antiguo de la vestimenta estima de rancio al cuadro daría. Segundo Velázquez creyó ser con esto: y ansí que del rostro toda la semblanza hubo trasladado, golilla le ha puesto, y otros atavíos a la antigua usanza. La tabla a su dueño lleva sin tardanza, el cual, espantado, fincó des que vido con añejas galas su cuerpo vestido; magüer que le plugo la faz abastanza. Empero una traza le vino a las mientes con que al retratante dar su galardón. Guardaba, heredadas de sus ascendientes, antiguas monedas en un viejo arcón. Del Quinto Fernando muchas de ellas son, allende de algunas de Carlos Primero, de entrambos Filipos, Segundo y Tercero; y henchido de todas le endonó un bolsón. «Con estas monedas, o siquier medallas, —el pintor le dice—, si voy al mercado, tornaré a mi casa con muy buen recado». —«¡Pardiez!» —dijo el otro—: «¿no me habéis pintado en traje que un tiempo fue muy señoril, y agora le viste sólo un alguacil? Cual me retratasteis, tal os he pagado». «Llevaos la tabla; y el mi corbatín, »pintadme al proviso, en vez de golilla; cambiadme esa espada en el mi espadín; y en la mi casaca trocad la ropilla; ca non habrá naide en toda la villa que al verme en tal guisa conozca mi gesto; »vuestra paga entonces contaros he presto en buena moneda corriente en Castilla». Ora, pues, si a risa provoca la idea que tuvo aquel sandio moderno pintor, ¿no hemos de reírnos siempre que chochea con ancianas frases un novel autor? Lo que es afectado, juzga que es primor; habla puro a costa de la claridad, y no halla voz baja para nuestra edad, si fue noble en tiempo del Cid Campeador. Si es vicioso el uso de voces extranjeras modernamente introducidas, también lo es, por el contrario, el de las anticuadas.
es
Ibarbourou,Juana_de
<XXI
Soy_Campana_Rota
Soy campana rota, Nardo sin olor.. Fuente que ha perdido Su vivo rumor. Sólo espinas largas iVtis rosales dan. Soy de un trigo negro Que hace amargo el pan. ¿Para qué me quieres Si no tengo aromas? ¿Para qué me quieres Si sequé mis pomas? El estambre de oro Que mi vida dió, En un polvo oscuro Ya se diluyó. Anda, di a la Muerte Que aguardando estoy. Anda, di a la Muerte Que de bronce soy. Que ya mis pupilas No saben llorar, Y que labios míos No pueden besar. Anda, que el rey Midas Pasó por aquí, Y en estatua de oro Transformada fui. Vete, no murmures Más esa palabra Que en mi encanto puede Ser de abracadabra. No me digas nada, No lamentes más. Si la estatua siente Te arrepentirás.
es
Machado,Manuel
<XXI
No_Sé_Odiar,_Ni_Amar_Tampoco
No sé odiar, ni amar tampoco. Y en mi vida inconsecuente, amo, a veces, como un loco u odio de un modo insolente. Pero siempre dura poco lo que quiero y lo que no... ¡Qué sé yo! Ni me importa... Alegre es la vida. Y corta, pasajera. Y es absurdo, y es antipático y zurdo complicarla con un ansia de verdad duradera y expectante. ¿Luego?... ¡Ya! La verdad será cualquiera. Lo precioso es el instante que se va.
es
Pizarnik,Alejandra
<XXI
Ahora
ahora en esta hora inocente yo y la que fui nos sentamos en el umbral de mi mirada
es
Nazario,Amadeo
XXI
Ese_Gran_Descubridor
Ese gran descubridor, Que hace varias lunas vino, Y hasta estas playas de amor Trajo su lejano vino. Joyas prendas y calor Compró el ingenuo cariño De mi pueblo cimarrón, Que nunca vio su destino. Mas, no culpo a Colón, Pero sí a los citadinos Que salieron de peón Y cumplieron con su sino. Ay! Taino cimarrón Si yo te lo hubiera dicho La opresión del Español Mató tu fiero destino. Joyas prendas y calor Compró el ingenuo cariño De mi pueblo cimarrón, Que nunca vio su destino. Mas, no culpo a Colón, Pero sí a los citadinos Que salieron de peón Y cumplieron con su sino. Ay! Taino cimarrón Si yo te lo hubiera dicho La opresión del Español Mató tu fiero destino. Mas, no culpo a Colón, Pero sí a los citadinos Que salieron de peón Y cumplieron con su sino. Ay! Taino cimarrón Si yo te lo hubiera dicho La opresión del Español Mató tu fiero destino. Ay! Taino cimarrón Si yo te lo hubiera dicho La opresión del Español Mató tu fiero destino.
es
García_Cabrera,Pedro
<XXI
Segundo_Sueño._Aparición_Del_Objeto_Amoroso
Con el oído en tierra de mi cuerpo —de bruces en la artesa de mí mismo, a oscuras la espiral de mis relojes y en un cepo de inercias— me escucho galopar en tu distancia. En las hojitas verdes del sonido, en estos cielos ávidos que bajan a beber en un cuenco de grisúes los ecos de un letargo de horizontes, en esta fuerza alada que se basta a derribar zodiacos y titanes, en los vivos heraldos del silencio, tu primavera acústica se acerca. Y llega por planicies interiores, por delgados senderos verticales, de puntillas pisando alas heridas, en volandas de vidrios transparentes. Te esperaba en las verjas del insomnio y es en la arena de mis playas hondas donde la caracola de tus nardos, apaisada de nácares dormidos, despierta en los delfines de mis venas, reposa en un latir de porcelanas. Ella eres tú, manando el soliloquio de las aguas en vilo de los mares y los anales diáfanos del viento. De sus fríos cerámicos de concha sube el frufrú de una amistad de seda en un rumor de sangre transparente. Esa eres tú, volumen de mi sueño y espacio de mis tardes pensativas. Oh estrellita de circo, te has caído desde el alto columpio de mi frente. No me digas que no. Se te conoce en esa punta izquierda que te dobla la babucha oriental de la aventura. No me sigas negando. Te prometo que no te borraré de mis penumbras ni ha de rondar tu alcázar de muñecas un viviente cerrojo de dragones. Dime que sí, que fuiste bosquejada al nivel del costado de la ausencia por un redondo volapié de armiños. Te dejaré jugar contigo misma en los cabellos sueltos de las fuentes. Y tendrás carne blanca como un río. Y en tus nítidos fondos los reflejos te moverán la voz del pensamiento con lengua de cristal. Alargaré tu nombre de llanura hasta el pie del anillo de mis sienes. Y tenderé mi voz en tus mesetas cuando las soledades me desborden. Ellas serán espejos donde puedas extraer la raíz de mis glaciares elevando tus manos a mis sienes. Y tendrás altitud de cordillera y vibración de selva en tu espesura. Así te iba sacando poco a poco del costado de agua de mi sueño. Pájara pinta, pícale los labios. Verde limón, madúrate en sus senos. Isla de mayo, súbete a sus hombros. Fuego apacible, córrele las venas. Alta caricia, vuélame en su frente. Trigo, reclámala. Tórtola, arrúllala. Y cuando por mis venas tropezaba, tanteando vitrales y paredes, a gatas por estrechos pasadizos y a cuestas la espiral de mis relojes, buscando una salida en las tinieblas, me descubrí de globo derribado en el amanecer de una sonrisa.
es
Fuertes,Gloria
<XXI
En_Defensa_Del_Taco
El taco. Nada de que es pobreza de lenguaje es todo lo contrario riqueza y libertad de nuestro idioma. ¡Coño con los señores académicos que no sueltan uno! (así les va en la vida). El taco evita bofetadas bronquitis y altercados, es ético, gracioso y sano «canto por no llorar». Yo taqueo por no matar.
es
Cardenal,Ernesto
<XXI
¿Has_Oído
¿Has oído gritar de noche al oso-caballo oo-oo-oo-oo o al coyote solo en la noche de luna uuuuuuuuuuuuuú? pues eso mismo son estos versos.
es
Fuertes,Gloria
<XXI
El_Amor_Te_Convierte_En_Rosal
El amor te convierte en rosal y en el pecho te nace esa espina robusta como un clavo donde el demonio cuelga su uniforme. Al tocar lo que amas te quemas en los dedos, y sigues sigues hasta abrasarte todo; después, ya en pie de nuevo, tu cuerpo es otra cosa, ...es la estatua de un héroe muerto en algo, al que no se le ven las cicatrices.
es
Walsh,María_Elena
<XXI
Una_Nena
Había una nenita en Tacuarí que solamente hablaba con la i. ¡Qué papelón, un día, delante de su tía, en lugar de «papá», dijo «pipí»!
es
Cisneros_Flores,Marcela
XXI
¿Cómo_Amas?_¿Qué_Es_El_Amor?
¿Cómo amas? ¿qué es el amor? Amor, es tomar tu mano en la mía, ¡Y estoy tomando la mano de Dios en la mía! Es tener claro y puro el corazón, ¡Es tener el alma y la sonrisa de un niño! ¡Es sentir que puedes volar al paraíso! ¡Amar, es bañarnos con la luz de las estrellas! ¡Amar, es mirar la luna de cabeza! ¡Amar, es poder tocar el sol y no quemarse! Amor, amar es no buscarte, solo encontrarnos, soñar juntos, ¡sin ser dos! ¡sentirme fuerte en mi debilidad, porque tú eres mi fuerza!...
es
Darío,Rubén
<XXI
¿Que_No_Hay_Alma?_¡Insensatos!
¿Que no hay alma? ¡Insensatos! Yo la he visto: es de luz... (Se asoma a tus pupilas cuando me miras tú.) ¿Que no hay cielo? ¡Mentira! ¿Queréis verle? Aquí está. (Muestra, niña gentil, ese rostro sin par, y que de oro lo bañe el sol primaveral.) ¿Que no hay Dios? ¡Qué blasfemia! Yo he contemplado a Dios... (En aquel casto y puro primer beso de amor, cuando de nuestras almas las nupcias consagró.) ¿Que no hay infierno? Sí, hay... (Cállate, corazón, que esto bien por desgracia, lo sabemos tú y yo.) ¿Que no hay cielo? ¡Mentira! ¿Queréis verle? Aquí está. (Muestra, niña gentil, ese rostro sin par, y que de oro lo bañe el sol primaveral.) ¿Que no hay Dios? ¡Qué blasfemia! Yo he contemplado a Dios... (En aquel casto y puro primer beso de amor, cuando de nuestras almas las nupcias consagró.) ¿Que no hay infierno? Sí, hay... (Cállate, corazón, que esto bien por desgracia, lo sabemos tú y yo.) ¿Que no hay Dios? ¡Qué blasfemia! Yo he contemplado a Dios... (En aquel casto y puro primer beso de amor, cuando de nuestras almas las nupcias consagró.) ¿Que no hay infierno? Sí, hay... (Cállate, corazón, que esto bien por desgracia, lo sabemos tú y yo.) ¿Que no hay infierno? Sí, hay... (Cállate, corazón, que esto bien por desgracia, lo sabemos tú y yo.)
es
Panero,Juan_Luis
<XXI
Recuerdo_En_Fin_De_Año_Para_Joan_Vinyoli
Querido Vinyoli, en esta tarde de violenta tramontana, oscuro azul de mar, miro las Islas Medas, remolinos de gaviotas, alada espuma sobre la espuma blanca, y me llega, imagen persistente, su recuerdo, en el día final del año de su muerte. Golpe y crujido de árboles y viento, terca madera, ramas furiosas, frío que corta tras el cristal cerrado y la pesada sombra de la noche que viene. De pronto, salvado, un último rayo de sol ilumina, entre nubes, rocas salvajes, levantadas olas, gaviotas en su vuelo, luz venciendo a la noche en un dorado fugitivo. A sus palabras, a las que oí y a las que leo, a su recuerdo, asocio esta imagen sin tiempo de la vida.
es
Arciniegas,Ismael_Enrique
<XXI
¡María_Lugarda_Ospina!
¡María Lugarda Ospina! «Marichuela! Marichuela!» Tu vida jacarandosa Y tu sonrisa, que abierta Flor parecía, si fueron En Santa Fe soñolienta De los devotos escándalo Y hasta motivo de prédicas En los pulpitos, deleite Fueron también como néctar De un Virrey cuyo fastidio Consuelo halló en tu belleza. Encerrada en un convento, De novicia, y en espera Del día en que le cortaran Las ensortijadas trenzas, Y viéndose ya de novia De Cristo, tendida en tierra Y en las sienes azahares, En la quietud de su celda, Junto a su lecho, pasaba De su rosario las cuentas Cuando venía la noche Con su silencio y tristeza. —«Seré del Señor la esposa», Murmuraba; y su alma llena De esperanzas celestiales, E inclinada la cabeza, Ascendía entre visiones, Tan blancas cual su inocencia. Pero antes de ir al convento, Por imposición paterna, Muchas veces recordaba Que vio por la vez primera, En la Catedral, un día, Al Virrey Solís, de tierna Mirada, pálido el rostro, Y de atractiva presencia, Joven, vestido de blanco, Y con profundas ojeras, Como de quien reza mucho, O de aquel que mucho peca. Su sangre, quieta hasta entonces, Ardiente sintió en las venas, Y que el corazón un vuelco Le dio de pronto con fuerza, Y del Virrey no apartaba Las ondas pupilas negras, Y de rezar olvidose Por mirarlo con fijeza. Lo vio salir bajo palio; Tras él salía la Audiencia Y un sacerdote tres veces El incensario en la puerta Batió ante él. Sólo su imagen Quedó ante los ojos de ella. (María Lugarda Ospina! «Marichuela, Marichuela» Así como bella fuiste, Qué dulce tu nombre suena!) Las cuentas sigue pasando En la quietud de su celda. «Qué hermoso el Virrey! Qué hermoso! Así soñadora piensa». «Mas, dice, quizá es pecado Ese recuerdo que llega».
es
Brines,Francisco
<XXI
El_Visitante_Me_Abrazó,_De_Nuevo
El visitante me abrazó, de nuevo. Era la juventud que regresaba, y se sentó conmigo. Un cansancio venía de su boca, sus cabellos traíanpolvo del camino, débil luz en los ojos. Se contaba a sí mismo las tristes cosas de su vida, casi se repetía en él mi pobre vida. Arropado en las sombras lo miraba. La tarde abandonó la sala quieta cuando partió. Me dijo que fue grato vivir con él (la juventud ya lejos), que era una fiesta de alegría. Solo volví a quedar cuando dejó la casa. Veía el sillón la luna, y en la sala se ven brillar los astros. Es un hombre cansado de esperar, que tiene viejo su torpe corazón, y que a los ojos no le suben las lágrimas que siente.
es
Hahn,Óscar
<XXI
Toma_Este_Matamoscas_Y_Extermina_A_Los_Ángeles
Toma este matamoscas y extermina a los ángeles, después con grandes uñas arráncales las alas. Ya veo sus muñones, ya los veo arrastrarse: desesperadamente tratan de alzar el vuelo. Toma este insecticida. Oigo sus toses blancas prenderse y apagarse. Una puesta de sol o una puesta de ángeles es lo mismo sin duda porque la noche ahora levanta su joroba y ellos se van hundiendo lentamente en el suelo. Levanta el pie despacio. Así mismo. Tritúralos. Que les saquen las plumas con agua hirviendo y pongan esos cuerpos desnudos en las fiambrerías. Ahora me van pasando sudarios de juguete y ataúdes con cuerda. Ahora me van pasando las cruces más pequeñas, para que se entretengan los infantes difuntos. Pásame el insectario, los alfileres negros. Toma este matamoscas y extermina a los ángeles.
es
Pombo,Rafael
<XXI
Estudiando_La_Cubana
Estudiando la cubana De qué manera no hacer Ejercicio (por creer Que esto es costumbre villana, Cuando la máquina humana Pierde sin él su eficiencia). Tuvo la óptima ocurrencia De la volanta, en la cual Se arrellana muy formal Y hace arrastrar su indolencia. Máquina sin ejercicio Se oxida y gasta y altera; Mas la elegante habanera Lo ha declarado un suplicio; Y apelando al artificio Para hacer que anda y no andar. Puso al hamaca espaldar, De coche o quitrín la injerta, Sale allí a dormir despierta, Y eso llama pasear. pasear.
es
Hahn,Óscar
<XXI
Esperando_El_Ascensor
Cuando entro en tu boca la punta de mi lengua en tu lengua mi mano izquierda en tu seno derecho tú vas retrocediendo poco a poco y yo te empujo contra la puerta del ascensor que se abre de golpe y caemos al abismo uno encima del otro del sexto al quinto al cuarto al tercer piso hasta rebotar en el sótano y salir disparados hacia arriba porque todo final encuentra sus alas cuando entro en tu boca
es
Caro,Miguel_Antonio
<XXI
Solo_Y_A_Paso_Lento_Y_Pensativo
Solo y a paso lento y pensativo Cruzando voy campiñas apartadas, Y si de hombre presumo ver pisadas Aléjome azorado y fugitivo. Amo la soledad: en ella esquivo Del indiscreto vulgo las miradas, Que pudiera en mis ojos reflejadas Las llamas ver en que abrasado vivo. Confidentes serán de mis pesares Agrio monte, honda selva, mustia playa, Y no me turbará mortaltestigo. Mas no hallo tan selváticos lugares Ni senda tan oculta, que no vaya Yo con Amor hablando y él conmigo.
