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Márquez_Cristo,Gonzalo | XXI | Nacimientos | El equilibrio sólo puede hallarse prescindiendo de la respiración, en la inmovilidad del salto, en la noche poseída.
Las búsquedas sin señuelo me habían conducido a mi rostro. Desde la infancia padecí de la vida contrariada por la
espectral voracidad del poema. Me ejercité en hallar los caminos más escabrosos, más inútiles... Nunca eludí
un encuentro que antecediera a la desesperación.
Delaté a los dioses del miedo y al deseo —que inventaba demonios.
Vi al placer cerrando los ojos y al terror sin párpados...
Conocí la verdadera palabra: la que migra, la que abandona su escenario de papel, y fui su víctima.
Vislumbré la montaña a la deriva, el río inmóvil, el ardor sumergido...
Procuré no realizar mis sueños para no perder la fuerza del extravío.
Abracé al miedo para descubrir, dancé en círculo para cuidar al sol y tracé un signo furtivo, irrevelable...
Protegí mis dudas y aticé mi libertad.
Las palabras son lo visible.
Creo en la riqueza de nuestra adversidad.
Las búsquedas sin señuelo me habían conducido a mi rostro. Desde la infancia padecí de la vida contrariada por la
espectral voracidad del poema. Me ejercité en hallar los caminos más escabrosos, más inútiles... Nunca eludí
un encuentro que antecediera a la desesperación.
Delaté a los dioses del miedo y al deseo —que inventaba demonios.
Vi al placer cerrando los ojos y al terror sin párpados...
Conocí la verdadera palabra: la que migra, la que abandona su escenario de papel, y fui su víctima.
Vislumbré la montaña a la deriva, el río inmóvil, el ardor sumergido...
Procuré no realizar mis sueños para no perder la fuerza del extravío.
Abracé al miedo para descubrir, dancé en círculo para cuidar al sol y tracé un signo furtivo, irrevelable...
Protegí mis dudas y aticé mi libertad.
Las palabras son lo visible.
Creo en la riqueza de nuestra adversidad.
Delaté a los dioses del miedo y al deseo —que inventaba demonios.
Vi al placer cerrando los ojos y al terror sin párpados...
Conocí la verdadera palabra: la que migra, la que abandona su escenario de papel, y fui su víctima.
Vislumbré la montaña a la deriva, el río inmóvil, el ardor sumergido...
Procuré no realizar mis sueños para no perder la fuerza del extravío.
Abracé al miedo para descubrir, dancé en círculo para cuidar al sol y tracé un signo furtivo, irrevelable...
Protegí mis dudas y aticé mi libertad.
Las palabras son lo visible.
Creo en la riqueza de nuestra adversidad.
Vi al placer cerrando los ojos y al terror sin párpados...
Conocí la verdadera palabra: la que migra, la que abandona su escenario de papel, y fui su víctima.
Vislumbré la montaña a la deriva, el río inmóvil, el ardor sumergido...
Procuré no realizar mis sueños para no perder la fuerza del extravío.
Abracé al miedo para descubrir, dancé en círculo para cuidar al sol y tracé un signo furtivo, irrevelable...
Protegí mis dudas y aticé mi libertad.
Las palabras son lo visible.
Creo en la riqueza de nuestra adversidad.
Conocí la verdadera palabra: la que migra, la que abandona su escenario de papel, y fui su víctima.
Vislumbré la montaña a la deriva, el río inmóvil, el ardor sumergido...
Procuré no realizar mis sueños para no perder la fuerza del extravío.
Abracé al miedo para descubrir, dancé en círculo para cuidar al sol y tracé un signo furtivo, irrevelable...
Protegí mis dudas y aticé mi libertad.
Las palabras son lo visible.
Creo en la riqueza de nuestra adversidad.
Vislumbré la montaña a la deriva, el río inmóvil, el ardor sumergido...
Procuré no realizar mis sueños para no perder la fuerza del extravío.
Abracé al miedo para descubrir, dancé en círculo para cuidar al sol y tracé un signo furtivo, irrevelable...
Protegí mis dudas y aticé mi libertad.
Las palabras son lo visible.
Creo en la riqueza de nuestra adversidad.
Procuré no realizar mis sueños para no perder la fuerza del extravío.
Abracé al miedo para descubrir, dancé en círculo para cuidar al sol y tracé un signo furtivo, irrevelable...
Protegí mis dudas y aticé mi libertad.
Las palabras son lo visible.
Creo en la riqueza de nuestra adversidad.
Abracé al miedo para descubrir, dancé en círculo para cuidar al sol y tracé un signo furtivo, irrevelable...
Protegí mis dudas y aticé mi libertad.
Las palabras son lo visible.
Creo en la riqueza de nuestra adversidad.
Protegí mis dudas y aticé mi libertad.
Las palabras son lo visible.
Creo en la riqueza de nuestra adversidad.
Las palabras son lo visible.
Creo en la riqueza de nuestra adversidad.
Creo en la riqueza de nuestra adversidad. | es |
Melgar_Becerra,Juan_Miguel | XXI | La_Brisa_Triste_Del_Invierno_Pasado | La brisa triste del invierno pasado
ha venido a mecer de nuevo las ramas
del manzano,
cordialmente, llenas de elegancia,
adornan un sincero instante de mar,
todas, entrelazadas y llenas de armonía.
Recuerdo esta brisa, tarde de ayer,
dulce mariposa de colores mirando
tus ojos, diluyendo tu corazón en la
tinta de un poema.
¿Recuerdas, amada mía, la tarde aquella?
Tarde de soledades y tristezas varias,
tu mano, inclinada en el vacío, esperando
una leve caricia de mi mano,
caricia prolongada y ya extinguida,
desafío inherente entre Dios y la nada,
surtidores de plata, y tu mundo y el mío...
aquella tarde en la que te besaba...
¡Qué brisa entonces la de aquella tarde!
Consumiéndote sola, tu belleza anduve
con pasos decididos, y risas estridentes,
y labios de otros labios, se pierden en el tiempo...
... tú no estás en tu ventana, ya casi te olvidé,
entre copas y almohadas y abrazos de la gente
que hallé en el camino.
Yo te amé, tú bien lo sabes, tú me amabas,
en fin, hoy todo ha terminado.
La brisa triste del invierno pasado,
ha venido a mecer de nuevo las ramas
del manzano. | es |
Lugones,Leopoldo | <XXI | Hortvs_Deliciarvm | El crepúsculo sufre en los follajes.
Tus manos afeminan las discretas
Caricias de las noches incompletas,
Bajo una fina languidez de encajes
Y un indulgente olor de violetas.
Nieva tu palidez sobre las horas.
Mi deseo perfuma, y mi pupila,
Al fulgor de la tarde que vacila,
Complica en sutilezas tentadoras
La breve arruga de tu media lila.
Algo llora en llora en los árboles espesos.
El alma, enferma de divinos males,
Quiere unir en las copas inmortales,
A la inquietud ambigua de tus besos
El sabor de las églogas pradiales.
Llega un triste mensaje: ha muerto Ofelia.
La flor de oro del Sol, desde el poniente,
Quema en su polen de oro, inúltimente,
Tu integridad estéril de camelia,
Y agoniza dorándote la frente.
Hoy cantan los maitines de las flores.
Deja arrastrar tu falda entre mis penas,
Y al ritmo de la sangre de mis venas
Trovaré el virelay de tus pudores
Y canonizaré tus azucenas.
Las tardes se marchitan desoladas.
Dame el saludo de cortés desvío,
Y verás cuál resbala por el frío
Ópalo de tus uñas delicadas,
Mi alma como una gota de rocío.
El violín detalla una gavota,
Mi corazón fallece en un gemido,
Porque al beso de sombra del olvido,
Bajo el ancho muaré de tu capota
Tu mirada y la tarde se han dormido. | es |
Cela,Camilo_José | <XXI | Toisha_V_Ii | Ahora, ahora mismo,
En este instante idéntico a niña embarazada,
En este instante mismo en que la sangre se agolpa por mis sienes
En este instante, oh muerta!, en que navajas, tréboles,
O espartos moribundos dan sabor a tu boca,
En que huracanes trémulos, musgos recién nacidos,
O gusanos sin boca son dueños de tus senos,
En que la tierra inmensa te ahoga por la garganta
Por un instante no mayor que un beso,
En que lágrimas huecas o mechones de pelo perfectamente inútiles
No son lo que yo quiero: que es tu presencia misma,
Que es tu carne dorada donde yo me dormía,
Que son tus piernas tibias, tus muslos abarcados,
Tus fecundas caderas donde yo cabalgaba
Como un verano, hasta que te rendías,
Tus fortísimos brazos con que, toda desnuda,
Me levantabas sobre tu cabeza
En este instante en que un dolor inmenso
Es incapaz de hacerme mover un solo dedo,
Yo te prometo, oh dulce esposa mía asesinada,
Oh madrecita sin haber parido, oh muerta,
Colgar tu atroz recuerdo cada noche de un pelo,
Y que desiertos de tinieblas moradas
O amargas noches de insomnio y sobresalto
Sean incapaces de ahogarme como a un niño. | es |
Neruda,Pablo | <XXI | Poema_15 | Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.
Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.
Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.
Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.
Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.
Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.
Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.
Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.
Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.
Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.
Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.
Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.
Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.
Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.
Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto. | es |
Castillo_Fan,Jorge | XXI | Soñabas_De_Perfil | Soñabas de perfil
Disuelta la luna entre tus dedos
tejías un himno para no morir
¿Era tu voz una danza invisible sobre el viento
o el alma de los ciegos
quebrada en el licor de los silencios?
¿Blandías estrellas sobre el fango? | es |
Calama_Rodríguez,Luis | XXI | Quiero_Que_Vuelvas_Madre_Hasta_Mi_Lado | Quiero que vuelvas madre hasta mi lado,
a recorrer conmigo los senderos
que cruzan los rincones de la vida,
retomando de un soplo el sentimiento
de aquellas tardes dulces del pasado.
Quiero escuchar de nuevo tus palabras
para salir del fondo de los miedos
y alargar de mi sombra los latidos
que palpitan contigo en los recuerdos.
Quiero romper los muros de los tiempos
y deshacer los años transcurridos
que cortan mis raíces y me arrastran
a un mundo más hostil e insolidario.
Quiero marchar de nuevo de tu mano,
protegido por siempre, por sentirme
otra vez consolado cuando el viento
ruge fiero en la noche en mi ventana.
