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1953-08-31
En la ciudad de Rosario
Compañeras y compañeros rosarinos: En primer término, agradezco este recuerdo para Evita. Ella tuvo siempre para Rosario, un lugar predilecto en su corazón. Yo no podía pasar por Rosario sin saludar y visitar a mis queridos compañeros, los trabajadores, máxime en el momento en que la Confederación General del Trabajo inauguraba su local social en esta ciudad. Instalar una delegación de la Confederación General del Trabajo, es colocar en cualquier parte, un jalón más para las reivindicaciones del pueblo trabajador. Yo sé, compañeros, como trabaja la Confederación; yo sé que es un organismo al servicio de los trabajadores, que se desvive con abnegación y con sacrificio, todos los días, en la defensa de nuestra comunidad trabajadora. Por eso, el declarar inaugurada la delegación de la Confederación General del Trabajo de Rosario, yo les pido a todos los compañeros trabajadores que la cuidan y la apoyen. Un movimiento trabajador es solamente organizado, y es solamente fuerte y eficaz para la defensa de sus intereses profesionales, cuando está unificado en una gran central obrera. Las organizaciones de trabajadores van constituyendo en la República la inmensa red que forma la espina dorsal de su trabajo. Por eso compañeros estas organizaciones cada día animadas de un mayor perfeccionamiento, de una mayor responsabilidad, de un trabajo más efectivo y real en la defensa de los intereses de los trabajadores, constituyen la organización básica del pueblo argentino. Por esa razón, compañeros, vamos diariamente progresando en las organizaciones cuantitativamente y en sus dirigentes cualitativamente. Las organizaciones obreras no valen tanto por el número de adherentes como por la clase, la capacidad y la honradez de los dirigentes que poseen. Y de todos los progresos que voy observando en estas organizaciones, la que avanza con mayor ritmo, con una seguridad más firme, es precisamente la capacitación de los dirigentes sindicales. La existencia de numerosas escuelas sindicales a lo largo de todo el país será una verdadera bendición para nuestros trabajadores, no solamente tendrán hombres capaces y honrados para encuadrar y dirigir las organizaciones, sino que la cultura social del pueblo se irá elevando paulatinamente hasta constituir una masa culta, definitivamente culta, en los humildes de la patria. Por eso compañeros, no es suficiente con organizarse; es menester, dentro de las organizaciones, trabajar todos los días incansablemente por perfeccionarlas y ampliarlas hasta su límite máximo. Voy viendo a lo largo de toda la República como surgen los sindicatos de los compañeros trabajadores y como esos sindicatos, al contrario de toda otra organización, trabajan por la aglutinación del pueblo para desarrollar la solidaridad humana entre los humildes de la patria, para que los que tenemos la fortuna inmensa de ser humildes de corazón, no descendamos jamás de esa humildad, que es la más grande de las fuerzas. Esa, compañeros, esa humildad, es nuestra fuerza. Dios nos libre el día en que la soberbia pudiera llegar entre nosotros. Y esa compañeros, yo sé que no ha de llegar, veo en los ojos y en el alma de nuestros dirigentes esa humildad que hace buenos a los hombres, que los hace solidarios y que los hace animados de esa fortaleza inmensa que da la verdadera humildad de corazón. Yo quisiera compañeros, que todos mis hermanos los argentinos, se sintieran hombres humildes y de trabajo. Cuánto bien para la República acarrearíamos a lo largo de los tiempos, si ninguno abandonara su puesto de trabajo. Cuando hemos dicho que la suprema dignidad que propugnamos es el trabajo, hemos querido significar que para nosotros no existe ninguna otra dignidad que pueda igualarla. Las demás dignidades las dan los hombres, esta dignidad la da Dios, de acuerdo a cada uno con lo que produce. Yo he dicho, compañeros, que el año 1954, debe de ser el año de la solidaridad nacional. Cuando he dicho eso, he querido significar que todos, ya sea colectiva como individualmente, o sea a través de las organizaciones o a través de nuestros actos individuales, trabajemos porque los argentinos se unan en la tarea común de hacer la felicidad del pueblo y de labrar la grandeza de la Nación. Por eso compañeros, la consigna de estos tiempos ha de ser, para nosotros, olvidar agravios, perdonar a nuestros propios enemigos y dedicarnos con todo el corazón a hacer de esta comunidad argentina una comunidad modelo por su solidaridad, por su humildad, y por su bondad. Que todas nuestras organizaciones, interpretando la consigna de la hora se dediquen a ello, es todo cuanto yo les pido. Y compañeros, yo no quiero abandonar Rosario, sin dejarles el eterno recuerdo que guardo a esta tierra maravillosa. Yo no olvidaré nunca que aquí recibí el bautismo cuando los trabajadores rosarinos me hicieron el más insigne de los honores al declararme el primer trabajador argentino; y yo compañeros, jamás he aspirado a mayor honor, ni a mayor dignidad que la de ser un modesto y humilde trabajador de mi patria. Por eso, guardo siempre un lugar de privilegio para los compañeros rosarinos, que me han hecho el honor de decirme cuanto yo ambicionaba. En esto compañeros, como debo seguir viaje....... El general Perón es interrumpido por el público que exclama: ¡Que se quede !¡Que se quede¡ ¡Ojalá pudiera quedarme! pero me están esperando muchas cosas en Buenos Aires. Compañeros, yo les prometo que pronto voy a hacer una visita más larga a Rosario. Nuevamente la multitud interrumpe las palabras del general Perón. Decía compañeros que pronto voy a hacer una visita a Rosario, para venir a inaugurar el Monumento a la Bandera con ustedes. Y antes voy a venir por la Fundación para inaugurarles sus casas. Y ahora compañeros, les agradezco profundamente la amabilidad que han tenido de llegar hasta acá. Pero como solamente faltan diez minutos para el tren, me despido de ustedes, hasta pronto, dejándoles un abrazo muy fuerte sobre mi corazón.
1953-09-07
DISCURSO PRONUNCIADO EN EL IAME
Compañeros: Yo he querido llegar una vez más hasta el Instituto Aerotécnico para presenciar, el vuelo inicial del avión IA-35 y ver volar los Pulqui. Es indudable, como yo dije otras veces, que en Córdoba se está formando el gran centro industrial y base de nuestra industria pesada. Estos núcleos deberán ir surgiendo en distintas partes del país para presentar a nuestro pueblo uno industria pesada. Nosotros hemos elevado al estándar de vida de nuestro pueblo considerablemente, pero es indudable que mi aspiración no puede ser detener ese estándar a la altura que hemos alcanzado. Es necesario que nuestro pueblo mejore aún todavía el doble de lo que ha mejorado su estándar de vida. Pero el estándar de vida de los pueblos se levanta de una sola manera: trabajando. En esto, compañeros, un hombre, en los tiempos modernos, debe darse cuenta de que si trabaja ocho horas, debe tener las dieciséis restantes para ser feliz y vivir tranquilamente en su casa. Es indudable también que para poder disfrutar de dieciséis horas de tranquilidad y de felicidad en su casa, hay que trabajar duro las otras ocho horas. Ni a los pueblos ni a las naciones nadie les regala nada. El límite de su progreso, el límite de su tranquilidad y de su felicidad está fijado por los rendimientos de su trabajo, por su esfuerzo y por su sacrificio. Sin trabajo, sin esfuerzo, sin sacrificio, no es posible la felicidad ni de los hombres, ni de los pueblos, ni de las naciones. La sabiduría del gobierno consiste en no hacer que ese esfuerzo, que ese trabajo o ese sacrificio se realice en una dirección de poco rendimiento, y donde el hombre trabaja intensamente y no sale nunca de pobre ni desgraciado. Cuando algunos han sostenido en nuestro país que nosotros debemos conformarnos con seguir siendo un pueblo de pastores y de agricultores, nos están diciendo que debemos ser un pueblo de pobres y desgraciados hombres. Los pueblos modernos nos están mostrando ese inmenso panorama del trabajo y del esfuerzo. Es indudable que la agricultura y la ganadería son indispensables; nosotros cometeríamos un grave error si, encandilados con otras actividades, abandonásemos nuestros campos y no nos dedicásemos a producir lo más posible tanto en la agricultura como en la ganadería. De eso comemos, pero sería tan estúpido pretender enriquecernos con la ganadería y la agricultura como renunciar a ellas para dedicarnos exclusivamente a la industria. Comeremos de eso, negociaremos lo que podamos de eso, pero nunca saldremos de pobres, si no nos dedicamos también a industrializar el país. Me decía el brigadier San Martín que el personal de IAME no, miraba horas ni miraba esfuerzos. Yo le contesté: “Estos obreros están trabajando no sólo para ellos; están trabajando todos los obreros del país, porque este es el camino de nuestro estándar de vida y de mejorar las condiciones de vida de nuestra población. Ese esfuerzo y sacrificio que ustedes realizan será un índice para el futuro y para la futura felicidad de nuestro pueblo. Recordará algún día el país con emoción y con agradecimiento el esfuerzo que estamos realizando en nuestros días que es el único que nos permitirá ir mejorando las condiciones de vida y de trabajo, que nos permitirá en el futuro ser un pueblo que aproveche mejor de su riqueza para la felicidad de sus hijos. En esto, no olvidaremos nunca que en estos núcleos como el de ustedes, se está organizando la futura grandeza de nuestra patria y la futura felicidad de nuestro pueblo. Cualquier esfuerzo en este sentido tiende a engrandecer y enriquecer la patria. Por eso, los que de una manera directa o indirecta, con el trabajo manual o con el intelectual, por el esfuerzo de todos los días están construyendo una Argentina mejor, serán los hombres que, en el futuro, merecerán el bien de la patria. Cuando podemos mirar una fila innumerable de vehículos construidos con nuestro propio esfuerzo, cuando sentimos bramar los motores, estamos pensando que hemos iniciado un nuevo camino en la patria; y les aseguro que ese nuevo camino está abriendo brechas y picadas a través del bosque impenetrable de los prejuicios, del derrotismo y de la cobardía moral de muchos argentinos. Nosotros hemos de pasar sobre todos esos prejuicios y por sobre todo este derrotismo, y hemos de triunfar. Hemos triunfado cuando no empeñamos en la batalla por la independencia económica; hemos triunfado cuando nos empeñamos en la batalla por la justicia social; hemos triunfado cuando nos empezamos en la batalla por nuestra soberanía nacional. Hemos también de triunfar en la batalla por nuestra independencia industrial y por nuestra independencia estratégica. Y cuando, ya libres, podemos fijar nuestros designios y establecer nuestro definitivo derrotero en el mundo y en la vida, no olvidaremos nunca que eso lo debemos al esfuerzo generoso, a la abnegación y al sacrificio de los humildes obreros argentinos, que cargaron sobre sus espaldas la tremenda responsabilidad de enfrentar ese destino con valor y con decisión. Entonces, en cada uno de los pechos de los patriotas argentinos, vivirá eternamente el recuerdo de ese pueblo humilde que a la usanza de nuestros libertadores, dio a la patria todo sin pedirle nada en cambio. Compañeros: nosotros, silenciosa y humildemente, como deben realizarse las grandes obras, estamos ajustando tornillos, creando piezas para nuestros organismos de la industria pesada. Con cada remache y con cada tuerca que ajustemos en ese inmenso organismo que es de la industria pesarla de nuestra patria, estamos también anudando destinos históricos por nuestra tierra. Hoy las grandes conquistas de nuestra patria están confiadas al trabajo, y yo, que conozco a los trabajadores argentinos, puedo decir, desde ya, que tenemos la victoria en nuestras manos. Dios quiera que el destino de nuestra patria no la saque jamás de las manos del humilde pueblo trabajador, porque esos pueblos humildes son los que construyen la historia de las naciones; esos pueblos humildes y trabajadores son los que realmente elaboran la grandeza y la dignidad de las patrias. En esto, compañeros, yo doy gracias a Dios de que en esta hora y de que en esta Argentina nos hayamos decidido todos por la misma causa. Yo me siento, como soldado, inmensamente feliz, cuando veo llegar en andas de los trabajadores del IAME, a los pilotos de prueba que nos han mostrarlo recién las tres aeronaves. Solamente con hombres amados por el pueblo se pueden realizar las grandes obras. Nosotros queremos gente contenta, optimista y feliz, que en el esfuerzo de todos los días vayan llevando, cada vez más alto en el mástil de nuestra historia, nuestra histórica bandera, templada ya en la lucha, y que la estamos templando en el trabajo en esta nueva Argentina. Quiera Dios que ese destino final de grandeza que nos reserva la historia podamos verlo aún nosotros, subiendo hacia las inmarcesibles regiones de la dignidad, del honor y del sacrificio en el trabajo honrado. ..
1953-09-10
AL TERMINO DE LA CRITICA DE LAS MANIOBRAS EN PAMPA DE OLAEN
Señores: Yo celebro la oportunidad que he tenido de tomar contacto con los camaradas durante este ejercicio. Agradezco las amables palabras del señor ministro y me adhiero a él, como viejos montañeses, para rendir también, en mis palabras, un homenaje a esos muchachos que han perdido la vida en la cordillera cumpliendo con su deber. Señores: estos ejercicios que hemos tenido la suerte de presenciar hoy, satisfacen ampliamente el corazón de cualquier soldado que tiene la misión de trabajar en el terreno con todos los medios de que pueda disponerse. La utilidad de ellos es, indudablemente extraordinaria. He observado los comandos afanados en el cumplimiento de sus tareas, sin distinción de jerarquías ni de trabajos. Estos comandos que trabajan en un ejercicio como el que hemos presenciado, lo hacen con la sensación real de la guerra. Yo estuve en Europa durante la guerra y he aprendido allí que hay ejércitos en serio y ejércitos que no son en serio. Yo considero que los que son en serio son los que toman su profesión con vehemencia y la realizan con seriedad, y eso es lo que presenciado en este ejercicio, y me satisface extraordinariamente poder decirlo de viva voz a los camaradas. También he visto el espíritu en las tropas que halaga a cualquier hombre de armas. Decía Alfonso el Sabio, en una de sus famosas Partidas, que la profesión del soldado “es la de manejar hombres”, y en consecuencia, lo primero que debe conocerse es el corazón de los hombres. La disciplina, tal como se entiende y como se debe entender en el fondo mismo de nuestra profesión, es la exaltación de los valores morales del hombre, para que puedan sobreponerse como valores elementales sobre el espíritu de conservación que traer implícito en su propia vida. El temor a la muerte solamente se vence con la exaltación de los demás valores del hombre, donde el entusiasmo, el optimismo y la alegría de servir tienen un coeficiente extraordinario. Yo he visto a estos soldados después de la irrupción, satisfechos, alegres y felices. Me detuve a preguntarle a un grupo de ellos, para pulsar sus estados de ánimo, si estaban cansados, y uno me contestó: 鎡Que cansados! ¡Otra maniobra más, mi general! La podemos hacer”. Cuando la tropa se manifiesta así, es porque no solamente se ha sacado un provecho profesional en la realización del ejercicio sino que se ha llegado también a la consideración de la propia tropa en un ejercicio de paz, que es la única escuela de guerra para el ciudadano incorporado. Señores: yo veo con inmensa satisfacción como los camaradas cumplen con su deber militar, y esto me impulsa, me estimula y me alienta, para cumplir desde el gobierno también las tareas que nos son impuestas por nuestro deber. En nuestro país hemos realizado ya la independencia económica; junto con ella encaramos las decisiones que nos han de llegar a obtener otras independencias tan importantes como la misma independencia económica. Los señores jefes y oficiales saben bien que un país no puede tener una política internacional independiente sino tienen los medios necesarios para sostenerla. Se ha ducho muchas veces que los países tienen la política de su fuerza o, inversamente, que deben someterse a la fuerza de su política. Esto es muy cierto. Señores: tanto ustedes como yo tenemos dos misiones que cumplir, escalonadas en el tiempo, pero con un deber perentorio de realizar cuanto antes. Yo empeño mi palabra, de que antes de cinco años habremos conquistado nuestra independencia industrial y, en consecuencia, nuestra independencia político-internacional. Recién entonces podremos realizar nuestros propios planes, nuestras propias hipótesis y, aún, nuestra propia preparación. Hasta entonces estamos en un compás de espera. Es difícil poder seguir, congruentemente, una línea política internacional firme. Pero numerosas circunstancias favorables pueden aún acelerar mucho más el plazo que he fijado. Con respecto a la necesidad de que el país encare su autosuficiencia, con miras a la defensa nacional, yo creo que podemos estar tranquilos y sentirnos satisfechos de cuanto estamos realizando. La Nación comienza a trabajar a un ritmo todavía desconocido para nuestro país. Estamos en la ejecución plena de nuestros planes de realizar obras de gran envergadura a lo largo de todo el país, y eso con nuestros propios medios, y aun combatidos económicamente desde el interior y desde el exterior del país. Las actuales circunstancias nos permiten asegurar que hemos vencido en esa lucha; que hemos hecho ya, en el orden interno como en el internacional una paz que no hemos pedido nosotros sino que la han pedido los demás satisfaciendo así, por lo menos, el orgullo de todos los que luchan. Y pensamos que todo aquello que fue hasta ahora oposición y guerra económica, pasará a hacer todo lo contrario. Yo tengo la inmensa satisfacción que puede tener un soldado y un argentino, de haber llegado a esto sin haber tenido necesidad de sacrificar ni la dignidad ni los intereses de la Nación. Señores: si yo hubiera de expresarles a ustedes con la sinceridad y franqueza con que debemos hablar entre nosotros les tendría que decir cuanta es mi esperanza y la euforia que esa esperanza despierta en mí por el porvenir de la Nación. Yo lamento que esto mismo que hemos hecho nosotros después de la segunda guerra no haya sido realizado después de la primera, cuando se pudo haber realizado lo mismo que nosotros hemos hecho. Quizá estemos perfectamente a tiempo, a pesar de haber perdido, esos veinte años. Pero lo que sí puedo decir, señores, es que el momento critico para la vida de la Nación, en el orden interno o en el orden internacional, no ha llegado todavía para la Argentina. Y que tenemos un plazo aún de veinte a veinticinco años para realizar acabadamente la solución de nuestros problemas de potencialidad. Todavía no necesitamos ser muy fuertes. Quien sabe cual sería el destino de la Argentina sino hubiésemos afianzado toda la potencialidad de un trabajo constreñido a conquistarlo a fuerza de trabajo y de la abnegación por parte de su pueblo. La situación del mundo dentro de veinte años, según puede perfilarse de la actual, va a ser extraordinariamente difícil para los países que no puedan tener una absoluta diferencia en sus medios para hacerse valer como una gran potencia en cualquiera de las obras que se le presentan. Yo creo que en veinte años la Argentina será una grande y respetable potencia si todos nos ponemos a trabajar para fortalecerla y engrandecerla en la medida más extraordinaria que podamos, pensando que esta inmensa riqueza que tenemos en potencia, de nada vale sino sabemos apuntalarla nosotros, haciendo que esa riqueza en potencia se ponga cuanto antes en presencia y utilización para hacer más fuerte a nuestro país y más feliz a nuestro pueblo. Señores: quizás muchos hombres de gobierno se hayan sentido felices al culminar una etapa de sus obras. Pero dudo que nadie se haya sentido más feliz con los resultados alcanzados de lo que yo me siento en estos momentos. Y auguro a mí mismo que, en cinco años más la satisfacción ha de trascender en tal grado a la ciudadanía que habremos igualmente transformado al país para felicidad de todos nosotros y para grandeza de esta patria que tanto queremos y que tanto ambicionamos de dejarla grande, libre y soberana. .
1953-09-23
ANTE LOS DELEGADOS A LOS CONGRESOS DE LA ASOCIACION RADIOTELEGRAFICA, TELEGRAFISTAS Y AFINES DEL S.U.P.A.
Les agradezco profundamente las amables palabras que acabo de escuchar. Igualmente les agradezco los obsequios que han tenido la gentileza de hacerme. Ellos constituyen para mí un acervo verdaderamente espiritual que es recuerdo del contacto con los trabajadores argentinos. Aprovecho la oportunidad para expresarles mi inmensa satisfacción al ver la realización d estos congresos. Por una circunstancia especial, he tenido que recibir juntos a los delegados de ambos congresos, porque el tiempo para mí resulta de una tiranía extraordinaria. Por eso he aprovechado la ocasión de recibir conjuntamente a los delgados a los congresos de Radiocomunicaciones y de SUPA, para poderles hablar en conjunto y agradecerles cuanto hacen ustedes por el país y por nuestro movimiento. Referente a las cuestiones de comunicaciones, hemos de recibir de inmediato de la CGT, los resultados del congreso. Los estudiaremos rápidamente para tratar de resolver todos los puntos. Lo mismo para SUPA con respecto al accionario obrero, y hemos de tratar de resolver sus problemas en la forma más conveniente. Estos congresos tienen una gran utilidad nacional por las conclusiones que arrojan, y son de gran utilidad gremial porque sirven para intercambiar ideas y también sirven de acercamiento entre los dirigentes de los distintos gremios. Ello va conformando un verdadero sentido de solidaridad y de amistad entre ellos, que es sin duda, lo más constructivo que puede existir entre dirigentes. Por eso nosotros, no solamente lo auspiciamos, sino que propiciamos la realización de congresos de trabajadores. Aprovecharé la ocasión para referirme a ese mismo tema. Desde que llegamos nosotros a actuar, en el año 1945, a la Secretaría de Trabajo y Previsión, propugnamos la organización en el orden sindical. En aquellos tiempos era una tarea un tanto difícil. El panorama sindical era bastante complicado. Había muchos sellos, muchos membretes, pero pocos sindicatos. Había también una serie de organizaciones patronales. En fin, no era un movimiento sindical. Hoy a través de todo lo que hemos luchado e ido apoyando, podemos decir que probablemente contamos con la mejor organización sindical que existe en el mundo. No quizá por su aspecto cuantitativo, no por el número de personas que la componen, sino por la calidad, por el aspecto cualitativo de la organización. Tenemos una organización de gran calidad. La calidad generalmente está por sobre la cantidad. Es mejor tener poco pero bueno. Quizás en otros países existan millones y millones de hombres organizados, pero yo quisiera saber si esa organización es férrea, bien aglutinada y bien unificada como la organización del sindicalismo argentino. Este es un panorama que se presenta por primera vez. Esa situación nos permite pensar que el panorama obrero de la organización argentina es sumamente halagüeño. Estos congresos y todo ese intercambio de ideas es lo que aclara el panorama. Desde 1945 en adelante la lucha ha sido en la calidad del adoctrinamiento. La organización no consiste solamente en juntar gente. Eso no tiene ningún valor. Muchas veces la gente se junta y termina la reunión violentamente. Lo primero que hay que organizar es el espíritu de la gente. Lo primero que hay que unificar es le criterio. Lo primero que hay que elegir son los objetivos, para que sean comunes y después recién se puede juntar a la gente y ponerla en marcha sobre un mismo objetivo, con la misma finalidad. Entonces tiene un sentido de aglutinación y no de dispersión. Cuando no sucede eso, cuando no se saben los objetivos, cuando cada uno quiere una cosa distinta, los esfuerzos se dispersan y no hay organización posible. Lo hemos pasado nosotros desde 1945 a 1952, año este último que yo lo declaré el año de la organización. Y ustedes ven que desde 1952 hasta nuestros días hemos ido organizándolo todo. Ya estaba maduro y, lógicamente, cuando se maduran las cosas se pueden aprovechar. Desde 1945 hasta 1952 se realizó el trabajo de adoctrinamiento. Una doctrina común creó sentimientos similares; se unificaron los criterios y se unieron los objetivos. En el año 1952, entonces, se unió la gente ya definitivamente y se formó la gran organización sindical. Con eso no hemos hecho todo; con eso hemos cumplido un sentido de la conciencia social. Pero nos queda por realizar, todavía, una tarea bastante importante. Tenemos que consolidar la organización. Las organizaciones, como se trata de asociaciones, no son permanentes si no se les pone un aglutinante. Es como los ladrillos: no se unen sin un cemento intermedio. Hay que cementar y hacer fraguar ese cemento para que se unan indestructiblemente. La solidaridad social es el cemento que consolida la organización. Los camino para alcanzarlo ya los he mencionado muchas veces, pero no está nunca demás repetir estas cosas tan importantes. Hay un camino colectivo, que es el de la organización, al cual se han referido los compañeros al decir que han creado sus centros asistenciales y mutualistas, sus cooperativas y sus escuelas, en fin, todo eso que un núcleo de compañeros dirigentes hace para los miles y miles de adherentes a la organización sindical. Ese es el desarrollo natural del sentido solidario de la comunidad organizada; ese es el camino colectivo. El camino individual es el mejoramiento de los hombres en su sentir. El justicialismo rompió, en lo social, en lo político y en lo económico, el sentido individualista, que había creado en las comunidades modernas un sentido insensible de que el hombre era un lobo para el hombre. Vamos a terminar con los lobos y vamos a tratar de reemplazarlos por hombres con sentido y sentimiento solidarios entre ellos. Esto presupone cambiar, en cierta manera, toda nuestra orientación. Pero si el sentido de la explotación lo hemos reemplazado por la justicia social; si al individualismo capitalista lo hemos reemplazado por el justicialismo; y si, finalmente, una organización colonialista política, como nosotros teníamos, la hemos reemplazado por una libre y soberana. ¿como no hemos de tratar de cambiar el alma de los hombres que todavía se sienten egoístas, para transformarlos en hombres altruistas, en hombres que no sienten solo sus intereses individuales, sino que solidariamente se asocian al bien o al mal de la propia comunidad? Las comunidades hay que realizarlas. Nadie puede realizarse en una comunidad que no se realiza. Esto es como un barco que sale de un puerto y va hacia otro. Los pasajeros no han de tener la pretensión de llegar aisladamente a ese otro puerto. Si no llega el barco, no van a llegar ellos tampoco. Con las comunidades pasa lo mismo. Las comunidad es un barco en el cual somos pasajeros nosotros mientras vivamos. Es imposible que cada uno de nosotros podamos vivir en felicidad, en tranquilidad y prosperidad en una comunidad que está en ruina o que se desmorona. Cuando la comunidad se hunde, los pasajeros difícilmente van a quedar flotando, y si flotan, no va a ser por mucho tiempo. Es necesario realizar primero la comunidad, para que dentro de ella cada uno de nosotros nos podamos realizar en la medida de nuestra capacidad y de nuestro esfuerzo. Así pensamos nosotros, los justicialistas, de la comunidad, al contrario de lo que pensaban los individualistas. En esa comunidad de egoístas, del individualismo capitalista, dormían con el estomago lleno los que podían, pero con una conciencia un poco desaprensiva, porque no creo que nadie que tenga conciencia, puede ser feliz si sabe que su felicidad está descansado sobre millones de miserables y necesitados. Nadie puede ser feliz en una comunidad donde se sabe que su felicidad se amasa con el dolor, con la miseria o con la explotación de algunos o de los demás de la comunidad, si el hombre tiene conciencia. Eso es lo nos queda todavía por realizar: convencer a todos los argentinos que está es la verdad, que ésta es la realidad, que todas las filosofías fundadas sobre otras concepciones egoístas no son ni filosofía, ni pueden resolver el gran problema de la humanidad. La filosofía que nosotros practicamos esa que no pierde contacto con la realidad de todos los días. Nosotros creemos que no se puede filosofar para la felicidad del hombre sino que un contacto con el hombre, y sobre todo, en contacto con el hombre que no tiene felicidad. Esa es la filosofía que nosotros estamos realizando. No nos conformamos con que haya algunos felices y que nosotros hagamos alta filosofía sobre la felicidad de esos pocos felices. Para nosotros es más humano, es más leal y es más constructivo afirmar esa filosofía en los que son poco felices y que todavía quedan dentro de nuestra comunidad. Por eso estamos encarando esta otra gran reforma. La reforma social la hemos cumplido, no del todo porque todavía no estamos satisfechos de lo alcanzado y hemos de trabajar para hacerlo, porque esto es ya más bien un proceso material de organización y de trabajo que de educación y de cultura del pueblo. Eso se va alcanzado en la medida que el Plan Quinquenal va fijando. Hemos de alcanzar un estándar de vida muy superior al que actualmente tenemos, para lo cual el trabajo es una cuestión de plan y de realizaciones, y lo hemos de alcanzar en el Segundo Plan Quinquenal. Bastará levantar nuestra industria, poner en funcionamiento esa industria, que es la que nos va a enriquecer. Pueblos de pastores y de agricultores nunca han salido de pobres; en ellos hay para comer pero no para enriquecerse, y nosotros queremos comer y enriquecernos, las dos cosas. Por eso industrializaremos el país. Vamos también a salir a buscar lo que ha enriquecido a otros pueblos para que nos pueda enriquecer a nosotros, pensando que con eso vamos a elevar nuestro estándar de vida. Eso está todo en el Plan y se irá cumpliendo. Entretanto, tenemos que preparar lo más noble y lo más importante, que consolidarán los años la acción, y que es la reforma de los espíritus de los hombres, porque mientras tengamos malvados y egoístas en la comunidad, la comunidad estará siempre en peligro. Afortunadamente, la masa popular es en general altruista e idealista; son algunos pocos los que todavía practican el egoísmo, pero les iremos quitando todo ese egoísmo, y si no se lo podemos quitar, les quitaremos el producto del egoísmo, que es quitarles también el egoísmo. Por eso, nosotros, desde el gobierno, creemos que gobernar un país no es solamente darle de comer y administrar la cosa pública. Es también influir en el espíritu de la población para ir conformando una nueva entidad, un nuevo sentido y un nuevo sentimiento, y esto es también acción de gobierno, acción importante de gobierno porque cuando, miramos el mundo y vemos como está el pobre mundo, donde la mitad se está preparando para destruir a la otra mitad, poniendo la ciencia, las artes y todo el servicio de esa destrucción, pensemos que la humanidad ha errado el camino. Evidentemente, está equivocada y lo sabio y lo prudente, cuando uno equivoca el camino. Aunque se pierde un poco de tiempo ganado para la finalidad que se persigue. Debemos pensar que toda esta acción recae sobre la responsabilidad de los dirigentes porque el mundo está así por esos dirigentes incapaces. Ellos son los culpables, no los pueblos. Los pueblos son los que pagan las consecuencias. Yo siempre pienso que cuando se produce una guerra, a los primeros que hay que poner adelante es a todos los que la provocaron. Ya pensarían dos veces antes de provocarla. Afortunadamente, nosotros no estamos en esa situación, pero cuando una ve afeitar las barbas del vecino, es conveniente de poner las propias en remojo. Es bueno que nosotros empecemos a poner remedio desde ya a los que pueda ser el futuro del país, y creo que eso está en conformar una nueva mentalidad dentro de una nueva gente para que no lleguemos a tener en el futuro a algunos de esos dirigentes incapaces que nos lleven a esa situación. Por eso yo enterré ahí, en la Plaza de Mayo, un mensaje para la juventud del año 2000. En ese mensaje les digo todas esas cosas, y ellos, en el año 2000, según hayan sido nuestros procedimientos, dirán que hemos sido unos incapaces o que hemos sido unos grandes hombres. Esta responsabilidad de los dirigentes cae tanto sobre mí como sobre cada uno de ustedes. Dirigentes somos todos los que dirigimos algo en un sentido o en otro, y tenemos la misma responsabilidad, porque en esto, la responsabilidad de los dirigentes cabe a todos en una misma medida. Muchas veces, el más humilde de los cargos si se cumple con su deber, es más meritorio que el más alto funcionario de la República sino se sabe cumplir con lo suyo. Eso tenemos que ir afirmándolo y poniéndolo en la cuenta de las responsabilidades directivas. Todos tenemos la responsabilidad de trabajar incansablemente para que este estado de cosas cambiándose en el país. Todavía tenemos malvados entre nosotros. Vamos a tratar de corregirlo; pero, sobre todo, vamos a hacer que los jóvenes, que los que se van haciendo, los que se van formando, ya no sean a hechura y semejanza de esos malvados. Tenemos que hacer que los padres, los maestros, los funcionarios y dirigentes de todo orden vayan accionando y sobre ellos y enseñándoles lo que debe tener un hombre en al corazón, más que lo que deben tener en la cabeza. Nada hay más peligroso, cuando se trata de un hombre capaz, que sea sinvergüenza, que sea malvado. Si se trata de un hombre sinvergüenza y malvado, yo prefiero que sea un bruto y no un sabio, porque este no deja error por cometer. Nada hay en la vida que pueda ser útil y constructivo si no esta afirmado sobre los valores morales, sobre los valores espirituales. La ciencia es una de las cosas más extraordinarias que la humanidad tiene si esta al servicio del bien. ¿Pero de que vale la ciencia que se emplea para destruir a la humanidad? ¿Podemos decir que esa es una buena ciencia? Lo mismo pasa con las artes. Las artes son buenas y constructivas, cuando están al servicio del hombre. Es inconcebible que el hombre haya sido tan estúpido como para crear una máquina y ser esclavo de ella. Si el hombre no es un estúpido, es lógico que haya creado la máquina para liberarse, no para esclavizarse. El error de la humanidad estriba, precisamente, en eso: en que cree que el hombre es para la ley y no la ley para el hombre. ¡Valiente estúpido es el hombre si ha creado la ley para tiranizarse a sí mismo! De la misma manera, todas las cosas que la vida presenta y que la vida ofrece son para el hombre; y si no, el hombre es un tonto que no sabe servirse de ellas y se pone a su servicio. Claro que estas cosas dichas así, parecen perogrulladas; pero saliendo a la calle, uno ve que el hombre esta tiranizado por el automóvil, que esta tiranizado por la ley, que esta tiranizado por las ordenanzas que el mismo ha creado. Esas son verdaderas aberraciones, con el olvido universal. Es lo que los hombres tecnificados y deshumanizados van presentando como realidad fehaciente de todos los días, y constituyen el más terrible error de la humanidad. Del mismo modo, algunos quieren tener una gran Nación aunque todos los que vivan en ellas sean desgraciados. Yo prefiero tener un pequeño país pero habitado con hombres felices, aunque no tengan muchas riquezas ni mucha gente. ¡Ese es el gran país! La concepción justicialista esta hecha y montada sobre esas verdades reales, sobre verdades fehacientes. Esta hecha de sentido común, que desgraciadamente es el menos común de los sentidos. Por esa razón, nosotros, los justicialistas, vamos sosteniendo cosas que a otros les parecen aberrantes, barbaridades, pero a nosotros, que las estamos disfrutando, no nos parecen tan bárbaras. Es lógico que reaccionemos contra lo estatuido cuando lo estatuido es malo, y que apoyemos lo existente cuando lo existente es bueno. Nosotros nos hemos ganado el derecho decir la verdad, que es un derecho que tienen todos los hombres en la tierra, porque están aferrados a preconceptos, a costumbres o a tradiciones que lo tiranizan. ¿De que vale la costumbre cuando o es mala? ¿De que vale la tradición cuando es indigna? ¿De que vale el trabajo cuando es negativo? ¿De que vale la ciencia cuando esta la servicio del mal? Hay cosas tan claras como el agua, y probablemente nadie las tome, porque es muy agua ya. Pero ese compañero, es un asunto que lo vamos a aclarar y lo haremos así como yo hice la reforma social contra viento y marea, al principio sobre todo. Ahora ya somos todos justicialistas; lo haremos como hice también la reforma económica, también contra viento y marea. Ahora somos todos independentistas, todos trabajamos por la independencia económica. También fui el reformador político en lo interno para establecer el justicialismo y la nueva Constitución, y ahora todos estamos conformes. También establecí la verdadera soberanía del país, que me costó mucho para sostenerla, enfrentando a fuerzas poderosas de la tierra, en defensa de la verdad y de la justicia que queríamos y que debíamos imponer, y lo conseguimos. Claro que ahora es fácil la soberanía, porque la hemos conquistado, pero yo sé las que he pasado mientras tanto. Estos diez años hemos estado luchando por conseguir todo eso. Claro que esto es una cosa que cuesta, que hay que tener un gran carácter y estar todos los días en una perseverancia inalterable para conseguirlo. Esos que cambian de ideas y de convicciones no son los hombres que están en esto. Hay que tener carácter y voluntad para llevar adelante todas estas cosas. Son esas que las pueden hacer cualquiera, no son cosas de otro mundo, son de este mundo, pero hay que tener bien puesto los pantalones y ajustarse el cinturón. Así como hemos hecho todas estas cosas, vamos a hacer la reforma educativa y la reforma cultural, elevando la cultura social, elevando la cultura general de nuestro pueblo. Los políticos decían: “Hay que educar al soberano”. Pero ellos no lo educaron nunca por que si lo hubieran educado no hubiera votado ninguno por ellos. Nosotros estamos convencido que eso es lo que hay que elevar, la cultura popular, y para elevar la cultura popular, primero hay que hacer un piso, y que este sea firme para que no se mueva. Por eso la reforma social y política ha venido a preceder a toda otra política: primero comer, después filosofar. Hasta hoy no hemos hecho en ele orden material todo lo que queríamos hacer, pero hemos hecho una gran parte que nos posibilita ya encarar distintos aspectos de nuestra reforma, y ello lo hemos de realizar. El trabajo para que la comunidad sea cada vez más noble digna y solidaria, es un trabajo hasta agradable de realizar, y esto lo hemos de ir realizando poniendo en juego coordinadamente todas las fuerzas del Estado para crear, por otra parte, una educación propia y una cultura propia. Algunos creen que la cultura se puede importar, se puede adaptar o se puede adoptar; todo ello es verdad en cierta forma muy pequeña. La cultura hay crearla, hay crear sobre los propios pilares y el propio acervo cultural, elevando la propia cultura. Si los griegos hubieran pensado que era bastante con asimilar la cultura del Oriente, no hubieran creado el arte y la ciencia griega; de la misma manera Roma y los pueblos modernos que quieren tener cultural tiene que hacerla. Nosotros tenemos que hacer nuestra cultura. En esto es necesario empeñarse. Bien vale la pena emplearse en nuestra cultura. Yo entiendo a la cultura de una manera distinta a como la entienden otros. Otros creen que un pueblo culto que es aquel en el que hay quince o veinte sabios muy sabios y muchos millones de ignorantes muy ignorantes. Eso creen que es un país culto. Creen también que cuando hay siete u ocho grandes artistas constituyen también un país culto. ¡No, no! Para mí, es un país culto aquel en que el nivel medio de cultura del pueblo es elevado, se eleva por sí cada vez más; pero la cultura popular. Lo otro es oligarquía cultural, que no es lo mismo. Así como hemos suprimido la oligarquía económica, la oligarquía política y la oligarquía social, vamos a suprimir también la oligarquía cultural para reemplazar como los demás aspectos, por la cultura popular, que es la única cultura que me interesa. Un pueblo que no tiene cultura popular no constituye una Nación culta. Son distintas maneras de ver. Esto presupone una profunda reforma y un gran trabajo. Pero nosotros que hemos levantado todo eso que se levanta por el país, ¿como no vamos a levantar los demás? Lo vamos a levantar igual. Esto es lo que nos queda por realizar, y lo hemos de realizar de la misma manera, como hemos realizado lo demás. Cuando hace diez años yo empecé nuestra obra desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, ustedes recordaran que todos se reían de mí porque yo les decía a los muchachos que me venían a visitar todos los días que teníamos que hacer. Primero se rieron, después se pusieron serios. De la misma manera lo vamos a hacer ahora. Yo predico; todos los compañeros se dispersan y hacen millones de predicadores, y cuando se acuerden, hemos saturado todo el país con nuestras ideas, y nos ponemos a realizarlas. El procedimiento es simple y muy conocido por nosotros, que lo hemos empleado en todas las otras cosas con éxito. Y creo que la comunidad argentina, dentro de cincuenta años, ha de pensar de nosotros que hemos sido hombres buenos y constructivos, y que merecemos el bien de la patria, porque no hemos trabajado para otro que no sea nuestra patria, nuestra comunidad y nuestro pueblo. Por esta razón creo que vamos a triunfar, porque tenemos buena intención y creemos tener la verdad. Con la buena intención y la verdad se puede ir muy lejos, y nosotros estamos decididos a ir tan lejos como podamos. Compañeros: les agradezco nuevamente la amabilidad que han tenido de llegarse a esta casa para que yo, de cuando en cuando, pueda darme la inmensa satisfacción de conversar un rato con ustedes y saludarles personalmente. Y cuando se dispersen en todas las direcciones, les ruego que, con un abrazo grande para todos los compañeros, les lleven también estas ideas que creo que son para bien de todos y para mal de ninguno. ..
1953-09-24
DISCURSO AL PERSONAL DE LA POLICIA FEDERAL
Señores: Yo deseo que mis primeras palabras sean para agradecerles esta visita, que me brinda la oportunidad de tener la inmensa satisfacción de poderlos saludar y hablar con ustedes personalmente. Es indudable que las instituciones de la República forman la base de su propia grandeza, y entre todas las instituciones de bien público que hacen esa grandeza, a la policía le cabe quizás una de las más importantes y más trascendentales tareas. La policía no es solamente, entre las instituciones del pueblo, la encargada de guardar el orden y mantener la paz permanente entre los ciudadanos, sino también un órgano de extraordinario valor para la educación del pueblo. Entre las tareas que deben ser más gratas para la policía está la de la prevención; y la de la prevención no es sino la tarea de persuasión y de enseñanza que el poder público confía a la policía para que la ejerza en forma humana sobre el pueblo y sobre los hombres que lo componen. Es indudable que para un policía la tarea más ingrata ha de ser la de la represión, que debe usarse solamente contra los delincuentes. Y así como es grata la prevención e ingrata la represión, aunque ambas son indispensables, yo he visto que paulatinamente la Policía Federal ha sido haciendo uso de la prevención en forma tal que podemos decir que la institución policial, a lo largo de toda la República, ha pasado a ser un órgano más de enseñanza y de educación para nuestro propio pueblo. Por eso, señores, yo he hecho presente al señor jefe de la Policía Federal la gran complacencia del gobierno por el procedimiento, la eficacia y la honradez con que actúa su institución. Es indudable que la eficacia de la policía está también en razón directa de los medios que podemos poner en sus manos para el mejor ejercicio de esta noble y grande profesión. Hasta ahora, una serie de dificultades no habían permitido contemplar mucho de los problemas que era necesario resolver para una mejor actuación policial, y en eso estriba, precisamente, el extraordinario mérito de nuestra policía que, con medios o sin ellos, sabe y puede cumplir con su deber. El gobierno se ha empeñado en resolver lo antes posible todos esos problemas para poner en pie la eficacia permanente y sin que demande esfuerzos extraordinarios la tarea a cumplir por la Policía Federal. Un plan sistemático nos irá permitiendo ofrecer los medios necesarios para obtener, tanto en la prevención como en la represión, el mayor provecho con el menor esfuerzo, y es para eso que nosotros pedimos una amplia colaboración a la institución, colaboración que, conociendo el espíritu y la honradez con que proceden los funcionarios de la Policía Federal, descartamos y descontamos como realizado con todo éxito. Nosotros iniciamos desde el gobierno una etapa de transformación y de reformas extraordinariamente importante. Iniciamos hace ya casi diez años la reforma social; seguimos a esa reforma con la reforma economía; consolidamos eso institucionalmente con la reforma política y con la reforma constitucional; establecimos los planes quinquenales destinados a completar esas etapas transformativas de la vida nacional, y hemos dejado deliberadamente para organizar a último momento, diremos, cuando las circunstancias y condiciones de la vida argentina lo hagan más factible, más posible, una reforma que es también de extraordinaria trascendencia para el pueblo de la República, la reforma educativa, y junto con ella también una reforma cultural. Esa reforma la hemos de iniciar por el sistema con que iniciamos todas estas cosas: primero, con una larga prédica que sature a toda la población de las ideas básicas y fundamentalmente sobre las cuales se sustenta; más adelante, con la difusión mediante procedimientos técnicos, y después con la acción mancomunada y coordinada de toda la población para realizarle. Esa reforma ha de ser fundamentalmente importante y es, especialmente para la Policía Federal, de extraordinaria importancia, porque en la delincuencia, en la violación de las disposiciones de toda naturaleza, en la conformación de las acciones ilegales interviene, primordial y fundamentalmente el hombre. Lo que nosotros queremos es prevenir mediante la educación y la cultura popular para no tener después que reprimir. Vale decir, es una tarea eminentemente policial. Queremos formar hombres buenos, prudentes y honrados; y precisamente la acción fundamental de la policía es hacer que los hombres sean buenos, prudentes y honrados, y que cumplan con su deber para no tener después que reprimir la falta o los delitos que cometan. De manera, señores, que oportunamente hemos de enrolar en esta causa a la Policía Federal para hacer de cada policía un predicador en este aspecto. Ustedes, durante muchos años -desde la creación de la policía- han venido luchando para educar el pueblo, para hacer de los hombres entes morales, diremos, que no ateten contra las buenas costumbres ni contra las leyes. Pero, indudablemente, en el océano infinito que compone nuestra población, ustedes son una gota de agua. Nunca han sido ayudados, pero cuando había un delincuente o un hombre que se desviaba de su camino, la gente decía: “La policía se va encargar de él”. Lo que yo busco es que todos seamos un poco policías en forma de que toda la población colabore en la tarea de educar y de ir suprimiendo las malas costumbres y los delitos de todo tipo; y enrolar a la población en la tarea de colaborar con la policía, que ha sido también una de las aspiraciones de ustedes. Nosotros creemos que los padres, los maestros, los que dirigen las empresas y los funcionarios que gobiernan o administran sectores estatales, deben ser un poco policías, vale decir, que todos debemos ser un poco maestros y ejemplo de los hombres que están bajo nuestra dirección o bajo nuestra custodia; y yo creo que esta será la mayor colaboración que la población en todos sus aspectos, puede prestar a las funciones fundamentales de la Policía Federal. Todo esto, señores, lo hemos de armonizar oportunamente, y hemos de recibir también el provecho cuando todos nos dediquemos a influir de una manera determinante sobre la buena conducta que corresponde observar a cada uno, pensando que cuando al lado nuestro se comete un delito, uno es también, directa o indirectamente, un perjudicado por ese delito. Así, la población estará únicamente contra la delincuencia, y la policía se verá ayudada sistemáticamente en su acción, tanto preventiva como represiva. Hemos de establecer en el futuro una absoluta y perfecta coordinación de acciones. Este es nuestro pensamiento primordial, ya que si de algo debemos ocuparnos preferentemente es de que en el país, y especialmente en el pueblo, contemos con el mayor número posible de hombres buenos y honrados. Creo, señores, que para esta función la Policía Federal está perfectamente y magníficamente dotada y preparada, y tendrá que hacer también, en el futuro, todos los esfuerzos necesarios para ajustarse, dentro de esta coordinación, en forma tal que marchamos total y absolutamente de acuerdo, tanto con los padres como con los maestros, funcionarios y jefes de las distintas categorías. Por eso, señores, yo agradezco que me hayan brindado la oportunidad de poderles expresar estas ideas, que son básicas, para que ustedes comiencen desde ya a estudiarlas y a considerarlas como una acción que la policía deberá poner en ejecución a corto plazo, para que los jefes pueden también establecer una suerte de planes de la policía, y para que todo el personal, hasta el más modesto de los servidores, vaya sabiendo que él también es un dirigente a quien le corresponde tomar parte de esta, quizá la más extraordinaria y trascendente de las misiones que nos incumbe a todos los argentinos de esta hora: influir para una mejor educación y una mayor cultura entre los hombres que componen nuestra comunidad. Con ello, no solamente vamos a facilitar la tarea de la policía, sino que también la vamos a ennoblecer en alto grado; y yo creo que no hay argentino patriota y bien nacido que no tenga interés en dignificar y ennoblecer la función policial, que nos sirve a todos y nos garantiza una vida de paz, de trabajo y de tranquilidad. Yo deseo que cada uno de ustedes lleve mi inmensa complacencia a todos sus subordinados en los distintos sectores de la Policía Federal y les digan que esa complacencia está precisamente en que yo observo como la policía cumple con sus funciones, y que aspiro a que cada día, cada uno de nosotros, puede poner algo de sí para ayudar, para dignificar y para ennoblecer esas funciones. Les ruego, asimismo, que trasmiten mis afectuosos saludos a todos los camaradas y les agradezcan en mi nombre este obsequio que lo he de usar permanentemente como un testimonio de mi profundo cariño a la policía y de la correspondencia que he encontrado siempre con ese afecto en todos los actos de la Policía Federal. ….
1953-10-01
EN LA CIUDAD DE CORRIENTES
Compañeros correntinos: Yo lamento extraordinariamente que, por razones de tiempo, -según me dice el señor gobernador-, no haya sido posible realizar una reunión en algún lugar más adecuado de la ciudad de Corrientes, adonde hubiese ido con todo mi corazón. Por eso, les pido disculpas a todos los compañeros por detenerse tan sólo por breve tiempo, en razón de que voy, más o menos a horario, a cumplir con un viaje ya preestablecido. En realidad, habría querido visitar y recorrer todos los locales de nuestros compañeros, ya sea de la CGT, como del Partido Periodista Masculino y del Partido Peronista Femenino, pero les ruego quieran tener la amabilidad de hacer presente, en mi nombre, a todos los compañeros de Corrientes, que si bien el tiempo - tirano en mis actividades- no me ha permitido llegar en presencia, estoy con el corazón con todos y en cada uno de ellos. Hacer diez años, casi, desde Buenos Aires, hemos comenzado la tarea de engrandecer el país, de engrandecerlo y de ponerlo en marcha. Innumerables actividades, a lo largo de toda su extensión, van fijando nuestros objetivos, y yo he querido en este viaje llegar a Corrientes para expresarles a los correntinos todo nuestro agradecimiento por su trabajo. Esta Provincia en el Primer Plan Quinquenal cumplió extraordinariamente la tarea que le había sido asignada. Es así que su producción agraria y ganadera, a su producción de algodón, sumó la multiplicación de su producción tabacalera y del arroz y numerosas otras producciones están en marcha y acrecentamiento. Todo eso nos ha permitido prescindir de importaciones importantes que han ahorrado divisas para dedicarlas a la maquinaria y a distintos elementos indispensables para la vida de la República. Es por eso que, en nombre de todo el pueblo argentino, quiero agradecer a los trabajadores de Corrientes estas conquistas que son puntales para nuestra independencia económica. Mi más grande placer es estar en contacto directo con los hombres del pueblo. Es quizá la única grande satisfacción de que yo puedo gozar. Sin embargo, mis tareas no me permiten llegar hasta las masas populares tan asiduamente como serían mis deseos. Llego siempre de paso y apurado. Es que requieren nuestras preocupaciones la coordinación de este inmenso país que es nuestra patria, y requieren esa preocupación constante los trabajados para coordinar un amplio plan, que es el Segundo Plan Quinquenal, a través del cual hemos de consolidar las conquistas del Primero y completar nuestra independencia económica, consolidándola por todos los tiempos. En nuestra tierra, las masas rurales han cargado hasta ahora con un esfuerzo superior a su propia fuerza para hacer vivir a nuestra República. Nosotros queremos, compañeros, llevar adelante nuestra industrialización, y en eso sé también que Corrientes no está a la zaga. Numerosas industrias se han instalado y se están instalando en Corrientes. Buscamos que esas masas rurales no les carguemos el peso muerto de las masas urbanas sin trabajo en la industria de transformación de nuestra riqueza. Nosotros pensamos que en nuestras días gobernar es crear trabajo. Estamos encadenando planes para crear ese trabajo, en tal forma que la complementación y coordinación del trabajo rural con las industrias de la Nación puedan cumplir un ciclo para que los agricultores obtengan el máximo de beneficio con el mínimo de esfuerzo, y para que las masas rurales y las masas urbanas, con su propio trabajo, vayan labrando cada día un mayor estándar de vida y una mayor felicidad. Ese es nuestro propósito y lo que vamos a realizar. Les agradezco mucho esta reunión que por la premura de mis tiempo daremos por terminada. .
1953-10-06
EN RESISTENCIA.
Compañeros: Ustedes imaginarán la tremenda emoción que me embarga en este acto. He concurrido durante diez años a miles de manifestaciones semejantes, pero es probable que ninguna me produzca a mí tan intensa emoción, ni eleve mi corazón a tan grandes alturas como las de este momento, en que estoy interpretando el sentir místico de este pueblo, que está forjando una nueva provincia para ejemplo de las demás hermanas de la República. He terminado de escuchar a todos nuestros compañeros en representación de las fuerzas organizadas de la provincia. No podría decir cuál de sus palabras está más inflamada de profundo y grande patriotismo. Nuestra mística es el nuevo sentido del patriotismo de la Nueva Argentina, el verdadero patriotismo de los hombres, que ha de basarse en el amor de sus hermanos. Nunca me he explicado que se pudieran amar simplemente expresiones geográficas, nunca me he explicado pudiesen amarse los edificios, las vacas, o los campos; yo solo me explico que el amor a la patria esté representado por el amor inconfundible que debemos sentir cada uno de nosotros por nuestros hermanos y por nuestra comunidad. Ese amor a la patria que terminamos de sentir expresado en cada una de las palabras de los compañeros que han hablado en nombre del gobierno de la provincia, del Partido Peronista Femenino, de la Confederación General del Trabajo y del partido Peronista Masculino. Son palabras que están inflamadas de ese santo amor, amor por una comunidad que nos pertenece, amor por una comunidad por la cual sentimos y tenemos la tremenda responsabilidad de hacerla feliz y de hacerla grande. Eso se ve en el rostro de cada uno de los hombres de esta tierra, y se ve en sus palabras generosas de sacrificio y de abnegación el futuro grandioso que espera a esta provincia argentina, que nace a los albores de su autonomía y de su libertad en manos de nuestro movimiento justicialista. Es que, compañeros, el sol que alumbra no es igual en todas partes. Ese sol que hemos colocado en nuestra bandera y en nuestro escudo, era solo el sol naciente de los pueblos que no tienen sus propios destinos en las manos. Hoy podemos ponerlo fulgurante y en pleno, porque el destino de los argentinos está en manos de loa argentinos. La provincialización de la antigua gobernación del Chaco es un ejemplo. Los demás argentinos hemos querido poner en manos de los hombres de esta tierra los destinos de esta propia provincia. Al hacerlo, no nos hemos equivocado. Estamos viendo todos los días la pujanza y la decisión de los hombres de esta tierra. Este propio acto, organizado en forma perfecta, donde vemos que el orden y la disciplina es un ejemplo. Porque los pueblos aprenden a través de los desastres, la necesidad de organizarse y la necesidad de disciplinarse a sí mismo. Algunos entienden que la democracia es la anarquía. La anarquía conduce a las turbas, y las turbas se conducen a sí mismo a la destrucción. Solo los pueblos organizados, solo los pueblos disciplinados aseguran su futuro y aseguran su destino. Por eso doy gracias a Dios porqué en esto estoy viendo, estoy viendo la grandeza pujante de esta tierra y su destino feliz. Es que esta tierra renace dentro de las ideas justicialistas. Nosotros decimos que todos los justicialistas debemos ser hombres humildes y hombres trabajadores; y eso es lo que esta tierra produce: hombres humildes y hombres trabajadores. Nunca los destinos de la humanidad han permanecido por mucho tiempo en menos de los soberbios. Solamente es la humildad la que triunfa en la vida, y esa humildad está acompañada del trabajo, que es la suprema dignidad en esta tierra. Es sólo con esas virtudes básicas, con las que honramos a Dios, honramos a la Patria y nos honramos nosotros; es sólo con esas virtudes básicas de la humanidad y el trabajo que se elaboran las felicidades de los pueblos y la grandeza de las naciones. Las legiones de humildes que trabajan, son las que levantan al mundo. Las legiones de soberbios y haraganes, son las que hunden en la abyección al hombre y a los pueblos. Por eso el grado de felicidad que siento en este momento, frente a este espectáculo que lo dice todo; frente a esta muchedumbre que nos está alumbrado con su antorcha sagrada el camino a los hombres en esta tierra; es frente a todo eso, que me siento inmensamente feliz, porque yo en eso los prolegómenos de la grandeza de esta tierra y el ejemplo que debemos seguir todos los argentinos en su humildad y en su trabajo. Tendríamos que invitar a muchos que en el mundo se dicen demócratas para que vinieran a beber acá la verdadera democracia; tendríamos que levantar en cada pueblo de la tierra un ejemplo de abnegación y de trabajo. Y ese ejemplo de abnegación y de trabajo está aquí, en esta provincia, en cada casa y en cada hombre. Hay mucha gente que allá en Buenos Aires dicen a menudo: “queremos que nos entreguen la tierra”, pero ellos quieren la tierra que está ahí a diez kilómetros de la Capital Federal. Es muy fácil ir a disfrutar la tierra con el trabajo que han realizado los demás. No es lo mismo venirse acá, a mil quinientos kilómetros de la ciudad, a enfrentar la selva a abrir sus picadas y a labrar allí la grandeza de la patria. Por eso, aquí, sería un escarnio que los pobladores de la provincia no tuvieron su tierra para laborarla. Ya hemos conversado con el gobernador. Hemos de hacer el traspaso cuanto antes de la tierra pública, para que él le ponga en menos de los pobladores. Así, la tierra que ha de repartirse en esta provincia, será para los habitantes de esta provincia. Así terminaremos con el latifundio público, con el peor de los latifundios, el latifundio del estado, que estaba con la tierra del Estado haciendo lo que el perro del hortelano que ni comía ni dejaba comer al amo. Yo he estado pensando, durante mucho tiempo, que la formación de las dos provincias, “Presidente Perón” y “Eva Perón”, representarían para el gobierno Nacional, un esfuerzo y una permanente vigilancia, como cuando los niños comienzan a andar, que no es posible dejarlos de la mano. Pero confieso que las dos provincias nacidas con nuestra mística, nacidas con la mística peronista de la abnegación, del sacrificio, de la humildad y del trabajo, no solamente no han dado ninguna preocupación, sino que las hemos visto surgir como un torrente de sangre nueva, generosa y grande, que las hemos visto sin dificultades, que todas las dificultades se han subsanado acá, que no hay conflictos políticos ni sociales, que no hay ninguna preocupación. Por eso yo quería llegar hasta Resistencia. Quería llegar hasta este lugar para decirles a cada uno de ustedes, a los compañeros gobernantes y a los compañeros gobernados, a los hombres y a las mujeres, a las fuerzas del Estado y a las fuerzas provinciales, que no solamente estamos admirados de lo que están haciendo, sino que nos sentimos orgullosos que estas nuevas fuentes de vida y de felicidad para los pueblos, hayan crecido y se desarrollen con tan tremenda lozanía, como se observa en esta magnifica y hermosa tierra. Por eso, compañeros, antes de dejar esta tribuna quiero decirles a ustedes, con las palabras humildes, como son nuestras palabras, cuánto agradezco a cada uno de ustedes lo que están haciendo y cuánto agradezco a dios, que con su maravillosa Providencia sigue derramando sobre ustedes los laureles del éxito, que serán los laureles con que vestiremos nuestras banderas del futuro, que serán los laureles mejor ganados porque son los que se ganan en el sacrificio, en la abnegación y en el trabajo de todos los días. ..
1953-10-07
EN LA SEDE DEL PARTIDO PERONISTA FEMENINO DE RESISTENCIA
Empiezo por decirles con que grande satisfacción veo yo esto local. Por ello felicito a la delegada censista y a cada una de ustedes. Este nuevo estilo que está surgiendo a lo largo de toda la República a través de la organización del Partido Peronista Femenino, es verdaderamente un orgullo para todos nosotros. Están todos siguiendo el ejemplo de las demás organizaciones para tener en esta un hermoso continente con el más hermoso contenido posible. Por todo esto, por lo que estoy viendo aquí, que es la antítesis de todo cuanto hemos presenciado en el pasado, yo felicito a la señora delegada y a todos ustedes. Por este trabajo y obras de ustedes, nuestras delegaciones y unidades están encarando lo más importante de todo lo que nosotros vamos a encarar. La República ha realizado una reforma social, ha realizado una reforma económica y una reforma política, y eso ha permitido la materialización de un programa que ha elevado el estándar de vida de nuestra población y suprimido muchas injusticias; también ha creado nuevas obligaciones, pero sobre todo, ha extendido un manto de solidaridad sobre todo el país. Lógicamente que se mando de solidaridad, destinado a cubrir todo cuanto en el país sea necesario para dar el grado de felicidad que el mismo merece, debe ser completando y deber ser extendido. Nosotros no queremos hacer solamente hombres sabios sino que también queremos hacer hombres buenos, porque los sabios, cuando son malos, son los más peligrosos. El malo es preferible que sea ignorante, porque Dios nos libre cuando el sabio es malo. A través de esa inmensa red que componen el Partido Peronista Femenina, el Partido Peronista Masculino y la Confederación General del Trabajo, nosotros cubrimos todo el territorio de la República y vamos conformando la masa ciudadana. De manera que esas armas están en estos momentos preparándose. Les estamos dando el temple necesario a esa herramienta. Cuando esa herramienta tenga el temple, la forma, entonces empezamos ya accionar con la misma, y tengo la absoluta seguridad que en esa forma obtendremos la felicidad, no sólo para el pueblo argentino, para cada familia, para cada persona, sino también para nuestra comunidad y para nuestra patria. Ustedes tendrán en el futuro y en la historia de nuestro país el inmenso honor de haber sido las iniciadoras. Yo pido a Dios que las ilumine a todas y que las colme de felicidad, de la felicidad que merecen por todos lo que están ustedes realizando, y no quiero terminar estas palabras sin antes felicitar a la señora delegada por todo lo que veo, y por todo cuando trabaja en compaas de ustedes. .. 薅…..
1953-10-07
EN EL SEMINARIO DIOCESANO DE RESISTENCIA, ANTE ALUMNAS DE COLEGIOS RELIGIOSOS
No he querido irme de Resistencia sin venir a echar una mirada al Seminario, y lo hago no solamente para felicitarlos, sino también para dedicar un recuerdo a un viejo amigo que desgraciadamente hemos perdido: monseñor De Carlo. Él fue un hombre que en este territorio trabajó incansablemente por la gente humilde y todos los que cumplen una misión de esa naturaleza deben estar siempre dentro de nuestro corazón. Nosotros hemos dado al país una doctrina, y esa doctrina se afirma sobre los terrenos valores de la doctrina que Cristo trajo a los hombres y que los hombres a menudo olvidaron. Crezcan en este ambiente y verán ustedes, cuando grandes, que todas las virtudes y toda ala humanidad que uno aprende, sirven para luchar en la vida. Dios quiera que cada una de ustedes sea inmensamente feliz. Eso es lo que yo les deseo desde aquí, con la sinceridad más grande. Muchas gracias.
1953-10-07
EN LA DELEGACION REGIONAL DE LA CONFEDERACION GENERAL DEL TRABAJO, EN RESISTENCIA
Compañeros: No he querido pasar por Resistencia si visitar a los compañeros de la Confederación General del Trabajo. La Confederación General del trabajo es, sin duda alguna, en nuestra organización sindical, la dirección consejera y auspiciadora de todo nuestro movimiento sindical. La Confederación General del trabajo tiene la gran responsabilidad del cumplimiento de la misión impartida a todos los habitantes de la República, que es la de organizarse. Los sindicatos deben ver en la Confederación General del Trabajo un instrumento de sus propias realizaciones. Así como nosotros entendemos el gobierno como una función de sacrificio permanente para servir al pueblo, la Confederación entiende también como su deber el sacrificio y la abnegación para servir a la organización de los trabajadores. Este es el concepto encarado en nuestros dirigentes. Los dirigentes del movimiento obrero deben saber que solamente obtendrían un alto grado de eficiencia orgánica y funcional en el sindicalismo argentino, si ellos son capaces de sacrificarse todos los días por el engrandecimiento y por el perfeccionamiento de la organización. Dijimos también que no concebimos un gobierno que tenga que gobernar a un pueblo inorgánico. Lo inorgánico no se puede gobernar, es ingobernable por naturaleza. Lo mismo decimos para el movimiento sindical. Dijimos también que el año 1952 sería el año de la organización. Para organizar es menester primero tener una mentalidad adecuada para la organicidad. Lo que pasaba con el movimiento obrero argentino; pasaba también con la República Argentina. Ambos carecían de una doctrina; nadie sabía donde tenía que ir ni como tenía que ir. Nosotros, con el Movimiento Justicialista, le hemos dado a la masa argentina una doctrina; la hemos convertido en doctrina nacional, porque sus banderas son nacionales. Sus banderas son la justicia social, la independencia económica y la soberanía política. También le hemos dado sus grandes objetivos, que son precisamente la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación, que se sirven con estas tres banderas fundamentales. Compañeros: si todos los argentinos nos ponemos a trabajar sobre esto, verán cual será el resultado en pocos años. Conformaremos quizá una comunidad que no tendrá parangón en el mundo, una comunidad donde cada uno se sienta un poco partícipe del dolor de aquellos que sufren. Porque en los hombres de conciencia no es posible la felicidad cuando se sabe que la misma descansa sobre el dolor, sobre la miseria y sobre el abandono de dos, tres, diez o veinte millones de personas. Todos los días desde Buenos Aires, dirijo mi pensamiento a estas organizaciones, porque sé que el futuro del país descansa en gran parte sobre esto. Por eso pido a la Providencia todos los días que ampare a los compañeros y que les ayude a sobrellevar las difíciles tareas de la organización y del trabajo solidario. Y también pido que los premie con el éxito que merecen todos los que en alguna manera trabajan para el movimiento. Muchas gracias. …..
1953-10-08
EN LA SEDE DEL PARTIDO PERONISTA FEMENINO EN PARANA
He querido visitar la sede del Partido Peronista Femenino y me hago un deber muy grato en hacer presente la inmensa satisfacción que recibo al visitarla. Si es muy hermosa en su continente, es más hermosa en su contenido. Las mujeres que aquí trabajen con una mística superior, son las que yo ambiciono para esta patria tan querida. Cuando soñamos con una patria grande, digna; con una patria cuyas fuerzas inmanentes sean extraordinarias, debemos pensar que sólo alcanzaremos eso con una mística superior. Los pueblos que carecen de mística tienen un alma deprimida, los pueblos que no tienen alma no son pueblos Nosotros iniciamos en la República una nueva etapa de nuestro trabajo. Hemos realizado la reforma social, que ha permitido desterrar de nuestra tierra la injusticia; hemos realizado la independencia económica, que nos ha permitido liberarnos de la explotación foránea; hemos realizado la reforma política para que el pueblo pudiera tener su destino en sus propias manos, pero todavía tenemos mucho que realizar y hemos de iniciar una reforma de orden cultural y de orden educativo destinada a que cada uno de nosotros seamos más buenos. En los pueblos no interesa que haya hombres muy sabios, si además de muy sabios son muy sinvergüenzas, porque los sabios cuando salen malvados son los que producen el mayor daño a los hombres y a la comunidad. Nosotros queremos que estas unidades básicas sean las escuelas de educación cívica. Durante muchos años hemos escuchado nuestros dirigentes decir que es menester educar al soberano, educar al pueblo; pero ellos nunca lo han hecho. Solamente los pueblos que poseen un alto grado de cultura cívica son los pueblos que jamás han de ser tiranizados, explotados, escarnecidos y vilipendiados. Porque queremos un pueblo libre estamos creando estas escuelas distribuidas a lo largo de toda la República en las cuales nuestras mujeres cumplan el sagrado deber de todos los tiempos: enseñar la bondad, que es la más grande escuela con que puede contar la humanidad de nuestros días. Cada unidad básica, como yo la imagino, debe ser una verdadera casa del pueblo. Allí debe instruirse a los niños, enseñarse a las madres economía domestica, labores, corte y confección, y para quienes tienen la desgracia de no haber aprendido a leer y escribir, debe servirles de escuela primaria; a cualquier hora, a las dos de la mañana o a las doce de la noche, debe enseñarse a leer y escribir para terminar con el analfabetismo en nuestro pueblo, que es un anacronismo en nuestros días. Esta tarea extraordinaria es la que hay que realizar en las unidades básicas de nuestro movimiento. Yo siempre pensé que las unidades básicas deben tener un trabajo extraordinario, que es muy conveniente que tengan demasiado trabajo. Recuerdo los antiguos comités, donde, como no había nada que hacer, la gente para matar el tiempo jugaba a los naipes o a la taba. Es decir, que donde entra la molicie, generalmente entra con ella el vicio, y el vicio nunca deberá penetrar dentro de nuestros locales sociales o políticos. Allí es necesario trabajar para que se convierta en un templo, porque si no la molicie puede transformarlos en un antro. Lo que nosotros queremos de nuestras unidades básicas es que sean puras y buenas como nuestras mujeres; que esas mujeres vivan permanentemente pensando en cada uno de los que entran a nuestras unidades básicas, como si el que entrara fuera su propio hijo y por eso tratar de hacer de él una persona honrada y buena. Cuando yo recorro las unidades básicas del Partido Peronista Femenino, recibió la más grande de las satisfacciones. Yo doy gracias a esas esforzadas mujeres que en todos los rincones del país están realizando tan maravillosa obra de humanidad, de bondad, de educación y de ilustración. Esta delegación de Paraná me tiene acostumbrado ya a recibir satisfacciones. En esta segunda visita, la encuentro mejor y más linda. Pido a Dios que colme de felicidad a todas las chicas que en ellas trabajan, que en todas se inspiren en la mística que la señora Larrauri pone en el desarrollo de sus funciones. Decía Evita, cuando exaltaba su fanatismo, que los pueblos que no tienen fanáticos no suelen tener ni héroes ni santos. Esa mística es precisamente la que hace grandes a los pueblos y a las personas. Pido a Dios que en este maravillosos pueblo entrerriano, tan ilustre por tantos conceptos en la historia de nuestra patria, siga imperando esa mística. La mística es la fuerza motriz que mueve al mundo; el mundo sin mística posiblemente vería apagarse todos sus valores trascendentales. Cuando los hombres han perdido el entusiasmo por vivir, es porque han perdido la mística. Yo agradezco a todas ustedes, este extraordinario momento de emoción que me han hecho pasar, y les pido que sigan trabajando. En este trabajo tan desinteresado y tan altruista ha de cumplirse, como se cumple siempre, la sentencia divina: “El bien que realizamos para los demás, Dios nos lo devolverá duplicado”. Piensen que en esa sentencia sabia está la verdad. Trabajemos siempre un poco para los demás y recibiremos en retribución la enorme satisfacción de haberlo hecho. ¡ Que sean muy felices, es mi deseo! .
1953-10-08
EN LA SEDE DEL PARTIDO PERONISTA MASCULINO PARANA
Muchachos, en primer lugar quiero agradecerles lo que están haciendo. Esta casa es maravillosa en su contiene y es extraordinaria también en su contenido, vale decir, en los hombres que en ella trabajan. Nosotros, en todo el país, estamos realizando nuestra organización y afortunadamente esa organización se va extendiendo en la misma forma. Creemos firmemente que para que nuestro pueblo sea libre y digno es necesario educarlo cívicamente. Como decían los antiguos políticos, hay que educar al soberano. Pero nosotros tratamos realmente de educarlo, y ellos nunca lo hicieron. Para llevar a las masas el sentido y el sentimiento cívico necesario para que en nuestra patria jamás puedo entronizarse una tiranía o crearse ambientes propicios para un gobierno que no represente fehacientemente y realmente el pueblo, hay un solo camino: educarnos. La organización partidaria ha comenzado ya a echar las bases del conocimiento científico necesario para la organización y conducción. Hasta ahora la política en nuestro país, en general, ha estado en manos de amateurs y de diletantes. Conducir al pueblo es una tarea mucho más difícil que gobernar. Se puede gobernar por la fuerza, pero no se puede conducir por la fuerza. Por esta razón la tarea de la conducción es extraordinaria. Hasta ahora, hemos enfrentado las grandes reformas, tan profundas y significativas para la vida argentina, que modificaron el orden social político y económico. Por eso hemos olvidado un poco la organización partidaria, porque siempre pensamos que el buen juicio y el gran corazón de los peronistas no nos enrostrarían que no nos hubiésemos puestos a organizar nuestras fuerzas mientras no preocupábamos por lograr un poco más de grandeza y de felicidad para nuestro pueblo. Creo que ha llegado el momento en que debemos preocuparnos seriamente de la organización partidaria y del perfeccionamiento de nuestra dirección y conducción. Organizar un partido es una cosa simple, lo difícil es la organización es llevar a todos los ámbitos una doctrina que unifique el concepto y el criterio. Si formamos hombres con distinta manera de pensar, distinta manera de sentir y diversa forma de apreciar todos los problemas, entonces es inútil la organización. Lo primero que hay que hacer es unificar lo humano, organizar el espíritu y el sentimiento de los hombres. Nosotros hemos elegido para nuestra doctrina tres banderas que son fundamentales para la vida nacional: la justicia social, la independencia económica y la soberanía política, puestas al servicio de la felicidad del pueblo y de la grandeza de la Nación. Al fijar esos objetivos, hemos determinado una doctrina alrededor de esas premisas fundamentales. Por esa razón hemos buscado la unidad de pensamiento y la unidad de concepción del pueblo argentino, para que llegue a una unidad de acción, porque la base de la unidad de acción es la unidad de concepción. Entonces, hoy, que la doctrina se ha expandido y se ha difundido en todo el territorio de la República, recién estamos en condiciones de organizar. Por esa razón nunca traté de hacerlos antes. Como decía Napoleón, “los ejemplos aclaran las cosas”. Si ustedes toman diez hombres que piensan de distintas manera, que tienen intereses opuestos, y lo ponen en una pieza para que solucionen un problema, al cabo de dos horas estarán a los golpes; en cambio, si esos hombres tiene los mismos sentimientos y pensamientos, y persiguen intereses comunes, llegarán a la solución del problema. Hoy ya estamos en un plano doctrinario suficiente como para poder organizarnos. Ya podemos ver maravillas de organización en nuestras delegaciones y unidades básicas. En cada una de ellas haremos una escuela de civismo; hemos de enseñarle el pueblo cuales son los valores de la civilidad. Le vamos a dar nuestra doctrina para que tenga conciencia de su labor como ciudadanos y para que la haga respetar en todas sus partes; de ese modo proscribiremos la anarquía y toda clase de deformación política en nuestro pueblo. Simultáneamente con estas escuelas estamos organizando las escuelas para los dirigentes. Para ser dirigente se necesita, además de buena voluntad y de condiciones, conocer el arte de conducir. Es mucho más fácil conducir cuando se domina el arte de la conducción. Mucha gente dice que yo soy una persona de suerte. No es cierto. Durante cuarenta años no he hecho otra cosa que estudiar la conducción, en todos sus aspectos. No se aprende solamente a conducir ejércitos, se aprende a conducir en forma general. Un pintor no es un pintor de perros o de caballos; si es pintor lo misma pinta un perro que un caballo o una persona. Es cuestión de saber pintar; como dice Martín Fierro, no es cuestión de querer: el que quiere pintar tiene que saber pintar. Mi oficio es conducir; de la misma manera que yo aplico los principios de la conducción, que he aprendido en el orden general, a la conducción del pueblo, hay un principio de economía que enseña en que forma debe ir preparándose el ánimo y el espíritu de la gente para conducirla en ese aspecto. Nosotros queremos que nuestros dirigentes, además de sus condiciones propias, aprendan el arte de conducir, el arte de la conducción. El conductor más bien un artista, y el artista nace; pero hay muchos que con el dominio de la técnica llegan casi tan alto como el artista nato. También el genio se alcanza con el trabajo. Lo que yo quiero darles a los conductores argentinos es el dominio de una técnica de conducción que se base en principios que se enuncian y se conocen. Es cuestión de que en los actos de conducción los dirigentes pongan un poco de artistas y otro poco de técnicos. De artistas y de locos todos tenemos un poco. Debemos aplicar la parte que tenemos de artistas y no la parte que tenemos de locos. En esa forma la conducción se va a encarar perfectamente. Debemos enseñar la técnica de conducir a nuestros conductores porque es necesario pensar que la conducción del Movimiento Peronista es una cosa compleja, de tremenda responsabilidad. A los jóvenes que han de recibir las banderas de justicia social, independencia económica y soberanía política hay que formarlos de manera que las lleven adelante y las hagan triunfar. Esa es nuestra función. Por eso hemos organizado, sobre las escuelas populares que son las delegaciones y las unidades básicas, las escuelas del pueblo para la doctrina. Hemos organizado los escalones peronistas, donde los dirigentes hacen sus cursos de capacitación; allí recibirán la enseñanza necesaria en todos los órdenes, pero especialmente en el orden de la conducción. De ellos, los mejores, los más capaces, pasan a la Escuela Superior Peronista. Las escuelas peronistas que funcionan en cada capital de provincia, tienen por objeto formar los grandes cuadros para el encuadramiento de la masa peronista; tiene por objeto formar dirigentes. Y la Escuela Superior Peronista ha de formar hombres capacitados para la alta conducción, para la conducción de conjunto. En las provincias se estudia la táctica de la conducción; en la Escuela Superior Peronista se estudia lo que llamaremos la estrategia de la conducción. Entonces, de escuela en escuela los hombres se irán capacitando. Eso no quiere decir que al terminar el curso la escuela le otorgue un diploma en el que conste que conoce el arte de la conducción. Ese arte nunca llega a dominarse por completo, es necesario estudiar toda la vida. Es muy difícil y en ello intervienen factores ponderables e imponderables. En nuestras escuelas queremos formar hombres que desarrollan sus cualidades, porque conducir es un arte que no solamente implica conocimiento, sino también una personalidad. Ustedes no tienen una idea de lo que es el comando, que responsabilidades hay en su dirección, que acontecimiento chocan contra el que conduce. Durante diez años he estado sufriendo esos choques, y si no hubiera tenido una personalidad formada en un carácter inquebrantable, hubiera cedido hace muchos años. Piensen ustedes lo que ha representado enfrentar el temor de muchos hombres, porque los temerosos son siempre los más peligrosos. Hay muchos temerosos en la política internacional. Todos los días venía a verme una persona distinta para decirme si no consideraba peligroso lo que pensaba hacer. Yo siempre le contestaba imperturbablemente: “Que lo hagan, va a ver después lo que hacemos nosotros”. De ese modo, frente a un mundo poderoso, hemos triunfado con nuestra política internacional. En la política internacional, como en todas las cosas, triunfan los que luchan y los que tienen la suficiente perseverancia para seguir luchando hasta el fin. En la política interna está ocurriendo lo mismo. Nosotros tenemos la convicción de que estamos en la verdad y de que defendemos los verdaderos intereses de la Nación y del pueblo. En eso somos también perseverantes, y ustedes ven que las cosas no andan del todo mal. Bien, compañeros: además de educar a los hombres que han de conducir en la escuela del conocimiento, tenemos que formarlos en la escuela del carácter, tratar de que no se rompan ni se doblen, que sean firmes. Cuando los hombres que dirijan al país hayan tenido la capacidad suficiente como para sentirse portadores de esa enorme responsabilidad, habremos dignificado y elevado extraordinariamente a nuestro país. Hasta ahora hemos realizado el proceso cuantitativamente, ahora tenemos que realizarlo cualitativamente. De eso se encargarán nuestras unidades básicas y nuestras delegaciones en el pueblo, la Escuela Peronista Provincial, en la formación de los dirigentes de provincia, y la Escuela Superior Peronista, en la formación de los dirigentes de todo el país. Todo esto está organizado y funcionando, y esto es los que nos hace sonreír por un futuro de éxito, por un futuro mejor que el pasado que hemos recibido. Compañeros: hemos alcanzado ya una conducción científica, basada en una doctrina, y yo no creo que haya fuerzas en el país capaces de enfrentar al Movimiento Peronista; pero si alguna fuerza organizada como nosotros, con nuestras virtudes, nos venciera, nos sentiríamos felices también, porque el país estaría en buenas manos. Solamente con el perfeccionamiento de nuestro sistema pondremos en evidencia frente al pueblo la elevación con que soñamos todos los peronistas. Dios quiere que esta pléyade de hombres jóvenes, que están esperando con entusiasmo recibir la bandera del justicialismo, la reciban con mano firme y con el corazón abierto. .
1953-10-12
DESDE LOS BALCONES DE LA CASA DE GOBIERNO AL FINALIZAR EL DESFILE DE LAS CARROZAS ESPAÑOLAS
Tenemos la inmensa satisfacción de que hoy en el Día de la Raza, nos acompaña el ilustre Presidente de Nicaragua, general Somoza. En este jubiloso 12 de Octubre, en que recordamos a la inmortal España, lo hacemos estrechando dos corazones de dos pueblos que han nacido a la vida por obra fecunda de la madre patria. Por eso les pido a todos los que escuchan, que me acompañen a dar tres vivas: ¡Viva la República de Nicaragua!. ¡Viva el excelentísimo señor General Somoza! ¡Viva España!
1953-10-13
DURANTE LA ENTREGA DE LA CONDECORACIÓN “RUBEN DARIO”
Excelentísimo señor Presidente: Para un viejo soldado, como el que os habla, no puede haber un honor más insigne que recibir este estímulo de manos de otro viejo soldado, que en nombre de su hermosa patria, ha querido llegar hasta nuestro pecho con algo que es extraordinariamente honroso para nosotros: el propio nombre de Rubén Darío, tan admirado y tan amado en Nicaragua como en la Argentina. Yo, como viejo soldado y como ciudadano argentino, quiero prometeros en este solemne acto, que esta condecoración de tan ilustre nombre y de tan hermosa patria, será para mí una obligación permanente de honrarla como debemos honrarla entre hermanos, poniendo al servicio de la causa de nuestra unión y de nuestra hermandad, todas las fuerzas de que soy capaz material y espiritualmente. Hace ya algunos años el consejo de la Orden del Libertador os discernió la más alta condecoración que otorga la República Argentina por intermedio de esa Orden: el collar del Libertador General don José de San Martín, el cual a muy pocas personas en el mundo le ha sido otorgado. Ese es el reconocimiento que la Nación Argentina, el gobierno argentino y el presidente que os habla, quiso hacer llegar a vuestro corazón de nicaragüense en nombre del gobierno y de la Nación argentina, como un reconocimiento de los extraordinarios méritos que, frente a vuestro pueblo y frente al continente americano, os habías hecho acreedor. Por esa razón ninguna otra condecoración argentina podría haberos sido otorgada oficialmente. El movimiento que nosotros representamos y que llamamos la nueva Argentina, justa, libre y soberana, por millones de hombres que forman la legión de los que pensamos y sentimos así en esta nueva Argentina, en una reunión extraordinaria, me ha dado el mandato de imponeros una condecoración que no es oficial, pero que pertenece al consenso íntimo de de todos los peronistas, de todos los hombres que en esta tierra piensan que los pueblos son dignos no por su extensión geográfica ni por el número de habitantes que ostentan, sino por la dignidad que cada uno de sus ciudadanos lleva en su propio corazón y hacer valer en nombre de su patria. Creemos en la necesidad de crear vínculos entre los hombres que piensan y sienten así. Nosotros, los hombres de esta inmensa legión de argentinos, que tenemos como divisa esas palabras y esos sentimientos, hemos querido otorgaros esta Medalla Peronista con la inscripción de “Leal Amigo”, porque sabemos y sentimos que en vuestra ilustre personalidad, en vuestro espíritu y en vuestra acción, están indeleblemente grabadas las mismas consignas por las que nosotros daríamos la vida. …
1953-10-20
EN EL ACTO INAUGURAL DE LAS OLIMPIADAS UNIVERSITARIAS.
Es para mí un gran honor y un inmenso placer asistir a esta Olimpíada Interuniversitaria. Siempre he pensado que los jóvenes tienen en esta noble actividad del deporte una escuela extraordinaria para su vida. La vida es lucha, la vida son éxitos y también fracasos. Y es en estas canchas, frentes al ideal de los hombres por su superación, donde se reciben las mejores lecciones para esa vida. Aquí se aprende a luchar con dignidad; aquí se aprende a triunfar con derecho, y aquí se aprende, también, a soportar virilmente los golpes del destino en los fracasos. Por eso, a los hombres de esta generación, en quienes hoy nosotros, los viejos, ya depositamos las banderas inmaculadas de nuestra patria, les pedimos, con nuestro mejor sentir, con nuestro más grande idealismo, que aprendan a superarse, que aprendan a luchar, que aprendan a vencer y que sean capaces, también, de ser vencidos con dignidad y con honor. Cuanto la educación y la ciencia puedan darles a ustedes, no valdrá de nada si el continente en que encierran esa ciencia no es un continente calificado, digno y honrado. La ciencia por sí no tiene ningún valor intrínseco. Es mala cuando está al servicio del mal y es buena cuando está al servicio del bien. Por eso, es necesario persuadirse desde ya que los valores que los hombres puedan acopiar en sus conocimientos y en su erudición, no son factores decisivos ni para la comunidad ni para los hombres si no están calificados por las virtudes; y esas virtudes nacen en estos actos donde el hombre pone a prueba su verdadera personalidad, triunfando sobre sí mismo, que es el más difícil pero el más grande de los triunfos. Yo declaro inaugurado esta Olimpíada Interuniversitaria, y la declaro inaugurada pensando que cada uno de ustedes ha de dedicar su esfuerzo a la patria y al bien. Con ella habrán realizado una gran obra. …
1953-10-23
EN LA RESIDENCIA DE OLIVOS ANTES CICLISTAS
Yo he querido reunirlos hoy, no tanto para hacer entrega de los premios, cuanto para tener el gran placer de que almorcemos juntos. Desde que comenzamos la tarea de remodelación del Parque 3 de Febrero, con la colaboración inteligente del intendente municipal, arquitecto Jorge Sabaté, tuvimos siempre la intención de tomar por cuenta nuestra a todos los ciclistas, especialmente a los jóvenes, que por esa razón u otra no participaban como elementos federados. Lo que nos interesa no es organizar una actividad que presuponga que los que mantienen el deporte son diez o doce hombres muy capacitados y los demás miren; lo importante es que sean diez o doce los que miren y sean muchos miles los que hagan ciclismo. Eso es lo que queremos nosotros. La Federación Ciclística Argentina tiene extraordinario mérito que nosotros no discutimos ni discutiremos en manera alguna, pero creemos que fuera de ella también podemos hacer algo popular, que es el deporte de la gente que tiene verdadero amor por él y que quiere practicarlo y realizarlo. De manera que esa ha sido nuestra única intención: ir también modificando un estado de cosas que es, en mi concepto, injusto y es la que se refiere a los amateurs, que no reciban siempre como premio a su esfuerzo y dedicación solamente un apretón de manos y unos buenos consejos. Es necesario ir estimulando estas actividades que cuestan esfuerzos y sacrificios. Por esa razón, nosotros hemos querido iniciar una nueva etapa haciendo que en estas competencias participe el mayor número posible de muchachos. Esta es una actividad que, como digo, tiene un porvenir extraordinario en el país, y nosotros no podemos ni debemos descuidarnos ningún aspecto de la misma. Por eso, nos hemos iniciado con todos los ciclistas libres para colaborar con la Federación. La Federación tiene hombres altamente calificados y capacitados para hacer sus competencias; que a ellos Dios les ayude y nosotros, si podemos hacerlo, también los ayudaremos. Es de nuestro interés tener una Federación bien constituida y que propugne de la manera más satisfactoria el desarrollo del ciclismo. Por esa razón, estamos en la obligación -y lo haremos- de hacer todo lo posible por ayudarla y llevarla adelante. Sin perjuicio de ello, hemos considerado conveniente reunir a los muchachos que, por una razón u otra, no estaban en condiciones de intervenir en esas competencias, realizando pruebas más humildes y más modestas, para que ayuden a propugnar el deporte en gran medida. En la carrera realizada se han reunido alrededor de mil ciclistas que no pertenecen a ninguna organización o que pertenecen a algunas de ellas muy modestas. Para no desaprovechar esta vinculación nacida en esta competencia, y que será probablemente profundizada y agrandada en las futuras pruebas que vamos a realizar con el mismo elemento que ha participado en la primera, yo les iba a proponer a ustedes, como a todos los demás muchachos que han tomado parte de las pruebas eliminatorias, y que por razón de número no los hemos invitado a esta comida, que formemos una organización de amigos, de cualquier tipo, para mantenernos unidos y ligados los unos a los otros. Así en el futuro, podrán participar en las competencias que vamos a seguir organizando en el circuito KDT y en el autódromo y aeródromo. Cuando tengamos un gran campeón, lo vamos a mandar a la Federación para ver como le va allá. Esta organización es, repito, para que por lo menos nos mantengamos unidos, ligados los unos con los otros y para hacer una verdadera escuela de campeones ciclistas. Esta iniciativa la dejo en las manos de ustedes y de la Confederación de Deportes. Creo que con los mil que ya tenemos y los miles que vendrán podremos formar una organización que la mantendremos nosotros. Los ciclistas son muchachos pobres a quienes no se les puede pedir dinero. Por esa razón, repito, nosotros la vamos a mantener y vamos a organizar las pruebas; es decir, vamos a tener un club aparte para todos los que quieran participar y competir. Yo les dejo la iniciativa. Después ustedes dirán. Les quiero anticipar que la próxima prueba que vamos a organizar en el circuito KDT, es la de doce horas; será con la misma gente y como el esfuerzo va a ser mayor, vamos a poner un automóvil como primer premio y los premios siguientes serán bastantes buenos. De manera que se haga una escala buena de estímulo para los muchachos que participen en la prueba. Solamente ahora les queda a ustedes entrenarse y prepararse bien, porque no va a tardar mucho tiempo para que la carrera se realice. Además, de esto, han de seguir pruebas de mayor aliento que vamos a organizar en el autódromo, en carreteras, etcétera. Nosotros ya vamos a pensar en su organización, de manera que deben mantenerse bien entrenados, en forma permanente, como debe estar un ciclista. No se puede hacer una carrera cada seis meses. El ciclista debe vivir permanentemente entrenado, por lo menos en cierto grado de entrenamiento que se ajuste y afine los últimos días anteriores a la carrera. Debe vivir siempre pedaleando. Nosotros trataremos de hacer el mayor número de pruebas para que se mantengan en permanente entrenamiento. Ahora tendré el placer de hacerles entrega de los premios que no fueron entregados el día de la prueba. Ese día fueron entregados solamente el primero, segundo y tercer premios, con carácter simbólico. A continuación, procederé a entregar los restantes premios. Por otra parte, vamos a ir preparando los premios para las futuras competencias. Quiero pedirles a todos los muchachos que dediquemos un aplauso a los compañeros y amigos que han organizado esta carrera con amplio espíritu de sacrificio y total buena voluntad, y que con todo acierto han dirigido las eliminatorias y la prueba final. Agradecemos, a todos ellos, en nuestro nombre, ya que han sido los que han hecho realmente el trabajo para que la prueba se llevara a feliz término. ….
1953-10-25
EN LA CIUDAD DE LOBOS
Compañeros: Por un común arcano del destino de los hombres, vuelvo, como volvemos todos en algún día, a la tierra natal. Hay en la vida de los hombres un sentido telúrico de la tierra. Volvemos al lugar de nacimiento siempre con el corazón lleno de una ternura tan infantil como cuando nacimos en ella; volvemos sin que los años pasados hayan llevado a nuestro corazón nada nuevo, que no sea ese sentido telúrico de amor a la patria chica que nunca olvidamos y que nunca desconocemos. Pero yo quiero hoy, después de tantos años, volver a esta tierra, para sentirme en ella como en los primeros días, haciendo en mi examen de conciencia, un parangón entre esos tiempos, para decirle a todos los hermanos de esta vieja ciudad, de este viejo fortín de la pampa, de este antiguo pueblo de nuestra tierra, que desde que salí de ella, no he hecho sino todos los días algo por honrarla en su nombre. En primer lugar, quiero confesarme, que jamás he dejado de ser humilde, como humilde es este pueblo y como humilde son todos ustedes; que jamás he dejado de pensar que el único destino con que los hombres aman a su tierra es haciendo todos los días algo por engrandecerla y por dignificarla. Yo no sé, si el destino de los tiempos, me ha de permitir cerrar los ojos con el mismo amor a la responsabilidad de servir y con la misma conciencia de haber realizado en mi vida muchas obras de bien, pero sí quiero decir que quizá, como el primer aliento lo recibí en esta bendita tierra de Buenos Aires, quisiera que el postrer suspiro estuviese también dedicado a las entrañas de esta tierra generosa que nos vio nacer. Llego después de muchos años de peregrinaje en todas las direcciones; llego cargado de experiencias y de responsabilidades; llego a Lobos como llegamos los hombres a visitar nuestra cuna llena de recuerdos y llena de amor. Pero sí, quiero decirles a todos, que llevo también en mi corazón, la inmensa satisfacción de llegar a esta bendita tierra de mis padres con el corazón lleno de amor, quizás engrandeciendo por esa experiencia y por ese peregrinaje, para decirles a todos ustedes, hermanos en la tierra y hermanos en la vida, que no he de decaer en la tarea, para mí permanente, al servicio de la patria y en vigilia de sus instituciones, de su dignidad y de su grandeza. Yo no tengo recogido en mi vida nada más que ofrecer a la patria, que conjuntamente la ponga en el altar de ella en este bendito pueblo de Lobos, como un holocausto de lo más grande que los hombres podemos ofrecer a la patria. Yo les agradezco a todos ustedes las amabilidades con que me han abrumado en este día. Le pido a Dios que esa grandeza del espíritu de los hombres y mujeres humildes de esta tierra, sea bendecida con todas las felicidades que la vida puede ofrecer. Les agradezco que para perdurar en un hecho material la gloria de este momento, me hayan querido regalar este poncho, que será mi compañero de ahora en adelante, para que en las generaciones de argentinos abrigados en el corazón profundo de la patria sea éste el emblema de los criollos que no dejaron de ser criollos. Muchas veces he dicho, que yo soy de los hombres que tuvo el inmenso honor y el gran privilegio de haber nacido humildemente en una estancia de estos pagos. Y quizá sea por ese privilegio que no he dejado de pensar jamás en mi vida, de los ejemplos que recibí de esos hombres humildes y esforzados de nuestros tiempos. Yo no olvido jamás que el primer amigo que tuve en mi vida fue un domador de Lobos que se llamaba Sixto Magallanes, a quien nosotros le llamábamos el Chino Magallanes. En la grupa de sus redomones aprendí a andar a caballo antes que a caminar. Y fue en los consejos sabios de esos grandes hombres, que humildemente laboraron la patria en la grandeza de la faena de todos sus momentos y de todas sus circunstancias. Los hombres que no se apartaron jamás de la tierra, y mantuvieron en su alma el sentido de esa tierra, no podrán jamás equivocar su vida. Por eso el recuerdo de Lobos lo he llevado presente, en esos hombres, durante toda mi vida, y a pesar de las mudanzas que el tiempo y las ciudades suelen meter en el alma de los hombres, yo he sido de los que no han olvidado jamás que nacieron en tierra de gauchos y que deben morir como gaucho en su tierra. Yo pido a Dios, que todas las venturas con que los hombres podemos soñar, igualen en cada uno de ustedes la inmensa satisfacción moral que vuelvo a retomar por el contacto en esta bendita tierra del Fortín de Lobos. Pido a Dios, que todas esas venturas las derrame sobre ustedes en toda abundancia, como es inmenso el cariño y la gratitud que guardo por todos ustedes y por esta hermosa tierra de Buenos aires que me vio nacer. ..
1953-10-25
EN LA SEDE DEL PARTIDO PERONISTA MASCULINO DE LA CIUDAD DE LOBOS
Señores: Agradezco profundamente lo que acaba de decir el doctor Ratti y el obsequio que me han hecho llegar, que guardaré como uno de los recuerdos más preciados. Haciéndome eco de las palabras que termina de pronunciar el doctor Ratti, voy a aprovechar para decirles que no he querido pasar por Lobos sin llegar hasta este local de la delegación del Partido Peronista Masculino. Yo creo -como le he expresado al señor Barro- que nosotros tenemos una obligación con el pueblo, que es precisamente la de convertir nuestros locales políticos en verdaderas escuelas de civismo. Yo no olvido nunca, ni olvidaré jamás, que durante muchos años se ha repetido en la República Argentina aquello de que es indispensable educar al soberano. Claro que hasta ahora se ha hecho poco para educar al soberano, porque el soberano se educa más con los buenos ejemplos que nosotros podemos ofrecerle que con las lindas palabras que podamos decirle. Dentro de una segunda etapa de organización del partido, que hoy ya se puede decir que ha progresado extraordinariamente, está casualmente un plan que hemos establecido de educación cívica de nuestro pueblo. Ustedes saben tan bien como yo, las dificultades extraordinarias que hemos tenido para organizar nuestras fuerzas populares, al mismo tiempo que realizar una obra de gobierno en nuestro movimiento, que no es un partido político, sino un movimiento nacional, ya que puso a su frente no intereses partidarios sino intereses nacionales, y congregó a las tendencias que, como nosotros, pensaban que antes de hacer triunfar a la política era necesario hacer triunfar a la patria. Queremos tener una organización que junte no solamente a los argentinos de buena voluntad, sino a todos los argentinos de cualquier manera que pensemos, en una tarea común, en la que los intereses de la Nación estén en primer término, después los intereses partidarios y por último los intereses personales. Es claro que realizar una organización de este tipo, además de gobernar para un movimiento como el nuestro que recién se hacía cargo del gobierno, un poco imprevistamente, en 1946, era una tarea superior nuestras fuerzas. Por esa razón, hemos mantenido en un cierto estado de asamblea a todo nuestro movimiento durante estos siete años pasados. Ya en la actualidad hemos comenzado a organizarnos. La tarea de organización del país ha sido una tarea verdaderamente ciclópea. Cuando a mí me vienen a decir que hemos comprado los ferrocarriles, los teléfonos, el gas; que hemos hecho una marina mercante, una flota; que hemos nacionalizado los seguros y los reaseguros; que hemos pagado toda la deuda, comprado los puertos y los elevadores; que hemos, en fin, realizado más de setenta mil obras en todo el país; que, además de eso, hemos construido grandes diques; que todo esto supone un inmenso trabajo, yo he dicho: “Para mí, más que todo eso que es circunstancial y de orden material, nosotros hemos tenido una tarea mucho más difícil, que es la de organizar la Nación.” Yo recuerdo siempre, desde muchacho, que se hablaba de la organización nacional, cuando se mataron aquí cientos de miles de personas para realizar la organización nacional en el año 1950, después de todos los incidentes, que en Buenos Aires fueron tan importantes y tan principales, se dijo que estaba hacha la organización nacional. En mi concepto nunca se dijo una mentira más grande que esa. En ese entonces se organizó el Estado; no la nacionalidad argentina. Y el Estado que surgió de esa organización trabajó durante toda su existencia para que no se organizase la República, para que no se organizase el pueblo, porque en realidad la organización de la República y del pueblo es la verdadera organización nacional. Recién ahora nosotros podemos hablar de organización nacional. Hasta nuestra llegada se pudo hablar con propiedad de organización estatal de organización del Estado. Nosotros pusimos los presidentes, los gobernadores, las autoridades municipales, todo eso que constituye la escala, diríamos, estatal. Nosotros recién comenzamos a organizar el pueblo. Muchos de nuestros males, podemos decir, la mayor parte, fincaron especialmente en la falta de una organización popular. Los únicos pueblos que no pueden ser esclavizados ni engañados, los únicos que no pueden trabajar por su desgracia, son aquellos que están organizados. Los pueblos organizados son los únicos que tienen sus manos su destino; en consecuencia, la seguridad y la garantía de que no podrán ser tiranizados, engañados, o escarnecido. Por esa razón, nosotros pusimos ese objetivo como una cuestión fundamental de la Nación, sin la cual podríamos volver otra vez a las andadas el día que se aflojaran los resortes de esa organización. Por eso digo yo que frente a toda esa obra material realizada por el Movimiento Justicialista, la que estamos por realizar a través de una organización que consolide y garantice la existencia permanente de la Nación, con sus ideas y con sus objetivos, es mucho más trascendental e importante que todo lo que podamos hacer. Por eso, cuando hablamos de la reforma social, de la económica y de la política, decimos una gran cosa, porque ese fue el basamento y el predicamento político de nuestro movimiento para poder realizar grandes obras. Pero nos queda todavía quizá, la más importante tarea, que es la reforma cultural, educacional, como cívica, en sus verdaderos estamentos prácticos y objetivos que es lo que nosotros queremos realizar. Por eso tenemos que empezar por organizarnos nosotros y realizar la reforma dentro de nuestra organización. Yo no organicé el Partido Peronista hasta cinco años después de estar en el gobierno, ni pensé en su organización, porque tengo ideas claras sobre que es organizar. Piensen ustedes: nuestro movimiento fue formado por hombres de todas las proveniencias. Había desde el más exagerado conservador hasta el más empedernido anarquista, comunista y socialista. Es decir, estaban en nuestra fuerza toda la llama universal de las ideologías. Cuando uno organiza, lo primero que tiene que crear es doctrina común, la manera común de ver las cosas, un modo especial de apreciarla y un modo similar de resolverla. Vale decir que lo primero que hay que organizar es el espíritu de la gente. Si tomamos individuos de distintas regiones, con distintos pensamientos, con distintos sentimientos, los encerramos en un local como este, y les damos un problema para que los discutan; volvemos a las dos o tres horas, y es posible que estén pelando, como les pasa a los adversarios políticos. De manera que juntar gente con tan distinta manera de pensar y de sentir no es organizar; es más bien desorganizar que organizar. Primero hay que darles una doctrina o común, objetivos comunes. En esas condiciones ustedes los juntan, los dan un problema, y verán una discusión constructiva, sin intereses bastardos, ni secundarios, ni unilaterales. Cuando los espíritus y los entendimientos, la comprensión y la buena voluntad empiezan a actuar para el bien común, con unidad de concepción y unidad de acción, entonces después se puede decir que ya comienzan a organizarse. Por esa razón, yo no traté sobre la organización en aquel entonces. A las mismas organizaciones sindicales yo recién empecé a hablarles de organización en el año 1952. Casi nueve años después que empezamos, recién dijimos “este es el año de la organización”. No lo dije antes, porque juntar a la gente con anterioridad hubiera sido sumamente peligroso. Por eso, nosotros recién entramos ahora en estado de organización; recién el Movimiento Peronista, en todas sus graduaciones y en todos sus compartimentos, comienza a estar maduro para organizarse. Hoy mismo tengo que ir a la Capital, a ala terminación de estos actos, a votar en mi circunscripción por el dirigente que hemos de poner al frente de esa Unidad Básica. Y voy a ir porque es una obligación que tengo que ir a decidir, donde yo estoy inscripto, quien es el mejor para que nos dirija. Esto, compañeros, se esta realizando en todo el país. Claro que aparejadamente con eso hay que encarar esto en una forma ya racional, orgánica, con cierta técnica. Por esa razón hemos creado en la Capital y en las provincias, así como en las demás localidades, un sistema un tanto escolástico, para la preparación, la dirección y la difusión de nuestra doctrina. ¿En que consiste toda esa organización? Ustedes la conocen como yo y quizá haya aquí algunos que ya han estado en nuestras organizaciones en Buenos Aires. Debemos formar en cada unidad básica como esta, un escuela, una escuela encargada de enseñar a nuestros hombres que concurre a este local, y yendo también a los que no concurren, para llevarles la palabra desde aquí para convertir esto en un escuela de civismo. Esta unidad básica tiene por función la difusión de nuestra doctrina y no solamente la difusión, sino también el inculcar nuestra doctrina. La doctrina no vale nada por sus conocimientos, vale más por sus sentimientos. Cada uno debe sentirlas y, en consecuencia, inculcarla. Estas unidades establecen, diríamos, toda la triangulación de primer orden, para ir dándola directamente al pueblo argentino. Fundaremos después los organismos superiores, para que aquí surjan los dirigentes de los mismos. Aquí están los dirigentes de la masa. Nadie que no sean los dirigentes de estas unidades básicas, pueden tener la masa en sus manos. Crearemos inmediatamente, sobre estas escuelas, en el orden escolástico me refiero, las escuelas peronistas que funcionarán en la Capital de cada uno de nuestras provincias y de cada una de nuestras gobernaciones. De estas unidades básicas, los mejores dirigentes van a hacer los cursos de capacitación en las escuelas peronistas. Los mejores pasarán a realizar los cursos regulares de la Escuela Superior Peronista de Buenos Aires, de manera que nosotros vayamos dando a todos nuestros dirigentes la capacitación indispensable para que ellos puedan desenvolverse en la conducción de la masa y en la dirección de las acciones políticas. Hasta ahora el país ha estado gobernado y manejado, en el orden político, por amateurs. Vamos a tratar de hacer una preparación, una capacitación especial para nuestros dirigentes. Eso se hace a través de una enseñanza permanente y racional. Eso es lo que nosotros estamos realizando en el orden de la preparación de nuestra gente. Bien, señores, de arriba hacia abajo, ella, en la Escuela Peronista se prepara a dirigentes superiores, los que nos van a reemplazar a nosotros en la tarea de conducir la masa política peronista. En las escuelas provinciales se prepara el encumbramiento medio de todo nuestro movimiento y en nuestras unidades básicas el encumbramiento de toda la masa peronista. Estas unidades básicas tienen esa extraordinaria importancia, y como dije, de nada va a valer todo lo que podamos decirles a los ciudadanos sobre lo que es la cultura y las virtudes cívicas si no comenzamos nosotros por poner en evidencia que no solo predicamos con la palabra sino que comenzamos a predicar con el ejemplo. Este trabajo en las unidades básicas ha de ser, en cierta manera una forma de ir modificando los antiguos males. Este deber ser lugar de trabajo, de cada trabajo permanente, de cultivar nuestras virtudes cívicas en esta casa. No interesa el continente; lo que interesa es el contenido, una casa modesta como esta, limpia, higiénica, pero llena de hombres que piensan y sienten nuestro movimiento con el corazón, profundamente, y que estén decididos, como nosotros, a sacrificar todo por el bien del pueblo y por el bien de la patria. En estas casas, la virtud más grande que debe tener cada uno de los que actúan en ellas, es el desprendimiento, y la virtud mayor, el sacrificio y la abnegación con que ejerza sus funciones de dirigente. Los dirigentes estamos para quemarnos a fin de alumbrar el camino a los que nos siguen. Solo quemándonos nosotros en el sacrificio podremos alumbrara suficientemente al pueblo. Yo recuerdo, compañeros, los antiguos comités, sucios y malolientes tanto como el continente como en el contenido, donde la diversión y la ocupación naturales eran jugar a la taba y a los naipes. Y me explico: no tenían nada que hacer y cuando uno no tiene nada que hacer, recurre a los naipes y a la taba. Lo que nosotros tenemos que procurar es que en estas casas haya siempre algo que hacer. La tarea es tan grandiosa y tan importante que siempre debe haber algo que hacer. Siempre tenemos que estar en la función de predicar y enseñar a nuestro pueblo todo lo que nosotros sentimos que debe tener como contenido espiritual e intelectual la masa, para que ejerza firmemente sus derechos cívicos. Es educando así, preocupándonos así, como podremos convertir esto en un templo, porque si la malicia entra y los vicios invaden, vamos a convertirlo en un antro, y un antro no puede ser para nuestro pueblo la unidad básica, que debe dar su cultura y ha defender sus derechos cívicos. Por eso, en estas casas, más que ninguna otra cosa, debe haber virtudes, sacrificio y abnegación. Por eso, en estas casas de las unidades básicas del Movimiento Peronista, sea en las delegaciones de cualquiera de sus ramas, debemos recordar siempre que solamente practicando las virtudes que nuestra doctrina enunciara como básicas, sintiéndonos dirigentes con la responsabilidad que pesa sobre nosotros, es que podremos actuar sobre el pueblo e ir conformando una comunidad como la que queremos; una comunidad altruista donde el egoísmo vaya disminuyendo hasta que desaparezca en absoluto. Hay dos clases de hombres en la vida: los que trabajan par sí y los que trabajan para los demás. Los que trabajan para sí reciben el pago de los bienes materiales que conquistan; los que trabajan para los demás, no esperan esa clase de pagos, sino el reconocimiento de los ciudadanos que es el más grande de los pagos. Por eso, compañeros, yo les he querido visitar para decirles que en este sentido no sólo estoy satisfecho sino orgulloso de como desempeñan su tarea, como van desapareciendo los caudillos en nuestro país, como poco a poco esos caudillos se van convirtiendo en dirigentes. Una cosa es el caudillo y otra el dirigente. El caudillo es que usufructúa a la masa en su beneficio personal; el dirigente es el que conduce a la masa hacia los grandes destinos. Por esa razón nosotros queremos que los hombres que tengan predicamento se sientan dirigentes, se sientan con la responsabilidad que un dirigente debe tener, y se sienta también, con la fuerza que emana de sus virtudes, de sus sacrificios y de su abnegación en la función de dirigir. Como les digo, no sólo estoy satisfecho, sino orgullosos de los dirigentes de nuestro Movimiento. Voy viendo y palpando todos los días el progreso extraordinario que se realiza, no solo en el orden de la capacitación, sino también en el de las virtudes y del buen ejemplo. Nosotros tenemos que ser modelos en donde se miren los ciudadanos. Nosotros debemos ser ejemplo de todas las virtudes que ellos deben practicar, y a la vez, maestros para inculcar ambas cosas en la masa. Si no cumplimos con esto, es inútil que seamos grandes dirigentes. Los dirigentes valen más por lo que son capaces de dar de sí que por lo demás. Esto es cuestión de forma; el fondo reside sólo en aquello. Por eso, les digo que no solo estoy satisfecho sino orgulloso. Los felicito por este local, limpio en su contenido y en su continente, humilde y modesto, como somos todos nosotros, quizá con el orgullo de ser muy modestos y de ser unidos. Por eso, cumplen ustedes con su misión. Muchas gracias. -----…..
1953-10-25
EN LA SEDE DE LA CGT EN LA CIUDAD DE LOBOS
Compañeros: Aprovechando esta ocasión, quiero decirles pocas palabras pero que tienen siempre actualidad para todos los compañeros. Cada vez que llegue a un lugar, los sitios que yo visito, en la zonas que alcanzo, son siempre los mismos: la delegación de la Confederación General de Trabajo, el Partido Peronista Masculino y el Partido Peronista Femenino. He pasado ya por los dos anteriores y tengo ahora una enorme satisfacción en saludar a cada uno de ustedes. Ustedes saben que la Confederación General del Trabajo, tal cual desenvuelve sus actividades, es una organización que trabaja paralelamente con el gobierno. Muchas veces han dicho algunos que la Confederación es dirigida por nosotros, por el gobierno, y todas esas cuestiones que se inventan por ahí. Sin embargo, nunca ha habido, probablemente una organización más libre. No solo es libre porque trabaja sin interferencias de ninguna clase, sino porque también, el gobierno, cuando tienen que tomar cualquier medida de importancia, consulta antes a la Confederación General del Trabajo. Ellos a su vez, cuando toman alguna medida de trascendencia, nos consultan a nosotros. Y así, consultándonos oportunamente, es como hemos logrado marchar total y absolutamente de acuerdo con la central obrera. La organización gremial argentina es, para mí, la verdadera organización nacional. Yo he leído y estudiado mucho sobre organización, y he pensado muchas veces sí, cuando se hablaba de que en 1852 se había realizado la organización nacional, era cierto o solo relativamente cierto. Las luchas que terminaron en 1852, fueron las luchas de la organización estatal, no de la organización nacional. La organización nacional no se ha realizado hasta nuestros días; recién el Movimiento Justicialista es el que está realizando la organización nacional. Lo entiendo así, porque la organización nacional no puede solamente ser la organización del Estado, dando las autoridades y creando los poderes que deben gobernar, sino que es necesario poner a los gobernantes en un grado de organización tal que esos poderes del Estado puedan trabajar para el bien del pueblo. Y para bien del pueblo se trabaja solamente consultando al pueblo. ¿Como se puede consultar a un pueblo que no está organizado? Las turbas jamás son organizables. Las turbas no se organizan y, en consecuencia, no pueden ser gobernables, porque nadie puede gobernar lo inorgánico. ¿Por que digo yo que las turbas no son organizadas? Porque mientras en un país no pensemos todos los que componemos la comunidad de una misma manera, con diferencia al bien común, es imposible realizar el bien común. En nuestra tarea de organización hemos comenzado por organizar espiritualmente al pueblo dándole a cada individuo una concepción de la comunidad y animándolo de verdaderos sentimientos hacia esa comunidad. Entonces, recién cuando hemos puesto de acuerdo a la gente, es posible comenzar a organizarla. Esto lo pinto yo siempre con un ejemplo un poco simple, pero muy demostrativo. Supongamos que tomáramos hombres de distintos lugares, con distinta capacitación, con distintos modos de pensar, con diversos modos de sentir e intereses distintos, es decir, con ideologías diferentes. Si los juntáramos en una pieza, les diéramos un problema, cerráramos la puerta y los dejáramos para que lo resolvieran, cuando volviésemos, a las dos horas, yo estoy seguro de que estarían a los sillazos. ¿Por que sucede eso? Porque esa gente interpreta el problema desde diversos ángulos, porque habrá pasiones que los impulsan en una o en otra dirección, porque habrá intereses contrapuestos que los lleven a la lucha y a la disociación. Por esa razón, reunir hombres sin haberles previamente animado con una doctrina que les dé objetivos comunes, aspiraciones similares, más bien que organizar es desorganizar. Primeramente es necesario adoctrinar. ¿Que es adoctrinar? Es señalar perfectamente bien los objetivos que nos son comunes, por los que debemos luchar todos. Eso es lo primero y primordial y es lo que hemos hecho nosotros. Por eso decimos que el nuestro no es un partido político sino un movimiento nacional. ¿Por qué? Porque hemos elegido para encabezarnos las banderas nacionales, los objetivos nacionales, los sentimientos nacionales. Por eso decimos que antes que nada, está el país, después está nuestro movimiento, y después vienen los hombres, que somos los destinados a alumbrar el camino al resto del pueblo. Por eso, compañeros, recién ahora nosotros podemos hablar de organizar. Cuantos de mis compañeros, un poco apresurados, llegaban hasta mí a decirme: “Mi general, hay que organizarse, hay que juntar a la gente”. Yo contestaba: “No se apresure; todo el tiempo que gastemos nosotros en adoctrinar, lo vamos a ahorrar luego en organizarnos”. Lo primero es la doctrina, organizar los espíritus, la comprensión y la inteligencia de los hombres, y una vez realizado eso, es fácil y rápido juntarlos. Por esa razón, desde 1944, cuando yo llegué a la Secretaría de Trabajo y Previsión, empecé a hablar con los compañeros trabajadores sobre la necesidad de organizarnos. Pero no les dije que fueran a la organización sino, “vamos despacio”. Primero, adoctrinarlos, pongámonos de acuerdo. Y vean ustedes como paulatinamente hemos ido conquistando todos los sindicatos, que han desarrollado un espíritu de solidaridad suficiente que los ha unido en forma indestructible y los ha consolidado con esa unión al crear una sola central obrera. En 1944, ¿cuántos sindicatos de oficios varios teníamos? ¿Cuántos eran cuatro dirigentes y un sello? ¿Cuántos eran patronales? ¿Cuántas federaciones de trabajo había en el país? y cuántas en germen para formarse, como en algunos países, donde hay doce o trece centrales obreras. ¿Que poder puede tener una clase obrera en trece o catorce centrales que no se ponen nunca de acuerdo porque tienen distintos intereses, distintas maneras de pensar y de sentir? Ese es el milagro realizado en nuestro país por los millones de predicadores de nuestra doctrina, que han ido poniendo de acuerdo a los argentinos. Nosotros hemos de triunfar sobre nuestros adversarios, porque los vamos a convencer y poner de acuerdo. En los pueblos, como en todas las cosas, se necesitan dos clases de hombres: los realizadores y los predicadores. Los realizadores son los que van haciendo, y los predicadores, que los siguen, son los que van persuadiendo a la gente de que lo que se ha hecho está bien, y es así, y de que hay que seguir luchando por hacer más, para que haya ese enorme predicamento sin el cual los pueblos son mudos y torpes rebaños que siguen detrás de algunos que se creen iluminados y a lo mejor viven a oscuras. Por ello es tan importante la confección, dentro de estas organizaciones, de los planes necesarios para ir difundiendo y profundizando cada día más nuestra doctrina. Nosotros hemos dado una doctrina sintética; ahora hay que analizar esa doctrina, mantenerla al día y llevarla adelante, creando todas las organizaciones necesarias para ello. Ustedes saben que ya estamos en tren de realizar esa enorme tarea al crear las escuelas peronistas en las cabezas de las provincias y gobernaciones, y la Escuela Superior Peronista, para constituir la alta dirección que forma a los hombres que tomarán de nuestras manos la bandera para conducirla con más juventud y con mayor capacidad que nosotros mismos. Toda esa tarea que ustedes cumplen en las escuelas sindicales, va tendiendo a elevar en la masa el sentido de la cultura social y general. Toda esa tarea está en estas organizaciones y en estos locales que deben tener dentro de sí, hombres destinados a la tarea de predicar y de persuadir. Hemos dicho que los justicialistas no gobernamos obligando a los hombres; nosotros gobernamos persuadiéndolos. Es siempre mejor persuadir a un hombre que obligarlo. El obligado asegura su obediencia mientras este bajo la mirada del que lo obliga; en cambio, persuadiéndolo, tenemos un hombre que día y noche, lo veamos o no, va a trabajar por nuestra causa. Nuestra tarea de persuasión debe ser inagotable e interminable, y estas organizaciones son las encargadas de ello. Estos deben ser verdaderos templos de nuestra doctrina. Es de aquí de donde deben salir los compañeros con la idea necesaria para ir persuadiendo y para ir dignificando cada día más nuestra doctrina. Los dirigentes tenemos, con la responsabilidad, también esa obligación. El ser dirigente presupone un alto honor, pero debemos pensar que en la vida hay dos clases de hombres: los que trabajan para sí y los que trabajan para los demás. Los que trabajan para sí reciben el beneficio material de su esfuerzo, de su abnegación y de su sacrificio. Los que trabajamos para los demás, no tenemos ni podemos ambicionar beneficios materiales. Nosotros solamente ambicionamos el respeto, la consideración y el agradecimiento del pueblo. Con eso, debemos sentirnos suficientemente pagados. Por esa razón, esa escuela de dignidad, de honor y de virtudes debe tener en estas organizaciones y en estas casas su mayor baluarte. Los dirigentes debemos saber que nuestra tarea es de sacrificio y de abnegación, y que debemos cumplirla dentro de esa humildad y de esa laboriosidad, sin las cuales el dirigente no llegará nunca a culminar. Nosotros culminamos despreciando todos los valores materiales, y sometiéndonos humildemente a este apostolado que debemos realizar. Cuando en nuestros corazones no haya nada más que el deseo de bien público seremos grandes dirigentes. Es así como culminaremos en nuestra función y en nuestra misión. Cualquier desviación será siempre en perjuicio del predicamento y de la dignidad que los dirigentes debemos tener. Por eso, compañeros, yo no solo me siento feliz y satisfecho de cómo están trabajando estas organizaciones de nuestro movimiento, sino que estoy orgulloso de él. Veo agrandarse cada día más a nuestros dirigentes; y se agrandan, no porque sepan mucho ni porque posean mucho, sino porque son cada día más virtuosos, más abnegados y más sacrificados. El gran capital que podemos tener los dirigentes reside, precisamente, en esas virtudes, sin las cuales no se pueden dirigir. Compañeros: yo les pido que lleven un abrazo muy afectuoso a todos los compañeros de Lobos y les dejo a ustedes mi profundo agradecimiento por la labor que aquí realizan ustedes con dignidad, con honor y con suficiencia. ..