es
Arciniegas,Ismael_Enrique
<XXI
Elegía
Bajo un Cristo de mármol, que sombrea una palma, Descansa para siempre la amada de mi alma. Bajo un Cristo que se alza con los brazos abiertos, La amada de mi alma descansa entre los muertos. Era un lirio en figura de mujer. Era un lirio Que la vida apagaba como llama de un cirio. Abstraída en sus sueños, a todo indiferente, Vivía vida interna, vivía mentalmente, Porque fue la incansable, la errabunda viajera Del azul y lejano país de la Quimera, Donde abrirse veía, bajo un cielo risueño, Los lirios no tocados, las rosas del Ensueño. Del tropel de los hombres esquivó la alegría, Flor pálida, flor triste, flor de Melancolía. Desligada de cuanto seduce y enamora, No pidió a las tinieblas de la noche, la aurora, Porque en su mente ardía siempre una clara estrella, Y su mundo de sueños iba siempre con ella. Ya, bajo extraños cielos, en edades remotas, Desde alcázar sombrío, junto al mar, las gaviotas Volar miraba, mientras entre las grises brumas Llegaban a la playa deshechas las espumas; Y a la senda lejana, que alumbraban los rojos Rayos del sol poniente, dirigía los ojos En vano. Y no llegaba su señor, el guerrero, El del caballo árabe, el del cortante acero, El del penacho blanco. Ya era Beatriz o Laura; Ya en los Juegos Florales era Clemencia Isaura, Y, Reina de la fiesta, bajo luces y flores, Los cánticos oía de errantes trovadores, Que en el feudal castillo loaban su pureza, Y al son de bandolines cantaban su belleza. De negro terciopelo vestida, y larga cola, De perlas adornada, y al cuello blanca gola, Por verdes alamedas con el amado iba En noches estrelladas y diáfanas. Furtiva, La luna, los miraba tras el ramaje espeso, En tanto que vibraba la música de un beso. Ya alzábanse en su mente fantásticas las calles, Llenas de luz y cantos, de un ideal Versalles, Y de acordadas músicas al dulce y vago son, De damas y galanes poblábase el Trianón, Y sobre altos tacones descansando su pie Era allí por su garbo la reina del minué... Porque fne la incansable, la errabunda viajera, Del azul y lejano país de la Quimera. Amó el silencio. Vida de quietud fue su vida; De un ideal Ensueño la casta prometida, Buscó el silencio siempre, buscó el recogimiento, Y así nutrió en la calma de luz su pensamiento. Amó los versos tristes, los que cantan dolores Recónditos y mudos, y hablan de secas flores Que marcan una página; de soles extinguidos Que alumbraron la dicha de dos almas; de nidos Donde cayó la nieve; de los blancos pañuelos Que en la playa se agitan diciendo Adiós; de anhelos Imposibles; de plantas que punzan los abrojos... ¡De nombres que son lágrimas eternas en los ojos! En su alma cantaba la armonía. El piano, Amado confidente, fue dócil a su mano, Y evocaban sus notas las leyendas del Rhin; La barca con el cisne del rubio Lohengrin; La luna sobre campos cubiertos por la nieve; La luna sobre lagos y sobre el mar; el leve Rumor del aura; el beso de un labio en la agonía: Las flores del sepulcro; la cama dura y fría De tierra donde duerme lo que en la vida amamos; La trenza de cabellos que en lágrimas bañamos; Por el ser que agoniza la postrimer plegaria, Y el grito en las tinieblas del alma solitaria. A mi memoria vuelve, como en felices días, A evocar del pasado recuerdos y alegrías; La muerte, de sus sombras calladas, la devuelve Intacta ante mis ojos, y torno a verla... Y vuelve De traje gris vestida, su color preferido; Un ramo de violetas sobre el pecho prendido (Las flores que ella amaba); la cabellera oscura Y crespa, en dos partida; delgada la cintura; Esbelta; el busto breve como de estatua griega; Pálida como lago tranquilo donde riega Su luz la luna en noche de invierno; las pupilas Negras, con puntos de oro, y en torno azules lilas; La voz nerviosa y rápida; larga y fina la mano; La boca, dos botones de rosa en el verano, Y como perla de agua que al claro sol se irisa, Como radiante estrella, su púdica sonrisa. Así fue, y así vive. Vive así, casta y pura, En mi memoria, espejo do esplende su hermosura De nostálgica virgen, con nostalgia del cielo, Con nostalgia de mundos que conoció su anhelo, Con nostalgia de edades remotas. Es la estrella Que surge de las sombras, más diáfana y más bella. Como tronchado lirio la vi sobre su lecho, Como una flor de nieve: las manos sobre el pecho Y un crucifijo en ellas; el cuerpo frío, inerte; En sus mejillas pálidas las huellas de la muerte: Entornados los párpados; la nariz afilada, Y mustia ya la boca como una rosa ajada. Entonces, junto a ella, mudo caí de hinojos, Postrada el alma, y llenos de lágrimas los ojos, Y como ofrenda última de un casto y triste amor, Cubrí de blancas flores aquella muerta flor. ¿Amó? ¿Cruzó su éxtasis una imagen querida? ¿De un ideal Ensueño fue solo prometida? Cuando en las tardes grises, sentada en su ventana, Hundía las pupilas en la extensión lejana, ¿El que la amó en silencio, y ambicionó la gloria Por ella solamente, pasó por su memoria? En las noches sin sueño, cuando callaba todo En su alcoba de virgen, y, en la almohada el codo, A la luz de una lámpara, dejaba el pensamiento Libre vagar cual ave que va a mercad del viento, ¿No evocó su memoria los tristes corazones Que vieron en silencio morir sus ilusiones, Que nunca su ternura quisieron compartida, Y sin amor pasaron callados por la vida?... De níveos azahares la cabellera ornada, De blanco, y con el velo de casta desposada, ¿Vio su noche de bodas, y vio el hogar tranquilo, La alcoba en la penumbra, de un puro amor asilo, Y con el alma inquieta, y el corazón opreso, Sintió sobre sus labios el anhelado beso? ¿Amó? ¿Cruzó sus sueños una imagen querida? Dormid, dormid con ella, secretos de su vida, En tanto que en silencio, y en noche sin aurora, Un alma, sola y triste, sobre su tumba llora! ella Adiós ella
es
Bolaño,Roberto
<XXI
No_Esperes_Nada_Del_Combate
No esperes nada del combate. El combate busca la sangre. Y se justifica con la sangre. Detrás de las piernas de la reina Dulcemente abiertas a la verga Del rey, se mueven las cabañas Quemadas, los cuerpos sin cabeza, La noble mirada hechizada por la muerte.
es
Bolaño,Roberto
<XXI
¿Te_Acuerdas_Del_Triunfo_De_Alejandro_Magno,_De_Gustave_Moreau?
¿Te acuerdas del Triunfo de Alejandro Magno, de Gustave Moreau? La belleza y el terror, el instante de cristal en que se corta la respiración. Pero tu no te detuviste bajo esa cúpula en penumbras, bajo esa cúpula iluminada por los feroces rayos de armonía. Ni se te cortó la respiración. Caminaste como un mono infatigable entre los dioses pues sabías —o tal vez no— que el Triunfo desplegaba sus armas bajo la caverna de Platón: imágenes, sombras sin sustancia, soberanía del vacío. Tú querías alcanzar el árbol y el pájaro, los restos de una pobre fiesta al aire libre, la tierra yerma regada con sangre, el escenario del crimen donde pacen las estatuas de los fotógrafos y de los policías, y la pugnaz vida a la intemperie. ¡Ah, la pugnaz vida a la intemperie!
es
Hernández,Miguel
<XXI
Elegía_Primera
Atraviesa la muerte con herrumbrosas lanzas, y en traje de cañón, las parameras donde cultiva el hombre raíces y esperanzas, y llueve sal, y esparce calaveras. Verdura de las eras, ¿qué tiempo prevalece la alegría? El sol pudre la sangre, la cubre de asechanzas y hace brotar la sombra más sombría. El dolor y su manto vienen una vez más a nuestro encuentro. Y una vez más al callejón del llanto lluviosamente entro. Siempre me veo dentro de esta sombra de acíbar revocada, amasado con ojos y bordones, que un candil de agonía tiene puesto a la entrada y un rabioso collar de corazones. Llorar dentro de un pozo, en la misma raíz desconsolada del agua, del sollozo, del corazón quisiera: donde nadie me viera la voz ni la mirada, ni restos de mis lágrimas me viera. Entro despacio, se me cae la frente despacio, el corazón se me desgarra despacio, y despaciosa y negramente vuelvo a llorar al pie de una guitarra. Entre todos los muertos de elegía, sin olvidar el eco de ninguno, por haber resonado más en el alma mía, la mano de mi llanto escoge uno. Federico García hasta ayer se llamó: polvo se llama. Ayer tuvo un espacio bajo el día que hoy el hoyo le da bajo la grama. ¡Tanto fue! ¡Tanto fuiste y ya no eres! Tu agitada alegría, que agitaba columnas y alfileres, de tus dientes arrancas y sacudes, y ya te pones triste, y sólo quieres ya el paraíso de los ataúdes. Vestido de esqueleto, durmiéndote de plomo, de indiferencia armado y de respeto, te veo entre tus cejas si me asomo. Se ha llevado tu vida de palomo, que ceñía de espuma y de arrullos el cielo y las ventanas, como un raudal de pluma el viento que se lleva las semanas. Primo de las manzanas, no podrá con tu savia la carcoma, no podrá con tu muerte la lengua del gusano, y para dar salud fiera a su poma elegirá tus huesos el manzano. Cegado el manantial de tu saliva, hijo de la paloma, nieto del ruiseñor y de la oliva: serás, mientras la tierra vaya y vuelva, esposo siempre de la siempreviva, estiércol padre de la madreselva. ¡Qué sencilla es la muerte: qué sencilla, pero qué injustamente arrebatada! No sabe andar despacio, y acuchilla cuando menos se espera su turbia cuchillada. Tú, el más firme edificio, destruido, tú, el gavilán más alto, desplomado, tú, el más grande rugido, callado, y más callado, y más callado. Caiga tu alegre sangre de granado, como un derrumbamiento de martillos feroces, sobre quien te detuvo mortalmente. Salivazos y hoces caigan sobre la mancha de su frente. Muere un poeta y la creación se siente herida y moribunda en las entrañas. Un cósmico temblor de escalofríos mueve temiblemente las montañas, un resplandor de muerte la matriz de los ríos. Oigo pueblos de ayes y valles de lamentos, veo un bosque de ojos nunca enjutos, avenidas de lágrimas y mantos: y en torbellino de hojas y de vientos, lutos tras otros lutos y otros lutos, llantos tras otros llantos y otros llantos. No aventarán, no arrastrarán tus huesos, volcán de arrope, trueno de panales, poeta entretejido, dulce, amargo, que al calor de los besos sentiste, entre dos largas hileras de puñales, largo amor, muerte larga, fuego largo. Por hacer a tu muerte compañía, vienen poblando todos los rincones del cielo y de la tierra bandadas de armonía, relámpagos de azules vibraciones. Crótalos granizados a montones, batallones de flautas, panderos y gitanos, ráfagas de abejorros y violines, tormentas de guitarras y pianos, irrupciones de trompas y clarines. Pero el silencio puede más que tanto instrumento. Silencioso, desierto, polvoriento en la muerte desierta, parece que tu lengua, que tu aliento, los ha cerrado el golpe de una puerta. Como si paseara con tu sombra, paseo con la mía por una tierra que el silencio alfombra, que el ciprés apetece más sombría. Rodea mi garganta tu agonía como un hierro de horca y pruebo una bebida funeraria. Tú sabes, Federico García Lorca, que soy de los que gozan una muerte diaria. Verdura de las eras, ¿qué tiempo prevalece la alegría? El sol pudre la sangre, la cubre de asechanzas y hace brotar la sombra más sombría. El dolor y su manto vienen una vez más a nuestro encuentro. Y una vez más al callejón del llanto lluviosamente entro. Siempre me veo dentro de esta sombra de acíbar revocada, amasado con ojos y bordones, que un candil de agonía tiene puesto a la entrada y un rabioso collar de corazones. Llorar dentro de un pozo, en la misma raíz desconsolada del agua, del sollozo, del corazón quisiera: donde nadie me viera la voz ni la mirada, ni restos de mis lágrimas me viera. Entro despacio, se me cae la frente despacio, el corazón se me desgarra despacio, y despaciosa y negramente vuelvo a llorar al pie de una guitarra. Entre todos los muertos de elegía, sin olvidar el eco de ninguno, por haber resonado más en el alma mía, la mano de mi llanto escoge uno. Federico García hasta ayer se llamó: polvo se llama. Ayer tuvo un espacio bajo el día que hoy el hoyo le da bajo la grama. ¡Tanto fue! ¡Tanto fuiste y ya no eres! Tu agitada alegría, que agitaba columnas y alfileres, de tus dientes arrancas y sacudes, y ya te pones triste, y sólo quieres ya el paraíso de los ataúdes. Vestido de esqueleto, durmiéndote de plomo, de indiferencia armado y de respeto, te veo entre tus cejas si me asomo. Se ha llevado tu vida de palomo, que ceñía de espuma y de arrullos el cielo y las ventanas, como un raudal de pluma el viento que se lleva las semanas. Primo de las manzanas, no podrá con tu savia la carcoma, no podrá con tu muerte la lengua del gusano, y para dar salud fiera a su poma elegirá tus huesos el manzano. Cegado el manantial de tu saliva, hijo de la paloma, nieto del ruiseñor y de la oliva: serás, mientras la tierra vaya y vuelva, esposo siempre de la siempreviva, estiércol padre de la madreselva. ¡Qué sencilla es la muerte: qué sencilla, pero qué injustamente arrebatada! No sabe andar despacio, y acuchilla cuando menos se espera su turbia cuchillada. Tú, el más firme edificio, destruido, tú, el gavilán más alto, desplomado, tú, el más grande rugido, callado, y más callado, y más callado. Caiga tu alegre sangre de granado, como un derrumbamiento de martillos feroces, sobre quien te detuvo mortalmente. Salivazos y hoces caigan sobre la mancha de su frente. Muere un poeta y la creación se siente herida y moribunda en las entrañas. Un cósmico temblor de escalofríos mueve temiblemente las montañas, un resplandor de muerte la matriz de los ríos. Oigo pueblos de ayes y valles de lamentos, veo un bosque de ojos nunca enjutos, avenidas de lágrimas y mantos: y en torbellino de hojas y de vientos, lutos tras otros lutos y otros lutos, llantos tras otros llantos y otros llantos. No aventarán, no arrastrarán tus huesos, volcán de arrope, trueno de panales, poeta entretejido, dulce, amargo, que al calor de los besos sentiste, entre dos largas hileras de puñales, largo amor, muerte larga, fuego largo. Por hacer a tu muerte compañía, vienen poblando todos los rincones del cielo y de la tierra bandadas de armonía, relámpagos de azules vibraciones. Crótalos granizados a montones, batallones de flautas, panderos y gitanos, ráfagas de abejorros y violines, tormentas de guitarras y pianos, irrupciones de trompas y clarines. Pero el silencio puede más que tanto instrumento. Silencioso, desierto, polvoriento en la muerte desierta, parece que tu lengua, que tu aliento, los ha cerrado el golpe de una puerta. Como si paseara con tu sombra, paseo con la mía por una tierra que el silencio alfombra, que el ciprés apetece más sombría. Rodea mi garganta tu agonía como un hierro de horca y pruebo una bebida funeraria. Tú sabes, Federico García Lorca, que soy de los que gozan una muerte diaria. El dolor y su manto vienen una vez más a nuestro encuentro. Y una vez más al callejón del llanto lluviosamente entro. Siempre me veo dentro de esta sombra de acíbar revocada, amasado con ojos y bordones, que un candil de agonía tiene puesto a la entrada y un rabioso collar de corazones. Llorar dentro de un pozo, en la misma raíz desconsolada del agua, del sollozo, del corazón quisiera: donde nadie me viera la voz ni la mirada, ni restos de mis lágrimas me viera. Entro despacio, se me cae la frente despacio, el corazón se me desgarra despacio, y despaciosa y negramente vuelvo a llorar al pie de una guitarra. Entre todos los muertos de elegía, sin olvidar el eco de ninguno, por haber resonado más en el alma mía, la mano de mi llanto escoge uno. Federico García hasta ayer se llamó: polvo se llama. Ayer tuvo un espacio bajo el día que hoy el hoyo le da bajo la grama. ¡Tanto fue! ¡Tanto fuiste y ya no eres! Tu agitada alegría, que agitaba columnas y alfileres, de tus dientes arrancas y sacudes, y ya te pones triste, y sólo quieres ya el paraíso de los ataúdes. Vestido de esqueleto, durmiéndote de plomo, de indiferencia armado y de respeto, te veo entre tus cejas si me asomo. Se ha llevado tu vida de palomo, que ceñía de espuma y de arrullos el cielo y las ventanas, como un raudal de pluma el viento que se lleva las semanas. Primo de las manzanas, no podrá con tu savia la carcoma, no podrá con tu muerte la lengua del gusano, y para dar salud fiera a su poma elegirá tus huesos el manzano. Cegado el manantial de tu saliva, hijo de la paloma, nieto del ruiseñor y de la oliva: serás, mientras la tierra vaya y vuelva, esposo siempre de la siempreviva, estiércol padre de la madreselva. ¡Qué sencilla es la muerte: qué sencilla, pero qué injustamente arrebatada! No sabe andar despacio, y acuchilla cuando menos se espera su turbia cuchillada. Tú, el más firme edificio, destruido, tú, el gavilán más alto, desplomado, tú, el más grande rugido, callado, y más callado, y más callado. Caiga tu alegre