Quiero que vuelvas madre, y me rescates
de todas las razones que no tengo,
y te acerques despacio hasta mi cama,
para velar mi sueño, mientras duermo. | es |
Paz,Octavio | <XXI | Novedad_De_Hoy_Y_Ruina_De_Pasado_Mañana | novedad de hoy y ruina de pasado mañana, enterrda y resucitada cada día,
convivida en calles, plazas, autobuses, taxis, cines, teatros, bares, hoteles, palomares, catacumbas,
la ciudad enorme que cabe en un cuarto de tres metros cuadrados inacabable como una galaxia,
la ciudad que nos sueña a todos y que todos hacemos y deshacemos y rehacemos mientras soñamos,
la ciudad que todos soñamos y que cambia sin cesar mientras la soñamos,
la ciudad que despierta cada cien años y se mira en el espejo de una palabra y no se reconoce y otra vez se echa a dormir,
la ciudad que brota de los párpados de la mujer que duerme a mi lado y se convierte,
con sus monumentos y sus estatuas, sus historias y sus leyendas,
en un manantial hecho de muchos ojos y cada ojo refleja el mismo paisaje detenido,
antes de las escuelas y las prisiones, los alfabetos y los números, el altar y la ley:
el río que es cuatro ríos, el huerto, el árbol, la Varona y el Varón vestido de viento
—volver, volver, ser otra vez arcilla, bañarse en esa luz, dormir bajo esas luminarias,
flotar sobre las aguas del tiempo como la hoja llameante del arce que arrastra la corriente,
volver, ¿estamos dormidos o despiertos?, estamos, nada más estamos, amanece, es temprano,
estamos en la ciudad, no podemos salir de ella sin caer en otra, idéntica aunque sea distinta,
hablo de la ciudad inmensa, realidad diaria hecha de dos palabras: los otros,
y en cada uno de ellos hay un yo cercenado de un nosotros, un yo a la deriva,
hablo de la ciudad construida por los muertos, habitada por sus tercos fantasmas, regida por su despótica memoria,
la ciudad con la que hablo cuando no hablo con nadie y que ahora me dicta estas palabras insomnes,
hablo de las torres, los puentes, los subterráneos, los hangares, maravillas y desastres,
El estado abstracto y sus policías concretos, sus pedagogos, sus carceleros, sus predicadores,
las tiendas en donde hay de todo y gastamos todo y todo se vuelve humo,
los mercados y sus pirámides de frutos, rotación de las cuatro estaciones, las reses en canal colgando
de los garfios, las colinas de especias y las torres de frascos y conservas,
todos los sabores y los colores, todos los olores y todas las materias, la marea de las voces —agua, metal, madera, barro—, el trajín, el regateo y el trapicheo desde el comienzo de los días,
hablo de los edificios de cantería y de mármol, de cemento, vidrio, hierro, del gentío en los vestíbulos y portales, de los elevadores que suben y bajan como el mercurio en los termómetros,
de los bancos y sus consejos de administración, de las fábricas y sus gerentes, de los obreros y sus máquinas incestuosas,
hablo del desfile inmemorial de la prostitución por calles largas como el deseo y como el aburrimiento,
del ir y venir de los autos, espejo de nuestros afanes, quehaceres y pasiones (¿por qué, para qué, hacia dónde?),
de los hospitales siempre repletos y en los que siempre morimos solos,
hablo de la penumbra de ciertas iglesias y de las llamas titubeantes de los cirios en los altares,
tímidas lenguas con las que los desamparados hablan con los santos y con las vírgenes en un lenguaje ardiente y entrecortado,
hablo de la cena bajo la luz tuerta en la mesa coja y los platos desportillados,
de las tribus inocentes que acampan en los baldíos con sus mujeres y sus hijos, sus animales y sus espectros,
de las ratas en el albañal y de los gorriones valientes que anidan en los alambres, en las cornisas y en los árboles martirizados,
de los gatos contemplativos y de sus novelas libertinas a la luz de la luna, diosa cruel de las azoteas,
de los perros errabundos, que son nuestros franciscanos y nuestros bhikkus, los perros que desentierran los huesos del sol,
hablo del anacoreta y de la fraternidad de los libertarios, de la conjura de los justicieros y de la banda de los ladrones,
de la conspiración de los iguales y de la sociedad de amigos del Crimen, del club de los suicidas y de Jack el Destripador,
del Amigo de los Hombres, afilador de la guillotina, y de César, Delicia del Género Humano,
hablo del barrio paralítico, el muro llagado, la fuente seca, la estatua pintarrajeada,
hablo de los basureros del tamaño de una montaña y del sol taciturno que se filtra en el polumo,
de los vidrios rotos y del desierto de chatarra, del crimen de anoche y del banquete del inmortal Trimalción,
de la luna entre las antenas de la televisión y de una mariposa sobre un bote de inmundicias,
hablo de madrugadas como vuelo de garzas en la laguna y del sol de alas transparentes que se posa en los follajes de piedra de las iglesias y del gorjeo de la luz en los tallos de vidrio de los palacios,
hablo de algunos atardeceres al comienzo del otoño, cascadas de oro incorpóreo, transfiguración de este mundo, todo pierde cuerpo, todo se queda suspenso,
la luz piensa y cada uno de nosotros se siente pensado por esa luz reflexiva, durante un largo instante el tiempo se disipa, somos aire otra vez,
hablo del verano y de la noche pausada que crece en el horizonte como un monte de humo que poco a poco se desmorona y cae sobre nosotros como una ola,
reconciliación de los elementos, la noche se ha tendido y su cuerpo es un río poderoso de pronto dormido, nos mecemos en el oleaje de su respiración, la hora es palpable, la podemos tocar como un fruto,
han encendido las luces, arden las avenidas con el fulgor del deseo, en los parques la luz eléctrica atraviesa los follajes y cae sobre nosotros una llovizna verde y fosforescente que nos ilumina sin mojarnos, los árboles murmuran, nos dicen algo,
hay calles en penumbra que son una insinuación sonriente, no sabemos adónde van, tal vez al embarcadero de las islas perdidas,
hablo de las estrellas sobre las altas terrazas y de las frases indescifrables que escriben en la piedra del cielo,
hablo del chubasco rápido que azota los vidrios y humilla las arboledad, duró veinticinco minutos y ahora allá arriba hay agujeros azules y chorros de luz, el vapor sube del asfalto, los coches relucen, hay charcos donde navegan barcos de reflejos,
hablo de nubes nómadas y de una música delgada que ilumina una habitación en un quinto piso y de un rumor de risas en mitad de la noche como agua remota que fluye entre raíces y yerbas,
hablo del encuentro esperado con esa forma inesperada en la que encarna lo desconocido y se manifiesta a cada uno:
ojos que son la noche que se entreabre y el día que despierta, el mar que se tiende y la llama que habla, pechos valientes: marea lunar,
labios que dicen sésamo y el tiempo se abra y el pequeño cuarto se vuelve jardín de metamorfosis y el aire y el fuego se enlazan, la tierra y el agua se confunden,
o es el advenimiento del instante en que allá, en aquel otro lado que es aquí mismo, la llave se cierra y el tiempo cesa de manar;
instante del hasta aquí, fin del hipo, del quejido y del ansia, el alma pierde cuerpo y se desploma por un agujero del piso, cae en sí misma, el tiempo se ha desfondado, caminamos por un corredor sin fin, jadeamos en un arenal,
¿esa música se aleja o se acerca, esas luces pálidas se encienden o apagan?, canta el espacio, el tiempo se disipa: es el boqueo, es la mirada que resbala por la lisa pared, es la pared que se calla, la pared,
hablo de nuestra historia pública y de nuestra historia secreta, la tuya y la mía,
hablo de la selva de piedra, el desierto del profeta, el hormigüero de almas, la congregación de tribus, la casa de los espejos, el laberinto de ecos,
hablo del gran rumor que viene del fondo de los tiempos, murmullo incoherente de naciones que se juntan o dispersan, rodar de multitudes y sus armas como peñascos que se despeñan, sordo sonar de huesos cayendo en el hoyo de la historia,
hablo de la ciudad, pastora de siglos, madre que nos engendra y nos devora, nos inventa y nos olvida.
CARTA DE CREENCIA | es |
Carrera_Andrade,Jorge | <XXI | ¿Soy_Sólo_Un_Rostro,_Un_Nombre | ¿Soy sólo un rostro, un nombre
un mecanismo oscuro y misterioso
que responde a la planta y al lucero?
Yo sé que este armatoste de cal viva
con ropaje de polvo
que marca mi presencia entre los hombres
me acompaña de paso, ya que un día
irá a habitar el vacío
de mí bajo la tierra.
¿Qué mueve al mecanismo transitorio?
Soy sólo un visitante
y creo ser el dueño de casa de mi cuerpo,
nocturna madriguera iluminada
por un fulgor eterno. | es |
Bello,Andrés | <XXI | «Líbranos_De_La_Fiera_Tiranía | «Líbranos de la fiera tiranía
de los humanos, Jove omnipotente
(una oveja decía,
entregando el vellón a la tijera);
que en nuestra pobre gente
hace el pastor más daño
en la semana, que en el mes o el año
la garra de los tigres nos hiciera.
Vengan, padre común de los vivientes,
los veranos ardientes;
venga el invierno frío,
y danos por albergue el bosque umbrío,
dejándonos vivir independientes,
donde jamás oigamos la zampoña
aborrecida, que nos da la roña,
ni veamos armado
del maldito cayado
al hombre destructor que nos maltrata,
y nos trasquila, y ciento a ciento mata.
Suelta la liebre pace
de lo que gusta, y va donde le place,
sin zagal, sin red y sin cencerro;
y las tristes ovejas (¡duro caso!),
si hemos de dar un paso,
tenemos que pedir licencia al perro.
Viste y abriga al hombre nuestra lana;
el carnero es su vianda cuotidiana;
y cuando airado envías a la tierra,
por sus delitos, hambre, peste o guerra,
¿quién ha visto que corra sangre humana
en tus altares? No: la oveja sola
para aplacar tu cólera se inmola.
Él lo peca, y nosotras lo pagamos.
¿Y es razón que sujetas al gobierno
de esta malvada raza, Dios eterno,
para siempre vivamos?
¿Qué te costaba darnos, si ordenabas
que fuésemos esclavas,
menos crüeles amos?
que matanza a matanza y robo a robo,
harto más fiera es el pastor que el lobo».
Mientras que así se queja
la sin ventura oveja
la monda piel fregándose en la grama,
y el vulgo de inocentes baladores
¡vivan los lobos! clama
y ¡mueran los pastores!
y en súbito rebato
cunde el pronunciamiento de hato en hato
el senado ovejuno
«¡ah! dice; todo es uno».
¡vivan los lobos!
¡mueran los pastores! | es |
Arciniegas,Ismael_Enrique | <XXI | Serenidad | ¿Qué fue lo que dijiste
Cuando adiós me dijiste?
¿Que ya no nos amábamos?... Pero, sí, nos amamos.
¿Lloraste? ¿Serás siempre la que yo he conocido
Desde que en nuestra vida los dos nos encontramos?
Y sé perfectamente que bien me has comprendido.
Sé más franca. Las cosas siempre estás complicando,
Y por ese motivo nos vemos disputando;
Di, pues, que en nuestra época siempre es afectación,
Y que siempre resulta ridículo y vulgar,
Cuando de amantes finos muchos la quieren dar,
Escribir con mayúsculas Amor y Corazón;
Palabras que de nada nos sirven empleamos
Y que son fastidiosas,
Y, además, peligrosas,
E importancia con ellas en la vida nos damos.
Mi corazón, repiten. Tu corazón también,
Y nuestros corazones. Es costumbre corriente.
Y podría jurarte que de todo eso, bien
Prescindir se podría, sin gran inconveniente,
Y arreglarse al momento las cosas fácilmente.
¿Nuestros dos corazones? Hay tan sólo «tú y yo».
«Tú y yo» no más: de raro no hemos tenido nada,
Pero con las palabras siempre nos embriagamos,
Y aquí, desde la tierra, dándonos cuenta vamos
Que lo real no llega nunca a la altura soñada.
Te suplico, es prudente, que los dos prescindamos
De hablar de Corazones, y que tú y yo seamos
Lo que nosotros somos. Cuando los dos nos vemos
No nos turbamos mucho, pues bien nos conocemos;
Ya todo no es como antes, en días de ventura;
Cuando nos encontramos, no veo en ti locura;
Me pasa a mí lo mismo... lo mismo... ¡Bien! ¿Y qué?
Es esto que aquí ocurre, tragedia no se ve.
¿Nos sentimos calmados?... Esto es muy natural,
Es la costumbre. Estamos
Ya con ella habituados, ha tiempo, bien o mal;
Y cuando ambos creemos que ya no nos amamos,
Cada uno se fastidia si el otro se halla ausente.
No hallamos gusto en nada. Todo es triste en redor.
Nos vemos desdichados, con aire displicente.
Pero ¿un bien no es esto ya? Pues bueno: así es mejor. | es |
Buesa,José_Ángel | <XXI | Una_Palabra_Simple_Es_Suficiente | Una palabra simple es suficiente.
Y aprender a cantar oyendo el río
que no sabe que canta en su corriente.
Y un buen amor, como tu amor y el mío.
Nada más de esa lágrima insincera
ni de aquella clausura en el espanto,
como el agua del pozo, que quisiera
cantar también, pero le falta el canto.
Y por una palabra que dijiste
y echó hacia atrás el frío de la nieve,
ayer la lluvia me dejaba triste
y hoy casi sonrío cuando llueve.
Una palabra simple y un lejano
crepúsculo de otoño sobre el río,
como mi mano, así, sobre tu mano,
y nada más para tu amor y el mío.
Música fácil para el sentimiento
como el sol en el patio de la casa,
y que la vida pase como el viento,
que ni se ve siquiera cuando pasa. | es |
Acuña,Hernando_de | <XXI | Soneto_En_Prisión_De_Franceses_Iii | Cuando contemplo el triste estado mío
y se me acuerda mi dichoso estado,
hallo mi ser en todo tan trocado,
que pensar tuve bien es desvarío.
Con mi memoria por mi mal porfío,
pues, sino es esperanza en bien pasado,
y en ella con razón fui confiado,
con muy mayor ahora desconfío.
Ausencia, de pasiones padre y fuente
junta con el temor de vuestro olvido,
del cual aun en presencia me temía,
hacen con fuerza del dolor presente
parecerme, según ya estoy perdido,
que ni fue ni vi entonces lo que vía. | es |
Benedetti,Mario | <XXI | Paréntesis | Acompáñenme a entrar en el paréntesis
que alguien abrió cuando parió mi madre
y permanece aún en los otroras
y en los ahoras y en los puede ser
lo llaman vida si no tiene herrumbre
yo manejo el deseo con mis riendas
mientras trato de construir un cielo
en sus nubes los pájaros se esconden
no es posible viajar bajo sus alas
lo mejor es abrir el corazón
y llenar el paréntesis con sueños
los pájaros escapan como amores
y como amores vuelven a encontrarnos
son sencillos como las soledades
y repetidos como los insomnios
busco mis cómplices en la frontera
que media entre tu piel y mi pellejo
me oriento hacia el amor sin heroísmo
sin esperanzas pero con memoria
por ahora el paréntesis prosigue
abierto y taciturno como un túnel | es |
Melgar_Becerra,Juan_Miguel | XXI | Sabía,_Amor_Mío,_Lo_Que_Era_Perderte | Sabía, amor mío, lo que era perderte,
perderte como el que pierde el mar,
o como el pájaro pierde su vuelo,
o su belleza,
perderte era la opción perfecta,
sin distinciones, sin enojo, ni llanto,
era una realidad más otra, la de tu
risa, simbólica distancia, tan pequeña,
que se expresaba tan solo en el olvido,
perderte era una rosa que moría,
en el silencio triste de tus labios. | es |
García_Cabrera,Pedro | <XXI | Yo_No_Soy_Ese_Grano_Al_Que_Acicalan | Yo no soy ese grano al que acicalan
con carnes y mariscos
y sirven a la mesa camareros
que aprendieron el paso
ritual de la sonrisa,
sino el peón de brega al que rasuran
el mechón de la barba y desarropan,
ese descamisado sin padrinos
que se bebe la luz y el aire en cueros,
aunque a veces me duelan las caderas
de tanto trabajar mis agonías
y granar mi mendrugo de borona
en las mazorcas del silencio.