1953-10-27
EN LA CLAUSURA DE LA V OLIMPIADA UNIVERSITARIA
Muchachos: Hemos asistido esta noche a la clausura de este magnífico certamen que ha sido la Olimpiada Interuniversitaria. Las muchachas y los muchachos han puesto en evidencia su vigor, su decisión y su valor en cada uno de los deportes que han realizado. Me siento inmensamente feliz de poderles decir que vamos viendo esa superación que anhelamos, superación del cuerpo y superación del alma. Trabajaremos incansablemente para que la próxima Olimpíada Interuniversitaria nos encuentre superándonos en el cuerpo y superándonos en el alma. Yo les ruego, muchachos, que lleven a todos los universitarios argentinos un abrazo estrecho que les mando como hermano y como deportista. …
1954-06-08
En el acto realizado en el estadio Luna Park celebrando el Día del Aprendiz
Compañeras y compañeros de la Comisión Nacional de Aprendizaje y Orientación Profesional: Siempre hemos sostenido que lo mejor que tenemos en nuestra patria en el pueblo. A ello deseo agregar que lo mejor, que tenemos en el pueblo son sus muchachas y sus muchachos. Por eso hemos establecido que ellos son y serán para nosotros los únicos privilegiados en este país. Al obrar así, estamos pensando en el futuro y en la grandeza de nuestra patria, porque está juventud que se está formando en la escuela de la Nueva Argentina es la mejor garantía de nuestra grandeza futura. Hoy es un día inmensamente feliz para mí porque veo la realización de lo que fue en 1944 un sueño sobre la conformación espiritual y la capacitación de nuestros trabajadores. Hasta entonces, nuestros operarios se habían formado en el dolor del taller y en el abuso de un trabajo de explotación. Fue allí donde nació para nosotros la idea inicial de comenzar a preocuparnos para dar al país una mano de obra capacitada, ofreciéndola através de ciudadanos conscientes y con una cultura social y una capacitación suficiente para enfrentar el futuro industrial de la Nación. Imaginarán entonces, cuanta es mi inmensa satisfacción al poder contemplar a todos estos jóvenes estudiantes que a través de la Comisión Nacional de Aprendizaje y Orientación Profesional están formando la grandeza de esa industria, mediante la cual hemos de conquistar y consolidar definitivamente, no sólo la grandeza de nuestra patria sino su independencia económica. Es para mí una gran satisfacción del poder hacer, como han dicho hace breves instantes, que por mí intermedio se declaren inauguradas las nuevas escuelas; y es un acto que me resulta doblemente simpático porque nosotros, en vez de colocar piedras fundamentales, inauguramos las escuelas después, que hace varios meses que funcionan. Deseo agradecer en este instante toda la dedicación y los desvelos que la Comisión Nacional de Aprendizaje y Orientación Profesional demuestra a lo largo de toda la República, como así también el esfuerzo inteligente y patriótico de todos los profesores que a través de la patria están sembrando la semilla del trabajo. Muchachas y muchachos aprendices: quizás ustedes no tengan todavía la verdadera sensación de la grandeza que significa este desfilar incesante por las escuelas-fábricas, este desfilar incesante por la capacitación y por la elevación cultural y social de la masa argentina. Tal vez dentro de diez o veinte años todos ustedes precursores en esta hora, podrán disfrutar de la inmensa satisfacción de ver millones de obreros argentinos con el más alto grado de capacitación luchando por la grandeza de la patria. No me enorgullece tanto que seamos el país que marcha a la cabeza del mundo en esta actividad como contemplar a todas estas muchachas y muchachos reunidos para festejar el Día del Aprendiz, que ha pasado a ser para nosotros un día de dignificación, porque abarca y simboliza lo más sagrado que la vida tiene: el trabajo. Pido a todos los que me escuchan, y en especial a las delegaciones de todas las escuelas de la República, quieran llevar mi abrazo afectuoso a todos los compañeros que en el interior están esperando nuestra palabra desde Buenos Aires. Que piensen que cuanto más lejos estén más los queremos y más nos preocupamos por ellos. Y, finalmente, deseo en este día dedicar todo mi pensamiento, cono también todas mis esperanzas, a ustedes que son a quienes hemos de entregar esas banderas de la patria para que las conduzcan a la gloria y aseguren la paz y el trabajo constructivo de la Nación. Y quiero también, para terminar expresarles mi ferviente deseo de que sean ustedes inmensamente felices, llevando el más honroso de todos los uniformes que es el uniforme del trabajo argentino. …
1954-06-23
En el acto de clausura del congreso del Sindicato de Obreros y Empleados del Ministerio de Educación
Compañeras y compañeros: Siguiendo una costumbre ya establecida en la Casa de Gobierno, nos hemos trasladado a la CGT para asistir a la clausura del congreso del SOEME. Yo les agradezco muchísimo la amable invitación que me han hecho, porque así tengo la inmensa satisfacción de poder saludar directa y personalmente a todos los compañeros que han constituido este congreso. Y de paso también nos permitirá cambiar algunas ideas sobre nuestra inquietud común, que es la organización sindical en sus numerosos y diversos aspectos. Yo termino de escuchar una afirmación del compañero secretario, que es verdaderamente sabia y prudente. Él ha dicho que no hay que esperar que todo lo hagan otros en la tarea común y de responsabilidad común de la organización, sino que es necesario que cada uno de nosotros, en la medida de nuestras fuerzas, y en el puesto de combate que nos ha tocado, sepamos hacer todos los días algo que sea para bien de la organización. Yo he observado que esto es motivo, generalmente de olvido en casi todas las organizaciones. Las organizaciones están en estos tiempos más o menos infiltradas por una forma común de disensión y de disociación. Es un fenómeno nuevo en las organizaciones de orden gremial, que se ha dado en llamar la “infiltración”. Es una cosa así como la infiltración -generalmente por contagio - de todo orden de microbios en el organismo humano, al que siempre descomponen. Esto es peligroso, no quizá en los primeros tiempos, sino cuando aparecen con toda su virulencia, porque en un principio, como ocurre siempre cuando recién comienza a manifestarse una enfermedad, se dice que no es nada, que no tiene importancia. Pero después, cuando la enfermedad sigue su curso y alcanza los sistemas centrales del organismo, la lucha contra ella se hace muy difícil y a veces es imposible detenerla. En esto pasa lo mismo. A menudo, los dirigentes decimos: “¡No es nada! ¡Qué pueden hacer!” Pero esa es una cuestión que nos obliga a nosotros a pensar todos los días en algo nuevo para la organización. A mí me complace la organización de estos congresos, porque es en ellos donde se cambian opiniones entre la gente leal y de buena fe para con la organización. Ello es de extraordinaria importancia, especialmente en las organizaciones estatales y también en los sindicatos que están todos los días en la misma tarea de organización del pueblo en que estamos nosotros. Lo que interesa es llevarla adelante imponer esos estados de cosas para no caer en la molicie de antes y volver a los viejos sistemas. Si a mí me pidieran las organizaciones retornar a lo de antes porque desean estar como en aquellos tiempos, me harían un gran favor, porque representa para mí un gran sacrificio el estar peleando para no volver a lo de antes. Pero pienso que nadie desea volver a esa etapa que hemos superado. De ello no hay duda; y es una cuestión que no pongo en duda. Cuando se habla de ese fenómeno de la infiltración es porque las organizaciones carecen de autodefensas. Si el hombre, si el organismo humano, no tuviese su auto defensa, dicen los entendidos que hace ya millones de años hubiera desaparecido de la tierra, sería una especie extinguida. El hombre vive merced a esas autodefensas orgánicas y a sus sistemas de autodefensas que impiden la infección. Si esto a que nos referidos fuera algo que se pudiera aplastar, no habría problema. Cuando el elefante ataca, coloca una pata arriba de su enemigo y se termina todo. Pero al microbio no se lo puede aplastar así. Por eso, deseo aprovechar estas circunstancias para hablar ante este congreso, y como después mis palabras se publican, van a poder llegar a los demás compañeros. Esta es la tribuna de nuestra conferencia diaria sobre situaciones de nuestra organización. Ahora bien, ¿cuales son las infiltraciones de nuestros días y cuántos son los que se infiltran? Los que se infiltran, lo hacen al grito de “Viva Perón” Si ellos intentaran entrar en otra forma, seguramente no lo iban a poder hacer. Esto se va produciendo paulatinamente. ¿Por qué? Porque es hecho por gente malévola, pero inteligente, que ha seguidos cursos especializados para esto tipo de trabajo, ya sea en un país o en otro. Se han capacitado perfectamente bien para ser agentes de provocación, agentes de desorden. ¿Contra quien luchan ellos? Primero, luchan contra los dirigentes; luchan contra el peronismo y lo hacen, repito, al grito de “Viva Perón”. Para entrar en las organizaciones van abrazados de los dirigentes sindicales, van atrás de ellos y les incitan a hacer esto o aquello. Van prendidos del saco de los dirigentes porque de lo contrario no entran en el sindicato. ¿Contra quienes trabajan? Precisamente, esta gente trabaja contra el dirigente sindical para que este caiga y pasan así adelante, reemplazándolo. A esta gente directamente no la obligo nadie. Este tipo de infiltración se esta producción en todas partes; es algo así como una infección, como la que se produce en los citrus, que comienza por una raíz, luego pasa a la otra y cuando uno se quiere acordar están todos los árboles apestados. Pero hay varias maneras de evitarlo, recurriendo a naranjas amargas o a cualquier otra cosa desagradable. Todo ello forma parte de la defensa nuestras organizaciones. Siguiendo con esta cuestión, yo he de decir que nosotros estamos perfectamente bien informados, porque no solamente observamos lo que hacemos nosotros sino también lo que hacen los otros, los infiltrados. Ellos no actúan individualmente. Nosotros tenemos un ejemplo magnífico con lo que pasó hace poco en un sindicato muy importante en el que había luchas por aumentos de salarios y todas esas cosas. Nosotros venimos propugnando desde hace mucho tiempo por los aumentos de salarios. Queremos que cada uno gane todo lo más que pueda ganar, de acuerdo con el lugar donde actúa, de acuerdo con lo que hace y de acuerdo también con el beneficio que obtenga el patrón. Cuanto más beneficio saca el patrón, tanto más queremos que pague a los obreros. Lo que nosotros queremos, en pocas palabras, es que todo el mundo pague lo más que pueda pagar a su personal para que haya una real compensación del esfuerzo y el beneficio resulte repartido por partes iguales. Ahora, ¿que es lo que quieran los infiltrados? Ello dicen que yo he abandonado los obreros y piden que yo intervenga diciéndoles cuales deben ser los salarios de cada uno. Claro, si yo hago eso, ¿para que servirían los dirigentes? Ellos creen que son vivos, y todos los días hacían una manifestación hasta la estatua de Belgrano gritando: “Queremos a Perón”. Creían que yo iba a ir allí para decir que los salarios debían ser tales y cuales y, de esa manera, desautorizar que desde hacía tres meses estaban luchando para conseguir mejoras. Si yo hubiera hecho eso, me hubieran prestigiado ante algunos, pero hubiera desautorizado a los dirigentes. Existe toda una técnica en materia de infiltraciones. El infiltrado va a la comisión directiva del sindicato y allí es amigo de todos, se mete en todo y nunca hace nada. Pero él siempre dice que hace todo. En todas partes existen infiltrados. Los hay en las oficinas públicas, lo mismo que en los sindicatos. Es un tipo al cual ya todos conocemos. El infiltrado es amigo del dirigente, pero cuando va a otra parte, agita el ambiente contra el mismo, diciendo “No sean sonsos, ¿no ven que están entregados?”. “Van a hacer lo que diga el ministro”, etcétera. Ustedes saben mejor que yo como actúan. ¿Que es lo que se busca con esto y que es lo que se consigue? Yo dije una vez que si la oposición tuviese la posibilidad de tener todo los diarios a su servicio, como los tenían antes, sería capaz de convencer al pueblo de que antes eran ricos y felices y que ahora son pobres e infelices. Es una suerte tal de vivos los que hacen ese trabajo, que son capaces de convencerlo, así como habían sido capaces de convencer al mundo, a través de un siglo, de que era la única forma de vivir; que ellos eran los grandes taumaturgos de la felicidad. Explotaron durante ese siglo a la gente, y la engañaron de tal manera, que el mismo pueblo salía a la calle a defenderlos y ellos los estaban estrujando, y explotando de la forma mas espantosa. Al pueblo se lo engaña fácil si no está preparado para no dejarse engañar. La gente desaprensiva y de buena fe es siempre engañada por el individuo de mala fe. Para ponerlo en evidencia no hay nada más simple que un caso concreto. Yo sabía que ahora, con motivo de la renovación de los convenios, estos infiltrados iban a tratar de producir líos e inconvenientes. Reuní a todos los compañeros dirigentes, en Olivos, hace unos meses, cuando conocimos ciertos antecedentes y les dije lo que iba a pasar. Se lo expresé a todos los dirigentes de la CGT y a los secretarios gremiales de casi todos los gremios de Buenos Aires. Todo eso nosotros ya lo sabíamos con mucha anticipación. Tan es así, que hicimos saber a todos los dirigentes gremiales que era lo que se buscaba con esa infiltración que perseguía una determinada finalidad que no era precisamente de bien gremial. Por eso digo que detrás de esto no puede haber buena fe. Todo es trabajo de mala fe, es maniobra que se está realizando. La aprovechan los políticos, es decir, creen que la aprovechan. En realidad, tampoco la aprovechan. La aprovecharán unos cuantos vivos, metiendo desorden donde lo pueden hacer. En un momento dado, como por ejemplo en este, en que se produce una cuestión como la nuestra, de salarios, etcétera, se presentan allí para hacer su agosto. Y lo harían si yo fuera tan poco inteligente que me prestase. Pero como yo, en tantos años que actúo en esto, ya me he hecho tan, diríamos, sensible, resulta que un mes antes ya sé lo que quieren. Lo sé porque hay algo en el aire. ¡Van diez años que llevo peleando con ellos¡ Ya los conozco completamente. Cuando se mueven yo ya sé lo que quieren. Tan es así que nosotros sabemos todo esto que se iba a producir. ¿Pero que hicimos? Los dejamos; los dejamos que actuaran, porque para conocer a un cojo, dice el refrán, lo mejor es verlo andar. Como éstos trabajan infiltrados y siempre más o menos disfrazados o disimulados, hay que dejarlos. Ahora ya sabemos quienes son. Nosotros no les vamos a hacer el juego para que sigan perturbando y molestando a la gente, porque al final traen un gran perjuicio para, la organización, para los dirigentes y para la propia masa trabajadora. Son una veintena o treintena de vivos, con caras de infelices. En realidad no tienen nada de infelices, pero la cara sí. Eso es lo que les ayuda, porque después van y hacen creer a los demás que son probrecitos. También a esos nosotros los conocemos y tenemos sus prontuarios. Ahora bien, digo yo lo siguiente: ¿quién tiene la culpa de todos esos vividores actúen? Porque este no es un tipo especial de vividor. Es como el “padre de los pobres”, que se para en la puerta de la Casa de Gobierno y vende automóviles y es influenciante de cualquier cosa. Es un vivo, un estafador. En el orden de las influencias, que hoy ninguno tiene, siempre actúa ese que dice: “Yo le saco cualquier nombramiento”. En realidad no saca nada. Lo único que saca es la plata y desaparece con todo. En el campo gremial el “padre de los pobres” es lo mismo que el otro “padre de los pobres”. Es un estafador que actúa de una manera mientras este actúa de otra. La diferencia está en que aquel que saca la plata, va a la comisaría por estafador, mientras que este no la sacará, pero sí siempre alguna ventaja o cualquier otra cosa y debería también ir a la cárcel por estafador. ¿Quien tiene la culpa de todo esto? Como dicen los paisanos: “La culpa no la tiene el chancho sino el que le da el afrecho”. En nuestro caso la culpa la tenemos nosotros mismos; que los dejamos actuar. Con ellos no se puede tener consideraciones porque pasan por infelices pero en realidad no lo son. A veces hasta decimos: “Ah, pero la libertad y la ley”… No, no. Esto es una cosa muy linda para considerarla con la gente que trabaja lealmente. Cuando uno va a pelear con un individuo, sí es un caballero lo pelea de frente, lo desafía y sí quiere hacer un duelo con guante blanco, también se lo aceptamos. Pero sí uno se encuentra con una serpiente en el camino no le va a hacer frente caballerosamente. Se le pega un golpe en la cabeza y se termina el problema. Esto es una suerte de serpiente; es un tipo infeccioso que está trabajando dentro del cuerpo de nuestra organización social. La culpa es nuestra. Algunas veces, de buenos, los toleramos, y otras de tontos no los conocemos y no nos damos cuenta. En estas cosas hay que avivarse porque esta filtración representa un grave peligro. Yo les voy a indicar donde está ese peligro y como se actúa. Todo esto yo lo voy tratar profundamente porque estoy haciendo un estudio. Si nosotros hemos progresado en nuestra organización del país, ha sido porque hemos seguido esto muy de cerca. Aquí sucede lo mismo que cuando una madre tiene un niño para cuidar. El chico crece sano, lindo y fuerte, no solamente porque Dios es bueno, sino porque la madre se preocupa todos los días por la alimentación que le tiene que dar. Ve si crece sano y vigila de cerca todo lo que come. Si ella no procede así, probablemente el niño moriría. La organización crece sana y fuerte porque nosotros somos los padres de ella, porque la vigilamos todos los días para ver cómo va la casa, como se va consolidando y afirmando en el tiempo. Ese es el deber de los dirigentes. El día en que los dirigentes de todas las organizaciones se preocupen de esto, de la misma manera que nos preocupamos nosotros de estudiar detalle por detalle, cosa por cosa, para solucionar las situaciones de conjunto, la organización no va a tener nada que temer ni siquiera a las infiltraciones de nadie. Si cada uno de los dirigentes no se ocupa por sí dentro de la función que tiene asignada, todas las organizaciones estarán en peligro. Digo esto porque lo que ellos quieren es que nos peleamos y que nos destruyamos en una lucha inútil y estéril, por intereses personales porque cuando dos dirigentes se enfrentan, es por intereses personales. Si los dos lucharan por la organización, no podrían enfrentarse los dirigentes. Por eso, en estos últimos días, durante los que hemos dejado andar al cojo para ver como anda, hemos visto que solamente hay crisis en aquellos gremios donde sus dirigentes están divididos en dos bandos. El origen está en las luchas entre los dirigentes superiores de la organización. Digo esto acá porque sé que la SOEME no tiene problemas, y no creo que los vaya a tener en el futuro. Hay gremios, en cambio, donde han aprovechado los infiltrados. Para nosotros es una cosa bien simple, pero ellos no tienen la culpa. La culpa la tienen nuestros dirigentes que, como digo, son demasiados buenos o no han sufrido lo suficiente como para darse cuenta. Los que tienen algunas canas y saben de la lucha callejera por un aumento de diez centavos, que quizá no conseguían, los que han pasado todas esas penurias saben lo que es la lucha sindical, lo que cuesta y la importancia que tiene. Los muchachos jóvenes no se dan cuenta o inconcientemente se prestan a muchas cosas que los viejos, que han luchado, no se van a prestar, porque tienen la dura y amarga experiencia de la lucha sindical de los antiguos tiempos. Yo he sido oficial y sé las órdenes que recibíamos cuando se producía alguna huelga. De manera que yo sé bien como se actuaba antes y como se actúa ahora. Conozco muy bien el panorama. Por eso, terminando esta conversación, debo decirles que es necesario que los dirigentes se pongan de una vez por todas a estudiar estos problemas. La oposición, para agitar, tiene toda una organización regular que funciona permanentemente, y todavía se reúne todos los días para ver que van a hacer para destruir al dirigente que esta al frente de la organización y quitarle la misma. Y nosotros nos reunimos para tratar un montón de cosas y nos olvidarnos de tratar eso, que es lo que nos va a mover el piso en el momento oportuno, nos va hacer perder el equilibrio orgánico. Este es un punto de ninguna discusión gremial no debe olvidar, porque es el punto de partida de la defensa de la organización. En este momento nosotros debemos ser decididos y hacer frente a esta gente en cualquier terreno. Nosotros, si no somos los molestados, no vamos a iniciar ninguna acción, pues estamos perfectamente con nuestras organizaciones y el gobierno está perfectamente bien con su actual situación legal. Pero que “no le tiren de la cola al diablo”, porque la reacción va a ser bastante fuerte, y el día que haya empezar, empezaremos y vamos a emplear el mismo sistema de ellos, pero si, les aseguro yo, que el día que empecemos, vamos a terminar y ellos se tendrán que ir. Lo único que, en general, yo creo que hay que hacer es ver un poco estos asuntos, darnos cuenta de estas cosas y no tomarlas desaprensivamente, sino con toda seriedad. Hace ya mucho tiempo que yo he querido crear el fuero sindical para las organizaciones obreras, a través de una ley del Congreso. En otras palabras, darle autoridad legal a dirigente, y si hasta ahora no se ha hecho, es porque hay muchos individuos infiltrados dentro del movimiento que van a hacer uso indebido de la autoridad legal que posean y a lo mejor, íbamos a darle fueros a un infiltrado que esta dentro de la organización para perturbar y echar abajo la misma. El general Perón se refirió de inmediato a la actuación de los partidos políticos opositores como agentes de esa infiltración, recordando como sus dirigentes se han unificado en la tarea de desorganización de los gremios. Prosiguió diciendo el jefe de Estado: Es por eso que tenemos que ir organizándonos para enfrentar la malicia y la inmoralidad de esa gente. Nosotros sabemos adónde van y contra quién luchan: contra los dirigentes. Contra mí no luchan. ¿Ustedes conocen la voz de orden en la calle? De Perón, nada. Ellos nunca hablan mal de Perón, porque saben que si lo hacen la reacción podría ser violenta. Y ellos no quieren líos. Pero hablan mal, de los dirigentes que están con Perón, que es una linda manera indirecta de hablar mal de nuestro movimiento. Porque Perón no es Perón, Perón es el Movimiento Justicialista. Eso es Perón. Todo eso es lo que nosotros debemos entender. Debemos luchar para mantener eso. Ese espíritu es el que va a hacer grande a la República y que va a consolidar la felicidad que hemos alcanzado. No creo que hayamos alcanzado todo lo que podíamos alcanzar; sé que hay gente que tiene necesidades, pero ¿que quieren que hagamos si ellos durante muchos años nos dejaron muchos problemas por arreglar? Endeudaron y entregaron al país. Nosotros en diez años, vean todo lo que hemos hecho y si nos dejan cinco años más vamos a resolver todos los grandes problemas que ellos crearon. Nosotros debemos defender a nuestros dirigentes porque la acción de todo ese movimiento de distorsión va dirigido precisamente, contra los dirigentes. Esa gente quiere sacar a los dirigentes para ponerse ellos, pero no para hacer lo que debieran hacer, porque si vinieran aquí de buena fe para defender todo esto, para nosotros es igual que lo haga uno u otro. En cambio, ellos vienen aquí de mala fe. Vienen a luchar, no por ellos y por la defensa de sus compañeros, sino por una finalidad distinta que no es la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación. Repito: si ellos vinieran de buena fe, nosotros le entregamos lo que quieran, pero, desgraciadamente, ellos no vienen de buena fe. A mí no me interesa como piensan, pero sí me interesa que actúen como argentinos y procedan como tales. Si nosotros vemos que tienen como fin destruir todo lo hechos, no lo vamos a permitir ni por la ley, ni por cualquier causa. En esto hay que estar bien en claro. Aquí se es amigo o enemigo. Así entiendo yo la vida; lo demás es hipocresía. De una persona soy amigo o enemigo. Si soy amigo, le doy todo; si soy enemigo, nada. Bien compañeros: perdonen que yo me haya extendido un poco sobre estas cosas, pero creo que estas reuniones son muy constructivas, sobre todo cuando podemos abordar un tópico o un tema de tanta importancia y tanta trascendencia para nuestro perfeccionamiento como el que terminamos de tratar. Por otra parte, he de reunir, y eso lo he de realizar en la Capital, a todos los dirigentes sindicales del país para entregarles el fuero sindical. Pero eso será cuando ningún bandido de estos que hemos mencionado, quede en la dirección del movimiento sindical y cuanto nos hayamos asegurado que cualquiera de esos que vienen a luchar contra la República y a favor de un país extranjero, cualquiera sea éste, haya desaparecido. Cuando los hombres que trabajan en el movimiento sindical no estén de lado de ninguna de las dos partes en que está dividido el mundo y luchen y mueran para que ningún imperialismo pueda imponerse aquí, cuando eso sea una realidad nosotros no solamente estaremos orgullosos, sino que será un placer entregarles a nuestros dirigentes la absoluta autoridad que ellos deben tener, amparados por la ley, mediante un fuero que los ha de proteger en el ejercicio de sus funciones contra cualquier cuestión extraña al sindicalismo que se produzca. Esto es lo que nosotros queremos hacer; pero esa garantía no la podemos dar mientras existan estos bandidos en las organizaciones. Por eso, esto es una limpieza que tenemos que hacer. Para hacer estas manifestaciones yo me he valido, en esta ocasión, del Congreso de la SOEME, porque al fin de cuentas, todos somos agentes del Estado, como soy yo, y para mí vale más el que más hace aunque tenga el puesto más modesto y más humilde. Y entre agentes del Estado, como somos todos nosotros, sea cual sea la función que tengamos, podemos hablar con toda claridad y con toda lealtad y sinceridad. Estos congresos, compañeros, tienen una importancia extraordinaria, ya que mediante los mismos se reúnen todos los dirigentes de un gremio, por lo menos una vez al año, para cambiar ideas acerca de la marcha de la organización y para ver como se pueden ir mejorando todas estas cosas por las cuales trabajan los dirigentes sindicales. En estos congresos se ponen en contacto las distintas latitudes de la República y permiten que cada uno de nosotros vayamos siendo más y más amigos y con los mismos se cumple la finalidad principal, que es el desarrollo de la solidaridad, que es la fuerza motriz que hará triunfar a las organizaciones sindicales, en la misma forma que hará triunfar a los pueblos y a las naciones. Sin solidaridad los hombres nunca lograrán la justicia social. Por eso es que tienen importancia estos congresos, en los que se cambian ideas entre gente que viene de todos los puntos de la República. Los mismos son extraordinariamente constructivos cuando el buen espíritu preside las deliberaciones, como ha ocurrido en este congreso que ustedes terminan de realizar por el cual yo los felicito. En el Ministerio de Educación, y esta es la información que tengo del propio señor ministro, ustedes representan una organización muy buena de la cual él está encantado. El me dijo esta mañana, que sería inmensamente feliz si todas las otras actividades del ministerio se organizaran como está organizada la SOEME, lo que es un gran elogio en la época y en el sentido justicialista. Nosotros no concebimos al hombre de otra manera. Lo concebimos siempre en una organización. Lo concebimos siempre dentro de una organización solidaria, donde el hombre no es un lobo para el hombre ni es un salvaje permitido por la civilización, que vive suelto, sino que es un hombre que vive en sociedad, en comunidad, vale decir, sirviéndose de la buena compaa y sirviendo también a la buena compaa de los demás. Yo sé que ustedes hacen un culto de ese sentido solidario. Conozco de la organización de ustedes quizás más de lo que se imaginan, y sé que ha alcanzado ese sagrado progreso y va hacia adelante no porque tenga muchos asociados sino porque tiene buenos dirigentes. Las organizaciones no valen por el número de asociados o de cotizantes sino por la calidad de los dirigentes que la encuadran y la dirigen. Siempre digo, en este sentido, que vale más cien ovejas mandadas por un león que cien leones mandados por una oveja. Finalmente quiero terminar estas breves palabras pidiéndoles a los compañeros que se van a dispersar en todas direcciones, quieran ser interpretes de mis pensamientos y de mi saludo afectuoso a todos los compañeros de la SOEME, como asimismo de mi felicitación a los compañeros secretarios, porque sé de sus desvelos y de su capacidad, de su honradez y de su peronismo; y para mí esto es la más grande garantía que un hombre puede ofrecer: ser honrado y ser peronista. …
1954-06-29
En el acto de clausura de las asambleas de los sindicatos ferroviarios
Compañeros: Yo deseo que mis primeras palabras sean para agradecer con toda la emoción de mi alma a los compañeros secretarios de la Unión Ferroviaria y de La Fraternidad esta amabilidad con que ya en cierta manera me abruman los compañeros ferroviarios. Yo he seguido el desarrollo de este congreso como a menudo sigo el desarrollo de todas las actividades de los compañeros. Hemos conversado con las comisiones directivas y me han enterado perfectamente bien de cuáles han sido las importantes ponencias que se han discutido durante las deliberaciones de este congreso, donde con satisfacción veo la acción mancomunada de la Unión Ferroviaria con la Fraternidad. Y sé bien cuál es el espíritu de los ferroviarios; conozco perfectamente bien como sienten y como piensan, porque con ellos venimos tratando numerosos problemas de carácter gremial y nacional desde 1943 hasta nuestros días. He visto como los dirigentes de la Unión Ferroviaria han encarado en numerosas ocasiones todos los problemas; los he visto en cierta manera fortalecerse y consolidarse en las organizaciones. En esto, compañeros, estriba la profunda fe que tengo por la organización ferroviaria, tanto en la Unión como en la Fraternidad, y la confianza que el propio país tiene en la responsabilidad de los dirigentes que encuadran y conducen los ferroviarios argentinos. Es indudable que la tarea se los dirigentes en nuestros días no es fácil; no lo es porque en el mundo las distorsiones de todo orden son las reglas en las relaciones sindicales e intersindicales. Han aparecido numerosos problemas y sistemas nuevos en el orden sindical; todos los días los dirigentes sindicales encontramos alguna novedad tanto en la acción como en el desenvolvimiento de la política sindical. Y es Indudable también que en el largo accionar de las organizaciones gremiales el mundo asiste todos días a numerosas novedades. Es que la lucha en los pueblos está en plena, gestación; es como cuando la madre comienza a notar dentro de su propio ser los movimientos del nuevo vástago, diríamos, ya en formación y en conformación. El movimiento sindical del mundo asiste en estos momentos a una gestación que ha de desenvolverse y que algún día ha de alumbrar a las nuevas organizaciones, destruyendo los antiguos y caducos andamiajes de la organización capitalista, y destruyendo también los falsos mirajes de nuevas organizaciones que no satisfacen ni satisfarán en forma alguna a la clase trabajadora del mundo. En el orden social las gestaciones son movimientos de acciones y reacciones. Es en el espíritu de la clase trabajadora donde se desarrolla el problema, y es en la mentalidad de sus dirigentes donde se resuelvan o, por lo menos, dilucidan, los grandes problemas de la acción sindical. Nosotros no podemos escapar a eso, a pesar de haber tenido en nuestro país la ventaja de haber alcanzado una organización que en nuestros días puede ser modelo en el mundo, porque la masa trabajadora está unida en organizaciones sindicales y el gobierno las apoya dispuesto a consolidarlas y asumir toda la organización de la comunidad argentina, teniendo como columna vertebral, para mantenerla enhiesta y permanente, a la organización de los trabajadores argentinos. Estos congresos realizados por dirigentes responsables forman una verdadera escuela de la organización sindicalista. Estas son las mejores escuelas: los cambios de ideas donde los dirigentes responsables van a estudiar constructivamente los grandes problemas de la organización, en lugar de ir a la pequeña lucha rastrera por el puesto o por el cargo. Por eso digo que esta es la mejor escuela que ya va desbordando la propia organización, para encarar los problemas de acción nacional. Los congresos de la Unión Ferroviaria y de La Fraternidad, de los cuales ha salido la iniciativa de que también los obreros tomen la participación colaborando en el desenvolvimiento económico de las empresas ferroviarias, nos están demostrando que a estas organizaciones de hombres responsables también les interesa, por sobre todo, la comunidad y el país en su problema integral, y no en los pequeños problema de círculos o de personas. Si fuera necesario demostrar de alguna manera la eficacia de nuestro sistema, esta sola iniciativa del congreso ferroviario justificaría, por sobre todas las cosas, la razón de ser de nuestras organizaciones y de nuestro sistema orgánico, donde la dirección de las empresas se siente acicateada por el interés que los propios trabajadores de la empresa ponen para resolver los problemas de las mismas empresas. Vale decir que en este, nuestro sistema, no hay patrones ni obreros: somos todos argentinos en los cuales confluye unilateralmente el interés de resolver el problema de la Nación, dentro del cual, como lo han hecho notar los compañeros secretarios de la Unión Ferroviaria y de la Fraternidad, los ferrocarriles de representan uno de sus factores primordiales. No es un secreto para nadie que nuestros transportes, en sus organizaciones ferroviarias, son deficitarios. Por otra parte, no es tampoco un problema argentino: es un problema del mundo. Donde los fletes y pasajes no han sido elevados a límites extraordinarios, los transportes producen dificultades. Las industrias hoy están cobrando precios tan exorbitantes por su producción, que la amortización de las empresas públicas de transportes tienen que ir a tarifas inalcanzables o, de lo contrario, a déficit que han de ser enjugados por la comunidad. Sin embargo, considerando el estando de nuestros ferrocarriles, podríamos decir que no todo el déficit se refiere a la carestía de materiales que compramos y ponemos en servicio; también es atribuible déficit, hablemos con franqueza entre compañeros, a errores explicables de organización y funcionamiento y, también, a deficiencias naturales del trabajo. Es decir que todos tenemos un poquito de culpa. Como el objetivo que nosotros debemos perseguir no es atribuirnos los unos a los otros a la culpa que podamos tener, y como el Estado tampoco rehuye su responsabilidad, ni rehuye el deber que tiene de proveer al mejor servicio, tampoco los trabajadores deben rehuir su propia responsabilidad en el cumplimiento de sus tareas y de sus funciones. No nos adjudicamos responsabilidades; todos las tenemos en forma mancomunada. No soy solamente yo el responsable de los ferrocarriles, ni lo es solamente el Ministro de Transporte; son responsables todos los que, de una manera directa o indirecta, trabajan y viven de los ferrocarriles argentinos. Y es lógico que siendo nuestra la responsabilidad, sea también nuestro el interés por resolver el problema. Por eso apruebo la iniciativa de los obreros de coparticipar en esa responsabilidad, formando las comisiones pertinentes en las que, juntamente con el señor ministro de Transportes, las autoridades de las empresas, los trabajadores que la constituyen han de estudiar acabadamente el problema, para ver dónde están los defectos y donde están las equivocadas medidas administrativas y orgánicas. No lo haremos para echarnos las culpas mutuamente, sino para subsanar y resolver esos problemas. Yo creo, como muy bien lo ha pensado el congreso de la Unión Ferroviaria y de la Fraternidad, que la colaboración de los trabajadores es la base decisiva para el estudio de estas cuestiones de empresas. Cuando le pedí su opinión al señor ministro, se decidió entusiasmado a formar esas comisiones mixtas de funcionarios y de trabajadores para estudiar estos problemas, y me ha prometido, además, que el personalmente las va a presidir, para que sus resoluciones sean efectivas y me pongan en ejecución inmediatamente en todas las empresas del país. Por eso, compañeros, al expresar esta, mi esperanza en la solución rápida de estos problemas -que será la solución a la vez de muchos otros problemas– agradezco profundamente a los congresales de la Unión y de La Fraternidad que tan inteligentemente lo han encarado, enfocándolo en sus verdaderas proyecciones, proponiéndonos los verdaderos caminos para llegar a las soluciones definitivas de los mismos. Además, debemos cuidar nuestra metalurgia y nuestra siderurgia, en forma tal que podemos paulatinamente ir resolviendo todos los problemas de abastecimiento de la industria del transporte para que en el futuro no nos pase lo que nos pasó en última guerra, durante la cual no recibimos ni un tornillo durante cinco años. Que en futuras ocasiones no se reproduzcan los fenómenos de la última guerra, que estemos capacitados para no dejar envejecer ni romper el que tenemos la obligación de mantener en servicio todos los días. Esto no solamente traerá el perfeccionamiento del servicio, sino que también traerá la amplificación del gremio ferroviario, extendiéndola a todas sus construcciones especializadas, dando trabajo a muchos compañeros que, por una u otra circunstancia tienen aptitudes para encarar nuevas actividades, sino que también permitirá incorporar toda la gentes joven, hijos y descendientes de ferroviarios, que quieran, como sus padres, seguir honrando los rieles argentinos con su actividad y con su esfuerzo. Compañeros: yo he querido referirme extensamente a este asunto porque en los momentos actuales, las economías de todos los países del mundo representan graves problemas ya que el mundo vivo actualmente en una convulsión económica. Todo lo que antes resultaba solucionado por un sistema hoy no tiene solución por ese sistema; hoy hay que estar todos los días al pie del cañón para resolver de la mejor manera cada caso concreto que la economía del mundo plantea todos los días de una manera diferente. Ya se acabaron los sistemas; hoy ya no se puede dormir la siesta cuando hay que manejar la economía. Todo esto, en consideración al problema ferroviario es, en cierto sentido, un tanto perentorio. Yo he reconocido públicamente que muchos trabajadores de los ferrocarriles no están bien pagados de acuerdo a sus aptitudes, a sus títulos y a sus capacidades; pero, desgraciadamente para nosotros, no podemos hacer un esfuerzo extraordinario para pagarles mejor. En estos últimos acuerdos, pudimos todavía hacer un esfuerzo dentro de la delicada situación de la economía presupuestaria. A pesar de que hemos ido ajustando los déficit, todavía estamos como un déficit que aumentará extraordinariamente con las nuevas mejoras determinadas por los acuerdo recientes. De cualquier manera, no es mi intención hablar aquí de millones, sino de plantear un problema: la posibilidad de nivelar los gastos en forma de poder suprimir los inútiles. Hay infinidad de medidas que pueden tomarse: en la máquina, con el combustible y en muchos aspectos más. Es preciso hacer como en el hogar, cuando se apaga la luz para que a fin de mes, en vez de pagar trece pesos, se paguen seis. Con los ferrocarriles tenemos que realizar más o menos lo mismo. Muchos piensan que la economía tienen que hacerla los otros, pero no es así. Debemos efectuarla todos. Hay que tratar de que ese combustible que gastan los ferrocarriles no pierda el cuarenta por ciento de su valor calorífico por la mala instalación. Eso corresponde a las empresas, que deben vigilar que las hornallas sean buenas y no arruinen los caños de las calderas, lo mismo que otros muchos detalles. Pero también el maquinista y el foguista tienen algo que ver en ese asunto. Es decir que aquí vamos todos asociados en una acción común. El Estado no tiene ningún interés en ganar dinero con las empresas ferroviarias. No deseo que el Estado gane con los ferrocarriles, pero quiero que los obreros ferroviarios estén bien pagos. Pero para solucionar esto es menester que nosotros hagamos rendir a los ferrocarriles: no es junto que el Estado saque un peso de los ferrocarriles; más no es justo tampoco que los ferrocarriles saquen muchos pesos del Estado. Tanto es así, que si yo pudiera entregar cada empresa al personal para que la administrara y ganara todo lo que quisiera, lo haría; pero estoy seguro de que les entregaría un presente griego, porque no alcanzan a cubrir gastos. Esto con respecto a la empresa de explotación. Hay otras que son de fomento, a las cuales tendremos que sostener y mantener como se ha sostenido y mantenido siempre; pero no con el hambre y la miseria de los que trabajan en ellas, sino con la subvención que el Estado debe aportar cuando se trata de promover riquezas y adelantar zonas alejadas y abandonadas de nuestro país. Pero esto es otra cosa; vayamos a las empresas que deben dar ganancia porque funcionan en zonas de explotación donde lógicamente tendrían que producir beneficios, sobre todo si consideramos que todo lo que han costado los ferrocarriles lo pagó el Estado sin cobrarle a las empresas además de estar subvencionados casi con el treinta por ciento de todos sus gastos. Solucionando esto, que es de sí importante, se resolvería definitivamente el problema. Los mejores accionistas de los ferrocarriles podrían ser los propios obreros ferroviarios. Ellos deberían ser los dueños de los ferrocarriles y yo habría realizado la más maravillosa de todas las empresas que pueda llevar a cabo un argentino: hacer que cien mil hombres que antes trabajaban explotados por el capital para pagar dividendos, lo hagan ahora alegres y felices para pagarse sus propios dividendos. Esa colaboración, que yo espero sea decidida y total, da el primer paso en esa dirección, comienzan ya los dirigentes a tomar activa en los negocios de las compaas y a aconsejar que es lo que hay que hacer con esas empresas para que empiecen a dar ganancias puedan ser mejor redistribuidas entre los propios trabajadores de la empresas que las promuevan. Yo les pido que ganen plata con los ferrocarriles, no para el Estado ni para mí, sino para los propios ferroviarios, porque sino se obtienen beneficios no vamos a salir nunca de pobres los que trabajadores en ellos. Repito, yo no les pido que trabajen para el patrón ni para el Estado; les pido que trabajen para los propios ferroviarios; que ahorren para que, en vez de millones de déficit tengamos millones de ganancia, puedan repartírselos entre ustedes. El Estado no les va a sacar un solo peso. Por eso, cuando el gerente de la empresa o el director de Tráfico comete un error, les está quitando plata a los ferroviarios, y es deber de ustedes llamarlo al orden diciéndole que no debe derrochar dinero. De la misma manera cada uno de los trabajadores debe aceptar la reprimenda que le hace el gerente en el sentido de no tirar el dinero y su consejo de ahorrar para todos. En los dos casos, el que llama al orden tiene razón porque esta trabajando para todos. Esa es la situación real, compañeros, y conste que yo no quiero dramatizar. Quizá si yo fuese un hombre que se asustara por cosas pequeñas, estaría con un pánico terrible por el déficit. Pero entiendo que si se proceden déficits, los ponemos en las cuentas de las deudas internas y eso ya es plata que no debemos entre nosotros. Lo malo es deber afuera, que es lo que yo no quiero. Naturalmente, lo mejor de todo es no tener deudas. No es nada deberle al padre, a la madre o a los hermanos; lo malo es deberle a los extraños, y el desideratum es no haberle al padre, ni a la madre, ni a los hermanos; que lo deben a uno, es mucho más cómodo. Todo este trabajo ha de realizarse por el camino que ustedes terminan de aconsejar en su congreso, y creo que si es necesario el señor ministro ha de tomar las medidas para que cada empresa se maneje por sí. Haremos empresa separadas, cada una con su administración, y así sabremos quienes son los “chambones” y quieres no lo son. Eso servirá para despertar la emulación de las propias empresas. Cada uno de los trabajadores pondrá un poquito todos los días para andar mejor; luego cotejaremos públicamente cuales son las empresas que dan ganancias y cuales son las que dan pérdidas, descartando, naturalmente, algunas que siempre tienen que arrojar déficit, porque están en zonas que no pueden producir beneficios actualmente. Como quiera que sea, tendremos un índice para saber quien es quien, quien va hacia delante y quien se estanca o retrocede. Sobre todo, compañeros, no debemos olvidar que esto lo hacemos para beneficio exclusivo de los ferroviarios. Nosotros hubiéramos querido mejorar mucho los sueldos y los salarios, pero, dentro de nuestras posibilidades no podemos hacer milagros. No se trata aquí querer solamente, pues elevaríamos los déficits a un ritmo tal que llegaría un día en que nos juzgarían por las deudas que contraeríamos. La iniciativa y la iniciación de este movimiento de recuperación de los ferrocarriles ha partido de un congreso donde la Unión Ferroviaria y La Fraternidad han decidido pedir ese trabajo y pedir esa responsabilidad. Cuando pase el tiempo y recordemos que a menudo los hombres no piden ni la responsabilidad ni el trabajo, sino las ventajas y la tranquilidad, tendrán los compañeros ferroviarios el mérito que se merecen al haber tomado ellos una manija en la cual debemos poner todos nuestra fuerza dar vuelta con mayor decisión y con mayor provecho para el país. Yo les agradezco en nombre del gobierno y le pido aquí, públicamente al señor ministro, que ponga también todo su esfuerzo, todo su desinterés y todo su corazón para que esta maravillosa iniciativa de los trabajadores del riel, pueda cristalizar en el futuro con el éxito de las compaas, con el éxito de los ferrocarriles argentinos, que será algo así como decir el éxito de la propia patria cristalizado en una acción de sus hijos decididos que valientemente realizan las soluciones que nunca se han podido realizar dentro del país, y que si no las realizan los trabajadores mancomunados con el gobierno, no habrá en este país fuerza que pueda reemplazarlos para cumplir esa misión. Quiero terminar, compañeros, expresándoles mi profundo agradecimiento y pidiendo a cada uno de ustedes que lleven mi abrazo a todos los ferroviarios del país en las distintas zonas que ustedes representan, y que nos comprometamos todos a trabajar desde ahora en adelante en colaboración y sin descanso para que todos los días podemos ir mejorando los servicios y reduciendo los gastos. De esa manera, nosotros, a corto plazo, hemos de triunfar en la tarea de hacer prosperar a nuestros ferrocarriles …
1954-07-13
Ante agentes censales
Señoras y señores: Yo deseo que mis primeras sean para agradecerles, desde ya, toda la buena voluntad que ustedes ponen en el desempeño de estas tareas tan importantes para nuestro propio gobierno, así como para pedirles disculpa por la molestia que les ocasionamos una vez más. Es indudable que un gobierno puede proceder tan bien como bien informado esté. En general nadie puede proceder acertadamente, sí no posee una información suficiente. Dentro de esa información, la tarea censal, vale decir, la compilación y recuento de todas las existencias nacionales tiene una importancia extraordinaria sobre todo para la planificación armónica de la tarea de gobierno. Uno de los problemas más graves con que tropiezan siempre los gobiernos es precisamente, la falta de compilación estadigráfica respecto de los bienes que componen el patrimonio nacional, fijando el número, lugar, actividad y estado de cada uno de ellos. En general, nosotros hemos sufrido no solo las consecuencias de la falta de esa estadística, sino también las que provienen del retardo con que llegan esas informaciones. Es sabido que una información censal que llega con retardo no tiene ningún valor. Cuando nosotros llegamos al gobierno y debimos establecer el primer plano para cinco años -tarea que tuve que tomar a mí cargo yo personalmente porque no había organismos, como tenemos ahora, que pudieran encargarse de toda esa tarea de planificación y racionalización-, tropezamos con ese primer y grave inconveniente: los datos estadísticos estaban basados en antiguas compilaciones, sobres las que se habían ido ajustando cálculos aproximativos. Al respecto, diré que el primer censo que nosotros hicimos sobre población arrojo un déficit de tres millones y medio con respecto cálculo aproximativo que se tenía. Es decir que todos aquellos cálculos económicos -que siempre encontramos en los libros que tratan esas materias y que terminan siempre en un cálculo ajustado per cápita- tenían un “pequeño” error de un veinticinco o treinta por ciento. Todo esto nos indica que una tarea -ya sea de planificación o de apreciación posterior de los hechos políticos, sociales y económicos del gobierno- basada en una mala estadística nos conducirá, naturalmente, cálculos más o menos alegres pero no ajustados a la realidad. Es indudable, sin embargo, que no es posible tampoco, planificar si no se cuenta por lo menos con un dato aproximativo, eficazmente aproximativo. Los sistemas utilizados hasta nuestros días tenían tres graves inconvenientes primero que eran muy caros. El más modesto de nuestros censos costaba más de diez millones de pesos. Ese era el primer inconveniente grave, porque las partidas para los censos inciden en el presupuesto, y como son varios los censos que deben realizarse, empleando diez millones de pesos en cada uno, resultan gastos muy elevados. Segundo, que era una tarea improvisada, con personal numeroso en la mayor parte de casos, un tanto irresponsable e incapacitado. Y tercero, que resultaba el censo a través de una burocracia improvisada. Si las burocracias normales tardan un año para hacer una cosa, las improvisadas tardan dos, porque son menos especializadas. Esos tres graves inconvenientes nos hicieron pensar a nosotros en cambiar el sistema. Un censo no podía ser costoso, ni debía movilizar una cantidad enorme de gente para ello, para que los datos llegasen cinco años después de haber sido realizado. Para eso era mejor buscar y calcular los datos de otro modo; y eso es lo que se había hecho. Estuvimos casi cuarenta años sin hacer un censo de la población. Por otra parte, de esa manera no le habíamos errado por tanto, le habíamos errado por tres millones y medio de argentinos, nada más... Y eso era mejor que haber gastado muchos millones de pesos, haber recibido los datos tarde y quizá habernos equivocado por mucho más de tres millones y medio. Esos detalles nos hicieron ver que había que reaccionar contra aquellos sistemas. En primer lugar, había que buscar un sistema más expeditivo; en segundo lugar, había que hacer una buena distribución de la tarea y un buen ordenamiento para que el censo resultase más económico. Claro que con un criterio exclusivamente técnico-estadístico; con criterio político no, porque nosotros no usamos ese sistema. Antes convenía tener muchos empleados; eran diez mil nombramientos que se hacían, y dentro de la concepción política del empleo eran algo así como los “langosteros”. Ese personal trabajaba cuando se hacía un censo o un cálculo general, aunque en realidad lo que menos hacían era censar, tal como los “langosteros”, que lo que menos hacían era matar langostas. Esas eran costumbres políticas que nosotros hemos tratado de suprimir en nuestro sistema, porque los anteriores han sido poco efectivos, costosos y llenos de inconvenientes. Hicimos la primera experiencia utilizando un personal altamente capacitado y distribuido en todo el país. Echamos mano a una organización que siempre nos ha merecido gran fe, no solamente por sus valores intelectuales sino por sus valores morales, porque en el censo interviene mucho ese coeficiente de honradez que hay que tener para realizar una tarea, diremos, de fondo, con el más alto perfeccionamiento y sin descuidar ninguno de los sectores que interesan. Por esa razón recurrimos en 1952 a la colaboración de los profesores, maestros, inspectores y demás personal del Ministerio de Educación. Y si ahora los recargamos a ustedes con esta tarea, un poco de culpa la tienen ustedes mismos porque en aquella oportunidad han trabajado muy bien. El resultase obtenido fue tan bueno que el ministerio técnico ya incorporó al Plan Quinquenal esto como un sistema permanente. En numerosas partes del mundo se han hecho comentarios sobre el resultado de esto censos rápidos, que son los efectivos. Todo el mundo sabe que el otro censo sistemático es lerdo, es costoso y es inexacto. El obtener un censo barato, rápido y veraz, es un invento totalmente argentino; invento, claro está, basado, como digo en la capacidad, en la honradez y en una extensa distribución del trabajo que comprende a los maestros de todo el país. Este sistema es de por sí un elogio para nuestro magisterio, elogio para nuestra organización de la enseñanza argentina. Por eso, señores, después de realizado el censo agrícola-ganadero, tiene para, nosotros una importancia extraordinaria, precisamente en estos momentos, la realización de un censo minero, industrial y comercial. Nosotros estábamos dedicando nuestro principal esfuerzo a la industrialización del país. Ya nos hemos dado cuenta que en el trabajo de ir propugnando una mejor economía, como así también una elevación del estándar de vida de la población argentina, sin cargar un poco nuestro interés en la industrialización del país, no llegaremos a un resultado muy eficiente ni a corto ni a largo plazo. Los pueblos de agricultores y de pastores tienen la comida, pero, desgraciadamente, hay que pensar que no sólo de pan vive el hombre y nuestras aspiraciones no pueden limitarse a vegetar comiendo bien. Sin una industrialización nosotros no saldremos nunca de pobres aun que no nos muramos de hambre. Este intento de industrializar al país, es, sin duda alguna, una progresión más en nuestro trabajo de ir capitalizando la Nación, desarrollando sus grandes valores para el trabajo a través de la evolución natural que los pueblos siguen de pastores, agricultores y, finalmente, industriales. Existen algunos países en donde se combate la tendencia argentina de industrialización, ya se ha hecho en muchas partes: “Para que se industrializa la Argentina; debiera conformarse con ser la panera del mundo”. Eso se dice generalmente en los países altamente industrializados porque lógicamente, se piensa que podríamos llegar a ser un competidor más. Nosotros hemos hecho estudios sobre nuestro cálculo de posibilidades futuras y es inútil pensar en querer elevar el estándar de vida de nuestra población y ampliar nuestro coeficiente económico y financiero sin recurrir el recurso natural de los pueblos en evolución, que es la industrialización. Decididos, entonces, a industrializarnos, debemos tratar de hacerlo con el máximo de provecho y el mínimo de esfuerzo, para lo cual es menester contar con una científica organización y racionalización. De ahí que para ello debamos saber qué tenemos, cómo lo tenemos y donde lo tenemos, para luego, a través de esas informaciones, podamos nosotros influir de la manera más provechosa para ayudar a aquellos que estén efectuando el trabajo minero, industrial o comercial en el orden de la economía argentina. Nuestra tarea es ayudar, pues el gobierno no puede hacer otra cosa que tomar medidas oportunas para facilitar el desenvolvimiento de esa gente que trabaja ya a fin de que ella obtenga el mayor rendimiento con el menor esfuerzo posible. Esto nos ha llevado a la necesidad de planificar ajustadamente estas cosas y realizarlas en coordinación perfecta con las organizaciones económicas, representadas hoy en la Confederación General Económica, que abarcando los aspectos de la producción de la industria y del comercio trabaja en ajustada colaboración con nosotros. Ellos nos ayudan y nosotros, con las medidas legales y gubernamentales que tomamos, también los ayudamos en esa actividad. El censo es para nosotros de una absoluta indispensabilidad. Si hay en este momento una cuestión totalmente indispensable, es precisamente ese censo –censo minero industrial y comercial-, que nos permitirá hacer un cálculo ajustado de nuestras necesidades y posibilidades, como así también de nuestros objetivos, y planificar el mejor camino, el más corto y menos costoso para alcanzar esos objetivos que van desde la situación que arroje el censo hasta la aspiración que deseamos alcanzar en uno, dos, tres, cuatro o cinco años. ¿Qué debemos hacer para establecer ese camino y alcanzar esos objetivos? Tenemos que partir de una situación que debe ser exacta y justa y que no se puede establecer sino a través de un censo. Una vez precisando el objetivo, conocido el punto de partida, resulta muy fácil establecer el camino, como también es fácil y simple establecer el mejor camino. Y si después el gobierno y los encargados de la realización del trabajo en lo minero, en lo industrial y en lo comercial marchamos unidos, la tarea se facilita y puede organizarse perfectamente bien. Para este censo, señores, yo pido nomás, sino el mismo empeño que para el anterior, que fue tan bueno y que mereció tantos elogios. Ese resultado, como he dicho, se obtuvo gracias a la capacidad extraordinaria de nuestro personal docente -que no se puede desconocer- y a la preocupación que nosotros descartamos, porque indudablemente es una tarea de tanta importancia que ha sido perfectamente comprendida por todos los organismos y personas encargadas de realizarla. En este sentido, yo pido la colaboración tanto de quienes representan a las fuerzas de la organización económica argentina -que están tan directamente interesados como nosotros en la realización de este censo para alcanzar los resultados que nos permitan una mejor planificación y racionalización- como de los docentes argentinos que van a realizar esta tarea, para que el resultado del censo alcance tan halagadores resultados como los arroja dos por el censo realizado en el año 1952 en la ganadería y en la agricultura. Por ello, señores, yo he querido por lo menos decirles estas palabras, junto con mi profundo agradecimiento y el de todo el gobierno por la obra que ustedes están realizando. Quizá hasta ahora no todos los maestros argentinos hayan alcanzado a comprender el inmenso bien que están haciendo a La República en esta tarea. Están economizando decenas de millones de peso al erario público, y están dando la posibilidad de que nosotros actuemos con un criterio más orgánico, más racional y más acertado en las medidas que adoptaremos en nuestro trabajo gubernamental. Asimismo, están acercando a nuestros industriales, a nuestros comerciantes, mineros, agricultores y ganaderos, la compilación de los datos de conjunto, tan indispensable para que ellos puedan realizar su trabajo de la mejor manera. Esa es una verdadera obra de bien público. Así la interpretamos nosotros, y así queremos que la interpreten también todos los docentes argentinos, que rinden este señalado servicio al país con el desprendimiento y la abnegación que ya constituyen una costumbre permanente de nuestros maestros. Por eso, al pedirles que pongan el mayor empeño e interés en la realización de esta tarea, deseo hacer este público reconocimiento y unir a mi agradecimiento el de todo el gobierno, para cada uno de esos modestos maestros que en la más lejanas regiones de la patria están realizando una obra de bien público, que las generaciones de argentinos reconocerán en todos los tiempos ….
1954-07-14
Ante delegados al congreso del Sindicato Único de Portuarios Argentinos
Compañeros: Deseo que mis primeras palabras sean para agradecer a todos ustedes que me hayan invitado esta tarde a la clausura de vuestro congreso, lo que me da la inmensa satisfacción de poder saludar personalmente a todos los compañeros delegados, siquiera sea una vez de cuando en cuando. El gremio de portuarios, al que siempre he seguido de cerca, primero en forma personal durante un tiempo y después a través de la señora, ya que siempre ella me traía los pequeños problemas de ustedes, se reúne una vez más y es verdaderamente una gran satisfacción para mí verlo reunido para regularizar la situación del gremio. El ambiente en que se ha desarrollado el congreso, como así también, el que se nota en esto mismo acto, es halagador para la Confederación del Trabajo y, especialmente para el compañero Pérez del Cerro, quien con su amplio espíritu y también en nombre del amplio espíritu de la Confederación General del Trabajo, ha prestado una gran colaboración. Muchas veces hemos pensado, siempre dentro de la idea constructiva que debe presidir la consideración de la organización gremial, en la existencia de la Confederación General del Trabajo. Una larga experiencia en la República Argentina y en muchos otros países hacían siempre un poco dubitativa la existencia favorable o desfavorable de una central obrera. Hay países que tienen doce o trece centrales obreras. Hay otros donde no hay ninguna. En los que hay doce o trece, se pone en evidencia que la acción de la política sindical es verdaderamente un caos, porque centrales obreras no puede haber más que una, a la cual estén adheridos todos los trabajadores. Sin embargo, las circunstancias hacen en la política sindical, que los sindicatos se fraccionan y se agrupen en numerosas centrales obreras. Eso es un terrible perjuicio para la unidad de la organización sindical. La fuerza del sindicalismo y la fuerza de la política sindical de una organización se manifiesta a través de un organismo monolítico y único. En cada sindicato se hace lo que conviene al mismo, pero hay una cosa común que conviene a todos y que debe ser manejada y dirigida por una gran mayoría. Casualmente, cuando los Estados al servicio de las fuerzas capitalistas desean debilitar al movimiento obrero y a su organización, recurren al expediente de dividirlo, porque ese sistema es muy aparente y conveniente para aquel efecto. Hay un viejo aforismo que dice “dividir para reinar”, vale decir para poder hacer lo que uno quiera, porque divididos no tienen fuerza. En cambio, unidos -he dicho muchas veces- venceremos; desunidos, seremos el instrumento de numerosas tendencias. ¿Por qué existen tantas organizaciones o tantas centrales obreras en alguna partes? Ese es el juego de la política individual, es el caudillismo dentro de la organización sindical, y no puede existir nada peor dentro de ella. Cuando los dirigentes se convierten en caudillos para lo que pasa en la política: los hombres comienzan a servirse de la masa y no a servir a la misma; comienzan a tomar a la masa como trampolín para poder saltar los más alto que puedan. En cambio, la misión de los hombres dirigentes, casualmente, es lo inverso, es decir, sacrificarse cuando sea necesario por la masa, pero nunca servirse de esta, ni sacrificar ningún interés de ella por un interés personal. Por eso, donde la existencia y proliferación de organizaciones al servicio de individuos o al servicio de círculos individuos o de intereses extraños a la organización sindical, es lo que se impone, naturalmente comienza el movimiento sindical a disgregarse y a disociarse, comienza a perder su fuerza representativa, porque en el juego de acciones y reacciones o de ambiciones, como así también de reivindicaciones, entran a actuar las partes en diferentes direcciones. Todo lo que sea un esfuerzo divergente en la organización sindical, es un esfuerzo perdido; solamente son esfuerzos útiles aquellos que convergen hacia un objetivo que es el objetivo de la clase trabajadora. Por esa razón, lo he dicho muchas veces, si la clase trabajadora ha sido esclavizada y explotada por el capitalismo, ello se debió a su propia culpa, porque siendo los más, debieron unirse y organizarse, y así hubieran impuesto su propia voluntad y no habrían vivido librados a la voluntad de los demás. Digo esto, compañeros, porque deseo expresar en este acto mi admiración a la labor que realiza la Confederación General del Trabajo. La CGT a menudo discute conmigo los problemas fundamentales y muchas veces no estamos de acuerdo; cada uno da sus razones. Yo doy ciertas razones de Estado y ellos me oponen razones de conveniencia de las organizaciones o de los compañeros trabajadores. Discutimos fuerte sobre alguna cosa, a veces, pero esa es la CGT que se necesita; no tener una Confederación del Trabajo que se sirva de los trabajadores y de los sindicatos para obtener un relumbrón para un círculo de compañeros que están en la dirección. Con hombres que se sacrifiquen y que ejerzan como un verdadero apostolado la dirección de la GCT, ésta será fuerte y será verdaderamente una central obrera, mostrando en todas las circunstancias su decisión, su lucha y su sacrificio. Cuando la acción de todos los días va ya dirigida a lograr la unidad de la clase trabajadora, para que esta no se disocie, para que no se desorganice, a pesar de la tendencia de disociación, es decir, de las tendencias disolventes que existen en todas las organizaciones obreras, se adquirirá ese espíritu de unidad que es el espíritu de triunfo. Una central obrera que no sabe proceder con la ecuanimidad necesaria, que antepone intereses personales o de círculos a los intereses de los trabajadores, no será nunca una organización representativa. Sí lo será en cambio, cuando tenga dirigentes elegidos entre las propias organizaciones sindicales, que sean ecuánimes, justos, serios, que trabajen y se sacrifiquen por la organización de los trabajadores. Esa central obrera tendrán prestigio y podrá resolver todos esos problemas que se suscitan dentro del sindicato. Creo que no es un secreto para ustedes que el sindicalismo es una organización humana, y como tal, tiene virtudes y tiene defectos, las virtudes y los defectos de las organizaciones y de los hombres. No vamos a creer que en la organización sindical todos son perfectos. No, no; hay perfectos y también hay de los otros. En toda organización humana hay hombres que trabajan para los demás y hombres que trabajan solo para ellos. Los que trabajan los demás son los que unen; los que trabajan para sí mismos son los que separan. Hay tendencias que van tras los intereses, tras los objetivos y tras las aspiraciones del conjunto, y hay otras que trabajan para intereses de sectores, de grupos que quieran la preeminencia. Es lo mismo que pasa en el mundo con algunos países. Los hay que para hacer su propia grandeza, se conforman con lo que tienen; en cambio, hay otros que para eso mismo piensan siempre en el de al lado. Pero es indudable que en toda organización -en que a veces hay fuerzas que empujan hacia adentro, vale decir, fuerzas de aglutinación, y otras veces fuerzas que metidas dentro de la organización, empujan hacia fuera, vale decir, fuerzas de disociación- está la virtud, la ecuanimidad y la capacidad de los dirigentes para evitar que esas fuerzas que empujan desde adentro hacia fuera logren sus objetivos. Por eso digo, que alabo y encomio a la CGT, que una vez más frente a un conflicto intersindical, ha sabido elegir un compañero tan juicioso y ecuánime, como capaz, para llamar a todos los compañeros de la organización sindical de los portuarios a una solución que sea también justa y que represente también la voluntad de todo el gremio. Al realizar ahora definitivamente la elección que ha de colocar al frente a los propios dirigentes del gremio, según la voluntad soberana de los propios componentes del mismo, la Confederación General del Trabajo ha prestado al sindicato el más grande, el más significativo y el más provechoso de todos los servicios que la organización puede prestar. Por esa razón yo felicito a la central obrera y al compañero Pérez del Cerro por haber alcanzado una solución satisfactoria para todos los compañeros portuarios, en la colocación, diríamos, de su propia organización sindical en el puesto que le corresponde, encabezada por los dirigentes que la propia organización sindical quiero darse porque esta es la base. El que va a una cuestión de estas debe ser ecuánime o independiente, y yo he visto siempre que la CGT, no hace nunca cuestiones de preferencias de ninguna naturaleza. Quiere que los gremios estén encuadrados por los verdaderos dirigentes que el gremio quiera darse a sí mismo. La soberanía en la decisión de los destinos gremiales está en manos de la organización sindical. Si esta no tuviera los dirigentes que ella quiera darse, ni los fines y el desenvolvimiento que fuera su deseo, no seria una organización sindical. Nosotros hemos dicho muchas veces que en la República Argentina no queremos sindicatos títeres de nadie. Empezamos porque no los queremos títeres nuestros, del gobierno. Pero tampoco los queremos títeres de los enemigos del gobierno. Los deseamos absolutamente independientes y absolutamente soberanos, para que resuelvan, dentro de la organización, lo que quieran. Son dueños de hacer lo que quieran, son dueños de su destino. Hay algunos que dicen que nosotros dirigimos este movimiento. Pero, seríamos muy poco inteligentes y habríamos aprendido poco si tuviéramos semejante intención. Nosotros hemos aprendido que los dirigentes argentinos, son honrados y que cumplen su deber a menudo con abnegación y sacrificio, no como sucede en otros partes donde los dirigentes tienen precio; eso es lo que venimos demostrando ahora. Nuestros dirigentes están al servicio de la organización y se sacrifican por ella. Hemos dicho muchas veces que una organización sindical no está destinada solamente a la defensa de los intereses profesionales, como se hacía en las épocas débiles del sindicalismo argentino, en aquellas épocas en que había que salir a la calle y no había tiempo para otra cosa que luchar para obtener así un pequeño beneficio. Hoy el trabajo es el mismo, pero no se ejercita con violencia ni fuera de lo que naturalmente debe ser. Y esto es lo que yo siempre les recuerdo, por que hay muchos dirigentes jóvenes que no saben lo que eso era. Los viejos -no muy viejos- conocen lo que entrañaba la lucha sindical y lo que significaba enfrentar un conflicto sindical hace diez años en nuestro país más bien eso se ha convertido en una discusión que a veces tarda un poco, pero de la que surge al final una solución. Pero ante todo esto significaba salir a enfrentar a la policía, el ejército y muchas veces ir a la cárcel o al cementerio. De modo que era otra lucha muy diferente. Ahora bien, todo esto no debe hacer que nosotros no pensemos en que hay que desarrollar y mantener ese espíritu de lucha por la defensa de los intereses profesionales, sino que también nos debe dar lugar a que podamos ir pensando en otros tipos organización de la previsión social sindical, a fin de que el sindicato pueda apreciar todo aquello que va desarrollando el espíritu de solidaridad. Así como en otros aspectos, por ejemplo la fe en la religión y en dinero en la acción económica, la única fuerza que aglutina al sindicalismo es la solidaridad. La solidaridad social constituye el fundamento de todas aquellas acciones que permiten, a base de la mutualidad y a base del cooperativismo, obtener instituciones que beneficien y protejan a todos los organismos. Esto, compañeros, no puede ser obra del gobierno ni de nadie que no sea solamente obra del propio sindicato. Recuerdo que en 1944, al mencionar los sistemas de asistencia social, una de las primeras cuestiones a que aludí para la organización sindical, se refería a las mutualidades, a los policlínicos y también a las proveedurías y cooperativas que permitiesen defender bien la salud física de los asociados, o bien el poder adquisitivo de los sueldos y salarios. Todo eso es acción del sindicato. Por otra parte, yo dije que en los tiempos que vendrán, quien sabe si la lucha económica no será de una gran importancia y que los sindicatos debían empezar a administrar bien lo que tuvieran para tener también un poder económico, porque en la lucha de todos los días el poder económico ha sido a través de la historia un factor que gravita. Ya sabemos que el dinero no es la felicidad, pero hay que ver cómo ayuda a la felicidad. En esto es más o menos lo mismo. El poder económico no es todo el poder, pero es una parte del poder. Y si se tiene posibilidades, es necesario explotar lo que uno tenga a su servicio en el orden económico, conveniente y provechosamente. Yo recuerdo, por ejemplo, que he hablado del accionario obrero y que en nuestro país ya existe una cosa que ustedes quizá no conozcan: existen numerosas empresas del accionario obrero; hay fábricas e industrias enteras donde los directorios están compuestos por los propios trabajadores. Esas empresas ganan mucho más que las otras, que todavía no se han decidido a poner a los trabajadores para que colaboren en la dirección de las empresas. Todavía creen que estos deben obedecer y no concebir y trabajar a voluntad para producir más y mejor. Eso se está realizando con gran provecho. Nosotros estamos buscando la misma solución. Hace poco dije a los obreros ferroviarios que el día que pueda entregarles los ferrocarriles, se los entregaré encantado de la vida. No lo hago ahora porque están dando pérdidas que ellos no podrían solventar. Porque el asunto es para nosotros bien simple, ya que nosotros entregaríamos todo mediante el pago de una pequeña amortización. Ustedes, que cuentan con una gran parte del trabajo organizado y dirigido por ustedes, tienen que hacer triunfar las ideas del accionario obrero, no solamente ser las conveniencias directas para ustedes sino también por el buen ejemplo que eso va a representar para todas actividades nacionales, donde el trabajo pueda irse realizando mediante el sistema de propia contratación por parte de los trabajadores. Nadie lo va a hacer mejor que ustedes. Pero indudablemente, estas empresas requieren no equivocarse. Para esto, no solo se necesita buena voluntad, sino que se necesita también capacidad, y no todos estamos en condiciones de dirigir una gran empresa, y esto es ya una gran empresa, a la que hay que tratar de sacarle el provecho que esa empresa debe dar, y que ese provecho en lugar de ir al bolsillo de un intermediario, vaya a la caja común de los trabajadores en la organización sindical. Ningún trabajo es más aparente por una organización de ese tipo que el trabajo portuario en todas sus manifestaciones y en todas sus partes, sin perder por eso sentido social ni desquiciar la organización sindical. Pero hay que andar con cuidado en eso, no hay que equivocarse, hay que tener un gran cuidado, una gran preocupación, y, sobre todo, una gran inteligencia, y también vigilar a los hombres, porque los hombres somos todos buenos, pero cuando nos vigilan somos mejores. Muchas veces yo he tratado largamente este asunto con la señora cuando les entregó a ustedes las bolsas de trabajo y todas esas cosas. Es cierto que quedan algunos contratistas, pero no es trabajo nuestro el quitarle al contratista, sino es trabajo de ustedes. Y esa es la lucha económica a que me he referido antes. Hay que ir penetrando con una mejor organización, con una más eficiente organización, con una dirección más capacitada, y entonces es necesario presentar combate y ganarlo. Eso es lo grande y lo importante, porque ustedes comprenden que toda actitud de fuerza o de violencia sería siempre una arbitrariedad. En cambio, el dominio por la concurrencia más eficaz es una batalla ganada en buena ley, y siempre, las batallas ganadas en buena ley en el campo de la lucha, son las que duran, siendo, por el contrario, transitorios los frutos de la arbitrariedad. Por esa razón, yo me permito aconsejarlos a los compañeros portuarios tomen con seriedad el accionariado. Que tomen en sus propias manos ese instrumento económico que va a posibilitar económicamente al gremio, y del cual ustedes van a poder sacar inmenso beneficio si lo organizan bien y no se equivocan, sobre todo en los hombres, porque las organizaciones son todas buenas hasta que interviene el hombre; cuando interviene el hombre suele descompaginarlo todo. Entonces, es indispensable que a una buena organización le corresponda un buen hombre, porque la mejor organización en manos de un hombre que no tenga buenas intenciones, se convierte en la peor organización. Tampoco para esto se necesita un genio, porque los genios no abundan; se necesita, en primer lugar, un hombre con un gran sentido de la honradez, que es la base de todo. En manos de un hombre honrado las cosas suelen andar siempre bien, aunque no sea muy capaz. Pero, Dios nos libre cuando las cosas caen en manos de un hombre muy capaz, pero que no tenga mucha honradez. Todo eso, compañeros, ustedes saben que la propia orientación del gobierno. Yo no les vengo a decir una cosa nueva porque ustedes conocen bien el pensamiento del gobierno en este sentido. El día que todos los contratistas y directores de grandes empresas económicas fueran los propios obreros, habremos conectado el ideal que nosotros perseguimos desde el primer momento que nos hicimos del gobierno. Eso es lo que nosotros estamos haciendo con las cooperativas en el campo, dándoles lo que antes tenían las grandes empresas de explotación capitalista. Lo que se busca es capitalizar al pueblo, para que cada trabajador tenga unos políticos en el bolsillo y otros guardados en el Banco. Nosotros pensamos que quizá el país puede defenderme en ciertas circunstancias con los grandes capitales, pero que mejor se defiende todos los días y en todas las circunstancias cuando un hombre tiene lo necesario para hacer frente al riesgo imprevisto. Y el sentido de la capitalización popular está en el propio sistema capitalista. Nosotros hemos recibido una sociedad en la cual había un cinco por ciento capitalizado, que eran las grandes empresas y un noventa y cinco por ciento descapitalizado, que no tenía un centavo. Tenía solamente un sueldo miserable a fin de mes, que se gastaba en las necesidades primarias. Esa es la sociedad o la comunidad que nosotros habíamos recibido. Desde entonces ¿que hemos hecho? No hemos descapitalizado a ese cinco por ciento porque nada vamos a ganar con destruir lo que ya está hecho, pero desde que estamos en la acción gubernamental hemos tomado todas las medidas para ir capitalizando al pueblo, para ir dándole poder de acceso a la riqueza pública, a la riqueza nacional, a los propios ciudadanos que componen la gran masa, antes total y absolutamente descapitalizada. ¿Mediante que? Mediante el ahorro obligatorio. En efecto: ¿qué es una Caja de Previsión, una Caja de Jubilaciones? Es un sistema de ahorro obligatorio, por el cual tanto el obrero o el a empleado como el patrón, están obligados a depositar ciertas sumas para formar ese fondo de previsión para el futuro de los hombres de trabajo, que están diríamos así, abandonados de toda protección en su vejez o invalidez. Mediante esto sistema formamos un gran capital que está en la Nación misma y que es el que ella emplea para hacer obras e ir impulsando y realizando la economía y las finanzas nacionales. Además, hemos aumentado el estándar de vida, a través de la cual hemos posibilitado el ahorro voluntario. Es por eso que nuestra Caja Nacional de Ahorro Postal, que antes tenía trescientos millones de pesos, ahora tiene más de tres millones. Es decir, que el pueblo va poniendo sus ahorros allí. Cuando nosotros decimos que queremos que el sindicato sea una organización económicamente fuerte, que vaya teniendo su casa, que vaya teniendo casitas para sus asociaciones, que tenga sus colonias de vacaciones, accionariado, etcétera, es porque deseamos capitalizar a las organizaciones. Y capitalizar a las organizaciones es capitalizar también a los asociados. Ustedes ven que todo el proceso nuestro está dirigido a la capitalización del pueblo. Las empresas capitalistas se mantenían porque impedían los sistemas de reforma hacia las cooperativas, hacia las proveedurías. Nosotros, mediante esa reforma estamos volcando otros sectores en ayuda de los hombres de trabajo, porque una cooperativa es también una forma futura de capitalización popular, porque todos tienen entonces allí intereses que defender, ya que son sus propios intereses. Cuando creamos cooperativas en el campo, estamos haciendo que ellas realicen el trabajo que antes realizaban las grandes empresas del capitalismo internacional en el acopio de granos, mediante el cual pagaban seis pesos al trabajador y ellas ganaban cincuenta. Nosotros hacemos que esos cincuenta pesos vayan también a distribuirse entre los propios productores. De la misma manera, las proveedurías están evitando que el intermediario esté ganando un porcentaje, con lo cual venden a menores precios, o repartiendo después beneficios, como sucede en muchas cooperativas, como por ejemplo la de los Ferrocarriles del Estado, etcétera. Todo esto es un proceso de capitalización indirecta del pueblo. Observen que cuando hablamos de fortalecer las organizaciones sindicales, capitalizando a ellas y a sus componentes, estamos cumpliendo en realidad con nuestra política. En efecto, esa es la política justicialista, que nosotros venimos propugnando y por la que venimos luchando desde el primer día. Mejorar el estándar de vida de la población no presupone darle más de comer, mejores, vestidos y una casa para vivir; presupone también darle mejores medios para que ella se posibilite a una mejor vida, ya sea en el aspecto de la cultura como en cualquier otro aspecto de la vida de los hombres. Todo esto viene, precisamente, a propósito de la necesidad de que piensen que nosotros no solamente estamos en la idea, sino que ayudaremos y apoyaremos toda iniciativa tendiente a ese fin. Esto es como dicen los católicos: “Ayúdate, que Dios te ayudar. Salvando las diferencias, yo les digo lo mismo a los compañeros de las organizaciones sindicales: procedan bien, ayúdense ustedes y entonces nosotros les vamos a poner el hombro para ayudarlos. El nuestro será siempre el apoyo legal, y aún el circunstancial a la necesidad perentoria o inmediata por la realización de los fines, pero para que eso sea posible, tienen que ser ustedes quienes realicen sus propios fines. Ustedes tienen un instrumento que deben usarlo bien. Como decía Arquímedes: “Denme una palanca y yo muevo el mundo”. Es pues, cuestión de palanca, y nosotros ya la hemos puesto en manos de ustedes, ahora muévanla y hagan mover al mundo. Compañeros: yo deseo terminar esta conversación felicitándolos por la realización del congreso. Antes, en los gobiernos que no trabajaron de buena fe, los congresos obreros eran siempre un acto de perturbación. Cuando los obreros se reunían en congreso, el gobierno ya estaba pensando: “¿que estarán haciendo estos bandidos allí?” Para nosotros, es totalmente lo contrario. No solamente estamos con la realización permanente de congresos obreros, sino que los apoyamos, los elogiamos y los propugnamos, porque cuando los trabajadores se reúnan para resolver los propios problemas que les interesa y que les interesa a su organización, nosotros nos sentimos satisfechos porque vemos que están trabajando por lo mismo que nosotros. Entre el gobierno justicialista y el pueblo trabajador, no existen diferencias en la concepción ni en los objetivos. Cuando ustedes trabajan para ustedes, nosotros estamos haciendo lo mismo, es decir, estamos trabajando también para ustedes. El congreso tiene la gran ventaja de permitir que numerosos compañeros de distintas partes se reúnan para cambiar opiniones y para tratar en conjunto los problemas comunes. De allí siempre salen soluciones adecuadas para la propia solución de los problemas. Por otra parte, ese contacto es el que va creando también la solidaridad y hace que los dirigentes de las diversas regiones se vayan conociendo y haciendo amigos. Hay que tener presente que los tiempos están formados de acciones y reacciones. Quizá hoy la situación puede ser tranquila, porque hay justicia, porque se trata por todos los medios de realizar el más alto coeficiente de justicia social en el país. Pero puede cambiar los tiempos, por eso es bueno se conozcan todos los dirigentes; siendo amigos, el asunto se maneja más fácilmente. El dirigente tiene una gran responsabilidad; es muy fácil ser dirigente sin responsabilidades. Hoy tiene la responsabilidad intrínseca de su función de dirigir v también la responsabilidad general de proteger y de amparar la organización sindical. Yo no creo que nunca la República Argentina haya tenido una mejor organización sindical que la que actualmente tiene. Esa organización va saliendo por la clase de dirigente que tiene, pero no tenemos que perder el espíritu combativo de los dirigentes. El Movimiento Justicialista no quiere dirigente pasivos –lo hemos dicho muchas veces– porque el dirigente pasivo se acomoda a las circunstancias, y eso no puede ser. El dirigente debe tener ideas propias, como tiene responsabilidades, y debe defender esas ideas propias en beneficio de todos los demás asociados. Para eso lo eligen. Ese es un dirigente. Un dirigente -y eso lo he aprendido a lo largo de mi trabajo con los dirigentes sindicales- no puede ser un hombre que ampare al conformismo. Esa es una forma de opio. Hay quien dice que es preciso subordinarse al destino. No, no restamos de acuerdo con esa manera de pensar. Al destino hay que lucharlo y hay que vencerlo alguna vez. Aquello es el conformismo. Al destino hay que pelearlo, ya hay que pelearlo para salir mejor. El dirigente tiene no solamente la responsabilidad de pelear por sí, sino que tiene que pelear por los demás. Esa es la gran responsabilidad. Tiene que formar hombres que sepan lo que tienen entre manos, que mantengan sus ideas y que las hagan triunfar en lo posible. Indudablemente que eso, entre nosotros, no es una lucha a tiros ni es puñaladas. Es una lucha de ideas y razones, porque el que tiene razón la debe imponer sin dejar que los demás impongan sus sinrazones a las razones que uno posee. Para nosotros el dirigente es de una importancia fundamental; porque las organizaciones no valen por sus asociados ni por su número, sino que valen por la clase de dirigentes que tienen. Si los dirigentes son honrados y capacitados, la organización valdrá mucho, aunque no sean muchos los asociados, porque es esto también la calidad tiene algo que ver. No solamente la cantidad es lo que pesa. Yo siempre digo que vale más un león al frente de cien ovejas que una oveja al frente de cien leones. Por eso siempre he propugnado la existencia de las escuelas sindicales para la capacitación de los dirigentes, y no, como algunos creen, para formar dirigentes. Estos no se forman en la escuela; surgen de la acción, de la lucha de las masas. Esos son los dirigentes. Los que se forman en las escuelas son generalmente teóricos, a los que siempre se les queman los papeles. Lo que sí se puede hacer es crear escuelas sindicales donde vayan los dirigentes a estudiar los problemas y a profundizar el estudio de sus propios problemas, a adquirir, diremos así, la posibilidad de ampliar sus conocimientos y de estudiar problemas concretos, lo que incidirá directamente en su capacitación. La conducción es un arte como la es la dirección. Es su arte que tiene una teoría y una técnica. Uno puede enriquecer la teoría y la técnica, pero el artista es el que conduce, es el que dirige. Ocurre lo mismo que en la pintura: si a uno lo llevan a la academia, lo enseñarán a pintar y uno aprenderá; pero para hacer un trabajo de arte si no es un artista, no lo podrá hacer, porque en la academia no se enseña eso. Ahora, es indudable que si el hombre tiene algo de artista y además le enseñan, podrá resultar mejor. Eso es lo que puede hacerse con las escuelas sindicales. Por eso cada escuela sindical debe estar en su propio gremio. Una escuela sindical para todo no puede ser, porque cada gremio tiene sus propias necesidades, sus propias casas, que no se pueden conocer desde otra parte o desde otra dirección. Todo esto, va hacia la elevación cultural del medio. Es necesario elevarse; en nuestra comunidad, lamentablemente, la clase trabajadora nunca tuvo posibilidades de estudiar. Para el muchacho era tan dura la vida que tenía que ir a trabajar y desde criatura para aprender, y aprendía en el dolor del trabajo y en esa vida dura de todos los día que no es el ambiente más adecuado para capacitarse. Hoy, nosotros a los muchachos ya no los mandamos al taller, sino que van a las escuelas-fábricas donde, incluso se las paga un pequeño sueldo para que aprendan tranquilos y contentos. Después van a los cursos de perfeccionamiento y luego a la Universidad Obrera. Pero ese sistema no existía antes en nuestro país. En otros tiempos aprendían a los golpes. Esa era la enseñanza que tenían. Por esa razón, para la elevación cultural de la masa como así también para la elevación de la cultura social del pueblo argentino, necesitamos esas escuelas en las que se vayan capacitando y en las que haya un hombre que las explique con claridad las cosas más necesarias. Por ejemplo, economía política, historia del sindicalismo, etcétera, que les vaya ampliando sus conocimientos. Esa es la clase de cursos que se necesitan para que nuestros dirigentes vayan perfeccionándose cada día más para una dirección más adecuada. Eso es para nosotros de una importancia extraordinaria. Dentro del sistema justicialista necesitamos esa clase de dirigentes para defender a la clase trabajadora en el gobierno y en el Congreso, donde nosotros tenemos una tercera parte de hombres en representación del pueblo que salen directamente de la Confederación General del Trabajo. También tenemos una tercera parte de representantes mujeres, de las cuales la mitad son obreras. Y allí en las Cámaras de Diputados y Senadores, tienen que enfrentarse y discutir con hombres intelectuales que tienen mucho argumento, aunque no saben más de la vida que nosotros, pero en cambio saben presentar las cosas mejor porque estén ejercitados en eso. Hay que ir capacitando a nuestros hombres para que cada día la representación sea más efectiva y más sabia. Esa revolución es la que yo propugno todos los días entre los compañeros trabajadores. Debemos asegurar esa evolución para que nuestra clase trabajadora tenga una dirección eficaz y de allí salga la representación altamente capacitada, rara que la oligarquía no siga pensando que nosotros, la gente del pueblo, somos todos ignorantes, como ellos en realidad quisieran que fuéramos, como en los tiempos del fraude. También hoy, mediante la enseñanza totalmente gratuita, los compañeros trabajadores pueden mandar a sus hijos a la universidad. Allí los muchachos pasan siete años estudiando y algo tienen que asimilar. ¿Por qué los hijos de los trabajadores no van a poder ir también a la Universidad? Ellos también tienen derecho a incluirse, porque de allí van a salir los futuros dirigentes del país. Si nosotros queremos ir implantando lo nuestro, tenemos que hacer ingresar en las universidades a los nuestros. Todo eso es función en la que deben pensar los compañeros dirigentes. Tanto en los sindicatos como en la organización de la central obrera, debo estar entre los objetivos a realizar toda esa acción, porque si nosotros pensamos que se va a hacer todo por la buena de Dios, no lograremos nada. Las cosas no se hacen solas. Hay que mejorar y tener un plan, e irlo realizando poco a poco, porque solo, difícilmente se haga. Por eso, compañeros, deseo que todos piensen con gran amplitud en estos problemas, que son problemas que van a resolver ustedes mismos, que son para conveniencia directa de la propia organización a corto o a largo plazo. El problema de la gran reforma social argentina es mucho más amplio de lo que muchas veces nos imaginamos al verlo rápidamente. Así que uno empieza a estudiarlo, comienza a ampliarse el panorama y llega un momento, en que uno no abarca todas las derivaciones que tiene. Y esto es función de los dirigentes. Por eso, al pedirles ahora a ustedes, que van a dispersarse en todas direcciones, que los lleven un abrazo muy afectuoso a los compañeros de toda la República, les pido también que les transmitan estas palabras, que las digo inspiradas en el más sano deseo de seguir afirmando en nuestro país el justicialismo a través de la clase trabajadora, afirmándolo no solamente en nuestra legislación, sino en los hechos de todos los días y en la acción que nosotros mismos deberemos realizar en el futuro. SI esto lo hacemos, compañeros, con el trabajo, con la dedicación, con la energía, que todos debemos poner en nuestra labor diaria para imponer definitivamente en la Argentina el sistema, en diez o doce años esto no tendrá, en manera alguna, reversibilidad de ninguna naturaleza. Lo que hemos hecho nosotros no está todavía consolidado. La consolidación ha de venir del pueblo. SI al pueblo no lo consolida, no lo va a consolidar nadie. Vean que en nuestro mismo ambiente, en nuestro ambiente político, todavía hay algunos que dicen que hay que volver a la Constitución de 1853 y abatir la Constitución justicialista. Eso dicen los políticos. Y ese seria el principio de la destrucción de nuestra doctrina. Por eso hay que afirmarla, pero afirmarla en los hechos. En esto para mí no interesa ni la política electoral ni nada. Lo que tenemos que hacer es que hasta nuestros propios enemigos políticos, los oligarcas y los patrones, se den cuenta de que esto no puede volver atrás de ninguna manera. Eso es lo que nosotros queremos, el triunfo de las ideas que hemos impuesto, el triunfo de la justicia que hemos implantado y que esto no pueda volver nunca atrás, es lo que nosotros queremos imponer en los hechos de todos los días. En nuestro país, afortunadamente, estos se afirmando y consolidando poco a poco. Pero esta cuestión, “a Dios regando y con el mazo dando”. Aceptemos que eso es así, pero hay que trabajar todos los días para que eso no pueda ser de otra manera. Es la única forma de afirmar definitivamente nuestras conquistas y esto no puede ser obra de un hombre ni de dos. No, no; es obra de todos. Lo que el pueblo trabajador no sea capaz de realizar no lo va a realizar ninguna persona. Nadie podrá realizar lo que el pueblo argentino no quiera ni se dedique a realizar. Por eso la consolidación de todo esto es obra del pueblo. Y si mañana el pueblo por despreocupación, no consolidase definitivamente y volviesen malas épocas, el único culpable sería el propio pueblo y no le podrá echar la culpa a nadie. Todos seríamos culpables de que se hubiera destruido una doctrina que tiende a solucionar todos los problemas de la República Argentina. Finalmente, les pido que lleven a todos los compañeros estas palabras, nacidas de mi mejor intención: la servir y ser útil al pueblo argentino, ya que no tengo ningún otro interés ni ambición. Es lo único que me interesa. Esto lo digo con la más absoluta sinceridad y la más absoluta lealtad. Cualquiera puede pensar política e ideológicamente, en la forma que se le ocurra. Pero lo que no se podrá discutir es que nosotros trabajamos en forma de ser útiles todos los días a los trabajadores en especial y al pueblo argentino en general. Lo hacemos de la mejor manera que podemos y creo que nos da derecho a pedir a todos los trabajadores y al mismo pueblo argentino, que nos ayude en esta tarea, que no es para nosotros sino que es para el pueblo mismo. Con esto y con un abrazo muy grande que les mando a todos los compañeros portuarios, me despido de ustedes.
1954-07-18
EN LA CONFEDERACION ARGENTINA DE DEPORTES
En esto de organizar y de formar el ambiente deportivo, hay, como para todas las cosas, diversos caminos. Uno es de hacer un gran plan en un papel, con muchos cuadros y muchos nombres; es una maravillosa organización que después queda en el papel y no se lleva a la práctica. Esa es una de las formas en que se ha trabajado en la República. Yo soy contrario a esto. Creo que para hacer un guiso de liebre lo primero que tenemos que tener es la liebre. Aquí lo primero que tenemos que tener es el deportista, después haremos la organización, porque indudablemente para el deporte es mejor tener deportistas que organizaciones y no tener organización sin contar con el deportista. El deporte es una cosa que no resulta simple de encarar ni fácil, en forma de que lo sirve realmente. Muchas veces uno cree que lo está sirviendo, y en cambio no hace más que poner grandes piedras que dificultan la marcha. Todo esto lo conozco perfectamente porque lo he vivido, repito, y no me lo ha contado nadie. Cuando comenzamos a conversar sobre estas cuestiones deportivas, lo primero que pensé era que teníamos que ir ayudando a todo esto en forma sencilla, en una forma práctica, y todo aquello que pudiéramos hacer para el deporte y los deportistas lo íbamos haciendo, a medida que las necesidades se fueran presentando. También hemos tratado de ayudar en nuestro país y hemos llegado, a la conclusión de que en el deporte hay que empezar a formar a la gente desde chicos. El deporte tiene hoy una amplitud tan extraordinaria, que el que empieza de grande no llega a nada. Hay que empezar de chico estas cosas. Hay que empezar un estilo o una técnica desde muchacho y, entonces, cuando va creciendo el deporte se transforma en una actividad inseparable del propio individuo. No es el deportista aquel a quien la naturaleza lo ha dotado de una calidad extraordinaria que lo permite realizar un esfuerzo exagerado con un resultado también exagerado, pero esporádico. Eso no es un deportista. Se trata de formar hombres sometidos a una disciplina, que, por su propia inteligencia, van formando una persona acostumbrada a vencer siempre y a someterse al sacrificio del deporte con placer para vencer. Se trata de formar una segunda naturaleza dentro del individuo, y esa es la utilidad espiritual que trae, el deporte, formar hombres que aunque no estén bien dotados por la naturaleza, con su carácter y energías puestas al servicio de un gran espíritu, triunfen por su propia voluntad sobre la naturaleza. Ese es más deportista que aquel otro a quien Dios le dio una fuerza que tiene otro carácter y otra voluntad. Es necesario, entonces formar en los muchachos ese espíritu deportivo que es el sedimento mas beneficioso para el individuo. En este sentido hemos comenzado a ayudar a los que hacen deporte y a los que ya eran deportistas, de una manera directa, que era la mas práctica y sencilla. Ahora hemos pensado que debemos empezar a formar ya los muchachos. Para eso el país, en realidad de verdad, no disponía de nada orgánico y nosotros, para ganar tiempo, empezamos por los campeonatos de la Fundación dedicados a los chicos. En esos campeonatos se había comenzado a encausar a los niños y a los jóvenes, teniendo hoy trescientos cincuenta, cuatrocientos mil chicos de todas las edades hasta los dieciocho años, a los que se va formando en una organización gregaria deportiva. Se ayudaba a los pequeños clubes y se los llevaba a competir en organizaciones mayores, trasladándolos a Buenos Aires. Eso es un semillero para la formación del espíritu deportivo en toda la República, porque la tarea de hacer la triangulación general de clubes de toda la República es la etapa que sigue a lo que estamos realizando ahora. Actualmente, nosotros estamos formando los muchachos, pero esos muchachos, cuando ya no puedan actuar en la Fundación, necesitan ir a actuar a los clubes. Por esa razón, ha llegado el momento, siguiendo nuestra idea, de ayudar y de propugnar la formación de clubes deportivos en toda la República. Nosotros vamos a ayudarlos con obras públicas, construyendo y facilitando toda nuestra ayuda para solucionar los diversos problemas, con el fin de que estos clubes de barrio vayan levantándose. Nosotros necesitamos tener una idea bien clara de lo que se trata, completa, y para ello nada mejor que todos los clubes de barrio, no solamente los de aquí sino también los del interior, se conozcan en forma directa y traten con la Confederación Argentina de Deportes, la que va a llevar un registro de todos los clubes de barrio del interior de la República, y entonces, para mí, ellos son los responsables y por su conducta es por donde nosotros haremos llegar toda nuestra ayuda. Repito no debemos olvidar a los clubes del interior de la República, se trata de clubes a los que hay que ayudarlos a engrandecerse. De allí van a empezar a salir los futuros campeones. Hace poco se hizo el campeonato de básquetbol y Córdoba salió campeón. En el interior nosotros tenemos un elemento deportivo maravilloso. Ojalá pudiéramos nosotros disponer del tiempo y elementos necesarios para repartir a manos llenas nuestra ayuda. Todo esto puede llevarse de muchas y diversas maneras, por eso, lo que yo quiero es que me planifique la Confederación. Ustedes, tienen la FECSYDA, que debe entenderse con la Confederación, es decir, que es responsable ante ésta y a su vez, la Confederación ante mí. De esa manera todo va a andar perfectamente. Lo que yo no quiero es que a un club de estos se lo aproveche con otros fines. Sabemos perfectamente bien de las infiltraciones y todas esas cosas en estas cuestiones. Yo no creo que tampoco la parte política debe conjugarse en los clubes. Los clubes deportivos son solamente para la práctica de los deportes. Para hacer política tenemos las unidades básicas y los comités. Esto debe ser solamente para el deporte; las reuniones sociales y deportivas que se realicen en estos clubes es lo que nos interesa a nosotros, porque ustedes trabajan dentro de nuestro concepto de la solidaridad, que es lo que nosotros debemos desarrollar en nuestra población. Nosotros queremos que desaparezcan de la población, de la comunidad argentina, todo lo que pueda significar un poco de dispersión y que, en cambio, haya centros o núcleos de reunión en los que se practique una real solidaridad, para que esta se vaya desarrollando entre nosotros, porque hay muchos individuos que a veces se infiltran en los clubes con otra finalidad que no es ni la social ni la del deporte. Lo único que necesitamos para dar un real impulso y apoyo a todo esto, es ponernos de acuerdo, estudiar el problema de los clubes de barrio y hacer llegar a la Confederación la información de sus necesidades. Nosotros iremos paulatinamente, en la medida de nuestras posibilidades, aportando los medios necesarios para llevar adelante a esos clubes. Muchas veces un club, por no tener una dirección de diligenciamiento no tiene un terreno para practicar deportes. Nosotros tenemos terrenos en abundancia en la Capital Federal y los alrededores. No puede haber ningún club que no tenga su campo de deportes. Con los terrenos que disponemos nosotros, ¿como no vamos a darle un terreno a un club que lo necesite? Tanto la Municipalidad como los ministerios tienen terrenos. Cuando un club de barrio quiera instalarse, en uno de esos terrenos, no tiene más que decirlo, porque yo estoy a las órdenes de los mismos para entregárselos de inmediato. Anhelo de que todos los barrios se organicen clubes, grandes, sobre la base de lo que ya han organizado ustedes con tanto esfuerzo y tanto trabajo. Para eso se necesita una sola cosa: que ustedes digan qué es lo que quieren, cuando y donde la quieren y después nosotros nos encargamos de los demás. Estamos formando clubes deportivos destinados exclusivamente a las muchachas y muchachos estudiantes que quieren hacer deporte. Estos clubes los estamos haciendo aquí y en el interior, en las grandes ciudades donde existen núcleos suficientes de estudiantes como para formar contingentes deportivos. De manera que esos clubes estudiantiles agrupan a los muchachos, cuando son muchachos, pero cuando crecen terminan sus estudios, esos grupos estudiantiles van a pasar a los clubes de barrio. Lo que hay que evitar es que cuando sale un buen deportista entre los mismos, se lo lleven a los clubes grandes, como es lo que está pasando ahora. Lo que nosotros queremos es que los deportistas se arraiguen y se queden en su club, si los clubes grandes quieren tener campeones, que los formen, que es lo que le interesa al gobierno: que se formen más deportistas. Nosotros queremos organizar la ayuda, es decir, hacer una ayuda efectiva. Si no nos organizamos, se va a ver entorpecida nuestra acción por una serie de infiltraciones y desviaciones. Yo soy feliz por el hecho de que la FECSYDA haya tomado para sí la organización de toda esta acción. Que se organicen bien, que presenten entidades responsables y entonces la Confederación y todo el gobierno va a tomar en serio este asunto y vamos a hacer todo lo necesario para ayudarlos. Si por los medios de que disponemos no podemos cumplir el programa de ayuda porque se ha hecho demasiado grande, vamos a pedir al Congreso que voto una ley de ayuda permanente a los clubes de barrio. Hasta que llegue el momento, los vamos a ayudar nosotros. Imagínense que uno no puede pedir al Congreso que sancione una ley si todavía no sabemos quienes son y donde estamos. Primero, es necesario que se organicen. Cuando lo estén puedo ir al Congreso y decir: “Esto está organizado, ustedes lo pueden ver; a esta gente hay que ayudarla”. Lleven este pensamiento a todos los clubes del país. Para terminar, compañeros, les agradezco muchísimo esta reunión que me ha permitido saludarlos personalmente y pedirles que organicen y vayan contemplando con tiempo sus necesidades para que nos las hagan saber por intermedio de la Confederación de Deportes, en la seguridad de que habremos de ayudarlos en todo lo que necesario para el progreso y el crecimiento de su clubes. Cualesquier sugestión hágansela llegar directamente al doctor Valenzuela. El habla todos los días conmigo de estos problemas, de manera que haciéndole llegar a él cualquier sugestión, es como si me la hicieran llegar a mí. Muchas gracias …
1954-08-04
En el Sindicato de Vendedores de Diarios y Revistas y Afines
Yo deseo que mis primeras palabras sean para agradecer las que terminan de pronunciar el compañero Sollazo. Con toda la emoción que en estos momentos me embarga, debo decir que ésta es una demostración más con que me abruma la inmensa amabilidad de ustedes. Desde 1944, en que tomé contacto por primera vez con el gremio de canillitas de la República, debo confesar, con toda la sinceridad de mi espíritu, que este gremio no ha dado a nuestro movimiento sino motivos de inmensa satisfacción. Lo hemos visto siempre firme, luchando por la causa de todos, como si ese inmenso dolor que hay en la vida de este gremio, a través de toda la historia de su existencia, se hubiera condensado en un solo espíritu de solidaridad y de decisión para sus reivindicaciones, tan justas y tan esperadas. Recuerdo que en 1945 quedó un legado sin destinatario por imposibilidad material del cumplimento de la disposición legataria. El juez que entendía en esa causa me consultó, preguntándome a qué gremio podíamos destinar ese legado, que en aquella época representaba una suma bastante considerable. Yo pensé inmediatamente en el gremio que en nuestro país había sido más escarnecido y más explotado, y le pedí a ese juez que el legado fuera asignado íntegramente al sindicato de los canillitas argentinos. Recuerdo este hecho, no solo para presentar una circunstancia que me ha ligado estrechamente a los canillitas argentinos, sino también para mencionar un hecho más de lo que representa la acción de solidaridad y de trabajo, como también de capacidad directiva de las organizaciones sindicales argentinas. Ello lo podemos comprender cuando vemos a dónde ha llegado este gremio, en otros tiempos sumergido y escarnecido. Todos conocemos su pasado. Yo he visto desde muchacho a los pobres canillitas durmiendo en los umbrales de las puertas, tapados con diarios, en la ciudad de Buenos Aires. Y he visto tantas cosas, que verdaderamente es inmensa la satisfacción que experimento al apreciar el resultado de la organización, ese espíritu de socialización natural que existe en nuestros hombres y que ha debido pronunciarse con toda la fuerza del espíritu de nuestros trabajadores para conformar estas organizaciones. Cuando sosteníamos desde el primer día de nuestra acción social la necesidad de organizarse, estábamos luchando por la reivindicación de nuestros hombres. El gremio de canillitas es el testigo más fehaciente y más sincero, porque ellos son los que más han sufrido: son testigos de como se han podido vencer un cúmulo de dificultades, de cómo se han podido ir superando diariamente, con la organización, los graves problemas que afligían al gremios de los canillitas. Yo podría decir hoy que, junto con ustedes, me siento orgulloso de ver el desenvolvimiento del gremio, y quiero en esta oportunidad, rendir mi homenaje a sus dirigentes. Los gremios no valen ni progresar por el número de sus asociados, sino por la calidad de los dirigentes que los encuadran. Los dirigentes del gremio de canillitas, entre los cuales está el amigo Sollazo, que nos ha acompañado, son los que tienen el mérito de la organización, y la organización tiene el mérito de todas las reivindicaciones alcanzadas. Esta es la única realidad que nadie puede ni podrá negar jamás en nuestro país. Nosotros somos hombres que hemos cumplido humilde y modestamente con nuestro deber de gobernar, ayudando al pueblo y no explotando a la masa ni sirviéndonos de ella, sino, por el contrario, sirviéndola con el sacrificio y la abnegación de todos los días. Hoy, ya en franca organización, solamente nos queda unir esta gran organización sindical de los canillitas en todo el país, porque alrededor de esa unión integral, es donde se van a firmando diariamente las conquistas, que hoy no es necesario discutírselas a nadie, sino que es preciso acumularlas a través de la obra de la dirección sindical. Yo he dicho que estos últimos años debemos dedicarlos a la solidaridad, solidaridad que se puede alcanzar por dos caminos: por el camino colectivo, a través de la organización, y por el camino individual a través de la educación del pueblo. En este aspecto, desde el gobierno, desde la escuela, desde todas las organizaciones, nosotros estamos educando a los hombres para que abandonen el individualismo egoísta y suicida y tomen el verdadero sentido de la conciencia social de los individuos, con el convencimiento de que las conquistas difícilmente se alcanzan por el esfuerzo individual solamente, sino que necesitan también del esfuerzo colectivo de las asociaciones. Se va a llegar al sindicalismo plenamente realizado cuando en cada individuo viva el verdadero sentido de la asociación profesional, cuando en cada individuo exista realmente una conciencia social, cuando cada uno de nosotros esté persuadido de que para triunfar individualmente es preciso previamente hacer triunfar a la comunidad. Nadie puede realizarse en una comunidad, que no se realice ella misma. Cada individuo debe pensar que en esa comunidad, en la cual todos somos solidarios para la acción común, únicamente se triunfa cuando todos estamos persuadidos de la necesidad de hacerla triunfar. Los países en manera alguna son grandes por tener mucho territorio, mucho poder o mucha riqueza acumulada en pequeños sectores de la población; los países son grandes cuando el pueblo vive feliz y vive bien, porque siempre es mejor un pequeño país de hombres felices que un inmenso país de hombres desgraciados. La felicidad de los pueblos es más bien tarea de la comunidad que de los individuos. Esto se va formando paulatinamente en nuestro país y es la médula misma de nuestra doctrina, de la doctrina justicialista que va ya encarnando en los individuos. Cada uno de los argentinos se va persuadiendo, a lo largo de su propia vida, que no se puede soñar con una felicidad individual en una comunidad desgraciada, o en una comunidad llena de defectos o de males. Todos luchamos para obtener esa comunidad y la lucha es simple, simple a través de una organización. Parte de la felicidad de cada uno de ustedes está en la grandeza de la organización sindical; sin esta grandeza el gremio difícilmente ninguno alcanzaría su felicidad. En la Nación ocurre lo mismo, es difícil que nos podamos sentir felices si la comunidad está formada por hombres que no son felices. Repugna a nuestro espíritu afirmar nuestra felicidad sobre la desgracia de los demás. Precisamente, esa era la concepción oligarca y capitalista, en la que veinte, cincuenta y cien familias vivían en la superabundancia, obtenida a través de la infranecesidad de la propia población. Compañeros: este camino se va alcanzando a través de nuestra doctrina y de nuestra forma de ir inculcándola en la población. La inculcamos a los chicos en las escuelas y cuando ellos sean grandes, eso será una cuestión que todo el mundo la comprenderá y la compartirá. A nosotros, que hemos vivido en una comunidad menos justa que la que espiramos, nos queda el camino de ir consolidando esos mismos sentimientos, a través de las organizaciones, vale decir, a través de la acción de solidaridad colectiva. A este punto quería yo llegar para felicitarlos a ustedes y, especialmente, a los compañeros dirigentes. Hay que ir a la solidaridad colectiva para poder llegar a lo que nosotros consideramos como fundamental para la organización. Organizar no es solamente reunir unos cuantos individuos; más bien organizar es ir inculcando en la conciencia de todos la necesidad común, la causa común y el objetivo común para luchar. Esa es la verdadera organización. Cuando esa acción sea realizada, es decir, cuando una masa está adoctrinada, cuando todos piensen y vean los problemas de una manera similar y cuando, todos estén decididos a llevar a cabo los mismos objetivos, entonces podemos decir que estamos organizándonos. Pero, mientras la gente piense de distinta manera, esa organización no existe. Organizar no es reunir unos cuantos hombres con ideas dispares. No, organizar es realizar primero el adoctrinamiento, vale decir, hacer que los hombres vean de una misma manera, y, en consecuencia, aprecien de un mismo modo y resuelvan todos de acuerdo. Eso es organizar. Esa tarea es la que ya está en gran parte realizada en nuestro sindicalismo. Por eso aquí no hay más que una central obrera y un sindicato para cada gremio. ¿Por qué? Porque todos estemos luchando por un objetivo común, una aspiración y una doctrina también común. Pero, lamentablemente, compañeros, eso no es todavía suficiente, porque la doctrina hay que llevarla al sentimiento más que al sentido de los hombres. No es suficiente con conocerla. Hay que sentirla. Pero no se enseña una doctrina, sino se inculca una doctrina, que no es lo mismo. Lo primero va dirigido al entendimiento del hombre, lo segundo a sus sentimientos, a su corazón. Es allí donde se hace permanente. Por eso he hablado muchas veces de la necesidad de dedicar estos años de la organización a la solidaridad que, como dije nosotros la vamos inculcando desde la cuna a los niños para que vayan creciendo ya dentro de ese sentido de solidaridad social. Las organizaciones realizan un trabajo colectivo en ese aspecto, es decir que a través de ellas, se hace la defensa de sus intereses profesionales. En una organización de pocos hombres que lucha por obtener mejoras para todos los demás. Ese es un trabajo de solidaridad. Hemos propugnado también la existencia de organizaciones de asistencia social para la defensa de la salud física de sus asociados, a través de sus policlínicos, de sus servicios médicos, dentistería, maternidad etcétera. Con eso se conforma una gran familia donde cada uno pone un poco de si mismo para satisfacer las necesidades de los demás y ayudar a los otros. Ese es el espíritu y eso convierte a las organizaciones sindicales en organizaciones de derecho natural, como la familia, donde el espíritu de solidaridad es el que consolida definitivamente la organización. Y si nosotros no hubiésemos desarrollado en este movimiento social ese espíritu de solidaridad, ¡quién sabe si hubiéramos consolidado todavía la organización sindical argentina! Por eso, he promovido y he defendido siempre en los sindicatos la necesidad del desarrollo de esa mutualidad, a través de la cual se defiende la salud de los asociados, ayudándolos en los momentos en que ellos o sus familiares lo necesiten. Otro medio es la existencia de las cooperativas o proveedurías que defiendan el poder adquisitivo de los sueldos y de los salarios, vale decir, la salud del bolsillo, diríamos en otras palabras. Es también trabajo de solidaridad el que con los medios comunes nosotros luchando contra el agio y la especulación de los comerciales sirviéndonos a nosotros mismos. Además de eso, tenemos las escuelas sindicales que están destinadas a la elevación cultural de la masa, a la elevación de la cultura social de la masa. Todos esos trabajos de solidaridad se van desarrollando a medida que dada uno de los hombres tiene la oportunidad de rendir un servicio a sus semejantes, o recibir de sus semejantes un servicio similar. Toda esa es una tarea de consolidación. A través de eso nosotros tendremos, organizaciones definitivamente consolidadas, porque irán adquiriendo sus bienes materiales que los consolidarán en el espacio, y bienes espirituales que las consolidarán en el tiempo. Esto es la bese de la organización definitiva, por la cual nosotros tenemos que luchar. Como sé de los servicios asistenciales y de abastecimiento que ustedes tienen, vale decir de proveedurías, y como conozco también la idea de ir todos los días perfeccionando y aumentando esos servicios en la medida de las necesidades de la organización del sindicato, he querido referirme especialmente a esto para felicitar a todos ustedes y felicitar a sus dirigentes, por el alto grado de desarrollo alcanzado y porque ustedes están en el real camino, en el verdadero camino de la consolidación. A esta altura de la disertación del general Perón, uno de los asistentes dice: “Y Para que la felicidad sea completa, General, que salga la jubilación para el canillita”. A lo que el general Perón contesta: En ese asunto, nosotros ya estamos trabajando con la Confederación General del Trabajo. Ese problema ya me lo ha planteado el compañero Vuletich. Estamos estudiando ese problema, porque no solamente están los canillitas sino que hay otra cantidad de sectores que no están todavía cubiertos con la jubilación. La incuria de cien años en el país no la podíamos arreglar en tan poco años, porque dar jubilaciones es necesario disponer mucho dinero. Pero esto es un asunto que varias veces no lo han hecho recordar, y estamos haciendo realizar los estudios pertinentes y lo vamos a resolver a corto plazo. Yo soy al mayor interesado en que nuestro sistema de jubilaciones se perfeccione. Dentro del régimen justicialista hemos establecido ya un sistema que es diferente al de todos los países del mundo. En general el resto del mundo se ha decidido por los seguros. Nosotros no los tenemos mucha fe a los seguros. En cambio nos hemos decidido por la jubilación, que entendemos es más social que el seguro. El seguro es más frío y descarnado, como sistema de ayuda social, de previsión social. Por esa razón, hemos ido aumentando paulatinamente, a través de estudios financieros aportados a este problema, la posibilidad de tener buenos sistemas de jubilaciones. Hemos apuntado a los malos que existían. Recuerdo que cuando de que cuando llegué a la Secretaría de Trabajo y Previsión una de las cajas obreras que databa de más tiempo, digamos, y mejor organizada, era la ferroviaria, y pagaba jubilaciones de treinta pesos por mes. De manera que fíjense ustedes cómo sería el sistema. Hasta llegar el actual sistema de jubilaciones, con el cual vamos cubriendo paulatinamente todas las actividades, ha habido que trabajar mucho, porque para esto hoy que capitalizar grandes sumas de dinero en las cajas, emplearlas bien y hacer responsable de eso el Estado. Jubilación que no está en último análisis respaldada por el Estado, está siempre en peligro. De manera que estamos construyendo alrededor del armazón inicial que hemos creado, todo un sistema que nos permita ir desenvolviéndonos perfectamente bien dentro del régimen de jubilaciones. Si nosotros organizamos nuestro sistema de provisión social sobre el régimen de la jubilación desde ahora, que somos dieciocho millones de habitantes, no tendremos inconveniente cuando seamos ciento ochenta millones, porque desde ya al propietario de una industria sabe que de lo que gana tiene que destinar un porcentaje paro la jubilación. Lo mismo ocurre con aquel que tiene un sueldo o salario, que tiene que destinar un porcentaje para la jubilación, que le asegurará su vejez o su invalidez. Entonces, todo el comercio, la industria y la producción de nuestro país se irá tomando esa provisión, y cuando la República Argentina cuente con ciento ochenta millones de habitantes, las cajas serán mejores, tendrán más experiencia y serán más ricas y poderosas. Por esa razón les digo que el más interesado en poner cuanto antes en marcha esto soy yo, precisamente, porque veo que la imprevisión en que nosotros pudiéramos incurrir la pagarían después nuestros descendientes, dentro de cincuenta o cien años. Esto es lo que nosotros estamos estudiando. Pero es claro que toda jubilación debe estar basada en un sistema de capitalización, por lo que es necesario efectuar los cálculos actuariales y demás. Algunos creen que esto asunto de la jubilación no necesita mucho cálculo, y es lo contrario. Porque para poder pagar, primero hay que juntar la plata. Las pajas tienen que capitalizarse y adoptar luego un régimen que les permita seguir funcionando. Es claro que la aspiración de los hombres es jubilarse cuanto antes y relativamente jóvenes. Ese no es el concepto. Eso no puedo ser. La jubilación debe ser para cuando uno ya no puede trabajar o ha trabajado mucho y está en condiciones físicas inferiores para ganarse la vida. Realizar ahora todo ese proceso después de ciento cincuenta años en que ha estado abandonado nos va a costar un poco; pero lo vamos a hacer. Estamos estudiándolo. Y así como ahora todos nosotros decimos: “¡Quién hubiera sido chico en está época!” -porque todos están arrepentidos de haber nacido antes-, esperamos que dentro de diez años, cuando este servicio esté totalmente organizado y en marcha, la gente ya no solamente desee ser joven, sino que no tenga ninguna preocupación por llegar a la vejez, en razón de que estará a cubierto de todo riesgo y amparado por un sistema plenamente desarrollado. Bien, compañeros, todo esto tiene una importancia extraordinaria para el país. Como es lógico, al pensar yo en el conjunto de las organizaciones, pienso también en cada una de ellas, y voy adecuando el desenvolvimiento de esas organizaciones al desenvolvimiento del conjunto de las mismas. Esto era anacrónico hace veinte años. Cuando los obreros se reunían para una asamblea con cualquier motivo, el gobierno temblaba, pensando en que irían a hacer esos locos, o en si estarían dispuestos a tirar algunas bombas. Era lógico. Un congreso de obreros era un problema pavoroso para el gobierno. Ahora no nos sucede eso. Todo lo contrario. Nunca nos sentimos más felices y contentos que cuando sabemos que los obreros están realizando un congreso para resolver sus problemas. ¿Por qué? Porque nos están ayudando. ¿Qué ocurría antes en el país cuando ellos se reunían? Hacer esto era un suplicio; en cambio ahora resulta un placer. Hemos cambiado los métodos. Antes los obreros estaban en contra del gobierno. ¿Por qué? Porque el gobierno estaba en contra de los obreros, porque cada uno trabajaba por su lado y por distintos caminos y, en cambio, hoy todo lo hacemos de la misma forma, luchando por la defensa de los intereses profesionales, que es la bese de la organización sindical, para poder obtener las mejores condiciones de pago y de trabajo. Eso lo hemos establecido en la Constitución y luchamos pero que cada vez sea mejor. No solamente luchamos para que los patrones paguen lo que deben pagar y para que los trabajadores ganen lo que deben ganar, sino que estamos trabajando para construir una Argentina más grande más rica y para que cada uno tenga dentro de ella un mejor estándar de vida y un mayor confort. Ya ven ustedes que todos trabajamos por lo mismo y todo esfuerzo para desarrollar su obra social, ayudando a la solución de los problemas de la salud, inclusive construyen policlínicos y realizan una asistencia social de todo orden, ¿cómo no nos vamos a poner contentos nosotros? Si ellos no lo hacen. Lo tienen que hacer el gobierno. Si eso mismo hacemos nosotros en la multitud de policlínico que tenemos en todo el país. ¿Cómo no los vamos a ayudar a ustedes si construyen un policlínico; si todos estamos trabajando en lo mismo? Otro tanto ocurre con las proveedurías que ustedes instalan para poder defender el poder adquisitivo de los salarios, evitando de esta manera el agio y la especulación. Es lógico que también en esto seamos compañeros. ¿Que ha hecho el gobierno? Ha estado trabajando por los mismos fines y los objetivos de los compañeros. Gobierno y pueblo, en consecuencia, marchan juntos. Nunca estamos frente al pueblo, sino que, repito, estamos junto a él en la lucha de sus reivindicaciones y para alcanzar su felicidad. Todo esto es posible en la Nueva Argentina y poco a poco se va consolidando. Pero vean, compañeros, si yo entrego el gobierno a cualquiera de los opositores- no se lo voy a entregar- ¿que haría? Haría una cosa distinta de lo que hacemos nosotros y, entonces, Dios nos libre. Y he querido establecer un Estado Argentino y un pueblo que imposible totalmente la marcha hacia atrás; en este país, desde ahora y para siempre, nadie puede dar marcha atrás; aquí tienen que marchar hacia delante, con los objetivos que nos son comunes. Para mí ese es el más grande de los triunfos que yo puedo obtener. Hace poco tiempo, uno de los hombres en cargados de la conducción de nuestro partido político, vino muy furioso a quejarse diciéndome que ahora ponían los opositores letreros en los que mencionaban la justicia social, la soberanía política y la independencia económica. Yo le dije: “No se enoje, amigo, póngase contento, que son enemigos que hablan el mismo idioma que nosotros y eso es lo que queremos”. Eso nos debe poner contentos, porque quiere decir que nos escuchan. Ellos critican, pero escuchan; luego, estamos bien nosotros y no están bien ellos. Aunque es indudable que yo tampoco me preocupo mucho de eso. A mí me preocupa que las organizaciones sean las que estén en esta tónica, en esta doctrina y en esta marcha, porque lo permanente del país es el pueblo y sus organizaciones. Los políticos son como las nubes, pasan y al final desaparecen y queda el cielo limpio. Pero las organizaciones son las que quedan, esas son las permanentes. Por eso siempre he dicho que lo que el hombre no ha conseguido todavía, es vencer al tiempo. Es el tiempo el que vence al hombre. Si el hombre piensa, debe saber que de una sola manera dominará al tiempo. A través de la organización, porque desaparecemos nosotros, pero nuestro espíritu queda viviendo en las organizaciones. Eso es lo que nosotros debemos buscar, no persiguiendo el bien individualista y egoísta de posibilitarnos solamente nosotros, sino de posibilitar también a todos los demás a través de estas organizaciones. Compañeros, cuando yo hago aquí historia retrospectiva, y llego a veinte años atrás recordando aquella triste etapa de la historia de los canillitas argentinos, y miro esta floreciente organización de los canillitas me siento orgulloso, no solamente como presidente, sino como argentino y como hombre. Y me siento orgulloso como compañero, no por el bien material que puedan haber alcanzado los hombres que forman la organización, sino, y muy especialmente, por la dignificación que ha alcanzado la organización y sus hombres; por la dignificación que representa para nosotros, más que todo el bien material; por esa dignificación sin la cual muchas veces la vida no merece ni ser vívida y porque esa dignificación ha dado el país un mayor número de ciudadanos patriotas y decididos. Porque esa comunidad que nos ampara, espera también todo de nosotros. Este es el verdadero sentido humanista del patriotismo que nosotros practicamos: hacemos amar por la comunidad y, a la vez, amar a esa comunidad como si fuera nuestra madre común. Y el día en que sea necesario defenderla, sí esa comunidad ha sabido hacerse amar como a una madre, la defenderemos también y la decisión con que se defiende a la madre. Mucha gente, en la etapa triste de la explotación que todos hemos conocido, se llevaba la a manos a la cabeza porque algún obrero decía: “Mi patria es el lugar donde me gano el sustento”. Y tenía razón ese hombre explotado escarnecido. ¡Que otro concepto podía tener de la patria! La patria es como la madre. Se la ama cuando ella ha hecho algo por el hijo, no cuando lo ha tenido y luego lo ha abandonado. A esa madre no la puede amar ningún hijo. El amor a la madre es una cosa que se siente si la madre es digna de que se lo siente. Con la patria ocurre lo mismo. Uno ama a la patria si la patria es digna de que se la ame, y lo que se ama de la patria no son las vacas ni los toros; se ama a sus semejantes, a la comunidad que forma esa patria. Así entiendo yo el patriotismo: una comunidad solidaria dentro de la cual todos tenemos obligación, porque esa obligación nace del servicio que también recibimos de la patria. El concepto de patria es algo concreto; no puede ser abstracto. El capitalismo creó la abstracción de la patria. Decían: “Hay que defender a la patria”. Y si alguien preguntaba porqué, respondían: “Porque es la patria”. Y no decían otra cosa. Con el mismo criterio crearon los símbolos; no tenían nada concreto que ofrecer a las masas, y entonces las ofrecían cosas abstractas. Yo entiendo que para amar a la comunidad es necesario que existan realidades, realidades que aten a uno a la comunidad. Entonces podrían ver ustedes que no será necesario que el 25 de mayo o el 9 de julio hagamos discursos patrióticos para que la gente sea patriota. De esos que se han pasado diciendo discursos patrióticos en todas loas festividades, de esos que decían: “Yo soy patriota”; la mitad sólo son mentirosos. El amor a la patria, como todos lo amores, se siente o no se siente. No se puede proclama en discursos ni convenciones; se demuestra en los hechos. Cuando la comunidad sea justa, cuando sea como una madre de todos, verán cómo ya no seré necesario hacer propaganda para que haya patriotismo. Entonces cada un llevará en su corazón el verdadero patriotismo, el amor a esa comunidad que nos es común, que es de todos, y en cuya defensa todos estaremos resueltos a morir, el día que fuera necesario. Eso es el patriotismo justicialista, un patriotismo humanista: el amor a los semejantes y su defensa a través de la solidaridad inquebrantable. Si desarrollamos eso, tendremos una patria digna de ser amada; de lo contrario, será una patria más, como tantas que hay en el mundo. Compañeros: yo quiero terminar estas palabras agradeciéndolos por la inmensa satisfacción que me producen estos momentos en común. Quiero darles también la absoluta seguridad de que ese agradeciendo lo he experimentado siempre. Yo no lo olvido ni olvidaré nunca la decisión y la solidaridad que he sentido siempre al lado mío, a través de las dirigentes del gremio de los canillitas. Asimismo, quiero desearles toda la prosperidad a que ustedes tienen derecho y que se han ganado por la capacidad que han demostrado en la organización y en la vida misma de esa organización. Y, finalmente, deseo decirles que, hoy como ayer y como siempre, soy un hombre que está total y absolutamente a disposición de ustedes, agradecido porque la Providencia me haya permitido, a través del apoyo incondicional de todos ustedes, como integrantes del pueblo argentino, realizar estos ideales que han sido el sueño de mi vida. Yo he terminado mi misión en la República Argentina cuando vea florecer en toda nuestra patria este sentimiento y este sentido de comunidad, que nos enaltece y nos hacen superarnos todos los días. Estos agradecimiento, compañeros, lo llevaré algún día tranquilo a la tumba como una ofrenda que un argentino puede dedicar a todos los demás argentinos.
1954-08-20
Conferencia de Prensa para exponer sobre la reestructuración de organismos del Poder Ejecutivo
Señores: Yo hoy, a esta está reunión mensual que hacemos con los periodistas me he permitido invitar a algunos de los señores a quienes puede interesar también la breve explicación que quiero hacer sobre el proceso final de la reestructuración del gobierno. Todo esto se refiere a un sector de la organización; pero, indudablemente, esa organización no puede realizarse en ningún sector sin tener un punto de vista de la organización integral. Por esa razón, he querido también interiorizar de todas estas cuestiones a los representantes de le Confederación General Económica, de la Confederación General del Trabajo y a algunas personalidades de nuestras organizaciones peronistas. Durante el mes pasado hemos realizado numerosas reuniones con todos los órganos del gobierno y del Estado. La finalidad, como anuncié en la reunión anterior, era realizar una racionalización. Algunos dijeron reestructuración. Sí, la reestructuración orgánica fue parte de esa racionalización, pero lo que nosotros vamos haciendo es ajustar los distintos órganos a fin de obtener el máximo de perfectibilidad en nuestra estructura y en nuestro funcionamiento, vale decir, en la organización estructural y en la organización funcional del gobierno y del Estado. Hoy puedo presentar, ya más o menos terminada, esa tarea realizada, a través de estos pequeños libros que cada uno de ustedes tiene en su poder. Uno contiene la doctrina nacional de la que no se puede prescindir en manera alguna en la organización y en la racionalización. Hemos hecho un pequeño catecismo, diremos así, para tener solamente los grandes puntos o los asuntos fundamentales de nuestra doctrina, para a grandes líneas poder marchar con cierto grado de congruencia en la racionalización sucesiva que hagamos de los distintos órganos. El segundo de estos libros contiene la ley 14.303, mediante la cual se establece la organización de los ministerios del Poder Ejecutivo. Viene luego la reglamentación de la ley 14.303, la organización de las Secretarías de Gobierno, y finalmente la Ley 14.184, que establece el segundo plan de gobierno con las responsabilidades de ejecución de los distintos ministerios. Deseo explicarles brevemente de que se trata en cada una de estas cosas, para que estén más o menos informados de como se ha terminado todo este trabajo, ya que esa explicación había quedado por la mitad en anterior reunión que hicimos con los periodistas. Nosotros consideramos, señores, que todo el proceso de gobierno está acompañando a una evolución. El país vive en permanente evolución, evolución que se realiza sin necesidad de que nosotros la impulsemos y aún a pesar de lo que hagamos por detenerla. Hay una evolución natural y fatal. Esa evolución puede ser considerada desde dos puntos de vista: sintiéndose uno un elemento del fatalismo evolutivo, vale decir, soportando la evolución, sufriéndola, o ejerciendo, diríamos así, una dirección de esa evolución, es decir controlándola y equilibrándola, para que no sea un juguete de ella sino un elemento que actúe dentro de esa evolución en forma de controlarla en ciertos momentos y de dirigirla en otros, pero tratando siempre de equilibrarla. Para encuadrar la evolución dentro de una concepción racional, nosotros hemos seguido una doctrina, doctrina que marca la evolución y la impulsa, racionalmente y sobre objetivos predeterminados; vale decir, que le da dirección y la ejecución en esa dirección. Lo que prescinden de un plan se ajustan empíricamente a resolver los problemas que la evolución plantea a medida que ellos se presenten; nosotros, en cambio, tratamos de regular antes mediante una planificación. Ese es el plan quinquenal o plan de gobierno. Si nosotros consideramos la cuestión desde ese punto de vista no interpretamos, como muchos, que el plan quinquenal de gobierno es un plan de obras públicas. Las obras públicas comprenden un quince o veinte por ciento de ese plan; el ochenta por ciento restante no es de obras públicas, pues corresponde al resto de la evolución. Por ello, hemos creado objetivos para dirigir la evolución hacia los mismos en todos los aspectos; vale decir, en un aspecto integral de la evolución del país. No nos ocupamos solamente de hacer obras públicas, como muchos piensan. Dentro de todo ese panorama, esto se refiere a la evolución de las formas del gobierno y del Estado; en otras palabras, la conducción que hace el gobierno y la ejecución que realizan los ministerios, para que pueda tenerse una concepción centralizada y una ejecución descentralizada. Las organizaciones de los demás elementos constitutivos de la Nación -que nosotros llamamos organizaciones del pueblo-, funcionan dentro de otra formalidad. Esto es solo para el gobierno y el Estado, que establecen aquí los propios organismos de conexión con las organizaciones del pueblo, ya sean las del trabajo, las de la producción, las de la industria o el comercio, las culturales o las profesionales. Todas se conectan con el Estado a través de esta organización y con el gobierno por medio de las organizaciones. ¿Que hemos hecho nosotros, por ejemplo, en el Primer Plan Quinquenal y que estamos haciendo o en le Segundo Plan Quinquenal, desde el punto de vista gubernamental y estatal? Los planes que regulan la evolución, según nuestra manera de ver este problema de conducción –porque este es un problema de conducción- , tienen características especiales según sea la situación que el país vive y el grado de evolución que puede realizar. Un autor ruso que consideraba los planes quinquenales de Rusia, decía que él se conformaba con que cada plan quinquenal pudiera realizarse en diez años. Decía una gran verdad, porque, aunque parezca una aberración, los planes quinquenales deberían durar diez años. Generalmente hay dos etapas: un plan quinquenal puede ser de impulsión, o esa de reactivación. Pero no se puede seguir a ese plan de tal característica con otro de características iguales. Generalmente, después de eso, vienen el plan de capitalización, el de trabajo, el de ahorro, que duran otros cinco años. Así hacen los comerciantes: primero invierten y luego recogen, porque si invierten solamente, se funden. A las organizaciones les pasa exactamente lo mismo. Al Primer Plan Quinquenal en el que realizamos 76 mil obras públicas y se hizo una transformación extraordinaria en lo político, en lo social y en lo económico a través de una inyección, de una reactivación, debe seguir un plan de racionalización, de equilibrio, que no implica ser solamente de construcción, ya que abarca otros sectores. Hemos invertido; ahora vamos a capitalizar, que es lo que nosotros estamos haciendo ahora. Esto atenúa en cierta medida los factores que gravitan sobre la acción constructiva; vale decir, que en este Segundo Plan Quinquenal nosotros no podremos ya construir 76 mil obras públicas ni levantaremos cinco mil escuelas, como hicimos en el primero. Pero tampoco las obras que haremos las realizaremos sobre los mismos sistemas con que hicimos las primeras. En esto, una cosa muy elemental que hay que contemplar es, por ejemplo, el sector de la construcción de la vivienda. Algunos dicen que nosotros hemos dejado de construir viviendas, lo que es exacto en cierta medida. El Estado no construye más viviendas. En el Primer Plan Quinquenal construyó 350 mil; que este Segundo Plan Quinquenal no construye. Lo hacen los privados. Eso significa que, en lugar de tomar el Estado la construcción por su cuenta, invierte todos los recursos del crédito otorgándolo a los particulares para que ellos construyan su propia vivienda, como sucede actualmente. El ritmo que se sigue es de, más o menos, sesenta mil casas por año, proporcionando los medios para construir más económicamente, más a gusto del propio dueño de la casa. Calculen ustedes, edificando sesenta mil casas por año, cuantas viviendas se construirán en cinco años. Quiere decir, entonces, que no es que no se construya, sino que hemos cambiado el sistema. ¿Por qué? Por hoy no es necesario que construya el Estado. Si en el primer plan Quinquenal no hubiera construido el Estado, difícilmente lo habrían hecho los particulares, porque no había materiales ni organizaciones para construir. Ello fue posible solamente mediante la acción estatal, decidida y enérgica, que permitió crear los elementos necesarios para ese fin. Hoy, si dejáramos de construir, tendríamos el cincuenta por ciento de desocupados en la industria de la construcción. Actualmente el Estado no tiene interés en construir porque están los interesados en hacerlo y nosotros les damos los medios. Es un sistema más económico, más racional, más cómodo también: el Estado, después de crear la posibilidad de construir, va entregando paulatinamente al interés privado los medios necesarios, que es el sistema que nosotros estamos sosteniendo. En esto procedemos de la misma manera que para las demás cosas. Nosotros hemos montado fábricas, pero no para que el Estado se convierta en industrial, sino para llenar la etapa que ningún industrial llenaría, pues ninguno instalaría una fábrica para perder dinero. Si hay que perder el único inversor es el Estado. Quiere decir, que nosotros no contamos con esos sectores industriales de carácter privado que no invertían si no obtenían beneficios inmediatos. ¿Qué hacemos nosotros? Montamos la fábrica y cuando la curva económica comienza a dar los resultados esperados por nosotros, llamamos a la actividad privada y le decimos: “Aquí está fábrica ahora comienza ahora a dar ganancia, tómela usted que le va a dar mayores ganancias y va a dar como posible resultado un futuro promisorio y conveniente”. La entregamos entonces a la industria privada. Es decir, todo está planificado a través de la acción estatal. Está destinado no a llenar sectores unilaterales, sino a crear una concepción integral que, a través de organizaciones sucesivas, nos permita ir, empíricamente, contemplando la solución integral del problema, en lo político, en lo social, en lo económico, en lo cultural, etcétera. Toda esta organización tiende a eso. Es indudable, señores, que el Plan Quinquenal no es un plan de obras públicas, como creen o como muchos han sostenido. Podría llevarme su explicación a hablar más de cinco horas, porque son ochocientos los objetivos del Plan Quinquenal y no se refieren solamente a la construcción de algunas obras públicas, sino que se refieren a la evolución total en lo económico, en lo político, en lo social, etcétera, sino que contempla y encamina la evolución. Esa es toda la acción de nuestro Plan Quinquenal y nuestra doctrina está también encaminada al desarrollo de la parte intelectual y espiritual de nuestro pueblo, dentro de los mismos objetivos, porque hay una unidad absoluta en la doctrina y en nuestros planes. Esta organización es para adaptar mejor al gobierno y al Estado al cumplimiento de ese Plan Quinquenal. Hemos observado muchas dificultades en la organización actual: lentitud, burocracia, apoltronamiento, etcétera, y todo eso queremos desterrarlo creando sistemas más ágiles y permitiendo descentralizar las responsabilidades, cuestión que no podía realizarse antes cuando no sabíamos quien era quien. La descentralización lleva la responsabilidad hacia los estamentos inferiores de la burocracia; eso agiliza el trámite, pero tiene el peligro extraordinario de que se cometan graves errores o cosas peores que son consecuencia de la deshonestidad administrativa. Eso también hemos tenido que cuidarlo. Hemos ido creando entes que, a nuestro juicio, son responsables. Fallaremos muchas veces, pero hay que agilizar descentralizando. Queremos que las resoluciones no solamente estén en manos del señor presidente de la República y de sus ministros, sino también de los funcionarios que le siguen en jerarquía, para poder agilizar el trámite administrativo y terminar con el fin natural de las burocracias centralizadas que son retardatarias, lentas y muchas veces, destructivas. Yo siempre cuento un caso. Cuando llegue al gobierno, si se moría una mula en la provincia de Jujuy perteneciente al Ejército, yo tenía que firmar el acta de defunción de la misma, porque la mula figuraba en el inventario. Esto es un ejemplo de la centralización que tratamos de evitar. Tenemos que darle autoridad al enfermero de aquél puestito de Jujuy para que, cuando se muera una mula, el mismo haga el certificado de defunción, y no sea el presidente de la República el encargado de esa tarea. Se ha reformado mucho en todas estas cosas, pero aún hay muchas que tenemos que reformar, descentralizando y dando responsabilidad a los funcionarios. Tenemos que matar esa maldita costumbre del “déle trámite”, en que llega un expediente al subsecretario, este se lo pasa al secretario y le dice: “déle trámite”; éste, a su vez, dice: “García, déle trámite”, y García dice: “Pérez, déle trámite”; y así sucesivamente, hasta que se llega el escribiente, que es quien le da trámite. Mientras tanto, se ha perdido una semana pasando el expediente de mano en mano. Esto no solo mata la inteligencia del funcionario, que no se necesita para pasar un papel de una mano a otra, sino que cuesta miles de pesos. Nosotros queremos suprimir definitivamente ese “déle trámite”; queremos que el que reciba un expediente, tenga la obligación de resolverlo y darle el trámite correspondiente. Así como esto, hay multitud de cosas que hay que arreglar, pero las burocracias difícilmente se vencen en corto tiempo, sólo se vencen a través de una acción sistemática y de una racionalización científica y permanente, porque para suprimir la burocracia hay que matar al burócrata, desgraciadamente, o hay que transformarlo, que es más difícil todavía. Esa es la acción que nosotros estamos empezados en realizar. La sensación que da una administración pública es generalmente de lentitud, porque el que es expeditivo va arrastrando el inmenso peso de todos esos inoperantes que están detrás de él, colgados de la acción burocrática. Me dicen a mí que en la Aduana de la capital sucede muchas veces, que hay máquinas para importarse que se han pasado hasta un año en sus galpones. ¿Por qué está esa máquina allí? Porque resulta que el que pidió la máquina, pidió una máquina de coser, y se le dio permiso de importanci6n de una máquina de coser, pero la que vino es otra máquina de mayor importancia, lo que no es lo mismo. Con el permiso de una máquina de coser quiere conseguir otra, y ese trámite no es posible en la Aduana. Vale decir, que hay mala fe en el importador, pero ese importador de mala fe no debe gravitar sobre la multitud de importadores de buena fe, porque el de mala fe es la excepción. El inconveniente y el mal no está en los funcionarios, sino que está en el sistema. Hay que cambiar el sistema. Cuando se encuentre un importador de mala fe, se le quita toda la mercadería y se remata ahí mismo en el galpón. Pero porque haya un importador de mala fe, no podemos perjudicar a miles de importadores de buena fe, sometiéndolos a un procedimiento inquisitorial. Es claro que para poder proceder correctamente es necesario también que el funcionario que esta allí en el galpón sea responsable, y que no se preste a ciertos manejos, porque si no, el remedio resultaría peor que la enfermedad. Estos y muchos otros son aspectos que deben considerarse para poder llevar a cabo la descentralización, y nuestro trabajo está destinado a ir haciendo las correcciones; pero haciéndolo de a poco. Por primera vez en la historia de país, hemos dictado un decreto asignando a cada ministerio, por materia, su responsabilidad y determinando la responsabilidad que el ministro tiene en el gobierno. Eso ha sido hecho por primera vez, y se imaginarán ustedes que no se ha efectuado para tener un adorno en la biblioteca, sino para hacerlo cumplir. Hemos establecido perfectamente bien la responsabilidad de los ministros y vamos a hacerles cumplir esa responsabilidad. Les damos a los señores ministros absoluta autoridad, pero también les atribuimos toda la responsabilidad. Solamente así se puede ir adelante y terminar con las cosas mal hechas. El ministro deberá hacer lo mismo con sus subalternos cargándolos con toda la responsabilidad, pero dándoles, al mismo tiempo, toda la autoridad necesaria. Esa descentralización será el primer ensayo serio que se haga contra la burocracia, ensayo que nosotros estamos dispuestos a realizar. Se conseguirá también un gran perfeccionamiento administrativo, y aún cualitativo, en lo que se refiere al personal de la administración, porque la única manera de conocer a los hombres es ponerlos a jugarse todos los días en la responsabilidad. ¿Cómo voy a saber yo que funcionario es Juan Pérez, sí este nunca resuelve nada? Veámoslo resolver los problemas que se le presenten y, de acuerdo con lo que haga, será el concepto que merezca en la administración pública. Es un asunto de orden. Hasta ahora nunca se pudo hacer en forma tan orgánica; aunque lo hemos venido realizando paulatinamente en grado a la perfectibilidad que pudimos alcanzar. Yo pongo en manos de ustedes la reglamentación de todo esto. Les pido que la estudien, la comenten y la critiquen, si es que hay que hacer alguna crítica; nosotros no vamos a pensar que con esa crítica están tratando de perjudicarnos, sino, por el contrario vamos a comprender que quieren ayudarnos. Tenemos que trabajar todos juntos para adelantar todo lo posible. Si a través del estudio se advierta errores, estamos listos para corregirlos, pues no pensamos que somos propietarios del acierto; algunas veces también lo somos de los desaciertos. Cualquier colaboración pues, será bienvenida. Lo que hace falta es divulgar estos principios para que la gente los vaya conociendo y colabore en las distintas esferas de todo las organizaciones, a fin de ayudarnos a llevar a cabo esto que se hace para bien de todos. Terminada esta primera etapa, comenzamos una acción activa desde el gobierno para poner esto a prueba. A tal efecto, ya hemos estado hablando con los señores ministros y funcionarios de gobierno para realizarla. Mediante la colaboración de los señores ministros y de los funcionarios, tendremos rápidamente el resultado inicial para saber como funciona esta organización. Pero todo lo que nosotros podamos hacer para perfeccionarla será siempre poco. Al respecto hacemos un llamado desde aquí a todos los funcionarios y empleados para que nos ayuden, como así también a todas las fuerzas que colaboran con nosotros en la consecución de los mismos fines de racionalización y de organización. De tal manera, al mismo tiempo que nos ayudan, perfeccionarán y racionalizarán sus propias organizaciones. Veo, por ejemplo, que la iniciación del Congreso de Organización y Relaciones del Trabajo, auspiciado por la Confederación General Económica, pone en práctica estos mismos principios, es decir, al igual que la Confederación General del Trabajo se pone a tono con lo que nosotros estamos propugnando desde aquí. Ellos estudian sus problemas de racionalización para ir también ajustando todo este inmenso mecanismo. Por eso yo les estoy muy reconocido y agradecido, y el lunes tendré un gran placer en asistir la sesión inaugural de ese congreso. No tengo más que decirles por ahora, y estoy a las órdenes de ustedes para contestar cualquier pregunta que me formulen. Cronista de Clarín: Con permiso del señor presidente, debo expresarle que este decreto reglamentario de los funciones de los ministerios no lo conocíamos. Es muy reciente, pues llevar fecha del 11 de agosto. En líneas generales, sabíamos en que iba a consistir dicha reforma, pero ahora, con estos folletos, se nos aclaran muchas cosas, por ejemplo, la forma en que van a depender ciertos organismos de ministerios a los cuales antes no pertenecían. Sr. Presidente: Exacto. Estamos haciendo ahora los decretos para la ejecución de esas medidas. Hemos tratado de compartimentar del mejor modo lo que hemos visto que en el anterior sistema no estaba del todo bien. Es el caso de Comercio Interior, que se refunde con comercio exterior, ya que son complementarios en muchos aspectos. En otros sectores, algunos organismos permanecen en Industria, por las características de su actividad, aunque pertenecerían a Comercio. Es decir, somos menos teóricos y más empíricos para responder mejor a las necesidades inmediatas de toda la organización. Todo ese reglamento no es sino el cumplimiento de la ley, ajustando distintos detalles que establecen muchísimas cuestiones que la ley, naturalmente y por razones de redacción no podía contener, como así también la estructuración dentro del gobierno, del organismo de conducción, que son las secretarias, los organismos de ejecución, o sean los ministerios. Las secretarias, en el orden político, económico, social, técnico y relaciones exteriores, forman un organismo de gobierno y se constituyen un cuerpo de gobierno, vale decir, en consejo de gobierno. Ustedes difícilmente pueden ignorar lo que le pasa a un presidente de la República que debe manejar veinte ministerios. Todos los días se presentan problemas, que han sido estudiado seis semanas o seis meses y pueden tener dos conclusiones: una por A y otra por B. Y yo en pocos minutos, tengo que resolverlos. Pero yo no puedo improvisar en cosas de gran trascendencia. Necesito tener un organismo de estudio. Por eso he creado los grandes organismos de Estado de carácter técnico, militar, político y económico. Entonces, cuando me presentan los problemas se los paso al secretario pertinente. Este lo lleva a su gabinete, y lo trae perfectamente estudiado. En consecuencia, estoy en condiciones de resolver con conocimiento de causa, sin necesidad de tener que hacer una investigación histórica o científica sobre cada cuestión que me platean. De lo contrario tendría que decidir a ojo de buen cubero. Eso no es posible. Por eso, esos organismos son los que preparan y elaboran dicho trabajo para que yo pueda decir con responsabilidad y conocimiento que se haga tal cosa y se tomen las grandes soluciones. Por otra parte, yo consulto a los interesados. Muchas veces me traen un decreto que se refiere a algún problema de la economía del país; yo lo paso a la Confederación General Económica y el amigo Gelbard me dice: esto puede o no puede ser. Porque yo no publico nada ni tomo resolución alguna en que puedan intervenir intereses de la producción, de la industria o del comercio sin consultarlos. Me dan su opinión y cambiamos ideas, pero si no están de acuerdo yo no tomo ninguna resolución. De la misma manera procedo con la Confederación General del Trabajo, con la Confederación General de Profesionales y con las demás organizaciones. Es decir, que el gobierno es responsable y estudia y respeta los intereses que está obligado a respetar y ayudar. Las cosas se hacen en forma racional, respetando los intereses que intervienen y que pueden perjudicarse. Cuando eso está resuelto entonces va al ministerio respectivo que ejecuta la resolución tomada. El ministerio es un órgano de ejecución y es corresponsable; el responsable de la concepción soy yo y el responsable de la ejecución es el ministro; en consecuencia, firmamos los dos. Así se va configurando mejor la continuidad de la acción y la coparticipación de la responsabilidad. Cronista de Agencia Saporiti: Se ha dicho que ahora viene una campaña de activación. ¿Eso se va a traducir en algún decreto inmediato? Porque, según parece con motivo de la estructuración o de la racionalización habían quedado paralizadas muchas actividades administrativas. ¿Han de tomarse algunas medidas a ese respecto? Señor Presidente. Ya hemos hablado con todos los ministros, cada uno en la esfera de acción que le corresponde. Por otra parte, yo voy a salir en gira a distintas partes. Es claro que todos me invitan para que concurra a diversas Fiestas, como la del algodón, la de la vendimia, etcétera. Yo les agradezco pero yo no deseo participar en fiestas; voy a trabajar, voy a ver si las cosas que se han proyectado realizar han sido hechas o no, para luego regresar a Buenos Aires y proceder en consecuencia. Vale decir, que voy a realizar una inspección, como hace todo el que tiene una casa con sucursales; de cuando en cuando hay que visitar las sucursales, porque si no el negocio no anda. Nosotros vamos haciendo lo mismo. Haré el viaje rápidamente con los asesores de la Dirección Nacional de Planificación de la Secretaría de Asuntos Técnicos, organismo donde llevamos la contabilidad, diríamos así, de lo que se va realizando. Todos los días hacemos las anotaciones que corresponden, de modo que en cualquier momento se puede saber cuáles son las obras que están atrasadas y cuáles las que no lo están, el tiempo que demandará la construcción, etcétera. Tenemos también allí las fotografías de las obras que se están realizando y, además llevamos también cuenta de la marcha de otros aspectos, como ser la reforma de la legislación, por ejemplo. Pues bien, cuando yo debo visitar determinada zona, tomo todas esas anotaciones y me voy con ellas a las provincias o a las gobernaciones que recorreré. Entonces, después de una inspección rápida, vuelvo y tomo las medidas necesarias para acelerar las cosas y remediar los defectos. Cronista de Saporiti: Esa campaña, señor Presidente, ¿comenzará por la Patagonia, como pensaba usted antes? Señor Presidente: Todavía no lo sé, porque estoy tratando de establecer prioridades de acuerdo con las necesidades de cada región. Me habían dicho que vaya a la Patagonia en verano, pero si es necesario ir en invierno lo haré, porque a mi tampoco me asusta el clima. Cronista de Clarín: Hay mucha impaciencia por saber que zonas del país visitará usted en primer término. Señor Presidente. He de visitarlas todas, y en primer término las que tengan mas necesidades, de acuerdo con el estudio que realice la Secretaría de Asuntos Técnicos. En esta Secretaría está la Dirección Nacional de Planificación y Control, organismo encargado de hacer el plan y de controlar su ejecución. Para ejecutar ese control hay un hombre para cada provincia, asistido por un pequeño organismo. Además, hay comisiones encargadas de todos los asuntos no de una provincia, sino de todo el país. Hemos procedido de esta manera porque de lo contrario los hombres se unilateralizan. De esta manera, cada funcionario atiende asuntos de una provincia, pero también de todo el país, de modo que reuniendo a ese personal puedo obtener información acerca de todas las provincias y de todos los asuntos del país. De acuerdo con esa información, iré estableciendo la correspondiente prioridad. Hay muchas partes donde tendré que ir inmediatamente; otras podrán esperar. En algunas zonas, como por ejemplo la provincia de Misiones, el gobierno nacional debe hacer entrega de diversos bienes a las autoridades provinciales, y en esos casos me agradaría que mi visita coincidiera con esa circunstancia para entregar personalmente esas cosas, dada la trascendencia que tiene la constitución de una nueva provincia. Del mismo modo, también resultaría interesante efectuar una rápida visita a las otras provincias recién constituidas, porque hay muchos aspectos que ellas tienen que resolver con carácter urgente, cuya solución esta paralizada en muchos casos por la lentitud de ciertos trámites Yo preferiría ir primero a esas provincias para darles la mano que necesitan a fin de que puedan seguir su marcha. Cumplida esa etapa, comenzaría luego por las provincias más pobres. Cronista: Ya no hay provincias pobres. Sr. Presidente: Efectivamente, ya no las hay. Cronista: A propósito, señor Presidente, hay un dique por inaugurarse. Sr. Presidente: El de Los Quirogas. Cronista: Como usted una vez dijo que iba a ir cuando hubiese agua, lo están esperando para efectuar la inauguración. Sr. Presidente: Voy a ir. Cronista de La Razón: Señor Presidente, si me permite, desearía saber si entre los asuntos que usted tiene figura algo con respecto a los precios en plaza de los productos. Sr. Presidente: ¿Usted se refiere a que han subido un poco? Ese es un problema que ya estamos considerando. Hay algunos aumentos que han sido autorizados en virtud de que se han efectuado aumentos en los salarios, de modo que se trata de ajustes o regulaciones que se van efectuando, porque el procedimiento que nosotros seguimos en los convenios colectivos de trabajo es el siguiente: se trató de llegar a un aumento de salarios que no influyese en los precios; pero en muchos casos las exigencias sobrepasan las posibilidades y entonces se fija el salario, pero se autoriza en cada caso un pequeño porcentaje de aumento en los precios. En este momento, ese movimiento, ese movimiento de precios. En este momento, ese movimiento de precios no es una cosa grave. Algún “vivo” siempre podrá haber, pero son las excepciones. Este es le momento en que todavía no se tienen los precios definitivos y que algunos aprovechan para realizar especulaciones. En realidad no se pueden ajustar los precios si todavía no se han determinado los aumentos de salarios que corresponderán a esos convenios. Una ves que ello se logre, se hará una revisión general de precios en relación con el costo de la vida. Logrado el reajuste de precios y salarios, sabremos a que atenemos en esta materia. Entonces, la Policía Económica empezará a controlar los precios, y estos habrán de bajar. …
1954-08-26
En el acto de clausura del XI Congreso de la Federación Obrera Cervecera Argentina
Compañeras y compañeros: Yo deseo comenzar agradeciendo las amables palabras del compañero García y agradeciendo también la colaboración que siempre surge de la realización de estos congresos de trabajadores, tan constructivos y tan sinceros. Estaría demás que yo elogiara la organización de la Federación Cervecera, conocida por todos los trabajadores y bien conocida por nosotros especialmente, tanto por su seriedad como por los progresos que va realizando. La existencia de numerosos locales propios como las colonias de vacaciones, las proveedurías, las cooperativas, todo el sector asistencial con la instalación de policlínicos, etcétera, está dando la evidencia de la preocupación de los dirigentes del gremio de los obreros cerveceros. La perseverancia en estas ideas es la que va a consolidar definitivamente esta organización. No quisiera repetir numerosos conceptos que ya he expresado a otros gremios, relativos a la necesidad de ir consolidando la organización mediante la solidaridad. La solidaridad en la Federación Cervecera es un hecho que se evidencia en las obras que constructivamente va realizando para bien de todos sus asociados. Esta es, sin duda, la mayor ponderación que puede hacerse a los dirigentes de un gremio, por cuanto la evidencia de esas obras es mucho más elocuente que todas las palabras que pudieran decirse al respecto. Quiero agradecer igualmente las ponencias de solidaridad que nos hace llegar el congreso, como también las de colaboración, tan importantes, tan importantes y tan justas. Comparto, total y absolutamente, las ideas, expuestas por el compañero García cuando se refirió a gratificaciones, pero deseo anunciarles a los trabajadores cerveceros un nuevo sistema que piensa implantar gobierno, con el cual todos esos inconvenientes serán total y absolutamente subsanados. Las cervecerías argentinas han pertenecido a un monopolio que funcionó durante muchos años en el país, monopolio de triste memoria para el pueblo argentino. Y digo de triste memoria porque se ha tratado de una organización que no buscó asimilarse al medio, sino explotar al medio popular. A nosotros, que consideramos y concebimos la comunidad sin explotadores, cualquier idea de explotación comienza por repugnar a nuestro propio espíritu. El monopolio de la cerveza en la República Argentina, perteneció a empresas contra las cuales el Estado y la justicia han accionado, y han accionado certeramente. Durante casi veinte se han ventilado aquí estas cuestiones, de modo que para ningún argentino medianamente informado, se trata de un asunto desconocido y menos aún nuevo. Todo conocemos al origen de este largo juicio que se ha desarrollado en lo estrados de la justicia argentina. Las empresas Bemberg llegaron a ser un ejemplo de lo que fue el elemento de corrupción más representativo en nuestro país. No había funcionario público que tuviese que intervenir en algún aspecto al que no de intentara sobornar, con tal de que este monopolio pudiera cumplir sus fines de explotación. Llegó a afirmarse -y eso se ha comprobado en al juicio- que la propia empresa Bemberg era el prestamista normal de los legisladores. Todo esto que sería muy largo explicar y que todo ustedes conocen tan bien como yo porque se ha ventilado públicamente a través de la justicia creó el ambiente necesario para que en el plan no se diese un ejemplo para la purificación de las formas administrativas y políticas, en todos sus aspectos. Las empresas que emplean el soborno en cualquier de sus formas son las escuelas más terribles para la deformación administrativas y política. Un empleado o un funcionario pueden estar siempre tentados, pero no puede realizar cualquier tentación si no existe a la vez el tentador. La existencia de ese acicate para la deshonestidad es el peligro más grave que enfrentan las administraciones públicas, dado que los empresarios están dispuestos a arreglar a través de una coima cualquiera de sus negocios. Eso ha establecido una escuela de deformación permanente de la honestidad administrativa. Y si hay funcionarios y empleados deshonestos, ellos tienen la culpa de su deshonestidad, pero la causa de esa deshonestidad está en aquellos que los tientan a través del soborno. Esto es perfectamente claro. Para terminar con los deshonestos hay que terminar primero con los que producen esa deshonestidad. El juicio a estas empresas, que se ventiló en nuestros tribunales, constituyó una reivindicación que el buen nombre administrativo argentino tenía que alcanzar. Y era, además, una reivindicación del buen nombre de los que no entran en deshonestidad a través del soborno. Por otro parte, también era necesario hacer cumplir la ley. ¿En que consistía la violación de la ley por parte de esos monopolios? Es muy simple. Cuando se hizo la testamentaría de Otto Bemberg, hombre que a través del monopolio manejaba muchos cientos de millones de pesos, se denunció como todo bien, a los efectos del pago de los impuestos sucesorios, un numerario de seiscientos mil pesos. Como es lógico, se hizo la testamentaría y ellos pagaron impuestos por esos seiscientos mil pesos. El antiguo Consejo Nacional de Educación, que era quien perdía la parte correspondiente en el impuesto sucesorio, inició un juicio, y durante años no hubo en la República Argentina juez ni justicia que pudiera fallar en este asunto. Llegamos nosotros al gobierno -que según dicen, hemos suprimido la justicia-, la pusimos en marcha nosotros y ejecutamos a la sucesión de Bemberg de acuerdo con lo establecido por la ley. Lo hicimos así porque entendimos y entendemos que cuando defendemos lo que es del pueblo tenemos el inalienable derecho de hacer cumplir la ley y porque tenemos también la irrenunciable obligación de hacerla cumplir en beneficio del pueblo; ese pueblo que habla sido explotado y escarnecido por ellos mismos y que debe ser el beneficiarlo de esta reparación que la justicia debía al pueblo argentino. Por esa razón se cumplió en todas sus partes la sentencia, y cuando parecía que las cosas andaban un poco lerdas, se dictó una ley para acelerarlas, vale decir, que no solamente hicimos justicia, sino que la hicimos rápida y enérgica como correspondía. Cumplida la ley, se aplicó la multa y se liquidaron las compaas. Indudablemente, esas compaas se podían haber liquidado de dos maneras: fraccionadas y al mejor postor, en cuyo caso se hubiera destruido esa fuente de trabajo perjudicando al pueblo, porque toda la gente que estaba en las empresas se hubiera quedado sin trabajo. ¿Podía el gobierno permitir semejante cosas? Si el gobierno hacia justicia para el pueblo ¿como iba a perjudicar a un inmenso sector de trabajadores? Entonces, el gobierno exigió que esos bienes se quedaran en conjunto, sin fraccionarlo, para no lesionar al sector más importante que se debe respetar en la comunidad: el de los trabajadores. Y nosotros lo hicimos respetar, porque hay una ley superior a todas las demás leyes, que es la ley de justicia que nosotros tenemos la obligación de establecer en el país. El Estado adquirió todos esos bienes y los esta administrando en nombre del pueblo argentino, tratando de hacerlo lo mejor posible, y con la colaboración de ustedes, como acaba de mencionar el compañero García, las empresas se han puesto a punto y se ajustarán cada vez más, en las mismas o mejores formas de lo que funcionaban antes. De manera que el problema está totalmente resuelto en cuanto a la existencia de esas sociedades, a su funcionamiento y a su producción, que era lo que nosotros deseábamos salvar en primer término. Se ha hecho justicia, se ha reivindicado a la justicia argentina y se ha barrido para siempre una mala escuela de perversión que estaba siempre presente y siempre latente en la gestión administrativa. De manera que ahora queda por resolver el tercero y último hecho, diríamos, de este asunto. En ese mentido, hemos conversado ya con los órganos correspondientes y queremos, en esto, cumplir lo que hemos cumplido y estamos cumpliendo en toda nuestra orientación económica. Nosotros no creemos que el Estado pueda seguir manejando estas grandes organizaciones. El Estado tiene otra función que cumplir, no está para ponerse a industrial: los bienes industriales o de la producción deben ser regidos por interés privado. Son los privados los que deben administrar todo lo que se refiere a la producción, la industria y el comercio, según nuestra orientación. Al gobierno le basta con tener los servicios públicos en sus manos, porque estos no están para ganar dinero sino para prestar servicios. Las empresas, en cambio, están para ganar dinero y para lograr con ese dinero el bienestar social de la comunidad. Por esa razón, creemos que esto debe ir a manos de los privados. Nosotros hemos considerado que ustedes, los cerveceros, son tan privados como todos los demás, y, en consecuencia, enviamos al Congreso una ley que nos autoriza a entregar estas empresas a ustedes, para que ustedes sean sus propietarios y las administren. Creemos que este es un acto de justicia. Por otra parte, nosotros no tenemos interés en cobrar rápido. Que esto se vaya pagando despacito, con el producido, devolviéndolo todo al Estado ya que es un bien estatal. En este sentido se puede seguir el procedimiento que se practicó con el diario La Prensa, procedimiento que señala otro de los grandes actos de justicia que hemos realizado. Dios quiera que ustedes tengan la misma fortuna que ha tenido La Prensa, que ha pagado en un año casi todo los gastos. En un año, me dice aquí el compañero Vuletich, han pagado 21 millones de pesos. Vean lo que sería eso Las empresas cerveceras en buenas manos, manejadas y gobernadas correctamente, serán tan rendidoras, como ésta que hemos mencionado. Esta segunda gran empresa en que van a actuar directamente las organizaciones, tiene también para nosotros una importancia extraordinaria. En este caso la organización está al frente de la administración y del gobierno de numerosas empresas cerveceras. Ustedes saben que en el país hay muchas de estás empresas, todas las cuales pasarán, a través de esa ley, a ser gobernadas y administradas por ustedes. Esto nos permitirá realizar un nuevo ensayo como el que hemos realizado con tanto éxito, en el caso del diario La Prensa. Estos ensayos pondrán en evidencia que nuestros trabajadores no son, como muchos creen, incapaces de gobernar, administrar y dirigir una empresa. De manera que la responsabilidad de ustedes no es sólo relativa y circunstancialmente reducida al gremio. Esta es una experiencia que servirá de ejemplo para el futuro, haciendo ver que nuestras organizaciones han alcanzado un grado de madurez y de seriedad tal, que pueden hacerse cargo de las grandes empresas, hacerlas funcionar con éxito y obtener de las mismas el máximo de beneficios. Este beneficio por otra parte no sólo estará representado en pesos, sino también en beneficios para la propia comunidad. Yo les quería dar esta noticia en el día de hoy, cuando ustedes terminen su congreso. Como el compañero García, tampoco estoy de acuerdo con la forma como se quiere liquidar ese veinte por ciento de los beneficios que ha mencionado. En el futuro serán ustedes quienes determinarán el destino de tales beneficios. Compañeros: este paso que el gobierno de la Nación piensa dar a través del Congreso en este aspecto, lo estamos extendiendo imperceptiblemente a todos los demás ordenes, donde las organizaciones van constituyendo sus movimientos cooperativistas, etcétera. Porque pensamos que el concepto de comunidad cada día, en nuestro país, va primando sobre el de individualidad; vale decir, no se trata de una colectivización, sino de otro concepto, de un concepto de cooperación de comunidad organizada, donde el intermediario generalmente inútil en su función, en la mayor parte de los casos parásito en la producción y explotador en casi todos los casos, va desapareciendo. Teníamos el intermediario político, y todos ustedes se acuerdan de sus discursos en las calles. ¿Cuál ha sido el resultado obtenido de esos intermediarios políticos? ¿No es mucho mejor lo que nosotros estamos realizando en la comunidad, donde no existen los intermediarios y las propias organizaciones son las que van llevando su representación a todos los organismos de la comunidad? Recién terminamos de decir que en este país no hace mucho han manifestado que existe el voto sindical. Claro que existe el voto sindical, y en la provincia Presidente Perón ha sido incorporado a la Constitución, lo que representa, un adelante sobre las demás provincias. Sí, nosotros lo hemos establecido en la práctica. ¿No tienen ustedes aquí a un dirigente sindical que es la vez diputado nacional? ¿Quien ha designado al compañero García diputado nacional? ¿No ha sido el sindicato, la CGT? ¿Y eso es o no es el voto sindical? Una parte de los legisladores de nuestro Congreso han sido designados así. Hemos establecido la costumbre del voto sindical. Con eso nosotros vamos suprimiendo el intermediario político, de tan triste memoria, que era cualquier cosa, pero menos representante de los que lo votaban. El intermediario político era solo un intermediario más. A los intermediarios sociales ustedes los conocían tan bien como yo. ¿Qué pasaba cuando venían dos o tres y fundaban un sindicato de “oficios varios”? ¿Esos no eran intermediarios? En el orden comercial y económico también ustedes los conocen muy bien, tanto como yo: los intermediarios son esos que desde la cama, por teléfono, dicen: “Agreguen un veinte por ciento más”. Esos eran los vivos que vivían del sonso. Todo hombre que en el país ha producido, ha transformado industrializado comercializado, es un hombre que verdaderamente ha hecho un trabajo útil en la vida, para todos. Existe una producción, una transformación, que corresponde a la industria; una distribución, que corresponde al comercio, que tiene los medios para distribuir los distintos artículos, y, finalmente, está el consumo. Eso es lo natural. Pero, en medio de todo eso, están los parásitos, que son los intermediarios en la economía y que daban desaparecer. Ustedes, que tienen tantas proveedurías, han suprimido los intermediarios. Antes el trabajo lo hacían ellos. Ahora en cambio, ustedes van al productor, compran los artículos y luego los venden al consumidor. Esa es toda la operación, eliminándose los intermediarios. Esa es una gran medida porque va eliminando esos parásitos, parásitos existentes o aparentes, porque, como es lógico, muchos de los que sufrieron las consecuencias de los intermediarios, han buscado la forma de eliminarlos por su cuenta, y así, por ejemplo, el industrial, crea un órgano propio de distribución, bajo el rubro “Juan Pérez”, pagándole a este un sueldo incorporando todos los demás a su haber. De esa manera, él mismo se constituye en intermediario de sus productos. Todo ese mal va a desaparecer, suprimiendo toda esa intervención inútil que es lo que encarece todo. Desaparecido eso, los artículos se abaratarán en un treinta, cuarenta o cincuenta por ciento, término medio. Otro factor de abaratamiento es una mayor y mejor producción. El tercer factor es una buena distribución, evitando que en ella intervengan esos parásitos de los que estamos hablando. Todo este proceso está en marcha en nuestro país. Hay que reconocer que cien años de incuria no se corrigen en pocos años. Pero es indudable que hemos corregido mucho, con la ayuda de la organización, con la creación de numerosas cooperativas, con la existencia de numerosas proveedurías, con las cooperativas de trabajo y de producción, que ya hemos visto funcionar en le país. Ese es nuestro sistema en su verdadera realidad. Vale decir, organización en todos los órdenes, en lo político, en lo social y en lo económico, destinada a un perfeccionamiento tendiente a suprimir la intermediación inútil que encarece la producción y grava extraordinariamente el consumo. De manera que ustedes ven que, además justicia, en este caso entregando a los cerveceros las cervecerías, también estamos cumpliendo nuestro programa y abaratando los productos. Yo sé que en el futuro, estando las cervecerías en manos de ustedes, vamos a tomar cerveza mejor y más barata. Compañeros: ustedes se van a dispersar en todas direcciones por la patria, yo les pido que lleven estas palabras a todos los compañeros cerveceros de la República; que cada uno de ellos escuche de ustedes mismos, en lo posible, las ideas que termino de expresar. Son ideas congruentes con lo que venimos sosteniendo desde hace diez años y consecuentes con la doctrina que hemos fijado en el país. Hace diez años que nosotros dijimos lo que había que hacer. Ahora estemos haciéndolo, y lo hacemos en la medida en que no desequilibre las cosas, para no perjudicar a nadie y beneficiar al mayor número posible de habitantes. La colaboración que ustedes puedan prestar a esta idea será valiosísima, porque el bien no está solamente en las medidas que se tomen, sino en la forma en que las mismas se pongan en práctica. De manera que el bien que podamos producir con estas medidas, tan trascendentales en el orden de la economía nacional, podría anularse si no tuviera una realización tan bien hecha como la concepción que nosotros tenemos de las cosas. Por eso yo quisiera que llevaran a todos los compañeros de las cervecerías, la palabra de la Nueva Argentina. Ahora hay una obligación mayor, de un trabajo más efectivo, consciente y honrado, por que los trabajadores están trabajando para ellos y para los demás argentinos que piensan, que sienten como ellos y que apoyan estas medidas tan trascendentalmente revolucionarias en la nueva concepción de la economía. Lleven a los compañeros estas palabras. Díganles que desde hoy en más los cerveceros constituyen una nueva conciencia en marcha, sobre una concepción también nueva de la economía argentina. Ellos serán los artífices del triunfo o del fracaso. Yo estoy seguro de que han de serlo del triunfo. Si no, no daría este paso tan trascendental. Si lo doy, es porque tengo fe. Muchos hombres de gobierno fracasan a pesar de estar del lado de los humildes, pero si ello ocurre, ha de ser porque no han de haber jugado todo lo que debían jugar. Les ha debido faltar un poco de fe en el pueblo, porque solamente se triunfa cuando se tiene una fe inquebrantable y total en el pueblo. Yo he tenido, afortunadamente, esa fe, y cuando he tenido que jugármelo todo por el pueblo, lo he jugado y ganado, lo que quiere decir que los hombres que lo exponen todo por el pueblo, inspirados en esa fe, son los que triunfan. ¡Dios lo libre a aquel que anda con temor! Si uno tiene fe, lo expone todo, y si no, se va a su casa. Son los dos únicos caminos que se pueden recorrer en esto. Yo sé que muchos no se atreverán a tomar una medida de esta naturaleza por simple temor. Yo, en cambio, tengo la absoluta persuasión y la más completa seguridad del éxito, porque tengo fe en los trabajadores y volvería una y mil veces a jugármelo todo por ellos. Yo estoy convencido de que esto en manos de ustedes va a andar bien; yo sé que le van a hacer triunfar; y también sé que si mañana no anduviera bien, redoblarían los esfuerzos para que triunfe a pesar de todo. Quiero que estas palabras las lleven a todos los compañeros de la República Argentina para que todos sepan cuán inmensa es mi confianza en todos los trabajadores de la industria cervecera y cuán grande es mí seguridad en el éxito final. Pasarán unos años, y entonces les podré decir, recordándoles este día, que cuando uno pone toda su fe en los hombres humildes, no se equivoca jamás. Muchas gracias. ….