sangre de granado, como un derrumbamiento de martillos feroces, sobre quien te detuvo mortalmente. Salivazos y hoces caigan sobre la mancha de su frente. Muere un poeta y la creación se siente herida y moribunda en las entrañas. Un cósmico temblor de escalofríos mueve temiblemente las montañas, un resplandor de muerte la matriz de los ríos. Oigo pueblos de ayes y valles de lamentos, veo un bosque de ojos nunca enjutos, avenidas de lágrimas y mantos: y en torbellino de hojas y de vientos, lutos tras otros lutos y otros lutos, llantos tras otros llantos y otros llantos. No aventarán, no arrastrarán tus huesos, volcán de arrope, trueno de panales, poeta entretejido, dulce, amargo, que al calor de los besos sentiste, entre dos largas hileras de puñales, largo amor, muerte larga, fuego largo. Por hacer a tu muerte compañía, vienen poblando todos los rincones del cielo y de la tierra bandadas de armonía, relámpagos de azules vibraciones. Crótalos granizados a montones, batallones de flautas, panderos y gitanos, ráfagas de abejorros y violines, tormentas de guitarras y pianos, irrupciones de trompas y clarines. Pero el silencio puede más que tanto instrumento. Silencioso, desierto, polvoriento en la muerte desierta, parece que tu lengua, que tu aliento, los ha cerrado el golpe de una puerta. Como si paseara con tu sombra, paseo con la mía por una tierra que el silencio alfombra, que el ciprés apetece más sombría. Rodea mi garganta tu agonía como un hierro de horca y pruebo una bebida funeraria. Tú sabes, Federico García Lorca, que soy de los que gozan una muerte diaria. Siempre me veo dentro de esta sombra de acíbar revocada, amasado con ojos y bordones, que un candil de agonía tiene puesto a la entrada y un rabioso collar de corazones. Llorar dentro de un pozo, en la misma raíz desconsolada del agua, del sollozo, del corazón quisiera: donde nadie me viera la voz ni la mirada, ni restos de mis lágrimas me viera. Entro despacio, se me cae la frente despacio, el corazón se me desgarra despacio, y despaciosa y negramente vuelvo a llorar al pie de una guitarra. Entre todos los muertos de elegía, sin olvidar el eco de ninguno, por haber resonado más en el alma mía, la mano de mi llanto escoge uno. Federico García hasta ayer se llamó: polvo se llama. Ayer tuvo un espacio bajo el día que hoy el hoyo le da bajo la grama. ¡Tanto fue! ¡Tanto fuiste y ya no eres! Tu agitada alegría, que agitaba columnas y alfileres, de tus dientes arrancas y sacudes, y ya te pones triste, y sólo quieres ya el paraíso de los ataúdes. Vestido de esqueleto, durmiéndote de plomo, de indiferencia armado y de respeto, te veo entre tus cejas si me asomo. Se ha llevado tu vida de palomo, que ceñía de espuma y de arrullos el cielo y las ventanas, como un raudal de pluma el viento que se lleva las semanas. Primo de las manzanas, no podrá con tu savia la carcoma, no podrá con tu muerte la lengua del gusano, y para dar salud fiera a su poma elegirá tus huesos el manzano. Cegado el manantial de tu saliva, hijo de la paloma, nieto del ruiseñor y de la oliva: serás, mientras la tierra vaya y vuelva, esposo siempre de la siempreviva, estiércol padre de la madreselva. ¡Qué sencilla es la muerte: qué sencilla, pero qué injustamente arrebatada! No sabe andar despacio, y acuchilla cuando menos se espera su turbia cuchillada. Tú, el más firme edificio, destruido, tú, el gavilán más alto, desplomado, tú, el más grande rugido, callado, y más callado, y más callado. Caiga tu alegre sangre de granado, como un derrumbamiento de martillos feroces, sobre quien te detuvo mortalmente. Salivazos y hoces caigan sobre la mancha de su frente. Muere un poeta y la creación se siente herida y moribunda en las entrañas. Un cósmico temblor de escalofríos mueve temiblemente las montañas, un resplandor de muerte la matriz de los ríos. Oigo pueblos de ayes y valles de lamentos, veo un bosque de ojos nunca enjutos, avenidas de lágrimas y mantos: y en torbellino de hojas y de vientos, lutos tras otros lutos y otros lutos, llantos tras otros llantos y otros llantos. No aventarán, no arrastrarán tus huesos, volcán de arrope, trueno de panales, poeta entretejido, dulce, amargo, que al calor de los besos sentiste, entre dos largas hileras de puñales, largo amor, muerte larga, fuego largo. Por hacer a tu muerte compañía, vienen poblando todos los rincones del cielo y de la tierra bandadas de armonía, relámpagos de azules vibraciones. Crótalos granizados a montones, batallones de flautas, panderos y gitanos, ráfagas de abejorros y violines, tormentas de guitarras y pianos, irrupciones de trompas y clarines. Pero el silencio puede más que tanto instrumento. Silencioso, desierto, polvoriento en la muerte desierta, parece que tu lengua, que tu aliento, los ha cerrado el golpe de una puerta. Como si paseara con tu sombra, paseo con la mía por una tierra que el silencio alfombra, que el ciprés apetece más sombría. Rodea mi garganta tu agonía como un hierro de horca y pruebo una bebida funeraria. Tú sabes, Federico García Lorca, que soy de los que gozan una muerte diaria. Llorar dentro de un pozo, en la misma raíz desconsolada del agua, del sollozo, del corazón quisiera: donde nadie me viera la voz ni la mirada, ni restos de mis lágrimas me viera. Entro despacio, se me cae la frente despacio, el corazón se me desgarra despacio, y despaciosa y negramente vuelvo a llorar al pie de una guitarra. Entre todos los muertos de elegía, sin olvidar el eco de ninguno, por haber resonado más en el alma mía, la mano de mi llanto escoge uno. Federico García hasta ayer se llamó: polvo se llama. Ayer tuvo un espacio bajo el día que hoy el hoyo le da bajo la grama. ¡Tanto fue! ¡Tanto fuiste y ya no eres! Tu agitada alegría, que agitaba columnas y alfileres, de tus dientes arrancas y sacudes, y ya te pones triste, y sólo quieres ya el paraíso de los ataúdes. Vestido de esqueleto, durmiéndote de plomo, de indiferencia armado y de respeto, te veo entre tus cejas si me asomo. Se ha llevado tu vida de palomo, que ceñía de espuma y de arrullos el cielo y las ventanas, como un raudal de pluma el viento que se lleva las semanas. Primo de las manzanas, no podrá con tu savia la carcoma, no podrá con tu muerte la lengua del gusano, y para dar salud fiera a su poma elegirá tus huesos el manzano. Cegado el manantial de tu saliva, hijo de la paloma, nieto del ruiseñor y de la oliva: serás, mientras la tierra vaya y vuelva, esposo siempre de la siempreviva, estiércol padre de la madreselva. ¡Qué sencilla es la muerte: qué sencilla, pero qué injustamente arrebatada! No sabe andar despacio, y acuchilla cuando menos se espera su turbia cuchillada. Tú, el más firme edificio, destruido, tú, el gavilán más alto, desplomado, tú, el más grande rugido, callado, y más callado, y más callado. Caiga tu alegre sangre de granado, como un derrumbamiento de martillos feroces, sobre quien te detuvo mortalmente. Salivazos y hoces caigan sobre la mancha de su frente. Muere un poeta y la creación se siente herida y moribunda en las entrañas. Un cósmico temblor de escalofríos mueve temiblemente las montañas, un resplandor de muerte la matriz de los ríos. Oigo pueblos de ayes y valles de lamentos, veo un bosque de ojos nunca enjutos, avenidas de lágrimas y mantos: y en torbellino de hojas y de vientos, lutos tras otros lutos y otros lutos, llantos tras otros llantos y otros llantos. No aventarán, no arrastrarán tus huesos, volcán de arrope, trueno de panales, poeta entretejido, dulce, amargo, que al calor de los besos sentiste, entre dos largas hileras de puñales, largo amor, muerte larga, fuego largo. Por hacer a tu muerte compañía, vienen poblando todos los rincones del cielo y de la tierra bandadas de armonía, relámpagos de azules vibraciones. Crótalos granizados a montones, batallones de flautas, panderos y gitanos, ráfagas de abejorros y violines, tormentas de guitarras y pianos, irrupciones de trompas y clarines. Pero el silencio puede más que tanto instrumento. Silencioso, desierto, polvoriento en la muerte desierta, parece que tu lengua, que tu aliento, los ha cerrado el golpe de una puerta. Como si paseara con tu sombra, paseo con la mía por una tierra que el silencio alfombra, que el ciprés apetece más sombría. Rodea mi garganta tu agonía como un hierro de horca y pruebo una bebida funeraria. Tú sabes, Federico García Lorca, que soy de los que gozan una muerte diaria. Entro despacio, se me cae la frente despacio, el corazón se me desgarra despacio, y despaciosa y negramente vuelvo a llorar al pie de una guitarra. Entre todos los muertos de elegía, sin olvidar el eco de ninguno, por haber resonado más en el alma mía, la mano de mi llanto escoge uno. Federico García hasta ayer se llamó: polvo se llama. Ayer tuvo un espacio bajo el día que hoy el hoyo le da bajo la grama. ¡Tanto fue! ¡Tanto fuiste y ya no eres! Tu agitada alegría, que agitaba columnas y alfileres, de tus dientes arrancas y sacudes, y ya te pones triste, y sólo quieres ya el paraíso de los ataúdes. Vestido de esqueleto, durmiéndote de plomo, de indiferencia armado y de respeto, te veo entre tus cejas si me asomo. Se ha llevado tu vida de palomo, que ceñía de espuma y de arrullos el cielo y las ventanas, como un raudal de pluma el viento que se lleva las semanas. Primo de las manzanas, no podrá con tu savia la carcoma, no podrá con tu muerte la lengua del gusano, y para dar salud fiera a su poma elegirá tus huesos el manzano. Cegado el manantial de tu saliva, hijo de la paloma, nieto del ruiseñor y de la oliva: serás, mientras la tierra vaya y vuelva, esposo siempre de la siempreviva, estiércol padre de la madreselva. ¡Qué sencilla es la muerte: qué sencilla, pero qué injustamente arrebatada! No sabe andar despacio, y acuchilla cuando menos se espera su turbia cuchillada. Tú, el más firme edificio, destruido, tú, el gavilán más alto, desplomado, tú, el más grande rugido, callado, y más callado, y más callado. Caiga tu alegre sangre de granado, como un derrumbamiento de martillos feroces, sobre quien te detuvo mortalmente. Salivazos y hoces caigan sobre la mancha de su frente. Muere un poeta y la creación se siente herida y moribunda en las entrañas. Un cósmico temblor de escalofríos mueve temiblemente las montañas, un resplandor de muerte la matriz de los ríos. Oigo pueblos de ayes y valles de lamentos, veo un bosque de ojos nunca enjutos, avenidas de lágrimas y mantos: y en torbellino de hojas y de vientos, lutos tras otros lutos y otros lutos, llantos tras otros llantos y otros llantos. No aventarán, no arrastrarán tus huesos, volcán de arrope, trueno de panales, poeta entretejido, dulce, amargo, que al calor de los besos sentiste, entre dos largas hileras de puñales, largo amor, muerte larga, fuego largo. Por hacer a tu muerte compañía, vienen poblando todos los rincones del cielo y de la tierra bandadas de armonía, relámpagos de azules vibraciones. Crótalos granizados a montones, batallones de flautas, panderos y gitanos, ráfagas de abejorros y violines, tormentas de guitarras y pianos, irrupciones de trompas y clarines. Pero el silencio puede más que tanto instrumento. Silencioso, desierto, polvoriento en la muerte desierta, parece que tu lengua, que tu aliento, los ha cerrado el golpe de una puerta. Como si paseara con tu sombra, paseo con la mía por una tierra que el silencio alfombra, que el ciprés apetece más sombría. Rodea mi garganta tu agonía como un hierro de horca y pruebo una bebida funeraria. Tú sabes, Federico García Lorca, que soy de los que gozan una muerte diaria. Entre todos los muertos de elegía, sin olvidar el eco de ninguno, por haber resonado más en el alma mía, la mano de mi llanto escoge uno. Federico García hasta ayer se llamó: polvo se llama. Ayer tuvo un espacio bajo el día que hoy el hoyo le da bajo la grama. ¡Tanto fue! ¡Tanto fuiste y ya no eres! Tu agitada alegría, que agitaba columnas y alfileres, de tus dientes arrancas y sacudes, y ya te pones triste, y sólo quieres ya el paraíso de los ataúdes. Vestido de esqueleto, durmiéndote de plomo, de indiferencia armado y de respeto, te veo entre tus cejas si me asomo. Se ha llevado tu vida de palomo, que ceñía de espuma y de arrullos el cielo y las ventanas, como un raudal de pluma el viento que se lleva las semanas. Primo de las manzanas, no podrá con tu savia la carcoma, no podrá con tu muerte la lengua del gusano, y para dar salud fiera a su poma elegirá tus huesos el manzano. Cegado el manantial de tu saliva, hijo de la paloma, nieto del ruiseñor y de la oliva: serás, mientras la tierra vaya y vuelva, esposo siempre de la siempreviva, estiércol padre de la madreselva. ¡Qué sencilla es la muerte: qué sencilla, pero qué injustamente arrebatada! No sabe andar despacio, y acuchilla cuando menos se espera su turbia cuchillada. Tú, el más firme edificio, destruido, tú, el gavilán más alto, desplomado, tú, el más grande rugido, callado, y más callado, y más callado. Caiga tu alegre sangre de granado, como un derrumbamiento de martillos feroces, sobre quien te detuvo mortalmente. Salivazos y hoces caigan sobre la mancha de su frente. Muere un poeta y la creación se siente herida y moribunda en las entrañas. Un cósmico temblor de escalofríos mueve temiblemente las montañas, un resplandor de muerte la matriz de los ríos. Oigo pueblos de ayes y valles de lamentos, veo un bosque de ojos nunca enjutos, avenidas de lágrimas y mantos: y en torbellino de hojas y de vientos, lutos tras otros lutos y otros lutos, llantos tras otros llantos y otros llantos. No aventarán, no arrastrarán tus huesos, volcán de arrope, trueno de panales, poeta entretejido, dulce, amargo, que al calor de los besos sentiste, entre dos largas hileras de puñales, largo amor, muerte larga, fuego largo. Por hacer a tu muerte compañía, vienen poblando todos los rincones del cielo y de la tierra bandadas de armonía, relámpagos de azules vibraciones. Crótalos granizados a montones, batallones de flautas, panderos y gitanos, ráfagas de abejorros y violines, tormentas de guitarras y pianos, irrupciones de trompas y clarines. Pero el silencio puede más que tanto instrumento. Silencioso, desierto, polvoriento en la muerte desierta, parece que tu lengua, que tu aliento, los ha cerrado el golpe de una puerta. Como si paseara con tu sombra, paseo con la mía por una tierra que el silencio alfombra, que el ciprés apetece más sombría. Rodea mi garganta tu agonía como un hierro de horca y pruebo una bebida funeraria. Tú sabes, Federico García Lorca, que soy de los que gozan una muerte diaria. Federico García hasta ayer se llamó: polvo se llama. Ayer tuvo un espacio bajo el día que hoy el hoyo le da bajo la grama. ¡Tanto fue! ¡Tanto fuiste y ya no eres! Tu agitada alegría, que agitaba columnas y alfileres, de tus dientes arrancas y sacudes, y ya te pones triste, y sólo quieres ya el paraíso de los ataúdes. Vestido de esqueleto, durmiéndote de plomo, de indiferencia armado y de respeto, te veo entre tus cejas si me asomo. Se ha llevado tu vida de palomo, que ceñía de espuma y de arrullos el cielo y las ventanas, como un raudal de pluma el viento que se lleva las semanas. Primo de las manzanas, no podrá con tu savia la carcoma, no podrá con tu muerte la lengua del gusano, y para dar salud fiera a su poma elegirá tus huesos el manzano. Cegado el manantial de tu saliva, hijo de la paloma, nieto del ruiseñor y de la oliva: serás, mientras la tierra vaya y vuelva, esposo siempre de la siempreviva, estiércol padre de la madreselva. ¡Qué sencilla es la muerte: qué sencilla, pero qué injustamente arrebatada! No sabe andar despacio, y acuchilla cuando menos se espera su turbia cuchillada. Tú, el más firme edificio, destruido, tú, el gavilán más alto, desplomado, tú, el más grande rugido, callado, y más callado, y más callado. Caiga tu alegre sangre de granado, como un derrumbamiento de martillos feroces, sobre quien te detuvo mortalmente. Salivazos y hoces caigan sobre la mancha de su frente. Muere un poeta y la creación se siente herida y moribunda en las entrañas. Un cósmico temblor de escalofríos mueve temiblemente las montañas, un resplandor de muerte la matriz de los ríos. Oigo pueblos de ayes y valles de lamentos, veo un bosque de ojos nunca enjutos, avenidas de lágrimas y mantos: y en torbellino de hojas y de vientos, lutos tras otros lutos y otros lutos, llantos tras otros llantos y otros llantos. No aventarán, no arrastrarán tus huesos, volcán de arrope, trueno de panales, poeta entretejido, dulce, amargo, que al calor de los besos sentiste, entre dos largas hileras de puñales, largo amor, muerte larga, fuego largo. Por hacer a tu muerte compañía, vienen poblando todos los rincones del