Menos mal que soy gallo de pelea
y no me tiembla el pico
hasta dar con la herida en que termine.
¡Viva el sol! Sea él quien me deje
la quietud de la muerte
tatuada en las costillas.
Pero antes quiero ser
cotufa
reventando
en un gran tostador de mar con viento.
Que me arranquen las muelas en las islas
y me hagan gofio de verdad y molienda,
solo o con la cebada
y su cola de alpispa
o con mi amigo el trigo
y sus dientes de oro.
No quiero, no, el verdor de los maizales,
recordar los machetes de la infancia
que les sacaron filos a mis hojas.
Me quiero en el cetrino
rostro de las llanadas,
transportado en los hombros de los indios,
apretando mis penas con las suyas.
Que me frangollen los desheredados.
Y sin decir adiós ni a la tristeza,
este grano que soy muere sangrando,
solidario del hambre de los niños,
muy cerca de mi propia lejanía. | es |
Gallego,Vicente | <XXI | Una_Tarde_Cualquiera | No hay grandeza en la tarde, ni en el ocio
que la tarde me entrega y que he gastado
en buscar algo grande en el entorno
que ahora envuelve mi tiempo. Y después de la música,
y de mucho tabaco, y de dar muchas vueltas
por mi vieja memoria y por la casa,
he encontrado en un libro algunas fotos
de una tarde tranquila como ésta
en las que estoy fumando en la terraza.
Y al mirar esas fotos todavía recientes
de un momento trivial como este mismo,
una extraña emoción adorna los objetos
que desde allí me observan, y que voy comparando
con lo que son ahora: las macetas
han cambiado de sitio, ya se han muerto las flores
que crecían entonces, y entre otros detalles
sin ninguna importancia que mi mano mudó
al correr de los días, descubro ahora que es la mano
que sostiene el cigarro y parece la misma
lo que más ha cambiado, pues pertenece a un hombre
que soñaba un futuro diferente
para el que hoy lo mira, y se sonríe,
y alimenta otros sueños, y comprende
que también pasarán los de este día,
y aún contempla la tarde que se escapa,
y en ella al fin percibe, durante un solo instante,
esa extraña grandeza
que al pasar pone el tiempo en las cosas pequeñas. | es |
Eguren,José_María | <XXI | Lied_Iii | En la costa brava
suena la campana,
llamando a los antiguos
bajales sumergidos.
Y como tamiz celeste
y el luminar de hielo,
pasan tristemente
los bajales muertos.
Carcomidos, flavos,
se acercan bajando...
y por las luces dejan
oscuras estelas.
Con su lenguaje incierto,
parece que sollozan,
a la voz de invierno,
preterida historia.
En la costa brava
suena la campana
y se vuelven las naves
al panteón de los mares. | es |
Andreu,Blanca | <XXI | Gesto_De_Sable_Pájaro,_Ademán_De_Orgullo | Gesto de sable pájaro, ademán de orgullo
cuando con los días contados
finges, te creces, injurias con la voz que va derecha.
Fugaces cortesías de los mares se disputan tu honor
y cierto género de noticias o silencios muy elocuentes,
espías del recuerdo las estrellas evocadoras, oleajes
de postrimerías, bendiciones, cuando
—bajo la advocación del Holandés— te desposas con el aparejo
y el viento oficiante murmura
sobre el podrido tálamo de lona
mientras que la madera entona el réquiem. | es |
Jiménez,Juan_Ramón | <XXI | Nostaljia_Grande | Hojita verde con sol,
tú sintetizas mi afán;
afán de gozarlo todo,
de hacerme en todo inmortal. | es |
Aleixandre,Vicente | <XXI | Sin_Luz | El pez espada, cuyo cansancio se atribuye ante todo a la imposibilidad de horadar a la sombra,
de sentir en su carne la frialdad del fondo de los mares donde el negror no ama,
donde faltan aquellas frescas aigas amarillas
que el sol dora en las primeras aguas.
La tristeza gemebunda de ese inmóvil pez espada cuyo ojo no gira,
cuya fijeza quieta lastima su pupila,
cuya lágrima resbala entre las aguas mismas
sin que en ellas se note su amarillo tristísimo.
El fondo de ese mar donde el inmóvil pez respira con sus branquias un barro,
ese agua como un aire,
ese polvillo fino
que se alborota mintiendo la fantasía de un sueño,
que se aplaca monótono cubriendo el lecho quieto
donde gravita el monte altísimo, cuyas crestas se agitan
como penacho —sí— de un sueño oscuro.
Arriba las espumas, cabelleras difusas,
ignoran los profundos pies de fango,
esa imposibilidad de desarraigarse del abismo,
de alzarse con unas alas verdes sobre lo seco abisal
y escaparse ligero sin miedo al sol ardiente.
Las blancas cabelleras, las juveniles dichas,
pugnan hirvientes, pobladas por los peces
—por la creciente vida que ahora empieza—,
por elevar su voz al aire joven,
donde un sol fulgurante
hace plata el amor y oro los abrazos,
las pieles conjugadas,
ese unirse los pechos como las fortalezas que se aplacan fundiéndose.
Pero el fondo palpita como un solo pez abandonado.
De nada sirve que una frente gozosa
se incruste en el azul como un sol que se da,
como amor que visita a humanas criaturas.
De nada sirve que un mar inmenso entero
sienta sus peces entre espumas
como si fueran pájaros.
El calor que le roba el quieto fondo opaco,
la base inconmovible de la milenaria columna
que aplasta un ala de ruiseñor ahogado,
un pico que cantaba la evasión del amor,
gozoso entre unas plumas templadas a un sol nuevo.
Ese profundo obscuro donde no existe el llanto,
donde un ojo no gira en su cuévano seco,
pez espada que no puede horadar a la sombra,
donde aplacado el limo no imita un sueño agotado. | es |
Chocano,José_Santos | <XXI | Plática_(A_Media_Voz) | Converso contigo, cual con una hermana.
Recordamos juntos la vida lejana;
y clavas, al verme, dentro de los míos,
tus ojos serenos y fríos...
Tus ojos profundos parecen espejos,
en donde se miran, acaso de lejos
los seres queridos, la esposa, la hermana,
los hijos, la madre ya anciana...
Yo miro en tus ojos mi casa y mi huerta,
el ave en la jaula y el perro a la puerta,
las vides, debajo de cuyos sarmientos
mi padre contábame cuentos...
Yo miro en tus ojos los largos salones,
los techos labrados, los recios balcones,
los muebles más graves, los cuadros más viejos,
los ya desconchados espejos...
Yo miro en tus ojos la plaza sonora,
en donde en mi infancia corría, a la hora
en que, desde el cielo, llamaba al rosario
la voz del audaz campanario...
Yo miro en tus ojos el patrio paisaje,
la cúspide andina y el arduo boscaje,
la choza de paja, delante el estero
y detrás el gentil cocotero...
Yo miro en tus ojos... ¡Dios sabe qué miro!
Conversa, conversa: te escucho y suspiro.
Mas ¡no! Para hablarme, tus ojos son sabios;
y no abras, arquea los labios...
No sé lo que siento mirando tus ojos.
Quisiera a tus plantas, postrado de hinojos,
besarte las manos, diciéndote cosas
que fuesen manojos de rosas... | es |
Flórez,Julio | <XXI | Vestida_De_Blanco_La_Vi_En_La_Mañana | Vestida de blanco la vi en la mañana,
en un vasto templo y al pie de una cruz;
mostraba en su tersa mejilla lozana,
la huella del último beso de luz...
Vestida de rojo, después, a mi lado
la vi, por la tarde, como un resplandor;
mostraba en su boca de flor de granado
la huella del último beso de amor.
Y luego en la noche, de negro vestía,
su yerto cadáver... ¡Oh muerte cruel!
¡Mostraba en su frente, ya pálida y fría,
la huella del último beso de hiel! | es |
Chocano,José_Santos | <XXI | Extasiado_Colón,_Sorpresa_Honda | Extasiado Colón, sorpresa honda
embargaba su espíritu; y risueño,
entró en el bosque, se perdió en la fronda
y volvió a aparecer como en un sueño.
¿Qué afán era ese afán con que él quería
dar la vuelta a las Indias Orientales?
¿Qué fe la fe con que, en egregio día,
vio, al través de su propia fantasía,
arduas cumbres y selvas tropicales?
Golpeó la tierra firme que en su anhelo
buscó inspirado; se postró de hinojos;
hizo una cruz y la besó, en el suelo;
y, mudamente, levantó los ojos...
Y en el rústico altar, bajo la sombra,
ante los agrupados marineros
que se postraron en la verde alfombra,
mientras que relumbraban los aceros,
el sacerdote, en actitud de altivo
conquistador de paz envuelto en guerra,
por la primera vez el cuerpo vivo
tuvo de Dios sobre la virgen tierra;
y cuando, así, la hostia consagrada
arrastró con espíritu cristiano,
de los sorpresos indios la mirada,
por detrás de esa bíblica rapsodia
fue elevándose el Sol, cual si una mano
pusiese en el altar una custodia.
El sacerdote ante Colón —que al suelo
clavó los ojos— levantó la frente,
para bañar con el fulgor del cielo
el marfil de su calva reluciente,
¡Nunca más bello fue que en aquel dia!
Como trenzado grupo de culebras,
su apostólica barba parecía
nieve, que, en chorros de plateadas hebras,
bajo el oro del Sol se derretía.
Y cuando el genovés volvió en sí mismo,
postrado siempre, los abiertos ojos
hundió en aquellos resplandores rojos,
como si se escapase de un abismo;
y del mar en los límpidos espejos
vió destacarse, entre las vivas luces,
mástiles de tres barcas, que a lo lejos
fingían el perfil de las tres cruces...
¡Redención! ¡Redención!
En ese instante,
desde Tenoctitlán hasta las sierras
del indomable Arauco, fue uno mismo
el miedo que corrió...
Ya no el vibrante
Tezcatlipoca inspirará las guerras,
ni Tahuil triunfará sobre el abismo;
ya no la del quiche «sierpe de plumas»
adorada será; ya no en lo alto,
Bochica, entre el vellón de las espumas,
endiosará del Tequendama el Salto;
ya no en Choiula irradiarán los cultos
de víctimas sangrientas, ni el salvaje
adorará en las noches del boscaje
las sombras de sus muertos insepultos;
ya no del Inca el Sol regirá el coro
de vírgenes, envueltas entre encaje
y encarceladas en Prisión de Oro:
dioses vencidos son, dioses truncados,
bajo el Único Dios de los Tres Nombres,
que hace la redención de los pecados
y predica el amor entre los hombres... | es |
López,Luis_Carlos | <XXI | La_Luna_Parpadea | La luna parpadea
tras el calado del ramaje. Hay una
tranquilidad insípida de aldea.
Y a la luz de la luna,
mientras duerme el poblacho
y alarga un perro por las cercanías
su medroso plañir, canta un borracho
majaderías y majaderías... | es |
Arciniegas,Ismael_Enrique | <XXI | Un_Poco_Más_Acércate._En_Tus_Ojos | Un poco más acércate. En tus ojos
Me quiero ver, y me pondré de hinojos
Para verme en el cielo de tus ojos.
Luego, dame la mano. Y suavemente,
Con frescura de bálsamo, en mi frente
Pósala, suavemente, suavemente.
A tí vengo, cansado peregrino,
Con la gran pesadumbre del camino.
A tí vengo, cansado peregrino.
Tengo frío en el alma y vengo triste,
¡Y con tanta ilusión partir me viste!..
Traigo frío en el alma y vengo triste!
¡Mírame! Oscura ya la noche empieza
Sé tú como sonrisa en mi tristeza,
Y sé luz en la noche que ya empieza;
Y para que me duerma, suavemente
Posa tu mano pálida en mi frente,
Pósala, suavemente, suavemente. | es |
Caseiro,María_Eugenia | XXI | Persistencial | Aún queda la memoria
en un piélago interior del tiempo,
y está a salvo ese lugar donde el olvido
no alcanzará jamás las curvas del reloj
aunque cierre amargamente la cortina
esa infausta eternidad
que es siempre noche. | es |
Altamirano,Ignacio_Manuel | <XXI | María | Allí en el valle fértil y risueño,
Do nace el Lerma y, débil todavía
Juega, desnudo de la regia pompa
Que lo acompaña hasta la mar bravía;
Allí donde se eleva
El viejo Xinantécatl, cuyo aliento
Por millares de siglos inflamado,
Al soplo de los tiempos se ha apagado,
Pero que altivo y majestuoso eleva
Su frente que corona eterno hielo
Hasta esconderla en el azul del cielo;
Allí donde el favonio murmurante
Mece los frutos de oro del manzano
Y los rojos racimos del cerezo
Y recoge en sus alas vagarosas
La esencia de los nardos y las rosas;
Allí por vez primera
Un extraño temblor desconocido,
De repente, agitado y sorprendido
Mi adolescente corazón sintiera.
Turbada fue de la niñez la calma,
Ni supe qué pensar en ese instante
Del ardor de mi pecho palpitante
Ni de la tierna languidez del alma.
Era el amor: mas tímido, inocente,
Ráfaga pura del albor naciente,
Apenas devaneo
Del pensamiento virginal del niño;
No la voraz hoguera del deseo,
Sino el risueño lampo del cariño.
Yo la miré una vez — virgen querida
Despertaba cual yo, del sueño blando
De las primeras horas de la vida:
Pura azucena que arrojó el destino
De mi existencia en el primer camino,
Recibían sus pétalos temblando
Los ósculos del aura bullidora
Y el tierno cáliz encerraba apenas
El blanco aliento de la tibia aurora.