1954-10-25
Ante médicos y estudiantes becarios del Paraguay
Señores: Deseo que mis primeras palabras sean para agradecer la presencia de ustedes en esta casa, que me brinda la inmensa satisfacción de poder estrecharles las manos, si quiera sea en una oportunidad como esta. Como ustedes saben, nosotros estamos empeñados en llevar al máximo nuestra amistad. Yo entiendo la amistad entre los países por una amistad entre los pueblos, que son los permanentes; nosotros, los gobernantes, pasamos, somos accidentes circunstanciales en la vida de los pueblos. Creo que lo constructivo que nosotros podemos realizar es lograr que nuestros pueblos se conozcan, se compenetren, se entiendan y sean amigos, pensando que eso es lo único permanente: la amistad entre los pueblos. Esa es nuestra orientación y nuestro deseo, y por tal motivo vemos con profunda satisfacción que nos visiten a menudo; igualmente nos satisface que los jóvenes becarios que nos hacen el honor de compartir nuestra vida compartan también nuestro trabajo, nuestras alegrías y nuestras penas, porque también las tenemos. Agradezco muchísimo a los señores que han concurrido a la demostración realizada en homenaje de Petirosi, en la inauguración de su monumento. Para nosotros Petirosi es casi como un argentino. Yo lo he conocido cuando éramos muchachos. Lo hemos visto de joven volar aquí en la Argentina, haciendo grandes demostraciones de pericia en esa época en que la aeronáutica todavía estaba en pañales; lo hemos visto actuar entre nosotros trabajando muchísimo por la aviación. De manera que, además de considerarlo un héroe paraguayo lo consideramos también un héroe argentino, ya que aquí realizó grandes hazañas dejando recuerdos inolvidables y amistades perdurables. Les agradezco muchísimo que hayan venido a la inauguración de su monumento. Nosotros siempre lo hemos honrado en la forma que Petirosi lo merece. Fue un gran muchacho y un gran amigo nuestro. A los médicos y a los estudiantes que llegaron a nuestro país por intermedio de la Fundación quiero destacarles -como ya deben saberlo- que la misma es una institución con cierto carácter extraterritorial. La consideramos como una institución de bien internacional; ella misma ha declarado en sus principios que el dolor no tiene fronteras, y que como está al servicio del dolor de los hombres no se fija mucho en las fronteras: va a donde puede ir y hace todo el bien que puede sin mirar a quien lo hace, y sin tener en cuenta las circunstancias en que lo realiza. De manera que los amigos que vienen a la Fundación serán siempre bienvenidos. Nosotros desearíamos que en el Paraguay se organice una institución de este tipo para poder conectarla con la nuestra ayudándose mutuamente en la tarea de socorrer a la gente que lo necesite. A veces le pediremos a ustedes, y otras ustedes nos pedirán a nosotros. Eso es lo que deben hacer los amigos: ayudarse en los momentos difíciles. En ese sentido, creo que la Fundación tiene el proyecto de construir un pequeño hospital allá y entregárselo a los amigos paraguayos. La Fundación no tiene carácter político ni de otra naturaleza, sino que es una asociación para hacer el bien en donde pueda hacerlo sin reparar en otra circunstancia o en otro hecho. Creo que ya se han de iniciar pronto los trabajos de organización y tendremos el placer de que los médicos paraguayos de la Fundación Paraguaya vengan a la nuestra y los nuestros vayan a la de ellos, vale decir, se realice un intercambio para que haya una ayuda mutua. Yo creo que lo interesante es estudiar los problemas con amplitud donde existen tratando de resolverlos sobre el lugar, porque ellos atañen a gente humilde que no tiene otro medio en qué apoyarse sino en estas instituciones. En ello, hemos de volcar todos nuestros esfuerzos. En estos días hemos resuelto la formación de la Casa Paraguaya, y ya cuando me vinieron a consultar para construirla, pusimos a disposición de los organizadores los locales necesarios para ese fin. También he conversado con el señor ministro para disponer lo necesario para que los becarios paraguayos que por primera vez vienen a la Argentina puedan hacer aquí su vida paraguaya manteniendo el contacto entre ellos. No sé si en realidad tienen lo que necesitan pero, de cualquier manera hemos de ir poquito a poquito organizando todo para que tengan su propia casa, puedan ir desenvolviéndose en su vida de sociedad, y considerar sus problemas utilizando las enseñanzas o la orientación que puedan recoger aquí. En una palabra, que puedan formar un ambiente paraguayo pues no queremos que sea solamente un ambiente argentino, ya que consideramos que los paraguayos deben tener el suyo y formar sus instituciones representativas. Es por eso, repito, que he hablado con el señor ministro para que tengan su propio local y lo manejen por sí. Por mi parte, visitaré a los becarios en su casa para interiorizarme de sus necesidades y ayudarles a que las resuelvan, pensando siempre que todo lo que tienen que hacer es obra de ellos y no nuestra. Nosotros pondremos únicamente lo necesario porque lo que uno crea por sí es lo que perdura, sobre todo si lo crea con cariño y amor. Las obras que produce el hombre con amor son las mejores. Lo lamentable es que estemos recién empezando todo eso pero, no obstante, es mi firme propósito que este trabajo se vaya multiplicando, para lo cual cuento con la colaboración de todos ustedes que son los primeros que vienen, digamos, a abrir la brecha para formar el camino que hará factible que ustedes nos visiten a menudo y nosotros podamos ir a verlos a su patria, estableciendo así un intercambio de carácter permanente. Veré si este año organizo la primera visita de estudiantes argentinos en calidad de turistas para que tomen contacto con los estudiantes paraguayos y vayan estrechando sus vínculos de amistad. Para ello hemos de contar con la ayuda del gobierno paraguayo a través de su representación diplomática en nuestro país, a cargo del doctor Chaves, poniendo de nuestra parte todo lo necesario que facilite esa tarea. Nuestra única, nuestra absoluta intención, es que seamos cada día más amigos y que nos respetemos como debemos respetarnos. Si hay quienes necesitan de ese respeto, precisamente, son los amigos. Si los amigos no merecen ser respetados, de nada valdría la amistad. Nosotros queremos una amistad sincera, sin ninguna otra intención, porque de ella se obtiene todo. Para mí lo primero es la amistad; las demás cosas vienen solas, para beneficio mutuo. Me hago un deber en decirles que ustedes están aquí en su casa; y si los señores que han venido desean visitar cualquier otra parte antes de regresar, pueden quedarse unos días más. Desde ya, nosotros tomaremos todas las medidas para que puedan realizar visitas al interior del país, poniendo a su disposición todo lo que sea necesario. Yo pido a la Fundación especial atención de este asunto, a fin de que ustedes puedan visitar diversos establecimientos de su dependencia en el interior, que tienen otras características que los de la Capital. Además, si quisieran visitar otras obras que existen en el país, nos ponemos desde ya a vuestra entera disposición para trasladarlos y concretar vuestros deseos. Señores: estaría demás decirles que yo les ruego que al regresar al Paraguay -no sé di tendré oportunidad de verlos nuevamente- lleven nuestro cariñoso saludo a todos los paraguayos, en especial al gobierno de vuestra patria, con quien tenemos una gran deuda de gratitud que nace de esa amistad que nosotros apreciamos sinceramente y no olvidaremos jamás. Les reitero una vez más que en cualquier cosa que podamos serles útiles, estamos total y absolutamente a vuestra disposición. Muchas gracias por vuestra visita, y que tengan un feliz viaje a vuestro regreso. ...................
1954-10-26
Ante vecinos y comerciantes de la avenida San Martín
Señoras y Señores: En primer término, yo debo agradecerles la amabilidad que han tenido al llegar hasta esta casa para darme la inmensa satisfacción de poder saludarlos. La razón de esta reunión, de acuerdo con lo expresado por los señores que terminan de hablar, me merece gran simpatía. Yo siempre he tratado de ser un hombre de organización, porque creo que la organización es uno de los factores preponderantes para el progreso y para el adelanto sistemático y racional de toda existencia humana, sea individual o colectiva. Probablemente, la historia sea nuestro mejor maestro en este sentido. Si uno observa todo su transcurso, ve que los entes organizados son los que se consolidan, subsisten y sobreviven a la lucha, al esfuerzo, al trabajo, y aún, a veces, a la felicidad misma, que es la más difícil de superar. En esto hay un ejemplo extraordinario, que hoy estamos presenciando: hace poco se ha producido una guerra en el mundo que ha sido verdaderamente de exterminio; hoy subsisten los países que estaban organizados. Los demás lo hacen con gran dificultad. Por eso uno se pregunta: ¿Cómo ha surgido este país vencido? Porque estaba organizado. Solamente la organización vence al tiempo. Es indudable que sin organización, el hombre todavía no ha conseguido vencer al tiempo; éste siempre lo vence porque comienza por terminar con él. De manera que el que quiere prolongarse no tiene otro remedio que organizarse. Y lo que ustedes hacen es un acto de organización, que es un acto constructivo y es un hecho que, probablemente, fije un punto de partida importantísimo para la vida, el progreso y el mayor bienestar de la población de la ciudad de Buenos Aires. Señores: las ciudades, en la vida de la humanidad, han sido quizá las primeras entidades organizadas. Tanto es así que el hombre en la tierra comenzó por ser un ente individualista; vivió aislado, sólo. Después formó familias, luego constituyó las tribus y terminó por fundar las ciudades. La formación de las ciudades fue la primera organización, porque los demás fueron solamente modos de vida; tribus nómades, asociadas para su defensa, no constituyeron entidades organizadas. Por eso, la primera organización surgió con las ciudades. Desde entonces hasta nuestros días se han ido agrupando alrededor de las ciudades todas las formaciones humanas que han subsistido y llegado hasta nuestros días. Las naciones no son sino el producto hegemónico de las ciudades, de manera que la entidad ciudad debe ser la unidad básica para la organización humana. El adelanto, el desarrollo de las grandes ciudades ha creado problemas de gobierno extraordinariamente importantes. Buenos Aires cada día va cambiando su fisonomía; el gobierno de Buenos Aires cada día es más difícil y más complicado; sus servicios van siendo cada día mayores y mas difíciles de manejar apropiadamente. La población y la extensión de la ciudad y del Gran Buenos Aires nos está indicando la necesidad de una organización más adecuada a las actuales exigencias. Ustedes están demostrando ese hecho, y están demostrándonos a nosotros, al gobierno, que no estamos al día en cuanto al gobierno de la Capital Federal se refiere. Ustedes están más adelantados que nosotros, que seguimos con un gobierno centralizado en la Municipalidad cuando en realidad ha llegado el momento de ir descentralizando hacia los barrios el gobierno y la vida de la ciudad. Este es un problema que nosotros ya venimos estudiándolo. Hay numerosas iniciativas -barriales, de asociaciones de diversas calles y de circunscripciones- que nos están dando la pauta de lo que la población quiere. Porque en el gobierno de la ciudad de Buenos Aires no se debe seguir otro concepto que el que nosotros seguimos en el gobierno de toda la República. Nosotros tenemos, de acuerdo con nuestra doctrina, la obligación de hacer lo que el pueblo quiere. Esa es nuestra norma de gobierno, de la cual no nos apartaremos jamás. Ustedes traen la inquietud y el interés de un gran sector del pueblo, y nosotros tenemos la obligación de atenderles y de servirles. Estamos -como dije- estudiando la posibilidad de reconstruir los antiguos barrios de la ciudad de Buenos Aires, que se han ido borrando un poco a través de su vida ciudadana. Las formas políticas, muchas veces las formas económicas, y aún las formas sociales, han borrado un poco las fronteras de los antiguos barrios de la ciudad de Buenos Aires. Yo creo que es de buen gobierno y de buena organización, como así también de respeto a una tradición que todos debemos considerar, el reconstruir los antiguos barrios de la ciudad de Buenos Aires y descentralizar un tanto el gobierno centralizado de la actual Municipalidad hacia esos barrios, con jurisdicción propia, para que los propios ciudadano que viven en esos barrios tomen un poco la responsabilidad de su gobierno y de su acción general, ocupándose de propugnar su desarrollo y su importancia. Todo esto lo tenemos nosotros a estudio de la Dirección Nacional de Racionalización y de Planificación y, probablemente, en poco tiempo más, hemos de dar a conocer los resultados de esos estudios. Señores: tengo la inmensa satisfacción de decirles que en numerosas ocasiones he recibido aquí a representantes de distintos barrios de la ciudad de Buenos Aires, pero ninguno me satisface más que el que viene a presentar sus inquietudes por el deseo de desarrollar su propio barrio, acotado a lo largo de una gran arteria que, generalmente, es algo así como el sistema circulatorio de la vida y de la grandeza de esos mismos barrios. En Buenos Aires, tenemos ya ejemplo de eso. Primero, se constituyeron los Amigos de la calle Florida; hicieron algo, pero no tanto. Después se constituyeron también los Amigos de la calle Santa Fe; hicieron más que los Amigos de la calle Florida y así, poco a poco, fueron desplazando a la calle Florida y, Santa Fe, fue adquiriendo primacía en el panorama de las calles de la ciudad de Buenos Aires porque allí, me parece, se ocuparon un poco más y más práticamente. Hoy, quizás, la calle Santa Fe haya desplazado a la antigua calle Florida. Dios quiera que la avenida San Martín desplace a Santa Fe. No digo esto por el hecho de que Santa Fe sea desplazada sino porque siendo esta una arteria de tanta importancia y que está en estos momentos tan bien orientada en su desarrollo, el hecho que la avenida San Martín la superase, querría decir que hemos adelantado y hemos progresado mucho en la avenida San Martín. Y lo que nosotros queremos es precisamente eso; que el esfuerzo de los ciudadanos en el orden de la organización, en el orden de la solidaridad y del trabajo, aunque sea por sectores, la ciudad de Buenos Aires para que ésta, que ya en cierta manera es el orgullo de toda la nación argentina, sea acicateada permanentemente por cada uno de los que en ella vivimos. A la ciudad de Buenos Aires no la vamos a hacer grande ni la vamos a hacer hermosa desde la Municipalidad. Es poco lo que puede hacer el gobierno para hacer hermosa y para hacer grande la ciudad. Buenos Aires será grande y hermosa si cada uno de los ciudadanos que la habitan, se preocupa por embellecerla y engrandecerla. Esto constituye una demostración del patriotismo de cada uno de ustedes, como así también de la preocupación que ponen por el bien del país y por el bien de la comunidad. Si cada uno de los argentinos, en el lugar donde vive, luchase por lo mismo, yo no tengo la menor duda de que la República Argentina sería, en poco tiempo, un gran país. Es de la preocupación de cada uno de los ciudadanos por el bien común, de donde nacen la grandeza de los pueblos y de las naciones. Por esa razón, señores, yo no solamente les agradezco esta visita, sino que los felicito por la idea que han tenido de organizarse para luchar por engrandecer la barriada de La Paternal como así también de la avenida San Martín. También he de decirles que el gobierno ha de apoyar incondicionalmente esta iniciativa y pondrá su preocupación permanente por ayudar, en la medida de nuestras fuerzas, todas las actividades que giren alrededor de esta finalidad, que no puede ser criticada por nadie y sí alabada por todos, porque el sentido y el sentimiento primario del hombre de bien es mejorar el lugar donde vive, por acción de la comunidad propia, con iniciativas siempre tendientes al mejoramiento de la ciudad. Nosotros hemos de tomar como punto de partida esa organización para los estudios que estamos realizando sobre la reestructuración gubernamental de la ciudad de Buenos Aires. Buenos Aires ya es demasiado grande, demasiado populosa y está demasiado extendida para que su gobierno siga siendo ahora el mismo que hace un siglo. Nosotros nos hemos inquietado mucho por resolver este problema pero, como en todas las cosas, no hemos querido cambiar un mal sistema por otro peor. Por eso lo estamos estudiando minuciosamente para consultar después también minuciosamente a la población sobre las reformas que hemos de introducir en el régimen gubernamental de la ciudad de Buenos Aires. En el orden institucional, la Capital Federal es para nosotros como un gobierno provincial. Ha estado excesivamente centralizada y, probablemente, disminuida, porque solamente ha tenido un régimen más bien administrativo y ha carecido en cierto modo, de gobierno. Esto ha ocurrido en todos los tiempos. La ciudad de Buenos Aires nunca ha tenido un gobierno como nosotros soñamos que debe ser, un gobierno ampliamente representativo, cuyo gobernador debe ser el propio presidente de la República, como lo establece la Constitución, pero lo cual no es óbice para que organicemos un sistema que permita a la población emitir también su voto en favor de un gobernador, designado como propio representante del pueblo y surgido de sus propios barrios por disposición, por intención y por decisión de sus habitantes. En esto señores, es necesario seguir las reglas naturales, porque no podemos pretender hacer un guiso de liebre antes de tener la liebre. Es menester que también la población de la ciudad de Buenos Aires vaya evolucionando hacia esas nuevas formas para que, de la organización surgida de su voluntad, nazcan paulatinamente las instituciones orgánicas del futuro, que así serán las que la propia población de Buenos Aires quiera y determine. Nosotros podríamos dar una organización ideal, pero estoy seguro que ustedes no tendrían mucho que agradecernos, porque las organizaciones teóricas no son las que satisfacen a las poblaciones. En esto es necesario seguir un sistema un tanto ecléctico, un poco empírico y poco ideal, cual es el que nosotros aplicamos en la organización. Ustedes habrán observado que nuestro gobierno no organiza haciendo grandes planos que después quedan en el papel; nosotros preferimos que el pueblo se vaya organizando y, cuando está en marcha, nosotros ayudamos y propugnamos esa organización. Es decir, aplicamos un método ideal, nacional y orgánico a las iniciativas empíricas de organización del pueblo. Yo podría dividir sistemáticamente Buenos Aires, hacer un tablero con varios casilleros y poner un hombre al frente de cada uno. Con toda seguridad no sería lo mismo que ahora, ya que en un barrio todo el mundo se pone a trabajar por lo que él ha formado, sintiéndose responsable de lo que se realiza y un poco artífice de ese destino común que se elabora. Y al gobierno, en realidad, le conviene que sea así; que toda la responsabilidad no pese sobre sus espaldas sino que se distribuya un poco entre los demás, para que cuando se hable mal del gobierno, el gobierno pueda hablar de ustedes, de la actuación de las organizaciones del pueblo. Nuestro gobierno es muy partidario de descentralizar esa responsabilidad, y de darle a los ciudadanos la obligación no sólo de obedecer sino también el derecho de hacerse obedecer en sus decisiones y en sus aspiraciones. Este sistema, que hemos aplicado en muchas cosas y que lo estamos aplicando en muchas otras, creo que será el mejor camino para orientarnos hacia las nuevas formas gubernamentales de la Capital Federal, que han de ser cambiadas y, como digo, lo han de ser con la participación del pueblo en la fundación que se cumpla, participación que nosotros no queremos tampoco hacerla de oficio: queremos que las entidades organizadas de toda la Capital hayan tomado contacto con nosotros para saber qué es lo que quieren, y hacerlo. Nuestro mandato doctrinario es, precisamente, ése. Yo no muevo nunca un dedo si no sé antes que el pueblo quiere que lo mueva. Señores: yo deseo agradecerles en nombre del gobierno esta colaboración. El gobierno sabe bien que tendrá éxito y triunfará si cuenta con la cooperación de los ciudadanos, y que fracasará irremediablemente cuando éstos se la nieguen. Por esa razón desde que yo estoy en el gobierno vengo pidiendo a cada uno de los argentinos que me ayude y que coopere en la medida de sus posibilidades, pensando que en la vida de relación el hombre tiene siempre dos tipos de relaciones: las propias e intrínsecas, que su vida y su familia le imponen y las intrínsecas, que la comunidad le reclama. Sin realizar la comunidad es difícil que ningún hombre de conciencia pueda realizarse a sí mismo. Nosotros queremos este sistema que es el elegido por nuestra doctrina. Pensamos que los sistemas puestos en práctica hasta ahora han fracasado, y el resultado de ese fracaso, lo estamos viendo en esa presunta paz que se está desparramando por el mundo entero, donde la mitad de la humanidad quiere terminar con la otra mitad, donde la mitad de una ciudad quiere terminar con la otra mitad de la misma ciudad, en lugar de buscar un sentido de colaboración y de salvación para todos. Nosotros vemos el fracaso. Hemos hecho críticas y estamos dispuestos a discutir con cualquiera, porque vemos una humanidad que ha ido por mal camino. Se ha creído posible hacer la felicidad de los pueblos y la grandeza de las naciones a través de un método individualista -que, básicamente es egoísta- diciendo: “Cuando todos los hombres librados a su esfuerzo sean felices, esa comunidad será feliz”. Por lo tanto, dieron a cada uno piedra libre para luchar. Lucharon, pero… ¿qué obtuvieron de felicidad? Un cinco por ciento venció y fue feliz; un noventa y cinco por ciento fue desgraciado, porque no podía vencer el cien por ciento. Precisamente estos problemas con que se enfrenta el mundo se debe a que las comunidades actuales están compuestas por un cinco por ciento de hombres que han realizado su destino y un noventa y cinco por ciento que han fracasado en su realización. Y no se puede formar una comunidad feliz cuando el noventa y cinco por ciento de sus integrantes no es feliz. El camino del individualismo egoísta y de lucha no es el ideal. El otro extremo, el del comunismo absoluto, encaró por otro camino la consecución de los mismos objetivos. Dijo: “No, el hombre no vale nada, se ve en el sistema individualista, que ha fracasado porque todas las comunidades organizadas sobre esa base tienen un noventa y cinco por ciento de infelices. Vamos a defender la comunidad. El hombre desaparece; no es nada. La comunidad lo es todo. Y hoy vemos, después de haber pasado el tiempo, que ellos tampoco son felices porque la comunidad se ha realizado, pero cada uno de sus integrantes es un insecto metido en un pequeño casillero. Se ha insectificado al hombre, y el hombre insectificado no puede ser feliz. ¿Qué propugnamos nosotros? Nosotros propugnamos lo mismo que ellos, pero por otro camino. Creemos que para que el hombre pueda ser feliz y estar en paz con su conciencia tiene un solo camino: realizar la comunidad, y dentro de ella realizarse a sí mismo de acuerdo con sus condiciones, con su capacidad y algunas veces con su fortuna, con su suerte. De ese modo nosotros no tendremos ni la comunidad individualista de un noventa y cinco por ciento de infelices, ni la comunidad colectivista de un cien por ciento de insectificados. Tendremos nuestra vida libre, donde cada uno lucha por vencer, pero sin olvidarse que él no podrá vencer si la comunidad a su vez no ha vencido también. Por eso, nosotros citamos siempre este ejemplo: todos somos pasajeros de este buque que no viaja en el espacio, pero que viaja en el tiempo, aunque nuestro viaje no sea muy largo que digamos. Pero si en la navegación en el tiempo este barco que nos conduce llega a naufragar, no creo que nosotros salgamos muy gananciosos individualmente considerados. Para que lleguemos a puerto hay que asegurar primero que el barco llegue; después llegaremos nosotros, cuando descendemos de él. La comunidad es un barco que viaja en el tiempo -en el tiempo durante el cual nosotros vivimos, que no es tan largo, como dije- luchemos por hacer llegar el barco a puerto, porque si no llega, no le arriendo la ganancia a ninguno de los pasajeros. En la República Argentina, que es el barco en que nosotros viajamos, yo he tenido, diremos, no sé si la fortuna o la desgracia de ser el capitán, y mi deseo es, como el de todo comandante, que el barco llegue a puerto feliz, tranquilo y con su carga completa. Y cuando veo que todos los tripulantes tienen las mismas inquietudes mías, que todos se unen para colaborar en el sector que les corresponde a fin de que todo marche bien y mejor, voy adquiriendo paulatinamente la seguridad que en la marcha del tiempo de este barco, para nosotros sagrado, que es la República Argentina, vamos a llegar a puerto con felicidad y con grandeza. Este tipo de organización, como el vuestro, eminentemente popular, espontáneo y genuino, es el que nosotros queremos, el que nosotros defendemos y propugnamos. Por esta razón, yo les agradezco en nombre del gobierno, en nombre de la patria y en el de la ciudad de Buenos Aires, lo que ustedes están haciendo. Les prometo que no han de recurrir jamás en vano al gobierno en demanda de cualquier cuestión útil. Nosotros sabremos resolverla en el menor tiempo y en la mejor forma. Les pido que lleven al barrio de La Paternal nuestros mejores deseos y nuestros más afectuosos saludos. Pueden prometerles, en nuestro nombre, que si ustedes y ellos ayudan, el gobierno les prestará todo su apoyo, porque éste tiene gran interés en ayudar a todo el país y, sobre todo, a los que se ayudan a sí mismos. .................................
1954-10-27
En la inauguración del Congreso General de Delegados de la Unión de Trabajadores de Entidades Deportivas y Civiles
Mis primeras palabras han de ser para agradecerles la amabilidad que han tenido de invitarme a este acto de apertura de este Congreso, porque con ello me dan la inmensa satisfacción de poderlos saludar personalmente. Yo recuerdo cuando las entidades deportivas comenzaron a hacer sus organizaciones, en 1945 Y 1946, de manera que he seguido permanentemente la organización y la aglutinación de este gremio, que es de una importancia extraordinaria, porque su acción no he de reducirse solamente en la mera acción gremial, sino que también tiene influencia en un sector importantísimo de la actividad nacional: los deportes en general. Por eso, yo hoy no solamente trataré de hablar de lo que interesa al aspecto gremial, siempre tan importante para nosotros, sino también para pedirles a ustedes una colaboración para una tarea que hemos de emprender en bien del deporte argentino. El compañero secretario general termina de decir que la Unión de Trabajadores de Entidades del Deporte y Civiles reúne a la parte más modesta de la actividad deportiva y es precisamente por esa razón que esta entidad es más grata a mis sentimientos. Yo soy siempre un convencido que la tarea que los hombres realizan, probablemente radique la de mayor importancia, en la de los hombres modestos, que son muchos, y no en la de los hombres importantes, que suelen ser muy pocos. Yo los felicito a los dirigentes que realizan este congreso. Las organizaciones gremiales tienen necesidad de estos congresos. En ellos se aclaran muchas cosas y se establecen finalidades que son comunes a todos, y que ningún dirigente debe desconocer cuando marcha en una organización congruente y en una acción consecuente con esa organización. Por esa razón, la realización de estos congresos es siempre grata al gobierno. Así como antes la realización de un congreso de trabajadores causaba cierta inquietud al gobierno, a nuestro gobierno, que trabaja en favor del pueblo, las discusiones y dilucidaciones que se hacen en estos congresos, son siempre gratas. Nosotros sostenemos que en este país hemos instaurado la costumbre de que el gobierno haga lo que al pueblo quiere, pero para que el gobierno pueda hacer lo que al pueblo quiere, es menester de que el pueblo se ponga de acuerdo en lo que quiere. Solamente así nosotros podremos saber a ciencia cierta que es lo que el pueblo quiere, para realizarlo. Estos congresos tienen esa finalidad. Reunir grandes sectores organizados de la comunidad, para hacer expresión de deseos en la solución de sus propios problemas. Resolver por sí, lo que es posible resolver, e indicar al gobierno que es lo que el gobierno debe hacer para favorecer las soluciones que todos buscamos. Creo que el único gobierno perfecto que puede establecerse entre los hombres, es aquel que satisface los deseos, las aspiraciones y la voluntad de todos. Yo comprendo que no es fácil poner los deseos, las aspiraciones y la voluntad de todos en una misma dirección pero para conseguirlo la mejor manera, es reunirse inteligentemente, buscar y resolver los problemas existentes, e indicar para todos una tarea común hacia un objetivo, final también común. Cuando ello se consigue, la organización ha triunfado. Cuando ello no se consigue, generalmente la organización se traba en una serie de luchas que terminan por destruir la propia organización. Por esa razón propugnamos y defendemos estos congresos, como una de las actividades irremplazables de la vida moderna, que permite que los hombres se comprendan y se conozcan entre sí, se amen entre sí, que es la única manera de alcanzar la solidaridad popular o social, que es la única fuerza que hace triunfar a la comunidad. Por esa razón, yo deseo que de este congreso que ustedes van a realizar surjan las mejores conclusiones y que de cada uno de ustedes tenga el acierto suficiente como para ir agrupando conductas y escalonando objetivos que sean constructivos en favor de la organización que representan. Sé bien que todos ustedes son viejos dirigentes en la actividad que practican, dirigentes que poseen la necesaria capacidad y responsabilidad. Y cuando esto se alcanza en una organización, puede anticiparse, sin ninguna duda, que esa organización ha de triunfar. Porque las organizaciones no valen por el número de sus afiliados que aglutinan, sino por la clase de dirigentes que tienen a su frente. Decía, compañeros, que quería referirme a dos puntos: el primero de ellos se relaciona con el aspecto intrínseco de la organización sindical. He visto con satisfacción que ustedes han ido formando la organización alrededor de todas las entidades que sirven al deporte de una manera directa o indirecta, es decir, aglutinado a ese gran sector de la población que trabaja en distintas direcciones y en diferentes situaciones por la defensa del patrimonio humano de la Nación. Todos, tanto el mes encumbrado de los dirigentes como el más modesto de los actuantes, están sirviendo en esta actividad a la defensa de la salud física y del potencial humano de la Nación. Hasta ahora de todo esto nosotros nos hemos ocupado poco. Nosotros hemos sido los primeros en pensar que más vale cuidar bien a un hombre que a una máquina, porque entendemos que si una máquina vale mucho dinero, el hombre, económicamente considerado, también vale mucho dinero. Después que la Nación se ha preocupado en instruir, en preparar y en capacitar a un hombre a través de sus escuelas y de sus organizaciones, lo que le significa una gran inversión de fondos, sí ese hombre se muere porque se ha descuidado su salud, es indudable que el Estado pierde una enorme cantidad de dinero; tanta como quizás no la pierda cuando se destruye una máquina, un automóvil o cualquier elemento de uso económico clasificado como bien de capital en el inventario del haber patrimonial de la Nación. Los bienes de capital más valiosos que la Nación tiene son, precisamente, sus hombres y todo en la comunidad debe estar al servicio de esos hombres. De modo que aquel que tiene el honor de actuar directamente en defensa de la salud de esos hombres, por modesta que sea su función, tiene a su cargo una de las responsabilidades más importantes de la Nación. Nosotros, en esto creemos, como dicen los médicos, que es más importante prevenir que tener después que curar. El deporte es una actividad a la que en el país no se la ha dado la importancia que tiene. Desde hace diez años que yo me ocupo de este asunto, pero es difícil indudablemente corregir en diez años lo que no se ha hecho en cien años. Nosotros nos encontramos en el país con el deporte un poco dejado de la mano del Estado. En esto es donde yo les voy a pedir a ustedes, porque yo ya he aprendido también a pedir siempre que puedo, y he de comenzar por el principio, que sigan trabajando con la seriedad y el acierto con que lo han hecho hasta ahora por la organización sindical. Allí es donde radica el módulo fundamental de la acción de todos ustedes, cualquiera sea la actividad en que dentro del gran campo del deporte nacional actúen. Esta preocupación, señores, en lo sindical, que es el nudo gordiano que sostiene a toda la organización, es de una importancia extraordinaria, porque es allí donde ustedes podrán hacer valer con la presencia del conjunto, diríamos, las decisiones que en bien del deporte puedan tomar. El deporte no siempre está influenciado en buena dirección por la gente que lo dirige. Sí no, andaría mucho mejor de lo que anda. Es necesario que todos nos pongamos a defenderlo. Nosotros tendremos el deporte bien organizado y realizaremos una buena actividad deportiva, no si cuatro o cinco dirigentes se proponen realizarla, porque entre cuatro o cinco o cincuenta no van a hacer nada, sino cuando todos los argentinos nos decidamos y nos pongamos a realizarla bien, y entonces, aunque no quieran cien dirigentes, lo vamos a conseguir entre todos. Ese es el valor de la organización. Yo sé bien que cuando hay intereses encontrados, el mayor número, que es el representado por la organización, siempre piensa mejor, es el que busca y defiende las cosas más justas y las que más convienen a la comunidad, vale decir, al conjunto. Generalmente no sirven intereses para personas ni para núcleos, sino que sirven para la totalidad de los hombres que componen la organización. Y eso, ya de por sí, es de interés público. Por esa razón, creo que la organización es en esta actividad de una importancia extraordinaria, porque han de triunfar y han de imponerse los pensamientos y sentimientos que satisfacen al conjunto y no a los núcleos, a los círculos y menos aún a los individuos, que en esto deben contar muy poco por importantes y grandes que sean. y por eso es que yo veo la importancia de que ustedes sigan trabajando en la organización, desarrollando el más amplio espíritu de solidaridad para tener los elementos necesarios para la defensa de los intereses profesionales que es siempre el punto básico de la organización sindical, y que vayan -como veo que lo van haciendo-, adquiriendo sus locales, teniendo sus organizaciones, etcétera, porque en esto, como en muchos otros tipos de organización, el contar con su local social y sus organizaciones establecidas en forma permanente suele ser dicisivo para la aglutinación y funcionamiento perfecto de la organización. Yo sé que ustedes van ya marchando y en esto también ofrecemos nosotros la ayuda del Estado en todo lo que sea posible realizar para impulsarlos y ayudarlos en toda la consecución de esas creaciones que son indispensables, como así también en los servicios mutuales y asistenciales que hay que ir creando y en la preparación de los lugares de turismo para el descanso, etcétera, como tienen las demás organizaciones sindicales. Esto puede realizarse bien, sobre todo con la ayuda del Estado, que nosotros ofrecemos generosa y voluntariamente en todos los casos. Pero es necesario, indudablemente, que ustedes se preocupen de decir que es lo que podemos hacer, porque el gobierno ayuda solamente a las organizaciones que se ayudan. En esto tendrán ustedes siempre la palabra. De la misma manera hay que tener en cuenta los demás aspectos de preparación de elevación cultural y profesional de la masa de asociados, que tiene una importancia muy grande. Sobre esto siempre he pensado que en nuestro país no se han establecido, todavía, las verdaderas organizaciones que permiten la capacitación profesional de sectores, que han crecido –diremos- en forma un poco silvestre, sin un acomodamiento científico en cuando a la capacitación de sus hombres. Quizá le corresponda a la organización -y nadie lo va a hacer en forma de que ustedes tengan nada que agradecerle- la creación de la escuela para la especialización en los distintos aspectos del deporte. De manera que serán ustedes los que formarán, en las escuelas de capacitación, todo el personal que ha de servir a la actividad deportiva. Nosotros procedemos así con todos las organizaciones, y preferimos que así sea. Preferimos tener las escuelas de capacitación al servicio de las organizaciones gremiales, paro que ellas formen el personal idóneo porque nadie lo va hacer más desinteresadamente ni con mayor interés. No se tendrá nunca una actividad deportiva ni buenos organizadores, ni buenos directores, ni buenos controles, ni árbitros, etcétera, mientras ustedes no establezcan una escuela que capacite altamente el personal. Es necesario perfeccionarse para ponerse a la altura de la evolución del propio deporte. Esto es función de la organización, que deberá actuar con un criterio muy acertado, porque no todos son domadores; muchos son frangolladores, como dice Martín Fierro. A los hombres hay que darles la posibilidades pero que se perfeccionen. Puedo decirles que hoy tenemos escuelas en casi todos los gremios. El gremio de pasteleros tiene su escuela, creada por nosotros. ¿Por qué no vamos a preparar pasteleros de alta escuela, si lo podemos hacer? Lo mismo podemos decir de nuestras actividades. Debemos preparar profesionales en el arte de preparar, dirigir y controlar los deportes. Y esa es tarea de la organización. Ese es el aspecto en que ustedes, en mi concepto, deben ir elevando y perfeccionando la organización, para que sea más respetada cada día, y para que los hombres no tengan que estar discutiendo en todas las actividades con los legos y aficionados sobre asuntos que nada. Esa autoridad se conquista a medida que uno se va capacitando, y esto está al alcance de todos a través del pequeño sacrificio que se haga por adquirir esa capacitación. Por esa razón yo involucro esto también en la acción gremial. Es función y obligación de los dirigentes la elevación cultural de la masa. Cuando se habla de elevación cultural, no se quiere decir que todos nos tenemos que hacer cantores y artistas para tener cultura, sino que nos vamos a elevar capacitándonos en la propia actividad de la manera completa y consciente. Esta es función gremial. Yo desearía poder extenderme en esto, pero no los deseo cansar con esta conversación. Prefiero hablar también un poco de deporte, que es lo que intrínsicamente la organización puede servir mejor. Los conceptos gremiales, ya largamente expuestos para todas las organizaciones, sirven también, para ésta. Les pediría que en el congreso trataran la posibilidad de organizar algunas pequeñas escuelas de capacitación; escuelas de capacitación para entrenadores, escuelas de capacitación para árbitros, que eso es muy importante; también una pequeña escuela de capacitación y especialización de kinesiólogos, que también es muy importante. En fin, deben proveer una cantidad de pequeñas actividades que, por pequeñas, necesitan de una sutil capacitación. En esto tiene una gran importancia la especialización. Si hay alguna cosa en que es indispensable quizá la especialización unilateral es en el deporte. Muchas veces uno sirve para una cosa y no sirve para la otra, y meterse en todas partes es echar abajo la propia capacidad. Por eso tiene una gran importancia la especialización; y el gremio debe luchar en ese sentido, porque así es como se van a jerarquizar. En esto de dirigir el deporte y de actuar en el deporte no es bastante con que a uno le den un cargo electivo u oficial. El prestigio no se defiende con el nombre del cargo, ni con el decreto, ni con la elección; el prestigio se defiende con la propia conducta, con la propia capacitación y con lo que uno muestra que hace todos los días. Así es como uno es respetado. De la otra manera uno cree que lo respetan; pero hay que ver lo que dicen de atrás. Luchar por eso es luchar por el gremio; es también una función eminentemente gremial. Referente al deporte, también quiero decirles dos palabras, ya que al final deseo hacerles el pedido correspondiente. El deporte ha estado un poco abandonado en la República Argentina. Lo ha estado no porque nosotros no seamos capaces o porque no tengamos hombros capaces. Tenemos hombres capaces; tenemos un pueblo bueno y capaz para el deporto. Y, sobre todo, un pueblo con muy bueno aptitud. Pero el deporte no ha andado bien aquí, y todavía no anda bien del todo, como nosotros querríamos que anduviese, y esto es por falta de organización. Nosotros hemos tenido hombres muy capaces que se dedicaban a organizar en el papel, pero que nunca tomaban contacto con los atletas, con los gimnastas y con los deportistas. Como los deportistas no tenían ninguna organización, o esta era muy rudimentaria, sabíamos que ellos lo hacían todo con su propio esfuerzo, porque nadie puso nunca en su favor o en su ayuda ningún medio. Sabíamos nosotros que el mérito de nuestros deportistas se debe exclusivamente a ese personal deportivo, que, como digo, lo ha hecho todo a esfuerzo personal. Esto no puede ser. Tenemos que aprovechar la capacidad de los hombres que saben, para ponerla al servicio de los hombres que pueden, y con eso, juntos, comenzar a trabajar organizadamente, empezando por los chicos y terminando con los viejos, que también somos capaces de hacer deporte. Ese es el problema que se me presentó a mí cuando me hice cargo del gobierno. Toda mi vida he practicado deporte o he sido un hombre deportista y no lo abandoné nunca; por eso, siempre he tenido una gran preocupación por esto. Pero, como digo, yo me encontré con una organización en estado deficiente, estaba más o menos un poco organizada a la criolla, es decir “a la que te criaste”, como dicen los paisanos. Era lo que se iba produciendo con la buena voluntad de los hombres que quieren estas cosas y que tampoco eran muchos, los que se ponían al servicio de esta actividad. Yo no me confundo actividad deportiva con el comercio del deportas; son dos cosas un poco diferentes. Una, es la actividad deportiva integral; la otra, es el deporte como espectáculo y que hay que manejarlo como tal y que no es solamente deportivo: es una parte de negocio y una parte de deporte. No niego que el deporte espectáculo sea necesario. Es él, que nos entusiasma y hace deportistas ideales. Después, el trabajo es el que nos hace deportistas reales. Eso es otra cosa distinta. No hay que dar por el pito más de lo que el pito vale, y no hay que dar por el espectáculo deportivo más de lo que este representa ni por el deporte más de lo que este vale. Debemos estar al servicio de los dos, porque los dos son necesarios y convenientes. Ese era el problema que se me presentó cuando me hice cargo del gobierno. Había que desarrollar el espíritu deportista en la gente. Tracé una línea, y dije: “Los de este lado ya no están en condiciones de hacer deportes, ¡que le vamos a hacer! Empecemos de esa línea para abajo, es decir, con los muchachos, con los chicos, para despertar en ellos el espíritu deportivo, porque esos son los que van a crecer y llegarán a ser verdaderos deportista, porque a mí ya no me pueden hacer deportista”. Nosotros no podemos dedicarnos a trabajar en los adultos; debemos tomar a los niños, a los jóvenes y a los de edad deportiva, que es cuando están en la flor de la edad para practicar deportes. Hice hacer una encuesta y un estudio bastante regular a través de la observación escolar, de las escuelas, de las universidades, y llegamos a una triste realidad en las comprobaciones. En nuestro país, de dieciocho millones de habitantes, teníamos que en aquel entonces no alcanzaban a ciento cincuenta mil las personas que realmente practicaban deportes. En la población rural el deporte era una cosa insignificante. Claro; yo no lo llamo deporte cuando los chicos se reúnen en un potrero a pegarle a una pelota y sobre todo si esa pelota es de trapo. No considero deporte a eso, aunque, claro está, es el nacimiento de todo, pero el nacimiento no siempre es vida. Porque ese hombre que jugaba de pibe en el potrero y que cuando tuvo doce o trece años el padre lo mandaba a la fábrica, donde trabajaba en malas condiciones de vida, con un trabajo abrumador, ya no podía practicar deporte. En cuanto a los obreros, muy pocos deportes podían practicar, porque el que trabaja ocho o diez horas en la fábrica y después va a hacer una “changuita” porque lo de la fábrica no le alcanza, no va a ir a levantar pesas en los ratos desocupados. Es una cosa natural, porque para que el deporte florezca lo primero que hay que hacer es dar la posibilidad de que el pueblo tenga sus momentos en los cuales pueda dedicarse al deporte y a la vida sana, que haya lugares sanos a donde ir e Instalaciones suficientes para dar cabida a toda esa gente que desea practicar deportes. Cuando yo pensé, analicé y estudié todo eso, dije: “Bueno, hay que ponerse a trabajar”. Pero en esto, como en todo, yo no soy partidario de organizar una cosa teóricamente para después ponerla en práctica, porque generalmente se queda en la teoría cuando así se hace. Ocurre como en el comer: todo es empezar. Hay que empezar a apoyar el deporte, ayudar a los deportistas, mandarlos aquí y allá, darles medios, comenzar a levantar instalaciones, que se formen núcleos, etcétera. Ya le voy a sacar provecho a eso. Algunos dicen: “El gobierno ayudó a fulano para que se hiciese un as mundial en el automovilismo”. Pero no sabe que a ese lo voy a poner en el autódromo para enseñar a los otros. Hasta ahora en esto todo ha sido dar; ahora viene el momento de pedir. Yo sé que no me van a negar lo que yo pida en ese sentido. Hemos ido formando los grandes maestros que el deporte necesita, para después sacarles la utilidad que los maestros tienen que dar cuando han recibido del Estado una ayuda y una posibilidad. En el deporte estamos haciendo lo mismo: propugnando. Lo primero que hay que tener, es deportistas. Si no a quien vamos a organizar. Hay que empeñar en el colegio a formar deportistas; hay que enseñar a las madres para que empiecen ya a los seis meses de haber nacido el hijo los ejercicios pasivos. Así se empieza. Los pueblos adelantados ya lo hacen. Los pueblos que han comprendido bien todo eso, ya empiezan a los seis meses del nacimiento de los chicos a fortalecerlos mediante ejercicios pasivos. Claro que esto hay que saberlo hacer, porque no cualquiera puede. Todo eso lo vamos a ir enseñando. En la puericultura que se enseña en el país, a nadie se le ha ocurrido y es un factor importante. El ejercicio mantiene el organismo joven, en evolución y en permanente recambio y lo mantiene activo, enérgico, y vigoroso. Lo mismo hay que hacer con los padres y después con los chicos, porque estos últimos no son distintos. Son los mismos, pero chiquitos. Todo eso hay que irlo preparando. Habrá que decirle después a la mamá que no lo tenga todo el día a su lado y atado a la pollera; que lo deje que corra, que se golpee un poco, que empiece desde niño dejándolo un poco en libertad. La madre debe dejar que el chico se golpee un poco, porque después si se golpea de grande va a sentirlo más. !Criar chicos y hombres! Todo esto presupone una educación en el pueblo, una verdadera educación de la madre y el padre, para que no se rete al chico cuando rompa los botines por haber jugado al futbol, para que no se enojen cuando el pibe se golpee o se da unos trompadas con otro. Estas cosas tienen una gran importancia en la formación de los hombres y en la formación del pueblo. Lo sabemos nosotros por experiencia. Recuerdo que, cuando yo era chico, para ir a jugar el futbol tenía que escaparme del colegio. Hoy en cambio, se les pide a los pibes que jueguen al futbol. Esto es parte de la educación del pueblo. Es necesario cambiar algunas cosas. Muchas veces ocurre que cuando en las escuelas hay un patio muy grande, lo dividen para que los chicos no puedan correr mucho, para que no se golpeen, para que no rompen los vidrios. En cada escuela debe haber un pequeño lugar para que el chico haga sus juegos deportivos. No digo que vaya a practicar deportes a los seis o siete años, pero es necesario tener un patio para que puedan jugar y se los pueda encaminar hacia los juegos deportivos. La escuela no está solamente para enseñarles a leer y a escribir y a hacer operaciones aritméticas, sino también para formar el alma y el físico. En ese aspecto, vamos a llegar a imponer la exigencia de que para recibirse de bachiller, no será suficiente con aprobar las materias, como habitualmente se hace, sino que será preciso rendir una prueba física. Mediante eso, vamos a ir educando también el espíritu de las personas. No hay mejor para educar el espíritu de los hombres que la educación física, donde el carácter y la voluntad se imponen. Esa es la educación que nosotros tenemos que dar para crear un pueblo que tenga una finalidad y una misión en la vida. En fin, es grande el programa, y hemos tratado de desarrollarlo por distintos medios. Aunque no se ha hecho todo lo que hubiéramos querido, podemos afirmar que se ha impulsado el deporte en forma bastante amplia, y es así que se han generalizado las prácticas deportivas entre los estudiantes, contando además con la Fundación, que moviliza trescientos cincuenta mil chicos todos los años desde hace cuatro años. Los obreros, por su parte, que hoy tienen un poquito más de tiempo y de posibilidades, están entrando también en las prácticas deportivas. Ahora que ya tenemos como empezar a organizar el deporte. Ya acabaremos ese aspecto en las escuelas primarias, y a tal fin obligaremos a que en las mismas haya un lugar, aunque sea un pequeño patiecito, con todos los juegos necesarios para los pibes de acuerdo con sus edades, aptitudes y posibilidades. También será preciso que en las escuelas les den tiempo y se hagan también concursitos. Esto se hace haciendo. De la misma manera procederemos en los colegios de enseñanza secundaria. Estamos formando ya los clubes. Claro que a algunos no les gusta, pero nosotros sabemos que es indispensable hacerlo. Haremos que cada colegio, nacional, industrial, de orientación profesional, etcétera, tenga su campo de deportes. Y si nosotros vamos a imponer una exigencia física a la par que la exigencia intelectual, para entregarles el diploma o certificado correspondiente, debemos darles -de la misma manera que se les da clase de aritmética, para clasificarlos en esta materia- un profesor de ejercicios físicos y la clase correspondiente en el campo de deportes. Lo mismo debemos decir en lo que se refiere a la Universidad. Esto es fácil decirlo, pero no es tan fácil hacerlo. Actualmente estamos organizando de a poco. En los colegios hemos confiado a los directores e inspectores que nos organicen los pequeños campos de deportes en las escuelas y colegios. Nosotros estamos haciendo los grandes campos para estudiantes, donde poder facilitarlas practicas a los mayores de doce años, a los que es preciso ayudar porque ya se les puede dejar un poco solos. Lo mismo decimos de los universitarios, para los cuales estamos haciendo sus escuelas, de a poco porque son muchas y muy grandes. Pero lo vamos a ir haciendo; vamos a cumplir con los programas un poco por la Fundación Eva Perón, otro poco por el Ministerio de Educación. En el sector de los estudiantes, se implementará, ya como exigencia, en lugar de enseñarles cosas superfluas que estamos enseñando, vamos a enseñarles esto que es bastante útil. De esa manera vamos a saturar ese sector hasta los doce años; antes de los doce años emplearemos la escuela. El problema se presentará después de esa edad, porque la obligación escolar es hasta sexto grado. Pero luego hay algunos que no siguen estudiando, y estos se nos escaparían. Pero para ello tenemos la Fundación, los clubes y todas las instituciones que vamos a orientar en ese sentido. No se nos escapará ningún pibe que quiera practicar deporte; y nosotros haremos que lo quieran todos, porque emplearemos todos los medios para entusiasmarlos. En esto, es fácil llevar la dirección que uno quiere. Después de los veinte años, se encargará de esa misión la Confederación General del Deporte. A su cargo estará la acción del deporte para los adultos, para hacer una organización de competencia en todas estas cuestiones. Toda la acción de los clubes o instituciones debe encuadrar dentro de este gran programa. Esto está en marcha, y está en marcha en más del cincuenta por ciento. Por eso lo digo. Yo nunca digo antes de empezar las cosas; las anuncio cuando están a medio hacer, porque entonces ya es difícil que nadie se vuelva atrás, salvo que lo empujen. Todo este programa ya en marcha, lo vamos a cristalizar por la ley y los decretos correspondientes. De esa manera la actividad deportiva estará también amparada por la legislación. Observen ustedes que a pesar de la importancia que el deporte tiene en este país no se ha legislado casi nada en ese aspecto. No existen leyes que regulen, protejan y organicen la actividad física de la población. Sin embargo, la introducción de maquinarias y la actividad para el desarrollo de algunas maquinarias, se ha considerado de utilidad pública. Pero nadie se ha ocupado de legislar en el deporte para que este sea estable, permanente y tenga congruencia en sus fines. Para la inteligencia de los hombres se ha legislado extraordinariamente; vean ustedes todas las leyes sobre enseñanza y organización de la enseñanza. Y posiblemente con esto se ha estado haciendo algún mal al país. Sí, porque nos ha interesado tener hombres muy inteligentes sin distinguir si eran inteligentes para el bien o eran inteligentes para el mal. En esto de desarrollar la inteligencia muchas veces se le puede dar armas a un individuo que posiblemente las use para el mal. El deporte es el que va formar la buena persona; es la escuela de formación de la buena persona. Es en el campo del deporte donde se hacen más hombres buenos que en todas las charlas y consejos, porque el hombre difícilmente se hace bueno por consejos. Se puede hacer bueno en esta escuela de carácter, de voluntad, de lucha, y sobre todo, de lucha romántica, que este es el deporte, donde el esfuerzo se realiza y donde se lucha por el honor. Y por el honor solamente luchan los buenos; los malos jamás luchan por el honor. Y para esto, jamás se ha legislado; para todas las demás cosas, sí. Nosotros estamos en este momento conformando en el país toda una revolución en esta acción, revolución que, como todas las que nosotros realizamos, es tranquila, sin muchos gritos, pero efectiva. En este sentido, es que les pedimos a todos ustedes la más amplia colaboración. Estas son las ideas generales; están a punto de aparecer todas las disposiciones que regularán esta actividad, disposiciones como las que hacemos nosotros con poquitas cosas, no como esos reglamentos de cien hojas que cuando uno terminara última ya ni se acuerda de lo que decía la primera o, como los que hacen las federaciones que establecen hasta el momento en que el atleta debe escupir y donde puede escupir, reglamentos que colocan al deportista en un casillero y lo cansan tanto que a los diez días ya no quiere saber nada de deportes. Es necesario darse cuenta que el deporte no es un servicio militar obligatorio. El deportista debe hacer lo que él quiere, pero dentro de ciertos limites. Si no quiere practicar, pues, deja de hacerlo. Hay que atraerlo por las buenas, darle libertad, no hay que ponerle una reglamentación excesiva que lo asuste, hay que crearle un ambiente amable, agradable, de absoluta amplitud individual donde cada uno haga lo que quiera pero siempre respetando las formas generales. De esta manera vamos a tener deportistas. Nuestra función no es ponerles trabas al deportista sino por el contrarío, ayudarlo para que vaya adelante, para que triunfe. Tampoco estamos para hacer ganar a nuestro club -porque también existe esa situación -, sino para que triunfe el mejor. Ustedes, compañeros, me pueden dar una gran mano en esto porque actúan en todos los círculos deportivos y son personas de edad con gran aptitud y de gran actividad en el deporte. Ustedes todos los días pueden dedicarse un poco a estas ideas para ir cambiando la mentalidad de la gente. Los hombres que dirigen el deporte deben conocer y saber de deporte y no como esos que quieren crearse un nombre. El nombre no debe crearse con las organizaciones sino con la acción personal. El deporte debe estar en manos de la gente que entiende y es capaz de hacer algo bueno él. Por eso tenemos que ir luchando. Si yo lo hiciera solo, con los organismos estatales, no podría ir adelante; en cambio, si ustedes me ayudan difundiendo estas ideas en cada uno de los pequeños círculos donde actúan, vamos a poder realizar esto acabadamente. Cuando yo comencé mi tarea en la Secretaria de Trabajo y Previsión, me parecía imposible que se pudiera hacer todo lo que se ha realizado hasta ahora. Un día vinieron unos paisanos de Mataderos a quienes atendí. En ese momento y mientras yo me lamentaba de lo tanto que tenía por delante, un paisano viejo, que había estado mirando el suelo, me dijo: “No se olvide mi coronel que un loro de maíz en maíz se comió el maizal”. Eso es lo que tenemos que hacer también nosotros poco a poco y el tiempo dirá lo demás. Por eso les pido que, además de la actividad gremial, se dediquen a la otra, porque esto también les interesa a ustedes desde el punto de vista gremial. Cuanto mayor sea el número de personas que practiquen deportes, tendrán ustedes mayor trabajo, mayor actividad y podrán hacer un gran bien al país. Deseo terminar esta conversación entre amigos con las ideas generales que presiden nuestra organización y les pido que en el congreso que va a realizar hablen también un poco de estas cosas defendiendo el deporte. El deporte constituye, en cierta medida, el objetivo de la mayor parte de los agremiados, y defenderlo, es defender, digamos así, el instrumento de trabajo. Yo me acuerdo de que una vez cuando estaba en España, me habían llevado una corrida de toros y yo estaba con el toro, y los españoles con el tercero. Y había un señor de linaje, que me habían presentado, un simpático español, que me dijo: “¿Cómo usted está con el toro?” Yo le respondí: “Cómo no voy a estar con el toro. No ve que en lo Argentina no tenemos toreros, pero hay muchos toros?” De la misma manera, los gremios deben defender su actividad gremial. Es de una importancia extraordinaria desarrollarla, defenderla, cuidarla y sacar el pecho cuando haya que defenderla. Quizá algún día les tenga que pedir ayuda en sentido. Para ese momento los comprometo. Compañeros: les deseo que la realización de este Congreso sea con todo éxito y felicidad, que arriben en él a conclusiones constructivas para el gremio y para el país, y me pongo a disposición de ustedes por si en cualquier problema el Estado o el gobierno pueden intervenir para ayudar a su solución. De la misma manera, nos ponemos a disposición de la organización por si podemos ayudarla para la habilitación de proveedurías, -que sé que tienen algunas-, locales, lugares de vacaciones, etcétera. Todo esto suele ser una cuestión muy constructiva y a la cual a nosotros nos cuesta poco ponerle el hombro y ayudarlos en esto, como en cualquier otra cosa en que podamos serles útiles. Para eso estamos y, por otra parte, hemos demostrado que lo hacemos con toda buena voluntad y de la mejor manera que podemos. Les deseo muchas felicidades y les ruego que cuando se dispersen en todas direcciones, como la harán dentro de poco, al terminar su congreso, lleven a todos los compañeros de las provincias -que están trabajando muy bien porque veo que están apurando por allí, al extremo de que algunas veces los apuran a los de acá, y eso es bueno- nuestro saludo y nuestra promesa de que en futuro hemos de hacer los miles de clubes que hemos prometido, como asimismo que les digan que con el Ministerio de Educación hemos de crear también los miles de clubes para estudiantes que hemos prometido. Ya saben que cuando digo una cosa no la digo si no estoy seguro que la voy a hacer. Y cuando lo digo, es porque lo estoy haciendo hace rato. Deseo que lleven mi saludo y mi agradecimiento a toda esa gente por lo que hacen por el deporte. El deporte no es solamente una ocupación y una preocupación, es también una satisfacción. De manera que yo les agradezco toda esa colaboración y toda esta inmensa satisfacción que damos a través de esa noble actividad. También les pido que transmitan de mi parte estos puntos de vista que yo he tenido el inmenso placer de expresar a ustedes, diciéndoles que también esperamos la colaboración de ellos; que nos hagan llegar a la Confederación General de Deportes y al Ministerio de Educación toda colaboración que pueda ser útil a los fines que perseguimos. Esto nosotros lo pedimos a ustedes, que son hombres que conocen de cerca todos los problemas que el deporte plantea. Esta colaboración la vamos a agradecer a ustedes de corazón, porque estamos preocupados por hacer lo mejor, no lo que nosotros queremos, sino lo que quieran todos, en lo posible. Muchas gracias, que sean felices y que terminen muy bien este congreso. .
1954-10-28
Ante los delegados de la asamblea anual de la Asociación Justicialista de Cooperativas Agrarias Bonaerenses
Señores: Yo quiero que mis primeras palabras sean para agradecerles tanta amabilidad y, sobre todo, para agradecerles que hayan tenido la bondad de llegar hasta aquí para darme la inmensa satisfacción de poder saludarlos personalmente. He escuchado las palabras del compañero Balbi con la emoción que uno experimenta cuando se dicen cosas tan agradables y tan convenientes para el país y especialmente para el agro argentino. Es Indudable que el movimiento cooperativo, que recién comienza en la República Argentina, ha tenido en la Cooperativa Bonaerense un impulso extraordinario. Esta es una organización nueva, que nace sin preconceptos, sin prejuicios. Nace como lo hacen las plantas puras, las plantas buenas y las plantas sanas. Por eso ha de crecer rápidamente y ha de crecer muy bien. Nosotros hemos establecido en el Segundo Plan Quinquenal nuestra inclinación decidida y absoluta hacia el cooperativismo y, como siempre que nos decidimos por algo, lo hacemos con una inquebrantable decisión. Todos los órganos estatales y gubernamentales han recibido del gobierno la orientación en el sentido de facilitar posibilitar y apoyar con todas sus fuerzas y con toda la fuerza del gobierno la conformación de la organización cooperativa en el país. De esta manera, yo puedo decir que el mérito del progreso de la cooperativa bonaerense pertenece a todos ustedes, a los dirigentes que, interpretando la hora y la verdadera orientación del gobierno, se han puesto a trabajar decididamente por constituir esta organización. Cuando hablamos de la orientación del pueblo nos referimos especialmente a este tipo de organizaciones útiles, que están destinadas a poner en ejecución las mismas concepciones que el gobierno tiene para la comercialización, distribución y exportación de su producción. En otras ocasiones he considerado extensamente este problema y, en consecuencia, no deseo repetir los conceptos en que nosotros hemos apoyado la existencia del cooperativismo. Lo hacemos porque creemos que, es la solución final, puesto que la existencia de la comercialización o industrialización por intermedio del Estado sólo es un remedio para posibilitar la definitiva organización cooperativa. Nuestro interés es que los propios productores sean los transformadores y los comercializadores de su producción. Por eso, señores, vemos con gran simpatía el que ustedes dediquen parte de sus actividades, a industrializar su propia producción. En este aspecto, no hay necesidad de explicar cuales son los beneficios. Ya en esa comercialización que han hecho ustedes y en la compra de sus propios camiones, el Estado ha salido beneficioso en gran parte, beneficio que se apoya sobre la inteligencia y el patriotismo de ustedes mismos. Eso está demostrado de una manera real y fehaciente que cuando el gobierno defiende a la grandeza de la Nación. Por eso, señores, por cualquier apoyo ustedes necesiten del gobierno para la realización de esa tarea, si recurren a nosotros no recurrirán en vano: tenemos tanto interés que lo hagan como ustedes hacerlo. De la misma manera, a medida que el progreso de las cooperativas vaya afirmando sus posibilidades de ejecución, nosotros nos sentiremos muy felices de poder colaborar con ustedes en la comercialización de su propia producción. Es indudable que el agro argentino ha pasado en la historia de la República, por demasiadas vicisitudes. Ello ha ocurrido porque en la organización de nuestra riqueza nunca ha habido un proceso de equilibrio y de compensación como el que nosotros hemos creado en 1946. En 1946, casi todo el proceso para salvar nuestra industria e impulsarla, además de desarrollar la nueva industria, gravitó sobre las espaldas de los agricultores. No importaba en aquellos tiempos, porque comprábamos los ferrocarriles, los teléfonos, el gas, y la marina mercante. Todo eso lo pagaron los agricultores. En ese entonces, los políticos decían que nosotros íbamos a fundir el campo, y no sé cuantas cosas más. Pero eran buenos tiempos: el campo no se fundía en esos buenos tiempos. En cambio, sí podemos decir, que fueron los agricultores argentinos especialmente, los que salvaron al país y le dieron la independencia económica que han conquistado. Si llegaran a venir malos tiempos para los agricultores, no será nada más que justicia que todos los demás trabajemos para compensar ese esfuerzo que los agricultores realizaron en aquel entonces. Se acabaron las crisis cíclicas. Nosotros no hemos de sufrir las consecuencias de las crisis cíclicas, porque estamos completando nuestra economía. Cuando nuestra economía se haya equilibrado en forma perfecta y nos haya sido posible cerrar el ciclo completo de nuestra economía, compensaremos en el equilibrio permanente los buenos y los malos tiempos. Entonces cada uno sabrá a que atenerse en un margen racional de seguridad. Por ello, la existencia de las cooperativas nos aumenta ese margen de seguridad, ya que en los buenos tiempos como en los malos desaparece la especulación, que era la lacra que empobrecía y arruinaba a los productores argentinos, y porque mediante esa especulación les ocurría a los agricultores lo mismo que a Martín Fierro: en los buenas tiempos, los especuladores ganaban y los chacareros también, pero muy poco; en los malos tiempos los especuladores ganaban, y los chacareros se fundían. Vale decir que los agricultores y como Martín Fierro, entraban en todas las listas, menos en la de ganar; en ésa no entraban nunca. Yo les podría decir que el gobierno los defiende y que los va a defender, pero ustedes con todo derecho podrían decir: “!Quien sabe!” Por eso yo prefiero, aún siendo gobierno, decirles: defiéndanse ustedes porque de lo contrario, nadie los va a defender, ya que la defensa del agro como la de todos los sectores populares está en la organización. Ya verán ustedes que cuando les convenga a los gobiernos los van a defender aunque no quieran; pero si ustedes se pueden defender solos será tanto mejor, porque entonces podrán hacer lo que se les ocurra a pesar del gobierno. En este sentido debemos adoptar todas las previsiones. Yo no olvido nunca al considerar a nuestros productores de materias primas, que ellos han mantenido el vigor nacional durante este siglo y fracción que vamos viviendo como Nación. Es en ese pueblo de agricultores y de pastores que se ha afirmado nuestra grandeza. Pero ha llegado el momento de que esas enormes masas rurales se sientan asistidos por el trabajo y el rendimiento de las masas urbanas, que no existiendo la industria han vivido colgadas de las espaldas del agro, y estas también aguantan hasta cierto límite. Lo justo, en esto es que las masas rurales produzcan, y que las masas urbanas transformen esa producción con su trabajo. El beneficio que se deriva de ese esfuerzo es evidente. Cuando vendíamos el girasol sin industrializarlo, obteníamos trece pesos por quintal, siempre que lo vendiéramos muy bien. Hoy, transformado en aceite, sacamos algunas veces por él, más de doscientos pesos los cien kilos. Entonces, bien vale París una misa. Y es precisamente a través de ese trabajo mancomunado que hemos de crear verdadera riqueza del país. Esa riqueza no la hace ni un sector ni otro; la hacen todos los sectores reunidos. Todo aquello que produce el agro lo valoriza el industrial transformándolo, para venderlo a un mayor precio. Pero no olvidamos que si, indudablemente, eso brinda una ganancia proporcional a cada uno de esos sectores, la misma no debe considerarse en forma absoluta, porque es, el producto de la compenetración entre ellos, que viven uno apoyado en el otro. De ahí que sea justo que cuando haya que hacer un esfuerzo y uno no lo pueda hacer, lo realice el otro, bajo condición de que cuando éste último no lo pueda hacer, en compensación lo hago el primero. Esa compensación es la que va a permitir el desarrollo de la industria, de la producción y de la comercialización en las mejores condiciones, porque de esa manera todo al mundo recibe el precio justo de su esfuerzo y de su trabajo, y se evita que entre medio se meta alguno que se alce con el santo y la limosna, sin trabajar en ningún lado. El movimiento cooperativista es el único capaz de impedir que eso suceda. En la República Argentina existieron muchas cooperativas, pero nunca pudieron hacer nada. ¿Cómo iban a poder hacer algo frente a los grandes consorcios comercializadores apoyados por los gobiernos y la legislación? Las cooperativas nunca recibían nada; la legislación y todo el apoyo gubernamental se hallaban encaminados hacia los grandes consorcios comercializadores. El haber apoyado el movimiento cooperativo y habernos puesto en contra de los grandes monopolios nos ha traído muchos dolores de cabeza, pero no nos ha traído dolores de conciencia que son peores que los de cabeza. Por eso, señores, nosotros hemos de apoyar incondicionalmente la formación de una conciencia fuerte y decidida del movimiento cooperativista en la República. Lo hacemos porque sabemos que estamos apoyando la buena causa, porque sabemos que estamos luchando por los hombres que trabajan y se sacrifican por el bien del país y porque, de este modo, no estamos sirviendo intereses espurios de algunos parásitos que siempre han vivido de los que trabajan. Y cuando frente a esos intereses se levante el movimiento cooperativo basado exclusivamente en la finalidad de servir a los intereses del agro, vale decir a los intereses de la grandeza de la producción nacional, pueden estar seguros que el gobierno no va a titubear por cual se ha de decidir. Por esa razón es que quiero decirles a ustedes de una manera determinante y terminante que nosotros estamos con el movimiento cooperativo, que lo apoyaremos hasta el último esfuerzo y que estoy seguro que, tanto el gobierno como el movimiento cooperativo, van a triunfar. Cuando la lucha se inspira en la verdad y en la conveniencia de todos, las buenas causas siempre triunfan. Al final nunca triunfan el engaño ni la mentira ni el fraude; siempre triunfa la verdad. Por eso el que defiende la verdad si no triunfa en los hechos, lo hace en su propia conciencia que, a veces, es también un gran triunfo. He escuchado con gran atención al compañero Balbi, y estoy total y absolutamente, de acuerdo con todo cuanto ha dicho, pero me atrevería a darle un consejo. Él quiere tener su propia plata, trabajar con ella y no pedir prestamos; esto no siempre es conveniente. Algunas veces también conviene pedir un poco. Esto me lo ha enseñado la experiencia, pues pocos comerciantes, se enriquecen con su propio dinero; casi siempre lo hacen con plata prestada. Una vez, me decía Miguel Miranda: “Si yo hubiera sido tan tonto de querer trabajar con mi propia plata, todavía estaría ganando noventa pesos en Bunge y Born como cuando empecé”. Las grandes empresas y las grandes fortunas se hacen siempre con dinero prestado, con dinero de los demás. La cooperativa tiene el respaldo de hombres de trabajo, de hombres serios, y tiene un crédito ilimitado en el país por lo que se va viendo y observando de su funcionamiento. Nosotros, apoyando las cooperativas, sabemos que apoyamos también al agro. Por eso yo digo en este momento al compañero Balbi que en el Banco Industrial de la Nación, en el Banco de la Nación y en cualquiera de los bancos argentinos, la cooperativa bonaerense tiene crédito y puede usar de él. Señores: yo deseo terminar este saludo, que quiero que transmitan a todas las cooperativas bonaerenses, saludo que lleva implícita no solamente mi inmensa simpatía por el trabajo, por el esfuerzo y por la dedicación que ponen para llevar adelante esta magnífica organización, sino también mi simpatía como argentino y como gobernante, porque sé que estas organizaciones son de bien público y nosotros estamos aquí para amparar y para proteger a todas las organizaciones de bien público. Las patrias grandes y los pueblos felices se apoyan en las organizaciones de bien público. Las cooperativas bonaerenses en toda la extensión del país están demostrando todos los días, y han demostrado fehacientemente al gobierno con rasgos patrióticos y de desprendimiento que componen una organización de bien público, y las organizaciones de bien público encontrarán en el gobierno el apoyo incondicional y absoluto en todos los tiempos. ...................
1954-10-31
En un acto organizado por la Asociación Amigos de Italia
Señores representantes de Italia; compañeros del gobierno; señoras y señores: Es para mi muy interesante dirigirles la palabra después del señor representante de Italia y de dos gloriosos argentinos: el mayor Eduardo Olivero y el amigo Alberto Vacarezza. Yo he asistido a ese acto en un doble carácter: en primer término, como ciudadano argentino descendiente de Italia, y, en segundo lugar, como presidente de la Nación representando al gobierno nacional y al pueblo argentino. Como descendiente de Italia, yo no olvidaré jamás que viviendo en ese país he tenido el honor de colocarme el “capelo alpino”, y quizás he pasado allá los días más felices de mi vida, porque solamente viviendo en Italia, conociéndola y conociendo a los italianos, es como se la ama profundamente. Como presidente de la Nación Argentina, no olvidaré jamás los favores de todo orden que hemos recibido de Italia cuando en los momentos más difíciles de nuestra historia compartieron con nosotros las horas aciagas y pusieron también su pecho cuando nosotros, los argentinos, lo pusimos. Y no podré tampoco olvidar nunca que en los años difíciles de mi gobierno, en 1951 y 1952, cuando la pérdida de nuestras cosechas nos colocó en una delicada situación económica, fue Italia el único país del mundo que acudió a nosotros para decirnos: “Tienen en Italia el crédito que necesitan”. Y es también en estos momentos en que nos encontramos empeñados en desarrollar nuestra industria, que vienen los técnicos italianos sin preguntar condiciones a decirnos: “Nosotros venimos a traer nuestra técnica y nuestro trabajo”; y nos advierten que esos capitales no son aportes de capitales extranjeros, sino capitales argentinos, vale decir, capitales italianos que se nacionalizan argentinos. Claro que si esto fuera nuevo para los italianos en la Argentina o para Italia en la Argentina, podría, quizás, causar cierto asombro. Pero a nosotros, a los argentinos, nos tienen acostumbrados los italianos a esa forma de actuar, de modo que el formar aquí una Asociación Argentina Amigos de Italia no tiene por finalidad agrupar a los que aquí respetamos y queremos a la vieja Italia, sino a unir hombres con un sentido de la vida que permita mantener en alto la bandera de la latinidad, que es la única bandera que el mundo no arriará jamás. Decir italiano no es solamente nombrar a un ciudadano de Italia. Los italianos, como Sócrates, que sostenía que no era solamente un ciudadano de Atenas, sino también un ciudadano del mundo, podrían sostener el mismo pensamiento. Los Italianos, en todos los tiempos y en todas las tierras, han llevado la bandera de su civilización llámese esta grecorromana por el sentido geográfico de su nacimiento, o latinidad, por el sentido geográfico de su discernimiento por su repartición por el mundo. Italia representa para nosotros la única heredera de la única civilización que el mundo vive en estos tiempos. El mundo no ha pagado todavía a la progenie Italiana la inmensa deuda de gratitud que tiene para con ella, y cuando nosotros -invocando la civilización que vivimos-, hacemos en esto separación de cualquier naturaleza, estamos faltando a la verdad. Todos hemos bebido en esa fuente eterna que fue Roma y seguimos bebiendo en esa eterna fuente que es la latinidad. Renunciar a la latinidad para reemplazarla por cualquier otro rótulo, es traicionarnos a nosotros mismos. En cada lugar de la tierra debería existir un ara dedicado a los italianos que simbolizando al genio latino desde la época de sus gloriosas legiones romanas hasta nuestros días, exprese cómo no han descansado para engañar al hombre y a los pueblos. Ese engrandecimiento que el mundo debe a Italia está latente en la Argentina. Por eso no habrá un solo argentino que no sea amigo de Italia; si así no fuera, se traicionaría a sí mismo y traicionaría a su pasado y a sus tradiciones. Yo he querido asistir a este acto en que un núcleo de argentinos, presididos por una de nuestras glorias, ha querido organizar una sociedad que nos ponga en contacto y nos haga revivir la tradición y la gloria que comenzando en Roma se fuera expandiendo por el mundo entero. Hagámonos, señores, la firme promesa de fijar nuestra vista, en estos días aciagos para el hombre, en esos orígenes puros de una humanidad que hoy ha perdido su camino, para que, inspirándonos en las gloriosas tradiciones y en las figuras más grandes que ha tenido el mundo hasta nuestros días, sepamos retomar el rumbo que siguió esa legión inmortal de hombres de eterna Roma que marcaron al mundo no sólo una civilización sino un derrotero para hacerlo más grande y más noble. Señores: yo pido a Dios que a través de los tiempos no perdamos jamás esa inspiración que hemos recibido; que sigamos pensando que en esta tierra los italianos no son, no han sido, ni serán jamás extranjeros, porque ellos saben que aquí nos honramos en llamarnos sus descendientes, y que por todos los medios, de enaltecer a esa progenie con nuestros actos y con nuestros pensamientos. Pensemos que en la milenaria Roma, cuya grandeza debemos invocar siempre y gloria está representada por esa loba que está iluminando a través de dos mil años, bebimos la inspiración de nuestra grandeza y fijamos los objetivos de nuestra esperanza. Quiera Dios que esas legiones de italianos que han llegado a esta tierra para honrarla y para engrandecerla, se sientan aquí no como en su propia casa, sino en su propia casa. Es un honor para mí decir que durante el Primer Plan Quinquenal, hemos traído medio millón de italianos que han venido a fecundizar esta tierra generosa de los argentinos, y me honro también en expresar que ya llegaron los millares de italianos que componen las familias de esos quinientos mil pioneros buscando aquí la prolongación de su grande y noble tierra. Y quiero decir también, que no omitiré esfuerzo para que cada día nuestra unidad con Italia sea más fuerte y más profunda, porque sé que con ello estoy cumpliendo el mandato de la historia que esa Roma eterna nos está señalando con el dedo inflexible de la tradición. Y porque sé también que esos millones de italianos que con nosotros comparten el pan y la fatiga, traen desde allá, no sólo el genio latino sino el mandato de unir bajo una sola bandera en todos los pueblos del mundo, a los que sentimos el honor inmarcesible de pertenecer a la latinidad. Se expandirá por toda la República Argentina la urdimbre de esta inmensa tela que nos unirá a todos por los lazos de nuestra descendencia. Seremos quizá una inmensa legión de amigos de Italia, pero no habremos cumplido el mandato de nuestra propia conciencia si al materializar esta gran asociación en toda la República, no nos hiciéramos también la promesa y no estableciéramos la obligación de que, cualquiera sea el lugar que ocupemos y dondequiera nos encontremos, no trabajáramos para que cada día la Argentina e Italia luchasen para subsanar todos los inconvenientes. A través de esa larga distancia que nos separa geográficamente, debemos tender un puente vigoroso e indestructible que afirme una amistad eterna con la Italia de todos los tiempos. Hago votos para que en cada familia argentina amiga de Italia se levante un verdadero templo de gratitud y recuerdo a esos millones de hombres que han elaborado la grandeza de esta tierra y han puesto en la Argentina, no solamente sus afanes y sus ilusiones, sino también su gran corazón; y para que en esta tierra, bendecida de Dios, encuentren siempre los Italianos una patria tan justa, tan generosa y tan libre como su propia patria, y que los argentinos les ofrecemos para compartir nuestras dichas o nuestras desgracias en un común destino, que es como se ofrecen las cosas a los verdaderos amigos. ..
1954-11-03
Ante integrantes de la Asociación Bancaria
Compañeras y compañeros: Mis primeras palabras han de ser para agradecerles la oportunidad que me brindan de poderlos saludar personalmente, y agradecerles, una vez más, las amables atenciones con que ustedes me colman desde hace tantos años. Los bancarios argentinos han constituido desde los primeros momentos de nuestra lucha por la justicia social, la independencia económica y la soberanía de la Nación, una de las columnas más firmes y más importantes de nuestro movimiento. Yo no olvidaré jamás que ellos salieron entre los primeros predicadores del justicialismo por todo el país, llevando no sólo la cálida palabra de hombres amparados en un ideal sino también la capacidad para esa prédica, que ha sido altamente constructiva para nuestro movimiento. Tanto la Asociación Bancaria como el Ateneo y como los bancarios de todo el país, agrupados en sus organizaciones, distintas al principio, unificadas después, han sido luchadores a quienes yo personalmente debo ofrecerles las más puras y las más hermosas flores de gratitud. Por eso, compañeros, es verdaderamente con gran satisfacción que me encuentro acá con ustedes festejando sus treinta años, largos para toda organización y proficuos también para los movimientos de carácter gremial. Precisamente, los bancarios argentinos, que han constituido una férrea organización, tienen sus aspiraciones justas y loables porque son siempre puestas al servicio de la organización. Muchas veces, considerando el panorama social de la República, se ha dicho que los sectores de empleados, etcétera, no tenían una conciencia social. La Asociación Bancaria, precisamente, desmiente esa afirmación porque todo el personal bancario argentino, desde los primeros momentos, demostró constituir una organización, con un profundo y elevado sentido social. Esto es una demostración de que cuando las asociaciones realizan su propia organización, manejan sus propios intereses, y defienden el patrimonio de la organización, esta se va consolidado y unificando cada día más. Por eso yo encuentro perfectamente justificado que el gremio está empeñado en cumplir en forma absoluta y completa todo un programa de la organización. La defensa de los intereses profesionales, llevada a cabo en la forma que lo hacen los bancarios, a través de las discusiones, reclamando lo que es justo, es precisamente, en el gremio, uno de los factores que más gravitan para el desarrollo de la solidaridad social; solidaridad que va afirmando y que sirve de elemento de unión a la organización. En las organizaciones de nada vale el número de asociados; vale más que nada la clase de dirigentes que encuadran la organización y el sentido de aglutinación que este tiene por el desarrollo efectivo de la solidaridad social. Esa solidaridad social y la capacidad de sus dirigentes es lo que ha hecho de la Asociación de Bancarios argentinos una asociación de alto sentido social. El compañero secretario acaba de expresar que una de las aspiraciones máximas del gremio es que sus servicios sociales sean manejados y dirigidos por la organización. Nada más justo y natural. Nosotros hemos demostrado que somos partidarios de que el manejo, la dirección, el gobierno y la responsabilidad de toda la acción social sean ejercidas por las propias organizaciones. Fuera de ellas, nadie podrá hacerlo en forma que los gremios tengan algo que agradecerle. Son los propios gremios los que tienen que ir conquistando paulatinamente sus reivindicaciones y realizando también el programa de su organización. Cuando las cosas caen del cielo, uno no las aprecia lo suficiente. Es necesario, para apreciar esas conquistas, que uno las haya trabajado y que hayan costado un poco de sacrificio. Cuando uno mira bosques inmensos, los observa con cierta displicencia, como es natural; pero cuando uno tiene una quintita con árboles plantados personalmente, hay que ver con cuanto gusto se la mira. Esa es una cosa natural. Las obras de las organizaciones son, precisamente las que unen y aglutinan, y el servicio social es un sector de la organización. La organización que solamente se dedicase a mantener, más o menos bien llevadas, las tratativas relacionadas con la defensa de los intereses profesionales, no habría cumplido sino con un pequeño sector de la obligación sindical. Yo vengo sosteniendo, desde hace muchos años en la República, que la organización gremial tiene aspectos muy importantes en otros sectores, que no son únicamente la defensa misma de los intereses profesionales. Tal por ejemplo, el sector mutual. La mutualidad está destinada a cubrir aquellos riesgos que escapan siempre a toda previsión social. Sería imposible, aún en el Estado mejor organizado, que se cubrieran siempre todos los riesgos que la persona tiene a lo largo de su vida. Hay cosas que la previsión no puede cubrir, precisamente, porque son cosas imprevistas. Es entonces cuando el gremio, organizando su propia defensa mutual, se pone en condiciones para la defensa en común de sus propios asociados. Se trata, en realidad, de reunir las previsiones necesarias para cubrir aquellos riesgos que la previsión no cubre. Es un servicio de inapreciable valor, sobre todo para el desarrollo de la solidaridad. En la solidaridad, como en el patriotismo, no valen los discursos, sino las obras. Hago esta aclaración, porque algunos nos quieren hacer patriotas con discursos, sin darse cuenta de que de esa manera pierden el tiempo. En esta materia no nos convencemos fácilmente con palabras. Por eso la solidaridad es la creación mas altruista del hombre, en cuya virtud los organismos se reúnen para decir: “Fulano de tal está en desgracia; le pasa tal cosa; vamos a darle una mano”. Ese es un conquistado a la solidaridad. Y no se conquista sólo a él sino a los que lo rodean, que suelen ser una larga familia. Eso es en la vida imponderable para la filosofía común de los hombres que piensan primero en ellos que en los demás. Aquel sentido del altruismo es el que destruye este individualismo egoísta contra el cual luchamos hace tantos años nosotros, individualismo que hace que la vida muchas veces no merezca ser vivida. Todo ese sentido y esa realidad efectiva de la solidaridad es lo que despierta esa unión indestructible que hace de la organización una asociación casi de derecho natural, casi como la familia, que a pasar de todo lo que han hecho por destruirla todavía no lo han conseguido. Es la solidaridad que triunfa, que nos hace ver al hermano, a la madre o al padre, con un lente distinto de aquel con que miramos a los demás. Eso ha de extenderse a la organización profesional, que es una gran familia y que ha de hacer que dentro de ella nos miremos también con un lente distinto al de las demás organizaciones que nos preceden o nos sucedan en el correr de la vida. Por esa razón, esa solidaridad que cubre en el momento oportuno, los riesgos y que va en ayuda de aquel que tiene necesidad, es inapreciable servicio, no solo para los hombres que lo reciben, sino también para aquellos que lo dan, porque en su organización han de conjugarse siempre aquellas viejas maneras de expresar la solidaridad: “Hoy por mí y mañana por ti ”. Antes este servicio mutual como no había, organizaciones, se hacía en un sentido más o menos general. ¿Cuantas mutualidades se han creado en la República Argentina? Miles. Todas han muerto. ¿Y han muerto por que? Porque la solidaridad, para que sea efectiva tiene que tener una organización. Y esas mutualidades eran mutualidades inorgánicas. Entonces, cada uno de ellos, no precedidos por el espíritu de solidaridad, las destruían entre ellos mismos, porque generalmente los favorecidos eran esos que estaban cerquita de las mutualidades. Los demás no recibían nunca nada. Pero no ocurre lo mismo con las organizaciones, porque la organización tiene sus comisiones encargadas de velar porque ese servicio mutual sea justo y proporcional. Por esa razón yo sostengo siempre que una organización gremial no será nunca una organización completa mientras no cubra los sectores imprevistos a base de acción mutual. Lo mismo pasa con los servicios sociales. Los servicios sociales no son sino una extensión de esa solidaridad. La creación de lugares de esparcimiento para poder disfrutar del descanso, sea hebdomadario, sea anual o de cualquier clase, para tener lo indispensable para mantener también en permanente ejercicio la solidaridad en el descanso, en el reposo, en la acción social propiamente dicha, son factores que contribuyen a esa solidaridad. Por eso señores, todo ese andamiaje, que presupone la organización integral de los sindicatos, es la base fundamental de la propia solidaridad, que es, a la vez, el único y elemento de aglutinación que consolida y da permanencia a la organización. La acción social, en sus distintos tipos, debe ser neta y puramente de la propia organización. Por esa razón yo comparto con ustedes que todos los servicios sociales que pertenezcan a una organización, deben ser dirigidos por ella misma, dado que la organización conoce mejor que nadie las necesidades. También es sabio para el gobierno que ayude a la acción social, pero que deje que esté bajo la responsabilidad de los propios dirigentes, porque así, cuando haya que criticar, podemos criticar nosotros a los dirigentes y no ellos al gobierno. Todo eso, que presupone el cuidado de la salud física de los asociados, a base de un servicio organizado como así también la salud del bolsillo, que también es importante, porque cuida el poder adquisitivo de los sueldos, lo pueden organizar ustedes de la manera más perfecta asociándose y colocando un pequeño capital al servicio de las familias de los asociados. Así se evitará el intermediario, que es el que se queda generalmente con el santo y la limosna, y si hubiese algún beneficio será siempre en favor de la organización. Esto ha sido suficientemente comprendido por nuestras organizaciones y todas están organizando sus proveedurías y con ello no hacen más que defender el poder adquisitivo de los salarios. De nada vale las mejoras obtenidas si nosotros no sabemos defenderlas en su verdadero valor, porque si se suben los sueldos y al mismo tiempo suben los precios, el beneficio sería aparente y no real. Nosotros somos importantes, porque cada comerciante tiene siempre tendencia a aumentar un poco más los precios. Para evitar eso, es preciso instalar nuestras propias proveedurías, porque de esa manera defenderemos efectivamente el poder adquisitivo de nuestros sueldos. Otro aspecto importante es la creación de la escuela sindical. Nosotros hemos iniciado una campaña para que se creen muchas escuelas sindicales, a fin de posibilitar la elevación cultural de la masa. Uno de los males que hemos inventado en todas las organizaciones del mundo es, precisamente, la falta de una cultura social, lo cual ha hecho posible que las masas sean exportadas y escarnecidas en el mundo entero. Al referirme a las masas, no me refiero solamente a las masas de los trabajadores con sentido y sentimiento primario, sino también a los hombres evolucionados que también han sido explotados. En esto la cultura general no tiene nada que ver, porque también al hombre culto se lo puede explotar. No se trata de eso, sino de la educación social de la masa, que ha estado muy abandonada en todo el mundo, indudablemente que en el mundo de explotación se trataba siempre de evitar que se estudiase. De esa manera se preparaba todos los elementos para la explotación; explotación que cae sobre todos los sectores se la comunidad, menos sobre el que juntaba, porque había un noventa y cinco por ciento que ponía y un cinco por ciento que juntaba. Nosotros hemos cambiado eso y establecimos un proceso de capitalización popular, es decir, distribuir un poco las cargas, pero también los beneficios, a toda la población. Por el ahorro voluntario u obligatorio, por la posesión de bienes y por el acceso a la propiedad, estamos en el trabajo permanente de la capitalización de la comunidad. Este proceso se puede realizar sólo mediante la elevación cultural en el sentido social de la masa. La cultura es muy buena en todo sentido y la deseamos para todos; pero la cultura social es de una importancia extraordinaria y resulta indispensable para mantener inconmovible la justicia social. Por esa razón, nosotros nos empeñamos mucho en que se creen las escuelas sindicales, que son los focos de desarrollo de las teorías sociales y de enunciación de la doctrina justicialista, porque esta es la única que va a ir elevando en la masa el sentido y la conciencia social mediante la cual nosotros podremos dar permanencia a nuestros enunciados. En este sentido, yo veo siempre con gran satisfacción cuando esto se realiza. Para el pueblo nosotros tenemos nuestras escuelas, y con nuestras organizaciones vamos gravitando en la prédica de nuestra doctrina. Esa prédica hasta ahora la hemos realizado en una forma un tanto irracional. Todo el que sabe algo de la doctrina habla cuando y donde puede. La doctrina se ha esparcido así en la población, pero eso no es suficiente. Ahora estamos organizando escolásticamente la prédica de la doctrina vale decir, una cosa ya racional y organizada a través de nuestras escuelas. Por eso es que resulta extraordinaria la importancia de la escuela sindical, al contribuir a mantener al día la doctrina, ya que esta tampoco es una cosa permanente. Evoluciona con la evolución del pueblo y ha de haber algún instrumento para mantenerla al día y hacerla variar cuando así resulta necesario. Las doctrinas que no evolucionan, envejecen y mueren. Lo que hoy es una cosa magnífica, dentro de muy poco tiempo puede ser algo ridículo. Esa tarea debe realizarla alguien. Explicando las cosas de otra manera, esa misma doctrina tiene también su teoría donde se afirma. La doctrina no es sino la enunciación sintética de los grandes principios, pero eso tiene una forma de ejecución que constituye un todo y una teoría que analiza y desarrolla la doctrina. Algún instrumento debe haber para realizar eso. No es suficiente que exista un hombre que conozca y que sienta la doctrina. Es necesario dignificarla, digamos así, en el sentido social, para hacer de eso también una teoría. Un trabajo como el que hacen los Ateneos Bancarios, por ejemplo, que siempre los escucho por radio, resulta muy interesante, porque están diversificando esa doctrina, es decir, dando el sentido teórico o creando la teorética de una doctrina, sin la cual el conocimiento no será nunca perfecto ni completo. Esa tarea debe ser realizada sistemáticamente por las organizaciones, porque solamente así es cómo se abarcará en todo su contenido la doctrina. La doctrina es la síntesis; la teoría es el análisis en su desarrollo, para volver, finalmente a la síntesis, proceso natural en la inteligencia humana, que va de la premisa al análisis y luego a la síntesis. Todo ese trabajo debe ser realizando por las escuelas sindicales en las organizaciones gremiales, o escuelas peronistas en nuestro movimiento. Eso no tiene una finalidad política, sino una finalidad doctrinaria. Tan es así que nosotros no permitimos a los que actúan en la difusión de la doctrina peronista en las escuelas, que acepten ningún puesto político. Muchas veces vienen algunos candidatos. Nosotros rechazamos a todos porque no queremos que se haga política partidista, no queremos que, él desde allí, se trabaje su propia candidatura. El aspecto que se refiere a las escuelas sindicales en cierta manera he sido cumplido perfectamente bien por la organización del Ateneo de Bancarios Argentinos. Ese ateneo ha hecho por la doctrina más que muchos que hablan todos los días pero no hace nada. Ellos han hecho mucho porque han trabajado, constante y conscientemente. Esta es también cosa importante en la doctrina que los que trabajan en ella lo hagan conscientemente. En este sentido, como dice Martín Fierro, “no todos son domadores; muchos son frangolladores que andan con bozal y rienda”. Todo esto tiene una importancia muy grande para el movimiento. La importancia reside no solamente en que mantiene al día la doctrina y da unidad de criterio en su interpretación, sino también en el hecho de que impulsa la formación de los dirigentes capacitados. Y cuando existen dirigentes capacitados puede descartarse el triunfo de cualquier movimiento. Las organizaciones -lo ha repetido muchas veces- no cuentan solo por el número de adherentes; cuentan más por la clase de dirigentes que encuadran esas organizaciones. En esto, digo siempre, valen más cien ovejas mandadas por un león quo cien leones mandados por una oveja. Todo esto, que conforman la organización integral, en lo gremial yo lo veo cumplido con verdadero brillo por los bancarios argentinos, organización cuyo curso, como digo, vengo siguiendo desde su iniciación en el movimiento. Y yo veo a los bancarios plegados siempre al movimiento con fe y con decisión, los veo predicando en todas partes y predicando bien. Los he visto crecer en su organización. Ahora no les falta más que llegar a la aglutinación perfecta, y me explico perfectamente bien que los distintos aspectos de todo ese orden social de cosas organizadas dentro de la Asociación Bancaria ocupen sus compartimentos correspondientes y tengan el manejo y la dirección del gremio. Por otra parte, este es un gremio altamente responsable y eficiente por la capacidad distinguida con que sus dirigentes lo han conducido hasta nuestros días. Finalmente, compañeros, deseo pedirles todos que tengan la amabilidad de llevar un abrazo muy afectuoso y muy estrecho a todos los compañeros bancarios del país. Yo sé bien que cada una de las sucursales que funcionan hasta en los más apartados rincones del país es siempre un foco de irradiación. El bancario en los pueblos es un consejero y un hombre que tiene su predicamento en un gran sector que atiende el banco y se hace amigo de la gente y tiene influencia porque es hombre de buena fe y honrado. La gente distingue finalmente, aunque a veces resulta difícil, a los hombres honrados. Y los bancarios, como nosotros los funcionarios, tienen obligación de ser honrados. De manera que si estamos es porque somos. Eso es lo que me impulsa a pedirle que sigan incansablemente en esa prédica. Ustedes son hombres a quienes se los escucha. Por eso tienen una importancia extraordinaria dentro de nuestro movimiento y es necesario aprovechar esas circunstancias para predicar nuestra doctrina. No me animaría a pedirles que la prediquen si no estuviera convencido de que nuestra doctrina es una doctrina de verdad, una doctrina de bien, una doctrina que va buscando el beneficio del pueblo sin otro interés que el pueblo mismo; hacer el bien allí donde podamos hacerlo, por cualquiera de nuestros semejantes. Causa pura de la cual uno nunca tiene mucho que ganar y por eso, precisamente, es grande y es noble. Luchar por eso es luchar por la verdad, por la justicia y por la razón y cuando uno tiene de su parte la verdad, la justicia y la razón, generalmente vence. No se vence solamente porque uno sea capaz, si la capacidad no está apoyada por la buena causa, y los hombres en eso caso suelen vencer circunstancialmente, pero a la larga terminan fracasando, porque no se consolida lo que no es bueno, lo que no es noble y lo que no es grande. Nosotros obramos de buena fe. Puede ser que estemos equivocados, pero luchamos por algo noble, justo y grande. El luchar por eso es casi una obligación para los hombres de buena fe. Por eso siempre pido que aprovechemos todas las circunstancias para ir derramando a lo largo del país nuestra doctrina que, como digo, está afirmada en banderas que creo que los argentinos jamás arriarán: la justicia social, que para nosotros es la realización de cada uno de nosotros dentro de una comunidad realizada; la independencia económica, sin la cual nada de lo otro podrá ser posible, porque si bien es cierto que el dinero no lo hace a uno feliz, también, es verdad que ayuda; y la soberanía, que ya es parte de la propia dignidad de argentino. Defendamos esas tres banderas para ponerlas a un solo servicio, al servicio del, pueblo, que creo que es lo único que merece ser servido por todos porque todos lo componemos de una manera directa. Señores: deseo aprovechar esta ocasión no sólo para decirles cuanto es mi aprecio y mi recuerdo por toda la acción que ustedes han realizado y realizan, sino también para expresarles mi más profundo agradecimiento por todo cuanto ustedes han hecho no sólo por nuestro movimiento, sino también por la patria misma; por todo lo que hacen llevando adelante y realizando todas las iniciativas de nuestros planes, que son los que están levantando a la República en las distintas actividades, sean de la producción, de la industria o del comercio; por su interpretación fehaciente y real de las indicaciones y orientaciones que salen de los organismos oficiales de nuestro gobierno, que no tiene otra intención que favorece al mayor número posible de argentinos. Deseo que ustedes sean tan amables de transmitir todo este agradecimiento a los compañeros bancarios de todo al país, a la par que les deseo toda suerte de felicidades y de prosperidad a esta organización, que lo merece no sólo por los valores generales que encierra, sino también por las virtudes y los valores individuales que sus dirigentes están demostrando poseer. Muchas Gracias. …
1954-11-10
En la clausura de la reunión de gobernadores de las provincias y territorios nacionales
Señores: Yo me felicito de haber promovido esta discusión que ya lleva casi doce horas. En ella nos ha sido permitido escuchar, a provincia y a territorio por territorio, sobre la situación política que se plantea frente a una situación un tanto confusa, por la acción de fuerzas que, al parecer, se unen con fines también un tanto confusos. Cuando estas cosas, ocurren, lo mejor es reunirse para que, conversando y exponiendo la situación estemos perfectamente en claro sobre ella en cada una de las provincias y de los territorios, como así también en la Capital Federal y en el conjunto del país. Después de haber escuchado la exposición de los señores gobernadores, como así también de todas las autoridades que componen los comandos tácticos provinciales y territoriales, yo no tengo la más mínima duda, ni la más pequeña oscuridad sobre la real situación en toda la República. Esta reunión ha obedecido precisamente, a la necesidad de que tomáramos contacto y nos pusiéramos en claro por el intercambio directo de informaciones, como así también recapituláramos, apreciando la situación, y tomáramos una resolución que debe ponerse en ejecución a partir del momento en que esta reunión termine. Solamente así se toman las resoluciones y se realizan las acciones sin pérdida de tiempo. Nosotros no somos de los que cambiamos notas que retardan una semana o dos la ejecución de las resoluciones que tomamos. Nosotros nos reunimos y de acá salimos ya a ejecutar sin la menor pérdida de tiempo cuanto hemos resuelto en esta reunión. Sin embargo, yo quiero dar una explicación de orden general como que vengo midiendo personalmente esta situación desde hace un tiempo. Señores: algunos han creído que en esto se trata de una cuestión de la iglesia o de una cuestión de los estudiantes o se trata de una cuestión de otro orden. No hay tal cosa. Aquí se trata de una cuestión política, como todas las situaciones que hemos pasado desde hace un tiempo a esta parte, con la diferencia que los políticos de la oposición han cambiado un poquito de método, lo que me admira, porque ellos suelen andar siempre sobre los mismos métodos, peleándose en los comités o preparando una revolución en los cafés. Esta vez parece que han elegido otros lugares para preparar esta misma revolución, con la que vienen soñando desde hace diez años. Esa es la realidad. Es indudable que nuestros opositores se han dado cuanta que por el camino que van no conseguirán sacarnos votos a nosotros, porque cada vez tenemos más. Piensen ustedes, si estuvieran en la oposición, cómo podrían pensar en ganar la próxima elección, cuando en las últimas hemos ido aumentando cada vez más el número de votos. Ellos han visto que de esa forma no han podido sacar ninguna ventaja y cambian de método. ¿Qué método utilizan? Tratan de agitar sectores de la población que nos son afectos, para ponerlos en contra pensando que nosotros vamos a ir contra ellos para provocar una ruptura con un gran sector, que comprende gente que no piensa ni siento como ellos. Es como el caso del torero que cuando sale el toro le pone la capa colorada y el toro se va contra ella y el torero se luce. Nosotros cometeríamos un grave error sí hiciéramos como el toro. Esta vez vamos a ir no contra la capa, sino contra el torero, y veremos como le va. No hay duda que esto es lo que nosotros no debemos perder de vista en ningún momento. Nos están poniendo la capa; no vamos a la capa, vamos al torero. Sabemos bien quién es el torero, de manera que le vamos a amagar a la capa pero iremos contra el torero. Si al toro procediese así en la plaza no le arriando la ganancia a los de trajes de luces y con espada. Bien señores, aprendamos esta lección, porque si no vamos a seguir peleando con molinos de viento. Yo veo, por ejemplo, el movimiento estudiantil. Pero como voy a creer que son los estudiantes los que están moviendo esto, si los diputados Ferrer Sanchiz y Alende son los que con su propio automóvil de la cámara de diputados tiran los panfletos agitando a los estudiantes de Buenos Aíres. Si sabemos que las reuniones las realizan en el comité radical y si conocemos que los desórdenes que provocaron cien o ciento veinte estudiantes en la provincia de Buenos Aires fueron originados en las reuniones que se hicieron en el comité demócrata de Eva Perón. ¡Pero si esto no es nuevo para nosotros! ¿No sabemos que la FUBA y todas esas organizaciones están movidas por el comité radical y los comunistas, en sociedad? ¿No quisieron intervenir hace poco en la plaza de Mayo, con los metalúrgicos, llevándole ochocientos pesos, al dirigente que estaba en el monumento a Belgrano esperando que yo los recibiera? Entre esos que le llevaban el dinero había tres de la FUBA, uno de los cuales era comunista y dos radicales, a quienes la policía detuvo, afortunadamente. Entonces se terminó, porque ese que me esperaba sentado en el monumento a Belgrano se cansó y se fue, terminando así toda agitación. ¿Pero no ven que este es el mismo juego de toda la vida? Seríamos muy ingenuos sí nos pusiéramos a pelear con la gente que ellos mueven; los zonzos no son ellos, sino los que se dejan mover por ellos, y que al fin son los que van a pagar el “pato de la boda”. En otro orden de cosas pasa lo mismo. La Asociación Acción Católica Argentina, que es una asociación de orden internacional, también, sin duda, contará en su seno con antiperonistas. Hay un montón de antiperonistas que giran a la organización con toda hipocresía, porque van a muchas reuniones y dicen: “Yo no vengo en nombre de la Acción Católica”, pero actúan en nombre de ella. A ese de la Acción Católica es a quien nosotros tenemos que observar y tener en cuenta. De la misma manera ocurre con el clero. ¿Que es el clero? Es una organización como cualquier otra, donde hay hombres buenos, malos y malísimos. Yo no he visto nunca una organización, de hombres donde sean todos buenos. Eso sería un caso excepcional. Hay también muchos malos y la justicia lo sabe bien. Así como hay malos, hay también peronistas y antiperonistas; eso no es un secreto. Lo que nosotros tenemos que hacer en conocer a los unos y a los otros y tratar a los peronistas como peronistas y a los antiperonistas, como antiperonistas. La Iglesia no tiene nada que ver en este asunto, y yo he querido poner eso en claro, porque para conocer a un cojo lo mejor es verlo andar. Yo me he reunido con altos dignatarios de la Iglesia, con obispos y arzobispos, también hombres como nosotros y como los demás, y les he planteado el problema en presencia de las organizaciones, que son las damnificadas por ciertas acciones que desarrollan organizaciones católicas, de las cuales yo había recibido un perentorio aviso de una cierta inquietud que se provocaba no solamente en los gremios sino en la Confederación General Económica, en la Confederación de Profesionales, en la Confederación General de Universitarios y en las organizaciones estudiantiles, como así también en otras organizaciones. Les dije: “Señores, aquí hay una gran inquietud que ustedes no pueden ni deben desconocer, porque ella es provocada precisamente por la intromisión de algunos hombres del clero en las organizaciones profesionales”. Eso lo hemos visto en los diarios y lo leemos todos los días -aquí lo hemos dicho hace un rato con la misma franqueza- de manera que no es un secreto para nadie. Bien, les dije a ellos: “Señores, yo no sé por qué salen ahora organizaciones de abogados, de médicos y de estancieros católicos. Nosotros también somos católicos. Sólo que para ser peronistas no decimos que somos peronistas católicos; somos simplemente peronistas, y dentro de esos somos católicos, judíos, bautistas, ortodoxos, etcétera, porque para ser peronistas nosotros no preguntamos a nadie a que Dios reza. Para nosotros da lo mismo que pertenezca a cualquier credo, siempre que sea una buena persona que es lo único que tenemos en cuenta. Ellos nos dieron toda la razón del mundo y declararon, en presencia de todos los señores de la organización que estaban allí, los que son testigos, que eran los primeros en condenar a esos sacerdotes que no sabían cumplir con su deber. Dijeron que no sólo condenaban sino que los señalaban como hombres que estaban levantados contra el gobierno y también contra la dignidad eclesiástica. Eso dijeron los prelados, y yo debo hacer honor ala palabra de los prelados. Si los responsables de la Iglesia Argentina, por boca propia y en presencia de los propios interesados de la organización declaran con la solemnidad con que se declara siempre frente al primer magistrado do la República, que ellos son los que condenan a esos curas o a esos otros católicos que están en una acción de perturbación, nosotros tenemos que hacer honor a esa palabra. Y al hacer honor a esa palabra, consideramos que esos prelados, que declaran solemnemente en presencia del presidente de la República semejante cosa, han de sostener su palabra cuando el gobierno y las organizaciones del Estado o del pueblo argentino tomen las sanciones que han de tomar contra esos prelados que no sólo están contra el gobierno de la Nación, sino que están también contra la propia Iglesia, al ser señalados como levantados contra la dignidad eclesiástica de la República Argentina. El gobierno no puedo pensar y nuestra acción política no puede aceptar que esto fuese dicho solamente para salvar una situación o faltando a la verdad. Yo doy fe a la palabra de esos hombres que representan a la iglesia argentina y, en consecuencia, debemos tomar las medidas pensando que en esos casos estamos combatiendo a hombres que han dejado de cumplir su deber de argentinos y su deber de sacerdotes. Están fuera de la ley de la Nación y están fuera de la ley de Dios. De manera que ya sabemos nosotros lo que vamos a hacer contra esos señores. No hay ninguna ley de la República que impide que se tomen medidas contra cualquier ciudadano, sea éste de una profesión o de otra, que delinque contra las buenas costumbres o contra las leyes de la República. A los que así lo hagan los someteremos a la ley; y hemos de ver si ganan ellos o gana la ley. Pero esto se refiere a los individuos. La Iglesia no tiene nada que ver en esto desde que por boca de sus propios jefes declara que estos sacerdotes no cumplen con su deber de argentinos ni con su deber de religiosos. Para nosotros la situación está totalmente aclarada. Nos corresponde, como autoridad, tomar las medidas para que esos hombres cumplan por lo menos con el Estado. Ya los prelados jefes de la Iglesia tomarán las medidas correspondientes para que cumplan también con su obligación de religiosos. Es un problema terminado para nosotros. En cuanto a la acción de la organización, procederemos de la misma manera; porque si esos prelados han condenado a los sacerdotes que no saben cumplir con su deber, han de condenar también a las organizaciones formadas para interrumpir o molestar la acción del gobierno. De modo que tenemos los medios legales para tomar las medidas correspondientes. Toda organización que se considere que no cumple los fines de su estatuto debe ser inmediatamente intervenida o clausurada y hacer el proceso correspondiente para que sean condenados sus jefes por acción ilícita o por asociación ilícita cualquiera sea el rótulo que tengan. De manera que de ahora en adelante todas esas asociaciones que funcionen con una finalidad y realicen otra, deben ser intervenidas inmediatamente por la ley, ya que esta no autoriza a organizarse socialmente con una finalidad y dedicarse después a otra. Si tiene su personería jurídica que los autoriza para una actividad deben reducirse a desarrollar esa actividad; si interfieren en otra, deben ser inmediatamente clausuradas de acuerdo con la ley y procesados por asociación ilícita, pues esa es la asociación ilícita: la que se organiza con un fin y luego realiza otro. Tenemos todos los remedios en la mano; es cuestión que nos pongamos a aplicarlos, pensando que con esto no vamos a hacer solamente bien al orden, a la tranquilidad y a la acción del gobierno, sino a la misma Iglesia, a la que vamos a limpiar de algunos hombres que hoy están levantadas contra su propia autoridad. Sería largo, señores, enumerar esto pero es una cosa curiosa lo que ocurre, y nosotros no podemos tapar el ciclo con un harnero. ¿Donde se producen con mayor virulencia estas cosas? En tres partes, hasta ahora: Córdoba, La Rioja y Santa Fe. Eso surge de lo que terminamos de escuchar en las distintas exposiciones. Es curioso: los tres obispos sindicados como abiertos enemigos del gobierno, son precisamente los tres obispos de esas provincias. Y la verdad es que no tenemos mucho que averiguar, pues parece que las cosas coinciden de una manera extraordinaria. Pero no es nada eso. Ahora resulta que los secretarios privados de algunos de ellos, o sus allegados, son los que realizan la acción directa perjudicial a la acción del gobierno o de sus organizaciones. ¿Que quiere decir eso? Quiero decir que tienen un amanuense para actuar, desde el momento que ellos no actúan. Es significativo también que esto igualmente se renueva de provincia a provincia detrás de algunos finos organizativos, etcétera. Nosotros no necesitamos averiguar mucho; nos basta solamente con lo que se ha expuesto aquí y los nombres que se han dado y que voy a repetir para que los conozcan bien: el obispo de Santa Fe, Fasolino y su secretario Legendecker; el obispo de Córdoba, Lafitte; el señor cura Quinto Carmelutti; un cura Andretta; un señor cura Segundo Olmos. En Córdoba es donde indudablemente suceden las cosas mas raras. Ese señor padre Bordagaray, asesor del Ateneo Universitario de Córdoba, que es quien dice que debe elegirse entre Cristo o Perón. Yo nunca he tenido conflicto con Cristo. Lo que trato es, precisamente, de defender la doctrina de Cristo que, a través de dos mil años, curas como éstos han tratado de destruir y no han podido. Creo que también en Córdoba está el cura José V. López, español, con quien ya vamos a tomar inmediatamente las medidas del caso, y un cura Julio Treviño, que también dice que nosotros estamos promoviendo la delincuencia del país, porque en las cárceles hay piletas. Yo no sé si tendrá algo que ver esto con la piedad cristiana, pero lo que sí, tiene seguramente que ver con la higiene. No sé si él se bañará también en la pileta. También el cura Moreno me apunta el señor ministro. En Entre Ríos tenemos que allí funciona el Ateneo Universitario, que se lo recomiendo al gobernador para lo proteja un poco. En Corrientes está el Reverendo Bonamín, de Rosario, que va a dar conferencias también en contra del gobierno. En Mendoza afortunadamente no hay nada; es la tierra del sol y del buen vino. En la Rioja está el obispo Ferreyra Raynafé, el fraile Nievas y el frailes Mota. Allí hay otros que, en cambio, están bien con nosotros. En Salta no tenemos nada. En Catamarca, el obispo es peronista. Hay algunos curas que se nombraron, Gutiérrez, Cordero y Calvimonte que ya fueron sacados por el obispo, pero parece que esos vuelven siempre. En Santiago del estero hay un curita, Short, que según parece es un avivado político. En San Luis tenemos el reverendo padre Bledel y también al padre Bocalandro quien se negó a celebrar una misa. Eso no nos importa a nosotros. En San Juan no hay nada. En Río Negro tenemos a ese señor Tranquilo Filatello. En Bariloche tenemos al padre Antonio Monteverde. En Santa Cruz está el reverendo Arturo, Gianantonio, y el otro cura también opositor. Bien señores, no vamos a perder más tiempo en esto. He querido nombrar a esta gente porque sus nombres han surgido de la exposición que ustedes mismos han hecho y son nombres que yo quiero recordar y que deseo que los recuerde también el señor ministro de Relaciones Exteriores, ya que esto lo voy a llevar al Nuncio de inmediato, cono cuestión concreta. Para nosotros esto no pasa de estos individuos. Aquí hay como dieciséis mil integrantes del clero. ¿Como vamos a hacer una cuestión porque haya veinte o treinta que sean opositores? Es lógico que entre tantos haya algunos. ¿Qué es lo que tenemos que hacer? Hay que tomar medidas contra esa gente. Tiene razón la jerarquía eclesiástica cuando me dice, que no es la iglesia, sino que son algunos curas descarriados de la iglesia. Nosotros vamos a ayudarlos para que los pongan en su lugar y trataremos de descarriarlos para otro lado que no sea el nuestro. Eso es todo. En cuanto a los ciudadanos estudiantes, ocurre más o menos lo mismo. Son los políticos que están tratando de meter en líos a esos estudiantes. Lo único que van a ganar es que esos estudiantes van a perder su carrera. A nosotros nos conviene que lo hagan porque así vamos a limpiar de las universidades a esos estudiantes crónicos que nunca estudian y que se dedican a ser dirigentes estudiantiles durante cuarenta o cincuenta años, como también de los políticos metidos dentro de la juventud para mal aconsejarla y para llevarla a provocar desórdenes. No le tenemos ningún temor, señores, a ninguna acción realizada entre los muchachos, porque ellos ya también tienen juicio y los que no están bastante avivados ya no le van a hacer el juego a los políticos. Con eso, y con las medidas que nosotros tenemos, va a ser bastante. Pero de todo esto que venimos conversando surge una conducta que nosotros debemos observar. Tenemos que tomar las medidas que corresponde tomar. Tenemos los resortes legales para hacerlo y hemos de tratar de promover, también, en nuestras organizaciones la acción enérgica y necesaria para neutralizar cualquier acción que se pueda realizar desde otra dirección. El Estado tiene la obligación de establecer las organizaciones necesarias para asegurar una mejor cultura. Y eso lo hemos de hacer. ¿Que otros se organicen para hacer lo contrario? ¡Y bueno vamos a ver si ellos consiguen organizaciones mejores que las nuestras! A las organizaciones las vamos a lucha con nuestras organizaciones y las vamos a aplastar con nuestras organizaciones. No nos vamos a asustar por eso. Déjenlos que formen todo lo que quieran. Si quieren formar el partido demócrata cristiano o demócrata católico, a nosotros no nos importa. Ahí tienen, que vayan que presenten la plataforma y los inscriban y que se presenten después a las elecciones. Vamos a ver cuantos votos sacan. Por lo menos, para salir de la curiosidad. Ya estoy viendo quiénes se están juntando allí: los conservadores, algunos nacionalistas, hasta comunistas y algunos clericales, vale decir, los cuatro “pianta votos” más grandes que tenemos en el país. De manera que si ellos van a buscar votos, yo sé que no los van a votar. ¿Quién los va a votar? Estoy seguro que entre ellos mismos se van a meter la mula y van a votar por los otros. A esta gente la conocemos ¿y que nos puede preocupar políticamente? Pero en cambio, detrás de estas maniobras, está lo grave, que es lo quiero decir ahora, y que es lo que debe preocuparnos. Aquí no hay conflictos con la iglesia. Son cuatro o cinco curas descarriados, que hay por allí. No hay tampoco conflicto con los estudiantes. Son cuatro o cinco estudiantes que le hacen el juego a los políticos. Aquí no hay organización de Partido Demócrata Cristiano. ¡Que nos va a pelear el Partido Demócrata Cristiano! Lo que hay aquí es la preparación de un clima para la alteración del orden público; eso es lo que hay y eso es lo que nos debe preocupar: evitar que se cree el clima de alteración del orden público. Y para eso, debemos proceder con toda energía, pero absolutamente con toda energía. A todo ese político que anda alterando el orden, hay que ponerlo en un lugar donde no lo altere más por lo menos por el tiempo en que él tenga ganas de alterarlo. No interesa quien es ni cuantos son. A todo el que no quiera vivir tranquilo y en orden, hay que sacarlo de circulación y ponerlo en un lugar donde no pueda alterar el orden. Y en esto vamos a ser absolutamente radicales. Señores: yo tengo las organizaciones peronistas, que me es tan pidiendo piedra libre hace mas de un mes. Pero ¿para qué vamos a gastar pólvora en chimangos? ¿Para qué vamos a realizar una acción de masas contra cuatro o cinco gatos locos que están haciendo bochinche? Saquémoslo de donde están haciendo bochinche y pongámoslos en silencio. Eso es lo único. Para eso, señores, tenemos la ley y tenemos la policía. No hemos de hacer nada fuera de la ley. Ellos quieren crear un buen clima y nosotros vamos a crear un buen clima. Para hacerlo, necesitamos proceder contra ellos. No hay ninguna otra cosa. No vamos a estar molestando y perturbando al país por culpa de los que no quieren dejar trabajar, tranquilo. ¿Para qué tenemos la justicia y la policía? ¡Si la tenemos para eso! Les repito, señores, que esto es lo único grave. Están queriendo alterar el orden y están preparando el clima. No les dejemos preparar el clima ni alterar el orden. Eso es todo. Para eso tenemos los resortes de la ley. Pongamos en funcionamiento la ley y verán ustedes cómo esto se termina rápidamente y termina también todos los sueños de esos señores que están tratando de alterar el orden. Lo demás no tiene importancia. Y, sobre todo, no nos vayamos a la capa, vámonos al torero, y verán ustedes como esto se va a terminar rápidamente, pero salgamos de aquí con la decisión de ponerlo inmediatamente en marcha, tanto en la capital como en el resto de las provincias y gobernaciones, y verán ustedes que antes de una semana se ha terminado todo. Si en una semana no ha terminado, entonces las medidas las voy a tomar yo después. Pero verán que esto se va a acabar y se va a acabar en buena forma. Señores: yo me felicito nuevamente de que hayamos tenido esta conversación, y me felicito porque he quedado perfectamente en claro y tranquilo de la decisión que ustedes van a tomar para terminar con estos pequeños incidentes de la vida política. Una cosa he de pedirles a todos los gobernadores y a todos los jefes que actúan en nuestro movimiento, y es la siguiente: en el Movimiento Peronista nosotros debemos establecer claramente que un peronista de la masa puede ser peronista y además cualquier otra cosa y quizás puede ser cualquier otra cosa más y ser además peronista. Nosotros lo aceptamos y no lo rechazamos. Pero un dirigente peronista debe ser más peronista que ninguna otra cosa. El dirigente peronista que acepta la responsabilidad del puesto de dirigente debe descargar su conciencia de cualquier otro sentimiento que pueda ser superior al peronismo, y si no, no debe aceptar, el cargo, y si equivocadamente lo ha aceptado y él siente que es más otra cosa que peronista, por honor y dignidad, debe renunciar inmediatamente. Cuando nosotros aclaremos bien esto, no habrá lugar a dudas de ninguna naturaleza, porque, si no esto se presta a muchos engaños. Se ha andado sosteniendo en algunas partes, que yo estaba propugnando el Partido Demócrata Cristiano. Eso me tiene sin cuidado, pero que yo lo propugne sería cosa de locos. Yo he declarado bien abiertamente, en varias ocasiones, que peronista haya un solo partido: el que forma nuestro movimiento. Los demás que dicen que son partiditos o partidazos, y que están con el peronismo, no me interesan. Son adversarios del peronismo, porque si no fueran adversarios no formarían un partido aparte. Todos los partidos que hay son adversarios del peronismo, porque si no serían peronistas. Yo no apoyo otro movimiento que el movimiento peronista, y quien sostenga lo contrario no solamente es un falsario y un miserable, sino un traidor a nuestro propio movimiento. Yo sería el primer traidor si estuviera apoyado a alguno a escondidas de mi propio movimiento. La lealtad nuestra debe ser mutua. El partido debe ser leal con nosotros, y nosotros los dirigentes, debemos ser leales con el partido. Yo no entiendo la lealtad en una sola dirección. La lealtad es mutua o no es lealtad. Por esa razón, cualquier peronista que oiga decir que yo apoyo algún otro que no sea peronista, está desde ya autorizado para decirle que es un miserable y un embustero. Yo no apoyo a nadie que no sea peronista. Todos estos son juegos de la política, indudablemente, pero nosotros, que hablamos claro, debemos estar perfectamente bien en conocimiento de cual es la realidad y cual es la ficción. En esto, señores yo les pido que piensen bien; porque cuando se han de tomar medidas de cualquier naturaleza, hay que pensarlas bien. Pero una vez que uno se ha decidido, entonces hay que poner toda la decisión y toda la energía para ejecutar lo que se ha decidido. No tomar enérgicas medidas sin reflexionarlas. Pero cuando uno las ha reflexionado y está convencido que es necesario tomarlas, hay que llevarlas hasta el último extremo y hasta la última energía. En esto no hay término medio. Señores: como ya hemos tenido una jornada exageradamente larga, quiero pedirles disculpas por ello, pero al mismo tiempo creo que no hemos perdido estas doce horas de análisis y de cambio de opiniones entro nosotros, y que dada uno de nosotros saldremos de esta reunión con la situación perfectamente bien aclarada y también con una misión perfectamente bien definida para ponerla en ejecución. Cada uno de nosotros, en su puesto, a tomar las decisiones que debemos tomar y a realizarlas en todos los órdenes, en todas las situaciones y en todas las circunstancias. Yo les pido disculpas por esta abrumadora jornada de trabajo, y les agradezco la franqueza que han puesto al manifestar la situación de cada provincia. Ahora, señores, las medidas que debemos tomar están en manos de cada uno de los que deben ejecutarlas. Dios quiera que tengan suerte, acierto, prudencia y sabiduría para realizarlas. ..
1954-11-13
En la entrega de los premios a los ganadores de los torneos infantiles
Yo sólo deseo decir breves palabras como presidente de la Fundación Eva Perón. Cuando comenzamos a desarrollar estos campeones juveniles o infantiles Evita, deseábamos promover por todos los medios la actividad deportiva y física en los muchachos y en las muchachas argentinos. En ese entonces no era una tarea simple porque en esto, como en todas para practicar una actividad, es menester, primero, crear el entusiasmo, la dedicación y la decisión a esa actividad. En nuestro país, como consecuencia de no haber encaminado hace muchos años de la actividad deportiva juvenil, se había creado algo así como la costumbre de que, cuando los niños o las niñas salían a hacer sus juegos naturales, los padres y las madres, a menudo, quedaban pensando en sus cosas: “Que estarán haciendo estos muchachos”. Recuerdo que cuando era muchacho me tenía que escapar de casa para ir a jugar a fútbol, tal era la tremenda incomprensión de nuestros padres que siempre pensaron que el hijo estaba mejor cuando más cerca de ellos se hallaba, para poderlo cuidar. Así crecimos nosotros sin sabernos defender por nosotros mismos en todas las cosas de la vida; muchas veces llegamos a grandes y recién entonces nos pegamos el primer golpe en la vida. Los golpes duelen más cuanto duelen más cuanto más grande es quien los recibe. Cuando uno los recibe de muchacho no parecen tan fuertes, no duelen tanto. Por eso pensamos que el viejo adagio que dice que el hombre se hace a golpes, tiene un gran fondo de verdad. Los golpes hay que comenzar a pegárselos cuando uno es chico porque cuando grande duelen demasiado y muchas veces no tienen remedio. La mejor escuela para los hombres es la vida misma. Por eso es conveniente largar un poco a los chicos para que comiencen a vivir su vida: no son tan indefensos cuando aprenden a defenderse y a marchar solos por la vida. El deporte, atendido por personas responsables, realizado racionalmente, es la mejor escuela para hacer las primeras letras en la lucha por la vida. Allí se aprende a luchar, pero a luchar noblemente, con honor y con dignidad que es la mejor y la única lucha que los hombres honrados deben aceptar. Es la lucha que forma el alma de los hombres y constituye la grandeza de los pueblos. Eso es lo que la Fundación Eva Perón quiere ofrecer en la medida de sus posibilidades a nuestros chicos y a nuestras chicas, a nuestras muchachas y nuestros muchachos. Hemos hablado tanto del deporte que queremos comenzar a realizarlo. La Fundación está empeñada en llevar adelante esta acción. Creemos que podemos movilizar a lo largo del país a todos los chicos y chicas y a todos los jóvenes de ambos sexos para ofrecerles la posibilidad de cultivar su cuerpo y su alma en los campos deportivos. Hasta ahora hemos estado trabajando un poco irracionalmente, tratando de promover el deporte allí donde fuese posible practicarlo, por cualquier forma, pensando que siempre es mejor hacer deporte que no hacerlo. Ahora pensamos realizar una tarea más organizada y más racional, ofreciéndole a nuestra juventud la posibilidad de constituir sus grandes centros deportivos. Deseamos que los jóvenes se reúnen y forman sus clubes, que ellos mismos los manejen, los hagan crecer y después los hagan triunfar. Hace mucho que querríamos haber realizado esta obra, pero la Fundación todavía esta en pleno período de creación y no ha podido dedicar todo el esfuerzo que se necesita para esta tarea. Estamos realizando la culminación de toda la organización primaria y, dentro de ella, debemos comenzar por la creación deportiva. Ya tenemos nuestros policlínicos y nuestros hogares escuelas en funcionamiento y en construcción; algunas de nuestras colonias de vacaciones ya funcionan y otros se están terminando; contamos además con nuestras ciudades estudiantil e infantil y tenemos nuestros depósitos organizados. Diariamente realizamos la atención de la población necesitada en lo que se refiere a provisión de ropas, enseres y otros elementos. Nuestro departamento asistencial atiende desde un bautismo hasta un entierro, es decir, desde que uno nace hasta que se muere. La Fundación aspira a ser una entidad profundamente humana y generosa, que no mira credos ni religiones ni razas. Paro nosotros, todos los hombres son iguales; así como nuestra acción no tiene frontera, tampoco las tiene nuestro corazón. Creo que la Fundación ya llena medianamente bien estas funciones; queda ahora dedicar un esfuerzo poderoso a la creación de los centros deportivos para los niños y los jóvenes argentinos. Hemos de realizar esta tarea con la misma decisión con que hemos realizado y realizamos las demás. Interesaremos a todos los gobiernos de las provincias y territorios y al gobierno nacional para que nos entreguen terrenos en distintos lugares; nosotros hemos de ocuparnos de la instalación de esas sociedades infantiles y juveniles, manejadas por niños y por jóvenes, para que constituyan su propia casa donde realicen su propia vida. Hemos de realizar esta tarea en coordinación y cooperación con el Ministerio de Educación, que también se encuentra empeñado en la creación de centros deportivos para todos los estudiantes, para que por medio de esa coordinación podamos cubrir el territorio de la República con toda clase de organizaciones deportivas. Yo creo que ahora estamos en condiciones de comenzar; para hacer un uso de liebre lo primero que hay que tener es la liebre y pienso que ya tenemos una pequeña liebre para comenzar. Ahora, hemos de continuar con toda energía la organización de esta actividad y estamos absolutamente seguros y persuadidos que hemos de triunfar en ella como hemos triunfado en todas las demás. Solamente necesitamos que los niños y los jóvenes argentinos de ambos sexos se dediquen a crear esos clubes y esas organizaciones por su cuenta, sin dejar que nadie, con ninguna intención vaya a meterse donde no debe. Yo sé bien que ellos van a cumplir bien esta consigna. Con el mismo fin organicé el circuito KDT para los ciclistas argentinos y un viejo aficionado me decía: “Como han cambiado los tiempos; hace pocos años la policía nos echaba de este circuito”. Lo mismo ha de suceder en todos los clubes deportivos: a aquellos a quienes antes se combatía y se perseguía porque “pisaban el parto” o porque “podían estar haciendo algo malo” hoy lo tendrán todo a su disposición. Nunca he de olvidar una lección que me diera la señora de Perón. La Intendencia de Buenos Aires había hecho unos lindos parques frente a la residencia presidencial y, como ya era vieja costumbre, les habían puesto un letrero que decía: “Se prohíbe pisar el césped”. Un día la señora hizo traer treinta o cuarenta pelotas de fútbol infladas, llamó a los pibes y se las entregó donde estaba el cartelito; después lo sacamos. Si los parques son hermosos para contemplarlos, lo son mucho más cuando están poblados de chicos que ganará salud con ello. En cada baldío de Buenos Aires haremos una cancha de fútbol, para que los pibes puedan pelotear todo el día. Lo que ahora necesito es decirles a los chicos y a los muchachos que ellos también se pongan a realizar esta tarea. Recuerdo que en 1944, cuando llegué a la Secretaría de Trabajo y Previsión, tenía grandes ideas para realizar, pero si no hubiera sido por los obreros argentinos nada podría haber hecho. En estas circunstancias, solamente fue posible realizar en justicia social lo que se ha hecho merced al apoyo y a la organización férrea y decidida de los trabajadores argentinos. Lo mismo le digo a los muchachos: solamente podremos constituir esas organizaciones si cada uno de los chicos y jóvenes las apoya y las organiza decididamente para llevarlas adelantes. Esa es la promesa que quiero de las muchachas y de los muchachos argentinos. Para no alargar demasiado esta conversación, hemos de entregar los premios. En este punto yo he cambiado un poco de idea. Para los próximos campeonatos, haremos copas más chiquitas, como recuerdo, pero daremos algunos premios más útiles, para unir lo útil a lo agradable. Por eso, vamos a ver si la próxima vez cambiemos todas estas motocicletas y motonetas. Algunas dicen que yo regalo motocicletas y motonetas porque a mí me gustan. No es así; lo que yo quiero es que los muchachos y las muchachas formen su espíritu de decisión y de rapidez de concepción. Si decimos que la mujer ha de independizarse para formar su propio destino, hay que darles los medios para que se forje su alma es esa independencia y en ese decisión. En este punto la motocicleta y la motonetas tienen un gran valor porque cuando uno no tiene la suficiente presencia de ánimo no sube a ellas, y cuando no posee rapidez de concepción, a menudo hay que sacara al indeciso de arriba de un árbol. Yo quiero para los argentinos esa misma decisión, ese mismo valor y esa misma rapidez de concepción. Espero que en la próxima entrega de premios tengamos este escenario lleno de motocicletas y motonetas. .
1954-11-25
DISCURSO PRONUNCIADO EN EL ACTO REALIZADO HOY EN EL LUNA PARK
Compañeros y compañeras: Deseo comenzar esta conversación saludando a todos los periodistas que a lo largo de la República nos escuchan en estas circunstancias. Comenzaré pidiéndole por favor a todas las compañeras y compañeros que guarden un poco de silencio y traten de no interrumpirme en la insertaron, rogándoles quieran guardar para el final todo el entusiasmo que quisieran volcar en este momento. Termino de escuchar atentamente los discursos de los compañeros del Partido Peronista Masculino, del Partido Peronista Femenino y de la Confederación General del Trabajo, y quiero, a manera de corolario de todas las consideraciones y declaraciones, dar una información real y fehaciente que aclare eficientemente esta situación. Hace unos días, en la residencia Olivos, realizamos una reunión de hombres de gobierno y representantes de las fuerzas populares. Tengo la sensación que aun esas claras palabras no han sido del todo bien comprendidas, porque leyendo algunos escritos de estos últimos días, me da la impresión que ello hayan sido escritos en Tailandia, en África o en la China, y no me Buenos Aires. Yo comenzaré diciendo que aclare allí perfectamente bien esa situación, pero probablemente el desconocimiento o el olvido de hechos anteriores han traído algunas incompresibles. Como yo acostumbro, en nombre del gobierno, informar de todos mis actos, aun los privados, al pueblo de la República, quiero también dar una completa información sobre este asunto. Cuando nos hicimos cargo del gobierno, entre las múltiples consideraciones que merecían la acción gubernamental y estatal, tuvimos también en cuenta al sector correspondiente a la Iglesia Argentina y su clero. No podría escapar por nosotros, en una organización integral del país, la consideración de este sector desde que existe y acciona en el territorio de la República. Como hicimos con los demás sectores sociales, mejoramos todas las condiciones de vida, de sueldo y de situación social del clero argentino, y dimos a la Iglesia argentina un lugar prominente en la consideración nacional, no solo con las conquistas materiales que le arrimamos, sino también con el respeto y la consideración con que la tratamos, como así mismo el derecho espiritual que le asignamos en aquella oportunidad. Podríamos decir con todo fundamento, que podríamos enumerar en cada una de sus cosas sino fuera demasiado largo para esta conversación, que ningún gobierno, en la historia de la República, dio jamás un puesto mas preeminente a la Iglesia argentina que el que le ha dado el gobierno peronista. Consideramos que –nobleza obliga- esas mejoras de orden material y espiritual, acordadas a ese sector de la comunidad argentina, seria dignamente correspondido. Los hombres de Estado no tenemos derecho a quejarnos de la ingratitud de lo hombres. Por eso disiento en todo cuando fuera una lamentación, un tanto tardía y plañidera, de una ingratitud que reconocemos y a la que tenemos que ponerle remedio y no lamentos. Señoras y señores: ¿que es lo que se ha producido? No es una cosa, que afortunadamente todavía pudiese provocar preocupación al pueblo argentino. Hace varios años que yo vengo recibiendo normalmente informaciones desde todos los lugares de la República, en las cuales se denuncia una intromisión, una propaganda y una distorsión en la acción de algunos clérigos de la República. Así circulan panfletos, periódicos, donde se asientan doctrinas contrarias a la doctrina nacional. Se hacen comentarios adversos a nuestras concepciones doctrinarias y se incita a los ciudadanos al incumplimiento de algunas leyes de la República. Ya en la fundación de Eva Perón se comprobaron numerosos casos de luchas contra esta meritoria y benemérita institución. Ya en algunas campañas políticas se notaron intromisiones no aceptables de algunos sacerdotes en la República. Todo eso agravado con una denuncia permanente de intentonas de infiltración en organizaciones estatales y del pueblo. El gobierno, siempre atento y vigilante en la defensa de los derechos y de los intereses del pueblo, siguió atentamente toda esa información. Sin embargo, no pensó el gobierno que había llegado el momento de tomar ninguna medida, porque no asigno al hecho la importancia que después vino tomando con otros acontecimientos. Hace más o menos tres meses se presentaron al gobierno las autoridades de las organizaciones del pueblo: Confederación General del Trabajo, Confederación General de Profesionales, Confederación General Económica, Confederación General Universitaria y Asociación Estudiantil, como asimismo, otras entidades de distinto carácter. Y plantearon al gobierno con claridad y perentoriamente la situación, encarada desde el punto de vista de la aplicación de los estatutos legales de la República para las organizaciones profesionales, denunciando, a la vez, la pretensión de infiltrarse dentro de esas organizaciones por parte de asociaciones creadas por algunos clérigos en la República, en la Confederación General del trabajo, organizaciones de carácter obrero católico; en las organizaciones patronales, aparecían industriales católicos, agricultores católicos, hacendados católicos, etcétera; en la de profesionales, abogados católicos, médicos católicos, etcétera. También en las estudiantiles se sucedían numerosas intromisiones de organizaciones de carácter católico, tales como la Acción Católica, la Asociación de Estudiantes Católicos, etcétera. Se produce posteriormente una agitación del estudiantado en la Universidad de Buenos Aires, comprobándose que esos grupos de estudiantes católicos actuaban en coordinación con la Línea Recta, asociación comunista-radical y con la FUBA, que también conocemos, que es de carácter radical-comunista. En un allanamiento que hizo la policía detuvo al vicepresidente de la Acción Católica Argentina, que estaba en conciliábulo con cuatro comunistas de las otras organizaciones. Esto hizo pensar más seriamente al gobierno, porque coincidía este hecho con muchos otros, pequeños y grandes, que se suscitaban en el interior de la República. Donde esto parecía hacer crisis era en Córdoba. En consecuencia, yo llamé al gobernador de esa provincia para consultarlo, como era mi deber, -porque de acuerdo con la Constitución, él es mi delegado directo en esa provincia- y le pregunté si era cierto que elementos clericales, asociados con elementos políticos de la oposición estaban perturbando la paz y la tranquilidad en esa provincia. La palabra del gobernador fue total y absolutamente confirmatoria, al extremo de que el gobernador, en cumplimiento honrado de su deber, me hizo presente que la justicia de Córdoba esta total y absolutamente copada por los elementos clericales, que la usaban en su beneficio político. Que la Universidad de Córdoba estaba igualmente en menos de una falange de clericales que imposibilitaban casi la acción tranquila y desenvuelta del gobierno de Córdoba. Y que, además, hacia pocos días que las asociaciones estudiantiles habían provocado desórdenes a raíz de un festejo de la primavera que se había realizado en Córdoba, y que él descartaba toda culpabilidad y responsabilidad de su gobierno, porque para autorizar esos actos, que él que creía que no debían autorizare, había consultado al Ministerio del Interior, y habiéndoselo informado al ministerio que se trataba de un festejo que querían hacer algunos estudiantes católicos le dijo el ministro al gobernador: “Si señor, yo creo que usted la debe permitir”. Y permitió la reunión que terminó después en un desorden de otra naturaleza. Ante este informe el gobernador de Córdoba, yo tuve la absoluta sensación de que allí el orden no estaba alterado, pero que no era tampoco normal, y que había, evidentemente, una acción distorsionadora de la paz y la tranquilidad por elementos organizados para alterarla. Coincidió que en esos días el Episcopado Argentino realizaba una reunión en Buenos Aires, de acuerdo a su costumbre de hacerla anualmente. Con ese motivo los prelados pidieron audiencia al presidente de la República. Recibidos, trajeron su saludo, y a continuación de él, me hicieron notar en presencia del Ministro de Relaciones Exteriores, esos hechos que se producían. Yo les dije: “A propósito, yo quería conversar también con ustedes sobre este asunto, y quería conversar porque me parece a mí que se puede planear una situación difícil que yo quería evitar porque nosotros necesitamos paz y tranquilidad para seguir trabajando, y no alterar esa paz y esa tranquilidad por disturbios ocasionados por una o varias personas con fines no totalmente confesados ni totalmente claros”. Los prelados estuvieron totalmente de acuerdo conmigo y me preguntaron que era lo que pasaba, que no estaban informados, que no sabían nada de lo que ocurría. Entonces les dije: “Señores, yo voy a llamar inmediatamente a los representantes de las organizaciones del pueblo para que ellos los informen mejor que yo de que se trata”. Efectivamente, mientras conversábamos de otras cosas, hice llamar a los dirigentes. Allí se los planteo bien claramente la situación. Me dijeron ese mismo día los prelados que eran los primeros que condenaban esa acción al margen de la obligación de los clérigos y que, como en todas las organizaciones humanas, había hombres que cumplían y hombres que no cumplían. Muy cierto, muy humano y muy razonable. Yo no ponía ni quitaba nada porque yo no tenía parte. Mas bien era un referí que estaba entre dos que discutían un asunto, pero que según estoy viendo ahora, me ha pasado lo que le pasa a todos los referís. Cuando termina el partido los malos perdedores a los malos jugadores se la toman con el referí que no tiene nada que ver. Allí las organizaciones plantearon el problema de la infiltración, y lo plantearon con tranquilidad. Naturalmente, ellos habían sido sorprendidos con mi llamado y no tenían los documentos ni los casos concretos que podrían citarse en una reunión como esta. Y necesitando esos concretos, no quería yo que fueran solamente de aquí, de la Capital Federal, y entonces les prometí casos concretos, para lo cual cité todos los gobernadores de provincia y los representantes de las fuerzas populares en las provincias a una reunión que se realizo en la Quinta de Olivos, y donde durante doce horas seguidas se dio, provincia por provincia, la información a este respecto, que confirmó de manera real y efectiva todo cuando había sido denunciado por las autoridades de las organizaciones del pueblo. Señores: yo hice al final de esas doce horas, una recapitulación muy somera de cuanto allí se había dicho. Si no, probablemente, hubiera puesto otras doce horas para poder citar caso concreto por caso concreto de lo que allí se había dicho. Y lo hice con la intención de tranquilizar, de, diremos, no perturbar mas esto, porque si yo hubiera citado y dicho todo lo que dijeron los gobernadores y los delegados de las provincias, hubiera sido un alarmista y un provocador, como han dicho algunos de los señores obispos en sus comunicados. Yo traté de tomar tres o cuatro cosas para plantear el problema en su verdadero fondo diciendo que este no era un problema del Estado y la Iglesia, ni del peronismo y la iglesia. Era la acción de algunos clérigos que no sabían cumplir con su deber y de los superiores que no eran capaces de sancionarlos. Pero lo que quiero aclarar, establecer con toda claridad es que este no es un conflicto ni siquiera de esos clérigos con el Estado. No, este es un conflicto entre esos clérigos y las organizaciones del pueblo, vale decir, con el pueblo. Son hombres que están contra el pueblo y contra el pueblo organizado que es quien los denuncia y quien trae los casos concretos. El gobierno no tiene nada que hacer. Si fuera una cuestión de gobierno, ya les habría aplicado las naciones que la ley determina. Pero, señores, yo, buscando esa colaboración, porque decimos siempre que el peronismo en vez de sancionar prefiere persuadir, es que yo busqué la colaboración de los jefes de la iglesia para que ellos me ayudaran para que estos señores procedieran bien y no se pusieran en pugna con el pueblo, que es la peor pugna que se puede producir. Esa colaboración es la que yo pedí y es la que yo quiero. Pero, vistos los hechos, yo quiero hacer presente que hoy, como siempre, entre una fuerza que lucha con el pueblo y el pueblo, yo elijo, ahora y siempre, el pueblo. Yo no reconozco otro soberano sobre mí que el pueblo, y he dicho y repito que si algún día el pueblo se equivoca, yo me equivocaré con el pueblo, que esa es la única equivocación que podría explicar. Lo que puedo asegurar bien, con claridad, con sinceridad al pueblo, es que no hay ninguna fuerza que pueda dominar al gobierno ni que lo llevase a colocarse ni siquiera tangencialmente contra el pueblo. No nos ha dominado el imperialismo; no nos han dominado las fuerza de toda naturaleza que ha puesto en marcha la oligarquía; no nos va a dominar, en ninguna forma, nadie que no sea el pueblo; de eso deben estar persuadidos todos aquellos que no entiendan, al gobierno peronista no lo domina nada más que una cosa: el pueblo. Pero, compañeras y compañeros, yo quiero decir dos palabras finales sobre este asunto que hoy daremos por terminado. Con respecto a los avances que cualquiera pueda realizar para infiltrarse en las organizaciones, está en las manos mismas de esas organizaciones el impedirlo con medidas de autodefensa. Las organizaciones estatales no serán infiltradas por nadie, eso lo garantiza el gobierno. Y en cuanto a las fuerzas políticas, eso está en manos de ustedes. Ojalá todas las organizaciones políticas tuvieran la lealtad, la sinceridad, la decisión y el valor de las organizaciones peronistas. Con eso estaríamos seguros de que no habría infiltración posible en una fuerza política. Contra los hombre que nos atacan, está en nuestras manos de hombres el repelerlas, aun violentamente cuando es necesario. Creo que en esto, como en todo, es menester, como dice el adagio popular, no dar por el pito más de lo que el pito vale. Vamos ahora con conocimientos de causas a aplicar la defensa integral que ya esta en marcha, seguros y tranquilos, sin preocuparnos más de este asunto, que será uno de los tantos asuntos políticos un tanto intrascendentes que se han producido en la vida política argentina. Hemos accionado a tiempo, y hemos de poner los remedios también a tiempo. Ya no se trata de un asunto de colaboración para nosotros. Tenemos la ley, tenemos los reglamentos, tenemos el poder policial y el poder judicial, y aquellos que delinquen contra la ley, vistan como vistan, sean quienes sean, sufrirán la sanción de la ley. Es por la ley misma que nosotros tenemos la obligación de asegurar que todos los ciudadanos sean iguales ante la ley. Desde hoy en adelante han desaparecido los últimos privilegiados, y todos los ciudadanos serán iguales antela ley. De manera que yo quiero hacer llegar a todos los peronistas de la República mi palabra de tranquilización y de serenidad. Nosotros no tenemos ninguna preocupación de este orden. Creo que con lo que ya se ha demostrado en la República no ha de reincidir aquellos que quieran alterar el orden, y si lo hacen tenemos la fuerza necesaria para poner la cosas en su quicio. Por eso les pido a todos que se vayan tranquilos a sus casas; que no piensen más en este problema, que se queden tranquilos y que cada uno, en la esfera su acción, defienda lo que tenemos que defender los argentinos, seguro de que si defendemos bien la causa que más une y que nos distingue, no habrá poder en la tierra que no haga dar un paso atrás. ..
1949-01-03
Carta al doctor Arturo Alessandri
Al senador Doctor Arturo Alessandri P.17 Santiago de Chile Mí querido amigo: Hoy me han sorprendido los diarios de Santiago con sus comentarios y más aún las declaraciones en ellos contenidas. Le escribo aún bajo los efectos de esa penosa impresión, porque me interesa que Ud., mi gran amigo, conozca la verdad de su fuente, pues interpreto este hecho como un acto más de cuantos están interesados en deformar toda verdad, para sacar provecho de una situación internacional tan inoportuna como perjudicial. Hace casi dos meses –es decir, antes del incidente del fiscal18–, un periodista boliviano de «La Razón», de La Paz, me entrevistó para comentar nuestras relaciones comerciales y el Tratado Boliviano-Argentino. Entre todos los tópicos tratados, salió el de la situación mediterránea de Bolivia. Referente a ese tópico le afirmé (como lo refirmo hoy) que podía contar con nuestra decidida colaboración, para lo que ofrecíamos el puerto de Rosario para el tránsito de la exportación e importación del altiplano por la vía La Paz-La Quiaca-Rosario; lo mismo que la línea Santa Cruz-Yacuiba-Formosa, para las que desde el oriente boliviano 40 pudieran salir a puerto fluvial argentino en el Río Paraná. Yo ofrecí lo que Argentina puede ofrecer como colaboración y buena voluntad. En ningún momento de la entrevista se habló de Chile y, menos aún, de una salida hacia el Pacífico, porque ello no interesaba a la entrevista ni me competía a mí comentar. No conozco sino fragmentariamente la publicación de tal entrevista en La Razón, de La Paz pero, por lo que conozco, nada hay que pueda ni siquiera sospechar otra intención que la que antes anoto. Es indudable que la prensa chilena y los funcionarios que han comentado el asunto han sido llevados por una suspicacia que no justifica, en manera alguna, un ataque insólito en que aparecería la Argentina y su Gobierno como inhabilitados para disponer de su territorio en una colaboración internacional a todas luces beneficiosa para la paz constructiva de los pueblos americanos. Bolivia aislada debe ser una preocupación para todos nosotros. Los problemas no se resuelven cerrando los ojos. La Argentina ofrece lo que puede dar a través de su territorio, y no creo que con ello pueda acarrear perjuicio alguno a Chile. Al contrario, es atenuar un viejo problema, porque abierto el tránsito y asegurados puertos francos en la cuenca del Plata, Bolivia tendrá menores necesidades de salir al Pacífico. En cambio, dificultada su salida hacia aquí, es indudable que sus necesidades repercutirán en otra parte. Ud. ve que lo que realmente fue una idea de sincera colaboración, puede ser desvirtuada y torcida hasta hacerla aparecer como contraria a su verdadera intención; basta para ello manejarla con otro designio que no es afortunadamente el que guía mis acciones. He demostrado desde que estoy en el Gobierno, que no es mi intención la de mezclarme en los asuntos internos de los otros países y así cumpliré en el futuro aun cuando observe que algunos se creen con derecho de inmiscuirse en la política de mi país. Otro tanto podría decir, en este caso, con referencia a los problemas internacionales de los otros Estados. Hemos de reconocer y respetar 41 fielmente el derecho de las otras naciones de resolver sus problemas sin nuestra intervención aunque se nos negara el que tenemos de poder disponer de nuestro territorio para ofrecer soluciones que no perjudiquen a nadie. Sabrá perdonarme, Don Arturo, estas quejas de buena fe y de leal y sincera amistad. Porque le conozco a Ud. y sé cuánto vale es que me interesa darle esta explicación; porque para nosotros Ud. no es sólo un estadista ilustre, sino también un maestro, y yo soy de los hombres que, como los griegos antiguos, saben decir cuando es preciso: «Si eres sabio, enséñame; si eres prudente, gobiérnanos». Aprovecho la oportunidad para desearle toda clase de venturas para el año que se inicia y rogarle quiera aceptar como testimonio de mi permanente admiración mi más afectuoso saludo.