cielo y de la tierra bandadas de armonía, relámpagos de azules vibraciones. Crótalos granizados a montones, batallones de flautas, panderos y gitanos, ráfagas de abejorros y violines, tormentas de guitarras y pianos, irrupciones de trompas y clarines. Pero el silencio puede más que tanto instrumento. Silencioso, desierto, polvoriento en la muerte desierta, parece que tu lengua, que tu aliento, los ha cerrado el golpe de una puerta. Como si paseara con tu sombra, paseo con la mía por una tierra que el silencio alfombra, que el ciprés apetece más sombría. Rodea mi garganta tu agonía como un hierro de horca y pruebo una bebida funeraria. Tú sabes, Federico García Lorca, que soy de los que gozan una muerte diaria. ¡Tanto fue! ¡Tanto fuiste y ya no eres! Tu agitada alegría, que agitaba columnas y alfileres, de tus dientes arrancas y sacudes, y ya te pones triste, y sólo quieres ya el paraíso de los ataúdes. Vestido de esqueleto, durmiéndote de plomo, de indiferencia armado y de respeto, te veo entre tus cejas si me asomo. Se ha llevado tu vida de palomo, que ceñía de espuma y de arrullos el cielo y las ventanas, como un raudal de pluma el viento que se lleva las semanas. Primo de las manzanas, no podrá con tu savia la carcoma, no podrá con tu muerte la lengua del gusano, y para dar salud fiera a su poma elegirá tus huesos el manzano. Cegado el manantial de tu saliva, hijo de la paloma, nieto del ruiseñor y de la oliva: serás, mientras la tierra vaya y vuelva, esposo siempre de la siempreviva, estiércol padre de la madreselva. ¡Qué sencilla es la muerte: qué sencilla, pero qué injustamente arrebatada! No sabe andar despacio, y acuchilla cuando menos se espera su turbia cuchillada. Tú, el más firme edificio, destruido, tú, el gavilán más alto, desplomado, tú, el más grande rugido, callado, y más callado, y más callado. Caiga tu alegre sangre de granado, como un derrumbamiento de martillos feroces, sobre quien te detuvo mortalmente. Salivazos y hoces caigan sobre la mancha de su frente. Muere un poeta y la creación se siente herida y moribunda en las entrañas. Un cósmico temblor de escalofríos mueve temiblemente las montañas, un resplandor de muerte la matriz de los ríos. Oigo pueblos de ayes y valles de lamentos, veo un bosque de ojos nunca enjutos, avenidas de lágrimas y mantos: y en torbellino de hojas y de vientos, lutos tras otros lutos y otros lutos, llantos tras otros llantos y otros llantos. No aventarán, no arrastrarán tus huesos, volcán de arrope, trueno de panales, poeta entretejido, dulce, amargo, que al calor de los besos sentiste, entre dos largas hileras de puñales, largo amor, muerte larga, fuego largo. Por hacer a tu muerte compañía, vienen poblando todos los rincones del cielo y de la tierra bandadas de armonía, relámpagos de azules vibraciones. Crótalos granizados a montones, batallones de flautas, panderos y gitanos, ráfagas de abejorros y violines, tormentas de guitarras y pianos, irrupciones de trompas y clarines. Pero el silencio puede más que tanto instrumento. Silencioso, desierto, polvoriento en la muerte desierta, parece que tu lengua, que tu aliento, los ha cerrado el golpe de una puerta. Como si paseara con tu sombra, paseo con la mía por una tierra que el silencio alfombra, que el ciprés apetece más sombría. Rodea mi garganta tu agonía como un hierro de horca y pruebo una bebida funeraria. Tú sabes, Federico García Lorca, que soy de los que gozan una muerte diaria. Vestido de esqueleto, durmiéndote de plomo, de indiferencia armado y de respeto, te veo entre tus cejas si me asomo. Se ha llevado tu vida de palomo, que ceñía de espuma y de arrullos el cielo y las ventanas, como un raudal de pluma el viento que se lleva las semanas. Primo de las manzanas, no podrá con tu savia la carcoma, no podrá con tu muerte la lengua del gusano, y para dar salud fiera a su poma elegirá tus huesos el manzano. Cegado el manantial de tu saliva, hijo de la paloma, nieto del ruiseñor y de la oliva: serás, mientras la tierra vaya y vuelva, esposo siempre de la siempreviva, estiércol padre de la madreselva. ¡Qué sencilla es la muerte: qué sencilla, pero qué injustamente arrebatada! No sabe andar despacio, y acuchilla cuando menos se espera su turbia cuchillada. Tú, el más firme edificio, destruido, tú, el gavilán más alto, desplomado, tú, el más grande rugido, callado, y más callado, y más callado. Caiga tu alegre sangre de granado, como un derrumbamiento de martillos feroces, sobre quien te detuvo mortalmente. Salivazos y hoces caigan sobre la mancha de su frente. Muere un poeta y la creación se siente herida y moribunda en las entrañas. Un cósmico temblor de escalofríos mueve temiblemente las montañas, un resplandor de muerte la matriz de los ríos. Oigo pueblos de ayes y valles de lamentos, veo un bosque de ojos nunca enjutos, avenidas de lágrimas y mantos: y en torbellino de hojas y de vientos, lutos tras otros lutos y otros lutos, llantos tras otros llantos y otros llantos. No aventarán, no arrastrarán tus huesos, volcán de arrope, trueno de panales, poeta entretejido, dulce, amargo, que al calor de los besos sentiste, entre dos largas hileras de puñales, largo amor, muerte larga, fuego largo. Por hacer a tu muerte compañía, vienen poblando todos los rincones del cielo y de la tierra bandadas de armonía, relámpagos de azules vibraciones. Crótalos granizados a montones, batallones de flautas, panderos y gitanos, ráfagas de abejorros y violines, tormentas de guitarras y pianos, irrupciones de trompas y clarines. Pero el silencio puede más que tanto instrumento. Silencioso, desierto, polvoriento en la muerte desierta, parece que tu lengua, que tu aliento, los ha cerrado el golpe de una puerta. Como si paseara con tu sombra, paseo con la mía por una tierra que el silencio alfombra, que el ciprés apetece más sombría. Rodea mi garganta tu agonía como un hierro de horca y pruebo una bebida funeraria. Tú sabes, Federico García Lorca, que soy de los que gozan una muerte diaria. Se ha llevado tu vida de palomo, que ceñía de espuma y de arrullos el cielo y las ventanas, como un raudal de pluma el viento que se lleva las semanas. Primo de las manzanas, no podrá con tu savia la carcoma, no podrá con tu muerte la lengua del gusano, y para dar salud fiera a su poma elegirá tus huesos el manzano. Cegado el manantial de tu saliva, hijo de la paloma, nieto del ruiseñor y de la oliva: serás, mientras la tierra vaya y vuelva, esposo siempre de la siempreviva, estiércol padre de la madreselva. ¡Qué sencilla es la muerte: qué sencilla, pero qué injustamente arrebatada! No sabe andar despacio, y acuchilla cuando menos se espera su turbia cuchillada. Tú, el más firme edificio, destruido, tú, el gavilán más alto, desplomado, tú, el más grande rugido, callado, y más callado, y más callado. Caiga tu alegre sangre de granado, como un derrumbamiento de martillos feroces, sobre quien te detuvo mortalmente. Salivazos y hoces caigan sobre la mancha de su frente. Muere un poeta y la creación se siente herida y moribunda en las entrañas. Un cósmico temblor de escalofríos mueve temiblemente las montañas, un resplandor de muerte la matriz de los ríos. Oigo pueblos de ayes y valles de lamentos, veo un bosque de ojos nunca enjutos, avenidas de lágrimas y mantos: y en torbellino de hojas y de vientos, lutos tras otros lutos y otros lutos, llantos tras otros llantos y otros llantos. No aventarán, no arrastrarán tus huesos, volcán de arrope, trueno de panales, poeta entretejido, dulce, amargo, que al calor de los besos sentiste, entre dos largas hileras de puñales, largo amor, muerte larga, fuego largo. Por hacer a tu muerte compañía, vienen poblando todos los rincones del cielo y de la tierra bandadas de armonía, relámpagos de azules vibraciones. Crótalos granizados a montones, batallones de flautas, panderos y gitanos, ráfagas de abejorros y violines, tormentas de guitarras y pianos, irrupciones de trompas y clarines. Pero el silencio puede más que tanto instrumento. Silencioso, desierto, polvoriento en la muerte desierta, parece que tu lengua, que tu aliento, los ha cerrado el golpe de una puerta. Como si paseara con tu sombra, paseo con la mía por una tierra que el silencio alfombra, que el ciprés apetece más sombría. Rodea mi garganta tu agonía como un hierro de horca y pruebo una bebida funeraria. Tú sabes, Federico García Lorca, que soy de los que gozan una muerte diaria. Primo de las manzanas, no podrá con tu savia la carcoma, no podrá con tu muerte la lengua del gusano, y para dar salud fiera a su poma elegirá tus huesos el manzano. Cegado el manantial de tu saliva, hijo de la paloma, nieto del ruiseñor y de la oliva: serás, mientras la tierra vaya y vuelva, esposo siempre de la siempreviva, estiércol padre de la madreselva. ¡Qué sencilla es la muerte: qué sencilla, pero qué injustamente arrebatada! No sabe andar despacio, y acuchilla cuando menos se espera su turbia cuchillada. Tú, el más firme edificio, destruido, tú, el gavilán más alto, desplomado, tú, el más grande rugido, callado, y más callado, y más callado. Caiga tu alegre sangre de granado, como un derrumbamiento de martillos feroces, sobre quien te detuvo mortalmente. Salivazos y hoces caigan sobre la mancha de su frente. Muere un poeta y la creación se siente herida y moribunda en las entrañas. Un cósmico temblor de escalofríos mueve temiblemente las montañas, un resplandor de muerte la matriz de los ríos. Oigo pueblos de ayes y valles de lamentos, veo un bosque de ojos nunca enjutos, avenidas de lágrimas y mantos: y en torbellino de hojas y de vientos, lutos tras otros lutos y otros lutos, llantos tras otros llantos y otros llantos. No aventarán, no arrastrarán tus huesos, volcán de arrope, trueno de panales, poeta entretejido, dulce, amargo, que al calor de los besos sentiste, entre dos largas hileras de puñales, largo amor, muerte larga, fuego largo. Por hacer a tu muerte compañía, vienen poblando todos los rincones del cielo y de la tierra bandadas de armonía, relámpagos de azules vibraciones. Crótalos granizados a montones, batallones de flautas, panderos y gitanos, ráfagas de abejorros y violines, tormentas de guitarras y pianos, irrupciones de trompas y clarines. Pero el silencio puede más que tanto instrumento. Silencioso, desierto, polvoriento en la muerte desierta, parece que tu lengua, que tu aliento, los ha cerrado el golpe de una puerta. Como si paseara con tu sombra, paseo con la mía por una tierra que el silencio alfombra, que el ciprés apetece más sombría. Rodea mi garganta tu agonía como un hierro de horca y pruebo una bebida funeraria. Tú sabes, Federico García Lorca, que soy de los que gozan una muerte diaria. Cegado el manantial de tu saliva, hijo de la paloma, nieto del ruiseñor y de la oliva: serás, mientras la tierra vaya y vuelva, esposo siempre de la siempreviva, estiércol padre de la madreselva. ¡Qué sencilla es la muerte: qué sencilla, pero qué injustamente arrebatada! No sabe andar despacio, y acuchilla cuando menos se espera su turbia cuchillada. Tú, el más firme edificio, destruido, tú, el gavilán más alto, desplomado, tú, el más grande rugido, callado, y más callado, y más callado. Caiga tu alegre sangre de granado, como un derrumbamiento de martillos feroces, sobre quien te detuvo mortalmente. Salivazos y hoces caigan sobre la mancha de su frente. Muere un poeta y la creación se siente herida y moribunda en las entrañas. Un cósmico temblor de escalofríos mueve temiblemente las montañas, un resplandor de muerte la matriz de los ríos. Oigo pueblos de ayes y valles de lamentos, veo un bosque de ojos nunca enjutos, avenidas de lágrimas y mantos: y en torbellino de hojas y de vientos, lutos tras otros lutos y otros lutos, llantos tras otros llantos y otros llantos. No aventarán, no arrastrarán tus huesos, volcán de arrope, trueno de panales, poeta entretejido, dulce, amargo, que al calor de los besos sentiste, entre dos largas hileras de puñales, largo amor, muerte larga, fuego largo. Por hacer a tu muerte compañía, vienen poblando todos los rincones del cielo y de la tierra bandadas de armonía, relámpagos de azules vibraciones. Crótalos granizados a montones, batallones de flautas, panderos y gitanos, ráfagas de abejorros y violines, tormentas de guitarras y pianos, irrupciones de trompas y clarines. Pero el silencio puede más que tanto instrumento. Silencioso, desierto, polvoriento en la muerte desierta, parece que tu lengua, que tu aliento, los ha cerrado el golpe de una puerta. Como si paseara con tu sombra, paseo con la mía por una tierra que el silencio alfombra, que el ciprés apetece más sombría. Rodea mi garganta tu agonía como un hierro de horca y pruebo una bebida funeraria. Tú sabes, Federico García Lorca, que soy de los que gozan una muerte diaria. ¡Qué sencilla es la muerte: qué sencilla, pero qué injustamente arrebatada! No sabe andar despacio, y acuchilla cuando menos se espera su turbia cuchillada. Tú, el más firme edificio, destruido, tú, el gavilán más alto, desplomado, tú, el más grande rugido, callado, y más callado, y más callado. Caiga tu alegre sangre de granado, como un derrumbamiento de martillos feroces, sobre quien te detuvo mortalmente. Salivazos y hoces caigan sobre la mancha de su frente. Muere un poeta y la creación se siente herida y moribunda en las entrañas. Un cósmico temblor de escalofríos mueve temiblemente las montañas, un resplandor de muerte la matriz de los ríos. Oigo pueblos de ayes y valles de lamentos, veo un bosque de ojos nunca enjutos, avenidas de lágrimas y mantos: y en torbellino de hojas y de vientos, lutos tras otros lutos y otros lutos, llantos tras otros llantos y otros llantos. No aventarán, no arrastrarán tus huesos, volcán de arrope, trueno de panales, poeta entretejido, dulce, amargo, que al calor de los besos sentiste, entre dos largas hileras de puñales, largo amor, muerte larga, fuego largo. Por hacer a tu muerte compañía, vienen poblando todos los rincones del cielo y de la tierra bandadas de armonía, relámpagos de azules vibraciones. Crótalos granizados a montones, batallones de flautas, panderos y gitanos, ráfagas de abejorros y violines, tormentas de guitarras y pianos, irrupciones de trompas y clarines. Pero el silencio puede más que tanto instrumento. Silencioso, desierto, polvoriento en la muerte desierta, parece que tu lengua, que tu aliento, los ha cerrado el golpe de una puerta. Como si paseara con tu sombra, paseo con la mía por una tierra que el silencio alfombra, que el ciprés apetece más sombría. Rodea mi garganta tu agonía como un hierro de horca y pruebo una bebida funeraria. Tú sabes, Federico García Lorca, que soy de los que gozan una muerte diaria. Tú, el más firme edificio, destruido, tú, el gavilán más alto, desplomado, tú, el más grande rugido, callado, y más callado, y más callado. Caiga tu alegre sangre de granado, como un derrumbamiento de martillos feroces, sobre quien te detuvo mortalmente. Salivazos y hoces caigan sobre la mancha de su frente. Muere un poeta y la creación se siente herida y moribunda en las entrañas. Un cósmico temblor de escalofríos mueve temiblemente las montañas, un resplandor de muerte la matriz de los ríos. Oigo pueblos de ayes y valles de lamentos, veo un bosque de ojos nunca enjutos, avenidas de lágrimas y mantos: y en torbellino de hojas y de vientos, lutos tras otros lutos y otros lutos, llantos tras otros llantos y otros llantos. No aventarán, no arrastrarán tus huesos, volcán de arrope, trueno de panales, poeta entretejido, dulce, amargo, que al calor de los besos sentiste, entre dos largas hileras de puñales, largo amor, muerte larga, fuego largo. Por hacer a tu muerte compañía, vienen poblando todos los rincones del cielo y de la tierra bandadas de armonía, relámpagos de azules vibraciones. Crótalos granizados a montones, batallones de flautas, panderos y gitanos, ráfagas de abejorros y violines, tormentas de guitarras y pianos, irrupciones de trompas y clarines. Pero el silencio puede más que tanto instrumento. Silencioso, desierto, polvoriento en la muerte desierta, parece que tu lengua, que tu aliento, los ha cerrado el golpe de una puerta. Como si paseara con tu sombra, paseo con la mía por una tierra que el silencio alfombra, que el ciprés apetece más sombría. Rodea mi garganta tu agonía como un hierro de horca y pruebo una bebida funeraria. Tú sabes, Federico García Lorca, que soy de los que gozan una muerte diaria. Caiga tu alegre sangre de granado, como un derrumbamiento de martillos feroces, sobre quien te detuvo mortalmente. Salivazos y hoces caigan sobre la mancha de su frente. Muere un poeta y la creación se siente herida y moribunda en las entrañas. Un