Cuando en ella fijé larga mirada
De santa adoración, sus negros ojos
De mi apartó; su frente nacarada
Se tiñó del carmín de los sonrojos;
Su seno se agitó por un momento,
Y entre sus labios espiró su acento.
Me amó también. — Jamás amado había;
Como yo, esta inquietud no conocía,
Nuestros ojos ardientes se atrajeron
Y nuestras lamas vírgenes se unieron
Con la unión misteriosa que preside
El hado, entre las sombras, mudo y ciego,
Y de la dicha del vivir decide
Para romperla sin clemencia luego.
¡Ay! Que esta unión purísima debiera
No turbarse jamás, que así la dicha
Tal vez perenne en la existencia fuera:
¿Cómo no ser sagrada y duradera
si la niñez entretejió sus lazos
Y la animó, divina, entre sus brazos
La castidad de la pasión primera?
Pero el amor es árbol delicado
Que el aire puro de la dicha quiere,
Y cuando de dolor el cierzo helado
Su frente toca, se doblega y muere.
¿No es verdad? ¿no es verdad, pobre María?
¿Por qué tan pronto del pesar sañudo
Pudo apartarnos la segur impía?
¿Cómo tan pronto oscurecernos pudo
La negra noche en el nacer del día?
¿Por qué entonces no fuimos más felices?
¿Por qué después no fuimos más constantes?
¿Por qué en el débil corazón, señora,
Se hacen eternos siglos los instantes,
Desfalleciendo antes
De apurar del dolor la última hora?
¡Pobre María! Entonces ignorabas
Y yo también, lo que apellida el mundo
¡Amor... amor! Y ciega no pensabas
Que es perfidia, interés, deleite inmundo,
Y que tu alma pura y sin mancilla
Que amó como los ángeles amaran
Con fuego intenso, mas con fe sencilla,
Iba a encontrarse sola y sin defensa
De la maldad entre la mar inmensa.
Entonces, en los días inocentes
De nuestro amor, una mirada sola
Fue la felicidad, los puros goces
De nuestro corazón... el casto beso,
La tierna y silenciosa confianza,
La fe en el porvenir y la esperanza.
Entonces... en las noches silenciosas,
¡Ay! cuántas horas contemplamos juntos
Con cariño las pálidas estrellas
En el cielo sin nubes cintilando,
Como si en nuestro amor gozaran ellas;
O el resplandor benéfico y amigo
De la callada luna,
De nuestra dicha plácido testigo,
O a las brisas balsámicas y leves
Con placer confiamos
Nuestros suspiros y palabras breves.
¡Oh! ¿qué mal hace al cielo
Este modesto bien, que tras él manda
De la separación el negro duelo,
La frialdad espantosa del olvido
Y el amargo sabor del desengaño,
Tristes reliquias del amor perdido?
Hoy sabes qué sufrir, pobre María,
Y sentiste al presente
El desamor que mezcla su hiel fría
De los placeres en la copa ardiente,
El cansancio, la triste indiferencia,
Y hasta el odio que impío
El antes cielo azul de la existencia
Nos convierte en un cóncavo sombrío,
Y la duda también, duda maldita
Que de acíbar eterno el alma llena,
La enturbia y envenena
Y en el caos del mal la precipita.
Muy pronto, sí, nos condenó la suerte
A no vernos jamás hasta la muerte:
Corrió la primera lágrima encendida
Del corazón a la primera herida,
Mas pronto se siguió el pensar profundo,
Del desdén la sonrisa amenazante
Y la mirada de odio chispeante,
Terrible reto de venganza al mundo.
Mucho tiempo pasó. — Tristes seguimos
El mandato cruel del hado fiero
Contrarias sendas recorriendo fuimos
Sin consuelo ni afán... Y bien, señora,
¿Podremos sin rubor mirarnos ora?
¡Ah! ¡qué ha quedado de la virgen bella!
Tal vez la seducción marcó su huella
En tu pálida frente ya surcada,
Porque contemplo en tus hundidos ojos
Señal de llanto y lívida mirada
Con el fulgor de acero de la ira.
Se marchitaron los claveles rojos
Sobre tus labios ora contraídos
Por risa de desdén que desafía
Tu bárbaro pesar, ¡pobre María!
Y yo... yo estoy tranquilo:
Del dolor las tremendas tempestades,
Roncas rugieron agitando el alma;
La erupción fue terrible y poderosa...
Pero hoy volvió la calma
Que se turbó un momento,
Y aunque siente el volcán mugir violento
El fuego adentro dél, nunca se atreve
Su cubierta a romper de dura nieve.
Continuemos, mujer, nuestro camino.
¿Dónde parar?... ¿Acaso los sabemos?
¿Lo sabemos acaso? Que destino
Nos lleve como ayer: ciegos vaguemos,
Ya que ni un faro de esperanza vemos
Llenos de duda y de pesar marchamos,
Marchamos siempre, y a perdernos vamos
¡Ay! De la muerte en el océano oscuro,
¿Hay más allá riberas?... no es seguro,
Quién sabe si las hay; mas si abordamos
A esas riberas torvas y sombrías
Y siempre silenciosas,
Allí sabré tus quejas dolorosas,
Y tú también escucharás las mías. | es |
Buesa,José_Ángel | <XXI | Poemas_En_La_Arena | Las olas vienen.
Las olas van.
Como las olas,
tu recuerdo viene y se va.
Las olas vienen.
Las olas se van.
Mi silencio —un silencio de cien puertas cerradas—,
se encrespa de rumores, como el mar.
¡El mar, el mar, amor!
¡Amor, el mar!
Mi corazón es una playa triste,
y tú eres una ola que viene y que se va...
Nunca antes fue triste el primer trino de los pájaros.
—Hoy sí.
Como una flor de sombra,
como una mariposa negra y gris,
la noche fue a encenderse de amor entre tus manos,
sobre tus manos diáfanas, que se tendían hacia
mí...
Nunca antes fue triste el primer trino de los pájaros.
—Hoy sí.
Y vi que te alejabas por un camino que ascendía
hacia un inhóspito confín.
Y quise acompañarte o detenerte,
no sé... Pero el camino se fue borrando en pos de ti. | es |
Darío,Rubén | <XXI | _ _ _ _Para_La_Misma | Miré al sentarme a la mesa,
bañado en la luz del día
el retrato de María,
la cubana japonesa.
El aire acaricia y besa,
como un amante lo haría,
la orgullosa bizarría
de la cabellera espesa.
Diera un tesoro el Mikado
por sentirse acariciado
por princesa tan gentil,
digna de que un gran pintor
la pinte junto a una flor
en un vaso de marfil. | es |
Chocano,José_Santos | <XXI | ¡Los_Caballos_Eran_Fuertes! | ¡Los caballos eran fuertes!
¡Los caballos eran ágiles!
Sus pescuezos eran finos y sus ancas
relucientes y sus cascos musicales...
¡Los caballos eran fuertes!
¡Los caballos eran ágiles!
¡No! No han sido los guerreros solamente,
de corazas y penachos y tizonas y estandartes,
los que hicieron la conquista
de las selvas y los Andes:
Los caballos andaluces, cuyos nervios
tienen chispas de la raza voladora de los árabes,
estamparon sus gloriosas herraduras
en los secos pedregales,
en los húmedos pantanos,
en los ríos resonantes,
en las nieves silenciosas,
en las pampas, en las sierras, en los bosques y en los valles.
¡Los caballos eran fuertes!
¡Los caballos eran ágiles!
Un caballo fue el primero,
en los tórridos manglares,
cuando el grupo de Balboa caminaba
despertando las dormidas soledades,
que de pronto dio el aviso
del Pacífico Océano, porque ráfagas de aire
al olfato le trajeron
las salinas humedades;
y el caballo de Quesada, que en la cumbre
se detuvo viendo, en lo hondo de los valles,
el fuetazo de un torrente
como el gesto de una cólera salvaje,
saludo con un relincho
la sabana interminable...
y bajó con fácil trote,
los peldaños de los Andes,
cual por unas milenarias escaleras
que crujían bajo el golpe de los cascos musicales...
¡Los caballos eran fuertes!
¡Los caballos eran ágiles!
Y aquel otro, de ancho tórax,
que la testa pone en alto
cual queriendo ser más grande,
en que Hernán Cortés un día
caballero sobre estribos rutilantes,
desde México hasta Honduras
mide leguas y semanas entre rocas y boscajes,
es más digno de los lauros
que los potros que galopan
en los cánticos triunfales
con que Píndaro celebra
las olímpicas disputas
entre el vuelo de los carros y la puga de los aires
Y es más digno todavía
de las odas inmortales
el caballo con que Soto, diéstramente,
y tejiendo las cabriolas como él sabe,
causa asombro, pone espanto, roba fuerzas,
y entre el coro de los indios,
sin que nadie haga un gesto de reproche,
llega al trono de Atahualpa y salpica con espumas
las insignias imperiales.
¡Los caballos eran fuertes!
¡Los caballos eran ágiles!
El caballo del beduino
que se traga soledades.
El caballo milagroso de San Jorge,
que tritura con sus cascos los dragones infernales.
El de César en las Galias.
El de Aníbal en los Alpes.
El Centauro de las clásicas leyendas,
mitad potro, mitad hombre,
que galopa sin cansarse,
y que sueña sin dormirse,
y que flecha los luceros,
y que corre como el aire,
todos tienen menos alma, menos fuerza, menos sangre,
que los épicos caballos andaluces
en las tierras de la Atlántida salvaje,
soportando las fatigas,
las espuelas y las hambres,
bajo el peso de las férreas armaduras,
cual desfile de heroismos,
coronados entre el fleco de los anchos estandartes
con la gloria de Babieca y el dolor de Rocinante.
En mitad de los fragores del combate,
los caballos con sus pechos arrollaban
a los indios, y seguían adelante.
Y, así, a veces, a los gritos de "¡Santiago!",
entre el humo y el fulgor de los metales,
se veía que pasaba, como un sueño,
el caballo del apóstol a galope por los aires
¡Los caballos eran fuertes!
¡Los caballos eran ágiles!
Se diría una epopeya
de caballos singulares
que a manera de hipogrifos desolados
o cual río que se cuelga de los Andes,
llegan todos sudorosos, empolvados, jadeantes,
de unas tierras nunca vistas,
a otras tierras conquistables.
Y de súbito, espantados por un cuerno
que se hincha con soplido de huracanes,
dan nerviosos un soplido tan profundo,
que parece que quisiera perpetuarse.
Y en las pampas y confines
ven las tristes lejanías
y remontan las edades
y se sienten atraídos
por los nuevos horizontes:
Se aglomeran, piafan, soplan, y se pierden al escape.
Detrás de ellos, una nube,
que es la nube de la gloria,
se levanta por los aires.
¡Los caballos eran fuertes!
¡Los caballos eran ágiles! | es |
Hartzenbusch,Juan_Eugenio | <XXI | Epitafio_Para_La_Rafaelita_Tirado | A los diez años, el laurel de Talma
La frente me ceñía;
Puso a los diez y seis funérea palma
Dios en mi mano fría:
¡Papel fue breve la existencia mía! | es |
Sabines,Jaime | <XXI | Estoy_Harto_De_Los_Poetas_Y_De_Las_Quinceañeras | Estoy harto de los poetas y de las quinceañeras. Siempre están ensayando su vals de presentación en sociedad. | es |
Impaglione,Gabriel | XXI | Amo_A_Esa_Mujer | Amo a esa mujer
que la tierra abriendo
su hondo secreto
parió bajo la luna
del poema.
Voy a su corazón
como a mi casa.
Entro y me paseo
desnudo
con la capa de la risa
en una mano
y los zapatos en la otra.
En ese territorio
de la luz me quedo.
Allí sucede
el nacimiento del destino.
Los labios
en su leve roce
encienden el planeta.
Allí crece el día.
En esa mujer que amo
un niño tiende
su sueño de alas. | es |
Darío,Rubén | <XXI | Viejo_Alegre,_Viejo_Alegre | Viejo alegre, viejo alegre,
no persigas a mi novia;
no son pájaros de invierno
los amantes de las rosas.
Viejo alegre, viejo alegre,
me quitaste a mi adorada.
¡Cuál te engríes en la boda
retiñéndote las canas!
Viejo alegre, ríe, ríe,
pues volvió tu primavera;
tanto, que hoy ha amanecido
retoñando la cabeza. | es |
Orión_de_Panthoseas | XXI | ..._Rebélate,_Oh_Ser_Mío,_Contra_Las_Viejas_Formas | ... rebélate, oh ser mío, contra las viejas formas,
contra las viejas luces y la vieja
alegría;
sal
y resurge sobre las terminaciones íntimas,
sobre todo cuanto pretenda ser tu orilla o puente,
tu ley o libertad, pero, al fin, tu muerte;
... para ser de hombre deberás hender el velo de la fascinación,
y el humus de la sangre y el humus de los labios,
y con belleza y ciencia instituir tu fuerza y canto: una lanza pura, docta y fiel
con que enfrentarte a credos de hombres y de dioses y no caer;
pues que necesitarás crear nuevos conceptos, nuevos
números y nuevas geometrías,
haz con mis huesos un fuego pavoroso y con mi alma un río,
un mar inabarcable con que instruir, ordenar y propagar la luz;
ser mío, sé valiente, no te detengas. | es |
Aleixandre,Vicente | <XXI | Sólo_La_Luna_Sospecha_La_Verdad | Sólo la luna sospecha la verdad.