1949-01-08
Durante la entrega de los sables a los Generales recientemente ascendidos
Señores Generales: Esta ceremonia simboliza el ordenamiento de una nueva promoción de oficiales superiores, que acaban de alcanzar la alta jerarquía de general. Por su extraordinaria trascendencia para el Ejército y para el país, he deseado ser yo mismo quién, en mi carácter de Jefe del Estado y Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, haga solemne entrega de la insignia de mando que distingue a los generales argentinos. El sable que acompañó a San Martín en toda su campaña por la emancipación americana, simboliza la acción, el pensamiento y la virtud sin paralelo del Libertador, que el pueblo argentino ha convertido en ideario de la nacionalidad. De ahí que la réplica del mismo, ceñida al cinto de nuestros Generales, represente el imperativo del sentir nacional y materialice el alto ideal que debe inspirar la conducta de quienes tienen el insigne honor de ostentarlo como atributo de mando. Significa, también, su inquebrantable decisión de cumplir el sagrado compromiso contraído ante sus conciudadanos, de ser dignos herederos de nuestra gloriosa tradición. La gloria que este corvo sintetiza es purísima porque fue alcanzada, no en empresas de dominación o de conquista, sino en el sublime camino de la libertad y del amor hacia pueblos hermanos. No habrá fuerza capaz de desviar a los Generales argentinos de la honrosa tradición recogida en las límpidas páginas de la historia. Nada hará tampoco que no se cumpla lo que el pueblo de la República espera de ellos, en su condición de firmes puntales de las instituciones; de colosos defensores del orden interno, 43 que posibilita el trabajo fecundo de sus hijos; y de sostener inconmovibles la disciplina, factor indispensable para que el Ejército cumpla, dentro de la más absoluta subordinación al poder civil, las misiones asignadas por la Constitución y por la ley. El General debe consagrarse a merecer la confianza y el amor del pueblo que le confía sus hijos y el honor de sus armas. Lo conseguirá si es modelo y ejemplo de virtudes castrenses y ciudadanas, si rinde culto a la voluntad soberana del pueblo y si está profundamente identificado con las aspiraciones del mismo, con sus afanes, con sus inquietudes, con sus ideales y con sus esperanzas. Ello exige ser un profundo conocedor del alma popular. Recordad que ningún error puede ser causa de mayores desventuras que alejar a las fuerzas armadas del pueblo que las nutre. Abrigad en lo más profundo del corazón el ferviente anhelo de conducir a los hombres que se os confía únicamente por el camino de la verdad y del honor, persuadidos de que, así, llegareis a unir en forma imperdurable todos los elementos de la gran familia nacional, contribuyendo a la unidad espiritual que es factor decisivo en las horas difíciles. Para ello, señores Generales, un imperativo de conciencia, así como la necesidad de apoyar la educación de los hombres con el propio ejemplo, os impone acrecentar vuestro perfeccionamiento, convencidos de que las virtudes que aquéllos exhiben son y serán siempre el fiel reflejo de las que adornan el alma de quien los instruye y los conduce. En tal sentido, “ser, más que parecer”, es la consigna. La preparación de la defensa nacional tiene por única finalidad la custodia del honor y de la soberanía de la Patria. Este único objetivo, tan caro al sentimiento argentino, motiva nuestro tradicional respeto hacia las otras naciones y nuestra adhesión ferviente al principio de autodeterminación de los pueblos. Por lo tanto, al destacar que dicha preparación exige vuestra más absoluta consagración, no contradigo la tradicional política pacifista de nuestro país. Antes bien, refirmo lo que muchas veces he dicho, dirigiéndome al mundo entero, para llamar a los pueblos a la cordura e invitarlos a la compenetración. Sigo 44 firme en mis convicciones de que sólo se ha de alcanzar la paz por el desarme espiritual de la humanidad, y que no debemos encender los ánimos para destruir, sino abrazar los espíritus de amor al prójimo, para que el legado que transmitamos a la posteridad corresponda al deseo argentino de vivir en un mundo digno, solidario, comprensivo y cristiano. Bien sabéis que, a pesar de todos los progresos de la técnica, el elemento humano continúa siendo el factor primordial de los ejércitos. De ahí que ennoblecer el alma, retemplar el espíritu y educar el corazón y los sentidos, son siempre lo fundamental en la preparación de las fuerzas armadas. El adiestramiento en el manejo de las armas es sólo un complemento indispensable. La acción educadora, destinada a vigorizar las fuerzas morales y espirituales, no debe circunscribirse al personal de las tropas combatientes y sus reservas, sino que debe hacerse extensiva a cuantos, desde el taller, la fábrica o el gabinete, contribuyen a mantener la eficiencia del Ejército. Debe lograrse inculcar en los hombres que trabajan en aquéllos una exacta conciencia de la importancia capital de su misión, así como la disciplina y abnegación necesarias para lograr un mayor rendimiento y una mejor calidad. De ahí que los conceptos que paso a expresar sean de aplicación plena para todo el personal militar y civil de las fuerzas armadas, cualquiera sea su actividad en la preparación de la defensa nacional. Exhorto a los señores Generales a trabajar incansablemente para cumplir a fondo su misión educativa, insistiendo en cuanto contribuya a la formación de un carácter recto y firme, vigorice el culto del honor, la conciencia del deber y el sentido de la responsabilidad. Justo, equilibrado y humano ha de ser el General para juzgar a sus hombres, a quienes debe conocer profundamente. Recordará que no son perfectos sino perfectibles y que a él incumbe la responsabilidad de conducirlos por el camino de la virtud, en procura del perfeccionamiento y prestigio del Ejército. Debe merecer vuestra particular preocupación cuando concurra a cimentar la vocación por el sacrificio, que hace prevalecer lo moral sobre las cuestiones materiales que satisfacen los instintos primarios del hombre. El apego a la comodidad y al dinero son incompatibles con la vida austera y el desinterés del soldado. Éste cifra su mayor orgullo en darlo todo sin recibir recompensa material 45 que reste dignidad a su consagración, a su esfuerzo o a su sacrificio. Tanto para la paz como para la guerra, es indispensable que el General posea la facultad de transmitir su voluntad hasta al último de sus subordinados, de lograr que hagan más de lo preciso de su deber y obtener de ellos, no una obediencia meramente exterior sino su íntima y fervorosa adhesión. Ésta es lograda únicamente por los poseedores del arte de mandar, inalcanzable para quienes no saben percibir las resonancias del corazón humano y desconocen, por lo tanto, los caminos que conducen al mismo. No hay ninguna profesión que exija tanto y tan imperiosamente como la nuestra, los sentimientos de humanidad. Ellos mueven al jefe a velar celosamente por la salud, el bienestar y la dignificación de sus subordinados y a sentir como propias sus inquietudes y preocupaciones personales, asistiéndolos con su consejo y con su acción. Al corazón de sus hombres llega sólo al jefe que ama verdaderamente a quienes sirven a sus órdenes, porque sólo ese sentimiento puede inspirar al proceder que le granjee su confianza, su afecto y devoción. Desde vuestros cargos directivos tendréis oportunidad de realizar, además de la obra puramente militar, una acción social de insospechada trascendencia. En los cuarteles, gabinetes y fábricas habréis de dirigir a vuestros hombres cuidando, de modo especial, su salud física y moral manteniendo, en tal sentido, un contacto humano y previsor que alcance a sus hogares, como una colaboración para encaminar a nuestro pueblo, noble y generoso, hacia los grandes destinos de la nacionalidad. Es que la nueva conciencia social que ha transpuesto ya los umbrales de la adolescencia y entrado al campo de las realizaciones efectivas, requiere de vo sotros la obligación de comprenderla, asimilarla y desarrollarla en la medida de vuestras posibilidades. No obstante nuestro insospechado espíritu pacifista, es evidente que las provisiones de la defensa nacional exigen, en el General, destacadas aptitudes de hombre de guerra. Ellas deben ser cultivadas y acrecentadas en la paz. De otro modo, no estaría en condiciones de asumir la tremenda responsabilidad de con46 ducir las masas hasta el supremo sacrificio de la vida, si preciso fuera, en defensa de la patria. Es esto lo que ella espera de sus Generales. Todas las condiciones que deben adornar al general para que pueda cumplir la alta misión que en la paz le corresponde, son también necesarias en la guerra. En esta última, adquiere singular importancia cuanto se refiere a la conducción de los hombres, cuya devoción por el General, resultante del prestigio que emane de su recia personalidad, debe ser suficiente para obtener su absoluta obediencia frente al peligro, para sobrellevar con estoicismo las penurias y privaciones y para sobreponerse a los vaivenes de la suerte de las armas. Por último, recordad que sois Generales de una República democrática y, en consecuencia, que vuestra jerarquía, más que una dignidad importa una responsabilidad cuyo ejercicio debe materializarse con la sencillez y la serenidad propia de las almas grandes, y que vuestro mando no constituye un privilegio sino un honor y una carga. Señores Generales: Recibid, por vuestro merecido ascenso, las congratulaciones del gobierno de la Nación, en cuyo nombre os hago entrega de tan preciado y significativo símbolo de mando, con plena fe de que a través de cualquier vicisitud sabréis conservar su prístina pureza.
1949-01-11
Exposición sobre la Reforma Constitucional
Sean mis primeras palabras para saludar a los compañeros que, desde todas las regiones de la República, llegan hasta esta capital para empeñarse en una tarea de tan extraordinaria importancia. Ella ha de ser, quizá a lo largo de muchos años, una garantía de lo que todos debemos buscar con el anhelo más profundo de nuestro corazón de ciudadanos argentinos, como objetivos para nuestra patria: asegurar la felicidad presente de nuestro pueblo, asegurando a la vez la grandeza futura de la Nación. Llegue hasta ustedes mi saludo de amigo y de compañero de esta causa, que todos abrazamos con un sentimiento patriótico profundamente argentino y con un sentimiento peronista que lucha, desde hace tantos años, para abrirse paso dentro de las formas y del fondo de nuestro sistema institucional y político. Señores: Cada uno de ustedes, que representa una región de la República, que en nuestra historia está grabada ya con la designación de la “patria chica”, trae a la capital de la Nación los anhelos de esas “patrias chicas” para asegurar la grandeza y la consolidación de la Patria grande de todos. Por esa razón es que, emocionado, saludo a ustedes como un hombre que abraza sobre su corazón a todas las provincias y territorios, convencido de que el sentimiento argentino 48 late con tanta asiduidad, con tanto patriotismo, en uno como en otro paralelo o meridiano de la patria. Esta reunión previa que ha dispuesto se realice el Partido Peronista, quiero comenzarla con un recuerdo de nuestro movimiento hacia todos los hombres que, en todas las latitudes, luchan por los ideales que nuestra doctrina sustenta y que nuestra decisión y nuestra perseverancia quieren cristalizar a lo largo del tiempo. El movimiento peronista no es un partido político; no representa a una agrupación política. Es un movimiento nacional: esa ha sido la concepción básica. No somos, repito, un partido político; somos un movimiento y, como tal, no representamos intereses sectarios ni partidarios, representamos sólo los intereses nacionales. Esa es nuestra orientación. Nuestro objetivo es, lisa y llanamente, lo que debe ser el objetivo de todas las naciones que luchan por la felicidad de sus hijos y por la grandeza de la Patria. Nuestro movimiento, como tal, lo sintetizamos diciendo que el peronismo quiere poner en marcha y quiere realizar la conjunción de todas las fuerzas que amen a la patria, de todas las fuerzas que se lancen hacia el futuro con una sola bandera, que es la bandera de los argentinos. Y con una sola intención: defender todo lo que labre la grandeza de la Nación y oponerse a todo lo que la pueda esclavizar y la pueda empequeñecer. Por eso, muchas veces he dicho que el movimiento peronista no puede comprender cómo, dentro del país, pueda haber quienes se opongan a la causa de la Nación. Podemos estar en disidencia en pequeñas cuestiones partidarias o sectarias; pero en lo que ningún argentino puede estar en disidencia es cuando se trata de los destinos de la Nación. Hay una causa superior a todas las demás causas, con la cual ningún argentino puede estar en desacuerdo. Cuando se lucha contra poderes extranjeros que, a su vez, luchan contra la nacionalidad, ningún argentino bien nacido puede estar en otra causa que no sea la causa de la República. Cuando se lucha contra fuerzas internas de la disgregación, ningún argentino que sea bien nacido puede estar en contra de la Nación y a favor de esas fuerzas del desorden y de la anarquía. Porque solamente siendo unidos, disciplinados, fuertes y amantes de la Patria, podremos asegurar el destino que todos los argentinos tienen derecho a exigirnos, en esta hora en que el timón de la Nación está en nuestras manos y la responsabilidad de conducir la Patria 49 a buen puerto está también pesando sobre nuestras espaldas. Concebir que un argentino, de cualquier sector que sea, pueda oponerse a las causas nacionales, es concebir que dentro de esta patria pueda haber traidores, y eso no puede admitirlo ningún hombre de honor, ninguna Nación que tenga las glorias y las tradiciones que la República Argentina ostenta en su historia. Señores: Nuestro movimiento persigue eso: persuadir a los argentinos de que, cualquiera sea su orientación, pueden estar en disidencia con otros argentinos en cualquier asunto, menos en la causa que constituye la causa común de todos los argentinos: la defensa de la nacionalidad, la defensa de nuestro pueblo y la defensa de la soberanía de la Nación. Es en nombre de estos principios que el Partido Peronista ha propugnado la necesidad de una reforma constitucional, persuadido de que los males que sufre la Argentina deben y pueden ser corregidos y que, para ello, nada hay más racional y más justo que comenzar a eliminar los errores existentes en la Carta Magna de la Nación, los conceptos que pueden haber sido aciertos en otros tiempos, pero que, sobrepasados por las horas, por los días y por los años, aun casi por los siglos, necesitan ser reformados de manera tal que pongamos nuestra Carta Magna al día, sirviendo a los intereses de los argentinos de 1949, responsabilidad que venimos enfrentando desde que iniciamos nuestro movimiento. Ésta es solamente una etapa. Algunos han considerado que nuestro movimiento estaba terminado o por terminar, pero se equivocaron; nuestro movimiento recién comienza ahora. Comienza a realizar, en las formas institucionales y jurídicas, la reforma que en los hechos ha venido realizando para darles la consolidación indispensable; para que la República sepa que, en adelante, todo aquello que puede haber sido “de hecho”, comienza a conquistar también el campo del “derecho”; para que legislemos en el futuro sobre las nuevas formas sustentadas por nosotros desde hace cuatro años, apoyados por el pueblo, que ha seguido nuestra acción, que quiere nuestra doctrina y, en consecuencia, apoya la reforma de la Constitución como una base indispensable, para dar consolidación jurídica e institucional a esa doctrina, de la cual el pueblo argentino ha resultado el propio abanderado, puesto que la lleva adelante contra todas las 50 oposiciones, vengan éstas del interior o del exterior del país. Siendo así, señores –yo no hablo como constitucionalista, sino como político–, las reformas de la Constitución son más bien obra de políticos que de constitucionalistas. Surge ello del hecho mismo de que el mandato lo da el pueblo a un grupo de hombres políticos, porque sabe que ellos son los que han de interpretarlo fielmente y en ellos deposita su confianza. Nosotros, depositarios de la confianza de ese pueblo, vamos a encarar la reforma de la Constitución, contando con el asesoramiento y la sabiduría de los hombres dedicados al estudio de la Constitución pero, por sobre todas las cosas, buscando interpretar política y fielmente a nuestro pueblo. Él nos ha conferido un mandato que observa y de cuyas consecuencias saldrá una reforma de la Constitución que pesará sobre él, quizá, durante muchos siglos. Esa responsabilidad que los políticos asumimos frente al pueblo no puede ser confiada sino a nuestra propia ciencia y conciencia de hombres del pueblo y de hombres políticos. Señores: Tal aclaración la hago por una razón de simple racionalismo. En esta Constitución nosotros tenemos que interpretar lo que el pueblo viene apoyando desde hace largo tiempo en distintas ocasiones electorales y no electorales. Nosotros sabemos perfectamente bien qué quiere el pueblo y tenemos que reducirnos a cumplir nuestro mandato en forma solemne, sencilla y leal, realizando exclusivamente lo que el pueblo desea, porque ese es nuestro mandato; porque para eso nos han elegido y porque esa será la responsabilidad que pese en el futuro sobre nuestras conciencias y sobre nuestras espaldas. Esto, señores, lo digo especialmente para aquéllos que han sostenido que el pueblo nos ha dado un “cheque en blanco”. El pueblo nos ha dado un “cheque en blanco”; nos ha dado un crédito porque sabe que somos buenos cumplidores y porque vamos a cumplir con él en ese crédito. No nos han visto hasta ahora falla en ninguna de las acciones en que estaba comprometida nuestra responsabilidad. Sabe el pueblo que no le hemos mentido jamás. Sabe que hemos cumplido fielmente su voluntad como intérpretes y representantes suyos. En consecuencia, el pueblo sabe a quién da un mandato de esta naturaleza y a quién abre un crédito de esta clase. Ese crédito lo hemos de llenar cumplidamente y, salvo los errores y equivocaciones, que son humanos, hemos de poner toda nuestra capacidad al servicio del cumplimiento 51 de esa causa del pueblo, que es la causa superior por la cual nos comprometemos los hombres que nos encontramos reunidos en esta asamblea. Ese “cheque en blanco”, que algunos han criticado, es para nosotros el más alto timbre de honor, porque el pueblo no confiere esta clase de cheques en blanco a los hombres que no lo merecen. El pueblo lo ha demostrado a lo largo de toda la historia argentina, y si nos ha dado un cheque en blanco, que algunos critican, es porque el pueblo sabe que no vamos a hacer mal uso de ese cheque en blanco. Eso nos impone a nosotros, señores, una mayor obligación para con nuestro pueblo, que cada día obliga más nuestro reconocimiento; pueblo argentino lleno de sinceridad y de patriotismo, desprendido, sin ambiciones, que solamente está luchando por hacer la grandeza de nuestra tierra; pueblo argentino, señores, que nos ha demostrado su lealtad y su grandeza; pueblo argentino que ha demostrado a lo largo de la historia que cuando no se lo engaña, él no traiciona jamás a sus conductores; pueblo argentino, finalmente, que llega hasta los umbrales de esta reforma de la Constitución y entrega a sus representantes la autorización para modificar, seguro de que sabrán interpretarlo y cumplir sus deseos. Este acto de grandeza y desprendimiento del pueblo argentino, nosotros hemos de satisfacerlo llenando cumplidamente nuestra misión y realizando la reforma constitucional con el más alto grado de prudencia y de sabiduría que nos sea posible. Para satisfacerlo, no en las ambiciones de algunos hombres, sino en las necesidades de la totalidad de nuestro pueblo, que pesan más que la ambición de todos los ambiciosos juntos. Señores: Yo me he preguntado muchas veces cual es la Constitución que anhela el pueblo argentino. Uno de los más graves errores que puede cometer un político, es no vivir claramente la situación de su pueblo, sus necesidades, y sus aspiraciones. De ahí nacen todos los errores políticos. Muchas veces nosotros decimos: ¿Pero cómo ese hombre comete un error político de esa naturaleza? Y no nos lo explicamos. Nosotros nos lo explicaríamos perfectamente bien si pensáramos que es un hombre que no conoce realmente la situación política del país. De ahí nacen todos los errores. 52 Para interpretar cuál es la Constitución que anhela el pueblo argentino, tenemos que comenzar por interpretarlo fielmente, con la vista puesta en los grandes objetivos de la Nación misma. ¿Cuál es el objeto de una Constitución vista desde el punto de vista político? En mi concepto, es hacer factible que el gobernante cumpla los dos objetivos fundamentales que todo estadista debe tener delante de sí como la estrella de Ariadna, o la estrella polar que lo conduzca en navegación tan difícil en el timón del Estado. Esos dos objetivos son: primero, asegurar la felicidad presente del pueblo; segundo, labrar la grandeza futura de la Nación. Muchos hombres, encandilados con la necesidad de hacer la felicidad presente del pueblo, han olvidado el objetivo de labrar su grandeza futura; y muchos otros, encandilados con esa grandeza de la Nación, han esclavizado al pueblo y labrado su desgracia presente sin haber obtenido después aquel otro objetivo más lejano que la grandeza nacional. Estos últimos tiempos nos dan ejemplos abundantes de esta clase de estadistas. Para mí, señores, el secreto está en equilibrar perfectamente bien estas dos aspiraciones. ¿Pero podemos nosotros criticar a los hombres que por asegurar la grandeza de la Nación esclavizaron a sus pueblos y a los que por asegurar esa felicidad presente abandonaron el objetivo lejano de la grandeza de la Nación? ¿Podemos criticarlos nosotros, que si analizamos nuestro panorama vemos que otrora se ha esclavizado al pueblo, no para asegurar la grandeza, sino para asegurar la tranquilidad y felicidad de otros pueblos que viven a ocho mil kilómetros del nuestro, entregando el país, entregando su riqueza y entregando, también, su soberanía en muchos casos? Cualquiera de esos otros estadistas equivocados estuvieron siempre menos equivocados que los nuestros, porque lo más terrible que le puede pasar a un país es esclavizar a su pueblo para servir a intereses foráneos. Vale decir que en esto estriba lo fundamental de esta reforma. Asegurar para el futuro que nuestro pueblo no pueda ser jamás esclavizado para servir intereses extraños; que nuestra nacionalidad sea un modelo en lo que a justicia social se refiere, para asegurar la felicidad presente de la Nación, y que tales fueros 53 jurídicos e institucionales estén lanzándose hacia el futuro venturoso y hacia la grandeza de la Patria. Si cumplimos esto en la reforma de la Constitución, habremos cumplido lo fundamental; pero si no aseguramos esas tres formas fundamentales dentro de la Constitución, no habremos sabido cumplir con nuestro deber. Sabemos bien dónde nacen estos males. Nuestra Constitución, en su origen, es una Constitución de las del tipo del siglo XIX, característico de la reacción contra el absolutismo. Lógicamente, contiene un sistema que va creando, bajo la forma de la “libertad”, la “fraternidad” y la “igualdad”, la posibilidad de que el absolutismo político no pueda volver a existir como antes de la Revolución Francesa. Pero olvidó que los absolutismos no son solamente políticos, sino que son también económicos. Así, salimos del absolutismo político para caer en el absolutismo económico, vale decir, se quiso hacer una constitución contra el clero y la reyecía y, en realidad, se hizo una constitución al servicio de la burguesía. Y esa burguesía convirtió a la libérrima Constitución del 53 en un instrumento para instalar en el país un absolutismo económico tan grave y tan peligroso como los antiguos absolutismos políticos de los reyes. Desde entonces han pasado en el mundo muchas cosas que deben hacernos reflexionar sobre la inconveniencia de seguir sosteniendo fórmulas ya sobrepasadas por el tiempo. La Primera Guerra Mundial, la aparición de las masas ciudadanas o de las masas populares en la acción política, son todos hechos que nos están haciendo pensar que los regímenes basados en anteriores concepciones han caído en desuso y que persistir en esa formas puede llevar a la República a una reacción de las masas que nos imponga a todos, por la fuerza, lo que no seamos capaces de realizar por la comprensión. Frente a este nuevo fenómeno, no esperemos una nueva toma de la Bastilla; realicemos lo que debemos realizar antes que la Bastilla sea siquiera atacada. Suprimamos este absolutismo económico que nos lleva a una segunda Revolución Francesa y que será más grave, más terrible aún, como pueden decirlo algunos pueblos de Europa que han sufrido ya esa reacción, u otros que han caído en regímenes peores que la reacción misma, donde la esclavitud cambia de nombre. 54 Lo que nosotros queremos es suprimir la esclavitud; que no haya esclavos sobre la tierra, porque eso es un fenómeno moderno que lleva a la destrucción y a la muerte. Nada podemos fundar, que sea permanente como lo anhelamos, sobre esas dos desgracias de la humanidad. Por esa razón, señores, los hombres del movimiento peronista, interpretando que la hora impone evitar un nuevo ataque a la Bastilla, demos a nuestro país una constitución sabia y prudente, que permita a nuestro pueblo vivir con dignidad y que imposibilite la esclavitud. Que no se limite solamente a una enunciación más o menos teórica, sino que la realidad nacional barra de esta tierra todas las formas de la esclavitud, cualesquiera ellas sean. Por eso yo creo que la antigua fórmula de la “libertad, igualdad y fraternidad”, en nuestros días, tiene que ser cambiada por la de “la libertad, la justicia y la solidaridad”, de modo de poner al día el concepto de una libertad conjugada al impulso de otros sentimientos que el egoísmo y el individualismo. Una libertad conjugada así puede ser efectiva. De otra manera es un engaño, y los pueblos engañados reaccionaran tarde pero violentamente. Lo que queremos evitar a la República es que se vea frente a esa reacción tardía pero violenta, porque la destrucción de valores no es lo que aconsejamos para la República. Esto nos impone una reforma política, una reforma económica y una reforma social que venimos sosteniendo desde hace mucho tiempo y que es lo que el pueblo argentino ha aceptado como su propio programa de acción. Por ello, las masas populares argentinas se han volcado al peronismo y lo han votado en proporción inigualada en toda la historia política de la Nación. No se debe a hombres; no se debe a nada. Simplemente se debe a que lo hemos interpretado fielmente, a que hemos sabido poner en acción esa interpretación popular y a que hemos sabido realizar una obra que el pueblo anhela, con la cual él está conforme. En esto no hay otro milagro. Se equivocan los que creen que hay otra clase de milagros. Se trata de un pueblo interpretado, que dice: yo quiero eso y lo apoya. Eso es el peronismo. La Constitución del 53 es una magnifica constitución que ha venido perdiendo actualidad a medida que el tiempo la ha desplazado, desde entonces hasta ahora. No criticamos esta magnífica constitución. Los que creen defenderla evitando su perfeccionamiento, se equivocan. Así es como la atacan, así es como 55 la van a destruir en sus valores. Los que la defendemos somos nosotros, porque la queremos actualizar, le queremos quitar lo que el tiempo ha convertido en anacronismo dentro de su texto. Nosotros la defendemos. Los que se oponen a modificarla, a modernizarla, a sacar las cosas anacrónicas que existen dentro de ella, esos, repito, son los que la atacan y los que la harían fracasar, por incapacidad, por capricho o por cualquier otra razón. Modificar la Constitución es actualizarla, es rejuvenecerla. Desgraciadamente, los hombres no podemos ser igualmente modificados; por eso envejecemos y morirnos. No queremos que nuestra Constitución con el tiempo envejezca y muera por falta de perfectibilidad. Esa es la función que cumplimos, sin otro interés que el del país, sin otra orientación que la que nos da el pueblo y sin otro mandato que ese mandato efectivo de nuestro pueblo, que nos autoriza para modificar la Constitución, confiando en nuestro honor, nuestra conciencia y nuestra responsabilidad. Para los hombres que interpretan y saben lo que la responsabilidad pesa sobre su conciencia, ese mandato es un mandato que nos impone prudencia y que impone sabiduría. Lo cumpliremos con toda la prudencia que podamos y con toda la sabiduría que Dios nos haya puesto a cada uno de nosotros en la forma de óleo sagrado de Samuel. Después de esta pequeña introducción, quiero aclarar el objeto de esta reunión del Partido Peronista. Es el Partido Peronista el que, por decisión de su Consejo Superior, me ha encargado a mí, jefe del movimiento peronista, que exponga cuál es el sentido que el Partido Peronista da a la reforma constitucional que ha de emprenderse. Es, simplemente, una reunión partidaria con los hombres directamente responsables de la reforma, porque si los señores convencionales constituyentes tienen un mandato, ese mandato pertenece al Partido Pero nista, y es éste quien, al igual que los señores convencionales que forman parte de él, tiene la responsabilidad frente a su masa partidaria y al pueblo argentino. En ese concepto, hemos querido hacer conocer a los señores constituyentes todo lo que el Partido Peronista piensa y decide sobre la reforma constitucional. No puede el Partido Peronista estar ausente en la reforma constitucional, porque él es el que ha afrontado la responsabilidad ante el país, y es su palabra, no 56 improvisada, sino preparada a través de paciente estudio e investigación, la que llega hasta los señores convencionales para entregarles el fruto de su trabajo y para que ustedes, en la convención soberana que han de realizar, consideren eso como un mandato del Partido Peronista. No escapa a ninguno de nosotros que la oposición ha creado en todo el país un ambiente de duda y de perturbación en torno a la reforma constitucional. Se han hecho correr, por distintos conductos y medios, las más variadas y antojadizas versiones sobre todas las pequeñas y grandes cuestiones, planteadas en forma de rumores, de [decires], de comentarios periodísticos y demás que llenan la gama de la difamación política, más o menos oculta. Han dicho algunos que íbamos a hacer una constitución fascista o nacionalsocialista; otros, que era comunista; otros, que contenía la anulación de nuestro sistema federal, republicano y representativo; que no era una reforma de tipo popular, sino de tipo dictatorial, etc. Lo único que no han dicho es la realidad: que es una reforma argentina a la Constitución Argentina. Ese ambiente creado, que resulta un anticipo malévolo, contrario totalmente a nuestras ideas y a cuanto hemos anunciado hasta ahora, no tiene su origen únicamente en el país, sino que viene sugerido desde afuera, donde se tacha de “gobierno militar” a nuestro gobierno, que no puede ser más civil de lo que es; se acusa de dictadura a un gobierno que cumple totalmente con las leyes del país y asegura la libertad a todos los hombres de la República, que no han tenido jamás la libertad de que gozan hoy. Libertad asegurada por los medios económicos, en lo económico; libertad social, porque nunca las masas argentinas han estado más aseguradas en su libertad sindical y social que en nuestros días; y libertad política, porque tiene la fundamental: eligen por primera vez sus gobernantes. Hasta ahora eso se hacía mediante el fraude, con sistemas por los que no se podía preguntar en nombre de quién gobernaban los que goberna ban, ni a quién representaban los “representantes” surgidos de las elecciones fraudulentas. Así comienza nuestra libertad en lo político, hasta llegar, señores, a la libertad que aseguramos para todos los argentinos. Solamente una libertad no hemos de tolerar: la libertad de los hombres para atentar contra la libertad de los hombres. Señores: Ese es el escenario en que debemos actuar; ese es el clima que se ha creado 57 a la reforma constitucional. Y si antes habíamos pensado ya obrar con la más grande prudencia al encarar la reforma constitucional, hoy debemos pensar que toda prudencia será poca frente a la mala fe de los hombres que han echado a rodar toda la serie de rumores que hemos escuchado en estos últimos tiempos contra la reforma. Por esa razón, estudiado este punto, hemos pensado que lo más prudente es respetar al máximo las formas y la tradición que vibran dentro de nuestra Constitución, que ha sido buena. Yo creo más; que los malos han sido los hombres. La Constitución no ha sido mala, y una vez actualizada no dará ocasión a los malos hombres que pudieran venir para que hagan mal uso de un instrumento tan noble y tan grande como es la Constitución de la República. Esa prudencia nos lleva a reformar sólo lo indispensable para respetar la tradición constitucional de la República, basada en esta Constitución de 1853. Bastará que en lo social, en lo económico y en lo político, aseguremos que las formas impuestas por nuestro movimiento tendrán allí una sede constitucional desde la cual seguirán rigiendo por muchos años las formas institucionales argentinas, para asegurar al pueblo que estas conquistas, alcanzadas por él mediante su decisión, su perseverancia y su propio sacrificio, no serán burladas ni por los tiempos ni por los hombres, y que los malos argentinos, a los que hemos soportado por imprevisión en distintos sentidos, no llegarán a reproducirse en le República. Esa es nuestra intención. Bajo esa inspiración es que encaramos la reforma de la Constitución, introduciendo en ella, sólo dentro de la forma sintética, concreta y completa, la modificación de fondo que corresponde a los cambios provocados por la nueva doctrina surgida en la Argentina y nada más, sin segundas intenciones, con la mayor sinceridad y con la mayor lealtad, que es lo menos que la República puede exigir de nosotros. Contiene así esta Constitución proyectada, el mínimo de reformas. Respeta la tradición; además mantiene las formas institucionales y políticas; no las altera en lo más mínimo y reforma especialmente todo cuanto se refiere al sistema económico y al sistema social. Lo demás queda en la Constitución tal cual está. ¿Cómo hemos preparado nosotros este estudio del anteproyecto de reformas? En primer lugar, hace seis meses iniciamos la investigación bibliográfica y 58 documental. Pedimos la colaboración de todos los organismos del Estado y de las personas de buena voluntad que quisieron colaborar en esta tarea. Como consecuencia de ello, tengo en el archivo veinte kilos de papel conteniendo las proposiciones más heterogéneas que ustedes puedan imaginar. Si yo hubiera puesto todo esto en la Constitución, que he estudiado personalmente, hubiéramos sacado algo así como la Enciclopedia Espasa en vez de una Constitución. Y es lógico, porque en esa colaboración venían las ideas desde todos los ángulos, desde todas las posiciones y de todas las orientaciones. Yo tenía que traducir lo que en eso hubiese de constructivo, en una síntesis brevísima, para colocarla dentro del texto en forma de modificación o de reforma. Ese ha sido el trabajo. Además, la Secretaría Técnica, que la he tenido exclusivamente trabajando en esto, me ha hecho el trabajo mecánico. Tomó toda la doctrina, fichó asunto por asunto, porque la doctrina –mis discursos desde hace cuatro años hasta la fecha– tiene una importancia grande, ya que no debemos olvidar que es eso lo que hemos prometido al pueblo. Y ahora, si queremos cumplir, tenemos que realizar, en los hechos, y consolidar en la Carta de la República las promesas que hemos hecho hasta nuestros días. Señores: Además de eso, se ha fichado toda la bibliografía existente sobre la Constitución del 53, todos los antecedentes parlamentarios y publicitarios, y se han descompuesto de los archivos todos los antecedentes, en fichas; se ha armado así un fichero que contiene ciento cinco mil fichas que tratan distintos aspectos de la Constitución, que yo tendré el placer de poner a disposición de los constituyentes, conjuntamente con el personal que ha trabajado en ello y que está muy capacitado para cualquier consulta que ustedes deseen hacer durante el funcionamiento de la Convención. Eso es lo que pone a disposición de ustedes el Partido Peronista. Creo que, como material de consulta, no existen antecedentes de un trabajo realizado con mayor minuciosidad en la investigación de orden bibliográfico y documental. Ese fichero, compuesto de ciento cinco mil fichas, les ofrece a ustedes todo antecedente, de cualquier orden, de la Constitución Argentina, para la consulta, como así también para ampliar la consulta mediante la utilización de los archivos que están organizados para consultar textos de constitucionalistas, publicitarios 59 o antecedentes parlamentarios. Hemos hecho también en el Partido Peronista un resumen que acompaña el anteproyecto de la reforma, resumen que comprende, en primer término, el Anexo I, que son los “principios y preceptos que contiene el anteproyecto de la reforma, comparados con la Constitución del 53”. En otras palabras, artículo por artículo, todo lo que en la Constitución se deja, y por qué se deja; lo que se modifica; y por qué se modifica; lo que se agrega, y por qué se agrega; y lo que se suprime, y por qué se suprime. Todo está fundamentado en este Anexo I. El Anexo II contiene todos los antecedentes parlamentarios de las anteriores reformas constitucionales, y el Anexo III contiene todas las constituciones del siglo XX –es decir, las que ya llevan algo del nuevo concepto que nosotros introduciremos en la nuestra– para que puedan servir de consulta a los señores constituyentes. Finalmente, se agrega un proyecto que, por error en la impresión, le han puesto como título “Constitución de la Nación Argentina”, debiendo decir “Proyecto de Constitución de la Nación Argentina”, que es que lo ordena el texto de acuerdo con las nuevas modificaciones, a fin de que tengan a su disposición los elementos necesarios para consulta rápida. Una consulta más profunda sobre cualquiera de estos asuntos pueden efectuarla en el fichero. Esos folletos son sólo de información general. La investigación tiene que hacerse por el fichero y el fichero está a disposición de todos los señores convencionales que quieran consultarlo. Todo este material conforma un cuerpo de doctrina constitucional, vale decir, todos aquellos elementos de juicio que el movimiento peronista ha presentado a la consideración de la Nación Argentina en todas sus exposiciones. Tal es el trabajo que el Partido Peronista ha realizado para poner a disposición de los señores convencionales, como una obligación partidaria, como una obligación orgánica, para que no queden librados a sus propios medios en un ambiente, en muchos casos, nuevo para los señores convencionales, donde no podrían, quizás, recurrir a la consulta directa e inmediata de las mejores fuentes de antecedentes. Ponemos a disposición de ustedes no solamente esto, sino también todo el organismo que funciona con el fichero, para que pueda consultar cualquier 60 constitución, satisfaciendo así no sólo la necesidad, sino también la curiosidad que pueda tener cualquier convencional. Nuestro deseo ha sido el de ayudarlos en la forma más completa posible para que, en adelante, sepamos que el Partido Peronista no va a una convención a discutir sin conocimiento, sino a construir algo bueno para el país. No vamos a plantear preeminencias personales porque somos soldados del pueblo, de una sola causa, para la que trabajamos exclusivamente, y el partido pone a sus hombres en condiciones de tener a su disposición las armas necesarias para la lucha. Por esa causa lo hemos hecho, y no por mezquinos intereses personales. Por otra parte, no debemos olvidar que los señores convencionales constituyentes son también hombres del partido, que están ligados al partido, que sirven al partido, como un medio de servir a la República. La política, señores, en sí, no ha sido ni será un fin: es sólo un medio. Así lo interpretamos nosotros. El fin es servir a la Nación; el medio es la política, para ponerse en situación de poderla servir en la mejor forma. Por esa razón, ustedes son hombres de partido; dependen del partido para servir a la República y el mandato del partido es obedecido fielmente cuando sirve a la República. Pero si alguien del partido, por mucha autoridad que tuviese, dice a un afiliado algo que vaya en contra de la República, no puede ser obedecido; no puede ser obedecido por ningún ciudadano argentino, por más peronista que afirme ser. Se sirve a las autoridades en todo lo que las autoridades manden en bien del servicio, como dicen las antiguas ordenanzas; todo lo que no sea en bien de la Patria no puede ser obedecido. Ese es el concepto que debemos fijar. Este mandato del Partido Peronista no coarta ni reduce la soberanía del mandato que los señores convencionales han recogido. Eso está en la conciencia de los señores convencionales, y si el partido, en estas reformas, no sirviera en forma directa al bien de la Patria, cada uno de los convencionales tiene en su conciencia la guía que decidirá cuál será su actitud en la emergencia. Sirvamos leal y sinceramente a la República. Si alguien equivocado no lo hace así, debemos persuadirlo de su error. Y si alguien lo hace de mala fe, hay que expulsarlo para que no tenga jamás otra oportunidad de proceder de mala fe. Indudablemente, dentro de esta concepción partidaria y de la Nación, las formas políticas de acción imponen los métodos y los sistemas. Fuera de la Con- 61 vención Constituyente, cualquier afiliado peronista podrá exponer libremente su opinión; pero tratada en el Bloque y decidida la actitud que el Bloque ha de tomar, todo el mundo se olvida de su propia idea para someterse a la idea del conjunto. Las ideas personales propias sirven a las responsabilidades personales; y las de la mayoría, por decisión, sirve a las responsabilidades colectivas. Nadie, dentro de un cuerpo, puede obrar por sí sino por el cuerpo, y ninguna idea vale tanto que pueda anular a la idea de la mayoría. Esa es la base y la piedra angular en que se afirma el sistema democrático. Los que no son capaces de someter su personalidad a la personalidad del conjunto, están de más en nuestra organización. Las ideas propias sirven a los individualismos, y nosotros queremos terminar con ese individualismo en la República; queremos que todos los argentinos piensen como quieran pensar, pero queremos que la Argentina piense de una sola manera. Queremos que los peronistas piensen como se les ocurra pensar, pero que el Partido Peronista piense de una sola manera: como piensa la mayoría. Esa base es lo fundamental. Las divisiones y las claudicaciones de sectores indican sectarismos, y nosotros no los aceptamos dentro de nuestro partido. Nosotros somos universalistas en todo y para todo. Servimos aquí a la República, y con la República al mundo. Ese es nuestro concepto. En resumen, esta forma se sintetiza de la siguiente manera: se modifican cincuenta y tres artículos, algunos de fondo y otros de forma; subsisten sin modificación alguna cuarenta y siete artículos de la antigua Constitución; se suprimen nueve artículos, porque ya no tiene actualidad, y se agregan seis nuevos, referentes a cosas que no están contenidas y que debe contener la Constitución. En resumen, eran 110 artículos y nosotros los redujimos a 107. ¿En qué consiste cada una de esas reformas? Las voy a mencionar brevemente con ligeros fundamentos, porque ustedes tienen a su disposición todas esas reformas y fundamentos en el texto y en los anexos del anteproyecto. Antes de considerar el detalle, quiero sintetizar solamente una idea, y es que en el planeo de las reformas que vamos a comentar, hemos entendido realizar solamente las reformas de fondo. La virtud más extraordinaria que tiene la 62 Constitución de la Nación Argentina del año 1853 estriba, precisamente, en la suprema síntesis que se ha logrado para dar el fundamento constitucional en tan escaso número de artículos, que expresan en forma completa todo lo que una constitución debe contener. Yo he querido respetar esa síntesis porque, evidentemente, la constitución de 1853 fue hecha por hombres extraordinariamente inteligentes. Comparándola con muchas otras constituciones ampulosas, detalladas, prescriptivas y reglamentarias, que desvirtúan el concepto de lo que debe ser una Constitución, afirmo que esta Constitución argentina ha sido realizada por hombres que han dejado patente el sello de su inteligencia en esta síntesis maravillosa de ciento diez artículos que, cuando más se analiza, aparece más grande y más perfecta. Yo he querido respetar esa síntesis y quiero rendir culto a la inteligencia de esos hombres que supieron llegar a ella para dar una idea general de fondo en las concepciones constitucionales que deben ser interpretadas y reglamentadas por la legislación a cargo del Congreso de la Nación. Sería un crimen destruir esa idea de inteligencia de nuestra Constitución y, por esa razón, no solamente hemos respetado su texto, sino que, en los agregados y nuevas prescripciones constitucionales, nos hemos ceñido a la misma síntesis que hicieron los constituyentes del año 1853, porque no queremos que en el futuro se nos juzgue como hombres que no hemos sabido ponernos a la altura de la capacidad de aquéllos que realizaron esta obra maestra del derecho constitucional. Preámbulo Respetamos totalmente el texto del Preámbulo. Solamente agregamos a continuación de la parte que dice “para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino” lo siguiente: “ratificando la irrevocable decisión de constituir una Nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana”. Estaría de más que yo explicase por qué agregamos esto. Es una nueva concepción que está no solamente en la mente, sino también en el corazón de todos los argentinos como aspiración suprema de la Nación, asegurando con eso todos los beneficios de la paz social por ser socialmente justa; asegurando la verdadera libertad del pueblo argentino y de los argentinos al proclamar que somos eco- 63 nómicamente libres, y asegurando lo más sagrado de la nacionalidad, que es su soberanía, al declarar que queremos y anhelamos ser políticamente soberanos. Artículo 14 Desde luego, solamente cito las cuestiones de fondo, porque hay otras de forma que se entienden fácilmente. En el artículo 14, a continuación de “trabajar y ejercer toda industria lícita”, nosotros agregamos “y útil”, para conformarlo con nuestra concepción económica. A los derechos de navegar, comerciar, peticionar a las autoridades, agregamos la libertad de reunirse, como derecho que no estaba consignado en el texto de la constitución de 1853 aunque, en la realidad y en los hechos, este derecho existe; hemos querido darle carácter constitucional al derecho de reunirse que tienen los ciudadanos dentro de la República. Agregamos, además, lo más fundamental de esa primera parte de la reforma constitucional, declarando derechos especiales dentro de la Constitución. Éste es un asunto que ya vibra desde hace tiempo en la conciencia del pueblo argentino, y su explicación es bien simple, como deben ser simples estas cuestiones que se hacen con sinceridad y con buena voluntad. Se había sostenido hasta ahora que todos los argentinos son iguales ante la ley, y se creyó asegurar esa igualdad dando a cada uno la libertad de proceder, por su libertad, contra la libertad de los demás, en nombre de una igualdad que, desde ese momento, resultaba desigualdad. Creo yo que esa igualdad frente a la ley ha de estar condicionada a las posibilidades de su realización, compensando las debilidades naturales de un sector, con derechos que lo pongan a cubierto contra todo avance de los otros sectores de mayor influencia o de mayor poder económico. De ello surge la necesidad de equilibrar las actuales desigualdades económicas con derechos mínimos, para que el hombre no esté sometido a abusos de otro sector más poderoso e influyente. Esa es la razón fundamental de instituir dentro de nuestra Constitución derechos mínimos que aseguren la imposibilidad de la repetición de un fenómeno 64 natural en nuestros tiempos: la explotación del hombre por el hombre, sin tener como compensación un derecho que le asegure un mínimo de felicidad a que es merecedor desde el momento en que vive dentro de una sociedad organizada. Eso ha traído la incorporación de los derechos especiales del trabajador, cuyo enunciado todos ustedes conocen y cuya síntesis es la siguiente: I. Del trabajador En correspondencia al deber de todos los trabajadores de producir con el rendimiento adecuado, de perfeccionar los medios de producción, de respetar los intereses justos de la comunidad, de contribuir a la creación del bienestar colectivo, de cultivar normas de moral, de restituir a la sociedad en forma de trabajo lo que de ella se recibe en forma de bienestar, y de poner la fuerza gremial al servicio de los intereses de la Nación, el Estado garantiza a los trabajadores: a) El derecho de trabajar y proveer de ocupación a quien la necesite. El trabajo no es una mercancía, sino un medio de satisfacer las necesidades espirituales y materiales del individuo y de la comunidad. b) Una retribución suficiente para su sustento y el de su familia, compensatorio del esfuerzo realizado y del rendimiento obtenido. c) Su capacitación profesional, proporcionándole los medios para que pueda ejercitar el derecho de aprender y perfeccionarse. d) El derecho a exigir condiciones dignas y justas para el desarrollo de su actividad. e) Un régimen de trabajo que reúna los requisitos adecuados de higiene y seguridad, que no exceda las posibilidades normales del esfuerzo y haga posible la debida oportunidad de recuperación por el reposo. f) El derecho de disponer de vivienda, indumentaria y alimentación adecuadas. g) El derecho a ser amparado en los casos de disminución, suspensión o pérdida de su capacidad para el trabajo. h) El salario familiar. i) El derecho del individuo a un mejoramiento económico. j) El derecho a agremiarse libremente y de participar en otras actividades líci- 65 tas tendientes a la defensa de los intereses profesionales. II. De la familia a) El Estado adoptará las medidas necesarias para la protección de la maternidad y de la infancia como únicos elementos privilegiados de la sociedad en la Nación. b) El Estado garantiza el bien de la familia conforme a lo que una ley especial determine. c) El Estado formará la unidad económica familiar de conformidad con lo que esta ley especial establezca. III. De la ancianidad a) El Estado garantiza el derecho de asistencia íntegra a todo anciano por cuenta y cargo de su familia, o, en caso de desamparo, por cuenta de propio Estado. b) El Estado garantiza el derecho a una alimentación sana y adecuada a la edad y estado físico de cada anciano desamparado. c) El Estado garantiza el derecho del anciano a una vestimenta decorosa. d) El Estado tendrá preocupación especial y permanente por la salud física de los ancianos. e) El Estado cuidará igualmente de la salud moral de los ancianos asegurándoles el libre ejercicio de las expansiones espirituales concordes con la moral. f) El Estado garantiza el derecho de esparcimiento de la ancianidad para que pueda gozar de un mínimo de entretenimiento que les permita sobrellevar con satisfacción del resto de su vida. g) El Estado garantiza el derecho de los ancianos a un trabajo productivo y compatible con su estado y condiciones, siempre que las mismas lo permitan. h) El Estado garantiza el derecho de la ancianidad al respeto y consideración 66 de sus semejantes. Señores: A los derechos del trabajador han sido agregados los de la familia. En nuestra sociedad, si hay algo importante es, precisamente, la conservación y defensa de la familia, que es la verdadera célula de la Nación. Por eso hemos querido que el Estado se preocupe especialmente de la conservación de esa institución tan importante de la sociedad, que es la familia, protegiéndola y amparándola y creando un fondo o un capital familiar para su defensa económica. Serán formas que irán paulatinamente alcanzando su realización dentro de la legislación argentina hasta completar la protección a que la familia tiene derecho. Con respecto a los Derechos de la ancianidad, ya los antiguos griegos y romanos establecieron las bases sobre las que una sociedad descansa, creando valores morales necesarios para el respeto y la consideración hacia los ancianos. En la sociedad moderna, los ancianos han sido un poco olvidados y hoy cada mocito con unos cuantos años de inexperiencia se cree con derecho a sobrepasar la experiencia y a faltar el respeto a los hombres que peinan canas. Tenemos que volver al respeto y a la consideración a la ancianidad, que es uno de los principios fundamentales en que se sustenta la moral de todas las sociedades y de todos los pueblos. Un artículo nuevo que se agrega a los anteriores, referente al disfrute de los derechos ciudadanos, establece lo siguiente: Artículo nuevo: “El Estado no reconoce organizaciones nacionales o internacionales, cualesquiera sean su fines, que sustenten principios opuestos a las libertades individuales reconocidas en esta Constitución, o atentatorios al sistema democrático en que la misma se inspira. Quienes pertenezcan a cualquiera de las organizaciones aludidas en el párrafo anterior, que funcionen ilegalmente, no pueden desempeñar ninguna función pública en ninguno de los poderes del Estado”. Esto, señores, hace el fondo mismo de la defensa de nuestra organización como Nación y como pueblo. Permitir la existencia de organismos de disociación, de anarquía y de destrucción dentro de nuestra democracia sería no crearle al Estado las autodefensas indispensables. En esto, la organización institucional, 67 como la biológica, ha de tener sus autodefensas, o trabaja por su propia destrucción. Eso es lo que ha querido incorporarse: un instrumento automático de defensa propia de nuestra Constitución y de nuestra organización jurídica e institucional. Ellos se complementan con otros artículos que leeré a continuación: “El Estado no reconoce libertad para atentar contra la libertad. Esta norma se entiende sin perjuicio del derecho individual de emisión del pensamiento dentro del terreno doctrinal, sometido únicamente a las prescripciones de la ley”. “Quedan prohibidos la organización y el funcionamiento de milicias o agrupaciones similares que no sean las del Estado, así como el uso público de uniformes, símbolos o distintivos de organizaciones cuyos fines prohíben esta Constitución o las leyes de la Nación”. Artículo 16 “La Nación Argentina no admite prerrogativas de sangre, ni de nacimiento: no hay en ella fueros personales ni títulos de nobleza. Todos sus habitantes son iguales ante la ley y admisibles en los empleos sin otra condición que la idoneidad. La proporcionalidad es la base del impuesto y de las cargas públicas”. Éste es uno de los puntos fundamentales, enunciados por el peronismo, a incorporar en la Constitución. Esta Constitución, que decían fascista, que decían estaba destinada a suprimir las libertades individuales y los derechos de los ciudadanos, en realidad amplía esos derechos agregando los derechos de reunión que tienen los ciudadanos y agregando los Derechos del Trabajador, los de la Familia y los nuevos derechos de la Ancianidad que reconoce el pueblo argentino a los que han trabajado toda su vida en bien del país. Y viene el Artículo 17 La Nación garantiza la propiedad como función social y, en consecuencia, la misma estará sometida a las contribuciones, restricciones y obligaciones que establezca la ley con fines de utilidad general. Asimismo, se adoptarán las medidas necesarias para el fraccionamiento de los latifundios; para el desarrollo de la pe68 queña propiedad agrícola de explotación; para la creación de nuevos centros de población con las tierras y aguas que les sean indispensables y para el fomento agrícola ganadero. Señores: Es el cambio de la propiedad inviolable por la propiedad sometida al interés general, vale decir, la propiedad social, no la propiedad individual. El respeto a la propiedad se mantiene; lo que no se mantiene es su inviolabilidad. No es inviolable; es respetable; de acuerdo con lo que establezca la ley y nadie legislará en la República para hacer mal, sino para hacer bien a la República. En cuanto al capital, dentro de la misma concepción económica, un nuevo artículo establece la Constitución: “El capital tiene por principal objetivo el bienestar social. En consecuencia; debe estar al servicio de la economía, y sus diversas formas de explotación no pueden afectar los fines de utilidad pública o interés general del pueblo argentino. La libertad, derechos y garantías que establece la Constitución, no amparan a ningún habitante de la Nación en perjuicio, detrimento o menoscabo de otro. Queda prohibida toda forma de explotación del hombre por el hombre o por el capital, en cualquiera de sus manifestaciones. La igualdad jurídica y social de los habitantes de la Nación hacen del abuso de la libertad individual un delito”. Ésta es una ajustada síntesis de cuanto hemos expuesto acerca de la necesidad de la economía social, base fundamental del futuro desarrollo de las actividades de la economía, donde el capital esté al servicio de la economía y no la economía al servicio del capital; la mano de obra en colaboración con el capital y no la mano de obra en lucha con el capital, para lo cual la mano de obra cumple con sus deberes y el capital cumple con su deber fundamental de ponerse al servicio de la economía nacional. Esta concepción, donde se descarta en absoluto toda posibilidad de explotación, es lo que humaniza al capital, asunto que venimos sosteniendo desde el principio de nuestra lucha. Un capital humanizado donde se reconozca que la explotación de un hombre por otro hombre representa frente a la ley un verdadero delito. Y ahora a la economía en relación con el Estado 69 La organización de la riqueza y su explotación tienen por fin el bienestar del pueblo, dentro de un orden económico conforme a los principios de justicia social, el Estado podrá, por una ley especial, intervenir en el dominio económico y monopolizar determinada industria o actividad, teniendo por base el interés público y, por límites, los derechos fundamentales que asegure la Constitución. Salvo la importación-exportación, que estaría a cargo del Estado de acuerdo a los límites y al régimen que se determine por la ley, toda actividad económica se organizará conforme a la libre iniciativa privada, siempre que no tenga por fin ostensible o encubierto dominar los mercados nacionales, eliminar la competencia o aumentar arbitrariamente los beneficios. Toda explotación de los servicios públicos será argentina, y a tal fin, por ley nacional, se determinará oportunamente la nacionalización y, si procede, la estabilización de los servicios públicos que se hallen explotados por particulares, ya fuesen éstas personas jurídicas o físicas. Los minerales y las caídas de agua, los yacimientos de petróleo, de carbón, de gas y demás fuentes naturales de energía, con excepción de las vegetales, son propiedad imprescriptible e inalienable de la Nación, con la correspondiente indemnización que se convendrá con las provincias. Señores: Es lo que venimos ya realizando nosotros. La actividad privada en poder de toda la organización y funcionamiento económico, reservándose el Estado el contralor de la importación y de la exportación, imposibilitando el funcionamiento de toda empresa que quiera constituir un estado dentro del Estado, para lo cual maniobra abierta o encubiertamente para suprimir a sus competidores o realizar un monopolio. Los servicios públicos como que no pueden ser empresas de explotación, sino de servicio, deben estar en manos del Estado para que se dé el servicio al mejor precio y en las mejores condiciones posibles. De la misma manera, lo que se refiere a la existencia de las riquezas naturales en la República. Exceptuando los vegetales, todo lo que es explotación de riquezas de extractivo ha de pertenecer a la Nación. Pero es indudable que las 70 provincias tienen derechos y esos derechos serán compartidos con la República. Las provincias recibirán la indemnización. Y ustedes se darán cuenta de que la finalidad que se persigue con esto es la de hacer una explotación altamente económica, que las provincias difícilmente pueden realizar en un régimen circunstancial y parcial. Ellas recibirán los beneficios que le correspondan y que se darán por acuerdo entre las provincias y el Gobierno Nacional. Respecto a esa indemnización, las provincias ponen a disposición de la Nación la explotación de sus yacimientos. Creo que es el régimen más perfecto de acuerdo a las necesidades económicas y guardando el respeto a las autonomías provinciales. En el artículo 18 se ha creado un párrafo que se refiere a la justicia militar. Éste es un asunto ya creado en realidad. Existe actualmente un código de justicia militar y existe, también, una justicia militar que no estaba comprendida como fuera dentro de la Constitución. Nosotros no hemos hecho más que ponerla al día, dándole a la justicia militar su lugar dentro de la Constitución. La justicia militar, en tiempos de paz y en tiempos de guerra, ya está determinada por nuestros códigos y está en ejecución desde hace ya casi cincuenta años, de manera que no es una cosa nuestra. Otro agregado a este artículo 18 es el que se refiere a la incorporación del derecho de “hábeas corpus”, no instituido en la anterior Constitución. Ese párrafo final del artículo, dice así: “Todo habitante podrá interponer, por sí y por intermedio de sus parientes o amigos, recurso ante la autoridad judicial competente para que se investigue la causa y el procedimiento de cualquier restricción y amenaza a la libertad de su persona. El tribunal hará comparecer al recurrente, y comprobada sumariamente la violación, hará cesar inmediatamente la restricción o amenaza. En los casos de “hábeas corpus”, será imprescindible la presentación del detenido ante el juez del recurso”. Artículo 20 “Por el solo hecho de residir durante dos años continuos o discontinuos en el país, el extranjero tendrá que decidir entre pedir la nacionalidad o abandonar el territorio argentino. Una ley determinará las condiciones en que podrá ser concedida o denegada a naturalización”. Éste es un asunto anhelado por todos los argentinos y por todos los extranjeros 71 que habitan nuestro suelo. No es posible aceptar, ni siquiera teóricamente, que los hombres que habitan nuestro suelo, después de estar dos años, conociéndolo bien, todavía sigan siendo extranjeros. Esto se impone por numerosas razones, pero en estos tiempos de minorías se impone de una manera más absoluta. No pueden dentro del territorio argentino existir minorías de ninguna naturaleza. Las minorías de aquí son políticas, no de nacionalidades, de religiones ni de credos de ninguna naturaleza. No creo que necesite más comentarios este artículo. Estamos todos en general de acuerdo, y más de acuerdo todavía el pueblo argentino. Artículo 23 Este artículo que establece que, en caso de alteración del orden público o de ataque exterior, el presidente de la República o el Congreso pueden declarar el estado de sitio, tiene sus inconvenientes porque el Estado de sitio suspende sistemáticamente todas las garantías constitucionales. Pueden presentarse numerosas situaciones en que no sea necesario suspender todas esas garantías, sino suspender momentáneamente o atenuar algunas de ellas en caso de alteración del orden o fenómenos locales, etc. Por esa razón, en este artículo hemos creado también otros dos estados: “Podrá declararse asimismo el estado de prevención y alarma en caso de alteración del orden público que amenace perturbar el normal desenvolvimiento de la vida o las actividades primordiales de la población. Una ley determinará los efectos jurídicos de tal medida, pero ésta no suspenderá, sino que limitará transitoriamente las garantías constitucionales en la medida que sea indispensable. Con referencia a las personas, los poderes del presidente se reducirán a detenerlas o trasladarlas de un punto a otro del territorio por un término no mayor de treinta días”. El estado de sitio es una medida demasiado grave y una lesión demasiado profunda a las garantías constitucionales que, en algunas ocasiones, no es necesario utilizar. En cambio, el estado de prevención o alarma es una graduación menor, que no infiere una lesión tan profunda ni tan grave a los derechos consti72 tucionales y permite, en muchos casos, evitar que la perturbación se agrande, sin necesidad de echar mano a la suspensión total de las garantías constitucionales. Es decir, señores, que es una garantía más de que “porque si” no se van a quitar, reducir, o suprimir totalmente las garantías constitucionales que los ciudadanos deben tener en forma permanente dentro de la República, sino solamente atenuar momentáneamente esas libertades. Ello es una muestra más de respeto a las garantías y a los derechos que la Constitución asigna y que nosotros queremos poner en juego dentro del orden constitucional. Vale decir, una prueba más de respeto a la libertad que, según nos están señalando, queremos suprimir dentro del país. Artículo 30 Se refiere a la reforma de la Constitución: “La Constitución puede reformarse en el todo o en cualquiera de sus partes. La necesidad de reforma debe ser declarada con el Congreso con el voto de dos terceras partes, al menos, de sus miembros presentes”. Hemos agregado esta palabra para terminar con esas cuestiones de interpretación, que tanto mal producen. Continúa el artículo: “Pero no se efectuará sino por una convención convocada al efecto” Una ley especial –agregamos nosotros– sancionará a quienes de cualquier manera, preconizaren o difundieren métodos o sistemas mediante los cuales, con el empleo de la violencia, se propongan suprimir o cambiar la Constitución o alguno de sus principios básicos, y a quienes organizaren, constituyeren, dirigieren o formaren parte de una asociación o entidad que tenga como objeto visible u oculto alcanzar algunas de dichas finalidades. Es decir, señores, que se trata de una defensa más de la Constitución. No se puede aceptar que impasiblemente el Estado permita la organización o la reali zación de una acción para destruir violentamente una Constitución que debe ser establecida y mantenida por la voluntad unánime de la Nación. Esto es, simplemente, un organismo o una disposición de autodefensa de la propia Constitución. Artículo 37 De acuerdo con el nuevo censo de la República, si siguiéramos con el antiguo 73 sistema llegaríamos a formar una Cámara de Diputados excesivamente numerosa, pues tendría más de 350 miembros. Por esa razón, en vez de 50.000 hemos aumentado a 100.000 la cifra de los representados por cada diputado, con lo cual se mantiene más o menos el mismo número de los componentes de la actual Cámara. Esto tiene la ventaja de contar con un cuerpo colegiado, que la experiencia ha venido demostrando que, en su cantidad, es efectivamente eficaz. Por otra parte, el aumento traería consecuencias de todo orden, hasta cuestiones de fondo que serían sumamente perjudiciales. Por eso, manteniendo lo que la experiencia nos ha venido demostrando como suficiente y eficaz, no hemos alterado el número de diputados, aumentando en cambio el de votantes, a quienes cada uno debe representar. Ustedes considerarán esto después, estudiándolo minuciosamente, y verán, con números –que es la forma de estudiar estas cuestiones– la razón de esta nueva disposición. Artículo 42 Se refiere a la duración del mandato de los diputados nacionales. El sistema actual nos lleva a un sinnúmero de elecciones más o menos intercaladas que mantienen en movimiento permanente a la República haciendo que casi todos los años tengamos que realizar elecciones generales o parciales. Yo he hecho un cálculo de lo que le cuestan a la República todas esas elecciones, en el que me he quedado completamente corto, porque he considerado sólo los gastos oficiales, sin tener en cuenta los de propaganda, de movimiento y de acción, que también sustraen al trabajo una cantidad de hombres y ocasionan a la República un inmenso desgaste, no sólo en el sentido de la población en su acción perma nente, sino también de dineros extraídos de un […]*23 que reducir al mínimo las elecciones. Por esa razón, hemos establecido que la duración del mandato de los diputados sea de tres años para que coincida su elección con la de Presidente y se renueven por mitades a partir de la primera legislatura así constituida. A los tres años termina una mitad y a los seis termina la otra, y así se van renovando mitades; en vez de hacerlo cada dos años, lo hacen cada tres. De esta manera, 74 entre un mandato presidencial y otro, habrá solamente una elección intermedia, en la que se harán coincidir los comicios para diputados, senadores y todos los demás, para que no haya tantas elecciones. Es un ahorro extraordinario para la República, en todo orden. Las disposiciones transitorias que ustedes establecerán en la Convención dirán cómo hay que arreglar el actual momento para que pase a ser esto un movimiento definitivo para el futuro. Artículo 46 Suprimimos en este artículo la elección indirecta. La elección indirecta desaparece de la Constitución Argentina por inocua e inoperante. No tiene razón de ser. La elección es la única, directa y por simple mayoría de sufragios. Artículo 48 Seguimos el mismo sistema dentro de esta Constitución para el mandato de los diputados que para el de los senadores. Duran seis años y se renuevan cada tres. Artículo 55 Este artículo se refiere a la iniciación del período y en él decimos que “el Presidente de la Nación puede prorrogar las sesiones ordinarias y convocar a extraordinarias”. También se establece que el Presidente de la Nación podrá convocar a la Cámara de Senadores al sólo objeto de los acuerdos, a fin de que no sigamos con el actual desentendimiento sobre si hay que convocar a una o a las dos Cámaras. Le damos elasticidad a la convocatoria. Artículo 63 Dice lo siguiente: “Cada una de las Cámaras puede solicitar del Poder Ejecutivo los informes que estime convenientes respecto de las cuestiones de competencia 75 de dichas Cámaras. El Poder Ejecutivo podrá optar entre contestar el informe por escrito, hacerlo personalmente o enviar a uno de sus ministros para que informe verbalmente”. Esto lo impone la misma dignidad de los poderes. Es inaceptable que un poder llame a personas subordinadas a otro poder en forma directa. Eso es origen de controversias y de encontrones entre un poder y otro, que tenemos que evitar. Los poderes están vinculados por sus jefes, y si algún informe ha de pedírsele al Poder Ejecutivo, se le debe pedir a él, que es el Presidente. Los ministros no son el Poder Ejecutivo; son secretarios de Estado. De manera que el Poder Legislativo pide informes al Poder Ejecutivo y éste informa por escrito; si conviene, va el Presidente de la Cámara o, si no quiere ir, manda a uno de sus ministros. Esto es también más democrático y quita un poco la intranquilidad que entre nosotros no debe existir. Si tenemos razón, hemos de ser capaces de discutir y ganar con la razón; y si no la tenemos, debemos de ser capaces de reconocer el error. Artículo 67 Los incisos que lo componen son todos, más o menos iguales. Se aumenta en el inciso 7 la posibilidad de no hacer un presupuesto cada año, sino para dos o tres años, como imponen los planes de gobierno. Un plan bien estructurado puede contener los presupuestos para dos, tres o cuatro años. Ésta es una atribución que se da al Poder Ejecutivo para presentar el presupuesto al Congreso, y a éste para aprobarlo, sin perjuicio de que cada año apruebe o deseche la cuenta de inversiones, porque ese es un derecho de las Cámaras, de contralor, que debe subsistir. De manera que no hay ninguna alteración. El inciso 13, que se refiere a una legislación exclusiva sobre los servicios públicos de propiedad de la Nación, nace como una nueva necesidad desde el momento en que el Estado toma a su cargo la realización de los servicios públicos. Hay que darle la facultad de organizarlos, dirigirlos y administrarlos. El inciso 14 se refiere al régimen de distribución de aguas. Uno de los inconvenientes más comunes en las vinculaciones interprovinciales es el régimen de 76 distribución de las aguas dentro de la República. Hasta ahora, como no habían existido riesgos interprovinciales, ocurrían fenómenos muy curiosos, situaciones no previstas que no se podían resolver dentro del actual régimen, porque no existe una cláusula constitucional que nombre un vocero para decidir en ese asunto. Tal es el caso de Salta, Jujuy, Tucumán y Santiago del Estero. Santiago del Estero, en este momento, no tiene una gota de agua. ¿Por qué? Porque de la del río Salado hace uso Salta y no le deja nada, y de la del río Dulce hace uso Tucumán y tampoco le deja nada. Sin embargo, es un río que corre por Santiago del Estero y cuando hay exceso de agua le rompe los puentes; y cuando hay un cauce normal queda allá arriba el agua para riego y no le deja a Santiago del Estero una sola gota. Esto trae un conflicto permanente entre una provincia y otra. Hay que determinar un régimen de distribución de aguas y esto sólo se puede hacer por una ley nacional. Artículo 77 Señores: Aquí el Partido, aun contra mi voluntad, ha colocado al final del artículo –exactamente igual que el anterior– en reemplazo de “y no pueden ser reelegidos sino con intervalo de un período”, “y pueden ser reelegidos”. Es indudable, señores, que doctrinariamente, éste es un artículo de la Constitución que corresponde que sea así. A mí me han convencido a ese respecto. Corresponde por una simple razón: porque si el pueblo elige, debe elegir sin ninguna limitación, absolutamente ninguna limitación, y esto entra dentro de esa concepción. Ahora, bajo el aspecto personal, se imaginarán que yo reservo opinión en lo que a mí se refiere. Yo no sólo no voy a poder aceptar una segunda presidencia, sino que no creo que quede en condiciones de aceptar una reelección. Yo estaré en el gobierno mientras crea que puedo hacer el mayor bien a la República, pero abandonaré el Gobierno un minuto después de que crea que ya no lo puedo hacer bien. El desgaste es extraordinario, por esa razón, para mí esto no representa ningún compromiso. Creo que en nuestro movimiento hay hombres que pueden 77 reemplazarme con ventaja. Vayamos al Artículo 81. Trata de la elección directa del Presidente y Vicepresidente. Las elecciones indirectas complican el problema, y no he podido aún darme cuenta de por qué se ha hecho en la República, hasta ahora, la elección indirecta. Suprimimos todo lo que se refiere a los artículos que trataban de la elección indirecta de Presidente y Vicepresidente, para realizar la más simple y eficaz: la elección directa, por simple mayoría de sufragios, para Presidente y Vicepresidente. Vienen ahora, hasta el artículo 87, otras reformas que son pequeñas cosas, y sobre las cuales no quiero extenderme para no abusar de la atención de ustedes. El artículo 87 dice, en la nueva redacción: “El despacho de los negocios de la Nación estará a cargo de ministros secretarios de Estado, quienes refrendarán y legalizarán los actos del Presidente de la Nación por medio de su firma, sin cuyo requisito carecen de eficacia. Existirán los siguientes ministerios: Relaciones Exteriores, Defensa Nacional, Ejército, Marina, Aeronáutica, Economía, Hacienda, Finanzas, Obras Públicas, Agricultura, Industria y Comercio, Trabajo y Previsión, Transportes, Interior, Justicia, Educación, Salud Pública, Correos y Telecomunicaciones, Asuntos Políticos y Asuntos Técnicos. Por ley de la Nación, y a propuesta del Poder Ejecutivo, se determinarán los ramos del respectivo despacho de los ministros, así como su coordinación, y podrán crearse otros ministerios”. Hemos tratado de organizar los ministerios con un sentido moderno. Aquí está solamente la síntesis que responde a la idea fundamental, que se establecerá en una ley de organización de los ministerios. Venimos sosteniendo desde hace mucho tiempo la necesidad de terminar con el individualismo en todas sus formas dentro de nuestro régimen. Correspondiendo a ese individualismo, los ministerios trabajan cada uno por su cuenta y el ministro establecerá en una ley de organiza ción de los ministerios, sin otra coordinación que la de sus propios organismos. Yo considero que esto es un grave error. Si analizamos a lo que nos ha llevado ese individualismo, estableceremos con claridad cuáles son sus ventajas y cuáles sus desventajas. Nosotros provenimos de pueblos individualistas. Así fueron los griegos y los romanos. Su organización institucional obedecía al individualismo que la propugnaba. Las formas populares 78 se ajustaron a ese individualismo. En otras palabras más sencillas, ellos tenían la república centralizada. Los triunviratos circunstanciales terminaban por la eliminación de dos triunviratos y el triunfo de uno de ellos, para establecer finalmente el imperialismo, es decir, la forma más centralizada de todos los gobiernos de la antigüedad. Y en los deportes, ese individualismo llevó a la creación del atletismo, por ejemplo, donde uno pelea contra todos y donde es uno solo el que gana. Lo mismo los griegos que los romanos. Las nuevas formas de otros pueblos que no sirvieron al individualismo los llevó a la organización de gobiernos con un poco más de compensación de lo individual con lo colectivo. Ya no se hicieron, en el pueblo, esos juegos para despertar el espíritu individualista. Se hicieron deportes colectivos, donde luchan once contra once o quince contra quince. Y fíjense ustedes cuál es el panorama de la humanidad en estos momentos. Todos los pueblos individualistas están en retardo, siendo los colectivistas los que triunfan. En otros aspectos, en la ciencia y en las artes, el individualismo es colosal. Un artista tiene que ser uno; no puede ser un equipo, porque eso lo da la naturaleza a contados individuos. Es lo que ocurre con sabios y hombres de ciencia. Esa es la ventaja del individualismo. Conservamos el individualismo, entonces, en lo que tiene de positivo y de ventaja; en la ciencia y en el arte. Pero en el gobierno, no. En el gobierno son equipos de hombres los que hoy trabajan. Los ministerios no pueden ser ministerios aislados. Tienen que formar equipos, reuniéndose por actividades afines. Por eso nosotros, dentro de este ministerio, hemos organizado tres grandes equipos. El Ministerio de Relaciones Exteriores es una secretaría directa de la Presidencia de la República, porque, por la Constitución, es el Presidente el que dirige las relaciones internacionales. Es el único que trabaja solo. Después, hay un equipo económico, que está formado por todos los ministerios que tienen relación con la economía en general, y que trabajan totalmente coordinados entre ellos. Un ministerio de Hacienda, que atiende la administración del Estado; uno de Economía, que es el comercializador; uno de Finanzas, que es el que cuida los cambios, los tipos de monedas, etcétera. También está el de Trabajo y Previsión, porque también el trabajo es un factor de economía, de Transportes y de Correos y Telecomunicaciones. 79 Un equipo político, encabezado por el Ministerio del Interior, Justicia etc., y un equipo militar, presidido por un ministro de Defensa, que es el que organiza toda la preparación sincronizada para el caso de guerra, y al que acompañan los ministros de Guerra, de Marina, y de Aeronáutica, que manejan los distintos ministerios, por ramos especializados, de las Fuerzas Armadas. Esto obedece, en el equipo militar, a un antiguo concepto, tan viejo como el arte de guerrear y tal vez tan viejo como la humanidad; separarse para vivir y reunirse para combatir. Estos ministerios, trabajando por equipos es como van a rendir el mayor provecho para el Estado. Por esa razón hemos organizado así los ministerios. Ya después los señores legisladores nos darán en una ley completa la organización de los ministerios, con sus atribuciones y funciones. Hemos creado también, en el artículo 87, que es nuevo, las inmunidades para los ministros. En toda partes del mundo las tienen, pero aquí no, probablemente por una omisión. Pueden ser procesados, por ejemplo, y ello crea conflicto de poderes, como puede suceder en el caso de que procesen a un ministro injustamente y no se preste el auxilio de la fuerza pública, como ya ha ocurrido alguna una vez. Debe haber una forma constitucional para encarar el problema, como en el caso de los legisladores, despojándolos primero de sus fueros y dejándolos después en manos de la Justicia, sin que nadie pueda oponerse a ello, ni siquiera el presidente de la República. Después, una ley ha de establecer los detalles, con lo cual se han de evitar los conflictos de poderes, que son los más perjudiciales para el Estado; es preciso prevenir esto para el futuro. Artículo 96 “La justicia es inamovible. Los jueces de la Corte Suprema de Justicia serán nombrados por el Poder Ejecutivo con acuerdo del Senado, conservarán sus empleos mientras dure su buena conducta y recibirán por sus servicios una compensación que determinará la ley. Los requisitos, forma condiciones de nombra80 miento, ascenso y separación de los jueces de los tribunales superiores serán establecidos por una ley especial”. En otras palabras, el proyecto establece el juicio político solamente para la Suprema Corte y entrega a ella el juzgar a los jueces de instancias inferiores, para no tener que someter en cada oportunidad a los jueces de mala conducta, incapaces o afectados por muchas otras fallas que pueden ser peores a un juicio político, que es un escándalo y significa la ventilación de cuestiones inconvenientes. La Suprema Corte, que es la cabeza del Poder Judicial, puede someterlos a su propio tribunal, quizá con más capacidad y en mejores condiciones para dictaminar con respecto a cada uno de los jueces inferiores de sus instancias. Esto será también determinado por una ley, de manera que los jueces tienen la garantía del Poder Legislativo, que es el que ha de fijar la realización del proceso. Tiene también la garantía de la Suprema Corte Nacional, que será la encargada de juzgarlos. Con esto creo que se superan muchos de los inconvenientes que hemos venido sufriendo hasta ahora. Artículo 100 Se crea el Tribunal de Casación, de acuerdo con lo que determine una ley de la Nación. Se concreta así un anhelo largamente perseguido por casi todos los juristas de nuestro país. Ustedes analizarán profundamente este asunto y determinarán sobre él definitivamente. A continuación, la Constitución considera todas las cuestiones referentes a las provincias, ninguna de las cuales ha sido modificada en ninguna de sus partes. Hemos querido dejar todo lo que corresponde a las provincias sin ninguna modificación, porque ello no altera en forma alguna el fondo de la prescripción constitucional y con esto rendimos un homenaje a los derechos y garantías que las provincias tienen dentro de nuestro orden federal. Respetamos hasta los acuerdos preestablecidos por algunas provincias que posean algunos fueros, y algunas cuestiones especiales realizadas con anterioridad a la Constitución de 1853. Hemos querido en este sentido ser ampliamente respetuosos con las provincias, para desvirtuar también todo lo que se venía afirmando de que no íbamos a respetar en las provincias ni sus autonomías, que les íbamos a restar atribuciones, etc. No, señor. Mantenemos eso, aunque sea por tradición. La tradición dentro de 81 las normas constitucionales también tiene su extraordinario valor. Por eso hemos querido respetarlo. Todas las prescripciones que se refieren a los derechos de las provincias dentro de la Constitución, se mantienen firmes como en la Constitución de 1853. He mencionado solamente en forma muy sintética las reformas de fondo a introducirse dentro de la Constitución. Es indudable que esta Constitución dará motivo para que nuestro Congreso, sobre esto que representa la piedra sillar de nuestro sistema jurídico institucional, arme el esqueleto de la nueva legislación argentina constituida por las leyes orgánicas y básicas que completarán lo constitucional con lo legal en el orden orgánico. Y después que complete ese esqueleto, vendrá el resto de músculos y nervios que lo podrán en movimiento. Vale decir, acopladas a las leyes orgánicas, irán las leyes de funcionamiento, de movimiento, para crear un sistema legal que responda este sistema institucional nuevamente concebido por los argentinos del año 1949. Esta obra está indicando que comenzamos realmente la tarea de consolidación de nuestras conquistas y de nuestro movimiento. Al hacer estas modificaciones y proponerlas, el Partido Peronista cree haber interpretado el mandato que el pueblo le ha conferido. Creemos que entrar en otro orden de modificaciones de fondo sería ir más allá del mandato que hemos recibido. Y omitir alguna de estas reformas de fondo indicaría habernos quedado demasiado cortos en el mandato popular de que somos depositarios. Por esa razón, creemos que dentro del límite de la prudencia y de la armonía con que este orden de trabajo debe realizarse, estamos en un justo punto de perfecto equilibrio. Realizar estas reformas satisfará, sin duda alguna, los anhelo del pueblo y creemos que si sometiéramos esta reforma a la totalidad del pueblo argentino, aunque no lo confesaran, el noventa por ciento de nuestros opositores las apoyaría, si obraran con sinceridad. He querido que estas últimas palabras lleven al pueblo argentino la persuasión de que los peronistas, que hemos recibido un mandato del pueblo y que con una inmensa mayoría lo vamos a poner en ejecución; al hacerlo, consideramos estas reformas como argentinos, ya que alcanzan a los peronistas y a los no peronistas, 82 tratando de dejar satisfecho al pueblo argentino, cualquiera sea su tendencia y cualquiera sea su creencia. Por eso anhelamos que esta Constitución, propuesta por nosotros, sea bien recibida por nuestros partidarios y por nuestros opositores. Legislamos en estos momentos sobre cuestiones extraordinariamente serias para la República. Tenemos concepto de nuestra responsabilidad, y es en concepto de esa responsabilidad, que asumimos y afrontamos decididamente, que queremos darle a esta Constitución del año 1949, el sello de la dignidad con que ha mantenido durante cien años la dignidad argentina la Constitución de 1853. No queremos desmerecerla, queremos perfeccionarla; queremos actualizarla para que los argentinos que dentro de un siglo nos juzguen, lo hagan también con la misma justicia con que nosotros juzgamos, al glorificarlos en este acto, a los grandes argentinos que forjaron esta Constitución del 53, que dio dignidad y dio honra a la República durante un siglo.
1949-01-17
En un acto realizado por el Sindicato de Encargados y Ayudantes de Casas de Renta
Agradezco a todos ustedes esta oportunidad que me brindáis de compartir los breves instantes de esta asamblea con la que festejáis el haber alcanzado algunas conquistas tan justas, tan humanas, para este esforzado gremio de encargados y ayudantes de casas de rentas, a menudo olvidado. Agradezco también la amabilidad que habéis tenido al hacerme un presente simbolizando los derechos del trabajador, conquista argentina, de idea y fundamento argentinos, que aspiramos se extienda al mundo y sea la piedra sillar sobre la que se asiente una nueva justicia de los hombres y que aliente e ilumine un mejor camino para esta humanidad sedienta de paz pero amenazada de horror y de guerra. Agradezco, por último, todas las amables palabras que termino de escucharle a uno de vuestros dirigentes, el compañero Santamaría26. Yo que conozco, por haber convivido con ellos las horas de inquietud y de aspiraciones, a vuestros dirigentes, que a toda hora y en todo momento se preocuparon por su gremio, os felicito a todos porque habéis sabido elegir a los hombres que han de conduciros, hombres probos, honrados y, sobre todo, preocupados por su gremio, que es lo que los gremios necesitan. Este hecho de festejar nosotros en comunidad, en amistad, en solidaridad de argentinos que trabajan, una realización social, está indicando que entre el pue84 blo y el gobierno no puede haber ninguna diferencia, porque los triunfos de los argentinos, porque los triunfos de los trabajadores han empezado a ser en esta tierra también el triunfo de la sociedad argentina y el triunfo decidido de la justicia en nuestra patria. El Estado Social de los pueblos tiene tres etapas decisivas. La primera es la del bienestar social; la segunda, la de la consolidación del bienestar social; y la tercera, la del progreso social. Esa primera etapa, la del bienestar social, se alcanza en los pueblos cuando la justicia llega. Eso que nosotros hemos llamado la era de la justicia social, es la era de la justicia integral de la Nación. Así se alcanza el bienestar social, porque cuando la justicia falta no hay bienestar social, ni bienestar jurídico, ni bienestar político, ni bienestar personal. Por eso, alcanzado el bienestar social, que llega como he dicho con la justicia, se puede pasar a la segunda etapa, que es la consolidación de ese bienestar social y de esa justicia social. Tal consolidación la obtienen los pueblos por los derechos constitucionales establecidos en la Carta Magna de la Nación y por el cuerpo de leyes que los reglamentan. Esa constitución básica la hemos alcanzado en esencia y la estamos realizando actualmente con la Constituyente que comenzó ya a funcionar en esta capital. De ahí han de salir las bases sobre las cuales han de estructurar nuestros legisladores la nueva ley nacida de una nueva constitución que empieza en una nueva conciencia nacional que está en marcha. Alcanzada la primera etapa por nuestro movimiento, consolidada la segunda etapa por nuestro movimiento, queda la tercera por realizar. Esa tercera etapa, que es la del progreso social; alcanzada la justicia, consolidada la ley, es necesario que el pueblo argentino comprenda que solamente la puede realizar el pueblo argentino. Si la primera etapa se basa en la justicia, si la segunda se funda en la consolidación por la ley, la tercera se asienta en la conciencia social que el pueblo tiene y en el empeño que pone para que ese bienestar social, alcanzado en la primera etapa y consolidado en la segunda, pueda seguir progresando indefinidamente, 85 de modo tal que cada argentino sea cada día más feliz, más consciente de sus obligaciones y derechos e imbuido de estos conceptos, cada día más argentino. El lema de esa tercera etapa debe fincar en el trabajo del pueblo argentino, estableciendo que el estándar de vida, que la felicidad de los hogares argentinos sólo se mantiene y progresa produciendo más. Si realizamos esas tres etapas de esta era social argentina, puedo aseguraros que daremos al mundo el más extraordinario ejemplo en la realización de una tarea que todavía la humanidad no ha superado y que el primer pueblo de la tierra en superarla sería la República Argentina. Muchas veces me he detenido a pensar cómo podríamos abrir un mayor horizonte de luminosidad, de optimismo y de acción a esta tierra. Indefectiblemente, me he contestado que ello se logrará cuando cada uno de sus habitantes sienta el amor por esta tierra y cuando cada uno de los habitantes tenga la obligación de morir por ella, si es preciso, en su defensa o en la defensa de su grandeza. Pero, esa obligación de morir por la tierra ha de conquistarla la tierra misma. Los hombres no se obligan sino por una razón de dependencia espiritual y de dependencia moral. Siempre he pensado si yo tengo obligación de ser patriota. Analizo mi vida. A mí, la patria me lo dio todo. Me instruyó, me educó, me dio una cultura, me hizo recorrer el mundo y me abrió los horizontes para ser el primer ciudadano de la República. ¿Cómo no había de ser yo un patriota? Yo estoy obligado a serlo, y si mañana esta tierra me dice: “debes morir por mí”, en ese mismo momento estaré dispuesto a entregar mi vida. Porque, señores, yo le debo todo y he de entregarlo todo en el momento que sea necesario. Pero analizo también la situación de ese pobre diablo desheredado, que encontramos a nuestro paso, quizás analfabeto, a quien la patria no le dio absoluta mente nada, sino malos ratos y sinsabores, que cuando necesitó no tuvo a quien acudir en busca de ayuda, y me pregunto si tiene la misma obligación mía de morir por una patria que no le dio nada. En principio, el espíritu me dice que sí, que cualquier argentino debe morir por su patria, pero la razón me dice otra cosa. La razón me dice que para estar obligados los hombres a la patria, ésta también debe hacer algo por ellos. 86 Ese es el concepto práctico del patriotismo, ese es el concepto real de la vida de los ciudadanos. No formemos entristecidos ni amargados, porque con ellos no se va lejos ni se va ligero. Formemos ciudadanos conscientes, ardorosamente enamorados de su tierra, que deban a ésta el ser y el ser decentes y felices, y entonces habremos elevado el patriotismo porque cada hombre tiene un sentimiento de amor a su tierra, que nace del espíritu, pero tiene también una razón y un cuerpo que alimentar y que llevar a través de la vida. Señores: Después de estas reflexiones, y en esta ocasión en que festejáis una conquista de la justicia social que soñó el pueblo argentino durante tantos años, quiero deciros en sencillas palabras cuánto estamos pensando en estos días acerca de estas cuestiones. La justicia social aseguró este bienestar social; las leyes de la República están consolidando lo constitucional y legalmente; los esfuerzos de este pueblo, de los hombres que tienen el insigne honor de habitar esta tierra –fijado como el Edén del mundo en nuestros días–, son los que han de afianzar y hacer progresar ese bienestar en el futuro. Ésta es la etapa que estamos quemando en nuestros días. Señores: Mi único pedido es que recordéis siempre que ésta es la causa del pueblo argentino, que ésta es la causa de la Patria. Y para cuando nosotros faltemos, enseñad a vuestros hijos que no hay otra causa digna; que la causa de la injusticia, de la ley venal, de la destrucción, no puede complementar ni reemplazar, en tierra alguna, al bienestar asegurado por la justicia social y consolidado por la ley pura y de libertad para el pueblo, porque lo que éste asegura con su esfuerzo no puede ser reemplazado por ninguna otra bienaventuranza de este mundo.
1949-01-20
Ante una delegación de médicos y farmacéuticos brasileños
En primer término, les agradezco extraordinariamente la amabilidad que han tenido al llegar a esta casa para darme la inmensa satisfacción de poder saludarlos personalmente, satisfacción que siempre nos brindan los hermanos brasileños que a menudo nos visitan. El pueblo argentino es un pueblo tranquilo, de trabajadores amantes de la paz y, especialmente, de la hermandad con los países vecinos. En estos días, en que ustedes habrán tenido oportunidad de recorrer nuestra ciudad y de tomar contacto con distintas personas, habrán observado cuál es el inmenso cariño que el pueblo argentino siente por el pueblo brasileño. Y cuando los pueblos se aman como los nuestros, aunque salga algún loco, de cualquier orden, que quiera alterar esas relaciones y esa hermandad, no lo podrá conseguir jamás. En ese sentido, nosotros, desde el gobierno, tratamos de afirmar, cada día de una manera más efectiva, esos lazos de hermandad entre nuestros pueblos. No se me escapa que muchas veces esto puede ser desvirtuado por noticias interesadas; y quiero pedirles a ustedes, que han visto cómo vivimos, cómo sentimos y lo que deseamos los argentinos, transmitan al Brasil nuestro pensamiento, que es el de mantenernos cada día más unidos, por una razón fundamental: porque así lo sentimos de corazón. Esos son nuestros sentimientos y es también nuestra preocupación desde el gobierno. En los momentos actuales, el mundo está un poco convulsionado; está todavía 88 en parte bajo la psicosis de la guerra que pasó y de la que parece que puede sobrevenir nuevamente, como un azote que sería extraordinariamente peligroso y dramático para la humanidad. En ese mundo agitado todavía por la psicosis de la guerra, muchas afirmaciones de todo orden se pueden formular, aunque no sean sino invenciones de la mente de algunas personas movidas por problemas o intereses de otra naturaleza. Nosotros nos opondremos sistemáticamente a cualquier cuestión de esta naturaleza y yo, como presidente de la República, cuando alguna noticia de esas se hace circular, le escribo al general Dutra29, mi amigo, y le digo: “Todo esto que circula, yo creo que es totalmente mentira”. Creo que es una de las formas de desvirtuar toda clase de intrigas. Así no nos engañarán a los gobiernos con esos rumores que se hacen circular generalmente con un fin inconfesable. Lamento que la estada de ustedes haya sido tan corta. Sé que en la Municipalidad los han atendido bien y desde ya me pongo a su disposición para cuando quieran visitar la Argentina. Podremos entonces tener el honor de ofrecerles todas las facilidades para que vean todo y conozcan todo, porque en este país –aunque algunos dicen que ejercemos una dictadura tan terrible– a nadie se le pregunta quién es ni lo que hace. Gozamos, afortunadamente, de esa inmensa libertad, porque hay tranquilidad interior y tenemos la absoluta libertad de hacer; quizá muchas veces los argentinos hacen más de lo que la libertad permite y, sin embargo, hasta esa licencia les está permitida. No tenemos, por otra parte, ideas dictatoriales de ninguna naturaleza. Tenemos un gobierno libre en un país libre, donde los ciudadanos gozan de la más absoluta libertad. Afortunadamente, estamos atravesando una era próspera para el país. En el aspecto interno, nuestra gente de trabajo, que es la menos favorecida por la fortuna, está contenta y tranquila. Trabaja, y la mayor parte son peronistas. De manera que no tenemos problemas de ninguna naturaleza. Estamos en plena reforma constitucional. Queremos afirmar las conquistas obtenidas en los distintos órdenes, dentro de nuestra ley. Contamos con una inmensa mayoría que quiere esa reforma y, dentro de la ley y de la Constitución, estamos procediendo pacífica 89 y tranquilamente, sin luchas estériles, para ir evolucionando en nuestras ideas y llegar a conformar un estado de cosas que sea satisfactorio, por lo menos para el ochenta por ciento del país, ya que el cien por ciento es muy difícil de obtener políticamente. En este sentido, tenemos la impresión de que estamos haciendo un gobierno del pueblo y para el pueblo. Creo que son los gobiernos que más resisten en la actualidad. Finalmente, señores, les agradecemos nuevamente esta amable visita. Les decimos, como verdaderos hermanos, con todo el cariño de nuestro corazón, que consideren que ésta es la casa de ustedes, en la que los vamos a recibir con los brazos abiertos cada vez que quieran venir, poniendo a su disposición todo lo que tenemos, como hacemos, tanto en el Brasil como en la Argentina, con esa hospitalidad criolla que todo lo ofrece cuando es amigo.
1949-01-21
En un acto organizado por los empleados y obreros metalúrgicos
Compañeras y compañeros: En primer término deseo agradecer con todo mi corazón la amabilidad que el gremio de metalúrgicos ha tenido al rendir este homenaje a nuestras personas, como así también la magnífica copia en pergamino, que acabo de recibir de manos de los metalúrgicos, de las condiciones del convenio que da motivo a esta gran asamblea de [agradecimiento] a la labor que ustedes mismos están realizando. Hoy, como siempre, el más grande y el más significativo orgullo para mí es el poder compartir con ustedes, como un simple compañero de trabajo, las conquistas que, cuenta a cuenta, van formando el magnífico collar de la felicidad de los trabajadores argentinos. Terminan de hablar varios compañeros, en cuyas palabras deseo inspirar cuanto he de decirles hoy. Escuchamos hace un momento al compañero Tonón32, al secretario general del gremio33, y al compañero Espejo34, mencionar las tres etapas de las realizaciones de nuestra justicia social; y no estará nunca de más repetirlas y comentarlas entre hombres que estamos trabajando por el bien común. La primer etapa de la justicia social de que nos hacemos eco ha sido alcanzada en gran parte; la segunda etapa, es la de la consolidación de ese bienestar 91 social logrado mediante la justicia; y la tercera, que es la del progreso social, se obtendrá a medida que el pueblo argentino vaya consiguiendo conquistas en la explotación de la inmensa riqueza que atesora nuestra tierra y que serán extraídas mediante nuestro trabajo para nuestra felicidad y el bien del resto de los hombres de la humanidad. Saben ustedes, mejor que yo, cómo hemos alcanzado el bienestar social de que goza en los presentes días el pueblo argentino, y saben también ustedes, los trabajadores, que estamos ahora empeñados en la consolidación de estas conquistas en la ley y cómo, por primera vez, damos el ejemplo en la historia del mundo de haber incorporado a una Constituyente a más del cincuenta por ciento de obreros. ¿Cuándo en país alguno se ha conseguido una distribución de los factores que influencian la grandeza y la riqueza de la nación como la estamos realizando en nuestros días? La tercera etapa, la del progreso incesante del bienestar social, se asegurará por el esfuerzo del pueblo mismo, que lo construirá con su sacrificio, que lo impondrá con su voluntad, de ese pueblo a quien si desde hoy en adelante se le llegara a negar el derecho a disfrutar de ese bienestar, llegarían horas trágicas para esta República, y con razón. Observen ustedes a través de ese panorama cómo el bienestar social al igual que los demás factores de la actividad, ha ido pasando paulatinamente del gobierno al pueblo, de la oligarquía a la clase trabajadora. El bienestar social, en esa primera etapa, lo alcanzamos restableciendo una justicia para el pueblo argentino, el que había sido abandonado desde los días de nuestra independencia. 92 La segunda etapa de los factores de acción y de pensamiento del panorama humano argentino, está compartiendo la responsabilidad de hacer una Constitución digna, libre y justa que permita el disfrute de los mismos derechos a todos los hombres del pueblo argentino. Queda la tercera etapa, a la que se han referido varios de los compañeros que me han precedido en el uso de la palabra. ¿Cuál es esa etapa? Es la etapa constructiva del bienestar social en la que el gobierno se ha de limitar a asegurar la justicia distributiva entre el pueblo argentino y el pueblo se ha de preocupar de elaborar su felicidad en forma directa. Asegurada la justicia, se asegurará el bienestar con el trabajo. Pero es menester que aclaremos que esto no es labor exclusiva de los trabajadores, como muchos se han dado en propalar en nuestros días. Es necesario, sí, que los trabajadores cumplan con el esfuerzo de producir, pero es indispensable también que estén con el ojo visor para controlar a todos los que se opongan, de un lado o de otro, a la tarea de producir. Nunca he dudado, en momento alguno, de la buena voluntad, de la capacidad y de la decisión de los trabajadores argentinos para producir, pero sí he dudado sobre la existencia de algunos factores de perturbación y de ciertas organizaciones de sabotaje patronal para impedir la producción. En el año 19 se cumplirán, dentro de nuestro programa de acción, dos requisitos: primero, la organización total de todos los factores que conciernen al Estado y al pueblo y, segundo, será el año de la producción. En cuanto a la organización, se encarga el gobierno de irla realizando y perfeccionándola en la mejor forma posible; por lo que se refiere a la producción, solamente pedimos a los trabajadores argentinos redoblar los esfuerzos en el trabajo y redoblar la vigilancia de los que se oponen a una mayor producción. Finalmente, señalamos a las fuerzas patronales y a todos aquellos que puedan perturbar las labores de la producción que abandonen tan vano intento, porque a los perturbadores les habremos de aplicar su dosis y a las fuerzas patronales que llegasen a confabularse para no aumentar la producción, les aseguro que les daremos una lección que no la olvidarán para el resto de su vida. Oportunamente, he de pedirles a los gremios la colaboración para llevar a cabos tales funciones. Los gremios saben bien que los trabajadores mantendrán y elevarán su estándar de vida de una sola manera: produciendo. Las fuerzas que 93 se opongan a esa producción han de ser avasalladas tal como un torrente rompe en los días de borrasca los muelles y los diques que encuentra a su paso. Yo soy un hombre de pueblo y, en consecuencia, encuentro todos los recursos y los remedios en el pueblo mismo, de manera que no he de echar mano a ninguno que no sea la sanción que merezca el traidor a la causa de la patria del presente. Oportunamente, he de pedir a cada gremio la información correspondiente, de modo que todos los trabajadores argentinos, directamente interesados en la solución de este problema, sean hombres vigilantes y colaboradores en la acción de gobierno para llevar a cabo este programa. Cada uno de nosotros, en su puesto de acción, ha de ser un agente de vigilancia, de control y de acción para imponer lo que la hora impone. Quiero terminar estas palabras con un agradecimiento que cada día es en mí más profundo hacia este pueblo argentino tan colmado de virtudes y de bondades. Quiero que estas palabras mías que he hecho llegar a ustedes directamente sean también un saludo afectuoso que ustedes harán llegar por intermedio de los delegados regionales a los compañeros que, en los cuatro puntos cardinales de la República, realizan sus labores. Es un saludo de compañero y de amigo que espera de ellos toda la colaboración de la que le han dado muestras hasta nuestros días y la misma lealtad que tanto ha obligado a mi corazón de hombre de bien hacia todos los descamisados de esta querida Patria.
1949-01-22
Al recibir una delegación de empleados y obreros del Congreso
Señores: En primer término deseo agradecerles que hayan tenido la amabilidad de llegar hasta aquí para poder darme la inmensa satisfacción de saludarlos personalmente. He seguido de cerca la labor que ustedes han realizado con motivo de los anteproyectos, antecedentes y juicios sobre la Constitución, y he querido, personalmente, agradecerles la dedicación y el esfuerzo extraordinario llevado a cabo para que llegara a feliz término un trabajo de importancia tan fundamental para las reformas que el país anhela. Es una obligación que tengo la de hacer presente que, dentro de las esferas del gobierno y de las ramas legislativas, se reconoce en forma muy especial la magnífica organización y discreción con que aquí se trabaja, como así también al sacrificio y dedicación con que desarrollan sus tareas los componentes de la imprenta del Congreso. Yo no he querido dejar pasar esta oportunidad sin hacer presente que esto, que reconoce toda la República, también lo reconocemos nosotros en el gobierno. Cada vez que un trabajo de impresión serio e importante debe ser realizado, nosotros, confiados y seguros, dirigimos la vista hacia la imprenta del Congreso, porque sabemos con qué conciencia y prudencia se trabaja en esa casa y porque estamos seguros [de] que su personal es, en nuestro sentir, un modelo de orga- 95 nización. Señores: Cuando una tarea se cumple a conciencia; cuando esa tarea, que a menudo es de importancia y presenta cierta delicadeza, es realizada en la forma que ustedes la realizan, el Estado tiene la obligación de agradecerles y expresarles su inmensa satisfacción por la labor que desarrollan. También he querido hacerles llegar mi reconocimiento, remitiendo a cada uno de ustedes una fotografía firmada, que es lo único que, en este sentido, les puedo ofrecer. Mi reconocimiento lo hago extensivo también al personal de la Secretaría Técnica de la Presidencia, que ha elaborado la mayor parte de la tarea material de este trabajo, mereciendo nuestras felicitaciones por la forma magnífica en que ha trabajado. No deseo terminar sin decirles una cosa más: sé bien que ustedes realizan sus tareas en precarias condiciones de comodidad y en locales inadecuados. Yo he hablado con algunos miembros del Congreso y hemos de estudiar las medidas que habrá que adoptar para que sus labores se desarrollen en mejores condiciones, toda vez que las difíciles tareas que ustedes desempeñan así lo requieran. Creo que es una obligación nuestra buscar la solución a ese problema, y estoy seguro de que la hemos de hallar. Muchas gracias por todo, y quiero que ustedes piensen que estamos aquí para servirlos, así como ustedes sirven al Estado con tanta dedicación, pulcritud y en forma tan satisfactoria y completa. Muchísimas gracias por todo, y muy buenos días.
1949-01-27
Ante la Asamblea Constituyente reformadora
Señores Convencionales Constituyentes: En la historia de todos los pueblos hay momentos brillantes cuyas fechas se celebran año tras año y en las cuales se establecen los principios y despiertan los valores que los acompañaron en su vida de Nación; tales fueron, entre nosotros, la Revolución de Mayo y su trascendencia americana impulsada por nuestros generales y por nuestros soldados. Están unidas estas fechas al entusiasmo popular que les otorga siempre un matiz de espontaneidad propicio para cantar el triunfo o la derrota. Son las horas solemnes que gestan la historia, son los momentos brillantes que cantan los poetas y declaman los políticos, son horas de exaltación y de triunfo. Hay otras épocas en que, calladamente, los países se organizan sobre sólidos cimientos. Se las puede llamar épocas de transición, porque siempre señalan la decadencia de una era y el comienzo de otra. Pero no es esa su mayor importancia, sino que en realidad, en tales momentos, se extraen conclusiones y recapitulan los resultados de los hechos precedentes para poder aplicar unos y otros, al porvenir. El entusiasmo cede su puesto a la serena reflexión, porque es necesario abstraer y clasificar para poder organizar y constituir. El resultado no depende de la fuerza ni del ingenio sino del buen criterio y la imparcialidad de los hombres. Dios no ha sido avaro con el pueblo argentino. Hemos saboreado los momentos de emoción exaltada y gustado las horas tranquilas de cimentación jurídica. La cruzada emancipadora y la era constituyente son altísimo exponente de la creación heroica y de la fundación jurídica. 97 El genio tutelar Permitidme que después de agradecer la invitación que me habéis hecho de asistir a este acto tan trascendental para la vida de la República, eleve mi corazón y mi pensamiento hacia las regiones inmarcesibles, donde mora el genio tutelar de los argentinos, el general San Martín. San Martín es el héroe máximo, héroe entre los héroes y padre de la Patria. Sin él se hubieran diluido los esfuerzos de los patriotas y quizás no hubiera existido el aglutinante que dio nueva conformación al continente americano. Fue el creador de nuestra nacionalidad y el libertador de pueblos hermanos. Para él sea nuestra perpetua devoción y agradecimiento. Los Constituyentes del 53 habían padecido ya las consecuencias de la desorganización, de la arbitrariedad y de la anarquía. La generación del 53 era la sucesora de aquella de la Independencia, la heroica. Más que la estrategia de los campos de batalla tenía presente la oscura lucha civil; más que los cabildos populares, la desorganización política y el abandono de las artes y de los campos. Había visto de cerca la miseria, la sangre y el caos; pero debía elevarse apoyándose en el pasado para ver, más allá del presente la grandeza del futuro; y más aún, tenía que sobreponerse a la influencia extranjera, ahondar en el modo de ser del país para no caer en la imitación de leyes foráneas. Hubo de liberarse de la intransigencia de los círculos cerrados y de los resabios coloniales, para que la Constitución no fuera a la zaga de las de su tiempo. “Augustos diputados de la Nación”, nombró Urquiza a los del Congreso Constituyente, y no estuvieron por debajo de ese adjetivo; reconstruyeron la Patria; terminaron con las luchas y unieron indisolublemente al pueblo y a la soberanía, renunciando a todo interés que estuviera por debajo del bienestar de la Nación. De esta manera se elaboró nuestra Carta Magna, no sólo para legislar sino para organizar, defender y unir a la Argentina. Los nuevos tiempos tes. Éste es el cuadro que refleja vivamente la situación que existía al producirse el movimiento militar de 1943. No es de extrañar que el pueblo acompañara a quienes, interpretándole, derrocaban el régimen que permitía tales abusos. Por esto decía que no pueden cerrárseles los caminos de la reforma gradual y del perfeccionamiento de los instrumentos de gobierno que permiten y aun impulsan un constante progreso de los ciudadanos y un ulterior perfeccionamiento 99 de los resortes políticos. Cuando se cierra el camino de la reforma legal nace el derecho de los pueblos a una revolución legítima. La historia nos enseña que esta Revolución legítima es siempre triunfante. No es la asonada, ni el motín, ni el cuartelazo; es la voz, la conciencia y la fuerza del pueblo oprimido que salta o rompe la valla que le oprime. No es la obra del egoísmo y de la maldad. La Revolución, en estos casos, es legítima, precisamente porque derriba el egoísmo y la maldad. No cayeron éstos pulverizados el 4 de Junio. Agazapados, aguardaron el momento propicio para recuperar las posiciones perdidas. Pero el pueblo, esta vez el pueblo solo, supo enterrarlos definitivamente el 17 de octubre. La Justicia Social Y, desde entonces, la justicia social que el pueblo anhelaba, comenzó a lucir en todo su esplendor. Paulatinamente llega a todos los rincones de la patria y sólo los retrógrados y malvados se oponen al bienestar de quienes antes tenían todas las obligaciones y se les negaban todos los derechos. Afirmada la personalidad humana del ciudadano anónimo, aventada la dominación que fuerzas ajenas a las de la soberanía de nuestra patria, ejercían sobre la primera de nuestras fuentes de riqueza, es decir, sobre nuestros trabajadores y sobre nuestra economía; revelada de nuevo el ansia popular de vivir una vida libre y propia, se patentizó en las urnas el deseo de terminar para siempre, y el afán de evitar el retorno de las malas prácticas y malos ejemplos que impedían el normal desarrollo de la vida argentina, por cauces de legalidad y de concordia. El clamor popular que acompañó serenamente a las fuerzas armadas el 4 de junio y estalló pujante el 17 de octubre, se impuso, solemne, el 24 de febrero. Tres fechas próximas a nosotros, cuyo significado se proyecta hacia el futuro, y cuyo eco parece percibirse en las generaciones del porvenir. La primera señala que las fuerzas armadas respaldan los nobles deseos y elevados ideales del pueblo argentino; la segunda, representa la fuerza quieta y avasalladora de los 100 pechos argentinos decididos a ser muralla para defender la ciudadela de sus derechos o ariete para derribar los muros de la opresión; y, en la última, resplandece la conjunción armónica, la síntesis maravillosa y el sueño inalcanzado aún por muchas democracias, de imponer la voluntad revolucionaria en las urnas, bajo la garantía de que la libre conciencia del pueblo sería respaldada por las armas de la Patria. La gran tarea Desde este punto y hora comenzó para la Argentina la tarea de su reconstrucción política, económica y social. Comenzó la tarea de destruir todo aquello que no se ajusta al nuevo estado de la conciencia jurídica expresada tan elocuentemente en las jornadas referidas y confirmada cada vez que ha sido consultada la voluntad popular. Podemos afirmar que hoy el pueblo argentino vive la vida que anhelaba vivir. No hubiéramos reparado en nada si para devolver su verdadera vida al pueblo argentino hubiera sido preciso transformar radicalmente la estructura del Estado; pero, por fortuna, los próceres que nos dieron honor, patria y bandera, y los que más tarde estructuraron los basamentos jurídicos de nuestras instituciones, marcaron la senda que indefectiblemente debe seguirse para interpretar el sentimiento argentino y conducirlo con paso firme hacia sus grandes destinos. Esta senda no es otra que la libertad individual, base de la soberanía; pero ha de cuidarse que el abuso de la libertad individual, no lesione la libertad de otros, y que la soberanía no se limite a lo político, sino que se extienda a lo económico o, más claramente dicho, que para ser libres y soberanos no debemos respetar la libertad de quienes la usen para hacernos esclavos o siervos. Por el instinto de conservación individual y colectivo, por el sagrado deber de defender al ciudadano y a la patria, no debemos quedar indefensos ante cualquiera que alardeando de su derecho a la libertad, quiera atentar contra nuestras libertades. Quien tal pretendiera tendrá que chocar con la muralla que le opondrán todos los corazones argentinos. Hasta el momento actual, sólo se habían enunciado los problemas que debían solucionarse de acuerdo a la transformación que el pueblo argentino desea. Aho- 101 ra la representación de la voluntad general del pueblo argentino ha manifestado lo que contiene esta voluntad y a fe que no es mucho. Yo, que he vivido con el oído puesto sobre el corazón del pueblo, auscultando sus más mínimos latidos, que me he enardecido con la aceleración de sus palpitaciones y abatido con sus desmayos, podría concretar las aspiraciones argentinas diciendo que lo que el pueblo argentino desea, es no tolerar ultrajes de fuera, ni de dentro, ni admitir vasallaje político ni económico; vivir en paz con todo el mundo; respetar la libertad de los demás a condición de que nos respeten la propia; eliminar las injusticias sociales, amar a la patria, y defender nuestra bandera hasta nuestro último aliento. Convencido como estoy de que éstos son los ideales que encarnan los convencionales aquí reunidos, permitidme que exprese la emoción profunda que me ha producido el ver que para precisar el alcance del anhelo de los constituyentes del 53 el Partido Peronista haya acordado ratificar en el Preámbulo de la Carta Magna de los argentinos, la decisión irrevocable de constituir lo que siempre he soñado: una Nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana. Con la mano puesta sobre el corazón creo que éste es el sueño íntimo, e insobornable de todos los argentinos; de los que me siguen y de los que no tengo la fortuna de verles a mi lado. Las reformas Con las reformas proyectadas por el Partido Peronista, la Constitución adquiere la consistencia de que hoy está necesitada. Hemos rasgado el viejo papelerío declamatorio que el siglo pasado nos transmitió; con sobriedad espartana escribimos nuestro corto mensaje a la posteridad, reflejo de la época que vivimos y consecuencia lógica de las desviaciones que habían experimentado los términos usados en 1853. El progreso social y económico y las regresiones políticas que el mundo ha registrado en los últimos cien años, han creado necesidades ineludibles; no atenderlas, proveyendo a lo que corresponda, equivale a derogar los términos en que fue concebida por sus autores. 102 ¿Podían imaginar los Constituyentes del 53 que la civilización retrocediera hasta el salvajismo que hemos conocido en las guerras y revoluciones del siglo XX? ¿Imaginaron los bombardeos de ciudades abiertas, los campos de concentración, las brigadas de choque, el fusilamiento de prisioneros, las mil violaciones al derecho de gentes, los atentados a las personas y los vejámenes a los países que a diario vemos en esta postguerra interminable? Nada de ello era concebible. Hoy nos parece una pesadilla, y los argentinos no queremos que estos hechos amargos se puedan producir en nuestra Patria. Aún más; deseamos que no vuelvan a ocurrir en ningún lugar de mundo. ¡Anhelamos que la Argentina sea el reducto de las verdaderas libertades de los hombres y la Constitución su imbatible parapeto! Orden interno En el orden interno ¿podían imaginarse los Convencionales del 53 que la igualdad garantizada por la Constitución llevaría a la creación de entes poderosos, con medios superiores a los propios del Estado? ¿Creyeron que estas organizaciones internacionales del oro se enfrentarían con el Estado y llegarían a sojuzgarle y a extraer las riquezas del país? ¿Pensaron siquiera que los habitantes del suelo argentino, serían reducidos a la condición de parias obligándoles a formar una clase social pobre, miserable y privada de todos los derechos, de todos los bienes, de todas las ilusiones y de todas las esperanzas? ¿Pensaron que la máquina electoral montada por los que se apropiaron de los resortes del poder llegaría a poner la libertad de los ciudadanos a merced del caudillo político, del “patrón”, o del “amo”, que contaba su “poderío electoral”, por el número de conciencias impedidas de manifestarse libremente? Hay que tener el valor de reconocer cuando un principio aceptado como inmutable pierde su actualidad. Aunque se apoye en la tradición, en el derecho o en la ciencia, debe declararse caduco tan pronto lo reclame la conciencia del pueblo. Mantener un principio que ha perdido su virtualidad, equivale a sostener una ficción. Con las reformas propiciadas, pretendemos correr definitivamente un tupido velo sobre las ficciones que los argentinos de nuestra generación hemos tenido que vivir. Deseamos que se desvanezca el reino de las tinieblas y de los engaños. Aspiramos a que la Argentina pueda vivir una vida real y verdadera. Pero esto 103 sólo puede alcanzarse si la Constitución garantiza la existencia perdurable de una democracia verdadera y real. El ideal revolucionario La demostración más evidente de que la conquista de nuestras aspiraciones va por buen camino, la ofrece el hecho de que se reúne el Congreso Nacional Constituyente después de transcurridos más de cinco años y medio del golpe de fuerza que derribó el último gobierno oligárquico. La acción revolucionaria no hubiera resistido los embates de la pasión, de la maldad y del odio si no hubiese seguido la trayectoria inicial que dio impulso y sentido al movimiento. La idea revolucionaria no hubiera podido concretarse en un molde constitucional, de no haber podido resistir las críticas, los embates y el desgaste propio de los principios cuando chocan con los escollos que diariamente salen al paso del gobernante. Los principios de la revolución no se hubieran mantenido si no hubiesen sido el fiel reflejo del sentimiento argentino. Muy profunda ha de ser la huella impresa en la conciencia nacional por los principios que rigen nuestro movimiento cuando en la última consulta electoral, el pueblo los ha consagrado otorgándoles amplios poderes reformadores. Y de esta Asamblea que hoy inicia su labor constructiva debe salir el edificio que la Nación entera aguarda para alojar dignamente el mundo de ilusiones y esperanzas que sus auténticos intérpretes le han hecho concebir. En este momento se agolpan en mi mente las quimeras de nuestros próceres y las inquietudes de nuestro pueblo. Los episodios que han jalonado nuestra historia. La lucha titánica desarrollada en los casi ciento treinta y nueve años transcurridos desde el alumbramiento de nuestra Patria. La emancipación, los primeros pasos para organizarse, las discordias civiles, la estructuración política, los anhelos de independencia total, la entrega a los intereses foráneos, la desesperación del pueblo al verse sojuzgado económicamente y el último esfuerzo realizado por romper toda atadura que nos humillara y toda genuflexión que nos ofendiera. Todo esto desfila por mi mente y golpea mi corazón, con igual ímpetu que percute y exalta vuestro espíritu. Y pienso en los fútiles subterfugios que se han 104 opuesto a las reformas proyectadas. Y veo tan deleznables los motivos y tan envueltas en tinieblas las sinrazones, que ratifico, como seguramente vosotros ratificáis en el altar sagrado de vuestra conciencia, los elevados principios en que las reformas se inspiran y las serenas normas que concretan sus preceptos. Y consciente de la responsabilidad que a esta magna Asamblea alcanza, os exhorto a que ningún sórdido interés enturbie vuestro espíritu y ningún móvil mezquino desvíe vuestro derrotero. Que salga limpia y pura la voluntad nacional. ¡Así añadiréis un galardón más de gloria a nuestra Patria! Interés supremo de la Patria En los grandes rasgos de las reformas proyectadas por el Partido Peronista, se perfila clara la voluntad ciudadana que ha empujado nuestros actos. Cuando al crearse la Secretaría de Trabajo y Previsión se inició definitivamente la era de la política social, las masas obreras argentinas siguieron esperanzadamente la cruzada redentora que de tanto tiempo atrás anhelaban. Vieron claro el camino que debía recorrerse. En el discurso del día 2 de diciembre de 1943 afirmaba que “por encima de preceptos casuísticos, que la realidad puede tornar caducos el día de mañana, está la declaración de los altísimos principios de colaboración social”. El objeto que con ello perseguía era: robustecer los vínculos de solidaridad humana; incrementar el progreso de la economía nacional; fomentar el acceso a la propiedad privada; acrecer la producción en todas sus manifestaciones; defender al trabajador, mejorando sus condiciones de trabajo y de vida. Al volver la vista atrás y examinar el camino recorrido desde que tales palabras fueron pronunciadas, no puedo menos que preguntar a los esforzados hombres de trabajo de mi Patria entera si, a pesar de todos los obstáculos que se han opuesto al logro de mis aspiraciones, he logrado o no lo que me proponía alcanzar. Y cotejando este programa mínimo, esbozo de la primera hora cuando era tan fácil prometer sin tasa ni medida, ¿no es cierto que se nota una completa analogía con los rasgos esenciales de la reforma que el peronismo lleva al Congreso Constituyente? La mesura con que Dios guió mis primeros pasos es equiparable a la prudencia que inspira las reformas proyectadas. 105 Si así no hubiera sido, tened la absoluta certeza, de que, como Jefe del Partido, no hubiera consentido que se formularan. En toda mi vida política he sostenido que no dejaré prevalecer una decisión del Partido que pueda lesionar en lo más mínimo el interés supremo de la Patria. Creed que esta afirmación responde al más íntimo convencimiento de mi alma, y que fervientemente pido a Dios que mientras viva me lo mantenga. Había pensado en la conveniencia de presentar ante Vuestra Honorabilidad el comentario de las reformas que aparecen en el anteproyecto elaborado por el Partido Peronista. Desisto, sin embargo, de la idea porque exigiría un tiempo excesivo. Por otra parte, la explicación se encuentra sintetizada en el propio anteproyecto y desarrollada ampliamente por mí en un discurso que ha tenido amplia difusión. La presencia de los Pueblos Señores: La comunidad nacional como fenómeno de masas aparece en las postrimerías de la democracia liberal. Ha desbordado los límites del ágora política ocupada por unas minorías incapaces de comprender la novedad de los cambios sociales de nuestros días. El siglo diecinueve descubrió la libertad, pero no pudo idear que ésta tendría que ser ofrecida de un modo general y que, para ello, era absolutamente imprescindible la igualdad de su disfrute. Cada siglo tiene su conquista, y a la altura del actual debemos reconocer que así como el pasado se limitó a obtener la libertad, el nuestro debe proponerse la Justicia. El contenido de los conceptos Nación, sociedad y voluntad nacional no era antes lo que es en la actualidad. Era una fuerza pasiva; era el sujeto silencioso y anónimo de veinte siglos de dolorosa evolución. Cuando este sujeto silencioso y anónimo surge como masa, las ideas viejas se vuelven aleatorias, la organización política tradicional tambalea. Ya no es posible mantener la estructuración del Estado en una rotación entre 106 conservadores y liberales. Ya no es posible limitar la función pública a la mera misión del Estado-gendarme. No basta ya con administrar: es imprescindible comprender y actuar. Es menester unir; es preciso crear. Cuando esa masa plantea sus aspiraciones, los clásicos partidos turnantes averiguan que su dispositivo no estaba preparado para una demanda semejante. Cuando la democracia liberal divisa al hombre al pie de su instrumento de trabajo, advierte que no había calculado sus problemas, que no había contado con él y, lo que es más significativo, que en lo futuro ya no se podrá prescindir del trabajador. Lo que los pueblos avanzan en el camino político, puede ser desandado en un día. Puede desviarse, rectificarse o perderse lo que en el terreno económico se avanza. Pero lo que en el terreno social se adelante, esto no retrocede jamás. Democracia social Y la democracia liberal, flexible en sus instituciones para retrocesos y discreteos políticos y económicos, no era igualmente flexible para los problemas sociales; y la sociedad burguesa, al romper sus líneas ha mostrado el espectáculo impresionante de los pueblos puestos de pie para medir la magnitud de su presencia, el volumen de su clamor, la justicia de sus aspiraciones. A la expectación popular sucede el descontento. La esperanza en la acción de las leyes se transforma en resentimiento si aquéllas toleran la injusticia. El Estado asiste impotente a una creciente pérdida de prestigio. Sus instituciones le impiden tomar medidas adecuadas y se manifiesta el divorcio entre su fisonomía y la de la nación que dice representar. A la pérdida de prestigio sucede la ineficacia y, a ésta, la amenaza de rebelión, porque si la sociedad no halla en el poder el instrumento de su felicidad, labra en la intemperie el instrumento de la subversión. ¡Esto es el signo de la crisis! El caso de los absolutismos abrió a las iniciativas amplio cauce; pero las iniciativas no regularían por sí mismas los objetivos colectivos sino los privados. Mientras se fundaban los grandes capitalismos, el pueblo permaneció aislado 107 y expectante. Después, frente a la explotación, fortaleció su propio descontento. Hoy no es posible pensar organizarse sin el pueblo, ni organizar un Estado de minorías para entregar a unos pocos privilegiados la administración de la libertad. Esto quiere decir que de la democracia liberal hemos pasado a la democracia social. Nuestra preocupación no es tan sólo crear un ambiente favorable para que los más capaces o los mejor preparados labren su prosperidad, sino procurar el bienestar de todos. Junto al arado, sobre la tierra, en los talleres y en las fábricas, en el templo del trabajo, donde quiera que veamos al individuo que forma esa masa, al descamisado, que identifica entre nosotros nuestra orgullosa comprensión del acontecimiento de nuestro siglo, se halla hoy también el Estado. Nuestro apoyo El Estado argentino de hoy tiene ahí puesta su atención y su preocupación. La felicidad y el bienestar de la masa son las garantías del orden, son el testimonio de que la primera consigna del principio de autoridad en nuestra época ha sido cumplida. Queden con su conciencia los que piensan que el problema puede solucionarse aprisionando con mano de hierro las justas protestas de la necesidad o los que quieren convertir la nación en un rencoroso régimen de trabajos forzados sin compensaciones y sin alegrías. Nosotros creemos que la fe y la experiencia han iluminado nuestro pensamiento, para permitirnos extraer de esa crisis patética de la humanidad las enseñanzas necesarias. Esa masa, ese cuerpo social, ese descamisado que estremece con su presencia la mole envejecida de las organizaciones estatales que no han querido aún modificarse ni progresar es, precisamente, nuestro apoyo, es la causa de nuestros trabajos, es nuestra gran esperanza. Y esto es lo que da, precisamente, tono, matiz y sentido a nuestra democracia social. 108 Perfeccionar la Libertad Señores: Estamos en este recinto unidos espiritualmente en el gran anhelo de perfeccionar la magna idea de libertad, que las desviaciones de la democracia liberal y su alejamiento de lo humano, hicieron imposible. Cuando el mundo vive horas de dolorosa inquietud, nos enorgullece observar que lo que impulsa y anima nuestra acción es la comunidad nacional esperanzada. Conscientes de la trascendencia del momento, del signo decisivo de esa época en que nos hallamos, queremos hacernos dignos de su confianza. Señores Convencionales: Termino mis palabras con las que empieza y seguirá empezando nuestra Constitución: ¡Invoco a Dios, fuente de toda razón y justicia, para que os dé el acierto que los argentinos esperamos y que la Patria necesita!
1949-02-05
Ante los Agregados Obreros designados en las Embajadas
No pueden imaginarse con cuánto placer los recibo para conversar un poco, dentro de la tiranía de tiempo en que me tienen tomado los problemas de gobierno. Más que una cuestión de gobierno, es para mí un momento grato poder conversar con ustedes a propósito de la función del agregado obrero41. Nosotros concebimos el agregado obrero como formando parte de las embajadas en el exterior de la República porque consideramos que nuestro movimiento político es el resultado de la transformación de nuestro país en su régimen jurídico e institucional. Pensamos que de la antigua democracia liberal a que nos tenían acostumbrados los políticos, nosotros pasamos a una democracia social. En consecuencia, se ha liberado al pueblo argentino de los preconceptos que establecía la democracia liberal, en la cual el acceso a la función o representación pública estaba sólo en manos de una clase, la clase dirigente y política. Nosotros, al transformar la democracia liberal en la social, creemos que el gobierno debe estar en manos de toda la representación del pueblo argentino, sin exclusión alguna. En base a ese principio, es que existe la representación de las fuerzas del trabajo en las misiones mantenidas en el extranjero. Siendo así, señores, la misión del agregado obrero surge claramente como una representación directa de las fuerzas del trabajo en la Argentina ante las fuerzas del trabajo en los países donde el agregado obrero ejerce su función. Esto aclara perfectamente bien todo el contenido de la función de los agregados obreros argentinos. Esa función ha de ser ejercida por hombres que lleven profundamente arrai110 gado el sentido y el sentimiento de nuestra evolución y de nuestro movimiento, pues este movimiento no basta simplemente conocerlo sino que es preciso sentirlo. De lo contrario, es inútil conocerlo. Necesitamos hombres que vayan a los demás países y digan a las fuerzas del trabajo, cuál es nuestra concepción de la nueva vida social argentina y le presenten el panorama que aquí se está desarrollando y vivimos, y cuáles son nuestras aspiraciones en lo social, en lo político, en lo económico, en lo internacional, etc. Señores: Evolución como las que está sufriendo la República Argentina en estos momentos, en medio de la mayor libertad y en medio de la mayor pacificación de los espíritus, son las evoluciones constructivas de los pueblos. Las otras son negativas, ya sean que se realicen por medios más o menos tranquilos, o sean luchas violentas, por las armas. Las obras constructivas en la evolución de los pueblos están representadas por los movimientos evolucionistas que, sin destruir valores, van realizando la transformación que pone al día el organismo-estado, el pueblo y el país, llevándolo a evolucionar, como las que nosotros estamos realizando en este momento. Nuestro movimiento, señores, en este orden de cosas comenzó con una evolución social; y continuó con una reforma política y está llegando a una reforma económica que sustenta a lo social y sustenta a lo político porque, señores, contemplar nuestra evolución solamente desde el punto de vista social no es todo. El punto de vista social es en el fondo, y debe ser en el fondo, una consecuencia de las demás reformas. ¿Por qué? Porque sin la reforma política que le dio derecho al pueblo a elegir sus propios gobernantes que sepan interpretarlo, y sin el instrumento de acción de su propia voluntad, las formas sociales no se podrían llenar porque se haría fraude de nuevo y volveríamos a la oligarquía. De manera que lo político también debe ser considerado junto con lo económico, porque si no hay una economía fuerte que sustente lo otro, no hay nada para repartir. Por lo tanto lo social, en el fondo, es una consecuencia de lo otro. Nosotros empezamos por lo social porque había que hacer un movimiento político, pero si no contábamos con el apoyo de la masa popular, ese movimiento político no habría cristalizado y el 17 de octubre no hubiera sido posible, si no hubiéramos hecho primero la acción social que diera a la masa una causa común. 111 Lo que primero deberíamos haber hecho tendría que haber sido lo político, después lo económico y después lo social. Eso es lo que la teoría habría indicado, pero la práctica indicó otra cosa y lo hicimos así. Por eso, cuando se habla de la economía por ahí y se dice que hemos desequilibrado esto, hay que pensar que había necesidad de romper la antigua forma para crear la nueva forma. ¿Quién puede ser capaz de hacer una tortilla sin romper unos cuantos huevos? Es indudable, señores, que en esto hay que observar bien la evolución porque así podrá explicarse nuestro movimiento en forma sintética, sin extenderse en grandes conversaciones. ¿Cuál es la reforma política? Señores: quitar a una clase reducida dirigente, el derecho de administrar la libertad del pueblo argentino y entregarle a ese pueblo la administración de esa libertad mediante su voto que decide quién ha de ser quien administre y dirija la libertad del pueblo argentino. Esa es la reforma política. ¿Cuál es la económica? Liberarnos de la explotación extranjera para poder repartirnos entre nosotros la riqueza argentina y trabajar para aumentarla en el mayor grado posible, porque así en la repartición, nos va a tocar un poco más a cada uno. Pero también hay que vigilar que en esa repartición los vivos no saquen la parte del león y los otros la parte del ratón. Esa es la reforma económica tal cual la hemos podido realizar; reforma que es de fácil enunciación pero de difícil realización porque hay que pelear para hacerla. La reforma social consiste en que no estemos creando nosotros dentro del Estado hombres demasiado ricos en perjuicio de otros demasiado pobres, para lo cual se coloca fuera de la ley todo aquello que sea explotación de un hombre por otro hombre y se le dan derechos a los más débiles para que puedan enfrentar a los más fuertes y a los más influyentes; se paga el trabajo de acuerdo a lo que el trabajo es y cada uno lleva así el bastón de mariscal en su propia mochila para utilizarlo en el momento oportuno. Se trata de una reforma social que no es igualitaria sino que es distributiva, donde se le da al obrero el derecho de defender sus propias aspiraciones y sus propios derechos frente a fuerzas que antes habían 112 dominado, porque frecuentemente en la República Argentina la ley tenía un valor para unos y otro valor para otros. La libertad regía de un modo para uno y de otro modo para otros. ¿Por qué los obreros no se quejan hoy de que aquí no hay libertad y, en cambio, los políticos dicen que estamos en un régimen de tiranía? Los políticos se quejan porque no pueden seguir haciendo lo que hacían en su propio provecho. Ahora, los obreros, los que antes eran explotados, tienen derecho a discutir su propia acción y labrar su propio bienestar y su propia felicidad mediante la concesión de lo que antes se le negaba. Es decir, que desapareció la libertad para los vivos y rige la libertad para los demás que trabajan y ganan su sustento. Antes decían: los argentinos son iguales ante la ley. Como aforismo, muy bien, pero como realidad totalmente falso. No tenía la misma libertad un obrero que un señor potentado que desde su casa hablaba por teléfono y el gobierno hacía lo que él decía. Su libertad era omnímoda, omnipotente. El otro no tenía ninguna libertad porque salía a la calle y el vigilante lo llevaba a Villa Devoto. ¿Qué hemos hecho nosotros? Hemos igualado los derechos de los hombres. Hoy un trabajador tiene el derecho de hacerse respetar frente a cualquiera de la misma manera que antes se respetaba al potentado por la influencia o por el poder económico que él ejercía. Señores: La dignificación comenzó por ahí porque no puede ser un hombre digno aquél a quien se le niega la libertad y se le cargan todas las obligaciones. La dignidad comienza en la repartición de derechos y de obligaciones de la misma naturaleza donde nadie puede ser vejado ni explotado por nadie. Esa es la dignidad del hombre y, en cuestiones de dignidad, no creo que un señor poderoso pueda tener más dignidad que uno pobre. Todos la tenemos en la misma proporción. Ahora, en cuanto a la injusticia la ejercitan unos y no otros. Lo que nosotros suprimimos es la injusticia, de manera que un señor que tiene cien millones de pesos y un obrero que sólo tiene dos pesos, son para mí hombres exactamente iguales. Los juzgo igual y procedo igual con ellos. Al rico le doy lo que pide, si lo merece, y al otro le doy lo que necesita. Ese es nuestro régimen social: tratar de igualar a los hombres en todo aquello que los hombres sean igualables. Si es un delincuente, a mí no me interesa cuánto 113 tiene. Sigue siendo un delincuente igual. Cuando todos cumplamos la ley habremos asegurado la libertad y dignidad de los hombres y cuando eso este asegurado en el país habremos hecho la más grande conquista. Esta revolución se va a continuar realizando con toda la gama de cosas que lleven a la conclusión final de los objetivos propuestos. En lo cultural, trataremos de hacerlo dando al pueblo la instrucción y la educación necesaria. En lo jurídico, iremos poniendo jueces y tribunales que lleven esta doctrina y no la otra; que no prevariquen ni coimeen y que no hagan ninguna de esas cosas a que nos tenían acostumbrados, porque entonces ellos se convierten en agentes de disociación. Todo eso lo iremos haciendo paulatinamente, porque el defecto está en los hombres y no en las leyes. Las leyes son buenas, los que son malos son los hombres que las aplican. Entonces, sobre esos hombres mantendremos vigilancia. Hemos echado a muchos y echaremos a todos los sea necesario. Cuando tengamos jueces y camaristas que respondan a nuestra orientación y que distribuyan la justicia de acuerdo a lo que la justicia debe ser, seremos felices. De modo, señores, que esto es una cosa que ya está en marcha y que fatalmente se va a realizar, pues en esto no se puede volver atrás. Cuando nos embarcamos en esto hemos quemado las naves y no hay barco ni retirada; no se puede volver atrás. Eso es nuestra Revolución. Y cuando la expliquen, háganlo con palabras sencillas y sintéticamente. Primero una síntesis y, después, si quieren, pueden tomar un punto y desarrollarlo. Respecto del desempeño de los agregados obreros en el exterior, sólo puedo decir una cosa: que es el mejor servicio diplomático que tenemos en el mundo. No digo esto porque sea apasionado y tenga una especial predilección por los hombres de trabajo; es que todos me lo dicen. El agregado obrero es quien está en todo y el que hace todo. Los cincuenta primeros muchachos que mandamos a todas partes del mundo constituyen para mí un verdadero orgullo; son hombres decentes, que representan bien al país, a través de su comportamiento y de su modestia. Algunas veces se les va un poquito la mano; eso también es bueno, y yo prefiero que más bien se les vaya un poquito la mano y no que se queden 114 cortos. Es claro, alguno creen que ellos han ido para arreglar el país adonde fueron destinados. Lo que se puede decir es que adonde han ido los agregados obreros argentinos y han actuado dentro de las masas de trabajadores, en Latinoamérica y en muchas partes de Europa, se los respeta y se los considera, son hombres de prestigio y de predicamento en las masas de trabajadores de todos los países. Eso es maravilloso para nosotros, porque hemos hecho un ensayo del cual ahora están saliendo imitadores, pero nunca segundas partes fueron buenas ya que los manda el gobierno y, en realidad, vienen a ser representantes patronales. Van allí no a hablar de lo que debe ser la acción social y la acción sindical sino casi siempre representando al gobierno y no a la clase trabajadora. Para representar a la clase trabajadora es preciso salir de ella misma. Por eso nuestros agregados obreros son buenos; porque dicen la verdad y no van a engañar a nadie. Juzgan por sí lo que ven; el que monta la verdad no necesita espuela; va a cualquier parte y está siempre bien. Todo esto, señores, hay que coordinarlo con la modestia y con la prudencia. Uno puede llegar a las conquistas más extraordinarias dentro de las masas, con prudencia y con modestia. Jamás con presunción y con arrebatos de ninguna naturaleza. Lo que se necesita acá es tacto fino, juicio sutil, para penetrar en los problemas, y una gran prudencia. En esto hay siempre una gran parte de juego de vivos, como decimos los criollos, y en el juego de vivos gana el que sabe pasar por zonzo; el que se hace el vivo nunca gana. Insisto en esto porque el éxito que han tenido nuestros muchachos en buena parte se debe a la modestia. A algunos les gusta figurar, andar mucho de etiqueta, y se enojan cuando no le dan el lugar que les corresponde en la mesa. Nosotros no estamos para eso sino para hacer nuestro trabajo en los pueblos, para ser amigos de todos los trabajadores, y eso se hace desde lo llano y no en los salones. Mucha comida, mucho discurso, pero trabajo nada; eso no es para nosotros. Además, esa gente que se ha pasado veinte o treinta años de banquete en banquete nos lleva una gran ventaja en esas cosas, no es allí donde tenemos que medirnos con ellos sino en lo llano, que es donde nosotros les llevamos indudable ventaja. Mucho del éxito de nuestros muchachos, repito, se ha debido a eso: que han sabido ser modestos, tener tacto y ser prudentes. En diplomacia suele haber un poco de envidia y, a veces, algún secretario, 115 algún consejero y aún puede ser que un embajador, sin saber comprender la misión del agregado obrero, ahora lo tenga un poco a menos, porque cuando el agregado obrero se agranda, el embajador se achica. Por eso es preciso tener una gran prudencia y tino. Hay que recordar siempre que en el trato con los diplomáticos hay que ser lo más modestos posible. Lo importante es ser mejor que ellos; no parecerlo. Lo que interesa es cumplir la misión con eficacia; no hacer discursos, ni hacerse el gran señor. Nosotros tenemos que hacer el trabajo modesta y silenciosamente, pero efectivo. Tenemos que llevar a las masas trabajadoras nuestras impresiones, hacerles saber qué somos nosotros y qué decimos; y tomar contacto con ellos para saber qué son. Yo sé perfectamente bien que cada uno de ustedes va a este servicio con espíritu de sacrificio y de dedicación, pero una sola cosa les voy a recomendar: aprovechen este tiempo que están afuera para estudiar y perfeccionarse en el más alto grado posible. Verán que este movimiento tal cual se va desenvolviendo ahora tiene que depositar sus esperanzas en los trabajadores. Habrán observado que al principio no ha podido utilizar a la clase trabajadora porque ella no estaba preparada para participar en el gobierno. De haberlos llevado al gobierno hubiéramos hecho fracasar a los hombres que hubiéramos puesto en esas funciones importantes, porque no estaban preparados. Nadie tiene obligación de estar preparado. La clase trabajadora estaba preparada para trabajar y no para ejercer una nueva función, especialmente de responsabilidad, como es la función del gobierno. Por esa razón sustraje todo lo que pude a la clase trabajadora de la función de gobierno, porque no la quería hacer fracasar en un gobierno como el nuestro, recién iniciado. Por eso he preferido el fracaso de los políticos y no de los obreros. Pero es lógico que al final todo este gran movimiento se salve si los obreros se capacitan para tomar la función directriz. Es lo que le pasó al Partido Laborista. El movimiento laborista fracasó con Ramsay MacDonald42 a la cabeza. Duró seis meses, y a los seis meses se vino abajo porque no estaban preparados para el gobierno. Pasaron veinte años, y en veinte años prepararon sus cuadros. Ahora está el gobierno laborista que es el 116 que sostiene la situación. Nosotros tenemos que pensar mucho en eso. En el fondo, nuestro movimiento es muy similar al laborismo inglés. Es un movimiento popular de trabajadores que necesita que cada uno de ustedes se capacite en la mejor forma. Ustedes pueden capacitarse muy bien ya que tienen la suerte de ir al extranjero y disponer del tiempo necesario para trabajar y estudiar. Esa escuela extraordinaria que es el viajar permite conocer el exterior y perfeccionarse en los colegios. Por eso les pido que, además de llenar la función que tienen encomendada, dediquen siempre una parte de su tiempo para perfeccionarse ustedes mismos, para estudiar, para leer, para conversar con personas más capacitadas que uno. Asistan a los cursos que se hacen en el extranjero y completen los conocimientos de economía política que puedan tener; sigan cursos sociales, para ir ampliando conocimientos y adquiriendo una mayor cultura. Eso es lo único que los va a capacitar. Ustedes van a ir a una escuela maravillosa. Si el país es más atrasado, aprenderán lo que no se debe hacer, y si es más adelantado, aprendan lo que se debe hacer. En cualquier parte siempre hay para aprender. Hay que capacitarse, porque llegará un día en que tendrán la responsabilidad de encarar los problemas y afrontar la lucha por la defensa de nuestro movimiento. Piensen que cada minuto perdido es un minuto que nos aleja de la posibilidad de triunfar. Hay que tratar de perfeccionarse en el más alto grado posible porque nadie va a hacer por nuestro movimiento lo que nosotros no hagamos. Es algo que debemos tenerlo bien presente. Es por eso que debemos luchar todos los días por perfeccionarnos y por capacitarnos en el más alto grado posible en forma tal que el día que tengamos la responsabilidad de afrontar una tarea difícil estemos en condiciones mentales e intelectuales de hacerla con éxito. Hay algunos que van al extranjero y que en Italia, por ejemplo, se detienen a observar la torre inclinada de Pisa, cuando hay cosas mucho más interesantes que ver que eso. Se puede observar cómo está organizada la industria, el comercio, las fuerzas del trabajo y los gobiernos, todo ello contribuye a apreciar un panorama de conjunto muy superior. Ese es el libro de la vida que nos enseña y nos 117 enseña muy agradablemente. Señores, sigan este consejo que algún día me lo agradecerán. En otro orden de cosas, deseo decirles que si tienen alguna necesidad, porque no se abandona el país y todas las cosas que se tienen él tan fácilmente por un lapso largo, piensen que nosotros, podemos ayudarlos durante sus ausencias de la misma manera que podemos resolverlas cualquiera antes de partir; de manera que estén tranquilos. El compañero Malvicini43 se ocupará sobre los problemas que les pueden quedar aquí y él me los presentará para solucionarlos. Les digo esto por varias cosas que han pasado. Hay algunos a quienes no les asienta el clima. Si les hace mal el clima, hay muchos lugares a donde los puede cambiar. En este sentido, piensen que cualquier cosa se arregla y se soluciona de la mejor forma. Conviene, además, que lleven la mayor cantidad de antecedentes posibles y todas nuestras publicaciones para que tengan a mano la bibliografía necesaria para consultar en ella cualquier cuestión de doctrina o de otro aspecto. De la misma manera, conviene mantener un permanente abastecimiento de esos materiales para que el personal esté informado. Muy bien, nos volveremos a ver en fecha próxima y, si yo puedo, también los invitaré a la quinta para comer un asado.
1949-02-05
En una comida en honor del Coronel Mercante, Presidente de la Convención Nacional Reformadora de la Constitución
Señores Convencionales: Yo debería dar gracias todos los días a Dios por los momentos que me está permitiendo vivir al lado de las fuerzas peronistas que, cada día, obligan más a mi reconocimiento y a mi gratitud. En ustedes, en sus manos de hombres responsables, están confiados la organización y el discernimiento de la libertad argentina para todos los ciudadanos. En sus manos de hombres responsables y en sus conciencias de hombres de bien, descansa la confianza de los argentinos. Y el Partido Peronista, a quien ustedes representan, enfrenta las soluciones del presente y del porvenir con la fe puesta en la grandeza de la Patria, por la que todos trabajamos y por la que todos descontamos verla grandiosa y luminosa en el futuro. No se aprecia bien la historia cuando se la está viviendo. Pese a ello, los que pertenecemos al movimiento peronista tenemos la inmensa satisfacción de poder decir que con nuestra intervención en la Asamblea Constituyente ofrecemos lo mejor que el partido puede poner en sus filas para luchar por nuestra soberanía, por nuestra libertad económica y por nuestra justicia social. Es con orgullo que presentamos un cuerpo homogéneo de hombres que piensan con un ideal superior y que sienten con un corazón templado en nuestra causa, que es la causa de la Patria y del pueblo argentino. Con inmensa satisfacción vemos sentados en esta mesa a todos los sectores del pueblo argentino, y así, al lado de los ministros de la Corte y de profesionales, a los hombres que ganan su jornal en la modesta 119 tarea diaria, pero con cuyo trabajo mancomunado a la acción de los demás se elabora la grandeza de la Patria. Es quizá por primera vez en la historia de todos los pueblos de la tierra, que se asiste al magnífico ejemplo de una democracia integral, que encara los problemas con un mismo objetivo. ¿Cómo no hemos de decir con orgullo que estamos realizando la unidad nacional de la que tanto se ha hablado y por la que tan poco se ha hecho? ¿Cómo no hemos de estar orgullosos de ser nosotros, los elegidos por la Providencia para unir a todos los argentinos sin divisiones que se oponen a esa democracia que propugnamos y defendemos? Nuestra felicidad es inmensa cuando podemos compartir el pan, la dignidad y los honores con todos los argentinos sin distinción de ninguna clase. Señores: Quiero agregar a estas expresiones de agradecimiento a la Providencia y a todos ustedes que hacen posible la marcha de nuestro movimiento, mi palabra también de reconocimiento al homenajeado de esta noche, al señor Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, coronel Domingo Mercante.46 De sus méritos, de sus calidades y de sus cualidades podría hablar días enteros, pero basta un solo recuerdo de su actuación en nuestro movimiento y a mi lado. Cuando el 13 de octubre de 1945, salía yo de Buenos Aires, en viaje imprevisto, me acompañó hasta el puerto para despedirme. Durante el trayecto, me recordó a muchos de nuestros hombres, que acaso tentados por otras ambiciones, habían defeccionado de la causa. Con amargura y con dolor, me recordaba algunos hechos ocurridos en los últimos días. Al darle la mano para despedirme, le dije: ¡No se preocupe usted, Mercante, porque yo soy más feliz que todos ellos: 120 por los menos, yo tengo un amigo! Compañeros convencionales: Deseo terminar mis palabras con una evocación y con un elogio. La evocación es la que ustedes formulan todos los días al iniciar su trabajo: nuestra Patria y nuestra causa. El elogio es el que hago a la magnífica labor que están realizando, a la colaboración incesante con que ustedes cumplen estas difíciles e históricas tareas, a la disciplina con que actúan y a los éxitos que ya han comenzado a cosechar en la defensa de nuestros ideales. Pensamos, señores, que esgrimimos la verdad y con ella vamos a ir adelante, pese a quien pese.