cósmico temblor de escalofríos mueve temiblemente las montañas, un resplandor de muerte la matriz de los ríos. Oigo pueblos de ayes y valles de lamentos, veo un bosque de ojos nunca enjutos, avenidas de lágrimas y mantos: y en torbellino de hojas y de vientos, lutos tras otros lutos y otros lutos, llantos tras otros llantos y otros llantos. No aventarán, no arrastrarán tus huesos, volcán de arrope, trueno de panales, poeta entretejido, dulce, amargo, que al calor de los besos sentiste, entre dos largas hileras de puñales, largo amor, muerte larga, fuego largo. Por hacer a tu muerte compañía, vienen poblando todos los rincones del cielo y de la tierra bandadas de armonía, relámpagos de azules vibraciones. Crótalos granizados a montones, batallones de flautas, panderos y gitanos, ráfagas de abejorros y violines, tormentas de guitarras y pianos, irrupciones de trompas y clarines. Pero el silencio puede más que tanto instrumento. Silencioso, desierto, polvoriento en la muerte desierta, parece que tu lengua, que tu aliento, los ha cerrado el golpe de una puerta. Como si paseara con tu sombra, paseo con la mía por una tierra que el silencio alfombra, que el ciprés apetece más sombría. Rodea mi garganta tu agonía como un hierro de horca y pruebo una bebida funeraria. Tú sabes, Federico García Lorca, que soy de los que gozan una muerte diaria. Muere un poeta y la creación se siente herida y moribunda en las entrañas. Un cósmico temblor de escalofríos mueve temiblemente las montañas, un resplandor de muerte la matriz de los ríos. Oigo pueblos de ayes y valles de lamentos, veo un bosque de ojos nunca enjutos, avenidas de lágrimas y mantos: y en torbellino de hojas y de vientos, lutos tras otros lutos y otros lutos, llantos tras otros llantos y otros llantos. No aventarán, no arrastrarán tus huesos, volcán de arrope, trueno de panales, poeta entretejido, dulce, amargo, que al calor de los besos sentiste, entre dos largas hileras de puñales, largo amor, muerte larga, fuego largo. Por hacer a tu muerte compañía, vienen poblando todos los rincones del cielo y de la tierra bandadas de armonía, relámpagos de azules vibraciones. Crótalos granizados a montones, batallones de flautas, panderos y gitanos, ráfagas de abejorros y violines, tormentas de guitarras y pianos, irrupciones de trompas y clarines. Pero el silencio puede más que tanto instrumento. Silencioso, desierto, polvoriento en la muerte desierta, parece que tu lengua, que tu aliento, los ha cerrado el golpe de una puerta. Como si paseara con tu sombra, paseo con la mía por una tierra que el silencio alfombra, que el ciprés apetece más sombría. Rodea mi garganta tu agonía como un hierro de horca y pruebo una bebida funeraria. Tú sabes, Federico García Lorca, que soy de los que gozan una muerte diaria. Oigo pueblos de ayes y valles de lamentos, veo un bosque de ojos nunca enjutos, avenidas de lágrimas y mantos: y en torbellino de hojas y de vientos, lutos tras otros lutos y otros lutos, llantos tras otros llantos y otros llantos. No aventarán, no arrastrarán tus huesos, volcán de arrope, trueno de panales, poeta entretejido, dulce, amargo, que al calor de los besos sentiste, entre dos largas hileras de puñales, largo amor, muerte larga, fuego largo. Por hacer a tu muerte compañía, vienen poblando todos los rincones del cielo y de la tierra bandadas de armonía, relámpagos de azules vibraciones. Crótalos granizados a montones, batallones de flautas, panderos y gitanos, ráfagas de abejorros y violines, tormentas de guitarras y pianos, irrupciones de trompas y clarines. Pero el silencio puede más que tanto instrumento. Silencioso, desierto, polvoriento en la muerte desierta, parece que tu lengua, que tu aliento, los ha cerrado el golpe de una puerta. Como si paseara con tu sombra, paseo con la mía por una tierra que el silencio alfombra, que el ciprés apetece más sombría. Rodea mi garganta tu agonía como un hierro de horca y pruebo una bebida funeraria. Tú sabes, Federico García Lorca, que soy de los que gozan una muerte diaria. No aventarán, no arrastrarán tus huesos, volcán de arrope, trueno de panales, poeta entretejido, dulce, amargo, que al calor de los besos sentiste, entre dos largas hileras de puñales, largo amor, muerte larga, fuego largo. Por hacer a tu muerte compañía, vienen poblando todos los rincones del cielo y de la tierra bandadas de armonía, relámpagos de azules vibraciones. Crótalos granizados a montones, batallones de flautas, panderos y gitanos, ráfagas de abejorros y violines, tormentas de guitarras y pianos, irrupciones de trompas y clarines. Pero el silencio puede más que tanto instrumento. Silencioso, desierto, polvoriento en la muerte desierta, parece que tu lengua, que tu aliento, los ha cerrado el golpe de una puerta. Como si paseara con tu sombra, paseo con la mía por una tierra que el silencio alfombra, que el ciprés apetece más sombría. Rodea mi garganta tu agonía como un hierro de horca y pruebo una bebida funeraria. Tú sabes, Federico García Lorca, que soy de los que gozan una muerte diaria. Por hacer a tu muerte compañía, vienen poblando todos los rincones del cielo y de la tierra bandadas de armonía, relámpagos de azules vibraciones. Crótalos granizados a montones, batallones de flautas, panderos y gitanos, ráfagas de abejorros y violines, tormentas de guitarras y pianos, irrupciones de trompas y clarines. Pero el silencio puede más que tanto instrumento. Silencioso, desierto, polvoriento en la muerte desierta, parece que tu lengua, que tu aliento, los ha cerrado el golpe de una puerta. Como si paseara con tu sombra, paseo con la mía por una tierra que el silencio alfombra, que el ciprés apetece más sombría. Rodea mi garganta tu agonía como un hierro de horca y pruebo una bebida funeraria. Tú sabes, Federico García Lorca, que soy de los que gozan una muerte diaria. Pero el silencio puede más que tanto instrumento. Silencioso, desierto, polvoriento en la muerte desierta, parece que tu lengua, que tu aliento, los ha cerrado el golpe de una puerta. Como si paseara con tu sombra, paseo con la mía por una tierra que el silencio alfombra, que el ciprés apetece más sombría. Rodea mi garganta tu agonía como un hierro de horca y pruebo una bebida funeraria. Tú sabes, Federico García Lorca, que soy de los que gozan una muerte diaria. Silencioso, desierto, polvoriento en la muerte desierta, parece que tu lengua, que tu aliento, los ha cerrado el golpe de una puerta. Como si paseara con tu sombra, paseo con la mía por una tierra que el silencio alfombra, que el ciprés apetece más sombría. Rodea mi garganta tu agonía como un hierro de horca y pruebo una bebida funeraria. Tú sabes, Federico García Lorca, que soy de los que gozan una muerte diaria. Como si paseara con tu sombra, paseo con la mía por una tierra que el silencio alfombra, que el ciprés apetece más sombría. Rodea mi garganta tu agonía como un hierro de horca y pruebo una bebida funeraria. Tú sabes, Federico García Lorca, que soy de los que gozan una muerte diaria. Rodea mi garganta tu agonía como un hierro de horca y pruebo una bebida funeraria. Tú sabes, Federico García Lorca, que soy de los que gozan una muerte diaria.
es
Girondo,Oliverio
<XXI
Todos_Los_Intermedios_Pudresienes_De_Espera_De_Esqueleto_De_Lluvia_Sin_Persona
Todos los intermedios pudresienes de espera de esqueleto de lluvia sin persona cuando no neutros lapsus micropulpos engendros del sotedio pueden antes que cóncavos ausentes en seminal yacencia ser otros flujos ácidos del diurno sueño insomne otros sorbos de páramo tan viles vivas bilis de nonadas carcomas diametrales aunque el sabor no cambie y Ofelia pura costa sea un pescado reflejo de rocío de esclerosada túnica sin lastre un fósil loto amóvil entre remansos muslos puros juncos de espasmo un maxilar de luna sobre un canto rodado tierno espectro fluctuante del novilunio arcaico dromedario lejos ya de su neuro dubitabundo exnovio psiquisauce aunque el sabor no cambie y cualquier lacio cuajo invista nuevos huecos ante los ídem lodos expartos bostezantes peste con veste huéspedes del macrobarro grávido de muerte y hueros logros de horas lagrimales aunque el sabor no cambie y el menos yo del uno en el total por nada beato saldo de excoito amodorrado malentetando el asco explore los estratos de su ámbito si sino cada vez menos cráter aunque el sabor no cambie cada vez más burbúja de algánima no náyade más amplio menos tránsfuga tras sus estancas sienes de mercurio o en las finales radas de lo obsceno de marismas de pelvis bajo el agua con su no llanto arena y sus mínimas muertes navegables aunque el sabor no cambie y sólo erecto espeso mascaduda insaciado en progresiva resta ante el incierto ubicuo muy quizás equis deífico se malciña la angustia interrogante aunque el sabor no cambie
es
Fercey,Cristina_De
XXI
Soñé,_Con_Tus_Besos
Soñé, con tus besos, tus labios tan puros, mis labios besando. Sentí junto al mío, el calor de tu cuerpo. Besé tus cabellos, tus ojos, tu cuello. Me embargó la dicha el calor de tu aliento. Estreché en mis brazos de madre que adora, tu cuerpo, en delirio ¡Con celos de loba! Te besaba tanto... ¡Tanto! que cansado, te estreché rendido en mis brazos, amado... ¿Cuánto tiempo fuiste, niño en mi regazo? ¿Bien junto a mi pecho, durmiendo en mis brazos?... La luz de la aurora se infiltró en mi lecho. Vi mis brazos fríos, cerrados, vacíos... como en un delirio... ...¡Apretar mi pecho!...
es
Morales,Rafael
<XXI
Todo_Cayó._Sobre_La_Piel_Templada
Todo cayó. Sobre la piel templada, frío celeste se cuajó amarillo, la vida se apagó. La madrugada flota en los ojos, sin color, sin brillo. Para alta rama que se eleva pura iba la frente en tierno movimiento, ansia de vida, chorro de ternura...: tesoro fue del inclemente viento. Apenas si las manos..., si la boca..., apenas si los ojos..., la mirada... Todo, Señor, nacía, y ya es la roca, es la roca, Señor, la tierra helada. ¿Por qué fue desterrada la azucena, por qué la alondra se quedó sin vuelo, por qué el aire de mayo se hizo pena bajo la dura soledad del cielo?
es
Flórez,Julio
<XXI
Toma_Mi_Cuerpo,_Madre,_Te_Lo_Entrego
Toma mi cuerpo, madre, te lo entrego ensangrentado... como me lo diste; sólo que a ti va ahora mudo y ciego, menos lloroso... sí... pero más triste. Gracias. madre; fue hermoso, tuvo suerte, el mejor vino y el amor más loco gozó en la lucha pero poco a poco lo echó el Asco en los brazos de la muerte. Dale un gran beso de perdón; no llores, no vayas a llorar; agradecida pronto lo estrechará la madre Tierra. ¡Tú y ella, mis dos madres, mis amores! ¡Alégrate: la vida, la gran vida comienza en toda tumba que se cierra!
es
López,Luis_Carlos
<XXI
De_Perfil
Cutis garapiñado, nariz curva de anzuelo, y del gorro, que porta a medio lado, surge la hirsuta rebelión del pelo. La brusca pincelada de la ceja, enfocando la azogada mirada socarrona, una mirada de bebedor de whiskey. Es una coma y un signo musical, bajo un violento golpe de luz, la oreja. Y la cachimba vieja, la panza gris de la cachimba asoma por un bigote ahumado y soñoliento. whiskey
es
Vega,Lope_Félix_de
<XXI
Canta_Amarilis,_Y_Su_Voz_Levanta
Canta Amarilis, y su voz levanta mi alma desde el orbe de la luna a las inteligencias, que ninguna la suya imita con dulzura tanta. De su número luego me trasplanta a la unidad, que por sí misma es una, y cual si fuera de su coro alguna, alaba su grandeza cuando canta. Apártame del mundo tal distancia, que el pensamiento en su Hacedor termina, mano, destreza, voz y consonancia. Y es argumento que su voz divina algo tiene de angélica sustancia, pues a contemplación tan alta inclina. De su número luego me trasplanta a la unidad, que por sí misma es una, y cual si fuera de su coro alguna, alaba su grandeza cuando canta. Apártame del mundo tal distancia, que el pensamiento en su Hacedor termina, mano, destreza, voz y consonancia. Y es argumento que su voz divina algo tiene de angélica sustancia, pues a contemplación tan alta inclina. Apártame del mundo tal distancia, que el pensamiento en su Hacedor termina, mano, destreza, voz y consonancia. Y es argumento que su voz divina algo tiene de angélica sustancia, pues a contemplación tan alta inclina. Y es argumento que su voz divina algo tiene de angélica sustancia, pues a contemplación tan alta inclina.
es
Champourcín,Ernestina_de
<XXI
Goce_Íntimo_Y_Quedo_En_Que_El_Alma_Se_Admira
Goce íntimo y quedo en que el alma se admira de su propia belleza: minuto de egoísmo eterno como el mundo, divina complacencia de todo lo creado al contemplarse mudo en la múltiple esfera del corazón humano. Delirante alegría de palpar la consciencia que hace cierta la vida. ¡Silencioso placer de escucharse sin miedo y arrancar a la nada nuestros propios secretos, mientras huye la tierra, bulliciosa y maldita!
es
Aridjis,Homero
<XXI
La_Casa_Sin_Puerta
La casa sin puerta. La ventana sin vidrios. El tejado con las tejas rotas. La jaula con los alambres torcidos y sin pájaro. La vaca en el lodo. El perro echado, lleno de moscas. El tapete roído. El barril de pulque desfondado. El gallo sin cresta. La carretilla sin ruedas, recargada en la pared. Un hombre flaco, barbón, con el pantalón parchado, los zapatos sin calcetines, bebe de un jarro agujerado. Dos rancheros bajo un árbol, con los sombreros sobre la frente, empuñan sus machetes. Kilómetros y kilómetros de llano, de nadie, de cactos y de polvo.
es
Arciniegas,Ismael_Enrique
<XXI
Selva_Tropical
¡Alta selva, morada de la sombra! Cual se solaza el alma en tu frescura, Sobre tu muelle alfombra, Bajo tu dombo inmenso de verdura. En ti el génesis late, en ti se agita La savia creadora; Eres arpa salvaje, vibradora, Donde la vida universal palpita. Los árboles, pilastra de tu arcada, Se retuercen leprosos, En la inmensa hondonada; Y muestran vigorosos Sus blancas barbas, que remece el viento, Cual guerreros pendones De gigantes en ancho campamento. Y el río entre los antros pavorosos Donde ruedan las aguas turbulentas, Al chocar en los altos pedrejones Salta en recios turbiones, Y ruge cual si fuera las Tormentas Cabalgando en los negros Aquilones. En la orilla, debajo de las frondas, Se ve el plumaje de las garzas blancas Y allá, del pasto entre las verdes ondas, Los toros muestran sus lucientes ancas. En la cálida hora del bochorno; Abrasa el sol y enerva; Se inclina mustia la naciente yerba, Y arroja el suelo un hábito de horno. Se ven del tigre en el fangal las marcas; Y en la vaga penumbra, entre las quiebras, Junto a las negras charcas Yacen aletargadas las culebras. Trasciende el aura a vírgenes efluvios; El humo de la roza, azul y blanco Sube de la montaña por el flanco, Y alzan las cañas sus airones rubios, Del sol de los fulgores, Como penachos de indios vencedores; Y traen a la vega, bulliciosos, Los vientos tropicales, El ruido de los plátanos hojosos Y el lejano rumor de los maizales. Y en la playa desierta, Sobre la seca arena, perezosos, Cual negros troncos, con la jeta abierta, Descansan los caimanes escamosos. En la cercana loma, En un recodo del camino, asoma Feliz pareja de labriegos. Ella, Núbil, fornida y bella, De ojos negros y ardientes, y de roja Boca virgínea, y de apretado seno Que forma curva en la camisa floja; Y él, atlético y lleno De juventud y vida, musculoso, Con muñecas de recia contextura, Hechas como muñecas de coloso De alguna raza extraña, Para domar el potro en la llanura, Para tumbar el roble en la montaña. Y la feliz pareja al fin se pierde, Entre la selva enmarañada y verde. Pan jadea, de lúbricos ardores Henchido el pecho, bajo el cielo urente Y pasa un soplo sensual, ardiente, Fecundando los nidos y las flores.
es
Mutis,Álvaro
<XXI
Y_Ahora_Que_Sé_Que_Nunca_Visitaré_Estambul
Y ahora que sé que nunca visitaré Estambul, me entero que me esperan en la calle de Shidah Kardessi, en el cuarto que está encima de la tienda del oculista. Un golpe de aguas contra las piedras de la fortaleza, me llamará cada día y cada noche hasta cuando todo haya terminado. Me llamará sin otra esperanza que la del azar agridulce que tira de los hilos neciamente sin atenter la música ni seguir el asunto en el libreto. Entretanto, en la calle de Shidah Kardessi tomo posesión de mis asuntos mientras se extiende el tiempo en ondas crecientes y sin pausa desde el cuarto que está encima de la tienda del oculista.
es
Coronado,Carolina
<XXI
Improvisada_En_El_Liceo_De_Madrid
Del íntimo del alma agradecida una voz exhalar sólo quisiera, una voz tan profunda y tan sentida, que cual yo me conmuevo, os conmoviera; pero a bondad tan dulce sorprendida, yo no puedo cantar por más que quiera; y temblando y confusa en este instante no encuentro ni una voz, ni un consonante.