Y es que el hombre no existe.
La luna
tantea por los llanos, atraviesa los ríos,
penetra por los bosque.
Modela las aún tibias montañas.
Encuentra el calor de las ciudades erguidas.
Fragua una sombra, mata una oscura esquina,
inunda de fulgurantes rosas
el misterio de las cuevas donde no huele a nada.
La luna
pasa, sabe, canta, avanza y avanza sin descanso.
Un mar no es un lecho donde el cuerpo de un hombre
puede tenderse a solas.
Un mar no es un sudario para una muerte lúcida.
La luna sigue, cala, ahonda, raya las profundas arenas.
Mueve fantástica los verdes rumores aplacados.
Un cadáver en pie un instante se mece,
duda, ya avanza, verde queda inmóvil.
La luna miente sus brazos rotos,
su imponente mirada donde unos peces anidan.
Enciende las ciudades hundidas donde todavía se pueden oír
(qué dulces) las campanas vividas;
donde las ondas postreras aún repercuten sobre los pechos
neutros,
sobre los pechos blandos que algún pulpo ha adorado.
Pero la luna es pura y seca siempre.
Sale de un mar que es una caja siempre,
que es un bloque con límites que nadie, nadie estrecha,
que no es una piedra sobre un monte irradiando.
Sale y persigue lo que fuera los huesos,
lo que fuera las venas de un hombre,
lo que fuera su sangre sonada, su melodiosa cárcel,
su cintura visible que a la vida divide,
o su cabeza ligera sobre un aire hacia oriente.
Pero el hombre no existe.
Nunca ha existido, nunca,
Pero el hombre no vive, como no vive el día.
Pero la luna inventa sus metales furiosos. | es |
Huerta,Efraín | <XXI | Opresora._Todo_Lo_Aprisionas | Opresora. Todo lo aprisionas
con tu lengua y pasos de giganta,
oh desconocida oh luminosa
hija de ríos hecha de jade y miel.
Cárcel doy a tu pálida
presencia, gacela ojos de tigre,
cárcel me doy de amor,
mordedura, paciente fuego, ala
y marea, faro en la mar abierta.
Desciendes y derribas
la muralla del ansia. Das tregua
a la cosecha secreta del alba,
cuando los ojos cierra el puerto
al verano y la espuma.
Todo aprisionas con fría garra
deleitosa y madura,
opresora, dientes y lengua de giganta,
dormido espectro, oleaje
de apasionada mansedumbre
muerto de miedo y libertad. | es |
Fernández_de_Moratín,Leandro | <XXI | Rodrigo | Cesa en la octava noche el ronco estruendo
de la sangrienta, militar porfía:
el campo godo destrozado ardía
con llama, que descubre estrago horrendo.
Rodrigo en tanto, su peligro viendo,
por ignorada senda se desvía,
y muerto Orelia, entre la sombra fría,
herido y débil se acelera huyendo.
En vano el Lete con raudal undoso
el paso estorba al príncipe, a quien ciega
de cadena o suplicio el justo espanto.
Surca las aguas. Cede al poderoso
ímpetu, espira el infeliz; y entrega
el cuerpo al fondo, a la corriente el manto. | es |
Benedetti,Mario | <XXI | Nocturno_Cero | La noche fácil y aparentemente sagrada
o mejor dicho el abismo de la noche
no es como otros abismos
tiene fondo
su tálamo de niebla o relente o fango
acoge escarabajos desamparados
ronquidos de mal tiempo
sobornables insomnios
labios absueltos que se reconcilian
todas las resonancias del silencio
y las noticias de la lóbrega
todas las alegrías inoportunas
y los presagios confirmados
caen como gotas de sudor o rocío
en el abismo con fondo de la noche
son demasiados alumbrones y furias
por esta sola vez el abismo tiene
no sólo fondo sino espesas modorras así que aprovecho el bostezo universal
para instalarme en sus fauces y sentir
cómo la niebla el relente o el fango
pasan sobre mis párpados
los borran. | es |
Hahn,Óscar | <XXI | Porque_El_Fantasma_Porque_Ayer_Porque_Hoy | Porque el fantasma porque ayer porque hoy:
porque mañana porque sí porque no
Porque el principio porque la bestia porque el fin:
porque la bomba porque el medio porque el jardín
Porque góngora porque la tierra porque el sol:
porque san juan porque la luna porque rimbaud
Porque el claro porque la sangre porque el papel:
porque la carne porque la tinta porque la piel
porque la noche porque me odio porque la luz:
porque el infierno porque el cielo porque tú
Porque casi porque nada porque la sed
porque el amor porque el grito por qué no sé
Porque la muerte porque apenas por que más
porque algún día porque todos porque quizás | es |
Portilla_Montaño,Jéssica_de_la | XXI | Yo_Ya_No_Existo | Yo ya no existo
me confundí con tu piel
me envolví en tu aliento
y ahora soy parte de ti
lo más pequeño
insignificante tal vez
algo invisible
siempre presente en el fondo
en lo más profundo de tu ser
ahí estoy yo
deseando salir a la luz
para estar junto a ti
cada segundo
años y días
horas y siglos
Yo ya no soy independiente
vivo esperando por ti:
esperando que nunca me dejes... | es |
Caro,José_Eusebio | <XXI | Una_Lágrima_De_Felicidad | Solos, ayer, sentados en el lecho
Do tu ternura coronó mi amor,
Tú, la cabeza hundida entre mi pecho,
Yo, circundando con abrazo estrecho,
Tu talle encantador;
Tranquila tú dormías, yo velaba.
Llena de los perfumes del jardín
La fresca brisa por la reja entraba,
Y nuestra alcoba toda embalsamaba
De rosa y de jazmín.
Por cima de los árboles tendía
Su largo rayo horizontal el sol,
Desde el remoto ocaso do se hundía :
¡Inmenso, en torno de él, resplandecía
Un cielo de arrebol!
Del sol siguiendo la postrera huella
Dispersas al acaso, aquí y allí,
Asomaban, con luz trémula y bella.
Hacia el oriente alguna u otra estrella.
Sobre un fondo turquí.
Ningún rumor, o voz, o movimiento
Turbaba aquella dulce soledad;
¡Sólo se oía susurrar el viento,
Y oscilar, cual un péndulo, tu aliento,
Con plácida igualdad!
¡Oh! ¡yo me estremecí!... ¡Sí; de ventura
Me estremecí, sintiendo en mi redor
Aquella eterna, fúlgida natura!
¡En mis brazos vencida tu hermosura!
¡En mi pecho el amor!
Y cual si alas súbito adquiriera,
O en las suyas me alzara un serafín,
Mi alma rompió la corporal barrera,
Y huyó contigo, de una en otra esfera,
¡Con un vuelo sin fin!
Buscando allá con incansable anhelo,
Para ti, para mí, para los dos,
Del tiempo y de la carne tras el velo,
Ese misterio que llamamos cielo—
¡La eternidad de Dios!
Para fijar allí, seguro y fuerte,
Libre de todo mundanal vaivén,
Libre de los engaños de la suerte,
Libre de la inconstancia y de la muerte
¡De nuestro amor el bien!
Y en un rapto de gloria, de improviso,
Lo que mi alma buscaba hallar creí;
Una secreta voz del paraíso
Dentro de mí gritome: Dios lo quiso;
¡Sea tuya allá y aquí!
Y enajenado, ciego, delirante,
Tu blando cuerpo que el amor formó
Traje contra mi pecho palpitante...
Y en tu faz una lágrima quemante
¡De mis ojos cayó!
¡Ay! despertaste... Sobre mí pusiste
Tu mirada, feliz al despertar;
¡Mas tu dulce sonrisa en ceño triste
Cambiose al punto que mis ojos viste
Aguados relumbrar!
De entonce acá... ¡oh amante idolatrada
Mas sobrado celosa! ¡huyes de mí;
Si a persuadirte voy, no escuchas nada,
O de sollozos clamas sofocada:
«¡Soy suya... y llora así!»
¡Oh! ¡no, dulce mitad del alma mía!
No injuries de tu amigo el corazón;
¡Ay! ¡ese corazón en la alegría
Sólo sabe llorar cual lloraría
El de otro en la aflicción!
El mundo para mí de espinas lleno,
Jamás me dio do reclinar mi sien;
Hoy de la dicha en mi primer estreno,
El lloro que vertí sobre tu seno
¡Encerraba un edén!
—¡Oh!... ¡La esposa que joven y lozana
Diez hijos a su esposo regaló,
Y que después viuda, enferma, anciana,
A sus diez hijos en edad temprana
Morir y enterrar vio!....
¡Esa mujer, que penas ha sufrido
Cuantas puede sufrir una mujer;
Esa madre infeliz, que ha padecido
Lo que tan sólo la que madre ha sido
Alcanza a comprender!...
Ella, pues, cuando a buenos y a malvados
Llame a juicio la trompa de Jehová,
Sus diez hijos al ver resucitados,
Al volver a tenerlos abrazados....
¡Oh! ¡de amor llorará!
Y de esa madre el dulce y tierno llanto
A la diestra de Dios la hará subir;
¡Y tal será su suavidad y encanto,
Que en su alta gloria al serafín más santo
De envidia hará gemir!
Mas ese llanto del amor materno,
Vertido en la presencia del Señor,
Al entrar de la vida al mundo eterno,
No, no será más dulce ni más tierno
¡Que el llanto de mi amor! | es |
Hahn,Óscar | <XXI | 444_Visión_De_Hiroshima | Ojo con el ojo numeroso de la bomba
que se desata bajo el hongo vivo.
Con el fulgor del hombre no vidente, ojo y ojo.
Los ancianos huían decapitados por el fuego,
encallaban los ángeles en cuernos sulfúricos
decapitados por el fuego,
se varaban las vírgenes de aureola radiactiva
decapitadas por el fuego.
Todos los niños emigraban decapitados por el cielo.
No el ojo manco, no la piel tullida, no sangre
sobre la calle derretida vimos:
los amantes sorprendidos en la cópula,
petrificados por el magnesium del infierno,
los amantes inmóviles en la vía pública,
y la mujer de Lot
convertida en columna de uranio.
El hospital caliente se va por los desagües,
se va por las letrinas tu corazón helado,
se van a gatas por debajo de las camas,
se van a gatas verdes e incendiadas
que maúllan cenizas.
La vibración de las aguas hace blanquear al cuervo
y ya no puedes olvidar esa piel adherida a los muros
porque derrumbamiento beberás, leche en escombros.
Vimos las cúpulas fosforecer, los ríos
anaranjados pastar, los puentes preñados
parir en medio del silencio.
El color estridente desgarraba
el corazón de sus propios objetos:
el rojo sangre, el rosado leucemia,
el lacre llaga, enloquecidos por la fisión.
El aceite nos arrancaba los dedos de los pies,
las sillas golpeaban las ventanas
flotando en marejadas de ojos,
los edificios licuados se veían chorrear
por troncos de árboles sin cabeza,
y entre las vías lácteas y las cáscaras,
soles o cerdos luminosos
chapotear en las charcas celestes.
Por los peldaños radiactivos suben los pasos,
suben los peces quebrados por el aire fúnebre.
¿Y qué haremos con tanta ceniza? | es |
Guillén,Jorge | <XXI | Gozo_De_Gozos:_El_Alma_En_La_Piel | Gozo de gozos: el alma en la piel
Ante los dos el jardín inmortal,
El paraíso que es ella con él,
Óptimo el árbol sin sombra de mal
Luz nada más. He aquí los amantes
Una armonía de montes y ríos,
Amaneciendo en lejanos levantes,
Vuelve inocentes los dos albedríos...
¿Dónde estará la apariencia sabida?
¿Quién es quien surge? Salud, inmediato
Siempre, palpable misterio: presida
Forma tan clara a un candor de arrebato.
¿Es la hermosura quien tanto arrebata,
O en la terrible alegría se anega
Todo el impulso estival? (¡Oh beata
Furia del mar, esa ola no es ciega!)
Aun retozando se afanan las bocas,
Inexorables a fuerza de ruego.
(Risas de Junio, por entre unas rocas,
Turban el límpido azul con su juego).
¿Yace en los brazos un ansia agresiva?
Calladamente resiste el acorde.
(¿Cuánto silencio de mar allá arriba!
Nunca hay fragor que el cantil no me asorde?)
Y se encarnizan los dos violentos
En la ternura que los encadena.
(El regocijo de los elementos
Torna y retorna a la última arena).
Ya las rodillas, humildes aposta,
Saben de un sol que al espíritu asalta.
(El horizonte en alturas de costa
Llega a la sal de una brisa más alta).
¡Felicidad! El alud de un favor
Corre hasta el pie, que retuerce su celo.
(Cruje el azul. Sinuoso calor
Va alabeando la curva del cielo).
Gozo de ser: el amante se pasma.
¡Oh derrochado presente inaudito,
Oh realidad en raudal sin fantasma!
Todo es potencia de atónito grito.
Alrededor se consuma el verano.
Es un anillo la tarde amarilla.
Sin una nube desciende el cercano
Cielo a este ardor. Sobrehumana, la arcilla. | es |
Aleixandre,Vicente | <XXI | La_Cogida_(Plaza_De_Toros) | El beso
con su testuz de sueño
y seda, insiste,
oscuro, negro.