1949-02-18
En la entrega de diplomas a los nuevos Agregados Obreros
Queridos compañeros: Por segunda vez asisto a un magnifico acto de esta naturaleza, de afirmación de nuestra justicia social puesta en marcha por nuestro movimiento. En primer término, quiero hacer el elogio de los Agregados Obreros que han desempeñado su labor en el extranjero, con una conducta y una capacidad superior a toda ponderación. De ese resultado surgen nuevas promociones de agregados obreros de nuestra escuela de capacitación, y surge también de ello la más inmensa satisfacción que puedo experimentar al ver que nuestros muchachos en el extranjero están dando el ejemplo de esa capacitación y de esa conducta. Es por eso que esta noche me siento inmensamente feliz al contemplar el panorama del pueblo trabajador argentino que, por sus sentimientos, capacidad y su honradez, podría ser también el ejemplo de todo el pueblo argentino. Siguiendo esas orientaciones espirituales, y cumpliendo los postulados que está fijando con su palabra y su conducta, le podríamos decir al pueblo argentino: mirad a vuestros hijos humildes y en ellos encontraréis la norma de vuestra conducta. Pero tenemos por delante una larga tarea que cumplir; tenemos muestras de mucha perseverancia y aún de sacrificio. Los caminos que conducen a la felicidad de los pueblos no se alfombran de flores ni de placeres, sino de sacrificios y de abnegación. Nuestro pueblo, glorioso en todos los aspectos; nuestro pueblo sufrido y valiente en todas las muestras que nuestra historia presenta a la contemplación de 122 propios y extraños; nuestro pueblo grandioso en sus valores espirituales; nuestro pueblo virtuoso; nuestro pueblo bueno está dando estas muestras de que de sus filas pueden salir hombres sobre los cuales habrá que constituir y construir la futura grandeza de esta tierra. Los compañeros que tan felizmente terminan sus cursos de capacitación para esparcir por el mundo el perfume de esta gloriosa y querida patria argentina; los compañeros que han de llevar a todas las latitudes de la tierra el sentido y el sentimiento de este nuevo pueblo argentino que nace a la luz de una Nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana, y que lo puedo proclamar a los cuatro vientos, podrá llevar nuestra palabra, nuestra amistad, nuestra honradez y nuestra verdad para mostrársela con la frente alta y el corazón henchido de orgullo nacional a todos los hombres de la tierra y decirles: ésta es nuestra verdad. Ésta es nuestra verdad que no se compra ni se vende; ésta es la verdad de un pueblo que ha decidido su destino y está dispuesto a hacerlo triunfar aunque para ello sea necesario cualquier esfuerzo y cualquier sacrificio. Quiero agregar algunas palabras para esos dilectos compañeros que festejan hoy la colación de grados de su capacitación para representar al pueblo trabajador de la República en todas las naciones amigas y hermanas que nos sepan comprender y querernos con la misma amplitud, el mismo desinterés y la misma honradez con que nosotros las queremos. El Agregado Obrero –como se ha dicho esta noche– va hacia esos pueblos a ofrecer nuestra amistad, a corregir el anacronismo de todos los tiempos cuando las relaciones eran de cancillería a cancillería, de hombre a hombre o de gobierno a gobierno. Nosotros interpretamos la verdadera amistad de los pueblos cuando hay amor de pueblo a pueblo. Hoy mismo observamos el triste espectáculo de un pueblo que ama nuestro pueblo; de un pueblo que está unificado en el sentimiento de su nacionalidad con nuestra nacionalidad; y, sin embargo, vemos fructificar mediante la paga de una prensa venal una campaña para enemistar a los pueblos. Señores: Esto es triste, esto es trágico, pero es trágico para los que realizan esa campaña y no para nosotros que no nos ocupamos de la vida ajena. Esto es lo que queremos que nuestros Agregados Obreros lleven a todas las latitudes de la tierra. Aquí hay un gobierno respetuoso de los demás pueblos, 123 que no tendrá jamás la pretensión de intervenir en sus asuntos ni de apañar a los que se encargan por la radio o por diarios de varios países, en insultar al pueblo argentino o en insultar a sus gobernantes. Ese respeto lo queremos imponer con el ejemplo y pueden seguir en sus campañas difamatorias, pueden seguir los diarios vendiendo su propaganda y sus noticias para atacarnos. Los diarios argentinos, Dios sea loado, no entrarán en esa clase de compras y ventas, no atacarían jamás a un pueblo amigo. Por eso, nuestros muchachos Agregados Obreros luchan con una sola arma, que es la verdad. He dicho muchas veces que el que monta la verdad no necesita espuelas. Esta acción de hacer y conocer la verdad, de establecer una estrecha amistad y comprensión entre los pueblos, de ayudar en todo cuanto sea posible para que los pueblos sean más felices, de respetar y de inspirar respeto, de sembrar la verdad practicándola, de sentir la verdad diciéndola, de establecer el ejemplo practicándolo, es lo que nuestros muchachos esparcen a lo largo de todos los continentes de la tierra y, a fe mía, que lo esparcen bien porque he tenido quejas de toda naturaleza, pero jamás he tenido una queja de un Agregado Obrero. Cuando se presencian espectáculos como el que estamos viendo en este instante, ¿quién puede dudar de que nuestro movimiento es ya invencible en esta tierra? ¿Qué han de ofrecernos los comunistas o los socialistas que no nos hayan ofrecido ya y nos hayan engañado? ¿Qué han de ofrecernos esos señores maestros en la perturbación y en la insidia, pero incapaces de construir nada sobre la tierra? ¿Por qué ellos, que se pasaron la vida haciendo discursos y engañando el favor del pueblo para traicionarlo, no hicieron antes lo que nosotros estamos haciendo? Y todos estos otros señores que hoy hablan de la independencia económica y de que voy a entregar el país al extranjero, que voy a contratar empréstitos y que voy a poner la economía argentina al servicio de economías extranjeras; ¿a mí no me lo dicen? Reflexionemos sobre si puede haber un cinismo semejante. Ellos, que durante un siglo vendieron todo lo que había de vendible en este país; ellos, que no nos vendieron a nosotros porque no habíamos nacido, ¿van a venir ahora a decirle el pueblo argentino que yo lo voy a vender? Si esto no fuera grotesco, resultaría 124 gracioso; pero ni siquiera es gracioso porque es demasiado grotesco. Que ellos se transformen ahora en profesores de una moral cuyas virtudes claudicaron y corrompieron sin excepciones; ellos, que faltaron a todas las banderas de la tierra; ellos, que vendieron de todas las maneras a la nacionalidad, quieran dictarnos clases de moral patriótica, es simplemente grotesco. Pero, señores, su historia ya está escrita en la memoria y en la conciencia del pueblo argentino que ha dado definitivamente su veredicto. Tal veredicto es la sentencia definitiva de muerte civil a todos esos señores que hoy hablan de una moral que desconocen intentando propugnar medidas que no fueron jamás capaces de tomar. Señores, yo estoy tranquilo. El problema argentino lo conozco profundamente. Sé bien cuál es nuestra situación y sé, también, cuáles son los objetivos que perseguimos. Estoy decidido a alcanzarlos y puedo anticipar que no habrá en la tierra fuerza capaz de impedir que este país alcance sus objetivos. Compañeros: Analicemos muy brevemente cuáles son esos objetivos y en qué estado se encuentra nuestra marcha hacia ellos. En el aspecto político, han sido ya superados y falta consolidarlos. Hasta el 24 de febrero49 pensaban en oponernos batalla y la opusieron. Los resultados los conocemos todos, y ellos fueron confirmatorios de la batalla anterior del 17 de octubre, cuyos resultados los conocemos también. Y eso debe persuadirlos para el futuro de que el 17 de octubre y el 24 de febrero fijan dos fechas definitivas que les demuestran que ni por las malas ni por las buenas pueden con nosotros. Anunciamos que el fraude terminaría en la República y el fraude terminó. Anunciamos que habíamos de cambiar la sensibilidad política y la hemos cambiado. Hemos hecho ya desaparecer el comité, la empanada, el vino y el juego. Estamos barriendo ahora con otro mal mucho mayor; el caudillo político, que también muere. Y así, señores, hemos de ir terminando una por una todas las lacras que nos legaron esos políticos, que hoy conversan y difunden rumores, hasta que el panorama político argentino sea una verdadera democracia y no una mentida democracia al servicio de cuatro vividores. Los políticos –estos no son políticos sino politiqueros– han visto que cuando presentan batalla no les va bien; entonces, ahora, se dedican a hacer la guerra 125 de guerrillas. Las armas que emplean son la mentira, la insidia, la calumnia y los rumores que hacen circular. Ellos creen que porque digan que el General Perón está preso, el país ya no tiene gobierno. Yo me encontraba tomando la primera semana de descanso que me tomo desde que estoy en el gobierno y una mañana me llevaron a San Vicente una noticia. Me dijo el mensajero, que era uno de mis allegados de la Casa Militar, ¿saben lo que dicen? Que usted está preso. Y yo le dije, “magnífico, mientras no sea cierto”. Otro rumor que difunden en esa campaña, es el que dice: Perón es bueno, los malos son los colaboradores. Pero ellos olvidan que Perón no conserva a su lado un minuto a un colaborador que no sea bueno. Toda esta campaña que esos charlatanes vienen desarrollando como en la feria cuando le quieren vender a uno papa por batata o pollo por gallina, podrá engañar quizás a algún pobre ingenuo, pero no a la dueña de casa que cocina todos los días, y el pueblo es una dueña de casa que ha cocinado a muchos políticos como para no conocerlos. Con respecto al asunto económico, la República Argentina está en bancarrota dice una revistita del Atlántico Oeste. Otros dicen que las acciones bajan en la Bolsa y que hay mucha gente que se perjudica; los especuladores, naturalmente, pero también es gente. También es gente, pero el que va a jugar a la Bolsa, como el que va a jugar a la ruleta, tiene que correr el pequeño riesgo de perder lo que lleva, y nadie se queja; cuando mucho se pega un tiro, pero no se queja. Eso cuando se trata de buenos perdedores. Dicen que el peso vale un veinte por ciento menos, que no tenemos moneda fuerte, como la llaman ahora –ha vuelto el peso fuerte otra vez–; que la República Argentina se va a detener y, si se detiene, quedamos todos como estamos; que todo lo que habíamos prometido no lo hemos realizado; que el Plan Quincenal no se cumple; que las obras públicas no se levantan; que los gasoductos no se construyen; que la flota mercante no la compramos; que los ferrocarriles no son argentinos; que los teléfonos tampoco; que los puertos no son nuestros; que el Banco Central sigue siendo extranjero. Y qué voy a decir yo. ¿Qué no es cierto? Todo el pueblo sabe que eso no es cierto. 126 Pero yo me pregunto una cosa. Cuando la República Argentina estaba bien en su economía, llegamos a deber doce mil quinientos millones de pesos; y hoy no debemos nada, hemos pagado todas nuestras deudas externas. Perdíamos todos los años doscientos a trescientos millones en los fletes marítimos, ahora los barcos son nuestros y los usamos. Con los ferrocarriles sucedía una cosa semejante, porque doscientos a trescientos millones eran los dividendos anuales, ahora los ferrocarriles son nuestros y el Secretario de Transporte me dice que se empieza a ganar plata. Los teléfonos representaban otros ciento y tanto millones, ahora son nuestros y quedan acá. Los seguros significaban otros doscientos millones, ahora quedan acá. Los reaseguros daban cien millones que también quedan en el país. Cuando la plata queda estamos mal y cuando se iba a engrosarla bolsa de los que la defienden, estábamos bien. Yo pregunto: ¿Es posible sostener con un gramo de juicio, de buen juicio, que la República Argentina está económicamente mal porque el peso ha bajado en un veinte por ciento y que estaba bien cuando todos los servicios públicos, los puertos, la flota, el banco, eran extranjeros? Qué nos importa que el peso valga un veinte por ciento menos con relación a las monedas extranjeras si nosotros tenemos en casa todo eso que antes representaba muchos miles de millones al año que se iban al extranjero. Precisamente esos, que critican nuestra acción económica porque hemos restituido al país todos esos bienes que ellos habían enajenado en sus buenos tiempos, dicen que vamos a entregar el país al extranjero. Si soportamos una verdadera guerra económica, es porque hemos asegurado la independencia económica del país; si soportamos una verdadera guerra económica desde todos los rincones, es porque no vendemos el país. Éste es un problema que podría terminar en una hora. Sería suficiente que yo dijera a ciertas personas que seguimos como antes y esto se arregla en seguida. Pero Dios me ha puesto sobre esta tierra para la independencia y la libertad del pueblo argentino y no para venderlo ni para esclavizarlo. Si alguna vez siendo yo Presidente de la República tuviera que firmar un compromiso que nos hiciera perder esa independencia conquistada, o hiciera peligrar la felicidad del pueblo argentino, no sería yo quien lo firmara y antes me pegaría un tiro. Que lo firmen ellos, porque sé que si no les tembló la mano cuando vendieron al pueblo argentino, no les va a temblar ahora para esclavizarlo de nuevo. 127 Compañeros: Hemos cumplido y estamos cumpliendo todos los objetivos económicos. La situación económica de la República Argentina es tan buena, tan segura y tan floreciente como en sus mejores tiempos. Ahora tenemos más cosas argentinas y mayor libertad para disponer de ellas. Tenemos la seguridad de poder enfrentar con éxito cualquier lucha económica y, si es necesario, le pediría al pueblo argentino que se sacrifique, y se sacrificará o me voy a mi casa. Pero no va a llegar la sangre al río. En el aspecto social, qué les puedo decir a los trabajadores argentinos de lo que hemos hecho por mejorar no sólo su condición material sino su dignidad. ¿Cuándo los habían considerado? Los miraban como a un perro en la calle o los utilizaban para llevarlos a los sucios comités de sus sucios políticos pero jamás para defenderlos y dignificarlos en ninguna parte. Nos propusimos elevar la cultura social, y los compañeros que han hablado en este acto nos están demostrando si hemos o no cumplido con ese postulado de la Revolución. Nos propusimos elevar las condiciones de trabajo y la dignidad del trabajador y ustedes saben mejor que yo si lo hemos logrado. Nos comprometimos a humanizar el capital y se ha humanizado en parte, pero se va a humanizar totalmente. Señores: Ustedes ven que los postulados básicos enunciados como objetivos de nuestro movimiento se han cumplido todos, nos falta consolidarlos y, para ello, se necesita una sola cosa: que el pueblo se mantenga firme y unido, que tengan confianza, que no pierda esa fe que me ha dado a mí porque yo he de saber cumplir con mi deber. Yo soy hombre de otra política y no de la que nos tenían acostumbrados ciertos señores, y si yo no pudiera cumplir los llamaría a todos para decírselo, pero no los engañaría como era el artificio y el arbitrio de los políticos, quienes cuando no podían cumplir engañaban al pueblo. Yo no lo voy a engañar. Compañeros: Que sea ésta la última clase que pueda impartir a nuestros queridos camaradas que, dentro de poco tiempo, nos dejarán para ir a cumplir su apostolado en otras regiones de la tierra; que sea esta lección, la lección de la honradez; de 128 la verdad, del sacrificio y de la abnegación; que sea ésta la lección de abatir lo injusto y levantar lo justo, la virtud de defender los valores morales y despreciar los viles valores materiales de las monedas de todos los países que intenten la conquista por el hambre y la miseria. Que sea la verdad del tiempo nuevo, que sea la verdad argentina, que la hemos hecho relucir en esta Patria y que la hemos de enastar en su cielo para que si alguno, tan infame y miserable, pudiera dudar de la honradez que alienta nuestros designios, mire a ese cielo, se refleje en esa verdad y avergüence su conciencia para no transmitir a sus hijos que es miserable o un bandido.
1949-02-23
En un agasajo de los ferroviarios al coronel Domingo A. Mercante
Compañeros: Yo tengo una infinita satisfacción de haber podido compartir esta amable mesa de amigos y de viejos camaradas para rendir un homenaje al coronel Mercante. Para adherir a él, empleo simplemente las palabras de un viejo amigo y compañero. Cuando yo debo hablar del coronel Mercante, sea en el campo de la íntima amistad como en el campo político, me siento en cierta manera cohibido, porque el coronel Mercante y yo somos casi una misma persona. De modo, señores, que los homenajes que le tributan nuestros amigos, me alcanzan en cierta manera y como no me gusta hablar de mí mismo, hablo también siempre muy poco de Mercante. Señores: Para mí este homenaje tiene el alto significado de la consecuencia inalterable de este gremio tan benemérito dentro de todas las organizaciones obreras de nuestro país. Yo no olvido ni olvidaré jamás que los ferroviarios fueron los hombres que lucharon con igual tesón a nuestro lado en las horas tranquilas o en las horas inciertas de nuestro movimiento. Yo no olvido ni olvidaré jamás que a esta misma casa llegamos con Mercante el mismo día que llegamos a la Secretaría de Trabajo y Previsión y que la vida de esta casa es una vida paralela a la de la Secretaría de Trabajo y Previsión. Por tal razón, el recuerdo amable de esa casa de tan duro luchar y batallar está ligado a la lucha de esta casa en la que los ferroviarios nos dieron la inmensa satisfacción de poder sentirnos compañeros de lucha y de trabajo en las horas inciertas. 130 Hace pocos instantes el compañero López52 ha dicho palabras que obligan al reconocimiento de los gobernantes argentinos. Ha pronunciado palabras de apoyo, de solidaridad de la clase trabajadora argentina, sin cuyo apoyo y sin cuya solidaridad nuestro movimiento quedaría sumido en el vacío. El movimiento argentino es eminentemente popular y, por esa razón, es eminentemente obrero y, como también lo ha dicho López, están llegando horas de hablar claro y yo agregaría a esto: de obrar decididamente. Compañeros: Es interesante que yo pueda hacer en el seno de esta amable reunión un ligero examen del significado “hablar claro y obrar con decisión”. Nuestro movimiento, nacido al calor de esas primeras reivindicaciones, está llegando a una etapa de superación que no puede ser fácilmente tolerada por aquellos que van perder la última esperanza de poner una traba infranqueable a nuestro movimiento. En este sentido, si analizamos rapidísimamente la situación, podremos establecer que la superación total de los objetivos políticos trazados en nuestra reforma se ha realizado ya. Si pensamos que los objetivos sociales delineados en nuestros primitivos planes de la Secretaría de Trabajo, y que constituían la etapa fundamental de la reforma social, han sido ya superados en su mayor parte; si pensamos que los objetivos económicos, que también estructuramos en la reforma proyectada con nuestro arribo al gobierno, han sido en su mayor parte superados, es lógico que pensemos que nuestros adversarios, frente a la superación de tales objetivos, se opusieran a la consolidación de los mismos mediante una lucha anti–reforma de la Constitución. En esta lucha fueron nuevamente derrotados, como fueron vencidos el 17 de octubre, el 24 de febrero y en todas las elecciones. Difícilmente se perdona a las agrupaciones políticas o sociales que obtengan éxitos tan decisivos durante tanto tiempo sin que alguien salga al cruce a presentarles lucha. Nuestros opositores son hombres enconados, sin escrúpulos de ninguna naturaleza, que emplean las armas más innobles que puedan encontrarse en el campo político. Son hombres obcecados que, con tal de vencer en esta lucha, serían capaces de aliarse con el diablo y, quizá peor que con el diablo, porque el diablo podría ser argentino, en cambio, ellos se alían con el diablo extranjero. 131 ¿Qué es lo que sucede en el campo político? Hasta ahora nuestra acción realizada con decisión y rapidez obró por sorpresa, y sorpresivamente le fuimos arrebatando una por una todas las conquistas que representan los objetivos económicos, sociales y políticos que estamos consolidando en la Constituyente. Esos objetivos fueron arrebatados por nuestra acción decisiva y decidida de hombres de lucha. Pero, durante ese tiempo, todo ese núcleo de que hablo y que representa la flor y nata de todo el desplazamiento político ocurrido en nuestro país ha tenido tiempo para organizarse y organizar una lucha en contra del movimiento revolucionario. ¿En qué consiste esa lucha? Es muy simple. Ellos presentaron batalla el 17 de octubre y fueron aniquilados; la volvieron a presentar el 24 de febrero y fueron derrotados, y así sucesivamente hasta la última elección para la Constituyente, batalla en la que también fueron aniquilados. Se han dado cuenta de que, frente a nosotros, la lucha de conjunto le será adversa por mucho tiempo, por lo menos. Entonces, recurren a la guerra irregular, a la lucha irregular, caracterizada por ese rumoreo, por ese tipo de murmuración a que nos tienen acostumbrados las comadres de barrio, quienes no pudiéndose vengar abiertamente, se conforman con el cuchichear al oído de los demás, la calumnia, la insidia, el rumor o la mentira. Es la forma de lucha de los incapaces que está demostrando palmariamente que esta gente no es capaz de la lucha abierta, y esto ha de decidirse en la lucha abierta, lo que equivale a significar que, en esta clase de peleas, ya hemos vencido, porque no tenemos delante de nosotros capacidad de lucha, sino incapacidad manifestada en el chismorreo permanente con que quieren estos señores minar los pétreos cimientos sobre los cuales hemos afirmado definitivamente nuestras conquistas. Compañeros: Estaría demás que explicáramos la razón de ser de todos esos chismes y rumores que circulan y que evidencian la incapacidad material y moral de nuestros adversarios y que califica su estado espiritual y su descomposición de espíritu. Esto sería dar por el pito más de lo que el pito vale. Sin embargo, si ellos han renunciado ya a la lucha abierta para enfrentar una masa con otra masa, no quiere 132 decir que no las hemos de enfrentar en el campo de lucha en que ellos se presentan. Sería un error de nuestra parte. Los vamos a luchar y los vamos a pelear en el campo que ellos elijan y con las armas que quieran. Lo importante es que sepan que, hasta ahora, no hemos salido a la palestra porque hemos despreciado sus magras fuerzas y sus miserables posibilidades. Pero hemos de hacerles el juego y saldremos a lucharles en el medio que ellos creen que más les es propicio, aunque, naturalmente, no habremos de descender a emplear las mismas armas que ellos están empleando. Nosotros tenemos un arma que es como mostrarle la cruz al diablo: la verdad. Les mostraremos la verdad y van a salir disparando igual que el diablo cuando está escaldado. Esta lucha había que esperarla. ¿Cuál es, en pocas palabras, el desarrollo de nuestro programa de acción? En lo político, los hechos consumados; en lo social, también; pero lo que más les duele no es ni una ni otra cosa, es lo económico, porque ellos tienen, como he dicho muchas veces, la víscera más sensible en el bolsillo. En este aspecto, cuando nos hicimos cargo del gobierno no se había realizado todavía la reforma económica. ¿En qué consistía esta reforma económica? Lisa y llanamente en la conquista de la independencia económica. Palabras simples de decir, hecho muy difícil y azaroso de cumplir. Nuestra independencia económica, he dicho muchas veces, tiene dos etapas. La primera es la de recuperación económica. La segunda, la consolidación de la economía interna y el aseguramiento de la independencia económica en lo internacional. Si hace veinte o [hace] cinco años, un iluso como yo, les hubiera dicho a ustedes, dentro de tres años vamos a comprar los ferrocarriles, vamos a pagar la deuda externa, a comprar una marina mercante de un millón y medio de tonela das, vamos a argentinizar los puertos que son extranjeros, a comprar las compañías telefónicas, a nacionalizar los seguros y reaseguros, a nacionalizar el Banco Central, vamos a eliminar los pulpos que están medrando a costilla de nuestros agricultores, vamos a poner en vigencia una Constitución que obligue a terminar con el latifundio en forma legal, vamos a entregar la tierra quien la trabaje… ¿Qué hubieran dicho ustedes? Este está loco. Pues, señores, eso está hoy realizado. Si hace veinte o [hace] cinco años hubiera dicho yo eso antes de realizarlo, 133 hubieran dicho que éste es un estúpido, ignorante y petulante. ¿Cómo hemos realizado eso? Merced a echar mano de todos los recursos que fueran posibles porque las grandes empresas imponen grandes sacrificios. Sin embargo, apuesto al que quiera que ningún argentino ha sentido todavía el sacrificio por haber realizado una obra tan magna y tan extraordinaria como la que acabo de enunciar. Esta es la verdad, es la verdad humilde que nadie puede discutir, que nadie puede deformar y que nadie, que no sea un mentiroso, puede negar. ¿En qué consistía el sacrificio que los argentinos debíamos realizar como precio de esta magna empresa de recuperación nacional? Para hacerla, confieso que hemos negociado nuestra producción a mejores precios que los que antes se negociaban, y aquellos señores a quienes antes le cobrábamos 6 pesos por el quintal de trigo y hoy le cobramos 60, están disgustados. Precisamente ellos que durante cien años nos hicieron lo mismo. ¿Qué de malo tiene que nosotros hayamos procedido así con ellos durante tres años? Esta es la realidad, pero los efectos son más graves que la realidad. Indudablemente, en estos tres años hemos conseguido nuestros objetivos, pero tenemos que sostenerlos ahora contra los enemigos de adentro y de afuera. Enemigos de adentro caracterizados por esos señores que ya no pueden medrar a costa del hambre y de la necesidad del pueblo argentino; por esos señores que no pueden especular sin quedarse en la calle como les está sucediendo hoy. Eso levanta resistencias en el orden interno a las cuales nosotros tenemos que hacer frente. No han de ser todas flores en esta acción; habrá también espinas y nos espinaremos con gusto si merced a esos espinamientos podemos sacar adelante las conquistas alcanzadas. Pero lo más malo no está en eso; lo más malo está en que los argentinos de adentro están aliados a los que, desde afuera, nos hacen la guerra económica para castigar la osadía argentina de haber querido creer que éramos capaces de disponer que la riqueza argentina sea para los argentinos. Señores: Desde 1810 a 1823 la Argentina vivió una etapa como la actual. Como noso134 tros, soñaron aquellos hombres; como nosotros, se revolucionaron; como nosotros, fueron a Tucumán y declararon la Independencia y, más adelante, lucharon y murieron por mantenerla y afirmarla. No creo que el pueblo argentino haya descendido tanto que, después de haber ido a Tucumán a jurar esa independencia, no sea capaz de morir, si es necesario, por ello. Vivimos una nueva etapa histórica; lo que muchos argentinos no han comprendido, todavía, es que estamos viviendo una nueva epopeya. Los argentinos que no lo hayan comprendido así, son hombres que no están a la altura de su época. Los hubo también antes, y los habrá ahora; pero lo que sí puedo asegurar es que este movimiento podría fracasar por falta de apoyo. Nosotros debemos asegurarle ese apoyo. Personalmente no hablo con ningún otro interés que no sea el bien del pueblo. No hablo con ninguna otra intención que no sea el bien de la Patria. Un hombre que ha llegado a la situación a que yo he llegado, frente a esa inmensa responsabilidad, no va a pensar en las pequeñeces de nuestras luchas políticas internas o externas del movimiento. Yo sólo pienso en esa causa superior que es la de todos los argentinos, estén con nosotros o estén en contra de nuestro movimiento, porque también hemos de hacerle el favor de que se quiten de encima el estigma de la traición y del dolor de no haberse sentido argentinos cuando era necesario sentirse argentinos por encima de todas las cosas. Afortunadamente, el pueblo argentino tiene una clase trabajadora con valores morales íntegros. En ella descansa la base fundamental de esta lucha por salvar al pueblo argentino de las amenazas de retorno a una época de triste memoria. Ella será artífice de su propio destino. Es el pueblo el único que puede salvar al pueblo. No lo salvo yo ni la suerte; lo salva el sacrificio. El sacrificio que ese pueblo realiza con su trabajo y abnegación. Y podríamos asegurar que si la clase trabajadora y el pueblo argentino en general, no supieran sostener la bandera que ha enarbolado, lloraría lágrimas de sangre en el futuro, o lo podríamos repetir cuando lo haga, como decía aquel viejo español: lloras como una mujer lo que no supiste sostener como un hombre. Sin embargo, nuestro pueblo no está templado para esas posibilidades; está de pie, listo a luchar, como lo he visto siempre, con la decisión y la honradez de siempre, con la lealtad y la fe con que lo vi el 17 de octubre enarbolar las banderas argentinas para luchar. He pedido hasta ahora a los trabajadores argentinos una cosa que todos re- 135 cuerdan: del trabajo a casa y de casa al trabajo. Dentro de pocos días más he de pedirles que salgan a defender nuestra causa, allá donde sea necesario. Entonces, han de ver nuestros adversarios que, con toda tranquilidad y sin violencia de ninguna clase, pero con razones grandes como una casa, hemos de demostrarles que donde ellos lanzan un rumor nosotros sabremos reemplazarlo con una verdad o un sillazo, si es necesario. Hemos mantenido la extremada prudencia que nos es característica y que no hemos de reaccionar sino frente al ataque. No somos hombres de provocaciones, somos, sí, hombres de lucha, y lucharemos cuando haya que hacerlo, hasta el último aliento y con la más terrible decisión. Esto es lo que deben saber nuestros adversarios. Iré caracterizando a nuestros adversarios en todas las futuras conversaciones que yo realice. Nuestros adversarios están caracterizados en tres grupos bien determinados: Primero: los adversarios políticos, representados por los dirigentes de los partidos Radical, del Comité Nacional; Conservador o Demócrata Nacional, como se llaman algunos; Demócrata Progresista y etc., etc., ya desahuciados por el pueblo argentino, pero cuya reacción en la forma que los conocemos ha de seguirse produciendo. Actúan en el campo político disfrazados de dirigentes de una masa que ya no pesa y, a menudo, disfrazados de legisladores. Segundo: los adversarios económicos, representados por los consorcios del capital internacional, muy conocidos por nosotros algunos, por parte de las que antes se llamaban fuerzas vivas y que todavía quedan recalcitrantes en el campo adversario y una cierta parte de la oligarquía. A ésta última tenemos que esperar que muera para que termine. El tercer grupo es el de los pseudo-ideólogos, comunistas y socialistas. Dos agrupaciones internacionales que se las traían, pero ahora, felizmente, se las ven venir. Es lógico que estos señores actúen en el campo gremial, muchas veces disfrazados de peronistas, pero hay que decirles, como a las mascaritas del carnaval, ¡sacate los bigotes, que ya te conocemos! Estos señores, que actúan disfrazados o infiltrados –como dicen ellos– creen todavía que es posible desorganizar nuestra 136 masa popular mediante una acción de perturbación, aprovechando la falta –diremos así– de interpretación de nuestro movimiento por parte de algunos sectores que aún les quedan como baluarte. Sin embargo, deben de saber que si durante cuarenta años no hicieron en este país absolutamente nada, cuando este país era un caldo magnífico para todas las perturbaciones, cómo van a realizarlas hoy que hemos llevado a cabo lo que ellos decían que había de realizarse. Van llegado días de hablar claro, dijo el compañero López, y yo comparto totalmente esas magnificas palabras de decisión. Hemos de hablar claro y de obrar decisivamente. Ésta es la palabra de orden. Yo he de decir próximamente cómo lo vamos a hacer. Mientras llegue ese momento, de casa al trabajo y del trabajo a casa. Señores: Recuerden que en este momento nosotros no tenemos por qué estar enojados; los que deben estar enojados son ellos, porque de todo lo que ellos se proponían hacer no han hecho nada, y todo lo que nosotros nos habíamos propuesto realizar lo hemos hecho. De manera que si alguno ha de estar enojado, porque el destino o la suerte no les ha hecho salir las cosas como esperaba, estarán ellos y no nosotros. Hemos de luchar sonrientes y no enojados; hemos de realizar una acción optimista y no pesimista; hemos de realizar una obra constructiva, dejándoles a ellos el triste encargo de realizar la obra destructiva. Compañeros: Quiero terminar estas palabras ya un poco dilatadas, recordándoles que debemos estar totalmente tranquilos. No conviene, en los tiempos que corren, que nos asusten con fantasmas o bultos que menean. Somos muchos millones de peronistas dispuestos a jugarlo todo por la suerte del país, frente a unos cuantos obcecados detrás de quienes existe una masa que no tiene ningún entusiasmo por poner el pellejo en peligro; y nosotros estamos decididos a jugarnos, inclusive, el pellejo. Por esa razón yo les pido a ustedes, y ustedes se lo trasmitirán también a los demás compañeros, que estén tranquilos; que esto más bien hay que tomarlo en broma, que no hay que preocuparse demasiado. Yo he de bajar la bandera cuando empiece la carrera y entonces vamos a correr fuerte. Señores: 137 Les agradezco como si fuese en mi propia persona esta demostración que el gremio ferroviario, por intermedio de esta amable asamblea, ha rendido al Señor Presidente de la Convención Constituyente, como asimismo a cada uno de los constituyentes peronistas que nos hacen el honor de su compañía. Ya lo ha dicho mi señora, para mí representan lo más puro y lo más apreciado del peronismo, porque ellos han sido designados en todas las provincias argentinas como hombres de alta responsabilidad, de elevado criterio y de lealtad a nuestro movimiento y a nuestros principios. Esa designación, que en todos los tiempos de la República ha sido la suprema honra de esta democracia argentina, alcanza a todos esos constituyentes para quienes, en esta oportunidad, pongo con mis saludos el reconocimiento que el Partido Peronista debe a esta pléyade de hombres que están cumpliendo con este sagrado deber patriótico de dar a nuestra Patria una Constitución que sea realmente libre dentro del concepto de nuestra libertad; que sea realmente justa, dentro de lo que nosotros hemos anunciado. Entendemos poco de leyes, pero entendemos mucho de justicia. Señores: Para todos los ferroviarios, para todos los constituyentes, para el señor presidente de la Convención y para todos los trabajadores argentinos, una sola palabra que sintetice en nuestro lenguaje popular el momento de observación de la hora: unidos y alerta.
1949-02-24
Conceptos pronunciados ante representantes de gremios obreros
Me resulta sumamente grato reunirme con ustedes y, en pocas palabras, exponerles la realidad del panorama nacional. Trataré de considerarlo en una conversación para que sepan qué pienso yo, qué piensa el Gobierno y el Partido Peronista sobre esta cuestión. Si en algún momento nosotros podemos estar decididos a iniciar una acción persistente sobre los objetivos trazados, tiene que ser éste, porque la situación, cualesquiera sean las características, no ha sido nunca más favorable que en este momento durante todo el Movimiento. Cuando yo llegué al Departamento Nacional del Trabajo54, me encontré delante de una montaña que tenía que derribar. Piensen ustedes: la oligarquía en el poder, con todo en la mano, un gobierno inconsciente como el que estaba en la Casa de Gobierno, en ese momento, incapaz de comprender el problema del país, insensible a las inquietudes del pueblo trabajador, quizá no por maldad, sino porque no lo interpretaba o pensaba de otra manera. En ese organismo oscuro, rodeado de gente que había trabajado cuarenta años en contra de la clase trabajadora, y con esa mala herramienta tuve que construir un edificio, como si un hombre que se encontrase frente al proyecto de realizar un edificio tuviese para hacerlo solamente una pala rota en la mano. Esa era la tarea que tenía que realizar en la Secretaría. 139 Sin embargo, superamos esa situación. Utilizamos la pala rota para construir el edificio. Primero construimos las herramientas y luego comenzamos a construir el edificio; de manera que esto de hoy en el gobierno es un juego de niños al lado de aquello que realizamos entonces. Luego llegó el momento en que me hice cargo del Gobierno, otro momento de la situación. Todos creían que eran flores. Cuando llegué aquí empecé a hacer la compulsa del dinero que había para mover a este país –porque este país, como todos, se mueve con dinero– y no teníamos ni para pagar a los empleados de la Casa de Gobierno. Esa era la realidad. El presupuesto estaba liquidado. Esa era la situación económico-financiera. La cosecha la habían vendido toda. No teníamos para hacer frente a ese terrible problema nada más que buena voluntad, cosa que tiene poco que ver con la plata. Sin embargo, en ese momento, yo le dije una cosa al pueblo argentino que hubiera sido imposible siquiera pensar hace veinte años, cinco años o cuatro años. El pueblo argentino había llegado a deber a Inglaterra y a Estados Unidos más de 12.500 millones de pesos. Si en ese momento hubiéramos dicho: en estos tres años vamos a pagar toda la deuda que tenemos, vamos a comprar los ferrocarriles, los teléfonos, vamos a comprar una marina mercante de un millón y medio de toneladas para transportar nuestra producción y no depender de otros, vamos a nacionalizar el Banco Central, los seguros y reaseguros y a dar al país un empujón para industrializarlo, y a iniciar una enorme cantidad de obras que son las que van a amasar la riqueza; si eso lo hubiera dicho hace cinco años, todos hubieran pensado: ¡Es un iluso! Si yo me lo hubiera dicho a mí mismo, también habría pensado que era una locura. Sin embargo, todo eso está realizado y lo hemos cumplido. Piensen ustedes todo lo que hemos realizado. Recuerden ustedes mismos, cuando iban a votar qué era lo que sucedía, especialmente los que son de la provincia de Buenos Aires. ¿Ha ganado políticamente o no el pueblo argentino cuando se deciden las cosas por el voto de los ciudadanos, cuando se cumple la realidad de la democracia? ¿Qué democracia había si se obligaba a votar a palos? Nosotros hemos barrido 140 con todo eso. En lo social, al obrero se lo respeta; hoy un obrero vale algo, tiene derechos y no solamente obligaciones, como ocurría antes. Hoy, el obrero no es mirado como “de segunda”. En fin, la obra realizada es sin duda extraordinaria, porque en esto nosotros dimos el gran empujón pensando que con ese empujón, una vez conseguido lo que queríamos, nos haríamos fuertes y obrando con justicia, después nadie nos podría quitar lo conseguido. Lo que hemos realizado se incorporará a la nueva Constitución. Después el pueblo se encargará de hacer respetar su ley y sus derechos. Democracia social El asunto es muy claro. No queremos la democracia liberal de antes, donde el que tenía era todo y el que no tenía era nada. Queremos una democracia social. Queremos producir, consumir, disfrutar o sufrir, pero todos por igual, sin preferencias para nadie. Eso quiero que lo prescriba la Constitución y, una vez hecho, imponerlo con la Ley. Lo demás no me interesa. Hemos dado el gran empujón y ahora queremos que esto se consolide. Esta lucha nos ha acarreado muchos enemigos. En lo social, como es lógico, los capitalistas, que sacaban enormes dividendos y daban una migaja a sus obreros, están contra nosotros. ¿Cómo van a estar a favor? Me decían hoy: ¡Es una cosa bárbara!: Hay un obrero albañil que gana 14 pesos por día, y más allá le ofrecen 20 y luego 30. Yo les digo: “Eso es lo que quiero; eso no se ha producido porque sí, sino que lo provoqué yo. Ese obrero está especulando con la ley de la oferta y la demanda. Faltan brazos y sobran patrones y concesionarios. Entonces, él aprovecha. Antes aprovechaban los patrones y los concesionarios. He dicho que esta situación yo la provoqué. Es claro, porque si yo hubiera ido a la Secretaría de Trabajo y Previsión y hubiera dicho que se aumentaran los salarios, antes de crear trabajo, hubiera habido de doce a quince mil desocupados, y no iba a ser posible aumentar los sueldos. El patrón paga lo menos que puede. Si hay muchos que quieren trabajar y hay poco trabajo, el obrero tiene que conchabarse por lo que le den, antes de morirse de hambre; porque si no viene otro que lo hace en lugar suyo. De nada hubiera valido querer aumentar los salarios y eso 141 lo sabemos todos. ¿Qué hubo que hacer? Provocar la plena ocupación, es decir, que no hubiese desocupados, sino un equilibrio entre la demanda y la oferta de brazos. Cuando eso estuviera equilibrado, el salario también lo estaría. Si sube la demanda de brazos, los salarios subirán correlativamente. Es así como hemos llegado a esto, a la posibilidad de mantener un nivel de salarios que permita al trabajador argentino vivir mejor que antes, y eso llena una parte de las conquistas obreras. Lo otro, es consecuencia de eso; con un mayor salario y un mayor poder adquisitivo, una dignificación en el trabajo. Que el trabajo no sea para nadie una indignidad sino una virtud nacional. En el sentido de la dignificación del trabajo, hemos obtenido bastante y tendremos que obtener más. Dignidad del Trabajador Dentro de la sociedad argentina un trabajador tiene hoy una posición distinta a la de antes. Es consciente y es respetado por su patrón y por sus compatriotas y, en segundo lugar, comparte hasta las tareas del Gobierno, cosa que antes nadie había soñado. De eso nos hemos preocupado, especialmente. Hoy mismo está reunida una convención que va a modificar la Carta Fundamental que tiene el país, que es como su carta orgánica. Más del cincuenta por ciento de los que la componen son trabajadores. Eso para la oligarquía resulta una verdadera afrenta al país, que un hombre “de esos” –según ellos– se puede sentar en la Convención Constituyente. Lo que más ha mortificado a cierta gente es que hayamos metido allí a hombres que, según ellos, no son “decentes”. En este país, antes, para ser decente, había que usar cuello duro, bastón, tener cuatro o cinco apellidos y no haber trabajado nunca. Por eso digo que nuestra acción no solamente se ha reducido a buscar las mejoras materiales, porque ellas son solamente una pequeña parte dentro del orden social. Lo importante es ir imponiendo a la clase trabajadora en todas las esferas sociales, porque yo podría conseguirle enormes ventajas materiales, gran142 des salarios y después, ¿qué? Dejarlos allí en las fábricas, sin tener intervención de ninguna clase en las instituciones del Estado, y cuando yo me fuera, si volviera la oligarquía, le quitaría todo de la noche a la mañana. Lo que yo quiero es la intervención de la clase trabajadora en el Gobierno, en las instituciones, en la labor jurídica, en la Constitución y en las leyes; y que los trabajadores estén metidos en todo eso, porque una vez que entren no los sacan más. Posiblemente, la más grande conquista de la clase trabajadora en nuestro Movimiento, sea precisamente este aspecto y no el otro. El otro es el que se ve más, pero también es más efímero, porque si no se consolida con la intervención de la clase trabajadora desde los puestos donde pueda luchar, todo será inútil. Digo esto, porque a menudo se subalternizan los objetivos que nosotros hemos ido imponiendo en el panorama social. No todo es pan en esta vida. El trabajador debe no solamente sembrar el trigo y amasar el pan, sino conquistar una posición, desde la cual, pueda dirigir la plantación y la fabricación del pan. Lo que yo anhelo, para cuando desaparezca, es dejarle a la clase trabajadora las armas para que pueda luchar por sí misma, dejarla en igualdad de condiciones a los otros, si no puedo dejarla en superioridad de condiciones, porque debe convencerse de que solamente ella podrá lograr sus conquistas y nadie lo hará en lugar suyo en forma que los trabajadores tengan algo que agradecerle. Ustedes se imaginan que nuestros enemigos se dan cuenta de lo que yo estoy haciendo. A ellos no les interesa la suerte de los trabajadores. Si hablan del salario, lo hacen como los teros. Están indignados contra los salarios y contra la indisciplina que yo he creado, según ellos. Pero eso solamente no les interesa. Les interesa que el trabajador no sea diputado, senador, gobernador, porque desde esas posiciones se maneja todo y eso es lo que ellos no quieren. Es lógico que sean enemigos enconados de nosotros si yo les produzco a ellos el mal que los puede hundir definitivamente. De allí surgen nuestros principales enemigos, hombres que piensan, que nunca han tomado un arado o un martillo, que no tienen ejercitado el músculo pero sí tienen muy ejercitado el cerebro, y mediante eso han conseguido gobernar, dominar y esclavizar a la clase trabajadora. El obrero es fuerte por sus músculos y su cerebro es débil, al revés de nuestros enemigos. Por eso hay que capacitarse, para 143 tener también el cerebro fuerte, para tener mayor capacidad de acción, adquirir sabiduría y experiencia y la capacidad de lucubrar qué es lo que se debe hacer. Eso también lo estamos haciendo. Estamos elevando la cultura social en nuestro país. Es una labor lenta, que requerirá años. Sin embargo, nuestros obreros son tan formidables que cuando egresan de esos cursos de capacitación hay que ver cómo se expresan, cómo piensan, cómo reflexionan y van sacando sus propias conclusiones y elaborando sus ideas. Esa labor capacitará poco a poco a la clase trabajadora para encarar otros problemas que no sean los de su propio trabajo y les permitirá dedicarse a otras actividades. Nuestra obligación es capacitar a esa gente joven y capaz. Todo esto lo estamos haciendo en la lucha. Por eso digo que cómo no vamos a tener enemigos, si a ellos les estamos quitando el timón de la mano definitivamente. En lo político pasa lo mismo. Los viejos políticos Los viejos políticos que decían: vamos a hacerlos felices, y se metían el dinero en el bolsillo, ya no tienen medios de vida. ¿Cómo no van a ser enemigos nuestros? Hemos suprimido a esos vivillos, que habían formado escuela. Se encumbraban y gobernaban en nombre de los otros. Hagan tal cosa –decían– y los demás obedecían. No hablo solamente de los políticos de comité, de los de menor cuantía. Algunos presidentes argentinos han sido abogados de las grandes compañías. ¿Cómo iban a comprarlas? Nosotros somos otra clase de gente y a esos les hemos resultado un grano en la nariz. Los ferrocarriles son argentinos. Lo mismo los teléfonos. No soy abogado de ninguna compañía; soy el abogado de la República. (¡Muy bien! Prolongados aplausos). Ellos son nuestros enemigos y lucharán de todas maneras para volver a lo de antes. ¿Qué representaría eso? No podrían quizá devolverle los ferrocarriles, pero devolverían a Bunge & Born, por ejemplo, todos sus privilegios y volverían a ser instrumentos de las compañías. Entregarían el gobierno social, y los obreros serían nuevamente instrumentos de los patronos. Eso que es indispensable: buena fe y sinceridad, y encaraba esto todo. 144 Cuando llegué a Trabajo y Previsión, yo no entendía mucho de legislación social o legislación del trabajo, pero tenía una cosa [lealtad]. Para ver las cosas dentro de la legislación social no se necesita ser un sabio. Se necesita tener mucho cerebro para hacer una picardía, pero no para hacer las cosas derechas y bien. Por eso digo que no entendemos mucho de leyes, pero sí entendemos mucho de justicia. Ellos eran muy inteligentes y por eso embromaban a medio mundo. Yo tomé una ley: la de accidentes del trabajo, que fue la primera que se hizo aquí sobre legislación del trabajo. Esa ley tomaba todos los casos. Le fueron colgando, como de un arbolito de Navidad, una serie de leyes y, al final, era una cosa incomprensible, pues sobre esa ley, que era secundaria, se había creado toda la legislación del trabajo. Cuando llegué a la Secretaría de Trabajo me encontré con cosas asombrosas: los obreros no tenían vacaciones. En todas partes del mundo las tienen. Aquí también las tenían, pero no se las daban. ¿Por qué? Muy simplemente: porque la ley establecía la obligatoriedad de dar el descanso anual pero no establecía sanción alguna para el patrón que no cumplía; el obrero pedía vacaciones, pero no se las daban. Entonces recurría a la Justicia, y ésta decía que aunque el obrero tenía derecho a las vacaciones, no se podía sancionar la falta de las mismas. ¡Tiene razón, pero marche preso! Señores: ¡No vamos a creer que el que hizo la ley no tenía conocimientos suficientes para ignorar! Sabía que no se iba a cumplir; era abogado y, por lo tanto, no debía ignorarlo. La hizo a sabiendas, para aprovechar políticamente el asunto y quedar bien con Dios y con el diablo. Para esta clase de cosas es que hay que tener buena fe y sinceridad. Nosotros, en la Secretaría de Trabajo y Previsión, le agregamos a la ley las sanciones necesarias y, en consecuencia, inmediatamente empezaron las vacaciones. Todo el mundo las tuvo. Con esa sola medida pusimos en ejecución una ley buena, pero que no se cumplía. Por eso cuando fui a la Secretaría, un abogado lleno de leyes y con mucha letra menuda me dijo: “Coronel, ¿qué leyes le parecen las más importantes para poner en la legislación del trabajo?”. Y yo le contesté: “Una que haga cumplir la mitad de las que existen”. Ese fue nuestro éxito: hacer cumplir la mitad de las que había. Eso lo sabe todo el mundo. Ustedes se imaginarán que esos políticos que hicieron las leyes a quienes nosotros se las arreglamos y los patronos que aprovechaban de esas leyes, son 145 enemigos nuestros. ¿Cómo no van a serlo? Son nuestros enemigos porque los hemos desplazado. Industriales, capitalistas e intermediarios A veces suelen decirme: “Ahí están los industriales que quieren colaborar con el Gobierno”. Y yo les digo: “Dígales que vengan”, pero sé que no saco nada con ellos. Converso una hora, pero sé que no hay nada. Ellos no podrán ser amigos nuestros hasta que nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos sean los industriales, que hayan crecido con nuestra savia y nuestro riego y estén dentro de nuestra doctrina social. Esos son los únicos que podrán decir: vamos a colaborar. Y entonces el gobierno les va a creer, pero hasta ahora es difícil. He buscado esa colaboración de todas maneras, pero nunca la he encontrado. En lo económico, hablando aquí en confianza, puedo decirles la verdad. Todos mis planes han sido muy sencillos, porque el secreto no está en hacer un gran plan y no cumplirlo, sino en hacer un plan más modesto y cumplirlo. Cuando vinimos aquí no teníamos un centavo; teníamos solamente la verdad, que vale por todos los millones. Cuando llegamos aquí, como digo, no teníamos un centavo, y yo tenía que hacer todo lo que había que cumplir, que representaban diez mil millones de pesos, los ferrocarriles, los teléfonos, la marina mercante, las construcciones que estábamos haciendo, la nacionalización de los seguros, las compañías estatales, en fin, todo eso que estaba desordenado, y yo decía: “¿de dónde saco tanta plata?”. Llamé a gente amiga y me dijeron: “Llame a los economistas”. Yo dije: “¡Cualquier día!”. Convoqué a mis amigos, les planteé la situación y les pregunté qué podíamos hacer. Pensamos mucho sobre el asunto y, al final, se nos ocurrió que, teniendo una cosecha que el mundo necesitaba, podríamos venderla a buen precio y hacernos del dinero que nos era imprescindible. Alguien pensó que si vendíamos nuestra cosecha a diez veces su valor íbamos a juntar mucha plata. Así surgió la primera idea tan importante. Durante tres años teníamos que vender todo lo que producíamos a diez veces más. Es lógico que estén enojados, porque les hemos vendido caro. No obligamos a 146 nadie a comprar; compró el que quiso, y así hemos puesto la economía argentina al día. Antes eran todas compañías extranjeras y hoy son todas argentinas. ¿Cuál es la ventaja económica que eso representa? Muy simplemente, es cuestión de sacar la cuenta. Bunge & Born se llevaba 1.500 millones de pesos al año. Tengan en cuenta que con tres cosechas hemos pagado 10.000 millones para los ferrocarriles, teléfonos y marina mercante. Todo eso lo llevaban ellos, 200 a 300 millones se llevaban los ferrocarriles en concepto de beneficio; la deuda pública representaba dos millones de pesos diarios y la pagaban ustedes; los fletes insumían 200 a 300 millones de pesos y, en cambio, la marina mercante hoy es nuestra. En concepto de dividendos de los teléfonos, salían del país 100 a 150 millones de pesos por año. Así podríamos seguir sumando. Pero eso queda ahora acá, lo manejamos nosotros y lo repartimos entre nosotros. Es lógico que hayamos tenido que desplazar a señores que antes comercializaban la cosecha; han desaparecido los importadores y exportadores, o sea los intermediarios que se quedaban con el santo y la limosna. Esos señores tienen que ser enemigos nuestros; no pueden ser amigos. Tienen que ser enemigos porque sus negocios no marchan. En el orden internacional quienes antes se llevaban gratis nuestros productos, tienen que pagarlos ahora a buen precio y se comprende que estén disgustados. Pero tampoco hubiera sido admisible que, para no disgustar a esos señores, hubiéramos tenido hambriento a nuestro pueblo en el país de la alimentación. Que se enojen, pero yo quiero que no se enojen los argentinos. Nadie puede negar todo lo que hemos realizado, porque todo el mundo lo sabe y los obreros conocen la verdad porque hay muchos de ellos en el Gobierno. ¿Quién nos ha dado el dinero? ¿Cómo lo hemos hecho? Todo es nuestro, todo se ha pagado. Esto lo está viendo todo el mundo. Pero todo lo realizado en el campo político, social y económico ha disgustado a cierta gente que ahora está, lógicamente, en contra de nuestro movimiento. Son los perjudicados, porque no pueden ser todos beneficiados. Si yo hubiera podido beneficiar a ellos y al pueblo, lo habría hecho; pero para poder beneficiar al pueblo tuvieron que perjudicarse ellos que habían perjudicado toda la vida al pueblo. Todo lo llevado a cabo había que hacerlo con toda decisión, porque para recurrir a un símil, era como un baño frío en invierno; es decir, era necesario 147 meterse en la ducha de golpe porque, si se lo hace de a poquito, uno no se baña. Por ello, actuamos decidida y rápidamente. Han pasado tres años, y ahora ellos se han puesto de acuerdo y han hecho un plan para anular todo lo que nosotros hemos realizado. Los enemigos que he enumerado a lo largo de esta conversación se han puesto de acuerdo para hacernos una zancadilla. Digo así porque no me pueden tomar de las solapas, porque las tengo fuertes y pretenden hacerme una zancadilla para que yo pueda caer. De ahí la campaña de rumores, quieren matarme con un rumor, y si bien es cierto que con los rumores no me pueden hacer nada, quieren así perjudicar nuestro movimiento. Dicen que no hemos hecho nada, que los ferrocarriles no son nuestros, y en este mundo siempre hay un ingenuo que cree estas cosas. Realidad de la obra realizada Nunca en el país se han construido tantas viviendas como las que estamos haciendo nosotros. ¿Qué gobierno ha permitido que los bancos den las mayores facilidades en cuanto a préstamos para edificación? Estamos construyendo decenas de miles de casas en todas partes. No se puede pretender que todo se haga de golpe si se tiene en cuenta que no hay suficiente mano de obra ni de materiales. No se puede, de la noche a la mañana, ponerse a construir millones de casas porque la mano de obra de la construcción está totalmente ocupada y todo el mundo sabe lo que cuesta conseguir un albañil o un carpintero. Quiero decir se está construyendo todo lo que humanamente se puede. Solamente en la Ciudad Evita se están haciendo quince mil casas. Y dicen que no hay viviendas. Sin embargo, ustedes recordarán que cuando nos hicimos cargo del gobierno existían verdaderas villas debajo de los puentes. Hoy no queda ni una, porque se han hecho casitas y se ha ubicado a toda esa gente que se encontraba prácticamente en la calle. Este esfuerzo no lo ha hecho ningún gobierno. Hay que darse cuenta de la obra que realiza la Fundación. La obra social que se está haciendo es tan extraordinaria que vienen los extranjeros y se quedan asombrados. Los hogares de tránsito de niños son casas habitables y confortables, y no pocilgas. La obra social es de cariño, de amor, no de conmiseración. 148 Brindamos lo mejor que el Estado puede brindar a esa pobre gente que tiene la desgracia de hallarse en mala situación. Nuestra obra social la conocen nuestros enemigos; pero pese a todo la aprovechan para hacer una propaganda adversa. Dicen que no hay viviendas, que las cosas están caras, y otras por el estilo. La inflación El problema de la inflación es bueno que lo consideremos un rato. En el año 1943, según las estadísticas, el pueblo argentino tenía un coeficiente de consumo que equivalía a un índice de 100. Y en el año 1948 ese índice era de 350. Quiere decir que en cinco años la población argentina consume tres veces y media lo que consumía cinco años antes. Según las estadísticas, también, la producción de 1948 es la misma que la de 1943. Este desnivel es el que crea el fenómeno de la inflación. Desde hace tres años, me dicen que la producción no aumenta; que está estancada; que los obreros no quieren trabajar; que hay ausentismo; que se enferman con cualquier cosa; pero yo no les presto mucho crédito. Actúo así porque el factor obrero incide en el índice a que me refería en una proporción de un veinte por ciento, y para nivelarla con el consumo hace falta aumentar la producción en un trescientos cincuenta por ciento. Lo que debemos aumentar, entonces, es un 350 por ciento y no el veinte por ciento que se podría obtener trabajando los obreros más de lo que trabajan. Hace tres años yo preví el fenómeno porque el aumento del poder adquisitivo del salario tendría que aumentar el consumo. Para poner remedio a la situación que se iba a producir comencé a interesar a todo el mundo para que se instalaran fábricas. Por ello ustedes ven la enorme cantidad de fábricas que están surgiendo en el país y ellas aumentarán la producción en gran escala y no el mayor esfuerzo obrero, que, repito, solamente representa un 20 %. Cuando estos señores me decían que había ausentismo obrero, que había falta de dedicación por parte de la clase trabajadora, lo hacían con el propósito de que yo me embarcara en una campaña hacia una mayor producción sobre la base de un mayor rendimiento obrero. De embarcarme en esa campaña habría ido al fracaso y entonces ellos habrían logrado el propósito que perseguían de echarles 149 la culpa a los obreros. Este año, las grandes fábricas instaladas comenzarán a producir y es recién ahora que yo he de iniciar la campaña de la producción. ¿Por qué iba a incurrir yo en el error de hacer recaer sobre la masa obrera la culpa de un mal cuando en realidad no la tenían? La previsión en un gobernante debe ser una condición fundamental. Si no la posee, va al fracaso. Si yo no hubiera previsto el fenómeno de la inflación hace dos o tres años, hoy no se le podría poner remedio. Ya empezarán las grandes fábricas a producir. Este año tendremos una gran rebaja en el precio del gas, porque diariamente se pondrán un millón de metros cúbicos de gas en Buenos Aires. Esto también significa aumento de producción. No lo podía hacer hace dos años porque hay obras que necesitan su tiempo. En todas las cosas de la vida hay una etapa de gestación. Las fábricas no se levantan de la noche a la mañana, necesitan tiempo para instalarse y después recién empiezan a producir. Verdades y rumores La lucha desarrollada por nuestros contrarios queda destruida de inmediato con decir la verdad. Por esta razón, yo quiero iniciar estas conversaciones con los dirigentes. Hasta ahora hemos trabajado con las organizaciones sindicales en todo lo referente al ajetreo gremial, pero de acuerdo con nuestra manera de pensar aspiramos a que las organizaciones gremiales tengan una gravitación dentro del Estado. Deseo que los gremios conozcan la verdad y me sentiré muy feliz cuando los pueda reunir quincenalmente y exponerles todo lo que sucede en el Gobierno. Más aún, nuestras conversaciones serán registradas taquigráficamente y distribuidas entre ustedes para que las pongan al alcance de todos los componentes de las distintas organizaciones. De este modo, los trabajadores conocerán siempre la verdad con la debida anticipación. Soy enemigo de la propaganda, y por eso he pensado que mejor que decir es hacer y, por ello, me he dedicado a trabajar de firme porque, a mi modo de ver, 150 es lo único que rinde. De hoy en adelante vamos a llevar a las organizaciones sindicales el conocimiento de la verdad para que la puedan defender. Cada vez que se produzca esta ola de rumores, yo he de cambiar ideas con ustedes y seguir adelante, porque cada día estoy más dispuesto a seguir adelante. Pienso que siempre es tarde, que siempre falta tiempo, que en cualquier momento puedo morir y debo dejar las cosas bien arregladas para que la causa que me sobreviva pueda ser llevada adelante segura y confiadamente. Hace tiempo que he dejado de trabajar para mí. Mi vida pasa a segundo plano frente a otras cosas superiores a la vida misma y a los intereses personales de uno. Deseo consolidar nuestra causa en el menor tiempo posible y por eso mi afán de llevarla adelante con rapidez. Es mi único apuro porque aprecio el momento que vive la República. No ha de sobrevalorarse mi gravitación personal en la solución de los problemas porque siempre los resuelvo con mis asesores y colaboradores. Tengo un solo amigo: mi obligación de trabajar para el bien de la Patria. Por esa causa sacrifico a todos, a mí mismo. Nuestra causa no es la causa de un hombre, sino de todo el pueblo. Yo solamente soy la dieciséis millonésima parte de ese pueblo. Debemos proceder unidos y cada uno, en su modesta esfera de acción, actuar para el bien de todos. Dentro del mecanismo de gobierno mis colaboradores se hallan bien afirmados porque, día por día, les he ido inculcando nuestra doctrina. La acción de todos ha de rendir en el futuro grandes resultados, porque marchamos todos con una misma orientación. Lucha por la independencia política Pero volvamos al nudo de esta conversación. En el año 1810 se luchaba por la independencia política. La situación era la siguiente. La República había co menzado su lucha por la independencia desde el año 1810 y hasta 1816 había peleado con diversa fortuna. Se había producido el movimiento revolucionario del 25 de Mayo; se había mandado una expedición al Alto Perú que había ganado la primera batalla en Suipacha. Después, Rondeau había reemplazado a Balcarce y fue derrotado en Huaqui, expulsado en el norte y perseguido hasta Tucumán y Salta. Belgrano se hizo cargo del ejército, venció en Tucumán y Salta, y fue aniquilado en Vilcapugio y Ayohúma. San Martín, en Mendoza, organizaba un 151 pequeño ejército insuficiente para invadir a Chile. Frente al ejército de Osorio, que se hallaba en Concepción formado por más de 12.000 hombres, San Martín apenas contaba con 3.200. Montevideo rodeado por las fuerzas españolas; Paraguay se había segregado. En el Alto Perú un ejército se preparaba para invadir la República por el Norte. En Lima, un poderoso ejército estaba listo para trasladarse a Chile e invadirnos. En Cádiz se estaba preparando una gran expedición con más de quince barcos. Analicen ustedes la situación y háganse cargo de la presencia de ánimo de que hubieron de hacer gala aquellos hombres para hacer frente a una situación tan terrible. ¿Qué resolvió San Martín? Que se declarase la independencia en Tucumán y atacar con toda decisión a los enemigos. Nosotros, que estamos luchando por la independencia económica, tan importante para los pueblos modernos como la independencia política, debemos afrontar también la situación con toda decisión. De nada vale la independencia política si somos esclavos económicamente. Cuando necesito retemplar mi espíritu vuelvo a ese recuerdo histórico. En estos momentos tenemos enemigos interiores como los tuvieron nuestros próceres. No olviden que aquellos patriotas tuvieron que atacar Córdoba porque estaba en contra de la Revolución. Nosotros tenemos enemigos internos a quienes vamos a atacar y a vencer. Tenemos enemigos exteriores representados por las fuerzas capitalistas. En el mundo se está librando, en estos momentos, una lucha entre capitalistas y comunistas, y nosotros no queremos ser ni lo uno ni lo otro. El pueblo argentino no quiere extremismos. No defendemos al capitalismo; lo estamos desmontan do pieza por pieza. El capitalismo internacional está en contra nuestro y nos va a combatir. El capitalismo de nuestro país también nos va a combatir. Tampoco estamos con el comunismo, que también nos va combatir en el interior y en el exterior. Pero, si aquellos patriotas supieron hacer frente a aquel verdadero círculo de ejércitos, ¿cómo no les vamos a hacer frente nosotros a estos paniaguados del capitalismo? 152 Es cierto que constituimos un gran número pero no nos hemos organizado para la lucha. La lucha la he realizado yo con alguna gente porque, hasta ahora, no hubo necesidad de organizar una verdadera lucha pero, si es necesario, lo vamos a hacer, y ese día veremos que si ellos son bravos, si están solos dejan de serlo si otros también empiezan a gritar. Debemos unirnos para defender nuestros objetivos y para evitar que el pueblo sea explotado nuevamente por el capitalismo. Bienvenidos sean los capitales de todo el mundo que quieran trabajar con nosotros, pero no a llevarse el fruto de nuestro trabajo. En el orden político, el pueblo argentino debe tener el derecho de decidir su propio destino y no que se lo decidan tres o cuatro señores por el solo hecho de haber nacido con varios apellidos. Los asuntos argentinos deben ser decididos siempre por la mayoría porque así debe ser en una democracia real y efectiva. La mayoría surgida del pueblo es la que mejor decide los asuntos de gobierno. La voluntad del pueblo He tenido oportunidad a través de toda mi vida de aprender que la razón está siempre de parte del pueblo, que el pueblo nunca se equivoca. Como gobernante estaré siempre atento a la voluntad del pueblo y, si se equivocara, será él quien habrá de sufrir las consecuencias. Mi obligación es la de ejecutar de la mejor manera la voluntad del pueblo. Debo ejecutar inteligentemente lo que el pueblo desea. Si el pueblo dice que quiere tal cosa mi deber es satisfacerlo en forma [de] que todo salga bien. Esto lo he aprendido; no es una ocurrencia mía; hay lecciones que no se olvidan nunca. Por eso queremos que en lo político sea el pueblo quien decida, pero el pueblo es mucha gente y no es muy fácil conocer siempre sus deseos. Es necesario organizarse de tal manera que le llegue al gobernante lo que el pueblo quiere en un determinado momento. Iremos organizando todo eso y en nuestras futuras conversaciones irán conociendo los dirigentes gremiales todo lo que estamos haciendo. No queremos atacar a nadie, sino que deseamos que nos dejen hacer lo que queremos hacer para bien del pueblo argentino. Podremos cometer errores pero, personalmente, ni bien reconozco mi error 153 doy media vuelta y marco un sentido contrario, porque no me considero propietario de la verdad. Podré cometer errores, pero nunca por falta de lealtad y sinceridad. Engañar a sabiendas es criminal, y yo no lo podré hacer jamás. Mis errores me los perdono hasta yo mismo, pero lo que no me perdonaría sería el delito de haber engañado a alguien. Engañar al pueblo, tergiversarle la realidad de las cosas es verdaderamente criminal. Un hombre que sorprende a otro en su buena fe y lo hace sucumbir comete el acto más imperdonable de la vida. Esto es lo que queremos que sepa la clase trabajadora, porque gobernamos para todo el pueblo, pero sabemos que la masa trabajadora constituye el 80% de ese pueblo. Nuestra causa está ligada a la de la clase trabajadora y nuestro fracaso es el fracaso de la clase obrera. Yo me he embarcado en una causa como ésta porque la siento profundamente. En mi vida no he sentido necesidades; he sido un hombre que ha vivido más bien en la abundancia, pero he visto a otros vivir en la miseria. He visto a la gente sufrir con esa sensación de impotencia de no poder hacer nada para remediar la situación. Ello es triste, muy triste para un hombre que vive en un país como el nuestro que lo tiene todo sin necesidad de que nadie se sacrifique. Nuestra función, señores, es ir preparando la unión de nuestros gremios para que la clase trabajadora esté unida detrás de esa causa, que es la única que nos interesa y que defenderemos a capa y espada. Triunfo de nuestra causa Nosotros, en realidad, ya hemos triunfado, porque lo que hemos hecho no puede desaparecer. Hemos conquistado los objetivos que nos trazáramos y el pueblo argentino no tolerará el fraude en lo político, ni la esclavitud en el trabajo, ni la explotación extranjera o la entrega del país a los grandes consorcios capitalistas. De manera que nuestra obra, en gran parte, está totalmente cumplida y no se podrá dar máquina atrás porque el pueblo se levantaría para defenderla. Todo esto que hemos conquistado lo defenderemos mediante la mejor arma que poseemos: la persuasión. Hay que hablarles a los compañeros para decirles: ésta es la realidad y el resto, inexactitudes. No hay que hacer caso a quienes no 154 están ni siquiera informados. Esa gente que habla de estadísticas, ni sabe lo que es estadística. Esos señores que hablan porque se les ocurre, no poseen ninguna clase de datos estadísticos. ¡Cómo serían las estadísticas argentinas que en el censo de la población solamente se habían equivocado en cuatro millones, o sea en un 25 %! Qué veracidad le podemos prestar a todo el rumoreo que anda por ahí cuando ellos se habían equivocado en cuatro millones al contar hombres e imagínense lo que se equivocarán en las demás cosas. Los políticos en esta materia necesitaban vivir en una nebulosa porque había muchas combinaciones que respetar. Señores: Les agradezco muchísimo que hayan tenido la amabilidad de llegarse hasta aquí para establecer este primer contacto. He de llamarles a menudo a este tipo de conversaciones para que vivan perfectamente al día la situación, y para que dispongan de todos los informes que necesiten y cuenten con elementos de juicio en todo momento.
1949-03-02
Al condecorar al teniente 1.º William Hackett
Señor Teniente57: La hazaña que usted termina de cumplir en el Aconcagua tiene para mí dos significados que me atañen desde el punto de vista personal y como funcionario argentino. En ese sentido, he querido cumplir los dos actos en esta oportunidad entregándole dos recuerdos; uno, en nombre de un gran movimiento, que yo dirijo; y otro, en nombre del general Perón, también como usted, un hombre de montaña. En el primer sentido, nosotros acostumbramos a entregar esta medalla peronista con la que queremos premiar todos los actos que honran a los hombres en su lucha contra la naturaleza y por el perfeccionamiento humano. Por ello quiero que esta medalla os recuerde siempre que al haber escalado el monte Aconcagua, en la República Argentina, os hace amigo, compañero y camarada de los montañeses argentinos y, en especial, os presenta ante la consideración de nuestro país como un hombre de empresa que está siempre cerca de nuestro corazón. Y ahora, quiero cumplir la parte personal. Yo soy un viejo montañés. Conservaba todavía entre mis recuerdos de la montaña mi vieja piqueta con la cual escalé la mole del Monte Bianco, y que me acompañó en todos los viajes por las montañas argentinas. He pensado que en ninguna mano estará mejor que en la 156 del camarada americano, que él podrá hacer actuar en las montañas americanas como un recuerdo de las montañas argentinas, y para que cada día los hombres de esas montañas y los de las nuestras se encuentren más unidos y más camaradas. Deseo que esta piqueta pueda acompañarlo al señor teniente con la misma seguridad y buena suerte con que me acompañó a mí muchos años en nuestras montañas.
1949-03-03
En el acto de celebración del primer aniversario de la recuperación de los ferrocarriles
Excelentísimo señor vicepresidente de la Nación, señores ministros del Poder Ejecutivo, señores Generales, señores funcionarios, compañeros: Llego este día, a este lugar, para resarcirme de la desagradable sorpresa de no haber podido asistir el año pasado, por una circunstancia fortuita, a la magnífica concentración que realizó el pueblo argentino para demostrar el júbilo que en sus corazones de patriotas ponía en evidencia el hecho de la nacionalización de nuestros ferrocarriles.60 Compañeros: Nuestro Movimiento había ofrecido a la República la obtención de objetivos que considerábamos representaban los sentimientos de la entraña misma del pueblo argentino. Tales objetivos estaban, para nosotros, representados [en] ofrecer a la posteridad argentina una nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana. 158 Tan magnos objetivos eran hijos de nuestra aspiración, nacida al calor de nuestro patriotismo, el cual ofrecíamos en holocausto a los grandes que afirmaron en la historia de nuestra patria el sentido de una responsabilidad histórica para todas las generaciones de argentinos que hubieran de seguirles. Y es hoy día propicio para recordar qué hemos ofrecido al pueblo argentino en cumplimiento de esos tres grandiosos objetivos de la nacionalidad. En primer término, estamos forjando una Argentina socialmente justa; y este espectáculo, hasta ahora no visto en nuestra tierra, donde los trabajadores de la patria, unidos en un solo sentimiento, comparten con el gobierno y las autoridades, la alegría común de sentirse más argentinos [lo demuestra]. ¿Qué dialéctica necesitamos emplear para demostrar cuánto hemos hecho y cuánto estamos realizando? La verdad habla siempre sin artificios y habla más claramente cuando muestra las obras realizadas, que la charla de lo que podemos realizar. Es que en la tarea de forjar una Argentina más justa no hemos ofrecido solamente un aumento de salarios a nuestros obreros; le hemos ofrecido más: los hemos hecho mirar como gente por los que nunca los miraron. Hemos llevado a los trabajadores, frente a la organización institucional y jurídica de la Nación, a ocupar los puestos que por razón y justicia les corresponde y [de] donde injustamente habían sido proscriptos por una oligarquía sin entrañas. Cuando uno analizaba los elencos del gobierno y de los órganos legislativos de la Nación, parecía que en este país no había obreros. Todos eran doctores los que representaban al pueblo. Sucedía lo que hace casi un siglo mentaba Hernández en su “Martín Fierro”: los pobres entraban en todas las listas menos en la de los privilegiados del mando y del gobierno. ¿Es ese, por ventura, el panorama que está viviendo la Nación? ¿No vemos un gobierno donde hombres de distinta orientación, de distintas profesiones, tenemos el honor de compartir el gobierno codo a codo con el trabajador más humilde? ¿No vemos en nuestros cuerpos legislativos a nuestros obreros sentados en la mitad por lo menos de las bancas que componen las cámaras? ¿No vemos en las cámaras provinciales, no vemos en los gobiernos de toda la República a nuestros obreros compartiendo la respon- 159 sabilidad del gobierno a que tienen derecho, porque ellos son los que sufren las consecuencias de los malos gobiernos? Esos obreristas a la violeta que creen que todo lo que ha de hacerse por la clase trabajadora es pagarle un mendrugo mayor, quitándole todos los privilegios que da el gobierno, el mando, la administración y la conducción de la Nación. Si algo no me perdonan mis enemigos políticos no es que yo haya influido para que se mejore la vida material de la clase trabajadora; lo que no me perdonan es que haya respetado la dignidad del pueblo y les haya impuesto a ellos igual respeto. Es natural, compañeros, que los políticos desplazados, que siempre medraron a costillas del pueblo que, engañado, les ofreció su apoyo, sean nuestros enemigos, porque nosotros le hemos enseñado a los obreros que en vez de invitar intermediarios para realizar, realicen ellos mismos. Es lógico, entonces, que todos esos señores vestidos a la usanza antigua y con corbatas voladoras, digan, con razón y con justicia, que yo les he arruinado el negocio. Es cierto. Compañeros: El camino [para] obtener una patria socialmente justa no puede ser marcado ni indicado por otros que aquéllos que han de recibir la justicia; el que la recibe no sabe mucho de leyes, pero sí sabe mucho de justicia, porque él la sufre. Y si queremos llegar a tener un pueblo socialmente justo, lo primero que debemos realizar es que esa justicia sea realizada, sea vigilada, sea controlada por el propio pueblo argentino, que no se equivocará jamás. Compañeros, saben mejor ustedes que yo que estamos en ese camino, y saben también mejor que yo, que ese camino es de una sola trocha, no tiene vuelta para atrás. El otro objetivo, el de hacer una nación económicamente libre, compañeros, nosotros declaramos la independencia económica y la realizamos como no pudieron imaginarla todos esos sabios que afilaron demasiado la punta del lápiz para sacar los cálculos a que se refería Castro61. Pero no afilaron la punta del lápiz para ver en cuanto se iba perjudicar la República, no, la afilaron para ver en cuánto se iban a beneficiar ellos. ¿En qué consistía esa independencia económica? Señores, la marcha de nuestro gobierno está jalonada con las etapas que constituyen esa independencia económica. La compra de los ferrocarriles, ¿es o no es una etapa realizada? Tan 160 es, que ya están pagos los ferrocarriles; tan es, que ya no dan déficit, sino que dan superávit en manos argentinas, y decían los que siempre se ocuparon de que no se compraran los ferrocarriles, que nosotros los criollos no éramos capaces de manejarlos. Compañeros, ésta es una etapa que hoy festejamos. Pero hay muchas etapas que no hemos festejado y están cumplidas: hemos pagado la deuda externa; hemos nacionalizado el Banco Central, que antes era extranjero; hemos nacionalizado los seguros y los reaseguros; hemos comprado una flota mercante para sacar toda nuestra producción, y se acabaron los bloqueos; hemos comprado los puertos, estamos comprando el gas –ya lo compramos– y compramos los teléfonos; estamos comprando las usinas; estamos comprando lo último que queda. Dice esa clase de gente que el pueblo normalmente llama “fúlmines” que vamos a tener mala suerte y que la economía no va a poder andar bien en el futuro. Cuando me hice cargo del gobierno, decían que a los seis meses venía la bancarrota económica. Ahora dicen también que antes de seis meses estamos fritos; que no hay plata; que no tenemos moneda fuerte; que vamos a parar todas nuestras actividades, y otra serie de rumores que ustedes los conocen mejor que yo. Pero yo, que he sido durante muchos años profesor de historia y que, por lo tanto, me inspiro mucho en los grandes hombres y huyo al ejemplo de los pequeños, tomo como punto de observación y comparación lo que hizo San Martín… ¿Cuál era la situación de las Provincias Unidas del Río de la Plata en 1816? Se luchaba por la independencia política. San Martín creía que había que atropellarla y realizarla, y la mayor parte de los demás, esos que afilan la punta del lápiz, creían que no había nada que hacer. La situación era la siguiente: San Martín había ido hacerse cargo del Ejército Auxiliar del Perú, que estaba en Tucumán después de haber sido aniquilado en la batalla de Vilcapugio y Ayohuma. Observó aquello y dijo: “Por este camino no hay nada que hacer; la cosa es por Chile”. Y se fue a Mendoza a preparar un ejército. Pero en ese frente, en Chile, la entonces Capitanía General de Chile, estaba en poder de un ejército español dos o tres veces superior a las pocas fuerzas que podía reunir San Martín en Mendoza. El Ejército del Norte había desaparecido y Güemes, con unos cuantos gauchos, 161 [maniobraba] para detener a los realistas. Montevideo estaba en poder de los realistas. Paraguay se había separado del Virreinato. Los portugueses amenazaban con una invasión para ayudar a los realistas. En España se preparaba una inmensa expedición, en Cádiz, la expedición más grande que debería venir al Río de la Plata. San Martín, frente a ese cuadro, como proceden los hombres que pueden llamarse hombres, le pidió al gobierno que mandase los diputados a Tucumán y declarasen la independencia. Así se hizo, y él, desde Mendoza, le mandó a Marcó del Pont una copia de la declaración de la independencia declarada por la República Argentina, que Marcó del Pont hizo quemar por manos del verdugo en la Plaza de Armas de Santiago de Chile. Sin embargo, un año después, Chile era libre. Atravesó los Andes y venció a ese enemigo que parecía invencible. Cinco años después, era libre el Perú, y así uno a uno, en una tarea que duró solamente ocho años, fueron desplazados y arrojados de América los últimos realistas que quedaban para esclavizar a nuestros pueblos. Frente a ese panorama, [hay] calzonudos que tienen miedo de que nos vayamos a quedar sin la “frigidaire”, cuando tenemos que conquistar de una vez la independencia económica para poder ser libres y soberanos. En esa acción que solamente realizan los hombres, yo sé que cuento con el corazón y el apoyo de los trabajadores, que son los verdaderos argentinos. Compañeros: A un pueblo como el nuestro, acostumbrado a vencer, porque hasta ahora no fue jamás vencido por nadie de la tierra, no le van a temblar las piernas para hacer frente a los malos que puedan venir de donde vengan. Compañeros: Hoy, como siempre, les repito las mismas palabras: unidos venceremos; unidos somos invencibles, y ésta es una verdadera realidad. Quedaría por considerar el tercer objetivo: el de hacer una Nación políticamente soberana; soberana en lo interno, que es la más grandiosa de todas las soberanías; la soberanía del verdadero pueblo, sin mentiras, sin subterfugios y sin escamoteos de la verdadera voluntad popular. 162 Compañeros, por esa soberanía popular, ¿quién ha hecho en el país más de lo que hemos hecho nosotros? Nosotros hemos terminado con el fraude y con los fraudulentos, que es lo más importante. Y si ellos tienen razón, y tienen los favores del pueblo, ¿por qué no nos ganan las elecciones? Esa soberanía popular establecida, y definitivamente, en el país, nadie, en el futuro, la podrá distorsionar ni distraer en otra dirección; las urnas serán las que irán diciendo quién quiere el pueblo que lo gobierne y lo legisle. Y ojalá que sigan siendo respetuosos de la voluntad popular y sometiéndose al veredicto democrático de las urnas, porque ellos no deben olvidar que si somos fuertes en las urnas somos más fuertes en la calle cuando es necesario. Compañeros: Quedaría por analizar el aspecto de nuestra soberanía internacional. En eso, nuestro Movimiento tiene el inmarcesible honor, y lo conservará tan inmarcesible, de haber roto el nudo gordiano para que en esta Argentina ningún embajador extranjero pueda considerarse con derecho a meter sus sucias narices en la política argentina. Con ello, sentamos el principio de que éste es un pueblo que no solamente respeta la decisión popular, sino que apoya y está pronto para sacrificarse en defensa de la libre determinación de los pueblos… Compañeros: Los que tienen, como tengo yo, la inmensa responsabilidad de responder a la lealtad, a la fe de muchos millones de argentinos honrados que me siguen y me alientan con su apoyo, pienso todos los días, en un examen de conciencia, si en algún momento, en mis acciones de gobierno, he hecho algo que pueda perjudicar la obtención de esos tres objetivos: de sentirnos socialmente justos, económicamente libres y políticamente soberanos. Y analizo, también, si no he perdido mi tiempo dejando de realizar, por lo menos una vez por día, un acto que me permita decir que he trabajado constructivamente por la obtención de esos tres objetivos. Compañeros: Cerrando esta magnífica asamblea, cerrando estas palabras de sinceridad y de lealtad que debo al pueblo argentino en nombre de la honradez que tiene la obligación de tener todo gobernante; en nombre del sentimiento más elevado que puede tener un hombre que ha renunciado a la vida para cumplir sus obli- 163 gaciones de mandatario; cumpliendo con la obligación que siento de ser profundamente leal a ese pueblo argentino, a quien nunca podré agradecerle la lealtad, la confianza y la sinceridad con que me trata y me apoya; cerrando toda esa inspiración que sólo da la Patria cuando se la siente dentro; cerrando la emotividad con que me dirijo a ustedes, compañeros ferroviarios, quiero decirles que queda mucho por realizar. Debemos luchar todavía, no para imponer lo que ya hemos impuesto sino para consolidarlo definitivamente, para que mañana, a la usanza china, podamos abrir un ataúd y podamos acostarnos tranquilos, pensando que el porvenir de la Patria está en las manos de Dios.
1949-03-05
Ante directores de las Escuelas de Aprendizaje y Orientación Profesional
En primer lugar, les agradezco que hayan tenido la amabilidad de llegar hasta aquí para darme la inmensa satisfacción de poder saludarlos personalmente. Ustedes saben que las Escuelas de Orientación Profesional, que todavía son muy pocas, fue una aspiración nacida en la Secretaría de Trabajo en el año 1944.64 El problema era simple y yo lo anuncié con toda la simplicidad que el problema tenía desde su iniciación, como ha sido simple el plan de elaboración de este tipo de enseñanza dentro del país, iniciado por nosotros en aquel entonces cuando había muchas cosas que hacer y, sobre todo, una inmensa montaña que atravesar. Hoy, mirando retrospectivamente, me pregunto, muchas veces al día; si tuviésemos que iniciar lo mismo que comenzamos en 1944, ¿tendríamos la fuerza espiritual necesaria para emprender la empresa con el mismo entusiasmo con que lo hicimos entonces? Nuestro problema es un problema largo y complejo. Nosotros recibimos un país en el cual se había realizado mucho, pero faltaba realizar aún mucho, muchísimo más. Nosotros pusimos como objetivo de nuestra marcha 165 crear primero un país socialmente justo, como lo he repetido tantas veces y lo repito cada vez que es posible –y esos son nuestros verdaderos objetivos– económicamente libre y políticamente soberano. Frente a esos objetivos, y mirando el estado del país en aquel entonces, nosotros comprendimos que debíamos emprender una obra verdaderamente ciclópea y realizarla en el menor tiempo posible, porque esto de realizar grandes empresas impone una gran rapidez de acción inicial para llegar, a la mayor brevedad, a afirmarse en la realización de esa primera etapa, consolidarla, y después proseguir la marcha. Si no se hace así, si se empieza a andar despacito, no se llega nunca a culminar los objetivos. Es decir, nosotros queríamos hacer lo que hemos hecho; llegar aquí y sostenerlo una vez hecho, con lo cual nos íbamos a sostener el tiempo que fuera necesario o antes de iniciar la segunda etapa. Esta primera etapa ha sido absolutamente realizada. Yo quiero pintarles el panorama general, tal como yo lo veo. El presidente de la República no puede ser unilateral. No puedo yo mirar las cosas desde un solo punto vista, ni apreciar un solo sector de la actividad del país. Mi misión ha de ser abarcar todo el panorama. Si no lo hiciese así, no estarían en las funciones de gobierno que nos han confiado para que yo sea el que dirija y coordine toda esa actividad. Es por eso que debo ver todo el panorama, y en mi conversación general, para llegar al punto al que quiero referirme en este caso, la orientación profesional, esbozo primero todo el panorama y, dentro del mismo, voy a tratar después el punto que nos interesa. Y por ese motivo, les pido disculpas por esa digresión que hago para esbozar el panorama y ubicarlos luego a ustedes dentro del mismo. Eso me lo impone a mí el hecho de ser Presidente y de tener que armonizar toda la actividad del país. Decía, señores, que entre todas esas inmensas tareas a realizar es indudable que la parte social cumplida, como es la orientación de nuestra población, tiene una importancia extraordinaria, porque con hombres deprimidos o envilecidos, o con hombres entristecidos, es como con las mulas flacas: no se va muy lejos. Lo primero que teníamos que recuperar era, indudablemente, a los hombres, y la recuperación de los hombres viene por un solo camino: asegurándoles una jus166 ticia y el mínimo de felicidad a que todos tenemos derecho. Esa obra social estaba encaminada a la recuperación del material humano, cuestión que se ha realizado en gran parte y que el resto irá paulatinamente produciéndose a medida que nuestras propias conclusiones de creación y de producción vayan posibilitando un mayor disfrute de la riqueza general del país, y la acumulación de reservas de ese propio trabajo. Los pueblos no son felices sino por su acción; si esperan que un pajarito traiga esa riqueza esperarán en vano. Cada uno construye y disfruta de lo que construya; y si no, no disfruta de nada. Esto es un proceso simple y natural, que se produce fatalmente, cuando se asegura la igualdad de los hombres en el disfrute de sus derechos y en el cumplimiento de sus obligaciones. Este aspecto, señores, marcha aparejado con el aspecto económico. No puede asegurarse ese perfeccionamiento de las condiciones del material humano ni la satisfacción de sus necesidades y aspiraciones sin una base económica; esa base económica había que buscarla perfeccionando también el sistema económico de la Nación. Nosotros empezamos por ser un pueblo de pastores y de agricultores. Una pequeña industria no estabilizada había nacido a favor de las condiciones creadas por la imposibilidad de importar durante las dos últimas guerras. Después de la primera guerra, la industria que surgió, desapareció porque el Estado no la protegió, no la apuntaló; pudo vivir a favor de los altos precios durante la conflagración, por falta de importación, pero cuando ésta volvió, la industria desapareció. Hubo semanas en que quebraron cuarenta establecimientos dedicados a la pequeña industria. Lo mismo hubiera ocurrido con la segunda guerra, el mismo fenómeno que en el 17 y el 18. Para evitar eso constituimos el Consejo Nacional de Post-Guerra65 y todos los organismos que hicieron los estudios previos y se ocuparon del aspecto técnico, para poder mantener la industria –no a “vivos” o a especuladores– para ayudar a los industriales que honradamente habían progresado y no dejarlos a merced de los monopolios de la importación. Tal vez hayamos protegido a algunas industrias que no lo merecían pero, de las que realmente lo merecían, ninguna ha dejado de ser ayudada; ninguna de éstas se ha hundido por no contar con el apoyo del Estado. Además de esa necesidad que surgió de los estudios realizados, también sur- 167 gió el deseo de propugnar el desarrollo industrial del país para cambiar la economía y convertirla con ciertas características de autarquía. Esto de la autarquía es una cosa que se viene discutiendo en el mundo desde el tiempo de los asirios; los grandes imperios han creado la sensación de que la autarquía es una mala palabra. Un país que quiere ser autárquico es nazi, fascista, comunista. Pero yo preguntó: ¿los grandes imperios, que lanzan esa especie al mundo, son o no autárquicos? En un país perfectamente democrático, el más democrático que pueda existir, la aspiración suprema ha de ser capacitarse y vivir de sí y no depender colonialmente de ningún otro país, por poderoso y grande que sea. Esa es nuestra orientación, nuestra aspiración y nuestro deseo, que hemos puesto en práctica. Por eso queremos la industria, por eso queremos desarrollar las condiciones industriales de la Argentina, dado que no tenemos por qué estar sometidos por el resto de nuestros días a ser un pueblo de pastores y agricultores. ¿Es que los otros hombres no tienen posibilidad de desarrollar su ingenio y aplicarlo a la industria? ¿No tiene la República los medios para poderlo realizar? Surge de ese análisis la necesidad imprescindible de industrializar el país. Pero, éstas son palabras mayores. La industrialización de un país es una cosa que ha costado en algunas partes hasta guerras y, cuando no guerras, inmensos sacrificios. La industrialización de casi todos los países del mundo se ha producido a base del hambre, la miseria, el sacrificio y la abnegación del pueblo. Nosotros aspiramos a hacerlo sin exigir ni esa miseria, ni ese hambre, ni ese sacrificio. Cla168 ro que es demasiado ambicioso el objetivo. Dios dirá si finalmente lo lograremos. Hasta ahora no nos va tan mal. Señores: Tomando ese problema de la industrialización, nosotros pensamos en todos los factores que van a incidir en esa industrialización. El primero de esos factores es obtener una organización industrial, para poder perfeccionar el sistema orgánico industrial y lograr, en los gastos de administración y dirección, la mayor reducción posible, para llegar a obtener buenos costos de producción, factor sin el cual la industria no puede ni podrá competir con otras industrias viejas y bien organizadas. El segundo factor es la maquinaria. Sin una buena maquinaria, los costos de producción aumentan en razón inversa a la bondad de la maquinaria; cuanto mejor sea la maquinaria, mejor y más barata será la producción. En este sentido, nosotros estamos en desventaja bastante marcada, dado que debemos importar nuestras maquinarias. El tercer factor que incide a favor de la industria es la mano de obra. Cuanto mejor y más perfeccionada sea ésta, se consigue un artículo más noble, mejor elaborado y mejor terminado, con lo que se puede ofrecer a un menor costo un mejor artículo industrializado. Contemplemos esos tres factores en nuestra industria. En lo que respecta a la organización industrial, la República Argentina ha alcanzado ya un alto grado en todas sus industrias. Me refiero, claro está, a los industriales serios. En este sentido, nosotros ya tenemos sentadas las bases de una buena organización. En cuanto a maquinarias, teníamos dinero y, durante los años 47, 48, y lo que va del 49, hemos importado por valor de seis mil millones de pesos en maquinarias y elementos de transporte, de manera que había una disponibilidad para im portar las maquinarias que necesitábamos y, sobre todo, para cambiar los equipos envejecidos durante la guerra, que no fue posible sustituirlos o modernizarlos. Tan pronto se nos ocurrió que era posible la industrialización y que era posible poner en marcha en la República una verdadera acción para bastarnos en el aspecto industrial, nosotros pensamos en la organización de las Escuelas de Orientación Profesional. Ese es el origen de esta actividad nueva en el país iniciada en el año 1944. 169 Cuando dijimos que había que empezar a perfeccionar la mano de obra, a empezar a formar a nuestros muchachos, en vez de jugar al fútbol en los potreros o ir al café a hacerse campeones de billar, podían ir al taller a aprender a trabajar y a capacitarse por lo menos en el aspecto manual, habíamos pensado hacerlo con una mayor amplitud que la que hemos alcanzado. Pero yo estoy conforme de que vayamos poco a poco incrementando este aspecto de la actividad hasta llegar a obtener la capacitación del mayor número de muchachos argentinos, a fin de que ellos no tengan necesidad de ir a aprender un oficio, que nunca perfeccionarán por falta de base, en el dolor de taller. Era necesario orientarlos desde la iniciación, dándoles la base suficiente para llegar a ser no solamente un operario, un artesano capacitado, sino que tuviera en sí la base indispensable para seguirse capacitando cada vez más en el futuro. Los obreros argentinos son magníficos, pero los pobres se han formado a golpes, no tienen la base suficiente para su auto perfeccionamiento y entonces suelen vegetar en un empleo vulgar sin que ellos, por su propia acción y por medios autodidácticos, puedan llegar a escalar mejores posiciones. El obrero argentino recibía una instrucción tan rudimentaria e insuficiente que un hombre no tenía plafón, como dicen los aviadores, para seguir subiendo en la escala de la vida. Todo eso es otro de los gravísimos inconvenientes que se vienen observando en las sociedades modernas. El peligro social de las actuales colectividades está casualmente en que los hombres no tienen horizontes o que, si lo tienen, ellos son muy limitados. Los hombres que no tienen su porvenir asegurado son los más peligrosos, dado que entran en teorías raras o en cuestiones también raras. No hay joven, que tenga un porvenir asegurado, que se ocupe de esas cosas; se ocupa de su porvenir y trata de alcanzarlo. Esperamos darle a cada argentino un porvenir que estará en razón directa a la preocupación, capacidad y al óleo sagrado que le haya dado Dios para poder alcanzar las miras que él ambiciona. Poner en cada argentino esta posibilidad de alcanzar lo que ambiciona es hacer un hombre útil. Privarlos de ese objetivo, o de la posibilidad de realizar esa ambición, es formar un hombre peligroso para el resto de su vida. 170 Señores, todo esto nos indujo a preparar el proyecto de un decreto-ley, merced al cual se creaban las escuelas de capacitación profesional. Afortunadamente, tuvimos la previsión de aprovechar aquel momento para allegar los fondos necesarios para poder comenzar esta obra, fondos que satisfacen, según tengo entendido y me ha sido informado por el señor presidente, las necesidades de la misma, y que cada día podrán ir aumentando paulatinamente el desarrollo de esta actividad tan útil, en la que nosotros hemos puesto tanta fe desde el principio y que, por ventura, se desempeña y desenvuelve en forma admirable hasta ahora, merced a la preocupación, a la dedicación y a la capacidad que ustedes mismos ponen en sus propias actividades. Debemos tener presente que esta misión del gobierno tendrá mucho que agradecer a lo que realizan ustedes y sus maestros, porque la bondad de esos organismos no dependerá de nuestras buenas intenciones ni de nuestros buenos deseos, sino pura y exclusivamente de la bondad de ustedes. Si ustedes fallan, es inútil que nosotros tengamos muy buenas intenciones y mejores deseos, las escuelas fracasarán. Si ustedes realizan dentro de las escuelas una labor eficiente, bien ordenada, orientada y con una mentalidad superior, esa será una obra verdaderamente maravillosa que cumplirá un sector de la enseñanza argentina tan importante, como el que cumple la escuela secundaria y la universidad. Sin desmerecer absolutamente a las otras actividades, pensemos, señores, cuál es el porvenir de esta faz de la enseñanza y de allí podrán sacar ustedes la conclusión que serán, con el andar del tiempo –ya que en esto no puede improvisarse y es necesario ir dejando una tradición y un ejemplo–, los pioneros que inicien esta actividad que en el futuro tendrá un gran desarrollo dentro de la República, con una inmensa utilidad para la población del país. Uno, que hace historia, cada uno en su actividad –ustedes en ésta, los demás en las otras–, a menudo no abarcan o no se dedica a mirar lo que representa para la historia de la enseñanza técnica argentina el haber formado las primeras escuelas, el haber formado los primeros elencos de profesores y de haber sacado los primeros muchachos. Los que vengan [en] adelante posiblemente pasarán y se acordarán más de ustedes que lo que ustedes puedan acordarse de otras cosas; porque ustedes han sido los que han sentado las bases y echado los cimientos de este edificio que aspiro y espero que, en el futuro, sea una verdadera obra grandiosa para la enseñanza de la República. 171 Eso también, señores, ha de ser la inmensa satisfacción que ustedes experimentan; pero también es inmensa la responsabilidad que pesa sobre ustedes que son los que dan el empuje inicial y los que van a formar los maestros para instruir a las futuras generaciones de aprendices argentinos. Señores: Esa gran responsabilidad que pesa sobre ustedes es, según lo entiendo yo, lo más hermoso que tiene la vida: el poder ser el propulsor de algo de lo cual la República pueda esperar inmensos beneficios. Sé que ustedes desarrollan su labor en todas las partes de la República, y sé también cuál es la orientación que cada uno de ustedes da a sus actividades, que tiene una característica especial en el aspecto de la enseñanza, llevando la adaptabilidad de la artesanía y la adaptabilidad de la industrialización a cada región con sus características propias. Nosotros tenemos que formar las escuelas profesionales para el Gran Buenos Aires, que tiene una característica fija y particular; una para Mendoza, que también tiene característica especial; otra también para Córdoba, diferente a las dos anteriores; otra para Tucumán; otra para el Litoral. Es decir que las escuelas de capacitación deben desarrollar su acción con una conciencia regional, porque es inútil formar en Tucumán hombres altamente capacitados para la industria óptica; allí es mejor formarlos para la industria del azúcar, como en Mendoza para la industria del vino y, en fin, capacitarlos a cada uno para la actividad regional. Ese es un sistema al cual la República ha de habituarse en el porvenir. Fíjense ustedes que se forman médicos para la zona del norte en la Universidad de Tucumán; abogados para Buenos Aires y el Litoral, en Buenos Aires, La Plata y Rosario; médicos en Córdoba; médicos en el Litoral, porque dicen que hay que ir formando la conciencia profesional regional. ¿Qué diríamos en el aspecto profesional y del artesanado? Hay que formar para cada región el hombre adaptado a la actividad de la misma en el aspecto industrial y de la artesanía. Señores: He recorrido casi toda Europa, donde indudablemente la enorme cantidad de siglos ha acumulado una existencia perfectamente diversificada. Allí se pasa 172 de un pueblo a otro, que no distan entre sí más de 4 o 5 kilómetros, y cada uno tiene una actividad totalmente distinta. Si uno va a Bérgamo, en Italia, tiene la gran industria del hilo; pasa a Como, y está en la seda; pasa a Perugia, y está la cerámica. Todo eso va creando núcleos y regiones donde las actividades han sido perfeccionadas en una dirección. Eso que pasa en la industria y en la artesanía europea es el futuro nuestro. Ellos tienen milenios de organización y de trabajo, y eso es lo que les ha permitido llegar a esa situación. Dentro de siglos llegaremos nosotros también. Entonces, ¿por qué no comenzar ya a sentar las bases de eso que ha de ser el objetivo final, para no trabajar como lo hemos hecho hasta ahora, es decir sin organización ni preparación de ninguna naturaleza? Señores, de esto surge un consejo que yo di al comenzar la organización de este tipo de enseñanza: que se dediquen en cada región a lo que cada región necesita sobre la base de esa organización industrial regional, que será el futuro de nuestro país. Eso es tarea de ustedes y solamente ustedes pueden realizarla. Nosotros podremos decir: “hay que hacer tal cosa”, pero hasta que ustedes no la hagan es inútil que nosotros sigamos diciendo eso. Ustedes constituyen la mano de ejecución en la tarea que nosotros debemos encarar para resolver este problema en nuestro país, y ustedes han de ser también los responsables de los errores que se cometan en ese tipo de orientación. Señores: Todavía son ustedes demasiado pocos. Las escuelas son insuficientes. Ustedes tienen también la responsabilidad de formar los futuros maestros que han de salir de las escuelas. Ya hemos probado, hace muchos años, las escuelas industriales, las escuelas de cierto tipo de capacitación especial que existen en todo el territorio. Después de haber estado en ellas cuatro años estudiando una cuestión de artesanía, sale el alumno de ahí y se emplea de mozo en un café o de empleado en una tienda. Hay que formar a los hombres y obligarlos a que sigan esa actividad, no por la fuerza, pero sí por la fuerza de su espíritu, formado de conformidad con esa actividad. Eso es también función de ustedes: formar hombres enamorados de su trabajo, hombres orientados en esa actividad, que no vayan allí a formarse como lo han hecho nuestros mecánicos hasta ahora o nuestros técnicos o sobrestantes, 173 empíricamente o en escuelas teóricas. Para hacer esto hay que manejar el martillo, hay que manejar el corta fierro y hay que saber serruchar y limar. Eso es lo que hay que saber, pues el país está lleno de esos que dicen cómo hay que limar y no saben limar. Éste es un país donde nos hemos excedido en la teoría y nos hemos quedado muy cortos en la práctica. Lo que tenemos que formar, son hombres que sepan hacer, no decir. Ya habemos mucho que sabemos decir. Por ello, esas escuelas teóricas, que suelen tener muy lindos uniformes y todas esas cosas, no han formado nada hasta ahora, sino muy excepcionalmente. Lo que nosotros tenemos que formar es un contingente de millones de hombres que sepan hacer, que sepan trabajar y que el trabajo puedan realizarlo en el máximum de provecho y el mínimum de esfuerzo, que es lo que la habilidad manual da. Entonces, señores, si eso consiguen las escuelas profesionales que nosotros estamos propugnando, si ustedes forman un número de hombres y de maestros capaces de llevar esto a toda la República, la Nación no tendrá con qué agradecerles la obra que realizan; especialmente a ustedes, que en este pequeño núcleo están colocando los cimientos de lo que representará después la actividad de cientos de miles de personas que se dedican a este tipo de enseñanza. La función de ustedes es formar hombres que sepan hacer, y de ellos hacer hombres que sepan enseñar a hacer. Si ustedes lo consiguen, no serán menos beneméritos que los que en otra clase de actividades han pasado a ser beneméritos dentro de nuestra nacionalidad; como los que nos dieron la independencia, los que echaron los cimientos de la primera escuela de enseñanza o los que fundaron la Universidad; como los que fundaron los principios de las grandes actividades sobre las cuales se asienta la grandeza de los pueblos y la felicidad de sus ciudadanos. Señores: No quiero seguir conversando porque no quiero abusar de la atención de ustedes. Solamente quiero decirles, con la inmensa simpatía con el que el gobierno ve la obra que realizan, todo el agradecimiento que el mismo siente por las tareas y los sacrificios que hacen en el desarrollo de su actividad. No habrá esfuerzo que realicemos por posibilitar la mejor labor de ustedes, por echar las bases del 174 perfeccionamiento de todos los hombres que se inician en las Escuelas de Orientación Profesional, que no merezca ser realizado. Demás está decir que estamos llevando a cabo una obra de gobierno que significa tomar las medidas necesarias para que todos los argentinos puedan trabajar y rendir el máximo de su esfuerzo. Mi función aquí es posibilitar que todos trabajen sin inconvenientes; si hago eso, cumplo con mi deber; si no, no. En ese sentido, estamos a disposición de ustedes para facilitar, ayudar, impulsar y estimular la actividad que desarrollan y que tiene, a nuestro entender, una misión tan grande y tan noble que cumplir. Muchas gracias, señores. Que al llegar ustedes a sus escuelas tengan toda la felicidad que merecen por la obra tan importante y simpática que están realizando en bien de todos los argentinos.
1949-03-09
En un homenaje ofrecido al Secretario General de la CGT, José Espejo
Inmenso es el honor que representa para un primer magistrado que no sólo habla de democracia, sino que la practica, encontrarse en una demostración a un trabajador en una oportunidad como ésta, en que me sea permitido observar, reflejados en la cara de cada uno de los compañeros que comparten este homenaje, y en un examen retrospectivo, todos los actos que fuimos viviendo desde 1943 hasta nuestros días. Ese examen nos va presentando el panorama de todos esos hechos que han ido conformando una nueva vida para la República, desde los momentos inciertos del Departamento Nacional del Trabajo hasta la creación de la Secretaría de Trabajo y Previsión. Y me parece observar, permítaseme el símil, esa mole inmensa como la cordillera de los Andes, formada por los privilegios y el favoritismo, que debíamos traspasar, vencer y demoler después, para hacer una Argentina socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana. Echo después la mirada sobre el panorama de nuestras reformas, tomadas un poco en broma por nuestros adversarios, quienes, así como lo tomaron entonces demasiado en broma, se ven hoy obligados a tomarla demasiado en serio. Y recuerdo los días en que no alcanzaban los diccionarios para colocarme epítetos de distintas naturaleza; allá, me llamaron comunista; en el gobierno me calificaron de fascista; después, me llamaron demagogo; para demostrarles, finalmente, que soy un argentino. Pero un argentino a la usanza de nuestro pueblo trabajador, que no sabe de vender a la Patria, que no sabe ser abogado de las compañías extranjeras, que no sabe de cambiar la dignidad de nuestro pueblo por un puñado 176 de monedas; un argentino de los que usaban allá en 1810. Por eso, queridos compañeros, en esa mirada retrospectiva de que os hablo, siguen viviendo nuevos hechos; estamos escribiendo una nueva historia. Y con esos nuevos hechos y con esa nueva historia, nacen, por primera vez en esta tierra, los Espejo, en cuya humildad, honradez y lealtad podrían mirarse muchos. Esta fiesta en homenaje al compañero secretario de la Confederación General del Trabajo es el grito de júbilo de los trabajadores, satisfechos por la dignificación del trabajador argentino. Es, además, el homenaje que los dirigentes de los gremios rinden a una época de reivindicación de la dignidad argentina, humillada por apellidos y por oligarquías que no han merecido el bien de la Patria. Yo me siento inmensamente feliz, porque en este momento rendimos un homenaje a un compañero trabajador que termina de pronunciar su discurso propugnando que los Derechos del Trabajador sean íntegramente incluidos en la Carta Magna que, de ahora en adelante, regirá las relaciones entre los argentinos y establecerá las bases de una justicia que hasta ahora habían desconocido los trabajadores de la Patria. Desde el momento en que esos Derechos del Trabajador estén incluidos en la Constitución de la República, sancionada ésta y jurada después por todos los funcionarios de la Nación, el trabajador podrá afirmar con fundamento que la era de la explotación del hombre por el hombre ha sido barrida para siempre de la tierra argentina. Tendremos nosotros el insigne honor de haber sido el primer pueblo del mundo que ha establecido que la ley pena como delito la explotación de un hombre por otro hombre. Y debo confesar, señores, que esos derechos, que me pertenecen y que fueron declarados el año 1947, han sido íntegramente incluidos por iniciativa de los trabajadores, que totalizan la mitad de los miembros de la actual Convención Constituyente. Por eso, este homenaje al compañero Espejo, autoridad máxima de la CGT y que es, como cada uno de nosotros, un humilde soldado de este gran movimiento68; homenaje que sintetiza el sentir de los dirigentes argentinos, que equivale a decir de la clase trabajadora argentina, tiene un significado promisorio para el futuro, porque está diciendo a la clase trabajadora argentina cuál es y cuál será su deber en esta hora y frente a los tiempos que vendrán para no dejarse quitar ninguna de las conquistas que en la Constitución se incorporarán plenamente 177 tanto en el orden económico como en el político y en el social. Algunos creen que el único responsable de que esto se realice es el General Perón. Desde ahora, incluidos en la Constitución, dejan de ser patrimonio de un hombre para pasar a ser el patrimonio de todos los argentinos. Por lo tanto, dejan de estar bajo la custodia de un hombre, para pasar a la custodia de todo el pueblo argentino. Compañeros: Quiero terminar estas pocas palabras de adhesión entusiasta a la demostración al compañero Espejo, y a lo que él representa dentro del movimiento, con una invocación sencilla a nuestra causa, que es la causa de los trabajadores, la causa del pueblo, la causa peronista, como la llamamos nosotros, para que cualesquiera sean las circunstancias que se nos presenten a nosotros, a nuestros hijos o a nuestros nietos, sepan valorar todo el esfuerzo que nos ha costado cambiar un estado de cosas; el dolor y el sufrimiento de veinte generaciones de trabajadores argentinos que lucharon impotentes frente a la prepotencia, al abuso y a la injusticia. Si saben valorar en el futuro lo que vale la justicia que hemos conquistado; el nuevo estado de cosas creado para asegurar los derechos que al pueblo trabajador le corresponden, para que tenga su lugar bajo el sol, si no quieren verse nuevamente escarnecidos; tienen un deber que cumplir: defender esta Constitución, 178 que es la Constitución de los trabajadores argentinos. Queridos compañeros: Que este recuerdo, que esta invocación sea transmitida de generación en generación, para que algún día no tenga el pueblo argentino que arrepentirse de no haber tenido suficiente buena memoria.
1949-03-10
Durante un almuerzo realizado en su homenaje en Campo de Mayo
Señores ministros, señoras, camaradas: Este maravilloso día pasado en la Guarnición de Campo de Mayo ha tenido para mí la virtud de rememorarme los tantos días felices de mi juventud de soldado, primero, y de mi actuación de profesional, en los grados superiores, después. No he podido pasar sin emoción frente a la vieja Escuela de Suboficiales, donde comencé de teniente, hace ya treinta años. Esa vieja Escuela me ha recordado los tiempos de labor y sacrificio que me representa también la labor y el sacrificio abnegado que prestáis cada uno de vosotros en la tarea honrosa y patriótica que día a día estáis desarrollando. Recuerdo esos tiempos cuando simulábamos las ametralladoras con una matraca porque carecíamos de ellas, cuando salíamos con reducidos pelotones, que llamábamos compañías, al terreno para trabajar con un 75 por ciento simulado y un 25 por ciento real. Recuerdo también las maravillas que teníamos que hacer los comandantes de compañía para componer las zapatillas con las cuales podíamos sacar nuestro soldados a instrucción. Recuerdos los acantonamientos realizados bajo carpa en esta misma guarnición, pese a toda esa dura tarea y obscuro menester de administrar nuestras fuerzas espirituales dado que, en materia de poder hacer, estábamos extraordi180 nariamente limitados por las dificultades que teníamos para conseguir lo que necesitábamos. Recuerdo toda esta vida de soldado que he vivido permanentemente en esta guarnición, cuando salíamos una vez por semana, a caballo, para alcanzar duramente un tren, que tantas veces perdíamos: retornando entonces a la vieja Escuela de Suboficiales, para jugar una partida de billar. Recuerdo el primer automóvil que tuvimos, un viejo Ford “a bigote”, manejado por un chofer alemán, que llegaba el cincuenta por ciento de las veces a la estación y el otro cincuenta por ciento teníamos que hacer la mitad del viaje a pie, en el barro. Evocación emocionada de los progresos de Campo de Mayo Y veo, señores, con una profunda satisfacción, con una emoción patriótica que solamente podemos sentir los soldados que hemos vivido la honrosa vida de esta casaca que llevamos, el adelanto de este Campo de Mayo, que nos recuerda el viejo general Riccheri71, con la veneración que él merece, a través de medio siglo de esfuerzos de jefes y oficiales para hacer resurgir lo que hoy vemos, esfuerzo de nuestro brazo, esfuerzo y sacrificio de nuestro cuerpo, ejército creado de la nada por el valor espiritual de un cuadro de jefes y oficiales superior a toda ponderación, por su sacrificio, por su abnegación y por su patriotismo. Señores, después de tantos años, vengo de pasar revista a una unidad motorizada, una división blindada, que constituyen los anhelos modernos de los camaradas del Ejército y quedé asombrado no solamente al revisitarla, sino también al ver el esfuerzo que realizan nuestros jefes y oficiales para llevar adelante esa tarea en un campo difícil como el de la milicia moderna, con un sacrificio permanente para mejorar los escasos medios de que aun disponemos y con el corazón satisfecho por un deber cumplido en colaboración, los oficiales de las tropas, con los técnicos y con los oficiales del Estado Mayor. Señores: 181 Un presidente de la Republica que, como yo, se siente soldado, profundamente soldado, recibe con esto la más alta satisfacción que pueden brindarle los camaradas al ofrecerle un cuadro como el que he presenciado esta mañana. Por todo ello, felicito calurosamente, emocionadamente, a los señores jefes y oficiales y, en particular, al ilustre ministro de Guerra que durante tanto tiempo había esperado el Ejército, por su realización, por su energía, por su capacidad y por los valores espirituales que lo adornaron desde cadete en el viejo colegio de San Martín, allá por el año 1910; es la felicitación que hago al amigo, al camarada y al ilustre soldado que hoy rige los destinos de esta institución armada.72 Al llegar a Campo de Mayo, al compulsar mil veces todo cuanto los señores oficiales y jefes piensan con sentido profundamente patriótico y argentino, yo rememoro también los días en que la Escuela de Guerra, o en el Estado Mayor, me ha sido dado compulsar, de una a mil, las necesidades y las aspiraciones de todo argentino para satisfacer de la mejor manera posible las necesidades y aspiraciones de nuestra República. En este sentido, he tratado en el gobierno de cumplir y satisfacer todas esas aspiraciones; pero, por sobre todas ellas, una que debe ser cara al corazón de todo verdadero soldado, he tratado que, de una vez por todas, la República Argentina pueda decir una verdad a todos cuantos la quieran escuchar. En este momento podemos decir que constituimos una nación socialmente justa y, por sobre todo, económicamente libre y políticamente soberana. Nuestra situación económica Señores: Se ha dado en comentar durante estos últimos tiempos nuestra situación económica y yo deseo que los camaradas escuchen de mis propios labios la verdad, pero absolutamente la verdad. 182 Puedo asegurarles que desde que yo tengo uso de razón hasta nuestros días, la República Argentina no ha gozado jamás de un bienestar ni de posibilidades económicas como las que gozamos en el presente. A ustedes, hombres inteligentes, les bastará con que les esboce un rápido cuadro, en breve síntesis, que esclarecerá, para cualquiera que tenga sentido común, todo el panorama económico de la Nación. Cuando yo me hice cargo del gobierno, no teníamos para pagar los sueldos de los empleados de la administración a fin de ese mes y a ustedes les debían ocho meses del forraje de los caballos que montan; esa era la situación. Sin embargo, yo pensé, como debieron pensar probablemente nuestros grandes cuando lucharon por la independencia política, parados frente a los Andes, que debían vencer esa cordillera y, después de vencerla, debían vencer también, del otro lado, a un ejército más poderoso que el propio ejército que podían formar los argentinos. La cordillera de inconvenientes y privilegios que había que vencer en el orden económico, probablemente no era ni menos elevada, ni menos sólida, ni menos difícil de vencer que la cordillera de los Andes. Para solucionar el problema económico argentino había que luchar también, después de atravesar esa cordillera, con un ejército sumamente poderoso. Señores: Soldado en el fondo, hice conocimiento de la situación, realicé la apreciación de la misma y tomé una resolución, como lo hacen ustedes todos los días. Por otra parte, desde Aristóteles, que indicó este método, hasta nuestros días, nadie ha descubierto ninguno otro más completo ni perfecto para que el entendimiento humano pueda ponerse racionalmente en marcha. ¿Cuál fue mi resolución? Yo tenía el ejemplo de Napoleón, en 1796, cuando no disponía de tropas ni de armas y no poseía sino unos pocos soldados, por lo cual le era muy difícil atravesar la cordillera que tenía delante. Sin embargo, él dijo: “Bien, no tenemos nada de eso”; resolución: pasaron la cordillera y aniquilaron al enemigo. ¿Cuál fue mi resolución con ese ejemplo y con el de San Martín, que en nada desmerece frente al acto napoleónico? La de cualquier soldado que tiene puesto su corazón donde debe tenerlo puesto, y que sabe, en un momento oportuno, que el soldado en su decisión, como el estadista en la suya, ha de jugarse todo a una carta. Dios dirá el resto y nosotros lo ayudaremos a Dios si queremos vencer. 183 Cuando no podíamos pagar a los empleados, cuando no teníamos absolutamente medios de que disponer en el orden económico, resolvimos comprar los ferrocarriles; resolvimos comprar los teléfonos; resolvimos pagar toda la deuda externa; resolvimos nacionalizar el Banco Central; argentinizar los seguros y reaseguros; comprar una flota mercante de un millón y medio de toneladas; iniciar la realización de un plan quinquenal para industrializar el país, para darle los transportes de que carecía, para darle riego y energía eléctrica, construir las viviendas que el país necesitaba, y realizar todas las demás obras de que estaba careciendo, entre ellas la motorización del Ejército, que le era indispensable. Esa fue la resolución. ¿Qué hemos realizado desde entonces hasta nuestros días? Todo esto que acabo de mencionar; absolutamente todo eso lo hemos realizado. Hemos comprado los ferrocarriles y los hemos pagado; hemos comprado los teléfonos y los hemos pagado; hemos comprado un millón y medio de toneladas de barcos para nuestra flota mercante y están pagos; hemos nacionalizado el Banco Central, los seguros y los reaseguros, y ahora producen beneficios para nosotros y no para nuestros adversarios económicos. Hemos hecho todo lo demás a que me he referido, ¿y en este momento la situación económica de la República es mala? ¡Cuando todo eso era extranjero y cuando nada de eso era argentino sino para sacarnos lo poco que producíamos estábamos bien económicamente!... Los valores, la inflación y la ocupación A los que yo culpo, a los que no perdono, a los que la Patria no podrá perdonar jamás, es a aquellos argentinos que se prestan al juego de calumnias para favorecer sus propios intereses. Porque las campañas que vienen del exterior están también alimentadas por argentinos que –y esto quiero expresarlo en una forma gráfica– si la curva de los valores de la tierra, desde el año 80 hasta el 45, seguía una dirección ascendente, decían: “Se valoriza la tierra”; en cambio, esa curva sigue subiendo en la misma dirección y ahora ya no le llaman valorización de la tierra, le llaman “baja de la moneda”. Si la Bolsa, en el año 1948, subió un 400 por ciento, decían: “vean como baja la moneda: los valores suben”. Pero resulta que en estos días bajó el 800 por ciento. Ahora baja la bolsa; no es la moneda 184 que se valorizó. Este juego de niños, verdadero juego de niños, no puede impresionar a ninguna persona inteligente; pero es que ellos no quieren impresionar a los inteligentes, ellos quieren impresionar a los desaprensivos y a los que no tienen alcance para comprender la verdad, aunque ella reduzca claramente como el sol. Señores, yo, solamente en este sentido, les podría decir que nada será detenido ni nada puede detenerse en el orden económico. Dicen que hay inflación. Y yo pregunto: ¿En qué país del mundo no hay inflación? Y a los países en que comienza a producirse la deflación, que en dos años y medio llevan ya tres millones de desocupados, no les arriendo las ganancias. Yo prefiero seguir en este tipo de inflación y no volver a la deflación del año 1918 o del año 1930, cuando funcionaba la olla popular para dar de comer a los pobres argentinos hambrientos que no podían defender su sustento con su propio trabajo, porque no lo tenían. La ocupación plena está demostrando que nuestra actual situación económica es floreciente desde el punto de vista de lo que ocurre. Señores: es un fenómeno natural en todos los momentos de bonanza económica. Yo les puedo dar a ustedes dos o tres datos estadísticos que los satisfarán en la curiosidad de apreciar el problema desde ese punto de vista. ¿Ustedes saben cuántas vacas más se han comido los argentinos en el 48 que en el 47? Dos millones de vacas más. Desde el año 46 al 48, el consumo global de la Nación ha aumentado un 350 por ciento. Es decir, que hoy el nivel de vivienda, de comida y vestido es tres veces y medio mayor que el año 1943. Yo lo he observado. En el año 1943 los miembros del sindicato de la industria de la carne, cuando llegaba a la Secretaría de Trabajo y Previsión, llevaban unos pantalones grasientos, sin medias, con alpargatas y una campera. Y hoy recibo en mi despacho presidencial a esa misma gente y todos están vestidos correctamente, correctamente calzados y con camisas, algunas veces de seda. ¿Es que para un argentino puede haber una satisfacción más grande que sentir que muchos millones de trabajadores son ahora más felices, sin que para ello ninguno de los otros haya tenido que realizar ningún sacrificio para satisfacer a ese ser humano con un mínimum de dignidad y de felicidad a que tiene derecho en la vida? 185 La producción y el consumo Hablan de la producción. Dicen que producimos poco; que los obreros no trabajan; que tienen que trabajar más para nivelar el déficit de producción, porque el consumo exagerado de los bienes de consumo nos está descapitalizando y llegará un momento en que vamos a tener los bolsillos llenos de plata y no tendremos qué comprar, porque todo nos lo habremos comido y llevado encima. Yo digo que la estadística arroja un aumento del consumo en un 350 por ciento más con respecto al año 1943. ¿Cuánto creemos que podría aumentarse la producción si los obreros trabajaran más? Podría aumentar un 20 por ciento, cuanto mucho, en el rendimiento de nuestro trabajo. Pero con esto ¿qué remediamos? Para un déficit del 350 por ciento, le pedimos un 20 por ciento. ¡La economía de la papa del loro! Si yo hubiera sido un poco previsor, como lo son ellos en este momento, quizás hubiera pedido la economía de la papa del loro y los obreros. Pero en el año 1944 yo fundé el Consejo Nacional de Posguerra, que tenía la misión de estudiar estos problemas y de allí salió la solución, ya hace tres año y medio, porque si hubiera esperado a este momento para resolverlo, ¡qué lo voy a resolver! Para resolver este problema se necesitaron tres años de trabajo. Y esa solución salió del Consejo Nacional de Posguerra y la pusimos en ejecución desde el primer día en que entramos al gobierno: contratamos 350 grandes industrias, que son las fábricas que ustedes ven que se levantan en todas partes y apoyamos todas esas ampliaciones que se producen en casi todas las fábricas argentinas dándoles el crédito necesario. Y es así como dentro de seis meses esas 350 grandes industrias comenzarán a producir y, entonces, voy a cubrir ese déficit del 350 por ciento; no lo voy a cubrir con ese 20 por ciento que se les podría pedir a los obreros. ¿Cómo, después de cincuenta años de sumisión y de esclavitud, le vamos a pedir ahora que se sacrifiquen para que estemos un poco mejor? Si las soluciones no se prevén, el agua nos tapa, y cuando queremos solucionar, no tenemos solución. La solución no viene por esos caminos; sino trabajando 186 con la cabeza y no con los pies. Y yo les quiero dar ese ejemplo a quienes, en este país, esperaron que el problema los ahogara para encarar la solución; nosotros hemos encarado la solución de este problema hace tres años; ahora esperamos tranquilos que la solución venga por esa previsión. ¿Ustedes se imaginan que si la situación fuera tan mala como dicen nuestros detractores, el primer preocupado no sería yo? ¿Y ustedes creen que, si así fuera, yo hubiera cambiado de caballo en medio del río, cambiando todo el elenco económico y reestructurando uno nuevo? ¿Por qué lo hice? Se los voy a decir, también. Cuando nosotros teníamos que encarar la travesía, si yo hubiera llamado a técnicos especialistas, probablemente todavía estaría estudiando cómo iba a pasar aquella cordillera de intereses. Eso era una operación y, para llevarla adelante, necesitaba hombres decididos para el asalto. La primera etapa de esto se cumplió por el asalto, y el asalto lo realizamos. Por eso pagamos todo, por eso cumplimos con todo, por eso debe satisfacernos esa primera etapa, la más difícil. Ahora, como dice la gente, vamos en coche. Capacitación para la lucha Ahora voy a estructurar científicamente todo el instrumental y toda la organización económica del Estado, pues ya, después del empujón, he tomado posición; y ahora que me saquen de ella, como hacen ustedes aquí, en Campo de Mayo y en las demás maniobras. En esto, el procedimiento es siempre igual; es una lucha, y la lucha se rige por los mismos principios, sea con fusil o sea con medios económicos. En el fondo, es siempre una lucha, y esa es la ventaja que siempre tendremos los soldados sobre los demás. Conocemos la técnica y conocemos la realización de la lucha. Para vencer, nosotros estamos más capacitados que cualquier otro. Los demás se pueden haber capacitado, pero el espíritu de lucha y la decisión de jugarse el todo por el todo, eso está en un soldado, difícilmente en otro profesional. Y yo he hecho aquí de soldado cuando [he] debido hacerlo, y he tratado de hacer de estadista cuando he debido hacerlo. Pero lo que sí les puedo asegurar es que esta batalla ya está ganada. Veremos la reacción de la campaña, pero ya está en el bolsillo, y el que lleva una batalla ganada, por lo menos, lleva ya una ventaja. ¿Qué tendremos que luchar? ¡Pero, señores, si la lucha es vida, si la vida es lucha; si el renunciar a la lucha es renunciar a la vida! 187 ¿Cómo lo vamos hacer? Es un asunto simple. Yo siempre cito que habiendo siendo profesor de historia durante muchos años he recordado en muchas oportunidades, cuál era la situación que se le presentó a San Martín en el año 1816. Tenía en Chile el ejército español de Marcó del Pont, que sólo, sumaba tres veces las fuerzas que San Martín podía reunir en Mendoza para invadir a Chile. En el Perú estaba otro ejército más o menos igual; en Salta, después de Vilcapugio y Ayohuma, quedaba sólo el recuerdo del ejército auxiliar del Perú, y Güemes se mantenía allí con su guerra de guerrillas. Paraguay se había separado del Virreinato, y Montevideo sitiada y ocupada por los españoles. Una expedición portuguesa se ponía en marcha en ayuda de esas fuerzas españolas, y en Cádiz se preparaba la expedición más numerosa destinada hasta entonces al Río de la Plata. Señores: Ustedes son soldados y se darán cuenta de que no se le podía presentar a San Martín una situación más terrible que esa, y, sin embargo, San Martín atravesó los Andes, venció al ejército español de la Capitanía General de Chile, fue al Perú y, si no lo hubieran detenido allí, hubiera dado toda la vuelta asegurando la independencia de Sudamérica hasta llegar de nuevo a Buenos Aires. Mejores condiciones ¡Y nosotros, que decimos todos los días que somos descendientes de San Martín, estamos asustados porque no tenemos dólares y creemos que sucumbimos porque ya no se nos va a ayudar desde afuera! ¡Y nos sentimos descendientes de San Martín y de esos hombres que acometieron una empresa semejante! Por eso digo, señores, que tendremos que hacer algún sacrificio en el futuro, porque hasta ahora yo no veo que ninguno de nosotros haya tenido que hacer un sacrificio. El pueblo argentino come más que antes, habita mejor, tiene una dignidad mayor, porque por lo menos ahora él elige a quiénes quiere que lo gobiernen y no le dan un palo en el comicio cuando va a depositar su voto, ni le cambian las 188 urnas en el correo o le hacen cualquiera de esas cosas que sucedían antes. Yo les pregunto si, desde que estamos nosotros en el gobierno, algún argentino ha desmejorado en su situación económica. Cuando algunos grandes industriales o comerciantes se quejan, yo pido en seguida datos a Impuestos a los Réditos para ver cuánto gana este señor y tengo la sorpresa de ver que todos los comerciantes e industrias han ganado en el año 1947 más que en 1946, y en 1949 más que en 1948. Y todavía se quejan… ¡Son víctimas de la dictadura que estamos ejerciendo en este país! Yo les podría seguir hablando toda la tarde, como compañero, como camarada, de estos temas, pero para qué les voy a decir más si para muestra basta un botón. He querido decir esto por una simple razón porque, si tengo interés en que alguien comprenda bien estos problemas, son casualmente los camaradas de las fuerzas armadas, por afinidad, por deber espiritual y por camaradería. Tengo interés que ellos lo conozcan y que sepan que cuanto se dice es una propaganda insidiosa que se realiza. Y yo les pregunto, señores: ¿el Ejército tiene o no tiene más medios ahora que en el año 1943? Vean que en el año 1943 mandaba yo una unidad. Nosotros hemos construido cincuenta cuarteles en un año. Recuerdo que a nosotros nos ordenaban de la Inspección General del Ejercito tirar solamente 8 condiciones en vez de 12, porque no había munición de infantería para tirar en los polígonos. Ahora, en cambio, ustedes saben cómo están los depósitos de la unidad. Eso no representa para el estado actual de la Argentina absolutamente ningún esfuerzo. Lo que antes no se gastaba en munición, se gastaba en otras cosas. Y si no, que me expliquen a mí porque durante 20 años cerraron los presupuestos con 400 y 500 millones de déficit y nosotros hemos cerrado el presupuesto de 1947 con 500 millones de superávit. ¿Dónde iban esos 900 millones que resultan entre las diferencias del déficit de ellos y el superávit nuestro? Si lo hubieran invertido en municiones no hubiéramos tenido que reducir las condiciones de tiro de nuestros soldados. Prevención contra los rumores No quiero seguir abundando en detalles. Lo único que yo deseo es que se 189 armen ustedes, como me armo yo, del escepticismo que hay que tener para prevenirnos contra la circulación de rumores a que se ha referido mi querido amigo el general Sosa Molina73 que, a menudo, llega a la presidencia con cara descompuesta y con una molestia terrible por esos rumores. Menos mal que allí, en la presidencia, lo tranquilizan un poco. Yo solía contarles a mis obreros, un viejo cuento sobre esta clase de propaganda, que prende en ese tipo que uno conoce, que ustedes lo ven todos los días, algunas veces también en el cuartel. Es ese señor que todo lo sabe, aunque nada lo puede; el que conversa con todos; si el jefe le da una orden, él la comenta risueñamente; no dice que está mal, la comenta risueñamente entre los oficiales; le gusta, de cuando en cuando, hacer el caudillo, el buen muchacho, pero al servicio no le presta el mismo apoyo que le presta a ese comentario risueño de la orden o el comentario del corrillo de los muchachos jóvenes en el casino. Entre la población eso abunda en forma extraordinaria; muchos utilizan eso como modus vivendi y otros están pagados para realizarlo como una propaganda. Yo siempre recuerdo que, cuando chico, un día discutí un asunto sobre unos carneros que había recibido mi padre en su estancia. Él creía que había visto unos en la exposición y que le habían mandado otros al campo. Yo le dije: “¿Cómo le van hacer eso en la exposición? Si ellos dicen que son, deben ser”. Entonces mi padre me dio un consejo; me dijo: “Acodarte siempre que tenés que discernir por vos mismo sobre cuanto te dicen”. Y llamó a un perro que estaba cerca diciéndole: “León, león, león”. El perro se llamaba León y cuando el perro vino, me dijo mi padre; “Ves, le digo león y viene, pero no es león, es perro”. Esta lección de mi padre no la he olvidado nunca, y cuando a mí me cuentan una cosa de esta naturaleza yo la medito profundamente porque es muy común eso de que le quieran meter león por perro. En este sentido, soy un soldado como ustedes, con las mismas inquietudes, 190 con los mismos problemas, las mismas virtudes y los mismos defectos, porque salimos de una escuela común, hemos hecho una vida común y muchas de las caras que estoy viendo aquí las he visto antes en mis superiores, en mis compañeros, o en mis subalternos y, algunas, en mis alumnos de la Escuela de Guerra. Pensarán ustedes que con la honradez, que es nuestra escuela, si yo pudiera persuadirme de que no le estoy haciendo un inmenso bien a la República –y, por cierto, que lo estoy haciendo, porque le estoy asegurando su soberanía, que es lo único que un argentino no puede sacrificar de su patria; porque le estoy asegurando su independencia económica mediante una economía real e integralmente libre, porque sobre el cuento de la libertad que nos han hecho hasta ahora habría que conservar un rato para creerlo de verdad–, si yo creyese, por un segundo, que no estoy realizando esto o que no lo estoy realizando bien, ¿creen que iba a seguir en la Casa de Gobierno? Yo estoy allí, desde diana a silencio, peor que los oficiales de semana que están en el cuartel. Mi deseo sería conversar todos los días con ustedes, pero si lo hiciera dirían que me mandan llamar aquí para indicarme lo que tengo que hacer. Dirían que estoy pendiente de Campo de Mayo y que, en vez de trabajar y cumplir con mi deber, como debo hacerlo, estoy pasando unas vacaciones entre mis compañeros y amigos militares. Por otra parte, les aseguro que aquel trabajo es duro y es bravo y que no admite pausas ni de un minuto, porque hay que atenderlo todo, porque hay que sentir todas las inquietudes, porque hay que vivir con el pueblo, porque hay que vivir con los ministros, porque hay que vivir con todo un inmenso estado mayor que tengo organizado para el trabajo. Porque hay que vigilar si el plan de Gobierno no se detiene; si alguno, en dicho plan, no se va demasiado lejos; si otro no me queda o va muy despacio. Tengo que estar con las riendas, el látigo y el acelerador, para acelerar unas cosas y frenar otras; reemplazar a todos los que no saben cumplir con su deber o lo cumplen mal, por los que trabajan con honradez, estimulándolos. Se darán cuenta, entonces, de que, a pesar de esa inmensa satisfacción que experimento al poder conversar un rato con ustedes, lo cual me es tan grato, no podría hacerlo, porque el deber, aunque duro, aunque difícil, aunque amargo, el soldado está acostumbrado a cumplir y apurarlo hasta lo último renunciando a todas las demás satisfacciones. 191 Camaradas: Yo quiero responder con dos palabras a lo que el señor ministro de Guerra termina de decir. Sus palabras son las palabras de un soldado, y, para nosotros, los soldados, saben bien ustedes el valor que damos a la palabra de otro soldado. Lo que sí debo declarar es la inmensa satisfacción que he experimentado hoy en Campo de Mayo; la inmensa satisfacción de sentirme cerca de ustedes y de compartir por lo menos una mañana en las tareas en que ustedes están empeñados, solamente confiados al esfuerzo y al sacrificio por el bien profesional, dedicados a cumplir con su deber específico. Empecemos cada uno en esta República a llenar su misión de la mejor manera, y así se logrará que sean mejor llenadas las misiones de conjunto. Felicitación al Ejército Yo veo al Ejército avanzar a pasos agigantados; lo veo ir triunfando en su preparación técnica y en su capacitación profesional; lo veo con sus nuevos materiales, lo veo moverse, lo veo trabajar y siento, como ustedes, la satisfacción profesional de poder decir que de los ejércitos que conozco –que son muchos–, podrá haber iguales al nuestro, pero mejores no conozco ninguno. Lo digo con el orgullo que un soldado siente al decir esto que, como todo lo que he dicho hoy, es una absoluta verdad. Viendo al ministro de Guerra en su incansable esfuerzo –todos los días me dice que yo tengo que descansar y yo, por mi parte, le digo a él que descanse, pero ninguno de los dos nos hemos podido tomar unos días para ello–, en su enorme dedicación, en su permanente lucha por llevar adelante la institución, en su discusión con el ministro de Hacienda y con todos los demás ministros, donde yo lo veo diariamente desempeñar su función con un esfuerzo superior a toda ponderación; quiero decirle ante ustedes, que son los subalternos directos del ministro, mi palabra sincera y leal, que lo felicito, pero no, señores, con la palabra de felicitaciones que algunas veces se acostumbra. Yo felicito muy pocas veces. Lo felicito, señores, por el estado del Ejército, por la disciplina del mismo, por lo que hemos visto hoy a la mañana, y por el espíritu con que trabajan 192 los jefes y oficiales, porque solamente cuando un ministro trabaja y se sacrifica, cuando un ministro es disciplinado y correcto, tendrá un cuadro de oficiales que trabaje y se sacrifique y que sea disciplinado y correcto. Ese ejemplo, señores, que queremos dar nosotros a todos los camaradas con nuestro sacrificio personal y con nuestro esfuerzo, será posiblemente el único galardón que llevaremos a la tumba de argentinos y de soldados. Si alguien puede pensar de otra manera, que Dios lo ayude. Pero nosotros sabemos que respondemos ante nuestra conciencia de argentinos, que estamos cumpliendo el deber como lo aprendimos a cumplir de cadetes y como lo sabemos seguir cumpliendo de generales, porque esa es la escuela de nuestros soldados y porque ese es el único honor a que aspiramos. En esta vida, tan triste y tan áspera a veces, ésta satisfacción es la que le quiero dar al señor ministro. Camaradas: Sigan ustedes trabajando, que ustedes serán los triunfadores del mañana; nosotros ya hemos terminado o estamos terminado. Ustedes empiezan; de ustedes es el porvenir y de ustedes será la Patria posteriormente a nosotros. En ese esfuerzo y en ese sacrificio, en cuya escuela nos formamos y de la cual nos enorgullecemos, sigan ustedes, compañeros, para triunfar, para llevar a la Argentina bajo el lema de su libertad económica y de su soberanía política inmarcesible, para que no haya nunca un argentino suficientemente vil para volverla a vender. Y si algún día, señores, un argentino pone en peligro la soberanía de la Nación o su independencia económica, yo me pondré a la cabeza de ustedes, si es necesario, para echarlo abajo.
1949-03-11
Durante su visita al barco Corrientes
Quiero tener el placer de agradecer las amables palabras que acaba de pronunciar el señor capitán Conway, y, al hacerlo, deseo extender un poco más el panorama que acabamos de presenciar durante la visita a este magnífico barco76, que el tesón y el esfuerzo de los armadores argentinos ofrece a las actividades del país. Asimismo, quiero traer el recuerdo de una conversación sostenida hace ya tiempo con don Alberto Dodero77. Don Alberto Dodero, uno de los “pioneros” de las actividades navales del transporte argentino, después de una larga vida de labor, se había decidido a descansar, probablemente, pasando a cuarteles de invierno, y así me lo hizo presente cuando yo me iba a hacer cargo del gobierno. Le debo, en ese sentido, una declaración pública que quiero hacer en esta oportunidad. Sabía bien, señores, que el estado de la Compañía y de las diversas compañías, 194 era magnífico. Había terminado la guerra y todos sabíamos que era el momento en que los transportadores estaban en buena situación y, quizá, en adelante, las condiciones que se iban a presentar para la explotación de estos servicios no iban a ser tan brillantes como lo habían sido anteriormente. Yo le pedí a don Alberto Dodero que, entre los numerosos servicios que él había prestado a la Nación, sirviendo nuestros ríos, en el Río de la Plata, y en la navegación de ultramar, en forma eficiente, presentando los mejores servicios que hasta nuestros días hubiera podido presentar compañía alguna, soportando en ciertas etapas del desenvolvimiento de estas compañías verdaderos sacrificios que han pesado sobre ellas y los accionistas, que continuase su acción. Don Alberto Dodero, decidido probablemente a tomarse un merecido descanso después de una larga vida de actividad, me dijo: “Muy bien; si el país necesita, nosotros ponemos todo cuanto tenemos a su servicio”. Cuando un hombre de empresa dice estas cosas, tienen un valor para el Gobierno y para la Nación, superior a toda ponderación, y cuando al haberlas dicho, las realiza, evidenciando como en este barco, no sólo su preocupación por la comodidad sino el derecho de actividad y de preocupación por transportar los inmigrantes en un grado de eficiencia y de confort, como quizá no haya alcanzado nación ni barco alguno en la tierra, el Estado tiene la obligación de reconocer ese esfuerzo y, no sólo eso, sino también la de reconocer su deuda de gratitud para con las compañías que, como la Dodero, son capaces de realizar un esfuerzo como el que acaba de llevar a cabo, poniendo a disposición del Estado todos los inmensos bienes de su técnica, de su capacidad y de su dinero. Señores: La República Argentina –y yo lo confieso en su nombre y así lo declaró oficialmente– tiene con estas compañías un deuda que no podrá pagar nunca y yo, personalmente, el general Perón, tengo con don Alberto Dodero y con toda 195 la gente que él representa en sus grupos de acción, una deuda de gratitud que difícilmente podré pagar. Por eso, señores, yo tengo que decir también, con cierto dolor, que en la medida en que hemos podido influir no hemos correspondido a estas compañías dándoles el apoyo moral y las facilidades que las mismas merecen. Y ello no lo he hecho yo porque siempre el escrúpulo de don Alberto me ha detenido cuando he querido tomar alguna medida que pudiera interpretarse en el pueblo o en los interesados como un rasgo de favoritismo hacia la compañía. Ellos han estado en peores condiciones que todos los demás armadores y que todas las demás compañías y, hasta ahora, si algo se puede decir, es que a ésta yo, personalmente, y especialmente a mi amigo Dodero, no le he ocasionado sino pérdidas, molestias y trastornos. Esa es la verdad que debe conocer el país. Por eso, señores, yo declaro también con la misma decisión y con la misma energía que el Estado ha de proteger estas actividades con los medios, las fuerzas y la economía del propio Estado. Porque estas compañías no son empresas particulares sino compañías que rinden a la Nación más que lo que muchas otras reparticiones del Estado han podido rendir económicamente hasta nuestros días. Por eso, señores, con el agradecimiento del gobierno y de la Nación quiero sintetizar en una sola palabra a la compañía Dodero todo cuanto el Estado, el país y la Nación misma deben a su ahínco, decisión y patriotismo: “Muchas gracias, don Alberto”. 196 12 de marzo (1) EN EL ACTO EN EL QUE SE LE IMPUSO EL NOMBRE DE “MINISTRO PISTARINI” AL AERÓDROMO DE EZEIZA 78 Señoras y Compañeros: La humanidad está formada por dos clases de hombres: aquéllos que se conforman con andar entre las cosas que han sido creadas por otros y los que se conforman solamente realizando obra propia. Y así como la humanidad está formada por estas dos clases de hombres, el mundo está formado por distintos pueblos, los cuales también se agrupan en dos clases: los que realizan sólo pequeñas obras y los que están decididos a poner su tesón, su sacrificio y su trabajo para realizar grandes obras. Cuando, como dijo el compañero Bianchi79, el pueblo argentino me hizo el insigne honor de entregarme su bandera para que fuera su abanderado, pensé que era menester que nuestro pueblo fuera de los destinados a realizar grandes obras y que estuviera formado por hombres que no se conformaran con andar entre las cosas creadas por otros hombres sino que estuvieran decididos a crear nuevas obras. El aeródromo de Ezeiza pertenece a estas grandes obras y está colocando los cimientos de un gran pueblo que quiere ser de aquéllos que elaboran su grandeza con grandeza, y que elaboran espíritus superiores cultivando las virtudes del trabajo, de la abnegación y del sacrificio. El aeródromo de Ezeiza, que de hoy en adelante se llamará “Ministro Pistarini”, llevará ese nombre, no por decisión del gobierno, lo que representaría un acto administrativo más, sino por decisión de los propios trabajadores que lo han construido; decisión popular que en nuestros tiempos, en esta nueva Argentina, tiene más valor que si el propio gobierno pleno así lo hubiera dispuesto. 197 El “Aeródromo Ministro Pistarini” es una gran obra que enorgullecerá a las generaciones de argentinos que nos sigan y es una hermosa obra digna de orgullo de un pueblo laborioso y grande, no sólo por su propia e intrínseca grandeza, sino que lo es más aún porque en ella se ha unido la grandeza material y la grandeza social, para que miles de niños argentinos puedan disfrutar de sus magníficos bosques y piletas. Pero, señores, además de ser una gran obra por esa circunstancia, también lo es aún más, porque habiendo requerido el concurso de miles de hombres en la dirección técnica, en la dirección de los trabajos y en la ejecución de las obras, ellas se han construido afirmándolas sobre la felicidad del pueblo sin que haya sido necesario hacerlo afirmándolas sobre su desgracia y su miseria. Compañeros: Cuando reunidos en torno a esta mesa podemos contemplar el maravilloso espectáculo de siete mil obreros que vivan a sus jefes, que están satisfechos del régimen de trabajo y de salarios, que han hecho una gran obra con su conformidad permanente; que han realizado una gran obra para la República, labrando su propia felicidad en el trabajo y en el esfuerzo, esa obra está calificada por el factor social que hace grande a los pueblos. Las grandes obras se construyen sobre la felicidad de los hombres y no sobre la desgracia y la miseria de los obreros. Por eso, compañeros, felicito a su excelencia al señor ministro de Obras Públicas, por su capacidad realizadora, por su competencia técnica, por su energía en la realización y, por sobre todas las cosas, lo felicito porque veo la cara alegre y conforme de sus obreros que lo han ayudado en esta gran empresa. Compañeros: Para cumplir la decisión que hace pocos momentos hemos tomado, yo les pido a todos ustedes, cualquiera sea la jerarquía de los hombres, que el lunes, sin dejar pasar un día más, reemplacen la denominación de “Aeródromo Ezeiza” por “Aeródromo Ministro Pistarini”. Para terminar, quiero agradecerles, en nombre del gobierno de la Nación, todo cuanto ustedes están realizando en esto que hasta hace pocos años era un bañado estéril e inservible para convertirlo en una de las más grandes obras construidas por la República. Quiero agradecerle, en nombre de la Nación, al 198 excelentísimo señor ministro Pistarini80, que fue uno de los que más han luchado por dar comienzo a esta obra cuando nadie creía en él ni en la obra. Su triunfo no es el triunfo de un hombre, es el triunfo de la Nación, es el triunfo de un tiempo, de una época de grandes obras, que haremos vivir a la República, repitiendo este mismo milagro en muchas partes y en muchos momentos. Compañeros: Ustedes forman esa masa de labor de la Nación, ustedes forman ese bendito ejército civil que, hora tras hora, ladrillo sobre ladrillo, esfuerzo sobre esfuerzo, está levantando la honra y la felicidad de la patria. Y así, señores, como hoy recordamos a los soldados de la independencia política que vencieron y que murieron en ese esfuerzo, sin conocer sus nombres, sin saber quiénes eran, y los sentimos como a hermanos queridos en el ancestro de nuestra propia raza, las generaciones del futuro, vuestros hijos, vuestros nietos, vuestro bisnietos y las sucesivas generaciones, recordarán el brazo poderoso y firme de su abuelo o de su bisabuelo que comenzó a levantar la nueva Argentina para todos los tiempos. Compañeros: Agradezco infinitamente este hermoso momento que los trabajadores de Ezeiza nos han ofrecido; lo valoro y considero como esos honores que el hombre no puede olvidar; lo valoro y considero como una exquisita fineza de nuestros criollos trabajadores en quienes hace mucho tiempo puse la única fe de mi alma, porque sé que ellos son los únicos que pueden construir, y porque sé que, como criollos, son los únicos capaces de entregar la vida por la patria. Les agradezco, en fin, este álbum con vuestras firmas, que me recordará esta obra en el tiempo, cuando los años me alejen de la lucha. Hojeando este álbum, como el viejo general lleno de canas, recorrerá el escalafón de mis soldados con quienes la patria ascendió un escalón más en la gloria y en la felicidad de su pueblo. 199
1949-03-12
En un homenaje que le realizara la Organización Israelita Argentina
Sean mis primeras palabras para rendir un homenaje argentino al noble pueblo de Israel y a la naciente nación que los representa, y, recordando las palabras de nuestro Himno, podemos repetir que nace a la faz de la tierra una nueva y gloriosa nación. Como jefe del Estado argentino hago votos fervientes porque las relaciones entre nuestros países, nacidas al influjo de iguales sentimientos de paz, fraternidad, de comprensión y de trabajo, puedan confundirse en el devenir de los siglos para que esas dos banderas de iguales colores puedan seguir las paralelas de la eternidad; para que esas dos banderas de idénticos colores marquen con sus fajas las paralelas de la eternidad por una amistad sincera y leal entre los dos pueblos. Se ha mencionado, hace breves momentos, la inclusión en nuestra Constitución reformada de una cláusula de su artículo 26, que establece que en esta tierra no se admiten divisiones raciales. Pero, señores, quiero hacer justicia a la verdad. La inclusión de esa cláusula la debemos a la iniciativa de la OIA. quien, por intermedio de su presidente, el amigo Matrajt83, hizo llegar la feliz iniciativa a nuestro poder que, comprendiendo y apreciando la justicia de esa disposición, que parecía fundarse en los siete millones de inocentes inmolados por la incomprensión y por el odio de estos últimos tiempos, la aprobó para que en esta nueva Argentina no pudiera jamás caer un solo hombre por igual causa. Señores: Somos un pueblo nuevo. Nacimos al concierto de las naciones civilizadas hace 201 apenas un siglo. Vuestra raza representa al milenario pueblo hebreo, que arrojado de su tierra por un destino injusto, vagó dos mil años por todas las latitudes de la tierra, dando un ejemplo a la humanidad de lo que valen los valores morales de una raza que supo sobrevivir a los tiempos y a las adversidades. Grandioso ejemplo para los pueblos nuevos, el que brinda la milenaria raza de Israel, al colocar nuevamente sobre una latitud y longitud del mundo a un pueblo que vuelve por sus cabales, mediante sus valores espirituales, conservados incólumes a través de siglos y desgracias. Agradezco esta demostración que se me brinda a mí, un humilde ciudadano de esta tierra, que sólo aspira a verla grande y próspera. Le agradezco con todo mi corazón a la colectividad que, en este día, nos hace evocar el valor de su raza y el honor de haber permanecido firme a su bandera por veinte siglos; en este día, en que el júbilo del pueblo judío nos llena de alegría a todos los que sentimos la justicia como una fuerza inmanente y sabemos que en esa justicia, que hoy ilumina a los corazones de Israel, el mundo ha de pensar para que en el futuro pueda alumbrar a todos los demás pueblos de la tierra. Señores: Sabéis que, seáis extranjeros o argentinos, en esta tierra sois nuestros hermanos. Por eso, festejamos el advenimiento de vuestra Nación lejana y lo hacemos no solamente como el alumbramiento de una nueva aurora para el pueblo de Israel sino de una paz que ha de comenzar a reinar en el Medio Oriente para felicidad de judíos y árabes, paz que ha de llenarnos de satisfacción a nosotros, que somos un pueblo comprensivo y pacífico, que no cree en otras conquistas que en las del saber y del trabajo ni en las que no sean logradas mediante la justicia y el deber. Quiero terminar pidiendo a Dios por la grandeza y la prosperidad de la naciente Nación de Israel; que alcancen nuestros votos para que su prosperidad sea eterna, y para que los judíos de todo el mundo tengan allí un corazón que palpite 202 en un lugar de la tierra donde esta raza perseguida y sacrificada encuentre la paz a que tienen derecho todos los hombres.