es
Jovellanos,Gaspar_Melchor
<XXI
Verdes_Campos,_Florida_Y_Ancha_Vega
Verdes campos, florida y ancha vega, donde Bernesga próvido reparte su onda cristalina; alegres prados, antiguos y altos chopos, que su orilla bordáis en torno, ¡ah, cuánto gozo, cuánto a vuestra vista siente el alma mía! ¡Cuán alegres mis ojos se derraman sobre tanta hermosura! ¡Cuán inquietos, cruzando entre las plantas y las flores, ya van, ya vienen por el verde soto que al lejano horizonte dilatado en su extensión y amenidad se pierde! Ora siguen las ondas transparentes del ancho río, que huye murmurando por entre las sonoras piedrezuelas; ora de presto impulso arrebatados se lanzan por las bóvedas sombrías que a lo largo del soto, entretejiendo sus copas, forman los erguidos olmos, y mientras van acá y allá vagando, la dulce soledad y alto silencio que reina aquí, y apenas interrumpen el aire blando y las canoras aves, de paz mi pecho y de alegría inundan. ¿Y hay quien de sí y vosotros olvidado viva en afán o muera en el bullicio de las altas ciudades? ¿Y hay quien, necio, del arte las bellezas anteponga, nunca de ti, oh Natura, bien copiadas, a ti, su fuente y santo prototipo? ¡Oh ceguedad, oh loco devaneo, oh míseros mortales! Suspirando vais de contino tras la dicha, y mientras seguís ilusos una sombra vana os alejáis del centro que la esconde. ¡Ah! ¿dónde estás, dulcísimo Batilo, que no la vienes a gozar conmigo en esta soledad? Ven en su busca do sin afán probemos de consuno tan süaves delicias: corre, vuela, y si la sed de más saber te inflama, no creas que entre gritos y contiendas la saciarás. ¡Cuitado!, no lo esperes, que no escondió en las aulas rumorosas sus mineros riquísimos Sofía. Es más noble su esfera: el universo es un código; estúdiale, sé sabio. Entra primero en ti, contempla, indaga la esencia de tu ser y alto destino. Conócete a ti mismo, y de otros entes sube al origen. Busca y examina el orden general, admira el todo, y al Señor en sus obras reverencia. Estos cielos, cual bóveda tendidos sobre el humilde globo, esa perenne fuente de luz, que alumbra y vivifica toda la creación, el numeroso ejército de estrellas y luceros, a un leve acento de su voz sembrados, cual sutil polvo en la región etérea; la luna en torno presidiendo augusta de su alto carro a la callada noche; esta vega, estos prados, este hojoso pueblo de verdes árboles, que mueve el céfiro con soplo regalado; ésta, en fin, varia y majestuosa escena, que de tu Dios la gloria solemniza, a sí te llama y mi amistad alienta. Ven, pues, Batilo, y a su santo nombre juntos cantemos incesantes himnos en esta soledad. Aquí un alcázar, cuyo cimiento baña respetuoso el río, y cuyas torres eminentes a herir se atreven las sublimes nubes, ofrece asilo a la virtud, que humilde en él se oculta y vive respetada. Huyendo un día del liviano mundo, halló tranquilo, inalterable albergue entre los hijos del patrón de España, que adornados de blancas vestiduras y la cruz roja en los ilustres pechos llevando, aquí sus leyes reconocen, y a Dios entonan santas alabanzas, perenne incienso enviando hasta su trono. ¡Ah!, si no es dado a nuestra voz, Batilo, turbar su trono con profano acento, ven, y en silencio al Padre Omnipotente humilde y pura adoración rindamos. Después iremos a gozar, subidos en el alto terrero, de la escena noble y augusta que se ofrece en torno. De allí verás el tortüoso giro con que el Bernesga la atraviesa, y cómo, su corriente por ella deslizando, ora se pierde en la intrincada selva, cual de su sombra y soledad ansioso, ora en mil arroyuelos dividido, isletas forma, cuyo breve margen va de rocío y flores guarneciendo. Después reúne su caudal, y cuando, robadas ya las aguas del Torío, baña orgulloso los lejanos valles, súbito llega do sediento el Esla sus claras ondas y su nombre traga. Allí Naturaleza solemniza tan rica unión, poblando todo el suelo de verdor y frescura. Verás cómo buscan después al Órbigo, que a ellos corre medroso, huyendo de su puente, del celebrado puente que algún día tembló a los botes de la fuerte lanza con que su paso el paladín de Asturias de tantos caballeros catalanes, franceses y lombardos defendiera. Aún dura en la comarca la memoria de tanta lid, y la cortante reja descubre aún por los vecinos campos pedazos de las picas y morriones, petos, caparazones y corazas, en los tremendos choques quebrantados. Mas si el amor patriótico te inflama y de otro tiempo los gloriosos timbres te place recordar, sígueme, y juntos observemos la cumbre venerable de los montes de Europa, el ardua cumbre do nunca pudo el vuelo victorioso de las romanas águilas alzarse, que si ambicioso, sin ganarla, quiso dar al orbe la paz un día Octavio, cuando triunfara de su humilde falda, su paso ella detuvo, y, no rendida, ella fijó los términos del mundo. Ve allí también do un día se acogiera del árabe acosado el pueblo ibero, su cuello al yugo bárbaro negando. ¡Oh venerable antemural! ¡Oh tiempo de horror y de tumulto! ¡Oh gran Pelayo! ¡Oh valientes astures! A vosotros su gloria debe y libertad la patria. A vosotros la debe, y sin el triunfo de vuestro brazo, el valle, do fogosa mi canto enciende la española musa, fuera para un tirano berberisco hoy por sus fuertes hijos cultivado, y la dorada mies para sustento de un pueblo esclavo y vil en él creciera. De infamia tal salvola vuestro esfuerzo: de vuestro brazo a los mortales golpes cayó aterrado el fiero mauritano; su sangre inundó el suelo, y con las aguas del Bernesga mezclada, llevó al hondo océano su afrenta y vuestra gloria. Ven, pues, Batilo, ven, y tu morada por este valle mágico trocando, la vana ciencia, la ambición y el lujo a los livianos pechos abandona, y el tuyo, no, para ellos no nacido, con tan gratas memorias alimenta.
es
Paz,Octavio
<XXI
Niña
Entre la tarde que se obstina y la noche que se acumula hay la mirada de una niña. Deja el cuaderno y la escritura todo su ser dos ojos fijos. En la pared la luz se anula. ¿Mira su fin o su principio? Ella dirá que no ve nada. Es transparente el infinito. Nunca sabrá que lo miraba.
es
Ruoppolo,Pablo
XXI
Ya_No_Corre_El_Agua_Por_La_Cascada_De_Tus_Ojos
Ya no corre el agua por la cascada de tus ojos, Ya no se derrama el mar en tu sonrisa, Ya la noche no duerme en tu pelo, Ya al suspirar no desatas tu implacable brisa. Ya no descansa soñando el universo en tu cuello, Ya no habita cercano el horizonte en tu espalda, Ya no se vara la alegre melancolía en tus senos, Ya no despiertas con tu eterna voz al alba. Ya no escribes la historia de mi vida con tus manos, Ya no marcas la dolida Tierra con tus pies, Ya no vela el secreto de la fruta en tu cintura. Ya no te sostienes de banales metáforas de lo vano, Ya no te yergues de frágiles castillos de miel, Ahora que te conozco, descubro tu verdadera hermosura.
es
Riechmann,Jorge
<XXI
25
De repente el olor de las mimosas como una antorcha que respira o como una ola inmemorial que besa la desnudez expectante de la playa. No es más que la puerta que se abre, pero pone en movimiento un aire donde cuaja toda la dulzura de este precario otoño.
es
Jiménez_Domínguez,Jesús
XXI
Sonata_Para_Dos_Cuerpos_Fugitivos
Pronto se borrará la vereda y vendrá el invierno a inocularnos su soledad en un recodo de la nostalgia, nos dejará en la piel una coraza de luna y de tomillo, una mugre de flores que no podremos conjurar jamás. Con los huesos de las ratas que más nos amaron te haré para primavera un collar de lamentos, oiremos llover un aguardiente que helará los girasoles y, olvidados ya de las luciérnagas y de sus órbitas, comulgaremos de un cuenco el excremento seco de las tórtolas; arroz será o celeste semilla que nos salve de lo que somos: príncipes abdicados del labio de dios con los ojos robados para el museo eterno de las urracas.
es
García_Lorca,Federico
<XXI
Su_Luna_De_Pergamino
Su luna de pergamino Preciosa tocando viene por un anfibio sendero de cristales y laureles. El silencio sin estrellas, huyendo del sonsonete, cae donde el mar bate y canta su noche llena de peces. En los picos de la sierra los carabineros duermen guardando las blancas torres donde viven los ingleses. Y los gitanos del agua levantan por distraerse, glorietas de caracolas y ramas de pino verde. * Su luna de pergamino Preciosa tocando viene. Al verla se ha levantado el viento que nunca duerme. San Cristobalón desnudo, lleno de lenguas celestes, mira la niña tocando una dulce gaita ausente. Niña, deja que levante tu vestido para verte. Abre en mis dedos antiguos la rosa azul de tu vientre. * Preciosa tira el pandero y corre sin detenerse. El viento-hombrón la persigue con una espada caliente. Frunce su rumor el mar. Los olivos palidecen. Cantan las flautas de umbría y el liso gong de la nieve. ¡Preciosa, corre, Preciosa, que te coge el viento verde! ¡Preciosa, corre, Preciosa! ¡Míralo por dónde viene! Sátiro de estrellas bajas con sus lenguas relucientes. * Preciosa, llena de miedo, entra en la casa que tiene, más arriba de los pinos, el cónsul de los ingleses. Asustados por los gritos tres carabineros vienen, sus negras capas ceñidas y los gorros en las sienes. El inglés da a la gitana un vaso de tibia leche, y una copa de ginebra que Preciosa no se bebe. Y mientras cuenta, llorando, su aventura a aquella gente, en las tejas de pizarra el viento, furioso, muerde. Su luna de pergamino Preciosa tocando viene. Al verla se ha levantado el viento que nunca duerme. San Cristobalón desnudo, lleno de lenguas celestes, mira la niña tocando una dulce gaita ausente. Niña, deja que levante tu vestido para verte. Abre en mis dedos antiguos la rosa azul de tu vientre. * Preciosa tira el pandero y corre sin detenerse. El viento-hombrón la persigue con una espada caliente. Frunce su rumor el mar. Los olivos palidecen. Cantan las flautas de umbría y el liso gong de la nieve. ¡Preciosa, corre, Preciosa, que te coge el viento verde! ¡Preciosa, corre, Preciosa! ¡Míralo por dónde viene! Sátiro de estrellas bajas con sus lenguas relucientes. * Preciosa, llena de miedo, entra en la casa que tiene, más arriba de los pinos, el cónsul de los ingleses. Asustados por los gritos tres carabineros vienen, sus negras capas ceñidas y los gorros en las sienes. El inglés da a la gitana un vaso de tibia leche, y una copa de ginebra que Preciosa no se bebe. Y mientras cuenta, llorando, su aventura a aquella gente, en las tejas de pizarra el viento, furioso, muerde. Niña, deja que levante tu vestido para verte. Abre en mis dedos antiguos la rosa azul de tu vientre. * Preciosa tira el pandero y corre sin detenerse. El viento-hombrón la persigue con una espada caliente. Frunce su rumor el mar. Los olivos palidecen. Cantan las flautas de umbría y el liso gong de la nieve. ¡Preciosa, corre, Preciosa, que te coge el viento verde! ¡Preciosa, corre, Preciosa! ¡Míralo por dónde viene! Sátiro de estrellas bajas con sus lenguas relucientes. * Preciosa, llena de miedo, entra en la casa que tiene, más arriba de los pinos, el cónsul de los ingleses. Asustados por los gritos tres carabineros vienen, sus negras capas ceñidas y los gorros en las sienes. El inglés da a la gitana un vaso de tibia leche, y una copa de ginebra que Preciosa no se bebe. Y mientras cuenta, llorando, su aventura a aquella gente, en las tejas de pizarra el viento, furioso, muerde. Preciosa tira el pandero y corre sin detenerse. El viento-hombrón la persigue con una espada caliente. Frunce su rumor el mar. Los olivos palidecen. Cantan las flautas de umbría y el liso gong de la nieve. ¡Preciosa, corre, Preciosa, que te coge el viento verde! ¡Preciosa, corre, Preciosa! ¡Míralo por dónde viene! Sátiro de estrellas bajas con sus lenguas relucientes. * Preciosa, llena de miedo, entra en la casa que tiene, más arriba de los pinos, el cónsul de los ingleses. Asustados por los gritos tres carabineros vienen, sus negras capas ceñidas y los gorros en las sienes. El inglés da a la gitana un vaso de tibia leche, y una copa de ginebra que Preciosa no se bebe. Y mientras cuenta, llorando, su aventura a aquella gente, en las tejas de pizarra el viento, furioso, muerde. Frunce su rumor el mar. Los olivos palidecen. Cantan las flautas de umbría y el liso gong de la nieve. ¡Preciosa, corre, Preciosa, que te coge el viento verde! ¡Preciosa, corre, Preciosa! ¡Míralo por dónde viene! Sátiro de estrellas bajas con sus lenguas relucientes. * Preciosa, llena de miedo, entra en la casa que tiene, más arriba de los pinos, el cónsul de los ingleses. Asustados por los gritos tres carabineros vienen, sus negras capas ceñidas y los gorros en las sienes. El inglés da a la gitana un vaso de tibia leche, y una copa de ginebra que Preciosa no se bebe. Y mientras cuenta, llorando, su aventura a aquella gente, en las tejas de pizarra el viento, furioso, muerde. ¡Preciosa, corre, Preciosa, que te coge el viento verde! ¡Preciosa, corre, Preciosa! ¡Míralo por dónde viene! Sátiro de estrellas bajas con sus lenguas relucientes. * Preciosa, llena de miedo, entra en la casa que tiene, más arriba de los pinos, el cónsul de los ingleses. Asustados por los gritos tres carabineros vienen, sus negras capas ceñidas y los gorros en las sienes. El inglés da a la gitana un vaso de tibia leche, y una copa de ginebra que Preciosa no se bebe. Y mientras cuenta, llorando, su aventura a aquella gente, en las tejas de pizarra el viento, furioso, muerde. Preciosa, llena de miedo, entra en la casa que tiene, más arriba de los pinos, el cónsul de los ingleses. Asustados por los gritos tres carabineros vienen, sus negras capas ceñidas y los gorros en las sienes. El inglés da a la gitana un vaso de tibia leche, y una copa de ginebra que Preciosa no se bebe. Y mientras cuenta, llorando, su aventura a aquella gente, en las tejas de pizarra el viento, furioso, muerde. Asustados por los gritos tres carabineros vienen, sus negras capas ceñidas y los gorros en las sienes. El inglés da a la gitana un vaso de tibia leche, y una copa de ginebra que Preciosa no se bebe. Y mientras cuenta, llorando, su aventura a aquella gente, en las tejas de pizarra el viento, furioso, muerde. El inglés da a la gitana un vaso de tibia leche, y una copa de ginebra que Preciosa no se bebe. Y mientras cuenta, llorando, su aventura a aquella gente, en las tejas de pizarra el viento, furioso, muerde. Y mientras cuenta, llorando, su aventura a aquella gente, en las tejas de pizarra el viento, furioso, muerde.
es
Buesa,José_Ángel
<XXI
Únicamente_El_Río_Conoce_Tu_Secreto
Únicamente el río conoce tu secreto, ese secreto tuyo que es el secreto mío. El río es un hombre de corazón inquieto pero el amor se aleja como el agua del río. Únicamente el río nos vio por la vereda, y el rumor de sus aguas era como un reproche. Tu piel era más blanca bajo la magra seda, como el deslumbramiento de la nieve en la noche. No importa que huya el agua como un amor de un día; mi amor, igual que el río, se quedará aunque huya. Únicamente el río supo que fuiste mía, para que mí alma fuera profundamente tuya. El río es como un viaje para el sueño del hombre, el hombre, es como el río, un gran dolor en viaje. Únicamente el río te oyó decir mí nombre cuando las hojas secas decoraron tu traje. Sí. El río es como un hombre de corazón inquieto que va encendiendo hogueras y se muere de frío. Únicamente el río conoce tu secreto. Únicamente el río.
es
Bécquer,Gustavo_Adolfo
<XXI
Rima_Xlix
Alguna vez la encuentro por el mundo, y pasa junto a mí; y pasa sonriéndose, y yo digo: —¿Cómo puede reír? Luego asoma a mi labio otra sonrisa, máscara del dolor, y entonces pienso: —Acaso ella se ríe, como me río yo.
es
Flórez,Julio
<XXI
El_Bogotano
Correcto en el vestido; por su semblante nunca pasa una sombra de duelo insano: así va por las calles el bogotano, siempre fino y alegre, siempre elegante. Entre amigos y damas luce el chispeante ingenio, que derrocha cortés y llano; y como es un modelo de cortesano, ama así... a la ligera: por ser galante. Al hundirse en el lecho tras el quebranto de una noche de danzas y de emociones, se apodera de su alma cruel desencanto, y mira, entristecido, por los rincones del oscuro cerebro, vagar, en tanto, deshojadas y mustias sus ilusiones.
es
Fuertes,Gloria
<XXI
Hay_Quien_Dice_Que_Estoy_Como_Una_Cabra
Hay quien dice que estoy como una cabra, lo dicen, lo repiten, ya lo creo, pero soy una cabra muy extraña que lleva una medalla y siete cuernos. ¡Cabra! En vez de mala leche yo soy llanto. ¡Cabra! Por lo más peligroso me paseo. ¡Cabra! Me llevo bien con alimañas todas. ¡Cabra! Escribo en los tebeos. Vivo sola. Cabra sola —que no quise cabrito en compañía—, cuando subo a lo alto de ese valle siempre encuentro un lirio de alegría. Y vivo por mi cuenta, cabra sola, que yo a ningún rebaño pertenezco. Si sufrir es estar como una cabra, entonces sí lo estoy, no dudar de ello.
es
Ibarbourou,Juana_de
<XXI
Enigma
¿De qué jugo negro, de qué zumo amargo, De agua de qué pozo taciturno y largo Se nutre mi alma, ácida y salobre Cual vinos guardados en tazas de cobre? ¿Qué savias, ¡oh, dioses!, sorben sus raíces Torcidas y grises Cual ramas de higuera Que no fué vemada por la primavera? Cardo del hastío, que ha ungido la sombra Con su aceite negro, y que nunca asombra La luz con sus dagas, la secó la angustia Como una corola que al fuego se amustia. Y el polen de oro fué polen de cal. Y la savia dulce fué sudor de sal. Se estrujó en capullo, sus brotes sorbió, Y ya nunca, nunca más fragancias dio. Si un día florece de nuevo, ¿será Otra vez un lirio, o acaso dará Un cáliz extraño, negro, atormentado Que lleve en sus hojas un dardo clavado? ¡Oh, Dios, ¿cuál será La flor que mi alma salobre dará?¹
es
Gelman,Juan
<XXI
La_Forma
Alma que ahora pensás: decí por qué en amor la soledad es forma de la luz.