Se adensa
caliente, concreto,
herida adentro,
como un cuerpo de amor
entero
que arrasase y alzase
violento
su maravilloso
trofeo.
Sí, una masa de polvo
ciego,
y allí el secreto
beso,
sin que nadie lo vea,
envuelto
en el maravilloso velo
que la tarde de oro
enciende inmóvil en el estruendo
¡Oh perfectísimo silencio!
Beso ciego,
tremendo,
que la vida potente
enrisca contra el pequeño cuerpo,
mientras ella indemne en su terciopelo
salta de la nube de oro,
bulto poderoso de negro,
imponente majestad que ha emergido
elevando la testuz hacia un reino.
Hermosa, luna, toro
del amor ciego
que ensalza como contra el cielo
el cuerpo del amor diestro,
tendido en la cuna radiante,
delicado entre los dos cuernos. | es |
Berceo,Gonzalo_de | <XXI | Martirio_De_San_Lorenzo_(Coplas_45_A_56) | El gran furor de Decio contra Sixto fue tal
que ordenó lo llevasen afuera, al arenal,
para descabezarlo con la muerte final.
Dijo Sixto: —«Perdónate sólo al Dios sin igual».
46
Mientras que Sixto tuvo con Decio esta contienda,
los tesoros que tuvo Lorenzo en su encomienda,
los entregó a los pobres, pues según la leyenda
«quien reparte entre ellos, conquista rica hacienda».
47
San Lorenzo era hombre de una gran santidad
que entre la gente pobre hacía caridad:
sanaba a los enfermos de toda enfermedad,
y donaba a los ciegos la luz de la verdad.
48
Si sobre los enfermos imponía sus manos,
los que estaban dolientes se retornaban sanos;
los que apenas andaban por los caminos planos
corrían la pelota después hasta en los llanos.
49
Con sus sagradas manos muchos bienes se hicieron;
los enfermos sanaron; los pobres se nutrieron;
los ciegos contemplaron; los desnudos vistieron,
y bienaventurados, los que en la fe creyeron.
50
El devoto varón, libre de lo usurario,
repartió los tesoros como leal vicario.
Andando por la villa le ocurrió que en un barrio
halló una Santa Biblia de gran devocionario.
51
Había en esa zona una viuda enlutada
que ya 32 años llevaba de enviudada.
Asilaba cristianos en su propia posada
prestándoles ayuda en forma ponderada.
52
Sufría en la cabeza dolencia cotidiana,
tanto que siempre estaba más enferma que sana.
Le dijo: «Padre mío, de quien tanto bien mana,
pon tus sagradas manos por sobre esta cristiana».
53
A todos los que eran cristianas y cristianos
él lavaba los pies con sus benditas manos.
Oró junto a la viuda con rezos muy humanos
y luego le alivió sus males cotidianos.
54
Se despidió de ellos al dar la bendición,
y de aquellos tesoros dio a todos su ración.
Fue en busca de otros pobres e hizo otra procesión
para lavar sus pies y dar consolación.
55
En casa de Narciso, el noble senador,
encontró a muchos pobres, siervos del Creador,
creyentes de que Cristo fue nuestro Salvador,
seres que recelaban del mal Emperador.
56
Eran gentes muy pobres, de recursos menguados,
que antes injustamente fueron desheredados.
Mientras que Sixto tuvo con Decio esta contienda,
los tesoros que tuvo Lorenzo en su encomienda,
los entregó a los pobres, pues según la leyenda
«quien reparte entre ellos, conquista rica hacienda».
47
San Lorenzo era hombre de una gran santidad
que entre la gente pobre hacía caridad:
sanaba a los enfermos de toda enfermedad,
y donaba a los ciegos la luz de la verdad.
48
Si sobre los enfermos imponía sus manos,
los que estaban dolientes se retornaban sanos;
los que apenas andaban por los caminos planos
corrían la pelota después hasta en los llanos.
49
Con sus sagradas manos muchos bienes se hicieron;
los enfermos sanaron; los pobres se nutrieron;
los ciegos contemplaron; los desnudos vistieron,
y bienaventurados, los que en la fe creyeron.
50
El devoto varón, libre de lo usurario,
repartió los tesoros como leal vicario.
Andando por la villa le ocurrió que en un barrio
halló una Santa Biblia de gran devocionario.
51
Había en esa zona una viuda enlutada
que ya 32 años llevaba de enviudada.
Asilaba cristianos en su propia posada
prestándoles ayuda en forma ponderada.
52
Sufría en la cabeza dolencia cotidiana,
tanto que siempre estaba más enferma que sana.
Le dijo: «Padre mío, de quien tanto bien mana,
pon tus sagradas manos por sobre esta cristiana».
53
A todos los que eran cristianas y cristianos
él lavaba los pies con sus benditas manos.
Oró junto a la viuda con rezos muy humanos
y luego le alivió sus males cotidianos.
54
Se despidió de ellos al dar la bendición,
y de aquellos tesoros dio a todos su ración.
Fue en busca de otros pobres e hizo otra procesión
para lavar sus pies y dar consolación.
55
En casa de Narciso, el noble senador,
encontró a muchos pobres, siervos del Creador,
creyentes de que Cristo fue nuestro Salvador,
seres que recelaban del mal Emperador.
56
Eran gentes muy pobres, de recursos menguados,
que antes injustamente fueron desheredados.
San Lorenzo era hombre de una gran santidad
que entre la gente pobre hacía caridad:
sanaba a los enfermos de toda enfermedad,
y donaba a los ciegos la luz de la verdad.
48
Si sobre los enfermos imponía sus manos,
los que estaban dolientes se retornaban sanos;
los que apenas andaban por los caminos planos
corrían la pelota después hasta en los llanos.
49
Con sus sagradas manos muchos bienes se hicieron;
los enfermos sanaron; los pobres se nutrieron;
los ciegos contemplaron; los desnudos vistieron,
y bienaventurados, los que en la fe creyeron.
50
El devoto varón, libre de lo usurario,
repartió los tesoros como leal vicario.
Andando por la villa le ocurrió que en un barrio
halló una Santa Biblia de gran devocionario.
51
Había en esa zona una viuda enlutada
que ya 32 años llevaba de enviudada.
Asilaba cristianos en su propia posada
prestándoles ayuda en forma ponderada.
52
Sufría en la cabeza dolencia cotidiana,
tanto que siempre estaba más enferma que sana.
Le dijo: «Padre mío, de quien tanto bien mana,
pon tus sagradas manos por sobre esta cristiana».
53
A todos los que eran cristianas y cristianos
él lavaba los pies con sus benditas manos.
Oró junto a la viuda con rezos muy humanos
y luego le alivió sus males cotidianos.
54
Se despidió de ellos al dar la bendición,
y de aquellos tesoros dio a todos su ración.
Fue en busca de otros pobres e hizo otra procesión
para lavar sus pies y dar consolación.
55
En casa de Narciso, el noble senador,
encontró a muchos pobres, siervos del Creador,
creyentes de que Cristo fue nuestro Salvador,
seres que recelaban del mal Emperador.
56
Eran gentes muy pobres, de recursos menguados,
que antes injustamente fueron desheredados.
Si sobre los enfermos imponía sus manos,
los que estaban dolientes se retornaban sanos;
los que apenas andaban por los caminos planos
corrían la pelota después hasta en los llanos.
49
Con sus sagradas manos muchos bienes se hicieron;
los enfermos sanaron; los pobres se nutrieron;
los ciegos contemplaron; los desnudos vistieron,
y bienaventurados, los que en la fe creyeron.
50
El devoto varón, libre de lo usurario,
repartió los tesoros como leal vicario.
Andando por la villa le ocurrió que en un barrio
halló una Santa Biblia de gran devocionario.
51
Había en esa zona una viuda enlutada
que ya 32 años llevaba de enviudada.
Asilaba cristianos en su propia posada
prestándoles ayuda en forma ponderada.
52
Sufría en la cabeza dolencia cotidiana,
tanto que siempre estaba más enferma que sana.
Le dijo: «Padre mío, de quien tanto bien mana,
pon tus sagradas manos por sobre esta cristiana».
53
A todos los que eran cristianas y cristianos
él lavaba los pies con sus benditas manos.
Oró junto a la viuda con rezos muy humanos
y luego le alivió sus males cotidianos.
54
Se despidió de ellos al dar la bendición,
y de aquellos tesoros dio a todos su ración.
Fue en busca de otros pobres e hizo otra procesión
para lavar sus pies y dar consolación.
55
En casa de Narciso, el noble senador,
encontró a muchos pobres, siervos del Creador,
creyentes de que Cristo fue nuestro Salvador,
seres que recelaban del mal Emperador.
56
Eran gentes muy pobres, de recursos menguados,
que antes injustamente fueron desheredados.
Con sus sagradas manos muchos bienes se hicieron;
los enfermos sanaron; los pobres se nutrieron;
los ciegos contemplaron; los desnudos vistieron,
y bienaventurados, los que en la fe creyeron.
50
El devoto varón, libre de lo usurario,
repartió los tesoros como leal vicario.
Andando por la villa le ocurrió que en un barrio
halló una Santa Biblia de gran devocionario.
51
Había en esa zona una viuda enlutada
que ya 32 años llevaba de enviudada.
Asilaba cristianos en su propia posada
prestándoles ayuda en forma ponderada.
52
Sufría en la cabeza dolencia cotidiana,
tanto que siempre estaba más enferma que sana.
Le dijo: «Padre mío, de quien tanto bien mana,
pon tus sagradas manos por sobre esta cristiana».
53
A todos los que eran cristianas y cristianos
él lavaba los pies con sus benditas manos.
Oró junto a la viuda con rezos muy humanos
y luego le alivió sus males cotidianos.
54
Se despidió de ellos al dar la bendición,
y de aquellos tesoros dio a todos su ración.
Fue en busca de otros pobres e hizo otra procesión
para lavar sus pies y dar consolación.
55
En casa de Narciso, el noble senador,
encontró a muchos pobres, siervos del Creador,
creyentes de que Cristo fue nuestro Salvador,
seres que recelaban del mal Emperador.
56
Eran gentes muy pobres, de recursos menguados,
que antes injustamente fueron desheredados.
El devoto varón, libre de lo usurario,
repartió los tesoros como leal vicario.
Andando por la villa le ocurrió que en un barrio
halló una Santa Biblia de gran devocionario.
51
Había en esa zona una viuda enlutada
que ya 32 años llevaba de enviudada.
Asilaba cristianos en su propia posada
prestándoles ayuda en forma ponderada.
52
Sufría en la cabeza dolencia cotidiana,
tanto que siempre estaba más enferma que sana.
Le dijo: «Padre mío, de quien tanto bien mana,
pon tus sagradas manos por sobre esta cristiana».
53
A todos los que eran cristianas y cristianos
él lavaba los pies con sus benditas manos.
Oró junto a la viuda con rezos muy humanos
y luego le alivió sus males cotidianos.
54
Se despidió de ellos al dar la bendición,
y de aquellos tesoros dio a todos su ración.
Fue en busca de otros pobres e hizo otra procesión
para lavar sus pies y dar consolación.
55
En casa de Narciso, el noble senador,
encontró a muchos pobres, siervos del Creador,
creyentes de que Cristo fue nuestro Salvador,
seres que recelaban del mal Emperador.
56
Eran gentes muy pobres, de recursos menguados,
que antes injustamente fueron desheredados.
Había en esa zona una viuda enlutada
que ya 32 años llevaba de enviudada.
Asilaba cristianos en su propia posada
prestándoles ayuda en forma ponderada.
52
Sufría en la cabeza dolencia cotidiana,
tanto que siempre estaba más enferma que sana.
Le dijo: «Padre mío, de quien tanto bien mana,
pon tus sagradas manos por sobre esta cristiana».
53
A todos los que eran cristianas y cristianos
él lavaba los pies con sus benditas manos.
Oró junto a la viuda con rezos muy humanos
y luego le alivió sus males cotidianos.
54
Se despidió de ellos al dar la bendición,
y de aquellos tesoros dio a todos su ración.
Fue en busca de otros pobres e hizo otra procesión
para lavar sus pies y dar consolación.
55
En casa de Narciso, el noble senador,
encontró a muchos pobres, siervos del Creador,
creyentes de que Cristo fue nuestro Salvador,
seres que recelaban del mal Emperador.
56
Eran gentes muy pobres, de recursos menguados,
que antes injustamente fueron desheredados.
Sufría en la cabeza dolencia cotidiana,
tanto que siempre estaba más enferma que sana.
Le dijo: «Padre mío, de quien tanto bien mana,
pon tus sagradas manos por sobre esta cristiana».
53
A todos los que eran cristianas y cristianos
él lavaba los pies con sus benditas manos.
Oró junto a la viuda con rezos muy humanos
y luego le alivió sus males cotidianos.
54
Se despidió de ellos al dar la bendición,
y de aquellos tesoros dio a todos su ración.
Fue en busca de otros pobres e hizo otra procesión
para lavar sus pies y dar consolación.
55
En casa de Narciso, el noble senador,
encontró a muchos pobres, siervos del Creador,
creyentes de que Cristo fue nuestro Salvador,
seres que recelaban del mal Emperador.
56
Eran gentes muy pobres, de recursos menguados,
que antes injustamente fueron desheredados.
A todos los que eran cristianas y cristianos
él lavaba los pies con sus benditas manos.
Oró junto a la viuda con rezos muy humanos
y luego le alivió sus males cotidianos.