1949-03-18
Ante delegados al Congreso de Trabajadores Rurales (Glosa)
Historió a grandes rasgos el primer magistrado la acción de la Secretaría de Trabajo y Previsión –desde su creación– en favor de los trabajadores del agro argentino, agregando que la preocupación estatal había sido constante para conseguir que ese importantísimo sector de la masa productora de nuestro país alcanzara los límites mínimos de los beneficios que la justicia social había conquistado para todos los obreros de la patria. Hizo una reseña de las conquistas logradas en el transcurso de los últimos años y realizó un estudio comparativo de las actividades del campo, actividad productora esencial para la economía, con las demás actividades del trabajo nacional. El primer magistrado hizo una extensa relación de hechos, demostrativa de los progresos alcanzados en la solución de los problemas que atañen a la situación de los trabajadores de todo del país, en lo que se refiere a las relaciones entre el patrón y el Estado estableciendo, de manera clara y categórica, el papel que corresponde y deberá corresponder a cada uno de esos sectores en el mantenimiento del equilibrio social, que permitirá alcanzar –si es perfecto y bien controlado– los más altos límites en el progreso y la grandeza de la patria y la felicidad social de esa masa productora que constituyen los obreros del campo, cuyo valor humano es inapreciable en una nación del tipo de la nuestra. Se refirió luego, el general Perón, dirigiendo una mirada al camino recorrido a la situación en que la Revolución y el gobierno que le siguió encontraron al país desde el punto de vista económico y social, y analizó la serie de importantísimas 204 medidas que se han ido tomando y que han permitido dar un vuelco total y cambiar las cosas de manera fundamental, cimentando una economía, de neto corte nacional, lo que ha facilitado el logro de los más esenciales principios en que se basa toda la justicia social, postulado base de toda la acción estatal. Los concitó, por último, el presidente de la Nación a seguir la senda emprendida y perseverar en la acción gremial que vienen cumpliendo para que todos los problemas que se susciten tengan su solución por los cauces naturales, con la intervención directa de las fuerzas interesadas –obreros y patrones– y que el Estado lo haga sólo como juez natural y lógico, en última instancia, de esas contiendas que algunas veces son inevitables. Sólo en esa forma, luchando, trabajando y perseverando en la tarea de producir riqueza en la forma más noble, podrán conseguir, agregó el general Perón, la grandeza de la patria y la propia felicidad. Finalizó su disertación el primer magistrado, enviando por intermedio de los delegados un cordial saludo a los compañeros del interior.
1949-03-19
Nota al Ministro del Interior con motivo de un acto en su honor
Señor Ministro del Interior D. Ángel G. Borlenghi Mi querido Ministro: Me adhiero al homenaje que los empleados de comercio tributan como justo reconocimiento a su constante lucha en procura de las mejoras obtenidas por el gremio y que, hasta la creación de la Secretaría de Trabajo y Previsión, no pasaban de permanentes e incumplidas promesas, detrás de las cuales esterilizaban sus esfuerzos los obreros del país. Me hace feliz este acto, pues me permite decirles a los compañeros empleados de comercio que mi gobierno ha cumplido en un todo cuanto les prometí desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, llevando a una feliz realidad la acariciada esperanza de la jubilación, que resolvió para siempre el problema incierto del futuro de sus hogares, por cuya dignificación y felicidad hemos trabajado y continuaremos trabajando. Las intensas tareas que nos unen y en las cuales a diario podemos ofrecer los esfuerzos en bien de la Patria, sean nuestro estímulo en actos como éste, en donde los ciudadanos dan muestra de la alta comprensión que caracteriza a los trabajadores argentinos. Estimado amigo: Para usted y los compañeros que lo rodean les hago llegar mis mejores augurios y un gran abrazo. 206
1949-03-21
En una comida ofrecida por los Convencionales Constituyentes
En primer término deseo agradecer la exquisita amabilidad con que ustedes han querido honrarme esta noche, como un símbolo de nuestra absoluta unidad y fraternidad de peronistas. Señores: Hace breves instantes he tenido la inmensa satisfacción y el insigne honor de entregar, en nombre del Consejo de la Medalla Peronista, a los convencionales aquí reunidos, la Medalla Peronista. Esa medalla que, para nosotros, es símbolo de un sentido de absoluta unidad y fraternidad de argentinos. En ella está reflejado el escudo peronista, que es el mismo escudo de la patria, en una admirable síntesis en la cual hemos descentrado las manos horizontales, que significan una unidad o una unión fraternal, para ponerlas en sentido oblicuo, que significa para nosotros la solidaridad del pueblo argentino, donde la mano de arriba sostiene y levanta la mano de abajo. Ese es el símbolo de una nueva Argentina, de una Argentina sin egoísmos, de una Argentina con un sentido y un sentimiento preñados de amor al prójimo y de ayuda al compatriota. Señores: Ese es el símbolo de la nueva Constitución, Constitución de donde se han tratado de borrar para siempre en la tierra argentina los egoísmos, las explotaciones y los malos sentimientos que un pueblo no debe abrigar. Ustedes, señores, al sancionarla, han colocado el sello de esa solidaridad social en este documento que hace honor a la Argentina, porque es uno de los más avanzados del mundo, en el 208 cual el espíritu está primando sobre la materia, en el cual un elevado sentido de la virtud ciudadana que, abandonando sus intereses particulares e individuales, pone su mente superior en el espíritu de hombres animados de un alto sentido espiritual para hacer más grande, más unida y más próspera a la Nación. La nacionalidad no es sino un sentido familiar dentro de la comunidad. Así como en la familia el padre la tutela, el hermano mayor tutela a los demás hermanos y el más desgraciado de todos, aquél que ha tenido menor fortuna, tiene un padre que le dedica sus principales desvelos, todo lo cual constituye la unión de la familia, esa solidaridad es la que crea el sentido de la familia, que la une y la hace indestructible como célula en la organización de la sociedad. En la patria ocurre lo mismo. Nunca he creído que la patria sean nuestros campos, nuestras ciudades, nuestros palacios. La patria la constituyen nuestros hermanos que habitan la misma tierra. Por eso, en esta gran familia de los argentinos, para que haya unidad nacional, para cimentar el verdadero patriotismo, es necesario que ejercitemos esa tutela los que podemos sobre los que no tienen la misma fuerza que nosotros, la misma influencia, la misma riqueza o la misma sabiduría; es necesario que tutelemos a todos nuestros hermanos para conformar el verdadero patriotismo de la nación. ¿Cómo puede sentir igual el patriotismo aquél que ha recibido de la patria todos los privilegios, que aquél que no ha recibido ninguna de las ventajas que como hombre debe disfrutar en la vida? Por esa razón creo que, recién ahora, comienza a desarrollarse en esta patria el verdadero patriotismo. Antes, el patriotismo pertenecía a un sector de la población, mientras el resto decía a menudo, y con razón, que su patria estaba donde podía ganarse el sustento y disfrutar de un mínimo de felicidades a la que todos los hombres tienen derecho. No puede pedirse el mismo patriotismo a aquél que ha sido siempre explotado; a aquél que ha sido vilipendiado; el que ha sido despojado de lo que en justicia le pertenece; a aquél que ha sido despreciado por todos; a ese, señores, no puede exigírsele que sienta un profundo amor a su patria, porque pedir eso sería exigir a la Nación que el 80 % de sus hombres fueran héroes, y en la Nación no puede haber un porcentaje tan alto de héroes; salen dos o tres por cada cien hombres. Eso, señores, es lo que estamos tratando de forjar: que todos los argen- 209 tinos, los que tienen obligaciones y responsabilidades, luchen por aquéllos a los que en la vida la fortuna no les ha sido propicia o bien han tenido la desgracia, desde niños, de no poseer las posibilidades de llegar a conquistar una posición. Señores: En esta Constitución se está forjando ya el principio nuevo de que el patriotismo nace en razón directa de lo que el Estado pueda hacer hasta por el último ciudadano de la República; y como en su preámbulo establece que ésta es una Nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana, el Estado tiene el derecho de exigir que cada uno de los ciudadanos sea un patriota al servicio de la defensa de las instituciones básicas y de la Patria. Por eso, señores, al sancionar los constituyentes una Constitución en cuya base podemos fundamentar un nuevo sentido ideal de la nacionalidad, sustentar un patriotismo individual y colectivo, en donde el pueblo siente la real sensación de dignidad y de justicia en toda su legislación basada en una Constitución justa, humana, y patriótica, entonces, señores, la Nación comienza una nueva etapa de su vida donde el noventa por ciento de su población está unido por un sentido de solidaridad patriótica indestructible, que no cederá ante la acción destructora del tiempo ni, en las sombras, de un olvido culpable.
1949-03-23
Durante un homenaje que le fuera ofrecido por obreros e industriales del vidrio
Yo les agradezco infinitamente la amabilidad que han tenido ustedes de hacerse presentes con este recuerdo, que será para mí muy valioso. El Sindicato del Vidrio y, en general, el gremio también, en el cual comprendo tanto a las cámaras gremiales como a los vidrieros del sindicato, cumplen para mí una de las tareas y de las funciones más extraordinariamente satisfactorias. Cuando nosotros iniciamos nuestro movimiento, que era una verdadera revolución en un país donde la conciencia social estaba todavía en pañales; cuando debimos enderezar nuestra marcha sobre un punto que sabíamos que era de lucha y que yo descartaba que era de un inmenso bien para la Nación; cuando desde las primeras horas de la Secretaría de Trabajo lanzamos nuestra doctrina, dijimos que el ideal que movía toda nuestra acción estaba sintetizando por una absoluta unidad entre las fuerzas del capital y las del trabajo, porque esa realización contaba con una dirección eficaz, inteligente y humana y con una ejecución que poseía el buen sentido de la colaboración y amplio espíritu de cohesión en la función común. Es lo único que crea en el mundo y en la vida. Las luchas entre el capital y el trabajo son siempre destructivas y no hay ganancias en ellas, ni para una parte ni para la otra. Y como nosotros queríamos una Argentina constructiva y no destructiva, sumábamos un tercer factor que debía ser de colaboración y de servicio permanente a esos intereses representados por el trabajo o representados por las fuerzas directivas de ese trabajo, por el capital que financia ese trabajo. Agregábamos un tercer factor que era el Estado, el Estado al servicio de esas dos fuerzas. Eso es lo que nosotros, desde la primera hora, 211 dijimos: al servicio honesto de todas esas fuerzas, para protegerlas, para ayudarlas y para posibilitarlas. No escapaba en ese momento a nuestra reflexión que, para llegar a completar este magnífico panorama de esfuerzos de conjunto que representan la actividad laboral, la dirección del trabajo y el control de todas la fuerzas por el Estado, iban a producirse luchas, y que esas luchas iban a durar bastante tiempo porque, desgraciadamente, no es la comprensión lo que caracteriza al hombre de nuestros días. Es más bien un cierto dejo de rencor, de incomprensión y de deseos de lucha, que los vemos manifestarse entre los países en el mundo y entre los ciudadanos en las naciones. Nosotros queríamos terminar con ese estado de lucha que no puede conducir jamás a una labor constructiva. Al hacerlo, señores, y al realizarlo, yo contemplo en este momento la fortuna que acarrea la comprensión de los problemas generales por sobre los problemas parciales, y veo a esta actividad tan importante dentro de las actividades nacionales –y quizá cada día más importante– perfectamente equilibrada: por una parte, tenemos la protección que han recibido los obreros por parte de las fuerzas patronales; y, por la otra, las fuerzas patronales protegidas por el Estado para que ellas puedan, en su industria, colocar dentro del país su producción, a fin de que no sea reemplazada por las producciones extranjeras que pudieran haberse introducido en el país en concurrencia con las que mantienen dentro del panorama nacional al gremio y a las fuerzas laborales. Señores: Podríamos decir que nuestra revolución ha protegido a los obreros y producido, en cierta manera, una elevación de sus salarios, que ha influido en los costos de producción. El perjuicio que nosotros podremos haber ocasionado con esa política a los industriales del vidrio, la compensamos no dejando entrar al país, para que le hagan competencia, las viejas producciones de vidrios y cristales que en el mundo están tan extraordinariamente avanzadas y desarrolladas. ¿Por qué hicimos eso? Porque si no hubiéramos seguido esa política, probablemente habría ocurrido lo mismo que ocurrió en el año 1917 y 1918 –como recuerdan los señores industriales– en que ellos pudieron haber hecho surgir sus industrias de una manera extraordinaria, pero la falta de protección del Estado no les permitió 212 dar el paso que hoy está comenzando a dar la industria del vidrio dentro de la Nación. Y yo les prometo que, mientras permanezca en el gobierno seré, en este sentido, el más absoluto proteccionista, porque aspiro a que la industria del vidrio en la Argentina se ponga a la altura de cualquier otra similar del extranjero. Cuando nosotros iniciamos esta campaña se caracterizó un eslogan que fue muy común y muy difundido: que nosotros sosteníamos la necesidad de que en el país hubiera menos pobres, aunque para ello fuera necesario también que hubiera menos ricos. Yo confieso que, al hacerlo, me equivoqué, porque hemos obtenido en el país que haya menos pobres pero, también, hemos conseguido que ahora haya más ricos. Yo no sé, señores, si esto podrá seguir siendo. Pero deseo fervientemente, desde el fondo de mi alma, que en este país haya el mayor número de ricos posible, porque nuestra intención no era perjudicar a los hombres que hubieran atesorado riquezas, sino que, al hacer ese milagro de la multiplicación, no lo hiciéramos en perjuicio de otros hombres, es decir que para atesorar en un lado tuviéramos necesidad de despojar en otro. En países como la República Argentina los hechos están demostrando que quizá hay un poco de dificultad en el nuevo acomodamiento de las cosas, en la discusión de unos derechos y de unos deberes. Estamos a tres años y medio de una revolución que no fue cruenta sino absolutamente incruenta, salvo hechos aislados, y eso, afortunadamente, se produjo no entre los trabajadores y sus empleadores sino entre los grupos políticos que están acostumbrados a esas cosas. Ahora digo yo lo siguiente: ¿podríamos pedir, a tres años y medio o cuatro, que un movimiento convulsivo como el que se produjo en la República llegara a lograr un acuerdo superior al que hemos alcanzado? Yo pregunto si en esta acción hemos provocado en el estado permanente del país alguna pequeña convulsión. No hemos producido perjuicios al trabajo, a la industria, a la producción ni al comercio. Lo que hemos hecho creo que debe ser agradecido por todo el país. He mos terminado con una cantidad de monopolios que representaban el más grave peligro, tanto para los obreros como para los industriales, para los productores como para los comerciantes que no buscan la acumulación del poder económico para volverlo en contra de sus competidores, buscando la ruina de ellos. Es decir que en este campo también buscábamos que no existiese la lucha y, menos aún, la lucha desleal, dentro de una actividad que debe ser constructiva. Por eso mi inmensa alegría al contemplar este magnífico espectáculo en el que, 213 en un homenaje tal vez inmerecido a hombres del gobierno y a mi señora, hayan participado simultáneamente los señores industriales, los obreros y nosotros, que representamos momentáneamente a las fuerzas del Estado. Esto me colma de satisfacción, porque soy un hombre que jamás ha soñado con encender luchas en mi país sino, por el contrario, en buscar la armonía, la tolerancia, la comprensión y la colaboración entre todas las fuerzas del país. Por esa razón, agradezco íntima y profundamente tanto esta hermosa medalla, que me habilita como socio honorario del sindicato, cuanto estos magníficos obsequios de los señores industriales. El sindicato de la industria del vidrio tiene un honor especialísimo entre todos los demás sindicatos de país, porque el primer ministro de Trabajo ha sido vidriero91, y no me he equivocado en manera alguna en la elección del viejo Freire para el cargo de ministro de Trabajo, porque he observado siempre en él el inmenso margen de tolerancia que deben tener los hombres cuando son equilibrados y les ha servido para algo el haber vivido ya toda una vida. Este secretario de Trabajo y Previsión proveniente de las fuerzas obreras ha tenido la virtud de no apasionarse jamás y de ser absolutamente leal en sus decisiones y equidistante en la apreciación de sus problemas. Esto es una honra para los trabajadores argentinos, entre los que hay hombres prudentes y en los cuales la vida ha dejado su huella de sabiduría para enseñarles una cosa que muchos, después de haber vivido toda una vida, no han aprendido todavía: la tolerancia. La tolerancia y la absoluta rigidez en la aplicación de la justicia, que es lo más difícil de conseguir. A Freire, un obrero vidriero, lo he visto intervenir en los conflictos entre el capital y el trabajo con una tan absoluta armonía en sus decisiones, sin inclinarse jamás a uno u otro lado, que ello me demuestra que es el hombre con el tacto, el tino, la prudencia y la ecuanimidad necesaria para un puesto de esta naturaleza. Es necesario que comprendamos que esa es la verdad, porque nosotros no hemos venido, como innovadores, a quitar una injusticia para instalar otra. Hemos 214 venido a suprimir una injusticia para fijar la justicia. Eso lo hacemos por inteligencia y comprensión de los problemas, porque si nosotros, en vez de instaurar una verdadera justicia, hiciéramos una injusticia hacia el otro lado, la solución no podría ser duradera: duraría muy poco, porque la injusticia puede producirse en casos aislados, pero cuando es permanente no hay hombres que la puedan resistir. He dicho muchas veces que el clima de la injusticia es demasiado terrible para que el hombre se acostumbre a vivir en él. Cuando esa justicia rija sin inclinarse a un lado ni al otro podrá ser duradera, porque tendrá conformes a las fuerzas del capital, a las del trabajo y a la representación de las fuerzas estatales. Si esa trilogía se produce, viviremos en el mejor de los mundos posibles, donde nadie será atropellado, donde habrá una ley que vele por todos y todos por el cumplimiento de ella, porque cuando una ley es sabia nadie tiene más interés en defenderla que el propio pueblo. No quiero abundar más en este tipo de conversación. Solamente me limito a decir que anhelo que todos los demás gremios del país alcancen la situación lograda por los vidrieros en la que los señores industriales están satisfechos de los obreros y éstos de los industriales. Después de producido ese hecho, el gobierno no omitirá esfuerzo para que todos, obreros e industriales, estén conformes con el gobierno. No creo que en esto haya gran mérito, porque yo soy un funcionario colocado en un puesto para cumplir con un deber, no para hacer mi santa voluntad. No olvido nunca que estoy aquí, pagado por los trabajadores y por los industriales y comerciantes para que trabaje como debo trabajar. Si en esa tarea puedo llegar a conformar a todos será mi mayor recompensa. Les agradezco infinitamente, de nuevo, la amabilidad que ustedes han tenido al venir hasta aquí, y más que todo, por tener esta inmensa satisfacción de escucharlos y de cambiar breves palabras con ustedes. Muchas gracias.
1949-04-02
En un acto de inauguración de los cursos para Coroneles
Señores: Es para mí siempre un gran placer llegar a la Escuela de Guerra, donde tantos años he pasado como alumno primero, y como profesor después, y observar que en el curso de los señores coroneles muchos han sido alumnos míos hace años. Por esa razón, por esos hermosos recuerdos de las mejores horas de la vida militar que son las que pasan en el estudio, se imaginarán cuán grande es el placer que experimento al poder dirigirles ahora la palabra. La inauguración de un curso superior o de estudios superiores de la conducción como es éste, implica una profunda reflexión en los hombres que lo han de dirigir y en los que han de realizar la tarea. Respecto a la conducción, señores, a pesar de los siglos que van corridos, todavía no se ha dicho la última palabra sobre cuáles son los métodos ni cómo se puede llegar a formar un conductor. El más grande conductor de todos los tiempos, para mí Alejandro el Grande, tuvo como maestro a un gran filósofo, Aristóteles. Es probable que él le haya enseñado lo que sabía sobre la guerra. El segundo, para mí, es Napoleón, que fue un autodidacta. Él probablemente nació y se conformó a sí mismo como conductor. Podríamos analizar todos los demás que les siguen en orden, diríamos de mérito, en la conducción, y encontraríamos distintas personalidades. Si analizamos la conducción durante la guerra, o en su realización misma, llegamos a obras maestras de preparación y de instrucción de los comandos y tropa, como fue la guerra del 70, por ejemplo; pero vemos también que en la guerra del 39-45 los mejores preparados han sido derrotados. Indudablemente, para eso 216 ha sido necesario poner diez elementos donde la guerra exigía uno a su frente. De manera, señores, que es tan amplio, tan extraordinariamente amplio el campo de la realización empírica de la guerra, que los métodos surgen de acuerdo con las necesidades propias de los países que se preparan para la guerra. Hoy no hay métodos; hay países, hay objetivos, hay necesidades, y cada soldado debe prepararse para ese caso concreto. Se equivocarían si se prepararan para todos los casos que se puedan presentar. El estudio de todos esos casos que se puedan presentar no sirve para la guerra directa, porque es difícil que se presente el caso que uno estudia; se presenta siempre uno diferente, pero ese prima como una gimnasia de los comandos para ser más sabios en todas las oportunidades. El curso que se inicia, en mi concepto, debe tener estas dos finalidades; la gimnasia de los comandos para ser más sabios y más capaces en todas las oportunidades; y el estudio del caso concreto en toda la República Argentina de lo que puede ser su guerra, de acuerdo a las hipótesis que se pueden plantear, primero en el campo internacional, después en el campo militar, tomando en el aspecto militar las tres fuerzas que representan las fuerzas armadas. Señores: La necesidad de estos tipos de cursos está impuesta por la necesidad propia de la República Argentina. No podríamos pensar, ni contaríamos en nuestras operaciones con un Alejandro o con un Napoleón; pudiera ser que apareciesen, pero no lo debemos contar prácticamente, ni podemos pensar que pondremos diez unidades donde solamente se necesita una, porque no tenemos capacidad para hacerlo. Luego, sólo nos queda más que una sola obligación: prepararnos de la mejor manera y estudiar más acabadamente cada una de las hipótesis que se pueden presentar, y así obtendremos la más alta capacitación para la realización. Eso es lo que la lógica, lo que las necesidades nos aconsejan, con los medios que tenemos y en la situación en que estamos: preparar de la mejor manera la con ducción. Lo demás es obra de Dios y de los hechos que no podemos gobernar nosotros, desgraciadamente, aunque lo queramos. Sé que hay muchos que no son partidarios de esta clase de cursos, de los cuales yo siempre en forma personal he sido muy partidario. Pero hay una escuela negativa que ha influido en todas las fuerzas armadas del mundo. Desde que los griegos empezaron a estudiar estas cosas, una teoría negativa que dice que el conductor nace, no se hace. De manera que, si no ha nacido, es inútil que nos 217 empeñemos en hacerlo, y así toda esta preparación en cuanto al conductor, es negativa. Esa escuela negativa ha seguido gravitando. En fin, hay que preparar bien la tropa y esos comandos se hacen en la guerra misma. Por eso, hay gente que se dedica a tener ejércitos, más o menos mercenarios algunos, otros de voluntariado, y no preparan al pueblo esperando el momento para hacer el gran esfuerzo. Sin embargo, muchas veces la guerra ha favorecido esa teoría y otras veces la ha contradicho en los hechos cuando pequeños ejércitos han hecho esfuerzos tan grandes que han merecido toda clase de elogios. Así tenemos casos que se pueden escalonar a lo largo de toda la historia. Alejandro con 50.000 hombres derrotó a un millón de personas, y en la guerra del 1914-18, en la Prusia oriental con un tercio de las fuerzas casi se aniquila a los tres tercios. Pero una cosa debe surgir como indispensable para los hombres, y es que existe una disciplina científica que guía la guerra y esa se la debe adquirir no teóricamente sino prácticamente. Estos cursos cumplen la tarea que corresponde a las fuerzas armadas. Mejor si se realizan con marinos, militares y aviadores, porque en la guerra, desgraciadamente, no existen fronteras entre esas fuerzas en la actuación. El objetivo es único y, por lo tanto, el trabajo ha de ser también único para su coordinación. Señores: Si estos cursos pueden después ser ampliados para hacer intervenir a todos los ministerios en la realización de esas actividades, entonces habremos completado de una manera definitiva el cuadro. No es un secreto para ningún profesional que hoy la guerra no abarca solamente el campo de las actividades militares, navales o aéreas. Hoy la guerra la hacen todos, hasta los niños y, el que no la hace, la sufre. Éste la hace con medidas negativas, metiéndose en los refugios, cuando se debe meter, o trabajando en tareas subsidiarias, como lo hacen los chicos, las mujeres y los viejos, porque hoy nadie puede escapar a eso. Por esa razón, ¿cómo podemos pensar que en este tipo de operaciones solamente deben intervenir coroneles y generales? Señores: Si pensamos cómo puede producirse la próxima guerra, vamos a tener una idea de las necesidades de prepararla en una forma integral. 218 Yo espero que la guerra próxima no comenzará precisamente por operaciones militares en el 90 por ciento de los países que han de realizarla, sino que comenzará por movimientos populares que pueden culminar fácilmente en la guerra civil. Así empezará la próxima guerra. Hoy los gobiernos de la mayor parte de los países del mundo no están en condiciones de decidir con qué bando van a estar, porque la población está dividida en dos bandos irreconciliables, uno de los cuales se va a lanzar contra el otro, y ese país estará con el bando guerrero que decida en la guerra civil que se va a plantear dentro del país, con sabotajes, con perturbaciones, con asesinatos en masa, con todas esas “hermosuras” que tiene la guerra moderna. Una vez que cada país haya resuelto su problema interno, recién se va a incorporar a la lucha internacional. Éste es el problema sobre el cual tenemos que pensar, en la decisión de esa, que es la primera y definitiva etapa de la guerra. ¿Cómo hay que preparar esta guerra? ¿La va a preparar como antes, el general, formando su ejército, su cuadro? No; es el gobierno el que tiene que preparar la guerra y anular la lucha civil para que no se produzca antes de ir a la guerra. Hay que coordinar esa acción tomando las masas y evitando que estén fraccionadas para que no se produzca un caos en el país. Hay que evitar también el que un gobierno que haya firmado pactos para combatir contra otros, en la guerra resulte todo lo contrario, que vaya a combatir a favor de ellos. Ésta es una actividad que en el mundo moderno ha llegado a un grado de complicación tan extraordinario que hay que estudiarlo, y estudiarlo profundamente. No hay que esperar que venga la guerra para decidirse. Hay que decidirse ya. Cuando llega la guerra es tarde para resolver esos problemas. Me podrían decir a mí que el Ejército, la Marina y la Aeronáutica han preparado magníficamente una acción guerrera, pero si me dijeran que el pueblo se encuentra dividido en dos bandos, yo respondería que todas esas soluciones militares están coligadas en el aire, porque esas decisiones pueden servir si en la guerra civil triunfa un bando pero no si triunfa el otro. Lo que hay que evitar, para hacer posible esa acción, es la guerra civil, y evitarla desde el tiempo de paz. Afortunadamente nosotros creo que no vamos a tener ese problema, y deberemos luchar desde ahora en adelante para ir marginando paulatinamente la posibilidad de ese conflicto previo a la guerra, si queremos que sean posibles 219 todos esos planes que ustedes van a estudiar. Si no, ellos no tendrían ningún valor, porque caerían antes de iniciarse la guerra. Esto impone la necesidad de la marcha absolutamente armónica, no solamente de las fuerzas armadas entre sí sino de los comandos de las fuerzas armadas con los comandos de gobierno y administración del Estado, que son los que preparan los índices de toda naturaleza del país para que sea posible afrontar la guerra, y para que no se produzca un levantamiento y tengamos que luchar entre nosotros en vez de hacerlo contra el objetivo común. Por eso, señores, yo apoyo decididamente la idea de realizar estos estudios de conjunto entre las fuerzas armadas y los ministerios nacionales como una realización del concepto de la Nación en armas en su preparación para aquello que, hasta ahora, hemos hecho teóricamente, y sin valor efectivo en realidad. Es inútil tener secciones y divisiones de defensa nacional para tener allí abúlicos empleados que no hacen nada más que hacer circular papeles que, en realidad, no tienen ningún valor. Mientras sigan funcionando esos organismos totalmente inoperantes no vamos a ninguna parte. Esto es preciso probarlo, hacerlo, como una fuerza de permanente realización; lo teórico, señores, en esto, es papel pintado. No tiene ningún valor. Por ello, hay que empezar no por una organización llena de agujeritos y cuadros, como nosotros vemos a menudo, llenando eso después de empleados para tener un frondoso presupuesto, que no hace más que alimentar a incapaces e inoperantes; lo importante es realizarlo sin cuadros y sin agujeritos, formando la conciencia de los hombres que van a trabajar en conjunto. De ahí es de donde va a salir la realización sin necesidad de los cuadros ni de los empleados, porque hay que llevar esto a la conciencia de los funcionarios, de los altos funcionarios, y cuando ellos estén persuadidos de la necesidad y la posibilidad de realizar esto, nosotros no necesitamos más: ellos se van a encargar de for mar esa organización que ha de nacer desde abajo, y que son las organizaciones fructíferas. Las organizaciones de arriba son teóricas y generalmente inoperantes. Está de más decir que dentro de esa coordinación que tomará a todas las fuerzas del Estado como una fuerza real en el estudio del problema, hay cosas que son indivisibles con el objetivo común, único, de ganar la guerra. El objetivo de ustedes es el más simple, aunque el más difícil: ganar la guerra. Para ello hay 220 que voltear al enemigo, dejarlo indefenso, quitarle las armas y después imponerle nuestra voluntad; eso es viejo como la misma guerra. Para obtener ese objetivo ustedes deben capacitarse primero y, después, deben preparar esa acción organizándola bien, interesando a todo el mundo para que ayude a las fuerzas armadas, porque éstas solas en la guerra no van lejos si no tienen un pueblo que las alimente, las aliente y las capacite desde el interior. Todo eso se realiza por una acción de conjunto. Esas dos acciones separadas, la de los que van a obtener el objetivo y la de los demás, que van a abastecer la posibilidad de esa acción, son las dos fases: la guerra y el interior, que deben estar perfectamente coordinadas. De ahí que los comandos de las fuerzas armadas y la Nación deben coordinar su acción desde el tiempo de paz en una forma indivisible. Si eso es importante, cómo no va a ser importante que aquéllos que actúen en la zona de guerra, los que van en conjunto a obtener el triunfo, tengan una coordinación indestructible e imperdible en todo momento de la lucha. Para eso hay que trabajar, y hay que trabajar coordinando desde ya todo lo que representa un esfuerzo en la guerra, en la preparación intelectual… Los comandos, en su ejercitación y en la preparación y organización de las fuerzas que han de actuar en conjunto y coordinadamente, respetando las modalidades del tiempo de paz de esos organismos. Hay un principio que lo fija así desde que el mundo es mundo: reunirse para combatir y separase para vivir; eso rige también para esto. Esa separación, señores, se entiende sin que haga peligrar la coordinación en el momento en que se debe ir a lanzarse para la obtención del objetivo. Encontrar las formas de realizar eso de la mejor manera, es el objeto de estos estudios. Ustedes comienzan a tener ya la responsabilidad de la conducción de estos importantes asuntos, asuntos no ya de las fuerzas armadas sino de la Nación porque no son asuntos del Ejército, de la Marina o la Aeronáutica, sino asuntos de la República Argentina, así hay que trabajar y así hay que pensar. Cuando para salvar a la República debemos sacrificar a las fuerzas armadas no habrá que titubear, porque la función de ella es la de sacrificarse para salvar el país. Si a mí me dijeran mañana que hay que sacrificarlas para que el país se salve, “pues, señor, hágalo; si el país se salva, hágalo”. Que nos liquiden a todos, empezando por mí, porque ese es nuestro oficio. No olvidar eso y capacitarse es lo que debe hacer cada soldado. 221
1949-04-03
Ante productores rurales en Santa Fe
La oportunidad de dirigirme a las masas laboriosas del campo es siempre para mí motivo de profunda satisfacción. En el cumplimiento de mis deberes profesionales, a través de muchos años y hasta en las más apartadas regiones del país, pude, antes de ahora, observar en forma personal y directa la vida de nuestra campaña. Conozco, pues, perfectamente la intensidad de vuestros esfuerzos y valoro la trascendencia de los sacrificios que realizáis, año tras año, en la dura faena del campo, identificada con el vigor económico del país y que tantas veces factores adversos la tornan incierta y desalentadora en sus resultados. De ahí nacen la simpatía y el interés que despiertan en mi espíritu el trabajo y la vida agrarios, y de ahí también que las cuestiones que suscitan los problemas que afectan su desenvolvimiento constituyan una preocupación permanente de mi gobierno, que ha definido y concretado en su doctrina y sus realizaciones, de vasto alcance y significación, una política agraria de indudable sentido social. Como gobernante que pondera, pues, en toda su magnitud la actividad rural a través de sus distintas manifestaciones, aliento siempre el deseo de una comunicación más estrecha con vosotros y palpar personalmente en vuestro medio todos y cada uno de los problemas que os preocupan. Lamentablemente, la atención de las múltiples tareas de gobierno, que no admiten pausa y demandan esfuerzos y consagración totales, no siempre permite satisfacer ese deseo. No obstante esta circunstancia, tened la seguridad de que comparto y siento las mismas inquietudes y esperanzas de cada uno de vosotros, y que la atención de mi gobierno no cede un solo momento en el estudio y consideración de los 223 problemas del agro argentino. Aparte de la nutrida y completa información que mis colaboradores inmediatos me proporcionan a diario sobre la evolución de los asuntos agropecuarios, llegan a mis manos diversas peticiones de las entidades que os agrupan y que me permiten conocer el alcance de vuestras aspiraciones. Hace pocos días recibí un extenso memorial que he leído detenidamente. Se exponen en el mismo las cuestiones que considero de más vital importancia y de mayor actualidad para el agro, desde el trabajo asalariado rural, los arrendamientos, la provisión de semilla, hasta la comercialización o industrialización de los productos. Puedo anticiparos, en estos momentos en que se inicia un nuevo ciclo de la producción agrícola, que todos esos problemas ya están siendo estudiados con la atención que merecen por los organismos oficiales competentes, y que la consigna del gobierno que presido es la de mantener firmemente las directivas de un amplio apoyo al trabajo y la producción agropecuaria, fundamento básico o insustituible de la actividad económica nacional. Por eso estas palabras son de aliento y confianza, no obstante las dificultades que es preciso afrontar en la hora actual. La guerra ha terminado, pero subsisten las dificultades para organizar la paz. El mundo siente la escasez de alimentos, pero carece de los medios financieros necesarios para adquirirlos en la medida de sus reales necesidades. Este desequilibrio entre necesidades y posibilidades de compra han tornado inciertas las condiciones del mercado internacional. Nuestro país, como gran productor de artículos alimenticios y de materias primas, está en condiciones de concurrir con cantidades substanciales al abastecimiento de los pueblos y desea llenar esa función con plena conciencia de su responsabilidad. Para asegurar a nuestra producción agrícola y ganadera mercados estables y duraderos, se están realizando actualmente negociaciones comerciales con los más importantes países compradores de los productos de nuestro agro. Acaba de firmarse en Washington un acuerdo internacional que fija precios para el trigo durante los próximos cuatro años. Nuestro gobierno está dispuesto firmemente a colaborar en la acción internacional concertada para organizar el mercado de producción y consumo de alimentos. Sin embargo, lamentablemente, 224 las bases en que reposa dicho acuerdo impidieron a nuestra delegación adherir al mismo. Observamos fundamentalmente que los precios fijados no eran suficiente garantía como para cubrir las contingencias del período abarcado. Además, señalamos que la regulación de los precios de los productos agrícolas necesariamente debía guardar relación con el nivel de precios de los productos manufacturados. Con esto queremos significar que nuestro gobierno no puede asumir la responsabilidad de comprometer los precios de venta de nuestro trigo, mientras que el costo en el mercado internacional de los combustibles, de la maquinaria agrícola y de los otros elementos esenciales que intervienen en la producción, continúan elevándose sin medida, como está ocurriendo en los años posteriores a la terminación de la guerra. Tradicionalmente, nuestro país se caracterizó en el concierto de las naciones productoras agrarias por los bajos costos y por el alto grado de calidad de sus producciones. Ello se debía, principalmente, a nuestras excepcionales condiciones geográficas de suelo y clima y al bajo costo de la mano de obra. La política social del gobierno de la Revolución modificó uno de esos factores, al elevar sustancialmente el estándar de vida de la población campesina. En tal sentido, no podemos ni debemos retroceder. Pero, para compensar ese factor de incremento en el costo, multiplicaremos nuestros esfuerzos para aumentar la eficiencia del trabajo rural. Para ello es imprescindible importar en grandes cantidades, y dentro de un plan racional y orgánico, los equipos mecánicos más modernos que reemplacen con ventaja el trabajo rudimentario. Aspiramos a que la máquina sustituya en el campo el trabajo meramente muscular y que nuestro campesino sea un obrero que dirija su explotación con capacidad o inteligencia. Así lograremos dignificar el trabajo rural y abaratar los costos. Y si se llegara a producir algún desplazamiento de mano de obra, sería rápidamente absorbido por los otros sectores de la actividad nacional. El Gobierno está dispuesto a dedicar una importante proporción de divisas para adquirir la maquinaria agrícola que requiera el adecuado desenvolvimiento de la actividad rural. Medimos exactamente la responsabilidad que, ante los hechos expuestos, emergen para el gobierno. Pero sin alarmismos ni decepciones, antes por el contrario, con serena confianza en el porvenir, debo decir a los agricultores que me escuchan que estamos decididos a seguir prestando el más franco apoyo a las 225 actividades agrícolas, para que puedan desenvolverse sin dificultades y no quede una sola explotación del campo sin rendir a la colectividad y a la economía nacional el preciado fruto de la tierra. La obra del Gobierno, en lo que se refiere al agro, tiende a alcanzar soluciones integrales, orgánicas y permanentes e, indudablemente, como expresión suprema en que se ha plasmado la doctrina revolucionaria, debemos señalar la reforma de nuestra Carta Magna sancionada recientemente por una Convención soberana, exponente de la voluntad y de los ideales del pueblo argentino, en la hora presente. El artículo 38 de la nueva Constitución establece que: “La propiedad privada tiene una función social y, en consecuencia, estará sometida a las obligaciones que establezca la ley con fines de bien común. Incumbe al Estado fiscalizar la distribución y la utilización del campo, o intervenir con el objeto de desarrollar o incrementar su rendimiento en interés de la comunidad, y procurar a cada labriego o familia labriega la posibilidad de convertirse en propietario de la tierra que cultiva”. En el artículo 39 se completa el pensamiento cuando dice que el capital debe estar al servicio de la economía nacional y tener como principal objeto el bienestar social, definición fundamental de toda nuestra concepción política, que reafirma y amplía el artículo 40 al expresar que: “La organización de la riqueza y su explotación tiene por fin el bienestar del pueblo, dentro de un orden económico conforme a los principios de justicia social”. Impulsamos así el espíritu de solidaridad en la defensa y dignificación del trabajo, para distribuir más equitativamente la riqueza. En la ardua empresa no faltan por cierto los escollos que sabremos superar, pero contamos con nuestra firme voluntad de ayudar a los productores rurales con medidas de orden práctico que contemplen graves situaciones de emergencia. El Poder Ejecutivo tiene a consideración un decreto por el cual autoriza al Banco de la Nación a disponer la suma de hasta 95 millones de pesos en el otorgamiento de créditos a los agricultores, con intereses a cargo del Estado, para hacer frente a los gastos de siembra, reposición de existencias tamberas y gastos 226 de subsistencia de la familia del colono, en las zonas afectadas por factores climáticos adversos en el año 1948. La Ley de Arrendamientos y Aparcerías Rurales, sancionada por el Congreso el año anterior96, representa sin duda un valioso estatuto legal que ha de lograr que los derechos y las obligaciones de propietarios y arrendatarios se cumplan efectivamente y se llegue a un equilibrio fructífero que arraigue más a la familia campesina en la tierra y sea a la vez un factor de progreso de nuestras explotaciones. La sanción de esa ley satisface legítimos anhelos de los agricultores arrendatarios, que constituyen la mitad de los que se dedican al cultivo del suelo, y así lo han expresado en forma inequívoca las entidades más representativas del medio rural. El 1.o de junio próximo, fecha en que comenzará a regir dicha ley, serán puestos en movimiento los organismos que la misma crea, para lo cual el Ministerio de Agricultura dio término a la pertinente reglamentación, delicada tarea que ha sido llevada a cabo consultando en repetidas oportunidades la opinión de los sectores interesados. El Gobierno tiene fundadas esperanzas de que la aplicación integral de esta ley será ampliamente beneficiosa para la vida rural, por la influencia que ejercerá para alcanzar el anhelado equilibrio entre los intereses de los sectores vinculados con la explotación de la tierra. Quiero que mi palabra sea de aliento y de fervorosa incitación a que redobléis vuestros esfuerzos, seguros de que para este gobierno no existe otra norma que la que manifestó el 1.o de mayo de 1944: “para nosotros no existe una población industrial o una población campesina, sino una única y auténtica población trabajadora. No podemos concebir ciudades prósperas y campañas pauperizadas”. El Gobierno está firmemente dispuesto a asegurar, tanto al productor agrícola como al ganadero, precios compensatorios, cualesquiera sean las contingencias a que nos veamos abocados, pues estamos dispuestos a afrontarlas sin permitir el sacrificio del productor. Conforme con estos principios, y luego de prolijos estudios sobre los costos de producción, el Gobierno ha resuelto adquirir la cosecha de maíz al precio de $ 15,50 por quintal. Tal política demuestra que el propósito del Estado al hacerse cargo de la 227 comercialización de las cosechas, no es de realizar beneficios circunstanciales. Nuestro propósito es de un alcance mucho mayor y más elevado, y persigue estabilizar los precios de los productores del campo a niveles que resulten remuneradores y aseguren el normal y continuado desenvolvimiento de esta actividad básica para la economía de la Nación. Señores productores: Mi mayor satisfacción como gobernante sería que al término de este mensaje hubiera logrado, como lo espero, retemplar vuestras energías y vuestra confianza en el futuro de la empresa agropecuaria, persuadidos de que nada ni nadie podrá torcer mi inquebrantable voluntad de trabajar sin descanso por la felicidad de todos los argentinos y de labrar, como ya lo entrevemos, una Nación grande y justa.
1949-04-05
En la inauguración de la Escuela de Diplomacia
Después de la brillante exposición que terminamos de escuchar del señor embajador La Rosa, ruego que se me permita hablar no dentro del tecnicismo de la diplomacia, sino simplemente como un observador imparcial de la historia y del campo diplomático. Decía Lord Chesterfield99 a su hijo Felipe Stanhope que lo que un diplomático necesita más es el sentido histórico y el sentido común. El sentido histórico, que da las bases para la observación y profundización de los conflictos y de las etapas pacifistas que la humanidad ha vivido al calor de una hábil diplomacia o de una inhábil diplomacia; el sentido común, para la observación de los fenómenos que, en este campo, suele tener una trascendencia que va desde lo feliz hasta lo trágico, desde lo real a lo ideal, desde la realidad hasta la ficción, en todos sus matices y gradaciones. La historia de la humanidad, vista por un observador, parecería ser el texto de la tragedia de la libertad del hombre y de la libertad de las naciones. Esto tiene que ver profundamente con la acción diplomática desempeñada por los hombres de todos los tiempos, hayan ellos pertenecidos a los bandos fuertes, donde la fuerza impone un tipo determinado de diplomacia, o a los bandos débiles, donde la fuerza puede ser reemplazada solamente por la habilidad. En esa lucha por la libertad que los hombres tanto como las naciones viene sosteniendo desde la 229 iniciación de la humanidad hasta nuestros días, encontrarán los diplomáticos la inspiración de sus acciones para cambiar, de una vez por todas en el mundo, la fuerza por la habilidad, por la razón y por la justicia. El día que la humanidad comprenda que la mayor fuerza que puede regir al mundo es la razón, el derecho y la justicia, todos los diplomáticos habrán visto enormemente facilitadas sus funciones, y llevar al mundo a esta situación es la obligación que contrae todo el que se dedica al servicio diplomático. Esa es una aspiración de la República que, al poner en el frontispicio de la Escuela de Diplomacia un nombre tan honorable y que despierta tantas ilusiones para la política internacional argentina, expresa por mi intermedio, como un deseo de toda la Nación Argentina, que cada uno de los que egresen de ella sea un hombre de buena voluntad, humano y recto, que encarne los valores de la Nación en lo que ésta tiene en su [esencia] de honorable, de recta y de humana. Los que, de una manera u otra, hemos incursionado por la historia del mundo, sabemos bien cómo hasta ahora se han escalonado las tareas que se confían a los hombres a cuyo cargo está la decisión del destino de los pueblos. Cada nación ha fijado sus objetivos políticos en el campo internacional, algunos de carácter positivo, y otros, negativo. Consideramos negativo a aquello que impone ir más allá de las posibilidades del momento; y positivo, a aquello que se conforma con poseer y agrandar lo propio por el trabajo, por el esfuerzo y por el sacrificio. Seguidamente, el primer magistrado se extendió acerca de las diversas formas en que la diplomacia persigue alcanzar sus objetivos, y condenó a las teorías según las cuales aquélla sólo es un instrumento de mezquinas pasiones. El diplomático ha de ser, por esencia, un caballero templado a la antigua, que pone sobre sus conveniencias personales y sobre la inmoralidad circunstancial de los hechos de los hombres, el pensar siempre más alto en nombre de la nación que representa. Su caballerosidad no es personal: es nacional. Por esa razón, los diplomáticos argentinos que representan a nuestra patria en el extranjero deben estar inspirados en sus actos por la más alta moral y comprender que el acto considerado indigno para una persona, lo es cien veces más para la nación que representa. 230 Con esto deseo llegar a la conclusión de que, para nosotros, los que no entendemos nada de diplomacia y observamos el panorama desde afuera –aunque yo he tenido la fortuna de vivir largo tiempo en algunas cancillerías y embajadas y conozco el trabajo diario de sus hombres– hay una condición que debe reunir el diplomático y de la que no puede prescindirse: debe ser un hombre virtuoso, porque su inmoralidad perjudica no sólo al cuerpo que integra, sino a la nación que representa. Por esa razón, señores, la Escuela de Diplomacia ha de tender a formar […] hombres de bien. Si no lo consigue, es inútil que le dé otra clase de conocimientos o de preparación. Deseo terminar estas mal hilvanadas palabras, dichas con la franqueza de un hombre que dice lo que observa y lo que ve, dirigidas a los señores profesores de esta Escuela y a los que en ella cursen sus estudios con el propósito de servir al país: el diplomático es por antonomasia un servidor de la Nación y, por lo tanto, debe estar imbuido de la convicción más absoluta de que no va al extranjero a pasar una buena vida, ni a hacer ahorros, ni a aprovechar las ventajas que la situación le acarrea, sino a sacrificar hasta el último aliento en beneficio de la Nación. Si no lo hace así, está traicionando sus funciones y traicionando a su Patria. Esto es fundamental para un diplomático argentino. Conozco nuestro cuerpo diplomático, sus debilidades y sus grandezas. El espíritu argentino es profundo y, a veces, sutilmente observador, a menudo un poco inclinado a la crítica fácil y superficial. Recuerdo que, en 1939, estaba yo en Roma y oí a un diplomático argentino que en la embajada habló mal de Italia durante media hora. Cuando terminó habló otra media hora contra el gobierno y, entonces, le pregunté: “Dígame, señor, ¿a usted lo han mandado a Italia para cumplir una misión diplomática o le han encargado arreglar el problema italiano?”. Decía Lord Chesterfield que el diplomático, para cumplir medianamente con su función, debe ser consentido en el país; para cumplir bien, debe ser considera do; y para cumplirla muy bien, debe ser querido y admirado. Para el diplomático que surja de esta Escuela, pido que la segunda condición sea la de adaptabilidad, la de comprensión, la de sentido común y la de sentirse reformador político, económico y social en el lugar que esté. Ha sido costumbre destinar al cuerpo diplomático de este país a personas de representación o de abolengo y, a veces, a algunos que era conveniente alejar para que para que cumplieran medianamente su función en el extranjero. Debe- 231 mos terminar con eso. Los hombres que han de ser designados deben ser los que lo merezcan y, en este sentido, deben poseer los valores espirituales y morales indispensables, además de la capacidad necesaria para servir integralmente a la Nación. No debe haber otra razón para que se designe a un diplomático que no reúna taxativamente esas condiciones: ser un hombre moral y ser un hombre capaz. Toda otra condición ha de ser sacrificada por estas dos condiciones. Si no, estaremos elaborando el fracaso que realizarán los hombres fuera del país. Diré dos palabras sobre la disciplina. Si hay un cuerpo que necesita absoluta disciplina, es el diplomático. La disciplina es de fondo y más necesaria que la del ejército, de la marina o de la aviación, porque en estas últimas el funcionario actúa a menudo a la vista del superior jerárquico, mientras que el diplomático lo hace a miles de kilómetros. Debe ser un hombre que, cuando reciba una instrucción para realizar una tarea, no ha de dormir pensando cómo la ha de realizar mejor y, aun cuando nadie lo vea, debe proceder como si todo el mundo lo estuviese observando. Esa disciplina de fondo es la única que dará al diplomático la cohesión y la uniformidad en su desempeño, como así también la unidad de concepción de los problemas y de unidad de acción en el desarrollo de los mismos. El general Perón terminó expresando sus deseos de que los mejores hombres de la República se formen en la Escuela de Diplomacia, concurriendo a ella sin prejuicios para que de ella pueda decirse en el futuro: Escuela de Diplomacia, escuela de honor, de capacidad, de humanismo, que la Argentina aspira a dispersar por todos los rumbos del mundo, como una representación de nuestra alma pura, aferrada a las fuerzas espirituales que tratamos de propugnar en todos nuestros actos.100
1949-04-07
Ante miembros de un congreso internacional de Neurocirugía
Señores: Agradezco extraordinariamente a la Providencia que me permita tener el honor y la gran satisfacción de tomar contacto con los señores que llegan hasta nuestro país para ocuparse de una actividad tan importante como la que ustedes han desarrollado en este Congreso.103 Siempre he sentido un gran afecto por los médicos y la medicina, mis antepasados han sido médicos y quizá ese poder ancestral actúa dentro de mí. Yo tendría que haber sido médico, pero he sido jefe militar. Abracé esta carrera, pero guardo gran cariño por la profesión médica, a la que sé tan ligada a la acción que nosotros tratamos de desarrollar desde el gobierno. Nuestra acción, señores, se evidencia, en este aspecto, por la preocupación que hemos puesto en todo lo que se refiere a la conservación del material humano. En nuestro país teníamos buenos toros. Gordos, fuertes, los mejoramos todos los años, pero teníamos un argentino que cada día iba siendo menos gordo y más débil. Nosotros creemos que el material humano de la Nación es, sin duda, más importante y que, me234 diante la ciencia, tenemos que ir perfeccionándolo y mejorándolo, intelectual, espiritual y materialmente. Es así que cuando yo me hice cargo del gobierno no existía en nuestro país, todavía, un ministerio de la salud pública, aunque había ya organismos secundarios encargados de esa función, de la misma manera que existían los departamentos de sanidad vegetal y de sanidad animal. Nosotros hemos tratado de elevar la importancia de los servicios asistenciales de medicina preventiva y curativa en todos sus aspectos. Es indudable que estamos trabajando un poco apresuradamente, pero es que queremos ganar un poco del tiempo que durante tantos años se ha perdido en el cuidado de la salud de la población. El gobierno interpretó desde los primeros momentos la necesidad de organizar la defensa de la salud de la población y, por mi parte, siempre he pensado que si es necesario combatir a los males hay que organizarse, llegar a la forma más racional de combatirlos, a fin de que con el menor esfuerzo tengamos el máximo de provecho. He pensado siempre que el sistema empleado hasta ahora en nuestro país no satisfacía en manera alguna esa necesidad. Los médicos egresaban capacitados, se capacitaban más durante el desempeño de su profesión, pero constituían siempre cuerpos de francotiradores que defendían individualmente a nuestros hombres contra las enfermedades. Si para defendernos de una agresión de cualquier carácter, le entregásemos a cada hombre un fusil y le enseñáramos a tirar, nos defenderíamos, pero no de la mejor manera; es necesario organizar ejércitos, organizar la fuerza que ha de combatir, con unidad de concepción y con unidad de acción. No sé por qué a los flagelos y a los males colectivos íbamos a combatirlos con médicos que actuaban cada uno por su cuenta, sin organización y en forma más o menos personal. En ese sentido, hemos interesado a todo el cuerpo médico argentino para organizar la lucha común ante los males colectivos. Y en esa tarea estamos. Creemos que todavía no hemos hecho mucho; hemos hecho muy poco, pero estamos trabajando aceleradamente para hacer lo más que podamos, a fin de recuperar todo el inmenso tiempo perdido en la defensa de la salud. Nosotros teníamos aquí males muy graves, como el paludismo –con el que, afortunadamente, por la acción enérgica con que se lo ha combatido, estamos 235 terminando–, la tuberculosis, la sífilis, la lepra, flagelos que descuidamos durante tantos años, han ido progresando día a día. Encaramos el combate sistemático, con fuerzas organizadas, contra esos males colectivos. Todo esto, señores, sería una parte de la ayuda para la lucha que los médicos desarrollan contra las enfermedades. Pero creemos que el gobierno ha ayudado mucho a la defensa de la salud de la población, por un mejoramiento de las condiciones de vida del pueblo y, especialmente, de la masa menos pudiente. La elevación del estándar de vida, como también el mejoramiento de las condiciones de la vivienda y de todos los servicios sanitarios de la población, nos van permitiendo observar ya índices muy favorables en el desarrollo de la salud y de la demografía en general. Sé bien que este programa, señores, a todos los médicos les ha satisfecho profundamente. Cualquiera sea su manera de pensar o de sentir, hay una cosa que el médico no puede olvidar jamás, y es su juramento, formulado al hacerse cargo de sus funciones, de curar con lealtad y con amor a sus semejantes. Esta obra realizada, que aspiramos a que sea inmensamente superior, la iremos llevando adelante paulatinamente, con toda nuestra decisión y con todo nuestro esfuerzo, porque creemos que si es necesario defender todos los factores que juegan en los distintos órdenes de la actividad nacional, no hay ninguno cuya defensa merezca ser encarada con más decisión que el propio material humano del país. Es por eso, señores, que el gobierno ha prohijado y propugnado el desarrollo de todas estas actividades con que nosotros estamos honrando a la ciencia argentina, al incorporar la colaboración de los países amigos, para que ellos nos envíen sus médicos y sus hombres de ciencia, quienes han de traernos un poco de la luz de que estamos necesitados desde hace tantos años. En este sentido, yo agradezco profundamente a los señores neurocirujanos que han llegado hasta la República Argentina para preocuparse por el desarrollo de este Congreso y les pido, en nombre del gobierno, quieran aceptar, con nuestras palabras de agradecimiento y de cariño por las tareas que ustedes han realizado, el ofrecimiento de que si alguno desea visitar el país, conocer el interior o viajar a cualquiera de sus latitudes, estamos a sus órdenes para que puedan reali236 zar esos traslados o el estudio de zonas, lugares o regiones que quieran conocer y recorrer. Tendremos un inmenso placer en poner a disposición de ustedes todas nuestras posibilidades. Por otra parte, señores, éste es un país tranquilo, de gente de trabajo, donde ninguno de ustedes va a tener el más mínimo inconveniente para desplazarse y moverse en todas direcciones; nuestra costumbre en este país, es no preguntar a nadie quién es ni qué anda haciendo; tenemos confianza, esa confianza que nace de que nosotros también ayudamos a todos los que a esta tierra llegan, para cualquier obra que quieran realizar. En ese sentido, estamos totalmente a disposición de ustedes para lo que deseen mandar. De la misma manera, ruégoles que se sientan como en su propia casa y que dispongan de nosotros como se dispone de un amigo que, con toda sinceridad y con toda lealtad, ofrece cuanto tiene, porque no puede ofrecer más. Señores, solamente quisiera decirles dos palabras más, y les ruego que no interpreten esto como que yo quiera hacer o ensayar mis armas políticas en esta oportunidad. Pero sí quisiera que cada uno de los señores que nos honra con su visita pudiera llevarse una noticia exacta y –como el que bebe agua en la propia fuente, que aunque esa agua sea igual a todas las demás, siempre representa un placer poderla beber en su propia fuente– poderles yo decir dos o tres palabras sobre lo que representa nuestro movimiento en el orden político interno del país. La República Argentina ha seguido un desenvolvimiento natural dentro del tiempo de la evolución del siglo XIX y del siglo XX. Dentro de esa situación, la masa de la población argentina ha sido, como la de gran cantidad de países latinoamericanos, una masa totalmente sumergida, es decir, gente que en su medio de vida no ha tenido nunca lo suficiente para subsistir en estado de felicidad y de salud. Esa es una realidad que ningún argentino puede negar cuando ha visto, como hemos visto nosotros y como todavía existen en el interior del país, masas profundamente sumergidas. Nosotros hemos interpretado que, de todos los problemas que el país debe resolver, el primero y más fundamental es el de llevar esas masas sumergidas arriba de la línea de la vida, es decir convertirlas en masas emergidas. Señores, ese problema se anuncia con una extraordinaria simplicidad, pero su solución se realiza con mucha más extraordinaria dificultad. En muchos países la solución de este mismo problema ha costado millones de muertos. Afortunadamente, en nuestro país hemos podido realizar la emersión de 237 las masas sin que para ello hayamos tenido necesidad de recurrir a la violencia en ningún caso. En nuestro país todavía no ha habido, por este problema, luchas cruentas de ninguna naturaleza; la nuestra es una revolución incruenta: no hemos peleado. Hemos discutido mucho, nos hemos enojado y peleado de palabra, pero nunca hemos pasado a los hechos. Al realizar una reforma social como la que hemos llevado a cabo nosotros, elevando el estándar de vida y la dignidad del pueblo sumergido, cambiando la mentalidad de los hombres de trabajo para que no sigan pensando que el trabajo es una maldición bíblica sino que es la virtud más profunda que el pueblo puede y debe tener para crear y para ser una nación grande y feliz, hemos cambiado todas las doctrinas anárquicas que se sucedieron dentro de nuestros organismos, como consecuencia de una reacción de las masas. Creo que a las masas no se las puede seguir engañando con promesas; hay que solucionarle sus problemas, y esa solución puede ser: someterlas por la violencia, o darles lo que en justicia les corresponda. Creo que la única solución que queda es darles lo que en verdad les corresponde. Nuestro país es suficientemente rico, y si sus habitantes son capaces de arrancar esa riqueza a la tierra, no hay programa social, por grande que sea, que no pueda cumplirse racionalmente y con toda justicia. Desde el año 1943 hasta 1948 nuestra población ha aumentado su consumo en una trescientos cincuenta por ciento. Solamente en el año 1948 nuestra población ha comido dos millones de vacas más que en el año 1947. Podrá decirse que no es científica la alimentación solamente de carne, pero cuando el hombre no tiene otra cosa que comer, hay que darle los dos millones de vacas que consume hasta que creemos la otra alimentación que permita al hombre medio de la población llevar un régimen alimenticio más científico. Solamente en un año nuestra población ha comido medio millón de toneladas más de trigo, en pan; y yo les digo a los señores médicos que esto era una cuestión indispensable. En la República Argentina, país que ha exportado productos alimenticios a casi todas las demás naciones del mundo, en la conscripción militar había un margen del treinta por ciento de los conscriptos de veinte años que eran rechazados del servicio por debilidad constitucional o por desnutrición. Podría238 mos perdonar a un gobernante argentino que esos jóvenes tuvieran lepra, sífilis, tuberculosis y todas esas cosas, pero lo que no podemos permitir es que hubiera infra alimentación en un país donde la superproducción de elementos alimenticios ha hecho posible que se quemaran toneladas y toneladas de esos elementos como combustible. Tenemos la inmensa satisfacción de poder decir que en nuestro país ese problema ha sido superado. Creemos que hoy nuestra población no se alimenta: come. Estamos transformando a ese hombre que come en uno que se alimenta, y eso es tarea de salud pública que hemos de cumplir y paulatinamente. Primero había que hacer comer a una enorme población de esta República, que no comía ni siquiera lo indispensable. Señores: ¿Qué podría hacer el doctor Carrillo104, o qué podrían hacer los médicos argentinos para mejorar la salud de esa población, si nosotros mantuviéramos a las masas sumergidas, sin poder adquisitivo ni siquiera para lo necesario para comer? Estos problemas se penetran mutuamente y marchan paralelamente; sería inútil gastar energías tan sólo en curar a los que se enferman por falta de alimentación. Lo científico, lo lógico y lo natural, es darles la alimentación necesaria; y, en este país, ¿cómo puede ser un problema dar de comer a la gente? Desde ese problema básico, hemos considerado todos los demás problemas, y así hemos ido escalonando realizaciones sociales que nos han permitido y nos permiten afirmar hoy que el estándar de vida de la clase pobre, de la clase trabajadora argentina, está todo por sobre la línea de la vida; vale decir que hemos transformado a un país sumergido en un país emergido. Trabajamos ahora en el aspecto económico, para poder mantener la flotabilidad de esa nación emergida. Afortunadamente, Dios ha sido criollo, como decimos nosotros; Él nos ha dado lo que nosotros necesitamos. Los argentinos sólo necesitan hacer el esfuerzo de agacharse para recoger de la tierra nuestra, 239 todo aquello que a manos llenas nos ha sembrado Dios en ella. De manera que tampoco el problema económico es un problema grave. Los argentinos debemos acostumbrarnos a trabajar, porque eso no nos gustaba mucho; esa es la realidad. Ahora estamos acostumbrando a nuestros hombres a que trabajen. Nuestra doctrina fija que cada hombre debe producir, por lo menos, lo que consuma, mientras esté en condiciones físicas y espirituales de hacerlo. No es tarea sencilla hacer trabajar a un pueblo que ha estado acostumbrado, como el nuestro, a una vida sumamente fácil. Sin embargo, encarando esto desde un punto de vista más espiritual que material, se va consiguiendo paulatinamente conquistar al hombre para el trabajo. Tenemos nuestros problemas; hace pocos días, conversando con unos industriales, alguien me decía: “Vea general, están imposibles los obreros; cada día quieren ganar más”. Y yo, mirándolo, le dije: “Dígame: ¿usted no?” “No, no, –me contestó– yo también”. Yo le respondí: “Vea señor; eso es lo humano, y yo también quiero que todo el mundo gane más en este país. Porque cuando ganen más, será porque producen más. En el fondo, lo que hay que mirar es lo que repartimos; si eso es grande, le tocará más a cada uno; pero si eso es chico, tendrá que conformarse cada uno con lo poco que le corresponda. El secreto está en producir”. Señores: Con la reactivación económica que hemos realizado, con los planes de trabajos que hemos impulsado en el país, con un redoblamiento de la actividad de los hombres, nosotros estamos en condiciones de decir que, si el país consume el 350 por ciento de lo que consumía hace cinco años, vamos en tren de producir el 350 por ciento más, para satisfacer las necesidades internas. Es decir, que nosotros hemos creado la necesidad de producir; el hecho de producir viene solo, cuando la necesidad acucia y el apetito aconseja producir para comer. Es éste un problema que va a desarrollarse absolutamente solo en este país. Lo que yo sí puedo asegurar es que, cuando termine mi gobierno, el pueblo consumirá el 400 por ciento más de lo que consumía al hacerme cargo de él, pero producirá también el 400 por ciento más. Vale decir, que trabajará cuatro veces más que lo que trabajaba cuando yo me hice cargo del gobierno. Así me iré tranquilo a mi casa, 240 en la convicción de haber prestado a mi país el más grande servicio que le pueda haber prestado, haciendo que los hombres tuviesen un estándar de vida que les permitiese vivir, y vivir con felicidad y con salud; y también, el haber obtenido que, para conseguir eso, trabajen cuatro veces más que lo que trabajaban antes, con lo que al mismo tiempo se obtendrá un índice muy superior de salud en el medio de la población argentina. Señores: Yo me he permitido hacerles entregar algunos de nuestros libros, entre los que va incluida lo que nosotros llamamos la Doctrina Peronista. La Doctrina Peronista analiza en sus fases de realización cada uno de estos problemas que implicaron en el país una reforma social, una reforma económica y una reforma política. No podemos decir que definitivamente hayamos ya triunfado en todas esas reformas, pero lo que sí podemos decir es que hasta el momento actual, hemos cristalizado esas reformas en una nueva Constitución para la Nación Argentina, que consideramos más justa, que atiende a un 80 por ciento de la población que había sido olvidada en nuestro país, y que traerá para la República bienes para nosotros todavía inimaginables. Al poner ese libro dentro de nuestra bibliografía, lo hemos hecho para que ustedes tengan a mano una guía sobre cuál es la orientación y cuál es la fuente doctrinaria de este movimiento que nosotros hemos llamado Justicialismo, que representa en el campo filosófico la elección de una tercera posición que no está con los sistemas del siglo XVIII y del siglo XIX, pero que tampoco está con los que se pronuncian por un colectivismo atomizador. Estamos por la conservación de la base filosófica que sirvió para armar y mantener como unidad organizada a estas naciones nuevas, pero con grandes aspiraciones. Nosotros pensamos que, en este orden de ideas, es necesario devolver al hombre la fe en sí mismo, que en estos últimos tiempos la ha ido perdiendo y, por eso, hemos tratado de interesar a las masas en los problemas de la cosa pública, y hemos conseguido que, cualquiera sea la categoría intelectual de los hombres, todos piensen, de una manera o de otra, que ellos también están interesados en el problema del país, que cada uno de los 16 millones de argentinos sepa que es un pequeño diente de ese inmenso engranaje que es toda la Nación; hemos conseguido levantar la población e interesarla por el bien y por el destino del país. Reconquistado así, en nuestro concepto, al hombre; la reconquista de los demás 241 valores materiales del Estado viene sola, por acción de la reconquista del hombre. Señores: Yo no deseo alargar esta conversación. Lo que sí puedo decirles es que, al análisis de los hechos, a la luz de las realizaciones que nos ha sido posible alcanzar en nuestro Gobierno hasta ahora, nos sentimos profundamente satisfechos. Y repito que mi deseo es ofrecer a los señores que quieran viajar por nuestro país, la posibilidad de efectuar viajes rápidos en avión, si quieren ver algunas de las obras porque, aunque son neurocirujanos, creo que les interesará también echar un vistazo general sobre el país o sobre las grandes obras que se están realizando. Si, para ello, los señores disponen de tiempo, yo les ofrezco con todo cariño y con mis mejores deseos la posibilidad de viajar por nuestro país. El señor ministro tomará las medidas para que ustedes organicen viajes rápidos a Córdoba, Mendoza, etcétera, para que puedan ver algunas obras que están en plena realización y tener una visión cabal del país. La República Argentina no es sólo Buenos Aires; en el interior hay problemas, sobre todo desde el punto de vista médico, muy graves que resolver. Buenos Aires es una cosa; el interior es otra. Por eso, señores, para no llevar una idea posiblemente agrandada de la realidad argentina, conviene ver un poco el interior, donde todavía tenemos defectos y males graves. Finalmente, y no deseando abusar más del tiempo de los señores, quiero decirles, como últimas palabras, que les agradezco profundamente que hayan tenido la amabilidad de llegar hasta esta casa para tener yo la inmensa satisfacción de poder saludarlos personalmente y ponerme totalmente a las órdenes de los señores, para cualquier cosa, en cualquier momento y cuando los señores decidan, para realizar viajes, permanecer más tiempo o dedicarse a cualquier actividad, momentánea o definitiva; como quieran los señores. Les ofrecemos todo lo que podemos ofrecer de esta casa, que espero les haya resultado grata y que yo anhelo la sigan sintiendo como la propia casa de todos ustedes. 242
1949-04-09
En Mendoza, en el Instituto del Trabajo
En primer término, deseo agradecer la infinita amabilidad que han tenido los señores del Instituto del Trabajo al obsequiarme con este proyectil del glorioso Ejército de los Andes. Para mí, este proyectil forjado en bronce y carcomido por el siglo de la libertad que ha transcurrido en nuestra tierra es la señal clara de que no ha sido instrumento de otra cosa que de la libertad forjada para los argentinos que nosotros gozamos. He dicho en una oportunidad, y quiero repetirlo hoy delante de los muchachos de esta Universidad, que la historia de la humanidad es el texto de cuanto ha sufrido la libertad en el mundo; de la tragedia de esa libertad del hombre y de los pueblos durante siglos. Si esa libertad, señores, ha de tener su bandera levantada para que no sea abatida jamás, debe ser en las universidades argentinas donde se encuentra el fuego sagrado de la lucha por la libertad del hombre y de la patria. Si en las universidades argentinas no estuviera ardiente y fragorosa esa llama, es probable que el destino nos anunciara nuestra caducidad. Pero donde haya universidades que levanten esa bandera de libertad y que estén decididas a batirse a sí mismas para que ella se prolongue en el tiempo, la Nación será libre y será grande. Señores: Por segunda vez tengo la infinita dicha de concurrir a este patio de honor del Instituto del Trabajo. En él comimos una vez, en fraternal amistad, contemplando el futuro. Hoy, nos reunimos en la misma fraternal amistad para contemplar dos 244 años transcurridos. Y en estas palabras, señores, se concreta un ideal de nuestra Nación: el de que cada año podamos reunirnos una vez para planear el futuro y otra vez para contemplar el pasado. Y que, al reunirnos esta segunda vez, contemplando el pasado, tengamos esta misma satisfacción de hoy, la de entregar títulos a muchachos trabajadores107 que, sacrificando horas de su descanso, vienen aquí a capacitarse en el común propósito de hacer una patria más libre y más grande, que todos anhelamos. Señores: Si en horas trágicas para la República esa bala que hoy me habéis entregado fue el instrumento forjador de la libertad, en las horas felices que vive el país y que nosotros suponemos se proyectarán en el futuro; el instrumento de la libertad y de la felicidad no será más un proyectil de cobre, sino la inteligencia cultivada de los argentinos, la habilidad manual de sus trabajadores para que, unidos en una conjunción hermosa –la única que hace grandes a los pueblos–, podamos poner en marcha esta Nación tal como la soñamos nosotros: una, unida, grande y libre para todos los tiempos. Yo felicito, señores, a la Universidad de Cuyo; la felicito, porque ella no se ha conformado, como el común de los hombres, con ahondar en las cosas que otros han creado. Ella –compenetrada en la doctrina de nuestro movimiento– quería crear nuevas cosas. Y de ese afán de crear ha nacido este Instituto del Trabajo para que en esta tierra el tiempo que hemos perdido no capacitando a nuestro pueblo laborioso sea ganado a pasos agigantados, para que en cada obrero argentino, en cada trabajador argentino, haya un hombre que, consciente e inteligentemente, pueda seguir luchando por la grandeza de la patria; y para que esta Mendoza, tantas veces ilustre en la tierra de los argentinos, pueda tener al tope el pabellón que puso aquí San Martín hace más de un siglo; y para que Mendoza, así como dio el ejemplo a los argentinos en la independencia, dé el ejemplo a los argentinos en el trabajo creador de esta riqueza formidable de la tierra mendocina; para que, en el futuro, pueda decir también la nación: nos ejemplificó en la historia, nos ejemplificó en el trabajo y nos ejemplificará, en el futuro, en las inteligencias y en el trabajo argentino. 245 Señores: Felicito a la Universidad de Cuyo, felicito a todos ustedes que, siguiendo esa inspiración, os estáis esforzando por capacitaros, y felicito a Mendoza, que tiene maestros y alumnos como ustedes. No sé por qué arcano del destino, habiendo nacido yo a casi mil kilómetros de esta tierra, me encuentro tan profundamente arraigado en ella. Y por eso, señores, para terminar, quiero decirles que este orgullo, que esta inmensa satisfacción que todos vosotros disfrutáis como mendocinos en las horas presentes, me toca también –y lo digo con satisfacción y orgullo– personalmente un poco a mí. Señores: A estas felicitaciones y a estas satisfacciones, uno el voto de mi inmenso deseo para que Mendoza siga por esa senda luminosa del saber y del trabajo que ya la ha hecho grande; para que en el futuro todos los que la amamos tan profundamente como la amo yo, podamos tener el orgullo y la satisfacción de seguir inspirándonos, en ella, como nos inspiramos en Mendoza en la historia, y como nos inspiramos hoy en su trabajo.
1949-04-09
Exposición en el Acto de Clausura del primer Congreso Nacional de Filosofía
Señores congresales, excelentísimo señor vicepresidente de la Nación, señores ministros nacionales y provinciales, autoridades nacionales y provinciales, señoras, señores: Deseo, señores congresales, que al pisar esta tierra os hayáis sentido un poco argentinos, y con ello nos habréis hecho un gran honor, brindándonos una inmensa satisfacción. Para el corazón argentino, en nuestra tierra, nadie es extranjero si viene animado del deseo de sentirse hermano nuestro. Ese corazón y esa hermandad es lo que os ofrecemos como más sincero y como más precioso. Que os sintáis en vuestra casa será nuestro orgullo. En ella nadie os preguntará 247 quién sois y os ofrecerá, con el pan y la sal de la amistad, esta heredad de nuestros mayores, que queremos honrar como la honraron ellos (aplausos). Alejandro, el más grande general de todos los tiempos, tuvo por maestro a Aristóteles. Siempre he pensado que mi oficio algo tenía que ver con la filosofía. El destino me ha convertido en hombre público. Y en este nuevo oficio, agradezco cuanto me ha sido posible incursionar en el campo de la filosofía. Nuestra acción de gobierno no representa un partido político, sino un gran movimiento nacional, con una doctrina propia, nueva en el campo político mundial. He querido, entonces, ofrecer a los señores congresales que nos honran con su visita, una idea sintética de base filosófica, sobre lo que representa sociológicamente nuestra tercera posición. No tendría jamás la pretensión de hacer filosofía pura, frente a los maestros del mundo en tal disciplina científica. Pero, cuanto he de afirmar, se encuentra en la República en plena realización. La dificultad del hombre de Estado responsable consiste precisamente en que está obligado a realizar cuanto afirma. Por eso, señores, en mi disertación no ataco a otros sistemas, señalo solamente opiniones propias, hoy compartidas por una inmensa mayoría de nuestro pueblo e incorporadas a la Constitución nacional de la Nación Argentina (aplausos). El movimiento nacional argentino que llamamos justicialismo, en su concepción integral, tiene una doctrina nacional que encarna los grandes principios teóricos de que os hablaré en seguida y constituye, a la vez, la escala de realizaciones, hoy ya felizmente cumplidas en la comunidad argentina. He querido exponer personalmente ante los señores congresales tales concepciones, en la seguridad de que lo interpreten como un esfuerzo personal en contribución a este Congreso, y el deseo de expresar personalmente también a nuestros gratos huéspedes toda nuestra consideración y todo nuestro afecto (aplausos). Como sería largo exponer aquí una serie de asuntos por otra parte harto conocidos por los señores que me escuchan, yo sólo limitaré esta exposición a las conclusiones que, en el orden estatal, tienen los estudios que preceden a cuanto expondré, comenzando así por el primer capítulo, para contestar al interrogante 248 de los tiempos presentes: ¿La felicidad que el hombre anhela pertenecerá al reino de lo material o lograrán las aspiraciones anímicas del hombre el camino de perfección? 110 De que importa activar la génesis de un pensamiento susceptible de contemplar la futura evolución humana da pruebas el sentido de la vida actual. Existe una laboriosa tarea en pleno desarrollo, encaminada a modificar sustancialmente las condiciones de vida en pro de la felicidad general. Es importante saber si esta felicidad pertenece al reino de lo material, o si cabe pensar que se trata de realizar las aspiraciones anímicas del hombre y el camino de perfección por el cuerpo social. Pero cuando volvemos a preguntarnos si la dirección de ese pensamiento ha de ser ejercida en un sentido horizontal, o si cabrá imprimirle al mismo tiempo verticalidad, debemos antes examinar, siquiera en busca de indicios, el panorama que se ofrece a nuestros ojos. Advertimos enseguida un síntoma [inquietante]111 en el campo universal. Voces de alerta señalan con frecuencia el peligro de que el progreso técnico no vaya seguido por un proporcional adelanto en la educación de los pueblos. La complejidad del avance técnico requiere pupilas sensibles y recio temperamento. Si tomamos como símbolo de la vida moderna el rascacielos o el trasatlántico, deberemos enseguida prefigurarnos la estatura espiritual del ser que ha de morar o viajar en ellos. Ante esta cuestión no caben retóricas de fuga, porque lo que en ellas se ventila es, ni más ni menos, la escala de magnitudes con arreglo a la cual debe el hombre rectificar adecuadamente su propia proporción ante el bullicio creciente de lo circundante. La vida que se acumula en las grandes ciudades nos ofrece, con desoladora frecuencia, el espectáculo de ese peligro al que unos cerebros despiertos han dado el terrorífico nombre de «insectificación». Es cierto que lo físico no mengua ni aumenta la proporción íntima, porque ésta consiste justamente en la estimación de sí mismo que el hombre posee; pero puede suceder que, en 249 ausencia de categorías morales, acontezca en su ánimo una progresiva pérdida de confianza y un progreso paulatino del sentimiento de inferioridad ante el gigante exterior. Frente a un complejo semejante –que en último término es un problema de cultura y de espíritu– son contados los medios de autodefensa. La civilización tiende a complicarse y no parece que por el camino de lo exterior pueda resolverse esta incógnita íntima. El materialismo intransigente contaba sin duda con el signo mecánico e implacable del progreso, sospechando que privado de su sombra cósmica el hombre acabaría por sentirse minúsculo y víctima de la monstruosa trepidación vital. Seguro de ello, proveyó a su individuo de un sustituto de la proporción espiritual: el resentimiento. Previamente había sustituido también las tendencias supremas por fuerzas inferiores, por esa «gana» que ayer integraba el cuerpo de una teoría sumamente interesante y que hoy, defraudada, desencantada, han convertido sus discípulos en la «náusea». Náusea ante la moral, ante la herencia de la vida común, náusea ante las leyes y los progresos inexorables de la Historia, náusea biológica. Es hasta cierto punto poco comprensible que hayamos pasado con tan peligrosa brevedad intelectual de la decepción del ser insectificado a esa náusea con que, a espaldas de sagradas leyes, se pretende orientar la comprensión de la existencia colectiva. Lo sintomático de este modo de pensar está en que no es una abstracción, como tampoco lo era, pongo por ejemplo, el marxismo. Éste operaba sobre un descontento social. La náusea –como entelequia– opera sobre el desencanto individual. Es la «angustia» abstracta de Heidegger en el terreno práctico: corresponde a una sociedad desmoralizada que ni siquiera busca una certidumbre para reclinar su cabeza. No es por tanto la teoría lo deplorable, sino la realidad, la deformación postrera de aquella «insectificación»; sólo que esta vez el individuo insectificado ha querido aislarse de la catástrofe con una mueca cínica. Reconozcamos que ésta era la consecuencia necesaria y obligada del doloroso extravío de la escala de magnitudes. Armado con ella podía el hombre enfrentarse no sólo con la áspera y poco piadosa vicisitud de su existencia sino 250 con la crisis que una evolución tan terminante habría de suscitar en su intimidad. Saberse ligado a los reinos superiores a las leyes materiales del contorno le facilitaba una generosa concentración de fuerzas para entrar con biológica alegría en un ciclo en que todos los fenómenos parecen desbordarse. En una célebre fábula de Goethe le acontece a un hombre desdichado verse compelido a una elección extraordinaria. Melusina, reina del país de los enanos, le invita a reducir su tamaño y compartir con ella su elevada jerarquía. Le ofrece amor, poder, riquezas, sólo que en un grado inferior: será rey, pero entre enanos. Trasladado al país donde las briznas de hierbas son árboles gigantescos, este hombre, el más mísero de los mortales, añora su forma anterior. Y la añora, suponemos, porque su escala de magnitudes le advierte que en la prosperidad o en el infortunio, [su estado]112 anterior era inimitable. En el hecho complejo del existir, el hombre es, sin más, una entidad superior. Puede ser igualmente trasladada a otros paisajes, y preferentemente a esos donde la desintegración y la heterogeneidad de la vida moderna han reducido principios absolutos e ideales en provecho del esplendor material. Se ha producido el milagro de la fábula pero a la inversa: al hombre no le ha sido dado elegir con arreglo a su proporción, y aquél que no poseía un grado de fe en sus valores espirituales substituyó la altiva reacción por la resignación o por el descontento, la difuminación gradual de las perspectivas que padece quien no posee una conciencia justa de su jerarquía, la «insectificación». Pero semejante desviación no es consecuencia del auge de los ideales colectivos. Que el individuo acepte pacíficamente su eliminación, como un sacrificio en aras de la comunidad, no redunda en beneficio de ésta. Una suma de ceros es cero siempre; una jerarquización estructurada sobre la abdicación personal, es productiva sólo para aquellas formas de vida en que se producen asociados el materialismo más intolerante, la deificación del Estado, el Estado Mito, o una secreta e inconfesada vocación al despotismo. Lo que caracteriza a las comunidades sanas y vigorosas es el grado de sus individualidades y el sentido con que se disponen a engendrar en lo colectivo. A este sentido de comunidad se llega desde abajo, no desde arriba; se alcanza por 251 el equilibrio, no por la imposición. Su diferencia es que así como una comunidad saludable, formada por el ascenso de las individualidades conscientes, posee hondas razones de supervivencia, las otras llevan en sí el estigma de la provisionalidad, no son formas naturales de la evolución, sino paréntesis cuyo valor histórico es, justamente, su cancelación. En la consideración de los valores supremos que dan forma a nuestra contemplación del ideal, advertimos dos grandes posibilidades de adulteración: una es el individualismo amoral, predispuesto a la subversión y al egoísmo, al retorno a estados inferiores de la evolución de la especie; otra reside en esa interpretación de la vida que intenta despersonalizar al hombre en un colectivismo atomizador. En realidad operan las dos un escamoteo. Los factores negativos de la primera, han sido derivados, en la segunda, a una organización superior. El desdén aparatoso ante la razón ajena, la intolerancia, han pasado solamente de unas manos a otras. Bajo una libertad no universal en sus medios ni en sus fines, sin ética ni moral, le es imposible al individuo realizar sus valores últimos, por la presión de los egoísmos potenciados de unas minorías. Del mismo modo, bajo el colectivismo materialista llevado a sus últimas consecuencias, le es arrebatada esa probabilidad –la gran probabilidad del existir– por una imposición mecánica en continua expansión y siempre hipócritamente razonada. El idealismo hegeliano y el materialismo marxista, operando sobre necesidades y calamidades universales que han influido profundamente en el ánimo general, constituyen direcciones cuya resultante será prudente establecer. De la Historia, y aun de sus excesos, extraemos preciosas enseñanzas ante las que en modo alguno podemos ni debemos permanecer insensibles. Mientras el pensamiento creía poder sostenerse en lo fundamental, en espacios puramente teóricos, el mundo obraba por su cuenta; pero, si lo fundamental declinó, la fijación práctica de lo abstracto puede ejercer una influencia perniciosa en la existencia común. Resulta entonces necesario detenernos de nuevo a examinar nuestros absolutos y a limpiar de excrecencias y añadiduras superfluas un ideal apto para servir de polo al sentido lógico de la vida. En esa labor se nos antoja primordial la [recuperación de la escala de magnitudes,]113 esto es, devolver al hombre su proporción, para que posea plena con252 ciencia de que, ante las formas tumultuosas del progreso, sigue siendo portador de valores máximos; para que sea humanamente, es decir: sin ignorancia. Sólo así podemos partir de ese «yo» vertical, a un ideal de humanidad mejor, suma de individualidades con tendencia a un continuo perfeccionamiento. Sugerir que la humanidad es imperfecta, que el individuo es un experimento fracasado, que la vida que nosotros comprendemos y tratamos de encauzar es, en sí y en sus formas presentes, algo irremediablemente condenado a la frustración, nos hace [experimentar]114 la dolorosa sensación de que se ha perdido todo contacto con la realidad. Lo mismo tememos cuando se fía a la abdicación de las individualidades en poderes extremos una imposible realización social. Si hay algo que ilumine nuestros pensamientos, que haga perseverar en nuestra alma la alegría de vivir y de actuar, es nuestra fe en los valores individuales como base de redención y, al mismo tiempo, nuestra confianza de que no está lejano el día en que sea una persuasión vital el principio filosófico de que la plena realización del «yo», [el cumplimiento de sus fines más sustantivos, se halla en el bien general. Hoy, cuando la «angustia» de Heidegger ha sido llevada al extremo de fundar teoría sobre la «náusea»]115 y se ha llegado a situar al hombre en actitud de defenderse de la cosa, puede hacerse de ello polémica simple, pero es conveniente repetir que no han sido teorías fundadas en sugestiones sino un parcial relajamiento biológico. Del desastre brota el heroísmo, pero brota también la desesperación, cuando se han perdido dos cosas: la finalidad y la norma. Lo que produce la náusea es el desencanto, y lo que puede devolver al hombre la actitud combativa es la fe en su misión, en lo individual, en lo familiar y en lo colectivo. Ahora bien; va anexo al sentido de la norma el sentido de la cultura. Nuestra norma, la que tratamos de insinuar aquí, no es un cuadro de imposiciones jurídicas, sino una visión individual de la perfección propia, de la propia vida ideal. En ese aspecto no cabe duda de que su eficacia depende enormemente de nuestra comprensión del mundo circundante como de nuestra aceptación de las 253 obligaciones propias. El solo intento de trazar un cuadro comparativo entre las posibilidades culturales de la antigüedad y las actuales resultaría descabellado. El progreso, el incremento de relaciones, la complejidad de costumbres, han ampliado el paisaje en términos indescriptibles. Es lógico pensar, por consiguiente, que la dilatación del panorama haya redundado en limitación proporcional de la conciencia de situación. Cuando en nuestro tiempo se plantean cuestiones de Moral y de Ética –acaso las más sustantivas e inaplazables que debemos formularnos hoy–, no ignora que en la confusión de muchos valores desempeña un activo papel el signo vertiginoso del progreso. La evolución humana se ha caracterizado, entre otras cosas, por lanzar al hombre fuera de sí pero sin proveerle previamente una conciencia plena de sí mismo. A ese estar fuera de sí puede atender mediante leyes la comunidad organizada políticamente, y tendremos entonces un aspecto de la norma ética. Pero para su reino interior, para el gobierno de su personalidad, no existe otra norma que aquella que se puede alcanzar por el conocimiento, por la educación, que afirma en nosotros una actitud conforme a moral. De que esta norma llegue a constituir un sistema ordenado de límites e inducciones depende absolutamente el porvenir de la sociedad. Ni siquiera nos es posible comprender ese porvenir como suma de libertad y de seguridad si no podemos prefigurar en ella la existencia de normas. Y no somos de los que pensamos que es preferible resolver quirúrgicamente el problema encomendando la libertad irresponsable al imperio vigilante de la ley. Las colectividades que hoy deseen presentir el futuro, en las que la autodeterminación y la plena conciencia de ser y de existir integren una vocación de progreso, precisan, como requisito sustancial, el hallazgo de ese camino, de esa «teoría», que iluminen ante las pupilas humanas los parajes oscuros de su geografía. Así como en el examen que nos está permitido aparece la voluntad transfigurada en su posibilidad de libertad, aparece el «nosotros» en su ordenación suprema, la comunidad organizada. El pensamiento puesto al servicio de la Verdad esparce una radiante luz, de la que, [como] en un manantial, beben las disciplinas de carácter práctico. Pero por otra parte nos es imposible comprender los motivos fundamentales de la evolución filosófica prescindiendo de su circunstancia. 254 Desde Platón a Hegel la civilización ha consumado su azarosa marcha por todos los caminos. Las circunstancias han variado sin tregua y, en ciertos dilatados plazos, se diría que volvían y vuelven a producirse con desconcertante semejanza. La sustitución de las viejas formas de vida por otras nuevas son factores sustanciales de las mutaciones, pero debemos preguntarnos si, en el fondo, la tendencia, el objetivo último, no seguirán siendo los mismos, al menos en aquello que constituye nuestro objeto necesario: el Hombre y su Verdad. Cuando advertimos en Platón el Estado ideal, un Estado abstracto, comprendemos que su mundo, en relación con el nuestro y en su apariencia política, era infinitamente apto para una abstracción semejante. Las ideas puras y los absolutos podían fijarse en el panorama, aprehender y configurar éste, cuando menos en su eficacia intelectual. Podía crearse un mundo en que valores ideales y representaciones prácticas eran susceptibles de producirse con cierta familiaridad. Platón afirmaba: el Bien es orden, armonía, proporción; de aquí que la virtud suprema sea la justicia. En tal virtud advertimos la primera norma de la antigüedad convertida en disciplina política. Sócrates había tratado de definir al hombre, en quien Aristóteles subrayaría una terminante vocación política, es decir, según el lenguaje de entonces, un sentido de orden en la vida común. La idea platoniana de que el hombre y la colectividad a que pertenece se hallan en una integración recíproca irresistible se nos antoja fundamental. La ciudad griega, llevada en sus esencias al imperio por Roma, contenía en fenómeno de larvación todos los caminos evolutivos. Cuando los hechos se producían en fases simples y en estadios relativamente reducidos era factible representarse la sociedad política como un cuerpo humano regido por las leyes inalterables de la armonía: corazón, aparato digestivo, músculo, voluntad, cerebro, son en el símil de Platón, órganos felizmente trasladados por sus funciones y sus fines a la biología colectiva: un Estado de justicia, en donde cada clase ejercite sus funciones en [servicio]116 del todo, se aplique a su virtud especial, sea educada de conformidad con su destino y sirva a la armonía del todo. El Todo, con una proposición central de justicia,117 con una ley de armonía, la del cuerpo humano, predominando sobre las singularidades, aparece en el horizonte político heleno, que es también el primer horizonte político de nuestra civilización. Todavía en el crepúsculo de la mitología pagana, no aparecen claros los úl- 255 timos fines del hombre. Se le concibe adscripto a la ciudad, y más interesante quizás que su persona, es la virtud abstracta que es susceptible de representar. No existe, por cierto, un ideal de humanidad, aun para la clara visión de los filósofos. El Cefiso y el Eurotas no son únicamente límites geográficos y militares, sino también intelectuales. Al otro lado del Ponto existe la barbarie y las sombras que Alejandro rasgará años después. El sol es un globo de fuego un poco mayor que el Peloponeso. La certera inteligencia de Aristóteles, que proporcionará el método cuando los espacios nos hayan revelado una gran parte de sus misterios, se desenvuelve también en esa concepción de la jerarquía humana. Hay hombres libres y esclavos y no parece que todos se rijan por leyes idénticas. Hay mundos en luz y mundos en sombras. Nada de particular tiene que en tal situación, la ciudad, objetivada y armónica, predomine con carácter [irreductible]118 sobre la desigualdades humanas, que son desigualdades sin vocación reivindicativa. Ello nos permitirá observar que cuando al hombre se le priva de su rango supremo, o desconoce sus altos fines, el sacrificio se realiza siempre en beneficio de entidades superiores petrificadas. El hombre es un ser ordenado para la convivencia social –leemos en Aristóteles–; el bien supremo no se realiza, por consiguiente, en la vida individual humana, sino en el organismo superindividual del Estado; la Ética culmina en la Política. Los pensamientos citados definen con carácter suficiente la fisonomía del mundo helénico, y es preciso tener en cuenta que eran filósofos, y filósofos idealistas los que la habían trazado. Sócrates intuyó la inmortalidad, pero sobre ella no pudo fundar un sistema. Platón y Aristóteles debían encargarse de situar a ese hombre, que divisaba con angustiada preocupación el problema último, ante la vida en común. Nacía el Estado, aunque la comunidad cuya vida trataba de organizar adolecía de una insuficiente relación de la trascendencia de los valores individuales. 256 La idea griega necesitaba para ser completada una nueva contemplación119 de la unidad humana desde un punto de vista más elevado. Estaba reservada al cristianismo esa aportación. El Estado griego alcanzó en Roma su cúspide. La ciudad, hecha imperio, convertida en mundo, transfigurada en forma de civilización, pudo cumplir históricamente todas las premisas filosóficas. Se basaba en el principio de clases, en el servicio de un «todo» y, lógicamente, en la indiferencia o el desconocimiento helénico de las razones últimas del individuo. Una fuerza que clavase en la plaza pública como una lanza de bronce las máximas de que no existe la desigualdad innata entre los seres humanos, que la esclavitud es una institución oprobiosa y que emancipase a la mujer; una fuerza capaz de atribuir al hombre la posesión de un alma sujeta al cumplimiento de fines específicos superiores a la vida material, que estaba llamada a revolucionar la existencia en la humanidad. El Cristianismo, que constituyó la primera gran revolución, la primera liberación humana, podrá rectificar felizmente las concepciones griegas. Pero esa rectificación se parecía mejor a una aportación. Enriqueció la personalidad del hombre e hizo de la libertad, teórica y limitada hasta entonces, una posibilidad universal. En evolución ordenada, el pensamiento cristiano, que perfeccionó la visión genial de los griegos, podría más tarde apoyar sus empresas filosóficas en el método de éstos, y aceptar como propias muchas de sus disciplinas. Lo que le faltó a Grecia para la definición perfecta de la humanidad y del Estado fue precisamente lo aportado por el Cristianismo: su hombre vertical, eterno, imagen de Dios. De él se pasa ya a la familia, al hogar; su unidad se convierte en plasma que a través de los municipios integrará los Estados, y sobre la que descansarán las modernas colectividades. Roma no era la Grecia cerrada, atenta sólo al fenómeno exterior de la barbarie persa. Ha integrado en su existencia la de otros pueblos de costumbres, pensamientos y creencias distintas. Las necesidades de su comunidad fueron muy superiores también120. Le fue sumamente difícil proporcionarse una idea abstracta sobre la concepción del Estado, porque éste se había tornado proporcionalmente complejo. Su historia es un continuo proceso de crecimiento y asimilación que, cuando alcanza la cúspide, se interrumpe121 por la violencia. Lega al mundo sus 257 instituciones, su gloria, su civilización. Antes del ocaso, añade a esta herencia colosal la conformidad de la dignidad humana. La libertad, expropiable por la fuerza antes de saberse el hombre poseedor de un alma libre e inmortal, no será nunca más susceptible de completa extinción. Los tiranos podrán reducirla o apagarla momentáneamente, pero nunca más se podrá prescindir de ella: será en el hombre una «conciencia» de la relación profunda de su espíritu con lo sobrehumano. Lo que fue privilegio de la República servida por los esclavos, será más adelante un carácter para la humanidad, poseedora de una feliz revelación. Al sobrevenir la crisis, la civilización conoció siglos amargos. El derrumbamiento del imperio, sin parangón en la historia, devuelve al mundo a la oscuridad. Pero ésta habría sido espantosa si el crepúsculo romano no hubiese prendido en la noche siguiente la llamarada inextinguible de aquella revelación. Lo que permitirá que el hilo de oro del pensamiento continúe a través del abismo y de las hogueras y sangre, es el milagro magnífico que el puente de las ideas religiosas no sucumbiese al chocar el hierro de los bárbaros con el agrietado mármol de Roma. Las nuevas monarquías aparecidas al galope poseían ciertamente una notable capacidad de asimilación, pero su proyección cultural era sumamente reducida y el imperio de la fuerza en que debían apoyarse hizo todavía más limitada esa posibilidad. Europa se convirtió en una necesidad armada: así como las zonas habitadas se polarizaban en torno a los puntos estratégicos y a los fosos de los castillos, la humanidad se distribuyó en torno a los jefes militares, caudillos y señores. Poco a poco, poco o nada subsistirá de cuanto había impreso su fisonomía a la existencia general. El principio de autoridad cae en manos de la fuerza, en razón de ese estado de necesidad aludido. Los mismos reyes ven menguar sus atribuciones y privilegios a medida que se ven obligados a recurrir al poder de sus ricos señores o a solicitar su alianza para sus empresas militares. 258 El saber se refugia junto a los altares. En las abadías y en los conventos se conserva inextinguible la llama que más tarde volverá a iluminar al mundo. Y lo que preserva de la gigantesca crisis el acervo de los valores espirituales humanos, es, con precisión, un sentido místico: la dirección vertical, hacia las alturas, que unos hombres de fe habían [atribuido]122 a todas las cosas, empezando por la naturaleza humana. La Edad Media es de Dios, se ha dicho, y en este hecho, en este paciente y laborioso mantenerse al margen de las tinieblas, debemos ver la lenta y difícil gestación del Renacimiento. Fue una Edad caracterizada por una violencia desmedida. Fue una edad en la que no nos es posible hallar las formas del Estado ni contemplar al hombre. Gracias sólo al hecho de acentuar sus desgracias, y aún su brutalidad a veces, sobre fines e ideales remotos, pudo resultar factible la evolución resolutiva. En el individuo, no es fácil diferenciar la conciencia de su proporción en el ideal religioso de cuanto fue simplemente ignorancia o superstición. La Edad tuvo santos y demonios, pero en su desolación, en su pobreza, con el horizonte teñido siempre por los resplandores de los incendios, no le quedaba al hombre otro escape que poner sus ojos y su esperanza en mundos superiores y lejanos. La fe se vio fortalecida por la desgracia. El Renacimiento halló diseminados los restos de una cultura y trató de reconstruir con ellos un nuevo clasicismo. Sobre las ruinas de los castillos feudales edificaron su trono las nuevas monarquías. A la idea de aventura sucedió la empresa. Cuando los primeros concejos acuden al servicio del rey con pendón al frente, y se distinguen en las batallas, se consuma en la práctica el final de un largo período histórico. El Estado tardará todavía en sobrevenir, pero en torno a los monarcas, depositarios de un mandato ideal, representantes de lo que siglos después será el concepto de nacionalidad, empieza a gestarse la vida de los pueblos modernos. Los nobles ingleses arrancarán a Juan Sin Tierra la Carta Magna; los castellanos harán jurar al trono en Santa Gadea, y los aragoneses arrancarán a su rey los «Usajes» demostrativos de que la constitución del Estado está en trance de ensayarse. Habrá Cámaras, rudimentarias al principio, y los estamentos harán oír en los concejos la voz de los gremios y de los municipios. Esta evolución se produce bajo un signo idealista, cualquiera sea su realiza- 259 ción práctica o su signo político, y en la elevada temperatura de la Fe popular. El hombre tenía fe en sí, en sus destinos, y una fe inmarcesible en su subordinación a lo Providencial. Tal fe justifica en parte las titánicas andanzas de la época. Era necesaria para lanzarse a las sombras atlánticas y sacar las Américas a la luz del sol romano, para detener la invasión tártara en las puertas de Europa y para levantar un mundo nuevo de la desolación. Lo conquistado y descubierto en esa edad constituye un himno sonoro a la vocación por el ideal. Pero es importante no perder de vista que, prescindiendo del rigor práctico de la organización política, el clima intelectual de la época conservó el acento sobre los valores supremos del individuo. Cuando la escuela tomista nos dice que el fin del Estado es la educación del hombre para una vida virtuosa, presentimos la enorme importancia que tuvo ese puente tendido sobre las sombras de la Edad Media. Ese hombre a cuyo servicio, el de su perfeccionamiento, estaba dedicado el Estado, no era por cierto el germen de un individualismo anárquico. Para que degenerase había que trasladar el acento de sus valores espirituales a los materiales. El hombre era sólo algo que debía perfeccionarse, para Dios y para la comunidad. La virtud a que Santo Tomás se refería no será enteramente indiferente a la «virtud» griega, el patrón de valores ideales para la realización de la vida propia. Frente al humanismo, la inteligencia humana intenta divisar nuevos caminos y orientaciones. Maquiavelo cubrirá la vida con el imperativo político, y sacrificará al poder real o a las necesidades del mando cualquiera otra ley, principio o valor. Grocio llamará al Estado a erigirse en administrador supremo de la felicidad del hombre y abrirá nuevos cauces al principio de autoridad. Los pueblos han vivido décadas y siglos intensos, han proyectado sus fuerzas hacia los espacios desconocidos, se han desdoblado, difundido en mundos nuevos, en empresas fantásticas y costosas. Para que esto fuese posible se precisaba un poder enorme en los recursos espirituales. El apogeo de los absolutos iba a despertar, como consecuencia necesaria, el desprecio a los absolutos. La intensa espiritualidad de la obra gestaba, por reacción, el desencanto y el materialismo que iban a producirse después. En la evolución, por primera vez acaso, se derivaría de un extremo a otro, de un polo al opuesto, y el objetivo a suprimir era, inevitablemente, la temperatura ideal. 260 Hobbes predica el absolutismo del Estado en la corriente armada de la época, pero predica ya a un hombre desalentado. La unidad social no parece imaginada por él como el indestructible depósito de valores, sino como víctima. Fue el primero en definir al Estado como un contrato entre los individuos, pero importa observar que esos individuos eran lobos entre sí, eran seres desprovistos de virtud y, seguramente, de esperanzas supremas; la larga cabalgata les había rendido. En la crisis de las monarquías absolutas, vierte su mordacidad el genio de Voltaire. Ciertamente no necesitaba ya la sociedad su corrosivo para fragmentarse bajo el trono. Monstequieu advirtió a la monarquía que sería heredada en la República y Rousseau coronó el pórtico naciente de la época. Se caracterizó por el cambio radical del acento. Acentuó sobre lo material, y esto se produjo indistintamente, lo mismo si el sujeto del pensamiento era el individuo, en cuyo caso se insinuaba la democracia liberal, que si era la comunidad, en cuyo caso se avistaba el marxismo. Es muy posible que las edades Media y Moderna hayan verificado su elección con un exclusivismo parcial en beneficio del espíritu, pero es innegable que el siglo XVIII y [el] XIX lo hicieron, con mayor parcialidad, en favor de la materia. El estado de la cultura en esos siglos pudo prever las consecuencias, pero debemos estimar necesario en toda evolución lo mismo lo que nos parece dudoso que lo acertado. Rousseau cree en el individuo, hace de él una capacidad de virtud, lo integra en una comunidad y suma su poder en el poder de todos para organizar, por voluntad general, la existencia de las naciones. Para Kant, lo vital en lo político era el principio de «libertad como hombre», de «dependencia como súbditos» y de «igualdad como ciudadanos». Rousseau llamará pueblo al conjunto de hombres que mediante la conciencia de su condición de ciudadanos y mediante las obligaciones derivadas de esta conciencia, y provistos de las virtudes del verdadero ciudadano, acepten congregarse en una comunidad para cumplir sus fines. La Revolución Francesa fue un estruendoso prólogo al libro, entonces en blanco, de la evolución contemporánea. Hallamos en Rousseau una evocación constructiva de la comunidad y la identificación del individuo en su seno, como base de una nueva estructuración democrática. Esta concepción servirá de punto de partida para la interpretación práctica de los ideales de las nuevas democracias. Pero resulta hasta cierto punto conveniente examinar si en la concepción originaria no se produjo, por la dinámica misma de la reacción, la supresión [inne- 261 cesaria]123 de toda escala de valores. Podemos preguntarnos, por ejemplo, si fue decididamente imprescindible para derivar el poder absoluto a la voluntad del ciudadano, cegar antes en éste toda posibilidad espiritual. En segundo lugar es preciso tener en cuenta el largo paréntesis que el Imperio abrió entre el prólogo y la continuación del libro de la evolución política. [En ese paréntesis, el ideal que el pensamiento había abandonado a]124 la intemperie es rescatado del arroyo por fuerzas opuestas, que combatirán con extremada violencia en el futuro. No tratarán de fijar sus absolutos en la jerarquía del hombre, en sus valores ni en sus posibilidades de virtud; los fijarán en el Estado, o en organizaciones de un característico materialismo. Todavía Fichte crea un amplio espacio donde el individuo, subordinado al todo social, puede realizarse. Hegel convertirá en Dios al Estado. La vida ideal y el mundo espiritual que halló abandonados los recogió para sacrificarlos a la Providencia estatal, convertida en una serie de absolutos. De esta concepción filosófica derivará la traslación posterior: el materialismo conducirá al marxismo, y el idealismo, que ya no se acentúa sobre el hombre, será en los sucesores y en los intérpretes de Hegel la deificación del Estado ideal con su consecuencia necesaria, la insectificación del individuo. El individuo está sometido en éstos a un destino histórico a través del Estado, al que pertenece. Los marxistas lo convertirán a su vez en una pieza, sin paisajes ni techo celeste, de una comunidad tiranizada donde todo ha desaparecido bajo la mampostería. Lo que en ambas formas se hace patente es la anulación del hombre como tal, su desaparición progresiva frente al aparato externo del progreso, el Estado fáustico o la comunidad mecanizada. El individuo hegeliano, que cree poseer fines propios, vive en estado de ilusión, pues sólo sirve a los fines del Estado. En los seguidores de Marx esos fines son más oscuros todavía, pues sólo se vive para una esencia privilegiada de la comunidad y no en ella ni con ella. El individuo marxista es, por necesidad, una 262 abdicación. En medio se alza la fidelidad a los principios democráticos liberales que llena el siglo pasado y parte del presente. Pero con defectos sustanciales, porque no ha sido posible hermanar puntos de vista distintos, que condujeron a dos guerras mundiales y que aún hoy someten la conciencia civilizada a durísimas presiones. El problema del pensamiento democrático futuro está en resolvernos a dar cabida en su paisaje a la comunidad, sin distraer la atención de los valores supremos del individuo; acentuando sobre sus esencias espirituales, pero con las esperanzas puestas en el bien común. En lo político parte muy importante de tal crisis de las ideas democráticas se debe al tiempo de su aparición. La democracia como hecho trascendental estaba llamada a suceder ipso facto a los absolutismos. Sin embargo, sufrió un largo compás de espera impuesto por la persistencia de las monarquías templadas y repúblicas estacionarias que, para subsistir, creyeron necesario aplicar en leves dosis principios propios de la democracia pura, preferentemente aquellos que podían ser adaptados sin peligro. Tal operación dulcificó la evolución, pero sustrajo partes muy importantes de personalidad al nuevo orden de ideas, que a su advenimiento pleno halló, frente a colosales enemigos, muy disminuida su novedad. Sucedió así que los pueblos que pudieron establecerla en su momento han alcanzado con ella los mismos caminos de perfección necesaria, y los que no lo consiguieron han optado por el empleo de sustitutos, los extremismos, con tal de hacer efectivo por cualquier vía, el carácter trascendental. Y sin embargo lo trascendental del pensamiento democrático, tal como nosotros lo entendemos, está todavía en pie, como una enorme posibilidad en orden al perfeccionamiento de la vida. En varias ocasiones ha sido comparado el hombre al centauro, medio hombre, medio bruto, víctima de deseos opuestos y enemigos; mirando al cielo y galopando a la vez entre nubes de polvo. La evolución del pensamiento humano recuerda también la imagen del centauro: sometido a altísimas tensiones ideales en largos períodos de su historia, condenado a profundas oscuridades en otros, esclavo de sordos apetitos materiales a menudo. La crisis de nuestro tiempo es materialista. Hay demasiados deseos 263 insatisfechos, porque la primera luz de la cultura moderna se ha esparcido sobre los derechos y no sobre las obligaciones; ha descubierto lo que es bueno poseer mejor que el buen uso que se ha de dar a lo poseído o a las propias facultades. El fenómeno era necesario, de una necesidad histórica, porque el mundo debía salir de una etapa egoísta y pensar más en las necesidades y en las esperanzas de la comunidad. Lo que importa hoy es persistir en ese principio de justicia, para recuperar el sentido de la vida, para devolver al hombre su absoluto. Ni la justicia social ni la libertad, motores de nuestro tiempo, son comprensibles en una comunidad montada sobre seres insectificados, a menos que a modo de dolorosa solución el ideal se concentre en el mecanismo omnipotente del Estado. Nuestra comunidad, a la que debemos aspirar, es aquélla donde la libertad y la responsabilidad son causa y efecto, en que exista una alegría de ser, fundada en la persuasión de la dignidad propia. Una comunidad donde el individuo tenga realmente algo que ofrecer al bien general, algo que integrar y no sólo su presencia muda y temerosa. En cierto modo, siguiendo el símil, equivale a liberar al centauro restableciendo el equilibrio entre sus dos tendencias naturales. Si hubo épocas de exclusiva acentuación ideal y otras de acentuación material, la nuestra debe realizar sus ambiciosos fines nobles por la armonía. No podremos restablecer una Edad-centauro sólo sobre el músculo bestial ni sobre su sólo cerebro, sino una «edad-suma-de-valores», por la armonía de aquellas fuerzas simplemente físicas y aquéllas que obran el milagro de que los cielos nos resulten familiares. Los monjes de la Edad Media borraron el contenido de los libros paganos para cubrirlos con los salmos. La Edad Contemporánea trató de borrar los salmos, pero no añadió nada más que la promesa de una vaga libertad a la sed de verdades del hombre. En 1500 la humanidad concentró sus dispersas energías para empresas gigantescas y nos dio nuevos mundos y formas de civilización. En 1800 reprodujo el intento y creó febrilmente, generosamente, una época. ¿No será el nuestro, acaso, el momento de hacer acopio de las energías humanas para conformar el período supremo de la evolución? Cuando pensamos en el hombre, en su yo y en el nosotros, aparece claro ante nuestra vista que nuestra elección debe ser objeto de profundas meditaciones. 264 La sociedad tendrá que ser una armonía en la que no se produzca disonancia ninguna, ni predominio de la materia ni estado de fantasía. En esa armonía que preside la norma puede hablarse de un colectivismo logrado por la superación, por la cultura, por el equilibrio. En tal régimen no es la libertad una palabra vacía, porque viene determinada su incondición por la suma de libertades y por el estado ético y la moral. La justicia no es un término insinuador de violencia, sino una persuasión general; y existe entonces un régimen de alegría, porque donde lo democrático puede robustecerse en la comprensión universal de la libertad y el bien generales, es donde, con precisión, puede el individuo realizarse a sí mismo, y hallar de un modo pleno su euforia espiritual125 y la justificación de su existencia (aplausos). Para el mundo existe todavía, y existirá mientras al hombre le sea dado elegir, la posibilidad de alcanzar lo que la filosofía hindú llama la mansión de la paz. En ella posee el hombre, frente a su Creador, la escala de magnitudes, es decir, su proporción. Desde esa mansión es factible realizar el mundo de la cultura, el camino de perfección. De Rabindranath Tagore son estas frases: el mundo moderno empuja incesantemente a sus víctimas, pero sin conducirlas a ninguna parte. Que la medida de la grandeza de la humanidad esté en sus recursos materiales es un insulto al hombre. No nos está permitido dudar de la trascendencia de los momentos que aguardan a la humanidad. El pensamiento noble, espoleado por su vocación de verdad, trata de ajustar un nuevo paisaje. Las incógnitas históricas son ciertamente considerables, pero no retrasarán un solo día la marcha de los pueblos por grande que su incertidumbre nos parezca. Importa, por tanto, conciliar nuestro sentido de la perfección con la naturaleza de los hechos, restablecer la armonía entre el progreso material y los valores espirituales y proporcionar nuevamente al hombre una visión certera de su realidad. Nosotros somos colectivistas, pero la base de ese colectivismo es de signo individualista, y su raíz es una suprema fe en el tesoro que el hombre, por el hecho de existir, representa (aplausos). En esta fase de la evolución, lo colectivo, el «nosotros», está cegando en sus 265 fuentes al individualismo egoísta. Es justo que tratemos de resolver si ha de acentuarse la vida de la comunidad sobre la materia solamente o si será prudente que impere la libertad del individuo solo, ciega para los intereses y las necesidades comunes, provista de una irrefrenable ambición material también. No creemos que ninguna de esas formas posea condiciones de redención. Están ausentes de ellas el milagro del amor, el estímulo de la esperanza y la perfección de la justicia. Son atentatorios por igual el desmedido derecho de uno o la masiva impersonalidad de todos a la razonable y elevada idea del hombre y de la humanidad. En los cataclismos la pupila del hombre ha vuelto a ver a Dios y, de reflejo, ha vuelto a divisarse a sí mismo. No debemos predicar126 y realizar un evangelio de justicia y de progreso, es preciso que fundemos su verificación en la superación individual como premisa de la superación colectiva. Los rencores y los odios que hoy soplan en el mundo, desatados entre los pueblos y entre los hermanos, son el resultado lógico, no de un itinerario cósmico de carácter fatal, sino de una larga prédica contra el amor (aplausos). Ese amor que procede del conocimiento de sí mismo e, inmediatamente, de la comprensión y la aceptación de los motivos ajenos. Lo que nuestra filosofía intenta restablecer al emplear el término armonía es, cabalmente, el sentido de plenitud de la existencia. Al principio hegeliano de realización del yo en el nosotros apuntamos la necesidad de que ese «nosotros» se realice y perfeccione por el yo. Nuestra comunidad tenderá a ser de hombres y no de bestias. Nuestra disciplina tiende a ser conocimiento, busca ser cultura. Nuestra libertad, coexistencia de las libertades que procede de una ética para la que el bien general se halla siempre vivo, presente, indeclinable. El progreso social no debe mendigar ni asesinar, sino realizarse por la conciencia plena de su inexorabilidad. La náusea está desterrada de este mundo, que podrá parecer ideal, pero que es en nosotros un convencimiento de cosa realizable. Esta comunidad que persigue fines espirituales y materiales, que tiende a superarse, que anhela mejorar y ser más 266 justa, más buena y más feliz, en la que el individuo pueda realizarse y realizarla simultáneamente, dará al hombre futuro la bienvenida desde su alta torre con la noble convicción de Spinoza: «{Sentimos,}127 experimentamos que somos eternos». (Ovación prolongada).
1949-04-09
En la Plaza Independencia de Mendoza, en ocasión de tomar juramento a la nueva constitución
Compañeros mendocinos: Hace ya más de cuatro años, cuando asumí la dirección de este movimiento nacional, ofrecí al pueblo argentino quemar etapas hasta llegar a tener una nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana. Desde entonces hasta hoy he dedicado todos mis esfuerzos a cumplir esa promesa, y debo confesar ante esta gran concentración de músculos y de corazones argentinos que no estoy arrepentido de haberlo hecho. Confieso también que sin este maravilloso pueblo argentino, que es quien me ha inspirado y me ha acompañado en esta empresa, no habría podido cumplirla. Porque ésta no es una obra de un hombre; es la obra de un pueblo, que se alcanza con la voluntad valiente de todo el pueblo argentino. No es una conquista ni la inspiración de un hombre: es la conquista de un pueblo y la inspiración viva en el corazón de ese pueblo. Es por eso, compañeros, que jamás el general Perón ha empleado la fuerza de su ejército ni de su policía para cumplir los postulados que encarnan nuestra doctrina. Mi única fuerza es el pueblo, y el día en que esa fuerza no me acompañe habría llegado la hora de abandonar todas mis ilusiones, todas mis inspiraciones, 268 porque jamás he de poner la fuerza en contra de la razón. Para mí la razón suprema de la patria es la obediencia a lo que el pueblo quiere. Por eso, instado para que en este acto simbólico tomase al pueblo juramento de sostener y mantener por todos los medios la vigencia de la nueva Constitución, llego hasta esta plaza para dirigiros la palabra en demanda de ese solemne juramento, que yo lo interpreto no como un simple juramento que se debe prestar a la República, sino como aquél por el que empeñé mi vida, hace treinta y cinco años, cuando juré por primera vez levantar en alto la bandera de Belgrano. Compañeros: Por decisión soberana de vuestros representantes en la Convención Constituyente que afirmó la nueva carta fundamental de la República, elegidos en la elección más libre que se haya realizado en tierra alguna, tenéis hoy una Carta Magna que hará decir a las generaciones del futuro, a lo largo de la historia, que en el año 1949, un pueblo consciente y digno, un pueblo a la altura de nuestra historia, dio a la Nación una Constitución que ha de permitir a esta patria, jamás humillada y jamás vencida, conquistar nuevos laureles, por la paz y por el trabajo, que son los laureles más lozanos y más hermosos a que se puede aspirar. Y ahora, a la usanza de nuestros mayores, os tomaré el juramento.130
1949-04-10
Con motivo de su visita a la provincia de San Juan
Queridos compañeros sanjuaninos: Hace ya largo tiempo, ofrecimos como programa para la realización de la Patria entera, el constituir una Nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana. Todo cuanto un gobernante puede hacer por cumplir con esta promesa ha sido ya realizado. Podemos afirmar que en nuestra tierra se practica ya la justicia social; podemos afirmar que nuestra tierra es económicamente libre de todo otro poder de la tierra, y podemos afirmar, también, que nuestra Nación es absolutamente soberana en sus acciones y en su destino de cualquier otro poder del universo. Todo cuanto queda por realizar debe ser hecho por el pueblo argentino, hoy dueño absoluto de los destinos de la patria. En mi visita a Mendoza no podía dejar de llegar hasta San Juan por dos motivos fundamentales. Primero, porque siento que mis sentimientos de argentino están ligados a este San Juan que, en mis primeros pasos en la vida pública, quiso la Providencia que yo pudiera iniciar una acción en beneficio del castigado pueblo sanjuanino cuyo destino merecía más bien el privilegio de la Providencia que de mí mismo133. El segundo motivo es que quería que llegase a esta provincia con mi visita, un estímulo a un gobernante proveniente del pueblo, veraz en sus realizaciones, y que está trabajando con el verdadero sentido de la Revolución, dando sus esfuerzos personales y su labor de gobernante para servir en forma directa al pueblo y a la riqueza de San Juan, que es, en último análisis, la riqueza del pueblo mismo. 270 En ese sentido, me hago un deber en felicitar públicamente al gobernador Don Ruperto Godoy134, por la extraordinaria obra que está realizando en San Juan. Yo agradezco las amables palabras que me hacen llegar de reconocimiento de ese maravilloso pueblo sanjuanino, por cuanto hemos hecho en el pasado, pero, señores, yo soy de los hombres que no saben mirar para atrás. Me interesa no lo que se ha hecho, sino lo que queda por hacer y, por eso, señores, porque veo que el gobernador Godoy es de los hombres que miran hacia delante, es que he querido llegar a ver el dique que es obra del gobernador Godoy. Señores: Estas palabras que encienden en mi corazón el reconocimiento para el gobernador, he querido pronunciarlas frente al pueblo de San Juan, para que él sepa que desde mil kilómetros de distancia, observamos y sabemos quién es el que charla y quién es el que hace. Compañeros: Nuestro programa social, como nuestro programa económico, va hacia adelante con un éxito que quizá nosotros no habíamos imaginado. Yo doy todos los días gracias a la Providencia que, desde la Presidencia de la Nación, me permite llevar un poco de felicidad a los obreros de mi tierra; que me permite cada día de trabajo afirmar un poco más la dignidad de nuestros trabajadores; que me permite cada día ir a descansar sin el cargo de conciencia de no haber realizado nada en su provecho porque, señores, los gobernantes que todos los días no hacen una 271 cosa aunque sea por su pueblo, no merecen ocupar el puesto de los gobernantes argentinos. Compañeros: Yo estoy sobradamente pagado por la consideración y aprecio de mi pueblo. Es el único sueldo, por otra parte, que puede satisfacer mi espíritu de argentino. Por eso, señores, frente a esta demostración con que los sanjuaninos han querido darme la inmensa satisfacción de decir estas pocas palabras, estoy cumplido. Yo no podía, como he dicho otras veces, a la usanza de los chinos, comprar mi ataúd y dejarme morir en él tranquilo con el recuerdo que el pueblo argentino puede tener de mí. Compañeros: Si no hemos hecho más es porque no hemos podido hacerlo, pero lo que sí puedo asegurarles y de lo que deben ustedes tener la persuasión más absoluta es que nosotros, hombres modestos, somos hombres trabajadores que no dejaremos pasar un minuto de nuestro tiempo sin emplearlo útilmente para beneficio y para dignidad de nuestros conciudadanos. Señores: Quiero terminar diciendo que, para mí, no podía haber una mayor satisfacción y un honor más insigne que compartir con ustedes el amor hacia esta bendita tierra de San Juan, que sentirme un poco sanjuanino, unido a estos hombres valientes, trabajadores y enérgicos, que sobre el desastre han de levantar un San Juan que tendrá doble confort, doble felicidad y doble obra, porque será el esfuerzo de sus hijos y de su trabajo.
1949-04-11
Con motivo de la inauguración del Servicio Radiofónico Internacional
En este momento en que la Argentina inaugura su más leal arma de combate por la libre información y la verdad –su servicio de radio internacional136– quiero dejar constancia de la gratitud que debemos al esfuerzo privado que hace posible este inapreciable elemento de vinculación. Sin su aporte efectivo, sin su capacidad técnica, sin su probidad para proveer al país de un poderoso resorte de difusión al exterior, no podríamos haber acometido esta vastísima empresa de iniciar –periódica y regularmente– la confrontación con la vida de un pueblo, destinado a ser conocido y estimado por otros pueblos. Argentina se ha colocado en el camino del mundo. La Argentina esgrimirá ahora su verdad permanente. La Argentina dirá su diaria inquietud, su resolución vital, su aporte metódico al progreso general de los pueblos. Esta voz que lanzamos hacia el horizonte, es la voz de una Nación que puede dejarse escuchar; y quiere dejarse escuchar apelando al fondo insobornable de eficiencia que hay en la verdad. Esta voz argentina llegará al extranjero, sin retaceos ni matices burdos. Esta voz llegará con un acento legítimo, directo, hablando a los demás como se habla consigo mismo, leal pero implacable, porque la buena fe de las causas se conoce por el cuño de las obstinaciones. Y nuestra obstinación es la obstinación natural del hombre que sabe dónde está su camino y se resuelve a seguirlo, desechando la tergiversación, la mentira encubierta de grandilocuencias. Nuestra voz es voz de fe en el destino futuro del hombre, concebido como criatura con derecho a inalienables prerrogativas. La de trabajar y disponer del fruto de su trabajo. La de prever y la de precaverse. La de advertir y la de comunicar periódicamente su vital experiencia humana. Estamos haciendo una fragua de nuevos hombres, y 273 esta voz argentina tendrá cada día su optimismo de creación, su gozo de ensayo, su realismo, su sinceridad. Aprovechamos la lección del siglo y usamos la radio para repetir honradamente los resultados de nuestra recia batalla por un país mejor y por una humanidad más cercana a sus deberes esenciales. Estamos afrontando el juicio del mundo, pero nos interesa ofrecer a ese mundo los mejores elementos de juicio, creando un puente directo de conocimientos que ha de resonar sólo por la verdad y para la verdad. En esta salutación que inicia las emisiones de un pueblo amigo, deseoso de ofrecer como prueba su impaciencia, su júbilo y su lucha íntima por hacer de la Argentina un solar de justicia y de paz, no puedo menos que enviar a todos los demás pueblos del mundo, y a sus gobernantes, un saludo que quiere resumirse así: Aquí está la República Argentina… Aquí está su día y la lección de su día… Es una voz más, resonante en los ámbitos mundiales. Es una voz cálida, maciza, contagiada de entusiasmo, de fe… Es, ante todo, el testimonio de una fe en el hombre, en sí. Es, por todo, y para todos, la voz de la certidumbre en el triunfo final y permanente de la condición humana. Es la voz de un pueblo que trabaja y se contrae en un esfuerzo poderoso, que este testimonio hará más evidente y menos anónimo y discutido. Le debíamos al mundo este continuo y certero esquema de nuestra jornada. ¡Aquí está, pues! No nos importa ya su profundidad ni su área, sino su intensidad pasional cada día, cada hora, cada minuto. Es la voz de una nación justa que tiene –como todas– el derecho divino de comunicar y extender al mundo la gama de sus errores y la magnitud de sus triunfos. Esta suprema comunicación es la base de una humanidad más pura y más accesible a la paz. Esta comunicación es la que reclama –desde hoy– la voz internacional de la Argentina. En el momento en que los pueblos induzcan y sean inducidos a la verdad, al amor y a la Justicia Social, desaparecerá el escollo insólito de la desconfianza y la prevención. Respetamos con nuestro mensaje permanente la verdad y la justicia de otros pueblos, y esos pueblos reconocerán tácitamente las nuestras. Informémonos e informemos. Construyamos el crédito de una radio internacional veraz, y estaremos luchando por la preservación de la paz mundial. No nos amedrente no ser escuchados, pero sí ser imperfectamente comprendi274 dos. Ser capciosamente valorizados. No nos incomode ser desoídos, pero sí nos agobie y nos inferiorice ser malévolamente interpretados. Que esta voz sea el eco de una cultura, la medida de una batalla diaria por un pueblo, la palabra de una revelación. Que sea el índice y la gradación de su esfuerzo. Que sea, en fin, la palabra del pueblo argentino dirigido hacia el mundo en una aportación saludable, equidistante del odio, la difamación y el encono. Que sea, resumiendo, la verdad misma. Como la representada por una larga y paciente obra de sedimentación nacional. Para que se sepa: Hoy, en la Argentina, se está trabajando para un mundo mejor.
1949-04-12
En la despedida a efectivos de Granaderos
Con motivo del licenciamiento del personal de guardia de la Casa de Gobierno, yo le he pedido al señor Jefe que los trajera hasta aquí para, por lo menos, poder despedirme de ustedes que, con tanta lealtad, con tanta devoción y disciplina, han prestado su servicio en esta Casa. El Regimiento de Granaderos a Caballo es para nosotros la suprema escuela de lealtad y patriotismo; sobre todo, señores, la lealtad que el soldado debe siempre a sus jefes por haber tenido en suerte el Regimiento de contar en sus filas a hombres como Baigorria y Cabral que le dieron, para toda la historia argentina, el sello inconfundible de la lealtad del soldado hacia sus superiores. Y de patriotismo, porque ningún argentino puede mencionar al Regimiento Granaderos a Caballo sin emocionarse. Él fue el primer Regimiento que dio un combate, en San Lorenzo, y fue también el que selló la independencia de América en las batallas de Ecuador y Colombia. De manera que si hay algo que puede formar una escuela de verdadero patriotismo es esta unidad que combatió desde su fundación hasta el final de la lucha, por la independencia argentina. No olvido nunca que hasta en la batalla de Chacabuco, cuando la suerte de ella parecía comprometida por la acción un tanto prematura de los efectivos de infantería, que realizaban la acción frontal, viéndose obligados a retirarse momentáneamente, el general San Martín, como en San Lorenzo, se puso al frente 276 de su guardia de granaderos y con ella cargó y permitió el desprendimiento de los infantes. Quien conoce la historia de la Patria y del Regimiento de Granaderos a Caballo, sabe que éste es la escuela suprema de patriotismo y de milicia. Por esa razón, considero que entre los tantos argentinos que prestan servicio a la Patria, nadie lo puede hacer con mayor honor que aquéllos que visten el único uniforme que conservamos de la tradición guerrera de nuestro país: el de Granaderos a Caballo. En cuanto a la labor desarrollada por ustedes en esta casa yo puedo decir, con todo orgullo, que quizá podrá haber aquí fallas de cualquier clase, pero ninguna imputable a un oficial, a un suboficial o a un soldado de Granaderos. Ustedes, en su servicio, hacen un honor al uniforme de granaderos que visten. Yo, como presidente de la Nación, a quien ustedes prestan guardia directa por disposición de la superioridad, debo expresarles que el honor conferido al Regimiento de Granaderos a Caballo al disponer que sea la guardia presidencial permanente, honra al presidente y al Regimiento. No quería que terminasen sus servicios sin que yo, por lo menos, pudiera darle un apretón de manos a cada uno de ustedes que, con tanta disciplina, con tanta seriedad y con tanto patriotismo, han prestado sus guardias en esta casa. Al expresarles que es un gran honor para mí el haber sido cuidado por muchachos como ustedes, lo que obliga a mi reconocimiento personal, debo decirles que cualquiera de los granaderos que ha prestado servicios en el Regimiento tiene en mí un amigo dispuesto a servirles en cualquier momento; y, ante cualquier necesidad que tengan en la vida civil, no vacilen ni un minuto para recurrir a mí directa y personalmente porque, señores, nobleza obliga. Ustedes han prestado un servicio en esta casa y yo estoy a la recíproca para prestarles un servicio en cualquier momento. He querido también que lleven como un pequeño recuerdo de mi agradecimiento un retrato que he dedicado a cada uno de ustedes. Cuando regresen a sus casas y dejen la chaqueta y el morrión del soldado para tomar el traje de ciudadano, recuerden siempre que hay una sola cosa que no deben olvidar de la vida militar: el cariño a la patria y el sentirse cada uno de ustedes tan directo servidor de ella en la vida civil como lo han sido en la vida militar. Un soldado es un ciudadano en una actividad: el ciudadano es un soldado 277 en otra actividad, pero siempre con el sentimiento y el pensamiento puesto en la grandeza de la patria, en su felicidad y en su progreso. Cada uno de ustedes que retorne a la vida civil, debe sentirse un pequeño diente de ese inmenso engranaje que es la Patria, y debe servirla en cualquier puesto con la misma devoción y con el mismo entusiasmo con que la han servido en el Regimiento de Granaderos a Caballo. Ahora voy a tener el placer de estrecharles la mano a cada uno de ustedes y, en ese apretón de manos quiero, señores, condensar todo mi agradecimiento por el magnífico y ejemplar comportamiento que han tenido en las tareas que les ha tocado desarrollar. También voy a entregarles, como he dicho, una fotografía, para que ella sea, en forma permanente, el testimonio de este agradecimiento, para estímulo de un ciudadano que a los veinte años supo servir a la patria honrando el uniforme del Regimiento de Granaderos a Caballos, como lo honraron generaciones de argentinos.
1949-04-13
En un acto académico en honor a los delegados al Primer Congreso Nacional de Filosofía
La misión de conferir el título de Miembro Honorario de la Universidad Argentina a los participantes del Congreso de Filosofía de Mendoza va más allá del ámbito de los meros actos oficiales, y adquiere, en este momento crítico del pensamiento humano que somete a juicio a los valores políticos, económicos y culturales, un significado trascendental. Ha palpitado en este Congreso el anhelo de reflejar cabalmente el matiz filosófico de nuestros días, y su ardua labor señala en la historia de la cultura argentina un momento cuya brevedad no disminuye su excepcional importancia. La Universidad Argentina, compenetrada de su hondo significado y retornando la tradición que la hizo estar presente en todos los períodos culminantes de la evolución del país, se ha reservado el honor de coronar así vuestro trabajo. Nunca fue nuestro pueblo ajeno a las inquietudes espirituales del mundo ni quedó postergado en la lucha por la civilización y por la cultura. Hace ya siglos, en los orígenes de la formación de la argentinidad, los hombres que poblaron nuestra tierra no se limitaron a conquistar el suelo y a fundar ciudades sino que, al derramar generosamente su estirpe, nos legaron su Dios para el espíritu y su verbo para el pensamiento: de tal manera que, mientras establecían sus hogares, levantaban templos y creaban universidades. En ellas se educó la generación de 279 Mayo; la misma que cuando en el viejo mundo se proclamaron los derechos del hombre, anunció llegada la hora de nuestra independencia; la misma que tras de encarnar una firme convicción política, ratificó su fe en la dignidad humana, que se nutre con la libertad de los pueblos y de los individuos. No vacilaron entonces los licenciados y los doctores en trocar la serenidad apacible de los claustros por la azarosa vida del soldado, contribuyendo así al afianzamiento de una empresa y al triunfo de un ideal que consolidaría nuestro destino en el concierto de los pueblos libres. Más adelante, el período de mayor florecimiento de nuestra cultura coincidió con el de la definitiva organización de la patria, y los mismos que la llevaron a cabo señalaron el justo alcance de los derechos, indicándonos los deberes; dieron brillo a las letras y configuraron el carácter del pensamiento argentino, en aquella segunda mitad del siglo XIX, en que todas las naciones parecían rivalizar en exhibir más profundos pensadores y más originales hombres de ciencia y humanismo. En estos momentos, en que el país vive otra época fundamental de su evolución histórica; en que, a tono con los requerimientos de la actual conciencia del mundo, ha proclamado su independencia económica y ha establecido su justicia social, el hecho de que la Universidad otorgue el título de Miembro Honorario a quienes, como vosotros, os habéis reunido en un acto cultural de universal importancia, ratifica nuestro propósito de que la gravitación de nuestra patria no sólo se advierta cuando la situación del mundo haga indispensables nuestras reservas materiales, sino también cuando requiera la contribución de aportes espirituales. Nuestra tierra vive la experiencia de su primera energía, y el alborozo que da –en el cuadro de una anunciación– el haber acertado el camino de su revelación como pueblo. Nuestra tierra aspira a enraizar lo elemental con lo decisivo. Pertenecemos a la humanidad. Queremos ganar nuestro derecho a lo universal, apoyados en el rigor de una justa y perdurable base humana. Por eso, ha sido en Mendoza, al filo del triunfo del agua sobre la piedra, donde ha transitado el cuerpo de nuestras verdades más altas. Nuestra virtud, si la hay, es la de someternos a la rigidez científica de vuestros esquemas supremos, yendo hacia los hombres, por la tenacidad del hombre. 280 Aspiramos a hacer del argentino un ser armónico universal, precisamente por ser universal nuestra actitud ante la vida y las fuerzas de expansión que la promueven. Como os dije en Mendoza, este pueblo está en un orden de realizaciones puras, regidas por una concepción de la materia que se aparta de las actuales en el mundo. Nuestro hombre es una unidad moral, ante todo y por sobre todo, sin dejar de constituir una célula económica. El argentino es una unidad de energía, no una máquina regulada por un funcionamiento exhaustivo. Nuestra “tercera posición” es –precisamente– la alimentada por la certeza de que el hombre tiene un destino superior al de su mero desenvolvimiento como resorte productor. Estamos por la calidad espiritual del individuo, por sus raíces sensibles, por su fe y por su irremediable condición humana. Nuestra doctrina política ha asignado a esta calidad primordial y a esta noble estructura que es el hombre, una escala más justa de necesidades e intereses. Nuestra posición frente a la realidad de la vida tiene hondas tónicas optimistas, abonadas por la condición de su justicia y por el estímulo que representa el estar atento a toda evolución. Nuestro hombre está de pie para una integración, no para una desesperanza; está trabajando para una empresa de destino ético; su norte, en las relaciones con el Estado, es el impulso espontáneo de dividir el fruto, no puede odiar, porque le ha sido dado el amor; no puede sentir la “náusea”, porque se le ha mostrado al fin, en el codo crucial de su visón, la imagen de su perfeccionamiento como individuo. Nuestra doctrina no cree en la violencia que desgarra, sino en la superación que eleva; en la plenitud de su cometido, sin miras egoístas en las relaciones cada día más complejas del hombre con la comunidad. Le hemos devuelto la fe en sí mismo y en la calidad de su empresa. Eso nos ha salvado, quizás porque el hombre, en trances de prueba, se salva por los signos más vivos y las soluciones más elementales. Señores filósofos: Mucho hemos aprendido de vosotros durante las sesiones del Congreso. La semilla sembrada con vuestro saber no ha de perderse. Al haceros entrega del título de Miembro Honorario de la Universidad Argentina, satisfacemos el afán de expansión cultural de nuestro país que, si es joven –y como tal, impulsivo y generoso en lo material–, también sabe rendir tributo, madura y serenamente, a las disciplinas del espíritu, como legatario de una cul- 281 tura de la que se siente orgulloso y a la que, a toda costa, quiere perfeccionar y extender, por considerarla factor determinante de la confraternidad humana. Si con nuestro aporte al acervo cultural de la humanidad contribuimos al recobro de valores morales olvidados, daremos forma al más hondo anhelo de nuestro pueblo que, como ninguno, quiere contribuir a la paz del mundo. Debo deciros que si alenté con entusiasmo vuestra venida al país, es con enorme orgullo que contemplo vuestra obra. Os habéis incorporado honda y definitivamente en nuestro corazón. Nos dejáis el fruto maduro de vuestra inteligencia y os lleváis nuestro reconocimiento más alto y más sincero.
1949-04-13
Mensaje al continente por el Día de las Américas
Los grandes procesos de la historia de la humanidad tienen días representativos que, en su sucesión anual, renuevan ante la consideración de los pueblos el sentido y el alcance de los hechos en que se tradujeron. En el Continente Americano, el 14 de abril encierra un sentido histórico, representa una política, trasunta un contenido social y simboliza una esperanza. La historia nos lleva a la observación del común origen a la libertad; la norma política nos reafirma en la soberana decisión de todos y cada uno de los Estados Americanos de preservar nuestra democracia y nuestra convivencia pacífica; el sentido social que anima la evolución de nuestros pueblos nos impulsa hacia nuevas realizaciones que aseguren la felicidad de todos los individuos, y la esperanza que alentamos condice con el afianzamiento de una armónica y solidaria organización interestatal que resguarde la paz, facilite su desenvolvimiento económico y extienda los beneficios de la justicia. La Argentina celebra este 14 de abril la concordia que felizmente reina en el Nuevo Mundo; exalta los grandes valores que rigen la trayectoria política continental; mantiene su decisión inquebrantable de fortalecer la hermandad de los pueblos americanos; compromete la prosecución de sus esfuerzos al servicio del orden y de la armonía internacionales, y proclama su fe en las normas jurídicas que la práctica de las naciones ha consagrado. En nombre del pueblo y gobierno argentinos quiero hoy rendir homenaje al Día de las Américas, como símbolo de la unidad continental, destinada a perpetuar la soberanía política y la independencia económica de los Estados Americanos, y formulo los mejores augurios de progreso para sus pueblos y nuestro propósito de salvaguardar y estimular nuestra fe, nuestra acción y nuestra política 283 al servicio de la causa de América.