es
García_Aleixandre,Fernando
XXI
Primer_Beso
Beso a los once años beso que nunca se olvida que diste una tarde, tal vez a escondidas nervioso, con miedo, con prisas beso de los once años con el corazón por bandera y el alma llena de vida. Recuerda el corazón ese beso que te llenaba la piel de alegría la memoria también recuerda y luchas por poder regresar a aquel día pero otros besos te lo impiden besos que ya no fueron dulces que te arrancaron ilusiones y te dieron tristezas aprendidas. ¿Recuerdas?, tu corazón aleteaba mientras tus manos inquietas pugnaban por otra piel por una caricia soñada, prometida, mientras tu inexperiencia todo era y tu corazón latía y latía tu corazón aquel corazón de fiesta que tenías. Tus labios vírgenes de otros empujaban la niñez hacia fuera y sin tu saberlo con ese beso entregabas toda tu inocencia perdida, mientras esperabas ver pasar la vida sentado en la cima del mundo cuando el mundo era un jardín, cuando eran inacabables los días. Ahora, cuando ya la montaña se achica recuerdas aquel beso lejano ese beso de hace ya tantos días tantos, que ya ni siquiera cuentas, pero en esas tardes de otoño cuando tus ojos son barrera de lágrimas y la soledad en tu hombro se ríe y porfía recuerdas aquel beso a los once y tú, solo tú sabes ahora Después de tanto tiempo pasado, Dios… cuanto valía.
es
Pardo_García,Germán
<XXI
Proximidad_De_La_Tierra
A ti, siempre hacia ti, tierra cercana. A ti los movimientos de la vida y la última sombra, detenida un instante en la luz de la mañana. Nunca diré: "la tierra está lejana"; pues, sólo al conversar de tu medida, tu forma corporal tiembla escondida en el calor de la palabra humana. A ti camina el ser. Mas lo decimos con la suprema angustia de encontrarte para siempre en la paz que no apresuras, porque la mostrarás en los racimos perfectos del silencio, al ofrendarte en la divinidad de tus criaturas.
es
Aleixandre,Vicente
<XXI
Humana_Voz
Duele la cicatriz de la luz, duele en el suelo la misma sombra de los dientes, duele todo, hasta el zapato triste que se lo llevó el río. Duelen las plumas del gallo, de tantos colores que la frente no sabe qué postura tomar ante el rojo cruel del poniente. Duele el alma amarilla o una avellana lenta, la que rodó mejilla abajo cuando estábamos dentro del agua y las lágrimas no se sentían más que al tacto. Duele la avispa fraudulenta que a veces bajo la tetilla izquierda imita un corazón o un latido, amarilla como el azufre no tocado o las manos del muerto a quien queríamos. Duele la habitación como la caja del pecho, donde las palomas blancas como sangre pasan bajo la piel sin pararse en los labios a hundirse en las entrañas con sus alas cerradas. Duele el día, la noche, duele el viento gemido, duele la ira o espada seca, aquello que se besa cuando es de noche. Tristeza. Duele el candor, la ciencia, el hierro, la cintura, los límites y esos brazos abiertos, horizonte como corona contra las sienes. Duele el dolor. Te amo. Duele, duele. Te amo. Duele la tierra o uña, espejo en que estas letras se reflejan.
es
Gala,Antonio
<XXI
Agua_Me_Daban_A_Mí
Agua me daban a mí. Me la bebí. No se qué cosa sentí. A orillas del mar amargo, por el alba de Abril, labios de arena y espuma, agua me daban a mí. La llama contra la llama, el clavel sobre el jazmín, al mediodía de Agosto me la bebí. En qué breñal se echaba la tarde a malmorir. Cuando se helaron las fuentes no sé qué cosa sentí.
es
Figueroa,Francisco_de
<XXI
Soneto_Iv
Deja, Fili, gozar un poco al prado De su preciado honor, deja las flores Esmaltadas de perlas, las colores Vivas mostrar, que Flora hoy les ha dado. Deja vivir en libre alegre estado Las Ninfas de este valle y los pastores Del monte sin envidia y sin ardores, Y mira cual está Tirsi parado; Que dispuesto a morir dice tendido Sobre la yerba de aquel verde llano: Ya ves el fin de tu deseo cumplido. ¡Ay por quien tantas lágrimas en vano Tantos suspiros hasta aquí he esparcido, Y ahora esparcirá sangre esta mano!
es
Jiménez,Juan_Ramón
<XXI
No_Recordar_Nada...
No recordar nada... Que me hunda la noche callada, como una bandada blanda y acabada. (Que no quede nada... Que pase la mujer amada por una dejada estancia soñada) No desear nada... Perderse en la idea sagrada, como una dorada sombra en la alborada.
es
Montobbio,Santiago
<XXI
Para_La_Verdadera_Dignidad_La_Sociedad_No_Tiene_Asiento
Para la verdadera dignidad la sociedad no tiene asiento; pero eso se comprueba luego, y así primero fueron los inexistentes triunfos pequeños, el manso ruido de la colaboración diaria, esperanzadoras señales todas del inicio de una tan gloriosa como inevitable carrera literaria que nacía de un extraño entusiasmo por las cosas y también de las mordidas lagunas de la sombra. Y aunque nunca entendiste esas cosas con exceso estuviste cerca, silenciosa columna fuiste del sigilo y para navegar por esas aguas de tu corazón día a día hiciste pan muy blanco. Pero para tu escondido quehacer diario al cabo de los años resulta muy poco y muy pobre el contrapeso del regalo —aburrido además de ocasional— de algunos libros, como recalentados ya los dedicados versos y aún menos tolerable te parece el valor de unos pretendidamente dolorosos insomnios a destiempo. Y así dichoso, de verdad dichoso será el día en que comprendas todo eso y te decidas a dejar ya para siempre abandonado a tan miserable y estúpido sujeto.
es
Darío,Rubén
<XXI
La_Estéril_Gran_Señora_Desespera
La estéril gran señora desespera y odia su gentil talle cuando pasa la pobre cocinera con seis hijos y medio por la calle.
es
Lugones,Leopoldo
<XXI
Alma_Venturosa_
Al promediar la tarde de aquel día, Cuando iba mi habitual adiós a darte, Fue una vaga congoja de dejarte Lo que me hizo saber que te quería. Tu alma, sin comprenderlo, ya sabía... Con tu rubor me iluminó al hablarte, Y al separarnos te pusiste aparte Del grupo, amedrentada todavía. Fue silencio y temblor nuestra sorpresa; Más ya la plenitud de la promesa Nos infundía un júbilo tan blando, Que nuestros labios suspiraron quedos... Y tu alma estremecíase en tus dedos Como si se estuviera deshojando.
es
González_Cano,Cándida
XXI
Saber_Que_Estás_Ahí
Saber que estás ahí, Cuando atravieso Esa puerta. Me voy, me alejo, Me escapo. Y sé Que estás ahí, Atravesando Esa puerta. Tú siempre Estás ahí.
es
Vaeza_Grego,Alfredo_Horacio
XXI
Sabes
El inmortal ruido sacudió mis plantas ¿Estas hecha como ellos quieren? Soy el trueno de tu cama blanca. El espejo si sabe los caminos. ¿Tendrás fuego?, hoy estoy tan bajo… Es el viento pronto de penas. Solo la luz blanca cambiaria el signo, más, serias roca sin tus movimientos. Las fresas captan quien es… “El mural del mundo en el que vivo”
es
Góngora,Luis_de
<XXI
Ni_En_Este_Monte,_Este_Aire,_Ni_Este_Río
Ni en este monte, este aire, ni este río Corre fiera, vuela ave, pece nada, De quien con atención no sea escuchada La triste voz del triste llanto mío; Y aunque en la fuerza sea del estío Al viento mi querella encomendada, Cuando a cada cual de ellos más le agrada Fresca cueva, árbol verde, arroyo frío, A compasión movidos de mi llanto, Dejan la sombra, el ramo y la hondura, Cual ya por escuchar el dulce canto De aquel que, de Strimón en la espesura, Los suspendía cien mil veces. ¡Tanto Puede mi mal, y pudo su dulzura! Y aunque en la fuerza sea del estío Al viento mi querella encomendada, Cuando a cada cual de ellos más le agrada Fresca cueva, árbol verde, arroyo frío, A compasión movidos de mi llanto, Dejan la sombra, el ramo y la hondura, Cual ya por escuchar el dulce canto De aquel que, de Strimón en la espesura, Los suspendía cien mil veces. ¡Tanto Puede mi mal, y pudo su dulzura! A compasión movidos de mi llanto, Dejan la sombra, el ramo y la hondura, Cual ya por escuchar el dulce canto De aquel que, de Strimón en la espesura, Los suspendía cien mil veces. ¡Tanto Puede mi mal, y pudo su dulzura! De aquel que, de Strimón en la espesura, Los suspendía cien mil veces. ¡Tanto Puede mi mal, y pudo su dulzura!
es
Diego,Eliseo
<XXI
Hermanos
El ron de mis mayores me protege contra el terror de ya no ser mañana. Timor mortis conturbat me. Me dice el frágil ido aquí a mi lado que él es mi hermano, y es verdad. Timor mortis conturbat me. Por nuestras venas corre el ron que un día sobre el cofre del muerto se durmió. Timor mortis conturba me. El leve ausente aquí a mi lado es viejo como fambién, a la verdad, soy yo. Timor morfis confurba nos. Solos, a solas, con el ron, los dos.
es
Coronel_Urtecho,José
<XXI
Oda_A_Rubén_Darío
(Acompañamiento de papel de lija) Burlé tu león de cemento al cabo. Tú sabes que mi llanto fue de lágrimas, i no de perlas. Te amo. Soy el asesino de tus retratos. Por vez primera comimos naranjas. Il n’y a pas de chocolat —dijo tu ángel de la guarda. Ahora podías perfectamente mostrarme tu vida por la ventana como unos cuadros que nadie ha pintado. Tu vestido de emperador, que cuelga de la pared, bordado de palabras, cuánto más pequeño que ese pajama con que duermes ahora, que eres tan sólo un alma. Yo te besé las manos. "Stella —tú hablabas contigo mismo— llegó por fin después de la parada", i no recuerdo qué dijiste luego. Sé que reímos de ello. (Por fin te dije: "Maestro, quisiera ver el fauno". Mas tú: "Vete a un convento"). Hablamos de Zorrilla. Tu dijiste: "Mi padre" i hablamos de los amigos. "Et le reste est literature" de nuevo tu ángel impertinente. Tú te exaltaste mucho. "Literatura todo —el resto es esto". Entonces comprendimos la tragedia. Es como el agua cuando inunda un campo, un pueblo sin alboroto i se entra por las puertas i llena los salones de los palacios —en busca de un cauce, del mar, nadie sabe. Tú que dijiste tantas veces "Ecce Homo" frente al espejo i no sabías cuál de los dos era el verdadero, si acaso era alguno. (¿Te entraban deseos de hacer pedazos el cristal?) Nada de esto (mármol bajo el azul) en tus jardínes —donde antes de morir rezaste al cabo— donde yo me paseo con mi novia i soy irrespetuoso con los cisnes. (Acompañamiento de tambores) He tenido una reyerta con el Ladrón de tus Corbatas (yo mismo cuando iba a la escuela), el cual me ha roto tus ritmos a puñetazos en las orejas... Libertador, te llamaría, si esto no fuera una insolencia contra tus manos provenzales (i el Cancionero de Baena) en el "Clavicordio de la Abuela" —tus manos, que beso de nuevo, Maestro. En nuestra casa nos reuníamos para verte partir en globo i tú partías en una galera —después descubrimos que la luna era una bicicleta— y regresabas a la gran fiesta de la apertura de tu maleta. La Abuela se enfurecía de tus sinfonías parisienses, i los chicuelos nos comíamos tus peras de cera. (Oh tus sabrosas frutas de cera) Tú comprendes. Tú que estuviste en el Louvre, entre los mármoles de Grecia, y ejecutaste una marcha a la Victoria de Samotracia, tú comprendes por qué te hablo como una máquina fotográfica en la plaza de la Independencia de las Cosmópolis de América, donde enseñaste a criar Centauros a los ganaderos de las Pampas. Porque, buscándome en vano entre tus cortinajes de ensueño, he terminado por llamarte "Maestro, maestro", donde tu música suntuosa es la armonía de tu silencio... (¿Por qué has huido, maestro?) (Hay unas gotas de sangre en tus tapices). Comprendo. Perdón. Nada ha sido. Vuelvo a la cuerda de mi contento. ¿Rubén? Sí. Rubén fue un mármol griego. (¿No es esto?) "All’s right with the world", nos dijo con su prosaísmo soberbio nuestro querido sir Roberto Browning. Y es cierto. (Con pito) En fin, Rubén, paisano inevitable, te saludo con mi bombín, que se comieron los ratones en mil novecientos veinte i cin- co. Amén.
es
Bolaño,Roberto
<XXI
Plaza_De_La_Estación
Bajo el cielo gris — pero nada es permanente, cercada o protegida por alerces desnudos la plaza se introduce en la realidad. Del surtidor cubierto de musgo apenas sale un chorro de agua y un arco de hierro en el otro extremo compone un gesto vagamente escultórico el soporte perdido de algo que ya no veremos. Ni la lluvia es necesaria ni las sombras femeninas de la mente. La plaza se recompone al alejarse, su quietud es mérito del viajero. Aquí, en el páramo quedan las líneas, apenas los bocetos de su clara disposición agónica.
es
Aleixandre,Vicente
<XXI
Quinto_Par_9
Demasiado solo está el caballero. ¿Lo es? El licenciado pertenece al Consejo. Aquí quizás estaba una tarde cuando el artista quiso pronunciarlo, engendrarlo. Pues a otra vida nace quien, así retenido, proyectado amanece e inmerso aquí levántase. Helo aquí justamente cuando en pie nos contempla. Acaba de despegar sus ropas negras de ese cuero curtido donde sentado estuvo, curtido castellano mate y tibio que hundido quedó —mirad— de un cuerpo. No hay extrañeza en esos ojos. Un castellano mira con sosiego cualquiera sea el espacio, el tiempo a que se asome. Sus ojos mirarían aún más allá; están hechos de pensamientos grave y ulterior... Nada hay nuevo, pues hasta el más morir, que sería más vivir, previsto está en sus ojos. El licenciado es magro, cenceño, ardido. Negro, su pelo, coronando una frente cansada, y siempre erguida. Arrugas se embeben en la barba nunca prolija, ancha la torneada nariz. ¿Cristiano viejo? Laso en ese pelo escaso más que corvino, y dura en su negror rebelde al tiempo, tenaz, bajo estas luces. Se ha levantado y viste de negro. Ah, sí, el artista le d ijo ; «Así estarás como tú eres, como serás, y duras». Y vio en los ojos, puso una sombra dudosa, dudante, y dentro la firmeza. ¿Dudar? Del tiempo, de ese fluir mojado donde el pintor decía querer poner su tabla por que siguiese el curso. Y detrás la firmeza, esa quietud que el grave señor siente a su espalda, donde se apoya, un muro. La eternidad. El caballero extiende su mano, en pie, la aplica apenas sobre el tablero y casi sonríe. Dura. Dura. Posiblemente sabe e ignora, aduce y gasta. Retiene, y brilla inmóvil esa pupila intensa donde una gota ha ardido sin consumirse, ¡y hela! Cortés te llama, y casi él se responde. Mas acércate y verás que pregunta. Mira: sálvale.
es
Juarroz,Roberto
<XXI
Cuarta_Poesía_Vertical._Número_1
La vida dibuja un árbol y la muerte dibuja otro. La vida dibuja un nido y la muerte lo copia. La vida dibuja un pájaro para que habite el nido y la muerte de inmediato dibuja otro pájaro. Una mano que no dibuja nada se pasea entre todos los dibujos y cada tanto cambia uno de sitio. Por ejemplo: el pájaro de la vida ocupa el nido de la muerte sobre el árbol dibujado por la vida. Otras veces la mano que no dibuja nada borra un dibujo de la serie. Por ejemplo: el árbol de la muerte sostiene el nido de la muerte, pero no lo ocupa ningún pájaro. Y otras veces la mano que no dibuja nada se convierte a sí misma en imagen sobrante, con figura de pájaro, con figura de árbol, con figura de nido. Y entonces, sólo entonces, no falta ni sobra nada. Por ejemplo: dos pájaros ocupan el nido de la vida sobre el árbol de la muerte. O el árbol de la vida sostiene dos nidos en los que habita un solo pájaro. O un pájaro único habita un solo nido sobre el árbol de la vida y el árbol de la muerte.
es
Altolaguirre,Manuel
<XXI
La_Primavera_Vendrá
La primavera vendrá cuando tu mano cerrada iracunda contra el frío, se abra despacio en el aire; cuando tu boca pronuncie sus nuevas flores de música; cuando tus dos ojos negros formen su nido en las ramas. Somos árboles que, juntos, sentimos la primavera que quiere subir al cielo, interior niño que quiere trepar y asoma sus manos que brotan primaverales.