54
Se despidió de ellos al dar la bendición,
y de aquellos tesoros dio a todos su ración.
Fue en busca de otros pobres e hizo otra procesión
para lavar sus pies y dar consolación.
55
En casa de Narciso, el noble senador,
encontró a muchos pobres, siervos del Creador,
creyentes de que Cristo fue nuestro Salvador,
seres que recelaban del mal Emperador.
56
Eran gentes muy pobres, de recursos menguados,
que antes injustamente fueron desheredados.
Se despidió de ellos al dar la bendición,
y de aquellos tesoros dio a todos su ración.
Fue en busca de otros pobres e hizo otra procesión
para lavar sus pies y dar consolación.
55
En casa de Narciso, el noble senador,
encontró a muchos pobres, siervos del Creador,
creyentes de que Cristo fue nuestro Salvador,
seres que recelaban del mal Emperador.
56
Eran gentes muy pobres, de recursos menguados,
que antes injustamente fueron desheredados.
En casa de Narciso, el noble senador,
encontró a muchos pobres, siervos del Creador,
creyentes de que Cristo fue nuestro Salvador,
seres que recelaban del mal Emperador.
56
Eran gentes muy pobres, de recursos menguados,
que antes injustamente fueron desheredados.
Eran gentes muy pobres, de recursos menguados,
que antes injustamente fueron desheredados. | es |
Mistral,Gabriela | <XXI | Doña_Primavera | Doña Primavera
viste que es primor,
viste en limonero
y en naranjo en flor.
Lleva por sandalias
unas anchas hojas,
y por caravanas
unas fucsias rojas.
Salid a encontrarla
por esos caminos.
¡Va loca de soles
y loca de trinos!
Doña Primavera
de aliento fecundo,
se ríe de todas
las penas del mundo...
No cree al que le hable
de las vidas ruines.
¿Cómo va a toparlas
entre los jazmines?
¿Cómo va a encontralas
junto de las fuentes
de espejos dorados
y cantos ardientes?
De la tierra enferma
en las pardas grietas,
enciende rosales
de rojas piruetas.
Pone sus encajes,
prende sus verduras,
en la piedra triste
de las sepulturas...
Doña Primavera
de manos gloriosas,
haz que por la vida
derramemos rosas:
Rosas de alegría,
rosas de perdón,
rosas de cariño,
y de exultación.
Lleva por sandalias
unas anchas hojas,
y por caravanas
unas fucsias rojas.
Salid a encontrarla
por esos caminos.
¡Va loca de soles
y loca de trinos!
Doña Primavera
de aliento fecundo,
se ríe de todas
las penas del mundo...
No cree al que le hable
de las vidas ruines.
¿Cómo va a toparlas
entre los jazmines?
¿Cómo va a encontralas
junto de las fuentes
de espejos dorados
y cantos ardientes?
De la tierra enferma
en las pardas grietas,
enciende rosales
de rojas piruetas.
Pone sus encajes,
prende sus verduras,
en la piedra triste
de las sepulturas...
Doña Primavera
de manos gloriosas,
haz que por la vida
derramemos rosas:
Rosas de alegría,
rosas de perdón,
rosas de cariño,
y de exultación.
Salid a encontrarla
por esos caminos.
¡Va loca de soles
y loca de trinos!
Doña Primavera
de aliento fecundo,
se ríe de todas
las penas del mundo...
No cree al que le hable
de las vidas ruines.
¿Cómo va a toparlas
entre los jazmines?
¿Cómo va a encontralas
junto de las fuentes
de espejos dorados
y cantos ardientes?
De la tierra enferma
en las pardas grietas,
enciende rosales
de rojas piruetas.
Pone sus encajes,
prende sus verduras,
en la piedra triste
de las sepulturas...
Doña Primavera
de manos gloriosas,
haz que por la vida
derramemos rosas:
Rosas de alegría,
rosas de perdón,
rosas de cariño,
y de exultación.
Doña Primavera
de aliento fecundo,
se ríe de todas
las penas del mundo...
No cree al que le hable
de las vidas ruines.
¿Cómo va a toparlas
entre los jazmines?
¿Cómo va a encontralas
junto de las fuentes
de espejos dorados
y cantos ardientes?
De la tierra enferma
en las pardas grietas,
enciende rosales
de rojas piruetas.
Pone sus encajes,
prende sus verduras,
en la piedra triste
de las sepulturas...
Doña Primavera
de manos gloriosas,
haz que por la vida
derramemos rosas:
Rosas de alegría,
rosas de perdón,
rosas de cariño,
y de exultación.
No cree al que le hable
de las vidas ruines.
¿Cómo va a toparlas
entre los jazmines?
¿Cómo va a encontralas
junto de las fuentes
de espejos dorados
y cantos ardientes?
De la tierra enferma
en las pardas grietas,
enciende rosales
de rojas piruetas.
Pone sus encajes,
prende sus verduras,
en la piedra triste
de las sepulturas...
Doña Primavera
de manos gloriosas,
haz que por la vida
derramemos rosas:
Rosas de alegría,
rosas de perdón,
rosas de cariño,
y de exultación.
¿Cómo va a encontralas
junto de las fuentes
de espejos dorados
y cantos ardientes?
De la tierra enferma
en las pardas grietas,
enciende rosales
de rojas piruetas.
Pone sus encajes,
prende sus verduras,
en la piedra triste
de las sepulturas...
Doña Primavera
de manos gloriosas,
haz que por la vida
derramemos rosas:
Rosas de alegría,
rosas de perdón,
rosas de cariño,
y de exultación.
De la tierra enferma
en las pardas grietas,
enciende rosales
de rojas piruetas.
Pone sus encajes,
prende sus verduras,
en la piedra triste
de las sepulturas...
Doña Primavera
de manos gloriosas,
haz que por la vida
derramemos rosas:
Rosas de alegría,
rosas de perdón,
rosas de cariño,
y de exultación.
Pone sus encajes,
prende sus verduras,
en la piedra triste
de las sepulturas...
Doña Primavera
de manos gloriosas,
haz que por la vida
derramemos rosas:
Rosas de alegría,
rosas de perdón,
rosas de cariño,
y de exultación.
Doña Primavera
de manos gloriosas,
haz que por la vida
derramemos rosas:
Rosas de alegría,
rosas de perdón,
rosas de cariño,
y de exultación.
Rosas de alegría,
rosas de perdón,
rosas de cariño,
y de exultación. | es |
Sabines,Jaime | <XXI | Paréntesis_(2) | Apenas mayordomo de mis penas,
capitán de fantasmas, me extravío,
me pido entre mis canas y mis venas,
y me ahogo de mí, a pesar mío.
En punto de la hora en que me suenas,
tiempo de estar, estoy y me confío,
y me llenas de arena y me rellenas
de amor y de odio el corazón baldío.
¿Qué hago yo con mi huesos a esta hora?
Desnudo de mi piel y de mi pelo
a media calle estoy llora que llora:
me mira el sol y me contempla el cielo,
me sacude la hormiga trepadora
y me sube hasta el alma el desconsuelo. | es |
García_Lorca,Federico | <XXI | La_Aurora_De_Nueva_York_Tiene | La aurora de Nueva York tiene
cuatro columnas de cieno
y un huracán de negras palomas
que chapotean las aguas podridas.
La aurora de Nueva York gime
por las inmensas escaleras
buscando entre las aristas
nardos de angustia dibujada.
La aurora llega y nadie la recibe en su boca
porque allí no hay mañana ni esperanza posible.
A veces las monedas en enjambres furiosos
taladran y devoran abandonados niños.
Los primeros que salen comprenden con sus huesos
que no habrá paraíso ni amores deshojados;
saben que van al cieno de números y leyes,
a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.
La luz es sepultada por cadenas y ruidos
en impúdico reto de ciencia sin raíces.
Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidas de un naufragio de sangre.
La aurora de Nueva York gime
por las inmensas escaleras
buscando entre las aristas
nardos de angustia dibujada.
La aurora llega y nadie la recibe en su boca
porque allí no hay mañana ni esperanza posible.
A veces las monedas en enjambres furiosos
taladran y devoran abandonados niños.
Los primeros que salen comprenden con sus huesos
que no habrá paraíso ni amores deshojados;
saben que van al cieno de números y leyes,
a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.
La luz es sepultada por cadenas y ruidos
en impúdico reto de ciencia sin raíces.
Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidas de un naufragio de sangre.
La aurora llega y nadie la recibe en su boca
porque allí no hay mañana ni esperanza posible.
A veces las monedas en enjambres furiosos
taladran y devoran abandonados niños.
Los primeros que salen comprenden con sus huesos
que no habrá paraíso ni amores deshojados;
saben que van al cieno de números y leyes,
a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.
La luz es sepultada por cadenas y ruidos
en impúdico reto de ciencia sin raíces.
Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidas de un naufragio de sangre.
Los primeros que salen comprenden con sus huesos
que no habrá paraíso ni amores deshojados;
saben que van al cieno de números y leyes,
a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.
La luz es sepultada por cadenas y ruidos
en impúdico reto de ciencia sin raíces.
Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidas de un naufragio de sangre.
La luz es sepultada por cadenas y ruidos
en impúdico reto de ciencia sin raíces.
Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidas de un naufragio de sangre. | es |
Aleixandre,Vicente | <XXI | Retrato | Este muchacho ha visto
la esencia de las cosas,
una tarde, entre sus manos
concretarse.
Presión de aquellos dedos
enrojecidos, de diamante,
al apretar la blanda
ilusión de materia.
Hay en su yema sangre
y linfa de un camino
secreto que se abre
arriba, en la alta torre,
abierto a libre aire.
Sus ojos copian tierra
y viento y agua, que devuelven,
precisos, campo al reflejarse.
Su lengua —sal y carne—
dice y calla.
La frase se dilata,
en ámbito se expande
y cierra ya el sentido, allá en lo alto
—terraza de su frente—,
sobre el vivaz paisaje. | es |
Manceda,Ana_María | XXI | Soy_Transparente | Soy transparente
no porque sea bella
etérea, luminiscente,
soy transparente
porque soy mamá
de un hijo adolescente.
El vaga por la casa
repartiendo de forma dadivosa
calzones, medias, zapatillas.
soberbia juventud sonámbula
no me ve, no me oye
pasa a mi lado
de figura de fantasma
dejándome la estela
del perfume a esperanza.
y se prende, mi amor
en ese aroma.
Yo sé
que estoy sembrando semillas
que germinarán
cuando él sea padre,
mientras tanto
desde mi transparencia
armo todo los días
este hogar de plantas
perros y gatos.
Soy transparente
tengo un hijo adolescente
pero sé
que en la historia de mi vida
esto es solo un rato. | es |
Florián,Miguel | <XXI | Madre | Abrí los párpados en medio de la noche
y tú estabas allí, insomne, aguardando
la lenta aparición, la inminente presencia
de la luz, del alba que no llega (del fuego
que regresa de una estación desierta)
y tú estabas allí, profunda y blanca,
tendida sobre la multitud de los instantes,
apartando la turbiedad confusa de mi sueño,
labrando el tiempo firme, inmóvil, de la muerte
(la edad remota de insectos transparentes
y arroyos escondidos) con su amargura
de mano inalcanzable, de boca detenida
sobre la frente nueva, de beso que separa
el porvenir, y lo devuelve al seno de la tierra,
al estallido ciego de otra edad. Abrí los ojos
y tú estabas allí, mirándome, en medio de la muerte. | es |
Pérez-Ayala_Huertas,Javier | XXI | No_Cambio_Las_Cibeles_Por_Neptuno | No cambio las Cibeles por Neptuno,
ni mi solitaria voz por su orquesta,
ni pregunta abierta por su respuesta,
ni siquiera ese todo por mi alguno.
Ni me sobresalto ni me importuno
por no cambiar fortuna por apuesta,
ni ese descenso por subir la cuesta,
ni sus tacones por mi andar gatuno,
No cambio los barrotes de mi casa
por ventanas con ansias de recambio,
ni la calma cuando el silencio pasa
por unas palabras de intercambio,
ni esta religión por mi fe escasa,
que yo no me vendo, que no me cambio. | es |
Flórez,Julio | <XXI | Cuentan_Que_Un_Rey,_Soberbio_Y_Corrompido | 1
Cuentan que un rey, soberbio y corrompido,
cerca del mar, con su conciencia a solas,
sobre la playa se quedó dormido;
y agregan que aquel mar lanzó un rugido
y sepultó al infame entre sus olas.
Hoy bien hacéis, ¡oh, déspotas del mundo!,
en estar con los ojos siempre abiertos...
porque el pueblo es un mar, y un mar profundo,
que piensa, que castiga y que, iracundo,
os puede devorar. ¡Vivid despiertos! | es |
Buesa,José_Ángel | <XXI | Poema_Para_Olvidarte | Amar —nadie lo ignora— viene a ser como un juego:
el juego de dos almas y el juego de dos vidas.
Y hay quien gana y quien pierde. Tal vez lo sabrás luego,
si yo logro olvidarte pero tú no me olvidas.
Yo sé por qué lo digo. La vida tiene un modo
sutil de detenerse mientras sigue adelante,
y una mujer bonita puede olvidarlo todo
menos su última cita con su primer amante.
Por eso, allá... tan lejos... en tus tardes de hastío,
puede ser que comprendas que el hombre a quien quisiste
llenó de mariposas tu corazón vacío
y de fechas alegres tu calendario triste.