1949-04-23
Durante una visita de funcionarios de la Policía Federal
Yo les agradezco infinitamente esta amabilidad que ustedes han tenido. El gobierno, en este caso, no ha hecho sino cumplir con una obligación que tiene para con los servidores del Estado, máxime tratándose de la policía, que sabemos todos cuán meritoria es su tarea y su labor. Nosotros entendemos que el Estado está, en cierta manera, en mora con la Policía porque, evidentemente, no ha podido ofrecerle hasta ahora los medios que debe tener para desenvolver su acción con el máximo de provecho y con el mínimo de sacrificio. Nuestro país está realizando esta evolución para que en todas las actividades se pueda llegar a ese objetivo tan fundamental. La policía y todo su personal deben tener en cuenta que sus funciones y sus servicios no son del orden administrativo común dentro de la Nación. El policía, a mi manera de ver, tiene otro carácter. El policía es un hombre que está al servicio directo de la sociedad y de la Nación; no es el funcionario común, ni el burócrata: es un hombre que debe tener un espíritu superior para servir a la colectividad. En cambio, para el burócrata, es bastante, muchas veces, con tener buena letra. El policía debe tener un alma superior, templada en el sacrificio y en todo lo que él pueda ofrecer, hasta su vida, en bien de la sociedad y de la Nación. De manera que el servicio policial no es, como muchos interpretan, una función administrativa más dentro de la sociedad. Se requieren otras calidades y otras cualidades, 285 que no todos los hombres, desgraciadamente, poseen. En este sentido, cuando se dice a los funcionarios de la Nación que necesitan tener otros valores espirituales, no debe olvidar el gobierno que a quien se le exige, en la función que desempeña, un sacrificio mayor que a los demás, es necesario [tratarlo] con una cierta predilección. Decimos a menudo que a los funcionarios se les paga de dos maneras: a algunos se les paga un sueldo material, lisa y llanamente; a otros se les paga, parte en dinero y parte en honores, porque también el honor es una paga, es una recompensa para el espíritu, para el alma. El policía, señores, –y a eso hay que llegar en la organización social– es un hombre al cual la sociedad le ha dado una autoridad. Es respetado por el resto de los ciudadanos, y eso, señores, es un honor que la Nación confiere solamente a una pequeña parte de sus habitantes. Eso es lo que debe ir templando el alma del hombre que se dedica a estas nobles funciones de policía. Él no tiene horas para su servicio, como no tiene límites para su sacrificio personal, a fin de cumplir su misión. Por eso digo que el Estado todavía está en mora con la policía argentina. La policía puede hacerse solamente con hombres buenos, con hombres espiritualmente templados y capacitados para la función. Además, es necesario, para no desperdiciar ni malgastar ese personal, darle los medios indispensables para que no hagan sacrificios inútiles y no estén abocados a una tarea agobiadora que no puede ser realizada eficientemente si no dispone de los elementos necesarios. Sobre esto ya hemos hablando con el señor jefe de policía. A ustedes que son todos veteranos, los años de servicios, de perseverancia y de sacrificio en la función policial, les han enseñado muchos más que lo que hubieran podido estudiar teóricamente; lo mismo que ocurre en todas las actividades de la vida. A mí me pasa igual, en otro orden de cosas. Yo he aprendido más de la vida desde 1943 hasta hoy, que en todo el resto de mi existencia. Y si ahora, que tengo esa experiencia, me dijeran: “Usted, que tiene 54 años, váyase”, yo contestaría: “Usted no sabe lo que dice: ahora es cuando empiezo a vivir”. De manera que el fijar un límite de edad no es, en mi concepto, como le dije al señor jefe de policía, ni racional, ni útil, ni inteligente. Claro está que cuando uno tiene cincuenta años no le van a mandar a recorrer en bicicleta las calles de la ciudad, pero hay muchas cosas más útiles que ésta y que un hombre con experiencia y con lealtad puede 286 llenar más eficientemente. No debe haber en el servicio público límite de edad; debe haber límite de capacidad, que es el único que se debe reconocer cuando uno quiere cumplir una obra con absoluta perfectibilidad. Por eso, cuando se me presentó este asunto yo dije que no creía en los límites de edad. Hay hombres que a los veinte años tienen menos condiciones que otros a los noventa, y algunos a los noventa tienen más capacidad que otros a los treinta; de manera que eso no se puede medir por años, sino por capacidad y honradez, que es la única limitación que los hombres tienen en el desempeño de sus funciones. La Policía Federal no solamente necesita mucho más personal. Hasta ahora hemos aumentado el presupuesto, que hemos llevado de 100 a 181 millones para poder mejorar los sueldos, y no han aumentado los efectivos. Ya he conversado con el señor jefe sobre la reestructuración total del servicio policial mediante una organización más moderna, especialmente en los medios de acción, en las comunicaciones y transportes, en fin, en una cantidad de servicios que pueden actualizarse, con criterio técnico. Además, no tenemos el número suficiente de policías y habrá que aumentarlo. El Estado moderno es tan complejo y difícil que se necesita mucha gente y con gran experiencia. Lo que el policía debe conocer es el hombre, por sobre todas las cosas, porque su acción se dirige a los hombres, y ese conocimiento se adquiere solamente con la experiencia. Los hombres aprenden hasta pocos segundos antes de morir. De nada les sirve, pero hasta ese momento se aprende. Muchas veces, cuando empieza a conocer a los hombres, se muere ya de viejo, sin poder completar su conocimiento. Es tan difícil conocerlos. El policía conoce a los hombres y tiene experiencia personal sobre los buenos y los malos, porque la acción policial se dirige no solamente sobre los malos sino también sobre los buenos, que son los que generalmente cometen los más grandes desatinos, porque a los malos no los dejan cometerlos. Ustedes, señores, no tienen nada absolutamente que agradecer al Estado, ni a mí. Somos nosotros, los que tenemos que agradecerles a ustedes, que continúan prestando eficientes servicios, porque ustedes tienen quizá el límite de edad cumplido, pero tienen también una experiencia, una capacidad que solamente la dan los años y no los libros y los papeles. Existen en la función policial, como en todas las actividades, dos clases de hombres: los que escriben diez horas y producen una, y los que escriben una y producen diez. Yo me quedo con lo segundo. 287 No soy amigo del exceso de teoría. Soy hombre que admira a los que cumplen una función efectiva todos los días. Lo nuevo tiende al exceso de teoría, y lo viejo olvida un poco esa teoría. Entonces, lo ideal es colocarse en un término medio. Pero la experiencia no se suple absolutamente con nada. Por eso digo que no son ustedes los que tiene que agradecerme a mí, sino que yo soy quien debe agradecerles los servicios eficientes que ustedes prestan y el amor que demuestran a la Institución a la que han pertenecido toda su vida y a la que han entregado sus mejores energías. Repito que les agradezco extraordinariamente la amabilidad que ustedes han tenido al entregarme este recuerdo, que conservaré entre las cosas queridas que guardo. El agradecido soy yo, la Policía y especialmente el señor jefe, que tanto ha luchado por estas mejoras y que tantas veces me ha dicho: “no se olvide de eso”. El señor jefe ha luchado, no por una cuestión personal, sino en defensa de la Institución. Hombres que están muchas veces encanecidos y, quizá, disminuidos físicamente en el servicio policial no pueden ser abandonados en el momento en que más necesitamos de la Institución. Nuevamente les doy las gracias por los eficientes servicios que ustedes prestan, diciendo simplemente que los que han encanecido al servicio de la Institución son los que mejor pueden honrarla, no aquéllos que no le han entregado todo lo que tenían. No honran a la institución los que se sirven de ella sino los que la sirven, y los hombres que ya peinan canas son los que han resistido a la prueba permanente y constante de todos los días al servicio de la Repartición. No se llega al final de la vida enamorado de su profesión, sirviéndola con placer y con afán, sino se tiene un alma merecedora del bien público, como ustedes ponen en evidencia al continuar una tarea que los honra tanto como a la policía y a la Nación misma.
1949-04-27
Ante representantes del Sindicato Argentino de Prensa
En primer término quiero agradecer la amabilidad que ustedes han tenido de llegar hasta aquí para brindarme la inmensa satisfacción de poder saludarlos personalmente y darle las gracias por la entrega de estas medallas y de nuestros carnets de afiliados al Sindicato de Prensa. He dicho ya en otra oportunidad que, de todas las obras que puedo haber cumplido en la tarea de renovación y reforma que hemos encarado, creo que la más trascendental de todas es la de haber influido en forma decisiva en el desarrollo de una conciencia social en el país. El desarrollo de una conciencia social en una población llena en mi sentir una función integral porque la solidaridad nacional, a menudo, se basa en forma efectiva solamente en el desarrollado concepto de una conciencia social. Es indudable que, cuando esta conciencia social se desarrolla sin desviaciones y sin equivocaciones, constituye un sentido y un sentimiento de aglutinación nacional. La formación de un Sindicato Argentino de Prensa está demostrando en este momento que esa conciencia social ha penetrado en el gremio de los hombres de la pluma. Ustedes han constituido un nuevo sindicato, y ello me produce una nueva satisfacción. Este hecho, como lo ha expresado el orador que me ha precedido en el uso de la palabra, impone no solamente trabajo sino también sacrificio. El sindicalismo se hace con trabajo y sacrificio. Esto es lo primero que hay que grabar en el frontispicio de toda casa que albergue un sindicato. Si no se ponen 289 en juego estos dos requisitos y no se los considera como la base del sindicalismo, se incurre en error y, entonces, no se trabajará para construir y sí para destruir. El sindicalismo tiene en el mundo, no solamente en la República Argentina, dos etapas que podrían dividirse perfectamente por una línea media. La primera etapa era de lucha, se trabajaba en los sindicatos para luchar y, a menudo, para morir. La segunda etapa es de acción sindical constructiva con la ayuda del Estado y aun de las fuerzas patronales. No hay que confundir estos dos aspectos. No hay que confundir el sindicalismo de lucha, que se coloca frente al Estado o frente a las fuerzas productoras, con el de la segunda etapa, que trata de obtenerlo todo del Gobierno y de las fuerzas productoras. Ponerse en claro sobre esta importante cuestión es enfocar de manera perfecta el sindicalismo. Porque lo primero lleva al sindicalismo anárquico y lo segundo, al sindicalismo de Estado, que es el más peligroso y el más terrible. En este sentido, como ustedes han formado un sindicato nuevo, yo me permito, con la experiencia que poseo por la permanente observación del sindicalismo, tratar la segunda etapa del sindicalismo, porque la primera ya la hemos superado. Ya pasaron los tiempos en que la palabra sindicalismo era sinónimo de anarquía, de lucha; de lucha activa. En nuestro país esa etapa ha sido, afortunadamente, superada. Por ello he de referirme al segundo período del sindicalismo. ¿En qué consiste? Para no caer en el sindicalismo estatal es necesario construir lo mismo que en otras actividades de la vida cuando no se quiere depender de otros, es decir que, cuando se quiere tener algo propio, es necesario construir personalmente, elevarlo y consolidarlo y así disponer de ello. Si confiamos en los demás nunca poseeremos nada propio. En buen romance, esto quiere decir que el sindicalismo a que me refiero, que no llega al sindicalismo estatal, impone también trabajo y sacrificio. Nada en la vida que sea duradero y estable se obtiene sin sacrificio y sin trabajo. ¿Cómo hay que construir este sindicalismo? Yo puedo ayudar; yo no debo hacer. Las fuerzas patronales deben ayudar, no deben hacer, porque si nosotros, gobierno o fuerzas patronales, [hiciéramos] en reemplazo de ustedes, estén seguros [de] que no haríamos nada que a la larga tuvieran que agradecernos. 290 Las construcciones, en este orden de cosas, pueden clasificarse en tres tipos fundamentales. El primero, lo constituyen las conquistas de carácter gremial. El segundo, lo forman las obtenciones materiales propias. Y el tercero, lo integran la elevación cultural, profesional y social de los sindicatos. Tres cuestiones que no hay que olvidar jamás. Las conquistas hay que lucharlas, pelearlas y obtenerlas. Solamente así se saborean con placer y con fruición. Lo regalado y entregado no vale nada en este mundo. En la obtención de bienes materiales, de la misma manera, hay que construir ladrillo sobre ladrillo, con perseverancia y con sinceridad de intenciones, y esa construcción que paulatinamente se va elevando, lo mismo que se elevan las conquistas de orden gremial, es lo único que será estable y permanente para el gremio. En el tercer aspecto, de la misma manera que las conquistas y las construcciones materiales habilitarán mejor al gremio para el desempeño de su función específica, eso elevará el nivel del Sindicato hasta hacerlo un organismo indispensable por el valor de sus hombres, intrínsecamente considerados, y por el de la asociación como comunidad humana. Si esas tres condiciones se cumplen, y se cumplen bien, ustedes pueden decir hoy mismo: hemos triunfado. Si desfallecen en la lucha y no las cumplen, pueden decir hoy: hemos fracasado. Antes de iniciar la marcha, todo hombre racionalmente inteligente debe trazarse ese plan de posibles beneficios y de posibles sacrificios. Iniciar una acción sindical sin estar profundamente persuadidos de esa necesidad es un error. Iniciarla persuadido de la necesidad de obtener esos tres grandes objetivos del sindicalismo es lo sabio y lo prudente. Entonces, hay que ponerse a trabajar hasta obtener eso, sin lo cual el sindicalismo no es una agrupación social sino una turba amorfa y anárquica. Esa es la realidad que yo les quiero presentar a ustedes, con toda la claridad con que la he visto en esta ya bastante experiencia que tengo en la observación de los fenómenos sociales. Termino de escuchar la excelente enumeración que se ha hecho de los problemas. Ya eso comienza a ser una cuestión prudente: saber qué tenemos por delante. Lo importante es despojarse de esa precipitación y de esa excitación en esta iniciación de la marcha. Piensen ustedes que hay sindicatos en el país que 291 tienen ya más de cincuenta años y siguen luchando. Ustedes inician la marcha. Piensen cuánta lucha les espera como organización sindical. Pensar en eso es más cuerdo que pensar en otras cosas que pueden ser, circunstancialmente agradables, pero que no son, en definitiva, la consolidación que el gremio espera de ustedes para bien de los que vendrán después. En este sentido, puedo decirles que estoy dispuesto –y el gobierno lo estará– a solucionar y ayudar en la solución de todos los problemas que puedan tener en su gremio; pero no deben olvidar que mi ayuda sola no vale nada y que ustedes tendrán que cumplir el precepto bíblico de ayudarse, que Dios los ayudará. En cuanto a los problemas generales que puedan afectar circunstancialmente al gremio como los relativos al papel, tinta, máquinas, etcétera, los hemos estudiado profundamente y están en vías de solución en más o menos corto plazo. Sobre el aspecto sindical, quiero hacer dos segundos de historia. En la Secretaría de Trabajo y Previsión una de las primeras cosas que estudiamos fue el estatuto del periodista. Sabíamos que no hacíamos lo mejor. Nosotros no queremos hacer lo mejor; queremos hacer simplemente lo bueno porque, a menudo, lo mejor suele ser enemigo de lo bueno y por hacer lo mejor uno termina por no hacer nada. Ese Estatuto, que salió de la Secretaría de Trabajo y que regularizó la situación de miles de periodistas del país147, ha ido progresando paulatinamente como deben ser los progresos sociales. No se puede estirar demasiado el elástico de las posibilidades sociales porque la ruptura del elástico presupone un cataclismo para un número bastante crecido de personas. Piensen ustedes que las conquistas ya acumuladas sobre el estatuto original, producto de la lucha de los mismos periodistas, son un fundamento suficiente para continuar la lucha paulatinamente. ¿Por qué es necesaria esta lucha pacífica, esta lucha amable, que muchas veces se hace con frases y cambio de flores entre unos y otros interesados en la solución del problema? Porque es la única manera de obtener el equilibrio económico 292 y social de un gremio. Este equilibrio no puede lograrse de una manera teórica y abstracta sino que es un problema concreto que se resuelve empíricamente. Es el mismo caso que cuando se busca obtener el equilibrio de una balanza. Pueden ustedes poner a un matemático que hará el cálculo al microgramo, pero puesta en marcha la balanza se desequilibra, y habrá que agregar pesas, sucesiva y empíricamente, para obtener el equilibrio. Esa lucha y esa discusión permanente entre empleados y empleadores es la única que puede mantener el equilibrio de la balanza, que es el equilibrio económico social. Entonces, señores, esa prudencia se puede obtener con sinceridad, lealtad y buena voluntad de ambas partes, cuidando el mantenimiento del equilibrio y actuando con colaboración, jamás con incomprensión o intransigencia, con la que sólo se llega a la ruina mutua, pero no a la prosperidad mutua. Esa comprensión la deben tener los hombres que dirigen la acción sindical y deben tenerla también los que dirigen las empresas periodísticas. El periodista que trabaja en un diario, cómo no va a saber lo que gana la empresa y las posibilidades de la empresa como lo sabe el patrón o el directorio de la misma. Yo creo que en conocimiento de eso, no puede escapar a la obligación de dar a su personal todo aquello que la empresa puede dar; pero esto con prudencia, con comprensión y con tino. Algunos sindicalistas creen que pedir todos los días un aumento los prestigia, pero resulta que lo prestigia dos o tres veces y cuando fracasa una sola vez pierde todo el prestigio que pudo haber adquirido en las veces anteriores. Tampoco se puede obligar al dirigente gremial a que libre todos los días una batalla, porque así se destruye en poco tiempo, y el sindicato sufre extraordinariamente con la derrota o la caída de las personas que forman sus cuadros directivos. Por eso, señores, yo he escuchado atentamente el magnífico programa esbozado, y si he de darles un consejo sincero y desinteresado, como siempre se los he dado a los sindicatos argentinos, he de decirles: háganlo, pero despacio. No se apuren, porque cuando uno se apura, se atora y no hace nada. Esto es como todas las cosas en la vida: en su justa medida y con absoluto equilibrio. El pan, digo siempre yo, es el mejor alimento del mundo, pero si uno se come una bolsa se muere indigestado. 293 La formación de este sindicato de hombres de prensa que comparten nuestra doctrina es para mí una cosa sumamente interesante y halagadora. El pueblo argentino todavía no ha asimilado en todos sus habitantes el contenido de nuestra doctrina. La doctrina justicialista, que hoy está en casi todas las bocas argentinas, no podría decir que está en todos los corazones. Es necesario que se esparza dentro del país para que se conozca más. Muchas veces viene a verme alguna persona que me dice ser peronista de la primera hora, pero después de conversar diez minutos conmigo, yo me digo: éste no es peronista, aunque haya actuado en el peronismo desde la primera hora; porque el peronismo es una cosa que se conoce por las afirmaciones, y el hombre que no ha evolucionado en su manera de ser y en su manera de pensar, es inútil que diga que lo es. Hay algo que lo vende. Es el subconsciente que él no puede dominar. Eso lo podemos alcanzar solamente con la divulgación y la discusión de nuestra doctrina cristalizada a lo largo de nuestra marcha casi empírica, extraída en síntesis de cada uno de los momentos que la República ha ido viviendo y desarrollando en su reforma. Tendrá muchas cosas que están equivocadas, pero con la discusión iremos corrigiéndolas. La difusión de esa doctrina es una cosa fundamental para los argentinos, sean peronistas o no. La divulgación de nuestra doctrina fuera del país es de una importancia trascendental para la obra que estamos cumpliendo porque el Justicialismo puede tener enormes y variadísimas interpretaciones. Digo esto porque ustedes son hombres que pueden efectuar la divulgación de nuestras ideas en toda la República sin hacer propaganda política, porque el sindicato no debe hacer política. Pero puede hacer la divulgación de una doctrina nacional, que es nuestra doctrina, entre sus afiliados o en su trabajo. Ello será de una utilidad extraordinaria para nosotros. Mientras ustedes van construyendo, obteniendo sus conquistas, levantando su local social y elevando el nivel espiritual e intelectual de sus afiliados, van también divulgando por el país nuestra manera de sentir y nuestra forma de ver la vida en la Argentina, que 294 nadie debe ignorar, le guste o no le guste. Si le gusta, para seguirla; y si no le gusta, para combatirla. Los dos aspectos producirán un bien, porque ambos son constructivos en el orden de las ideas y de la práctica. En el orden de las construcciones, diremos materiales, nosotros estamos dispuestos a ayudarlos en todo lo que sea posible. Como dicen en la provincia de Buenos Aires: “Ustedes ponen el pasaje y nosotros el hospedaje” porque, naturalmente, no podemos poner nosotros el pasaje y el hospedaje. La tarea deben realizarla ustedes; nosotros ponemos el hombro para ayudarlos. En este aspecto, señores, no llamarán en vano y deben tratar de ir consolidando una asociación profesional seria y de gran poder de aglutinación. Yo sé cómo son ustedes, cómo trabajan, porque hace muchos años que los veo aquí, tapados de papeles, en mangas de camisa o en camiseta muchas veces, prendidos a la máquina. Conozco, pues, cuál es, diremos así, la idiosincrasia del periodista. Pero en esto del sindicalismo no se puede practicar ese individualismo despreocupado, porque esto es la antítesis de lo otro; aquello del hombre en camiseta en la máquina, es una cosa, y el sindicato, con su aspecto de colectividad, es otra. Que ustedes no sacrifiquen esto a aquello, estoy de acuerdo; pero tampoco deben sacrificar aquello a esto. En eso, ustedes tienen que hacerse de la segunda personalidad, la personalidad que subordina ese yo a las necesidades del nosotros, para poder conformar una asociación profesional unida, fuerte y con continuidad. Si ustedes obtienen eso, yo me sentiré muy feliz, porque soy partidario de la acción sindical encarada con su verdadero sentido y con su verdadera orientación. Vendrán después los policlínicos, las cooperativas y las mutualidades, y así entre ustedes se van prestando una ayuda indudablemente necesaria para la vida de todos los hombres que no viven en el desierto. En este sentido, ustedes pueden contar con nuestra mejor voluntad y con la ayuda incondicional que prestaremos en todos los casos, para que puedan ir construyendo su Asociación. En los otros problemas gremiales, acuérdense ustedes, nosotros ponemos el pasaje pero no el hospedaje; esos problemas gremiales deben discutirlos con los patrones, nosotros no tenemos nada que ver. Cuando se peleen, entonces sí vamos nosotros a intervenir para ponerlos de acuerdo, pero hasta entonces el gobierno no tiene nada que hacer. Esa es la política que ha seguido siempre el gobierno en materia gremial. La intervención en esto, tanto para coartar la libertad de acción de los sindicatos como para presionar a las asociaciones pa- 295 tronales, creo que es perjudicial. Las dos partes, con amplia libertad, discuten, y si no se ponen de acuerdo, hacemos la paritaria, y así todos esos problemas se solucionan. Lo que no se consiga en la mesa paritaria, difícilmente se consiga en la huelga, porque hoy las empresas patronales no la quieren, pues saben que un día de huelga los hace perder más que un aumento. Señores: Debo decirles que le agradezco infinitamente todas estas amabilidades. Estudiaremos todos sus problemas con la firme decisión con que lo hacemos siempre y trataremos de colaborar con ustedes en todo aquello que pueda significarles una ayuda constructiva de parte del gobierno. Y les pido a todos aquellos que se dispersarán ahora hacia las distintas provincias, le lleven a todos los compañeros un gran abrazo y mi ferviente deseo de que sean muy felices y estén muy contentos. Muchas gracias por todo.
1949-04-28
En la asunción del nuevo presidente del directorio de YPF, ingeniero Julio V. Canessa
Yo quiero decir pocas palabras, y que esas pocas palabras se graben perfectamente bien en todos los servidores de Yacimientos Petrolíferos Fiscales. Se ha dicho a menudo que la República Argentina tiene una inmensa riqueza petrolífera. Los tiempos nos van diciendo que no es así, porque yo no considero riqueza la que está debajo de la tierra, sino la que se ha extraído. Y hasta ahora esa riqueza no ha alcanzado a colmar las necesidades nacionales. Planteado este primer punto, la política que sigue el gobierno en cuanto a petróleo es sacar de la tierra el mayor número de metros cúbicos que le sea posible, no sólo para satisfacer sus propias necesidades, sino para exportar, de ser factible. Yacimientos Petrolíferos Fiscales es una empresa y, siendo empresa, necesita de hombres de empresa. Señores, no es una dependencia burocrática del Estado, porque con esto no alcanzaríamos a llenar las funciones que el país nos asigna a cumplir con Yacimientos Petrolíferos Fiscales. Cada hombre de Yacimientos debe ser un hombre de empresa, pequeño o grande, pero hombre de empresa. En este sentido, al frente de Gas del Estado, he comprobado que el ingeniero Canessa150 es un hombre de empresa y, por esa razón, lo pongo al frente de esta repartición, para que él dé su carácter de hombre decidido y audaz, que marcha siempre adelante, con el impulso que el país necesita, para ver si podemos transformar esa riqueza yacente debajo de la tierra, en combustible argentino. El país, señores, marchará en su progreso al ritmo de su energía eléctrica, de su combustible y de su riego. Despacio marcharíamos si nos conformáramos con 297 seguir sacando pequeñas cantidades de abajo de la tierra. Es necesario poner todo el esfuerzo, desde el director de Yacimientos hasta el último operario, para rendir todos los días más. Así impulsaremos el avance del país; sin ello, señores, sería inútil hacernos ilusiones. El país debe rendir el máximo de su capacidad. Para eso necesitamos combustible abundante y barato; necesitamos energía eléctrica abundante y barata, y necesitamos riego abundante y barato. Este sector del combustible líquido lo confío a la mano diestra, audaz y capaz del ingeniero Canessa. Él es el responsable, pero tiene también todo en sus manos para responder a esa responsabilidad. No tiene limitaciones para su actuación; va con absolutas facultades.
1949-04-29
En la inauguración del Curso sobre Política Alimentaria Argentina
Señores: Es para mí un placer y un deber el inaugurar este curso sobre política alimentaria organizado por el Ministerio de Salud Pública de la Nación. Un placer, porque me dirijo a hombres de estudio y de trabajo que multiplican sus esfuerzos por lograr el más alto nivel de salud de nuestro pueblo; y un deber porque llegaremos al fin a concretar, por primera vez en la República, las bases de una política alimentaria, problema que durante muchos años me ha preocupado hondamente, como argentino, como militar, y hoy, como gobernante. Pocos gobiernos de los países más civilizados han dejado de establecer ciertos principios científicos, sociales y económicos, para ordenar y organizar la alimentación de sus respectivos pueblos. Esa fue preocupación muy seria de la Liga de las Naciones, luego de la guerra del 14, y lo es hoy de las Naciones Unidas desde la terminación de la última contienda mundial. No me extraña, en cambio, que los gobiernos antecesores nuestros no hayan trazado un plan orgánico en esta materia. Y ya veremos en seguida por qué. Una revolución como la nuestra debe abarcar todos los órdenes de la sociedad, de la Nación, integralmente, para cumplir sus objetivos precisos. Nosotros no podemos conformarnos solamente con que el pueblo viva en paz; queremos que viva bien. Es un deber primordial del gobierno saber qué come el pueblo y preguntamos en seguida si come bien, si come lo suficiente, si su alimento es el 299 que conviene a su organismo físico y a su entidad espiritual, y si llega a todos, hombres, mujeres, niños y ancianos, una alimentación sana, completa, adecuada, racional. Todos cuantos estamos de continuo atentos a las necesidades del pueblo, mal que nos pese, tenemos que contestar a tales preguntas, con un no rotundo, sin vuelta de hoja, sin temor alguno, porque decir que no en este caso, es afirmar una verdad. Como en tantísimos otros aspectos de la vida argentina, nuestro gobierno se encuentra, a tres años de su vigencia, con que en ochenta años de vida nacional, la República, que ha sufrido toda clase de vicisitudes políticas desquiciadoras de su unidad, y que ha soportado y privilegiado a tantos enajenadores del haber argentino, jamás tuvo la trascendental política que permitiera a sus generaciones usufructuar de las inmensas riquezas de que somos millonarios, como productores de todo lo que necesita y apetece el ser para vivir. Enorme paradoja, que vamos a poner ahora en evidencia para plantear una política alimentaria argentina, como otro jalón del movimiento político, económico y social en que estamos empeñados. Los resultados de una política en la alimentación popular los palparemos de inmediato casi, a pesar de las dificultades que deberán vencerse y que venceremos indudablemente. Y a pesar de las malevolencias que no faltarán, por cierto, y que son como la salsa de nuestra lucha. 1. Principios biológicos y sociales de la alimentación a) El hambre. Desde la antigüedad, ha sido afirmado que ganaremos el pan con el sudor de nuestra frente. El sudor de la frente es el trabajo; y el pan, tomándolo en su expre sión simbólica, es el alimento, en general. Implícitamente, la doctrina evangélica impone que sólo el que trabaja tiene derecho al alimento, en calidad y cantidad para satisfacer su hambre, ese instinto básico que orienta los actos de todas las especies y de todos los individuos vivos. Durante miles de años, el hambre fue la causa de grandes conmociones sociales, de migraciones y revoluciones, y el origen verdadero de gran número de 300 enfermedades y epidemias pero, con los progresos de la ciencia, de la agricultura y de la industria humana, el hambre de las masas –esas hambres multitudinarias descriptas apocalípticamente por los escritores y pintores de la antigüedad– ha desaparecido y ojalá desaparezca para siempre de la faz de la tierra. Si persiste en alguna parte del mundo –fuera de los bloqueos y de las guerras–, ello sólo puede ser atribuido a una mala administración de los intereses del pueblo, y a una inaceptable organización económico social del mundo, capaz de acarrear a la larga el fracaso de la civilización occidental. Pero, si por obra de la cultura y la civilización, ha desaparecido o tiende a desaparecer el hambre de las masas humanas, o sea el tipo de hambre que supone un déficit cuantitativo global, la misma civilización ha originado, empero, un nuevo tipo de hambre disimulada e invisible, camuflada bajo las distintas formas de la alimentación artificiosa a que es tan aficionado el hombre de nuestro tiempo, de todas las capas sociales. La alimentación antinatural, caracterizada por la falta de equilibrio, siquiera sea instintivo, entre los alimentos que componen la ración diaria, se debe en buena medida a la mono producción y también a los malos hábitos y a los malos sistemas de comercialización y de transportes, y sus tristísimos resultados están a la vista, en los elevados índices de mortalidad infantil –sobre todo en el interior del país–, lo mismo que en la falta de talla y de desarrollo físico de la juventud, debido a lo cual año tras año hay tantos ciudadanos declarados inaptos y excluidos del servicio militar. b) Los factores de la alimentación popular: salarios, educación sanitaria e intermediarios. Mucho se ha remediado ya, muchos de los males que acabo de señalar de paso, se han atenuado con nuestra política social, que al levantar el estándar de vida de la clase trabajadora ha permitido a ésta comer más y adquirir cierta clase de alimentos que antes eran un lujo reservado solamente a los ricos; pero aún queda una ingente tarea por realizar, comenzando por los transportes que, organizados antes para servir otros intereses, no permiten aún una rápida y barata distribución e intercambio de productos entre las distintas zonas del país. Nosotros hemos encontrado al país sin estadísticas, sin datos ciertos y precisos sobre la producción y el consumo. Hemos tenido que actuar, pues, a tientas, entre tinieblas, y poco a poco estamos saliendo al fin de ellas y formando conciencia 301 de nuestra riqueza y de nuestras necesidades. El Ministerio de Salud Pública de la Nación ha tenido que realizar una labor ímproba a fin de reunir y sistematizar los elementos de juicio que hacían falta para encarar esta otra etapa de la acción social del gobierno que se vincula a la alimentación popular. Pero el factor negativo más importante lo constituye, en esta materia, la falta de educación específica del pueblo, su ignorancia en lo concerniente a alimentos, sus enraizados prejuicios, sus hábitos perniciosos. El Ministerio de Salud Pública y de modo especial los hombres que constituyen el plantel del Instituto Nacional de la Nutrición, tienen desde hoy la responsabilidad de derrocar todo ese pasado de errores y de extravíos que tan gravemente conspira contra nuestro potencial humano. Pero, siempre, en este problema de la alimentación de nuestro pueblo gravitan más que nada los intereses creados, los intereses de los intermediarios sin escrúpulos, de los agiotistas y especuladores, que al intervenir en el proceso económico de la distribución de alimentos, interfieren las posibilidades biológicas de nuestra raza, por lo cual estoy dispuesto a terminar con ellos antes que ellos terminen con la salud del pueblo argentino. Ya no toleraremos que en este país, productor de alimentos básicos con la admirable cantidad y calidad de sus haciendas, con la maravillosa fecundidad de su tierra que nos brinda las más grandes cosechas del mundo, ya no toleraremos, repito, que se acepte como algo irremediable que un tercio de la población viva en estado de subalimentación y sigamos quejándonos de la desnutrición de nuestros changuitos, de la mortalidad prematura y de la ineptitud física de la juventud, por el mal ordenamiento de su alimentación. Esto clama al cielo, como toda injusticia que ofende y deprime la dignidad humana. c) El presupuesto obrero y los alimentos. El salario obrero, en un 50 %, se insume en alimentos, y este porcentaje es mucho más alto cuando más desorganizada se encuentra la producción y comercialización de alimentos y cuanto más ignorante es la población acerca de lo que debe y de lo que no debe comer. Hay otros también contra quienes habrá que reaccionar alguna vez. Esos son los saboteadores. Los enemigos del país. Los que quisieran que la Patria se rinda, como presa de piratas, a la voracidad de los imperialismos. Los que hasta ayer tenían hambreado al pueblo, y ya nomás, como si lo estuviera viendo, comenzarán a sembrar la alarma y el descontento con el cuento de que el gobierno quiere racionar los alimentos. Y esa será otra de sus crasas mentiras. Nosotros lo que queremos es precisa- 303 mente todo lo contrario: que el pueblo, el trabajador, la madre, el niño, coman bien. Que no tengan hambre ni se intoxiquen y arruinen su salud y su economía con alimentos inapropiados y encarecidos artificialmente por la especulación. Los mejores aliados de los calumniadores son los crédulos y los tontos. El pueblo debe saber claramente lo que quiere el gobierno. Clara y directamente, sin la interesada interferencia de insidiosos intermediarios. Pues bien. Nuestra Patria, galvanizada por la revolución, ha cumplido ya una etapa en este orden de cosas; ahora ya nadie se muere de hambre, como en otro tiempo, en este país del trigo y de la carne. Los salarios, más compensatorios, le permiten hoy día, al trabajador, abastecer mejor su mesa y reparar más cabalmente su fatiga. Un obrero y su familia consumen actualmente casi el doble de la ración alimenticia que consumían hace seis años. Pero el problema no está resuelto todavía. No todo es cuestión de comer; hay que comer bien. No se trata de comer mucho ni poco. Sino de realizar debidamente la gran función reparadora que cumplen los alimentos en el organismo humano, como en todo organismo vivo. La primera parte de nuestra tarea, la relacionada con el precio de los comestibles, se ha cumplido y se seguirá cumpliendo, con el empleo de todos los medios de control y de represión de que el gobierno dispone para poner coto a los que siempre han traficado y se han enriquecido con el hambre del pueblo. En ese caso, la acción oficial, aquí como en Inglaterra y en los Estados Unidos y en la mayoría de las naciones civilizadas, ha sido dirigida principalmente sobre el mercado, sobre el comercio de los comestibles. Y esa acción ha tenido que ser coercitiva. La segunda parte, que es la que ahora iniciamos, va dirigida, en cambio, a la masa misma de los consumidores, en forma de consejos, de recomendaciones, de directivas. A nadie se le va a obligar a comer esto o aquello o a dejar de comer lo que le guste. Nos proponemos solamente indicar qué es lo que le conviene comer al hombre de trabajo si quiere reponer sus fuerzas, qué debe comer la madre si quiere que sus hijos nazcan fuertes y sanos y qué ha de darles de comer a éstos para que crezcan en salud y sean verdaderamente útiles a la Patria, a la sociedad y a la familia. Nuestra acción, ya lo anticipamos, será en este aspecto de propaganda. 304 La Argentina es un país de enormes recursos alimenticios. Nuestra capacidad de producción, en la mayoría de los renglones que se refieren a los artículos de consumo orgánico, es tan grande, que podemos afirmar con orgullo que el pueblo argentino jamás sufrió hambre, esa hambre que diezmó a Europa y Asia en otros tiempos y que, Dios sea loado, jamás asolará a nuestra Patria. De ahí que sólo en mentes calenturientas pueda tener acogida la idea de que el gobierno se propone imponer una política de frugalidad a la población, como ha ocurrido en otros países, durante la guerra y después de ella, para rehacer sus maltrechas economías. Antes al contrario, lo que nosotros queremos, al recomendar la integración del menú ordinario con ciertos alimentos, es contrarrestar, ante todo, el avance pavoroso de ciertas enfermedades provenientes de exceso o de defecto en la alimentación; queremos también enseñarle al pueblo a defenderse por sí mismo de los especuladores desaprensivos; a enriquecer su dieta y hacerla más alimenticia compensándola razonablemente; a economizar gastos en artículos de mesa caros y nocivos; queremos, en fin, ampliar nuestras fuentes de producción en materia de alimentos, para no tener que depender de afuera y merecer realmente la fama que ya tiene nuestro país de ser la tierra de la abundancia. La campaña que ahora inicia el gobierno es, pues, predominantemente, una campaña por la salud del pueblo. Por eso la desarrollará el Ministerio de Salud Pública, no el de Agricultura o el de Industria y Comercio o el de Economía. El señor Ministro de Salud Pública153 abordará después, con sus colaboradores, los aspectos estrictamente técnicos que se refieren a este tema de la alimentación del pueblo. e) La subalimentación, el infra consumo y el concepto de alimentos protectores. No se crea que esta cuestión de la alimentación la hemos descubierto nosotros o que es una preocupación de orden circunstancial. No. Antes que nosotros, mucho antes que nosotros, el problema de la alimentación, referido a toda la masa humana de la Nación, ha entrado en los programas de gobierno de Estados Unidos y de Inglaterra, para no citar más que a los dos 305 países que han realizado grandes campañas tendientes a alertar al pueblo y enseñarle a escoger su alimentación. No es, pues, la nuestra, una preocupación de países pobres, sino un deber de países ricos, prósperos y previsores. Ya lo dije. Los argentinos no podemos quejarnos. Dios ha sido particularmente generoso con nosotros y nos ha dado una tierra próvida en todos los bienes que más inmediatamente necesita el hombre para vivir y para sobrevivir. Nos sobra espacio para instalar nuestras familias, tenemos en abundancia materias primas para elaborar nuestros vestidos, desde el cuero del calzado hasta el pelo o la paja que se emplea en los sombreros. En fin, tenemos a nuestra disposición todas las especies de comestibles para abastecer nuestras mesas, con los más sabrosos, variados y nutritivos platos. Sin embargo, la deficiente distribución de alimentos energéticos y la infra producción y el infra consumo de algunos de los llamados alimentos “protectores”, leche, fruta, huevos, verduras y pescado, etc., unidos a los malos hábitos de higiene alimentaria, han creado ya un grave problema de desnutrición, que es mucho mayor en el interior del país, tanto que autoridades en la materia aseguran que tenemos dos tercios de nuestra población en un estado de subalimentación crónica. Esto es lo que yo llamo una forma solapada y peligrosa del hambre, situación que estamos dispuestos a resolver con todos nuestros medios. f) Antes, en nuestro país, la población se alimentaba mejor. Nuestra población, sesenta o setenta años atrás, cuando no se hablaba hasta por los codos de calorías, de vitaminas o de dietética, se alimentaba mejor que hoy, en que aparentemente estamos en franco progreso civilizado. Nuestros criollos del interior, atraídos por los salarios que pagan las grandes explotaciones industriales, abandonan sus majadas, sus sementeras y sus pequeñas huertas y se concentran en esos focos económicos. El cambio de lugar y de ocupaciones, trae consigo el cambio de alimentación: ese hombre, en efecto, sustituye bien pronto el locro, la mazamorra, la humita y las achuras asadas, el puchero “con todo”, por los comestibles de proveeduría y de almacén, por las conservas envasadas y los 306 fiambres, que invitan al alcohol, porque nada de ello proporciona al organismo el número de calorías necesarias. Y este mal no es sólo del campo, sino que incluso aquí, en Buenos Aires, según informes del Ministerio de Salud Pública, la clase trabajadora tiende a abandonar la comida tradicional, la cocina hogareña, para reemplazarla cómodamente por alimentos conservados o por el rápido y precario bife a la plancha. Éste es, evidentemente, el camino hacia la alimentación antinatural, causa de todas las enfermedades del aparato digestivo. Yo quiero advertir a nuestros obreros que no deben dejarse llevar por la pendiente de la facilidad y de la despreocupación, pues de su salud y de su capacidad de trabajo depende su familia, y dependen el país, la grandeza y el poderío de nuestra Patria, que ellos están construyendo con su esfuerzo. g) Quiénes, cómo y cuándo comen bien. No es necesario que tenga que producirse una retención de nuestras exportaciones para que el pueblo coma lo mejor que se produce, sino que hay que organizar el consumo científicamente, como lo han hecho los países más adelantados del mundo, a fin de que, en toda época, toda la población disponga de un régimen dietético completo, no unilateral –sino variado y surtido–, no artificial –sino natural y a base de alimentos frescos–, exportando sólo aquello que sea realmente un excedente, una vez satisfechas las necesidades de la Nación. En otros períodos de la historia universal, sólo los ricos se alimentaban bien o, mejor dicho, mucho; el pueblo comía como podía, lo que podía, y hasta pasaba hambre, incluso en las orgullosas ciudades de Grecia o Roma. En nuestro país, en esta época contemporánea, los pobres y los ricos sufren de igual desorientación, unos por falta de instrucciones y consejos oportunos, y otros por verdadero y estúpido esnobismo; ambos padecen de malos hábitos, por abandono a veces de las tradiciones alimentarias consagradas en el país a cambio de nuevas costumbres, no siempre buenas. De ese modo, se da el caso de gran número de personas que, creyendo seguir un régimen dietético sano, viven a leche y bananas, o a ensaladas, y otras que hacen lo mismo por falta de conocimientos y por comodidad, por ser más fácil y más barato preparar un bife que una buena sopa criolla. Estos malos hábitos deben ser combatidos por una 307 educación alimentaria, científicamente fundada, porque los hábitos se adquieren fácilmente pero luego es difícil deshacerse de ellos, y aunque dichos hábitos no conduzcan a la muerte, ni a una enfermedad inmediata, está probado que, a la larga, debilitan la raza, física, mental y socialmente, y preparan el camino a las enfermedades. Por ejemplo, algún interesado en colocar su mercadería, ha hecho circular un infundio que se ha difundido mucho en nuestro país, en perjuicio de la popularidad del puchero; el de que éste pierde valor nutritivo por la cocción, cuando bastan unas gotas de limón para revitalizar algún elemento que hubiera podido perderse. Como éstas, existen centenares de jugarretas de la especulación comercial que debemos poner en evidencia. 2. Principios económicos de la alimentación. a) Buena distribución con el máximo de utilización. Entre las pocas cosas buenas que nos ha enseñado la guerra, está la de utilizar al máximo las posibilidades de los alimentos, el reducir el consumo a los mínimos indispensables para vivir y trabajar, y a distribuirlos bien a fin de que todo el mundo, ricos y pobres, tengan el mismo derecho frente a la misma necesidad biológica, ratificando en la práctica lo que técnicos en la materia venían propugnando desde muchos años atrás. Una lección en este sentido nos la ha ofrecido Inglaterra, donde existe una verdadera justicia determinada por la necesidad, justicia que dispone la distribución de alimentos, sin privilegios para la glotonería de nadie y sí con respecto de los únicos privilegiados que deben existir en una nación, que son los niños, las mujeres embarazadas o que amamantan y los trabajadores que realizan grandes esfuerzos físicos. b) Práctica antieconómica y antisocial de destruir alimentos para mantener precios. Es posible que nunca más, si la política económica y social de nuestro movimiento peronista se consolida definitivamente, veamos aquí repetido el triste espectáculo de otras épocas, el paradojal espectáculo de la destrucción de viñedos, de olivares o del maíz, e incluso el lanzamiento al agua de la cosecha de fruta 308 o del vino a las acequias. Al lado de ese cuadro se levanta el otro, el de masas de población debilitadas, desnutridas y enfermas, aunque el país contara con depósitos y graneros repletos, donde se guardaran estérilmente, bajo siete llaves, abundantes existencias sin distribuir, inaccesibles para el pueblo necesitado. Tales hechos traducen una absurda organización económica y social y la indiferencia del Estado para cumplir uno de sus fines esenciales. Todavía hay en nuestro país algunos resabios de esta monstruosa política comercial destructora de falsos sobrantes para mantener o encarecer los precios; todavía se sigue tirando la fruta, mientras los médicos afirman que el 40 % de nuestra población no consume la suficiente cantidad de ella para equilibrar su dieta. Antes [de] que se tire la fruta haremos, si hace falta, un Mercado de Excedentes y la distribuiremos entre aquel 40 % de habitantes que no pueden adquirirla. El nuevo principio constitucional de la función social de la propiedad no permitirá a nadie dejar que se pudran alimentos o que se los arroje al río. c) Las dos víctimas: productores y consumidores. Pero también ocurre que en este proceso de distribución irracional de alimentos hay otras víctimas, además del pueblo subalimentado, y esas otras víctimas son los auténticos productores, pues mientras la demanda de alimentos protectores aumenta, los productores de fruta, de leche, de huevos y de verdura, se ven permanentemente amenazados de ruina, por lo cual el remedio tiene que venir para todos, combatiendo los errores de alimentación, los vicios de la comercialización y circulación, y adaptando la agricultura a los requerimientos que la salud de la población determinan, creando nuevos hábitos de alimentación y conformando científicamente un balance entre los alimentos básicos y los protectores, es decir, estableciendo, de acuerdo a la fisiología y características nacionales, lo que debe consumir un argentino por día y por año. d) Readaptación de la agricultura a las necesidades biológicas de la población. Excluidos la carne y el trigo, que constituyen elementos básicos en toda alimentación, excluidos esos dos artículos que producimos en cantidad suficiente para 309 nosotros y para otros países, en todos los demás alimentos somos deficitarios; nuestro esfuerzo debe, pues, orientarse hacia una estructura agraria que permita bastarnos a nosotros mismos, como han hecho otros pueblos con menos posibilidades naturales que nosotros, otros países que no producen ni carne, ni trigo y que, sin embargo, han sabido abastecerse de suficiente cantidad de alimentos protectores, cuyo prototipo puede considerarse la leche, el huevo o la fruta. En Australia, el 18 % de las vacas se destinan a la producción de leche; en Francia y Dinamarca, el 53 %; en cambio, en la Argentina, sólo el 8 %, siendo nuestro país el que ocupa el último lugar en estos porcentajes, pues el 92 % de su ganado se dedica a la producción de carne. Esto nos da, desde ya, una idea de cómo y por qué puede existir un déficit en el consumo popular de este alimento tan noble que es la leche y tan perfecto como el huevo. e) Falta de coordinación. En el problema de la alimentación popular, tanto los economistas argentinos, como los médicos y como los agrarios, han andado desencontrados y no se han entendido entre sí; cada cual ha planteado la cuestión por su cuenta, sin ver claro en el conjunto. Los economistas sólo han reparado en la producción total, en el consumo real y en la exportación y la importación. Los médicos han estudiado a fondo las raciones alimenticias para sanos, enfermos, niños, viejos, trabajadores manuales o intelectuales, pero no han deducido de todo ello las necesidades alimentarias cualitativas y cuantitativas de todo el país; han realizado encuestas y se han quedado asombrados de lo mal que se come entre nosotros, de la desnutrición y del infra consumo de alimentos protectores, tanto en el interior como en la capital, pero no han podido ni pueden fijar una política alimentaria racio nal porque carecen de los datos que poseen los economistas y, en cambio, los economistas carecen de los puntos de vista biológicos del médico. Los pequeños agricultores –y los hombres de campo– siembran y producen a pálpito; los grandes agricultores no tienen otro norte que la exportación, sin sospechar siquiera que el propio país, en un determinado momento, podría ser su mercado, por el alto estándar de vida de la población. 310 Con lo dicho quiero expresar que hasta hoy no ha existido un exacto planteo del problema, careciéndose de la coordinación más elemental, por consiguiente de un método; falta de coordinación y método que hemos de resolver facultando a una comisión mixta constituida por los departamentos de Estado que corresponda, para fijar los detalles, establecer una política, adoptar una doctrina y fijar directivas y orientaciones uniformes en todo cuanto se refiera a la alimentación nacional; en fin, un plan de acción para ser ejecutado por los ministerios respectivos. f) Método de trabajo para orientar la producción nacional de alimentos, partiendo de las necesidades biológicas ideales. El punto de partida del plan es, evidentemente, el biológico. Corresponderá a los médicos dietólogos fijar una fórmula argentina que, de acuerdo a la fisiología, contenga los mínimos de cada uno de los 10 o 12 alimentos que intervienen o deben intervenir en el menú diario de hombre argentino. Por supuesto que se tratará de una fórmula ideal, pues mientras unos se alimentan mal por exceso, otros lo hacen mal por déficit o por mala combinación de los distintos componentes de la comida diaria. Establecida esta fórmula ideal del consumo diario por el Instituto Nacional de la Nutrición, fácilmente se deduce el consumo anual en cada rubro; luego sabremos por una simple multiplicación, lo que deben consumir idealmente los diez y seis millones de habitantes del país durante el año. Cuando se haya llegado a esta conclusión, corresponderá a los economistas determinar la producción nacional en esos alimentos; luego, con una simple operación aritmética, se establecerá la diferencia entre la cifra biológicamente indispensable y la de la producción nacional; de ese modo tendremos una idea exacta de los alimentos que producimos de más y de aquéllos que producimos de menos. Esto ya será un principio de orientación para una política alimentaria y para una política agraria. Pero aún nos faltará concretar las fallas de la nutrición colectiva; para ello necesitamos otro dato, el del consumo real, muy difícil de determinar con exactitud, pero que puede señalarse con mucha aproximación. Establecido en cifras lo que realmente consume la gente frente a lo que teóricamente debe consumir, tendremos el déficit o el exceso de consumo, discriminan- 311 do alimento por alimento, lo que nos dará tres conclusiones: el verdadero estado de salud de la población; una orientación precisa para la producción agraria; un criterio para regular nuestras importaciones y exportaciones de alimentos. Es así como fijaremos nuestra política alimentaria, sobre conceptos simples y claros, y sin tener en cuenta otros intereses que los de la salud y el bienestar del país, el cual, en un día no lejano, dejará de cifrar sus esperanzas y su prosperidad económica en la exportación de alimentos, día ese, téngase por seguro, que será un verdadero fasto para el pueblo argentino. 3. Principios políticos de la alimentación a) Política internacional y alimentos. Uno de los objetivos más importantes del mundo en estos momentos, son los alimentos y sus fuentes de producción, siendo cuestión tan trascendente como la del petróleo. Petróleo y alimentos jugarán en lo futuro un papel decisivo en la política internacional, por lo cual será siempre previsor para los países pobres en alimentos, el coordinar una política internacional, concordante con las respectivas políticas nacionales de alimentación. Es una verdad indiscutible que en el mundo hay una crisis de alimentos y que son muy pocos los pueblos bien alimentados; de donde resulta explicable la demanda mundial y los requerimientos de alimentos pero, del mismo modo que tenemos un problema de distribución en el orden interno, lo tenemos también en el orden mundial. b) Fundamentos generales de la política alimentaria argentina. Las políticas alimentarias de los países civilizados son cada vez más y mejor analizadas para orientar la agricultura y la medicina, porque para los planes sanitarios, después de las enfermedades infecciosas y de la medicina preventiva, no existe otro problema colectivo más importante que el de la alimentación. Pero 312 resulta que la política alimentaria puede gravitar también sobre la distribución y demanda de brazos, ya que el número de obreros que trabajan en la producción, circulación, comercialización y expendio de alimentos, es mucho mayor que el número de obreros que trabajan en las demás industrias. Para fijar la política de alimentación de la Argentina, debemos partir de ciertos principios biológicos, económicos y sociales fundamentales, en la convicción de que sin política nacional de alimentación mal podríamos coordinarnos con las políticas alimentarias de otros pueblos, que tienen que ser forzosamente distintas porque muy distintas son las posibilidades de producción, hábitos y necesidades de cada uno de ellos. No obstante esta diversidad de hábitos y costumbres nacionales específicas, existe un denominador común. El denominador común de todas las políticas de alimentación tiene que ser el factor biológico –sobre el cual puede haber acuerdo internacional–, ya que todas las razas humanas, en cualquier parte del mundo, se rigen por idénticas necesidades nutritivas, siempre, naturalmente, que dicha necesidades se determinen fisiológicamente y no políticamente o con el criterio de la simple ingestión de cantidades de alimentos para satisfacer la voracidad primaria, lo que no puede ser una norma de salud ni una norma política. c) Diferencia entre comer y alimentarse. Para la ciencia de la nutrición, no basta que la gente satisfaga su apetito con cualquier cosa; no basta “comer”, hay que “alimentarse”, que son dos cosas completamente distintas. Lo primero, comer, se cumple por la ingestión aunque sea indiscriminada de alimentos y satisface el apetito pero no la necesidad de nutrirse; y lo segundo, alimentarse, es el acto racional fundado en normas de salud y satisface ambas cosas, pues sabemos ahora que no se trata sólo de cantidad de comida, sino también de la naturaleza de los alimentos. No es un misterio para nadie, en efecto, que si existe un déficit de algunos elementos, vitaminas o minerales, por ejemplo, se produce una serie de consecuencias funestas para la salud. Nadie o sólo muy pocos ignoran estas cosas, pero no se las toma en serio, y solamente así se explica que en nuestro país la gente siga comiendo en lugar de alimentarse. La culpa de eso la tiene principalmente la falta de una educación alimentaria del pueblo, tarea que iniciamos desde hoy con la colaboración del Ministerio de 313 Salud Pública de la Nación. d) Posibilidades de producción de alimentos en el mundo y en la Argentina. Son tan grandes las necesidades de los pueblos en materia de alimentos, que si todos ellos tuvieran capacidad adquisitiva y se implantara una seria educación dietética, habría un mercado universal de alimentos que absorbería no sólo los excedentes, sino también todas las posibilidades de producción de alimentos de todos los países del mundo por muchos años. De modo que no debería existir crisis de la agricultura, como la del año 1918, y si ellas existieron alguna vez o existen ahora, es por obra exclusiva de las fallas en materia de distribución por la falta de cooperación internacional o por las maniobras de los trusts financieros internacionales. En un folleto publicado últimamente por la Organización de Educación, Cultura y Ciencias de la UN154, el conocido ensayista y novelista Aldoux Huxley, preconiza la adopción de una política tendiente al controlar en número de nacimientos en el mundo, observando que, mientras se incorporan 55.000 nuevos seres humanos por día a la población de la tierra, la producción de alimentos en lugar de crecer proporcionalmente, más bien retrocede, debido a la creciente erosión del suelo. Lo cierto es que actualmente sólo el 5 o 10 % de la tierra es dedicada en el mundo a la producción de alimentos. El remedio, entonces, contra los males que prevé Huxley, malthusianista de la UN, parece ser favorecer el aumento, en proporciones razonables, de las áreas cultivadas y reconsiderar la política que hasta ahora han seguido los grandes países manufactureros, privando de estímulo a la producción agropecuaria y en general a toda la producción de materias primas, por la fijación de precios bajos para estos productos y el mantenimiento de altos precios para las manufacturas. Nuestro país figura entre los mejor alimentados del mundo en cantidad, no en calidad, pero pensemos en lo que podríamos hacer si organizamos la producción 314 a favor de los países hermanos de Sud América, con sus 80 millones de habitantes, que se debaten en el infra consumo y en el déficit alimentario más serio que pueda concebirse. Es claro que esto requeriría una coordinación de nuestras respectivas políticas alimentarias. Aumentar la producción de alimentos protectores y distribuirlos de acuerdo a la necesidad fisiológica y no a una cruda especulación comercial. Los países que mejor han resuelto sus problemas, han aumentado al doble su consumo de alimentos protectores –leche, huevos, pescado, legumbres y frutas–, con lo cual lograron reducir las enfermedades y mejorar notablemente las condiciones físicas de la población. De ese modo, desaparecieron enfermedades del tubo digestivo y padecimientos de la nutrición que producían estragos en los grandes centros industriales; la mortalidad infantil y la tuberculosis se redujeron en un 50 %, y los jóvenes, al terminar su desarrollo, alcanzaron una estatura mayor en diez centímetros a la de sus padres a la misma edad. Maravillosa demostración de la importancia que tienen los problemas alimentarios y de su notable gravitación a través de las generaciones sobre la vida y la obra del hombre. La distribución de alimentos debe ser regulada, no de acuerdo a los reclamos más o menos voraces de consumidores y vendedores, sino en concordancia con las necesidades biológicas reales, que son las únicas compatibles con la salud. El abastecimiento debe hacerse teniendo en cuenta las necesidades específicas de los trabajadores manuales, de las madres y de los niños, dejando en segundo término toda consideración acerca de las posibilidades económicas individuales. El ideal sería, por ejemplo, que hasta el niño más pobre, en el último rincón del país, recibiera su ración de naranjas y que ni el hombre más rico del país, con todo su oro, pudiera arrebatarle a ese niño su ración de citrus, ni quitarle a la madre y a su hijo, por la fuerza de su dinero, ni un solo gramo de la leche que estos necesitan para desarrollarse y mantener su salud, porque en ellos, en los niños y en las madres fecundas, está el futuro biológico de la Nación. Éste es el gran principio de la justicia social en materia de alimentación que debe regir para nosotros. 4. Fases para el reordenamiento alimentario de la argentina 315 a) La carne y el trigo, régimen unilateral de la dieta argentina. La Argentina es un país que produce en abundancia carne y trigo, de donde la alimentación popular se desvía por comodidad, hábito, tradición y mal entendida economía, al churrasco y al pan y, últimamente, a las pastas, dándose el lujo nuestro hombre de pueblo, como en muy pocos países, de consumir los alimentos más caros del mundo a bajo precio. Esta tendencia se ha ido acentuando con el mayor poder adquisitivo de la población en estos últimos tres años, sobre todo en lo referente a la carne, de tal manera que he llegado a preguntarme si este régimen unilateral no podría tener algún efecto nocivo sobre la salud de la población. Y sí que lo tiene, por cierto. b) Errores de alimentación típicamente argentinos. Según antecedentes que he recogido, resulta que el pueblo argentino, a pesar de que come mucho, se alimenta mal, por dos cosas: a) porque tiene un régimen unilateral “monofágico”, como dicen los médicos, y b) porque no agrega a su dieta diaria, en la cantidad necesaria, esa serie de componentes que se llaman alimentos “protectores”, a los que ya me he referido, como son el huevo, la leche, la manteca, las verduras, el pescado y las frutas. El hombre es un ser que necesita alimentarse en forma muy variada, a diferencia del resto de los animales. De lo contrario, se debilita paulatinamente y engendra hijos poco fuertes física y mentalmente. Hay animales que son exclusivamente carnívoros y otros exclusivamente herbívoros, pero el hombre, lo más completo de la creación, es tan complejo, que necesita de todas las fuerzas y de todas las energías contenidas en los más diversos frutos de la naturaleza. “El hombre es lo que come”; es decir, somos alimentos transformados y, por eso, será tanto más perfecto el ser humano cuanto más acomode su organismo a las necesidades del rendimiento de éste que, fisiológicamente considerado, no es más que un gran transformador de energía química, en acción y pensamiento. c) La alimentación excesiva con carne y sus consecuencias. mayor variedad. Pero he aquí que esta aventura nos puede resultar muy cara. ¿Y por qué puede resultarnos cara? Porque la producción de dichos alimentos protectores está muy por debajo de las necesidades de la población, y en cuanto se aumente la demanda, pueden subir los precios en forma exorbitante, de modo que el método a seguir es aumentar el consumo, tomar más leche, más huevos, más manteca, más verduras, más pescados y más frutas, pero elevando al mismo tiempo la producción de estos alimentos y cuidando que el granjero y el consu- 317 midor no sean víctimas de los especuladores y de los intermediarios, que suelen quedarse con la parte del león. Ahora mismo, esos alimentos tan nobles y sanos son, en nuestro país, alimentos de lujo y caros. Hasta hace pocos años sólo estaban al alcance de los ricos; por el déficit de producción y por sus precios actuales, la masa del pueblo no puede consumirlos en la medida necesaria, a lo que se agrega un mal sistema de distribución, que hace que lleguen sumamente encarecidos al interior del país, cuando llegan. Con infinitas posibilidades, el problema de producir alimentos protectores en la Argentina es de simple estímulo y educación. ¿Pero puede ser éste un problema para la Argentina y para el gobierno de la Revolución? Evidentemente, el nuestro es el único país que no puede tener problemas en esta materia y si nos decidimos a producir más alimentos protectores, ello podrá lograrse en poco tiempo, con estímulo y ayuda del gobierno, con educación del pueblo para que demande dichos productos, con un inteligente sistema de distribución acompañado de una persecución implacable a los especuladores y a los parásitos del comercio. Sólo produciendo y consumiendo en cantidad esos alimentos, podremos obtener precios bajos y ganancias estimulantes para el productor, que no tiene ya por qué depender de la explotación a que fue sometido por los transportes, los créditos, los seguros y la comercialización de toda nuestra riqueza por los conocidos pulpos que ya han dejado de gravitar sobre toda la vida de la Nación, como lo hicieron durante ochenta años. Las posibilidades de la producción de alimentos en la Argentina son ilimitadas, no sólo para afrontar la subsistencia de su propia población, sino incluso para abastecer a los demás países de América. Bastaría que se abrieran, o simplemente se entreabrieran las puertas del comercio internacional, para poner en evidencia de inmediato la capacidad productora de nuestro suelo. Nuestro suelo es tan fértil, que basta el trabajo de un argentino para extraer de él, lo que requiere el trabajo de catorce europeos en las exhaustas tierras del viejo mundo. No hay mal que por bien no venga; las dificultades en la colocación de cereales, ajenas a nuestros deseos, han aumentado substancialmente el área sembrada 318 de verduras, las cuales se colocarán muy bien si Salud Pública sabe promover su consumo por la población. Sobre tres millones de kilómetros cuadrados de la República, viven sólo cinco habitantes por kilómetro. Nuestro suelo dispone de treinta millones de hectáreas cultivadas, pudiendo cultivar cincuenta millones más, y disponemos de 144 millones de hectáreas para la cría de ganado. Bastan estas cifras para comprender cómo el problema del hambre propiamente dicho no existió nunca ni hay posibilidad de que exista, seriamente planteado, en nuestro país; y explica también cómo, en conjunto, éste tiene un nivel de alimentación no superado en el mundo en cantidad, faltando acomodar ahora nuestra dieta a un régimen racional de alimentos protectores. No entraré a considerar las variantes regionales determinadas por la geografía, el clima, los distintos tipos y métodos de producción y las distancias. Señalaré sí, que sólo en el litoral se come con exceso, mientras en las zonas menos habitadas, el infra consumo es muy serio, pero todo ello es materia de las providencias que oportunamente adoptará el gobierno de la Nación. En el fondo, se trata principalmente de un problema de transportes, y éstos son ahora del pueblo argentino, y el Ministro del ramo sabrá hacerlos servir con inteligente criterio social. Al Ministerio de Salud Pública le corresponde la tarea de enseñar a la población de todo el país las ventajas de una alimentación racional y nutritiva, aconsejando en forma práctica el modo de obtener el equilibrio entre los distintos alimentos y demostrando el valor nutritivo de cada uno de ellos, porque sólo cumpliendo patrióticamente esa misión evitaremos que el hombre argentino se degrade por el subconsumo, y que quede cegada para siempre la fuente más pura de la nacionalidad. 5. Significado universal de la producción y consumo de alimentos a) La actividad orgánica humana es la transformación de los alimentos extraídos por el hombre de la tierra, captando la energía del sol, el agua y el aire. Toda la actividad humana es la resultante de un proceso de transformación de energía, energía que el hombre toma del medio natural y la convierte, con su 319 ingenio, en comida y artículos de protección, vivienda, ropa, armas, etc. Y en máquinas e instalaciones. Así el hombre vive y sobrevive. Cuando hablamos de fuentes de energía pensamos en el petróleo, el carbón o las caídas de agua, sin reparar en la más universal de todas las fuentes de energía, la madre tierra, laboratorio donde se realiza la primera síntesis, por la conjunción del sol, del aire, el agua, del “humus” y del sudor del trabajo. Las grandes sementeras de granos, los plantíos de azúcar, los cultivos de remolachas, tomates, papas y forrajes, no son más que dependencias de la gran fábrica de la naturaleza, dirigida y accionada por el hombre, donde las raíces trasmutan la radiación solar y el “humus” en energía creadora. b) La energía de los alimentos, luego de producir las obras y los actos del hombre retorna a su fuente de origen. Toda esa energía convertida en cosecha, domesticada en el ganado, elaborada en la industria, comprada y vendida, llevada y traída, constituye la producción y el comercio, con sus altibajos de consumo, oferta y demanda, crisis económicas, competencia de precios, pérdidas y ganancias; todo eso, en última instancia, es la historia de la energía extraída por el hombre de la naturaleza, es el mitológico robo del fuego; pero esa energía vuelve inexorablemente a su fuente originaria, no sin antes castigar a los hombres que la malemplean, sin respeto a las leyes naturales y divinas. Existe, evidentemente, un ciclo progresivo de elaboración de la energía y ciclo regresivo de desintegración, que se produce en cada transformación y en cada consumo, y éste es un principio que se cumple, no sólo en el proceso energético de los alimentos, sino en toda la actividad humana, sea de auto conservación, sea de reproducción o de creación. El primer retorno aparece in situ, en el campo mismo de la cosecha, porque el agricultor debe alimentarse; luego se sigue, menos visiblemente, en el trabajo de almacenar, transportar, elaborar la materia prima e industrializarla y así, sucesivamente, hasta llegar a las organizaciones comerciales donde el proceso energético 320 es imperceptible, pero no lo suficiente como para ocultar su presencia en la máquina económica del mundo. c) La economía y la industria, la civilización y la cultura, esfuerzos del hombre para retener la energía alimentaria antes de su retorno. Las máquinas, todas, son una parcial y pobre imitación del hombre, y funcionan de prestado con la energía que el mismo hombre les transfiere a sus expensas, energía que deberá devolver al seno originario, tarde o temprano, después de satisfacer sus necesidades vitales y dejar como recuerdo sus propias creaciones, entre otras, la técnica, la civilización y la cultura. Las construcciones humanas no son otra cosa que esfuerzos infructuosos para retener algo de esa energía creadora que se nos escapa para volver a sus fuentes, porque la ley del retorno de la energía es inexorable, y se cumple en detrimento de la obra humana, de sus culturas, de sus monumentos, de sus artes y ciencias, de su filosofía, de su religión, de sus leyes y códigos y de sus riquezas. Por eso, la riqueza debe ser concebida como una forma de la energía y no de la materia, un préstamo de la naturaleza al hombre, que hay que emplear sabiamente. d) Como toda fuente de energía natural, los alimentos deben estar al servicio del perfeccionamiento social y de la dignidad humana. La energía que nos brindan el medio ambiente natural, los alimentos y el combustible, fuentes de todo el proceso económico, no puede invertirse en otra cosa que no sea la realización integral de la sociedad y de la personalidad humana. Pero la utilización integral de las fuentes energéticas en la dignificación de la persona humana sólo será factible el día en que el mundo pueda organizarse so bre la paz y no sobre la guerra, sobre la cooperación y no sobre el recelo, sobre la unión de los hombres y no sobre su desinteligencia; cuando sea posible racionalizar la producción mundial para que se diversifique y complemente de acuerdo a las necesidades reales de los pueblos y a las verdaderas posibilidades de cada región del mundo, sin injerencia de las pseudo leyes comerciales de la oferta y la demanda, sin propaganda intencionada para estimular consumos artificiales, sin especulación y sin manejos de intermediarios que ponen tiempo, distancia y 321 barreras, entre el productor y el consumidor, amontonando riquezas que no les corresponden a ellos, sino a los que trabajan y producen. e) Excedentes y superproducción frente al hambre y la miseria de millones de seres humanos por falta de organización económico-social. Nadie podrá negar que, con los progresos técnicos de la industria en el mundo y con los perfeccionamientos científicos de la agricultura y la ganadería, lo único que hemos conseguido es tener un miedo permanente a los excedentes agropecuarios y a la superproducción industrial, mientras que millones de seres humanos –aun en los países más prósperos– no se alimenta en la medida suficiente para vivir en salud y trabajar, ni disponen de viviendas decentes, ni tienen esparcimientos, ni ropa suficiente, y muchos de ellos mueren sin asistencia médica. Pareciera que los grupos industriales se hubieran dedicado a perfeccionar el mecanismo de la incubadora, con olvido de la gallina y de los huevos, ignorando que el hombre no tiene valor por las máquinas que fabrica o que maneja, sino por su energética social, su fina sensibilidad y potencia afectiva, por su condición de padre o hijo, de esposo, de amigo, de ciudadano y de patriota. En otros tiempos, la cultura fue, como la riqueza, patrimonio de sectas y castas privilegiadas; sólo ellas eran capaces de producir y de gozar de un poema, de un cuadro o de una página musical. Hoy, la cultura, por la imprenta, la radio, el cine y la televisión, y por la socialización de las actividades inherentes a la comunidad, se ha transferido al pueblo y es del pueblo. A nadie se le ocurre que el aire, el sol, la luz, las corrientes de los ríos, puedan ser patrimonio de unos cuantos. Nos parecería absurdo. Llegará un tiempo en que también nos parecerá absurdo que la cultura y las ventajas de la civilización industrial, el petróleo y las fuentes de energía, sean explotadas por grupos privilegiados. Del mismo modo, entiendo que, andando los años, el abastecimiento alimentario llegará a ser una actividad socializada, porque la comida es la más poderosa de las fuentes de energía y la más directamente aplicada al desarrollo y perfeccionamiento de la colectividad humana. Así como ahora dominan las tareas vinculadas a la física y a la química, a la 322 economía y al comercio, a la industria y a la producción, en una sociedad debidamente planificada en beneficio de todos, tendrán gran trascendencia la biología, la sociología y toda la ciencia del hombre y el consejo de los médicos, de los higienistas, de los dietólogos, de los arquitectos, de los juristas y sociólogos y de los auténticos economistas. A los médicos del Instituto Nacional de la Nutrición me dirijo, en mis palabras finales, para concitarlos a la gran empresa social de cooperar en la educación del pueblo en procura de su salud, de su vigor y de su pleno desarrollo. A la Patria, señores, hay que defenderla todos los días y en todas las circunstancias, en la paz y en la guerra, en los cuarteles y en las escuelas, en los hospitales y en los campos de deportes, en las fábricas y en los refectorios. En el pasado, el Estado se limitaba a resguardar policialmente la paz social en el orden interno, y la soberanía nacional en lo externo. Ahora, el Estado, en todas partes, interviene en el proceso económico para dirigirlo u orientarlo en un sentido social. ¿Quién, si no, habría de hacerlo? Pero ya no basta que el Estado defienda la producción nacional y la apoye; que ampare y valorice el trabajo; que evite las especulaciones de que otrora era fácil víctima el consumidor; que funde escuelas y universidades, hospitales y dispensarios, gimnasios y bibliotecas, asilos y establecimientos de rehabilitación. Es necesario que el gobierno tome en sus manos, con la colaboración de todos los hombres inteligentes y patriotas, la tarea de enseñarle al pueblo a vivir, a vivir bien. El movimiento peronista, que es patriótico, humano, justiciero y enérgico también, convoca a los estudiosos, a los hombres de acción y de gobierno, a los maestros, a la juventud, a los ricos y a los pobres, a todos los trabajadores, para realizar al fin, en nuestra Patria, la política alimentaria que esté en más estrecha consonancia con la ley humana y con la ley de Dios, leyes armónicas que procuran el bien moral y material del hombre, de los pueblos, de los Estados, de esta vida, en fin, que nos ha sido dada por el Creador para que nosotros construyamos con ella nuestra obra mejor y más completa. 323
1949-04-30
En la inauguración del aeropuerto “Ministro Pistarini” en Ezeiza
Cuando los hechos ponen obras de esta naturaleza en evidencia, las palabras huelgan. Yo sólo quiero decir dos para que queden grabadas en el pueblo argentino: esta magnífica obra, que habla del genio, la capacidad y energía del pueblo argentino, la ofrecemos a la Patria. En nombre del gobierno, agradezco al señor ministro que la ha dirigido156; a los técnicos y administrativos que han hecho posible esta gran empresa con su intervención, y a los compañeros obreros que pusieron su bendito músculo al servicio de la grandeza de la Patria, en una obra de la magnitud de este aeródromo. Señores: En nombre de la República, declaro inaugurado al aeródromo “Ministro Pistarini”, y a él sean bienvenidos todos los hombres de buena voluntad del mundo que, surcando los aires, pongan su visita en esta tierra de paz y trabajo.
1949-05-01
Mensaje presidencial ante la Asamblea Legislativa
Señores senadores, señores diputados: Cada vez que llego a este recinto para dar cuenta de las tareas llevadas a cabo en el curso del ejercicio que fenece, entro con la temblorosa emoción de quien acude ante el ara de la patria a ofrecer el fruto de sus desvelos y a examinar si ha dado satisfacción a sus propósitos. El fervor patriótico que anima todos los actos de mi vida se ve en estas oportunidades acompañado por la presencia física de los integrantes de los demás poderes del Estado y de las más elevadas jerarquías, con lo que aumenta el sentido de la responsabilidad que me alcanza como ciudadano y como depositario de la confianza que el pueblo me ha otorgado. Y no puedo alejar de mi mente las primeras armas hechas en favor de las masas obreras: las inquietudes de las batallas que se avecinaban para imponer la justicia social; las manifestaciones de entusiasmo cuando el pueblo percibió que le iban llegando los primeros destellos de sus anheladas reivindicaciones; 326 el asombro que producía este avance a los que habían convertido la ley en un instrumento para oprimir a los humildes. ¡Parece un sueño lejano la realidad que hoy hace tres años vivimos al trasladarnos de este Palacio Legislativo a la Casa de Gobierno! Una multitud enfervorizada que nos había acompañado todas las horas ocupaba calzadas y azoteas, aceras, balcones y ventanas y, con intrepidez, los más jóvenes alcanzaban las cimas de postes y faroles y colmaban las copas de los árboles. ¡Cuánta gratitud debe desbordar de mi corazón para corresponder a tantas muestras de cariño y cuánta responsabilidad me alcanza por la confianza que en mis manos se ha depositado! (aplausos) No refiero este episodio para solazarme con la emoción que su evocación me produce. A pesar de lo mucho que llena mi espíritu, lo recuerdo porque algunos han olvidado, o fingen olvidar, que esas aclamaciones sirvieron para fortalecer los cimientos de nuestro régimen de gobierno, que surgió para eliminar las disensiones, evitar que se hendieran las distintas capas sociales y poder vivir en paz y concordia todos los argentinos. Desde el mismo instante que juraba ante Dios cumplir bien y fielmente mis deberes, hasta el presente momento, he procurado amoldarme con lealtad absoluta a las orientaciones que el pueblo había trazado como postulados inexcusables del mandato que me había conferido. Tuve la fortuna de oír la voz del pueblo; tuve la suerte de recoger su angustioso llamado; quiso Dios que lo interpretara estructurando los preceptos que constituyen nuestra doctrina; pude lograr que las realizaciones culminantes que el pueblo anhelaba se concretaran en un plan de gobierno que permitiera marchar sobre camino firme y seguro. Y hoy, al término de tres años de labor, con la humildad de siempre, con el afecto de todos los días, con la ilusión que compartimos desde los albores de nuestro movimiento, vengo a deciros: representantes del pueblo argentino, por tercera vez os expongo la obra realizada en el lapso de un año (aplausos). Juzgadla sin pasión como yo os la confío sin temor. Si tuviera que hacer un balance sintético de la labor realizada el año último, podría cumplir mi cometido diciendo: la Argentina ha seguido su rumbo propio; ha dejado una huella en el mundo al confirmar la línea de su continuidad histórica proclamando ante las naciones del orbe su deseo y su vocación de paz; 327 ha opuesto a los que la combaten de fuera y de dentro sus verdades y la fuerza de su razón; ha cuidado de acertar en sus decisiones procurando hacer el bien a cada uno de sus hijos, preferentemente a los “descamisados”, porque son los que tienen más sed de justicia (aplausos prolongados); ha seguido leal a sus tradiciones y, en todo momento, ha honrado dignamente la memoria de sus héroes, ajustando la acción de cada hora a la ejemplaridad de sus vidas. Pero este período anual que ha transcurrido pasará a la historia argentina como el año de la Constitución justicialista (aplausos). Otros hombres y otros tiempos, influidos por nuevas ideas y nuevas formas de vida, verán la necesidad de modificar sus disposiciones, de ajustar nuevamente sus preceptos, de perfilar contornos que ya resulten borrosos o desvaídos. Sería ingenuo pretender que nuestra obra fuera imperecedera, pero la buena fe con que han actuado cuantos han intervenido en las reformas actuales nos permite esperar que, cuando nuevas reformas sean necesarias, los hombres del 49 merezcan el mismo respeto y reverencia que nosotros hemos sentido y proclamado por los hombres del 53 (aplausos). Siendo la reforma de la Constitución el asunto más grave y trascendental de cuantos ha tenido que abordar el Poder Ejecutivo en el transcurso de los doce últimos meses, habréis de permitirme que a él me refiera para recabar ante el pueblo, a través de sus representantes legislativos, las responsabilidades, y también los honores, que puedan recaer por la iniciativa de la reforma y por la intervención tenida en su desarrollo y en su solución. La Constitución de 1853, pese a su bondad intrínseca relacionada con la época de su promulgación, estaba anticuada en muchos extremos y entorpecía las actividades nacionales, y por ello requería urgentes modificaciones. Si en proclamar su reforma existiese alguna responsabilidad, la recabo totalmente para mí y no quiero compartirla ni siquiera con aquellos que desde hace muchos años venían afirmando lo mismo y que ahora, por pasión política, quieren hacer ver que el tocar un punto o una coma de ella significa un atentado a nuestra tradición y a nuestros próceres. Y como la modificación de cualquier texto constitucional representa un hecho histórico, la responsabilidad aludida la recabo tanto ante el juicio de mis contemporáneos como ante el juicio de la historia (aplausos). 328 Dejando aparte la variación de textos constitucionales que en lo que va del siglo se ha producido en los países europeos, es un hecho indudable y aleccionador que todas las constituciones americanas se han modificado o cambiado una o varias veces en el transcurso de los últimos cincuenta años. Y no sería porque fuesen peores que la nuestra, ya que venían a resultar similares en su expresión y en su orientación política, sino porque verdaderamente no respondían a la evolución económica y social del siglo XX. Y si tal fenómeno de evolución natural se producía en toda América –sin excluir la del Norte–, ¿cómo será posible sostener que la Argentina, el país más importante de Hispanoamérica, el de más rápido desarrollo social y económico, podía seguir asentándose eternamente sobre un instrumento jurídico previsto para otros tiempos y para otras necesidades? (aplausos). Frente a conclusión tan clara, es inútil el empeño de sostener que la Constitución de 1853 no ha sido obstáculo para el desarrollo de la Argentina. El argumento es capcioso por múltiples consideraciones, dos de ellas fundamentales: que la evolución de la Argentina, como la de todo el mundo, se ha verificado desde mediados del siglo pasado hasta la segunda década del presente, dentro de una misma tendencia u orientación política y económica, mientras que en los últimos treinta años las cuestiones sociales adquieren importancia capital y llevan al mundo a una completa transformación; y que cualquier texto legal es bueno para cualquier eventualidad siempre que se esté dispuesto a desconocerle o a vulnerarle con apariencias legales cuando lo exijan imperativos de realidad. En este segundo aspecto radican dos posiciones distintas en el modo de considerar la función pública. Para unos, la esencia de la ley no tiene mayor importancia porque lo interesante es arbitrar los modos, cubriendo siempre las formas externas, de aplicarla en provecho propio y en perjuicio ajeno. Es indiferente que la ley electoral sea buena o mala, porque para quienes adoptan la posición que podríamos llamar formalista, será el fraude, encubierto si se puede y descarado si no se puede, la norma verdaderamente rectora del sufragio. De nada sirve una legislación social de apariencias protectoras de los obreros si luego se dispone de los organismos de aplicación suficiente para desconocer o para limitar los derechos de los trabajadores (aplausos). Por eso, cuando nuestros opositores afirman que la Constitución anterior era lo bastante dúctil para permitir el desenvolvimiento social del país, dicen una 329 verdad desde su punto de vista, porque no era obstáculo a la evolución siempre que se dirigiese en un sentido determinado, vale decir, siempre que se mantuviese dentro de los conceptos predominantes en el siglo pasado en materia política, económica y social. Pero esas ideas se encuentran ya superadas y sólo se empeñan en mantenerlas quienes constituyen o sirven a las clases desplazadas. El respeto a la libertad individual no puede ser, en una concepción moderna, un derecho ilimitado, no ya porque ese derecho se ha de armonizar con el de los demás, sino porque en ningún caso se ha de utilizar como elemento de lucha contra la esencia misma de la libertad. Únicamente al amparo de un inconsciente liberalismo incontrolado se ha hecho posible la propaganda de regímenes de despotismo que han acabado por la implantación en naciones de tipo democrático de sistemas de tiranía de izquierda o de derecha. A quienes tal posibilidad no les inquiete y no vean la precisión de precaverse contra ella, será porque en el fondo deseen y añoren una dictadura capitalista o una dictadura proletaria, según sea la posición que ocupen dentro de la organización social. Conmovido el mundo por las luchas de ideologías extremistas y dispares, sería suicida que los Estados de estructura democrática viesen impasibles cernirse sobre ellos la tormenta que habría de aniquilarlos, sin adoptar elementales medidas de defensa dentro del campo de la ley. Por eso he considerado preferible que los principios de amparo de las libertades fundamentales arranquen de la Constitución misma, concediendo al Poder Ejecutivo los medios indispensables para una acción efectiva. ¿Por qué les atemoriza que el Poder Ejecutivo cuente con los elementos de acción suficientes para la defensa de las libertades y para el mantenimiento del orden público, dentro de la mayor legalidad, mientras que veían complacidos las ilegalidades y las extralimitaciones de aquellos gobiernos? Sencillamente, porque entonces el Poder Ejecutivo eran ellos, en tanto que ahora somos nosotros (aplausos). No se interprete mi afirmación como un juego de palabras, sino como algo de profundo contenido. A nuestros enemigos no les preocupaban los abusos de poder porque siempre se realizaban en su provecho o en el de la clase que representaban. Cuando hablaban de libertad, se referían a su libertad con despre330 cio de la de los demás. Y cuando señalaban la necesidad de mantener el orden público, se referían –y así había que entenderlo– a la necesidad de que el Estado dispusiese de la armazón coactiva indispensable para amparar al capitalismo en sus abusos contra las reclamaciones de las masas hambrientas, por muy justificadas que fuesen. Una huelga era atentatoria al orden público porque minaba los fundamentos de la organización social. Un lock out representa un acto incoercible porque no era sino la consecuencia del ejercicio del sacrosanto derecho de propiedad (aplausos). Antes pedían gobiernos fuertes y ahora tienen miedo a la fortaleza del gobierno. Ello obedece, repito, a que el poder ha cambiado de manos y ya no se ejerce por y en beneficio de una clase privilegiada, sino a nombre y en provecho de todos los habitantes de la Nación (aplausos). Si hiciese falta otra prueba de la verdad de cuanto dejo expuesto, se encontraría en los ataques que ha merecido de la oligarquía el nuevo precepto de que la propiedad ha de cumplir una función social. Se dice que no hacía falta la declaración de ese principio para que desde 1853 a la fecha la propiedad haya cumplido su misión social. Y hasta no han faltado políticos y supuestos jurisperitos que hayan pretendido demostrar que la Constitución de 1853 ya establecía la función social de la propiedad desde el momento que autorizaba la expropiación por causa de utilidad pública, previa indemnización. Confundir la utilidad pública con la función social representa una herejía jurídica que ni siquiera hace falta demostrar (aplausos). La Constitución reformada representa no sólo una nueva etapa recorrida en el camino que nos hemos trazado, sino también, y en lo que al presidente de la Nación se refiere, el cumplimiento de otra promesa formulada. La declaración de los derechos del trabajador tiene ya categoría constitucional y la Argentina cuenta con la base jurídica indispensable para obtener una legislación adecuada a las necesidades ideológicas y materiales de nuestro tiempo. Ahora bien, no basta con que yo haya cumplido mi promesa ni con que el texto legal esté promulgado. Es indispensable que el pueblo se compenetre, se enorgullezca de él y le dé calor y vida, adaptando sus costumbres a los preceptos que contiene, compenetrándose con su espíritu y exigiendo una legislación acorde con sus principios. En definitiva, las leyes adquieren su mayor virtualidad no cuando el poder público impone su cumplimiento coactivamente, contrariando el sentir popular, sino cuando los ciudadanos comprenden sus beneficios y ellos 331 mismos los defienden contra toda clase de agresiones (aplausos). Estoy seguro de que la nueva Constitución será respetada por todos los argentinos, porque en ella se han recogido los anhelos nacionales, sin otro interés que la defensa del bien público. Los detractores de hoy se expresan ofuscados por la pasión. Pero el tiempo aquieta las pasiones y permite ver los acontecimientos con perspectiva histórica. El pueblo ya ha dicho su palabra. En sus manos tiene ahora la acción. Para el afianzamiento institucional, el Poder Ejecutivo, a la par que se cuidaba de promover la reforma de la Constitución, mantenía el mayor respeto a la forma federal de nuestra organización política, procurando que las relaciones con las provincias se continuasen dentro de la mayor normalidad constitucional; y si es cierto que hubo necesidad de intervenir las provincias de Catamarca, La Rioja, Santiago del Estero y Santa Fe, no lo es menos que se ha ido poniendo fin a esas intervenciones, así como también a la de la provincia de Córdoba, tan pronto como las circunstancias lo han ido aconsejando. La restitución de las provincias a la normalidad de sus instituciones mediante la correspondiente consulta electoral, sigue siendo un dato muy significativo por cuanto demuestra bien a las claras que al decretarse aquellas intervenciones no se perseguía por parte del Poder Ejecutivo un propósito centralizador, sino poner fin a situaciones perjudiciales y contrarias a nuestro sistema republicano. Establézcase un cotejo con lo que sucedía en situaciones anteriores, en que no sólo se hacían intervenciones a granel, sino que se mantenían por tiempo ilimitado, y dedúzcase en qué gobiernos ha radicado el verdadero sentido democrático (aplausos). En mi preocupación constante por el desarrollo y bienestar de las provincias, he procurado que la reconstrucción de San Juan reciba un fuerte impulso, fijando, de acuerdo con el gobierno provincial, normas para la edificación de nuevas viviendas. Se ha atendido a la construcción de edificios públicos, especialmente escuelas, y se ha prestado ayuda a la iniciativa privada con la obtención de hierro y cemento. La totalidad de las viviendas en construcción asciende a 1102, y en cumplimiento del decreto 15.821/48 se ha iniciado la construcción de otras 2000. Para el mes de agosto las obras cuya construcción realice directamente el Consejo de Reconstrucción supondrán una cantidad superior a 100.000.000 de pesos. 332 Al hablar del afianzamiento institucional y de los problemas de la vida interna de la Nación, es justo consignar que la acción de la Policía Federal ha sido digna de encomio tanto por la prudencia de su intervención en los problemas sociales, cuanto por los beneficiosos resultados obtenidos en el cumplimiento de todas sus demás funciones (aplausos). La proporción de la delincuencia ha disminuido de 70,8 por cada 10.000 habitantes en el año 1947 a 64,4 en 1948, lo que se ha debido a que la organización de los servicios de investigaciones ha permitido una mejor neutralización de las actividades delictivas. En la campaña contra el agio y la especulación se practicaron en la zona del Gran Buenos Aires más de 154.000 inspecciones y se instruyeron más de 14.000 sumarios (aplausos). El Ministerio de Defensa Nacional ha iniciado sus funciones propias en estrecha colaboración con los ministerios de Ejército, Marina y Aeronáutica. Su organización y el estudio de problemas comunes constituyen los primeros pasos que llevarán a la anhelada cooperación entre todas las armas, completándose la estructura orgánica de la defensa con la integración del estado Mayor de Coordinación, creado por la ley 13.234, sancionada por vuestra honorabilidad el 1.o de septiembre de 1948. Dentro de un ambiente de sólida disciplina y de trabajo constante y fecundo, prescindente de toda actividad que no se ajuste estrictamente a su función específica, ajeno por entero a toda preocupación que no sea la de constituir una institución cada día más digna de su pueblo al servicio exclusivo de sus intereses, el ejército de la Nación ha cumplido una fructífera etapa de perfeccionamiento y progreso (aplausos). Consecuente con el propósito de dotar al país de un Ejército a tono con su potencialidad y con su jerarquía, capacitándolo asimismo como eficiente instrumento de defensa en el marco de la solidaridad y ayuda mutua que vincula a los pueblos de América, nuestro Ejército ha alcanzado, no sin esfuerzos, un adecuado grado de modernización. A tal fin se continuó durante el último año la ejecución de las previsiones adoptadas para su reestructuración orgánica y para completar su equipamiento, dotándolo de los elementos y modernos materiales de guerra imprescindibles para la preparación de sus cuadros y para la instrucción y el entrenamiento de sus tropas. 333 En este importante aspecto ha sido grande el esfuerzo realizado, principalmente para sortear las dificultades propias de la adquisición y producción de materiales de elevado costo, frente a la imperiosa necesidad de sujetarse a un criterio de mesura y economía en los gastos. A pesar de limitaciones de esta naturaleza, los planes previstos en su oportunidad han sido ampliamente logrados mediante adquisiciones en el exterior y, en buena parte, gracias al esfuerzo y elevada eficiencia de nuestro desarrollo técnico e industrial. Comprobaciones personales que tuve oportunidad de efectuar en una reciente visita a diversas instalaciones militares y a la guarnición de Campo de Mayo me permiten confirmar ante vuestra honorabilidad el elevado grado de modernización alcanzado por el Ejército. Los objetivos previstos para el último ejercicio en el plan de gobierno han sido puntualmente llevados a la práctica por la marina de guerra. La incorporación de nuevas unidades y la prosecución de las obras e instalaciones que se requieren en forma indispensable, se efectúan con exactitud. De igual manera se cumplen las misiones que la Marina tiene confiadas en sus destacamentos de la Antártida, donde fueron ampliadas las instalaciones y se prosiguió la ardua campaña oceanográfica e hidrográfica en este lejano sector de la patria, que puede confiar tranquila en la bravura, lealtad y pundonor de su marina de guerra. La aeronáutica nacional vivió durante el ejercicio a que nos referimos una de las etapas más trascendentales de su evolución: la que condujo a la creación del Ministerio de Aeronáutica y a la inserción de cláusulas aeronáuticas en la Constitución Nacional. Ello representa el definitivo reconocimiento de una brillante actuación y justifica el acierto de haber otorgado una personalidad propia a los servicios del aire, dentro del general y común esfuerzo que cumplen las fuerzas armadas. Señores: He creído siempre que toda acción humana para ser noble ha de estar asentada en un ideal. Con mayor motivo se necesita el aliciente del idealismo para de334 sarrollar una obra de gobierno. Tal vez las actividades privadas pueden inspirarse en otras motivaciones. Pero si gobernar consiste en buscar los medios para lograr el bien público, no cabe duda de que la determinación de tan alta finalidad no es posible sin el acicate de la ilusión. Y mi gran ilusión, lo he dicho reiteradamente, es el engrandecimiento de la Nación Argentina. (¡Muy bien! Aplausos prolongados. Los señores legisladores y los concurrentes a las galerías, de pie, aplauden insistentemente. El señor presidente de la Nación agradece poniéndose igualmente de pie). A ello respondió la redacción y ejecución del plan de gobierno, a ello va encaminada la reforma constitucional, y ese objetivo se persigue asimismo con la nacionalización de los servicios públicos, con el impulso industrial, con el incremento inmigratorio y, en resumen, con cuantas medidas he adoptado dentro del ámbito de mi competencia. No me creo infalible y admito la posibilidad de que en algunas de esas medidas haya habido error o vacilación. Ambas cosas son inherentes a la naturaleza humana. Pero la obra del estadista no se juzga ni se puede juzgar por el episodio aislado, sino por su conjunto y por su dimensión y, en este sentido, habréis de convenir conmigo, como conviene la inmensa mayoría del pueblo, que el saldo es favorable y que marchamos con paso firme hacia la consecución del ideal precitado: la gran Argentina (aplausos). Así lo prueban los datos que a continuación he de exponer a vuestra honorabilidad. Si uno de los factores básicos de nuestra prosperidad y de nuestro engrandecimiento en todos los órdenes es el aumento de nuestra población, no hay duda de que podemos mostrarnos altamente satisfechos de los resultados obtenidos; y así como fue motivo de alegría la publicidad que oportunamente di a los datos del IV Censo General de la Nación, demostrativos de que habíamos alcanzado ya la cifra de 16.000.000 de habitantes, hoy puedo señalar, con no menor satisfacción, que merced al aporte migratorio de ultramar, a principios del mes de marzo próximo pasado la cantidad de habitantes llegaba a 16.790.000, que subirá en octubre de este mismo año a 17.000.000, según los cálculos científicamente establecidos (aplausos). En materia de hacienda pública, el Poder Ejecutivo ha desarrollado su gestión financiera del ejercicio último dentro de los objetivos fijados por vuestra honorabilidad al autorizar el presupuesto de gastos a cargo de las rentas generales y los refuerzos legales incorporados al mismo en cumplimiento de la ley de contabili- 335 dad 12.961. El resultado provisional de las operaciones de cierre del ejercicio que realiza la Contaduría General de la Nación, permite anticipar que el superávit a obtenerse alcanzara a más de 180.000.000 de pesos. Este excedente acumulado al año 1947, en el cual se registró un superávit de 648.000.000 de pesos no igualado en ejercicios anteriores de nuestra historia financiera, facilita la realización de reservas por más de 700.000.000 de pesos. La cifra de recursos en efectivo obtenida en el año en consideración, asciende a 3.800.000.000 de pesos y los gastos respectivos a 3.700.000.000 de pesos, de lo que resulta el superávit citado. Es de destacar que las necesidades de mejoramiento de los servicios a cargo del Poder Ejecutivo han podido atenderse sin descuidar el aspecto de su financiación, para lo cual se han administrado los créditos dentro de normas de economía que condujeron al resultado ya expresado. El propósito de evitar la doble imposición, lograr una más equitativa distribución de los tributos en la masa contribuyente, adaptarlos a los variados tipos de industria, comercio y demás actividades esenciales y otorgar facilidades a las manufacturas de interés general sigue informando la obra acometida en materia impositiva al iniciarse el actual gobierno. Leyes de reciente sanción y de iniciativa del Poder Ejecutivo eximen del impuesto a los réditos a determinadas utilidades invertidas en el incremento de la capacidad productiva de la empresa, mediante la instalación de nuevas plantas o ampliación de las existentes. También se aplican a las explotaciones agrícolo-ganaderas, mineras y de pesca y a las empresas nacionales de transportes. Estas leyes consagran medidas que previamente fueron puestas en vigor por el Poder Ejecutivo con carácter provisional y tienen por finalidad estimular actividades fundamentales para la economía del país. Contra la especulación con inmuebles y locaciones se han tomado eficaces medidas. Las operaciones que se efectúen de acuerdo con las prescripciones de las de propiedad horizontal quedan sujetas a las reglas que establecen las 336 leyes represivas del agio y la especulación; se prohíbe cambiar el destino de los inmuebles construidos o habitualmente utilizados como vivienda; se establece la obligación de alquilar las unidades desocupadas dentro de los treinta días de haber quedado libres. Se han tomado medidas de carácter provisional, en espera de que vuestra honorabilidad las convierta en ley, desgravando a la pequeña propiedad urbana habitada por su dueño y a los predios de baja valuación trabajados por sus propietarios. Los afectados por el impuesto a las rentas no podrán aplicar sus porcentajes de utilidad líquida sobre los aumentos que sean consecuencia del mayor impuesto establecido a las ventas efectuadas en el mercado interno. Los aumentos de retribución del personal asalariado deben incidir sobre los beneficios de la empresa o patrono, prohibiéndose, en consecuencia, los aumentos de precios por tal causa. Las representaciones diplomáticas y consulares quedan exentas de todo gravamen fiscal, a condición de reciprocidad. Por decreto de 27 de octubre prohibióse la realización de nuevos juicios de expropiación, suspendiéronse algunos de los ya iniciados y se dispuso emprender tan sólo las obras públicas que autorizara el Consejo Económico Nacional. A una triple finalidad obedece esta medida: realizar economías en los gastos públicos, contribuir a la detención de la corriente inflacionista y permitir una mayor utilización de mano de obra, materiales y bienes en general a la demanda de los particulares. La creación del Consejo Federal Coordinador de Planes de Gobierno permitirá extender la eficacia de las medidas del expresado decreto. La ayuda financiera prestada a provincias y municipalidades tuvo lugar por medio de anticipos sobre los impuestos de coparticipación y facilitando la contratación de operaciones a corto plazo. Para compensar las oscilaciones del costo de la vida, la ley 13.478 estableció un suplemento variable sobre el haber de las jubilaciones, retiros y pensiones civiles y militares, y fijó un aumento de 3,75 unidades en el impuesto a las ventas para constituir un Fondo Estabilizador de Previsión Social. El Poder Ejecutivo adoptó inmediatamente las medidas necesarias para hacer viable la finalidad social perseguida. Las obras públicas se han ejecutado de acuerdo con las previsiones y las ne- 337 cesidades nacionales. Por el Consejo de Coordinación Interministerial se efectuó una selección de las obras del plan de gobierno que revisten mayor urgencia o cuya realización es indispensable para alcanzar alguna de las finalidades de bien público que el gobierno se ha propuesto. Esta tarea no sólo permitió establecer un orden de prioridad sino fijar la proporción en que deben invertirse los créditos del plan en la siguiente forma: viviendas, 20 %; provisión de agua potable, 5 %; obras hidráulicas, 20 %; transporte ferroviario y fluvial, 25 %; hospitales, 5 %; escuelas, 5 %; telecomunicaciones, 1 %; combustibles, 10 %; caminos, 4 %; dragado de rutas navegables, 2 %; puertos, 1,5 %; aeropuertos, 1 %; edificios públicos para dependencias en el interior, 0,5 %. También ha planificado el programa integral de todas las obras públicas de carácter civil a ejecutarse en 1949, dedicando especial atención a las necesidades de materiales y equipos. El gran aeropuerto acorde con la jerarquía del país, que se necesitaba y esperaba, es ya una realidad (aplausos prolongados). En efecto, han sido terminadas las obras que permiten su habilitación y son suficientes para su funcionamiento durante muchos años, en condiciones eficientes. La moderna autopista, la más ancha en Sud América, dotada de dos manos de 10,50 metros de ancho cada una, sin ningún cruce a nivel con las calles y vías férreas existentes, está terminada desde su empalme con la avenida General Paz hasta frente al edificio de la aeroestación, con un recorrido de 16 kilómetros y actualmente se está construyendo el tramo dentro de la Capital Federal. La flota fluvial ha alcanzado a transportar casi 500.000 toneladas de productos de nuestra economía. El nuevo sistema de transporte que se aplica en nuestros ríos, marca una nueva era en la vida de la Mesopotamia y del Norte argentino. Se ha continuado intensamente en la tarea de construcción de nuevos barrios para obreros y empleados, que permitirán albergar a breve plazo a miles y miles de familias argentinas. Un vasto plan de obras involucra la sistematización de la ribera del Río de la 338 Plata en una extensión de unos 6 kilómetros de costa con un total de 385 hectáreas ganadas al río, de las cuales, 275 están destinadas a la construcción de balnearios con sus instalaciones apropiadas, bosques, parques e implantaciones para la práctica de la pesca, recreo, natación y equitación. A fines del corriente año quedará habilitada la mayor parte de esta importante obra (aplausos). El adecuado descanso de los servidores del Estado ha continuado mereciendo la especial atención del Poder Ejecutivo y, en tal sentido, ha proseguido la ejecución de nuevas obras que amplían la capacidad de las colonias de vacaciones existentes o que las crea en otros puntos del país, haciendo accesible al disfrute de las bellezas y climas de otras regiones a la masa trabajadora. No se ha descuidado la obra vial. Las rutas que se construyen actualmente abarcan más de 7.000 kilómetros con un costo de 261.000.000 de pesos y se ha contratado la ejecución de nuevos tramos por valor de 130.000.000 de pesos. Los servicios de agua y desagües fueron atendidos normalmente en todo el territorio de la República, activándose las obras para dotar con estos servicios a nuevos centros poblados, así como para ampliar las instalaciones existentes. Los problemas de la tierra se condensan en la situación demográfica, y dependen de una política de colonización resueltamente emprendida por el gobierno, así como del mejoramiento de las condiciones de vida de los trabajadores del campo. Finalmente, era de todo punto de vista indispensable proceder a la revalorización de los productos de la tierra, a la fijación de un valor en relación con el nivel de vida interno y los precios internacionales, tanto en los artículos que nuestro país puede proporcionar como muy particularmente en aquéllos que le es forzoso adquirir para su desenvolvimiento. De nuestra política de colonización son testimonio los asentamientos realizados en las tierras fiscales, la protección al colono y la ley de arrendamientos y aparcerías rurales, con la creación de las Cámaras Regionales Paritarias de Conciliación y Arbitraje. La racionalización de la explotación agrícola ha merecido nuestra atención preferente, y uno de sus aspectos sintomáticos es el esfuerzo realizado para obtener una progresiva mecanización de los medios de trabajo. La relación del material importado con tal objeto, que ocupa parte muy importante de los contingentes globales, ilustra elocuentemente nuestra afirmación. 339 El gobierno ha proporcionado las semillas que sin su aportación habría sido sumamente difícil obtener, y ha establecido semilleros oficiales para la adquisición a los criadores particulares y su posterior distribución a los agricultores. Sólo en la zona suroeste de Buenos Aires fueron repartidos 67.000 cajones de semilla adquirida en el extranjero, distribuyéndose gratuitamente 330 toneladas de semilla de algodón. Se ha estimulado activamente la producción de substancias oleaginosas, importante rubro futuro de la prosperidad nacional. La creación de una red de estaciones zootécnicas, cuya utilidad se ha puesto de manifiesto en las pasadas campañas, integra el plan general de esta hora, por lo que a la ganadería respecta, a lo que se debe añadir el funcionamiento de once nuevas estaciones de reproducción. El país ha seguido con atención las incidencias de las negociaciones para la renovación del Acuerdo Andes, sobre la exportación a Gran Bretaña de nuestros excedentes de carnes. Es también de conocimiento público la actitud adoptada por la representación argentina en la Conferencia Internacional del Trigo que se llevó a cabo en los Estados Unidos. Ambos procesos forman parte de la necesidad considerada por nuestro gobierno de orientar la revalorización de los productos de la tierra sobre sus factores substanciales. Nosotros no nos hemos negado, en momento alguno, a revisar nuestros precios. Pero es justo que si se nos facilita el carbón cuatro veces más caro que en 1939 y los enseres y maquinarias cinco veces más, mantengamos la tesis de que se nos abone cuatro veces más el valor de nuestros productos, porque lo que con ello defendemos en justicia es nuestro poder de compra y, en última instancia, nuestro derecho a existir y comerciar. (Aplausos prolongados en las bancas y en las galerías. El señor presidente de la Nación agradece, poniéndose de pie). Colonización, racionalización de la explotación y revalorización de los productos de la tierra siguen siendo, en nuestra obra de gobierno, el plan central. El impulso de la industria y del comercio ha sido considerable. En el territorio nacional de Neuquén se ha efectuado un estudio geológico-económico del distrito minero de Andacollo, investigándose las posibilidades económicas de los yacimientos de minerales de oro, plata y plomo, y algunas manifestaciones alu340 vionales de mineral de mercurio. Las rocas de aplicación industrial y minerales no metalíferos de la provincia de Entre Ríos han sido estudiados, principalmente, para utilizar las arenas impuras, arenas para la industria química, calcáreas, yeso, areniscas y tierra para alfarería. Otros estudios se han realizado en Tierra del Fuego para determinar las existencias de minerales. En La Rioja, Catamarca, Jujuy, San Juan, Córdoba y Mendoza han sido relevadas geológicamente áreas muy vastas; en Tucumán se han efectuado investigaciones relacionadas con las vertientes de aguas salinas de la zona de El Timbó. Las perforaciones ejecutadas en el Chubut permiten incorporar automáticamente unas diez mil hectáreas de tierra por cada perforación que suministra agua. Hasta la fecha han sido entregadas unas doscientas mil hectáreas a las explotaciones ganaderas. Ciento sesenta mil litros de agua potable, de excelente calidad, a 60 grados centígrados de temperatura, se han obtenido de una capa artesiana situada en Comandante Espora, base aeronaval a corta distancia de Bahía Blanca. A 170 metros de profundidad fueron halladas aguas de óptima calidad en el Liceo Militar de Córdoba. Varias industrias han sido declaradas de “interés nacional”; se han estudiado las posibilidades de implantar nuevas industrias de acuerdo a las disponibilidades de materias primas y fuentes de energía, principalmente en Mendoza, San Juan y San Luis. Se han fijado normas para la elaboración de diversos productos alimenticios; han sido estudiadas la tipificación y fijación de precios de las materias primas y se ha procedido a la reorganización del Instituto Tecnológico, inaugurándose nuevos laboratorios. Setenta y seis plantas industriales radicadas en el exterior han sido autorizadas para incorporarse al país. Sus actividades principales son productos químicos, materiales plásticos, instrumentos de precisión, industrialización de fibras, tejedurías de algodón, lana, rayón y lino; metalurgia y mecánica, empresas de construcción y de transportes. Ha sido estudiada la organización funcional de treinta y tres empresas incorporadas, cuyos activos exceden de 274.000.000 de pesos, con objeto de arbitrar los medios adecuados para colocarlas en un plano de máxima producción. Se han propiciado medidas para aumentar la producción, facilitar la distribu- 341 ción y el transporte de mercaderías, restringir la exportación y, en caso necesario, fomentar la importación de aquellos artículos y materiales que el país no contaba en cantidades suficientes. Los precios de los renglones de consumo general han sido contenidos usando uno de estos dos sistemas: fijación de precios máximos o compensaciones a cargo del Estado. Por un valor de 2.010.000.000 de pesos han sido inscriptos, durante el año 1948, 125.783 contratos de prenda con registro. Estas operaciones han coadyuvado a la prosperidad general. Ochenta y dos mil toneladas de algodón ha consumido la industria, y ha producido 70.500 toneladas de hilados. A 1.100.000.000 de pesos alcanzan las obras hidráulicas y de electrificación terminadas en 1948 o que, al finalizar el año, se hallan en ejecución o en condiciones de ser inmediatamente comenzadas. Cuatro unidades, con una capacidad de 30.000 toneladas, se han incorporado a la flota petrolera. Se han explotado 220.000 kilómetros cuadrados. Medio millón más de metros cúbicos que el año anterior fueron elaborados en las destilerías fiscales. Ya están construidos 720 kilómetros de los 1.700 que, en total, ha de tener el gasoducto Comodoro Rivadavia-Buenos Aires (aplausos). Con la incorporación de las concesiones de Avellaneda, Cuatro de Junio, Lomas de Zamora y Bahía Blanca, ha quedado a cargo de la Nación el 97 % del volumen total de gas que se distribuye en el país. Los recursos energéticos, minerales sólidos, vegetales y derivados, son objeto de estudios y preferente atención. En materia de transportes se ha tenido que llevar a efecto en el transcurso del año último no ya el trabajo normal requerido por el desenvolvimiento mismo de aquellas actividades, sino que ha habido que empezar por crear y estructurar el organismo estatal que habría de tener a su cargo la dirección de tan importante aspecto de la vida del país. Nacionalizados los ferrocarriles y substituida la gerencia y administración foráneas por otras netamente argentinas, fueron muchos los problemas que se presentaron y no fáciles las soluciones requeridas. La influencia de la conflagración mundial en la carencia de toda clase de material de transporte es bien conocida y 342 tuvo repercusiones inmediatas de muy graves proyecciones (aplausos). Posiblemente el hecho de estar los ferrocarriles en manos extranjeras, fue causa de que, al amparo de desidias gubernamentales, todo el material indispensable para su explotación tuviese que ser importado. No era un buen sistema desde el punto de vista del interés nacional, pero podía serlo en orden a la cadena de intereses internacionales que venían rigiendo la economía mundial (aplausos). No ignoro las censuras lanzadas contra el organismo a cuyo cargo se encuentran los transportes, por aquellos sectores que tienen como única finalidad promover inquietudes y recelos, bien sea con finalidades políticas, bien sea con propósito de servir al capitalismo extranjero. Criticar una obra es más fácil que solucionar un problema. Sin desconocer la existencia de posibles errores, oportunamente rectificados y subsanados, que tuvieron su origen en la necesidad misma de tantear la solución de aquellas cuestiones, puedo asegurar que la labor, examinada en conjunto, arroja un saldo altamente favorable, sobre todo si se tiene presente que su acción alcanza a los transportes terrestres de toda clase, a los aéreos y a los marítimos. Se ha cuidado de garantizar la seguridad del tránsito ferroviario, lamentablemente afectado por el deplorable estado de conservación de las líneas; se ha creado la Empresa Nacional 17 de Octubre, que es el primer servicio automotor instalado por el Estado, concediéndose participación en las ganancias a los obreros y adquiriéndose un número considerable de modernas unidades de material rodante (aplausos); se han conseguido, merced a una organización racional, importantes ahorros en los gastos de explotación; se han mejorado e intensificado los capitales y los servicios de transporte aéreo, tanto en lo que afecta a las sociedades mixtas que realizan el servicio de cabotaje como en lo que se refiere a la FAMA. Se han incorporado a la matrícula nacional 81 buques de propiedad particular y 21 del Estado, cuyo movimiento, traducido en los respectivos datos estadísticos, refleja un volumen de interesantes proporciones en el intercambio comercial; se han introducido economías y se ha perfeccionado el sistema administrativo y contable de la comisión que el ministerio mantiene en Londres y se ha concertado la adquisición de 26 modernos trenes diesel. Al Estado, que empieza su actuación al frente de unos servicios nacionalizados, hay que concederle un crédito de confianza. Nadie de buena fe podrá decir que diez meses de actuación representan espacio suficiente para la feliz solución, en circunstancias mundialmente anormales, de los complejos problemas del transporte. 343 Debo señalar, entre ellos, la eliminación de los pasos a nivel dentro de las grandes ciudades. Es éste un asunto que en la Capital Federal causa graves trastornos y ofrece peligros de frecuente y desgraciada comprobación. Se encuentra ya en estudio la solución adecuada que, por otra parte, una vez lograda significará un apreciable ahorro en los gastos de explotación. El problema de los transportes urbanos en el Gran Buenos Aires ha merecido también muy señalada atención por parte del Poder Ejecutivo, adoptándose, entre otras medidas relacionadas con la adquisición de material rodante y de establecimiento de nuevos recorridos, el acuerdo de invertir 154.000.000 de pesos en la construcción y extensión de líneas subterráneas en la Capital Federal. Por otra parte, la situación precaria en que se venía desenvolviendo la Corporación de Transportes de la Ciudad de Buenos Aires, obligó a declarar la caducidad de la concesión otorgada, ordenándose su liquidación y encomendando a la Comisión de Control el estudio de la futura organización de los servicios públicos de transporte urbano, dejándolos a cargo del Estado (aplausos). Diecisiete oficinas de correos nuevas, treinta y ocho dependencias reabiertas y ciento dos estafetas de nueva creación es el saldo de las habilitaciones del ejercicio que nos ocupa. En el ramo de telecomunicaciones fueron creadas veintisiete oficinas mixtas, nueve radioestaciones en cabeceras de distritos y otros servicios menores; 509 kilómetros de línea fueron reparados, aumentándose nuevos conductores en una extensión de 372 kilómetros. De las ochenta obras licitadas para la construcción de edificios para oficinas de correos, se ha iniciado la ejecución de sesenta y ocho. Han sido rescatadas las acciones de la ex empresa mixta de teléfonos por un valor de 150 millones de pesos al precio de 102 % (aplausos) y los debentures por valor nominal de 66.846.000 al precio de 101,50 pesos por ciento. Las estaciones en funcionamiento han aumentado en número de 23.746. El total de llamadas interurbanas ha sido de 27 millones. Otro renglón de capital importancia, que el Poder Ejecutivo ha tratado con el mayor celo, es el relativo a la salud pública. El plan analítico del gobierno se ha ido cumpliendo de acuerdo a las etapas previstas con los inconvenientes naturales que, de un modo general, se han pre344 sentado en todo el país en materia de mano de obra y de materiales. Se han instalado prácticamente casi todos los institutos de investigación y tratamiento a que se refiere la ley 13.019, y también algunos no previstos, pero que la práctica demostró que eran necesarios. Las delegaciones regionales, que constituyen una réplica administrativa y técnica de la organización central, van extendiendo paulatina y racionalmente su acción, aunque no sin tropezar con dificultades locales, pues es difícil incorporar in situ personal competente. Se ha organizado el transporte aéreo de enfermos, mediante 12 aviones-ambulancias que trabajan en coordinación con las delegaciones y 100 ambulancias terrestres que fueron distribuidas por todo el país. Se han instalado 7 hospitales regionales con 400 camas y 30 microhospitales rurales con 14, ampliándose pabellones y servicios en los ya existentes. Se pusieron en funcionamiento 5 maternidades, creándose y habilitando 50 Centros de Maternidad e Infancia en zonas alejadas de territorios y provincias; se creó además el Instituto de Puericultura de Córdoba y 60 Centros de Maternidad e Infancia que serán reorientados. Las actividades vinculadas con la fabricación, distribución y expendio de medicamentos, fueron rigurosamente controladas, evitándose el agio, permitiéndose no obstante aumentos de precios a los industriales cuando dichos aumentos obedecen fehacientemente a correlativas alzas de materias primas y de mano de obra. No se dudó un momento en poner en manos de la justicia a los falsificadores de medicamentos descubiertos el 1.o de marzo de 1948, con el propósito de que el artículo 200 del Código Penal, delito contra la salud pública, dejara de ser letra muerta, como lo había sido desde la sanción del código. Se ha creado un organismo especial para estudiar las materias primas del país, vinculadas con la fabricación de medicamentos, integrándose la organización con un grupo importante de investigadores. Se difundió el sistema EMESTA, con el propósito de obtener, con la colaboración privada, una línea de productos económicos, distribuidos por el propio ministerio. El Instituto Nacional de Hemoterapia, creado en 1947, cumplió una acción extraordinaria, extendiendo sus filiales al interior del país, tomando como base de operaciones la ciudad de Córdoba y los hospitales nacionales. Se instalaron 60 consultorios odontológicos debidamente equipados y se puso 345 en funcionamiento el Hospital Nacional de Odontología de la Capital Federal. Se ha planificado la lucha contra el cáncer sobre la base del diagnóstico precoz, la educación popular, el tratamiento con rádium y radioterapia, haciendo llegar equipos y materiales muy completos a zonas antes tributarias de Buenos Aires. La campaña antipalúdica ha determinado la desaparición del paludismo endémico. Bastan las cifras: en 1946 se registraron 100.000 casos nuevos de paludismo. En 1948 se anotaron sólo 6 casos (aplausos prolongados). Los estudios sobre climas, aguas termales y minerales han proseguido, ajustándose el funcionamiento de los dos nuevos hospitales hidrotermales para obreros, inaugurados en Río Hondo y en Carhué. La medicina del trabajo fue dotada de organismos técnicos, lo más completos posible; el Laboratorio de Higiene Industrial, el Instituto de Clínica Tecnológica, el Hospital Tecnológico en vías de Habilitación en Nueva Pompeya (400 camas), el Museo de Medicina del Trabajo y el Taller de Rehabilitación de Obreros Inválidos. La política demográfica ha merecido el especialísimo cuidado que su influencia ejerce sobre el futuro argentino. La dispersión de esfuerzos ha sido corregida centralizando en uno los servicios de inmigración que antes dependían de diversos centros administrativos. Pero el paso que falta dar aún es reunir en un organismo no sólo la administración, sino las funciones de orientar y ejecutar la política demográfica, inmigratoria y colonizadora. La población, base esencial de la existencia moral del Estado, reclama una celosa vigilancia y una planificación minuciosa en cuanto a selección, encauzamiento y radicación de inmigrantes se refiere. De ahí la necesidad impostergable de crear el organismo estatal que concentrando aquellas actividades e interpretando los deseos del Poder Ejecutivo lleve adelante, con unidad de pensamiento y de acción, todo cuanto concierne a migraciones, colonización y población, incluyendo en ello la administración de la tierra fiscal, como primer paso tendiente a lograr de modo realmente justo y eficaz el deseo tantas veces enunciado de que, aquélla, sea un patrimonio del que la trabaja. De tal modo, planificada la promoción y selección de las corrientes migrato346 rias, mediante la concertación de convenios adecuados, y encauzada su actividad en el país por una adecuada oferta de trabajo, efectivizada por la acción estatal de vigilancia, ayuda y protección, cabe esperar de este aporte valioso de energía un mayor y mejor aprovechamiento de la riqueza nacional. Interminable sería la tarea de enumerar uno por uno todos y cada uno de los resultados obtenidos con la obra de gobierno realizada por los órganos de la administración nacional. Pongo, pues, punto final a la reseña de los hechos que he considerado más significativos de la labor realizada desde 1.o de mayo de 1948 a fin de marzo del corriente año (aplausos). La labor que ha realizado el Poder Ejecutivo en materia de Trabajo y Previsión es bien conocida y no necesita de amplias explicaciones. Su acción para el mejoramiento de condiciones de vida de los trabajadores y para su capacitación técnica, así como la obra realizada en lo que se refiere a higiene y seguridad de trabajo, previsión social y asistencia de los menores, mujeres y ancianos desamparados, adquiere cada vez mayores proporciones, y también es de día en día más eficaz su intervención en los conflictos entre capital y trabajo (aplausos). Unos cuantos datos estadísticos sirven para probar aquella realidad mucho mejor que cualquier comentario o apreciación subjetiva. En 1948 se recibieron 121.019 denuncias por accidentes del trabajo; el monto de las indemnizaciones correspondientes a las mismas se elevó a más de $ 7.000.000, y los juicios iniciados por obreros y empleados bajo el patrocinio jurídico gratuito del Ministerio de Trabajo y Previsión representan un total en el monto de los derechos declarados de cerca de 3.000.000 de pesos. Se han acordado 4.905 subsidios a la vejez por valor de más de 10.500.000 pesos (aplausos). Intensa ha sido la labor realizada en punto a orientación profesional y aprendizaje. Con las 38 escuelas y los 55 cursos establecidos en 1948 llegan a 131 escue las y 204 cursos los servicios actualmente en funcionamiento. El total de alumnos inscriptos alcanza a 32.500 (aplausos). La estadística social nos proporciona datos del mayor interés. Entraron, en el último año, 154.000 pasajeros de ultramar, mientras que salieron 34.000, lo que deja un saldo neto de 120.000 nuevos habitantes, de los cuales 109.000 eran pasajeros de segunda y tercera clase, y los 11.000 restantes, de primera clase. 347 Cabe apuntar que esta última cifra resulta extraordinaria con respecto a los años anteriores, en los cuales se equilibraba el movimiento de entrada y salida de pasajeros de primera clase. Revela este dato el ansia de establecerse en nuestro territorio, pues colmadas las facilidades de inmigración proporcionadas por el gobierno y las empresas navieras, la masa inmigratoria recurre y se obliga a obtener pasajes de primera clase. Es también síntoma de que existe una inmigración que viene a la Argentina con medios económicos considerables. La incorporación de esa masa humana no provoca problemas de ocupación: la escasez de brazos es bien conocida y consecuencia de nuestro desarrollo industrial. Nuestra industria, que en 1935 empleaba 452.000 obreros y 846.000 en 1943, ocupó un promedio durante el año pasado de 1.169.000 (aplausos). El incremento en los salarios pagados, ha seguido un ritmo aún superior: mientras la ocupación aumentaba en 38 % entre 1943 y 1948, el monto de los salarios pagados al conjunto de los obreros industriales pasaba de 1.285.000.000 de pesos en 1943 a $ 4.750.000.000 en 1948, o sea un incremento del 270 por ciento. De la relación entre ambas cifras se deduce que el ingreso medio del obrero argentino creció en 167 % desde 1943. Solamente en el último año el aumento fue de 33,5 por ciento. Como ya es común, se aducirá que si los precios aumentan, el incremento de los salarios pierde en parte su eficacia. Es necesario, sin embargo, comparar las magnitudes relativas de los fenómenos de alza para llegar a conclusiones válidas. El costo de la vida también tiende a alcanzar valores más altos. Si se parte de la base 1943 igual a 100, se llega a un índice promedio de 180 para 1948 y de 216 en marzo de este año. El fácil cómputo aritmético demuestra que a un mayor salario industrial del orden de 167 % se opone un alza en el costo de la vida de 80 %, si se compara 1948 con 1943, y que a un incremento de 33,5 % del ingreso obrero en el último año corresponde un mayor costo de la vida de 12,5 por ciento. Podríamos seguir comparando datos estadísticos para llegar siempre a la conclusión de que esa diferencia entre costo y salarios ofrece un resultado altamente favorable a las condiciones de vida de nuestra clase trabajadora. Carece de fundamento la aseveración que algunos sectores, con clara inten348 ción política, tratan de difundir en el sentido de que los beneficiarios del mayor rendimiento del salario corresponden al interés del poder público en mejorar sus condiciones de vida y promueven huelga tras huelga. El dato preciso para refutar tal concepto se encuentra en el hecho de que en todo el país, en 1948, las jornadas perdidas por huelgas en la industria no alcanzaron al 1 % del total de las jornadas laborables: fueron exactamente el 0,9 % (aplausos). Resulta satisfactorio comprobar la mínima influencia perturbadora de los conflictos sociales en el volumen físico de la producción. La tiene en mayor grado el ausentismo personal “por motivos particulares” que, en 1948, redujo en 3,7 % el total de las jornadas laborables. La disminución en el tiempo trabajado por obrero, que el año anterior parecía haberse detenido, continuó en 1948, de lo que resulta que el obrero argentino trabajó en 1948, término medio, un 10 % menos que en 1943. Importa señalar que no obstante los hechos apuntados, la producción industrial en el año 1948 ha sido muy superior a la de los años transcurridos desde 1943 inclusive; diferencia favorable que aun habría sido mayor, como es lógico, si el ausentismo hubiese sido menor. Efectivamente, el volumen físico de la producción industrial argentina –esto es, medido en las cantidades materiales producidas, no en su valor– registra un aumento de 34,5 % desde 1943, siendo ese incremento mayor en la producción de bienes durables (67,5 %) que en la de bienes de consumo (23,3 %). Los obreros argentinos, trabajando menos, producen más. Ha aumentado el rendimiento medio por hora trabajada y si no ha sido mayor la producción es porque se han trabajado menos horas. El mayor rendimiento debe atribuirse a una mejor capacitación de los operarios como resultado de las medidas adoptadas y de la mayor cantidad de maqui narias instaladas como consecuencia de la política de industrialización que hemos seguido (aplausos). No ha sido ajeno a este resultado el ordenamiento de las condiciones de trabajo a través de convenios, laudos y decretos de los cuales entraron en vigor en 1948: 1.074 convenios, 469 decretos y 72 laudos. Recuérdese que en 1943 se firmaron sólo 4 convenios colectivos y se verá el progreso realizado. La previsión social también se ha afianzado en forma notable: en el quin- 349 quenio 1943-1948 el número de afiliados al Instituto Nacional de Previsión Social pasó de 482.000 a 3.245.000; es decir, que se multiplicó 7 veces. Queda así afianzado no sólo el bienestar material presente, sino que se asegura el bienestar futuro (aplausos). La conciencia previsora se desarrolla también fuera de la esfera de la obligación legal: los depósitos en cajas de ahorros bancarias se incrementaron durante el año pasado en 850.000.000 pesos. El total de depósitos de ahorro alcanzaba, al 31 de diciembre último, a 6.094.000.000 pesos contra 2.761.000.000 en igual fecha de 1943. En el quinquenio, pues, se ha duplicado con exceso el ahorro popular. Problema social de notoria gravedad es el relativo a la escasez de vivienda. El Poder Ejecutivo no ha regateado su esfuerzo para aumentar la capacidad de habitación en la Capital Federal y en otros grandes núcleos urbanos; y lo ha hecho no sólo en atención a las necesidades de los trabajadores de menores ingresos, sino también a los de tipo medio. A este propósito, yo quisiera recabar del Honorable Congreso la pronta consideración de la ley que sobre fomento de la vivienda figura en el Plan de Gobierno. Contiene normas que posiblemente, con pequeñas modificaciones derivadas del cambio de circunstancias desde la fecha en que fue redactada hasta el día de hoy, habría de rendir muy considerables ventajas y representaría también una nueva muestra de la compenetración y colaboración existentes entre los Poderes Ejecutivos y Legislativo. Ningún esfuerzo en lo que se refiera a construcción de viviendas es despreciable. Así, por ejemplo, la aplicación del decreto encaminado a facilitar la construcción de viviendas sobre edificios de planta baja y espacios libres, ha permitido que se ultimen con el Banco Hipotecario Nacional 836 operaciones durante el año 1948, por un valor de 33.000.000 de pesos, cifra muy superior a la del año precedente. Se ha impulsado también por el propio banco la construcción y adquisición de viviendas de propiedad colectiva, habiéndose inscripto durante el año que se lleva de experiencia 3.711 personas solicitantes de los créditos correspondientes, por un valor de 35.000.000 de pesos. En el momento presente se encuentran ya constituidas 212 sociedades adquirentes de propiedad colectiva. Fuera de ese tipo de préstamos de finalidad especial, el banco, dentro de 350 sus operaciones normales, ha prestado 560.000.000 de pesos para toda clase de edificaciones. De ellos 435.000.000 de pesos para la adquisición de la vivienda familiar propia. El mismo banco, por intermedio de la Administración Nacional de la Vivienda, ha dado principio de ejecución a un vasto plan dentro de la zona del Gran Buenos Aires. La primera etapa ya ha comenzado y comprende cerca de 4.000 unidades con varios ambientes, para lo cual se invertirán en el año alrededor de 125 millones de pesos y la capacidad de albergue no será inferior a 15.000 personas. Es innecesario decir que la acción de la entidad bancaria oficial se extiende a otras muchas ciudades del interior. El Poder Ejecutivo se ha propuesto dar unidad a la educación del pueblo argentino, formando su conciencia histórica, fijando los objetivos mediatos e inmediatos y exaltando la voluntad ferviente de servir a Dios, a la patria y a la humanidad. Nuestra educación debe imponer los siguientes principios: 1.o) Que en la conciencia encaje exactamente la justicia. 2.o) hacer comprender que el fin de la vida no es la riqueza, sino la virtud. 3.o) Que el individualismo es egoísta y destructor. Que el hombre no puede vivir aislado; de consiguiente, debe desarrollar su espíritu social, de cooperación altruista. Que fijando con precisión los deberes y los derechos sociales se hará efectivo el amaos los unos a los otros (aplausos prolongados). 4.o) Que el conflicto humano es esencialmente un conflicto entre la fe y la incredulidad. Que la recuperación de la fe es el objeto de nuestra cruzada, que se inspira en la verdad y en el bien común. 5.o) Afirmar, como fundamento de la democracia, la expresión del pueblo en comicios libres. 6.o) La conciencia nacional ha de formarse en concordancia con el lenguaje, con la historia, con las tradiciones argentinas y con el conocimiento objetivo y directo de todo el país por sus habitantes. Así se afirmará el concepto de patria y de soberanía (aplausos). 7.o) La economía ha de orientarse con un amplio espíritu de justicia distributiva. Enseñando a respetar el capital, como que él es trabajo acumulado, pero enseñando también que él no puede ser nunca un factor de opresión y esclavitud nacional o internacional. 8.o) Cuidado y vigilancia de la salud. Educación sanitaria en la que se comprende la educación física. 9.o) Estimular por todos los medios la educación moral, científica, artística, práctica y vocacional de acuerdo con las aptitudes de los educandos y las necesidades regionales del país. 351 Las metas de la escuela argentina fueron hasta hace muy poco tiempo: la riqueza, la sabiduría y la jubilación. Hoy las metas de la escuela son: 1.o– Entronizar a Dios en las conciencias, exaltando sobre lo material lo espiritual (aplausos). 2.o– Suprimir la lucha de clases para alcanzar una sola clase de argentinos: los argentinos bien educados (aplausos). Educación integral del alma y del cuerpo: educación moral, intelectual y física. 3.o– Unir en un solo anhelo, en una sola voluntad, a todos los argentinos. Para que ese sentir nacional se ahonde y tenga profundas raíces en todo el suelo de la República, hemos extendido el ámbito del aula a los cuatro confines de la patria. El joven argentino debe conocer todo su país no por referencias, sino por sus propias comprobaciones (aplausos). 4.o– Cada argentino debe ser un valor perfeccionado de alta capacidad técnica y gran impulso creador. Cada argentino debe considerarse indispensable para la vida del país. El milagro de nuestra grandeza no será efectivo hasta que el último y más humilde no sienta el honor de serlo y no se sienta entonces indispensable para el porvenir de la patria (aplausos). 5.o– Cada ciudadano debe aspirar a ser dueño de un pedazo de suelo y de un pedazo de cielo de su patria. Dueño en lo material de un pedazo de suelo para fecundarlo con su esfuerzo y embellecerlo con su inteligencia; en lo espiritual, de un pedazo de cielo en el que quepan sus ansias de perfección moral. 6.o– Difundir la doctrina de independencia económica y política para afianzar la paz nacional e internacional por el reinado de la justicia. (¡Muy bien! Los señores legisladores y ministros, como también el público de las galerías, de pie, aplauden insistentemente al señor presidente de la Nación, quien agradece las manifestaciones). Sr. Presidente.– Invito a la Honorable Asamblea a pasar a un breve cuarto intermedio. Así se hace siendo las 10. 352 Siendo las 10 y 25, dice él Sr. Presidente. – Continúa la sesión de Asamblea. El excelentísimo señor presidente de la Nación continua la lectura del mensaje: En mensajes anteriores he tenido la honra de exponer a vuestra honorabilidad los fundamentos doctrinales de la nueva política económica argentina y los rápidos progresos alcanzados para pasar de una economía de tipo capitalista a una economía social. Parecería que la amplitud de argumentos aportados y la abundancia de hechos producidos como consecuencia de las nuevas normas económicas, hubieran bastado para convencer a los más reacios de los favorables resultados obtenidos. Desgraciadamente, el interés político, la pasión partidista o la apatía en juzgar por sí y en forma independiente de los cenáculos malevolentes, han desviado la recta interpretación de los hechos y la correcta apreciación de los esfuerzos que el gobierno realiza. Resulta realmente inconcebible que ante una convulsión económica mundial como la que estamos viviendo, frente a las actitudes adoptadas por la gran mayoría de países cuya potencialidad económica absorbe la casi totalidad de los recursos mundiales y en vista de la fantástica acumulación del oro mundial por parte de un solo país, no exista el suficiente grado de patriotismo para examinar la situación con la serenidad que requieren los problemas que afectan a la decisión argentina de ser económicamente libre. Dos órdenes de inconvenientes se oponen a nuestra acción: los que nos crean quienes antes lucraban con el trabajo de nuestro pueblo y los derivados de una situación anormal producida por las consecuencias de la última guerra y por los temores de una nueva contienda. Si estos últimos inconvenientes son el tributo que los pueblos debemos pagar para mantener una convivencia más o menos aceptable o una concordia más o menos prolongada, procuramos aceptarlos como una imposición ineludible de la historia y seguimos bregando para soslayarlos o impedirlos en la medida de nuestras fuerzas. Pero los inconvenientes que nacen de la maldad de unos egoístas que para recuperar sus privilegios menosprecian el bienestar que van alcanzando las populosas masas argentinas, y para lograr sus bajos objetivos no titubean en desprestigiar a nuestra patria y en difamar a los hombres que estamos empeñados en evitar que sea posible un retroceso en 353 la marcha que hemos emprendido, habrán de caer desmenuzados por la fuerza incoercible de la verdad y de la entereza que guía nuestros pasos (aplausos). Los diez mil griegos que partieron de Sards a las órdenes de Ciro tardaron un año y tres meses en llegar a la Propóntide conducidos por la prudencia de Jenofonte. Pasaron hambre, frío, incomodidades y vejaciones. Incluso la desilusión y las traiciones encontraron eco en sus falanges, pero les conducía una fe que los hacía invencibles. Las rivalidades internas se nublaban cuando se requería el esfuerzo de conjunto. No había tracios, lacedemonios ni atenienses en la hora decisiva. No había más que griegos para la lucha y para el triunfo. ¿No podemos esperar que en el gran empeño de ser seamos uno solo todos los argentinos? ¿Puede un matiz político ser tan fuerte que nos separe mientras marchamos a la consolidación de nuestra independencia? (aplausos) ¿Podemos admitir impasiblemente las actitudes hostiles, las acciones contrarias a un esfuerzo que venimos realizando, pueblo y gobierno, en beneficio exclusivo de nuestra patria? En nuestros días, al igual que cuatro siglos antes del nacimiento de Cristo, la defección de los ciudadanos, en las horas solemnes de la patria, ¡no tiene más que un solo nombre! (aplausos). Si contemplamos fríamente el acontecer económico del mundo en estos últimos tres años, vemos que la Argentina, parte minúscula dentro del complejo económico mundial, ha sabido aguantar y resistir los embates de fuera y los alfilerazos domésticos. La conmoción financiera, la presión internacional sobre los mercados y control de los precios, han sido resistidos con éxito por la Argentina. Las campañas de agitación política interna han pretendido convencer al pueblo [de] que la inflación, en vez de ser un fenómeno exterior que repercute en nuestra economía, era consecuencia de una mala política interna. El choque internacional ha repercutido amortiguadamente en nuestra casa gracias a las medidas de previsión adoptadas antes de que aquél se produjera o a medida que se percibían actitudes desfavorables. Este antagonismo no es una novedad a la que nuestro país sea el único que se vea obligado a hacer frente en las actuales circunstancias. A pesar de la corriente fuertemente internacionalista a que se abocaron todos los países al término de la primera guerra mundial, Lucien Brocard159 decía en 1931: “Las naciones están 354 unidas unas a otras con más intensidad que nunca por el comercio de mercancías y de capitales..., pero al propio tiempo que la evolución económica aproxima a las naciones, desarrolla una multitud de influencias que, en su conjunto, tienden a multiplicar entre ellas las ocasiones de conflicto y a exasperar su lucha”. Palabras acertadísimas, que hoy vuelven a revestir plena actualidad. Si algo podría añadirse es que, con el correr de los tiempos, se ha agravado el antagonismo, porque se ha demostrado claramente que las dos grandes guerras últimas que ha sufrido la humanidad no perseguían otro objetivo que acaparar, uno u otro bando, la economía mundial. Los argentinos, como ciudadanos de un país libre y gallardo, tenemos la obligación de oponernos a cualquier suerte de avasallamiento, sea quien sea el que lo intente. Para ello no hemos de reparar en medios ni en sacrificios. Dije, hace más de cinco años que, si por rechazar cualquier imposición debíamos prescindir de las comodidades de la civilización, estábamos dispuestos a cualquier sacrificio (aplausos). Que mientras tuviésemos caballos, los criollos no echaríamos de menos los automóviles; y si ni caballos poseyéramos, a pie recorreríamos nuestros caminos sin fin. Y si algún osado quisiera acorralarnos, para defender nuestra patria no precisaríamos los adelantos atómicos ni las armas automáticas. Nos bastaría una tacuara, nos bastarían nuestros puños mientras en nuestros pechos palpitara nuestro corazón. (¡Muy bien! Aplausos prolongados. Los señores legisladores y los concurrentes a las galerías, de pie, aplauden insistentemente. El señor presidente de la Nación agradece, poniéndose igualmente de pie). No es que yo crea que este caso llegue a presentarse a los argentinos. No vayan a interpretar los agoreros que preveo desastres y calamidades. Sólo expreso la convicción bien arraigada en mi espíritu de que los argentinos constituimos un pueblo que no sabe doblegarse ante ninguna imposición. ¡A las buenas, todo! ¡Frente a una amenaza, nada! (aplausos prolongados). ¡Dicen que no tenemos reservas de oro! Lo que es falso como lo evidencian los balances del Banco Central. ¡Nos compadecen porque la moneda no está suficientemente respaldada! Yo les contestaré por boca de la Delegación del Oro del Comité Financiero de la extinguida Sociedad de las Naciones: “La teoría mo- 355 netaria clásica no dejaba de ser una construcción abstracta, sólo realizable en unas condiciones económicas ideales, que no otra cosa constituye el librecambio universal preconizado por los economistas liberales”. El presidente del Midland Bank, mister McKenna160, afirmó: “Ha pasado el tiempo de la creencia infantil de que mientras la moneda está respaldada por el oro todo va bien. Una experiencia terrible ha destruido esta fe. Hemos comprobado que la vuelta al oro no llevaba en sí la prosperidad y que su abandono no acarreaba la ruina... Esto es así, a pesar de que será difícil desarraigar la convicción profunda de que el oro es el respaldo más firme para una moneda sana, la protección más segura contra la inflación y la mejor intervención política en las monedas. La experiencia demuestra que, a pesar de la existencia del oro, la impresión tan extendida de que actúa automáticamente es una pura ilusión. De hecho siempre debe ser dirigido en una cierta medida... No veo porqué debe alarmarnos la idea de una moneda dirigida”. Debemos preguntarnos, pues, si el sistema dinerario apoyado en el oro ha impedido la desvalorización producida por las guerras o esta desvalorización ha sido consecuencia de las medidas de gobierno. La respuesta, por poco que consideremos los hechos que el siglo en que vivimos ha puesto ante nuestros ojos, es, evidentemente, negativa en ambos supuestos. El respaldo oro ha sido en muchas ocasiones un estorbo al progreso económico, pues cada vez que se ha desvalorizado, como consecuencia de un aumento de su producción, mayor ha sido la expansión económica y más decididamente se ha acentuado la prosperidad de un país. Desde el momento en que un solo país tiene las tres cuartas partes del oro del mundo, este metal ha perdido la importancia que tenía anteriormente (aplausos). Ya no puede ejercer las funciones reguladoras que antes tenía confiadas. No por haberse producido tal acaparamiento el mundo se ha venido abajo, ni los países se han arruinado. Debemos preguntarnos si con la eliminación del oro como factor de garantía monetaria no se ha librado al mundo de una tiranía ejercida 356 arbitrariamente por un puñado de acaparadores, y si la moneda de cada país no se sacudirá el yugo a que la tenían uncida los que manejan el comercio internacional. No caeremos en la ingenuidad de pretender ilusionarnos con el truco irresponsable del papel moneda. Pero nuestra política económica, como aplicación práctica de los principios políticos que informan nuestro movimiento, tiende a buscar un respaldo muy superior, mucho más efectivo que el de un montón de oro apilado en los sótanos de un banco o en las entrañas de la tierra. El respaldo de nuestra estructura económica lo hemos buscado en la potencialidad de nuestro pueblo y de nuestra propia riqueza: en la ocupación total de nuestros brazos y en el incremento positivo y consolidado de nuestra renta nacional (aplausos prolongados). Ha dicho un destacado economista que “un sistema político sólo triunfa si tiene fuerza para imponerse, y una vez que ha triunfado obliga a la adopción en el ámbito económico de los principios que lo informan. El triunfo de los movimientos políticos de signo social lleva unido, por consiguiente, un determinado tipo de política dineraria, pues no puede haber, a la larga, una disociación entre lo político y lo económico, y es ilusorio pretender alcanzar los fines de una política de signo social con una organización dineraria propia de un sistema de signo individual”. O más claramente dicho, en el lenguaje llano con que siempre he hablado a mi pueblo, a un sistema político ejercido por los oligarcas corresponde una política económica que favorezca a las doscientas familias privilegiadas; pero a la política peronista le corresponde llevar a cabo una política económica que lleve el bienestar a toda la masa del pueblo que antes era explotada por la oligarquía. (Aplausos prolongados en las bancas y en las galerías. El señor presidente de la Nación agradece, poniéndose de pie). No llevaremos nuestra acción a términos de venganzas; nos basta conducirla por sendas de equidad. No nos importa que sus bienes sigan produciéndoles rentas; nos basta con que la riqueza del país llegue al más apartado rincón y al más humilde de los ciudadanos. Contrasta, pues, nuestra actitud con la de estos señores que, a pesar de que afirman que los estamos arruinando, cuentan con abundantes medios económicos para trasladarse con sus familias, su servidumbre y buen número de sus amistades a los más elegantes balnearios y playas del país 357 y del extranjero y censuran nuestra política económica porque quisieran escurrir las fuentes de riqueza hasta la última gota. En su egoísmo les duele la parte que hoy va al pueblo proporcionándole gustos, satisfacciones y comodidades que antes ellos le impedían que disfrutase (aplausos). Yo sé que no ha llegado el bienestar anhelado a todos los ámbitos del país. Era mucha la injusticia y mucho el atraso que encontramos hoy hace tres años, al subir al poder. Todo va en camino de lograrse, pero debemos preguntarnos si cada uno de nosotros sabemos cumplir con nuestro deber y si hemos puesto el empeño necesario y hemos hecho el esfuerzo que el país esperaba de cada uno de nosotros (aplausos). Estamos en pleno proceso de racionalización económica. Este ordenamiento ha de llevarnos al incremento notorio de la renta nacional. Nuevas actividades, que nos conducen a diversificar la producción en todas sus etapas, acrecientan nuestra riqueza y llegarán a la expansión del bienestar general: único objetivo que preside nuestras aspiraciones y nuestros desvelos. En 1943 se calculaba en 12.000.000.000 el valor de la renta nacional; este valor alcanzó a 31.000.000.000 en 1948. El ingreso anual que per cápita correspondía en 1943 a cada argentino era de 800 pesos; en 1948 esta cifra se elevaba a 1.900 pesos por cabeza. El proceso de industrialización va acompañado de la consolidación de los mercados y de la tipificación de los productos agropecuarios. Puede haber trastornos momentáneos y desplazamientos más o menos rápidos. Son acontecimientos propios de toda transformación. Puede haber plétora de brazos en las ciudades ante la despoblación de algunas zonas rurales, pero no debemos preocuparnos demasiado del éxodo del campo. Fácilmente puede restablecerse el equilibrio con la inmigración que no se descuida. Además, sin olvidar la atención que las actividades agropecuarias merecen y el destacado papel que tienen en nuestro sistema económico, debemos tener en cuenta que cuando la mayor suma de energías de un país se vuelca a la agricultura es en las primeras etapas de su evolución económica y que, a medida que se implanta y perfecciona la técnica industrial, tienden a equilibrarse las energías dedicadas al campo y a la industria. Al aumento de circulante podemos oponer la satisfacción de las nuevas necesidades que se han creado las masas argentinas, reflejo de unas mejores condi358 ciones de existencia; la instalación de nuevas industrias; el inusitado crecimiento de la construcción de viviendas; la transformación de los medios de riqueza; sus leyes protectoras del mayor número de ciudadanos; la dulcificación de los usos y prácticas sociales. Todas estas ventajas y mejoras, todos estos beneficios y ascensos en la vida de nuestra población, a pesar de significar una suma considerable que ejerce su influencia, no pesa en el proceso [inflacionario] lo que representan los agentes externos de presión. Estos agentes externos gravitan de modo más o menos directo sobre la economía de todos los países. Únicamente se verían descongestionados si el país que posee la casi totalidad de las reservas mundiales y, a la vez, influye con sus exportaciones y altos precios, adoptara medidas adecuadas. Por nuestra parte podemos afirmar que las medidas de prudencia adoptadas en el ejercicio vencido han contribuido a neutralizar las exageraciones. Nosotros hemos adoptado nuestras medidas de defensa, y si mantenemos con energía nuestras decisiones, difícilmente nos veremos defraudados. Nuestro futuro depende de mantener un alto nivel de ahorro nacional y de que el nivel de inversiones que con tal ahorro se realicen mantenga, en lo posible, el nivel de plena ocupación y de óptimo rendimiento. Aumentar la producción y, consiguientemente, la renta nacional, conducirá a variar la estructura económica hasta lograr una economía agropecuaria e industrial equilibrada. Nuestro anhelo consiste en acercarnos a este equilibrio. Por esto no pueden dolernos los sacrificios que nos impone satisfacerlo. La velocidad adquirida en el crecimiento de los medios de pago ha sido frenada, suprimiendo, ante todo, los créditos de carácter especulativo. Se han reducido en el 1 % mensual las sumas de redescuentos que el Banco Central acuerda a los bancos para sus préstamos particulares. Solamente se han considerado los pedidos de crédito para la instalación de nuevas industrias o ampliación de las existentes en el caso de que aquéllas fueran de interés nacional o ingresaran al país trayendo el personal necesario. Los préstamos hipotecarios se han otorgado tan sólo cuando se ha tratado de aumentar efectivamente la capacidad de vivienda. Los bancos, además, deben atender con preferencia los pedidos destinados a satisfacer las necesidades estacionales que requieren la recolección, industrialización y comercialización de la producción nacional, cuidando, al propio tiempo, que el crédito beneficie por igual a las distintas zonas del país. Igualmente se 359 satisfacen los créditos a corto plazo que requiere el sector comercial para la atención de su normal desenvolvimiento. Se ha ordenado la política de importaciones. En el curso de 1948 la evolución del mercado de divisas ha requerido una intervención más intensa a fin de lograr una utilización racional de nuestras reservas de oro y divisas. En septiembre fue ajustado el régimen de otorgamiento de permisos de cambio a un estudio previo en cada caso, lo que permitió orientar las importaciones hacia países con los cuales disponíamos de mayores facilidades de pago. Para acrecentar la capacidad productiva de importantes actividades y poner en funcionamiento las nuevas plantas adquiridas, ordenáronse las adquisiciones en el extranjero con objeto de atender el pago de nuevos equipos industriales y hacer frente a la demanda de bienes de consumo, materias primas, repuestos y otros elementos imprescindibles. Los permisos de importación han sido examinados antes de ser revalidados, teniendo en cuenta el grado de esencialidad de los productos, así como las disponibilidades de divisas correspondientes a cada área monetaria y el estado de las operaciones comprometidas. Los planes de compras, tanto privados como oficiales, han sido ajustados para lograr un adecuado equilibrio entre las adquisiciones en el exterior y los recursos con que cuenta el país para efectuar pagos internacionales. Otras medidas acerca de nuevos permisos de importaciones, tipos de cambio, mercado de valores y compras de reparticiones oficiales han sido tomadas para reordenar la economía de acuerdo a normas de la mayor austeridad. El panorama industrial muéstrase digno del esfuerzo colectivo que está realizando la Argentina. El número de establecimientos industriales se ha incrementado en un 59 % de 1943 a 1948, y el personal en el 38 %. En el mismo período se registra el índice más destacado de la evolución de la potencialidad industrial del país, si se observa que otro de los factores que concurren a la producción de los artículos industriales –la fuerza motriz instalada– por cada cien caballos de fuerza instalados en 1943 se contaba con ciento cincuenta y seis en 1948. 