es
Acuña,Manuel
<XXI
Mi_Alma,_La_Pobre_Mártir
Mi alma, la pobre mártir De mis ensueños dulces y queridos, La viajera del cielo, que caminas Con la luz de un delirio ante los ojos, No encontrando a tu paso más que abrojos Ni sintiendo en tu frente más que espinas; Sacude y deja el luto Con que la sombra del dolor te envuelve, Y olvidando el gemir de tus cantares Deja la tumba y a la vida vuelve. Depón y arroja el duelo De tu tristeza funeral y yerta, Y ante la luz que asoma por el cielo En su rayo de amor y de consuelo, Saluda al porvenir que te despierta. Transforma en sol la luna De tus noches eternas y sombrías; Renueva las sonrisas que en la cuna Para hablar con los ángeles tenías; Y abrigando otra vez bajo tu cielo, De tus horas de niña la confianza, Diles tu último adiós a los dolores, Y engalana de nuevo con tus flores Las ruinas del altar de tu esperanza Ya es hora de que altivas Tus alas surquen el azul como antes, Ya es hora de que vivas, Ya es hora de que cantes; Ya es hora de que enciendas en el ara La blanca luz de las antorchas muertas, Y de que abras tu templo a la que viene En nombre del amor ante sus puertas. Bajo el espeso y pálido nublado Que enluta de tu frente la agonía, Aun te es dado que sueñes, y aun te es dado Vivir para tus sueños todavía... Te lo dice su voz, la de aquel ángel Cuya memoria celestial y blanca Es el solo entre todos tus recuerdos Que ni quejas ni lágrimas te arranca... Su voz dulce y bendita Que cuando tu dolor aún era niño, Bajaba entre tus cánticos de muerte, Mensajera de amor a prometerte La redención augusta del cariño... Y yo la he visto, ¡mi alma! desgarrando Del manto de la bruma el negro broche Y encendiendo a la luz de su mirada, Esas dulces estrellas de la noche Que anuncian la alborada... Yo he sentido el perfume voluptuoso Del crespón virginal que la envolvía, Y he sentido sus besos, y he sentido Que al acercarse a mí se estremecía... ¡Si, mi pobre cadáver, desenvuelve Los pliegues del sudario que te cubre Levántate, y no caves Tu propia tumba en un dolor eterno!... La vuelta de las aves Te anuncia ya que terminó el invierno: Saluda al sol querido Que en el Levante de tu amor asoma, Y ya que tu paloma vuelve al nido, Reconstruyele el nido a tu paloma.
es
Bolaño,Roberto
<XXI
Vienen_Danzando_Por_La_Colina_El_Loro_Que_Habla
Vienen danzando por la colina el Loro que habla, el Mono que gesticula y el Lagarto que mira y sobrevive. Descubrirte es tener el alma como esponja seca y estrujarla hasta el fin del mar o el comienzo del mundo: así, arde un mapa en los sueños de un niño; arde una casa en una nube que arde. Sólo veo tu sonrisa como un arco iris blanco sobre los manicomios. ¿Es que estoy solo? Si te amé yo no puedo estar solo; todo perdura. ¿Si te amé por qué enumero las camas donde hemos fornicado? Y el fin de la mar no está en los náufragos ni en los faros solitarios como aerolitos solitarios, sino en los pobres bañistas alborozados —piel negra bikini, peones mordidos y tostados— y en una muchacha, sentada en la arena, descansando. Y Amor golpeará tu puerta y verás navegantes remando en los canales de tu corazón. ¿Y el trompo de la libertad bailará en tu uña? ¿Y si no te amo por qué enumero las camas donde hemos fornicado? Y amor vendrá con Lucha de Clases en un punto decisivo ¡Bang, bang! De la infrarrealidad venimos, ¿a dónde vamos?
es
García_Montero,Luis
<XXI
Más_Allá_De_La_Sombra
Más allá de la sombra te delatan tus ojos, y te adivino tersa, como un mapa extendido de asombro y de deseo. Date por muerta amor, es un atraco. Tus labios o la vida.
es
Martí,José
<XXI
La_Fatiga_Y_Las_Sábanas_Sacudo
La fatiga y las sábanas sacudo: Cuando no se es feliz, abruma el sueño Y el sueno, tardo al infeliz, y el miedo A ver la luz que alumbra su desdicha Resístense los ojos,— y parece No que en plumones mansos se ha dormido Sino en los brazos negros de una fiera. Al aire luminoso, como al río El sediento peatón, dos labios se abren: El pecho en lo interior se encumbra y goza Como el hogar feliz cuando recibe En Año Nuevo a la familia amada;— Y brota, frente al sol, el pensamiento! Más súbito, los ojos se oscurecen, Y el cielo, y a la frente va la mano Cual militar que el pabellón saluda: Los muertos son, los muertos son, devueltos A la luz maternal: los muertos pasan. Y sigo a mi labor, como creyente A quien unge en la sien el sacerdote De rostro liso y vestiduras blancas— Practico: en el divino altar comulgo De la Naturaleza: es mi hostia el alma humana.
es
Hahn,Óscar
<XXI
Paisajes_De_Invierno
El río duerme en su cauce de hielo como si esperara el Juicio Final Si tuviera que volver a mi casa ¿a dónde volvería? El cementerio está cubierto de nieve Apenas sobresalen las lápidas como si todavía los muertos quisieran decirnos sus nombres Nada fluye ni cae ahora La eternidad ha encontrado su sitio en el mundo
es
Zafra_Moreno,Arturo
XXI
Usamos_La_Cerveza_Como_Calmante
Usamos la cerveza como calmante para algunos dolores innatos como el latido de una caja roja que se esconde en nuestro pecho —si se esconde, por algo será— Pero toda medicina tiene efectos secundarios como las ganas locas de ir al baño y exprimir cada gota de tu verga hasta que vuelva a su compostura. Pero, al igual que la morfina, la cerveza es adictiva y le coges cariño a mear cada 10 minutos y a olvidar partes de una noche y al olor ácido de tu propia pota cuando sale una parte por la nariz y respiras hondo, y más hondo hasta que el alcohol se cambie por aire fresco y poder volver al principio de la cadena. Levantarte de la taza del váter, beber agua del grifo, pasarte la mano por la barbilla para no dejar rastro del ritual que acabas de hacer y salir a la calle, o al bar o donde coño estés bebiendo —el sitio es lo de menos— Todo ese proceso es adictivo. Y la adicción halla su límite en la decadencia más inhumana y reprobable que exista en el paladar de un borracho. Todo preso que se precie —aunque sea de una prisión de cristal— acaba bailando con el sonido metálico de sus cadenas Y algunos llegan a beber mientras mean— Como yo me enamoro mientras lloro... Ésta es la decadencia más inhumana del ciclo del agua.
es
Teresa_de_Jesús,Santa
<XXI
Pues_La_Estrella
Pues la estrella es ya llegada, vaya con los Reyes la mi manada. Vamos todas juntas a ver el Mesías, pues vemos cumplidas ya las profecías. Pues en nuestros días, es ya llegada, vaya con los Reyes la mi manada. Llevémosle dones de grande valor, pues vienen los Reyes, con tan gran hervor. Alégrese hoy nuestra gran Zagala, vaya con los Reyes la mi manada. No cures, Llorente, de buscar razón, para ver que es Dios aqueste garzón. Dale el corazón, y yo esté empeñada: vaya con los Reyes la mi manada.
es
Chocano,José_Santos
<XXI
Padre_Nuestro
Errante explorador, que por la umbría selva entró alguna vez, y que con firme mano grabó su nombre en débil tronco de arbusto protector, que le dio lecho de hojas muertas de sed, al soplo airado del Destino, tal vez torne su rumbo hacia el paraje aquel, cuando ya el tiempo haya puesto vigor entre las venas del arbusto y el tronco haya ensanchado: y entonces gozará con ver su nombre, que vivirá a través de las edades, como revelación de un alma, en medio de estas mudas y eternas soledades!... ¡Cómo no has de gozar, si eres poeta, al leer las estrofas que escribiste en tus radiantes noches; cuando el viento agitaba la pálida bujía, con su hálito de musa; y solo, y mudo, te golpeaban la frente pensadora; y cabalgabas en el verso alado, que corría... y corría... y más corría, atravesando sombra, y después sombra, y después sombra, y sombra todavía!... Ahí están tus recuerdos: ahí, inmobles mariposas disecas, tus ideales crucificados sin piedad, tus sueños coronados de espinas, tus locuras con sus sangrientas púrpuras rasgadas; ahí encuentras placer: el placer mismo del hijo vuelto de lejanas tierras, que va a besar la tumba de sus padres; el placer mismo del labriego anciano, que pasea en sus campos donde nunca podrá otra vez arar; el placer triste —ya que envueltos en miel hay aguijones— del inválido que oye las trompetas y no puede alistarse en sus legiones. Más que el explorador que su nombre halla en uri tronco del bosque, más que el bardo que halla un recuerdo suyo en cada estrofa, goza el padre que mira concentrarse toda la luz de su alma, todo el fuego de su cuerpo viril, cual en el foco de inmaculada lente, en su hijo amado que retorna ese amor como un reflejo, ya que el padre en el hijo hallará siempre, en cuerpo de crisol, alma de espejo! ¡Oh qué dicha mayor sentirse padre, verse una y otra vez reproducido en un hijo y en otro! ¡Acaso sea un misterio eucarístico el que logra que el padre, transformándose en los hijos, como un lampo de sol en cien destellos, se sienta integramente en cada uno y ame en un solo amor a todos ellos!... Así Dios goza desde su alto solio en ver rodar los mundos a sus plantas; goza en oírse por sesenta siglos alabado en la Tierra, y por mil veces en otros mundos mil; en ver las nuevas vidas que brotan de la misma muerte; en ver la estéril lucha de los males contra el bien inmortal; en el arrullo de la oración, que llega hasta su oído, por más que el can de la herejía ladre: así Dios goza y goza; pero tiene una dicha-mayor: ¡La de ser Padre!
es
López_Velarde,Ramón
<XXI
Tu_Paz_—¡Oh_Paz_De_Cada_Día!—
Tu paz —¡oh paz de cada día!— y mi dolor que es inmortal, se han de casar, Amada mía, en una noche cuaresmal. Quizá en un Viernes de Dolores, cuando se anuncian ya las flores y en el altar que huele a lirios el casto pecho de María sufre por nos siete martirios; mientras la luna, Amada mía, deja caer sus tenues franjas de luz de ensueño sideral sobre las místicas naranjas que, por el arte virginal de las doncellas de la aldea, lucen banderas de papel e irisaciones de oropel sobre la piel que amarillea. Fuensanta: al amor aventurero de cálidas mujeres, azafatas súbditas de la carne, te prefiero por la frescura de tus manos gratas. Yo te convido, dulce Amada, a que te cases con mi pena entre los vasos de cebada la última noche de novena. Te ha de cubrir la luna llena con luz de túnica nupcial y nos dará la Dolorosa la bendición sacramental. Y así podré llamarte esposa, y haremos juntos la dichosa ruta evangélica del bien hasta la eterna gloria. AMÉN. Quizá en un Viernes de Dolores, cuando se anuncian ya las flores y en el altar que huele a lirios el casto pecho de María sufre por nos siete martirios; mientras la luna, Amada mía, deja caer sus tenues franjas de luz de ensueño sideral sobre las místicas naranjas que, por el arte virginal de las doncellas de la aldea, lucen banderas de papel e irisaciones de oropel sobre la piel que amarillea. Fuensanta: al amor aventurero de cálidas mujeres, azafatas súbditas de la carne, te prefiero por la frescura de tus manos gratas. Yo te convido, dulce Amada, a que te cases con mi pena entre los vasos de cebada la última noche de novena. Te ha de cubrir la luna llena con luz de túnica nupcial y nos dará la Dolorosa la bendición sacramental. Y así podré llamarte esposa, y haremos juntos la dichosa ruta evangélica del bien hasta la eterna gloria. AMÉN. Fuensanta: al amor aventurero de cálidas mujeres, azafatas súbditas de la carne, te prefiero por la frescura de tus manos gratas. Yo te convido, dulce Amada, a que te cases con mi pena entre los vasos de cebada la última noche de novena. Te ha de cubrir la luna llena con luz de túnica nupcial y nos dará la Dolorosa la bendición sacramental. Y así podré llamarte esposa, y haremos juntos la dichosa ruta evangélica del bien hasta la eterna gloria. AMÉN. Yo te convido, dulce Amada, a que te cases con mi pena entre los vasos de cebada la última noche de novena. Te ha de cubrir la luna llena con luz de túnica nupcial y nos dará la Dolorosa la bendición sacramental. Y así podré llamarte esposa, y haremos juntos la dichosa ruta evangélica del bien hasta la eterna gloria. AMÉN. Te ha de cubrir la luna llena con luz de túnica nupcial y nos dará la Dolorosa la bendición sacramental. Y así podré llamarte esposa, y haremos juntos la dichosa ruta evangélica del bien hasta la eterna gloria. AMÉN. Y así podré llamarte esposa, y haremos juntos la dichosa ruta evangélica del bien hasta la eterna gloria. AMÉN. AMÉN.
es
Cruz,Juana_Inés_de_la
<XXI
_Endechas_Irregulares_Demostrando_Afectos_De_Un_Favorecido,_Que_Se_Ausenta
Divino dueño mío, si al tiempo de partirme tiene mi amante pecho alientos de quejarse, oye mis penas, mira mis males. Aliéntese el dolor, si puede lamentarse, y a la vista de perderte mi corazón exhale llanto a la tierra, quejas al aire. Apenas tus favores quisieron coronarme, dichoso más que todos, felices como nadie, cuando los gustos fueron pesares. Sin duda el ser dichoso es la culpa más grave, pues mi fortuna adversa dispone que la pague con que a mis ojos tus luces falten, ¡Ay, dura ley de ausencia! ¿quién podrá derogarte, si a donde yo no quiero me llevas, sin llevarme, con alma muerta, vivo cadáver? ¿Será de tus favores sólo el corazón cárcel por ser aun el silencio si quiero que los guarde, custodio indigno, sigilo frágil? Y puesto que me ausento, por el último vale te prometo rendido mi amor y fe constante, siempre quererte, nunca olvidarte.
es
Fuertes,Gloria
<XXI
...Porque_Sin_Pedirlo_Ni_Beberlo
...Porque sin pedirlo ni beberlo nos enviaron al pelotón de los torpes nos ordenaron atacar antes de defendernos, nos obligaron a pegar tiros, antes de a hacernos el amor. Porque yo no entiendo por qué, nos enseñaron a nadar antes que a andar, a entrar en fuego sin ser bombero. No es que no seamos capaces, es que no sabemos cómo comer, ...no nos han enseñado los que saben… Reconocer que somos sub-desarrollados, niños sin colegio, de una aldea antropófaga, llamada mundo.
es
Huerta,Efraín
<XXI
Manifiesto_Nalgaísta
El gran río penetró la roca viva y se adelgazó hasta el miedo y el estruendo se hizo rayo se hizo ruina se hizo tonto esqueleto y hoy padece a lo largo de pieles de tigre a la orilla del cocodrilo que me sueña y me hunde en el naufragio de su carne tan blanca oh carne nacarada en medio de la arena como tú y estas dos medallas de oro que muerdo dalias de vida y de martirio y en ellas me retrato y consigo el descenso al dulce infierno de tu vientre y de nuevo los dientes ah malditos ah maldita tú también larga bestia ululante despierta lengua en aquel círculo de asesinos (Pierde toda esperanza amor mío) de almas danzantes albas cool cool cool cool jazz ¡Bríndamelo por fin! Aleluya Aleluya magnífico Grijalva muerto de frío de rocas y pañuelos rojos Piérdete adelgázate hasta la soledad de los cocodrilos que agonizan al pie de mi medio siglo y de mi alcohol cohol cohol cohol cohol jazz cool cool cool cool jazz marinera manía de pintar escribir declamar pagar impuestos luz renta etcétera y luego abrazarte bajo el diluvio de sones antillanos y misas lubas y volver a abrazarte hasta el arte y el hartazgo y aleluyarte hasta no sé cuando dormida y abrumada purificada putificada ¡Aleluya! ¡Aleluya! poetas elotes tiernos calaveritas apaleadas poetas inmensos reyes del eliotazgo baratarios y pancistas grandísimos quijotes de su tiznadísima chingamusa perdónenme grandes y pequeños pequeñísimos poetas (Soy acaso el Hijo de Sánchez de la poesía ¿Peralvillo Tepito Incorporated? Alors los invito a discurrir pespunte limpio por el nuevo Paseo la Anti-Reforma)
es
Altolaguirre,Manuel
<XXI
Soy_El_Que_Fui
Mi cuerpo duerme y no duerme prendido al calor del lecho. Ya soy una multitud bajo blancos paños. Sueño que soy una nube. Voy navegando los cielos. Mi pie lejano levanta una montaña. Mi seno es un abismo profundo. Picores breves, pequeños, señalan luces despiertas en las turbias ondas. Puedo ser yo pero soy el que fui. Ante su Presencia tiemblo.
es
Gil_Segura,F._Javier
XXI
Se_Rompe_La_Tarde_Gris
Se rompe la tarde gris con el relámpago centelleante de tu recuerdo. Llueve sobre mojado, esperando tu cálido abrazo bajo la difuminada luna que nos guardará. Mañana tu magia y la mía, tornarán expresiones desesperadas en crujientes risas, ancladas en un lugar cualquiera, en un momento eterno.
es
Zerón,Lina
XXI
¿Remordimientos_Yo?
¿Remordimientos yo? Qué va. Si para dormir exhausta cuento mis pecados cotidianos en vez de borreguitos negros. Con el roce de tus labios, con mis ganas de vivir me atraganto, con las escamas de tu lengua, entre mis recuerdos y tu olvido, entre tus muslos y los míos, entre mi edad madura y tus ojos de niño voy al sueño.
es
Caballero_Bonald,José_Manuel
<XXI
Guárdate_De_Leteo
Defenderé el recuerdo que me queda de aquella calle inhóspita detrás de la estación de Copenhague. Defenderé contra mí mismo ese recuerdo, cuando gastado ya el valor de una experiencia que la literatura prestigiara, en frágiles nociones se estaciona la prefiguración de un mundo torvo que es del placer la copia menos nítida. No volver ya sino reconstruir de lejos, por inercia, el anhelante derredor de la noche: los difusos cuerpos estacionados en la acera, la luz de las vitrinas vibrando entre la bruma y el grasiento vaho adherido a los zaguanes donde la identidad del sexo se abolía. Pero aquella emoción en parte desglosada de una historia banal, actúa como la remuneración de un vicio solitario en la distancia: ese recuerdo que defenderé, que me defenderá contra la sordidez de la virtud.
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