Y como tu pasado no pasó todavía
tendrás que recordarme viendo en tu tocador
aquellos espejuelos oscuros con que un día
disimulaste un poco tus tijeras de amor.
Y yo sé que otro día, de rezos y conjuros,
te dirán que me he muerto —yo sé que será así —
y te pondrás los mismos espejuelos oscuros
para que nadie sepa que lloraste por mí. | es |
Matos_Paoli,Francisco | <XXI | Ya_La_Púrpura_Sangra_En_Su_Recelo | Ya la púrpura sangra en su recelo.
Vine tarde a la cita diamantina.
En el recuerdo la tenaz colina.
En la onda que pasa el desconsuelo
de mi fracaso muere la doctrina.
Solo se reconcentra ese deshielo
de la tarde mayor sin terciopelo
Y con jardín silente que reclina,
La luna como trámite apagado.
En el último vuelo he presagiado
la extinción de contancia verdadera,
Porque no tengo patria sobre el río,
ni tampoco la gota de rocío
aviva nuestra rosa en la frontera. | es |
Pombo,Rafael | <XXI | Recuerdo | Estaba triste el día,
Estaba el alma triste,
Triste mi corazón enamorado.
Cinco días han pasado
Y aún luto el alma viste,
Y el corazón solloza todavía
En sus tristes recuerdos encerrado.
Y hay vida en torno mío,
Y cuanto miro es nuevo,
Y es este suelo para mí un santuario:
¿Por qué pues, solitario,
Con nada me conmuevo
Y do vengo a buscar contento y brío
Parece que reclamo mi sudario?
¿Quién poblará el desierto
Que trajo el alma mía?
¿Quién me ha de compensar lo que he perdido?
Mi sol está extinguido
Mi árbol de dicha es muerto,
Y tal vez mientras vivo de agonía
Allá he dejado ingratitud y olvido.
Allá | es |
Castañeda_Aragón,Gregorio | <XXI | Letanía | Brazos: ¡cruz de los senderos divinos!
Manos: ¡cándida venda para la llaga!
Ojos: ¡estrella de los peregrinos,
Que van sin fe sobre la tierra aciaga!
Labios: ¡flor de milagro, rosa maga!
Voz: ¡campana de los faustos destinos!
Risa: ¡fuente que toda sed apaga
A mitad de los ásperos caminos!
Cabellos: ¡tíbio huerto, árbol nocturno!
Ojeras: ¡mudo jardín taciturno
Acogedor de la inquietud secreta...!
Corazón, ¡rojo y ardiente y fragante,
Péndulo del amor...! Señora, un instante:
Un aroma de rosas deshojadas... | es |
Pizarro_Aray,Carola | XXI | Señala | Óxido de besos mancha la retina de tu sexo.
Puertas abiertas, cerradas
marcas de un ángel hostil y violento
en la veta agria de sus maderos.
No te llamaría en medio de esta copa.
Dejo mis ojos bogartianos hincarse traslúcidos / purpurados
en la grupa de tus años / el perfume/
arrasados en rimel y oro.
Tengo
una jauría merodeando la devastación
Sus pelos jadeantes han teñido el negro
mi corazón en su revolcadura
Una jauría
habita destierro lúgubre / el palpitar / mis ojos.
No te llamaría en medio de esta copa.
Dejo mis ojos bogartianos hincarse traslúcidos / purpurados
en la grupa de tus años / el perfume/
arrasados en rimel y oro.
Tengo
una jauría merodeando la devastación
Sus pelos jadeantes han teñido el negro
mi corazón en su revolcadura
Una jauría
habita destierro lúgubre / el palpitar / mis ojos.
Tengo
una jauría merodeando la devastación
Sus pelos jadeantes han teñido el negro
mi corazón en su revolcadura
Una jauría
habita destierro lúgubre / el palpitar / mis ojos.
Una jauría
habita destierro lúgubre / el palpitar / mis ojos. | es |
Valente,José_Ángel | <XXI | Por_Encima_Del_Agua_Helada | Por encima del agua helada
el patito se resbalaba.
Por encima del agua dura,
el patito de la laguna.
Por encima del agua fría,
el patito silba que silba.
Silba que silba se resbalaba
y en vez de llorar silbaba.
Por encima del agua dura,
el patito de la laguna.
Por encima del agua fría,
el patito silba que silba.
Silba que silba se resbalaba
y en vez de llorar silbaba.
Por encima del agua fría,
el patito silba que silba.
Silba que silba se resbalaba
y en vez de llorar silbaba.
Silba que silba se resbalaba
y en vez de llorar silbaba. | es |
Cabral,Manuel_del | <XXI | Viejo_Whitman | Viejo Whitman
ya sé que todavía no lo sabes... pero lo irás sabiendo
con los muertos que van como raíces
creciendo para abajo
hacia el ilustre nido de tus barbas que ahora
no descansan con águilas profundas...
Ellos te contarán que desde tu país
nos enviaron fusiles comerciantes,
fusiles con negocios de difuntos,
fusiles que vinieron
a cambiar por cadáveres, bananas,
a cotizar con balas los ingenios;
fusiles que vinieron
a ponerle zapatos al orgullo descalzo,
fusiles que vinieron
a meter sin permiso en unas botas
todo el aire del pueblo.
Viejo Whitman, como yo sé que estás despierto,
voy a hablarte estas cosas por teléfono...
Hoy, prohibieron que en el cine
los muchachos de América vean en la pantalla
mi pequeño país
socio de otros países grandulones,
porque todos, casi todos,
diecinueve mellizos y un Gigante,
lo dejaron pudrirse, lo dejaron
perfectamente solo, trágicamente solo.
Los parientes
tienen aún el mismo, el viejo miedo,
el pequeñito miedo
a perder tres centavos de repunte en Manhattan,
el miedo a que les niegue su limosna el Gigante.
Viejo Whitman, ya Simón nos lo dijo: «todos...
tenemos que juntarnos». Porque los que gobiernan
tienen negocios que no tienen patria...
Se quitan de los dedos la honradez
como si se quitaran un anillo de cobre...
Ya ves, Libertador, Whitman del fuego...
Estos no son... no son los tuyos,
los que venden tu espada por lo que pesa el hierro.
Los que lustran tus botas con saliva adulona.
Los que dicen:
hoy mi mano está triste, no ha robado...
Ya ves, limpio soldado,
lo demás es lo tuyo... la América dormida...
Donde no se negocia con las alas de Whitman. | es |
Góngora,Luis_de | <XXI | Para_Un_Retrato_De_Don_Juan_De_Acuña,_Presidente_De_Castilla,_Hijo_Del_Conde_De_Buendía | Éste, que en traje le admiráis togado,
Claro, no a luces hoy de lisonjero
Pincel, sino de claro caballero,
Esplendor del Buendía que le ha dado;
Éste, ya de justicia, ya de estado,
Oráculo en España verdadero,
A quien por tan legal, por tan entero,
Sus balanzas Astrea le ha fiado:
Clava serán de Alcides en su diestra,
Que de monstruos la edad purgue presente,
Y a los siglos invidia sea futuros:
Éste, pues, gloria de la nación nuestra,
Don Juan de Acuña es, Buril valiente
Al tiempo le vincule en bronces duros.
Éste, ya de justicia, ya de estado,
Oráculo en España verdadero,
A quien por tan legal, por tan entero,
Sus balanzas Astrea le ha fiado:
Clava serán de Alcides en su diestra,
Que de monstruos la edad purgue presente,
Y a los siglos invidia sea futuros:
Éste, pues, gloria de la nación nuestra,
Don Juan de Acuña es, Buril valiente
Al tiempo le vincule en bronces duros.
Clava serán de Alcides en su diestra,
Que de monstruos la edad purgue presente,
Y a los siglos invidia sea futuros:
Éste, pues, gloria de la nación nuestra,
Don Juan de Acuña es, Buril valiente
Al tiempo le vincule en bronces duros.
Éste, pues, gloria de la nación nuestra,
Don Juan de Acuña es, Buril valiente
Al tiempo le vincule en bronces duros. | es |
Juarroz,Roberto | <XXI | Séptima_Poesía_Vertical._Número_7 | Cuando se ha puesto una vez el pie del otro lado
y se puede sin embargo volver,
ya nunca más se pisará como antes
y poco a poco se irá pisando de este lado el otro lado.
Es el aprendizaje
que después no se resigna
a que todo lo demás,
sobre todo el amor,
no haga lo mismo.
El otro lado es el mayor contagio.
Hasta los mismos ojos cambian de color
y adquieren el tono transparente de las fábulas. | es |
Paz,Octavio | <XXI | Piedra_De_Toque | Aparece
Ayúdame a existir
Ayúdate a existir
Oh inexistente por la que existo
Oh presentida que me presiente
Soñada que me sueña
Aparecida desvanecida
Ven vuela adviene despierta
Rompe diques avanza
Maleza de blancuras
Marea de armas blancas
Mar sin brida galopando en la noche
Estrella en pie
Esplendor que te clavas en el pecho
(Canta herida ciérrate boca)
Aparece
Hoja en blanco tatuada de otoño
Bello astro de pausados movimientos de tigre
Perezoso relámpago
Águila fija parpadeante
Cae pluma flecha engalanada cae
Da al fin la hora del encuentro
Reloj de Sangre
Piedra de toque de esta vida | es |
Casal,Julián_del | <XXI | Lejos_Brilla_El_Jordán_De_Azules_Ondas | Lejos brilla el Jordán de azules ondas
Que esmalta el Sol de lentejuelas de oro,
Atravesando las tupidas frondas,
Pabellón verde del bronceado toro.
Del majestuoso Líbano en la cumbre
Erige su ramaje el cedro altivo,
Y del día estival bajo la lumbre
Desmaya en los senderos el olivo.
Piafar se escuchan árabes caballos
Que a través de la cálida arboleda,
Van levantando con sus férreos callos
En la ancha ruta, opaca polvareda.
Desde el confín de las lejanas costas
Sombreadas por los ásperos nopales,
Enjambres purpurinos de langostas
Vuelan a los ardientes arenales.
Ábrense en las llanuras las cavernas
Pobladas de escorpiones encarnados,
Y al borde de las límpidas cisternas
Embalsaman el aire los granados.
En fogoso corcel de crines blancas,
Lomo robusto, refulgente casco,
Belfo espumante y sudorosas ancas,
Marcha por el camino de Damasco.
Saulo y eleva su bruñida lanza
Que a los destellos de la luz febea,
Mientras el bruto relinchando avanza,
Entre nubes de polvo centellea.
Tras las hojas de oscuros olivares
Mira de la ciudad los minaretes,
Y encima de los negros almenares
Ondear los azulados gallardetes.
Súbito, desde lóbrego celaje
Que desgarró la luz de hórrido rayo,
Oye la voz del célico mensaje;
Cae transido de mortal desmayo,
Bajo el corcel ensangrentado rueda,
Su lanza estalla con vibrar sonoro
Y, a los reflejos de la luz, remeda
Sierpe de fuego con escamas de oro. | es |
Diego,Eliseo | <XXI | El_General_A_Veces_Nos_Decía | El General a veces nos decía
extendiendo sus manos transparentes:
«así fue que lo vimos aquel día
en la tranquila lluvia indiferente
sobre el negro caballo memorable».
Suavizaba la sombra del alero
su camisa de nieve irreprochable
y el arco duro del perfil severo.
Y mientras en el patio de azul fino
cercana renacía la tristeza
del platanar con sus nocturnos roces,
más allá de las palmas y el camino,
limpiamente ceñida su pobreza,
pasaban en silencio nuestros dioses. | es |
Pombo,Rafael | <XXI | Te_Debo_Yo_Más_De_Un_Favor | Te debo yo más de un favor.
Dijo el Pudor al Abanico:
Siempre que a un ángel mortifico
Velas discreto su rubor.
—Otro favor suelo prestar
(Repuso el otro) a más de una hada:
Impedir noten que ya nada
La puede hacer ruborizar. | es |
Hernández,Miguel | <XXI | Un_Albañil_Quería..._No_Le_Faltaba_Aliento | Un albañil quería... No le faltaba aliento.
Un albañil quería, piedra tras piedra, muro
tras muro, levantar una imagen al viento
desencadenador en el futuro.
Quería un edificio capaz de lo más leve.
No le faltaba aliento. ¡Cuánto aquel ser quería!
Piedras de plumas, muros de pájaros los mueve
una imaginación al mediodía.
Reía. Trabajaba. Cantaba. De sus brazos,
con un poder más alto que el ala de los truenos
iban brotando muros lo mismo que aletazos.
Pero los aletazos duran menos.
Al fin, era la piedra su agente. Y la montaña
tiene valor de vuelo si es totalmente activa.
Piedra por piedra es peso y hunde cuanto acompaña
aunque esto sea un mundo de ansia viva.
Un albañil quería... Pero la piedra cobra
su torva densidad brutal en un momento.
Aquel hombre labraba su cárcel. Y en su obra
fueron precipitados él y el viento. | es |
Bolaño,Roberto | <XXI | Una_Voz_De_Mujer_Dice_Que_Ama | Una voz de mujer dice que ama
la sombra que tal vez es la tuya
Estás disfrazado de policía y contemplas
caer la nieve ¿Pero cuándo?
No lo recuerdas Estabas en la calle
y nevaba sobre tu uniforme de poli
Aun así la pudiste observar:
una hermosa muchacha a horcajadas
sobre una motocicleta negra
al final de la avenida | es |