360 Cierto es que, a pesar de tales aumentos, por cada cien kilogramos o unidades de productos terminados en 1943, la industria sólo ha producido ciento treinta y siete en 1948. Pero ésta es cuestión que debe ser analizada con detenimiento si no se quieren atribuir responsabilidades arbitrariamente. En realidad, durante el período 1943-1948, el trabajo, medido con el tiempo trabajado, ha disminuido en un 10% por obrero ocupado. Ello se debe, en parte, a la reducción de la jornada de trabajo en ciertos sectores de la producción y, en parte, al creciente ausentismo de los lugares de trabajo. En 1948 el ausentismo, sin contar las vacaciones retribuidas, ha alcanzado un promedio de 9,3 % en total, comprendiéndose las siguientes causas principales: Por accidentes, 1,2 %; por enfermedad, 3,5 %; por huelgas, 0,9 % (aplausos); por motivos particulares, 3,7 %. Mientras tanto, ha mejorado considerablemente la retribución del trabajo. En 1948 ha alcanzado al triple de lo que percibía en 1943. Como sea que, en igual lapso, el costo de la vida ha duplicado, el poder adquisitivo real de los obreros industriales ha mejorado en un 50 %. A este aumento directo en los ingresos del trabajo, súmanse las mejoras sociales en concepto de jubilación, maternidad, accidentes, vacaciones, pago por enfermedad, etcétera. Estas cargas sociales que, en 1943, representaban sólo una décima parte del salario, en la actualidad equivalen a la mitad del salario percibido en efectivo. El trabajador industrial percibía, término medio, 138 pesos mensuales en concepto de sueldo o salario en 1943 e, indirectamente, un adicional de 13,8 pesos por beneficios sociales. En 1948 las cifras respectivas han sido 355 y 178 pesos. El ritmo de la industrialización puede medirse por el volumen de las importaciones. De 682.000 toneladas de metal que se importaban anualmente en el período de preguerra, se ha pasado a 1.189.000 en 1948; y de 150.000 toneladas de maquinarias y vehículos se ha pasado a 610.000 toneladas. Forzoso es señalar que gran parte de los artículos últimamente importados están en proceso de instalación para completar o ampliar las plantas industriales nuevas o ya existentes. Cuando entren en funcionamiento actuarán favorablemente en el nivel de precios y, junto a la mayor existencia de productos, el comprador se verá beneficiado por un menor precio. El intercambio comercial también ha sido objeto de comentarios desfavorables cuando, en realidad, los resultados no pueden ser más halagüeños. Excusadme si me detengo un poco 361 exponiendo las cifras auténticas del comercio exterior. La Argentina exportó, en 1945, 6.400.000 toneladas, e importó 4.200.000. En 1946, exportó 8.200.000 e importó 8.300.000. En 1947, exportó 9.300.000 e importó 11.100.000; y en 1948 exportó 8.600.000 e importó 14.300.000 toneladas. (aplausos). Los valores del saldo ajustado, es decir, incluyendo la diferencia de cambios, han sido favorables cada año, en la siguiente forma: 1945, 1.685.000.000; 1946, 2.273.000.000; 1947, 1.064 millones; 1948, 324.000.000. De modo que, a pesar de haber importado en 1948 la exorbitante cifra de 14.300.000 toneladas, el saldo ajustado arroja un signo positivo de 324.000.000. Todo esto son bienes que han ingresado al país, que están en manos de la población, que constituyen instrumentos de trabajo creadores de nueva riqueza. Y, ante esta situación, yo me atrevo a preguntar a vuestra honorabilidad si es preferible tener elementos de producción o de trabajo al servicio del país o reservas de oro y divisas para tentar la codicia de los especuladores (aplausos). ¿Qué creéis que prefiere el pueblo? ¿Divisas o herramientas de trabajo? (aplausos). Yo bien sé que inmediatamente podrán preguntarme los pesimistas: ¿y qué pasará de ahora en adelante? Pero, en la afirmación anterior se encuentra la respuesta: con los elementos de trabajo produciremos nueva riqueza. Y para lograrlo contamos con la voluntad de nuestro pueblo, con la decisión conjunta de todos los poderes del Estado, y con el auxilio de Dios, que por ser justísimo está con las buenas causas que defiende la Argentina (aplausos prolongados). Éstas son las premisas que deben considerarse para analizar el rumbo de nuestra marcha económica. Por un lado, los hechos influidos por la situación mundial, el reflejo o la resaca de acciones y reacciones provocadas por la voluntad de otros hombres y otros pueblos. Por otro, el tesón y la energía que, con nuestra volun tad y nuestro esfuerzo, pretendemos oponer a cuanto signifique un escollo o un tropiezo en nuestro avance. Espero que el Poder Ejecutivo contará con el apoyo del Congreso para proseguir la tarea que juntos hemos emprendido para bien de la patria y por el bienestar de los argentinos. (¡Muy bien!). He de referirme ahora, en particular, a los servicios públicos, cuyo funcionamiento es esencial para la vida de la Nación. Ya he expresado en mensajes an362 teriores, refirmados por actos concretos de gobierno, que es mi firme y decidido propósito rescatar para el Estado la prestación de todos aquellos servicios que interesan a la comunidad y que aún se encuentran en manos de particulares por obra de concesiones, permisos o autorizaciones. Tal propósito no implica coartar o restringir, en ninguna medida, la iniciativa ni la actividad privada, cuyos aportes en los campos de la industria, del comercio y de las finanzas son imprescindibles para el normal desenvolvimiento de toda nación democráticamente organizada. La calificación de servicio público sólo alcanza, pues, a aquellos servicios que, por su naturaleza, deben ser prestados por alguna rama del Estado, sin otro propósito de lucro que la operación del servicio en sí, su mantenimiento y su desarrollo. Tal es el caso de los ferrocarriles y otros medios de transportes, de la energía eléctrica, de los teléfonos y telégrafos, del correo, las aguas corrientes, obras sanitarias y similares, algunos de los cuales ya son de la Nación desde larga data y gran parte incorporados a la misma durante mi gobierno. En la recuperación de los ferrocarriles y de los teléfonos opté, como ya es sabido, por las negociaciones directas, en razón de considerar que tal procedimiento es casi siempre más práctico y conveniente que el de las expropiaciones, cuya necesidad de aplicación, en ciertos casos, no puede, sin embargo, negarse. Sigo opinando al respecto de la misma manera, o sea que la expropiación origina litigios que se prolongan en el tiempo y que, a veces, hasta pueden arrojar resultados onerosos para el erario. He dicho ya en otra ocasión que la compra por acuerdos mutuos entre los propietarios y el gobierno constituye una manera democrática y justa de encarar el problema de la recuperación de los servicios públicos, y este procedimiento, siempre que sea viable, será adoptado por mi gobierno como política uniforme en la materia, sin perjuicio, naturalmente, de proceder a la expropiación cuando los poseedores rehúsen aceptar soluciones razonables, que estamos dispuestos a ofrecer en todo momento (aplausos). En la actualidad, el criterio seguido por mí en la incorporación de los servicios públicos al Estado se encuentra ampliamente refirmado por la Constitución Nacional, en su artículo 40, que expresa “que los servicios públicos pertenecen originariamente al Estado, y bajo ningún concepto podrán ser enajenados o concedidos para su explotación. Los que se hallaren en poder de particulares 363 serán transferidos al Estado, mediante compra o expropiación con indemnización previa, cuando una ley nacional lo determine”. Sobre la base del precepto constitucional transcripto, mi gobierno procederá a recuperar oportunamente para la Nación los servicios públicos que todavía se encuentran en poder de empresas particulares, acordando con las mismas condiciones recíprocas y equitativas de compra, y recurriendo a la alternativa de la expropiación, con indemnización previa, cuando resulte necesario. Un breve examen de las relaciones exteriores nos ilustrará sobre las dimensiones reales de la coyuntura histórica que vive la Argentina. Ocurre con esto lo mismo que en algunos fenómenos ópticos: la proximidad reduce nuestra visión de lo circundante. Aquello que nuestra patria está en trance de ser, no sólo para sus hijos, sino para el concierto de las demás naciones, requiere tal vez una contemplación de conjunto, y puede que no seamos muy atrevidos al suponer que lo avanzado y conquistado se aprecia mejor desde fuera que en nuestra propia casa. La magnitud de una nación es, simplemente, un problema de estatura. La vida exterior está reservada exclusivamente a las comunidades con vitalidad. Sólo éstas pueden forjar un ideal y un carácter propios y ganar una fisonomía peculiar ante el mundo. Los pueblos cuya libertad política es prácticamente inexistente, los económicamente débiles, los socialmente convulsionados, sumidos en el desorden y en la anarquía, no poseen carácter y no pueden ofrecer su personalidad al agitado debate universal. Lógicamente, carecen de una política exterior definida. Forman parte dócil de constelaciones superiores, políticas o económicas, o político-militares, o padecen su orfandad a la intemperie, a merced del primer poderoso o la primera doctrina que el viento esparce en su proximidad. Un pueblo posee estatura cuando se hace visible desde el exterior. El simple hecho de hacerse advertir es ya una presencia pero, entendamos bien, una presencia que el mundo no reconoce gratuitamente. Es, por sí sola, un terminante indicio de que ese pueblo vive, que ha entrado de un modo activo en la historia, que posee cualidades características indeclinables. La vida exterior es a las naciones lo que la madurez al individuo: a los argenti364 nos que hayan tenido ocasión de observar lejos de nuestras fronteras la evolución trascendente de la patria encomendamos la mejor definición de lo que pueda ser ese concepto de vitalidad. No estará de más especificar en la fisonomía argentina internacional una de sus circunstancias más categóricas. Los pueblos elevan su estatura sobre sus fronteras después de haber logrado su unidad y formado su conciencia nacional, y proyectan ambas fuerzas sobre sus más profundas vocaciones. En la historia, y aún en los momentos presentes, no es difícil reconocer fisonomías de gesto grave, obsesionadas por complejos deseos de expansión, del mismo modo que el instinto de defensa o el de predominio económico pone en otros gestos y ademanes igualmente característicos. No entra en nuestros propósitos enjuiciar tales actitudes, determinantes de la tensión actual, sino únicamente llamar la atención sobre el contenido de nuestro arribo al concierto histórico. Los argentinos nos sentimos orgullosos de la fertilidad de nuestro suelo y del trabajo de nuestros hombres, pero no sabemos depositar exclusivamente en tan interesantes factores la razón de nuestro carácter; lo que integra nuestro programa y formaliza nuestra conducta es una serie determinada de creencias que han constituido, a su vez, un mensaje formulado tenazmente en todas las ocasiones propicias. En tiempos de debilidad, en esos momentos en que toda trascendencia aparece dudosa y todo esfuerzo estéril, nos hubiésemos contentado con acariciar medrosamente nuestra confianza en la libertad del hombre y de los pueblos, y relegar a la categoría de sueños inconfesables nuestra humilde fe en la causa sagrada de la humanidad y de la paz. Mas para hacer de esto un mensaje, para llevar este mensaje allá donde pueda ser escuchado, cualquiera sea su eficacia, fue preciso que adquiriésemos antes una conciencia plena del propio destino, una vocación y un entusiasmo (aplausos). Éste, y no otro, es el rango del fenómeno que se opera en la actualidad. La fe del pueblo argentino ha expresado de un modo rotundo sus ideas sobre el futuro de las naciones allí donde por inquietantes circunstancias sólo el desaliento y la zozobra se hacían oír. Cupo a la representación nacional la presidencia de la II Sesión Extraordinaria de la Asamblea General convocada para tratar la cuestión de Palestina, cuando este problema amenazaba convertirse en el foco mediterráneo de un conflicto amargamente esperado por el mundo, cuyos optimismos se había reducido ya al 365 límite extremo. Formó parte también de la Comisión de las Naciones Unidas para el arbitraje del litigio entre la India y el Pakistán, en momentos de cuya gravedad tampoco se puede dudar. Nos asistían, ciertamente, el desinterés absoluto de nuestra lejanía de las zonas de fricción, pero si reducimos toda posible aportación pacificadora a esta lógica vemos que la causa de la paz contaría forzosamente con escasísimos defensores, entre una muchedumbre de indiferentes. Lo que nos movió a la acción fue ese entusiasmo de nuestra fe en la paz, de que nada verdaderamente serio existe que nos impida considerar sus máximas probabilidades de conservación, y nuestro fervoroso deseo de que la civilización sea apartada, a un precio razonable y decoroso, de un inútil suicidio. Esta conducta, exteriorizada en ocasiones anteriores, puntualizó la línea argentina, tan eficazmente definida por nuestro canciller161 en la III Sesión Ordinaria de la Asamblea General de las Naciones Unidas (aplausos prolongados) que nuestra delegación, bajo su presidencia, tuvo el honor de inaugurar. El momento fue calificado de sombrío y no se regateaban las comparaciones con las tristes circunstancias de Múnich. Se auguró la guerra para el otoño, y el problema de Berlín, centro a su vez de otras fricciones igualmente agudas, alcanzó su fase más impresionante. En nuestro corazón se albergaba el presentimiento, no desvanecido todavía, de que no será el rigor de un problema determinado el que pueda desencadenar la guerra, sino un complejo pesimista que, en cualquier momento, aun de aparente tranquilidad, declare llegada la hora de las últimas decisiones. Entonces, cualquier suceso de menor alcance quizá que los salvados con éxito, podría formalizar el pretexto. Tal pensamiento nos forzó entonces a acentuar nuestra conducta en dos distintos esfuerzos. Por el primero, hemos sostenido tenazmente nuestra convicción de que la paz debe partir animosamente del principio de que los litigios que puedan amenazarla son susceptibles de ser limitados; por el segundo, hemos prestado la 366 mayor atención a cualquier solución honesta que, en su detalle, pudiese contribuir a la solución de tales litigios. La creencia, hoy harto extendida y no siempre decente, de que el porvenir de la humanidad está sujeto a la feliz solución de los intermitentes conflictos que se presentan, es ya un clima de guerra, y éste es al que nos negamos y nos negaremos obstinadamente a fomentar. Por nuestra parte nos cabe el honor de haber contribuido a la revelación de una fuerza mundial nueva. En el frente pacifista no se ha escuchado únicamente la voz de los señores de la guerra, que pretenden ser los artífices de la paz, sino la enérgica esperanza de esos numerosos pueblos pacíficos, cuyas tradiciones y necesidades no coinciden nunca con los senderos del fuego y el vuelo de la metralla, y que esta vez han acudido sin vacilaciones a los estrados donde su causa, la gran causa de la humanidad y de la civilización, necesitaba ardor para imponerse. (¡Muy bien! Aplausos). La decisión con que las naciones que no declaran las guerras, pero las sufren, plantearon esta vez la defensa de la paz mundial es, a nuestro juicio, el hecho más significativo de nuestros tiempos, y los argentinos, en modo alguno, podemos sentirnos ajenos a su preparación. Nuestro canciller, ya en la presidencia del Consejo de Seguridad, tradujo fielmente nuestra firme creencia de que cuenta con mejores argumentos la tesis de la paz que la hipótesis de la guerra. El hecho de que sea suficientemente conocida la resolución de los neutrales para concretar en sus aspectos técnicos la reforma monetaria en la zona de Berlín, que fue entonces uno de los problemas de primera línea en el debate, me dispensa de proceder a su exposición detallada. Hoy no se puede afirmar todavía que el horizonte se haya despejado de un modo convincente, pero no es menos cierto que el espectro de la guerra, inquietante en el pasado otoño, se ha borrado de las perspectivas inmediatas. Su desaparición absoluta no será tal vez cuestión de honestidad política, ni de habilidad, porque el mundo se ha dado cuenta finalmente de que la conclusión del horrendo conflicto último dejó frente a frente no sólo a potencias poderosísimas con tendencias predispuestas al choque, sino estilos de vida y formas de civilización que aspiran a defenderse unas y a imponerse otros (aplausos). La historia nos hace ver que, en el pasado, la cruenta agitación de los pueblos se debió a profundas corrientes políticas que los tiempos agravaron con la fuerza de los intereses económicos. Pero hoy, sobre el conjunto de lo político y lo 367 económico, nos hallamos enfrentados aún con lo que pudiera llamarse biológico. Las guerras son totales y sus efectos y objetivos, totales también. Las condiciones de paz no se concretan a la desmovilización, reparaciones y ocupación, sino a la mutación del estilo de vida y aun a la reforma forzada del carácter individual y la conciencia social. No es posible, por tanto, observar acontecimientos de tan enorme trascendencia con los medios analíticos de épocas distintas. Y es menos inteligente todavía suponer que de un choque, sea cualquiera su resultado, procederá resuelta la incógnita de la humanidad. Si conscientemente nos hemos persuadido de que importa rectificar sendas erróneas o modificar en lo substancial la vida pública, hemos de procurar laboriosamente conseguirlo, pero así como no encomendaríamos a una revolución sangrienta tal evolución, no tenemos ninguna fe en que el incendio propagado a Europa, América y Asia resuelva los problemas que la humanidad tiene planteados en los distintos países. (¡Muy bien! Aplausos). En la espera no exenta de angustia, la civilización, que se considera amenazada, opta por asegurar su defensa con pactos y coaliciones regionales cuyo fin inmediato es lograr una garantía máxima de resistencia. Tal actitud no es enteramente objetable, pero esperamos que irá acompañada de dos acciones simultáneas: no desaprovechar ocasión alguna de afianzar el entendimiento internacional, sin necesidad de claudicaciones que resultarían infructuosas, y eliminar por la justicia y el progreso social el malestar que constituye el vehículo favorable de la agresión indirecta. En la citada Asamblea de las Naciones Unidas, la delegación argentina expuso la declaración de los derechos de la ancianidad. Sea esto al menos un testimonio del sentido que los argentinos prestamos a la acción de cooperación de la paz. Allá donde habíamos leído “La paz por la victoria”, desearíamos ver esculpido con letras de oro: “A la paz por la justicia y la dignidad del hombre”. (¡Muy bien! Aplausos prolongados. Los señores legisladores y los concurrentes a las galerías, de pie, aplauden insistentemente. El señor presidente de la Nación agradece poniéndose igualmente de pie). Es prudente también llamar la atención sobre uno de los puntos más característicos del actual momento universal. Todo esfuerzo por eliminar focos de liti368 gio resultará estéril si no se da marcha atrás al complejo colectivo creado en las pasadas incertidumbres. La paz debe asegurarse fortaleciéndose pero, al mismo tiempo, creyendo en ella como un fin y no como un paréntesis. La noción de su estado precario, ha coadyuvado con seguridad más a la causa de la guerra que muchos de los pleitos materiales suscitados y no perfectamente resueltos. No es aventurado afirmar que, propuesta esta tarea de un modo auténticamente sincero, resultaría conveniente reconsiderar si los medios estatuidos para fortalecer la convivencia han cumplido adecuadamente sus fines. Tememos no poder responder afirmativamente a esta pregunta, en parte al menos. Treinta años atrás el presidente Wilson162 juzgó a la Sociedad de las Naciones atribuyendo su fracaso al hecho de haberse convertido, mejor que en una asamblea de los pueblos del mundo, en un instrumento de los tratados de paz. El escollo no ha sido totalmente salvado en el segundo experimento. La herencia de la guerra, los cuidados de los vencedores, pasiones políticas y de toda clase, se han sumado a disensiones subterráneas de incalculable alcance. Los pueblos del mundo no han formado tampoco esta vez en su totalidad en este senado ideal llamado a fomentar todas las posibilidades de acercamiento. Peor todavía; aquéllos que fueron llamados, no gozaron todos por igual de los mismos derechos. Diferencias por tanto de tipo orgánico, entre los asistentes y los excluidos; diferencias, también, entre los más y los menos fuertes. Convengamos en que no es la diferencia en la sociedad humana ni en la universalidad lo más indicado para producir armonía (aplausos). Esperábamos que el dolor sufrido alumbrara un mundo nuevo más respetuoso para los derechos de los pueblos y de los hombres, y un orden internacional capaz de subordinar los intereses y las convicciones menores a la cooperación total. Pero nos hemos equivocado. De nuestra visión ideal de la fraternidad universal a lo que nos ha sido ofrecido media muchísima distancia. A través de nuestras delegaciones hemos expuesto en las Naciones Unidas nuestra posición al respecto. Primero, sobre la 369 admisión de nuevos miembros, demostrándonos adversarios de la política de exclusiones a priori. Después, sobre el veto, cuyo abusivo ejercicio, o cuya sola fuerza en potencia, constituía ya una peligrosa contradicción con los principios internacionales en que la institución debía necesariamente apoyarse (aplausos). En el mundo existen hoy fronteras históricas y de fuerza, bloques económicos y bloques políticos. Existen también diferencias biológicas, religiosas y concepciones distintas sobre el modo en que la vida ha de ser entendida y aceptada. Las Naciones Unidas, para ampliar su base, pudieron haber disimulado el mayor número posible de diferencias y debieron guardarse de aumentarlas incorporando a ellas requisitos de aspecto doctrinal, en choque abierto algunas veces con las normas de no injerencia en la vida soberana de los Estados. Lo que con estas palabras defendemos no es una doctrina más, que podría ser ofrecida en aras de la pacificación general como tantas otras, sino una contribución a la cooperación mundial, que esa sí que no debe ser sacrificada por apreciaciones de carácter subalterno. Nuestra política exterior ha sido dictada con arreglo a esta firme vocación amistosa. Hemos ofrecido nuestra cooperación y nuestra lealtad a todas las naciones, y hemos procurado desenvolvernos en un espacio de amplia compresión de sus necesidades y posibilidades y las nuestras. Nadie podrá atribuirnos un gesto violento ni una palabra inamistosa, aunque no siempre hayamos sido en esto perfectamente correspondidos. (¡Muy bien! Aplausos). Hemos afianzado nuestras relaciones y convenios con los países de Europa; con unos, como Italia y España, con la cordial predisposición de afinidades de carácter substancial que hace factible toda la rápida y afectuosa consideración de los asuntos recíprocos. Con los demás, con la esperanza indeclinable de que podemos y debemos resultarnos útiles y ayudarnos en la proporción de nuestros mutuos medios (aplausos). Las negociaciones para la renovación del Convenio con el gobierno de la Gran Bretaña, si bien no exentas de dificultades en su detalle, prueban asimismo nuestra disposición favorable a todo acuerdo razonable y beneficioso para las dos partes. Hemos realizado contactos frecuentes y cordiales con casi todos los países, y la enumeración de los convenios y acuerdos ratificados o en estudio prolongaría excesivamente esta exposición. Baste señalar que, en ningún caso, 370 hemos regateado nuestra atención y nuestra comprensión al deseo de avanzar en la solución de los complejos problemas económicos que la lenta liquidación de esta posguerra produjo en las naciones europeas. El espacio activo de esos contactos se ha extendido de las tradicionales esferas argentinas a otras cuyo porvenir consideramos gustosos. Esa presencia argentina en el mundo, cuya trascendencia no constituirá ninguna inmodestia acreditar a esta época de decidido esfuerzo, nos ofrece también, como uno de sus testimonios inmediatos, nuestra aportación activa al mundo de la cultura. El pensamiento de nuestra época ha tenido en la Argentina en los últimos tiempos el escenario apropiado para algunas de sus más decisivas deliberaciones. No empleo el término “apropiado” al azar. La paz que nuestro país ofrece, su distanciamiento más moral que geográfico de las pasiones, su sensibilidad para todas las cuestiones que afectan al progreso de las ciencias y de la vida de la humanidad, prefigura ese escenario en que las actividades del intelecto pueden abstraerse para ofrecer al mundo sus conclusiones. Podemos recordar, a ese efecto, el Congreso Panamericano de Cartografía, el de las sociedades de autores, y el último, nacional, aunque de alcances internacionales, de Filosofía, celebrado en Mendoza. Ciertamente el pensamiento libre no elige parajes turbados por preocupaciones directas, ni oscurecidos por la ofuscación social o político (aplausos). Sólo de pasada puedo referirme a leves incidentes de otro congreso celebrado meses atrás, cuyas finalidades específicas fueron turbadas por razones ajenas por completo a sus fines. Reafirma esto parte de lo sostenido al considerar las probabilidades del orden internacional. No basta con producir continuas protestas de amor a la paz y de firmísimos deseos de colaboración si no se está asistido de una rigurosa actitud que consiste en hacer cuanto sea posible en favor de la comprensión mutua y lo imposible por evitar malentendidos y resentimientos. No ignoramos que existen en el mundo poderosos intereses cuyo juego perturba el normal desarrollo de las relaciones pacíficas. Nunca existirá un franco estado de paz mientras el respeto a la integridad de las soberanías nacionales no predomine sobre cualquier otra consideración. Ni los intereses económicos ni aun las convicciones políticas debieran autorizar a nadie a inmiscuirse en la vida interna de otros pueblos, ni a tomar partido, con cualquier pretexto y sirviendo los propios intereses, en las disensiones doctrinales 371 de un estado extranjero (aplausos). Hemos practicado, en todo momento, una política de absoluto respeto a las soberanías extranjeras y, aún más, hemos intentado en todo momento comprender sus vicisitudes, pero sin echar jamás leña a la hoguera de sus disputas domésticas. Acaso sea éste uno de los escollos con que las Naciones Unidas han tropezado, tratando de establecer una imposible uniformidad ideológica; y, desde luego, desde la agresión económica al partidismo internacional, ha sido éste uno de los serios problemas de la armonía general. Es imposible establecer la paz moral, premisa en la paz total, si la intolerancia pretende sujetar, incluso por medios coactivos, la vida universal a módulos y métodos particulares. (¡Muy bien! Aplausos). El día en que podamos considerar que todos los países cuyas finalidades y métodos descubren su posibilidad pacífica y progresiva guardan entre sí las normas de respeto que informaron en su creación las normas del Derecho Internacional, creeremos que la paz empieza a contar con sólidas garantías de perduración. Porque la paz no es sólo inhibición, sino cordialidad; no es pasiva, sino lealtad activa y, aun diría, que activísima (aplausos). Tal sentido de la vida histórica que fluye inquieta ante nuestra expectación ha servido también para producir nuestra actitud en el seno del mundo americano. Ciertamente, nuestro continente no puede hoy abstraerse de las cuestiones vitales del otro hemisferio, que tan directamente le afectan, y menos cuando está en juego el orden futuro de nuestra propia civilización. Pero, como es natural, aquí son algo más que cuestiones políticas las que informan nuestra conducta, porque se trata de una solidaridad vital. América vive para sí y para la civilización, vive para el mundo, pero vive también con el presentimiento, casi diría que con la certidumbre, de que debe hallar se unida y preparada para desarrollar la misión que algún día podrá encomendarle el destino. Sus pueblos han aceptado voluntariamente su tarea, han despertado en ella, y si en la actualidad experimentan el rigor de algunas dificultades, esta enfermedad es de las que se curan con el tiempo pues, si algún defecto sufren, es sólo el de su extrema juventud. Que concurramos al debate de los oradores de veinte siglos con nuestros activos cien años demuestra, sin más, la eficacia de 372 nuestro progreso (aplausos). La República Argentina afirmó su posición en la Conferencia de Petrópolis de 1945 para la Paz y la Seguridad del Continente163, y en la celebrada en Bogotá en 1948164. En síntesis, esta posición quedó anteriormente analizada. Los pueblos de América no pueden substraerse a considerar, entre los aspectos activos de su solidaridad, aquéllos que se refieren a la defensa de su integridad, a su libertad y a su independencia en común. Los acontecimientos no les permiten tampoco considerarse desligados en absoluto de lo que ocurre en el resto del mundo en una época en que la sensibilidad histórica es tal que cualquier hecho repercute de inmediato en todos los puntos del globo. Un desastre europeo no dejaría indiferente a América, y las fronteras prácticas de los continentes son hoy, en todos los aspectos, más que difíciles de precisar. Por esa causa no mereció ninguna duda nuestro reconocimiento de esa solidaridad. La designación de la representación argentina para ocupar la presidencia del Consejo de la Organización de Estados Americanos indica que fue estimada debidamente nuestra firmeza en la vida continental (aplausos). En otro orden de cosas, tampoco somos indiferentes a los sucesos que puedan conculcar aquellas virtudes y principios considerados como substanciales en la existencia americana. Hemos creído siempre que no es imposible lograr por el debate, el consejo y la persuasión, la solución de problemas que, abandonados a sus propias fuerzas, sembrarían pronto la confusión política y el malestar entre las jóvenes repúblicas. Importa, sin embargo, trazar claros límites entre esta actitud y algunas interpretaciones defectuosas que pudieran suscitarse en torno a ella. La acción que entendemos es de conciliación, pero no será nunca de imposición o de esa coacción indirecta que, en otras ocasiones aplicada, tanto contribuyó a sembrar el recelo internacional. Hemos proclamado ya nuestro pensamiento sobre la inje- 373 rencia en los asuntos internos de otros países, y no es preciso tratar de calificarlo nuevamente. Otro tanto debe decirse sobre las organizaciones continentales proyectadas en la primera de las aludidas conferencias. Entendemos los problemas de la defensa continental como un todo, como una suma de los intereses comunes, pero suponemos que tal consideración no entraña disminución alguna de las soberanías ni de la independencia de los distintos países. Esta independencia nos mueve a organizar nuestras posibilidades defensivas y nuestra permanencia, pero el efecto no puede turbar la sustantividad de la causa, y la defensa de la soberanía no debe menguar en lo más mínimo esta misma soberanía (aplausos). Confiamos que, en el futuro, disipados algunos malentendidos, aparecerá clara la razón que nos asistió al detallar en su momento nuestra posición. Fuera de esto, nuestra política no ofrece lugar a equívocos. La Argentina no ha sufrido en ningún momento arrebatos de cariz imperialista. Ahora bien, si imperialismo se llama estimular y fomentar el carácter eficaz de la existencia independiente de naciones hermanas, ofrecerles nuestro máximo apoyo y nuestra colaboración y prescindir continuamente de todo pequeño roce que pudiese enfriar esos grandes anhelos, entonces tal vez aceptaremos que al pueblo argentino se lo llame imperialista. (¡Muy bien! Aplausos). Nosotros pondremos el término fraternal donde otros pongan esa palabra tan áspera para nuestros oídos (aplausos). Un solo año de la prensa continental, seriamente examinada y comparada, pondría de relieve esta afirmación. Nuestro pueblo ha sufrido ataques, pero no ha correspondido a ellos con violencia, ni siquiera con el coraje que podría haberse esperado. Se ha armado de la necesaria comprensión para admitir que los intereses, a veces demasiado prácticos, de algunos núcleos, han hecho política y han bombardeado las fronteras de un país que había subordinado los dividendos al interés de su pueblo. En cambio, ha respondido a esa campaña con hechos prácticos. Nuestras relaciones en el último período prueban que la Argentina no ha desatendido ninguna petición ni desoído ninguna necesidad que estuviese en sus manos resolver. Es posible que haya tropezado en este esfuerzo con la dificultad de que la organización económica de otros pueblos, persistentes en sistemas tra374 dicionales, no coincidiesen con la revolución operada en nuestra patria, donde la independencia económica y las medidas que semejante transformación trae aparejadas han constituido un sistema de características nuevas, rodeadas a la vez de transitorias dificultades y de seguras esperanzas (aplausos). Nuestras aportaciones de carnes y trigo al Uruguay, cuando esta nación hermana atravesaba difíciles momentos; los intentos para alcanzar un completo acuerdo con la República de Chile; nuestro convenio de pagos con Brasil son, entre otros, testimonios de una política que no siempre ha jugado al máximo beneficio. Si algún problema en gestación pudiera existir en esta comunidad, no hemos regateado lo que a nuestro juicio suponía una aceptable solución. Nuestro ofrecimiento de una salida al mar para Bolivia se fundó en tal inspiración. No ignoramos que lo que hoy son pequeñas cuestiones para las naciones de América pueden ser, cuando la evolución haya cuajado y definido las apetencias nacionales de los distintos países, problemas de índole más grave. Es nuestro deseo hacer cuanto podamos, y creo interpretar con ello los sentimientos argentinos, para no legar al futuro ningún motivo de resentimiento entre los hermanos americanos, ni ningún foco de disturbio apto para crear en lo futuro una geopolítica continental de fondo reivindicativo. (¡Muy bien! Aplausos prolongados). En el punto en que nuestra política exterior ha experimentado la necesidad de definirse más categóricamente, hemos tratado de mostrarnos firmes, pero libres de gestos que no fortalecerían en absoluto la razón que nos asiste. Me refiero a la cuestión de la Antártida argentina (aplausos) y, de un modo especial, a las islas Malvinas. Nuestra posición ha debido exteriorizarse en varias ocasiones a lo largo de los últimos meses. Se nos propuso un proyecto de internacionalización, que la República de Chile, firme también en la defensa de sus derechos, conoció asimismo. Ciertamente las posibilidades antárticas han aumentado notoriamente en los últimos años, y se ofrecen ya a los cálculos internacionales como fuente de posibles riquezas, como rutas y puntos estratégicos. Esto justifica tan repentino interés, que probablemente no ha tenido demasiado en cuenta el hecho simple de que los parajes litigiosos se encuentran en zonas de soberanía de naciones aptas para defender su dominio, que tienen debidamente probado (aplausos). Naturalmente no podía contar con nuestro apoyo ningún examen que partiese 375 de una desconsideración a tales derechos fundamentales y, en tal caso, ni siquiera podíamos someter el problema a discusión. Es don de lo soberano, lo indiscutible; porque lo supremo no admite juicio. En el casquete antártico, estratégicamente apreciado, deben considerarse varias zonas sujetas a análisis distintos, pero aun en las más extremas no puede pasarse por alto la natural influencia de las esferas argentina y chilena, ni sus inalienables razones de seguridad. Esto nos induce a desconocer, haciendo uso de normas que son tradicionales entre los Estados, sugestiones cuyo vicio inicial está en prescindir de nuestra invariable e irremediable posición. Otro tanto cabe decir de nuestra pacífica reivindicación de las Malvinas. (¡Muy bien! Los señores legisladores y ministros, como también el público de las galerías, de pie, aplauden insistentemente al señor presidente de la Nación quien agradece las manifestaciones). Ciertamente no hemos prestado a la polémica el acento habitual a esta clase de procesos, y nos hemos alejado premeditadamente de toda brusquedad. Persuadidos de la legitimidad de nuestro derecho, sabemos que la justicia del tiempo obra a nuestro favor, y elimina nuestra natural impaciencia el saber que nuestra actitud es inobjetable en buena ley. El acuerdo con Chile y Gran Bretaña, suspendiendo las maniobras y expediciones anuales por la zona, responde a este intento de orientar el proceso con la mejor voluntad y con toda nuestra serenidad. Evidentemente este problema, ahora considerado separadamente, forma parte de otro mayor que afecta a la jurisdicción soberana de las naciones del continente. Algunos intentos de revisión estudiados no se han visto todavía coronados por el éxito, ni escrupulosamente atendidos, y esto se debe a que razones de muy delicada índole fuerzan al mayor de los pueblos de América a demorar, en ciertos momentos, en provecho de la cordialidad trasatlántica, cuestiones vitales de la solidaridad continental. (¡Muy bien! Aplausos). No confiamos a nadie la defensa de nuestras razones, que incumbe a la conciencia nacional argentina y a nuestros derechos históricos, y estimamos que, en el momento oportuno, será preciso examinar nuevamente de un modo efectivo cuestiones de fondo cuya trascendencia no sería prudente disimular. El hecho de plantear pacífica y sosegadamente nuestra reivindicación no disminuye un grado su eficacia, y constituiría un error muy grande suponerlo así. 376 Cerramos nuestra consideración a nuestra actividad política en el exterior refiriéndonos al problema suscitado por el reconocimiento de los gobiernos surgidos en las distintas naciones americanas a raíz de conmociones internas. En la Conferencia de Bogotá y en la Resolución XXXV quedó sentada cuál había de ser la conducta a seguir en tales casos. Nunca nos pareció dudosa: los requisitos de todo gobierno son el ordenamiento jurídico de una población asentada debidamente en un territorio. La práctica del Derecho Internacional señala, muy sabiamente por cierto, cuáles son los requisitos necesarios para el reconocimiento, de facto cuando menos, y de jure posteriormente. El control del territorio y el dominio de la capital, con presunciones de que la obra de gobierno puede desenvolverse con eficacia, han fundamentado habitualmente las relaciones diplomáticas francas. A esto se ha objetado que el reconocimiento podía interpretarse como estímulo a los gobiernos surgidos de instantes revolucionarios o de coyunturas violentas, no siempre legítimas. La objeción merece ser escuchada, pero no es menos cierto que ni los pueblos víctimas de tal desorden, ni los demás, ganan nada cediendo la normalización de sus relaciones a consideraciones de continuidad política. Por el contrario, esto suele ser causa de infinitos desaciertos que, como la experiencia mundial reciente nos demuestra, provocan, a su vez, nuevas confusiones y malentendidos. Tal práctica, además, constituiría siempre un medio de injerencia en los asuntos internos de países extranjeros más peligrosa que la que podría deducirse de la posición opuesta. Suponemos que la táctica de la paz no debe aconsejarnos la exclusión o la limitación de relaciones por motivos ideológicos, sino el aumento y el mejoramiento de estas relaciones en la mayor escala posible. No sacrificaremos nunca el porvenir fraterno de los países a consideraciones doctrinales de horas de desconcierto. Si a todo lo largo de la historia, las naciones hubiesen procedido conforme hoy aconsejan algunas, el mundo sería sólo una larga serie de rencores entre gentes que se desconocerían amargamente entre sí (aplausos). Señores Senadores, Señores Diputados: Al margen de los sentimientos y criterios dispares que separan a los hombres en los aspectos circunstanciales y anecdóticos de la vida, todos conservamos en 377 el fondo de nuestro corazón un vago presentimiento de lo que anhelamos que sea nuestra patria. En los momentos difíciles, frente al rigor de las contrariedades, unimos el desaliento a la impaciencia. Nuestro dolor es entonces más agudo porque nos atribuimos el fracaso y nos creemos causa de las desventuras. Un fuego interior nos empuja a no cejar en nuestro empeño, a redoblar los esfuerzos para dar cima a los ideales de engrandecimiento patrio. Un pueblo no se hace en una hora. Un pueblo se hace sobre sus esencias, sobre su historia. Un pueblo avanza por el camino de su historia cuando, en una coyuntura excepcional, una generación consigue poner en ebullición creadora las posibilidades nacionales. Y la obra de unos soñadores que prende en un partido, se convierte, por providencial designio, en imperativo deber de ciudadanía. Por esta causa, las actitudes tibias y las medias tintas se parecen extraordinariamente a una deserción (aplausos). A esta altura de la trayectoria del peronismo tenemos bien establecidas las proposiciones fundamentales de nuestra política. Queremos una Argentina con fisonomía y voz propias en lo económico, en lo político, en lo social y en lo internacional. No necesitamos nuevas calificaciones sobre el ideal nacional que tratamos de conseguir. Pero no olvidemos que la diferencia que media entre una aspiración y un hecho, un programa y una realización, se expresa en dos medidas: tiempo y esfuerzo. Y depende del esfuerzo la magnitud del tiempo que debe emplearse para realizar la acción (aplausos). El descontento ante las deficiencias y dificultades que inevitablemente ofrece toda obra ambiciosa conspira contra su eficacia. El éxito es el resultado de la perseverancia, del ánimo, de la ausencia de pesimismo y de gestos estériles. Acentuar sobre lo secundario cuando está en juego lo principal; sustraer por intereses subalternos dosis de energías y talento útil a la acción fundamental, son posturas cuyos riesgos sólo conducen a distanciar entre sí a los colaboradores y retrasar la obtención de las finalidades esenciales que se persiguen. Revelan desconocimiento u olvido de las grandes obligaciones que la Nación Argentina se ha impuesto en un momento decisivo de su historia (aplausos). 378 Es evidente, señores, que ningún gran desplazamiento nacional se ha realizado jamás sin interferencias negativas o interesadas, sin oposición y sin incomprensiones. Alcanzado el triunfo, el fruto de la victoria es el saldo positivo de mejoras incorporado a la Nación, y el clamor de la victoria ahoga el susurro de los contratiempos. A los hombres de nuestra generación que han consagrado sus energías a convertir en postura erecta y vertical la postura yacente de la patria, se les debe pedir que redoblen su esfuerzo, porque de ellos depende que lo que se debe hacer se realice ante sus ojos, o que se confíe, como legado de una obra inacabada, a otra generación más competente. No desconozco la magnitud de mi ruego al hacer esta consideración. Lleva implícito el fortalecimiento de la disciplina. Nos encontramos en un momento en que debemos afianzar todos los resortes de la vida nacional para hacer posible la consolidación de las mejoras que hemos conseguido en el duro batallar de estos años de resurgimiento. Nuestra conducta debe estar consagrada a la patria. El bienestar de los argentinos, la grandeza y la independencia de la patria, el perfeccionamiento de nuestra existencia, el mejoramiento de nuestro trabajo, la remodelación de un pueblo noble y próspero y el legado de una vida mejor para nuestros hijos, ¿no merecen la misma disposición de ánimo que si, desgraciadamente, la Nación se viese envuelta en una guerra? Y digo que aún mejor porque cuando se está en guerra se lucha para preservar los atributos más sustanciales de un país, mientras que la misión de nuestra hora tiene por fin concreto el mejoramiento esencial de las condiciones espirituales y materiales de nuestro pueblo (aplausos prolongados). Si se necesita esfuerzo, no debemos regatearlo. Si sacrificio, no debe negarse. Si disciplina, debemos imponérnosla. Y todo esto con sana emulación, pero sin envidias, sin recelos, sin bajos navajeos que empañen el brillo de la obra común que estamos realizando. Esta obra tiene que realizarla todo el pueblo. Siempre es el pueblo, en su múltiple variedad y disonancia, el que llega a realizar las grandes concepciones. Sin el calor popular quedarían archivadas las más bellas creaciones de la mente. Sólo cuando encuentra el espíritu vivificador del pueblo, la idea se transforma en acción y la acción en obra. 379 Fue la cooperación del pueblo lo único que hizo posible que el emperador Octavio Augusto165, al ver realizados sus sueños, pudiese legar a la posteridad aquella frase famosa: “Recibí una Roma de ladrillo y os la devuelvo de mármol”. La obra que los argentinos hemos emprendido no es exclusiva de un partido, ni de una fracción, ni de un grupo. Las puertas no están cerradas para nadie, porque la historia de los pueblos que avanzan no tiene colores ni programas. La oportunidad está ofrecida aún a los que no tuvieron todavía el presentimiento de que había llegado la hora de la Argentina. (¡Muy bien! Aplausos prolongados. Los señores legisladores y los concurrentes a las galerías, de pie, aplauden insistentemente. El señor presidente de la Nación agradece, poniéndose igualmente de pie). Esta hora realmente ha llegado, y es preciso que cada uno elija entre seguir viviendo en un momento opaco o se atreva a dar resueltamente el primer paso hacia la propia redención. ¡Si alguien no sigue el camino, no es ciertamente porque lo encuentre cerrado! En el momento inolvidable de nuestro resurgir no hemos pretendido plantear un tema de minorías y mayorías, sino afirmar una gran aspiración de redención nacional. (¡Muy bien! Aplausos). En medio de cualquier dificultad, iluminados por esta firmísima convicción, tenemos la certeza de no habernos equivocado. Los hombres y los partidos yerran a veces, pero la profunda vocación de los pueblos no se equivoca jamás (aplausos). Y fue el pueblo argentino, transfigurado por un soplo de entusiasmo, el que se propuso emprender la senda que estamos recorriendo. Sólo de nuestra voluntad, de nuestro esfuerzo, de nuestra decisión, depende que alcancemos la victoria con nuestras propias manos. (¡Muy bien! ¡Muy bien! Aplausos prolongados). Sr. Presidente.– Queda levantada la sesión de la Asamblea. 380
1949-05-01
En un acto que se realizó en la Plaza de Mayo
Queridos compañeros: Un nuevo 1.o de Mayo nos encuentra reunidos a los que luchamos por hacer de esta hermosa tierra argentina una nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana. Desfilan por nuestra imaginación y por nuestro recuerdo los días vividos a través de las etapas reivindicatorias de la Patria que comenzaron en junio de 1943. Primero, las reformas que fueron como la iniciación y la siembra de la simiente que había de cristalizar y florecer a lo largo del trabajo y sudor argentino. Después, el Gobierno, nuestro gobierno, el gobierno del pueblo, el gobierno de los descamisados, el gobierno de los pobres, de los que tenían hambre y sed de justicia. Por eso, en esta Plaza, la histórica plaza de todas nuestras epopeyas, han latido al unísono y amalgamados en un solo haz de todos los corazones humildes que, por ser humildes, son honrados, son leales y son sinceros. Después, la constitución justicialista, que ha hecho del pueblo argentino una Patria sin privilegios y sin escarnios; que ha hecho del pueblo argentino, un pueblo unido, un pueblo sirviendo al ideal de una nueva Argentina, como no la han servido jamás en nuestra historia. Esas tres etapas vividas por el pueblo argentino: la reforma, el gobierno y la constitución argentina, nos han dado un estado de justicia, un estado de dignidad, 382 y nosotros los transformaremos en un estado de trabajo. Se ha dicho que sin libertad no puede haber justicia social, y yo respondo que sin justicia social no puede haber libertad. Ustedes, compañeros, han vivido la larga etapa de la tan cacareada libertad de la oligarquía; y yo les pregunto, compañeros: había antes o hay ahora libertad. A los que afirman que hay libertad en los pueblos donde el trabajador está explotado; yo les contesto con las palabras de nuestros trabajadores: una hermosa libertad, la libertad para morirse de hambre. Y a los que nos acusan de dictadura, he de decirles que la peor de todas las dictaduras es la dictadura de la fatua incapacidad de los gobernantes. Pero, compañeros, cumplidas esas etapas, asegurada para los trabajadores argentinos la justicia social, y asegurada para el pueblo argentino la igualdad ante la Constitución y ante la ley, recordemos que cuando nosotros, los gobernantes, podemos hacer para consolidar ese estado de cosas largamente ambicionado, hemos hecho ya todo. La palabra, ahora, es del pueblo argentino, que mantenga esa Constitución, que la haga cumplir, y que ¡guay! del que intente atravesarse por los caminos de la obstrucción de la voluntad del pueblo. Vuelvo en este 1.o de Mayo, frente a los trabajadores argentinos, en la posición más confortable en que puede estar un gobernante, cuya síntesis puede afirmarse al decir: he sido leal con mi pueblo y, Dios sea loado, mi pueblo ha sido leal conmigo. Y ahora compañeros, al afirmar una vez más esta lealtad y esta sinceridad entre el gobierno de los trabajadores y el pueblo argentino, quiero recordarle a los trabajadores lo que tantas veces le he dicho desde la vieja Secretaría de Trabajo y Previsión: seamos unidos, porque estando nosotros unidos, somos invencibles. Estamos unidos, que la política no divida a los sindicatos, ni ponga a unos contra otros, porque el interés de todos los sindicatos es la causa gremial de los trabajadores por sobre todas las demás cosas. Compañeros, para terminar, quiero que llegue a cada uno de los compañeros de los tres millones de kilómetros cuadrados de nuestra patria, la persuasión absoluta de que el gobierno de los trabajadores, el gobierno que tengo el honor de encabezar, ha de seguir imperturbablemente, paso a paso, el cumplimiento de todo su plan. Pueden tener la persuasión de que no hemos de descansar ni un minuto; que, con la ayuda de ustedes, los encargados de crear la grandeza y la riqueza de la Patria, organizar una perfecta justicia distributiva para que este 383 pueblo sea cada vez más feliz y esta Patria más grande y más poderosa. Compañeros: A pedido de los jóvenes que encabezan esta concentración he de conceder un pedido y he de hacer otro pedido yo, a mi vez, a los trabajadores. (La muchedumbre grita: “Mañana es San Perón”). Estoy de acuerdo, mañana es “San Perón”.168 Y ahora, el pedido mío: debemos reconquistar el tiempo que perdamos en los “San Perón”, produciendo más. Y espero, compañeros, que antes de fin de año, controlando a los saboteadores y las organizaciones patronales, y poniendo cada uno la firme decisión de producir, podamos sobrepasar el diez por ciento en que estamos [por debajo de] la producción en el actual momento. Y ahora, compañeros, agradeciéndoles esta maravillosa concentración de hombres y de voluntades, agradeciéndoles todo el empeño patriótico que ustedes ponen en sus labores y en sus realizaciones, vamos a dar lugar a que los trabajadores puedan enorgullecerse viendo aparecer las flores de la belleza argentina para coronar a la Reina del Trabajo. Y finalmente, compañeros, en este 1.o de Mayo, jubiloso en nuestra tierra, jubiloso en el pueblo argentino, les deseo a todos ustedes las mayores felicidades y las mayores alegrías en esta vida del rudo batallar diario.
1949-05-04
Al ser condecorado por el Gobierno de la República de Haití
Sólo quiero de cir breves palabras para expresar, con ellas, mi emocionada gratitud por este gesto del Excmo. Señor Presidente Estimé171, que toca tan de cerca y tan profundamente mi corazón. Puede tener la absoluta persuasión de que esta distinción que me hace objeto la República de Haití, por intermedio de su digno Presidente, tiene para mí el extraordinario valor de provenir de un pequeño país que forma, con nuestro país, pequeño también en el concierto de las naciones poderosas del mundo, el grupo de las naciones que tienen más buena voluntad. Desde que yo estoy en el Gobierno son tantas las atenciones que he recibido del señor Presidente de la República de Haití que esta nueva atención, que obliga profundamente a mi gratitud y a mi reconocimiento, colma todo cuanto yo pueda esperar de un amigo que, allá lejos, está realizando en su patria, con la misma buena voluntad y con el mismo deseo de servicio a su pueblo, una extraordinaria obra de gobierno, con esa llaneza y esa simplicidad que tienen las grandes obras. Yo he de contestarle en forma directa al señor Presidente Estimé, para hacerlo presente, en esa forma, quizá extraoficial y extra-protocolar, todo mi agradecimiento y mi gratitud; y al señor Embajador le ruego quiera ser intérprete también de esta palabra emocionada ante el Excmo. señor Presidente de la República de Haití, haciéndole presente que si siempre he considerado a él un amigo y a Haití 385 una hermana de nuestra constelación de pequeñas naciones del mundo que nos reunimos alrededor de un ideal común, desde hoy en adelante tengo un motivo más de reconocimiento y de gratitud para Haití y su digno presidente.
1949-05-09
En la Ciudad de Santiago del Estero en la inauguración de obras de la Fundación Eva Perón
Compañeros: Quiero que mis primeras palabras sean de estímulo para esta ya benemérita Fundación de Ayuda Social “María Eva Duarte de Perón” que hoy ha inaugurado estas obras del hogar escuela173 y vivienda popular en Santiago del Estero. La Fundación, que tiene por lema “mejor que decir es hacer”, está mostrando que sus realizaciones llevan en sí no solamente la creación de obras de beneficio popular, sino también ese amor profundo al pueblo y a los humildes, que sentimos los argentinos bien nacidos y de buen corazón. Por eso, queridos compañeros, quiero, como mandatario y como argentino, agradecer públicamente a la señora María Eva Duarte de Perón lo que ella está haciendo por el pueblo humilde y sacrificado de la patria. Y os seguro que estas gotas que están cayendo del infinito del cielo, han de bendecirla, frente a Dios y frente a nosotros. Compañeros: Es para mí lo más grandioso que pueda darse ver como hombre, que este pueblo humilde y sufrido, se reúna en esta plaza, apretando sus corazones, para dar las gracias por una obra cumplida, cuando aún tenemos la inmensa responsabilidad de cumplir con ustedes en lo que aún no hemos hecho. Es para mí más grande esta obra si consideramos que viene a llenar un vacío que los gobernantes de antaño no habían sabido llenar todavía en Santiago, pese a todo el tiempo que tuvieron para hacerlo. Por eso he conversado con el gobernador electo. Él tiene la inmensa responsabilidad de realizar lo que no hicieron los gobernantes anteriores.174 387 En mi viaje a Santiago, después de haber visto a lo largo de las vías del tren a los changuitos, que son nuestros hermanos, le dije como presidente de la Nación: “Para su obra no hay límites; pondré a disposición del gobernador lo que el gobernador quiera”. Él es un hombre joven, activo, y es peronista. Como hombre joven, tiene la posibilidad; como peronista, tiene la obligación. Y estoy seguro de que él ha de realizar una obra reivindicatoria. El podrá llevar a cabo en Santiago lo que Santiago está esperando desde hace tantos años. Sabemos bien que el problema de Santiago del Estero es el agua. Una constitución que duró cien años, no había permitido hacer acuerdos interprovinciales para la repartición y distribución equitativa del agua entre las provincias argentinas. Hemos hecho una nueva constitución que ordena concertarlos. Ahora queda abierto el camino a los gobernantes y a los legisladores. Yo, por mi parte, prometo hacer todo lo que sea necesario para continuar las obras troncales de riego para Santiago del Estero. Dejo en manos del señor gobernador la realización del resto, que es la distribución del agua, de manera que esta hermosa y rica provincia –que tanto quiero y que tanto quiere mi señora– pueda seguir su marcha ascendente y convertir algún día en vergel esos bosques hoy despojados por la incuria y la falta de honradez de muchos gobernantes. Compañeros: Hemos realizado y realizaremos un inmenso esfuerzo en toda la patria. Es necesario seguir trabajando y construyendo. Y, por el rendimiento de los obreros santiagueños, al terminar estas obras en el tiempo en que lo han hecho, puedo decirles a los trabajadores de la provincia, que ellos son peronistas, porque trabajan y producen. Hoy, cuando he visto las obras y me he enterado del tiempo empleado en su construcción, he expresado, como primera y espontánea exclamación: “¡A este pueblo, que trabaja con este rendimiento, es necesario ponerle el hombro con todas las fuerzas, para que pueda crear la grandeza de Santiago!”. Sé bien que todo cuanto demos desde el gobierno federal en ese sentido, con388 tando con los magníficos trabajadores santiagueños, ha de permitir convertir a la provincia en un emporio de riqueza y en un lugar de felicidades, como tanto tiempo lo han esperado sus hijos. Por eso, queridos compañeros, pueden tener la absoluta seguridad de que no olvidaré ni un minuto de mi vida lo que he visto en Santiago. Y ello me obliga a poner todo mi empeño, toda mi voluntad y todas mis energías para que Santiago, que es digna de mejor suerte, que puede ser ejemplo de trabajo en la República, vaya adelante por el esfuerzo de sus hijos. Compañeros: Cuando realice mi futura visita, habremos ya solucionado muchos de los problemas que todavía no han tenido solución; habremos encarado, por lo menos, los graves problemas de la provincia. Por ahora, solamente puedo decirles que el esfuerzo de la Fundación obliga al gobierno de la nación y al gobierno de la provincia, a un profundo reconocimiento. No quisiera irme de aquí sin decirles a todos ustedes que mi pensamiento y mi corazón lo dejo en forma permanente en Santiago, hasta que haya podido cumplir como gobernante las obras que son indispensables para la vida y felicidad de los santiagueños. A este pueblo, benemérito y sufrido, que amasa diariamente su vivir con el sudor de su frente; que hasta ahora ha estado sumido en la miseria por la incuria de los gobernantes, el peronismo le ofrece trabajo y sacrificio; pero ese trabajo y ese sacrificio han de liberar a los hijos y a los nietos de los que me escuchan. El peronismo ofrece hoy, en la honestidad y probidad de sus gobernantes, solamente la dicha de poder trabajar todos unidos por un futuro mejor. Ese peronismo, que enfrenta miles y miles de problemas en toda la nación, puedo decirles por boca del Presidente de la Nación que si no hemos hecho más, hemos conseguido como lo prometí la primera vez que hablé, entregar a todos los patriotas argentinos un país socialmente justo, económicamente libre y políticamente soberano. Para todos los argentinos patriotas, ese es el más grande de los servicios que se les puede prestar. No hay riqueza material que pueda igualar a esas tres sublimes aspiraciones; y no hay riqueza material que pueda parangonarse a la realidad de sentirse digno y de vivir en una patria libre y soberana. Conseguido ello, el peronismo ha puesto tensos los tiros que comienzan a cinchar férreamente para llevar adelante este glorioso carro de la Argentina. Por eso, si antes los miles de problemas que enfrentamos cayeron vencidos 389 uno a uno a nuestras plantas, pese a la prepotencia del exterior y a la traición del interior, ¿cómo no han de caer también vencidos, uno a uno, los problemas que se opongan a la riqueza y a la felicidad de nuestros hombres? ¿Cómo no han de caer vencidos, uno a uno, todos los problemas que puedan dificultar el progreso y la grandeza de la Nación? Hoy tenemos las manos libres, los brazos sin cadenas, y hemos de construir, piedra sobre piedra, la grandeza de la patria. Si hoy les refirmo la independencia, la libertad y la soberanía de la patria, llegará el día, queridos santiagueños, en que vendré a decirles, en holocausto de ese inmenso amor que ustedes sienten por la tierra: “Los problemas de la patria han sido superados, ustedes, en marcha ascendente hacia la felicidad y la grandeza, tienen sobre sus espaldas la responsabilidad que hoy pesa sobre las mías” Y podré quedar tranquilo, pensando que sobre los hombres de este maravilloso pueblo trabajador de la patria dejo los destinos de la nacionalidad, que heredamos sacrosantamente puros de nuestros antecesores y que hemos de legar a nuestros nietos con la herencia grandiosa que significa un pueblo libre en una patria libre, construyendo su grandeza. Compañeros: Antes de partir nuevamente para Buenos Aires, quiero darles a todos un estrecho abrazo sobre mi corazón, como símbolo de ese sentimiento de profundo amor al pueblo santiagueño, que comparto con mi señora. De la misma manera que los padres sienten más amor por los hijos menos afortunados, así también, haciendo justicia distributiva, entre todas las poblaciones de nuestra querida patria, llega uno a Santiago y hace votos a Dios, para que el futuro de esta tierra de hombres nobles, sencillos y sufridos, sea el más iluminado y promisorio de la patria de los argentinos. Y así les pido que todos los días dirijan un pensamiento y una mirada hacía mí, como yo dedico un pensamiento y una mirada hacia Santiago a la que sé empeñada en labrar su grandeza. Les pido también, que todos los días, como lo hago yo, al irse a acostar piensen si ese día han realizado algo para que, al pasar nuestra generación, la patria sea más grande y más feliz que cuando la recibimos al nacer. 390
1949-05-13
Ante una delegación de ferroviarios
Agradezco extraordinariamente que hayan tenido la magnífica idea de acercarse hasta esta casa para darme la inmensa satisfacción de poder saludar personalmente a cada uno de ustedes. Es cierto, y bien lo sabemos, que en el personal ferroviario nosotros tenemos un baluarte de nuestro movimiento, y especialmente entre el personal humilde que ha estado viajando durante tantos años y durante tanto tiempo ha luchado por nuestra causa en todos los lugares de la República. Es para mí una inmensa satisfacción el reconocerlo, porque es la verdad. También sabemos que ustedes sienten como nosotros la necesidad de que sea nuestro país quien gobierne y maneje todos los ferrocarriles. Sabemos bien que ustedes son tan argentinos como el que más, y que los primeros satisfechos y alegres de que hagamos esa obra de argentinización en los ferrocarriles son ustedes, los ferroviarios; de ahí nuestra profunda fe en la acción que estamos realizando. También saben que mañana tomaremos posesión del último ferrocarril extranjero que queda. Con esto, estamos cumpliendo nuestro programa inicial. Es indudable que la reconquista de los ferrocarriles ha de asegurar, en primer término, al personal ferroviario, mayores ventajas. Nuestro deseo no es el de obtener lucro de los ferrocarriles. Ya conocen bien cuál es el nuevo sistema que el señor Ministro ya ha puesto en marcha en las nuevas empresas que surgen. La compra de los ferrocarriles ha sido para nosotros un negocio magnífico, porque no hemos pagado ni siquiera lo que valen las estaciones ubicadas en la Capital Federal. Los ferrocarriles valen muchísimo. Ahora lo podemos decir tranquilamente. Como antes éramos compradores, teníamos que decir que era hierro 392 viejo. Lo he dicho alguna vez, ustedes saben mejor que nosotros que no es hierro viejo, que los ferrocarriles tienen un valor extraordinario y que nosotros pagamos una insignificancia por ellos. Por los ferrocarriles no pagamos sino una ínfima parte. Claro que los ingleses no se han perjudicado, porque ellos les sacaron el valor diez veces pero, para nosotros, valen y siguen valiendo. Ustedes se imaginan cuáles han sido nuestros apuros para cumplir ese programa. Cuando me hice cargo del gobierno, la República no tenía un centavo; tenía una gran deuda en el exterior. Fíjense cuál sería la cara que puse cuando vine aquí y había que andar buscando “chirolitas” en los cajones. No había ni para pagar los sueldos de los empleados públicos. Esa era la situación del país. Teníamos deuda en el exterior, y solamente poseíamos algunos créditos a nuestro favor que los utilizamos para cumplir con los servicios de la deuda. Pero los ferrocarriles los hemos comprado sin un centavo. Algunos economistas a quienes consulté me contestaron: ¿cómo va a pagar si no tiene un centavo? Pero esa es la gracia: comprar con dinero es cosa sencilla; cualquiera puede hacerlo. Nosotros pensamos que podíamos hacerlo sin dinero, y sin dinero lo hicimos. Así compramos los ferrocarriles, los teléfonos, puertos, servicios públicos de todo orden y, ahora, compramos también los servicios públicos marítimos para coordinar nuestra organización. Casualmente, ahora vamos a tomar posesión de algunas empresas particulares. Todo eso lo hemos comprado y lo hemos pagado. El problema ahora lo tenemos que arreglar aquí dentro. No es lo mismo arreglar las finanzas aquí adentro que tener que pagarle a los ingleses una punta de millones por año. En el peor de los casos, todos quedaremos pobres, pero dueños de lo que tenemos. No es una cosa del otro mundo tener que hacer un poco de sacrificio durante unos pocos años para incorporar ese haber patrimonial al Estado, que es extraordinario, porque ahora hemos gastado y vamos a tener que trabajar para recuperarlo, pero todo es nuestro. No tenemos una gran empresa, tenemos un boliche, pero trabajamos por nuestra cuenta. Ese es el ideal, porque si estamos explotados desde afuera, es inútil que tengamos muchos ferrocarriles y muchas cosas, si no son nuestras. El país tenía que realizar esta obra, porque es una etapa indispensable para la independencia económica. De lo contrario, nos iban a seguir explotando a los pobres, porque a los ricos no los explota nadie. De manera que cualquier sacri- 393 ficio [que tengamos que hacer, habrá que hacerlo, porque] teniendo el régimen actual de los ferrocarriles, podemos ir perfeccionando su material, y obtener enormes rendimientos, con lo que los pagaremos en el orden interno. Los hemos pagado ya afuera, pero ahora tenemos que pagarlos aquí, porque hemos emitido para abonarlos. Nosotros hemos hecho una combinación muy interesante, pero ahora hay que pagarlos. La combinación es simple para pagar sin dinero. Nosotros creamos el IAPI, que es una institución al margen de la Nación, es una organización casi particular, pero manejada por el Estado. El IAPI compró los ferrocarriles, pero ¿de dónde sacó el dinero? Pidió a los bancos. De manera que el IAPI debe ese dinero a los bancos. Los bancos deben al gobierno. Y el gobierno, ¿a quién le debe? Al IAPI. ¿Se dan cuenta cómo es el círculo? Pero los ferrocarriles vinieron y son nuestros. Hemos tomado posesión de ello y se los pagamos a los ingleses. Ahora queda que nos arreglemos entre el gobierno, el IAPI y los ferrocarriles. ¿Cuánto costaron los ferrocarriles? Los ingleses pidieron 8.000 millones. Nosotros les dimos 2.500. ¿Cómo se lo pagamos? Con trigo que comprábamos a 20 y se lo vendíamos a 60, de manera que pagamos el 33 por ciento. Vale decir, que en vez de 2.500, son 750 millones. Para los ingleses mandamos 750 millones de pesos en trigo pero, para el orden interno, pagamos 2.500 millones. Esos 2.500 millones de pesos se han emitido, nosotros pusimos en marcha la máquina de la Caja de Conversión y ese dinero está en el público, está en el mercado. Ahora hay que retirar esos 2.500 millones. ¿Cómo? Vendiendo parte de la tierra que tenían los ferrocarriles. En esa forma retiraremos los 2.500 millones y los llevaremos a la Caja de Conversión y los quemaremos. Hemos comprado, hemos pagado, y no se gastó nada. Si ellos pedían 8.000 millones –podían valer 6.000– y yo los compre por 2.500, ¿es negocio? La combinación es simple, y así se compraron los ferrocarriles y así se han comprado muchas otras cosas, como seguiremos comprando otras. El problema está en arreglarnos aquí adentro; entre nosotros, los argentinos, nos vamos a arreglar de cualquier manera. 394 Pero lo que puede decirse es que los ferrocarriles pagarán gran parte de su deuda con sus superávits, y entonces quedarán enormemente aliviados y podrán perfeccionar sus servicios, y adquirir nuevos materiales de transporte, construir viviendas para ferroviarios, etc., y después ir prosperando. Y, a medida que prospere el ferrocarril, prosperarán todos sus servidores, porque el Estado no quiere beneficio de los ferrocarriles. El señor teniente coronel Castro me dice que esto es un negocio bastante regular, y mi deseo es que la prosperidad de los ferrocarriles lleve a la prosperidad al sector de los ferroviarios, eso es lo que más me interesa a mí. El Estado no está para explotar a nadie sino para facilitar la vida de todos. Ese es nuestro programa. Los ferrocarriles se van a pagar con la venta de los terrenos, de las estancias, de las […]177, y otras empresas que no tienen que estar en el ferrocarril, como tampoco tiene relación con el ferrocarril la explotación de los puertos, de aguas corrientes, etc. De manera que cuando se venda todo eso, y se cobre, pagamos los ferrocarriles. Lo que nos entre por lo emitido, lo quemamos, disminuyendo así la circulación para no desvalorizar el peso. Y el ferrocarril queda en nuestro poder, y lo administramos nosotros. Hay un problema de los guardas que el señor ministro va a solucionar. No va a haber dificultades. Por ahora no se podrá hacer mucho pero, a medida que pase el tiempo y los ferrocarriles estén en mejores condiciones financieras, los problemas se irán solucionando. Si esto se hubiera hecho ya hace cien, ochenta, cincuenta, o cinco años, quizá podríamos estar ahora bien; pero al principio no se puede pretender de un negocio que dé un gran rendimiento. Pero sí les diré que los ferrocarriles, cuando terminen de pagar su deuda, quedarán en condiciones de ganar más. Si ganan más, es para ustedes, si pierden, peor para ustedes. Ustedes serán los artífices de su propio destino. Es una cosa bien clara para nosotros y lo mismo haremos con los demás servicios públicos. Comprar ferrocarriles es un negocio, lo que se compra son materiales, edificios, vías, puertos, usinas. Pero en los frigoríficos no es oro todo lo que reluce. Hay que pagar el lucro cesante y no es negocio. Para ellos va a ser más […] ne- 395 gocio y quizá lo vendan por nada o los entregan.178 Lo mismo pasará con las usinas eléctricas. Es un negocio que me tiene tentado, pero ocurre que todas las empresas que hay en el país para proveer de energía eléctrica son térmicas, necesitan carbón, y entonces el kilowatt sale a 29 o 30 centavos. El secreto está en hacer en cada dique que se construya uno o dos usinas, para proveer de hidroelectricidad a quien la necesite a un precio de 10 centavos el kilovatio. Lo mismo pasará cuando se ponga en funcionamiento el gasoducto de Comodoro Rivadavia. Todo eso va a permitir vender la energía eléctrica a precios reducidos. ¿Y cuando yo haga eso, qué podrán hacer las empresas de luz? Los millones de pesos que nos podrían costar adquirir esas usinas, yo los voy invertir para producir energía más barata. No hay que apurarse. Sería un mal negocio si hoy se compraran las usinas térmicas. ¿Se dan cuenta cómo hay que [actuar con] prudencia? Ese dinero que costaría expropiar esas compañías, yo lo invierto para hacer producir energía más barata, porque eso de expropiar sin pagar es un cuento chino. No se puede, a pesar de los que digan que por el artículo 40… Hay contratos, convenios, que respetar, y después las usinas nos cuestan [diez] veces más. 179 Lo que gastaríamos en expropiar compañías lo invertimos en hacer nuevas usinas, y después ellos tendrán que vendernos sus instalaciones como hierro viejo cuando no pueda competir con los precios que nosotros vamos a dar. Es un programa más largo, pero más económico para el país.180 (…) Ustedes me van a disculpar, pero a las 11.30 debo estar en el acto del Consejo Económico.
1949-05-13
En el acto de la protocolización del contrato por el que se adquirieron las acciones de la compañía Dodero
Es éste un acto más de los programados dentro de nuestro plan de realizaciones de gobierno. La incorporación de la compañía Dodero al Estado representa para nosotros el cumplimiento fiel de la ley, de los dictados de nuestra Carta Magna, la Constitución Nacional que hemos tenido el honor de jurar hace poco.183 No deseo dejar pasar esta oportunidad sin referirme a este hecho trascendental que representa un acto más de los que el Estado, con hombres que han dedicado su vida a una actividad como los señores Dodero, no puede considerar nunca como asunto de lucha de intereses, no pueden ser nunca motivo de enemistad entre los argentinos y su gobierno, y me place decir que, para mí, lo más maravilloso de este acto es que compradores y vendedores, Estado y ciudadanos argentinos, terminen una tratativa con un abrazo cariñoso y con el reconocimiento a que el Estado está obligado hacia los hombres que han consumido su vida por el bien y la riqueza de la Nación. Aprovecho también esta oportunidad para reconocer el desprendimiento, especialmente del señor Alberto Dodero184, al ofrecer su Compañía y al haber dejado al arbitrio del Estado la valorización de tales importantes bienes. Ello demuestra dos cosas: la fe que el señor Dodero tiene en la justicia del Estado y 398 su desprendimiento como argentino para servir a los bienes de todas los demás argentinos, a los cuales él no puede ser indiferente porque es un ciudadano de la Nación. Para terminar, señores, solamente quiero agregar dos palabras. La Nación no puede ni debe ser jamás enemiga de ningún interés que esté dentro de la Nación misma. Menos aún puede ser enemiga de los ciudadanos argentinos. Por eso, señores, cuando realizamos tratativas de esta naturaleza, al agradecer el gesto de este ciudadano argentino en bien de la Nación, lo hacemos con toda la amplitud de nuestro corazón, agradeciéndole a un argentino que se desprende de lo que ha sido casi el compañero de toda su vida: su trabajo, su construcción, para ofrecerlo al Estado sin otro interés que engrandecer el bien de todos los argentinos, aunque para ello deba sacrificar él personalmente algo de su bien individual.
1949-05-14
En el acto de toma de posesión del Ferrocarril Central de Buenos Aires
Señores ministro y funcionarios de la Nación: Compañeros: He llegado con el mismo entusiasmo y la misma decisión con que hemos cumplido los demás actos hasta éste, en que incorporamos al patrimonio de la Nación Argentina la última compañía ferroviaria que quedaba en manos del capital foráneo187, último eslabón de esa cadena que ataba los brazos de la Nación Argentina y oprimía los corazones de los criollos que veíamos en la reconquista de nuestro sistema de comunicaciones, un factor indispensable de nuestra independencia económica. Creo también, señores, que en este acto cumplo la voluntad popular como la he venido cumpliendo desde los primeros días de mi intervención en el gobierno de la Nación y, antes, compartiendo las inquietudes populares. Yo no me creo sino realizador de esa voluntad popular, y la inmensa responsabilidad de estos actos, que asumo como primer mandatario de la Nación, la comparto gustoso con el pueblo que es quien ha decidido la incorporación de los valores argentinos al 400 patrimonio de la nación. Cumplido ese acto, realizada la recuperación de los valores argentinos para los argentinos, la responsabilidad de su consolidación, de su progreso, de la reafirmación de esa recuperación para el patrimonio de la patria, es responsabilidad del pueblo argentino; él deberá continuar haciendo cumplir y cumpliendo lo que establece nuestra nueva Constitución justicialista, que le devuelve aquello de lo que nunca jamás debió haber sido despojado, ni por la falta de honradez ni por la incuria de los gobernantes de esta tierra. Yo sé bien del patriotismo, del espíritu de trabajo, de la cohesión y de la energía del gremio ferroviario. Yo sé bien el valor de sus dirigentes y sé bien de su disciplina, de su abnegación y de su sacrificio en las tareas que cumple. Lo sé, porque el resultado que estamos obteniendo de los ferrocarriles argentinos es muy superior a los resultados obtenidos por los ferrocarriles extranjeros. Es que el corazón de los criollos montando nuestras máquinas criollas y conduciendo nuestros convoyes criollos, ha de obtener un rendimiento superior para la Nación, porque no solamente va puesto en ellos el músculo de nuestros trabajadores, sino también su cerebro y su corazón de patriotas. Por eso, en esta oportunidad propicia quiero agradecer a los ferroviarios argentinos cuanto están realizando en pro del mejoramiento de los servicios. Quiero agradecerles la cohesión del gremio, representado por la Unión Ferroviaria, cuya disciplina inquebrantable, he dicho muchas veces, la hace un modelo como agremiación y como organización sindical. Quiero agradecerles, en fin, a todos los ferroviarios que en los cuatro puntos cardinales de la patria enlazan con sus convoyes y sus vías el corazón de los argentinos que la habitan en esas cuatro latitudes. Quiero también agradecerles el hecho de que el rendimiento haya aumentado extraordinariamente, como extraordinariamente aumentan los beneficios obtenidos en los servicios y en las recaudaciones. Eso que antes podría representar un esfuerzo perdido, hoy representa un esfuerzo íntegramente ganado para la Nación y para los mismos ferroviarios. Eso que representaría antaño esfuerzos injustificados, hoy está plenamente justificado cuando vemos en nuestras máquinas y en nuestros vagones la bandera de la patria que nos está diciendo que son trenes criollos para los criollos. Ahora, compañeros, todos los ferrocarriles de esta tierra son argentinos; cada uno de ustedes forma parte de esos ferrocarriles y de esta patria; que cada uno 401 sepa cumplir su deber de argentino y su deber de ferroviario; que cada uno ponga también en esta empresa parte de su corazón; que cada uno ponga parte de su voluntad y de su sacrificio, porque con ello haremos grandes a estas empresas; con estas empresas haremos grande a la patria y cuando esa patria con la que soñamos los argentinos alcance el pináculo de su desarrollo y de su fortaleza, los que nos hayan seguido en la ciclópea obra de engrandecerla tendrán un recuerdo para nosotros, aun cuando estemos sepultados a veinte metros bajo tierra. Quizá los que hoy han sido perjudicados por esta recuperación, porque ya no podrán cobrar plata extranjera; quizá nuestros adversarios, que poco ven a través del fárrago de intereses que los ciegan, nuestros adversarios políticos, podrán criticarnos y podrán escarnecernos; pero lo que no podrán hacer es torcer el curso de la historia. Y la historia dirá que nosotros, esta generación de argentinos, supimos cumplir con nuestro deber, como no supieron cumplir ellos. Los hombres que no trabajamos por amor al dinero, los hombres que no esperamos nada del presente, los hombres que tenemos puesta nuestra mirada en la historia de la patria, estamos ya pagados, sabiendo que cualquiera sea la inaudita perfidia de los que no nos entienden o no nos quieren entender, la historia dará su fallo justiciero y los sepultará a ellos cien codos más abajo que a nosotros.
1949-05-17
Durante un almuerzo ofrecido por el Bloque Único de Senadores
Yo solo quiero, señores, agradecerles este homenaje con palabras sencillas, como deben ser siempre las palabras que decimos nosotros, los peronistas. Hay una razón por la cual yo me siento inmensamente feliz y satisfecho, y ella es la de contar con el espíritu con que la Cámara de Senadores desempeña y ha desempeñado la alta función que le corresponde dentro del Estado. En este sentido, señores, yo he demostrado ser siempre un hombre de alta compresión y me hace muy feliz la ocasión de poderles decir a los señores senadores cuánto he apreciado la colaboración que me han prestado, tanto cuando han aprobado una cosa o me han aconsejado, como cuando me han dicho que no. Ese espíritu de cuerpo que tiene el Senado, esa solidaridad absoluta entre todos los senadores, es lo que le da el verdadero prestigio que ha adquirido en el país, y el respeto y la consideración que todos tenemos por esta Cámara. Si el Senado mantiene esa unidad; si dentro de él no existe la más mínima divergencia, creo que llenará sus funciones de la mejor manera que pudiera hacerlo. Yo entiendo que el Senado, señores, es mi consejero –como lo he dicho muchas veces– y cuando me preguntan en alguna ocasión qué me parece, yo contesto que a mí me parece lo que diga el Senado, porque sería muy torpe de mi parte insinuar siquiera lo que me deben aconsejar mis consejeros. Ustedes saben que esto lo he cumplido inflexiblemente durante el desempeño de mis funciones al frente del Poder Ejecutivo. En este sentido, señores, este homenaje, que es un vínculo más de acerca- 403 miento, de amistad y de solidaridad con que nosotros distinguimos la función que desempeñamos y con que honramos los cargos que nos ha confiado la República, me hace poder decir que me siento inmensamente feliz y satisfecho por la obra del Senado y de cada uno de los señores senadores; y, por sobre todas las demás cosas, alabo ese espíritu de cuerpo, de unidad, de solidaridad, con que desempeña la Cámara sus difíciles y arduas tareas. Hace pocos días, en una reunión de ministros, hablaba sobre esas tareas, con referencia a los acuerdos que debemos pedir para todo el personal. Se planteaban dos cuestiones distintas: unos decían si pediríamos el acuerdo o si dejaríamos de pedirlo para que el Senado lo diese a los hombres que los tienen que recibir. Creyendo contemplar las mejores condiciones para obtener ese acuerdo, yo dije lo siguiente: “Dejémoslo confiado al Senado”. Nosotros pedimos el acuerdo, pero con el concepto peronista del acuerdo; vale decir que el Senado investigue por su cuenta si los que nosotros proponemos merecen o no el acuerdo. Nosotros creemos que lo merecen; por eso lo pedimos. Pero bien podemos estar equivocados; y si el Senado dice: “No; ese señor no lo merece”, nosotros deberemos aceptar lo que el Senado manifiesta y proponer otra persona. Es decir, un concepto distinto al que siempre se sustentó en este orden de cosas. Si ustedes ven que las personas para quien pedimos acuerdo, no tienen condiciones o no son suficientemente leales para ocupar el cargo, lo honrado y conveniente es que ustedes digan que no. Ese es el concepto, sin reservas mentales, con que veo esta colaboración entre el Poder ejecutivo y el Senado de la Nación. Vale decir, nos asesoramos honrada, leal y sinceramente. Nos gusta o nos disgusta, pero creo que esta forma de proceder es muy constructiva, en cuanto yo pido una colaboración. En ese sentido, muchas veces me agrada más que me digan que no a que me digan abiertamente que sí, pero sin reflexionar y sin medir las consecuencias del acto. En el Senado he encontrado esa colaboración. A veces el Senado ha opinado una cosa y yo otra, y se ha resuelto lo que opinaba el Cuerpo. Es la única forma de vivir en comunidad absoluta de sentimientos y de pensamientos, sin reservas mentales, dando al Cesar lo que es del Cesar, y a Dios lo que es de Dios. Me 404 encanta respetar cuando ustedes tienen razón y alabar el juicio, la sabiduría y la prudencia con que me aconsejan. Y si yo tengo razón, ustedes me la dan. Esa es la forma de vivir. Señores: En esta oportunidad en que todos estamos reunidos aquí, amigos y compañeros de trabajo, me hago una obligación en decir que si hay una cosa que me satisface, que me hace feliz, y que creo es lo mejor que conviene a las funciones que todos desempeñamos, es mantener esa conducta caballeresca, abierta y leal, dando cada uno de sí, honradamente, lo que cada uno puede dar y diciendo siempre la verdad, aunque ella no coincida con lo que otro cree que es la verdad. Señores: Brindo porque el Senado siga como hasta ahora y porque la Patria reciba los beneficios de este Cuerpo de honorables caballeros, que sostienen la causa peronista con tanto ahínco y entusiasmo, para bien de esa Patria que es el único motivo de nuestros desvelos y de nuestros afanes.
1949-05-19
En la inauguración de una planta de penicilina
Antes de cumplir con el cometido que se me ha asignado, yo quiero decir, aunque más no fuera, unas breves palabras, que significan mi sensación y mi pensamiento en este instante. La inauguración de la fábrica de penicilina Squibb, no tiene solamente para mí el significado de una inauguración más dentro de la política de industrialización del país. Tiene un más alto significado, que deseo hacer presente en nombre de la República. Hay circunstancias que implican una consideración de orden superior a la simple inauguración e iniciación de una industria en el país. Esas circunstancias se entremezclan formando factores en los que estamos empeñados todos los hombres de buena voluntad de esta patria y que sentimos, también, la correspondiente con los hombres de buena voluntad del gran país del norte. Estados Unidos y Argentina se asocian literalmente en la empresa común que representa esfuerzo, compresión e inteligencia común. Debemos agradecer que esa circunstancia se cumpla en este caso, mitad ciencia, mitad trabajo, la combinación más noble que ha conseguido el hombre hasta nuestros tiempos. Es por eso, señores, que, en nombre de la República, y antes de cumplir con el honroso encargo que se acaba de hacerme, quiero agradecer a ese gran país todo cuanto con esa buena voluntad y con su empeño nos hace llegar con la inauguración de esta magnífica fábrica. Al mismo tiempo, agradecer muy especialmente a míster Arnold192, mi viejo amigo, y a Weicker193, que nos hayan dado, en esta oportunidad, una tan magnífica y tan alegre inauguración. Entiendo yo, señores, que como funcionario representante de la Nación en 406 este acto, debo empeñar públicamente mi palabra en el sentido de que no habrá esfuerzo que la República no realice para poder hacer cumplir lo que nosotros, los argentinos, practicamos permanentemente: nobleza obliga. Y a la fábrica Squibb le puedo decir, en nombre de la Nación, que no habrá garantía que el empeño del Estado no realice para llevar adelante esta empresa y facilitar que sus hombres de ciencia, que nuestros hombres de ciencia y nuestro trabajo, se unan cada vez más indestructiblemente para levantar obras como ésta, que honran a la patria americana y a la humanidad. Señores: Es en nombre de esos altos sentimientos que nos unen en este primer gran partido amistoso, según palabras de míster Arnold, que declaro inaugurada esta fábrica y pido a Dios que sea una empresa que se levante cada día más arriba, en todo sentido, para honor y satisfacción de los que realizaron y para bien de la salud de la patria.
1949-05-19
En un acto ante representantes de la colectividad japonesa en la Argentina
Señores y señores: Les agradezco profundamente que hayan tenido la amabilidad de llegar hasta esta casa para brindarme la inmensa satisfacción de poderlos saludar personalmente. En la historia y en los conocimientos que poseo del pueblo japonés he aprendido dos cosas que me recuerda de manera especial esta reunión. Sé que cuando un japonés toma en sus manos una bandera, la toma de verdad y con el corazón; y sé también que los pueblos como el japonés, que aman profundamente su tradición, son pueblos llenos de bondad y de gratitud. Dos condiciones que deberían volar para impregnar a todos los pueblos del mundo y con lo cual se haría más feliz a la humanidad. La colectividad japonesa en nuestro país es querida y respetada por nosotros. Querida, porque en esta tierra los hombres tienen todo su porvenir en sus brazos, y ustedes también lo tienen porque son hombres modestos y trabajadores, que construyen su propia felicidad en una tierra donde la felicidad está dada a todo aquel que sea capaz de regar con sudor la tierra que lo alimenta y lo mantiene. Y también, señores, porque las estadísticas comprueban que los japoneses son hombres honrados y de orden. Yo no olvido nunca un hecho excepcional que sucedió en nuestro país hace algunos años. Por primera vez la Policía de la Capital había detenido a un japonés que cometió un hurto, y la embajada japonesa lo pedía para hacerlo juzgar en el Japón porque era un caso extraordinariamente raro que en un 408 país apareciese un japonés que fuera capaz de ser ladrón. Esto, señores, honra a los hombres, honra a los pueblos y honra a las naciones, y la Argentina anhela tener en su territorio a los hombres que son capaces de honrar a su patria lejana o de honrar a la patria donde viven. Para nosotros, ese es un sentimiento superior que el hombre debe poner en evidencia, y ustedes lo ponen en evidencia en todas partes y en todo momento. Por eso, declaro en nombre de la Nación Argentina que los japoneses son bienvenidos a nuestro país y son amados por los argentinos. Señores: Yo deseo que en la dilucidación de todas las cuestiones que la colectividad deba realizar en nuestra tierra, tengan presente que aquí cuentan con la más absoluta buena voluntad, no sólo del gobierno, sino también del pueblo argentino; y los japoneses, nacidos en esta tierra, que por nuestras leyes son argentinos, deben saber que para nosotros no existen diferencias raciales de ninguna clase. Así lo establece nuestra Constitución. Nosotros pensamos que hay dos clases de hombres: los hombres buenos y los hombres malos. Queremos a los buenos y no a los malos; y, afortunadamente, ustedes constituyen una colectividad de hombres buenos y de trabajo, que son los que necesita nuestro país. Yo felicito al señor presidente de esta meritoria asociación de la colectividad, y lo hago, señores, porque hay una cosa que el hombre no puede olvidar, cualquiera sea el tiempo y la distancia que lo separe de la patria: la unión de los hombres de una misma nacionalidad. Los hombres que son capaces de vivir la patria a miles de kilómetros de distancia, son gratos a todas las patrias, porque no se puede olvidar la tierra donde uno nació y donde uno tiene los huesos de sus antecesores. Esta colectividad japonesa, que uniéndose se honra y nos honra a nosotros con su convivencia, debe tener la sensación más absoluta de que para nosotros, en esta tierra, sus miembros son tan argentinos como nosotros, tienen el mismo respeto que nuestros hombres, y no hay diferencia alguna entre un hombre japonés y un hombre argentino. Para nosotros, ustedes son todos argentinos, nativos o ciudadanos o habitantes y, en ese sentido, tienen el derecho que dan nuestras libérrimas leyes; tienen la posibilidad de cualquier otro habitante de la República; y tienen más: tienen también nuestro cariño y nuestra consideración. Señoras y señores: 409 Les agradezco inmensamente estos recuerdos, que serán para mí un llamado permanente hacia el respeto y el cariño que he sentido y siento por esta colectividad. En cuanto a este petitorio, estando aquí el señor Director General de Migraciones196, se lo voy a entregar en la misma forma en que lo he recibido, para que, sin más, sea puesto en ejecución y cumplidos todos los deseos que en él se expresan. A fin de poder facilitar los trámites para la obtención de pasajes de llamada o de reincorporación de argentinos que se encuentran en el Japón, como asimismo de familiares de japoneses que deben venir con pasajes de llamada, nos interesaría que la misma colectividad se encargue de los datos y demás elementos necesarios entendiéndose directamente con el señor coronel González197, que pondrá toda la buena voluntad de que él es capaz, como así también toda la actividad y posibilidades que nuestros organismos de inmigración permitan para acelerar el cumplimiento de los deseos expresados en ese petitorio. Finalmente, les agradezco profundamente, en forma particular, esta visita, que me llena de satisfacción porque quiero que sepan que siempre he tenido un alto respeto, una gran consideración y un gran cariño por los japoneses y, al mismo tiempo, quiero pedirles que recuerden que en esta casa tienen un amigo y tengan presente que, cuando un argentino dice que es un amigo, es porque lo siente y porque desea practicar esa amistad. Muchas gracias.
1949-05-20
En la colación de grados de los egresados de la Facultad de Ciencia Económicas
Señoras y señores: Éste es un número completamente fuera de programa, pero accediendo a una insinuación de mi querido amigo el ingeniero Pascali, a quien no puedo negarle nada, he de pronunciar algunas palabras. Señores alumnos egresados de la Facultad: Solamente he de decir pocas palabras, pero les ruego que las mediten y las recuerden. Es fácil para un hombre que, como yo, ha enseñado durante casi toda su vida en un medio o en otro, dirigirme a muchachos que esta tarde saldrán con su diploma bajo el brazo con una gran alegría en su corazón y una enorme responsabilidad sobre sus espaldas. La humanidad, desde los comienzos de su existencia, ha podido dividirse justamente en dos categorías de hombres. Los que necesitan trabajar para sí y los que han sido dotados por la naturaleza o lo han conseguido por sus esfuerzos, para poder trabajar por los demás. Los señores egresados abandonan la primera categoría y asumen la responsabilidad de embanderarse en la segunda. Desde hoy en adelante ya no trabajarán para sí, trabajarán para los demás porque, con sus esfuerzos, se han capacitado para ello y porque la humanidad organizada aprovechará de sus sacrificios para el bien general. Ese es, en mi sentir, la responsabilidad de todos los profesionales que la Nación forma para que cada día esta República pueda ser más feliz, más grande y más gloriosa. 411 Yo siempre he distinguido el sentido de la capacitación y he condicionado la capacitación intelectual o técnica a la formación moral, porque las capacitaciones incalificadas suelen ser negativas y aun peligrosas para los hombres. Recuerdo siempre que, de muchacho, leí un comentario de las obras de Séneca que no he podido olvidar en toda mi vida. Dice que este filósofo en su escuela contemplaba la posibilidad de que sus alumnos no sólo estudiaran sus lecciones sino que, solos en el bosque, sentados tranquilos frente a la alegría de la naturaleza, conversaran consigo mismos, según su propia expresión. Y cuenta que él, entre tanto, circulaba entre sus alumnos y les preguntaba: ¿Qué estáis haciendo? “Conversando conmigo mismo”, le contestaban, y él afirmaba invariablemente: “Tened cuidado, no vayáis a estar conversando con una mala persona”. Lo que el filósofo buscaba era lo que buscamos nosotros hoy no sólo para el hombre, sino para las comunidades organizadas. Tanto el hombre como las comunidades organizadas sin un sentido de la ética pueden ser suicidas y desastrosas. Y dos guerras inmensamente desastrosas nos están dando el resultado de que allí muchos habrán conversado, quizá, durante toda su vida con una mala persona. Señores: Mi única ilusión de argentino y gobernante es que estas universidades formen hombres capaces pero, antes que capaces, buenos, porque de ellos la patria y la humanidad pueden esperar felicidad, alegría y grandeza; de los otros, de los malos, la humanidad y la patria solamente pueden esperar ruinas y desesperaciones. El hombre es en la vida, y los pueblos y las naciones en la tierra, el artífice de su propio destino. Y estas escuelas beneméritas en la vida de la humanidad tienen la obligación de asegurar que ese destino, y para cuya conquista dan armas a los hombres, tenga siempre presente de no poner jamás las armas en manos de malas personas. Muchas gracias.
1949-05-25
Mensaje a la juventud con motivo de la fiesta patria
Jóvenes argentinos: Reverenciamos hoy a los hombres de Mayo. ¿Qué mejor homenaje para ellos que reunir a los muchachos de la Patria, mostrarles las glorias del pasado, exhibirles la acción febril y tumultuosa de los días presentes y señalarles el provenir para el cual ellos mismos deben prepararse? Prepararse para ser dignos de la Nueva Argentina que no se hace con palabras ni con promesas, sino con trabajo, verdad, estudio, tenacidad y sacrificio. Para que la Nueva Argentina no sea un sueño vago e impreciso, vamos haciendo que en el ámbito de la República triunfen los que trabajan, los que realizan, los que tienen ansias de perfección y de justicia. El instrumento fundamental, la Constitución Justicialista, está ahora al servicio de todos los argentinos. Con este instrumento se han abierto todas las puertas y están expeditos todos los caminos. Con este estatuto los argentinos que quieran estudiar de verdad, podrán realizar sus esperanzas, porque en la Constitución Justicialista los derechos del trabajo y del estudio están igualmente amparados, porque en esta Constitución se contiene el principio de la fraternidad humana que Dios predicó y está ahora incorporado a la ley de las leyes argentinas. Muchachas y muchachos: ahora sí el porvenir es de ustedes. ¡Estudien! ¡Trabajen! ¡La Nueva Argentina es de los jóvenes! Para ustedes mi saludo cordial, mi simpatía, mi afecto, todo mi apoyo y todo mi cariño. 413
1949-06-18
En el acto inaugural de la Casa del Docente y del Estudiante Argentino
Solamente deseo agregar dos palabras para unir mi júbilo al del señor Ministro de Educación, al de los maestros y alumnos argentinos que, de hoy en adelante, serán los dueños de esta magnífica casa, dedicada a un hogar de tránsito más dentro de nuestra organización social. Señores: Conozco desde hace cuarenta años el sueño de los maestros de poseer su casa, sueño que se tradujo en varias construcciones siempre inconclusas y que conocemos los que transitamos por las calles de Buenos Aires. Esa idea y esa aspiración inconclusa de los maestros se realizan hoy, no como una cuestión providencial sino como una cuestión natural de nuestra conciencia social. Uno de los trabajos en que más me he empeñado en mi obra personal, y el gobierno en la obra general, es en desarrollar la conciencia social del pueblo argentino. Yo pienso que los pueblos modernos no pueden vivir felices hoy en ninguna latitud de la tierra si no tienen desarrollada, y desarrollada profundamente, su conciencia social. Éste es otro paso hacia el desarrollo de esa conciencia social que unirá más fuertemente a los ciudadanos argentinos y a sus agrupaciones internas, tratando, por este medio, de llegar al más alto de los objetivos que la Nación puede perseguir: la unión indestructible y absoluta de todos los argentinos. Deseo, señores, que esta casa del docente y del estudiante, desde hoy en adelante, albergue entre sus muros a personas felices, y que en el devenir de los tiempos argentinos, sea esta casa el albergue natural de hombres, mujeres y niños 415 argentinos, cada día más felices. Deseo hacer un pequeño obsequio. Hace poco tiempo me regalaron en Mendoza un juego de mosaicos en hierro forjado, magnifica expresión del arte de las provincias de Cuyo, que yo quiero obsequiar a esta casa y que voy a hacer enviar hoy mismo.
1949-06-20
En el Día de la Bandera
Jóvenes argentinos: En el “Día de la Bandera” de la Patria, uno mi homenaje como hombre del pueblo a la enseña que, acaudillando a millones de argentinos, sintetiza y simboliza el augusto objetivo de todos los que luchamos por una Argentina grande, libre, soberana y justa. En ella rendimos tributo de recuerdo y de gratitud a su creador, el General Manuel Belgrano que, con San Martín, representan los héroes máximos de la nacionalidad y las glorias más puras de la Patria. En los comienzos de mi presidencia, después de más de un siglo de olvido, dí cumplimiento a los deseos de Belgrano de destinar la recompensa en dinero que le acordara al prócer el gobierno, destinando los fondos necesarios para construir una escuela, como él lo dispusiera, en la ciudad de Tarija. Interpretando sus ideas y sentimientos que lo impulsaran a destinar sus bienes y recompensas para construir escuelas en la rudimentaria comunidad argentina de su tiempo, deseo anunciar que, desde hoy, quedan suprimidos los actuales aranceles universitarios en forma que tal enseñanza sea absolutamente gratuita y al alcance de todos los jóvenes argentinos que anhelen instruirse para bien del País. Para honrar a los héroes, nada mejor que imitarlos. Cumplimos el mandato histórico de completar la independencia que ellos comenzaron, por eso luchamos por liberar a la República de toda influencia de 417 poder extraño a la nacionalidad. Con ellos, necesitamos de la vigilia, del trabajo sin tregua y del sacrificio sin límites cuando sea necesario. Jóvenes argentinos: Que nuestra bandera les recuerde siempre vuestros deberes de patriotas, prontos a ofrecer la vida en su holocausto, porque en sus pliegues sagrados están escritos, con las glorias y las tradiciones de la Patria, los deberes ineludibles que todos tenemos de defenderlas.
1949-06-22
En el acto de clausura del Congreso de la Unión Ferroviaria
Compañeros ferroviarios: Mi satisfacción es tan inmensa por haber podido compartir estos instantes con los compañeros ferroviarios, que no voy a hacer un discurso, sino una conversación, a la que estamos acostumbrados y por la que estamos ligados desde hace ya tanto tiempo y en donde, como he dicho muchas veces, la verdad habla sin ningún artificio. Hace ya mucho tiempo, dije a los trabajadores argentinos que, emprendiendo la cruzada en que nosotros nos embanderamos desde 1944, cuando nuestro entendimiento se puso a tono y nuestro corazón comenzó a latir con ritmo de equilibrio entre los trabajadores y el entonces secretario de Trabajo, dije en esa oportunidad que a mí, como hombre que iniciaba su vida en una actividad nueva, en la política, se me presentaban dos caminos. Uno, era un camino abierto y libre, algo así como el camino a Ezeiza, con doble tránsito; y el otro era una selva enmarañada, llena de obstáculos y de peligros, donde había que seguir el ejemplo de los hombres de nuestra selva, es decir, abriendo nuestra propia senda a fuerza de machete. Cualquier político hubiera seguido el camino a Ezeiza, pero yo no quería ir a Ezeiza; yo quería ir adónde vamos nosotros, que sabemos bien donde queda. Y dije también en aquella oportunidad que no debía ocultársenos que tendríamos una lucha ardua y larga, no sólo con los enemigos de adentro, sino también con los enemigos de afuera. Creo que todo aquello que anuncié en el comienzo de nuestra marcha se ha ido cumpliendo, estando toda esa marcha jalonada por dificultades, por luchas, 419 por difamaciones y por traiciones, pero también por momentos de halago, en que el corazón de los compañeros, al contacto con nuestro corazón, hacía renacer las esperanzas y retemplar las fuerzas para seguir luchando. En esa lucha interior, hemos superado muchas etapas. En lo social, que era lo primero que enfocamos para su solución, hemos subido ya una gran parte de la cuesta. Queda otra parte que debemos ir escalonando, como sucede en las cumbres de las montañas, con mayor lentitud, cuando más alta es la montaña. En el orden político, hemos posibilitado el alcanzar la dignificación del pueblo argentino. Nos ha sido dado ir escalonando conquistas para anular, borrar y olvidar el oprobio de tantos años de falsedad, de mentira y de fraude. Pero donde es más dura la lucha, donde mayores son las dificultades es, sin duda, en el aspecto económico de nuestras conquistas. Son más duras las luchas, son más difíciles, necesitan de mayor vigilia, de mayor sacrificio y de mayor trabajo; pero son también las que nos dan mayores satisfacciones. Y hablando aquí, entre compañeros, quiero hacer un análisis de este aspecto, para que todos los compañeros delegados puedan llevar a los demás compañeros ferroviarios, un panorama de la situación actual y una previsión del futuro y, sin asegurar que sea ese, por lo menos ha de estar bien encaminado como casi todas las apreciaciones que he hecho yo hasta ahora. Cuando me hice cargo del gobierno, hace tres años, el problema económico que se le presentaba a la República Argentina, era sumamente difícil. El oro estaba bloqueado en el norte, las libras estaban bloqueadas en Europa, no teníamos disponibilidades convertibles de ninguna moneda ni ninguna posibilidad. Aquí no teníamos plata ni para pagar a los empleados públicos a fin del mes en que yo me hice cargo del gobierno. Se había llegado a deber ocho meses de forrajes para los pobres caballos del ejército. La situación era en extremo difícil porque, en esto, como le sucede a los financistas y a los comerciantes no basta tener crédito, sino que es necesario tener numerario, para hacer frente a las necesidades. Nosotros teníamos crédito pero, pobre de nosotros, si hacíamos uso de ese crédito. Teníamos una deuda pública que venía ya desde el año 1828207, sin que nadie la hubiera podido pagar. Empezó con el primer empréstito, y habríamos llegado, sin solución de continuidad, de empréstito en empréstito, hasta acumular 420 una cifra astronómica de deudas al interior. Tan grande era, que todos los argentinos teníamos que ir oblando diariamente la cantidad de 2.000.000 de pesos, moneda nacional. Esa era la situación. Pero se empeoraba mucho, a poco que yo decía qué era lo que quería hacer, a pesar de esa situación. Yo llamé a una cantidad de técnicos para las consultas. Consulté a muchos hombres, que saben mucho de materia económica, como es lógico, para ilustrarme. Al principio, yo tenía el concepto del problema. Después de consultar a veinte personas, yo no sabía lo que pasaba porque, naturalmente, cada uno me daba su punto de vista o su orientación. Y cuando yo les decía a los técnicos: vea la situación es ésta y hay que contemplarla. Tengo que comprar los ferrocarriles, los teléfonos, la marina mercante, nacionalizar los puertos, el gas y, además, pagar toda la deuda, se me quedaban mirando asombrados como si les estuviera hablando en Melchor Romero o en alguna parte por el estilo. Recuerdo que uno de ellos, que me miraba con unos ojos grandes, me dijo: “si no tiene plata cómo quiere comprar todas esas cosas”. “Vea, si tuviera plata no lo hubiese llamado a usted. Lo compro yo. Lo llamo a usted porque, si usted es economista, ha de saber cómo se compra sin plata, porque para comprar con plata no hace falta ser economista”. Han pasado tres años y todo cuanto les decía a esos asombrados economistas se ha realizado. Hemos comprado los ferrocarriles, los teléfonos, hemos nacionalizado los puertos, hemos comprado una marina mercante de un millón y medio de toneladas, hemos pagado la deuda externa, hemos nacionalizado el gas y estamos construyendo un gasoducto y, todavía, ganando plata sobre ello. Todo esto ha sido realizado. Nuestro programa económico ha sido totalmente cumplido sin exigir sacrificio a ningún argentino; al contrario, evitando todo sacrificio que hubiera sido fatal si no hubiésemos encarado con decisión y con valor la solución del problema nacional que, por cobardía, por mala fe o por otra causa peor, no se había podido resolver hasta nuestros días. 421 Además de esto que se ha cumplido, se ha hecho otra cosa mucho más fundamental e importante para la felicidad inmediata del pueblo argentino. Cuando hace tres años encaré esa situación y todo había que hacerlo, se me presentaba el monstruo pavoroso de la crisis de posguerra. Algunos de ustedes peinan canas y otros, sin nada en la cabeza, me refiero a la cabellera, recordarán, como recuerdo yo, el año 1918, cuando tuvimos permanentemente diez o quince mil desocupados que vivían en casas de lata en el puerto; recordarán la olla popular para que pudieran comer nuestros trabajadores y, por último, no habrán olvidado, como no he olvidado yo, a las legiones de niños hambrientos que iban con su tachito a los cuarteles a recibir los residuos del rancho para alimentar a sus familias. Tampoco habrán olvidado ustedes que el trigo bajó a cuatro pesos, el maíz a dos cincuenta y la lana se vendía a cuatro pesos los diez kilos. ¿Nos hemos olvidado de esa pos-guerra? Y si en esa pos-guerra se produjo ese desastre ¿a qué se debía? ¿Qué hubiera ocurrido en 1945 cuando terminó la Segunda Guerra que representa la acumulación de factores adversos sobre la anterior o sea, la destrucción de casi todos los valores conocidos? ¿Cuál hubiera sido la situación en 1945 si en 1918 casi nos comemos los botines? ¿Por qué no se produjo en 1945 lo que sucedió en 1918? Yo quiero decir esto: cuando esos políticos a la violeta, que hoy todavía tenemos entre nosotros, nos critican la acción de gobierno, olvidan que eran ellos o los compañeros de ellos, los que hicieron pasar a los trabajadores, en 1918, el hambre, la miseria y la desesperación que yo he presenciado. Nosotros, los ignorantes, según ellos; los que no sabemos nada, según dicen todos los días; los ladrones, nosotros; ellos, los honrados; nosotros, mentirosos; ellos, los veraces; nosotros, que somos todo eso, no nos equivocamos en 1945. Por eso, en 1944 creamos el Consejo de Post-guerra y resolvimos todos los problemas que podrían conducir a una crisis como la 1918. Los resolvimos en 1944 para que no se produjera en 1945/46. Por eso yo creé el Consejo de Post-guerra siendo vicepresidente y me puse de presidente, no para ser presidente de algo sino para resolver los problemas que iban a llevar al país a la miseria y a la desesperación. ¿Qué hizo el Consejo de Post-guerra? Recuerdo que en la reunión inicial dije 422 a los compañeros de trabajo que nos habíamos reunido para encarar un grave problema. Vean muchachos, o resolvemos de antemano los problemas para que no se produzca lo de 1918 o en 1946 nos vamos a comer entre nosotros por la miseria que va haber. Lo primero que estudiamos fue la crisis de 1918. Esa crisis sobrevino porque los precios de la producción se vinieron abajo de la noche a la mañana. ¿Por qué? Porque los países que habían hecho la guerra formaron una comisión única de alimentación que compraba para todos. Cien vendedores frente a un comprador único y, lógicamente, los precios debían venirse abajo. Entonces yo dije, en esa reunión inicial, tenemos que inventar algo para que al único comprador le enfrentemos el único vendedor. Fue el IAPI. Así nació el IAPI. Consecuencia de esa “pequeña” medida: precios del 18 para el trigo, 4 pesos; en el 46, 20 pesos. Precios para el maíz, en el 18, 2 pesos y medio –no pagaban la bolsa–; para el 46, 15,80 pesos, los primeros precios. Para el lino, 12,18 pesos, en el 18; en el 46, 112 pesos. Industrialización del lino, conversión al aceite, todo eso salió del Consejo Nacional de Post-guerra. Además, de eso, señores, salió toda la nacionalización del Banco Central, porque es como le pasa a uno si tiene un tonel con un agujero, mientras no tapa esto es inútil que eche agua adentro. La nacionalización del Banco Central es la tapa del agujero. Una cosa tan simple como la vida cuando uno no la complica. Podría seguirles explicando cómo resolvimos todos estos problemas, y por qué fue posible, en la situación ruinosa en que se encontraba el país, enfrentar la compra de estos “mastodontes” que hemos comprado y pagado, y que son ya nuestros y que están ganando plata para nosotros. Como además de haber cumplido ese programa que, verdaderamente, yo cuando me doy vuelta y miro lo que hemos hecho, digo: “los gobiernos que vengan no quiero que hagan lo mismo que nosotros hemos realizado; que hagan nada más que la cuarta parte”; además de cumplir ese objetivo extraordinario, que representa la dignidad argentina, que representa la soberanía argentina, que representa, señores, barrer para siempre la palabra colonial de nuestro escudo, además de eso, pregunto: si nosotros solucionamos todos los problemas que podían haber hecho sufrir necesidad y hambre a nuestro pueblo; si, a pesar de haber hecho ese esfuerzo económico extraordinario, ¿puede decir algún argentino que hoy es menos feliz de lo que era en el año 1943?, y si para cumplir este 423 programa, hemos impuesto algún sacrificio a la población argentina. Señores: Hay que mirar al mundo, hay que mirar en la Europa los sacrificios extraordinarios que están realizando esas poblaciones. Algunos que antes comían cinco veces al día: desayuno, break-fast, almuerzo, té y cena, hoy han debido reducir sus posibilidades alimenticias –al haberse racionado– a comer carne una o dos veces por semana, en cantidades microscópicas. Cuando contemplamos que ellos están haciendo este esfuerzo, y nosotros vemos que hemos resuelto nuestros problemas económicos sin ningún sacrificio, ¿pueden estos torpes de acá y de afuera seguir sosteniendo que nosotros hemos llevado el país a la ruina? Cuando subí al gobierno, dijeron: “Éste no aguanta dos meses”; a los dos meses, me alargaron el plazo: “No aguanta seis meses”; y, al cumplirse este plazo, dijeron: “No aguanta un año”. Señores: Los problemas económicos de la República hasta ahora han sido superados, y superados con la condición más afortunada, sin imponer sacrificios a la población argentina. Pero, miremos el cielo que el entendimiento nos va tendiendo por delante. ¿Qué se produjo en la otra guerra? Yo miro lo otro porque lo viví bien. Yo era subteniente y ganaba 170 pesos al mes, y sabía lo que era hacer equilibrios para llegar a fin de mes en aquella época. ¿Qué pasó en la otra guerra? Una crisis inmediata en el año 1918, y en el año 1928 otra más fuerte que la anterior. Es la crisis mediante que tienen todas las post-guerra. ¿Por qué sucede eso? La crisis inmediata, la del 18 –la que debió haberse presentado en 1946 si hubieran estado los sabios que nos critican–, es la crisis producida por el reacondicionamiento de lo que los pueblos han destruido. Después, cuando se hace la paz, se dan cuenta y dicen: “¡Qué bárbaros, lo que hemos hecho! Hay que empezar a trabajar”. El reacondicionamiento de las condiciones de trabajo y de actividad de los pueblos, la transformación de las industrias de guerra a las de paz, ocasionan esas crisis. La desmovilización de los ejércitos es convulsión; produce una crisis inmediata. Después, comienzan a solucionarse esas crisis con medidas de circunstancias. Pero hay un gran arrastre de cosas que no resuelven los gobiernos. Se van, poco a poco, acumulando, 424 como esas niveladoras que arrastran tierra: llega el momento que tienen tanta por delante que, aun cuando empujan, no dan más. Lo mismo le pasa a la economía de los pueblos. La posposición de la solución de los problemas les va amontonando delante una cantidad de tierra tal que se atrancan y no progresan. ¿Cuándo se produjo ese hecho en la otra guerra? En los años 1928, 1929. Fue la famosa crisis financiera donde pareció que todo se derrumbaba. ¿No se va a presentar ahora esa crisis? Claro que sí, que se va a presentar. Es lógico que se presente. El fenómeno es el mismo. ¿No ven ustedes que ya comienza a perfilarse? Es suficiente echar una mirada sin detenerse en ninguna parte, pasando como en avión para mirar, y darnos cuenta de cuál es la situación del mundo, del continente europeo. Todas son economías deficitarias que caen en picada. Y aquí va a presentarse el fenómeno con las mismas características. Si en la anterior guerra, el período entre las crisis inmediatas y mediata duró diez años, de 1918 a 1928; éste, que traemos el arrastre de las dos guerras, no va a durar diez años. Lo vamos a tener pronto nomás y ya se está viniendo. Ahí es donde debemos tener cuidado. Y así como en 1943 y 1944 yo resolví una crisis inmediata, hace rato que estoy trabajando para resolver esa que se avecina. Si hubiera esperado, como los sabios de aquellos tiempos, que esperaron que el agua se les viniera encima, para abrir el paraguas, estaría [liquidado]. En economía no se puede llegar tarde; hay que precaver por anticipación y, si no, hay que soportar virilmente los golpes del destino. Para no someternos a los golpes del destino, tuvimos que prever. Y, cuando algunos decían: “Pero si tiene que resolver el problema de la post-guerra, ¿para qué compra los puertos, argentiniza los seguros y el Banco Central y crea el IAPI30?” Y yo les decía: “Prepárense para la otra; esa es la que va a venir”. Señores: Por eso yo leo los artículos de “La Prensa”. Todos esos, durante cien años, han pontificado mentiras y “macanazos” sin límites. Cuando gobernaban los que les hacían caso, había olla popular, había desocupación y todas esas cosas. Cuando menos, por ahora, los que no les hacemos caso, no le hemos impuesto un agravio a la dignidad argentina del calibre [del] que ellos le impusieron con toda su sabiduría y sus patrañas. 425 Yo hago todas estas consideraciones entre amigos, acá, en confianza; y que me perdone “La Prensa” este recuerdo de hoy que, al fin, es uno, a pesar de que ella me hace todos los días un artículo de fondo contra mí. Compañeros: Cuando uno contempla el panorama, se formula la siguiente pregunta: ¿qué dirán los de afuera? Y, señores, yo sabía hace rato lo que van a decir los de afuera. Cuando estamos bien acá, afuera van hablar siempre mal; cuando estamos mal acá, por entregarles a ellos cosas, van a hablar bien. Ahora, yo les preguntaría, en estas condiciones, ¿el pueblo argentino qué prefiere? ¿qué afuera hablen bien o hablen mal? Ésta es una cosa simple, señores; no es una cosa del otro mundo. Por ejemplo, en estos últimos tiempos, no nos compraban ni un grano, y me decían: “Vea, que se están pudriendo”. “Y qué vamos a hacer”, les decía yo. “Está aumentando el grano y se moja”, me volvían a decir. “Y bueno –decía yo– algún día se van a decidir a comprarnos”. Mi reflexión era esa. Nosotros, lo que teníamos de más era comida; y ellos, lo que tenían de más, era necesidad de comer. Necesidad por necesidad, yo sabía que iba a aguantar más tiempo que ellos. Señores: Hay cosas que verdaderamente uno no alcanza a entender. Cuando el país vendía doce o trece mil millones de pesos y los argentinos teníamos que pagar todos los días dos millones diarios de deuda exterior; cuando la moneda argentina no tenía premio en ninguna parte; cuando nuestras cosechas se vendían a mísera cotización –cinco o seis pesos el trigo; tres o cuatro pesos, en el mejor de los casos, el maíz–; cuando entre los argentinos había un elevado número que no usaba botines; cuando yo veía al pueblo mal vestido, algunas veces harapiento, flaco y desnutrido; cuando en las conscripciones se daba de baja a un elevado porcentaje por adolecer de débil constitución física; cuando veíamos que la gente protestaba porque estaba mal paga, cuando en sus ojos se advertía la indignación de una generación explotada, el país estaba bien. Hoy, que hemos superado todo eso, que todo lo que tenemos en el país es nuestro, que hemos pagado las deudas, que se paga bien el trigo, el maíz, y todos los granos, estamos mal. Esto es una cosa que verdaderamente no tiene explicación; pero lo que tam426 poco tiene explicación es que haya gente que con todo desparpajo diga esto en público y no se le venga una cornisa encima. Compañeros: Yo he querido hacer esta disquisición porque, al hablar con tantos delegados que se van a dispersar en todas direcciones, quiero que lleven una verdad absoluta sobre el momento económico que está viviendo la República. Lo que sí, tenemos que trabajar. Porque yo no soy de esos gobernantes que decían: cuando nosotros estemos en el poder, les vamos a dar todo esto. Eso no lo puede creer nadie. El gobierno no puede dar absolutamente nada. Lo que el gobierno puede hacer es evitar que lo que produce el pueblo argentino sea mal distribuido, que uno se lleve la parte del león, mientras muchos millones se llevan la parte del ratón. Por eso es que yo digo que tenemos que trabajar. Tampoco soy de esos gobernantes que decían: hay que trabajar, pero que iban a su despacho a las diez y se retiraban a las doce. No, señores; yo trabajo todo el día para poder decirle al pueblo argentino que tiene que trabajar todo el día y todos los días. En esa forma, creo que tengo derecho de pedir a mi pueblo que trabaje y que produzca. Si nosotros producimos, si nosotros aumentamos esta riqueza en la medida de nuestras fuerzas, no es necesario ir más allá. Si hacemos que desaparezca el mayor número de ociosos que no producen para hacerlos productores, el futuro de la República no está asegurado, está réquete asegurado. Si nosotros nos mantenemos unidos y defendemos esto, que es la causa del pueblo argentino, contra los que entregaron a la Nación; si defendemos esto, que es la causa de la verdadera libertad, y no de la libertad que ellos perseguían, de peces grandes que se comían a los chicos, de piedra libre para explotar a los más débiles, habremos consolidado nuestras aspiraciones. Nosotros hemos puesto a la libertad de ellos un freno en la Constitución, que también lo pondremos en el código. Libertad absoluta es la que existe en nuestro país, señores, y esto puedo decirlo en la Unión Ferroviaria porque está formada por hombres decentes que saben perfectamente que la libertad en el campo sindical argentino es absoluta. Cómo nos puedan negar esa libertad los que se pasan sobornando dirigentes a lo largo de todo el continente americano. En nuestro país puede decirse con 427 orgullo que ningún dirigente tiene precio. Los argentinos tenemos el orgullo de poder decir que los dirigentes políticos no se venden en el campo internacional, como tampoco se venden los dirigentes obreros en el campo nacional. Cómo nos van a decir eso, cuando hace pocos días me contaba un dirigente argentino que concurrió a una reunión en Montevideo que un dirigente internacional le dijo: “Si a vos te hubieran dado la plata que me han dado a mí, veríamos si seguís pensando lo mismo”. Eso es, desgraciadamente, un panorama muy común que, afortunadamente, no existe en la República Argentina. A mí, como gobernante, se me caería la cara de vergüenza si tuviera que pagar a algún dirigente para que hiciera lo que yo digo. Que los sindicatos argentinos están dirigidos. Sí señor. ¿Están dirigidos por sus dirigentes? ¿Quién los iba a dirigir? Que el gobierno está unido a los sindicatos. Es claro que lo está, si nosotros representamos a los sindicatos. ¿A quién vamos a estar unidos? Lo que no quieren es darse por enterados de eso. Compañeros: He tenido hoy el honor, la inmensa satisfacción de compartir esta reunión que, como ha dicho el compañero López208, es histórica, y especialmente histórica para mí, que me he entregado de cuerpo y alma al movimiento reivindicatorio nacional, que en el orden político ha dado personería al pueblo argentino, que en el orden social ha dignificado al trabajador y lo ha elevado todo lo que ha podido y que, en el orden económico, ha creado el sistema de sustentación de nuestra posición social, posibilitando que los trabajadores argentinos eleven su nivel de vida y de dignidad merced a la consolidación de la economía argentina. Cómo no he de ser feliz cuando escucho las palabras de comprensión y de estímulo que acaban de pronunciar los compañeros ferroviarios que, por ser de trabajadores, son el único estímulo que me interesa y el único que me importa. Quiero cerrar esta pequeña disertación con mi profundo agradecimiento. Soy un hombre que si tiene algún mérito es el de ser un trabajador incansable por las causas justas. No creo en el genio, pero sí creo que el genio es trabajar. Con mi 428 agradecimiento, van mis felicitaciones a la Unión Ferroviaria, que la veo actuar con ese espíritu de comprensión, dándome el estímulo que después de tantas luchas me es indispensable para seguir adelante y que lo necesitan todos los hombres que trabajan. Felicito a la Unión Ferroviaria, porque la veo en el pináculo de su unión, en la cima a que alcanza un sindicato cuando trabaja noblemente para sí y es sincero consigo mismo y con la Patria a la que todos servimos. Los felicito, finalmente, porque esta organización sindical, en el vértice de su maduración como organización obrera, ha tenido la sabiduría y prudencia en la elección de sus autoridades para que la represente a satisfacción del gremio y a orgullo de este modesto amigo que les habla con el corazón en la mano.
1949-06-22
En un homenaje ofrecido por la colectividad israelita al doctor Pablo Manguel
Debo confesar aquí que siento un profundo cariño y un gran respeto por el Estado de Israel. Y es así, señores, porque yo soy un patriota argentino y respeto profundamente a los patriotas de otras regiones de la tierra. Israel, durante su lucha ciclópea de varios siglos, ha dado al mundo el ejemplo de ser uno de los pueblos más patriotas de la tierra. De ahí mi profundo cariño y mi profundo respeto a ese pueblo que, a través de siglos, ha mantenido incólumes sus virtudes, el poder de su raza, la perseverancia en su causa y la honradez que lo ha distinguido como un pueblo de honestos trabajadores en el mundo entero. Por eso anhelaba que el primer ministro que llegase a Israel fuera el representante de la República Argentina –si no es el primero, es de los primeros– como un homenaje a ese patriotismo, a ese respeto por su tradición y a ese amor a la tierra de sus mayores. He elegido un peronista; un peronista de la primera hora, un compañero de la Secretaría de Trabajo y Previsión, un hombre honrado, inteligente y joven, y, además de eso, es argentino y es judío.211 Para representar a la Argentina ante el noble pueblo de Israel, nada mejor que este hombre, cuyas condiciones, cuya inteligencia, cuya capacidad y juventud, lo habilitan para iniciar un trabajo fructífero que una a estas dos naciones, realizan430 do el milagro de establecer un puente con ese pujante y naciente pueblo, que abre de nuevo a la luz de la historia cuanto viene gestando durante siglos ante la injusticia de los hombres y del destino. Y servirá también para que, en el futuro, se pueda decir de esos dos pueblos, de banderas tan semejantes, jóvenes y pujantes hoy, con un grandísimo porvenir que, a pesar de estar a ocho mil kilómetros de distancia, sus corazones laten rítmica y armónicamente hacia un destino feliz. Señor ministro Manguel: tenéis frente a la República una inmensa responsabilidad que cumplir: hacer que cada día los lazos de unión, de fraternidad y de comprensión entre Israel y la Argentina sean más estrechos, más sinceros y más leales. Bien sabe Dios que, al decirlo, lo hago con el corazón en la mano. Afortunadamente, soy de los hombres que son incapaces de decir lo que no sienten. Al confiarle esta misión al primer ministro plenipotenciario de la Argentina ante Israel, lo hago con el corazón de argentino abierto a la grandeza de esta colectividad, que nos ha honrado siempre con su dedicación al trabajo y con su honradez: esa colectividad a la cual me siento ligado cada día más porque, como presidente de la Nación, voy apreciando un esfuerzo mayor dentro de nuestra conducta, dentro de nuestras líneas políticas, de nuestras aspiraciones de argentinos y de nuestra intención de hacer de esta tierra un lugar de paz, donde cada uno de nosotros se sienta solidario a la suerte o a la desgracia del prójimo. Los judíos en la Argentina están cimentando los valores que solamente hacen grandes a los pueblos, y a diario recibo nuevas evidencias de cuál es su silenciosa labor de trabajadores, y cuál es su virtud, su tenacidad en el trabajo y su honradez. Doctor Manguel: al llevar la representación de la Argentina a Israel, quiero que vuestras primeras palabras a los gobernantes de ese Estado sean de comprensión absoluta por parte de nuestro gobierno. Que sean de amistosa solidaridad, a fin de que trabajemos unidos, teniendo presente que nosotros estamos realizando aquí una obra con el sentido de ética, de amor y de humanismo que los judíos siempre han practicado. Deseo que le digáis al señor presidente de Israel, con mi cariño, respeto y con- 431 sideración, que empeñamos el nombre de Argentina frente a Israel para tender en todo momento una mano generosa para ayudarle cuando sea necesario. Y también quiero que llevéis mi última palabra en esta demostración que tanto merecéis y que ella sea un pedido a todos los señores: que me acompañen a gritar ¡viva Israel!
1949-06-24
En la Asociación del Profesorado
Al acudir a este acto, al que asisto de todo corazón, debo confesar que experimento un inmenso placer y que él constituye para mí un gran honor; un placer, porque siempre me produce gran satisfacción estar en contacto con los ingenieros Pascali, viejos amigos míos. La de los Pascali, según mi antiguo conocimiento, que data del año 1914, es una familia de hombres justos y quizá por eso el primogénito se llama Justo… Yo he sido compañero de un hermano de los ingenieros Pascali, que desgraciadamente murió siendo un hombre joven, en Entre Ríos, que fue un amigo muy querido.214 Por eso se explicarán cuál es esa inmensa satisfacción y ese placer que experimento en cualquier contacto que tome con los ingenieros Pascali, que honran a nuestro movimiento con su simpatía y su alta comprensión de hombres de gran experiencia, dotados de un sentimiento de justicia social que ellos practicaron durante toda su vida. A ese placer uno, señoras y señores, el honor de recibir esta medalla que nos acredita socios honorarios de esta noble institución, porque yo siento por el profesorado el respeto que debemos sentir todos los hombres de bien. Yo tengo el elevado concepto del profesorado que tuvimos los antiguos, y recuerdo siempre que una de las primeras medidas que Plutarco tomara en Esparta, 433 en épocas tan lejanas, fue la de suprimir la antigua costumbre griega de reclutar sus maestros entre los esclavos obtenidos en las guerras de conquista, aduciendo que los hombres que eran esclavos no podían ser educadores de los hijos de los espartanos, instituyendo así Plutarco, quizá por primera vez en el mundo, la nobleza de la profesión de los maestros que debían hacer de sus hijos lo más grande, lo más puro y lo más viril que Esparta tuviera. Desde entonces, la profesión del maestro y del profesor pasó a ocupar en el mundo y, especialmente en nuestra civilización, el puesto que está reservado para los hombres que hacen el mayor bien a la humanidad. Ese bien, señores, está en la verdad que el maestro enseña: y en el espíritu que el maestro forma en sus educandos de tal manera que, si el hombre hereda de sus padres sus condiciones físicas y morales, no podemos negar en manera alguna que de su maestro no herede también las mejores condiciones o los más graves defectos. Señores: Yo soy un reformador –quizás solamente eso– y los reformadores somos, sin duda alguna, los que más necesitamos de los maestros, los que más ligados estamos al destino de los que enseñan porque, al reformar, reformaríamos en vano si no confiáramos a las generaciones de los que enseñan, la formación del espíritu y de la mentalidad de los que aprenden. En manos de ustedes, más que de ningún otro está quizás el destino de nuestro movimiento. Por eso he considerado como una tarea fundamental de gobierno, asegurar para los profesores y maestros de la Nación la orientación necesaria, el ambiente digno y también las condiciones indispensables que ellos necesitan para enseñar. Hemos dedicado al ministerio de Educación los mayores medios que se le hayan destinado en toda la historia del país. Y no hay esfuerzo que pau latinamente no hayamos de ir intensificando para hacer cada día más llevadera la tarea de enseñar, y más alegre y constructiva la tarea de aprender, y para que nuestros profesores y maestros, formados en las ideologías justas de la vida, en la filosofía humanista que propugnamos y también en el trabajo y en el sacrificio que toda construcción impone, lleguen a formar ciudadanos no solamente capaces sino también dotados de una capacidad calificada por la virtud, sin la cual el 434 hombre pasa a ser un elemento negativo. Cuando se tiene el concepto de la noble profesión del maestro y del profesor, como lo tengo yo, es indudablemente un inmenso honor compartir una mesa como ésta y recibir de manos de un hombre como el ingeniero Pascali –cuyo elogio estaría de más que yo hiciera en esta oportunidad– la medalla que me acredita como un compañero más de este centro. Es un honor que aprecio en toda su intensidad y que yo agradezco al señor ingeniero, como a todos los demás compañeros de esta asociación, a la cual desde hoy tendré el insigne honor de pertenecer. A todos hago extensivas estas expresiones, rogándoles que, a través de estas mal hilvanadas palabras, interpreten todos mis sentimientos; yo soy de los hombres que, afortunadamente, todavía no han aprendido a decir lo que no sienten. A todo ello, solamente quiero agregar un concepto más. Pertenezco a una profesión donde la solidaridad, la camaradería, el compañerismo, forman parte de sus reglamentaciones básicas. A menudo esto, aun dentro de mi profesión, no se entiende en toda la amplitud del beneficio que representa. Por ello, pienso que la comunidad argentina solamente estará bien organizada cuando, además de la organización que la aglutina desde el punto de vista jurídico institucional, esté complementada por la unidad del espíritu, que solamente se encuentra cuando una conciencia social ilumina las agrupaciones de hombres dedicados a una misma actividad. Si algún bien he producido en la República, creo que ninguno está más justificado que el [de] haber desarrollado en la población argentina una conciencia social, que hace de los hombres de una misma actividad, no enemigos sino amigos permanentes, porque lo primero presupone una lucha destructiva y lo segundo una colaboración constructiva, que es lo único que hace que la vida merezca ser vivida. El gobierno tiene la obligación de estimular a estas asociaciones, que son sus mejores colaboradores y más útiles al Estado en cuanto más cultos son sus componentes; agrupaciones que tienen una virtud por sobre todas las otras: la de ir haciendo cada día más comprensivos y más tolerantes a los hombres para su convivencia con los demás. Esta tarea, encarada por el gobierno y especialmente por el ministerio de Educación, nos plantea como obligación ineludible la de mantener, propugnar, ayudar e impulsar a las instituciones como ésta que, con tan nobles fines de perfeccionar y agrupar a los hombres de una misma actividad, están construyen- 435 do la verdadera unidad argentina, por la que hemos luchado –quizá, en parte, infructuosamente– por más de un siglo de nuestra historia. Si esas instituciones cumplen su función con la misma honradez y nobleza que ésta, el Estado tendrá en ellas sus puntales más firmes y duraderos. Ellas serán su intérprete cuando el gobierno obre bien, y serán las que puedan modificar la conducta del gobierno cuando éste obre mal. Estas asociaciones de unión y de colaboración son las verdaderas instituciones meritorias del Estado; las demás, las que formamos por resoluciones o por decretos, no suelen tener el alma que anima a las libremente concebidas y libremente realizadas.
1949-06-27
En el acto de la firma de un Convenio con Gran Bretaña
Excelentísimo señor embajador, señores negociadores ingleses: La firma de este tratado217 llega cuando la Argentina alcanza el cumplimiento de una de sus etapas de realizaciones económicas. El estado casi caótico de las economías de los pueblos y naciones merece el esfuerzo de todos por llegar a soluciones compatibles con la dignidad y las necesidades. En la búsqueda para lograr tal objetivo no ha sido, no es, ni será en el futuro, el sistema de bloqueos, de monopolios, de lucha desleal, el camino de soluciones constructivas, sino el de una cooperación a base de igualdad de tratamiento y mutua conveniencia, que es el único camino para asegurar relaciones permanentes basadas en intereses también permanentes. Cuatro meses han llevado las discusiones de nuestros técnicos para ajustar las condiciones de este tratado aceptable para ambas partes. En esos cuatro meses hemos discutido cada una de las conveniencias de nuestras naciones. Los límites de transacción han sido agotados y ambos, si no estamos del todo satisfechos, por lo menos podemos decir que hicimos cuanto era posible por estarlo. Gran Bretaña y Argentina, con economías complementarias, como habéis dicho muy bien, cumplen así un primordial derecho de intercambio de los pueblos libres de la tierra. En nombre de esa libertad que sostenemos, realizamos un acto de mutua conveniencia para nuestros pueblos. Aspiramos naturalmente a la 437 multilateralidad en el comercio internacional pero creemos que, mientras dure la imposibilidad económica mundial para alcanzarla plenamente, debemos complementar esta concepción económica por la concertación de convenios bilaterales que satisfagan necesidades mutuas, imposibles de cubrir por otros medios. Este tratado comercial y financiero no se realiza contra nadie, ni contra nada, pues sólo va dirigido a satisfacer necesidades mutuas y comunes conveniencias. No intenta ni pretende cumplir designios ocultos, sino aprovechar la única solución que nos queda frente a situaciones que, precisamente, no han sido provocadas por nosotros. Se trata sólo, en consecuencia, de un tratado puramente económico, donde ninguna razón deleznable de política internacional ha sido objeto de consideración alguna. Es una mala práctica que, a menudo, pagan muy caro los pueblos y las economías, el mezclar lo económico con los factores de la política que persigue otros objetivos que no son exactamente la felicidad de los habitantes de las naciones que los gobiernos representan. Tampoco creo que hoy sea posible ocultar las malas intenciones, ni en lo económico ni en lo político, detrás de ingeniosas combinaciones ni de palabras atrayentes. No se puede en el mundo contemporáneo, con el grado actual de las informaciones y comunicaciones, ocultar por largo tiempo los arbitrios desleales o los designios que se ocultan detrás de realidades hirientes y capciosas. Hoy, es necesario proceder con buena fe, actuar limpiamente, jugar con las cartas en la mesa; si así se sacan ventajas, disfrutarlas en silencio; si se pierde, es necesario también saber soportar virilmente los golpes del destino. Los países y los pueblos actuales han de considerarse en lo cierto si aceptan los cambios que los tiempos traen y proceden con sabiduría para adaptar soluciones a las situaciones que estos nuevos tiempos plantean. Hacer una suerte de guerra económica para imponer a los demás los propios deseos o conveniencias es signo de incapacidad, que poco calor arrima a la lumbre de la paz anhelada. En un mundo de economías destrozadas por las dos guerras más terribles que registra la historia, una humanidad sufriente y miserable se debate ante la necesidad de recuperarse para vivir y progresar. Cada uno debe unir su esfuerzo y su buena voluntad a la solución de todos, o bien los males sobrevivirán a nosotros. 438 Frente a este panorama, sólo la comprensión y la tolerancia pueden aconsejar el camino de la sabiduría y la prudencia necesarias para superarlo. Más que planes, sistemas y métodos, necesitamos soluciones. Este tratado acerca soluciones para el pueblo inglés y para el nuestro; luego, cumplimos el deber que la hora nos señala como gobernantes y la misión que el tiempo nos fija como parte de nuestro destino. Sobre las situaciones creadas por las discusiones y la brega comercial, a menudo vehementes y acaloradas, queda el saldo de amistad de siempre entre nuestros países como sedimento de una vieja y leal concurrencia de comunes bienes y sincera actuación en defensa de los intereses propios. Reconocemos en este grupo de patriotas británicos, la legendaria caballerosidad de nuestros siempre amigos ingleses; por ello, y por sus numerosas amabilidades, les quedamos profundamente reconocidos. El pueblo argentino, que es justo en el juzgar, no ha de olvidar nunca estas circunstancias y, como en el pasado, en el presente y en el futuro, seguirá siendo amigo de sus amigos, con la sinceridad y lealtad que aprendemos en la soledad de nuestras pampas y que es el orgullo inextinguible de nuestra raza.
1949-06-28
En un vino de honor ofrecido a negociadores británicos
Dada la rapidez con que los señores van a partir para su patria, yo he deseado, por lo menos, agradecerles todo lo que han hecho por la feliz terminación de este acuerdo ofreciéndoles, con nuestra amistad, estos minutos de camaradería y de solidaridad entre nosotros. Deseo, señores, que al regresar a Gran Bretaña lleven ustedes la absoluta seguridad del aprecio y de la amistad que entre nosotros dejan. Una de las mayores preocupaciones del gobierno argentino, desde que tengo el honor de formar parte de él, ha sido la de restablecer en todas sus formas nuestro intercambio, nuestro comercio y nuestra amistad con Gran Bretaña que, después de la guerra, habían disminuido en gran parte. Yo creo que las corrientes económicas son como los ríos, que si no pasa agua por sus lechos terminan por secarse y, finalmente, por borrarse. Nosotros, los argentinos, hemos querido luchar desde los primeros tiempos de este gobierno porque esas corrientes económicas, establecidas hace ya tantos años entre nuestro país e Inglaterra, volvieran a renacer, formándose esas corrientes que son como la sangre y la savia del cariño y la amistad que unen a los países de la tierra. Este tratado demuestra nuestra buena voluntad y la de Inglaterra, que apreciamos, para que esos cauces sean cada día, más caudalosos y más fecundos para los pueblos británico y argentino. Unido a eso, señores, tras esas utilidades y esas amistades, queda el recuerdo de los negociadores que en estos días han compar440 tido con nosotros la grave tarea, pero también la agradable misión, de hacer que la amistad entre nuestros pueblos sea cada día más fuerte y más fecunda. Hemos discutido como buenos deportistas que son los británicos y somos los argentinos. Este partido ha terminado, y queremos que lleven al regresar a su tierra la impresión de que dejan aquí buenos amigos, que los recordaremos con todo el cariño que han sabido conquistar con su franqueza, su sinceridad y su lealtad. Dejan en esta tierra, también, además de esa amistad, el respeto que merecen todos los hombres de todas las patrias, y que saben defender los intereses patrióticamente, como lo han hecho los señores negociadores durante el tiempo que han vivido entre nosotros. Señores: Esa amistad de nuestras respectivas patrias y de nuestros hombres con los hombres de Gran Bretaña, habla mucho por un futuro que ha de ser halagüeño, y en el que tenemos cifrada, como siempre la hemos tenido, la esperanza de hacerlo cada día más fecundo y más conveniente en este intercambio, no sólo de mercaderías, sino también de buena voluntad y de verdadero cariño. Con esos elevados ideales que sustentamos nosotros, y que reconocemos siempre ha mantenido Gran Bretaña –en esta tierra tenemos recuerdos imperecederos de agradecimiento para Gran Bretaña–, queremos que, al margen de nuestras discusiones mercantiles, los señores negociadores lleven la impresión exacta de que ese cariño y esa amistad son cada día más grandes y más indestructibles, y que los argentinos, por mi intermedio, hacen votos en este momento por la grandeza y la prosperidad de S. M. Británica, de la Gran Bretaña y de todo su pueblo.
1949-06-28
En un banquete en el que fue agasajado por el Cuerpo Diplomático
Bajo los auspicios de vuestras excelencias, reunidos en un homenaje representativo de la solidaridad de nuestros pueblos, habéis querido reconocer las atenciones argentinas, del 24 de mayo. Si en aquella hora recordada, compartisteis la alegría nacional de nuestro pueblo, en su histórica celebración centenaria, en esta grata y honrosa circunstancia es también nuestro pueblo, en la traducción libérrima de su voluntad hecha gobierno, el que se congratula de este acto simbólico para la amistad. Es, para los argentinos, causa permanente la de su independencia y la de los pueblos que nacieron con ella a la historia americana. Nuestra enseña nacional cruzó los caminos de todas las epopeyas, dejando tras las ondulaciones de sus pliegues, la siembra inatacable de la misma semilla de independencia del patriciado popular hecho milicia, oración o trabajo, sin tregua y sin descanso. Por ello es, excelentísimos señores, que vuestros juicios reconfortantes son asimismo los de la historia vivida y escrita, sobre la geografía de América, en la paz y en el trabajo de sus comunidades. Esa causa trascendental e histórica que parecía inconclusa sigue siendo emblema de nuestras aspiraciones de ciudadanos y gobernantes. Como ciudadanos, hemos consolidado sus postulados integralizando la ecuación de su destino. Como gobernantes, hemos dado cumplimiento a los principios que apoyan el entusiasmo y la fe de nuestras multitudes, tanto como su juicio patrio, de la misma esencia que el que tuviera nacimiento en la gesta de mayo y consagración en 442 el Congreso de Tucumán. También lo es, excelentísimos señores, inquebrantable y profunda la fe pacifista argentina. Lo habéis dicho con claridad. En procura de la paz universal, hemos trabajado con empeños, sin distancias, sin reservas y sin temores. Más allá de todo ello, alumbraba la luz de la esperanza que renace, en la que confiaremos siempre, para ver con ello y con su prevalencia en la paz, respetadas las soberanías, consagrado el derecho y defendido el principio de la igualdad jurídica de todas las naciones. Las festividades de mayo, nuestras tradiciones, vuestra solidaridad y este homenaje, dicen de nuestros comunes destinos históricos. Excelentísimo señor, excelentísimos señores: vuestra generosa expresión al señalar los esfuerzos que entrego a la patria, compromete no sólo los propios, sino los de mi pueblo. Pero, además de ello, habéis querido destacar la labor de cuantos son mis colaboradores, en la amplia tarea de trabajar para la Nación y destacar, asimismo, la incesante tarea que cumple mi esposa, en su preocupación, plena de fe cristiana, por el bienestar de los sin recursos. Dejad, excelentísimos señores, que os agradezca este recuerdo por todo cuanto tiene de noble expresión. Porque no solo él va dirigido al pueblo mismo, de cuyas canteras proceden mis colaboradores, sino que llega también a mi esposa, en cuyo nombre expreso mi más sentido reconocimiento. Hago también propicio este noble acto de amistad para reconocer públicamente la devoción con que servís a vuestras patrias cimentando la amistad y solidaridad de nuestros pueblos. En este homenaje que habéis querido tributar, formulo con vosotros, dignos representantes, el voto augural y múltiple de la Nación Argentina, para todas y cada una de vuestras patrias a las que queremos y con las que deseamos confraternizar por siempre en nuestro destino de justicia, de paz y de trabajo.
1949-07-01
Al dar la orden de partida al buque escuela “La Argentina”
El mar se abre ante vosotros con las gratas y siempre novedosas perspectivas de un viaje de instrucción; agitan vuestro espíritu cien emociones diferentes, que van desde la lógica y cabal satisfacción profesional hasta el romántico sentimiento que siempre se esconde en los que abrazaron la carrera del mar. Una misión de estudio y de acercamiento internacional mueve a este viaje, que es ya tradicional y casi una rutina en las actividades de la Marina de Guerra. Renovado en hombres y en entusiasmo, sale una vez más este crucero a recorrer los mares y puertos del mundo. Es un aula flotante y una embajada de paz y de amistad. La casi legendaria fragata “Presidente Sarmiento” guía su proa por las rutas de sus venturosas campañas; el nombre augusto de la nacionalidad que corona su popa le llega en gloriosa herencia a través de cinco generaciones de navíos, que empezaron por aquél que mandara el intrépido Bouchard3. Llevaba éste como una carga preciosa la copia del acta de nuestra independencia; lleváis vosotros la tinta fresca de una remozada Constitución que, inspirada en sentimientos ancestrales, proclama los novilísimos derechos del Trabajador, de la Familia, de la Ancianidad, de la Educación y la Cultura; ratifica la sagrada aspiración de constituir una nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana, y asegura los beneficios de la libertad para todos los hombres del mun12 do que quieren habitar en nuestro suelo. Señor comandante: Al zarpar, lleváis bajo vuestro mando un pedazo de este suelo argentino. A la responsabilidad de entregar a la Marina oficiales eficientes, se suma la que deriva de vuestra alta representación. Que Dios inspire vuestros actos y que en la tradición de la vieja fragata y de los otros navíos que ostentaron el mismo nombre que este crucero, brille siempre la estrella del éxito. Señores jefes y oficiales: Cualquiera sea la pericia y capacidad de vuestro comandante, nada lograría sin la leal, inteligente y constante cooperación de vosotros. Recordad también que en vuestro ejemplo encontrarán los cadetes la más grande fuente de inspiración. Cadetes: Vosotros sois el motivo principal de este viaje. El mar no admite intrusos; familiarizarse con él es vuestra tarea, leed en los astros la posición y el rumbo, y en las nubes, las olas y el viento, ensayad vuestro instinto de previsión. Demostrad que sois tan buenos en la práctica como lo fuisteis en los estudios teóricos y, sobre todas las cosas, aprended a mandar, a pulsar en sus sonoridades más nobles y profundas el alma grande y generosa de nuestros marineros. Llegaréis en vuestro viaje hasta la misma cuna de las civilizaciones milenarias; descubríos respetuosos ante ellas, que aún mucho tienen para enseñar a los pueblos jóvenes como el nuestro, y alimentad siempre en lo más caro de vuestros sentimientos la llama indispensable de la vocación. Suboficiales, cabos y marineros: Sé que estaréis, como siempre, en el puesto donde os llama el deber; seguid con confianza a vuestros jefes, manteniendo una inalterable lealtad, seguros de que en igual forma os será retribuida por vuestros superiores. A vuestro celo, co nocimiento técnico y espíritu de trabajo está confiado el éxito del viaje. Dormid al pie de la jarcia4 como los viejos gavieros5. Conscriptos: Toda la tripulación es un verdadero exponente del pueblo argentino, pero el conscripto constituye a bordo la más fresca y más pura representación del mismo. Que a través de vosotros lleguen intactas a puertos extranjeros las nobles virtudes que lo caracterizan. 13 Podéis largar amarras señor Comandante; con los buenos deseos de vuestro Comandante en Jefe, os acompaña la atención cariñosa de todo un pueblo que, a la distancia, vivirá con vosotros las emociones de este crucero, renovando en todo momento su cordial simpatía por la Marina de Guerra.